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Sustentabilidad y psicología positiva
Sustentabilidad y psicología positiva
Una visión optimista de las conductas
III III
Dr. Víctor Corral Verdugo
Dr. Víctor Corral Verdugo
Una visión optimista de las conductas
proambientales y prosociales
Sustentabilidad y psicología positiva
Sustentabilidad y psicología positiva
Revisión técnica: Juan Ignacio Aragonés Juan Ignacio Aragonés Universidad Complutense de Madrid Bernardo Hernández Bernardo Hernández Universidad de La Laguna, Tenerife
Editores responsables: M.C. Marianna Lyubarets M.C. Marianna Lyubarets Universidad de Sonora Lic. Santiago Viveros Fuentes Lic. Santiago Viveros Fuentes Editorial El Manual Moderno
Profesor Titular C, Universidad de Sonora; Investigador Nacional nivel III del Sistema Nacional de Investigadores de México
Nos interesa su opinión, Nos interesa su opinión, comuníquese con nosotros: comuníquese con nosotros: Editorial El Manual Moderno, S.A. de C.V., Av. Sonora núm. 206, Col. Hipódromo, Deleg. Cuauhtémoc, 06100 México, D.F. (52-55)52-65-11-00 [email protected] [email protected]
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Director editorial y producción: Dr. José Luis Morales Saavedra
Editora asociada: LCC Tania Uriza Gómez Diseño de portada: LDG Adriana Durán Arce
Sustentabilidad y psicología positiva Una visión optimista de las conductas proambientales y prosociales
D.R. © 2012 por Universidad de Sonora ISBN: 978-607-8158-81-2
ISBN: 978-607-8158-82-9 Versión electrónica Blvd. Luis Encinas y Rosales s/n
Col. Centro, C.P. 83000 Hermosillo, Sonora, México www.uson.mx
En coedición con:
Editorial El Manual Moderno S.A de C.V. ISBN: 978-607-448-267-6
ISBN: 978-607-448-268-3 Versión electrónica Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, Reg. Núm. 39
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema alguno o transmitida por otro me dio —electró nico, mecán ico, fotoco piador, etcétera — sin permiso previo por escrito de los coeditores. “Este libro se publicó
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Para mayor información sobre:
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Corral Verdugo, Víctor
Sustentabilidad y psicología positiva : una visión optimista de las conductas proambientales y prosociales / Víctor Corral Verdugo.
-- Hermosillo, Sonora : Universidad de Sonora ; México : Editorial El Manual Moderno, 2012.
xiv, 158 páginas : ilustraciones ; 23 cm. Incluye índice
ISBN 978-607-8158-81-2 (Universidad de Sonora)
ISBN 978-607-8158-82-9 (Universidad de Sonora, versión electrónica) ISBN 978-607-448-267-6 (Editorial El Manual Moderno)
ISBN 978-607-448-268-3 (Editorial El Manual Moderno, versión electrónica)
1. Psicología ambiental. 2. Protección ambiental – Aspectos psico-lógicos. 3. Conservación de la energía – Aspectos psicopsico-lógicos. 4. Desarrollo sustentable – Aspectos psicológicos. I. Universidad de Sono-ra. II. título.
V V
A Víctor Feliz.
El más feliz de los hombres
Dedicatoria
Dedicatoria
Contenido
Contenido
Prólogo ... IX
Prólogo ... IX
Agradecimientos
Agradecimientos ...
...
...
... XII
XII
Introducción
Introducción ...
...
...
... 11
SECCIÓN I SECCIÓN I CONDUCTA SUSTENTABLE CONDUCTA SUSTENTABLE Y PSICOLOGÍA POSITIVA Y PSICOLOGÍA POSITIVACapítulo 1. Introd
Capítulo 1. Introducción a las
ucción a las conductas sus
conductas sustentables
tentables ...
... 99
Origen conductual de los problemas ambientales ... 9
Definición y clasificación de conductas sustentables ... 10
Conducta proecológica ... ... 11
Conducta frugal ... 14
Conducta altruista... 16
Conducta equitativa ... 18
Capítulo 2. Introducción a la psicología positiv
Capítulo 2. Introducción a la psicología positiva
a ...
...
... 21
21
El lado oscuro de la psicología ... 21Psicología negativa de la sustentabilidad ... 22
Surgimiento del enfoque positivo sistemático ... 24
Psicología positiva para la educación y la convivencia ... 26
Lo positivo de la adversidad ... 28
Críticas a la psicología positiva ... 30
Pero al final... 32 SECCIÓN II SECCIÓN II ANTECEDENTES POSITIVOS ANTECEDENTES POSITIVOS DE LA CONDUC DE LA CONDUC TTA SUSTENA SUSTEN TTABLEABLE
Capítulo 3. Vir
Capítulo 3. Virtudes, fortalezas psic
tudes, fortalezas psicológicas y su
ológicas y sustentabilidad ...
stentabilidad ... 33
33
Estudio científico de las virtudes ... 33Fortalezas de la sabiduría ... 37
Contenido
VII
VII
Fortalezas del valor... 38
Fortalezas de la humanidad ... ... 40
Fortalezas de la justicia. ... 41
Fortalezas de la moderación ... 42
Fortalezas de la trascendencia ... 43
Capítulo 4.
Capítulo 4. Capacidades psicológicas para la
Capacidades psicológicas para la sustentabilidad
sustentabilidad ...
... 47
47
Capacidades humanas y efectividad ... 47Conocimientos y habilidades ambientales. ... 48
Competencia proambiental ... 50
Competencia sustentable ... 53
Autorregulación ... 54
Autodeterminación ... 56
Capítulo 5. Emociones positivas por
Capítulo 5. Emociones positivas por el ambiente
el ambiente ...
... 59
59
Importancia de las emociones ... 59Emociones y afectos ... 60
Lo malo es más fuerte que lo bueno ... 61
Emociones positivas, relaciones y trascendencia ... 63
Emociones positivas en favor del ambiente ... 66
SECCIÓN III SECCIÓN III CONSECUENCIAS POSITIVAS CONSECUENCIAS POSITIVAS DE LA DE LA CONDUCTA SUSTENTCONDUCTA SUSTENT ABLEABLE
Capítulo 6. Motivación intrínseca
Capítulo 6. Motivación intrínseca ...
...
... 71
71
Motivación para el cambio sostenido ... 71Consecuencias positivas extrínsecas ... 73
Consecuencias positivas intrínsecas ... 74
Satisfación ... 76
Sensación de autoeficacia ... 77
Sensación de autonomía ... 78
Competencia sustentable y autodeterminación ... 79
Capítulo 7. Restauración psicológica y
Capítulo 7. Restauración psicológica y sustentabilidad
sustentabilidad ...
... 83
83
Estrés y funciones psicológicas exhaustas ... 83Restauración psicológica ... 84
Dimensiones de la restauración psicológica ... 85
Evasión ... 86
Contenido
VIII
VIII
SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .Extensión... 87
Compatibilidad ... 87
Prácticas restaurativas ... 88
Conducta sustentable y restauración psicológica ... 89
Capítulo 8. Bienestar psicológico y sustentabilidad ... 93
Capítulo 8. Bienestar psicológico y sustentabilidad ... 93
La visión positiva del bienestar ... 93
Autoaceptación... 94 Propósito en la vida ... 95 Dominio ambiental ... 95 Crecimiento personal ... 96 Autonomía ... 97 Relaciones positivas ... 98
Correlatos del bienestar psicológico ... 98
Bienestar psicológico y conductas sustentables...101
Capítulo 9. Felicidad y conducta sustentable... 105
Capítulo 9. Felicidad y conducta sustentable... 105
Búsqueda (y encuentro) de la felicidad ... 105
Causas de la felicidad ... 106
Rutas hacia la felicidad ... 109
Las “rutas felices” más efectivas hacia la sustentabilidad ... 113
Altruismo y felicidad ... 114
Equidad y bienestar subjetivo ... 115
Felicidad y conducta proecológica... 116
Frugalidad y bienestar subjetivo ... 117
SECCIÓN IV SECCIÓN IV CONCLUSIONES CONCLUSIONES
Ca
Capí
pítu
tulo 1
lo 10. Prospectiva
0. Prospectiva y
y conclusiones
conclusiones ...
...
... 119
119
Incorporando el nuevo enfoque positivo ... 119Equivalencias entre la PP y la psicología conservacionista ... 120
Balanceando lo negativo con lo positivo ... 123
Venciendo la tentación del dualismo ... 124
El valor del cambio ... 126
¿Qué hay que hacer? ... 126
Referencias
Referencias... 133
... 133
Índice
IX IX Antes que nada, agradezco la invitación de Víctor Corral para escribir el prólogo de su nuevo libro. Considero este manual como una audacia, pero una audacia oportuna y muy bienvenida. Bienvenida, porque nos la ofrece con una mezcla de cariño y sabi-duría por las razones que presento abajo. Víctor nos provoca con la idea de que las prácticas proecológicas y sustentables son consecuencia de fuerzas propulsoras cons-tructivas, y contienen un componente psicológico positivo.
El mundo cambió desde que las ideas de los ecologistas se volvieron populares a partir del final de la década de 1950. Como un ejemplo de esos cambios, vemos hoy a importantes países abdicando la energía nuclear como fuente de generación de electricidad. Después de accidentes como los de las plantas de Three Mile Island (EUA, 1979), Chernobil (Ucrania, 1986) y Fukushima (Japón, 2011), el discurso sobre lo nuclear cambió. Si antes era suficiente que los gobiernos garantizasen que su uso era “sólo para fines pacíficos”, actualmente eso ya no satisface ni a gobernantes, ni a la población. Algunas cuestiones ambientales permanecen, pero ahora incrementadas, como en el caso de la sobrepoblación; los debates al respecto se retomaron recientemente cuando rebasamos la marca de los siete mil millones de habitantes en el planeta, y este aspecto adquiere nuevos matices con la relativización de la forma en que se distribuyen los recursos (riqueza/pobreza). Al mismo tiempo, nuevas cuestiones se presentan —como es el caso de los cambios climáticos— que sacan a flote aspectos psicológicos importantes, como la escala ambiental y la dimensión temporal.
Sería, por lo tanto, esperable (y deseable) que también cambiase la psicología de la proambientalidad. Víctor publicó su primer manual en 2001 con un título que empezaba con la palabra “comportamiento” (Comportamiento proambiental); el segundo, en 2010, tenía un título que iniciaba con el término psicología (Psicología de la sustenta-(Psicología de la sustenta-bilidad).
bilidad). En el libro que nos ofrece ahora, la palabra “sustentabilidad” resalta al frente definiendo el punto de vista de los contenidos presentados y justificando la acogida de lo positivo como parte de lo proecológico y lo prosustentable. Eso me recuerda a Roger Barker —por su pionerismo (y audacia)— y, además, me recuerda el concepto
Prólogo
Prólogo
Prólogo
X
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .de orientación vocacional, ya que lo psicoambiental también constituye una área de “positividad” en el quehacer psicológico.
Muchos consideran a Roger Barker como uno de los principales precursores de la psicología ambiental por su teoría construida en torno del concepto central de beha-vior setting. Los pasos de Barker fueron orientados por la búsqueda de una “ciencia ecocomportamental”, término que este autor prefería sobre el más conocido de “psicología ecológica”, pues identificaba mejor a “una ciencia de cosas y ocurrencias, con atributos tanto físicos como conductuales”. En otras palabras, y usando un dicho bastante conocido en el medio académico: “no fue investigando la llama de la vela como se inventó la luz eléctrica”.
Otra relación que se me ocurrió al leer los capítulos del libro que ahora prologo fue con el proceso de la orientación vocacional, como menciono arriba. En él también la aproximación es preventiva, orientada hacia la construcción de una forma armónica de relación entre la persona y su profesión. En la orientación vocacional se pierde el énfasis en la “preocupación” (como lo pierde la psicología positiva de la sustentabilidad) para enfatizar el “cuidado” y el “interés” en conjunto con las habilidades y las competencias, lo cual ocurre igualmente en la competencia sustentable de la que nos habla el autor de este libro.
A propósito, el término “preocupación ambiental” es ampliamente empleado en la literatura del área psico-ambiental, tanto en español como en portugués. Creo que, por default, lo utilizamos de modo habitual sin incomodarnos, pues nosotros, los psicólo-gos, ya incorporamos la anormalidad, el desajuste, la crisis y los problemas a nuestros objetos de estudio e intervención. “Preocupación ambiental” es el término típicamente utilizado, por ejemplo, cuando se traduce la expresión de lengua inglesa “environmen-tal concern”, aunque los diccionarios nos muestren que “interés ambien“environmen-tal” también sería una buena posibilidad de traducción. Conviene hacer notar que el término “pre-ocupación” tiene una connotación negativa, tanto que en las definiciones de bienes-tar psicológico y calidad de vida siempre se hace mención a la necesidad de reducir o eliminar las preocupaciones. Suena paradójico, entonces, que los psicólogos estemos interesados en promover algo de lo que las personas se quieren liberar.
La terminología empleada puede ser un importante elemento en la comunicación humana. Las personas que ya emprendieron cambios substanciales en su modo de actuar y en su manera de ver el mundo posiblemente experimenten cambios en el lenguaje para expresar adecuadamente lo que “llevan por dentro”; y eso no siempre es fácil de poner en práctica. Grandes figuras de la historia humana, reciente o antigua, supieron ver en las crisis oportunidades; en las dificultades del camino, formas de su-peración. El enfoque y los muchos tipos de investigación que Víctor Corral propone en este libro quizá nos puedan ayudar a entender la fuerza del compromiso demostrado por reconocidos ambientalistas.
Nombres como Wangari Maathai y José Lutzenberger, entre tantos otros, merecen nuestra atención para aprender con ellos la motivación para la práctica de iniciativas de
Prólogo
XI
XI
solidaridad y conservación ambiental. La bióloga y ambientalista de Kenia fue la respon-sable del movimiento Cinturón Verde y de otras tantas iniciativas que, al mismo tiempo que le concedieron el Premio Nobel de la Paz en 2004, le garantizaron una feroz oposi-ción de los líderes políticos tradicionales. Lutzenberger, un agrónomo brasileño, fue un alto ejecutivo en el ámbito internacional de una multinacional fabricante de agrotóxicos (también conocidos como “defensas agrícolas”). Abandonó esa carrera para convertir-se en uno de los mayores ecologistas de Brasil, dando, así, un viraje convertir-semejante al que Víctor describe en su libro al hablar de Seligman, uno de los padres de la psicología positiva. Lutzenberger se había se dado cuenta de que los plantadores de manzana a quienes vendía sus químicos evitaban comer la fruta para no envenenarse con el pro-ducto de su propio trabajo.
Mi esperanza es que este libro incomode y sorprenda a sus lectores, y genere nue-vas investigaciones que exploren más a fondo y expliciten esa liga tan importante entre las prácticas de conservación ambiental y el bienestar psicológico, de la cual quizá de-penda la continuación de la historia de nuestra civilización. Parafraseando a Carl Sagan, debemos celebrar la vida con la que fue agraciado este pequeño planeta azul.
Concluyo el prólogo de este libro con una pregunta amiga que expresa una curio-sidad de parte de uno de sus lectores y, al mismo tiempo, constituye un gran reto para el autor. El primer manual, de 2001, presentó el comportamiento proambiental de ma-nera didáctica en una revisión sobre aspectos relevantes disponibles en la literatura, que ciertamente ha contribuido mucho a la formación de estudiantes e investigado-res. El segundo, en 2010, situó los aspectos técnicos psicológicos del comportamiento proecológico en el ámbito estratégico de la sustentabilidad. En este nuevo manual, se apuntó un camino –filosófico, científico y político– que, creo yo, vendrá a abastecer (y a desafiar) a la investigación empírica durante los años venideros. Maduró el autor, ma-duraron los contenidos. Establecido esto, la pregunta amiga es: ¿cuándo será publicado el segundo episodio de esta nueva serie?
José Q. Pinheiro José Q. Pinheiro Universidade Federal do Rio Grande do Norte Natal, Brasil
Agradecimientos
Agradecimientos
Muchas personas, a las que guardo un gran aprecio y cariño, fueron fuente de inspira-ción y ánimo para generar este texto. A diferencia del tiempo en el que escribíPsicología de la Sustentabilidad(Editorial Trillas, 2010) y otro libro gemelo relacionado, en el que fungí como editor (Psychological Approaches to Sustainability,Nova Science Publishers, 2010), cuando redacté la obra que los lectores tienen en sus manos, no gocé de la ge-nerosa prestación del año sabático para elaborarla, lo cual, sin embargo, pudo representar también algunas ventajas. Por ejemplo, tenía cerca a mis estudiantes en todos los nive-les —licenciatura, maestría y doctorado— y podía discutir con ellos muchas de las ideas desarrolladas en el texto; con varios de ellos y ellas también desarrollé proyectos de investigación dentro del campo de la psicología positiva de la sustentabilidad. En espe-cial reconozco la colaboración y el empuje de Fernanda García, Adriana Cuen, Marisol Barrón, Leticia Domínguez, José Mireles, Candelaria Yáñez, Jorge Flores, Marisol Ras-cón, Juan Manuel Andrade, Ivan Lohr, Lorenia Torres, Arturo Acuña, Dora Ayala, Carlos Peña, Sheila Velárdez y Mariana Milán, por sólo mencionar a los más conspicuos.
Estando a diario en la actividad académica también podía trabajar en grupo con co-legas del departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Sonora. Tuve un apoyo especial de mis compañeros César Tapia, Blanca Fraijo, César Varela, Daniel González, Martha Montiel y Marcela Sotomayor, Federico Zayas, Ena Nieblas, entre otras y otros. Ellos, junto con mi colega de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Cirilo García, y sus estudiantes, fungieron como entusiastas coauto-res de varios proyectos y discutieron muchas ideas centrales de este texto.
Otra actividad que me permitió enriquecer —hasta donde pude— el libro que aquí introduzco fue la impartición de cursos y talleres fuera de mi universidad y país. Recuerdo con especial cariño y agradecimiento aquel al que fui invitado para el Magister en Ges-tión Psicosocial de la Universidad de Málaga, España, en junio de 2010; también recuerdo el que impartí en el Tercer Encuentro Latinoamericano de Psicología Ambiental, que se desarrolló en Iztacala, México, en noviembre de 2011. Los participantes en esos cursos me proveyeron ideas frescas para algunas de las secciones del presente texto.
Agradecimientos
XIII
XIII
Con Martha Frías, mi esposa, compañera de vida y frecuente colaboradora en proyectos de investigación, me nutrí no sólo de la experiencia académica de estudiar los aspectos positivos de la sustentabilidad, sino también la de vivir en carne propia cómo la positivi-dad puede transformar, para bien, el espíritu humano y hacernos mejores y más felices personas. Mis hijos, Martha Paola, Víctor Omar y Nadia Saraí, así como mi yerno Marc Yancy, fueron copartícipes de esa nueva visión que nos engrandeció como familia.
En los momentos difíciles, un selecto grupo de familiares estuvo para apoyarme emocional e instrumentalmente en la escritura de este libro, y también para enfrentar vicisitudes especiales que todo ser humano experimenta. Pido perdón si no los mencio-no a todos, porque son muy importantes: Mi padre Víctor F. (†), mi madre Trinita, mis hermanos Juan Manuel, Bertha Alicia, Miriam del Carmen, Marco Antonio, Jesús Rafael y Mari Trini (sí, son muchos); mis suegros Cuquita y Eduardo; mis cuñados José Alfredo, Rigoberto, Amelia, Marilú, Enedina, Leonardo, Leonor, Rosa, Jovita, Sandra y Eduardo (muchos también). Mis primos Rocío, Francisco y Miroslava, así como mis concuños Lope, Ramón, José Luis, Ángel y Darwel.
Una tarea semejante emprendieron mis buenos amigos de Hermosillo, cobijados en las familias Petterson, Rodríguez, Tapia, Meléndrez, Kossio y Aguirre; así como los de Monterrey: Guerrero, Hernández, Castro, Palacios, Ledezma, García, González, Cantú, entre muchos otros. Mis amigos y colegas de otras latitudes participaron en muchos aspectos en este apoyo colectivo al que hago referencia, en especial Juan Ignacio Aragonés y Bernardo Hernández, quienes además se encargaron de la revisión técnica de este libro; también Ana Martín, Esther Wiesenfeld, Euclides Sánchez, Aurelio Figueredo, Maricarmen Hidalgo, Giuseppe Carrus, Ernesto Suárez, Juan Martínez Torvisco, Cristina Ruiz, Stephy Hess, Claudia Pato, Estefanía Fernaud, Zé Palma y Rui Carvalho. De manera particular, recuerdo y agradezco el soporte y afecto de Gabriel Moser, recientemente finado.
Muy especialmente reconozco y aprecio el esfuerzo de mi gran amigo de muchos años, José Q. Pinheiro, por el tiempo invertido en la lectura del borrador final de este texto y sus recomendaciones para mejorar su calidad, así como por la elaboración del prólogo. Sé que, cuando me dijo que no tenía nada que agradecerle por emprender esas labores, lo hizo más por la amistad que nos une que por cualquier otra razón implicada.
La Universidad de Sonora, a través de su Dirección de Vinculación y Difusión y la División de Ciencias Sociales, contribuyó con apoyo económico y una importante labor de gestión para la edición y publicación de esta obra. Mi agradecimiento se dirige a sus titulares Manuel I. Guerra y Dora Elvia Enríquez, así como a Marianna Lyubarets, quien siguió la producción del libro desde su concepción y gestación hasta que —como buen hijo— vio la primera luz.
Un grupo de compañeras que creen firmemente que uno se desarrollaaprendiendo a vivir y a disfrutar una experiencia a la vez fue fuente de inspiración especial para mu-chas de las ideas plasmadas en este libro. Con ellas he aprendido más psicología positiva
Agradecimientos
XIV
XIV
SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .aplicada que la que me ha dado mi experiencia profesional, y más también que la que nunca pude haber imaginado. También debo agradecer a Editorial El Manual Moderno y sus editores –especialmente el Lic. Santiago Viveros– y al Consejo Nacional de Cien-cia y Tecnología de México, que apoyó uno de mis proyectos de investigación (179886) con el tema de los correlatos psicológicos de la sustentabilidad.
A todos ellos y ellas, mi gratitud y reconocimiento, porque ennoblecen los concep-tos de humanidad y hermandad, y también porque animan a pensar que la vida, aun con sus pruebas más difíciles, ofrece más oportunidades para crecer y disfrutar de lo que muchas veces pensamos.
1 1
Introducción
Introducción
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Hace algunos años, me encontré a dos queridas amigas en un campus uni-versitario de la ciudad de Monterrey, México, y tras los saludos consabidos y ante tazas humeantes de café, entramos a uno de nuestros temas preferidos: la conducta sustentable. Una de ellas, esposa de un dirigente del movimiento ambientalista —y ambientalista convencida ella también— llevó la charla a un asunto que yo no anticipaba: las dificultades implicadas en el desarrollo del comportamiento proambiental. Su pregunta era: ¿por qué hay molestias asociadas a ese tipo de conducta? Esto lo hacía al meditar que muchas per-sonas, incluso las más activas en la defensa del medio, experimentaban emo-ciones negativas como el sacrificio, la culpa, la angustia, o la vergüenza por no involucrarse en acciones de cuidado ambiental, o por no practicar más de esas acciones, lo cual las llevaba a movilizarse para evitar dichas emociones. Su conclusión era, entonces, que el ambientalismo estaba motivado funda-mentalmente por esos estados negativos, lo cual no dejaba de ser triste y poco alentador, ya que, si los mismos ambientalistas se veían presas de emo-ciones tan poco placenteras al practicar comportamientos responsables —o al sentir que esos comportamientos no eran suficientes—, poco habría de es-perar del resto de las personas si las motivaciones directoras de la conducta sustentable eran tan poco llamativas (yo, hasta la fecha, no conozco a nadie que reconozca abiertamenteque le gusta ser movido por la culpa, la preocu-pación y la angustia, si bien no dudo que existan personas así).
Por si fuera poco, la investigación relevante confirma con datos empíri-cos que esas emociones negativas son motoras de acciones proambientales, como lo reportan algunos autores que revisaremos más adelante. Dichos
da-Introducción
2
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .tos encaminan a muchos a prestar atención al “lado oscuro” de la naturaleza humana y a su relación con la conducta que tiene implicaciones ambientales.
Aún hay más: la conducta sustentable, tal y como la conciben los psicólogos am-bientales, implica comportamientos que trascienden la protección del ambiente físico, incluyendo las conductas de cuidado de otras personas. Esto significa que acciones pro-sociales, como las altruistas y las equitativas, también entran en la categoría de “sus-tentables” (Corral, Frías y García, 2010). Lo anterior obedece al hecho de que es suma-mente difícil desligar la protección del entorno natural del cuidado del ambiente social (Bonnes y Bonaiuto, 2002); es decir, no es posible mantener la integridad del entorno físico si no se atienden las necesidades de todas las personas. Pues bien, lo que se apli-ca a las consecuencias de las conductas proecológiapli-cas (o sea, aquellas enapli-caminadas al cuidado de los recursos naturales) también se aplica a los comportamientos altruistas y equitativos. Los psicólogos evolucionistas y sociales, desde hace tiempo, se pregun-tan qué es lo bueno que obtienen los individuos prosociales, aparte de la molestia y el sacrificio que implica donar tiempo y recursos materiales en beneficio de otros (p. ej., Wilson, 1975). En resumidas cuentas, todo parecía indicar que son mayores las repercu-siones negativas que las positivas de los comportamientos desinteresados a favor de otras personas y del ambiente, lo cual los transformaba en un verdadero enigma, ya que es difícil entender cómo algún individuo —u organismo— es capaz de sacrificarse por otros sin recibirnada a cambio, especialmente si esos otros no tienen relación genética con el practicante de actos altruistas o equitativos y, mucho menos aún, si el destinata-rio de los actos desinteresados es el ambiente físico.
Confieso que en ese momento en el que mi amiga desahogaba sus impresiones no pude responder nada; ni a su cuestionamiento, menos a sus conclusiones. Tuvieron que pasar años para que este episodio volviera a mis pensamientos y dirigiera mi atención hacia la escritura de este libro y el desarrollo de una línea de investigación de la que es-toy más convencido que nunca: lapsicología positiva de la sustentabilidad. Pero la liga de la conducta sustentable con esta corriente emergente de la psicología no fue automáti-ca: tuve que verme inmerso en una revisión de literatura para escribir otro libro, antece-dente al que la el lector tiene en sus manos. Ese libro (Psicología de la Sustentabilidad), publicado en 2010, desde sus capítulos iniciales parece dar con los indicios y una clave que conducen, por lo menos parcialmente, a la respuesta:casitodas las conductas sus-tentables culminan en estados psicológicos positivos, y el propósito del presente texto es hacer un recuento de esos estados y los procesos que desembocan en ellos.
Yo me imagino que algo bueno debe salir de esto, ya que, si somos capaces de iden-tificar lasrepercusiones positivas de las conductas prosociales y proecológicas, y las con-diciones que favorecen que esas repercusiones ocurran, tendremos entonces en nues-tras manos (y quizá en nuesnues-tras cabezas también) la posibilidad de sugerir acciones efectivas de intervención encaminadas al desarrollo de conductas sustentables en las personas. La naturaleza humana y su evolución nos determinan como organismos sus-ceptibles a las contingencias de la conducta (es decir, a sus repercusiones), como bien
Introducción
3
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lo señalaron los conductistas desde tiempo atrás. Por lo tanto, si hay cosas buenas que obtener de las conductas sustentables, vale más que sepamos cuáles son esas cosas para basarnos en ellas como promotoras del cuidado ambiental.
Por supuesto, no toda la conducta se basa en sus consecuencias. También hay even-tos antecedentes al comportamiento que lo incitan o motivan. Existen factores psicológi-cos positivos, como los valores, las creencias, las capacidades humanas, las emociones, las actitudes y otras predisposiciones comportamentales que llevan a las personas a involucrarse en actos de cuidado ambiental y social. Es muy probable que esos factores y otros estados psicológicos positivos contrarresten la influencia que tienen otras va-riables negativas —como la depresión, la apatía, la ansiedad y la antisocialidad— en el comportamiento sustentable de las personas. Es necesario comprender cómo operan estos factores antecedentes, lo mismo que los consecuentes, en la decisión de actuar como personas proambientales.
Con todo esto en mente, se me ocurrió que tratar de fusionar de alguna manera la
psicología de la conservación ambiental (Saunders, 2003) con el movimiento emergente de la psicología positiva (PP, Seligman, 2002a) no sería una mala idea. La PP trata de rescatar los aspectos de la conducta y la experiencia humanas que nos hacen virtuosos, capaces, autodeterminados y que conducen y mantienen a las personas en estados de bienestar psicológico. Dado que la psicología de la conservación —también llamada psi-cología de la sustentabilidad— coincide con muchos de los objetivos de la PP, la pregun-ta es si el enfoque positivo de la psicología puede potenciar el esfuerzo de la psicología conservacionista en aras de instaurar conductas sustentables. El presente libro trata de responder, por lo menos parcialmente, a esa pregunta y, aunque suene adelantado expresarlo, considero que la respuesta es que la visión psicológica positiva puede hacer mucho por el desarrollo de la psicología de la conservación.
Aunque en el texto precedente,Psicología de la Sustentabilidad, se percibe desde el principio una buena dosis de enfoque psicopositivo, su objetivo central no era enfatizar las características positivas de la conducta sustentable ni la de sus determinantes. Ese texto perseguía la meta de presentar un estado del arte de la investigación en psicolo-gía de la sustentabilidad, incluyendo los aspectos negativos, o los que podrían juzgarse como tales (individualismo, egoísmo, emociones negativas), aparte de los aspectos po-sitivos, con el fin de sugerir un modelo más o menos integrador que explicara los deter-minantes de la conducta sustentable. La evidencia de aspectos positivos ligados a las conductas sustentables —y quizá también la necesidad del optimismo ante tantos pro-blemas en el entorno sociofísico— llevaron al libro a ofrecer conclusiones alentadoras respecto a las tendencias futuras en la investigación en la psicología de la conservación. Eso implicó el inicio de un esquema que ahora se desarrolla con mayor amplitud y énfa-sis en el presente texto, por lo que podría considerarse aPsicología de la Sustentabilidad
como un libro introductorio al que ahora les ofrezco a los lectores.
En este nuevo esquema, retomo la idea de clasificar las dimensiones psicológicas de la sustentabilidad en tres niveles: antecedentes, conductas y consecuencias. El
es-Introducción
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .quema no es del todo srcinal, pues los conductistas ya han planteado una versión se-mejante para explicar el problema del desarrollo y mantenimiento de la conducta en general, y también el de la conducta proambiental (Cone & Hayes, 1980; Lehman & Ge-ller, 2007). No obstante, hay aspectos característicos y especiales en la propuesta que ahora planteo, ya que en ella se incluyen no sólo los estímulos discriminativos —como los llamaba Skinner (1953) — como eventos antecedentes de la conducta sustentable, sino también todos aquellos factores históricos personales que se manifiestan como variables latentes disposicionales (propensión temporal, deliberación, emociones por el ambiente, normas personales, habilidades y competencias, etcétera). Las conductas sustentables las clasifico, junto con mis colaboradores, como proecológicas, frugales, altruistas y equitativas; los factores consecuentes son aquí no sólo repercusiones ex-trínsecas (reforzadores materiales y sociales) de las acciones sustentables, sino tam-bién consecuencias intrínsecas y estados psicológicos positivos (satisfacción, bienestar psicológico, felicidad, restauración psicológica, etcétera).
Además, traté de adecuar, en el presente libro, el enfoque psicopositivo al esquema arriba propuesto. En este sentido, muchas de las variables antecedentes son asumidas como virtudes y fortalezas a la manera de Peterson y Seligman (2004), lo que implica en-contrar una correspondencia entre la clasificación que hacen estos autores de las virtudes (sabiduría, valor, humanidad, justicia, moderación y trascendencia) y sus correspondientes fortalezas con muchos de los factores disposicionales hacia la sustentabilidad señalados en la literatura psicoambiental. Por ejemplo, la justicia está fuertemente implicada en las ten-dencias a la equidad; la humanidad lleva implícita la predisposición hacia el altruismo, así como la moderación se considera un requisito para la frugalidad. La trascendencia tiene un componente temporal —la propensión al futuro— que también es evidente en la conducta sustentable; la sabiduría requiere de un uso juicioso de conocimientos y habilidades para resolver problemas ambientales, mientras que sin duda se necesita de mucho valor y deter-minación para encarar el reto de la conservación ambiental.
En ese esquema, también considero que, junto con las fortalezas y virtudes, es necesario desarrollar capacidades psicológicas como el conocimiento ambiental, las habilidades y, fundamentalmente, la competencia sustentable. Las capacidades com-plementan a las virtudes en tanto que se requiere, además de la predisposición para actuar juiciosa, justa y humanamente, de destrezas y habilidad para afrontar de manera eficaz, eficiente y versátil los problemas sociales y ecológicos que nos aquejan. Estas capacidades pueden asumirse, asimismo, como fortalezas encaminadas a encarar los retos ambientales. Retomo aquí también el tema del rol que juegan las emociones y los estados psicológicos positivos —especialmente la afinidad con la naturaleza, la em-patía, la sensación de autoeficacia, el aprecio por la diversidad sociobiológica, la feli-cidad y la restauración psicológica— en la determinación para actuar a favor del am-biente, ya que sin el componente afectivo de la psicología humana difícilmente pueden explicarse las motivaciones que empujan a las personas hacia el cuidado del entorno sociofísico (Vining y Ebreo, 2002; Sevillano, Aragonés & Schultz, 2010).
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La primera sección del texto constituye la parte introductoria en la que se presentan conceptos centrales para la psicología de la conservación ambiental y la psicología po-sitiva. El capítulo 1 define el concepto de conducta sustentable y propone una clasifica-ción de ésta en cuatro tipos de comportamientos ―proecológicos, frugales, altruistas y equitativos― que, si bien diferenciados entre sí, guardan una estrecha interrelación, ya que permiten la conservación del ambiente físico y social. Aquí mismo se plantea la idea de que la conducta sustentable y sus cuatro facetas constituyencomportamientos positivos, lo que los haría objeto de estudio tanto de la psicología de la conservación como de la PP.
El capítulo 2 constituye una introducción a la psicología positiva. El recuento plantea que, a pesar de contar con antecedentes tan antiguos como los conceptos de virtud y
eudemonia, desarrollados en la antigua Grecia, la PP se inaugura formalmente apenas a finales de 1999. La PP trata desuplementar lo que se conoce acerca del sufrimiento, la incapacidad y el malestar humano, interesándose fundamentalmente en lo que po-sibilita el crecimiento personal, el empoderamiento y la felicidad. Su enfoque puede permear a otras disciplinas, como la educación y el derecho, tradicionalmente centra-das también en lo negativo del comportamiento. El capítulo plantea que la PP facilita descubrir las fortalezas humanas incluso en la adversidad y que su enfoque permitiría complementar la visión negativa que parece prevalecer al explicar las conductas con impacto ambiental.
El capítulo 3 inicia la sección II del libro, la cual trata acerca de los antecedentes psicológicos positivos de la conducta sustentable. En este capítulo elaboro un ensayo de la manera en la que el esquema de virtudes y fortalezas psicológicas de Peterson y Seligman (2004) podría servir como base para estudiar las conductas conservacionistas. Tras definir cada fortaleza y virtud, justifico la posible correspondencia entre estos con-ceptos positivos y los intereses de la psicología de la sustentabilidad señalando que las conductas sustentables sonactos virtuosos que requieren de fortalezas especiales para su ejecución. Para reforzar la correspondencia, presento una revisión de la literatura en la que, en muchos de los casos, se demuestran ligas significativas entre las fortalezas psicológicas y la práctica de actos prosociales y proambientales. En donde la evidencia no existe o se encuentra pobremente documentada, planteo posibles direcciones a se-guir en la investigación de conexiones entre estas variables antecedentes positivas y la conducta sustentable.
El capítulo 4 se aboca a discutir la importancia que tienen las capacidades humanas en el despliegue de conductas sustentables. Esta importancia está justificada por el he-cho de que los actos conservacionistas son comportamientos efectivos desplegados para la solución de problemas ambientales. Los conocimientos y las habilidades conser-vacionistas son elementos de gran relevancia en este esquema, especialmente cuan-do se combinan con factores motivacionales, tanto de tipo personal como situacional, para constituircompetencias sustentables, que se refieren a la capacidad para actuar de manera hábil y efectiva en respuesta a requerimientos de conservación ambiental. La
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .autodeterminación, la autorregulación y la tendencia a la realización son factores psico-lógicos positivos muy ligados al desarrollo de capacidades humanas, por lo que se revisa el rol que juegan para estimular la competencia sustentable.
Las emociones positivas son un componente esencial a considerar en el estudio de los determinantes del comportamiento sustentable, por lo que se revisan en el capítulo 5. Tras comentar que la psicología ha descuidado el rol que las emociones y los afectos juegan en las tomas de decisiones de las personas —incluidas las que tienen un impacto ambiental—, se concluye que lo poco que se ha estudiado acerca de las emociones se carga hacia lo ne-gativo de esos estados psicológicos. Las emociones positivas son fundamentales para pro-mover el crecimiento personal, el bienestar y las fortalezas individuales; amplían, además, el espectro de la conciencia, el pensamiento y la acción; estimulan la sensación de conectivi-dad con la naturaleza; ayudan al establecimiento de relaciones positivas con otras personas, y —de acuerdo con la revisión emprendida— fomentan la conservación del ambiente. Por todo lo anterior, se concluye, es necesario fortalecer el estudio de los estados emociona-les positivos promotores de la sustentabilidad.
Entrando en la sección III del libro, que incluye información sobre las consecuencias psicológicas positivas de la conducta sustentable, el capítulo 6 detalla el papel que jue-gan las repercusiones positivas intrínsecas en el mantenimiento de la conducta susten-table. Los motivos intrínsecos se identifican cuando una persona ejercita una actividad por las satisfacciones inherentes que ésta le proporciona más que por las consecuen-cias externas que resultan de esa conducta (motivos extrínsecos). El estudio de las con-secuencias positivas intrínsecas es de enorme interés para la psicología de la susten-tabilidad, ya que ellas pueden garantizar que la conducta proambiental y prosocial se mantenga de manera automática sin necesidad de recurrir a consecuencias externas o ajenas al individuo. En este capítulo se revisan tres fuentes de motivación, en tanto con-secuencias intrínsecas de la conducta sustentable: la satisfacción, el sentido de auto-eficacia y la sensación de autonomía; se perfilan también otras consecuencias positivas intrínsecas como la felicidad, el bienestar psicológico y la restauración psicológica, que se revisan más adelante.
El capítulo 7 revisa un correlato psicológico positivo de la sustentabilidad que no ha sido muy estudiado (en la psicología de la conservación) hasta la fecha: la restauración psicológica (RP). Definida como la capacidad de recuperación de funciones psicológicas perdidas por el estrés, el cansancio y algunos estados psicológicos negativos, la RP re-sulta necesaria para el funcionamiento sano en los ambientes urbanos del presente. Si bien es cierto que desde hace tiempo se sabe que la RP es producida por la exposición a ambientes naturales, el ejercicio físico, la meditación y la recreación, este capítulo dis-cute la posibilidad de que la práctica de conductas sustentables sea una inductora más de restauración psicológica, elevando con ello el número de consecuencias psicológicas positivas que resultan de las acciones conservacionistas.
El capítulo 8 trata acerca de la relación entre comportamientos sustentables y el bienestar psicológico (BP). El BP a veces se concibe como el equivalente positivo de
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“salud mental”; sin embargo, para los psicólogos positivos, la “salud de la mente” no se define como la ausencia de afecciones psicológicas, sino como un estado de realización, bienestar subjetivo, crecimiento y plenitud. Las dimensiones comúnmente aceptadas del BP incluyen autoaceptación, propósito en la vida, dominio ambiental, crecimien-to personal, aucrecimien-tonomía y relaciones positivas. Se revisan las ligas, tancrecimien-to conceptuales como empíricas, entre esas dimensiones y las facetas que integran un estilo de vida sus-tentable. La revisión de literatura parece mostrar que las personas con una orientación sustentable exhiben niveles mayores de bienestar psicológico.
La felicidad, uno de los estados positivos a los que aspira prácticamente cualquier ser humano, es el objeto de revisión del capítulo 9. El interés de éste es analizar si los comportamientos conservacionistas inducen estados de felicidad. La literatura relevan-te concluye que esrelevan-te estado psicológico posee una significativa carga genética pero no total, lo que implica que las personas podemos generar felicidad para nuestras vidas acercándonos a situaciones propiciatorias, pero también involucrándonos en ciertos ti-pos de acciones. Algunas de ellas, de manera interesante, son de naturaleza prosocial, como el altruismo y las conductas equitativas. Pero aún más: es posible recibir peque-ñas pero significativas dosis de felicidad a partir de la práctica de conductas protectoras del ambiente natural y también del involucramiento en estilos de vida frugales, lo cual contradice la noción popular de que el consumismo y el derroche de recursos produce bienestar subjetivo.
Finalmente, el capítulo 10, único en la sección IV del libro, procura integrar la infor-mación y los análisis particulares vertidos en las secciones previas. Para lograrlo, se pre-senta una propuesta de tabla de equivalencias entre conceptos relevantes de la psico-logía positiva y los propios de la psicopsico-logía de la conservación. Varios de esos conceptos son idénticos y otros resultan bastante aproximados, lo que parece reflejar intereses compartidos entre las dos aproximaciones psicológicas. De hecho, los objetivos centra-les de éstas son similares y apuntan hacia la misma dirección. El capítulo revisa la idea de que la PP, aparte de rescatar lo bueno que nos caracteriza como personas, procura ba-lancear los aspectos positivos con los negativos; además, al hacerlo, es posible vencer la tentación de los dualismos que limitan el entendimiento cabal de la conducta humana.
Al igual que lo hacen los psicólogos positivos con el tratamiento conceptual de la experiencia y la conducta humana general, no pretendo con el esquema explicativo de-sarrollado en este libro “borrar” los componentes “oscuros” o negativos de la conduc-ta sustenconduc-table. Tampoco trato de oculconduc-tar el hecho de que, para una gran parte de la humanidad, la supervivencia diaria y la lucha contra riesgos ambientales, el hambre, la enfermedad, la escasez de recursos, la violencia interpersonal y comunitaria, y —para acabar pronto— la pobreza hacen difícil plantearse la posibilidad de buscar más aspec-tos positivos que negativos en su cotidiana interacción con el ambiente. Pero también pienso que, si sólo nos enfocamos en la negatividad, será más difícil (más de lo que ya es ahora) buscar soluciones para sus problemas,que también son nuestros, ya que si no los resolvemos, todos pagaremos las consecuencias. Asumir un enfoque psicológico
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .positivo, que complemente al que ya tenemos hasta ahora, no sólo nos servirá como motivación para enfrentar la crisis ecológica, sino también como orientación efectiva que nos dirija a las respuestas de solución a esa crisis.
Con esas emociones positivas va también mi esperanza de que este libro proporcio-ne algunas ideas, herramientas y, sobre todo, un enfoque que sea útil para la interven-ción en la creciente problemática de la degradainterven-ción ambiental proponiendo y logrando algunas soluciones a la misma.
Víctor Corral
Víctor Corral VerdugoVerdugo Hermosillo, Sonora, México, marzo de 2012
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N unca tendrás un impacto en la sociedad si no cambias tú mismo Nelson Mandela
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Introducción a las conductas
Introducción a las conductas
sustentables
sustentables
ORIGEN CONDUCTUAL DE LOS ORIGEN CONDUCTUAL DE LOS PROBLEMAS A
PROBLEMAS A MBIENTMBIENTALESALES
Sin negar que hay una buena fuente de “problemas” ambientales susci-tados por causas naturales (los recientes macrosismos y maremotos son un ejemplo), no cabe duda de la presencia de causas humanas en los dis-turbios en la biosfera. Esas causas pueden implicar factores económicos como la creciente explotación y comercialización de bienes; aspectos cul-turales como las creencias en el dominio humano de la naturaleza; situa-ciones sociológicas como la implantación de estilos colectivos basados en el consumismo; también hay un trasfondo psicológico que se manifiesta en los apetitos individuales por extraer y acumular recursos. Sean econó-micas, culturales, sociológicas o psicológicas (o todas juntas) las bases de la depredación ambiental, innegablemente éstas se manifiestan como conductas.
Cada vez que escuchamos acerca de un problema ecológico causado por los seres humanos, sabemos que, en última instancia, estuvo involu-crado por lo menos un comportamiento o acción instrumental de hom-bres y mujeres que afectó de manera negativa el entorno. El calentamiento global obedece al uso generalizado de la combustión de energéticos fó-siles en automóviles, fábricas y la producción de electricidad (Thompson, 2010). Otros contribuyentes al cambio climático incluyen la liberación de metano por los sistemas digestivos de los animales de pastoreo y los procesos de la agricultura, el óxido nitroso en los fertilizantes, los gases
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CONDUCTA SUSTENTABLE Y PSICOLOGÍA POSITIVA CONDUCTA SUSTENTABLE Y PSICOLOGÍA POSITIVA
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .utilizados en refrigeración y procesos industriales, y la pérdida de los bosques que, de otra manera, almacenarían CO2 (Milfont, 2010; Starke, 2008). Las pérdidas en la
biodi-versidad se deben a la explotación de recursos en todos los ecosistemas (European Communities, 2008). La sobrepoblación humana es otra causa fundamental, ya que ésta impone una presión excesiva a los ecosistemas al extraer más satisfactores (alimento, vestido, material para construcción, etcétera) de los que pueden reponerse (Pimentel y Pimentel, 2006). En el plano social, la pobreza, la distribución inequitativa de recursos, la discriminación de género, edad, racial y de otros tipos, y la violencia interpersonal y comunitaria obedecen también a comportamientos de personas, o a su inacción (Renner , 2005; Talbert, 2008).
Lo anterior significa que debemos prestar atención a los comportamientos antiam-bientales estudiando sus determinantes y buscando alternativas conductuales que contrarresten o, por lo menos, minimicen el impacto humano en la naturaleza. Esas al-ternativas también debieran considerar que hay efectos nocivos de muchas conductas en otros seres humanos, por lo que tendrían que promoverse comportamientos proso-ciales, junto con los proecológicos. Las alternativas, por supuesto, serían las conductas proambientales, pero necesitamos de marcos de referencia que guíen la “selección” de esas conductas. Uno de esos marcos está previsto en la idea de sustentabilidad, una op-ción de vida que permitiría —por lo menos en teoría— gozar de un desarrollo humano equilibrado con la integridad del medio natural.
La sustentabilidad fue definida por la World Commission on Environment & Deve-lopment (WCED, 1987) como un estilo de vida que satisface las necesidades de las personas en el presente sin comprometer a las generaciones del futuro; esto obliga a conservar los recursos naturales, ya que con ellos se satisfacen las necesidades aludidas. La sustentabilidad debe traducirse en comportamientos o acciones para poder cumplir con sus cometidos. Esas acciones son lasconductas sustentables. DEFINICIÓN DEFINICIÓN Y Y CLASIFICACIÓN CLASIFICACIÓN DEDE
CONDUCTAS SUSTENTABLES CONDUCTAS SUSTENTABLES
Se puede definir la Conducta Sustentable (CS) como “el conjunto de acciones delibera-das y efectivas que resultan en la protección de los recursos naturales y socioculturales del planeta” (Corral, 2010, p. 33). A partir de esta definición sería posible determinar qué tipo de conductas son sustentables: la CS, por supuesto, incluye acciones que llevan a la conservación del ambiente físico, pero también comportamientos encaminados a proteger a otros individuos y grupos sociales, especialmente los más vulnerables. Al involucrarse en estas acciones, las personas con orientación a la sustentabilidad generan condiciones que permiten un acceso más equitativo al uso de recursos naturales, eco-nómicos y sociales (Ehrilch & Ehrilch, 2004); y consumen estos recursos con modera-ción, de manera que todos puedan tener acceso a ellos (De Young, 1996; Iwata, 2001).
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La gente orientada a la sustentabilidad es también cooperativa y ayuda a otros que se encuentran en necesidad (Pol, 2002), lo que implica que esta gente posee motivación altruista (Schultz, 2001); asimismo, ellas y ellos practican constantemente acciones de cuidado de los recursos naturales (Kaiser, 1998). Todo lo anterior significa que una per-sona orientada a la sustentabilidad tiene el propósito de conservar los recursos naturales y, a la vez, el de cuidar a sus semejantes (Corral & Pinheiro, 2004).
La protección de los recursos naturales implica que las personas se involucren en comportamientos de cuidado del ambiente físico en el sentido de propiciar el balance de la biosfera (agua, aire, suelo, recursos energéticos y la vida que sustentan), así como en acciones que hagan un uso eficiente de los productos que los individuos consumen. La conservación del entorno sociocultural implica proteger a otros seres humanos —es-pecialmente los más vulnerables— siendo altruistas, solidarios, cuidando la diversidad social y cultural, y distribuyendo de manera justa los recursos naturales entre todas las personas independientemente de sus características personales. Considerando lo ante-rior, Corral, Frías y García (2010) proponen que la conducta sustentable está integrada, al menos, por cuatro grandes categorías de comportamientos proambientales y proso-ciales: 1) la conducta proecológica, 2) el comportamiento frugal, 3) la conducta altruista y 4) el comportamiento equitativo. Las dos primeras categorías de conducta sustenta-ble se enfocan más en el cuidado del ambiente físico o natural, mientras que las siguien-tes dos están más interesadas en la protección del entorno sociocultural o humano. De acuerdo con este esquema, resulta claro que existe una interrelación significativa entre estas cuatro dimensiones y que, en última instancia, todas ellas tienen como resultado la conservación del ambiente global sociofísico.
Aunque en el libro precedente (Corral, 2010) hago una descripción detallada de estas cuatro categorías comportamentales, para dar congruencia a las ideas centrales del presente texto realizaré a continuación una breve exposición de ellas. Además de hacer eso, y dado que en el presente libro trato de enfocar las acciones sustentables dentro de la perspectiva de la psicología positiva, al final de cada exposición procuraré comentar de qué manera los psicólogos positivos abordan (o abordarían) cada una de las dimensiones que constituyen el comportamiento sustentable.
CONDUCTA PROECOLÓGICA CONDUCTA PROECOLÓGICA
Este tipo de comportamiento sustentable puede definirse como“el conjunto de accio-nes deliberadas y efectivas que responden a requerimientos sociales e individuales y que resultan en la protección del medio” (Corral, 2001, p. 36). En un escrito posterior, Corral (2010) aclara que el “medio” que pretende ser conservado por la conducta proecológi-ca es el entorno físico o natural. Este es el tipo de conducta sustentable más estudiado en el campo de la psicología ambiental e incluye, como instancias particulares de com-portamientos, el reciclaje, las acciones de estética ambiental (Oskamp y Schultz, 2006),
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .la compra de productos amigables para el ambiente (Thøgersen, 2005), la elaboración de composta (Taylor y Todd, 1997), el ahorro de agua (Moser, Ratiu & de Vanssay, 2004), el ahorro de energía eléctrica (Gatersleben, Steg & Vlek, 2002), la disminución del uso de auomóviles (Joreiman, Van Lange & Van Vugt, 2004), el ahorro de combustible (Kaiser, 1998), la lectura de temas ambientales (Hsu, 2004), la persuasión proecológica a otros (Corral, Hess, Hernández & Suárez, 2002), el cabildeo proambiental con políticos (Suárez, 2000), el diseño y la construcción proecológicos (Kellert, Heerwagen & Mador, 2008), el cuidado de ecosistemas (Baasell-Tillis & Tucker-Carver, 1998) y la planificación familiar (Bandura 2002), entre otras.
Se ha discutido, durante un buen tiempo, que este tipo de conducta es multidimen-sional, es decir, el hecho de que una persona se involucre frecuentemente en un tipo de acciones de cuidado de la naturaleza no la lleva a inmiscuirse en otras, por lo que, de ser cierto esto, tendría poco sentido hablar de un comportamiento proecológico integral (Hidalgo, Hernández, Lambistos & Pisano, 2011). Asumiendo lo anterior, Hess, Suárez y Martínez-Torvisco (1997) proponen una clasificación de conductas proecológicas basán-dose en una concepción multidimensional de éstas que asume tres facetas: economía personal, tipo de consecuencias y nivel de implicación.
La faceta economía personal se refiere a aquellos ahorros o ganancias que impactan la economía personal y familiar, y que resultan de la práctica de conductas de protección ambiental. Algunos ejemplos de esta faceta incluyen los comportamientos de ahorro de energía, caminar y usar bicicleta como medios de transportación, el cuidado del agua y las conductas de reducción del consumo de productos en el hogar. Todas ellas, además de ayudar al ambiente, generan beneficios económicos a las personas. Aunque esta faceta tiene un claro impacto en el cuidado de recursos naturales, se practica a partir de la reducción del consumo, por lo que probablemente sería más adecuado incluirla en la dimensión de frugalidad de la conducta sustentable, que revisaremos en la siguiente sección de este capítulo.
La faceta tipo de consecuencias toma en cuenta el hecho de que los comportamien-tos pueden producir (o no) un impacto en la conservación de los recursos naturales. Po-dría considerarse aquí también la magnitud del impacto. Las acciones de conservación de ecosistemas y las campañas de planificación familiar, de acuerdo con la clasificación de esta faceta, generan un impacto significativo y positivo en el ambiente, mientras que otras, como el reciclaje, tienen un menor impacto.
Por último, el nivel de implicación establece una diferencia entre las conductas que requieren un involucramiento bajo (p. ej., apagar interruptores de la iluminación para ahorrar energía) y las que requieren niveles intermedios (elaboración de composta) o altos (cuidado de ecosistemas) de implicación. Por lo general, a mayor la implicación, mayor es también la consecuencia en la conservación del ambiente.
Las tres facetas ayudarían a explicar las diferencias entre las conductas proecoló-gicas. Por ejemplo, si una acción produce un mayor beneficio económico y requiere menor esfuerzo (implicación), es más probable que sea practicada. Las consecuencias
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del comportamiento en el ambiente podrían también sesgar la práctica de algunas acciones, en contraposición con otras (Hidalgoet al., 2011).
A pesar de que los argumentos de la multidimensionalidad de la conducta proecoló-gica tienen su peso, también es verdad que muchas de las acciones proecolóproecoló-gicas que han estudiado los psicólogos ambientales no revelan necesariamente el componente deliberativo-proambiental que una conducta sustentable requiere para ser considerada como tal. Por ejemplo, la faceta de economía personal o familiar arriba señalada revela comportamientos que están orientados a una ganancia material, independientemen-te de la consecuencia positiva que éstos produzcan en el ambienindependientemen-te. Estrictamenindependientemen-te ha-blando, se podría dudar de la naturaleza “proecológica” de las acciones englobadas en esta faceta, ya que ellas tienen un fin económico y no necesariamente proambiental. Es decir, para que un acto sea considerado como “proecológico”, es necesario que la persona lo emprenda específicamente para cuidar el entorno y no por otras razones. Es probable que, cuando esto suceda así, la conducta proecológica se manifieste de mane-ra unidimensional. Por otro lado, como lo señala Kaiser (1998), es necesario considemane-rar que existen diferencias en los grados de dificultad que implican los diferentes tipos de acciones proecológicas, los cuales explicarían por qué algunas son más practicadas que otras (facilitando la multidimensionalidad). Por ejemplo, no es lo mismo apagar la luz cuando se sale de una habitación que cuidar un ecosistema (o incluso una parte pe-queña del mismo). De hecho, esta circunstancia está considerada en la faceta de nivel de implicación arriba descrita. Como lo demuestra Kaiser, cuando se controla el grado de dificultad de las conductas de protección del entorno, se incrementa la congruencia entre las distintas instancias del comportamiento proecológico y éstas se convierten entonces en un factor unidimensional. En última instancia, el desarrollo de una conduc-ta deliberadamente orienconduc-tada a la protección de los recursos naturales constituye el interés central de los educadores ambientales. Por lo anterior, instigar acciones proeco-lógicas que tengan el propósito de conservar esos recursos y eliminar (o disminuir) las barreras o situaciones que hacen difícil su ejecución constituyen tareas fundamentales de esos educadores.
La conducta proecológica constituye una práctica que podría catalogarse como “positiva” o “virtuosa”. Las virtudes, como veremos, son objeto de enorme interés para la psicología positiva, pues en ellas se basa una buena parte del crecimiento per-sonal, la convivencia positiva con otros y otras, el bienestar psicológico y la adaptación a un entorno (Peterson & Seligman, 2004). Algunas virtudes, como la trascendencia, hacen referencia —directa o indirecta— al interés humano por la naturaleza; por ejem-plo, el sentido de trascendencia (la idea de que hay que pensar más allá del presente inmediato) incluye la necesidad de heredar un ambiente apropiado para quienes nos procederán en el paso por la Tierra; dentro de la virtud de la trascendencia también encontramos una faceta de aprecio por la belleza, como la que nos da un ambiente natural conservado. La conservación de los recursos naturales o conducta proecológica también puede considerarse virtuosa porque es una práctica benéfica que es
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .da y estimulada de manera universal, y el bien colectivo resultante de una práctica y su universalidad son elementos esperados en cualquier virtud.
En los capítulos subsecuentes, veremos, además, que la ejecución de conductas proecológicas es inductora de estados psicológicos positivos (sensaciones gratificantes y de bienestar), de tal manera que algunos autores empiezan a recomendar la práctica de esas acciones como ejercicios para lograr no sólo beneficios a favor del ambiente y de otras personas, sino también el bienestar psicológico individual. Para completar el cuadro, ahora sabemos que mucho de lo que nos estimula para ser proecológicos viene de inclinaciones, tendencias, capacidades y estados emocionales (todos) positivos. Es decir, quienes se preocupan por la integridad del medio natural lo hacen, en buena medida, porque son personas positivas.
CONDUCTA CONDUCTA FRUGALFRUGAL
El comportamiento frugal o austero tiene que ver con el consumo mesurado de produc-tos y forma parte de la conducta sustentable porque sólo reduciendo la adquisición y el uso de recursos naturales —a partir de los niveles actuales de la sociedad consumis-ta— podemos garantizar la reposición de éstos y, por ende, su conservación (Oskamp, 2000). Cuando hablamos de conducta frugal sustentable nos referimos a las acciones de reducción voluntaria del consumo y a la evitación del desperdicio (Corral, 2010). Esto significa que la frugalidad, para considerarse sustentable, no sólo implica sereficientes
ymesurados en el uso de recursos, sino que, además, ese comportamiento surge de ladecisión personal y no de presiones externas o motivaciones cicateras. Es difícil, por ejemplo, considerar que una persona sea sustentable al mantenerse ella y a su fami-lia a pan y agua para no gastar dinero; de la misma manera, sería inapropiado pedirle a un individuo con restricciones económicas que reduzca (más) su consumo de pro-ductos en el ánimo de convertirlo en alguien “sustentable”. La sustentabilidad, de he-cho, clama por la satisfacción de las necesidades humanas de todo tipo, entre ellas, el consumo de recursos naturales para lograr una adecuada nutrición, seguridad, vestido y esparcimiento; de manera que frugalidad no es sinónimo de privación, mucho menos de miseria.
Un consumo frugal de productos, por lo tanto, significa utilizar recursos satisfacien-do todas aquellas condiciones que garantizan el sano desarrollo humano, pero haciensatisfacien-do de lado el lujo, la ostentación, la acumulación y el desperdicio (Corral, 2010). Al hacerlo así, no sólo se posibilita que un individuo en particular alcance niveles de bienestar en su vida, sino también se probabiliza que otras personas puedan tener acceso a los satis-factores conservados. La frugalidad, en este sentido, es una condición para la equidad (aunque, debe aclararse, no una garantía total para la misma).
Una manera de medir la conducta frugal es mediante el autorreporte de prácticas de reducción del consumo individual. Corral, Tapia, Fraijo, Mireles y Márquez (2008),
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por ejemplo, elaboraron una escala que contempla comportamientos como comprar mesuradamente accesorios de vestir, conservar un auto de modelo pasado que aún funciona adecuadamente en lugar de adquirir uno nuevo, comer en casa en lugar de salir frecuentemente a restaurantes, comprar sólo la comida que se consumirá, caminar en lugar de utilizar el auto, vivir sin lujos y practicar el reuso de objetos, entre otros. A estas acciones pueden agregarse los comportamientos de evitar el desperdicio de comida (guardar los sobrantes), ahorrar energía eléctrica, construir viviendas que no posean volúmenes excesivos, y muchos más que generen una disminución del consumo y el desperdicio.
Las bases de la conducta frugal se hallan en el concepto deeficiencia: la posibilidad de generar el mismo producto o resultado, pero produciendo menos desperdicio y/o consumiendo menos recursos (Hardin, 1993). De Young (1991) asegura que la conducta prudente y conservadora —que se manifiesta en la frugalidad y en otras acciones re-lacionadas— es una característica exitosa de los organismos que viven en un mundo incierto, esto es, un mundo en donde no existe la seguridad de acceso ilimitado a estos recursos. Laausteridad —como también se le llama a la frugalidad— implica evitar de manera deliberada el consumo personal de recursos y también su desperdicio, lo que hace que la conducta frugal sea también un comportamiento eficiente. La eficiencia ha sido siempre importante para la humanidad y muchas otras especies, pues impide pérdidas de recursos fundamentales para la supervivencia y garantiza su disponibilidad para el futuro; esta situación convierte a la frugalidad y su componente de eficiencia en constituyentes de las prácticas sustentables. Sin embargo, hay diferencias entre la frugalidad y la eficiencia.
En las comunidades humanas, la eficiencia es relevante tanto para los productores (o extractores de productos) como para los consumidores, pues reduce gastos y des-perdicio, mientras que la frugalidad se limita a la conducta del consumidor. Por otro lado, la eficiencia se define objetivamente en términos técnicos, como lo plasmamos arriba, mientras que lafrugalidad es una dimensión psicológica que depende de la satis-facción personal, de aspectos motivacionales y de normas culturales (Duncan, 1999). Lo anterior no significa que no podamos medir objetivamente la frugalidad, especialmente cuando lo hacemos en términos de comportamientos austeros.
La eficiencia, manifestada en las conductas conservadoras de consumo, evolucionó en el comportamiento humano por las ventajas competitivas que ofrecía salvaguardar recursos para tiempos difíciles: la frugalidad resultante es una característica comporta-mental de individuos y de grupos que les permite adaptarse a condiciones variantes del entorno. A la actitud depredadora que evolucionó en respuesta a la necesidad de acapa-rar y utilizar recursos del ambiente le correspondió una antítesis, también evolucionada, en la conducta eficiente que se manifiesta en la frugalidad. En ella se encuentra una de las respuestas a los problemas ambientales y sociales que ahora enfrentamos.
La frugalidad se manifiesta en un estilo de vida desimplicidad voluntaria, ensalzado desde hace mucho por pensamientos espirituales y religiosos, y también por
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SSustentabilidad y psicología positiva..Una visión optimista . . .tos cívicos. La simplicidad se basa en la idea de vivir —voluntariamente— sin lujos, con lo justamente necesario, en contacto con la naturaleza, y sin preocupaciones que no sean las que se derivan de la supervivencia, el bienestar propio y el de otros.
Etzioni (1998) cataloga a los individuos que practican la simplicidad voluntaria en tres tipos: “reductores”, “fuertemente simplificadores” y “simplificadores dedicados y holísticos”. Los “reductores” son personas que, tras haber alcanzado un cierto ni-vel de riqueza, deciden disminuir su ingreso, cambian su estilo de vida (en el trabajo y obligaciones relacionadas) para estar más tiempo con la familia y para participar en actividades comunitarias o personales; los “fuertemente simplificadores” renuncian a empleos altamente pagados y de status elevados y optan por estilos de vida muy sim-ples; finalmente, los “simplificadores dedicados y holísticos” son más radicales, ya que ajustan sus vidas a una visión ética de la simplicidad, lo que los hace vivir de una manera simple persiguiendo una convicción profundamente enraizada.
Jackson (2008) ofrece ejemplos de comunidades que practican alguna de estas formas alternativas de vida practicando la simplicidad. En la comunidad de Findhorn, Escocia, por ejemplo, la población centra su atención en la dimensión contemplativa y religiosa de la vida, y en el respeto por la naturaleza manifestado en su diseño ecológico de construcción. Otro ejemplo es el de la Villa Plum, en Dordogne, Francia, que aloja dos mil personas viviendo bajo el principio de despreocupación por las comodidades mo-dernas. También existen asociaciones como el Foro de la Simplicidad, en Norteamérica y “Downshifting Downunder”, que promueven la reducción del consumo en Australia.Aunque pudiera parecer contraintuitivo, hay muchas facetas psicológicas positivas que se desprenden de las acciones frugales. Digo que podría parecer extraño, porque usualmente uno piensa que la reducción del consumo debe asociarse a privaciones y molestias, lo cual no es nada positivo, ni agradable. Pero esto no necesariamente es así. Una persona puede ganar mucho de una vida simple y reductora del consumo. Ella ob-tiene satisfacción por saber que se comporta de manera responsable (De Young, 1991); además, liberarse del yugo de muchas posesiones (que más bien parecen poseernos a nosotros) nos ofrece sensaciones de libertad y tranquilidad, y dejar la búsqueda frenética de ganancias materiales nos da más tiempo con las personas que queremos, familiares y amigos.
Por si fuera poco, la frugalidad nos lleva a ganar el respeto y la admiración de quie-nes nos rodean, pues su práctica se considera virtuosa. La frugalidad forma parte de la
moderación, una virtud que nos protege a nosotros y a los demás contra los excesos (Peterson & Seligman, 2004), y, como sabemos, todos los excesos —incluyendo el de la depredación ambiental— son perjudiciales.
CONDUCTA ALTRUISTA CONDUCTA ALTRUISTA
Las acciones proecológicas y frugales, aunque impactan parcialmente en el bienestar de la sociedad, están más relacionadas con el cuidado del ambiente físico. No obstante,