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LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX (HASTA 1939) - I

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LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX (HASTA 1939) - I

INTRODUCCIÓN

La poesía de la segunda mitad del siglo XIX, exceptuando las obras de Bécquer y de Rosalía de Castro, era una poesía vulgar y vacía, en consonancia con el espíritu burgués, acomodado y práctico de la época. En medio de una crisis espiritual que se extiende por Europa a finales de siglo, los nuevos poetas, como los narradores, se alzan contra esa vulgaridad y prosaísmo y llevan a cabo una profunda renovación estética. Con ellos llega la modernidad a España, se conocen las últimas corrientes artísticas europeas (corrientes de “fin de siglo”) y comienza lo que, para muchos, ha sido la segunda “Edad de Oro” de la literatura española o, en expresión afortunada de un crítico, la “Edad de Plata”.

Esta maravillosa aventura estética se inicia con el modernismo: Rubén Darío y sus seguidores, más los escritores de la llamada “generación del 98” (Unamuno, A. Machado) y Juan Ramón Jiménez. Esa labor la continúan posteriormente los poetas de la “generación del 27”: García Lorca, Alberti, etc.

EL MODERNISMO. Rubén Darío y sus seguidores

La poesía de Rubén Darío (Azul, Prosas profanas) pretendía adaptar a la poesía castellana las nuevas formas de la poesía francesa, en la línea estética del parnasianismo y el simbolismo. Sus rasgos más destacados son el esteticismo y la búsqueda de la belleza, allí donde se encuentre.

Sus temas, el cosmopolitismo y el exotismo, es decir, la evasión de la realidad, tanto en el espacio (el mundo islámico, el lejano Oriente, el indigenismo americano...), como en el tiempo (la Edad Media, el Renacimiento, el mundo de la mitología...). Desde el punto de vista formal, la búsqueda de los valores sensoriales, el ritmo y la musicalidad. Todo ello supuso una profunda renovación del lenguaje, gracias a un prodigioso manejo del idioma: efectos plásticos y sonoros, léxico renovado, adjetivación brillante, empleo de imágenes y metáforas sinestésicas, innovaciones métricas... Sus seguidores fueron numerosos en América y en España. Entre los españoles destacamos a Salvador Rueda, Francisco Villaespesa y Manuel Machado. La influencia de Rubén Darío la podemos encontrar en A. Machado, Juan Ramón Jiménez o algunos poetas del grupo del 27.

ANTONIO MACHADO

De entre los poetas de su generación destaca el sevillano Antonio Machado (1875-1939).

Admirador del pensamiento de Unamuno y de la poesía de Rubén Darío, seguirá un camino bien distinto. Sus primeras composiciones presentan rasgos modernistas, pero en una línea de modernismo intimista, sin tantos ritmos sonoros ni imágenes brillantes. Prefiere una poesía más natural y humana, menos artificiosa.

En Soledades (1903), ampliada más tarde en Soledades, galerías y otros poemas (1907), encontramos ese modernismo intimista y también la influencia de Bécquer, de Rosalía de Castro y de los simbolistas franceses. Los temas del libro son fundamentalmente tres: el tiempo, la muerte y Dios. Es decir, la preocupación por el sentido de la vida, por la condición humana, en definitiva, el tema existencial. Y un sentimiento de soledad, melancolía o angustia. Todo esto expresado con un lenguaje cargado de símbolos y de valores sensoriales.

En Campos de Castilla (1912), escrito a raíz de su estancia en Soria, adonde llegó en 1907, como profesor de instituto, el poeta se identifica sentimentalmente con la tierra castellana y su poesía se abre a los otros y al paisaje. Con un estilo sobrio, alejado de los brillos modernistas, contiene sentidas descripciones del paisaje castellano, el recuerdo emocionado de Leonor, su joven esposa, fallecida prematuramente, y reflexiones críticas sobre España y los españoles. Por este libro Antonio Machado ha sido considerado el poeta de la generación del 98.

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En sus últimos años adquirió un fuerte compromiso político con la República. Murió en Colliure (Francia). tras un dramático exilio, al final de la guerra civil. Está considerado como uno de los grandes poetas españoles del siglo XX. Su obra es un modelo de integridad intelectual y estética, y un ejemplo de fidelidad a sí mismo, a su tierra y a su pueblo.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Juan Ramón Jiménez (1881-1958) nació en Moguer (Huelva). Estudió en El Puerto de Santa María y en Sevilla. Vivió en Madrid hasta que tuvo que marchar a Puerto Rico, exiliado como consecuencia de la guerra civil. En 1956 recibió el premio Nobel de Literatura. Era un espíritu hipersensible, entregado por entero a la poesía y obsesionado por la perfección. Es la suya una poesía minoritaria (“A la inmensa minoría”, dedicaba sus libros) en constante búsqueda de la Belleza, el Conocimiento y la Eternidad (con mayúscula en la síntesis del poeta).

En su obra pueden distinguirse varias etapas:

Primera etapa (desde los comienzos hasta 1907): una poesía sencilla, de tonos melancólicos, inspirada en Bécquer (Arias tristes, Pastorales, Baladas de primavera).

Segunda etapa (1908-1915): una poesía modernista, de gran riqueza ornamental adjetivación brillante, elementos sensoriales, ritmos sonoros- y de tono intimista y sentimental (Elejías, La soledad sonora, Poemas májicos y dolientes).

Tercera etapa (1916-1936): una poesía «desnuda» o pura, que se despoja de la sensualidad modernista y de todo lo anecdótico para dejar paso a la concentración conceptual y emotiva. Son poemas breves, densos, sin apenas adjetivos, en los que se utiliza por primera vez el verso libre. El libro que inicia esta etapa, Diario de un poeta recién casado (1916), se considera “libro clave de la lírica contemporánea”. Le siguen otros, también muy importantes: Eternidades (1918), Piedra y cielo (1919), La estación total (publicado en 1946, pero escrito antes de 1936).

Etapa final (1936-1958): una poesía trascendente en busca de lo Absoluto, utilizando un camino personal y único: Dios deseado y deseante (1948-1949), Animal de fondo (1949).

A Juan Ramón Jiménez se le ha incluido muchas veces, por algunos de sus libros, en el modernismo, y por su edad y algunas características de su obra de madurez, en el novecentismo (literatura minoritaria, intelectualismo, perfección formal, ideal de un ”arte puro”). Pero, en realidad, su obra (con mayúscula la escribía él) desborda cualquier tipo de etiqueta y clasificación. Su poesía es una de las cimas de la lírica española por su capacidad creativa y afán de renovación, y por su constante búsqueda solitaria de belleza y de trascendencia Su influencia, tanto en España como en América, fue muy grande y todavía continúa, porque sigue siendo un modelo de lo que cada vez se echa más en falta: la obra bien hecha.

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LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX (HASTA 1939) - II

LA POESÍA DE LA GENERACIÓN DEL 27

Se conoce como generación o grupo del 27 a un conjunto de poetas que comienzan sus actividad literaria hacia los años veinte. La denominación se debe a la fecha de conmemoración del tercer centenario de la muerte de Góngora, el poeta barroco andaluz, al que se consideraba precursor de las nuevas experiencias estéticas. Sus componentes más destacados son: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre.

Afinidades del grupo

Una serie de factores ponen de manifiesto la coherencia del grupo. Tienen una formación similar. Son hombres de ascendencia y educación burguesa, la mayoría universitarios. Mantienen contactos personales en instituciones como la Residencia de Estudiantes o el Centro de Estudios Históricos, colaboran en numerosas revistas poéticas publicadas o dirigidas por miembros del grupo: Litoral (Málaga), Mediodía (Sevilla), Carmen (Santander). Asisten juntos a actos públicos, el más significativo de los cuales fue el celebrado en el Ateneo de Sevilla en diciembre de 1927, conmemoración del tercer centenario de la muerte de Góngora. El arte del autor barroco reforzó las líneas estéticas de los primeros momentos del grupo.

Influencias. Tradición y renovación

Todos sienten gran respeto por los poetas inmediatamente anteriores, especialmente A.

Machado y J. R. Jiménez, pero también Unamuno y Rubén Darío. Reciben la influencia del pensamiento de Ortega (La deshumanización del arte) y de Gómez de la Serna. Conocen profundamente nuestra tradición poética, la culta y la popular. Admiran a los poetas clásicos y barrocos. Ya hemos señalado su admiración por Góngora y su posición estética: el culto por la imagen, el valor creativo del poeta, el alejamiento de la realidad de su mundo poético y la aceptación de la poesía como un juego intelectual. Finalmente, están al tanto de las últimas innovaciones de la vanguardias (futurismo, ultraísmo, creacionismo, surrealismo…), que utilizan con moderación, buscando un equilibrio entre tradición y renovación.

Trayectoria. Tendencias líricas en la poesía del 27

En general estos poetas coinciden en su concepto de la poesía, como un arte trascendente y en el rigor con que se enfrentan a elaboración del poema. Sin embargo, el lenguaje utilizado es diferente en cada uno e incluso cambia en la propia trayectoria personal del poeta. Podemos reconocer algunas tendencias comunes en el grupo: neopopularismo (Lorca, Alberti, G.Diego), poesía pura (Guillén, Cernuda), gongorismo (Alberti, Miguel Hernández), surrealismo (Lorca, Alberti, Aleixandre, Cernuda).

En la trayectoria del grupo se puede hablar de tres etapas:

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Primera etapa (1922-28). Esta etapa se caracteriza por el predominio de la poesía pura y deshumanizada, que se refleja en la supresión del sentimiento, búsqueda de la belleza, rigor en la construcción poética y la reelaboración estilizada de la poesía popular. En general se prefieren los poemas breves.

Segunda etapa Proceso de rehumanización (1928-1936). Mayor compromiso. La cohesión del grupo es menor. Algunos poetas permanecen fieles a la poesía pura; otros, Aleixandre, Alberti, Cemuda, Lorca, buscan nuevas formas de expresión a través de las vanguardias, sobre todo, del ultraísmo y del surrealismo. El proceso de rehumanización se irá intensificando a lo largo de la década de los años treinta. En algunos, incluso se observa una progresiva actitud critica ante la realidad española.

Tercera etapa. Después de la guerra. El grupo se dispersa como resultado de la guerra civil. En el exilio, los poetas inician nuevos ciclos poéticos en los que, con el tiempo, la nota dominante será sobre todo la nostalgia de la patria perdida. En España, la poesía deriva hacia un humanismo angustiado, de tonos existenciales.

La obra de Miguel Hernández sirve de puente entre la poesía del 27 y la de los poetas de posguerra. Su trayectoria poética es representativa de la evolución de esos años porque comparte con los poetas del 27 ciertos rasgos comunes, pero algunos de sus poemas abrieron el camino de la poesía posterior a la guerra civil. Su obra más importante El rayo que no cesa (1936) consolida los tres grandes temas de su poesía: la vida, el amor y la muerte.

Federico García Lorca (1898-1936)

En su poesía podemos distinguir dos etapas:

Primera etapa

Destacan en esta etapa obras como Canciones, Poema del cante jondo o Romancero gitano. En ellas resalta su identificación con lo popular andaluz, desde una elaborada estilización culta, lo que se ha llamado neopopularismo. El último de estos libros, publicado en 1928, es el que mejor expresa la fusión de lo culto (en su línea vanguardista) y lo popular ( octosílabo, romance, etc.). En él el poeta se identifica con el pueblo gitano, marginado y perseguido como por un destino trágico.

Segunda etapa

Hay que destacar sobre todo Poeta en Nueva York, escrito a raíz del viaje que hizo a Estados Unidos, que le provocó una sacudida violenta, una profunda impresión. Es una obra de denuncia en la que parece clara la influencia del surrealismo (imágenes visionarias u oníricas, versículo amplio). Después de esta obra Lorca se dedicó fundamentalmente al teatro, aunque también compuso algunos de sus mejores poemas en obras como Diván del Tamarit, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías y el libro Sonetos del amor oscuro, que sitúan al autor entre los grandes sonetistas de nuestra lengua.

Rafael Alberti (1902-1999)

Alberti, como sus compañeros de grupo, admira por la perfección con que afronta las tendencias poéticas del momento. Modernidad y tradición, más virtuosismo, explican su capacidad para mezclar los distintos estilos.

De forma esquemática desarrollamos las distintas tendencias en su poesía:

El neopopularismo es, quizá, la tendencia a la que ha permanecido más fiel a lo largo de su trayectoria poética. En su primer libro Marinero en tierra (1925), se funden la tradición y lo popular. Está escrito en estrofas cortas y utiliza recursos de la poesía tradicional como el paralelismo, la correlación, el estribillo o el verso de pie quebrado.

El gongorismo lo encontramos principalmente en Cal y Canto (1929), Es un acercamiento al barroquismo de Góngora, pero imprimiéndole su sello personal con un léxico extremadamente culto, con alusiones mitológicas y una sintaxis compleja a base de hipérbatos y eIipsis. A todo esto se añade el léxico de la vida moderna y la abundancia de imágenes visionarias, clara muestra de la influencia vanguardista.

El surrealismo se manifiesta sobre todo en Sobre los ángeles (1927-29), con imágenes angustiosas expresadas en verso libre.

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Hacia 1931 Alberti inicia una poesía revolucionaria, comprometida con sus ideas políticas, que se preocupa más de las razones sociales que de la estética: El poeta en la calle (1931-1936) es libro más representativo de esta etapa. Ya en el destierro, alterna la poesía política con poemas de gran calidad: Entre el clavel y la espada (1941) y Retorno de lo vivo lejano (1952) son buen ejemplo de ello.

Luis Cernuda (1902-1963)

Hombre solitario y sensible, opuesto a los convencionalismos de una sociedad que no aceptaba lo diferente, se caracterizó por su inadaptación y actitud de rebeldía ante el mundo.

Toda su obra gira en torno a la imposibilidad de alcanzar en la realidad lo que el espíritu desea. Esto determina el gran conflicto vital que late en toda su obra. Sus grandes temas: amor, soledad, nostalgia, hacen de Luis Cernuda el poeta más sentimental, apasionado y “romántico” del 27.

Aunque en los primeros años de su carrera poética siguió las corrientes que definieron al grupo indagó y encontró su propio y personal camino de expresión. Un solo titulo, La realidad y el deseo, recoge progresivamente los libros que escribe hasta 1963, fecha de su muerte.

Las tendencias que componen su obra poética son:

-Poesía pura en «Perfil del aire» (1924-27): el léxico y el tema de la soledad anuncian su poesía posterior. Un leve tono de tristeza recorre todo el libro. Predominio de versos y estrofas cortas.

-La tradición clásica, más en la línea de Garcilaso que de Góngora, en Égloga, Elegía y Oda (1927-28).

-La tendencia surrealista aparece en Un río, un amor y Los placeres prohibidos (1929-1931), libros de plenitud, en los que afloran sus problemas íntimos.

Referencias

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