Cercados por una dolencia incapacitante, sus vidas pasaron
a pender de un hilo muy particular: la bondad de un tercero
que decidiera donar un órgano propio o el de un familiar fallecido.
Cinco testimonios obligan a una reflexión sobre el tema
Teresa De Vincenzo/
FotograFía roberTo MaTaTrasplantados
RobeRto ViloRia | 43 años | Ingeniero
trasplantado de córnea en el ojo izquierdo | Donante: desconocido | Fecha del trasplante: 1989 “Cuando tenía 8 años me golpeé
con un matero recién abonado. La tierra me cayó en el ojo y me provocó una infección. a los pocos días me llevaron al oftalmólogo: un hongo estaba empezando a comerse la córnea”.
“Había que eliminar el hongo, pero sacrificando la visión. De niño pasé por varias cauterizaciones y recuerdo haber estado en cuidados intensivos. Me quedó una nube en el ojo izquierdo”. “Para acceder al trasplante de córnea tenía que esperar la pubertad y el desarrollo. Ya en la universidad se planteó la posibilidad real de la operación”. “aunque no tengo una visión al 100%, puedo leer. Y lo mejor es que recuperé los reflejos del lado izquierdo. Cuando se pierde la visión de un ojo, todo lo que ocurre de ese lado no se percibe”.
“Uno pregunta por el donante por curiosidad, pero esa
información, por razones legales, nunca está disponible. No sé si era hombre o mujer, adulto o joven. Sólo sé que ahora veo a través del ojo de otro”.
“Hay gente que quiere preservar los restos de su deudo, pero pienso que no tiene sentido apegarse a un cuerpo que de una u otra forma se va a deteriorar. ayudar a otro me parece más válido. Donar es un acto de suprema nobleza”.
“En 1999, durante una operación de vesícula, los médicos cortaron mis conductos biliares. Ese error dañó mi hígado y derivó en una cirrosis hepática”.
“Varias veces al año sufría crisis hepáticas con fiebre, infecciones, ictericia y debilidad extrema. Dependiendo del malestar, seguía un tratamiento con antibióticos o me hospitalizaba. así pasé siete años”.
“Cuando el médico sugirió
el trasplante yo no lo podía creer. No me lo esperaba tan rápido. Enseguida me pregunté: ‘¿cómo le hablo a mis hermanos de la donación?’. Yo soy la mayor… y no quería que alguno de ellos sufriera un daño por mi causa”. “Somos seis hermanos y siempre hemos sido muy unidos. Vianney, quien finalmente resultó la donante, me dijo: ‘ya lo resolvimos. Quien va a donarte el lóbulo soy yo. Lo decidí’.
Mi agradecimiento hacia ella no tiene medida”.
“El hígado trasplantado ya creció en mi cuerpo. a mi hermana
le quitaron un lóbulo en la proporción necesaria para mí y ya se le regeneró. El cuerpo es noble y maravilloso”. “Estoy comprometida con esta causa. Cada persona trasplantada, dentro de sus posibilidades, tiene que colaborar y dar su testimonio: sí es posible volver a vivir bien y hay médicos preparados y dispuestos a ayudar. Eso se tiene que saber”.
CaRmen elena muñoz | 49 años | odontóloga
“Soy diabética desde los 14 años. a los 27, después de mi embarazo, se agudizó mi problema renal. Estuve dializándome durante cinco años, pero nunca me resigné: averigüé sobre la posibilidad del trasplante y me anoté en una lista de espera”. “La primera vez vendí todo y reuní el dinero necesario para
trasplantarme en Colombia. Cuando me llamaron estaba en muletas, porque me había fracturado una pierna: mis huesos se estaban desmoronando por la diálisis”. “Lo mejor del trasplante es poder orinar. ahora, cada vez que voy al baño, le doy gracias a Dios. Y cuando no orino empiezo a tomar agua para que me den ganas… uno queda marcado”.
“Cuando el riñón trasplantado empezó a fallar lloré muchísimo. Pero enseguida pensé en operarme otra vez. Durante el segundo trasplante me dije: ‘que esta vez sea para toda la vida’. Y de nuevo me entregué”.
“Uno como paciente tiene miedo: a la intervención, a morir
en el proceso, a las complicaciones. Pero siempre digo: ‘¿qué es peor que estar en diálisis?’”.
“Le agradezco a la familia que aceptó donar el riñón de su hijo en un momento tan doloroso. Ese fue un acto de solidaridad único. Si los conociera, no tendría cómo pagarles”.
DéboRa aRéValo | 45 años | Periodista
“Desarrollé una enfermedad crónica terminal por un problema congénito renal que se manifestó en la infancia. Cuando los dos riñones dejaron de funcionar necesité diálisis para mantenerme con vida”. “Conectarse a una máquina significa apartarse de todo. La diálisis es una etapa gris de la vida: es como estar en tinieblas. No sabes si vas a salir de allí”.
“Cuando el médico me dijo que la única salida era el trasplante, inmediatamente mi mamá
se ofreció como donante. Ella sufría mi condición tanto como yo”. “Hoy me siento más apegado a mi madre. Nos quedó una conexión muy profunda. Siempre quiero compartir con ella. Siento que la necesito más a mi lado. No tengo forma de agradecerle tanta entrega”.
“El trasplante no es
un procedimiento tenebroso o clandestino: es un acto médico riguroso y específico, realizado por especialistas y entre personas compatibles. Hay que detener las informaciones prejuiciosas y negativas”.
“Los ángeles no necesitan órganos en el cielo, sólo almas. Creo que Dios estaría contento de que
una persona, antes de morir, ayudara a vivir a un enfermo terminal”. FRanCisCo ValenCia | 36 años | relacionista público
“La cirrosis hepática me debilitó. Durante tres años viví acostado, a punto de desfallecer. Perdía el conocimiento… no podía trabajar. Escuchar la palabra trasplante fue como una bendición:
de eso dependía mi estado de salud”.
“Sólo sé que el órgano que me tocó era de un muchacho que murió en un accidente. todos los días le agradezco a Dios y a los familiares del donante por este hígado sano. De no ser por ellos, no estaría contándolo”.
“Mi vida cambió: camino, subo al Ávila... Me siento excelente. Mis planes son trabajar y vivir intensamente”.
“Estoy en tratamiento de por vida, pero eso no importa, porque respiro. tengo una vida nueva… nuevecita. Volví a nacer”.
“La familia es fundamental
en estos casos. Mi esposa y mis hijos me dieron todo el apoyo del mundo y hoy me cuidan y están pendientes de mí. Siento que he podido superar el proceso gracias a ellos”.
“gracias al trasplante he aprendido la lección del amor y la solidaridad. Los que son capaces de donar un órgano para que un enfermo pueda curarse están haciendo algo aleccionador”.
antonio Rangel | 59 años | Comerciante