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No tener hijos, de opción a deber

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F E B R E RO 2 0 2 2 | Nº 2

WWW.ACEPRENSA.COM

Posliberalismo: por qué las derechas no se entienden

Entrevista a Enrique García-Máiquez

A toda velocidad hacia el enfrentamiento con Roma

No tener hijos,

de opción a deber

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Con el patrocinio de:

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ACEPRENSA 2022

ÍNDICE

Director Rafael Serrano Redactor jefe Juan Meseguer Edición

Fundación Casatejada Ilustración de portada Carlos Alejandro Falco Impresión

Centro Gráfico Alborada

Depósito Legal M. 35.855-1984 ISSN

1135-6936

Se distribuye por suscripción.

Se pueden adquirir los derechos de reproducción mediante acuerdo por escrito con Aceprensa C/ Núñez de Balboa, 125, 6º A 28006 Madrid (España) +34 91 235 72 38 hola@aceprensa.com 6 En portada

No tener hijos, de opción a deber Lucía Martínez Alcalde

10 Política

Posliberalismo: por qué las derechas no se entienden Juan Meseguer

14 Ciencia

Los tests prenatales fallan Luis Luque

16 La Entrevista Enrique García-Máiquez Álvaro Sánchez León

22 Cultura

Severos con el pasado, acríticos con nuestro tiempo Luis Daniel González

25 Religión

A toda velocidad hacia el enfrentamiento con Roma José M. García Pelegrín

28 Arte

El telar de Vivian Suter Mercedes Sierra

34 Libros - Literatura Hermanito

Luis Daniel González La Señora March Reyes Cáceres Molinero El valle de los arcángeles Alberto Portolés Viaje de invierno Javier Moreno Pedrosa Yo, Tituba, la bruja negra de Salem Reyes Cáceres Molinero Metropol

Adolfo Torrecilla Una casa llena de gente Patricio Sánchez-Jáuregui

38 Libros - Ensayo Historia mínima de la Biblia Josemaría Carabante El siglo de la soledad Patricio Sánchez-Jáuregui El mal dormir

Adolfo Torrecilla Anestesiados No-cosas

Vicente Bellver Capella La moda justa

Helena Farré Vallejo Después del muro Cristóbal González Puga

49 Escriben en este número 42 Cine

CODA: Los sonidos del silencio Ana Sánchez de la Nieta Licorice Pizza

Alberto Fijo Noche de fuego Claudio Sánchez

Múnich en vísperas de una guerra José M. García Pelegrín Competencia oficial Ana Sánchez de la Nieta Muerte en el Nilo

Juan Orellana Un amor intranquilo Claudio Sánchez

46 Series Schmigadoon!

Claudio Sánchez Todas las criaturas grandes y pequeñas Jerónimo José Martín Los misterios de Laura Marta Hernández 5 Presentación

Rafael Serrano

ÍNDICE 3

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ACEPRENSA 2022

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ACEPRENSA 2022

Rafael Serrano Director

En la presentación del primer número de la edición impresa, nuestro Director General, José María Román, invitaba a los suscriptores a comunicar sugerencias para mejorarla. La petición ha recibido una generosa respuesta, y es justo que demos las gracias.

La revista inaugurada en enero ha tenido, en general, muy buena acogida.

Han sido numerosas las expresiones de aliento, junto con observaciones –algu- nas de forma y otras de contenido– que hemos procurado tener en cuenta.

No dejen de seguir enviando comentarios, que agradecemos mucho: la re- vista está en sus comienzos, y aún necesita cambios, que esperamos acometer contando también con las ideas de los lectores.

Espero que de este número gusten, sobre todo, los temas elegidos, que reco- gen temas centrales del debate público actual. Abrimos con un reportaje sobre el fenómeno de quienes deciden no tener hijos, no ya por preferencia personal, sino como un imperativo ético, por la humanidad o por el planeta: un deber paradóji- co, pues no es universalizable. Sigue un análisis sobre una derecha posliberal que insta por responder al otro bando de la batalla cultural empleando los recursos del poder, toda vez que, a su juicio, el Estado ha perdido la neutralidad y sirve de palanca para otras causas.

La entrevista del mes es con el poeta Enrique García-Máiquez, que tiene una idea fuerte de la cultura. La obra de Vivian Suter es el tema del reportaje sobre arte. Las pruebas prenatales que alarman a los padres con falsos positivos de deficiencias en el hijo; el valor de las obras clásicas para no quedar encerrados en los prejuicios contemporáneos; el avance del camino sinodal alemán hacia el choque con Roma, son otros asuntos de este número.

Como siempre, las reseñas de literatura y de ensayo dan pistas para elegir las lecturas del mes. En la sección de cine vuelven a aparecer películas con buenas posibilidades de ganar Oscars, y en las tres series seleccionadas se ve una clara variedad de géneros.

Ahora, disfruten de la revista. Cordialmente, PRESENTACIÓN

PRESENTACIÓN 5

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por Lucía Martínez Alcalde

NO TENER HIJOS, DE OPCIÓN A

DEBER

Sophia tiene 19 años, estudia Co- municación en Canadá y, cuando Suzy Weiss habló con ella para su artículo “First Comes Love. Then Comes Sterilization” en Com- mon Sense, acababa de conseguir su cita con un doctor para que la esterilizara. ¿Sus motivos? Quiere viajar por el mundo y visitar to- dos los continentes y ya sabe que nunca querrá tener hijos.

Rachel Diamond se ligó las trompas hace medio año. Había crecido pensando que algún día formaría su propia familia pero, tras un giro progresista en su for- mación y acudir a una psicóloga que le hizo ver el trauma infantil que sufría, llegó a la conclusión de que nunca tendría hijos.

Entre las jóvenes entrevista- das por Weiss también hay quie- nes aducen otros motivos: Isabel tiene 28 años y se autoproclama antinatalista; es decir: no solo es una orgullosa childfree, sino que

tamaño de la población mundial”, escribía una colaboradora en el Huffington Post.

Existe una tendencia entre los veinteañeros a creer que los hu- manos somos el problema, según explica, en el artículo de Weiss, Clay Routledge, un psicólogo de la North Dakota State University, no solo en el sentido de que con- taminemos los océanos y man- demos basura al espacio, sino de que hay algo inherente en noso- tros que nos vuelve incapaces de hacer las cosas mejor.

Otras veces los motivos se en- tremezclan: en el Huffington Post una mujer confesaba su preocu- pación por el cambio climático, pero también hablaba de la falta de apoyo del gobierno de Estados Unidos y del miedo a cómo iba a afectar la maternidad a su carre- ra. Están también quienes alegan no haber encontrado a la persona adecuada, problemas económicos piensa que “es moralmente malo

traer niños al mundo” porque van a sufrir.

Motivos

Desigualdades sociales, racismo, delincuencia, pobreza, miedo a transmitir una enfermedad…

son algunas de las razones que se esgrimen para renunciar a la descendencia pensando en el su- frimiento del hipotético niño. Y la crisis climática. En este último punto, dependiendo de las pos- turas, el niño que no se quiere que nazca se ve, en algunos ca- sos, como víctima de un mundo apocalíptico o, en otras ocasiones, como verdugo del planeta. “Mu- cha gente piensa que tener niños es su deber, pero para mí es justo lo contrario. Creo que mi respon- sabilidad es no tener niños, como parte de un esfuerzo colectivo para responder al insostenible EN PORTADA

La esterilización parece estar convirtiéndose en una opción planteable para asegurarse una existencia childfree. El miedo a perder la libertad, las dificultades

económicas o la preocupación por el medioambiente son algunos de los motivos que se esgrimen para no tener hijos. Entre los childfree también se encuentran

quienes no solo pelean para que su elección vital se respete, sino que intentan convencer de que su

decisión es la moralmente correcta.

6 EN PORTADA

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ACEPRENSA 2022 EN PORTADA 7

o que tener hijos solo sirve para alimentar el sistema capitalista.

La esterilización como “acto de amor”

Un estudio reciente de Eliza- beth Marks y otros en The Lancet muestra que el 39% de la Genera- ción Z duda sobre tener hijos por el miedo a un colapso climático.

Otro, realizado por el Institute for Family Studies, refleja que el de- seo de tener niños entre los adul- tos ha descendido un 17% desde el comienzo de la pandemia. Una encuesta de Funcas recogía que el 12% de los millennials aseguraban que no tendrían descendencia.

En este caso los motivos que es- grimían no parecían tan altruistas como en algunos de los ejemplos anteriores: los hijos “dan mu- chos problemas” (70%), “limitan mucho el tiempo libre” (67%), y

“se necesitan muchos ingresos”

(64%).

Los medios de comunicación reflejan –y, en ocasiones, parecen promover– esta tendencia. El País ha publicado en los últimos años artículos con titulares como “La soledad de la pandemia impulsa un ‘boom’ de mascotas y un mer- cado multimillonario en Brasil”,

“Tener un segundo hijo deteriora la salud mental de los padres” o

“No tuve hijos para no atarme y ahora tengo que cuidar de mis pa- dres”. Por su parte, The Guardian tiene desde 2020 una categoría de artículos titulada “Childfree”.

El deseo de esterilizarse no está creciendo solo entre las mu- jeres. En Estados Unidos, aunque no hay datos oficiales, varias clíni- cas que realizan vasectomías han visto un aumento de su clientela.

Desde las clínicas y desde algu- nos estados se está haciendo una importante campaña para fomen-

tar las vasectomías, incluso con alguna propuesta descabellada que pretende conseguir que todos los hombres tras el nacimiento de su tercer hijo o al cumplir los cuarenta se sometan a la opera- ción. “Un pequeño corte para el hombre, un salto gigante para la humanidad”, o “La vasectomía es un acto de amor” son algunos de los lemas utilizados por las clí- nicas. “La vasectomía no te aleja de tu masculinidad, sino que de hecho te hace ser un hombre me- jor”, afirma uno de los doctores volcados en estas prácticas.

los 18 y los 24 años lo experimen- taban tan fuerte que solicitaban información sobre operaciones de reversión de la ligadura de trom- pas dentro de los catorce años si- guientes al procedimiento.

Del “yo no quiero tener hijos”

al “y tú no deberías tenerlos”

En un comentario en el Institute for Family Studies sobre el libro Selfish, Shallow and Self-Absorbed:

Sixteen Writers on the Decision Not to Have Kids, Julia Shaw analiza- ba los motivos que los escritores aportaban. Partiendo de las histo- rias personales, el conjunto de en- sayos defendía que la elección de no tener hijos no solo era respeta- ble sino también digna de admi- ración. El año pasado, la organi- zación Population Matters otorgó un premio al príncipe Harry y a Meghan Markle por su decisión de no tener más de dos hijos para cuidar el planeta, porque “son un modelo a seguir para otras fami- lias”, según la portavoz de la ins- titución.

Esta especie de moralismo an- tinatalista suele catalogar a quie- nes tienen hijos como egoístas:

por preocuparse solo de dejar un legado en el mundo, por tener hi- jos propios cuando hay niños a los que adoptar, por no pensar en el planeta, etc.

Los autores de Selfish, Shallow and Self-Absorbed quizá tienen ra- zón en un punto: “Nadie posee el monopolio del egoísmo”. Uno puede tener hijos por los motivos equivocados: pensando solo en su propia autorrealización, en mar- car un check más en su lista, en dejar su huella en el mundo… Sa- bemos que los hijos no son para eso, pero en los últimos años la visión de la maternidad y la pater- nidad parece haberse desplazado Pero las esterilizaciones pue-

den tener serios efectos secunda- rios que parece que no se tienen en cuenta al promocionarlas con ligereza, como si fueran un modo más de anticoncepción y como si no conllevaran riesgos.

Un informe de 2015 de la Or- ganización Mundial de la Salud afirmaba que el 20% de las muje- res esterilizadas siendo jóvenes se arrepentían de su decisión. Un ar- tículo del Institute for Family Stu- dies que recogía diversos estudios señalaba que el arrepentimiento entre las mujeres jóvenes era más profundo y doloroso. Cuatro de cada diez chicas esterilizadas entre

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ACEPRENSA 2022 8 EN PORTADA

hacia una mirada adultocéntrica donde habría que preguntarse si estamos teniendo hijos para no- sotros (para colmar nuestros an- helos y expectativas) o por ellos mismos; y, del mismo modo, si estamos dejando de tenerlos por ellos (pensando en el hipotético bien del hipotético hijo) o por no- sotros (nuestra comodidad, nues- tros planes, nuestra libertad…).

Vivir para otros

Pero tampoco se puede concluir que “ser padre es tan egoísta como no serlo”, como defendió Aloma Rodríguez en The Objecti- ve. Importan los motivos y la in- tención, sí, pero hay algo más.

En un artículo publicado en Plough, con el título “The Case for One More Child. Why Large Families Will Save Humanity”, Ross Douthat confiesa que puede entender y ver cierta coherencia en los childfree que lo son por el miedo al impacto climático de la superpoblación (aunque le pare- ce un enfoque equivocado para afrontar la crisis del medioam- biente), pero le plantean serias dudas quienes renuncian a la pa-

ternidad por el bien de su descen- dencia. “La humanidad ha per- sistido porque la gente ha tenido niños bajo circunstancias radical- mente difíciles: en medio de ham- brunas, guerras y miseria en una escala que nosotros no podemos ni imaginar”, escribe.

En su artículo, Douthat reco- ge algunos de los efectos desde un punto de vista pragmático que trae consigo una sociedad con una población que decrece por la baja tasa de nacimien- tos: menor crecimiento econó- mico, menos emprendimiento, esclerosis en las instituciones públicas y privadas, mayor des- igualdad. Como efectos a más largo plazo: “La disminución de los lazos sociales [...]; la fragili- Según una idea que

se ha extendido, la elección de no tener hijos no solo es respetable, sino también digna de admiración

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ACEPRENSA 2022

“La humanidad ha persistido porque la gente ha tenido niños bajo circunstancias radicalmente difíciles”

(Ross Douthat)

EN PORTADA 9

dad de una sociedad en la que los vínculos intergeneracionales pueden ser cortados por una enemistad o un fallecimiento; la tristeza de la gente joven en una sociedad que se encorva hacia la gerontocracia; la creciente sole- dad de los mayores”.

Pero, más allá de los motivos prácticos por los que la natalidad es loable, Douthat defiende que criar unos cuantos niños (él y su mujer tienen cuatro) “es la forma de vida que te empuja hacia la kenosis, el autovaciamiento, la ex- periencia de lo que significa vivir enteramente para alguien que no seas tú mismo”. Y esto te arroja en la orilla opuesta al egoísmo.

Fascinación por las familias numerosas

Como resalta Douthat también en su artículo, “la cultura popular manifiesta al menos tanta fascina- ción por las familias numerosas como por los miedos a la super- población”, refiriéndose al éxito de mamás blogueras e instamamis con miles de seguidores.

Loreto Gala –27.000 segui- dores en Instagram– acaba de dar a luz a su cuarto hijo y es la creadora de una tendencia que ha denominado austerismo, un mo- vimiento que, según ella misma describe en su web, está basado en la austeridad. “Es la virtud a través de la cual hemos aprendido a gestionar los recursos que ya te- nemos con sentido común, senti-

do social y previsión. Empezamos a darle el valor que corresponde a las cosas, un cuidado responsable en orden al bien común”. En su vida el cuidado del entorno y de su familia numerosa se entrelazan sin chocar, es más, forma todo parte de una manera de vivir.

“Si repasas los tips más clá- sicos de ‘Cómo ser ecológico en casa’ o ‘Enseña a cuidar la ecolo- gía en familia’, verás cómo todas las familias numerosas se debe- rían llevar los premios eco friend- ly”, afirma Mar Dorrio, que suma ocho mil seguidores en su cuenta de Instagram Why not twelve?, en un artículo publicado en Aleteia. Y enumeraba algunos de esos pun- tos desde su experiencia como madre de doce hijos: dar a los objetos una segunda vida (her- manos que heredan de otros her- manos); ahorro de agua (“Nada es más motivador para acelerar el ritmo de la ducha que los gritos de ‘¡Necesito entrar!’”); no poner la lavadora ni el lavaplatos a me- dia carga…

Mientras algunos presentan como motivación para su vida childfree que su hipotética des- cendencia pudiera sufrir (o agra- var) la situación medioambiental, otros entienden que pensar en el futuro de sus hijos supone un es- tímulo para hacer las cosas mejor.

Lucie Brown, madre de dos niños y activista climática, contaba al Huffington Post: “Tal vez tener hi- jos y experimentar esta preocupa- ción y este miedo por el futuro es lo que me ha motivado a encon- trar en mí y en una comunidad de otros padres el poder decir que podemos –y debemos– cambiar el sistema en el que estamos vivien- do”. Una idea similar se repre- sentaba en un anuncio de Erste Group la pasada Navidad bajo el lema #ibelieveintomorrow.

Los niños no son “vampiros”

Abundan también los testimonios de personas que tras una época de tener muy claro que no que- rían hijos en su vida, cambiaron de opinión. Christopher Kaczor hablaba hace unos años en First Things sobre “el mito de los ni- ños vampiros”: siempre había pensado que eran una sangría (económica y emocional) y que acababan con tus sueños, que chupaban la vida de sus padres.

Pero cuando su mujer y su prime- ra hija estuvieron a punto de mo- rir en el parto, su planteamiento cambió.

Las familias numerosas son una escuela de conciencia ecológica:

reutilizan objetos que pasan de hermano a hermano, limitan el consumo…

El anhelo de ser padres, ade- más, lejos de ser una imposición social, es un deseo natural que se da por cómo estamos diseñados.

Jaume Vives contaba en El Debate que “la paternidad es una irres- ponsabilidad porque cuando en- gendramos un hijo adquirimos la responsabilidad de acompañarlo, y nunca se está preparado para ello. Pero [...] es una irrespon- sabilidad necesaria [...] porque necesitamos darnos, morir, tras- cender y, si nuestro corazón es normal, necesita dar amor”. Ade- más, añadía, la paternidad tam- bién enseña: “Tener hijos ayuda a sentar criterio, ayuda a ver la realidad con mucha más claridad [...]. Un hijo es una bofetada de realidad. [...] y eso, quizá, nos ayude a ser unos padres más res- ponsables”.

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ACEPRENSA 2022

por Juan Meseguer

POSLIBERALISMO:

POR QUÉ LAS

DERECHAS NO SE ENTIENDEN

En Estados Unidos va tomando cuerpo una corriente de pensamiento cuyos principales ideólogos han bautizado como “posliberalismo”. Estos intelectuales conservadores abogan por usar el poder político a favor de lo que

consideran que es el bien común. Sus ideas ayudan a comprender el cambio profundo que se está gestando en las derechas de otros países.

Los posliberales traen un gran reproche: en su opinión, los con- servadores están perdiendo la batalla de las ideas frente al pro- gresismo cultural –la visión moral de la izquierda– por culpa del li- beralismo. El resultado es un or- den social y político donde cada vez resulta más difícil prosperar económicamente y buscar la vida buena.

¿Por qué dicen que la culpa es del liberalismo? Por tres motivos:

Primero, porque la alergia del liberalismo económico al inter- vencionismo estatal ha privado a los conservadores de un recurso valiosísimo en esa batalla: el po- der político.

Segundo, porque los postu- lados antropológicos que defen- dieron los teóricos del liberalismo clásico han minado por dentro las causas conservadoras.

Y tercero, porque el liberalis- mo político contemporáneo ha

luz del contexto estadounidense.

Durante la Guerra Fría, la dere- cha se organizó en una coalición anticomunista que fusionó tres tradiciones distintas: conserva- dores, liberales en lo económico e intervencionistas en política exterior (neocons). De ahí sur- gió un paquete de posiciones que más o menos puede resumirse así: valores familiares, laissez faire y cruzadas prodemocracia en el extranjero.

Los posliberales creen que, con esa alianza, el conservadurismo ha salido perdiendo. Lo explica muy bien el ensayista Tanner Green: si los neocons lastraron la credibili- dad de los conservadores con las guerras de Irak y Afganistán, los neoliberales les negaron la posi- bilidad de usar el poder público para impulsar su visión moral.

“Esta es la verdadera causa de la consternación de la Nueva Dere- cha: los conservadores perdieron la guerra cultural, y esta derrota –sostienen– fue culpa de su propio bando. La izquierda nunca se pri- va de utilizar el Estado para hacer un mundo más woke, pero a no- sotros nunca se nos ha permitido responder de la misma manera”.

La frustración posliberal con el antiestatismo queda patente en la declaración “Against the Dead Consensus”, publicada en 2019.

Ahmari, Dreher, Deneen y el resto de firmantes –solo hay una mujer en una lista de 15, la arti- culista Julia Yost– reprochan a la vieja entente republicana el que se haya limitado a defender “de bo- quilla los valores tradicionales”, mientras el conservadurismo se desvirtuaba apoyando causas que le son ajenas.

establecido unas reglas de juego –la neutralidad del Estado– que, a juicio de los posliberales, incum- ple la izquierda.

El posliberalismo es una doc- trina en construcción. A perfilarla en EE.UU. están contribuyendo cuatro pensadores que empezaron a publicar el boletín The Postliberal Order el pasado noviembre: Pa- trick J. Deneen, Gladden Pappin, Adrian Vermeule y Chad Peck- nold. Fuera de este grupo, otros nombres destacados son: Sohrab Ahmari, Yoram Hazony, Rod Dre- her…, si bien mantienen diferen- cias entre ellos. En Reino Unido está dando que hablar el poslibe- ralismo de Adrian Pabst, partida- rio de una izquierda favorable a los valores familiares y religiosos.

Un consenso muerto

El primer motivo de crítica al li- beralismo se entiende mejor a la POLÍTICA

10 POLÍTICA

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ACEPRENSA 2022 POLÍTICA 11

Para reequilibrar las cosas, los posliberales se niegan a seguir proclamando como “dogmas”

conservadores ciertos principios liberales, como el Estado mínimo, el libre comercio o la libre circu- lación de personas. Y exigen al Partido Republicano que aprove- che el espacio abierto por Donald Trump y que se implique con más energía en la batalla cultural.

Nuevos aliados

En un artículo titulado “From Conservatism to Postliberalism:

The Right after 2020”, Gla- dden Pappin, redactor jefe de American Affairs y profesor aso- ciado de ciencias políticas en la

Universidad de Dallas, estira el argumento. En su opinión, “la vi- sión liberal del Estado como ga- rante de la paz y de las libertades individuales” no basta para mejo- rar las condiciones materiales de vida de los estadounidenses que se están quedando atrás ni para revertir la crisis de valores.

Para Pappin, la victoria de Trump en 2016 sugiere que hay una base importante de votantes

“a favor de una mayor interven- ción del Estado”, sea para orien- tar la producción económica con- forme al interés nacional, sea para poner freno a los efectos desinte- gradores del progresismo cultural en las familias. Ahora, la derecha debe decidir si recorre el camino

iniciado por ese republicano hete- rodoxo o si regresa a la ortodoxia del laissez faire.

En la práctica, optar por lo primero supondría forjar un nue- vo consenso en la derecha. Como explica en un reciente artículo Patrick J. Deneen, profesor de fi- losofía política en la Universidad de Notre Dame, la alianza estaría abierta a todos aquellos votantes que quieran “un orden político y social que se inspire en los viejos temas económicos de la clase tra- bajadora que en su día propuso la izquierda, y que quieran priorizar el uso del poder público para for- talecer las instituciones cívicas y familiares custodiadas por la de- recha”.

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ACEPRENSA 2022 12 POLÍTICA

No somos individuos autónomos

El segundo motivo del recelo conservador frente al liberalismo es más filosófico. Los firmantes de la declaración “Against the Dead Consensus” no se oponen al viejo consenso republicano solo por estrategia o cálculo polí- tico. Hay un motivo más profun- do: el rechazo a los presupuestos antropológicos que subyacen a la filosofía liberal y, sobre todo, ha- cia el que consideran el rasgo más nocivo del liberalismo: la “fetichi- zación de la autonomía”; el cul- to al individualismo extremo, sin otro límite que la prohibición de no dañar a otros.

Seguramente, el pensador posliberal que mejor ha abordado esta cuestión es Deneen. En su opinión, no vale decir que el li- beralismo contemporáneo ha dis- torsionado la tradición liberal clá- sica. Al revés, el problema –como explicó en su libro ¿Por qué ha fra- casado el liberalismo? (2018)– es que esta doctrina ha llevado a la práctica demasiado bien la visión del hombre en que se sustenta.

El liberalismo, dice Deneen, se presenta como una doctrina que deja en paz a los individuos, pues se limita a permitir que cada cual persiga su idea de vida bue- na. Pero lo cierto es que también

esta doctrina ha aspirado desde sus orígenes a transformar a las personas y a la sociedad, orien- tándolas hacia la autonomía sin límites. En sintonía con el comu- nitarismo, Deneen critica que la libertad haya llegado a ser sinó- nimo de emancipación respecto de cualquier tipo de vínculo, cos- tumbre, tradición… La paradoja es que ese individuo autónomo (y aislado) cada vez necesita más al Estado para llevar a cabo sus de- seos de liberación.

El periodista Sohrab Ahma- ri, ex jefe de opinión del New York Post y protagonista de un importante debate en el ámbito conservador cristiano (ver Ace- prensa, 26-07-2021), sugiere otra paradoja: el proyecto de emanci- pación libertario casa mal con la tolerancia liberal, porque la lógica de la autonomía absoluta lleva a buscar el asentimiento de quienes ven con malos ojos el permisivis- mo moral. Como dice en su ya célebre artículo “Against David French-ism”, los partidarios de la máxima autonomía argumentan así: “Para que podamos sentirnos plenamente autónomos, debes aprobar nuestras decisiones se- xuales (…); tu desaprobación nos hace sentir menos que plenamen- te libres”.

El posliberalismo ¿nos salvará?

Los diagnósticos de los poslibe- rales suelen añadir nuevas pers- pectivas a un debate público saturado de tópicos y dan que pensar sobre las debilidades del liberalismo, soslayadas a menu- do por sus muchos logros. Pero queda la duda de si el indivi- dualismo extremo y otros males que denuncian están tan ligados a una ideología concreta. ¿Nos

harían menos individualistas el nacionalpopulismo, el socialismo, el posliberalismo…? ¿De verdad debemos seguir esperando a que surja una ideología que salve a la humanidad?

En su ensayo ¿Por qué ha fra- casado el liberalismo?, Deneen po- nía el acento en la necesidad de desarrollar ciertos hábitos que renueven la cultura, la economía y la política: “No una teoría me- jor, sino mejores prácticas”. Lo que no impide que, con el tiempo, emerja de esas prácticas una filo- sofía mejor. Ahora, sin embargo, parece que Deneen ha volcado sus energías en la articulación política –estatismo incluido– de la visión posliberal. ¿Hasta qué punto se ha alejado de su proyec- to de promover formas de vida y comunidades que sean “faros de luz y hospitales de campaña” en medio de la polis?

Tampoco está claro que to- dos los males que ocurren dentro de las democracias liberales sean achacables al liberalismo. Quizá la clave está en lo que cada cual es capaz de construir por su cuen- ta y asociado con otros –y con una libertad envidiable, por cier- to– dentro de ese marco político que es el orden liberal. Richard J. Neuhaus (1936-2009), refe- rente intelectual del catolicismo estadounidense durante muchos años, apuntaba en esa dirección:

“La Iglesia debe proponer –in- cesantemente, audazmente, per- suasivamente, atractivamente. Si nosotros, que somos la Iglesia, no estamos haciendo eso, la culpa no es de la democracia liberal, sino de nosotros mismos”.

Falsa neutralidad

Esta objeción nos lleva directos al tercer motivo de queja de los Quizá la clave está en

lo que cada cual es capaz de construir por su cuenta y asociado con otros dentro de ese marco político que es el orden liberal

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posliberales: ¿somos todos igual- mente libres para pensar y vivir como queramos, dentro de los límites establecidos por la ley?

¿También en el espacio público?

¿Incluye esto a los creyentes?

Si hacemos caso al filósofo John Rawls (1921-2002), de las sociedades liberales caber esperar –como mínimo– dos cosas: flexi- bilidad para acomodar las distin- tas visiones del mundo y estilos de vida que compiten en el espacio público; y neutralidad por parte del Estado que, como un árbitro imparcial, se limita a garantizar que todos puedan participar en esas disputas “como ciudadanos libres e iguales”.

Pero esto es precisamente lo que cuestionan los críticos de esta versión tan idílica del liberalismo.

La neutralidad es un mito, porque el Estado liberal sí toma partido por determinadas visiones del mundo. Por ejemplo, cuando per- mite que en las escuelas públicas se inculque una visión de la fami- lia y la sexualidad contraria a la que los padres enseñan a sus hi- jos; o cuando las autoridades obli- gan, bajo la amenaza de multas, a una persona o a una entidad a actuar en contra de su conciencia o su ideario; o cuando se someten a un escrutinio especial las con- vicciones morales de los creyentes que aspiran a un cargo público, como si los no creyentes no las tuvieran, etc.

En estos casos, el Estado libe- ral incumple sus propias reglas, y el progresismo cultural –cada vez más militante– saca tajada. Has- ta hace poco, la respuesta de los conservadores ante estos dobles raseros era promover medidas que refuercen la protección jurí- dica de los derechos y libertades que el liberalismo promete de- fender: libertad de pensamiento,

de expresión, de conciencia…

En este sentido, urge tomarse en serio los recursos de que dis- ponen las democracias liberales para acomodar y hacer espacio a quienes tienen visiones del mun- do contrapuestas (ver Aceprensa, 30-09-2021).

Pero la derecha posliberal desconfía del sistema y no ve po- sible corregir esta situación con las reglas del liberalismo. Por eso reprocha al conservadurismo mainstream su actitud defensiva:

en vez de preocuparse por impul- sar su visión moral, dice Deneen en otro artículo, los conservado- res se empeñaron en defender el

“liberalismo bueno”; es decir, el que de verdad es neutral ante las distintas concepciones del bien y permite que todos vivamos razo- nablemente en paz.

Bien común y pluralismo Hasta aquí lo esencial del diag- nóstico de Deneen. Lo curioso es que, de pronto, adopta el papel de víctima y lamenta las críticas que le dirigen los conservadores mains- tream… a los que acaba de criticar:

los posliberales deben soportar, dice, “no solo la ira de los progre- sistas, naturalmente, sino también la de los ‘liberales clásicos’, los lla- mados conservadores que quizás son aún más agresivos en su opo- sición a un competidor del libera- lismo”. Pero ¿qué espera Deneen?

¿Que nadie le discuta su visión de lo que llama “conservadurismo del bien común”? ¿Podrá aceptar que otros conservadores o los progre- sistas de la facción que sea no com- partan su idea del bien común?

De nuevo, al leer al último De- neen, uno tiene la impresión de que se ha alejado del ensayo que le dio fama mundial. Si entonces de- cía cosas como “es justo reconocer los logros del liberalismo, y hay que rehusar el deseo de ‘volver’ a una época preliberal”, ahora conce- de muy poco. Y aunque el blanco principal de sus críticas es el rela- tivismo (a derecha e izquierda), surge la duda de si alberga reservas frente al pluralismo, como cuando se sorprende de que haya conser- vadores que apelan al “pluralismo de hecho” para no imponer algo por ley.

Hay que tener en cuenta que cuando los posliberales hablan de “utilizar el poder del Estado al servicio del bien común” mezclan varias cosas. Algunas medidas son muy parecidas –e incluso se que- dan más cortas– a las del Estado del bienestar europeo. Otras miran a las políticas de Viktor Orbán. Y otras son de nuevo cuño, con impli- caciones en el ámbito de los valores (ver Aceprensa, 10-02-2022).

Los posliberales quieren un orden social

y político donde sea más fácil progresar económicamente y buscar una vida buena

Y así erraron de pleno, a jui- cio de Deneen, pues cambiaron el noble ideal de ordenar la sociedad hacia el bien común por el “indi- ferentismo liberal”. Se centraron en reivindicar su derecho a existir y a discrepar, mientras se olvida- ron de promover su concepción de la vida buena. Entretanto, el progresismo cultural –que no tie- ne nada de relativista ni de neu- tral, pues persigue sus causas

“con una determinación feroz e inquebrantable”– no dudó en ha- cer avanzar su agenda.

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Unas historias han terminado así, felizmente, si bien con un daño psicológico innecesario para la gestante; otras han terminado en aborto. Y en EE.UU. preocupa sa- ber que varios TPNI, creados por empresas en la vanguardia tecno- lógica y para los que se emplea solo una pequeña muestra de san- gre de la embarazada, informan erróneamente de casos positivos un promedio del 85% de las veces que se realizan.

Los datos los aporta una in- vestigación efectuada por el New York Times (1-01-2022): para el síndrome de DiGeorge, en el que la ausencia de una parte del cro- mosoma 22 provoca anomalías cardíacas y bucales, los positivos del test Panorama (de la empre- sa Natera) han sido falsos el 81%

de las veces. En otros casos se ha fallado incluso más: el MaterniT 21 Plus (de LabCorp), para de- tectar el síndrome de Wolf-Hirs- chhorn (que causa convulsiones y discapacidad intelectual) ha dado

Una embarazada estadounidense se somete a un test prenatal no invasivo (TPNI) para detectar posibles enfermedades de la criatura. Poco después, una llamada del médico la noquea: su hijo padecerá un extraño síndrome con el que apenas logrará vivir unos días.

Totalmente derrumbada, no pega ojo esa noche y

considera ir a abortar al día siguiente. En la mañana, otra llamada: con una prueba diagnóstica real en la mano, el doctor le dice que el TPNI había arrojado un falso positivo. El bebé está sano.

por Luis Luque

LOS TESTS

PRENATALES FALLAN

un resultado equivocado el 86%, mientras que el ya citado Pano- rama, cuando se aplicó para des- cubrir la presencia de los síndro- mes de Prader-Willi y Angelman (convulsiones y dificultad para alimentarse), no acertó el 93% de las veces.

Cabe decir que en EE.UU. no son pocas las embarazadas que se someten voluntariamente a estos tests, en la creencia de su “cuasi- infalibilidad”. La empresa Nate- ra, por ejemplo, informó que en 2020 aplicó uno de sus tests unas 400.000 veces, lo que equivale a aplicarle la prueba al 10% de las estadounidenses encintas. Como se ve, sin embargo, la inmensa ma- yoría de las veces fue para nada, como no fuera para que los fabri- cantes obtuvieran más ingresos a partir de los temores creados, de los miedos sin fundamento real.

Una obstetra y genetista cali- forniana, la Dra. Mary Norton, contaba al Times que andar bus- cando síndromes la mar de raros

sería como hacerle mamografías a una menor de edad para de- tectar un cáncer de pecho. “La posibilidad es tan baja que ¿para qué hacerlo? Creo que es puro marketing”. Su colega, la Dra.

Diana Bianchi, al frente de los estudios sobre tests prenatales en los National Institutes of Health, lo ejemplificaba con el caso del síndrome de Jacobsen, un mal que afecta el desarrollo de las ha- bilidades lingüísticas y motoras, y que teóricamente se presenta en uno de cada 100.000 nacimientos.

LabCorp tiene su correspondien- te test para detectarlo, pero no parece que para una embarazada sea una urgencia pedirlo. “Llevo más de 20 años en mi profesión de genetista y nunca he visto un caso”, afirma Bianchi.

Un cribado no es un diagnóstico exacto

“Nunca un quizás”, “99% preci- so, sencillo y confiable”. Con es- tas credenciales publicitarias, va- rios de los tests prenatales creados por empresas de las arriba men- cionadas han aparecido a ojos del público como el non plus ultra de la exactitud del diagnóstico: si el TPNI arroja que hay problemas, los hay, así que actúa. Y algunas, en efecto, “actúan” sin siquiera someterse a una prueba bastan- te más certera –eso sí, invasiva–, como la amniocentesis.

La cuestión, sin embargo, es que los TPNI no son diagnós- ticos. “Estos tests se ofrecen de forma rutinaria a las embarazadas que buscan la seguridad de que sus fetos se desarrollan normal- mente –explica a Aceprensa el Dr.

Michael Greene, experto en me- CIENCIA

14 CIENCIA

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dicina materno-fetal en el Mas- sachussets General Hospital–.

Mientras sigan preguntando a sus médicos: ‘Doctor, ¿puede decirme si mi bebé va a ser normal?’, se- guirá habiendo un mercado para que estas empresas realicen estas pruebas. No hay, pues, que ‘con- vencer’ a los doctores de que las

‘utilicen con más precisión’: lo que necesitan es instruirse mejor para ayudar a sus pacientes a entender las limitaciones de los tests, y la di- ferencia entre los de cribado, que son estos, y los de diagnóstico”.

Cuesta entender cómo, dado que sobre el terreno no suele in- formarse de los límites entre lo lejanamente probable y lo real, la FDA, la agencia reguladora de medicamentos en EE.UU., no ha tomado cartas en el asunto. “Se trata de ‘tests desarrollados por un laboratorio’ (TDL), que no se venden a otros laboratorios para ser realizados en ellos. Según la ley estadounidense, la FDA to- davía no tiene autoridad para re- gularlos, a pesar de las peticiones de crear una nueva norma que le permita hacerlo. Solo puede regu- lar los tests que se venden para ser realizados en otros laboratorios”.

Un vacío legal… aprovechado Vamos entonces un poco más arriba. Preguntamos al Dr. Al- berto Gutiérrez, exdirector de la Oficina de Diagnóstico In Vitro y Radiología de la FDA, quien ase- gura que los materiales de mar- keting que distribuyen las empre- sas sobre sus test prenatales son, cuando menos, “problemáticos”.

“Cuando la FDA comenzó a ejercer su autoridad sobre los tests, dejó la puerta abierta al de- sarrollo de TDL que no tuvieran que pasar por la FDA. Pero esto se ha convertido en una laguna

jurídica que la industria emplea para lanzar nuevos tests, ya que la publicidad a través de Internet es fácil y el envío de muestras en el interior de los estados es actual- mente posible. La mayoría de es- tos tests han sido presentados por laboratorios creados con el único propósito de hacer esas pruebas.

Muchos de ellos han sido com- prados por la industria o por otros laboratorios más grandes, y continúan operando los tests como TDL. La FDA lleva más de 20 años intentando cerrar este vacío legal, y no lo ha conseguido.

En la UE, en cambio, se cerró con el nuevo Reglamento de los Dis- positivos de Diagnóstico In Vitro (IVDR)”.

Existe, por otra parte, la per- cepción de que los tests prenata- les sirven colateralmente para au- mentar el temor y la inseguridad de las gestantes, lo que incremen- ta, en consecuencia, las posibili- dades de que acudan al aborto. La utilidad de tal cantidad de prue- bas, visto el alto número de falsos positivos, queda en entredicho.

“Muchos creen que el criba- do de estas enfermedades raras en embarazadas jóvenes no tiene sentido –añade Gutiérrez–. Des-

graciadamente, la ausencia de regulación, el fácil acceso, la falta de un consenso claro por parte de las sociedades profesionales, la política del aborto en EE.UU. y la curiosidad de la gente, han impul- sado hasta ahora los tests. (…). La facilidad de uso ha hecho posible que todas las embarazadas se so- metan a ellos, lo que aumenta los resultados falsos positivos. Pero no está claro siquiera que para trastornos más comunes (en la trisomía 21, 18 y 13) tengan sen- tido en el caso de las mujeres más jóvenes, sobre todo si las pruebas de confirmación no se pueden realizar, o no se realizan con la suficiente rapidez antes de tomar decisiones críticas”.

Por último, Gutiérrez coindi- ce con Greene en la necesidad de los profesionales de informarse:

“Hay dudas de que los médicos que prescriben estas pruebas en- tiendan realmente las tasas de fa- llo que tienen. No las hay de que muchos de ellos y de esas em- presas no están siendo muy co- municativos con los datos, ni los están explicando de una manera que los profesionales, las mujeres embarazadas y sus familias los entiendan”.

CIENCIA 15

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ACEPRENSA 2022

“EL SENTIDO COMÚN SE HA CONVERTIDO

EN UN PRIVILEGIO EXTRAORDINARIO”

ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

Enrique García-Máiquez (Murcia, 1969) es poeta, crítico literario, escritor, profesor, columnista, traductor y padre. Con

asiento en Cádiz y aroma del tiempo. Un vino generoso y fino de los de Jerez, que no es cualquier blanco. Con denominación

de origen e indiscutible en su autenticidad. Es, sobre todo, un tipo que viene reflexionado de sí mismo y de los instantes, con

la mirada experimentada sin contagio de cinismos.

por Álvaro Sánchez León | @asanleo

En marzo da a luz un nuevo libro de poemas: Inclinación de mi estre- lla. En mayo saldrán sus poesías completas –Verbigracia– en La Ve- leta. Que por mayo, era por mayo entrará, también, en la Real Aca- demia Hispano Americana con un discurso sobre José María Pemán.

Este tedeahache literario palpi- ta más asuntos pendientes a cor- to plazo: está cerrando “un ensa- yito” sobre el sentido del humor del Jesús evangélico: La gracia de Cristo. Además, prepara un volu- men que recogerá artículos largos y ensayos cortos sobre pensadores que se han opuesto a la sociedad líquida, de John Henry Newman a François-Xavier Bellamy: Los antiposmodernos. En toda esta re- cámara de horizontes de imprenta están sus mareas y su orilla.

Así vibra la primavera de este hombre-orquesta de las letras en

por allá: columnas, clases, confe- rencias, algún ensayo… Que con tantas curvas no se me derrame lo esencial es una de mis preocupa- ciones más acuciantes.

¿Cuál es su compromiso con el mundo: destriparlo, compren- derlo, decorarlo, idealizarlo o mi- tificarlo antes de la conquista del metaverso?

Ninguna de las propuestas que me lanza para tirarme de la len- gua. Destriparlo sería lo último.

Por el otro extremo, el mundo es tan hermoso que la decora- ción lo estropea, porque lo tapa.

Tampoco lo haría. Ni hace falta idealizarlo, porque su realidad es, con todo, lo mejor que tiene. Ni lo mitificaría: como Tolkien explicó a C. S. Lewis, Cristo ya ha dado la clave de todos los mitos, siendo Él mismo un mito que, encima, LA ENTREVISTA

16 LA ENTREVISTA

ristre. En ebullición. En plena cuesta de febrero, con los cere- zos en flor, subimos por el albero de los versos, los senderos de la prosa, el asfalto de la realidad y los mares del sur, bajo el cielo de siempre. Entre risas y rimas, entre veras y veremos, paseamos por las dunas con un chestertónico pema- niano que se agarra “a la verdad y a la luz”. Sin miedo a meternos en la harina de cada costal.

Dicen que García-Máiquez es poesía, pero no de versos que sa- len gratis porque se disparan sin compromisos, sino de versos de prosa de padre, periodista, ana- lista político, profesor y poeta.

En realidad, no sé si lo dicen, pero, desde luego, ya lo confieso yo, que no paro. Aunque la poesía es mi vocación literaria primera, me he desparramado por aquí y

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ACEPRENSA 2022 Fotografía: Juan Marqués

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ACEPRENSA 2022

Usted escribe con tinta y luz. ¿Se ve así más cerca el final de un tú- nel?

Es muy bonito: tinta y luz. Mu- chas gracias. El imprescindible pensador colombiano Nicolás Gómez Dávila decía que había que escribir mojando en tinta in- fernal la pluma arrancada al ala de un arcángel. Es la misma idea:

un equilibro entre ser consciente del mal que hay, y no perder nun- ca la luz que resplandece. Si la luz la irradia el espíritu, siempre está cerca, dentro, incluso, del túnel.

¿La alegría es un tema, un estilo, un filtro, un tintero, una provoca- ción o un brote de ingenuidad so- bre la tarima de los sabelotodo?

Ja, ja, ja. La alegría es todo eso, porque es un abrazo que lo acoge casi todo. Qué fino es san Pablo [Rm 8, 28 ]: Omnia in bonum!,

¡toma ya! Me encanta la provo- cación que dice, la que conlleva la alegría, y cada vez más, por contraste, en una sociedad que se empeña en lo taciturno y lo depresivo. También soy un firme partidario de la ingenuidad, quizá porque carácter es destino. Ha- blando de ingenuidad, ingenua- mente me extraña el prestigio in- telectual y artístico del que goza la tristeza, con la pena que da. Yo, como ya me he dado por muerto en los floridos campos del pres- tigio académico y del rédito ins- titucional, me muero de risa. Lo mejor que se le puede dar a un mundo a veces demasiado triste, es una carcajada, más que acom- pañarlo en el sentimiento.

Entre su paleta de asuntos canta usted en sus versos y en sus co- lumnas a las virtudes humanas, a las mujeres y a los hombres de

una pieza, a los valores sociales que nos hacen mejores, aunque no sean nuevos. Trae usted en sus piezas un punch de neocasticis- mo de las virtudes que recuerda a esos movimientos culturales que encarnan Ana Iris Simón o C. Tan- gana. La antropología de lo bueno ha vuelto y tiene hambre.

Admiro el neocasticismo de Ana Iris Simón, y lo de C. Tangana, también. Pero no he sido neo de nada, ni de joven… Cuando ha- cía windsurf y vela ligera, a lo que llaman “neopreno” yo lo llama- ba “traje de agua”, porque tengo alergia a todo lo “neo”. Seré, si acaso, un veterorrancio. Mi viejo conservadurismo no me impide admirar, con vivo entusiasmo, el retorno a unas tradiciones pro- fundas y a unas costumbres po- pulares que los más inteligentes de los más jóvenes no quieren que les manguen. Son cosas muy inte- resantes que están pasando en el ámbito cultural. Permanezcamos atentos a nuestras pantallas y a nuestros libros.

¿Qué verdades nos gusta leer siempre, votemos a quien vote- mos, creamos en quien creamos y lloremos lo que lloremos?

La verdad es la primera de esas verdades. Ni siquiera el más relati- vista de nuestros congéneres lleva bien que se le mienta. Y con la ver- dad vienen la emoción, la nobleza, la entrega, el sacrificio, la materni- dad, la paternidad, la abuelidad… Hay mucho en común –como de- cíamos antes del sentido común–

por debajo de la discusión política.

De hecho, lo más importante de la discusión política versa sobre las mejores maneras de amparar y fomentar eso común y valioso que todos compartimos.

“Ingenuamente, me extraña

el prestigio intelectual y artístico del que goza la tristeza, con la pena que da”

es verdad. Comprender el mun- do sí me interesa, pero ese es mi empeño como lector. Como autor mi compromiso con el mundo es agradecerlo.

¿Cómo se ve nuestro tiempo con sentido común?

El sentido común se ha converti- do en un privilegio extraordina- rio, en el mismo sentido en el que Gregorio Luri repite que “una familia normalita es un chollo psi- cológico”. El sentido común es una bicoca metafísica. Y mediáti- ca. Basta tenerlo para que te con- sideren un pensador audaz, un rebelde indomable, prácticamen- te un provocador. Con el encan- to añadido de que no tienes que forzar tus posturas para ganar esa aura de maldito. El conservadu- rismo es el nuevo punk, dicen, y es así, aunque los conservadores hubiésemos preferido ser la Fi- larmónica de Viena. Encima, ade- más de revestirte de un fotogéni- co malditismo, el sentido común te ofrece muchos más lectores de los esperados. Contra el antitópi- co, sí es el más común de los sen- tidos, aunque sea el más reprimi- do. Muchos se identifican contigo y te leen con algo muy parecido al alivio y al reconocimiento.

18 LA ENTREVISTA

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¿Cuánto pesa el compromiso so- cial sin virtudes personales?

Me temo que muy poco. Y uso el verbo “temer” en primera perso- na del singular del presente indi- cativo. Me pregunto si estoy a la altura de mis ideales, aunque es una pregunta retórica, por des- gracia. Por eso me repito tanto el hermoso endecasílabo conmina- torio de la Epístola Moral a Fabio:

“Iguala con la vida el pensamien- to”. Empeoraría las cosas, sin embargo, que mi falta de virtudes personales me retirase del fragor del compromiso social. Lo dijo para siempre don Quijote: “No es bien que mi flaqueza defraude esta verdad”.

¿Qué rumbo toma el progreso so- cial sin virtudes o contra ellas?

Decía Charles Baudelaire, gran profeta de la poesía moderna:

“Teoría de la verdadera civiliza- ción: no reside en el gas, ni en el vapor, ni en las mesas de tres patas, sino que reside en la disminución de los rastros del pecado original”.

Habla, por ejemplo, de la nobleza de espíritu. Del ideal del caballero y la dama en el país del Quijote, pero en el siglo de los zascas en Twitter y las cosas de Eurovisión.

La nobleza de espíritu es una de esas verdades que emocionan por debajo y por encima del vuelo me- dio de las diferencias ideológicas, sociales y generacionales. Desde Sócrates sabemos que consiste en el cuidado del alma. Y todo el mundo, lo verbalice o no, piensa como María Estuardo: “I have a soul, and I would not endanger it for the sake of all the grandeur of the world”, o sea, que todos que- remos salvar el alma que sabemos

que tenemos; o que sospechamos o que estamos deseando sospe- char que tenemos. Yo voy por ahí hablando de las armas y las letras como don Quijote a los cabre- ros y me encuentro, como él, un auditorio interesado y generoso.

De vez en cuando, por supuesto, algunos se ríen, pero les pasa, ay, como a aquellas mujeres de parti- do que encontraron irrisorio que don Quijote las llamase “donce- llas”. Como subrayó Unamuno:

“Y ved que las desgraciadas se ríen precisamente del mayor ho- nor que pudiera hacérseles”.

Nobleza es realismo en una so- ciedad que, según los tertulianos y algunos sociólogos, es cada vez más intolerante a la frustración.

Todo eso que dice es la prueba evidente de que hace falta nobleza de espíritu a punta pala. Lo detec- tó Albert Camus: “Este mundo se mueve tanto –como un gusano al que cortan en pedazos– porque ha perdido la cabeza. Busca a sus aristócratas”. E insiste: “Por más que pretenda otra cosa, el siglo anda buscando una aristocracia.

Pero no ve que para ello necesi- ta renunciar al objetivo que se fija como principal: el bienestar. No hay aristocracia sin sacrificio. El aristócrata es, en primer lugar, el que da sin recibir, el que se obliga.

El Antiguo Régimen murió por olvidar esto”.

La nobleza es, también, elegan- cia. ¿Saber estar estrangula el afán de autenticidad? ¿Puede ser la libre autenticidad la medida de todas las cosas en un mundo en el que no vivimos solos?

Las formas, en el fondo, son fun- damentales; y el espíritu aristo- crático –siempre incómodo con

su exigencia de la postura más erguida–, nos inmuniza contra la demagogia de la espontaneidad o de la autenticidad. Juan Ramón Jiménez, que no tenía ni un ribe- te de esnob, defendió una aristo- cracia de intemperie que sostenía una firme delicadeza y un vigoro- so buen gusto. No deberíamos ol- vidar su lección ética-estética. El libro donde recogió sus espléndi- das conferencias aristocráticas se llama, significativamente, Política poética.

En sus textos se leen ideas claras, pero no trazas de un martillo de herejes. Se observa que propone y dialoga, pero sin difuminar sus esencias ni licuar sus principios.

Ponerse de perfil es una tenta- ción con fácil argumentario ante la tiranía de lo políticamente co- rrecto.

Jamás insultaría o despreciaría a nadie, salvo que tenga la seguri- dad de que busca el mal a sabien- das o defiende una mentira apos- ta. Tengo un enorme interés en no dejar escapar ninguna bondad, hermosura o verdad que digan mis oponentes o rivales ideoló- gicos. Pienso, con santo Tomás, que una verdad, la diga quien la diga, viene del Espíritu Santo. Eso me permite –salvo en los casos de

“El espíritu aristocrático nos inmuniza contra la

demagogia de la espontaneidad o de la

autenticidad”

LA ENTREVISTA 19

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mentirosos compactos– mirar in- cluso con veneración a mis más fieros oponentes.

Apostola usted la “defensa del ni- cho”, aunque eso suene a inmovi- lismo conservador.

Ah, claro. Exijo el mismo respeto para mí que el que doy a todos.

Si yo digo una verdad, algo boni- to o bueno, eso es inatacable. Por eso me concentro en decir cosas así. Pienso que ponerse de per- fil, rebajar el propio pensamiento o hacer cabriolas políticamente correctas, ya sea con el lenguaje o con la inteligencia, distrae de lo esencial. Además, el lector, aun- que no piense como tú, detecta de inmediato el miedo, o la vanidad, o el maquiavelismo del adulador, y le repugna. Al menos al lector al que yo aspiro. Si alguien, para leerme, exige que yo ponga sordi- na a mis ideas o falsete a mi voz, no es el lector que busco. El mío es el que me exige mucho más: la verdad, la bondad, la belleza, la nobleza, el esfuerzo y el ánimo. Y puede que yo esté equivocado o que quien me lea esté seguro de que lo estoy, pero eso es muy dis- tinto de ponerse a engañar a na- die, aunque sea con buenas inten- ciones de marketing o relaciones públicas. Ese es el sentido en que defiendo escribir desde el propio nicho, exentos de excursos, excu- sas y excursiones.

Ya conoce la historia de Hilai- re Belloc. Se presentó a las elec- ciones por un distrito minero con hondos prejuicios anticatólicos y sus rivales empezaron a acusar- le de papista. Él, muy calmado, empezó así su primer discurso:

“Caballeros, sí soy católico. En la medida de lo posible, voy a misa todos los días. Esto es un rosario [sacándolo del bolsillo]: siem-

pre que me resulta posible, me arrodillo y rezo con él cada día.

Si me rechazan por mi religión, agradeceré a Dios que me haya librado de la indignidad de ser su representante”. Yo también tengo lectores protestones [sic] y hacen bien, pero si me rechazan por mi rosario o por mi misa, me acojo a Belloc y santas pascuas. Por cier- to, que Belloc ganó su mayoría de forma aplastante en uno de los distritos más anticatólicos de todo Inglaterra. Los rudos mineros in- gleses entendieron las exigencias de la integridad.

¿No darse importancia, reírse de uno mismo y dialogar con humor son virtudes o defectos de perso- nas sin ideas claras?

La gente que se da importancia suele quitársela al de enfrente, porque nadie da lo que no tiene.

O sea, que terminan siendo de muy desagradable trato. Reírse de uno mismo, en cambio, faci- lita el intercambio social, porque la gente está deseando reírse, pero prefiere empezar contigo. Luego, le coge el truco y la risa de uno mismo también es contagiosa. El humor es una forma de pedir per- dón por tener las ideas muy claras y reírse es una forma de perdonar a tu interlocutor por tener las su- yas tan arraigadas. El sentido del humor se está convirtiendo en la última defensa de la seriedad y la trascendencia.

¿Cómo se frena la inercia que nos conduce interesadamente a un humanismo sin Humanidades?

Lo que más me está gustando de la entrevista no son mis res- puestas, sino esa pregunta en la que hablaba de verdades que la- ten por debajo de las polémicas políticas y sociales y las modas su- perficiales. Creo que el gran lega- do de la civilización occidental es una de ellas. Puede que las refor- mas educativas pongan cada vez más trabas a la transmisión, pero, cuando ésta se produce, el efecto es deslumbrante. Por supuesto, si fuese ministro de Educación o di- rector de un colegio, tendría mu- chísimas cosas que hacer.

Pero, en la vida cotidiana, mi pequeño consejo es que protes- temos menos por el estado de la educación y leamos nosotros más.

Que se vea que preferimos no ir a una fiesta o ver la tele o el móvil, porque nos entusiasma estar le- yendo. Citemos más a los clásicos.

Ha de notarse que vivimos mejor y con más emoción gracias a que los leemos. Si uno tiene en casa la Biblia, a Homero, a Propercio, a don Francisco de Aldana y a T. S. Eliot, entre tantos, tiene que ir por la vida consciente de ser el poseedor de un tesoro. ¿Per- tenecemos o no a los happy few, band of brothers? Pues sí es así, se nos tiene que ver pocos, felices y arriscados. Los jóvenes, que no son tontos, se interesarían. A la queja de brazos caídos en tono menor no se apunta nadie.

Convertir en verso la vida cotidia- na es de neorrancios?

Hasta donde les leo, los neorran- cios también lo hacen, en efecto.

Los veterorrancios lo hacemos sin parar. Pero la poesía de Lope de

20 LA ENTREVISTA

“El sentido del

humor se está

convirtiendo en

la última defensa

de la seriedad y la

trascendencia”

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Vega ya chorreaba vida cotidia- na, y Garcilaso, en su dolorido sentir, y Jorge Manrique, y los romanos, y Safo. Creo que la li- teratura y la vida personal se han llevado extraordinariamente bien desde siempre.

La Veleta, prestigiosa colección dirigida por Andrés Trapiello, pu- blicará en mayo su poesía com- pleta. Esta primavera entrará us- ted en primera división.

A estas alturas de la entrevista no le voy a engañar ni me voy a hacer el adusto. Estoy entusiasmado. En La Veleta leí a muchos de los poe- tas que han sido esenciales para

mí: el mismo Trapiello, Miguel d’Ors, Leopoldo Panero, Jon Juaristi, Sánchez Mazas, Fer- nando Ortiz, Aquilino Duque, Amalia Bautista… Es un honor formar parte de ese catálogo. Ade- más, está la belleza y el cuidado de sus ediciones. Repasar mis casi treinta años de poesía ha sido un viaje de la memoria de una inten- sidad personal muy impactante.

¿Qué rima espera que deje ese volumen en el retrogusto de sus lectores?

La poesía completa se va a titular Verbigracia, se lo digo en exclusiva.

Sábato decía, con acierto, que el

título es la metáfora esencial de un libro. En Verbigracia, además de la referencia literal al carácter anec- dótico o, mejor dicho, referencial y vivido que tienen mis poemas, no dejo de guiñar en varias direc- ciones. El ligero anacronismo de la palabra es el tic de un tradicio- nalista. El título también subraya el carácter marcadamente ver- bal, de atención a la palabra, que buscan mis versos. Y tras el verbi siempre la gracia, que ya quisiera yo para mis verbos. Un vago eco al agradecimiento, que tampoco falte. Y más allá, la Gracia a la que me gusta invocar, como quien no quiere la cosa, siempre por dentro de mis palabras…

LA ENTREVISTA 21 Fotografía: Fito Carreto

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Para pensar en estos asuntos son útiles muchas considera- ciones que hace Alan Jacobs en Breaking Bread with the Dead:

Reading the Past in Search of a Tranquil Mind, que podríamos traducir como Sentándonos a la mesa con los muertos: conocer el pasado en busca de una mente serena.

Sin ánimo de hacerle un co- mentario completo, aprovecharé ideas y citas suyas para subrayar tanto la importancia de saber apreciar los méritos y la cali- dad de las obras antiguas, sean cuales sean nuestras discrepan- cias con ellas, como el interés de que detectar prejuicios y limita- ciones mentales en autores del pasado nos puede hacer darnos

Hay en nuestros días una viva sensibilidad para enjuiciar conductas e ideas del pasado, lo que está llevando a excluir

ciertos libros de centros de enseñanza o bibliotecas. Sin embargo, los aspectos reprobables de una persona o de una obra no solo no tienen por qué invalidarla, sino que tampoco

deben impedirnos aprender las cosas valiosas que nos pueden transmitir. Además, un acercamiento limpio a los libros de otros tiempos puede ayudarnos a entender mejor

los prejuicios y limitaciones de nuestra propia época.

por Luis Daniel González

SEVEROS CON EL PASADO, ACRÍTICOS CON NUESTRO TIEMPO

cuenta que los de nuestra época también tienen los suyos.

Leer contra el propio tiempo Se puede comenzar por una ex- celente comparación que hace Jacobs: la de que la lectura de los grandes libros del pasado am- plía nuestro “ancho de banda”, nuestra capacidad de captar y comprender las señales que nos llegan. Jacobs explica bien que mientras que el futuro está vacío, no existe, y por tanto de él no nos llega ninguna señal, ni nos puede ofrecer resistencia porque somos nosotros los que lo imaginamos todo, el pasado existió realmente y está lleno de contenido, y por tanto nos enseña cosas y nos hace

crecer gracias a que nos desafía y a que debemos esforzarnos por comprenderlo.

Al respecto resulta útil recor- dar a Robert Spaemann cuando se preguntaba si a las generacio- nes jóvenes hay que educarlas contra el propio tiempo, y hacía un comentario que se nos puede aplicar a todos: “Jean Paul pre- guntaba en una ocasión: ‘¿Debe- ría educarse a los niños para su época o más bien contra ella?’, para después responder: Siem- pre hay que prepararles para enfrentarse a su tiempo, pues el tiempo es tan poderoso que él mismo ya se cuida de que todos vayan en su dirección”. Es decir, que si se desea educar a un joven para que sea libre, “entonces hay CULTURA

22 CULTURA

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que educarle contra su tiempo y sus prejuicios”.

Leer a quienes piensan distinto

Puede ocurrir, es verdad, que lea- mos un libro cuyo autor, a nues- tro juicio y a juicio de personas más sabias que nosotros, sostiene ideas que nos parecen execrables;

pero nuestra reacción ante eso no ha de ser la de ignorarlo e insul- tarlo sino, en primer lugar, la de intentar comprenderlo.

Por supuesto, porque a veces las cosas no son como nos pa- recen. Pero también porque, in- cluso en el caso de que lo sean, nos viene bien darnos cuenta de que las mentes grandes cometen

errores y tienen puntos ciegos; de que nadie piensa bien sobre todas las cosas ni piensa bien sobre to- das las cosas que piensa; de que todos vivimos con ruidos de fon- do que no siempre somos capaces de discriminar y sobre los que no reflexionamos; de que las mentes de todos, incluidas las nuestras, están moldeadas por los ambien- tes en donde crecimos y nos mo- vemos.

Hace notar Jacobs el error de hacer juicios morales desde pun- tos de vista y modos de vivir que otros no conocieron, o no cono- cen, y lo ejemplifica indicando que alguien con la vida solucio- nada puede hoy plantearse ser ve- gano, pero la mayoría de nuestros antepasados, ni nuestros contem-

poráneos de muchos lugares, no se podían imaginar siquiera nada semejante.

Hace notar también que los fallos o carencias de los buenos libros del pasado no deberían im- pedirnos tomar buena nota de los puntos en los que su autor sí acer- tó plenamente y que, desde luego, deberíamos fijarnos en quienes tuvieron el coraje de, por ejem- plo, no seguir esas convenciones

CULTURA 23

“Hay que educar a los niños para enfrentarse a su tiempo, pues es tan poderoso que se cuida de que todos vayan en su dirección”

Referencias

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