CDITORIAL
"LA
AURORA'*
CORRIENTES728»BUEN08AIRE8EDITORIAL
"MUNDO
NUEVO''EL
SENTIDO
DE
LA
VIDA
JUAN
A.MACKAY
Juan A. Mackay
nadó
en In-verness. "Sus ojos azules de niño tempranamente alucinadoconelmisterio de Dios gozaron
delpaisajedeEscocia.
En
Aber-deen graduóse, ya mozo, en Fi-losofía y Letras, mereciendo unpremio de los acordados a los
mejores estudiantes de
Filoso-fía. Su profunda fe religiosa
fué acerando su espírituen una
vida casi ascética."
En
los Estados Unidos, asis-tióalaUniversidad de Princen-ton—
dondehoyestá formando generaciones de estudiantes en las nobles disciplinas teológi-cas—
y en España asistió a lasclases de
Unamuno,
de quienesun sincero admirador y discí-pulo ejemplar.
En
Madridsi-guió los cursos del Instituto de
Estudios Históricos.
Residió durante años en
Li-ma, donde fundó el Colegio
Anglo-Peruano y fué
/
JUAN
A.
MACKAY
EL
SENTIDO
DE
LA
VIDA
VLATICAS
A
LA
JUVENTUD
Prólogo deJuan
Manuel
VillarrealEditorial **La Aurora** Editorial
"Nuevo
Mundo**
Segunda ediciónBuenos Aires, 1947
Hecho el depósito que marca laLey 11723
Impreso
en
laArgentina
—
Printed inArgentine
Acabado de imprimir el día 15 de octubre de 19^7 TaUere» Gráfico» Áyacucho - Córdoba 2240 • Buenos Aires
A
MANERA
DE
PROLOGO
1
Fué
en 1928. Elaño
era tan nuevecitoque
sólo te-nía cinco o seis días de gozo. Salimosde
Buenos
Aires con sueño en las pestañas yun
afanoso deseó de holganza y libertad. Ibanconmigo
Andrés
Rín-"guelet
—
rubio y chacotón—
y EnriqueMoreno,
pu-lido y académico.Además
losmuchachos
porteñoícuyas
manos
acabábamos de
estrechar. Elcampo
lle-gó
después.Fué
el último en embarcarse y resultóel
más
entretenido de todos loscompañeros
dejor-nada.
Su
traje azul y verde, bajo el aire jresquitode
lamañana,
remozaba
su encanto en el descansode
cada estación.Al
mediodía el sol tostaba lapampa.
El calorsoli-dificaba el aire. El tren trotaba y trotaba
bufando
en-tre tierra y sol.pampa
de fuego, la locomotoracomenzó
a trepar,ansiosa de aire fresco, las primeras rudezas serranas.
Los
vallecitos iniciales dilataron en nuestras pupilas, cansadas de tanta llanura gris, sus verdes jugosos. Elfuego
de esapampa
infernal de enero nos secaba elalma.
—
Ya
llegamos, gritó alguien, y el corazón latióal
compás
acelerado de la locomotora en su esfuerzofinal.
Sacamos
lacabeza porla ventanilla, ansiosos deno
perder detalle de la llegada.Nos
acercábamos al puenteenorme
que cruza el Sauce Grande.Los
frenos chillaron y la ventanilla enfrentó al letrero de laEstación:
meta
de aquel viaje de fuego y polvo.¡Sie-rra
de
laVentanal
¡Qué
alivio leer las cuatro pala-bras escritas en letras blancas sobre negro,como
una
leyenda areangélica!....
y
fuéaquellatarde, en elporchefrescodelaEs-tación, después de largas horas de sol y sed, cuando
mi
corazón descubrió los ojos azules del Dr.Mackay.
Era
un
hombre
alto, rubio, demano
ancha y mirada limpia.Había
tanta lealtad en aquel mirar, tantainesperada bondad, que fué
como
siun agua
bautis-mal
nos apagara las sedes del camino. Era elagua
purificadora y fuerte
—
agua
serrana—
deuna
amis-tad nacida al auspicio de
un
apretón de manos.EL
SENTIDO
DE
LA
VIDA
92
'Primera noche serrana.
Cenamos.
Y
aqm
un
pa-réntesis pantagruélico. (¡Alabado sea el cocinero de Ymcápolis!
¡Qué
sopas de verduras,de
legumbrescarnosas cosechadas en los valles
de
húmeda
tierranegra,
qué
guisos que envidiaría elmismo
BrillatSavarin,
qué
arroz con leche yqué
almibaresque
aun
ahorame
llenan la boca de agua!¡Qué
rito casisa-grado
escomer cuando
se tiene ese apetitoque
elaire de la Sierra despierta, y cuánto
más
sabrosore-sulta el yantar cuando lo prepara el cocinero sabio
de Ymcápolis, honra y prez de todos los cocineros
del
mundo!)
Después
de cenar nos reunimos en la terraza del chalet.Las
ranas chacoteaban junto alarroyo, en la
hondonada
del barranco.Un
aire frescoenrulado, conversaba entre los árboles. Allá arriba
las estrellas predicaban su vieja lección de eternidad. El porche estaba oscuro.
Mackay,
sentado enun
rincón, erauna
larga silueta gris.Dos
o tres mucha-chosmás
estábamos sentados, junto a la mesita de mimbre, en sendas sillas terreras. El silencio y laale-gría
de
vivir eran los otroscompañeros
de velada.Apenas
hacia unas horas que nos conocíamos y ya la charla era fácil,como
es fácil el recuerdo entreamigos
viejos encontrados enuna
encrucijada delca-mino.
Cada
uno
abría su corazón con esa sinceridadque
contagia la vida delcampamento.
El pasadode
cada cual ponía, al llegar, perspectivas a nuestras fi-guras, ansiade
salvarlo de la muerteconfidencián-dolo a espíritus amigos. El diálogo nacía al auspicio
de ese afán y generalizaba la charla.
Por
veces elsilencio decía su palabra sincopada con el croar
de
las ranas y el chistar del viento entre los pinosde
la barranca.]uan A.
Mackay
había nacido en Inverness. Sus ojos azulesde
niñotempranamente
alucinado con elmisterio de
Dios
gozaron el paisaje de Escocia.En
Aberdeen
graduóse, yamozo,
en Filosofía y Letras, mereciendoun premio
de losacordados a los mejoresestudiantes de Filosofía.
Su profunda
fe religiosafué acerando su espíritu enuna
vida casi ascética. '^Has-ta el deporte—
nos decíaMackay
aquella noche—
me
parecíaun
pecado."Asistió a la Universidad de Princeton y luego en
Madrid
siguió los cursos del Instituto de EstudiosHistóricos.
Por
fin—
y aquí comienza la partemás
interesantede
la vida de este escocésenamorado
de Cristo—
llegó a Lima.Su
obra en la viejaCiudad
de
losReyes leha
hecho acreedor al título de ciudadana de América.Los
muchachos
del Perú, en cuyaUni-versidad de
San Marcos
fué profesor de Metafísica, hallaron en élun
maestro. Las horas inquietas de laco-EL
SENTIDO
DE
LA VIDA
IIrazón.
Su
palabra orientó aquel fervor heroico y ensu casa
—
el ColegioAnglo-Peruano que
fundara—
se salvaron de las iras del tirano jóvenescomo
Haya
dela Torre. Esa actitud magistral, que casi le obligó
a salir del Perú por orden
de
Leguia,no
era en élun
albur del destino sinouna
vocaciónque
hallabasu centro. Pocoshombres
tendráncomo Mackay
tantae]emplaridad para ser llamados por la juventud: maestro.
Su
propia devoción por la figura del galileole
ha
contagiado esa capacidad de enseñar conamor
que
fosé EnriqueRodó
exigíacomo
cualidadcardi-nal del verdadero maestro.
Hay
admiracionesque
definen aun
hombre. Eldoctor
Mackay
admira
aUnamuno.
Como
él tienehondas
preocupaciones religiosas y morales.Como
el ilustre rector de
Salamanca
quiere rescatarelsepulcro de Nuestro Señor
Don
Quijote delpoder
de los bachilleres, curas, barberos,duques
ycanóni-gos.
Y
biensabemos
todo loque
esto significa ante los vientosdefrivolidadyutilitarismoque
soplanpor las veredas delmundo.
Por
aquellos días delcampamento Mackay, según
nos dijo esa primera noche de nuestro conocimiento,se disponía a partir para México. México, pais
que
sabe elegir a sus hombres, lo llamaba para colaboraren la grande obra
de
reconstrucción nacional. Allípensaba buscar su terruño aquel
hombre
rubio, para trabajar enuna
de las epopeyasmas
grandes de laAmérica
contemporánea, con ese fervor que ya habíademostrado
en otras empresasde
su vida dehombre
de
pensamiento yde
acción.Entretanto la esquila del
campamento
llamaba areposo. Allá abajo, junto al arroyo,
andaban
las me-dallas de los jaroles conque
los primeros dormilones buscaban sus carpas. Arriba—
en el añil serrano—
laCruz
delSud
evocaba,una
vez más, el símbolodel maestro de Galilea.
Símbolo
alque
Mackay
ha
dedicado la acerada ejemplaridad de su vida.i
Por
lasmañanas
—
cristal, oro y azul—
después deldesayuno
losmuchachos
delcampamento
nosreunía-mos
a escuchar las charlasque
el doctorMackay
—
integrando elprograma
espiritual del veraneo—
nos dedicaba.Hay
enYmcápolis
un
breve pinar. Alli, cuotidia-namente, durante seis o sietemañanas
nuestroamigo
nos expuso laspequeñas
conferencias queforman
es-te librito.
Ningún
lugarmás
propicio para aquellas conversacionesque
aquel bosquecillo depinos. Elpino esun
árbol conalma
ascética y siempre seme
ha
ocurrido el mejorcompañero
delhombre
limpiode
cuerpo y alma.EL
SENTIDO
DE
LA
VIDA
13 adquiríauna
intensidad inolvidable.La
figuraapos-tólica se magnificaba en el juego profético
de
sus conversaciones. Sialgunas veces la voz se tornabata-jante
como
acero toledanopararepudiarlasmaldades
de
los hombres, otras, y eran las más, tenia la serenadulzura del consejo.
Y
mientras las palabras aleteaban entre nosotroscomo
halcones de altanero vuelo, los ojos azules del doctorMackay
nos calaban el alma, escudriñandonuestra intimidad
más
auténtica. Confiesoque
enaquellos
momentos
he sentido esa vergüenzaque
lospecadoresdeben
experimentaral confesar sus cul-pasde
hombres
de carne y hueso. Aquellamirada
—
limpia, incisiva, cordial—
nos recordaba la alegrebellezade ser justos y buenossin mojigatería. ¡Justos y buenos virilmente!
Quien
no haya oídonunca
al doctorMackay
no
podrá
interpretar la grandeza que encierra estelibri-to de charlas ejemplares. Desgraciadamente las pá-ginas impresas
no
pueden
reproducir en sumuda
blancura el eco de aquella voz, el gesto
de
aquellamano
crispada, la claridad inadgetivable de aquellosojos. Ese triple prestigio inasible sólo
puede
repro-ducirlo hoy, en el cielodel recuerdo, nuestro corazón.Allí, lo
guardamos
como
un
tesoro de inalterableamistad.
Juan
Manuel
Villarreal.I
EL
SENTIDO
DE
LA
HOMBRIDAD
Tenía
razón CarlosWagner
al afirmar que: *'Hayalgo
más
raroque
un
granhombre:
es,un
Hombre".
En
verdadque
esmás
fácil ser médico, abogado,li-terato, artista o ingeniero,
que
hombre.Y,
por lomismo
de ser la profesión dehombre
la única univer-sal, es ella a la vez lamás
básica e importante de lasprofesiones
humanas.
¿Qué
significa serhombre, todoun
hombre?
¿Dón-de se encuentraun
verdaderohumano
ycómo
sele ccynoce? Creyeron encontrar
uno
aquellos campe-sinos ibsenianosque
salieron al encuentro del jovenclérigo Brand, al haber cruzado éste, en frágil
bote-cito,las aguas embravecidas de
un
fiordnoruego, para cumplir con loque
creía su deber."Hace
tiempoque
nos hablan delbuen
camino", dijeron a Brand, "y nos lo indican con el dedo.Más
deuno
loha
seña-lado, pero tú eres el primero
que
loha
seguido.Un
millón de palabras
no
valen loque
un
hecho. Poreso
venimos
a buscarte en inombre de todos,porque
loque
nos hace falta esun
hombre".También
Pi-latos, aquel escéptico y timorato gobernadorromano
de Judea, creyó ver todoun
hombre
en cierto reoque
hicieran comparecer ante él en ocasión inolvidable. "EcceHomo",
dijo a los ruines acusadores del Naza-reno."He
aquí elHombre".
La
cualidad dehombre,
en el sentido cabal de lapalabra,
Unamuno
laha
llamado "hombridad".Nos
cuenta, en
uno
de sus ensayos ,que, leyendo al granhistoriador y psicólogo portugués Oliveira Martíns,
le hirió la imaginación la voz
"hombridade"
que ésteaplicaba a los castellanos.
"Hombridade"
le parecióun
hallazgo.Conforme
laemplea
Unamuno,
estavoz
encierra cualidadesmás
ampliasque
la simpleprobi-dad u
honradez indicada por"hombría
de bien".Su
sentido esmucho más
comprensivo y virilque
"hu-manidad", o "humanismo",
vocesque
se hallanestro-peadas por oler a pedantería, a secta
o
a doctrinaabstracta.
Hombridad
es "la cualidad de ser hombre, de serhombre
entero y verdadero, de ser todoun
hombre".
"¡Y
son tan pocos los hombres", agregaUnamuno,
"de quienespueda
decirseque
sean todoun hombre!"
Adoptando
esta simpática acuñación lingüística del gran vasco—
quien, dicho seade
paso, esuno
de
EL
SENTIDO
DE LA VIDA
17los ejemplos
más
legítimos de lahombridad
en laescena contemporánea
—
vamos
a ensayar el retrato deun
verdadero arquetipohumano.
1
El
hombre
verdaderoha
de ser, en primertérmino>la negación de ciertos arquetipos bastardos
que
go-zan todavía de
mucho
prestigio, ya sea entre lasmu-chedumbres, ya sea entre la élite intelectual o sociaL
Un
arquetipohumano
muy
clásico,que
goza deno-torio prestigio entre cierto sector de la sociedad, y
en algunos países
más
que
en otros, se llamaDon
Juan Tenorio.Don
Juan,que
recibiera primeroper-sonalidad literaria en "El Burlador de Sevilla",
de
Tirso de Molina, comparte con Fausto el tristehonor
de ser el personajemás
universal de la literatura eu-ropea desde el Renacimiento a esta parte.¿Quién
esDon
Juan? Por ciertoque
entre losDon
Juanes de Tirso, de Zorrilla, de Moliere, deByron
y los deuna
ciudad sudamericana, hay marcadas diferenciasde sensibilidad moral.
En
el fondo, sin embargo, son idénticos.Don
Juanno
cambia; blasona siempre lamisma
enseña:"Yo
y mis sentidos" .Pero, con todassus bravatas y aires de guapo, es
un
perfecto calavera aquien la lujuriaha
entontecido. Es rara vezun
gran apasionado; antescasi siempreun
fríocalculador.Ha-ce alarde de su libertad. Vive,
no
obstante, en laesclavitud
más
absoluta, yaque
lomanejan
a suan-tojo los impulsos de la carne o los
mandatos
irres-ponsables de
un
perpetuo 'porque sí".Hace
poco
el distinguido
médico
español Dr.Marañón
dejó caeruna
bomba
en elcampo
tenorista,llamando
aDon
Juan,
"una
monstruosidad biológica".Empero
merece éste el calificativo, puesno
tiene vuelta de hojaque
así
moral
como
físicamente resultaun
ser anormal. Pero haymuchos
jóvenes, por desgracia,que
sinconvertirse en
Don
Juanes de oficio, creenque
para serhombres hay que tomar
lecciones en la escuelade
Tenorio.Recuerdo
el triste caso deun
mozo
pe-ruano
que
fuéaclamado
héroeporun grupo
de com-pañeros suyos, al descubrirse que aquél había can-traídouna
de las enfermedadesque van
a la zagadel tenorismo.
En
opinión de esos jóvenes ingenuos,aquél se había
hecho
ya hombre. Peroun
hombre
es otra cosa.
Un
hombre
reconoceque
el instintose-xual es perfectamente natural, tan natural
como
cual-quier otro, y adopta entonces frente a él
una
de estas dos actitudes. Sin reprimirlo, paraque
no
for-me
en su personalidad complejos freudianos, losu-blimiza, buscando alguna actividad de orden superior
que
absorba su pasión. O, de otromodo,
canalizahonradamente
su instinto dentro del cauce del ma-trimonio, aceptandoyaún
persiguiendolasconsecuen-EL
SENTIDO
DE LA VIDA
19das
y obligaciones naturalesque
le trae la fundaciónde un nuevo
hogar.Creo que
si reflexionaranun poco
los jóvenesso-bre lasposibles consecueíacias
que
acarrea a otrosuna
pasión irregular, repudiarían para siempre todoarna-co
de tenorismo.No
olvidarénunca una
experienciaque
tuve en la ciudad de Valparaíso.Había
dirigidounas palabras de aliento a
un
grupo
de mozuelos, vendedores de diarios,que
cotticurrían todas las no-ches a unas clasesque
organizara para ellos laAso-ciación Cristiana de Jóvenes de aquella ciudad
chi-lena.
Al
retirarme luego del local pregunté al secre-tarioque
me
acompañaba:
"¿Cómo
explica usted elcontraste tan extraordinario entre los semblaíates
her-mosos
e inteligentes demuchos
de esosmuchachos
y los haraposque
visten y laposición socialque
ocu-pan?"
Mi
compañero
me
contestó con estas palabras tan trágicamentesugestivas:"Ninguno
deellosconocea su padre".
Y
¿esos padres? Tenorios deuna
capa social superior.2
Otro
arquetipohumano,
más
culto y correcto qui-zá, perono
menos
bastardo ysubhumano,
es el"snob". El "snob" pertenece a la
Antigua
y Aristo-cráticaOrden
delPavo
Real. Etti virtud de la sangreque
corre por sus venas,o
la posición socialque
ocu-pan, o las propiedades
que
poseen, o la culturaque
han
adquirido, losmiembros
de esta orden sientenel
más
alto desdén por losdemás
hombres, antequie-nes
no
pierden oporutnidad de pavonearse, cuidando deno
alternar con nadieque
no
sea de su círculo.En
lo social el "snob" es amenudo
un hermoso
animal que, alno
enco'ntrar la sociedad genial de los suyos, muestra preferencia por la de los canes y caballos.Fué pensando
en estarama
del "snobismo"que
BernardShaw
dijo aquello de que: "Es permitido a lasdamas
y los caballeros dehoy
teneramigos
en la perrera,mas
no
en la cocina". Por ciertoque
re-sulta asombrosay desconcertante la cantidad de gente
que
pone
de manifiesto susubhumanidad,
tirandomás
a lo canino y lo caballarque
a lohumano.
Otra especie de "snob" se dedica a las letras.
Lo
que
persigue el "sYiob" literario es el lucimientomás
que
el alumbramiento. Tiene la obsesión de la forma, preocupándole poco el fondo.Blasonando
la jerga de "el arte por el arte", pasa la vida rebuscando cortesy colores nuevos, resultando de esta suerte sastre de lo efímero,
cuando
debería hacerse escultor de lo eterno. Los únicos aspectos delavidaque
le interesanal "snob" son los vistosos y llamativos. Espectador sentado en su torre de marfil o su tallado balcón aristocrático, mantiénese alejado de todo contacto con la vida real y verdadera.
Jamás
se le ocurre poner suEL
SENTIDO
DE LA VIDA
21cuando
seda
el caso,como
a veces sucede, deque
un
"snob" de las letras escribeun
libro de fondo, lo hace casi siempre sobre los temasque
están demoda.
Al
ocuparse de problemashumanos,
cuidamucho
deno
tocar los aspectos de dichos problemasque
esténcandentes en su propia tierra. Tratar temas escabrosos
podría traerle
muchos
inconvenientes.Conozco
una
gran obra de sociología escrita porun
profesorsud-americano, en
que
no
se tratan paranada
los tremen-dos problemas sociológicos de la patria del autor. Esque
a éste le interesaba tan sólo la opinión aítica extranjera ynada
el bienestar nacional.Los tales carecen de hombridad.
Son
todos elloshombrecillos, traidores a la bondad, a la belleza, a
la verdad o a la patria. Es también traidor y maldito todo sistema educacional
que
tienda a producir tiposque
vivan desdeñosamente apartados de la eternarea-lidad
humana
y de la realidad actual de la patria.3
El tercer arquetipo de
hombre
que
carece de hom-bridad es el ególatra. Este hace delYo
y sus interesesel móvil de toda actividad. Pretende crearse
un
cos-mos
que gire sobre el eje de símismo.
Don
Juan eraegoísta, pero
no
ególatra, yaque
sus accionesno
estaban inspiradas en la idea objetiva delYo,
sinoen
una
simple pasión camal.Lo
propio podríade-cirse del "snob". Este actúa indudablemente
por
egoísmo, pero mientras loque
lemueve
es elbuen
tonoolabuena
opinión dealgunaélite, loque
mueve
al ególatra es el afáfti
desmedido de
colocarse a símismo
en el centro de todo cuadro, haciendoque
todo le sirva demedio
para la realización de susfi-nes, sin
que
él sirva demedio
paraningún
interés ajeno.Seguir en todo insta'nte lavoluntad yel interés
pro-pios, sin consultar para
nada
los ajenos,no
es sinouna forma
aristocrática de la locura. El perfectovo-luntarioso, con todos sus aires de caballero
indepen-dieSnte, está poseído del
demonio
más
trágico de todos, eldemonio
delYo.
Nadie puede
hacer obra perdurableque
tenga por único móviluna
ambición egoísta.Tarde
otemprano
elendemoniado
del"Yo"
caerá de bruces enuno
de sus vuelos temerarios, porencontrarse en las alturas con el ventarrón de alguna ley universal. "Las estrellas desde sus órbitas
pelea-ron contra Sisera", dice el antiguo "Libro de los
Jue-ces".
Y
VíctorHugo
pregunta en"Los
Miserables":"¿Quién
ganó
la batalla de Waterloo.^". . .Y
con-testa: "¡Fué Dios!"
Quizás el
más
perfecto ególatraque
nos ofrece laliteratura es el Peer Gyftit de Ibsen.
Adoptando
éste de joven la enseña de "Ser yomismo",
se lanza alperi-EL
SENTIDO
DE LA VIDA
23pedas
porpaíses extranjeros, en el cursodeloscualesha
hecho y perdido varias veces ingentes fortunas,vuelve siendo
hombre
ya de barbas blaicicas, a sutierra natal.
Camino
de su aldea, entra enuna
viejahuerta conocida.
Alza
en lamano
una
cebolla y em-pieza a sacarle las telas.A
cada telaque
sale le da elnombre
de algún papelque ha
desempeñado
en su vida. . . El de máufrago arrojado por elmar
sobreplaya americana, el de cazador de focas en la bahía de
Hudson,
el de buscador de oro en California. . .hasta llegar por fin a lo
que
debía ser el corazón dela cebolla. Pero. . . ¡nada!La
cebolla espura tela."Como
cebolla", dice,"ha
sidomi
vida, toda tela,apariencia. . . Sobre
mi
lápidaescúlpanseen letras demolde
estas palabras:"Aquí
yace nadie'.Peer
Gynt
eraDon
Nadie, porno
haber consul-tadonunca
en toda su larga vida sino suYo
y susintereses.
No
se había puesto a símismo
al servició denada que
beneficiara a los demás.En
ningún
co-razón agradecido sobreviviría sunombre
inmarcesi-ble. El ególatra
ha
de resultar a la larga, oun
locoo
nadie, peroun hombre,
jamás.4
¿Quién
es entonces el verdadero arquetipohuma-no?
Elque
merece llamarse todoun hombre,
posee tres cualidades básicas.Es
un
ser libreque
tiene sed delo real.Su
libertad se destacacuando
se lecompara
con los tiposante-riores.
Don
Juan es esclavo deuna
pasión baja; el"snob" es esclavo de prejuicios aristocráticos; el
egó-latra es esclavo del archidemonio
Yo.
Elhombre
ver-dadero, habiendo afirmado su libertad frente a sus
pasiones, sus prejuicios y sus ambiciones mezquinas,
abre de par en par las puertas y ventanas de su
alma
a los soplos y vocesque
le vienen delmundo
real.Tiene
sed de realidad.El ser
humano
vive en dosmundos,
un
mundo
de
efímeras apariencias yun
mundo
de eternos valores.El
hombre
verdadero, salido,como
los presosplató-tiicos, de la caverna de las apariencias, lo contempla ya todo bajo la luz de la Realidad. Se atreve a mirar de frente al Sol.
Parte del mensaje de Keyserlingal
mundo
contem-poráneo
es su insistencia sobre la necesidad de adop-taruna
actitud pasiva frente a las cosasque
queremos
investigaro que merecen
investigarse.Dejemos
pri-mero
que
ellas rnos hablen. Libres de prevenciones y prejuicios,dejémonos empapar
en la atmósfera deellas. Luego, lo
que
no
nos satisfaga, después de haberlo conocido, rechacémoslo. Perono
sea laac-titud crítica la primera, sino la última. Entonces
po-dremos
criticar con pleno conocimiento de causa.De
estemodo
lio nosexpondremos
al cargo deque
losque
más
critican son, por lo general, losque
EL
SENTIDO
DE
LA
VIDA
25menos
saben. Elhombre
verdadero, sediento de lo real, procede, en subúsqueda
espiritual, en igualfor-ma
que
loshombres
de ciencia. Los descubrimientoscientíficos se hacen a base de la aplicación reverente
y concienzuda de hipótesis a la realidad objetiva. Los
descubrimientos espirituales sólo se harán por
un
pro-ceso de verificaciónhonrada
de la teoría o actitudque
se someta a investigación.Otro
rasgo delhombre
verdadero es el apasionarsepor algo superior.
Hay
grandes regiones delmundo
real
que
no podrán
ser descubiertas por los teóricos,preciosas experiencias
que
éstosno
podrán
nunca
compartir.La
única actitud creadora frente a la vidaes la de aquel
que
se vincula auna
idea o causa superiorque
le absorbe todas las energías del cere-bro, corazón y brazos.Que
seaun
obrero en alguna forma.Que
ponga
su talento al servicio de algo de indiscutible importancia.Que
encuentre, es decir, su vocación en la vida.Y
en cuanto a dificultadesinte-lectuales, ellas se solucionan
muy
amenudo
no
bienuno
sepone
a trabajar para cumplirun
deber oen-carnar en vida
un
ideal.Hay
problemasque
resultan ¿nsolubles en la soledad de la biblioteca yque
po-drían solucionarse fácilmente en la soledad delca-mino.
"La
acción", decía Amiel, "es la quintaesenciade la vida,
como
la combustión es la quintaesenciadel fuego". ;Con
qué
frecuencia la causa hace alno
ha
sabido dehombres
mediocresque
seagiganta-ron, llegando a grabar hechos inmortales en las pá-ginas de la historia, por haberse jugado la vida en
una
causa superior?La
pasión yno
la apatía es el estadonormal
del hombre. Sólo son creadores los grandes apasionados. Sólo ellos son capaces de grandes conquistas,comen-2ando
por la conquista preliminar deun
carácter per-sonal aquilatado."Ningún
corazón es puro", alguienha
dicho,"que
no
sea apasionado; ninguna virtud essegura
que
no
sea entusiasta".Hay
que
vivir enun
vértigo, gritaUnamuno.
¡Que
lean y se inspiren enesa pieza de prosa candente de cruzado, con
que
éste prologa su"Vida
deDon
Quijote y Sancho",quie-nes
hayan
visto la Estrella y estén dispuestos ase-guirla!
Y
siuno
es todoun
hombre,además
resultará con-secuente en sus pensamientos y acciones. Compene-trado de la realidad, seráun
hombre
de verdad,o
de la Verdad,como
dijera el Galileo a Pilatos.Su
vida será deuna
sola pieza yno
llevará máscarade
ninguna
especie.Lo
que
piensa sualma
blanca, esomismo
lo dirá y lo cumplirá. Antes de claudicar pre-ferirá morir.Pensando
enhombres
de esta fibra, diceRomain
Rolland: "Id a la muerte losque
debéismo-rir. Id a sufrir los
que
debéis sufrir.No
se vive para ser feliz sino para cumplir conuna
ley. Sufre ymuere, pero procura lo
que
debes ser:un
Hombre".
II
EL
SENTIDO
DE
LA
VOCACION
Al
volverDon
Quijote a casa después de la tristeaventura
que
puso
fin a su primera salida, dirigeuna
frase al labradorPedro
Alonso,que
loacompaña,
lacual resulta de
más homdo
significadoque
todo el largo y clásico discurso a los Cabreros:"Yo
sé quién soy", dice el hidalgo de laMancha
a su incrédulo vecino, "y séqué
puedo
ser" y, esto se lo dijo,es-tando todo
molido
y maltrecho ."Yo
sé quién soy". Estas palabras podrían tomarse,por cierto,
como
simbólicas de la llamada soberbia española,que
Quijote encarna. Pero tienenademás
un
sentidomucho más
umiversal yhumano. Son
pa-labras de
un
hombre
que
se halla firmementecon-vencido delpapel
que
le tocadesempeñar
en la vida, es decir, de uno,que
posee en grado superlativo elSa-bía
que
había nacido para ser brazo deDios
en la tierra, a fin de enderezar todos los entuertos de ella.Consecuente con el sentido
que
tenía de su misión,no
perdió oportunidad de embestir molinos de vientoy de dar libertad a galeotes encadenados,
nada
des-mayado
ensu fey arrojopor el hecho deque
aquélloslo dejaran
molido
yque
éstos, al cobrar su libertad,dieran de pedradas a su libertador.
Lo
que
buscabano
era el éxito ni la gratitud, sino la satisfacción de haber respotidido aun
llamado íntimo,que
le impu-siera el deberyno
la felicidadcomo
ideal de suvida.El sentido vocacional del inmortal
manchego
eraa la vez su locura y su gloria.
A
causa de él "vivió loco"; libradodeélenelcrepúsculode lavida, *'murió cuerdo". Perono
escomo
Alonso
Quijano el Bueno,sino
como
Don
Quijote el Loco,que
será eternains-piración y enseña de los llamados a
desempeñar
un
papel en elmundo.
1
Sin
duda
alguna, el sentido de la vocación esuno
de
los sentidos superiores del hombre. Es el sentidoque
lo lleva a acometer con desinterés ydenuedo
lasmás
grandes empresas.En
losmomentos
obscuros leproporciona luz, en los trances difíciles le infunde nuevos bríos.
Hace
aun
hombre
superior a todas lasEL
SENTIDO
DE LA VIDA
29burlas y calumnias, y si, al fin de la jornada, aquél
no
viere llenadas sus esperanzas, le ofrecerá el con-suelo deque
otrosque
han
visto la Estrella de sudestino en el cielo de su ejemplo luminoso llevarán a cabo la obra.
De
suerteque
cabrá asegurarque
el día en
que
uinhombre
pueda
decir de veras: "yo sé quién soy", conociéndose a símismo
a la luz deuna
visiónnueva
de algoque
debía hacer en la vida, en esemismo
díaempezará
a vivir de veras.De
allíen adelante vivirá en su obra y su obra en él. Dejará
al i'nstante de ser
un
"nadie" para llegar a seral-guien. Será ya "hidalgo", hijo de algo, vale decir,
de sus obras, o
más
bien delnuevo
y santo sentidoque lo impulsa a
emprender
obras.Mucha
falta nos hace este sentido superior de lavocación.
Su
adquisición y cultivo vendría a solucio-nar seguramente rjna porción de problemas graves denuestra sociedad.
Unamuno
ha
expresado unos con-ceptos al respecto en su libro"Del
SentimientoTrá-gico de la
Vida" que merecen
pensarse con atención."Este de la propia vocación", dice, "es acaso el
más
grave y
más
hondo
problema
social, elque
está enla base de todos ellos.
La
llamada por antonomasiacuestión social es acaso,
más
que
un problema
dere-parto de riquezas, de productos del trabajo,
un
pro-blema
de reparto de vocaciones, demodos
deprodu-cir.
Que
encuentre cada cual entonces su verdaderocivil.
Que
trabaje en ella con tantoamor
yempeño
que
sehaga
insustituible para quienes sirve". "Mi-rándonos cadauno
ca.:o servidores de los demás,como
quienesdebemos
poner todonuestro entusiasmo en hacer algoque
sea deutilidad pública, lo religiososería, en tal caso", concluye diciendo
Unamuno,
"tra-tar de hacerque
sea nuestra vocación el puesto enque
nos encontramos y, en último caso, cambiarlo por otro".Esto sería lo ideal, pero en la sociedad actual, ¿qué encontramos?
Por
un
lado gran cantidad de personasque
carecen de oficioo
vocación, y, por otro,una
cantidadmucho
mayor que
tno sientencomo
vocaciónel papel
que
desempeñan. Entre las primerashay
mi-llones, indudablemente,
que
quisieran trabajar enal-gún
oficio, perono
pueden.He
aquí, en el trágicoproblema
de la desocupación, parte de la hereinciamomentánea
que ha
legado laGran
Guerra
almundo
contemporáneo. Es ésta, empero,
una
situación oca-sional, producidapor circunstancias anormales, ydes-tinada a desaparecer
poco
a poco.Mucho
más
graveque
elproblema
de losque
no
tienen vocación porno
hallar empleo, es el deaque-llos que,
pudiendo
tener trabajo,no
quieren trabajar.Son
pudientes, y prefieren la holgazanería parasitariaal trabajo productivo.
¿Qué
hacer cofn los parásitos, con loshombres que
viven de dineros heredados, sin aportar ningúncon-EL
SENTIDO DE LA VIDA
31 tingente útil a la sociedadque
los protege?Puede
haber discrepancia de ideas en cuanto a lasmedidas
que
convesndría adoptar frente a tales personas, pero ninguna en cuanto a la eterna idealidad de losrefra-nes
que
rezan: "Elque
no
trabajano come"
(supo-niéndose siempre
que
esté en condiciones dehacer-lo), y
"Todos
darán según su capacidad y tomarácada
uno
según su necesidad". Pero sóloun
sentidoacendrado de la vocación en todos los ciudadanos de
uSn país podría traer
un
estado social enque
este ideal fuera realizable.2
Hemos
dichoque
haymucha
gente, por otra part^que
no
sientecomo
vocación el papelque
desempeña.Hace
algunos años seme
brindó la oportunidad de realizaruna
visita a la Penitenciaría deBuenos
Aires, en tiempos en que regenteaba ese establecimiento el ilustre penalista Dr. EusebioGómez. Al
cabo de lavisita, solicité al Director se sirviera contestarme
al-gunas preguntas sobre las modalidades de los pena-dos. Entre los informes
que
me
proporcionara con ese motivo, escuchéuna
frase que desde entoncesha
quedado
grabada enmi
memoria.Díjome
el Dr. Gó-mez, quemuy
amenudo, cuando un penado
le hacía confidencias en su despacho, decía: "Señor Director:Yo
sé ser preso". Sabía, es decir,acomodarse
perfec-tamente al reglamento carcelario, observando la con-ductaque
más
probabilidades tendría de hacerle caeren gracia con la superioridad.
No
sentía desde luegoninguna
vocación para continuar siendo presidiario.Lo
que
sentíaera el anhelo deserhombre
libre; pero,para
poder
recobrarmás
pronto su libertad, teníaque
saber ser preso."Yo
sé ser preso". ¡Cuántas personas aprenden ydesempeñan
papelesque
no
les agradan, para loscua-les
no
sientenninguna
vocación!Muchas
de ellas songentes pobres, a quienes la sociedad
ha
negado
la oportunidad de desarrollar las capacidades superioresque
poseen, condenándoles a trabajar en losmismos
oficiosque
suspadres y abuelos. Esto esuna
injusticiamagna.
Toda
sociedad estámoralmente
obligada aproporcionar a los hijos de todos sus ciudadanos,
mediante facilidades culturales adecuadas, la
oportu-nidad para
que
éstos descubran sus aptitudes y elijanlibremente su vocación en la vida.
Pero
hay
otroproblema
mucho más
serioque
elde la despreocupación del Estado por descubrir valo-res superiores en las filas del proletariado. Es
que
muchos hombres
y mujeresque
han gozado
de todaslas ventajas
que
la sociedadpudo
proporcionarles yque ocupan
posiciones de gran importancia, carecende todo sentido vocacional en los cargos
que
desem-peñan.Son
médicos, abogados, legisladores, funció-EL
SENTIDO
DE
LA
VIDA
33narios públicos, sacerdotes, profesores, estudiantes y quién sabe cuántos profesionales más, de quienes
no
sepuede
decir sino esto:que
saben serlo.Cada
cualtiene puesto,
mas
ninguno
vocación. Igualque
loípresos a
que
me
he
referido, éstos saben ser lo que!no
sienten ser, y saben serlo por el sueldoo
lapo-sición o la influencia
que
eldesempeño
de su cargoles da. Piensan tan sólo en las ventajas que
han
derecibir y
no
en el bienque
puedan
hacer. ¡Desdicha-dos!No
saben quiénes son, sólo saben ser lo queno
son ni quieren ser.3
¡Qué
tragediacuando
una
porción grande de loshombres
deun
país busca puestos en lugar devo-caciones!
Pongamos
el caso del magisterio. ¡Cuán pocos soín los verdaderos maestros, loshombres que
poramor
a la enseñanzano
sueñan sino con ser ver-daderos conductores de almas, esforzándose en todomomento
por ser dechados dehombres
virtuosos yde investigadores concienzudos!
No
escapará aninguno que
esté compenetrado del significado de las luchas universitarias de la última década, que lacausa básica y originaria del movimien-to estudiantil reformista de laAmérica
Latina fué elalumnos
al verse sin maestros."¡Queremos
maes-tros,
queremos
maestros!"He
aquí la nota medu-lar deldocumento
históricoque
lanzaron los uni-versitarios cordobeses "a loshombres
libres de América".¿Cuándo
se cumplirá el ensueño deaqué-llos y de otros jóvenes estudiantes, de
un hogar
cul-tural en
que
"sólopodrán
ser maestros los verdade-ros constructores de almas, los creadores de verdad,de
belleza y de bien". Serácuando
todo aquelque
se diga maestro, sea de la enseñanza superior, secun-daria o primaria, poseaun
sentido análogo de lavocación magisterial al
que
traduce Gabriela Mistralen aquella pieza de prosa
conmovedora "La
Oración de la Maestra". Dice lahumilde
maestra deprovin-cia, dirigiéndose al
Maestro
Supremo:
"Dame
elamor
único demi
escuela;que
ni laquemadura
dela belleza sea capaz de robarle
mi
ternura de todoslos instantes. Maestro,
hazme
perdurable el fervor y pasajero el desencanto. Arranca demí
esteimpuro
deseo de justicia
que aún
me
turba, lamezquina
in-sinuación de protesta
que
sube demí
cuando
me
hie-ren,no
me
duela la incomprensión nime
entristezcael olvido de las
que
enseñé.Dame
el sermás
madre
que
las madres, para poderamar
y defendercomo
ellas lo
que no
es carne de mis carnes.Dame
alcancea hacer de
una
de mis niñasmi
verso perfecto y adejarle en ella clavada
mi
más
penetrante melodía,EL
SENTIDO
DE LA VIDA
35posible tu Evangelio en
mi
tiempo, paraque no
re-nuncie a la batalla de cada día y de cada hora
por él".
¿Quién puede
medir la influencia deun
maestroinspirado por tal sentido de su vocación? Entre los
verdaderos maestros del
mundo
moderno,
ocupalu-gar destacado
don
Francisco Gíner de los Ríos. Erael maestro perfecto.
Todo
lo que era se sabrámás
tarde,
cuando
sus discípulos, unidos a los dedon
Miguel
deUnamuno,
fundaránun
día laEspaña
nueva.Al
final de "El Licenciado Vidriera", Azorín nos pinta adon
Francisco entre sus alumnos.He
aquí el pasaje:
"La
imaginación se echa a volar yvemos una
amplia casa aristocrática, y en ellauna
rica librería y umas anchas estancias, apartadas del
bullicio, en
que
viven, enamable
consorcio con lasmusas,
un
hombre
docto ybueno
y unosmuchachos
llenos de ilusiones y de esperanzas.Don
Francisco vadirigiendo sus lecturas, enseñándoles las bellezas de los clásicos latinos y griegos, leyendo con ellos los grandes poetas de España, educándoles, en fin,
no
con el ceño adusto deun
preceptor, sino con ladul-zura y suavidad de
un
amigo
srncero y apasionado. . .y luego, pasean, realizan largas excursiones, se
em-papan
del paisaje y de los olores delcampo".
Hay
algo, sin embargo,que
Azorínno
dice, algoque
me
contóuna
vezuno
de losmismos
discípulos dedon
Francisco. Pareceque
en esas reuniones ypaseos de amigos, el Maestro, en íntima plática con
uno
y otro de sus discípulos, solíapreguntarles a cada uno:"Y
usted, ¿qué piensa hacer en la vida?" Que-ría infundirles el sentido vocacional. Queríaque
cadacual llegara a saber quién era, buscando y hallando su verdadera vocación.
La
interrogación afectuosa dedon
Franciscosusci-taba, sin duda, preguntas
como
éstas en la merntede
sus jóvenes amigos:¿Qué
debo
hacer yo en la vida? ¿Cuál debe sermi
vocación?¿Cómo
puedo
saberqué
vocaciónme
toca abrazar?4
Ante
elmagno
problema
vocacionalno hay
como
empaparse
en las biografías de los grandes hombres.Ningún
joven debe cruzar elumbral
de lamayor
edad
sin haber leídouna
o todas esas coleccionesclásicas de biografías
que
son "Las vidas", dePlu-tarco; "Los Héroes", de Carlyle; "Las Vidas Ejem-plares", de
Romain
RoUand,
y demodo
especial"La
Vida
de Jesús" en los Evangelios.En
lalumbre
de
loshombres
superiores esdonde
debe encenderse la llama del ideal y atisbarse los horizontes del destino.La
historia nos diceque
muchos
de loshombres
cumbres
se sentían llamadoscomo
poruna
vozEL
SENTIDO DE LA VIDA
37los
han hecho
inmortales.Fué
ése el caso de Moisés,de
Jesús, deSan
Pablo y deno
pocas figuras de lahistoria religiosa del
mundo.
Casosha
habidotam-biém en
que
grandes militares, exploradores y revo-lucionarioshan
poseídoun
sentido místico de la im-portancia histórica del papelque desempeñaban
y de su propia importanciacomo
hombres
del destino. Colón, por ejemplo, miraba el descubrimiento delNuevo
Mundo
como
el cumplimiento deuna
profecíade Isaías y se miraba a sí
mismo
como
el órganode
la Providencia para cumplirlo.Su
sentido místicole daba la intuición de
un
continente por descubriry
una
voluntad inquebraintable para buscarlo.Pero, por lo general,
uno da
con su vocación poruna
de estas dos vías: el descubrimiento deuna
ca-pacidad especial, o la visión deuna
necesidadur-gente.
La
educaciónnueva
estáencaminada
a descubrirpor diversos
métodos
la capacidad latente de los edu-candos, asícomo
su tendencia innata.Tan
luegoco-mo
se descubren se procura cultivarlas por todos los medios, alentaindo alosalumnos
a buscar su vocaciónpor la vía de sus propias aptitudes. Parece
que
fué la lectura de las hazañas de Aquiles en la 'Tlíada*de
Homero
laque
condujo a Alejandro el Grande,cuando
joven, a descubrir su propiaalma
y sudes-tino. El habría de ser el Aquiles de su época.
Romain
Rolland nos describecómo
Juan Cristóbaldescubrió su vocación. Este
no
era sinoun
niñocuando
su abuelo creyó hallar en su nieto el talentoincipiente de compositor musical, y así se lo mani-festó. Juan Cristóbal
tomó
en serio la opiniónentu-siasta de su abuelo y ya, mie'ntras ejecutaba los
interminables y aburridos ejercicios musicales
que
leimponía
su padre, "oía en su interioruna
vozorgu-llosa
que
le repetía: soyun
compositor,un
grancompositor. Puesto
que
era compositor, a partirde
aquel día se dedicó acomponer".
Otros, y yo diría la mayoría de los grandes
bene-factores de la
humanidad,
han
encontrado su voca-ción hallándose, enmomento
determinado de su vida,frente a frente a
una
situación seriaque
reclamaba imperiosamente remedio. Así encontró su vocaciónOliverio
Cromwell,
padre de las libertades inglesas;así encontraron la suya, José de
San
Martín ySimón
Bolívar, padres de la emancipación sudamericana.
Compenetrado
de las angustias de su patria, BenitoJuárez halló su vocación de forjador del
Nuevo
Mé-jico.Mahatma
Gandhi
eraun abogado
cualquieracuando, con motivo de
un
atentado contra los dere-chos de los hindúes en el Africa del Sur, hizocan-celar su pasaje de regreso a la India la víspera del
día en
que
debía partir, a fi'n de defender la causade sus compatriotas.
Una
necesidadmomentánea
leencaminó
hacia la vocación de toda su vida.Todas
funda-EL
SENTIDO
DE
LA VIDA
39das por
hombres
y mujeresque
—
como
FlorenciaNigh
tíngale, fundadora de laCruz Roja
—
hallaron su vocación en la tarea de afrontar necesidades apre-miantes.^ "Alguien tieneque
hacerlo", se dijeron. "^•Porqué
no
he
de ser yo?"¿Por
qué
no?
He
aquí la interrogación creadora,la
de
aquellosque
en el seno de lo actualhan
tenidoun
vislumbre de lo ideal, de algoque
no
existe aún,pero
que
debería existir. Inspirados cada cual en u¡qensueño particular, retan con
un
eterno ¿porqué
no?
todas las dificultadesque impidan
su realización.La
tensión superiorque
se engendra en las entrañas detodo aquel
que
quisiera encarnar en obrasuna
visión de bien, le conducirá ineludiblemente a encontrar supapel en la vida,infundiéndole el sentido creador de la vocación.
EL
SENTIDO
DE
LA
VERDAD
"¿Qué
es la verdad?", dijo Pilatos a Jesús deNa-zaret, sin darse tiempo para recibir
una
respuesta. Seha hecho
lamisma
pregunta a lo largo de todoslos siglos desde entonces,
como
antes de ese día se habíahecho
por las escuelas filosóficas de Grecia. Ella entrañaun problema
de interés perenne, el cualha dado
lugar a infinidad de soluciones.Sin entrar en la historia de este problema, y sin
someter a
examen
crítico las múltiples teoríasque
sehan formulado
para solucionarlo,vamos
aenca-rarlo directamente a nuestro
modo
y por cuenta propia.La
esfera de la verdad esuna
esfera de relaciones. Tieneque
ver con la relaciórn entre loque
es y loque
sedice ser, o loque
se hace aparecer, vale decir,co-EL
SENTIDO DE LA VIDA
41rrespondencia entre éstas se perfila en seguida la
verdad.
De
modo
que
ella podría definirsecomo
lacorrespondencia perfecta entre la realidad y su ex-presión.
De
la falta de correspondencia entreambas
resulta el error o la mentira. Si al tratarse dedes-cribir la realidad, se equivoca inconscientemente,
sur-ge el error.
En
cambio, sila descripción de la realidadresulta inexacta porque se
ha
queridoque
así fuera,asoma
la mentira.Ahora
bien;como
loque
hemos
llamada lareali-dad
consta de diversos aspectos, será necesario, para poder hacerun
cuadro armonioso de la verdad,in-dicar lo
que
ésta significa con relación a cadauno
de ellos.1
La
realidad se nos presenta, en primer término,como
objeto de nuestro conocimiento, de suerteque
se nos plantea en seguidaun problema
de ordenin-telectual:
¿cómo
pensar lo real?, ¿en qué consiste laverdad conceptual?
En
el terreno del conocimiento elhombre
debe serun
"cazador de la verdad",como
llamara Platón alverdadero filósofo.
Debe
esforzarse por conocer lascosas tal cual son. Libre de todo prejuicio e interés
bastardo,
nunca
debe dar descanso al cerebro en laentre los objetos
o
hechosque
reclaman su estudio y las ideasque
seforme
de ellos.La
pasión por buscar la verdad en este sentidoha
sido rasgo de multitud de espíritus superiores. Uinos llegaron a raíz de subúsqueda
auna
idea rectoraque
les alumbrara la realidad entera, trayendo la pazal inquieto corazón. Tales fueron, por ejemplo, el
Buda
y Espinoza. Otros hallaron tanta satisfacciónvital en la
búsqueda
misma, que
se encariñaron conella. Para éstos la lucha valía
más
que
la victoria.No
era lameta
sino la carrera loque
les hacíafe-lices.
No
buscaban el repososino la agitación. Dirían con Malebranche,que
"si tuviera la verdad cautivaen la
mano,
abriría lamano
y la dejaría volar, parapoder
perseguirla y capturarla otra vez". Pero unosy otros tañían
por
igual el sentido de la verdad.La
sed de ella era el único resorte de su vida y a ellajuraron eterna lealtad.
No
acariciarían a sabiendas elerror, ni jamás proclamarían ni vivirían la mentira.
Eran
intelectualmente hoinrados.La
honradez intelectual esuno
de los rasgosmás
apreciables y, por desgracia,uno
de losmás
difícilesde
encontrar. Secaracteriza porel hábito demantener
siempre abiertas las puertas y ventanas de lamente
a las luces y brisas de la realidad, así
como
por laresolución inquebrantable de sacar las consecuencias
lógicas de cada
nuevo
vislumbre de la verdad, sinEL
SENTIDO
DE
LA
VIDA
43 lealtad a ella. Pero son relativamente pocos losinte-lectuales honrados. Refiere
un
eminente escritores-pañol,
que un
médico,amigo
suyo, fué llamadouna
vez a cierto plaintel de enseñanza para asistir auno
de los internosque
se hallaba enfermo.En
una
ga-lería reservada vió
un
cuadro al vivoque
represen-taba aSan Miguel
Arcángel en lucha con eldemonio
Satanás. El Arcáíigel tenía a sus pies al ángel rebel-de, quien tenía en la
mano...
¡un microscopio! El microscopio era para las autoridades de ese colegioel símbolo del superanálisis.
La
investigación dema-siado minuciosa la tachaban de labor satánica yquie-nes se interesaban por ella les resultaban unos demonios.
¡Cuánto
ha
sufrido el progresohumano
por causade aquellos que, por sus prejuicios o intereses creados
o
por falta de valor moral, sehan
resistido aaco-modar
sus ideas a la realidad!La
honradez intelec-tual deun
hombre
de ciencia sepone
a prueba en cuanto tropieza conun
dato o datos queno
cuadrendentro de sus hipótesis. Si posee de veras el sentido
de la verdad, se dispondrá a revisar las leyes o
fór-mulas
afectadas. Si no, tratará de orillar elnuevo
problema
planteado o de asesinar los datos inconve-nientesque
lohan
originado.Cuéntase de cierto biólogo, discípulo de Luis
Aga-ssiz, que al dar
una
vez conun
moluscoque
parecíaque
estudiaba, después de haberloexaminado
largorato, lo arrojó colérico al suelo, pulverizándolo al instainte con el taco del zapato.
Al
destrozar así eldato
que
ponía en apuros suteoría biológica, el seudo científico, exclamó: "Ese es elmodo
de tratar auna
maldita especie transicional".En
cambio, los verdaderoshombres
de ciencia,ins-pirados por el sentido de la verdad científica,
han
tenido siempre interés especial en todos los datosque
se mostraran reacios a ser encasillados en las teorías corrientes.Muy
amenudo
el estudiohonrado
de losdatos residuales
ha
conducido a nuevosdescubrimien-tos.
Miremos
siempre defrente a todoslos datos fide-dignosque
se nos presentetti, sin esquivar ninguno.Reconcentremos
lamente
sobre ellos en meditación prolongada y silenciosa. Luego, en elmomento
me-nos esperado, y cuaindo la
mente
esté ya en condiciónreceptiva, se nos vendrá, cual destello de luz, la
nueva
verdad apetecida. Así, nos diceHenri
Poin-caré, le "vinieron" sus descubrimientos matemáticos.
Porque, si bien tenemos unas facultades de carácter
adquisitivo
que
salen en busca de la verdad, tenemos otras de carácter receptivo,que
la reconocen y ledan
EL
SENTIDO
DE LA VIDA
452
Un
segundo
aspecto de la realidad reclama nuestro acatamiento.De
lamisma
manera que
la correspon-dencia entre la idea porun
lado y ciertos datos por otro,origina laverdad conceptual, la correspondenciaentre la conducta y ciertos valores eternos origina la verdad ética.
Un
hombre
moral esuno
enque
estosvalores o
normas
sehan hecho
cartne. El se compe-netrará de ellos de tal manera,que
sus actosresul-tarán laexpresión transparente de
un
ser identificadodel todo con el bien.
Hará
el bien por el bien, yno
por alguna imposición externa ni convenienciapar-ticular.
La
verdad conceptual y la verdad ética estánínti-mamente
ligadas.En
último análisis, laciencia reposasobre la virtud.
De
no
haber en el investigadorcien-tífico la sinceridad absoluta, sus investigaciones ten-drán poco valor.
Hay,
además, problemasintelectua-les de taltrascendencia,
que
no
tienen solución apartede
una
actitud determinada frente a la vida. Se pre-tende, por ejemplo, definir la última realidad. Se quiereindagar el "¿porqué?"
del Universo yconocerel principio matriz
que
rige sus destinos. Para talcaso,
como
alguienha
dicho:"La
ética es la mejoruna
clave para interpretar el pavoroso misterio.La
realidad es una, y la vidahumana
es parte integrantede ella.
De
suerteque
las intuiciones de la concienciamoral
tienen valor inmenso.Muy
amenudo
laleal-tad a ellas
ha
salvado aun
hombre
en elmomento
de hallarse al garete, a
merced
de los ventarrones del escepticismo."En
la horamás
negra por la quepueda
pasarun alma
humana, aunque
todo lodemás
estuviere en duda, esto al menos, es cierto: sino
hayDios
[ni vida futura, aun en tal caso, es mejor ser generosoque
egoísta, mejor casto que licencioso, me-jor lealque
falso, mejor valienteque
cobarde". Elque
dijo estas palabras se salvó por el sentido quetenía de la verdad ética, aferrándose en su desespe-ración intelectual a los inconmovibles basamentos de
la moral.
Y
no
es otra cosa laque
recomiendaUna-muno
en su obra maestra"Del
Sentimiento Trágico de la Vida". Dice el primer moralista de Europa:"Obrar
demodo
que
sea nuestra aniquilaciónuna
injusticia,
que
nuestros hermanos, hijos, y los hijos de nuestroshermanos
y sus hijos, reconozcanque no
debimos haber muerto".Hay,
sin embargo, quien sólo aparenta tener esteprecioso sentido de la ética. Los enemigos
más
acé-rrimos de la virtud, los elementos
más
peligrosos dela sociedad, son los hipócritas.
De
acuerdo con laetimología de la palabra el hipócrita es
un
"actor",EL
SENTIDO
DE
LA
VIDA
47aparenta ser lo
que
no
es. Esun
enmascarado,que
lleva el disfrazque
más
convenga a susmezquinos
intereses. El disfrazmás
temible es el deun
rostro de ángelque
cubre el corazón deun
diablo. Es ésteel
más
apropiado para el traidor.La
novelista i'nglesaGeorge
Eliotha
pintado con maestría jamás superadael retrato del perfecto traidor. Es uno, dice, que tiene *'una cara en
que
el viciono
deja huellas, labiosque
mientan con dulce sonrisa, ojos de tal brillantez y profundidad queno
seempañen
por ningunainfa-mia, mejillas
que
se levanten deun
asesinato sinpa-lidecer". Pero en las entrañas de Tito el traidor, la
hipocresía había gestado
un
hijo, el Miedo.Andando
el tiempo, este hijo espantoso llegó a convertirse en
compañero
inseparable y único de su padre.Y
así sucede siempre. El hipócritano puede
serfeliz. Para poder serlo tendrá
que
despojarse de lamáscara. Para poder sentirse hombre,
hombre
que
sienta respeto por símismo,
hombre
a quien la mi-radamás
escudriñadorano
amedrente,no
lequeda
sinoun
solo recurso: quitarse la máscara y confesarcon franqueza por
qué
se la puso.La
confesiónsin-cera,
que no
es sino la reafirmación valerosa del em-botado sentido de la verdad, deshace la alianza conla mentira, devolviendo a la personalidad entera su
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Uín tercer aspecto de la realidad nos produce
emo-ciones.De
la correspondencia entre laemoción
pro-ducida y su expresión en
un poema, un
cántico,una
sinfonía, uín cuadro ouna
escultura, surge la verdadestética.
Cuando
se pretende darforma
artística a loque
no
se siente honradamente, resulta la farsa.Mu-cha poesía, por ejemplo, es pura farsa, porque la
escribe la cabeza pero
no
el corazón.Muchos
poe-tastros harían bien en recordar el consejo de Carlyle
de
que
no
se dijera en versonada que
pudierade-cirse en prosa. Farsa son también la generalidad de
las piezas oratorias
que
se pronuncian coln motivode la
conmemoración
de próceres y de efemérideshistóricas.
No
hay lenguajemás
falso y retumbante,más
desmesurado
y chillón,que
elempleado
en lospanegíricos con
que
se celebran tales ocasiones. Elculto de los superlativos e hipérboles acaba por inca-pacitar al devoto para experimentar
una
emoción
elevada o para expresarla enforma
natural y apro-piada,aun cuando
la llegara a experimentar."Para hacer ca/nciones es necesario ser