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1. JESÚS NOS LLAMA A SER SUS DISCÍPULOS 2. CARACTERÍSTICAS DEL DISCIPULADO EN LOS EVANGELIOS 3. CARACTERÍSTICAS DEL DISCIPULADO 4. EL DISCÍPULO ORA 8

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1. JESÚS NOS LLAMA A SER SUS DISCÍPULOS ... 3

2. CARACTERÍSTICAS DEL DISCIPULADO EN LOS EVANGELIOS ... 6

3. CARACTERÍSTICAS DEL DISCIPULADO ... 9

4. NUESTRA EXPERIENCIA DE DISCÍPULOS ... 13

5. LOS LUGARES DE ENCUENTRO CON JESÚS ... 16

6. OTROS LUGARES PARA ENCONTRARNOS CON JESÚS... 19

7. EL DISCÍPULO ORA ... 23

8. ORANDO CON LA LECTIO DIVINA ... 26

9. LA VOCACIÓN DE LAS MUJERES ... 29

10. EL DISCÍPULO ASUME LA CRUZ ... 32

11. EMAUS, UN CAMINO PARA SER DISCÍPULOS ... 36

12. MISIONEROS EN Y DESDE LA IGLESIA ... 40

13. MARÍA MADRE Y DISCÍPULA ... 44

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1. JESÚS NOS LLAMA A SER SUS DISCÍPULOS

ACERQUÉMONOS A LA PALABRA: Mc 1, 16-201

En este trozo encontramos unidas las narraciones que corresponden a dos momentos diferentes de la llamada de los apóstoles. Estos versículos muestran concretamente que significa la llamada de Jesús:

“Crean en el evangelio” (v. 15). Muestran la actitud nueva y radical del cristiano. Se trata de la llamada a un nuevo éxodo, hacia un camino inaudito y nuevo del Evangelio: “Vengan conmigo”. Y ellos dejándolo todo, lo siguieron. El seguimiento es el nexo entre Jesús y el cristiano: la vida cristiana es la vida evangélica, es decir, vida que se realiza siguiendo paso a paso el camino que Jesús ha recorrido. Seguir a Jesús, vivir según los criterios en los que Él se inspiró, constituye el final del tiempo del hombre que conduce a la muerte, la presencia del reino de amor y de vida, la conversión, en una palabra: la presencia de Dios en medio de los hombres.

En la base de la vida del cristiano esta la llamada del Señor. No es el hombre que se mueve en busca de Dios por una necesidad impelente, sino que es Dios que va en busca del hombre. La llamada viene solo de Jesús como una libre opción suya. La llamada de Jesús es categórica e incondicional. Por consiguiente, todo el que percibe por sí mismo imperativo, por muy diferente que sea la forma en la cual se manifiesta, percibe la voz de Jesús que lo llama. La llamada de Jesús es inesperada y sorprendente: nos sorprende, como la aparición de uno que está de paso, mientras nosotros estamos inmensos en la vida cotidiana. La invitación de Jesús es radical: nos arranca del viejo tejido de las relaciones familiares, del trabajo y los intereses variados, para lanzarnos a “pescar” algo más profundo del hombre.

Seguir a Jesús es ir detrás de Él, que, al caminar delante de nosotros nos indica su camino y nos ofrece una nueva posibilidad; se trata de recorrer la senda que Él nos ha abierto, compartir el mismo camino y su destino. De ahí el seguimiento no es solamente la aceptación intelectual de una doctrina o de una enseñanza separadas de la persona y de la historia concreta de Jesús. Optar por seguirlo es una opción radical y de fondo:

se deja al propio mundo para optar por el reino, la grande promesa. Se comprende entonces por qué el seguimiento implica abandono de todo lo que ha “pasado” y no lleva el sello de la novedad del reino; como lo hicieron los primeros discípulos que dejaron su mundo, sus padres, las ocupaciones y los bienes; como lo hizo Abrahán, que salió de su casa y de su tierra. Y se comprende por qué el camino de seguimiento implica la dureza de la cruz:” Si alguno quiere venir tras de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (8,34).

1 Una Comunidad que lee el Evangelio de Marcos. T. Beck, U. Benedetti, G. Brambillasca, Clerici, S. Fausti

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REFLEXIONEMOS:

“Los invito a poner sus ojos en Jesucristo, el Hijo de Dios vivo. Con su gracia, hallarán la fuerza que impulsa a comprometerse con las causas que dignifican al hombre y hacen grandes a los pueblos. Que su oración les sirva para encontrarse personalmente con el Señor Jesús y escuchar su Palabra. No quedarán defraudados, pues Él tiene para todos designios de amor y salvación. Le pido a Dios que los asista para que, siendo auténticos discípulos de el señor Jesucristo, vivan los valores del Evangelio, los transmitan con valentía a los que los rodean”. Benedicto XVI.

El Papa Emérito Benedicto XVI con estas palabras nos está invitando a que tomemos una decisión que puede cambiar radicalmente nuestra vida, y si estás decidido a hacerlo comenzarás un camino extraordinario del cual no te arrepentirás. La decisión es responder al llamado que te hace Jesucristo a ser su discípulo, a que camines con El, aprendas a vivir de su amor, que compartas su presencia amorosa y dejes que Él te haga una nueva persona. ¿Estás dispuesto a seguirlo? Entonces vamos, comencemos el camino.

Ahora bien, antes de decir si, te invito a que veamos cual es el perfil del discípulo como lo fueron los que siguieron a Jesús e hicieron parte de su vida pública.

Por discípulo se puede entender “el seguidor de Jesús, la persona llamada a seguirlo en su particular misión de la edificación del Reino de los cielos”. Así, hablar de discípulo involucra una relación íntima, profunda comunión entre quien es llamado y el que llama, es una relación personalizada de aprendizaje y servicio. El discipulado va íntimamente ligado a la palabra seguir. Jesús llama a todo el pueblo a seguirlo a Él, sin excluir la existencia de un grupo más cercano que al final serán sus compañeros de ruta, los cuales después de un proceso de convivencia serán enviados a anunciar la buena noticia.

En los Evangelios la frase “seguir a Jesús” aparece 79 veces. Esto demuestra su relevancia y el cómo Jesús llama a sus discípulos “para que vivan con El, para que compartan su modo de existencia y vivan en plena disponibilidad para el anuncio del

PARA RECORDAR. Discípulo es el seguidor de Jesucristo. Él nos llama para que vivamos con El, aprendamos de su palabra, compartamos su vida y le ayudemos a seguir edificando el Reino de Dios.

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reino”. El seguir a Jesús tiene como objetivo conocerlo y en este conocimiento poder prolongar el mensaje de la buena noticia en la vida comunitaria.

El seguimiento, de igual manera, “tiene como consecuencia asumir el destino que él tuvo”. Se nota en la carta a los Filipenses la cual dice “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo, el cual, siendo de condición divina, no retuvo el ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre, y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,5-8).

Los discípulos de Jesús no tenían todos, los mismos compromisos con el seguimiento y acompañamiento. Entorno a Jesús se pueden distinguir tres círculos concéntricos de seguidores: “comunidad, simpatizantes y los doce”. De manera particular Jesús se dirigió a los discípulos simpatizantes y a los doce. El primer grupo la inmensa muchedumbre que se reúne para escucharlo de forma ocasional (cf.;Mt 14,21; Mc 3,7- 12; Lc 9,11-17 ); el segundo grupo se caracteriza por hombres y mujeres que lo han dejado todo para seguirlo (cf. Mc 15, 40-41), o algunos que sin dejarlo todo están de acuerdo con sus propuestas (cf. Mc 15, 42-47). El tercer grupo es más íntimo y reducido, los cuales han dejado todo para acompañar e identificarse completamente con Jesús y que han sido llamados para ser sus principales colaboradores (cf. Mt 13,36;

Mc 1,17; Lc 6,12-13).

En estos dos grupos cercanos a Jesús “se puede notar algunas diferencias con el discipulado de aquel momento histórico, que hacen de éste algo novedoso”. a) Es el maestro que llama a sus discípulos; b) Son llamados no sólo para aprender una doctrina, sino para compartir la vida con el maestro; c) No influyó en la llamada ni la condición social, económica, laboral, ni siquiera la participación de mujeres. Se pueden encontrar hombres y mujeres de todas las condiciones sociales, desde los adinerados como Zaqueo (cf. Lc 19, 1-10), un ex zelota (cf. Lc 16,15) , hombres pescadores (cf. Jn 2,15-19), mujeres (cf. Mc 15, 40-41), del campo y de la ciudad, familias (cf. Lc 10, 38- 42).

PALABRAS DEL MAGISTERIO:

1. El llamamiento que hace Jesús, el Maestro, conlleva una gran novedad. En la antigüedad los maestros invitaban a sus discípulos a vincularse con algo trascendente, y los maestros de la Ley les proponían la adhesión a la Ley de Moisés.

Jesús invita a encontrarnos con Él y a que nos vinculemos estrechamente a Él porque es la fuente de la vida (cf. Jn 15, 5-15) y sólo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 68). En la convivencia cotidiana con Jesús y en la confrontación con los seguidores de otros maestros, los discípulos pronto descubren dos cosas del todo originales en la relación con Jesús. Por una parte, no fueron ellos los que escogieron a su maestro. Fue Cristo quien los eligió. De otra parte, ellos no fueron convocados para algo (purificarse, aprender la Ley…), sino para Alguien, elegidos para vincularse íntimamente a su Persona (cf. Mc 1, 17; 2, 14). Jesús los eligió para “que estuvieran con Él y enviarlos a predicar” (Mc 3, 14), para que lo siguieran con la finalidad de “ser de Él” y formar parte “de los suyos” y participar de su misión. (DA 131).

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2. CARACTERÍSTICAS DEL DISCIPULADO EN LOS EVANGELIOS

ACERQUÉMONOS A LA PALABRA: Marcos 9,33-342

La mentalidad de competición. Al llegar a casa, Jesús pregunta: “¿De qué discutían por el camino?” Ellos no responden. Es el silencio de quien se siente culpable, “pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor”. Jesús es buen pedagogo. No interviene inmediatamente.

Sabe esperar el momento para luchar contra la influencia de la ideología en sus formandos. La mentalidad de competición y de prestigio, que caracterizaba la sociedad del Imperio Romano, se infiltraba ya en la pequeña comunidad que ¡estaba a punto de empezar! ¡Aquí aparece el contraste, la incoherencia: mientras Jesús se preocupa de ser Mesías Siervo, ¡ellos sólo piensan en ser el mayor!

Jesús trata de bajar. ¡Y ellos quieren subir!

Marcos 9,35-37: Servir, en vez de mandar. La respuesta de Jesús es un resumen del testimonio de vida que él mismo venía dando desde el comienzo: Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos, el siervo de todos. Pues el último no gana premio ni recompensa. Es un siervo inútil. (cf. Lc 17,10). El poder hay que usarlo no para subir y dominar, sino para bajar y servir. Este es el punto en que Jesús más insistía y del que más dio testimonio (cf. Mc 10,45; Mt 20,28; Jn 13,1-16). Enseguida, Jesús coloca a un niño en medio de ellos. Una persona que sólo piensa en subir y en dominar, no prestaría gran atención a los pequeños. ¡Pero Jesús lo invierte todo! Dice: El que recibe a uno de estos pequeños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí, recibe a aquel que me ha enviado. El se identifica con los niños. Quien acoge a los pequeños en el nombre de Jesús, acoge a Dios mismo.

• No por el hecho de que una persona “siga a Jesús” ya es santa y renovada. En medio de los discípulos, cada vez de nuevo, la “levadura de Herodes y de los fariseos” (Mc 8,15) levantaba cabeza. En el episodio del evangelio de hoy, Jesús aparece como el maestro que forma a sus seguidores. "Seguir" era un término que formaba parte del sistema educativo de la época. Era usado para indicar la relación entre discípulo y maestro. La relación maestro-discípulo es diferente a la relación profesor-alumno. Los alumnos asisten a las explicaciones del profesor sobre una determinada materia. Los discípulos "siguen" al maestro y conviven con él, veinte y cuatro horas al día. Fue en esta "convivencia" de tres años con Jesús, que los discípulos y las discípulas recibieron su formación. El evangelio de mañana nos dará otro ejemplo muy concreto de cómo Jesús formaba a sus discípulos.

2Lectio Divina Orden De Los Carmelitas

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Para la reflexión personal

• Jesús quiere bajar y servir. Los discípulos quieren subir y dominar. ¿Yo? ¿Cuál es la motivación más profunda de mi “yo” desconocido?

• Seguir a Jesús y estar con él, veinte cuatro horas al día, y dejar que su modo di vivir se vuelva mi modo de vivir y convivir. ¿Está ocurriendo esto en mí?

REFLEXIONEMOS:

El discipulado propuesto por Jesús tiene características que se repiten en cada una de las historias narradas por los evangelios. Entre estas tenemos: la llamada e iniciativa de Jesús, la respuesta libre por parte de la persona que ha recibido la llamada, el seguimiento y relación íntima entre quien llama y el que acepta el llamado, la ruptura y el destino final asumido por el maestro que llama. Los invito ahora en este encuentro a observar las dos primeras características del discipulado de Jesús y poder relacionarlo con nuestro propio llamado a seguirlo.

Jesús que toma la iniciativa

La primera característica del discipulado de Jesús es la llamada que hace a sus discípulos por iniciativa propia (cf. Mt 9,9; Mc 2,14). A diferencia de los discípulos de los rabinos, los cuales buscaban entre los sabios cuál sería su maestro para aprender la ley; en el discipulado de Jesús es Él mismo que sale en busca de aquellos que lo acompañarán en su caminada. Esto trae como consecuencia que el discipulado sea una respuesta a la provocación hecha por Cristo (cf. Jn 15,16).

Los evangelios revelan la importancia de la llamada repitiendo la palabra “sígueme” (Lc 5, 27; Mt 19, 21; Mc 10, 21; Lc 18, 22; Jn 1, 43; 21, 19). Los llamó de manera particular a que se asociaran a su misión de anunciar y testimoniar la realidad del Reino de Dios, lo que traía como consecuencia una nueva forma muy íntima de vivir el discipulado al lado del maestro.

Para recordar: Quien toma la iniciativa de llamarnos es Jesús y nos llama a seguirlo para tener vida abundante

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El anuncio de la buena noticia tiene un carácter apremiante, que no admite dudas, vacilaciones ni demoras (cf. Mt 8, 21-22; Lc 9, 59-60). La respuesta es motivada por la figura humana y carismática de Jesús, al igual que los discípulos reconocen en Él, la presencia de Dios en medio de los hombres (cf. Jn 2,11).

Otro aspecto de la llamada es la relación entre discípulo y maestro. En la propuesta de Jesús no solo se busca la educación personalizada de un alumno, sino que se abre a formar un grupo, un pueblo, una nueva comunidad. Esta apertura grupal es uno de los signos de la voluntad de Jesús de proyectar a los que El llamó a la construcción del Reino de Dios.

Seguir a Jesús

La llamada que Jesús hizo a sus discípulos fue una propuesta con autoridad a seguirle (cf. Lc 9,60; Mc 1,18; 10,28), a ir detrás de Él (cf. Mc 1,17-20). El seguimiento de Jesús tiene un carácter físico, es decir, que los discípulos lo acompañan en todo momento. A diferencia de otras formas de militancia de aquella época, el discipulado de Jesús implicaba la convivencia continua, motivo que no solo debían aprender una serie de leyes y enseñanzas, sino que debían ser testigos de las acciones en las cuales se hacía presente el amor de Dios. Así que, la primera tarea de los discípulos fue ver y oír.

El seguimiento de Jesús tiene tres aspectos que ayudan a definirlo. En primer lugar, los discípulos son testigos de los signos y prodigios que realiza el maestro y de la forma como se comporta con aquellos que vienen a sus encuentro (cf Mt 9,10-13; Lc 13,1;Jn 4,43-54): no lo hacen como testigos aislados y neutrales o indiferentes, sino como aprendices de una nueva forma de vivir, ven en Jesús el modelo y guía. En el texto de Mc 9,28-29 se describe que Jesús no solo les mandó realizar los signos que El realizaba, sino que los instruyó sobre cómo podían ellos mismos realizarlos. En segundo lugar, los discípulos que escuchan las enseñanzas son destinatarios de una educación particular, exclusiva. En una gran cantidad de escenas del evangelio cuando está instruyendo a la multitud, los más cercanos a El físicamente son el grupo reducido como testigos de lo que dice y enseña (cf. Mt 5,2; Mc 9,35; Lc 6,12; Lc 9,46-48). Y por último, los discípulos son iniciados por Jesús en una nueva experiencia de Dios. La iniciación discipular no solo se basa en la petición hecha por sus seguidores de enseñarles a orar (cf. Mt 6,5), ni de nuevas doctrinas o profundización de la ley, sino que los introdujo en la experiencia del encuentro con Dios al cual llama “Abba” Padre (cf. Mt 6,5-8; Mc 14,36; Lc 10,21; Jn 11,42).

El seguimiento entonces es “la comunión ilimitada de destino que, siguiendo al Maestro, no teme siquiera la privación y el sufrimiento. Esa comunión es posible únicamente a base de la confianza total del que le sigue: éste ha puesto su destino, su futuro, en manos del Maestro”.

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3. CARACTERÍSTICAS DEL DISCIPULADO

ACERQUÉMONOS A LA PALABRA: Mt 19, 16-22 3

El evangelio que acabamos de leer, esa página tan conocida, es una historia que, si nos la tomamos en serio, DEBERÍA ASUSTARNOS. Fijémonos. Cuando aquel hombre va a preguntarle a Jesús lo que debe hacer, Jesús empieza aconsejándole que haga lo que debe hacer toda persona honesta y de buena voluntad: no matar, no cometer adulterio, no robar; en definitiva, no hacer daño a los demás, sino hacerles bien.

Pero cuando el hombre aquel responde que eso ya se da por supuesto y que sin duda es necesario algo más, la respuesta de Jesús revela cuales son, de verdad, LAS CONDICIONES PARA SER REALMENTE SU DISCÍPULO: "Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme". SON UNAS CONDICIONES DURAS. Y si nos detenemos a pensar de qué manera las cumplimos nosotros, nos ocurrirá eso que decía antes: que quedaremos bastante asustados.

Porque, evidentemente, NI USTEDES NI YO HEMOS HECHO ESO QUE JESÚS DICE QUE HAY QUE HACER. Cada uno de nosotros tiene sus cosas, su dinero, su casa... Es cierto que, cada uno a su manera, intentamos ser honestos y buena gente.

Pero de ahí a darlo y dedicarnos totalmente a vivir y realizar el mensaje de Jesús, va una distancia inmensa. Además, sobre todo los que tienen una familia que depende de ustedes, e hijos quizás pequeños, sin duda están convencidos de que sería una barbaridad dejarlo todo, darlo todo y dedicarnos al seguimiento evangélico que Jesús propone. Pero entonces, ¿qué tenemos que hacer? Porque LO QUE SIN DUDA NO PODEMOS HACER ES OLVIDAR ESTA PAGINA DEL EVANGELIO, o

3Catholic.net

PALABRAS DEL MAGISTERIO

2. Como discípulos y misioneros estamos llamados a intensificar nuestra respuesta de fe y a anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males de la humanidad, “en el aspecto más paradójico de su misterio, la hora de la cruz. El grito de Jesús: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15, 34) no delata la angustia de un desesperado, sino la oración del Hijo que ofrece su vida al Padre en el amor para la salvación de todos”. (DA 134).

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pensar que está escrita sólo para una especie peculiar y extraña de seguidores de Jesús, para una especie admirable pero no imitable. ¿Qué tenemos que hacer?

¿CÓMO DEBEMOS REALIZAR NOSOTROS LO QUE SE DICE EN ESTA ESCENA DEL EVANGELIO? O, dicho de otra forma, ¿qué debemos hacer para que el estilo de Jesús, el estilo que tan bien se expresa en esta página del evangelio, penetre la vida de todo cristiano, penetra la vida de cada uno de nosotros, penetre todas las situaciones humanas, penetre el mundo entero?

-Una posibilidad a reflexionar: la entrega total, radical.

Existe una primera forma, que no podemos dejar de lado, que debemos reflexionar sobre ella, que debemos ver si Jesús nos llama a nosotros a vivirla personalmente.

Esa primera forma es la de CUMPLIR LITERALMENTE, totalmente, lo que el evangelio de hoy dice.

Nuestro mundo NECESITA GENTE QUE SE DECIDA a vivir como decía hoy Jesús.

Personas que den muestras verdaderas de total desprendimiento, de entrega a los pobres, de pleno seguimiento de Jesús. Por ejemplo, sin moverse de aquí, viviendo a fondo la pobreza, dedicando su tiempo al servicio de aquellos a quien nadie sirve, anunciando el Evangelio.

Esa es una LLAMADA VERDADERA, REAL, QUE JESÚS PUEDE HACER A ALGUNOS DE NOSOTROS. Y que merece la pena que cada uno se pregunte, generosamente, si se la hace a él. Y que responda.

-La segunda posibilidad: también una búsqueda de radicalidad.

Y luego está una segunda forma, que sin ser tan claramente radical como la primera, debe vivirse también CON TODA LA RADICALIDAD DE QUE CADA UNO SEA CAPAZ. Cada uno, en su situación, que ESCUCHE ATENTAMENTE LO QUE LE PIDE JESÚS.

Que lo escuche personalmente, pero que lo comparta también con otras personas, con otros cristianos. Que sea capaz de escuchar críticas a su forma de vivir, que sepa que SIEMPRE ES NECESARIO CAMBIAR DE ESTILOS Y ACTITUDES, que viva siempre con el temor de que el demonio de la comodidad, de la pereza, del ir tirando le impidan entrar en el Reino de los cielos. Que cada uno lea de vez en cuando esta página de hoy y se pregunte sinceramente, delante de Jesús, qué traducción tiene en su propia vida.

El joven que, perteneciendo a la clase obrera, ha logrado estudiar una carrera universitaria, tiene que preguntarse dónde va a ejercerla, y al servicio de quién, y con qué objetivos; también puede preguntarse eso mismo cualquier otro joven; así como también puede preguntarse cualquier joven si Dios le llama a dedicar su vida al servicio de la comunidad cristiana en el ministerio sacerdotal. Una persona adulta, que haya quedado soltera, podría preguntarse de qué modo llena su vida, si la llena con la felicidad del servicio o si tan sólo de la angustia de la soledad. Un empresario deberá pensar en el mantenimiento de los puestos de trabajo, aunque no resulte muy rentable o quizá lo tomen por loco. Y en cualquier situación laboral, y en cualquier situación familiar, cada uno sabrá LO QUE DIOS LE PIDE QUE SE PREGUNTE, QUE ATIENDA ESPECIALMENTE, QUE CAMBIE...

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Acabamos aquí. Eso que Jesús le pide al rico aquel, es lo que él mismo hizo para darnos vida: entregarse absolutamente. La Eucaristía es la presencia de esa entrega.

REFLEXIONEMOS:

Los invito a continuar con el tema que habíamos empezado la semana pasada.

Estábamos aprendiendo sobre las características del discipulado. Las primeras dos características eran que, Jesús toma la iniciativa y la segunda características era que ante su llamada nosotros estábamos invitados a seguirlo. Sigamos conociendo más sobre nuestro discipulado.

Compartir su estilo de vida

El seguir al maestro comporta una fuerte carga existencial que consiste en compartir su propio estilo de vida, es decir adoptar la vida que vive Jesús. Es aquí donde se ubican todas las exigencias a nivel vocacional que aparecen en los relatos. Esto es un requisito indispensable para responder a la llamada. En los relatos evangélicos queda claro que Jesús impuso a sus seguidores más cercanos condiciones de extrema radicalidad. Vemos por ejemplo el “dejar las redes”, “el padre”, (Mc 1, 16-20), dejar el trabajo (cf. Mc 2,14), “vender todas las propiedades” (Lc 18,19-25), o vivir sin una casa fija y ni siquiera poder enterrar a los familiares (cf. Mt 8,22). Todas esas actitudes apuntan a romper con los vínculos básicos de referencia para ofrecer toda la vida, todo el amor, todas las capacidades al servicio del anuncio de la Buena Noticia.

La separación con la familia, la casa, trabajo y el grupo religioso, tiene como objetivo inaugurar un nuevo estilo de vida más acorde con la inminente llegada del Reino. El grupo de discípulos que rompe con las propuestas tradicionales, se convierte en la levadura en medio de la masa (cf. Mc 4,30); la semilla en el campo (Mt 13, 24-43). “Solo

PARA RECORDAR. Ser discípulo nos lleva a compartir el estilo de vida de Jesús y asumir la cruz, asumir su destino.

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con una ruptura de tales dimensiones es como será posible encarnar el deseo de Dios sobre la historia (Jn 10,10; Jn 17,21)”.

Los evangelios muestran como los discípulos más cercanos actuaban del mismo modo como lo hacía su maestro. Llevaban una vida itinerante (cf. Mc 2,14); le acompañaban en las comidas con los publicanos y los pecadores (cf. Lc 19, 1-10; Lc 10); trasgredían las normas judías sobre la purificación y el sábado (cf. Mc 2,18-22). Esta forma de actuar les generaba continuas discusiones y dificultades de frente a los sacerdotes, fariseos y escribas.

Compartir el estilo de vida de Jesús significa de igual manera asociarse a la misión.

Leemos en Mc 1,17 “vengan detrás de Mí y los haré pescadores de hombres”. Todo el tiempo compartido con el maestro es una gran escuela o laboratorio en el cual los discípulos han aprendido desde la vida cual es la nueva propuesta, la buena noticia. La misión es un elemento constitutivo del discipulado (cf. Mt 28,18-20; Lc 9,1; Mc 6,7-13), una misión que tiene carácter de inminente porque las promesas de Dios se comienzan a cumplir (cf. Mt 10, 5-8).

En fin, seguir a Jesús significa entonces estar en plena disponibilidad y libertad para asumir la propuesta del reino, no permitiendo que nada ni nadie desvíe esta atención, entregando toda la vida y las fuerzas un solo Señor (cf. Lc 16,13). Esta entrega necesita previamente una conversión radical que no solo pertenece a un ideal ascético, ni es en sí mismo un programa de vida, son en cambio las consecuencias de haber aceptado la llamada de Cristo, colaborando con su proyecto (cf. Mc 6,7).

Compartir el destino del maestro

La íntima relación de los discípulos con Jesús tiene como última consecuencia la invitación a compartir el destino del maestro. Esta dimensión del discipulado es la consecuencia de las anteriores; el hecho de vivir como Jesús vivía, de anunciar la llegada del reino de justicia y de amor y denunciar las injusticias, provocaba grande escándalo (cf. Mc 6,1; Mt 13,54-58), oposición y rechazo en la población y en particular en las clases dirigentes del pueblo de Israel (cf. Mt 23,37-38; Mc 12, 1-8; 12,13- 17).

La oposición de Jesús es narrada en los evangelios como un continuo conflicto con los fariseos y los maestros de la ley que critican su forma de actuar, su aceptación de los pecadores y el hecho que rompe las reglas, de manera especial con la observación del sábado (cf. Mt 12,2; 19,3; Mc 2,18; 7,1.3; Lc 6,12; 15, 1-10). Los discípulos son conscientes de la realidad opositora de Jesús y la comparten (cf. Mc 2,18). Así, hay una fuerte cohesión entre maestro y discípulos en la forma de entender la relación con Dios y el actuar ese amor a Dios en la historia.

Los evangelistas narran cómo el disgusto y la oposición fue en aumento a tal medida que llego a la expresión más radical en Jerusalén, donde los sacerdotes lo llevaron a juicio, acusándolo de irreverente con el templo, de perdonar pecados y denominarse hijo de Dios (cf. Mc 14,53-56). La misma oposición la realizaron los gobernantes que al fin de cuentas fueron quienes lo llevaron a la muerte, juzgándolo por declararse rey de los judíos (cf. Lc 13, 31-33). Así mismo los discípulos debieron vivir esta experiencia dolorosa, algunos de ellos corrieron con la misma suerte y asumieron la cruz, vivieron con radicalidad la frase de “perder la vida para recuperarla” (Mt 16, 24). Entregaron su vida libremente por el anuncio de la buena noticia.

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4. NUESTRA EXPERIENCIA DE DISCÍPULOS

ACERQUÉMONOS A LA PALABRA: Lucas 9, 57-624

Todos los hombres tienen un ídolo, una persona a quién imitar, se sienten atraídos por su forma de ser. Lo imitan en todo, buscan tener su misma marca de ropa, peinarse igual, en fin, su porte gira en lo que es esa persona. Éstas a menudo son artistas o cantantes. Pero hay algo que no hacen:

poner límites a sus seguidores.

¿Qué tendría Cristo para atraer tanto a las multitudes? No cantaba ni actuaba. Lo único que hacía era dar a conocer el amor de Dios a los hombres. Ésta fue su arma para que muchos trataran de seguirlo, y aún hoy muchos jóvenes, hombres y mujeres lo siguen como ideal de vida.

En este evangelio se nos presenta un Cristo exigente: "quien pone la mano en el arado y mira hacia atrás no es digno de Mí". Son duras las palabras de la elección de Dios, por lo que comprenden, pero al mismo tiempo donan una paz y una felicidad inmensas dentro del alma, porque se sabe que ha sido Dios mismo quien ha llamado. No todos aceptan el llamado con generosidad, sino que al sentir el peso muchos lo dejan.

Dejemos que Dios nos hable en el corazón y si él nos llama digamos con sinceridad y generosidad que queremos seguirle, aún sabiendo las dificultades que allí encontraremos. Pidamos también en una visita o después de la comunión por las vocaciones para que mande obreros fieles a su mies.

EL PAPA FRANCISCO NOS DICE: Jesús no tiene hogar, porque su casa es la gente, somos nosotros, su misión es abrir a todos las puertas de Dios, ser la presencia amorosa de Dios.

4 Catholic.net

PALABRAS DEL MAGISTERIO

3. La respuesta a su llamada exige entrar en la dinámica del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 29-37), que nos da el imperativo de hacernos prójimos, especialmente con el que sufre, y generar una sociedad sin excluidos siguiendo la práctica de Jesús que come con publicanos y pecadores (cf. Lc 5, 29-32), que acoge a los pequeños y a los niños (cf. Mc 10, 13-16), que sana a los leprosos (cf. Mc 1, 40-45), que perdona y libera a la mujer pecadora (cf. Lc 7, 36-49; Jn 8, 1-11), que habla con la Samaritana (cf. Jn 4, 1-26). (DA 135).

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Seguir, acompañar a Cristo. Permanecer con Él, requiere un "salir". Salir de sí mismos, de un modo de vivir la fe algo rutinario, de la tentación de ensimismarse en los propios esquemas que terminan por cerrar el horizonte de la acción creadora de Dios.

Dios salió de sí mismo para venir en medio de nosotros, colocó su tienda entre nosotros para traer su misericordia que salva y da esperanza.

También nosotros, si queremos seguirlo y permanecer con Él, no debemos contentarnos con permanecer en el recinto de las noventa y nueve ovejas, debemos

"salir", buscar con Él a la oveja perdida, a la más lejana.

Recuerden bien: salir de nosotros, como Jesús, como Dios salió de sí mismo en Jesús y Jesús salió de sí mismo para todos nosotros.

Alguien podría decirme: "Pero Padre no tengo tiempo, tengo muchas cosas que hacer, es difícil", o "¿qué puedo hacer yo con mi poca fuerza, también con mi pecado, con tantas cosas?".

A menudo nos conformamos con algunas oraciones, con una misa dominical distraída e inconstante, con algún gesto de caridad, pero no tenemos esta valentía de "salir" para llevar a Cristo.

REFLEXIONEMOS:

El aspecto fundamental que define nuestro proceso discipular es “la experiencia de Dios manifestada en Jesús”, quien revela de manera plena el amor infinito que Dios tiene por los hombres y su gran deseo de “salvarlos y que lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). Por esta razón, la fe en Jesús es la puerta de entrada en la vida nueva. Se entiende por vida nueva la participación en la vida de amor de la Trinidad que comienza con el Bautismo “y llega a su plenitud con la resurrección final”.

En virtud del Bautismo todo cristiano es marcado con el sello de Jesucristo que lo hace nacer a una Nueva Vida en medio de una familia llamada la Iglesia. La sustancia

PARA RECORDAR. El encuentro con Cristo es el inicio de una vida nueva, es el comienzo de nuestro discipulado y de nuestra vida en la Iglesia.

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fundamental del proceso discipular es entonces el Bautismo en función del cual “todo cristiano es un discípulo misionero”. Aunque infortunadamente esto no sea del todo suficiente y claro en nuestras comunidades, porque vemos como las raíces del mal siguen creciendo y aquellos que deberíamos por nuestro llamado ser luz en las tinieblas, en algunas ocasiones no respondemos adecuadamente.

El Bautismo es el inicio del camino del discípulo el cual debe ser enriquecido por una espiritualidad enraizada en la persona de Jesús y en una toma de conciencia mediante la educación en la fe de la responsabilidad de ser y sentirse hijo de Dios y discípulo,

“seguidor de Jesús” (DA 244). Es un proceso de asimilación del don sacramental que se ha recibido. Esta conciencia sacramental no solo se debe realizar de forma teórica, sino que se debe ver reflejada en la práctica, en la vida cotidiana.

Lo fundamental es encontrarnos con el maestro

Queremos dejar absolutamente claro lo siguiente: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

Todo creyente bautizado debe tener claro que el encuentro con Cristo es el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia para seguir y vivir con una nueva forma de ver el mundo desde los ojos de Jesús.

Los evangelios nos muestran la extraordinaria carga vital que se desarrolla en los encuentros de Jesús con diferentes personas y en espacios muy particulares. Los invito ahora a que revisemos algunas ideas que nos ayudaran a entender mejor el impacto del encuentro con Cristo.

Dios toma la iniciativa en Jesús de salir al encuentro del hombre en la historia, para construir una relación de amor incondicional, perdón incondicional y libertad absoluta.

Un encuentro desigual que se desenvuelve con las características socio históricas de cada momento, donde el hombre puede comprender y experimentar el amor que se desborda por parte del creador que ama a la creatura. Un encuentro que diviniza la humanidad y al mismo tiempo humaniza a Dios.

El encuentro con Jesucristo en la historia personal de cada ser humano trae como respuesta la fe, una respuesta que lo lleva a sentir la llamada, a ser convocado para encontrarse con Jesús y para vivir con Él, este es el fundamento y origen de toda la vida del discípulo cristiano. Así, el inicio del discipulado está en una persona que llama y que sale al encuentro del hombre “para ser conocido y dar la plenitud de la existencia al ser humano”. Cuando el discípulo ha experimentado el inmenso amor que Dios tiene por él, no tiene otra alternativa que responder como Pedro a su maestro “Señor a quien iremos solo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,60). En fin, podemos decir que El discipulado, entonces, es primeramente una gracia; es la resultante del encuentro con la persona de Jesucristo, es la respuesta al amor dado y el inicio de toda vida auténticamente cristiana.

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El encuentro con Cristo es una experiencia que se vive a nivel personal y comunitaria, que involucra todos los ambientes y aspectos de la vida humana. Es un proceso relacional entre Jesús y el discípulo que se construye en la historia y que produce vida y vida en abundancia para aquellos que por la fe responden a la amistad ofrecida por

el maestro.

5. LOS LUGARES DE ENCUENTRO CON JESÚS

ACERQUÉMONOS A LA PALABRA: Mc 4, 21-25

La lámpara que ilumina. En aquel tiempo no había suministro eléctrico. Imaginemos lo que sigue. La familia está en casa. Empieza a oscurecer. El padre se levanta, enciende una lámpara y la coloca debajo de una caja o de una cama. ¿Qué dirán los demás? Gritarán: “¡Padre!

¡Ponla encima de la mesa!” Esta es la historia que Jesús cuenta. No explica. Apenas dice: Quien tenga oídos para oír, que oiga. La Palabra de Dios es la lámpara que debe ser encendida en la oscuridad de la noche. Si se queda dentro del libro de la Biblia, cerrado, es como la lámpara puesta debajo de una caja o de una cama.

Cuando enlaza con la vida y es vivida en comunidad, entonces está colocada encima de la mesa e ¡ilumina!

Prestar atención a los preconceptos. Jesús pide a los discípulos que tomen conciencia de los preconceptos con que escuchan la enseñanza que él ofrece. Deben prestar atención a las ideas con que miran a Jesús. Si el color de los ojos es verde, todo parece verde. Si fuera azul, todo parecería azul. Si la idea con la que miro a Jesús está equivocada, todo lo que pienso sobre Jesús estará amenazado de error. Si pienso que el Mesías, ha de ser un rey glorioso, no voy a entender nada de lo que Jesús enseña y lo voy a entender todo de manera equivocada.

Parábolas: una nueva manera de enseñar y de hablar sobre Dios. La forma que Jesús tenía de enseñar era, sobre todo, por medio de parábolas. Tenía una capacidad muy

PALABRAS DEL MAGISTERIO

4. En el proceso de formación de discípulos misioneros destacamos cinco aspectos fundamentales que aparecen de diversa manera en cada etapa del camino, pero que se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí: a) El Encuentro con Jesucristo.

Quienes serán sus discípulos ya lo buscan (cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los llama:

“Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9, 9). Se ha de descubrir el sentido más hondo de la búsqueda, y se ha de propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana. Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El kerygma no sólo es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez del discípulo de Jesucristo.

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grande de encontrar imágenes bien sencillas para comparar las cosas de Dios con las cosas de la vida que la gente conocía y experimentaba en su lucha diaria para la supervivencia. Esto supone dos cosas: estar dentro de las cosas de la vida, y estar dentro de las cosas del Reino de Dios.

La enseñanza de Jesús era diversa de la enseñanza de los escribas. Era una Buena Nueva para los pobres, porque Jesús revelaba un nuevo rostro de Dios, en el que el pueblo se reconocía y se alegraba. “Padre yo te alabo porque has escondido estas cosas a sabios y entendidos y las has revelado a los pequeños. ¡Sí, Padre, así te pareció bien! (Mt 11,25-28)”.

Para la reflexión personal

• Palabra de Dios, lámpara que ilumina. ¿Qué lugar ocupa la Biblia en mi vida? ¿Qué

luz recibo de

ella?...

...

• ¿Cuál es la imagen de Jesús que está en mí? ¿Quién es Jesús para mí y quién soy yo para Jesús?

REFLEXIONEMOS:

Dios toma la iniciativa de llamarnos, de encontrarse con nosotros y existen lugares privilegiados para ello. ¿Dónde podemos hacer la experiencia de comunión del encuentro liberador y donador de vida de Cristo Jesús?

El primer lugar relevante para generar un encuentro con Jesús es la Iglesia llamada

“casa de los discípulos” (DA 246). La casa de los discípulos y la casa de todos. Dice el documento que en la Iglesia católica se pueden encontrar todo lo que es bueno, todo lo que llena de consuelo y todas las herramientas para una profunda experiencia de Jesucristo especialmente en los sacramentos.

El segundo lugar de encuentro “son las Sagradas Escrituras” (DA 247). La palabra de Dios inspirada por el Espíritu Santo y leída en comunión con la Iglesia. Recordemos la

PARA RECORDAR. Iglesia, Eucaristía, la biblia, sacramentos, oración, María, las personas, los pobres, son los lugares para encontrarnos con Jesús.

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frase de san Jerónimo “Quien desconoce las escrituras, desconoce Jesucristo”. Es importante el conocimiento profundo de la palabra y la vivencia cotidiana de Esta que

“se hace carne por el testimonio de los fieles” (DA 49). La palabra se debe convertir en alimento espiritual de todas las comunidades, puntualmente la lectura de los evangelios.

Dentro de la Sagrada Escritura como lugar de encuentro con Jesús, es la lectura orante de la Biblia la forma privilegiada para acercarse a una lectura profunda y rica. La lectura orante es un ejercicio que bien desarrollado procura un encuentro profundo con el

“misterio de Jesús, a la comunión con Jesús hijo de Dios y al testimonio de Jesús señor del universo”.

Un tercer lugar de encuentro del discípulo con Jesús es la Sagrada Liturgia. La vivencia de la Liturgia de la Iglesia hace que los bautizados tengan un encuentro personal

“penetrando los misterios del reino y expresando de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros”. Dentro de la Liturgia el lugar privilegiado para el encuentro con Jesús es la Eucaristía. Este sacramento es la fuerza de Dios que atrae a todos los hombres hacia Él y a vivir una vida en comunidad. “En cada Eucaristía los cristianos celebran y asumen el Misterio Pascual, participando en él. Por tanto, los fieles deben vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo a través de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida eucarística. La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero”.

Debemos recuperar el valor de la celebración de la Eucaristía dominical en familia. Sin una participación activa en las celebraciones dominicales y en las misas de precepto es imposible vivir un discipulado maduro.

Otros lugares de encuentro son: el sacramento de la reconciliación, lugar donde el pecador siente la profunda experiencia de Jesús misericordia, “libera todos los obstáculos que impiden permanecer en el amor”. La oración personal y comunitaria es el lugar donde el discípulo “alimentado por la palabra y la Eucaristía, cultiva una amistad con Jesucristo y procura aceptar la voluntad del Padre”.

Las personas son la presencia de Jesús que toma la iniciativa de salir al encuentro con sus discípulos. “Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno”. El evangelio de Mt 18,20, nos dice que donde dos o tres están reunidos en su nombre, El estará en medio de ellos. De igual manera está en todos los discípulos que procuran cumplir la voluntad de Dios y transparentar la vida de Cristo en su propia existencia, experimentando la potencia de la resurrección al punto de poder decir con el apóstol San Pablo “ya no soy yo, es Cristo que vive en mí” (Gal 2,20).

Los pobres, los afligidos y los enfermos son también lugar de encuentro con Jesucristo,

“ellos reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, de paciencia en el sufrimiento y de constante lucha para seguir viviendo. “Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan” (DA 257).

“El encuentro con Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplación de su rostro sufriente en ellos y del encuentro con Él en los afligidos y marginados, cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela, surge

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nuestra opción por ellos. La misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino”.

Los invito a terminar esta reflexión pensando en lo siguiente, a lo que uno ama le saca tiempo, a lo demás le saca excusas”. Si amamos a nuestro Señor Jesucristo deseamos con todo el corazón encontrarnos con El, ya sabemos en qué espacios podemos encontrarnos, es el momento de aprovechar su presencia y su misericordia.

6. OTROS LUGARES PARA ENCONTRARNOS CON JESÚS

ACERQUÉMONOS A LA PALABRA: Jn 2, 1-115

Todos los pueblos tienen sus propios rituales y sus liturgias familiares para obsequiar a los novios que se preparan para emprender toda una vida juntos.

Israel tenía su propio ritual, su liturgia propia, donde se mezclaba la alegría humana, y la religiosa, que eran como dos rostros de una misma alegría religiosa.

En la vida monótona y gris de los pueblos alejados de la gran capital, Jerusalén, la boda era un momento aparte. Era sentirse gentes, sentirse amados, sentirse unidos, sentirse hombres, y hombres amados de Dios porque les confiaba su amor y su cariño.

En la fiesta de bodas se entremezclaban los cantos, el baile, la comida y también el vino, que no era propiamente una bebida de placer, sino un alimento, propio de estos días.

5 Catholic.net

PALABRAS DEL MAGISTERIO

5. En el proceso de formación de los discípulos misioneros el segundo aspecto es La Conversión: Es la respuesta inicial de quien ha escuchado al Señor con admiración, cree en Él por la acción del Espíritu, se decide a ser su amigo e ir tras de Él, cambiando su forma de pensar y de vivir, aceptando la cruz de Cristo, consciente de que morir al pecado es alcanzar la vida. En el Bautismo y en el sacramento de la Reconciliación se actualiza para nosotros la redención de Cristo.

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La fiesta duraba 7 días poco más o menos, según el poder económico de las familias.

Se hacía en el patio comunitario de varias familias, y podían participar propiamente todos los moradores del pueblecito.

El Evangelio de San Juan nos habla también de una boda, y comienza diciendo sencillamente: "Al tercer día, hubo una boda en Caná de Galilea... fue una boda muy especial... pues a ella estaba invitada María, la Madre de Jesús. Ella fue invitada a servir, a atender a los invitados, era una familia pobre, sencilla... y también asistió Jesús, que llegó acompañado de los primeros discípulos que fue eligiendo en el camino".

Ahí volvieron a encontrarse María y Jesús que ya tenía varias semanas de haber dejado el pobladito de Nazaret. Fue grande la alegría del encuentro, sobre todo para María que no sabía si permanecer en Nazaret, o seguir discretamente a su hijo por los caminos de Israel.

Ocurrió que con esa intuición y esa mirada que sólo tienen las mujeres y las madres.

María se dio cuenta de que los comensales eran más de la cuenta y que el vino no iba a alcanzar para todos. Era un gran problema para los novios, pues por muchos años serían recordados como los pobretones que no habían atendido adecuadamente a sus invitados que venían de lejos al festejo.

Por eso María, sin querer ser notada, se acerca discretamente a Jesús, y al oído le dice: "Hijo, estos pobres muchachos ya no tienen vino".

No pidió nada, no exigió nada. Sólo fue una sugerencia. Cristo lo entendió así. Y después de un momento que pareció de rechazo o de reproche, Jesús, no por motivos humanos, no por salvar anecdóticamente la honra de los novios, sino para comenzar a manifestar su gloria, se decide a atender a la invitación de María.

María, por su parte, sin entender totalmente la respuesta de su Hijo, pero con verdadera entereza, va con los novios y les dice: "Hagan lo que él les diga". Bendita palabra de María. No volverá a pronunciar palabra en todo el Evangelio, pero con eso nos bastará para saber lo que María desea, y lo que María puede hacer. Es la palabra para todos los que quieren la paz, el amor, el consuelo, y es la manera definitiva de entrar a formar parte del Reino de Dios: Hacer la voluntad de Cristo el Hijo de Dios.

Los sirvientes se miran unos a otros extrañados de que Jesús les diga que llenen de agua las tinajas para las purificaciones de los invitados. Si ya están completos, ¿para qué más agua? Pero son sirvientes, y tienen que obedecer.

Cuando las tienen llenas, la presentan, al maestresala para que pruebe aquello. Y viene la sorpresa. Es vino excelente. Vino del bueno, y son seiscientos litros. Nadie da crédito a sus ojos y a su paladar. Sorpresa del maestresala, sorpresa de los sirvientes y

¡Sorpresa del novio, que no se daba cuenta de nada!

La fiesta transcurrió con una gran algarabía, dando gracias a Dios de tener tales invitados. Para Cristo fue un día de gloria. Hacía poco que había santificado las aguas en el Jordán, y ahora transformaba el agua en vino, que presagiaba el vino nuevo, el de la redención, el de la Nueva Alianza, el vino de su muerte y su resurrección.

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Ayer había sido el Padre el que lo daba a conocer y lo respaldaba: "Este es mi Hijo Amado, en quien tengo todas mis complacencias". Hoy era María la que lo presentaba y animaba a que mostrara ya delante de los hombres la misión a la que había sido enviado: a anticipar el Banquete de las bodas del Cordero. "El Reino de Dios es, dirá San Marcos, es como un rey que preparó un festín de bodas para su Hijo".

Ayer Cristo se humilló en el Jordán realizando un verdadero gesto de penitencia, y hoy en Caná deja ver su gloria, en un hermoso juego de luz que se vela y desvela, y sabe compartir y colaborar a la alegría humana en un banquete de bodas.

Con el bautismo en el Jordán, Jesús comienza su vida pública. En Caná, Jesús comienza sus milagros y sus signos eficaces para la salvación de todos los hombres.

Los mismos discípulos comenzaron a creer en Jesús desde ese día.

María, enséñanos a querer lo que Jesús quiere, a desear lo que Jesús desea, y a hacer en todo, la voluntad de tu Hijo Jesucristo, según tu recomendación: "Hagan lo que él os diga".

REFLEXIONEMOS:

En la reunión pasada, aprendíamos los lugares de encuentro con Jesús, hoy queremos seguir considerando esos espacios privilegiados para sentir su presencia y poder seguirlo. Otro lugar muy importante es la piedad popular. Benedicto XVI la presentó como “ el precioso tesoro de la Iglesia Católica en América Latina”. Invitó a promoverla y a protegerla porque en ella se conservan los valores populares y culturales del catolicismo en el continente en todos los ambientes sociales.

Dentro de todas las expresiones de la piedad popular, podemos resaltar “las fiestas patronales, las novenas, los rosarios y viacrucis, las procesiones, las danzas y los

PARA RECORDAR. Nuestra devoción a la Virgen María también nos ayuda a encontrarnos con su hijo Jesús.

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cánticos del folclor religioso, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en familia, las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en camino. Allí el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. Cristo mismo se hace peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y la llegada es un encuentro de amor” (DA 259).

Todas estas hermosas expresiones que en algunos casos han sido poco valoradas son un hermoso lugar de encuentro con Cristo, todos recordamos el Cristo que nos ha regalado, el peregrinar a un santuario, rezar el rosario o hacer el viacrucis, recibir el agua bendita en la celebración, son sencillos detalles, pero hermosas situaciones donde hemos experimentado que Dios nos ama, que está cerca de nosotros, que no nos ha dejado solo, porque cumple su promesa de estar con su pueblo, caminando por las pruebas de la vida. Entonces reconozcamos en estos lindos gestos de piedad que allí también podemos vivir una espiritualidad de discipulado.

No podríamos terminar los lugares de encuentro con Jesús sin nombrar a nuestra querida y amorosa Madre María. Ella es nuestra madre porque de pie junto a la cruz Jesús nos la entregó, y le confió a ella a todos nosotros sus hijos que caminamos como discípulo en esta Iglesia.

María es la máxima relación de la existencia cristiana como un vivir Trinitario de hijos en el Hijo. María es la perfecta discípula por su obediencia, por la escucha de la palabra, por su seguimiento a Jesús (cf. DA 266). Ella ha vivido la plenitud de la peregrinación de la fe, primero como madre de Cristo y luego con los discípulos, continuó como parte de la comunidad hasta el momento de pentecostés.

De esta forma y concluyendo estas dos reuniones, podemos decir que hay tres grupos específicos para encontrarnos con Jesús nosotros como discípulos. El primero es de carácter litúrgico sacramental, donde se incluye la Sagrada Escritura; el segundo agrupa los lugares religiosos con base a su carácter no sacramental acentuándose de manera especial la oración personal y comunitaria; y el tercero es la relación con las personas que reflejan en auténtico rostro de Jesucristo.

Los lugares o personas enunciados ayudan a vivir el acontecimiento del encuentro con Jesús vivo con realismo y concreción. Es por esto, la necesidad del discipulado cristiano para revitalizar nuestra vida y la vida de la Iglesia, para promover la experiencia originaria de aquellos primeros seguidores que buscaban (cf. Jn 1, 38), y de Jesús que los invita: “Vengan y lo verán” (Jn 1, 39). Este es el origen del cristianismo: un encuentro de fe, no con una doctrina, ni con una ley, ni con un sinnúmero de actividades, sino con la persona de Jesús.

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Jesús era fascinante, todos lo que se encontraban con El experimentaban un cambio esencial en su vida, también nosotros lo podemos hacer, claro que podemos encontrarnos cara a cara con el mismo Jesús, no tengamos miedo, Él quiere hacer de nosotros personas nuevas, sus discípulos misioneros, Él quiere darle un nuevo sentido a nuestra vida, así como lo pudimos ver con todas esas personas del evangelio, también lo puede hacer con nosotros. Si estamos dispuestos, El viene a nuestro encuentro, solo debemos responderle y querer estar con Él, permanecer en su presencia y experimentar todo su amor. No nos pone ninguna condición, no importa si somos pecadores o no, no le interesa la condición social o intelectual, solo quiere que

su amor nos llene, que su misericordia nos inunde y así tener vida abundante.

7. EL DISCÍPULO ORA

ACERQUÉMONOS A LA PALABRA: Mateo 6, 7-15 Meditación del Papa

Nuestra oración es muy a menudo, una petición de ayuda en momentos de necesidad. Y esto es normal para el hombre porque necesitamos ayuda, necesitamos de los demás, necesitamos de Dios. Así es que para nosotros es normal pedirle algo a Dios, buscar su ayuda; y debemos tener en cuenta que la oración que el Señor nos enseñó: el "Padre nuestro" es una oración de petición, y con esta oración el Señor nos enseña la importancia de nuestra oración, limpia y purifica nuestros deseos, y de este modo limpia y purifica nuestro corazón. Así es que, si de por sí es algo normal que en la oración pidamos alguna cosa, no debería ser siempre así.

Hay también ocasión para dar gracias, y si estamos atentos, veremos que recibimos de Dios tantas cosas buenas: es tan bueno con nosotros que conviene, es necesario darle gracias.

PALABRAS DEL MAGISTERIO

6. En el proceso de formación de los discípulos misioneros el tercer aspecto es El Discipulado: La persona madura constantemente en el conocimiento, amor y seguimiento de Jesús maestro, profundiza en el misterio de su persona, de su ejemplo y de su doctrina. Para este paso es de fundamental importancia la catequesis permanente y la vida sacramental, que fortalecen la conversión inicial y permiten que los discípulos misioneros puedan perseverar en la vida cristiana y en la misión en medio del mundo que los desafía.

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Y esta debe ser también una oración de alabanza: si nuestro corazón está abierto, a pesar de todos los problemas, apreciamos también la belleza de su creación, la bondad que nos muestra en su creación. (Benedicto XVI, 20 de junio de 2012).

Basta decir "Padre"

Un hijo tiene "algo" que su padre no puede resistir, sin poder explicar bien por qué. Así es esto de ser padre. A Dios también le pasa. Cristo nos pasó el secreto, al enseñarnos a orar, empezando con esa palabra mágica que lo puede todo, si la decimos con el corazón: "Padre". No importa cuántas palabras digamos. Tampoco si las frases tienen sentido o belleza literaria. Lo que a Él le importa es que somos nosotros, sus hijos, quienes nos dirigimos a Él.

Un "Padre nuestro", rezado como un acto de amor y de entrega, arranca de Dios aquello que más necesitamos. Cada una de sus palabras puede ayudarnos a hacer una nueva oración, pues contiene las verdades más profundas de nuestra fe. Que Él es nuestro Padre; y de ahí se deriva que nos ama, que nos escucha, que nos cuida, que nos espera en el cielo. Que nuestra vida tiene sentido en buscar su gloria, en instaurar su Reino en el mundo, en cumplir su voluntad. Que nos cuida de los peligros y nos da el alimento y la fuerza espiritual que necesitamos para recorrer el camino hacia ÉL.………

……..

Quizás desde muy pequeños venimos repitiendo, con mayor o menor devoción, la gran oración del cristiano. Pero sin duda, cada vez que lo hacemos, Dios "interrumpe todas sus ocupaciones" para escucharnos y atendernos como el mejor de los padres.

Propósito

Con confianza y humildad hacer un acto de alabanza y adoración a Dios recitando el Padrenuestro y algunos salmos.

REFLEXIONEMOS:

Si hemos respondido al llamado que Jesús nos ha hecho desde el bautismo, podemos darnos el título de discípulos, no podemos olvidar que esta palabra significa seguidor.

Los primeros escogidos por Jesús compartían con El en todo momento, lo seguían por

PARA RECORDAR. Orar es hablar con Dios, cuando oramos lo conocemos, lo adoramos y nos sentimos cerca de Él.

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los caminos y aprendían todo lo referente a vivir la vida del reino de Dios en ellos. Jesús los instruía continuamente tanto con la palabra, las parábolas, como también con los gestos, los milagros y las acciones puntuales que se convertían en la confirmación de lo que predicaba. La vida de los discípulos giraba en torno a la vida de su maestro.

El seguimiento se convertía así en una escuela de vida y de fe donde se tocaba todos los espacios de su ser como creyentes y dentro de este aprendizaje es inevitable el pensar que Jesús también era un maestro de oración.

Un día los discípulos vieron regresar a Jesús de hacer sus oraciones, la oración en su vida era fundamental, cada vez que iba a tomar una decisión importante inmediatamente se iba solo a orar, a discernir con el Padre celestial cuál era el mejor camino (Mc 6,46. Jn 17 1 – 26). A su regreso le hicieron una petición: Señor, enséñanos a orar, así como Juan el Bautista enseñó a sus seguidores (Lc 11,1). Y Él como Buen Maestro los instruyó en la necesidad de orar y todo el provecho que hay en ese encuentro amoroso entre Dios y el hombre.

Precisamente la oración es un encuentro entre dos personas, un espacio de diálogo y cercanía entre Dios que nos ama y sale a nuestro encuentro y nosotros que también lo amamos y queremos compartir y comunicarnos con El. Para los discípulos como para nosotros la oración es indispensable en nuestro camino de salvación, solo podemos conocer la voluntad de Dios y recibir todo su amor y misericordia en un espacio continuo de oración.

Jesús hoy también a nosotros que somos sus discípulos nos quiere enseñar a orar y para ello su palabra nos da algunas ideas, que si las cumplimos, no solo seremos buenos orantes, sino que experimentaremos toda esa fuerza de Dios que viene a nosotros. Si leemos el evangelio de Mateo en el capítulo 6 podemos seguir sus consejos:

a. Invocar al Padre y comunicarnos con confianza con Él.

b. Orar nuestra vida, dialogar con Dios sobre nuestra realidad.

c. Escucharlo por medio de su palabra, no es solo hablar nosotros, es atender lo que nos dice.

d. Pedir por nuestras necesidades y también las de nuestra comunidad.

e. Dar gracias por las bendiciones recibidas.

f. Cualquier momento es importante y oportuno para orar.

Te invito a pensar en la oración como en un encuentro de amigos. Cuando lo hacemos nos da alegría, saludamos, nos contamos las cosas importantes, pero también las cotidianas, nos alegra saber del otro y podemos pasar un largo rato compartiendo nuestras experiencias. Es lo mismo que sucede en la oración, es el encuentro con nuestro amigo Jesús que se alegra de encontrarse con nosotros, que nos escucha y también quiere que lo escuchemos, que le interesa toda nuestra vida y podemos sentir que está presente dándonos su amor y su misericordia.

En una relación de amigos entre más se comparte, más se conoce a la otra persona y se le quiere más. Así mismo, entre más tiempo pasamos en oración con Jesús nuestro maestro, lo conoceremos más, Él nos conocerá y se fortalecerá nuestro amor. Es verdad que podemos sentir que no hay respuesta a nuestras peticiones, no tengas

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dudas, Él está ahí con nosotros, la oración es esa fuerza que necesitamos. No te olvides que las primeras comunidades cristianas se reunían continuamente a orar y tú también lo puedes hacer con tu grupo o de manera individual, lo importante es que la oración sea tan necesaria e importante como el alimento físico de cada día.

Seguramente puedes estar pensando y cuál es el mejor modelo para orar. Todos son buenos, lo importante es que dediques espacio de tu vida al encuentro con el Maestro.

Ahora, queremos mostrarte una forma de oración bíblica que puedes aprovechar. Se llama la Lectio Divina, es un sencillo camino de encuentro con Cristo por medio de la palabra. Te invito a que la aprendas y mejor aún, la utilices cada día. Prepárate para una oración profunda y amorosa con Jesús. La aprenderemos en la siguiente reunión.

8. ORANDO CON LA LECTIO DIVINA

La Lectio Divina es una lectura individual o comunitaria de un pasaje de la Escritura, escogida como Palabra de Dios, y que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en mediación, oración y contemplación.

PREPARA EL CORAZÓN

“El Maestro está aquí y te llama” Jn 11,28

Disponte para escuchar. Baja el tono de tantas voces que nos invaden. Pide al Espíritu Santo que te acompañe y guie para captar la voz de Dios que habla a través de las Escrituras.

1. LECTIO

“Voy a escuchar lo que dice el Señor” Sal 85(84), 9

Lee y relee con atención y respeto. Procura captar el mensaje central del texto, la experiencia de fe contenida en Él.

PALABRAS DEL MAGISTERIO

7. En el proceso de formación de los discípulos misioneros el cuarto aspecto es La Comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: en las familias, las parroquias, las comunidades de vida consagrada, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos. Como los primeros cristianos, que se reunían en comunidad, el discípulo participa en la vida de la Iglesia y en el encuentro con los hermanos, viviendo el amor de Cristo en la vida fraterna solidaria. También es acompañado y estimulado por la comunidad y sus pastores para madurar en la vida del Espíritu.

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No leas solo con los ojos, no leas como mero espectador. Que tu lectura sea escucha, deja que la lectura te “afecte”. Procura imprimir el texto en tu corazón.

Advierte la palabra, la imagen, el mensaje que queda repicando en ti. Date cuenta de hacia dónde resuena tu corazón.

La pregunta que hacemos en este primero momento es: ¿Qué dice el texto? ¿Cuál es la experiencia de fe contenida en Él?

2. MEDITATIO

“María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón” Lc 2,19

Profundiza. Gusta la palabra que se ha quedado repicando en tí y descubre el mensaje que encierra para tu vida. Busca, descubre, asimila.

Deja que la palabra escrute tu corazón, lo maraville, lo ponga en crisis. La Palabra se vuelve como un espejo en el que te ves reflejado.

No temas. Aunque en el diálogo Dios te deje desnudo, al descubierto, también se te revela como más grande de tu pobre corazón.

La pregunta que hacemos en este segundo momento es: ¿Qué dice de mí el texto?

¿Cómo me lee este pasaje?

3. ORATIO

“Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y Dios les abrirá” Lc 11,9 Dirígete directamente a Aquel cuya Palabra has escuchado y acogido en tu corazón.

Deja que se despierte tu espíritu orante a través de la súplica, la alabanza, la intercesión.

Habla con Dios como un amigo habla con su amigo, con total confianza.

Comprobarás que tu oración no se cierra en los límites de una relación exclusiva con Dios. Se abrirá a la realidad eclesial, a la vida del mundo. Sus anhelos serán también los tuyos.

La pregunta que hacemos en este momento es: ¿Qué me hace decirle a Dios en este texto?

4. COMTEMPLATIO

“Gusten y vean que bueno es el Señor” Sal 34(33), 9

Déjate mirar por el Dios que te ama. Acepta que te entregue nuevos ojos para mirar al ser humano, al mundo, para verle a Él y conocer su voluntad.

Sentirás que no huyes de la realidad, sino que penetras en lo más profundo de la historia y del designio salvador de Dios.

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Poco a poco percibirás que esta experiencia te lleva al compromiso y a la acción para hacer presente en el mundo el proyecto de Dios.

En este momento no hay pregunta. Es permanecer en calma ante Dios, consentir en ser mirados, quedando abrazados a la Palabra que nos salva.

AGRADECE

“Señor Dios mío, te daré gracias por siempre” Sal 30(29), 13

Para terminar la Lectio Divina, da gracias al Señor por el encuentro que has mantenido con Él.

Agradece que te envíe junto con tus hermanos y hermanas para compartir con ellos la bendición que has recibido, y para trabajar en comunión por un mundo de justicia y paz.

DISCRETIO, DELIBERATIO Y ACTIO

En algunos itinerarios basados en la Lectio Divina, después de la contemplación, se propone la actio (compromiso), que suele ir precedida de un discernimiento y de una comunicación de la experiencia con otros creyentes (discretio y deliberatio).

Desarrolla la Lectio Divina siguiendo los pasos antes mencionados: “María estaba al pie junto a la cruz de Jesús” (Jn 19,25)

PALABRAS DEL MAGISTERIO

8. En el proceso de formación de los discípulos misioneros el quinto aspecto es La Misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el Reino de Dios. La misión es inseparable del discipulado, por lo cual no debe entenderse como una etapa posterior a la formación, aunque se la realice de diversas maneras de acuerdo a la propia vocación y al momento de la maduración humana y cristiana en que se encuentre la persona.

Referencias

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