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El concepto de error en la filosofía cartesiana

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Academic year: 2020

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(1)1. Universidad de los Andes. Departamento de Filosofía. El concepto de error en la filosofía cartesiana. Monografía de grado.. Presentada por: Manuel Antonio Romero. Cod. 199622927.

(2) 2. El concepto del error en la filosofía cartesiana. CONTENIDO. Introducción: El lugar del problema del error en las Meditaciones. Página 2. 1. El argumento general de la cuarta Meditación. Página 10. 2. Dios como garantía del conocimiento. Pagina 19. 3. La relación entre la voluntad y el entendimiento: posibilidad del error. Página 31. 4. La libertad y su relación con la explicación del error en la cuarta Meditación. Página 46. 5. La voluntad y su relación con el conocimiento. Pagina 54. 6. Consideraciones finales. Página 59. Bibliografía. Pagina 62..

(3) 3. Introducción: El lugar del problema del error en las Meditaciones. Para analizar cualquier concepto dentro de la filosofía cartesiana, es importante no perder de vista los propósitos de su investigación y la manera en que ésta se desarrolla en relación con tales propósitos, es decir, aquello que Gueroult llama, con expresión del mismo Descartes, “el orden de las razones”. Ahora bien, el concepto del error está relacionado con los puntos más importantes tratados por Descartes, así como con sus propósitos, por lo que cumple un importante papel dentro de la argumentación de las Meditaciones Metafísicas. Con este trabajo pretendo explicar las principales relaciones que tiene el concepto del error con la duda cartesiana, con el cogito y con la existencia de Dios. Igualmente, intentaré mostrar que la manera como Descartes explica el error está ligada a los propósitos más importantes de la investigación cartesiana tanto en el campo del conocimiento como en el campo moral.. En principio, según leemos en las Meditaciones, el propósito de Descartes es la fundamentación del conocimiento científico y, aunque muchos otros conceptos puedan estar en juego dentro de su filosofía expuesta en las Meditaciones, el desarrollo de éstos y su coherencia dentro del sistema pueden comprenderse y explicarse a partir de la búsqueda de un conocimiento inmune a toda duda. En el primer párrafo de las Meditaciones Metafísicas1, Descartes nos dice que su forma de proceder en la investigación busca establecer algo firme y permanente en las ciencias.. He advertido hace ya algunos años cuántas cosas falsas he admitido desde mi infancia como verdaderas, y cuán dudosas son todas las que después he apoyado sobre ellas; de manera que, por una vez en la vida, deben ser subvertidas (esse evertenda) todas ellas completamente, para empezar de nuevo desde los primeros. 1. Para citar las obras de Descartes usaré: Meditaciones Metafísicas y otros textos (Med.), Gredos 1987; Los Principios de la filosofía (Princ.), Alianza, 1995; Discurso del Método (Disc.), Norma, 1992; Objeciones y Respuestas (Obj.), Alfaguara, 1978..

(4) 4. fundamentos, si deseo establecer alguna vez algo firme y permanente en las ciencias. (Med. 16; énfasis mío) Así, la investigación cartesiana tiene como propósito establecer fundamentos sólidos para las ciencias y su desarrollo, y puesto que Descartes reconoce que a lo largo de su vida ha aceptado opiniones que se han mostrado falsas, propone el método de dudar de todas ellas para liberarse de los prejuicios y no admitir como verdaderas cosas que podrían no serlo, esto es, que sean susceptibles de duda. El método que Descartes va a utilizar sirve para tales propósitos y va a tener, entonces, un lugar definido dentro de la filosofía cartesiana, en la medida en que ayuda a encontrar algunos principios ciertos que puedan ser el fundamento sobre el cual se va a construir el conocimiento.. Desde el principio la investigación cartesiana se compromete con la búsqueda de la certeza, es decir, de aquellas cosas de las que sea imposible dudar. Una vez obtenida una proposición que cumpla con esta exigencia, se podrá establecer como principio y basar en ella otros juicios o creencias cuyo conocimiento dependa de la primera.. ...pues los conocimientos que no sobrepasan el alcance del espíritu humano están encadenados todos con un enlace tan maravilloso y pueden sacarse los unos de los otros por consecuencias tan necesarias que no hace falta tener mucha habilidad ni capacidad para hallarlos, con tal de que, habiendo comenzado por los más simples, sepa uno ir de grado en grado hasta los más altos. (Investigación de la verdad, en Meditaciones Metafísicas y otros textos. 90) Además de tener en cuenta los propósitos, antes de emprender un examen sobre el concepto del error en Descartes debemos hacer énfasis en un aspecto que refuerza una vez más la preeminencia del aspecto científico dentro de su investigación, y que se refiere a su posición frente a las reglas que se deben observar en la vida práctica una vez iniciada la investigación. Como hemos dicho, Descartes emprende una investigación que busca la verdad en las ciencias, y para ello utiliza un método que le va a ayudar a encontrar certezas a partir de las cuales se puedan fundamentar otras verdades y así obtener un.

(5) 5. sistema científico. Sin embargo, se debe tener en cuenta que el método que prescribe "abstenerse de asentir tanto a las opiniones que no son completamente ciertas e indudables como a las que son completamente falsas" (Med. 16), es una herramienta en la búsqueda de la verdad, mas no en la vida práctica. En el Discurso nos advierte:. Mi segunda máxima era ser lo más firme y decidido que pudiera en mis acciones y no seguir con menos constancia las opiniones más dudosa... [Pero] como las acciones de la vida con frecuencia no admiten dilación alguna, es una verdad muy cierta que, cuando no está en nuestro poder el discernir las opiniones más verdaderas, debemos seguir las más probables (Disc. 40), y más adelante,. Había notado desde hacía ya largo tiempo que, en cuanto a las costumbres, era necesario a veces seguir opiniones que uno sabe son muy inciertas como si fuesen indudables. (Disc, 47) Sin embargo, Descartes nos habla de una "moral provisional" (Disc, 37), lo que supondría una moral definitiva que se podría establecer después de haber conseguido un sistema científico completo. Esto no se llega a hacer en las Meditaciones, ni es el propósito que Descartes busca con éstas, por lo que nos centraremos en los aspectos relacionados con el conocimiento de los que específicamente se ocupa Descartes. No obstante algunos de los argumentos relacionados con el concepto del error involucran aspectos morales que son fundamentales para entender la teoría cartesiana del error, como veremos más adelante.. Una vez establecido el panorama general de la investigación cartesiana y la actitud que se tiene en su realización (en principio la de un científico), debemos tener presente que el esfuerzo de fundamentar las ciencias requiere algunas condiciones fundamentales. Por una parte, debe existir la garantía de que el conocimiento es posible, esto quiere decir que existe efectivamente y que además podemos acceder a él, podemos alcanzarlo. Puesto que.

(6) 6. la forma de proceder de Descartes muestra que lo que se entiende por conocimiento es un sistema de verdades deducidas a partir de unos principios indudables, que haya conocimiento quiere decir que hay tales verdades y que podemos saber cuáles son y alcanzarlas. El problema de esta posición radica en saber cuáles proposiciones son verdaderas y cuáles no. A partir del método se llega a dudar, además de los sentidos, de las proposiciones matemáticas2, que serán fundamentales en el conocimiento científico, así que Descartes debe buscar alguna manera de establecer la certeza de algunas proposiciones que deberán servir como fundamento del saber indudable.. Por esta razón, en las Meditaciones se va a tratar de establecer un criterio de verdad que sea aplicable en la construcción del conocimiento. Tal criterio de verdad es, para Descartes, la claridad y distinción. Si aceptamos que todo lo que percibimos clara y distintamente es verdadero, tendremos un fundamento seguro para construir un sistema de proposiciones verdaderas y así poder establecer algo firme y permanente en las ciencias.. El hecho de que sea necesario buscar un criterio para distinguir lo verdadero de lo falso presupone que es posible equivocarnos y que debemos realizar un esfuerzo para evitarlo. Así pues, la posibilidad del conocimiento implica la posibilidad del error, y la forma de buscar la verdad es, en cierta forma, la manera de evitar los errores. En el compendio de las Meditaciones Descartes describe el papel de la cuarta Meditación diciendo:. Se requiere, por otra parte, saber que todas las cosas que concebimos clara y distintamente son verdaderas de la manera en que las concebimos, lo cual no puede ser probado antes de la cuarta Meditación. (Med. 36a) Y un poco más adelante agrega:. 2. Ver, por ejemplo, artículo 5 de la primera parte de Los principios de la filosofía. “Por qué también se puede dudar de las demostraciones de la matemática”, pg. 24..

(7) 7. En la cuarta [Meditación] se prueba que todas las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas ellas verdaderas, y junto con ello se explica en qué consiste la naturaleza del error o falsedad. (Med, 38a) Establecer un criterio válido de verdad es, pues, el punto de partida para evitar el error y para hacer posible la obtención del conocimiento. La importante relación entre el error y la demostración de la validez del criterio de claridad y distinción es uno de los puntos fundamentales tratados en la cuarta Meditación.. La segunda condición para que el conocimiento verdadero sea posible se refiere al hecho de que no sólo exista, sino que además esté en mis manos tenerlo. Y de la misma manera como puedo llegar a poseer certezas indudables, puedo evitar el error. Dentro de un sistema que acepta la posibilidad de alcanzar el conocimiento, necesariamente debe estar incluida la manera de evitar el error, y así como se acepta que está en mis manos alcanzar el conocimiento, de la misma manera está en mis manos no caer en el error.. ...no dejamos de experimentar que poseemos una libertad tal que siempre que nos place, podemos abstenernos de asumir en nuestra propia creencia las cosas que no conocemos bien y, de este modo, impedir el error. (Princ. 24) Como he señalado, la obtención del conocimiento se hace posible por medio del establecimiento de un criterio general de verdad, y en esta medida, la cuarta Meditación juega un papel importante dentro del contexto general de las Meditaciones, pues precisamente en ella Descartes se va a encargar de demostrar su validez. Por otra parte, en esta Meditación se trata el problema del error que está presupuesto en el método de Descartes, en su concepción de conocimiento y en las condiciones que se trazan para evitarlo, ya que si garantizamos que podemos evitar el error y cómo podemos hacerlo, garantizaremos que podemos alcanzar el conocimiento verdadero.. Debemos tener en cuenta, que la cuarta meditación se sitúa en la argumentación de las Meditaciones después de la demostración de la existencia de Dios, lo que ha cambiado.

(8) 8. definitivamente el panorama de la investigación cartesiana. En el proceso inicial de la duda, se ha visto que se puede llevar la duda hasta límites insospechados, pues se puede dudar de los sentidos e incluso de las más obvias verdades de la matemática, pero tras haber demostrado la existencia de un dios omnipotente y sumamente bueno, no parece haber la más mínima posibilidad de caer en el engaño al utilizar las facultades que, en tanto creados por Dios, hemos recibido de él.. En este punto el error, que antes parecía amenazarnos en cualquier momento, pues casi se podía dudar de la verdad de cualquier cosa, parece desvanecerse. Sin embargo, de hecho nos equivocamos, y por lo tanto, el error tiene que ser explicado. Esta explicación tendrá que tener una característica fundamental: no debe contradecir la esencia de Dios (perfección, suma bondad etc.). Será necesario, entonces, que Descartes concilie dos aspectos encontrados: existe el error, pues por experiencia sabemos que nos equivocamos a cada momento, de lo contrario el método de la duda no tendría sentido, pero Dios, que es infinitamente bueno y por tanto no es la causa de mis errores, garantiza el conocimiento:. ...pues si lo que tengo lo debo a Dios, y él no me dio facultad alguna para que me equivocara, parece que no puedo equivocarme nunca. Y ciertamente, cuando sólo pienso en Dios y no considero ninguna otra cosa, no descubro ninguna causa de error o falsedad; pero cuando me considero a mí mismo, sé por experiencia que estoy sujeto a innumerables errores. ( Med. 49) Aunque Descartes afirma que no va a tratar asuntos morales y teológicos en esta Meditación, en últimas su explicación del error debe cumplir la función de dejar libre a Dios de la responsabilidad de éste y mostrar que su causa depende del uso indebido de las facultades humanas dadas por Dios:. ...reconozco que no puede ocurrir que Dios me engañe alguna vez, ya que en toda falacia o engaño hay alguna imperfección; y aunque parezca que poder engañar demuestra inteligencia o poder, no hay duda de que engañar es signo de malicia o debilidad, lo cual por consiguiente no es propio de Dios. (Med.49).

(9) 9. La cuarta Meditación, cumple, entonces, un importante papel en el desarrollo del sistema cartesiano, pues se encuentra en el cruce de importantes conceptos. En primer lugar, trata sobre la existencia del error y la posibilidad de evitarlo, lo que es fundamental para la posibilidad del conocimiento. Por otro lado, prueba la validez del criterio de claridad y distinción que va a hacer posible obtención de certeza, y por esta razón va a dar cabida al conocimiento de algo más que la propia conciencia, es decir, va a permitir el tránsito de la certeza del yo a la certeza de la existencia del mundo externo, por medio del criterio de la claridad y distinción, y la validez que Dios le otorga. Además, asegura que el error al que nos vemos sujetos en una cantidad de situaciones no proviene de Dios, sino del uso que hacemos de nuestras facultades. Finalmente, en la medida en que garantiza que el error se puede evitar y que éste no depende de Dios, adscribe su naturaleza a la voluntad humana, que juega un importante papel en este sistema.. En la cuarta Meditación, Descartes afirma que la posibilidad del error está dada por la relación existente entre la voluntad y el entendimiento, pues con la intervención de estas dos facultades se produce el juicio, donde propiamente hay verdad o falsedad. Al incluir la voluntad en la teoría del error, Descartes está llevando la noción de error más allá del ámbito epistemológico, pues así como se puede producir el error cuando la voluntad toma lo falso por verdadero, de la misma manera se puede dar el pecado, cuando se afirma la bondad de una acción que no lo es o cuando se actúa a partir de un principio que no está moralmente justificado. Como veremos más adelante, la solución que da Descartes al problema del error ofrece una misma explicación para el error y para el pecado, esto es, para el error epistemológico y para el error moral. Este punto va a traer algunas importantes consecuencias, así como algunos problemas, en la argumentación de las Meditaciones, en la medida en que algunos conceptos relacionados con la moral, como la responsabilidad y la libertad, van a jugar ahora un papel en relación con el conocimiento.. En general podemos decir que alrededor de estos aspectos se centra el problema fundamental de la cuarta Meditación: se quiere alcanzar el conocimiento científico. Si lo queremos alcanzar es porque no estamos seguros de tenerlo y así necesitamos de un.

(10) 10. método que nos permita obtener proposiciones verdaderas. Este método ayuda a encontrar certezas que estén libres de todo error, lo que hace necesario un criterio de verdad que en últimas está garantizado por un Dios perfecto, pues de lo contrario no se hace posible validar tal criterio y por lo tanto tampoco se hace posible alcanzar la verdad. Pero si Dios garantiza el conocimiento, dada su perfección, parece no ser posible el error.. Descartes no puede negar que haya errores, pues la experiencia nos muestra que nos equivocamos a cada momento:. ...así, por ejemplo, unas torres que desde lejos se veían redondas, aparecían cuadradas desde cerca, y las grandes estatuas que había en lo alto de las torres no parecían grandes mirándolas desde abajo...(Med. 70) Una vez que Descartes ha demostrado la existencia y la veracidad de Dios como garantía de la verdad de su conocimiento, la situación cambia de manera drástica. Mientras que antes todo resultaba dudoso ante la posibilidad del error, ahora pareciera que esta posibilidad ha desaparecido.. Y así veo que la certeza y verdad de toda ciencia dependen del conocimiento del verdadero Dios, de manera que, antes de conocerlo, no podía saber nada perfectamente de ninguna otra cosa (Med. 64) El propósito de este trabajo es examinar estos aspectos tratados en la cuarta Meditación, y establecer hasta qué punto la posición de Descartes sobre el error y todos los puntos relacionados con él es defendible. Para esto expondré brevemente la argumentación de la cuarta Meditación, seguidamente revisaré algunos de los aspectos relacionados con ella, teniendo en cuenta algunas posibles objeciones y problemas que presentan. Finalmente, intentaré establecer qué puntos pueden ser defendidos y cuáles desembocan en situaciones problemáticas..

(11) 11. 1. El argumento general de la cuarta Meditación.. La cuarta Meditación se sitúa en un momento argumentativo fundamental dentro de las Meditaciones. Tras haber concluido la tercera Meditación, en la que se prueba la existencia de Dios, se tienen dos certezas: "... hasta ahora sólo sé con certeza que yo y Dios existimos". (Med. 51). Pero no sólo se sabe que uno y otro existen, sino que además se sabe algo de su esencia, es decir, se sabe cómo son:. Yo soy una cosa pensante, esto es, una cosa que duda, que afirma, que niega, que entiende pocas cosas, que ignora muchas, que quiere, que no quiere, que imagina también y que siente. (Med. 31) Todos estos atributos del yo (sum res cogitans) están incluidos en su carácter de pensante, es decir, en su capacidad de tener pensamientos (cogitationes), así que con el solo hecho de tener la certeza de que yo soy una cosa pensante, puedo también tener la certeza de que soy capaz de tener todo este género de pensamientos y a la vez de que tengo las facultades que llevan a cabo tales pensamientos:. Con el nombre de pensamiento comprendo todo lo que está en nosotros de modo tal, que somos inmediatamente conscientes de ello. Así, son pensamientos todas las operaciones de la voluntad, del entendimiento, de la imaginación y de los sentidos. (Obj. 129) No debe entenderse, pues, pensamiento como la simple presentación de ideas, sino que cada una de las operaciones mencionadas por Descartes pueden ser entendidas bajo el concepto de pensamiento. La conclusión de la segunda Meditación, de que soy una cosa pensante, dice mucho más de lo que parece a primera vista, pues asegura la existencia de todo aquello que está inmediatamente presente a la conciencia (imaginaciones, percepciones, elecciones, etc.), y también la existencia de las facultades que realizan.

(12) 12. dichos pensamientos, a saber, la voluntad y el entendimiento, que jugarán un papel fundamental en la teoría cartesiana del error.. También se sabe algo de la esencia de Dios:. Con el nombre de Dios entiendo una substancia infinita, independiente, sumamente inteligente, sumamente poderosa, que me ha creado a mí y a cualquier otra cosa que exista (Med. 41) En este momento Descartes tiene un punto de partida que involucra las dos certezas mencionadas, el cual le va a permitir avanzar en la búsqueda del conocimiento. Una de las cosas fundamentales que se sabe de Dios es que él me ha creado, y por lo tanto todos mis pensamientos también han sido creados por él y, de la misma manera, las facultades que generan tales pensamientos también proceden de Dios. Dado que Dios es perfecto, y puesto que "todo fraude y engaño depende de algún defecto" (Med. 47), no puede ocurrir que Dios sea un engañador. Y así, las facultades que he recibido no pueden llevarme a equivocarme, sino que por el contrario deben llevarme a la verdad. Esto implica que existe un Dios que garantiza la verdad de mis ideas claras y distintas.. Descartes había planteado la hipótesis del genio maligno, suponiendo que precisamente Dios era engañador y esto le había permitido dudar no sólo de todo género de cosas distintas a mi pensamiento, como la realidad de lo que percibimos por medio de los sentidos, sino también de juicios a prori, como que dos más tres es cinco o cosas semejantes. Pero ahora, tras la demostración de la existencia de un Dios bueno, la hipótesis ha sido quitada de enfrente, y se ha abierto la posibilidad del conocimiento:. Y ahora me parece ver cierta vía por la que puedo llegar al conocimiento de otras cosas, a partir de la contemplación del verdadero Dios (Med. 48) La certeza de la existencia de Dios, junto con la certeza de que mis facultades dependen de él, van a permitir el tránsito de la certeza acerca de la existencia del pensamiento (cogito).

(13) 13. al conocimiento de aquellas cosas distintas al pensamiento mismo. Como queda claro en las citas que hemos hecho, la certeza del cogito es certeza de lo que está inmediatamente presente a la conciencia, y para tener acceso a lo que es mediado ha sido necesaria la intervención de Dios.. Dios es, pues, la garantía del conocimiento, de modo que sin la certeza de su existencia nunca podríamos llegar a poseer absoluta certeza acerca de nuestros conocimientos. Esto lo señala el mismo Descartes cuando hace notar que un científico que no creyera en Dios, nunca podría llegar a estar plenamente seguro de sus conocimientos. Y uno podría decir que esta advertencia de Descartes se ha mostrado acertada: una vez que la ciencia ha prescindido de Dios como garante de sus conocimientos, se ha visto obligada a concebir esos conocimientos como otras tantas hipótesis sobre la realidad, y no como verdades inamovibles.. Sin embargo, se genera un problema en este punto del argumento. Según lo que se ha dicho, parece que no puedo equivocarme nunca, pues tanto mis facultades como mis pensamientos proceden de Dios quien es precisamente su garantía. Pero es claro que me equivoco en una multitud de ocasiones. Aquí, la experiencia le sale al paso al argumento de Descartes. Parecía posible dudar de todo en un principio, pero ahora nada parece dudoso, sino que, por el contrario, en la medida en que Dios existe, es perfecto y es garantía del conocimiento, pareciera que no me resulta posible equivocarme. Así que se debe contestar la pregunta: ¿Cómo es posible el error, dado que Dios garantiza el conocimiento?. Antes de exponer la solución de Descartes a este problema, vale la pena hacer una aclaración. La manera en que Dios garantiza el conocimiento puede ser problemática, y Descartes lo sabe, pues afirma: "Sin embargo, creo que Dios podría haber hecho fácilmente que yo...no me equivocara nunca". (Med. 55).

(14) 14. Es decir, Dios sí es garantía del conocimiento, pero esto no significa que él ponga en nosotros juicios verdaderos sin más; alcanzarlos es tarea nuestra y se requiere de un método y de una investigación para hacerlo. Así que, de todas maneras, el conocimiento de las cosas que no pertenecen a mi esencia es un conocimiento mediado. Aclarar en qué sentido Dios garantiza el conocimiento va a ser uno de los puntos principales que permitirá entender qué es el error, cómo se puede evitar y en últimas cómo es posible el conocimiento.. En principio parece que Dios es garantía del conocimiento en la medida en que da validez al criterio de claridad y distinción del que hablamos en la introducción; al menos esto parece sugerir el Resumen de las Meditaciones, aunque esto sólo es una posible respuesta. Debido a la importancia de la cuestión, haré referencia especial a ella en el capítulo siguiente.. Por el momento, volvamos al problema del error en la cuarta Meditación, y veamos qué solución da Descartes a la aparente contradicción entre lo que sé por experiencia, es decir, que con frecuencia me equivoco en mis juicios, y la aparente consecuencia de las consideraciones anteriores, según la cual no debería poder equivocarme.. Descartes ofrece un primer intento de solución, y apela para ello a su naturaleza en tanto que creado por Dios:. Y advierto también que he sido constituido como algo intermedio entre Dios y la nada, es decir, entre el sumo ente y lo no ente, de manera que, en tanto que he sido creado por el sumo ente, no hay nada en mí que lleve al error, pero en tanto que también participo de algún modo de la nada, es decir de lo no ente, esto es, en tanto que yo no soy el ente supremo y me faltan muchísimas cosas, no es de extrañar que cometa errores (Med. 49) Descartes hace uso aquí de una idea tradicional de la doctrina cristiana3, según la cual Dios es ser y nosotros existimos en tanto que hemos recibido el ser de él; así, Dios nos ha creado de la nada, por lo que originariamente somos nada. En este sentido participamos.

(15) 15. del ser, pero también de la nada, de lo que no es. Como el error no conviene a Dios, no conviene tampoco al ser, y es por tanto sólo un defecto de mi naturaleza limitada. En la medida en que mi facultad para juzgar lo verdadero no es infinita, puedo cometer errores, pues también participo de la nada, de lo que no es. En este primer paso del argumento, Descartes considera el error como una pura limitación de mis facultades.. Entiendo así que el error, en tanto que error, no es algo real que dependa de Dios, sino que sólo es un defecto(...)me equivoco porque la facultad de juzgar lo verdadero, que él me ha dado, no es infinita. (Med. 50) Sin embargo, Descartes va a dejar de lado esta explicación considerándola insuficiente y va a buscar una nueva solución que incluirá también el pecado. Lo que va a complicar el asunto es que Descartes pretende incluir dentro del concepto de error, no solamente los errores de conocimiento debidos a nuestra limitación, sino también los errores morales, es decir, las faltas morales consideradas como errores. Nótese que Descartes no rechaza totalmente una explicación del error como pura limitación de mis facultades, sino que simplemente la señala como insuficiente, lo que parece implicar que por medio de ésta no se realiza una explicación satisfactoria en relación con lo que Descartes pretende.. Así, Descartes dice:. Sin embargo, esto no me satisface por completo, pues el error no es pura negación, sino privación, es decir, carencia de algún conocimiento que en cierto modo debería estar en mí. (Med. 50) Las facultades que están implicadas en la explicación del error como privación son el entendimiento y la voluntad. Por medio del entendimiento se perciben las ideas, por medio de la voluntad se juzga sobre ellas. La voluntad "es en mí tan grande que no concibo la idea de otra mayor", en cambio "la facultad de entender es muy pequeña y finita" (Med. 52). En la medida en que la voluntad puede juzgar sobre ideas que la facultad de entender no le ha presentado como claras y distintas, puede equivocarse. En la tercera parte de este.

(16) 16. trabajo me referiré específicamente a la relación entre la voluntad y el entendimiento, así como a las consecuencias y problemas que esta relación implica.. Tal relación entre voluntad y entendimiento en el momento de la realización de los juicios asume que los objetos presentados por el entendimiento no son, de por sí, ni verdaderos ni falsos; por el contrario, la posibilidad de un acierto o un error en relación con las proposiciones se da una vez ha actuado la voluntad, ya sea afirmando o negando. En la tercera Meditación Descartes afirma:. Pero ahora el orden parece exigir que distribuya antes todos mis pensamientos (cogitationes) en géneros precisos, y que indague a cuáles de ellos corresponde la verdad o la falsedad. Algunos son como imágenes de cosas, y sólo a éstos conviene propiamente el nombre de ideas(...) otros tienen además otras formas(...) y de estos pensamientos unos se llaman voliciones o afectos, y otros juicios. Por lo que atañe a las ideas, si se consideran en sí mismas y no las refiero a otra cosa, no pueden ser propiamente falsas(...) Tampoco hay que temer ninguna falsedad en la voluntad misma o en los afectos(...) por lo tanto, sólo quedan los juicios, de los que puedo precaverme para no equivocarme. (Med. 33) En los objetos presentados por el entendimiento, esto es, en las ideas, no hay verdad ni falsedad; tampoco en las voliciones. En cambio los juicios, en los cuales se da conjuntamente la acción del entendimiento y la voluntad, tienen valor de verdad.. Nuevamente se ratifica que cada una de las facultades en sí misma no es causa del error, pues aunque una sea limitada y la otra infinita, son completas en tanto que otorgadas por Dios, esto es, cumplen bien con su función. Un aspecto problemático de esta explicación estriba en el hecho de aseverar que las ideas carecen de verdad o falsedad, pues parece que independientemente de que uno decida afirmar alguna de ellas, de por sí son verdaderas o falsas. Aunque Descartes presenta las ideas en la tercera Meditación como aquellos pensamientos que son como imágenes de las cosas y que por tanto propiamente no pueden.

(17) 17. ser verdaderas o falsas, la manera como usa 'idea' en algunos pasajes parece no ser consistente con esto, pues habla de ideas verdaderas o falsas4.. En las Respuestas a las Segundas Objeciones, define 'idea' como "aquella forma de todos nuestros pensamientos, por cuya percepción inmediata tenemos consciencia de ellos". (Obj. 129) Esta definición puede ayudar a entender 'idea' en un sentido más lato, como los contenidos de la conciencia en general. En este sentido, puede pensarse en ideas sobre las que no se ha realizado juicio alguno, ideas que no se han aceptado o rechazado todavía, es decir, contenidos de la conciencia que no son objeto de creencia. Así, puede hablarse de ideas verdaderas o falsas, pero que no pueden dar lugar al error, en tanto que no se han aceptado o rechazado. Ideas como la idea de la existencia de Dios implican algo más que una simple imagen, pues en ellas no hay un elemento aislado, sino que son proposiciones, pues, por ejemplo en este caso, se une a Dios la existencia. De este modo, las ideas no carecen propiamente de verdad o falsedad, sino que cuando la voluntad no ha juzgado.

(18) 18. ¿De donde proceden mis errores? Proceden de que, al extenderse más la voluntad que el entendimiento, no la contengo dentro de los mismos límites, sino que la extiendo también hasta las cosas que no entiendo, respecto de las cuales ella es indiferente, desviándose así de lo verdadero y de lo bueno, y por eso ocurre que me equivoco y peco.(Med. 53) El problema en este sentido ya no se refiere al lugar donde puede ocurrir lo verdadero o lo falso, sino que pasa a los campos de la acción, a la vida práctica. De ninguna manera puede depender el pecado de Dios, ni de alguna de las facultades tomada aisladamente, sino que debe producirse por el mal uso de ellas. También a partir de los juicios se pueden producir errores morales, cuando se toma como cierto un principio moral que no está justificado. Como veremos más adelante, lo que Descartes entiende por pecado y la explicación tradicional de éste van a afectar en gran medida el argumento cartesiano respecto al error epistemológico.. En la introducción mostramos que con el método de la duda no se pretende encontrar verdades de la vida práctica, sin embargo este pasaje de las Meditaciones, en tanto que da una explicación paralela para el error epistemológico y para el error moral, parece sugerir que lo que me lleva a equivocarme en el conocimiento también lo hace en la vida práctica. Si esto es así, la forma que propone Descartes para evitar el error epistemológico también permitiría evitar el error moral, y la máxima de seguir lo más probable en lo que se refiera a las acciones, que antes hemos mencionado, no sería necesaria más que como una moral provisional. Esto no significa que en la vida práctica siempre podamos acudir al método para evitar los errores epistemológicos, que es el de atenernos sólo a ideas claras y distintas, porque en la vida práctica a veces tenemos que obrar sin llegar a tales ideas y asumir el riesgo de equivocarnos.. A mi juicio, uno de los puntos más problemáticos de la explicación de Descartes del error está relacionado con la intervención de la voluntad en el proceso del conocimiento, pues esto lo lleva a establecer un marco común para lo epistemológico y lo práctico, que va a conducir a atribuir algunas características a la voluntad y el entendimiento que.

(19) 19. difícilmente pueden ser aceptadas, o que al menos implican un uso muy peculiar de estos conceptos. Desarrollaré estos puntos detenidamente en los próximos capítulos.. Volviendo al hilo argumentativo de la cuarta Meditación, recordemos que en el resumen inicial de las Meditaciones Descartes había prometido que demostraría en esta Meditación que el criterio de la claridad y distinción es verdadero, lo que le permitiría hacer el tránsito del conocimiento inmediato de la conciencia al conocimiento de los cuerpos materiales. En pocas palabras, el argumento procede así: según la manera en que Descartes ha explicado la acción de la voluntad en el momento de realizar los juicios, ésta debe asentir sólo cuando el entendimiento le ha presentado una idea clara y distinta. Si llegara a ocurrir que ésta es falsa, mi error, en tanto que estoy haciendo buen uso de mis facultades, tanto del entendimiento como de la voluntad, no dependería de mí sino de Dios, lo que es inadmisible, por lo cual cualquier percepción clara y distinta debe ser verdadera.. De esta manera, el error se evita y la verdad se alcanza cuando contenemos la voluntad y sólo asentimos a las percepciones claras y distintas. Puesto que la garantía de su verdad está dada por Dios, se debe examinar la naturaleza de las percepciones claras y distintas en relación con la manera como Dios garantiza el conocimiento..

(20) 20. 2. Dios como garantía del conocimiento. En el capítulo anterior se explicó que la posibilidad de evitar el error, uno de los principales propósitos de Descartes, está relacionado con un criterio de verdad que puede ser establecido una vez que se ha demostrado la existencia de Dios. En el sistema cartesiano, Dios juega entonces un importante papel, pues se constituye como la garantía del conocimiento. Pretendo explicar en qué sentido Dios puede ser una garantía del conocimiento.. La demostración de la existencia de un dios que es perfecto y que de ninguna manera nos engaña, se opone a la hipótesis del genio maligno en cuanto a la relación de cada uno con el conocimiento: el genio pone todo su empeño en engañarnos, mientras que Dios, dada su perfección, su bondad y en general todos los atributos incluidos en la concepción que Descartes dice que tenemos de él, no nos puede engañar. Así, mostrar hasta qué punto el genio maligno alcanza a socavar los fundamentos que hacen posible el conocimiento que Descartes está buscando, nos va a permitir ver de qué manera Dios garantiza el conocimiento, pues precisamente lo que el genio maligno permite poner en duda en relación con el conocimiento, va a ser lo que debe ser garantizado por Dios. Es decir, queremos aclarar en qué sentido Dios garantiza el conocimiento, pues Descartes afirma que no podemos avanzar en la búsqueda de éste sin antes haber probado que existe un dios, que es bueno y que por esto no quiere engañarnos.. En esta medida, la garantía que Dios da al conocimiento tiene que ser al menos la garantía de la certeza de lo que el genio maligno había permitido poner en duda, para que tales certezas puedan ser afirmadas e incluidas dentro del conocimiento.. Veamos, entonces, las implicaciones de la hipótesis del genio maligno. A Descartes le interesa la posibilidad del conocimiento, pero desde la primera Meditación el método de la duda ha puesto en peligro tal posibilidad, pues tras haber dudado de los sentidos, Descartes propone la hipótesis del genio maligno:.

(21) 21. Supondré, pues, no que un Dios óptimo, fuente de la verdad, sino cierto genio maligno, tan sumamente astuto como poderoso ha puesto toda su industria en engañarme...(Med. 20) La duda de los sentidos no alcanzaba a abarcar algunas verdades a las que puede llegar el entendimiento sin necesidad de buscar referencia externa. Así, las verdades de la matemática pueden subsistir aun cuando los sentidos nos engañen, en tanto que su verdad procede de la misma forma como funciona el entendimiento. El que 2+3 = 5 o que los ángulos internos de un triángulo sumen dos rectos no puede ser falso aunque sólo existiera mi pensamiento. Sin embargo, éstas verdades se ven sometidas a la duda por medio de la hipótesis del genio maligno.. ¿Cómo sé que Dios no ha hecho que yo mismo me equivoque de la misma manera cada vez que sumo dos y tres, o enumero los lados de un cuadrado, o en algo aún más fácil si es que puede imaginarse? (Med. 19) Ser susceptibles de duda implica carecer de certeza. Antes de seguir adelante en la exposición del genio maligno, conviene aclarar qué quiere decir tener certeza, ya que el fin del método y de la investigación emprendida por Descartes busca precisamente esto, como ya hemos dicho en la introducción.. A partir del método utilizado por Descartes, que no acepta nada que pueda ser puesto en duda, podemos entender lo que significa tener certeza. Para Descartes tenemos certeza de una proposición P, si P es indudable. Por ejemplo, Descartes habla de la certeza del cogito, porque el cogito no puede ser puesto en duda. Por el contrario, todas las evidencias que proceden de los sentidos, en tanto que éstos son fuente inagotable de error y pueden caer bajo la duda (como las torres redondas que en la distancia parecen cuadradas o la pierna amputada que sigue doliendo) y las proposiciones de la matemática, tras la hipótesis del genio maligno que permite dudarlas, no tienen certeza, es decir, aunque en principio nos veamos impulsados a aceptar las verdades de la matemática, éstas pueden ser dudadas a partir del método cartesiano y por lo tanto su certeza sólo es aparente..

(22) 22. De manera que, si quiero hallar algo cierto, debo abstenerme en lo sucesivo de asentir a todas esas cosas de las que acabo de decir que se puede dudar, como si fueran manifiestamente falsas.(Med. 19) Las verdades de la matemática, en la medida en que están sujetas a duda, carecen de certeza y por lo tanto deben ser tenidas como falsas según el método cartesiano, y en este sentido no pueden ser los fundamentos que Descartes busca.. También dudaremos de todas las otras cosas que nos han parecido muy ciertas en otro momento, incluso de las demostraciones de la matemática y de sus principios, aun cuando sean bastante manifiestos por sí mismos... (Princ., art. 5, 24) Parece, entonces, que después de tal duda ya no queda ninguna certeza que pueda ser la base sólida para la construcción de un sistema científico. Sin embargo, la segunda Meditación se encarga de probar que podemos tener la certeza de nuestra existencia, pues si podemos tener pensamientos (cogitationes), existimos. La certeza del cogito es sólo la certeza de que puedo tener ciertos pensamientos y de que éstos existen, pero la duda del genio maligno sigue siendo válida, pues un dios engañador no puede hacerme pensar que existo mientras no existo, pero sí puede hacer que, aunque yo exista, las operaciones de mi conciencia sean equivocadas. Puede ser que las formas propias de mi entendimiento, por ejemplo las verdades de la matemática a las que llego por la manera en que las concibo según la naturaleza de mi entendimiento, no sean las correctas.. En principio, parece que la demostración de la existencia de Dios no puede apelar al criterio de la claridad y distinción, pues precisamente tal criterio se establece a partir de la certeza de la existencia de Dios. Sin embargo, las Meditaciones son un poco ambiguas en este punto, pues en ocasiones parece que la prueba dada en la tercera Meditación requiere el principio de que todas las cosas que percibimos clara y distintamente son verdaderas, como bien lo apunta Mersenne en las Segundas objeciones:.

(23) 23. ...dado que no estáis seguro de la existencia de Dios, y sin embargo decís que no podríais estar seguro de nada, o que nada podríais conocer con claridad y distinción, si antes no conocéis clara y distintamente que Dios existe, se sigue de ello que aún no sabéis que sois una cosa pensante, pues que, según vos mismo, tal conocimiento depende del conocimiento claro de un Dios existente, lo cual no habéis aún demostrado en el momento en que decís que sabéis con claridad lo que sois. (Obj. 103) Vemos aquí una formulación del círculo cartesiano. La duda ha llevado a Descartes a no aceptar el criterio de verdad de la claridad y distinción, sin embargo parece que se vale de él para probar la existencia de Dios y para llegar a la certeza del cogito, pues ¿cómo se podría llegar a una verdad sin un criterio de verdad? Las respuestas que va a dar Descartes a este tipo de objeciones van a mostrarnos qué es exactamente lo que Dios garantiza en relación con el conocimiento, y precisamente la manera como Descartes va a evitar el argumento circular lo llevará a aceptar que no todas las certezas se deben validar por medio de tal criterio. Es decir, para evitar el círculo es necesario que haya algunas certezas que no requieran del principio de claridad y distinción para su validación, pues de requerirlo, se debería tener tal principio como cierto antes de demostrar la existencia de Dios, ya que el cogito se conoce antes de la existencia de Dios según el orden de las razones expuesto en las Meditaciones, como lo confirma este pasaje de los Principios de la filosofía: "...esta proposición, YO PIENSO, LUEGO YO SOY, es la primera y más cierta que se presenta a quien conduce sus pensamientos por orden" (Princ. I, art. 10, página 27). Además, es necesario que tales certezas sean suficientes para probar la existencia de Dios, en tanto que tal prueba va a permitir validar dicho principio y hacer el tránsito al conocimiento de las cosas puestas en duda por la hipótesis del genio maligno. Según lo dicho en las Meditaciones, las únicas certezas que podemos tener, antes de confirmar el criterio de verdad, son la certeza de la existencia del yo en tanto que pensante y la certeza de la existencia de Dios. ¿Cómo podemos estar ciertos de ellas sin apelar a su claridad y distinción? ¿Por medio de qué criterio vamos a validar su certeza, si la validez del criterio.

(24) 24. de verdad depende de la verdad de estas certezas?. En la respuesta a la objeción hecha por Mersenne Descartes advierte:. ...al decir yo que no podemos saber nada de cierto, si no sabemos que existe Dios, dije expresamente que sólo me refería a la ciencia de aquellas conclusiones cuyo recuerdo puede volver a nuestro espíritu cuando ya no pensamos en las razones de donde las hemos inferido. Pues el conocimiento de los primeros principios o axiomas no suele ser llamado ciencia por los dialécticos. Mas cuando percibimos que somos cosas pensantes, ésa es una noción primera, no sacada de silogismo alguno, sino como algo notorio por sí mismo, contemplado por simple inspección del espíritu. (Obj. 115) Esta explicación consigue solucionar algunos problemas. En primer lugar, salva al cogito al afirmar que no es una inferencia, es decir, que la proposición pienso luego existo no es el resultado de un silogismo, cuyas premisas serían inciertas. Si así fuera, la verdad de las premisas, sean las que sean, tendría que ser validada por medio del criterio de claridad y distinción, lo que, como hemos dicho, no puede ser hecho antes de probar la existencia de Dios y por lo tanto antes de hacer válido dicho criterio. Esta forma en que concebimos las cosas simples es llamada ‘intuición’ en las Reglas:. Entiendo por 'intuición'... el concepto que forma la inteligencia pura y atenta, sin posible duda, concepto que nace de sólo la luz de la razón y cuya certeza es mayor, a causa de su mayor simplicidad, que la de la misma deducción. (Reg. III, página 153) En segundo lugar, según Descartes la certeza del cogito permite probar la existencia de Dios y a partir de la existencia de Dios se valida el principio de la claridad y distinción y, como lo exige el orden, tal criterio no ha sido usado para alcanzar la certeza del cogito. Por lo tanto, si se tiene certeza y al menos un principio para avanzar en la investigación, y además si se ha evitado en relación con el cogito el círculo argumentativo al que se refería Mersenne, se ha salvado la coherencia del argumento. Sin embargo, esto no implica que después de haber probado la existencia, y por lo tanto, después de haberle dado validez al criterio de la claridad y distinción, las certezas del cogito y de Dios no puedan ser.

(25) 25. sometidas al principio de claridad y distinción y ser confirmadas por él:. ...se prueba que todas las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas aquellas verdaderas, y junto con ello se explica en qué consiste la naturaleza del error o falsedad, lo cual ha de saberse necesariamente tanto para confirmar las verdades precedentes como para entender mejor las que siguen. (Med. 38) Aquí parece quedar en claro que la certeza del cogito se obtiene sin recurrir al principio de la claridad y distinción y que éste solamente la confirma. Si puedo tener tal certeza sin recurrir al principio de claridad y distinción, también puedo hacerlo sin haber demostrado la existencia de Dios, y por lo tanto, el papel fundamental de Dios como garante del conocimiento no se refiere al conocimiento de las nociones primeras, como el cogito, sino al tipo de verdades que puedo obtener una vez haya sido validado el criterio de verdad. Aún sin la certeza de la validez de las formas del entendimiento, que pueden ser puestas en duda con la hipótesis del genio maligno, puedo tener la certeza del cogito. Esto es, si Dios me engañara aún así sé que existo.. Así como la certeza del cogito no depende del criterio de la claridad y distinción, la prueba de la existencia de Dios tampoco puede depender de éste, debe ser, entonces, una noción primera, una intuición dada por la luz natural de nuestro entendimiento. El cogito o la idea de Dios son percepciones claras y distintas de mi entendimiento, pero la idea de la existencia de Dios no lo es. Para establecer su existencia no puedo apelar a tal característica de claridad y distinción, en la medida en que el criterio de verdad no ha sido validado. Cuáles sean los fundamentos de la creencia en la existencia de Dios es otro interesante problema que va más allá de los límites de esta monografía.. Tenemos, entonces, que hay unas verdades a las que podemos llegar sin apelar a Dios, puesto que la misma forma en que las intuimos nos permite estar seguros de su certeza. Todas estas verdades tienen una característica particular, son verdades cuyo conocimiento es inmediato, es decir, verdades que, como la existencia de la propia conciencia o de la existencia de los contenidos de esa conciencia (las ideas) cuando no se refieren a nada, no.

(26) 26. pueden ser puestas en duda.. Estos conocimientos no admiten duda alguna, pero cualquier otro conocimiento es mediado y podría ser que precisamente quien medie en tal conocimiento sea un engañador. Descartes no quiere quedarse tan solo con estas certezas, pues en su búsqueda del conocimiento científico necesita verdades objetivas, verdades que se refieran a algo distinto de él mismo. Con las solas nociones comunes no podemos garantizar ninguna verdad que sea mediada, es decir, no podemos garantizar nada más allá de la existencia del propio pensamiento, y es precisamente en este punto en el que Dios va a jugar un papel fundamental.. Se puede tener garantía de mi existencia, pero no de las operaciones de mi conciencia en la aprehensión de la verdad, es decir, aunque nos sentamos inclinados a aceptar como verdadero lo que concebimos clara y distintamente, la objetividad de dicho principio necesita ser probada, pues la hipótesis del genio maligno ha derrumbado tal certeza. Así, la verdad de mi existencia no garantiza la verdad de las operaciones de mi conciencia referidas a algo distinto de mí. Por lo tanto, si queremos construir un conocimiento científico, debemos garantizar la objetividad de mis pensamientos evidentes. El hecho de que estemos inclinados a creer lo que concebimos clara y distintamente no implica que tal relación sea válida y el lugar de Dios va a ser precisamente garantizarlo. La forma de razonar de la conciencia es válida dentro de la conciencia misma; así, sé que mis ideas existen y que si no las refiero a nada no me equivoco con ellas. Pero que esa forma de razonar sea adecuada en la concepción del mundo es algo que no puede ser garantizado, en este sistema, sino por Dios.. Dios le imprime objetividad al conocimiento y en ese sentido es que lo garantiza y permite ampliarlo incluso hasta el conocimiento de los cuerpos, en el que las operaciones de la conciencia siguen siendo las mismas pero ahora son válidas más allá de la conciencia misma..

(27) 27. La hipótesis del genio maligno llevó a Descartes a dudar de las verdades de la matemática, de los procesos del entendimiento. Éstos siguen estando en la conciencia y siendo parte de ella aún sin haber probado la existencia de Dios. En la conciencia 2+3 = 5 antes de tener la certeza de un dios bueno, pero Descartes quiere garantizar que 2+3 = 5 no sólo en su conciencia, sino objetivamente, y esto no puede hacerlo si un genio maligno lo engaña, hipótesis que será desechada con la demostración de la existencia de Dios.. ...no bien pensamos concebir claramente alguna verdad, nos sentimos naturalmente inclinados a creerla. Y si tal creencia es tan fuerte que nos hace imposible dudar de lo que así creemos, nada más hay que indagar: poseemos toda la certeza que pueda razonablemente desearse. (Obj. 118) Cualquier concepción clara y distinta que se tenga antes de demostrar la existencia de Dios, no me puede llevar más allá de mi pensamiento, sino que por el contrario confirma su existencia, como se muestra en el ejemplo de la cera, expuesto en la segunda Meditación antes de probar la existencia de Dios:. Además, si la percepción de la cera me ha parecido más distinta cuando se me dio a conocer no sólo a partir de la vista o el tacto, sino de otras causas, hay que reconocer cuánto más distintamente me conozco ahora a mí mismo, puesto que todas las razones que pueden contribuir a la percepción de la cera o de algún otro cuerpo, prueban mejor la naturaleza de mi mente. (Med. 30) Pero fuera de mi conciencia no tengo la certeza de que lo que concibo clara y distintamente sea verdadero. Dios hará que tal criterio sea adecuado, que sea objetivo. Como ya hemos dicho antes, las verdades de la matemática fueron puestas en duda, y al establecer la validez objetiva del principio de la claridad y distinción, tales verdades van a ser recobradas. Al validar el criterio de verdad se va a garantizar que cualquier razonamiento de la conciencia que se realice a partir de premisas que sean claras y distintas va a resultar en una conclusión verdadera. Por lo tanto, los resultados obtenidos por el buen ejercicio de la razón van a ser verdaderos y nos van a permitir llegar al conocimiento científico. Lo que asegura que parte de la realidad puede llegar, entonces, a.

(28) 28. explicarse y conocerse cuando se hace uso de las formas de la conciencia que Dios garantiza y las matemáticas. La duda de los sentidos persiste, al menos en este punto de la argumentación, pues Dios, según lo dicho, no garantiza que estos no me engañen, y por lo tanto la vía adecuada para el conocimiento científico no puede ser por medio de ellos, sino por medio de lo que sí sabemos como cierto, esto es, las reglas del entendimiento que ahora tienen objetividad. Se comprende así que la manera de entender los objetos sea por medio de la inspección intelectual y como objetos de la matemática:. Por lo tanto, las cosas corpóreas existen. Sin embargo, quizá no existen todas tal como yo las percibo por los sentidos, pues esta percepción de los sentidos es muy oscura y confusa en muchos casos; pero al menos hay en ellas todo lo que entiendo clara y distintamente, esto es, todas las cosas, consideradas en general, que son objeto de la pura matemática. (Med. 63) Así, si queremos alcanzar un conocimiento verdadero y cierto, debemos detenernos en la contemplación y realizar una inspección intelectual siguiendo las formas propias de nuestro entendimiento que se corresponden con la realidad a partir de la garantía dada por Dios. Sin embargo, al querer establecer un conocimiento científico no podemos detenernos cada vez a inspeccionar las razones hasta percibirlas clara y distintamente, sino que asumimos la verdad de algunas que ya están demostradas y las aceptamos como verdaderas para poder incluirlas dentro del sistema. El criterio de claridad y distinción sólo nos asegura que algo es verdadero cuando lo concebimos clara y distintamente, y por lo tanto recurriendo a la sola conciencia no podríamos aprovisionarnos de verdades para usarlas después, sino que deberíamos inspeccionarlas una a una cada vez que queramos deducir algo a partir de ellas. Por esto, Dios también va a garantizar que nuestra memoria que nos indica que alguna vez percibimos algo como claro y distinto y por lo tanto como verdadero, sigue siendo verdadero:. Pues aunque mi naturaleza sea tal que mientras percibo algo muy clara y distintamente no puedo dejar de creer que es verdadero, sin embargo, puesto que también mi naturaleza es tal que no puedo mantener siempre fija la mirada de mi mente en la misma cosa para percibirla claramente, y mi memoria recurre a menudo a un juicio hecho anteriormente,.

(29) 29. cuando ya no atiendo a las razones por las que juzgué así, pueden presentarse otras razones que, si ignorase a Dios, fácilmente me harían cambiar de opinión, y nunca tendría una ciencia verdadera y cierta sobre nada, sino sólo opiniones vagas y mudables. (Med. 63) Dios, entonces, garantiza que sin concebir claramente algo en este momento, puedo fiarme de mi memoria para estar seguro de su verdad5. Nótese que si Dios no mediara en este sentido, yo podría cambiar de opinión, es decir, podría dudar de la verdad de algo concebido clara y distintamente y así carecer de certeza, lo que haría inválido el criterio de verdad.. Hemos visto cómo Dios garantiza el conocimiento dentro del sistema cartesiano. En primer lugar, dando objetividad al criterio de la claridad y distinción, el cual, aunque naturalmente se encuentra en mi conciencia, no se puede referir a realidades más allá de ésta sin la garantía de un dios bueno que no me engaña, mediador entre mi pensamiento y la realidad. En segundo lugar, como no puedo seguir todas las veces el orden de la deducción para establecer certezas, Dios garantiza que lo que recuerdo haber percibido clara y distintamente de hecho lo sea, y por lo tanto que pueda valerme de su certeza en cualquier momento. Si alguna de estas dos cosas no estuviera garantizada por Dios, el principio de la claridad y distinción del que hemos hablado sería inválido, en el primer caso en el sentido de que no me serviría para ir más allá del pensamiento inmediato, en el segundo caso porque no me llevaría a alcanzar la certeza, puesto que podría dudar de la verdad de lo que alguna vez concebí como claro y distinto.. Antes de seguir adelante con el problema del error se debe señalar la importante relación que tienen estas dos conclusiones con los propósitos de Descartes. Como ya dijimos en la introducción, la actitud de Descartes en su investigación es la actitud de un científico, y la manera cómo Dios garantiza el conocimiento corrobora esta afirmación. En el conocimiento científico debe haber algunos principios y verdades que una vez 5. Este argumento de la memoria es usado en algunas ocasiones por Descartes para hacer frente a la objeción de circularidad a la que antes me he referido. Que efectivamente lo logre es un punto bastante problemático..

(30) 30. establecidos conserven su lugar y permitan la deducción de otros, para que sea posible avanzar en el conocimiento. Si se quiere construir un sistema en el cual, a partir de unos pocos principios se deduzcan muchas verdades, es necesario que no se deba realizar todas las veces el proceso de deducción, pues de ser así, la tarea sería imposible o, al menos, poco fructífera.. Por la naturaleza de mi entendimiento, como ya hemos visto, el solo hecho de percibir algo como claro y distinto me lleva inmediatamente a afirmar su verdad, pero cuando necesito tomar como verdadero algo sin seguir este proceso, debo apelar a Dios que garantiza que todo lo que alguna vez he percibido claramente es verdadero. Descartes está buscando certeza, lo que implica proposiciones que no puedan ser cambiadas sino establecidas definitivamente, y esto puede ocurrir sólo cuando Dios conserva las verdades deducidas. Por otro lado, el conocimiento científico busca objetividad, pues pretende referirse a la realidad, y precisamente esta objetividad no puede darse, como ya lo hemos mostrado, sin el concurso de Dios.. Otro punto que merece ser mencionado en relación con la ciencia y la intervención de Dios en la posibilidad de un conocimiento científico, se refiere a la importancia de las matemáticas en el desarrollo del conocimiento del mundo que intenta realizar Descartes, pues éste está relacionado también con la manera de concebir la manera en que mi conciencia puede llegar a obtener certezas del mundo siendo Dios mediador: la manera adecuada de conocer el mundo es por medio de las formas de mi conciencia cuya objetividad depende de Dios.. El error debe ser explicado dentro del sistema cartesiano de tal forma que no involucre ninguna de estas certezas garantizadas por Dios. Por esto, el error no puede proceder ni de la memoria ni del criterio de la claridad y la distinción ni de las verdades matemáticas: si me atengo al criterio garantizado por Dios, no puedo caer en error. Pero efectivamente nos Véase, por ejemplo, el capítulo 8 "Reason and Intuition", en Kenny, Anthony, Decartes: A Study of his Philosophy. 1986..

(31) 31. equivocamos aunque creados por Dios y siendo él la garantía del conocimiento en el sentido ya explicado.. Según lo dicho, aunque Dios garantiza el conocimiento, no nos da las verdades sin más, sino que sirve como mediador en la búsqueda de éste, por lo que las razones de que nos equivoquemos deben depender de algo más que de las puras operaciones de mi conciencia que, como hemos visto, no pueden ponerse en duda. El entendimiento por sí solo no puede llevarme a errores, así que Descartes involucra en el proceso del conocimiento otra facultad: la voluntad.. En la relación que se da entre entendimiento y voluntad se van a producir los errores. Se debe tener en cuenta que tal explicación del error tiene que ser compatible con la manera como Dios garantiza el conocimiento según lo expuesto en este capítulo. Veamos pues cómo se da esta relación y si es posible explicar los errores y a la vez mantener lo que se ha dicho acerca del papel de Dios en relación con el conocimiento..

(32) 32. 3. La relación entre la voluntad y el entendimiento: posibilidad del error. En general el error en el conocimiento puede entenderse como la situación en la que se toma lo falso por verdadero, es decir, cuando se afirma lo que es falso o se niega lo que es verdadero. Por lo tanto, se debe examinar en cuáles pensamientos se puede dar la verdad o la falsedad, y así, en cuáles se puede dar el error, para aclarar en qué sentido está hablando Descartes del error y cómo es éste posible.. Descartes, como ya señalamos, divide sus pensamientos en tres géneros distintos. En primer lugar, están las ideas, que "son como imágenes de las cosas", otro tipo de pensamientos son las voliciones o afectos, estos ocurren cuando "quiero, temo" etc., y finalmente están los juicios, por medio de los cuales "afirmo o niego" (Med. 33).. Las ideas son como imágenes de las cosas, y en ese sentido, tiene carácter representativo, una idea es idea de algo. Esto lo confirma el que se hable de dos tipos de realidad de las ideas, en un primer sentido, realidad formal, es decir la realidad que tienen las ideas por el hecho de ser ideas. En un segundo sentido, las ideas tienen realidad objetiva, en la medida en que se refieren a algo. Ninguna idea tiene mayor realidad formal que otra, pues son modos de mi pensamiento, pero sí puede tener mayor realidad objetiva, en tanto que los objetos que pretenden representar tienen diversos grados de realidad.. Una vez demostrada la existencia del cogito sabemos que las ideas existen, pero no sabemos si hay cosas que les correspondan. Si nos quedamos con las meras ideas sin afirmar que son como lo que por medio de ellas se representa, no podemos equivocarnos. La idea es inmediatamente percibida por mi entendimiento y en ese sentido es clara y distinta,. Con la palabra idea entiendo aquella forma de todos nuestros pensamientos, por cuya percepción inmediata tenemos consciencia de ellos. (Obj. 129).

(33) 33. Por lo tanto, no puedo dudar de su existencia como idea, pero puedo dudar que represente lo que representa adecuadamente o incluso que represente algo existente. Así pues, las ideas por sí mismas no pueden ser puestas en duda, y por lo tanto ellas, consideradas en sí mismas, no pueden dar lugar al error. La certeza del cogito lleva también a estar seguro de la existencia de los pensamientos (cogitationes) y las ideas son uno de los géneros de pensamiento. La idea es la representación misma sin nada que se le añada, así que "si se consideran en sí mismas y no las refiero a otra cosa, no pueden ser propiamente falsas" (Med. 33).. Ahora bien, en relación con los afectos o voliciones, cuando se teme o se quiere algo, se tiene la certeza de que efectivamente se están teniendo este tipo de pensamientos, aunque pudiera ocurrir que tales cosas deseadas o temidas no existan. Los afectos, según Descartes, no pueden tampoco dar lugar a la verdad o la falsedad, pues son inmediatamente presentes a mi conciencia, y así como tengo la certeza de mis otros pensamientos, también tengo la certeza de mis deseos o temores. Las ideas y los afectos ni siquiera pueden ser puestos en duda por medio de la hipótesis del genio maligno, pues es indudable que los tengo, la certeza del cogito me lo confirma.. Por lo general, los afectos tiene un objeto, pues, por ejemplo, se desea algo o se teme algo. Sin embargo, el afecto considerado en sí mismo no requiere de la existencia de ese algo para ser afecto. Simplemente tenemos la certeza de que se dan los afectos en nosotros y esto basta para que sean afectos y en este sentido no implican ni verdad ni falsedad y escapan al error.. Es, entonces, en los juicios en donde puede darse verdad o falsedad: Sólo quedan los juicios, de los que debo precaverme para no equivocarme. (Med. 33). Descartes hace este inventario de los diferentes contenidos de su pensamiento para probar la existencia de Dios. Sin embargo, una vez probada ésta, se examina el problema del error, que, como ya dijimos, consiste principalmente en tomar lo falso por verdadero, y.

(34) 34. por lo tanto, involucra principalmente a los juicios, en donde se puede dar la verdad o la falsedad. Para que en los juicios se pueda dar verdad o falsedad es necesario que éstos involucren aspectos del conocimiento que no han sido garantizados por Dios. Es decir, la posibilidad del error que hay en los juicios sólo puede concretarse en la medida en que se haga uso de nuestras facultades sin seguir el proceso de conocimiento que ha sido garantizado por Dios. La demostración de la existencia de Dios ha garantizado principalmente el criterio de verdad según el cual lo que concibo clara y distintamente es verdadero, además Dios garantiza que las formas de mi entendimiento son objetivas y, a partir de lo demostrado en la segunda Meditación, tengo la certeza de que mis pensamientos existen y de que lo que inmediatamente se le presenta a mi conciencia existe. Tanto las formas de mi entendimiento como mi pensamiento se me presentan como claros y distintos, por lo que, una vez demostrada la existencia de Dios que ha hecho que el criterio de la claridad y distinción sea suficiente para el establecimiento de la verdad, la falsedad que puede producirse por medio de los juicios debe ocurrir cuando afirmo lo que no es claro y distinto.. Por esto, afirmar las cualidades de los objetos que representan mis ideas, cuando la percepción no sea clara y distinta, puede llevarme a error. También puedo equivocarme, al menos antes de la demostración de la existencia de los cuerpos que va a tener lugar en la sexta Meditación, respecto a la existencia de lo que mis ideas representan: “hay(...) cierta falsedad material en las ideas cuando representan lo que no es real como si lo fuera." (Med. 40). Por lo tanto, cuando voy más allá de las ideas y afirmo que lo que representan existe, o que es tal y como mis ideas me lo muestran, puedo equivocarme, pues no se me presenta 6. Ver Objeciones y Respuestas, respuesta 12 del tercer grupo de objeciones: "Aunque sea necesaria, para errar, la facultad de razonar, por carecer de ella no se sigue que tal defecto sea una realidad, como tampoco se considera realidad a la ceguera, aunque a las piedras no se las llame ciegas sólo por no ser capaces de ver." Pg. 155.

(35) 35. como claro y distinto que hay objetos a los que las ideas se refieren, ni las cualidades de tales objetos representados. Tan sólo sé con certeza que las ideas, en tanto que inmediatas a mi conciencia y por tanto, claras y distintas, existen:. Ahora bien, el error principal y más frecuente que puede encontrarse en ellos [los juicios] consiste en juzgar que las ideas que hay en mí son semejantes o conformes con ciertas cosas exteriores a mí. (Med. 33) Por medio de los sentidos no percibo nada claro y distinto en los objetos, pero por medio del entendimiento percibo clara y distintamente las relaciones matemáticas de dichos objetos, lo que me permite conocerlos y tener la certeza de ellos, en tanto que objetos de la matemática pura.. El juicio debe, además de actuar sobre el tipo de conocimientos que no son garantizados directamente por Dios, explicar cómo conviene la posibilidad del error a la naturaleza divina. Esto es, Dios, dada su omnipotencia, nos podría haber creado de tal manera que no nos equivocáramos nunca, por lo tanto hay que explicar no sólo la posibilidad del error a partir de la manera como él garantiza el conocimiento, sino también cómo se adecua a Dios el que tengamos la posibilidad de equivocarnos. En otras palabras, ¿por qué conviene más a la naturaleza de Dios el que nos equivoquemos, pues de hecho esto sucede, que el que no lo hagamos? Aunque Descartes no pretende explicar la naturaleza de Dios, pues afirma que un entendimiento finito como el nuestro no puede entender la naturaleza divina que es infinita, no responder a esta pregunta sería dejar un cabo suelto dentro de su sistema, ya que en el orden de sus descubrimientos se conoce antes a Dios que a la explicación del error, y esta última no puede contradecir lo que ya se ha mostrado.. Si Descartes acepta que simplemente no podemos entender las razones que tiene Dios para hacer lo que hace, en este caso para darme un entendimiento limitado, también podríamos afirmar que la posibilidad de equivocarnos se da en nosotros por algún fin que no podemos entender, o que Dios mismo sí es un engañador y que lo hace por algo que no comprendemos. De ser así, no podemos seguir preguntando por la razón del error y.

(36) 36. Descartes no podría avanzar más en su investigación. Descartes va a explicar el error como algo más que una simple limitación del entendimiento, ya que de lo contrario se quedaría sin la posibilidad de avanzar en la explicación del error, "pues sería temerario investigar los fines de Dios". (Med. 50). Hay dos caminos posibles; en primer lugar, aceptar que simplemente no se puede entender lo que hace Dios:. Pues ya sé que mi naturaleza es muy débil y limitada, mientras que la de Dios es inmensa, incomprensible e infinita, y por ello sé que él es capaz de innumerables cosas cuyas causas ignoro... (Med. 50) Pero esto lleva a cuestionar la posibilidad misma del conocimiento, cosa que Descartes, dados sus propósitos, no estaría dispuesto a aceptar. El segundo camino es tratar de explicar el error dentro de los límites que puedo comprender, esto es, a partir de la manera como veo que funcionan mis facultades. De esta manera se puede explicar el error, ya no como una limitación propia de la naturaleza de mi entendimiento, sino como algo positivo, como una privación, la "carencia de algún conocimiento que en cierto modo debería estar en mí". (ibídem) Para entender la diferencia entre limitación y privación, es conveniente mostrar un ejemplo de Descartes6: las piedras no ven, ya que por su naturaleza no pueden hacerlo; en cambio un ciego no ve, porque su visión tiene algún defecto. En el caso de la piedra hay una limitación, mientras que el caso del ciego hay una privación, puesto que la visión debería estar en él. Tratar de explicar la falta de visión inherente a la piedra sería tratar de explicar los designios de Dios, pero explicar la ceguera de un hombre, en la medida en que es la carencia de algo que debería estar, cae dentro de los límites de lo que podemos explicar.. Aunque Descartes explique el error finalmente como una privación, la sugerencia que hace según la cual el error es una limitación no es totalmente desechada, simplemente es insuficiente. Dada la finitud de nuestro entendimiento no podemos tener siempre todas las percepciones ni mucho menos que éstas se nos presenten clara y distintamente. Esta.

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