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DIOS ESCRIBIÓ UN LIBRO

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DIOS ESCRIBIÓ UN LIBRO

“Toda la escritura es inspirada por Dios..”

Pablo, el Apóstol

Dios, es un

Dios de principios

. Allí están una serie de leyes inquebrantables que sustentan toda la creación. Una y otra vez la Escritura nos señala acciones que desencadenan consecuencias en todas las esferas de la humanidad.

Pablo, el apóstol, enunció varios de ellos. A uno de ellos podríamos denominar el “principio de la

sustitución”. Leamos con detención:

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre,

que está viciado conforme a los deseo engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente,

y vestíos del nuevo hombre,

creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad. Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad…

El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje…”

(Efesios 4.22-28)

Lo que Pablo dice es sumamente relevante para nuestro desarrollo cristiano; un principio que nos da ventajas frentes a las artimañas de nuestro principal enemigo. No basta con dejar de hacer lo que ofende a Dios, quitarnos la antigua vestimenta, despojarnos del antiguo hombre. El secreto de la victoria es

sustituir

aquellas viejas prácticas por nuevas acciones, nuevas ropas, nuevo hombre, que no provienen de Satanás sino de Dios. Pablo dice: no basta con dejar de mentir, debes hablar verdad. Si hurtabas no basta con dejar de hacerlo, debes sustituirlo por trabajo.

Una forma práctica de comprender este principio es imaginar nuestro corazón como un vaso que por naturaleza está lleno de agua descompuesta, maloliente. Si queremos cambiar su contenido necesitamos recibir un afluente de agua pura que corra constantemente sobre ese vaso de tal forma que cambie su condición inicial.

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¡Necesitamos que la palabra de Dios fluya en nuestros corazones para que nos aleje de una vida dominada por el mal! Necesitamos su influencia. No basta con dejar lo que ofende a Dios si no somos expuestos a sus pensamientos para cambiar nuestro caminar diario.

Reflexionando sobre esto podemos observar el

gran amor

de Dios. Cuánto nos amó dejándonos su palabra como un manual, una guía para conducirnos hacia él. Sin duda, una riqueza inmensurable es contar hoy con la Biblia a nuestro alcance. Saber que Dios escribió un libro y que lo hizo para mostrarnos su amor, nos conmueve y nos impacta.

Septiembre, mes de la Biblia

Los cristianos de habla hispana conmemoran en septiembre el mes de la Biblia por dos acontecimientos vinculados con la traducción de las Sagradas Escrituras.

Por un lado, la

primera Biblia

completa en español se imprimió en septiembre de 1569. Se la llama la “Biblia del Oso” por la ilustración de su portada que era un oso intentando extraer miel de un panal en un árbol. Esta Biblia fue revisada por Cipriano de Valera en 1602 dando vida a la traducción de la Biblia más usada por las iglesias evangélicas de habla hispana: la Biblia Reina Valera.

Por otro lado, el 30 de septiembre se conmemora el día de Jerónimo de Estridón, conocido como San Jerónimo, quien fue el traductor de la Vulgata Latina. Esta traducción fue durante siglos el texto bíblico oficial de la Iglesia Católica Romana.

Su origen

La Biblia es el libro más vendido de todos los tiempos, y es fascinante en varias formas. Más importante aún, es el hecho de que afirma haber sido inspirado por Dios.

En efecto, los cerca de cuarenta hombres que la escribieron, fueron tan solo la pluma que Dios usó para escribir los 66 libros que hoy componen el libro sagrado del cristianismo. Todos fueron coordinados y unificados por la

inspiración

del Espíritu Santo.

“Toda la escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2ª Timoteo 3.16)

“Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2ª Pedro 1.21)

Santiago Arminio, un teólogo holandés que nació en 1560 y murió en 1609, escribió respecto a la Biblia: “Solamente en las Escrituras tenemos la infalible palabra de Dios, y en ningún otro lugar.” 1 En seguida hace

esta muy útil declaración:

La causa primaria de estos libros es Dios, en su Hijo, a través del Espíritu Santo. Las causas instrumentales son los santos hombres de Dios, quienes no por su propia voluntad, ni para agradarse a sí mismos, sino movidos e inspirados por el Espíritu Santo escribieron estos libros, sea que las palabras fueron inspiradas en ellos, o dictadas a ellos, o administradas a ellos bajo la dirección divina.

En el siglo 18 Juan Wesley echó mano a la teología de Santiago Arminio y la convirtió en una fuerza poderosa para empezar el más grande avivamiento espiritual que jamás ha presenciado Inglaterra. En el prefacio a sus

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Notas Explicativas Sobre el Nuevo Testamento, dice de las Sagradas Escrituras: “Cada parte de ellas es digna de Dios, y todas en conjunto son un cuerpo entero en el cual no hay ningún defecto ni ninguna parte superflua.”2

Con referencia a 2ª Timoteo 3.16, Wesley escribe: "El Espíritu de Dios no solamente inspiró una vez a los que escribieron (las Escrituras), sino que continuamente inspira y ayuda sobrenaturalmente a los que las leen con ferviente oración.”

Su estructura

Hay

siete

divisiones principales en la Biblia, tres en el Antiguo Testamento y cuatro en el Nuevo Testamento. Los 39 libros de nuestro Antiguo Testamento están divididos en tres secciones: la ley, los profetas y los escritos (Lucas 24:44-45).

El Nuevo Testamento contiene 27 libros, y cuatro divisiones principales: los evangelios y los Hechos, las epístolas de Pablo, las epístolas generales y el Apocalipsis. Siete es un número sobresaliente en la Biblia y señala que algo está

completo y perfecto

.3

En el primer siglo, las Escrituras que componían el Antiguo Testamento con frecuencia estaban escritas en 22 rollos separados. El famoso historiador judío, Josefo, escribió al respecto4:

“Nosotros (los judíos) no tenemos una multitud de libros entre nosotros, que se contradicen y se oponen entre sí, sino únicamente 22 libros, que contienen el registro de todo el pasado; que nosotros creemos que son divinos” (Flavio Josefo, En contra de Apión, Libro I, Sección VIII).

2 Explanatory Notes upon the New Testament (Londres: Epworth, Press, 1941), p. 9.

3 Gleason L. Archer, Jr., A Survey of Old Testament Introduction, [Introducción al Antiguo

Testamento]; 1974, pp. 67-68

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Muchos creen que esta conformación fue hecha de acuerdo con las 22 letras del alfabeto hebreo. Todo lo que se escribe en hebreo puede hacerse utilizando tan sólo 22 letras. Para la mente judía de aquella época, todo lo que Dios tenía que decirles a ellos fue escrito en 22 libros. Si tomamos los 22 libros del Antiguo Testamento y les agregamos los 27 libros del Nuevo Testamento, tendríamos un total de 49 libros en toda la Biblia, lo que es 7 veces 7, denotando nuevamente algo completo y perfecto.

Los 22 libros de la Biblia hebrea corresponden exactamente a los 39 libros que tenemos en las traducciones modernas. El menor número de libros es el resultado de la forma en que varios libros se han combinado: • Génesis • Éxodo • Levítico • Números • Deuteronomio • Josué • Jueces y Ruth • 1 y 2 de Samuel • 1 y 2 de Reyes • Isaías • Jeremías y lamentaciones • Ezequiel

• 12 profetas menores (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías y Malaquías)

• Salmos • Proverbios • Job

• Cantar de los Cantares • Eclesiastés

• Ester • Daniel

• Esdras y Nehemías • 1 y 2 de Crónicas

El orden original de los libros de la Biblia

No sólo el número total de los libros es diferente, sino que su orden también es distinto. Las traducciones modernas tienen a Malaquías como el último libro del Antiguo testamento, en tanto que el último libro del Antiguo Testamento hebreo es 2ª de Crónicas.

Lo que hace esto algo fascinante es que el último versículo de la Biblia según las escrituras hebreas, es realmente una pregunta acerca de aquellos que irían a construir la casa de Dios en Jerusalén. La respuesta la encontramos en Mateo 1:1, que es el primer versículo del Nuevo Testamento.

“Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que

le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea Jehová su Dios con él y suba.” (2ª Crónicas 36.23)

“Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.” (Mateo 1.1)

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No es una simple coincidencia. Nos muestra que hay una continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento es la continuación de la Palabra inspirada de Dios para nosotros en la actualidad.

La importancia de la Biblia

Ahora bien, habiendo entendido de donde proviene a grandes rasgos la Biblia, debemos decir que se trata de un libro de escrituras sagradas, que transmite el plan de Dios con la humanidad, muestra a la persona de Jesús y nos guía en las tareas de expansión de su Reino y de nuestro encuentro eterno con él.

Podríamos resumir la Biblia diciendo que el Antiguo Testamento relata la promesa del plan de redención protagonizado por Jesús, mientras que el Nuevo Testamento, relata el cumplimiento de dicho plan.

De aquí, lo relevante de su contenido. Tanto para nuestro destino eterno, como para nuestro caminar diario. Es la base de la fe y la vida cristiana. Es la revelación de Dios, son sus planes, es su método.

No existe un cristiano victorioso que no construya su vida sobre los preceptos bíblicos. No hay fórmula para escapar de un acercamiento emocional a Dios fuera de nutrirnos con su palabra y dejar que ella gobierne cada una de nuestras desiciones.

Sin duda, un gran regalo de Dios, con el cual no debiéramos tardar en familiarizarnos día a día, y en intimidad con él, pedir porque ella conduzca nuestros pasos.

“Hijo mío no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos;

Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán.

Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad;

Átalas a tu cuello,

Escríbelas en la tabla de tu corazón; Y hallarás gracias y buena opinión Ante los ojos de Dios y de los hombres.

Fíate de Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.

Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas.”

(Proverbios 3.5-6)

Raúl Abarzúa M. Equipo de Redactores CMVida

Referencias

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