SUSTITUCIÓN DE UN PINAR DE PINO CARRASCO
QUEMADO APROVECHANDO EL MONTE BAJO DE
FRONDOSAS
Jesús Garitacelaya Saldise
Amaya 28, 3. 31004-PAMPLONA (España). Correo electrónico: jgaritacelaya@basartea.com
Resumen
Se analiza un caso de gestión iniciada sobre una masa artificial de Pinus halepensis situada en un monte privado y que ha sufrido recientemente un incendio. El pinar contaba con un naciente soto-bosque de frondosas, entre las que predominaban Fraxinus angustifolia y Ulmus sp., favorecidas por el microclima creado por los pinos. Tras el incendio se ha evitado la corta de los pinos, sin valor comercial reseñable, con el fin de mantener las condiciones de microclima y suelo lo más favorables posible para el rebrote de estas frondosas, reduciendo al mismo tiempo la previsible invasión masi-va de plantas de pino. Igualmente se ha procedido al recepe sistemático de las frondosas, con el fin de aprovechar el potencial de crecimiento inicial del monte bajo, especialmente tras el incendio, cre-ando condiciones más competitivas ante la futura competencia de los futuros pinos. Desde el punto de vista del paradigma predominante supone un aparente retroceso en la técnica (pasar de monte alto de pino a monte bajo de frondosas), pero resulta de un indudable interés económico, por la reduc-ción de costes de recuperareduc-ción y seguimiento del nuevo bosque, así como por su carácter más refractario ante los incendios forestales.
Palabras clave: Pinus halepensis, Fraxinus angustifolia, Regeneración natural, Incendios forestales, Gestión próxima a la naturaleza, Prosilva
SITUACION E HISTORIA DEL PINAR EN TRANSFORMACION
El Señorío de Sarría es una finca privada situada en el término municipal de Puente la Reina a una veintena de kilómetros al suroeste de Pamplona. Su configuración actual es el resultado de las profundas transformaciones del paisaje realizadas en los años cincuenta por su propietario Félix Huarte, que buscaba lograr una explotación agroganadera y forestal inte-grada y rentable, al tiempo que se creaba un entorno agradable y bello. En este contexto de colinas y media montaña se repobló la parte del territorio que no podía tener un uso agrario
mecanizable. Las masas forestales (actualmente unas 700 hectáreas) están entrelazadas entre sí y con los campos agrícolas. Se utilizaron princi-palmente dos especies, Pinus nigra y Pinus halepensis, esta última presente de forma natu-ral en el territorio.
127 de las 260 hectáreas cubiertas por esta especie, es decir, aproximadamente la mitad. Además de encontrarse en estaciones más ári-das un riesgo añadido se genera porque se encuentran cerca de la zona más habitada y de los cultivos de la vecina población de Puente la Reina, además de estar atravesadas por carrete-ras muy transitadas y por líneas eléctricas.
El monte del Señorío de Sarría cuenta desde 2000 con un Plan de Gestión (GARITACELAYA, 2000) que analiza este problema y se plantea la sustitución, donde sea posible, de las actuales masas puras de coníferas por masas con mayor presencia de frondosas. Esta transformación se hará paulatinamente, procurando mantener una cubierta permanente siempre que sea posible, aprovechando la regeneración natural, comple-tándola con pequeñas repoblaciones complementarias, es decir con criterios de ges-tión próxima a la naturaleza (PROSILVA, 1996).
El pinar en transformación fue plantado hacia 1958-1960 en buena parte sobre antiguos campos de cultivo abandonados y sobre laderas desarboladas desde tiempo inmemorial. El plan de gestión distingue dos estaciones bastante bien diferenciadas, una de ellas de mejor calidad, con suelos más profundos en la parte inferior de la ladera, generalmente en las zonas utilizadas anteriormente por la agricultura, y otra sobre suelos menos fértiles y mas áridos, en las partes altas de las laderas, que con el sistema de explo-tación anterior habían sufrido grandes pérdidas de suelo. Tras una clara por lo bajo bastante fuerte realizada hacia 1990 un sotobosque rico y variado se ha instalado bajo los pinos. En la estación más fértil aparecen olmos, fresnos, encinas y algunos serbales.
El 17 de junio de 2004, en un periodo de intensa sequía, se desencadena un incendio que recorre aproximadamente unas 9 hectáreas. Solamente arden algunas copas de pino, expan-diéndose el fuego por el sotobosque. En muchas partes las frondosas más altas (de 2 a 4 metros) no arden, reduciendo el riesgo del paso de las llamas a las copas de las coníferas. Pero quedan chamuscadas por el golpe de calor, así como la mayor parte de las acículas de los pinos. Un punto de referencia para situar el pinar quemado lo constituyen las coordenadas 42º 41' 20'' N y 1º 49' 15'' O.
OPCIONES DE GESTION
Evidentemente un Plan de Gestión no puede contemplar dónde y cómo ocurrirán los incendios, por lo que no había nada previsto para este caso concreto. Pero se contaba con una buena expe-riencia de lo ocurrido en incendios anteriores.
En 1991 hubo un gran incendio que afectó a más de cien hectáreas de pino carrasco.
Siguiendo los procedimientos habituales en estos casos se procedió con rapidez a la corta y saca del arbolado (unos 80 a 100 metros cúbicos por hectárea) y a la repoblación en el plazo más breve posible. Pero una vez iniciados los traba-jos de ahoyado hubo que detenerlos porque no era fácil encontrar un trozo de suelo en donde meter la azada que estuviera libre de plántulas de pino y rebrotes de encina. Tras pasar unos pocos años se puede estimar que el número de plantas de pino por hectárea puede ascender a más de 10.000, llegando en algunos lugares a más de 100.000. En las zonas más fértiles los pinos han alcanzado los 3 metros de altura y han empezado a diferenciarse, pero muy lentamente. Inicialmente se recibió con alegría este "rega-lo" de la naturaleza. Pero pronto se comprendió que era un regalo envenenado. El aspecto actual de estos jóvenes pinares es el de una masa com-pacta, impenetrable, en donde el riesgo de extenderse un incendio sin control es muy alto. En una pequeña parcela se ha procedido a realizar una clara y selección de árboles reduciendo la densi-dad a unos mil pies por hectárea. Pero los costes de esta operación son tan elevados que resulta imposible extenderla a la mayor parte del pinar.
Por este motivo tras el incendio de junio de 2004 se estudió la posibilidad de cambiar de estrategia, siguiendo los criterios de gestión pró-xima a la naturaleza.
Como en casos como este es posible lograr una buena regeneración natural o al menos un buen nivel de subvenciones, el verdadero pro-blema que se le planteaba al propietario vendría unos años más tarde, tal como ocurría ya en la parte quemada en 1991. Por esta razón se deci-dió estudiar la aplicación de un sistema diferente, en sintonía con los criterios esbozados en el Plan de Gestión.
GESTION REALIZADA
En primer lugar se realizó un seguimiento semanal de la reacción del bosque quemado, antes de tomar ninguna decisión precipitada. Esto era especialmente importante por la época tan temprana en la que había pasado el fuego. Se temía en particular que las frondosas del sotobos-que, que acababan de echar las hojas no tuvieran reservas suficientes para un buen rebrote. Igualmente no se podía prever fácilmente la reac-ción de los pinos que habían sufrido el golpe de calor pero no las llamas. Además el periodo de sequía estaba siendo inusual (Figura 1) y podía convertirse en un factor limitante de importancia. Se estudió en particular el estado del soto-bosque. Este era rico y variado en la mejor estación, con una presencia destacada de fresnos (Fraxinus angustifolia). Aunque se trata de una
zona de ladera, la proximidad del río que propor-cionaba una suministro constante y abundante de semillas, y las condiciones microclimáticas del pinar habían favorecido se extensión. En los mejores casos, en pequeños huecos del pinar se encontraban algunos ejemplares que alcanzaban los 5 metros de altura. Aunque murieron en pocas semanas, nos daban una indicación del potencial que podían tener, si se conservaba el ambiente forestal en que habían crecido.
Pero ¿cómo hacerlo si los pinos estaban muertos o moribundos? Algunas mediciones puntuales nos confirmaron lo que nuestros sen-tidos nos indicaban. En ese verano la temperatura en el interior de la zona quemada era entre 4 y 8 grados inferior a la de las zonas abiertas inmediatas. Aunque el sistema biológi-co estaba temporalmente roto los tronbiológi-cos y ramas seguían ofreciendo una clara protección con su sombra.
Por otra parte se hizo un seguimiento al potencial de rebrote. A los diez días la mayoría de los fresnos habían rebrotado justo por debajo del cuello de la raíz. A los veinte, con algo de retraso, lo habían hecho la mayoría de los olmos y otras frondosas. La reacción de las encinas se notaría con más retraso y menos vigor. El estado de los brotes era vigoroso, con crecimientos de más de 5 cm a la semana. La observación nos indicaba además que muchos de estos brotes
Figura 1. Precipitaciones medias y en el momento del incendio y semanas siguientes
Precipitaciones en la estación de Puente la Reina
0 10 20 30 40 50 60 70
enero
febrero marzo
abril may
o
junio julio
agosto
septiembre
octubre
no
viembre
diciembre
media anual de precipitaciones precipitaciones 2004
provenían a su vez de otros brotes y no de plan-tas de semilla: las corplan-tas de 1991-2 habían destruido prácticamente todo el sotobosque que se había ido acumulando en los 30 años anterio-res, pero que había rebrotado aprovechando la reducción de la cubierta.
Aunque la idea de sustituir un monte alto de coníferas por un monte bajo de frondosas pudie-ra parecer un retroceso según el papudie-radigma de la selvicultura del siglo XX, en realidad se manifes-taba como una fase muy interesante para lograr el objetivo del Plan de Gestión de conseguir masas mixtas y heterogéneas. Lo que parecía ser en principio una catástrofe y un fracaso selvíco-la se convertía en una oportunidad y un reto.
El otro objetivo de interés era reducir como fuera la regeneración de pino carrasco. No se deseaba repetir el efecto de la regeneración masiva que se estaba sufriendo en otras partes de la finca. Se sabe que con la capacidad de regeneración de esta especie tras un incendio este riesgo era muy elevado. Por este motivo se decidió evitar la remoción del suelo que pudiera favorecer la instalación de las semillas de pino. Aunque una corta cuidadosa hubiera hecho posi-ble evitar muchos daños, el escaso valor de la madera no lo hacía factible.
Así que por varios motivos (conservación del micloclima, restricción del movimiento del suelo que favorecería la erosión y la instalación masiva del pino, conservación de los rebrotes tiernos y frágiles de las frondosas...) se decidió conservar toda la cubierta de pinos quemados.
Solamente en una pequeña franja de fuerte impacto visual, en la que era fácil extraer los pinos quemados, se procedió de otra manera: corta y saca del árbol entero, con posterior plan-tación de frondosas.
El objetivo de conservar la madera quemada iba a favorecer además el mantenimiento de la biodiversidad. Su reducción natural paulatina, con caída progresiva de ramillas, ramas, copas y troncos... iba a permitir incrementar lentamente la luz disponible. Entretanto no solamente se mantenía unas condiciones más favorables para las frondosas, sino que estas podían "animarse" a crecer en altura.
Para poder tener una evaluación más com-pleta del rebrote con el que se contaba y evitar deformaciones de los rebrotes, se procedió a cortar los tallos quemados. Esta labor se realizó antes de transcurrir un mes desde el fuego. El conteo consiguiente mostró una media de unos 400 rebrotes por hectárea, dos tercios de los cua-les corresponden a fresnos.
EVOLUCION POSTERIOR
Transcurridas cuatro meses del incendio, y ya finalizando el periodo vegetativo, se procedió a la medición de una muestra de los fresnos (Gráfico 1).
Se midió la altura del brote más alto de cada cepa, resultando que casi una de cada cinco
tení-Gráfico 1. Altura de los fresnos 4 meses después del incendio, en porcentaje sobre el total de pies medidos
Distribución de alturas de los rebrotes de fresno
(incendio 17/06/2004, medición 12/10/2004)
29,50%
15,50%
12%
4%
2% 37%
0% 5% 10% 15% 20% 25% 30% 35% 40%
26-50 51-75 76-100 101-125 126-150 > 150 cm
an más de un metro de altura y los dos tercios superaban el medio metro (Foto 1).
Entretanto la vegetación arbustiva había aparecido pero sin alcanzar estas dimensiones. No solamente se había logrado un regenerado de especies interesantes, sino que no sería necesa-rio realizar limpiezas en años sucesivos.
En 2006 se procedió a la selección de los brotes, dejando únicamente el más vigoroso. Aunque la vegetación competidora se ha des-arrollado con fuerza los fresnos mantienen sus copas por encima.
Algunos pinos han empezado a caer, pero los troncos muertos todavía constituyen una pro-tección relevante. Después de tres estaciones vegetativas la cubierta sigue marcando las con-diciones microclimáticas (Foto 2).
Por otra parte la regeneración de pino ha comenzado a hacerse presente, pero de manera puntual. Al no haberse removido el suelo y haber tenido las frondosas la oportunidad de rebrotar los pinos tienen más dificultades y peores condi-ciones de desarrollo. El número de plantas que logran superar estos obstáculos es pequeña y su presencia en el futuro bosque será más reducido, mayor en la estación más pobre y como acompa-ñante secundario en la más fértil. Todo ello confirma lo adecuado de las medidas adoptadas. El impacto paisajístico ha sido asumido fácil-mente por ahora, con algunas medidas de actuación en las zonas más visibles y, sobretodo, por la comprensión de los propietarios del carác-ter de esta experiencia. Como se ha iniciado ya la
caída natural de los pinos secos, se hace preciso tomar algunas medidas de seguridad, por lo que se reducirá durante un periodo de varios años al mínimo las intervenciones en el interior y se ape-aran los pies que puedan provocar daños.
Por último, se temía la posible aparición de un foco de plagas al quedar tantos árboles muer-tos sin extraer. Se consideró en su momento que este era un riesgo aceptable, porque en las inme-diaciones solamente se encontraban pinares de carrasco de escaso valor y de la misma propiedad.
Se ha observado la muerte de árboles que no habían sido afectados directamente por el incen-dio, posiblemente por ataques de insectos. El número de pies afectado es de una treintena, es decir que los daños del incendio se han incre-mentado por las posteriores plagas en aproximadamente un 1%, un efecto totalmente asumible y de escasa relevancia. Se puede des-tacar que la mayor parte de estos árboles se encuentran además en las inmediaciones de la zona que fue cortada y extraída, mientras que en la zona de contacto entre la masa quemada y no extraída con el pinar vivo no se han notado daños de importancia.
CONCLUSIONES
Es pronto, evidentemente, para hacer un balance de estas actuaciones. Los resultados actuales son prometedores y el coste de ejecu-ción ha sido mínimo.
Foto 1. Al final de la estación vegetativa los mejores
fres-nos han superado los 150 cm de altura
Foto 2. Veintiséis meses después del incendio las copas
La aplicación de criterios de gestión próxi-ma a la naturaleza, especialmente en cuanto a la conservación de la cobertura, incluso muerta, o el aprovechamiento de las dinámicas naturales para los objetivos propios, se ha manifestado como posible y práctica. Las principales dificul-tades se encuentran en la aceptación de formas de gestión inhabituales o que dejan un aspecto de "naturaleza" descuidada.
BIBLIOGRAFÍA
GARITACELAYA, J.; 2000. Plan de Gestión del Monte del Señorío de Sarría. BASARTEA. Pamplona