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Reflexiones a la manera de Pepe Grillo*

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CONFERENCIA HERMANN NIEMEYER FERNANDEZ

Reflexiones a la manera de Pepe Grillo*

TITO URETA

Departamento de Biología, Facultad de Ciencias, Universidad de Chile

HERMANN NIEMEYER F E R N A N D E Z ( 1 9 1 8 - 1 9 9 1 ) , INCANSABLE ANIMADOR DE LA CIENCIA CHILENA

La actividad de Hermann Niemeyer durante su fecunda vida no puede resumirse simple­

mente en la enumeración de los cargos uni­

versitarios y extrauniversitarios que ocupa­

ra ni en la lista de sus publicaciones. Qui­

zás más importante sería analizar su labor como formador de investigadores, sus ta­

reas como organizador y animador del ambiente científico en un m o m e n t o en que la ciencia chilena recién comenzaba a instalarse en el quehacer universitario.

Tendríamos todavía que agregar su gene­

rosa entrega al desarrollo de las activida­

des de posgrado en el país y en América Latina.

No quisiera enumerar cargos, trabajos, publicaciones, alumnos. Tampoco quiero contar meras anécdotas (y son innumera­

bles) para mostrar su personalidad de ras­

gos tan marcados. Su partida es demasiado reciente. Ya habrá tiempo y ocasiones más propicias para una tarea de ese tipo. Sólo ocuparé un par de minutos para decirles, a los que no lo saben, que esta Sociedad de Biología lo tuvo como Secretario en 1962-

1963 y como Director en varios períodos.

Fue Vicepresidente en 1983-1984 y Presi­

dente en el bienio 85-86. Pero también fue fundador y primer Presidente de la Sociedad de Bioquímica de Chile y Miem­

bro Honorario de ambas organizaciones.

Estas sociedades han alcanzado ya su plena madurez y se cuentan entre las más impor­

tantes de América Latina. Buena parte de ese prestigio se debe, por cierto, al nivel de

excelencia que Hermann les impuso y que todos nosotros debemos mantener, por difícil que sea.

Hermann Niemeyer recibió muchas dis­

tinciones. Sólo recordaré, por la estima especial que él les tenía, su nombramiento como Profesor Extraordinario de la Facul­

tad de Medicina de la Universidad de Chile, el Premio Atenea de la Universidad de Con­

cepción, su nombramiento como Miembro Honorario de las Sociedades de Biología y de Bioquímica, el Premio Nacional de Ciencias y, ya en el ocaso, la Medalla Ju­

venal Hernández, de la Universidad de Chile. Pero quizás la distinción que más apreciaba era el afecto de sus discípulos en el laboratorio que formara desde 1945 y en el que desarrolló toda su actividad científica. Todos los que tuvimos la suerte de tenerlo como maestro hemos quedado marcados por su estilo de hacer Ciencia, por su generosidad para permitir el desa­

rrollo de líneas de investigación indepen­

dientes en su propio laboratorio. Estoy seguro de que Hermann sufrió decepciones como corresponde a t o d o aquel que lucha por sus ideales. Pero no tuvo la tristeza del maestro que es olvidado por sus alumnos y que es arrinconado y por último expul­

sado del lugar que formó con tanto esfuerzo.

Han pasado seis meses desde el deceso de Niemeyer. Este evento especial de la Reunión Anual de la Sociedad de Biología de Chile es un homenaje agradecido a quien fuera un animador infatigable de su queha­

cer.

* Leída el 28 de noviembre de 1991 en la Sesión Plena­

ria de la 3 4a Reunión Anual de la Sociedad de Biolo­

gía de Chile.

Al recibir la invitación a dictar esta conferencia pensé en presentarles una vi­

sión lo más actualizada posible de los pro­

cesos metabólicos implicados en la utiliza-

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ción de glucosa y explicarles las contribu- ciones de Niemeyer en este tema, que no fueron pocas y que no pasaron inadverti- das para la comunidad bioquímica inter- nacional.

Sin embargo, el carácter multi e inter- disciplinario de esta Reunión Anual me ha sugerido un enfoque distinto. Aprovecha- ré esta oportunidad para reflexionar en voz alta ante ustedes sobre una serie de problemas que, sin ser demasiado cruciales, nos causan preocupaciones en nuestra labor como científicos y como formadores de nuevos científicos. En alguna ocasión me he referido a estas reflexiones como "el lado oscuro del quehacer científico". No diré nada que sea desconocido para uste- des, excepto quizás para los más jóvenes de la audiencia. Trataré de entregarles mis pensamientos en la forma más coherente posible para estimular una franca y directa conversación después de esta charla.

Me ocuparé primero de El papel de las conjeturas en la investigación práctica, seguiré con un capítulo dedicado a La Hu- manización actual del científico; luego examinaré a El científico como gestor, para terminar con Moda en Biología.

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EL PAPEL D E LAS CONJETURAS EN LA INVESTIGACIÓN PRACTICA

Interrogamos a la Naturaleza buscando respuestas que nos ayuden a comprender.

Tratamos de pensar independientemente para buscar nuevas verdades. Para ello construimos alguna hipótesis que ponemos a prueba en el mesón del laboratorio.

Popper ha propuesto que las teorías, pa- ra ser científicas, deben ser falsificables.

La corrjetura " t o d o s los cisnes son blan- cos" debe validarse no mediante la bús- queda de cisnes blancos sino más bien de la búsqueda de cisnes negros, ya que el primero que encontremos la refutará ipso facto.

Pero desgraciadamente no funcionamos así. Nos enamoramos de nuestras construc- ciones mentales y pujamos (buscando sólo cisnes blancos) para que el resultado las confirme. Es razonable que así sea porque, como dijo Cervantes, "para los padres no hay hijo feo, y para los del entendimiento corre aún más este engaño".

Este enamorarse de las propias hipótesis requiere de límites y deberíamos estar dispuestos a olvidarlas en cuanto algún resultado así lo sugiera. Aun mejor sería organizar nuestro proceso mental de mane- ra de buscar verdades mediante varias hi- pótesis independientes de trabajo, cada una de las cuales debiera servir para refutar las otras. Así evitaremos caer en la trampa de persistir en una idea, aun cuando los por- fiados hechos nos muestran su incorrec- ción. Las hipótesis son indispensables para hacer Ciencia, pero, si se me permite para- frasear el sentido del aforismo de Wittgen- stein, son como escaleras que una vez que nos han permitido trepar debiéramos des- cartar para no quedarnos detenidos en el último peldaño.

¿Por qué traigo esta proposición a estas reflexiones tipo Pepe Grillo? Por su rela- ción con la plétora de fraudes que ensucian la literatura científica del m o m e n t o actual.

No es éste el m o m e n t o apropiado para un análisis detallado de este problema. Sin embargo, aunque sea brevemente, quisiera proponer que el amor exagerado por las conjeturas propias puede llevar, primero en forma inconsciente y no maliciosa, a erro- res de interpretación y luego al fraude propiamente tal. Por ello es que propongo el uso de hipótesis múltiples. No debiera importarnos que en el proceso cometamos errores a m e n u d o , porque como dijo Gui- llermo "...en lugar de concebir u n o solo, imagino muchos, para no convertirme en el esclavo de ninguno".

Debiéramos preguntarnos si el fraude científico puede infectarnos aquí en Chile.

Quizás nuestro desarrollo es aún incipiente y por ello no apareceremos en las páginas de Nature o Science, ...todavía. Hay gra- daciones en esto del fraude y t o d o investi- gador debiera estar preparado para detec- tar cualquier indicio. Necesitamos el apoyo de la comunidad para nuestro quehacer y, por lo t a n t o , cualquier escándalo (por pe- queño que sea) puede alienarnos ese apoyo.

II

LA HUMANIZACIÓN ACTUAL DEL CIENTÍFICO

Ya pasaron definitivamente los tiempos en que se consideraba al científico un ser

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especial, distraído, habitando la Luna u otro cuerpo celeste. Ya ni nosotros mismos creemos en el cuento. El biólogo actual es un ciudadano con los pies en la tierra, con derechos y deseos de opinar y participar en todo el acontecer diario. Así. nos hemos humanizado tanto que hemos introducido en nuestro quehacer los defectos comunes a todo ciudadano. Perdemos el placer infi- nito de la búsqueda desinteresada de la verdad y la reemplazamos por la publica- ción de muchos papers; perdemos el goce inenarrable del descubrimiento porque he- mos aprendido a delegar la realización de los experimentos; ya no nos dedicamos gozosamente a entregar lo que sabemos a nuestros alumnos porque desdeñamos la docencia de pregrado y la entregamos a los ayudantes que recién comienzan. En fin, en vez de hacer Ciencia buscamos financia- miento y en vez de saltar de júbilo cuando nos aceptan una contribución científica, pensamos en la línea adicional que agrega- remos al curriculum vitae.

Esta humanización proviene, en mi opinión, del hecho de que el cultivo de la Ciencia está dejando de ser una pasión y se está convirtiendo en una profesión. En Estados Unidos o Europa ya es raro encon- trar científicos trabajando después de las cinco de la tarde, para no hablar de los sá- bados y domingos. Aún se los ve a veces en Chile, pero conozco laboratorios que se cierran con llave a las 6.15 de la tarde.

La nueva profesión de científico tiene sus éxitos. Se puede llegar a ser gerente de empresas que se dedican a vender conoci- mientos y a patentar especies biológicas.

Me parece excelente. Aquel que quiere ganar mucho dinero está en su derecho de utilizar lo que sabe con ese fin.* A q u í en Chile los proyectos FONDECYT llevan explícitamente una provisión de fondos que se entienden como remuneración ex- tra. Ya se habla de la necesidad de pagar a aquellos científicos que revisan proyec- tos, analizan manuscritos, toman exámenes en universidades que no son las propias, etc. T o d o eso lo hicieron nuestros propios

* Concepto ya expresado en el distico de G o e t h e y Schiller ( 1 7 9 7 ) :

Einem ist sie die hohe, die himmliche Göttin, dem anderen Eine tüchtige Kuh, die ihm Butter versorgt.

maestros (Hermann Niemeyer incluido) sin cobrar nada y, más aún, entendiendo que se les concedía un privilegio por bus- car la verdad y transmitir lo que sabían a las generaciones siguientes. No es menos cierto que los menguados salarios univer- sitarios en nuestro país provocan esas ac- titudes monetaristas, pero no puedo me- nos que transmitirles mi nostalgia por aque- llos científicos que al dedicarse a la bús- queda de la verdad hacían voto de po- breza... ya que no de castidad.

ni

EL CIENTÍFICO COMO GESTOR

Un problema que nos aflige y que conspira contra el desarrollo de la Ciencia, particu- larmente en nuestro país, es que los cien- tíficos muy pronto en sus vidas dejan de hacer por sí mismos los experimentos que imaginan. Esto tiene muchas explicaciones válidas: un biólogo exitoso tiene alumnos que atender y a los cuales dar ideas para que experimenten; debe asistir a reuniones de diverso tipo que impiden el trabajo tranquilo en el mesón del laboratorio;

gasta la mayor parte de su tiempo en es- cribir manuscritos porque son indispensa- bles para competir en mejor forma por los fondos que requiere; tiene que redactar proyectos para financiar la actividad del grupo, y así hasta el infinito. Por lo tanto, se dice, es imposible concentrarse para estar en el espectrofotómetro, para pre- parar una solución, en fin, para realizar el experimento. Es mejor delegar esa ac- tividad en alumnos o técnicos.

Entonces, el laboratorio rápidamente se convierte en un lugar que nos es descono- cido. Si alguna vez quisiéramos trabajar con nuestras propias manos no encontra- ríamos el cajón donde se guardan las pi- petas y aquello que sabíamos hacer con tanta gracia ahora nos toma un tiempo considerable porque estamos fuera de práctica. Por ello, continuamos delegando la responsabilidad y poco a poco sólo ve- mos resultados ya elaborados y paulatina- mente olvidamos preguntar por los deta- lles, aun esos tan importantes, porque ya no nos damos cuenta de cómo se hacen los experimentos. A q u í hay otra explicación

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para los fraudes. Al investigador, que pasa todas sus horas en la oficina, le entregan los resultados que está esperando y que confirman sus ideas. Esto puede ocurrir sin que haya mala fe, ni de los colabora- dores ni del científico, por lo que hay que estar muy atentos a que no ocurra. Quizá es ésta la explicación del affaire Benveniste y la memoria del agua.

Pero, por otra parte, es cierto también que muchas de las acciones implicadas en un experimento son de índole repetitiva y rutinaria. La preparación de un gel de poliacrilamida puede requerir 10 ó 15 solu- ciones diferentes. La medición de una ac- tividad enzimática puede requerir el doble.

Quizás la preparación de esos reactivos podría dejarse en manos de técnicos para permitir que el investigador disponga de más tiempo para actos creativos. Pero también la medición de la actividad enzi- mática en cada una de 100 fracciones de una cromatografía es una acción repetitiva que debiéramos delegar. ¿Cuál es el lí- mite?

Gastamos mucho tiempo en actividades que no tienen que ver directamente con nuestra vocación de científicos. Se nos pi- de que participemos en variadas comisio- nes y, en general, aceptamos porque cree- mos que tenemos algo que decir sobre do- cencia, bibliotecas, evaluación de proyec- tos científicos, revisión de manuscritos, repartición de espacios y de dineros, orga- nización de reuniones científicas, etc. Es cierto que cada uno de nosotros tiene algo que decir al respecto y si nos negáramos a participar, las acciones no se harían o se harían mal. Pero cada uno de nosotros no es un Rambo que tiene que estar en todas partes. Cada cual debiera dimensionar su tiempo y su capacidad y aceptar la parti- cipación sólo en aquellas actividades extra- Ciencia para las cuales tiene especial cari- ño. La distribución de nuestro tiempo y capacidad debiera tener en cuenta que el aceptar responsabilidades tiene un límite.

T o d o esto es obvio y deberíamos pre- guntarnos: ¿por qué aceptamos estar en tantas comisiones? Además de lo que dije antes, es decir que creemos que nuestro aporte puede ser importante, hay razones menos claras. Es bueno estar en comisio-

nes, se dice, especialmente en aquellas que confieren algún poder, o que permiten obtener alguna ventaja en cuanto a conse- guir fondos u otras facilidades. El inves- tigador se convierte entonces en un gestor.

Su actividad principal ya no es entender la Naturaleza y sus esfuerzos se dirigen a ad- quirir poder. En algunos casos excepciona- les esos esfuerzos son beneficiosos para la comunidad: el científico gestor consigue fondos para equipos, revistas, becas, pero lo logra a un precio muy alto para un cien- tífico: despedirse del acto supremo del descubrimiento.

De una u otra forma, todas esas activi- dades extra-Ciencia efectivamente nos im- piden hacer lo que más nos gusta. En con- secuencia, buscamos la manera de eludir algunas responsabilidades; entre éstas, la docencia y particularmente la docencia de pregrado. Es cierto que enfrentar 200 alum- nos en una escuela en la que la Biología es sólo un ramo básico más puede no ser muy atrayente y lo más sencillo es delegar las clases en algún ayudante joven. Esto pue- de resolver parcialmente el problema pero tiene consecuencias importantes. Por una parte, impide el desarrollo pleno del ayu- dante que debe consumir mucho tiempo en la preparación de las clases, tiempo que naturalmente debe restarle a la investiga- ción. Por otra parte, la docencia que se imparte ya no tiene la prestancia de una experiencia vivida y por ello los alumnos no se entusiasman con la disciplina y pier- den la oportunidad de conseguir una base sólida que les permita en el futuro aplicar su formación biológica en resolver proble- mas profesionales. Debiéramos esforzarnos en conseguir que la docencia de pregrado sea impartida por los mejores profesores posibles, usando toda la capacidad instalada del país, que no es poca, y no sólo al per- sonal disponible en un departamento ais- lado de una universidad.

IV

LA MODA EN BIOLOGÍA

Cuando comencé a dedicarme a la Bio- química había terminado casi definitiva- mente la época de aquellos científicos muy serios y solemnes, quizás ejemplificados en Elias Metchnikoff, Luis Pasteur, Robert

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Koch. Mis héroes eran Fritz Lipmann, Severo Ochoa, Cristian de Duve, Alberto Sois, científicos elegantes, asequibles y hu- manistas. Pero ya asomaban los que pronto popularizarían el término Biología Molecu- lar, como James Watson y Francis Crick.

Recientemente se han apoderado de la es- cena los coloridos personajes del DNA re- combinante que ante cualquier resultado llaman a una conferencia de prensa y pro- ceden a solicitar la respectiva patente.

Pero entonces, como ahora, existían, trabajaban, existen y trabajan, científicos meticulosos haciendo experimentos sin preocuparse de las modas aparentes. Por ello prefiero pensar que las modas en Biología no tienen que ver con las discipli- nas sino con las personas que las cultivan.

La moda bioquímica de nuestros días es la Biotecnología. Esta nos promete bri- llantes retornos pecuniarios y las cantida- des de dinero que se ofrecen a los que quie- ren participar en esta actividad son sufi- cientes para hacer caer en la tentación al científico más anacoreta. ¿Por qué no?

dicen muchos: así puedo equipar mi la- boratorio, funcionar en mejor forma y dedicarme con menos penurias a lo que realmente me interesa. Después de t o d o , los problemas aplicados son sencillos y no me quitarán mucho tiempo.

El problema es que se crean expectati- vas en aquellos que entregan fondos para esos proyectos y si esas expectativas no se cumplen, el apoyo a toda la actividad cien- tífica puede sufrir y pagarán justos por pecadores.

Por otra parte sería necesario decirles a los jóvenes que la Biotecnología es una tecnología y, además, con una alta velo- cidad de recambio. Aquel que quiere for- marse como científico, y no como tecnólo- go, debiera tener especial cuidado en evitar que su formación comience y termine con el mero aprendizaje de una técnica. El aprender a pensar requiere mucho más que un manual de procedimientos y kits de reactivos comerciales.

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COMENTARIO F I N A L

Está claro que les estoy proponiendo dos visiones diferentes para abordar el proble-

ma de cómo hacer Ciencia. Por una parte la realidad actual: un científico que para realizar lo que quiere se convierte en un gestor que usa t o d o su tiempo en conse- guir el dinero y las facilidades necesarias.

Para ello escribe proyectos, mantiene con- tabilidades al día, recibe vendedores de equipos, escribe artículos con resultados que otros en su laboratorio han obtenido, participa en variadas comisiones y cargos administrativos aunque realmente no le gusten.

Por otra parte les presento una visión del científico que quizás ya pertenece a un olvidado baúl lleno de recuerdos: el de un romántico que quisiera pasar la ma- yor parte de su tiempo manipulando pre- paraciones, tubos de ensayo y, por cierto, pensando. Este científico romántico no lle- va contabilidad y no es capaz de llenar aquellas encuestas en las que se le pide especificar el porcentaje del tiempo ocupa- do en docencia directa, indirecta, adminis- tración, investigación, extensión, etc. No es capaz de imaginar siquiera la necesidad de crear institutos de papel que le permitan conseguir fondos e instrumentos sofisti- cados. Este científico sabe que la limitante para entender la naturaleza es su propia capacidad para interrogarla y no las cifras decimales que le pueda entregar el último aparato de moda.

No tengo respuesta para resolver entre estos dos modos de ver la actividad cien- tífica. Supongo que, finalmente, el estilo que se escoge tiene que ver con las carac- terísticas de la personalidad de cada uno y, por lo t a n t o , que será lícito cualquier camino que se escoja. Pero no puedo dejar de decirles que, en el escenario que he pintado, las posibilidades de sobrevivencia del romántico viajero son prácticamente nulas: el gestor terminará por llevarse todos los fondos, todos los alumnos, todos los instrumentos y, finalmente, en aras de la suprema eficiencia, terminará por pedirle que deje vacante el espacio que ocupa. En ese m o m e n t o , j u n t o con la Ciencia, habre- mos perdido la inocencia.

Estas reflexiones no sólo van dirigidas a los jóvenes de esta audiencia. Nuestros alumnos se miran en el espejo que son, o debieran ser, sus maestros. Si la actividad

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que les mostramos es el no estar en el labo­

ratorio sino en comisiones o en instancias de poder, los aprendices de hoy podrán pensar en que el propósito de estudiar Biología no es el de hacer Ciencia sino que usarla para propósitos diferentes. En bue­

nas cuentas, quiero decirles a mis colegas

que debemos hacer un esfuerzo consciente para mostrar a nuestros discípulos el lado brillantísimo del quehacer científico. Así como el Che Guevara dijo: "El deber de t o d o revolucionario es hacer la revolución", termino diciendo que el deber de todo científico es hacer Ciencia.

Referencias

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