El fin y las finalidades
del análisis
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Segunda ediciónGLetf4c
cy1va
textos fundamentales del psicoanálisis
Colette Soler
El fin
y
las finalidades
Soler, Colette
El fin y las finalidades del análisis
- 2• ed.-Buenos Aires, Letra Viva, 2014. 92 pp. ; 20 x 13 cm.
ISBN 978-950-649-439-1
l. Psicoanálisis. I. Pablo Peusner (tr<~rl.) CDD 150.195
© 2014, Letra Viva, Librería y Editorial Av. Coronel Díaz 1837, Buenos Aires, Argentina letraviva@imagoagenda.com
www.imagoagcnda.com
Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en la Argentina -Printed in Argentina Primera edición: agosto de 2013
Segunda edición: septiembre de 2014 Traducción: Pablo Peusner
Coordinación editorial: Leandro Salgado
Queda prohibida, bajo las sanciones que marcan las leyes, la re -producción total o parcial de esta obra bajo cualquier método de impresión incluidos la reprografia. la fotocopia y el tratamiento digital, sin previa autorización escrita del titular del copyri¡;ht. Esta segunda edición se terminó de imprimir durante septiembre de 2014 en los Talleres Gráficos "Planeta Offset", Saavcdra 56G. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
,;
In dice
Breve nota de presentación . . . 7 I. La fase final del análisis . .11 La cuestión del análisis terminado. 11 De la espera al horror . 17
El deseo de no saber 21
Satisfacerse· con el embrollo 27 Una satisfacción que no engaña. 29 ¿Urgencia de satisfacción? . 35
II.
Los afectos de separación . .39Una separación alienante 42
Otra separación
48
Lo real separador . 51
III
.
¿Qué es un sujeto analizado? .65 Más allá del temor y la piedad 68Ni cristiano ni sadiano 70
No hay más allá de la angustia 72
Un amor extendido . 77
Brev
e
nota de pr
e
sentación
El seminario "El fin y las finalidades del aná-lisis" fue dictado por la Dra. Colette Soler en la sala Pablo Piéasso del Paseo la Plaza, en Buenos Aires, los días 30 de septiembre y 1 de octubre de 2011, en el marco de las actividades de enseñan-za del Foro Analítico del Río de la Plata ( institu-ción que forma parte de la Internacional de los Foros del Campo Lacaniano).
Como acostumbra Colette Soler en sus visi-tas a nuestro país, el seminario fue dictado por completo en español. Sin embargo, al momen-to de realizar la publicación, fue la propia aumomen-to- auto-ra quien prefirió enviar sus notas originales en francés para proceder a su traducción. Se trata -ba del texto fuente que eHa misma tradujo d u-rante el seminario ...
COLE'ITE SOLER
He intentado reponer la oralidad en dicho tex-to para que el lectex-tor se encuentre con un clima lo más cercano posible al que reinó durante aque-llas dos jornadas de intenso trabajo.
En nombre de la Editorial Letra Viva, agrade-cemos a la Dra. Colette Soler por la renovada con-fianza en nuestra tarea, tanto como al Foro Ana-lítico del Río de la Plata, gestor inicial del proyec-to del Seminario.
8
PABLO PEUSNER Enero de 2013
La fase
final
del
análisis
Viernes 30 de septiembre de 2011, por la mañanaLA
CUESTIÓN DEL Al~ÁLISTS TERMINADOVoy a dedicar este Seminario a la cuestión del fin del análisis, a su fase final, su terminación y su resultado. Comenzaré situando el asunto en su marco, es decir en la historia del psicoanáli-sis y en la enseñanza de Lacan. Entonces, en pri-mer lugar, les propongo algunas consideraciones históricas.
En lo referente al problema del fin de la cura, Freud se ubicó en un plano factual: constató un tope de carácter doble, terapéutico y epistémico. El tope terapéutico recae en el complejo de cas-tración; o sea en la protesta y la reivindicación del sujeto que rechaza lo que descubrió en el
análi-COLETTE SOLER
sis: la castración. En el plano epistémico -plano concerniente a la revelación del inconsciente-el tope recae sobre la represión originaria. Dicho de otro modo: sobre la imposibilidad de levantar la represión en forma total y revelar así todo el in-consciente.
Lacan reafirmó siempre ambas dificultades, y además mostró el carácter real de las mismas: la castración es real, efecto del lenguaje, y por lo tanto incurable. En cuanto a la represión
origi-naria, la reescribió de diversas maneras: signi-ficante del Otro barrado, agujero en lo simbóli-co ... Sin embargo, siempre objetó la idea de que eso constituyera un tope en el fin del análisis. Es algo que me impactó porque lo dijo desde el ini-cio de su enseñanza, incluso antes de haber pro-ducido la menor demostración de la posibilidad de un verdadero fin.
Y es que a diferencia de Freud, Lacan no se ubi-có solamente en un plano factual. Él exigió un fin y tuvo diversos motivos para eso. En principio lo exigió por una razón (creo que logré captarla), y es que las finalidades del análisis -o sea su é ti-ca, eso a lo que apunta- dependen del fin, ya sea que se lo considere posible o no.
Esta articulación entre fin y finalidad es visi-ble en Freud a posteriori: si no hay fin de In c
as-12
EL f'IN y LAS f'lNALIDADf:S DEl. ANÁLISIS
tración ni de la represión originaria ... ¿cómo es que puede terminarse un análisis? Por eso su-pone que concluye factualmente cuando alguien deja de encontrarse con su analista. Y en efecto, desde el momento en que el desciframiento y la interpretación no tienen más término intrínseco que la serie de los números enteros, el momento de interrumpir es una cuestión a evaluar en cada caso. Así es que no hay doctrina del fin de aná-lisis en Freud. Y por eso es lógico que el anáaná-lisis del analista no le parezca más finalizado que otro, o incluso más breve. De allí su propuesta de que convendría r~tomarlo periódicamente.
Desde el inicio de su enseñanza, La can se mos-tró insatisfecho con esta idea. Creo que si Lacan planteó el final como algo exigible es porque él mismo fue analizante, lo que no fue el caso de Freud a pesar de lo que se denomina su "autoa-nálisis". Que haya un fin identificable es una exi-gencia analizante.
En Lacan encontramos completa solidaridad entre el modo de concebir el fin del análisis en cada momento de sus elaboraciones de la estruc-tura y las finalidades que le supone. Por ejemplo en La dirección de la cura ... , luego de haber plan-teado que el falo -significante de la falta-es la cla-ve de lo que hay que saber para finalizar los
aná-CoLETTE SoLER
lisis, sitúa la ética del analista (es decir, sus fina-lidades), como una ética del deseo. Al final de su enseñanza, habiendo puesto en evidencia la fun-ción del inconsciente-lalengua, real, y la no-rela-ción/proporción 1 sexual, se podría decir que intro-dujo una ética del síntoma: un análisis orientado hacia lo real, denunciando el riesgo de que el psi-coanálisis se convirtiera en una religión del deseo.
Encontramos aquí una constante: Lacan siem-pre afirmó que había un fin, que el análisis era un proceso finito, que había un punto de finitud. Y eso lo llevó a distinguir el fin del análisis, de la detención de los análisis (con sus diversas fi-guras). Esa distinción está presente en los ana-lizantes que afirman: 'CVo sé que esto no está ter -minado". Al menos, lo afirman quienes han sido marcados por La can. ¿Es un efecto de sugestión? No lo creo. La detención no conclusiva es un efec-to de la frustración.
Podemos hacer un relevamiento de las sucesi-vas fórmulas que Lacan propuso para el fin. Que
l. [El término francés rapport condensa los valores de 'rela-ción' y 'proporción' en español. Solo para los casos en que aparezca la expresión rapport sexual traduciré indicando ambos valores, dejándole al lector la elección de cuál re
-sulte el más apropiado en cada ocurrencia. (NdT)].
EL Fll': Y LAS FINALIOAOt;S m:1. ANÁLISIS
haya muchas nos obliga a preguntarnos qué mo-tivó dicha sucesión y, por ejemplo, por qué luego de la Proposición de 1967 y de El atolondradicho
-dos textos que rozan ese punto- consideró que la
respuesta que había dado era insuficiente. ¿Qué decía esa respuesta?
La resumo: el análisis está terminado (1°)
cuan-do el sujeto hizo el duelo del objeto a, y (2°) cuando el sujeto se aseguró de saber los imposibles que el lenguaje impone a nivel del sexo, del sentido y de la significación. Este modo del fin está pensado en función a lo real de lo simbólico, con lo que hay de real en lo simbólico, sus imposibles y su efecto de negativización. Está formulado en términos de es-tructura, aunque Lacan indique también los e fec-tos afectivos que produce. Tenemos así la posición depresiva del duelo o, más precisamente, manía-co-depresiva. Es posible entonces cuestionar el fin a partir de los afectos que produce, a condición de remitirlos a lo real de lo que son un efecto. Lo que intenté mostrar en mis dos últimos libros2 es que el cambio introducido en la noción de lo real a par-tir del seminario Aún, lo condujo a repensar el fin
de análisis y sus afectos. Hasta El atolondradicho, 2. Lacan, L'inconscient réinuenté (inédito en español al mo
-mento de la edición de esta obra) y Los afectos lacanianos,
CoLETIE SOLF.R
cuando Lacan decía "real" se trataba de lo real de lo simbólico -modo en que reformuló la represión originaria de Freud: lo imposible de formular o de escribir-. Pero lo real que inscribió en el nudo bo-rromeo es otra cosa: es un real completamente fue-ra de lo simbólico, que implica un fuera de sentido
radical, y que Lacan a veces identificó incluso con el campo de la vida, del goce del cuerpo viviente -a punto tal que éste no es sin lalengua: se trata
del goce del cuerpo viviente del hablante.
Voy a hablarles esta mañana de los afectos del fin de análisis. En la idea del fin, incluyo la fase fi-nal y lo que introduce allí un término a la misma.
Que la relación transferencia! atraviesa
di-versas fases no es un descubrimiento tardío. En
La dirección de la cura ... , página 575 de la
nue-va edición revisada y corregida (Siglo Veintiu-no, Bs.As., 2008), Lacan distingue el
"enamora-miento primario del inicio del tratamiento" de una segunda fase y luego, a continuación, en el
fin, lo que llama "la trama de satisfacción", que hace tan difícil de romper la relación con el
ana-lista. De hecho, hay allí una secuencia de
tos analíticos. Tres factores determinan los afec-tos en general: los acontecimientos, lo que
EL FL'< Y I.AS FINALIDAO.,;s DBI. ANÁLISIS
rre, que es un primer factor percibido y vivido en
función del orden del discurso -que es el segundo
factor-. Y luego tenemos la variable individual, el inconsciente propio de cada uno. Cada
discur-so en tanto orden de los goces produce afectos-ti-po. Por eso Lacan puede hablar de "nuestro abu-rrimiento", el aburrimiento de nuestro tiempo, aunque en cada discurso también la verdad del
goce propio de cada quien se distingue de esos afectos-tipo, los modifica. Estudié los afectos-ti-po del discurso analítico. Pero cuidado, esto no impide que esos afectos-tipo se diversifiquen se-gún lo sujeto? en función de sus inconscientes ...
No, digamos mejor de su posición respecto del inconsciente, es decir de su posición ética. Esta dimensión está presente en todos los afectos. Y aunque se los padezca, esos afectos son efectos
y signo de una posición ética.
DE LA ESPERA AL HORROR
El primer afecto de la transferencia es la espera.
En "el espacio de la transferencia" la elaboración produce dos tipos de afectos positivos: los goces
del gay saber -que es el del desciframiento- y también los gocentidos (joui-sens) del sentido que
COI.ETTE SoLI::R
acompañan el decir de la verdad. Ningún análisis puede evitarlos, y se presentan en grados diversos. Ambos son afectos de satisfacción. No obstante, se muestran impotentes para colmar la espera de la transferencia. Hay un obstáculo en lo incurable de la repetición, en el hay del Uno, en la ausencia
del término que daría la palabra del fin3. En el fondo, es lo que designa el término "castración". ¿Todos los análisis desembocan inevitablemente en la decepción de la transferencia? Es allí donde dejaba Freud a sus pacientes en el mejor de los casos, y todo el debate del año '58 acerca de cómo responder a la frustración anaEzante, debate que Lacan evoca en La dirección de la cura ... , giraba
en torno de esa decepción de transferencia y de la obsesión por saber cómo concluir. A partir del seminario Aún y de su noción del inconsciente-saber en lo real, Lacan resituó el tema ubicando en la última fase el horror al saber.
Si lo que Freud denominó "castración" se declina de manera triple como falta de ser, falta de goce y falta de saber, entonces no sorprende constatar que los afectos de castración se manifiesten en la fase final, cuando se experimentó (1°) que el significante 3. V. Soler, Colette. El seminario repetido. Letra Viva, Bue
-nos Aires, 2012.
EL ~·IN Y I.AS FINALIOAOES m:L ANÁLISIS
no responde a la pregunta Che voui?, (2°) que el
goce no es inexistente sino que falta y (3°) que solo t•s posible atrapar trozos de saber, S1 sin el
S
2 delsaber absoluto con el que soñaba Hegel. Estos tres factores no están en el mismo plano.
La castración de saber, a diferencia de las otras dos, solo puede ser hallada por sujetos que bus-can saber a través de las disciplinas que lo per-siguen, en concreto: la ciencia y el psicoanálisis. Mientras que la falta de ser y la falta de goce, por
lo contrario, son percibidas por todos y producen incluso el clamor de la humanidad. Pero de he-cho hay sol id~ridad entre la castración de saber
y la castración de goce.
Esto conduce a distinguir-en primer lugar- el "deseo del saber", que es deseo de significante, de
simbolización, y condición de entrada en análisis en tanto anima el desciframiento. El ejemplo de Freud lo ha probado brillantemente, extrayendo saber de los dichos de verdad de los analizantes. El deseo del saber, que es la aspiración al ha llaz-go de los significantes, es la condición del análi-sis, condición histórica y condición de cada cura. Es el analista mismo quien lo presupone, está ya allí en el amor de !alengua de los trovadores que
inventaron la noción del gay saber. Es una con
COLEW~; SOLER
Pero debe diferenciarse del "deseo de saber",
que es otra cosa: un producto eventual del aná-lisis. El deseo que vuelve posible el análisis y el
que éste produce, se definen por su relación al
saber. N o es un afecto del inicio del análisis. En el inicio está la transferencia, que es "amor del saber". N a da que ver con el deseo de saber, es lo
contrario. El amor del saber va acompañado del "yo no quiero saber nada", en la medida en que nos hace esperar un saber que resultaría armó-nico, que arreglaría las cosas, mientras que el
in-consciente no es armónico (Hay del Uno y No hay relación 1 proporción sexual, son las fórmulas de esa ausencia de armonía). El horror al saber solo es descubierto por quien ha comenzado a saberlo,
por quien lo percibe o sabe el destino de castra-ción y síntoma que le depara el lenguaje. El ob-jeto del deseo de saber es entonces lo real, lo real
que da horror, o sea: las consecuencias reales del
saber inconsciente sobre el goce. Es allí que sur-ge el horror al saber: efecto real del
inconscien-te real. Al respecto, el análisis nos confronta con una mala sorpresa: uno llega para arreglar todo,
pero todo no puede arreglarse.
Volveré con más detalle sobre está
distin-ción. Pero ahora hablemos un poco del deseo de
no saber.
Et FN Y IA'l fiNALIOADE:S DEL ANÁLISIS
EL DESEO DE NO SABER
Lacan planteó que la humanidad no quiere
sa-ber. Curiosamente, Freud creyó que el deseo de
saber estaba primero ... Consideró las preguntas de los niños, a menudo tan lancinantes, como los
signos de un deseo de saber que lo maravilló. Se
trataba de un deseo condenado a ser
decepciona-do, con consecuencias en cuanto a la inhibición
de la curiosidad y del pensamiento futuro. Inclu
-so hizo de él uno de los resortes del "no puedo
lo-grarlo" o del "no puedo logar nada", típicas frases
de quien desconfía de sus capacidades. Al
pare-cer había incluso depositado sus esperanzas en
una educación no puritana que revelara la
fun-ción del pene ante la pregunta por el origen de
la vida. ¿Por qué Lacan no siguió esos desarro-llos y jamás se mostró entusiasta ante esa
curio-sidad infantil? Creo que en este tema Freud se
dejó embaucar, aunque su mérito sea el de ha-ber captado que esas preguntas eran insepar
a-bles del saber y del goce.
¿Qué supone que quieren saber los niños?
Freud cree en esas preguntas y supone que qu
e-rrían saber lo que ocurre en la cama de sus pa-dres, saber algo acerca del goce del que están
Co1.F:TI~: So1.f.1<
sus leo rías sexuales infantiles a partir de los
go-n·s pubionales a los que sí tienen acceso: mirar,
('onwr, ensuciar ... En síntesis, de todos los goces
pulsionales que los humanos tienen en común y
a partir de los cuales han fabricado todo un
bes-linrio. ¿Y por qué, entonces, los niños no se
con-tentan con las respuestas que imaginan? Porque
no quieren creer en sus propias respuestas y
pre-fieren continuar preguntando, es decir constitu
-yendo un sujeto supuesto saber del sexo. Se
tra-ta de lo contrario de un deseo de saber.
Si ustedes tienen dudas al respecto, entonces
volvamos al trauma y a lo que indica al respecto.
Si hubiera un deseo de saber referido a lo real del
goce, cuando la experiencia de goce se presenta
-esas cosas entrevistas o entreoídas, experimen-tadas en el cuerpo propio, que definen al trauma
según Freud-el sujeto ... ¿no debería responder con un "¡Eureka!" entusiasta? ¡Finalmente sabe, sabe lo que no se dice ni se imagina! Pero no, hay
horror. El horror al saber es interno al trauma, es
por otra parte lo que explica por qué la variable individual, ética, juega allí su rol-y Freud lo cap-tó-. A la vez es posible percibir que las preguntas
de los niños no traducen un deseo de saber en la
medida en que éste sólo puede apuntar a lo real.
Al contrario, esas preguntan portan un deseo de
E t. FIN Y LAS f'INAJ.IJ)ADES DEL ANÁLISIS
si rnbólico, un deseo de palabras, de escenarios ...
<).dicho de otro modo: un deseo de semblantes. Es • dgo probado por las fobias de los niños, las que aseguran la promoción de los significantes al ser-vicio del goce, significantes apropiados para repri-mir lo real. Estos convocan a un sujeto supuesto saber que, cuando ese real resulta entre-percibi-do, permitiría simbolizarlo, es decir reprimirlo. El "yo no quiero saber" está en el origen.
Resulta difícil entonces pensar que el deseo del
analista pueda tener su precursor en la curiosi-dad infantil. La curiosicuriosi-dad infantil, por lo contra-rio, puede ser precursora de la demanda analizan-te, porque quien llega al análisis hace un llama-do al significante y al sujeto supuesto saber, si -milar al del niño curioso y, como aquel, descono-ce su horror al saber.
Lo imposible de saber y las consecuencias del saber solo se descubren verdaderamente en el análisis, a partir de la transferencia que postula un "yo sabré puesto que el Otro sabe". Es una es-peranza ... Pero habiendo comenzado a saber me-diante la producción de los 81, finalmente se des-cubre que no se alcanza un S2 (un saber que sería
la última palabra), y que los significantes disponi-bles solo programan el goce castrado -el término es de Lacan-. El horror responde a lo real, a los
CotETIE SoLJ::R
efectos de la estructura. El trayecto va entonces
de la espera decepcionada al horror, ese horror so-bre el que Lacan pone el acento desde los años '70.
Quisiera realizar dos señalamientos. Se trata
de una curiosa promesa para hacerle al mundo:
¡vamos a decepcionar su espera de
transferen-cia hasta el horror! Sería mucho peor que el tope
freudiano si esta fuera la última palabra. Y
lue-go, el otro punto: situado este horror ... ¿por qué el sujeto no emprende inmediatamente la fuga y,
más aún, por qué increíblemente a menudo
quie-re convertirse en analista?
Noté que el Prefacio a la edición inglesa del Se-minario 11 de 1976 respondía estas dos
pregun-tas fundamentales introduciendo algo inédito al
respecto, lo que puede perfectamente conectarse
con las formulaciones precedentes de la Pr
oposi-ción y de El atolondradicho, aunque situando el
fin y los afectos del fin de una manera novedosa. Lacan distingue para la fase final dos tipos de
afectos: unos ligados a lo real, al inconsciente real
y a sus elementos fuera de sentido; y otros liga-dos a la verdad. Pero ambos son comentados por Lacan como afectos de fracaso, afectos negativos. Captamos que el inconsciente es real cuando sus
formaciones -del lapsus al síntoma-ya no tienen
EL FIN y lAS ~'INALIOADES Dt~L ANÁLISIS
alcance de sentido. Lacan dice "No hay allí amis-Lad que a ese inconsciente lo soporte"4 • Dicho de
otro modo: no es porque caigan las satisfacciones
capturadas en el sentido en el espacio de la trans-ferencia que una nueva satisfacción, que seria sa-tisfacción de lo real, aparece. No puedo amar al
inconsciente que se me impone, que me destitu-ye como sujeto del sentido, que me coacciona al goce como sujeto; pero sobre todo no puedo convi-vir con él como si fuéramos dos amigos. N o pue-do sino reencontrarlo como caída del sentido, y no puedo apropiármelo porque no se ofrece a ser sa-bido desde el n:omento en que si le presto atención soy reconducido al espacio transferencia! del sen-tido. Entonces, de ese lado, no se trata de un afec-to positivo. Pero al menos puedo decir una verdad, es lo que se intenta bajo transferencia. Cito: "No es el caso: fallo. N o hay verdad que, al pasar por la atención, no mienta"5.
En otras palabras: al observar cuidadosamen
-te- y en el análisis supuestamente se observa con cuidadcr- la verdad no sostiene sus promesas. Si leen verdaderamente este texto, es decir sin inyec-4. Lacan, Jacques. "Prefacio a la edición inglesa del Semi -nario 11", en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012,
p. 599. 5. Ibidem.
tarle lo que ya saben, podrán medir cuánto se
ale-ja de lo que los lacanianos han retenido en mayor
medida de la enseñanza de Lacan; a saber: sus
te-sis anteriores que valorizan la verdad hasta el
ex-tremo. Recuerden: la verdad como causa del
sín-toma, la verdad amordazada pero a liberar y cuyo
lugar es ineliminable en el discurso. Sin olvidar
las satisfacciones capturadas en la palabra
verda-dera y la alegría del gay saber. Y de hecho, en la
relación con el Otro, con sus efectos de lenguaje y
de palabra, es la verdad lo que está en cuestión
-lo real sólo figura allí como lo imposible de decir o
de escribir-. Pero en 1976, cuando aparece lo real
fuera de sentido, ya no se trata de la verdad sino
más bien de su fracaso, porque la verdad -que sin
embargo apunta a decir ]o real- solo puede
men-tir sobre ese real que es impredicable y ser
antinó-mica a la verosimilitud. No se puede decir la
ver-dad de lo real, es su definición. Es la introducción de esta categoría de lo real fuera de sentido lo que condujo a Lacan a reducir a la verdad.
De los variados afectos de la verdad, La can solo
retuvo lo que estaba en el horizonte del trayecto
de su medio-decir, su fracaso, su espejismo. El
es-pejismo de alcanzar lo real es un espejismo que,
como todos, se esfuma al acercársele ... Se trata en-tonces de afectos de fracaso. A su vez, luego de su
26
: t pertura novedosa respecto de sus elaboraciones
hasta El atolondradicho, el texto renueva la
cues-tión de los afectos de la fase :final y del fin de
aná-lisis. Lacan lo hace en dos frases, ni más ni menos, que no dicen del todo lo mismo ... Es un punto que no ha sido comentado.
SATISFACERSE CON EL 8MBROLLO
Leo la primera de esas fi·ases: "Existe cierto
modo de equilibrar estembrollo [stembrouille]6
que es satisfactorio por razones diferentes a las
formales (la simetría por ejemplo). Como
satis-facción, sólo se alcanza en el uso, en el uso de un particular"7•
"Equilibrar estembrollo" designa el vaivén en-tre verdad y real. En efecto, mi corazón se
balan-cea entre ambas puesto que mi búsqueda de la
verdad querría alcanzar lo real, pero cuando lo real se manifiesta fuera de sentido la verdad no
está allí, y por prestarle atención vuelvo al
in-consciente real-y así sucesivamente-. Es un
em-6. [Neologismo en forma de locución que reproduce fonética -mente el sintagma cette embrouille: 'este embrollo' (NdT)I. 7. Lacan,Jacques. "Prefacio a la edición inglesa del Semina
COLJ':T'I'E SOLER
brollo porque allí donde uno esperaba la solución
mediante el sujeto supuesto saber, se
reencuen-tra con un doble obstáculo. Pero, y aquí viene la
tesis sobre la fase final, de esas dos insatisfaccio-nes entrelazadas y alternativas, surge una
posi-ble satisfacción. No a causa de su simetría -dice
Lacan-. Eso puede ocurrir solamente porque "en el uso" -y "uso" significa aquí 'uso de goce'-, los
goces heterogéneos que están en juego en ambas insatisfacciones pueden arreglárselas de forma satisfactoria. A partir de dos insatisfacciones, en el uso, esta fase fabrica una satisfacción. Lo que equivale a afirmar que se termina gozando del
embrollo, puesto que la satisfacción traduce en el sujeto su modo de goce. Y he aquí por qué a pe-sar del horror al saber, castración y síntoma, el analizante no sale corriendo. Ese "en el uso"
in-dica que es necesario un tiempo, es necesario ha-ber experimentado el embrollo, es decir tropezar con lo real, para que en la fase final la sospecha caiga sobre la verdad mentirosa. ¿De qué real se trata? No solamente del fuera de sentido del
lap-sus, sino del síntoma, es decir que hace falta
ha-ber vuelto a constatar, y muchas veces, un goce
que resiste a los efectos de sentido y que se
impo-ne como una constante fuera de sentido.
EL FIN Y LAS FTNALIJ)ADES DEL A.11lÁLIS!S
U
NA SATISFACCIÓN QUE NO ENGAÑAVayamos ahora a la segunda frase. Dice así: "El espejismo de la verdad, del que solo cabe es-perar la mentira ( ... ) no tiene otro término que la satisfacción que marca el final del análisis"8•
Esta frase responde a una pregunta latente: la de saber qué puede darle término al balanceo en cuestión y a su goce. Dicho de otro modo: qué es lo que puede detener el relanzamiento del reco-rrido hacia el sentido.
¿Quién opera ese relanzamiento? Es el mismo analizante cuando no llega a creer en lo que ex-perimenta, cuando su modo de balancearse entre verdad y real lo deja entre la decepción y la deses -peranza. Pero también, hay que decirlo, a veces el relanzamiento es producido por el analista. ¿Por qué? Creo que muy simplemente cuando no tiene una clara idea del fin que Lacan intenta esclare-cer aquí. Cuando el analista no se ha liberado de los "amores con la verdad" de los que Freud ofre -ció el modelo, cuando todavíía espera algo de las elaboraciones de la verdad. Es un espejismo. Se-gún La can, y es como su testamento, el espejismo no puede detenerse por la producción de ninguna
CoLETI~: Sou;R
conclusión articulada, por ningún materna. Solo
se detiene porque aparece una satisfacción
nue-va que pone fin a la satisfacción requerida por las
dos insatisfaccíones. Esta satisfacción no es un factor de fin entre otros, sino el único -si
segui-mos a Lacan-. "No hay otro término", afirmó.
En-tonces no se trata de una satisfacción que resul-te de una fórmula de conclusión, como todas esas
de las que Lacan habló hasta ese momento, sino una satisfacción que vale como conclusión y que pone término al proceso en acto; y que además es
urgente producir para que el analizantc salga de los tormentos de la doble insatisfacción-gozante.
Esto es lo que indica que el fin del análisis no se decide en términos de estructura. El
embro-llo es un embrollo de la estructura: ciertamen -te, está sostenido por la heterogeneidad del len-guaje y lo real, lo que produce que entre la
ver-dad y lo real haya una exclusión, y que cuando
uno está allí el otro no esté (como la luna y el sol en la canción de Charles Trcnet9) ... Sin
embar-9. Le soleil a rendez·uous auec la lune
Mais la lune n 'est pas la et le soleill'attend
Ici·bas souuent chacun pour sa chacune
Chac:un doit en (aire autant
La lune est la, la lune est la
30
La lune est la, mais le soleil ne la uoit pas
EL FIN Y LAS PINAI.IDADES m~L ANALtsts
¡~o ellos tienen una cita, uno busca al otro pero
no se encuentran. Entonces, experimentar el
em-brollo es adquirir un saber acerca de la
estruc-tura, incluso un saber-hacer ahí, pero dejar de
gozarlo no depende de la estructura. ¡Eso es lo
novedoso! Lo novedoso de Lacan respecto de su
propia enseñanza, y realmente mucho más
cer-cano a la experiencia que todo lo que se ha
elu-cubrado -especialmente en la AMP-acerca del
fin mediante una fórmula o materna del fin.
Di-gamos que es una satisfacción que no engaña.
Retomo aquí la expresión que Lacan aplicó a la
angustia. Es una satisfacción propia de la
ex-periencia anal"ítica, testimonio de que se le ha puesto término al espejismo. Lacan, siempre co-herente, utiliza aquí en lo concerniente al fin del análisis, lo que llamé ((la prueba por el afecto"10.
Entonces, si el fin no depende ineluctablemente de las coerciones de la estructura ... ¿quién dirá
entonces que es posible? Y ibien, los únicos que
Il faut la nuit mais le soleil ne le sait pas et toujours luit Le soleil a rendez-vous avec la lune
Mais la lune n'est pas la et le soleiL l'attend
Papa dit qu 'il a vu qa luí ...
[CHARLES TRE:"'ET. «LE SOLEU. ET LA LUNF: >>]
10. V. Soler, Colette. Los afectos lacanianos. Letra Viva, Bue
COLEi'TE SoLER
pueden dar testimonio de ello son quienes lo han experimentado, porque para quienes no lo experimentaron está aún en cuestión. Y es una de las razones del dispositivo del pase: permitirnos escuchar aquello que podemos llamar los testimonios del fin posible. Utilizo el término "testimonio" en función de la ambición que tuvo
Lacan de igualar al psicoanálisis con la ciencia, incluso de instruir con él a la ciencia, como dice en Quizás en Vincennes, aunque el término resulte
molesto a causa de sus resonancias religiosas. Por eso es necesario sostener los dos extremos de la cadena: la estructura que obedece a una lógica pero que también aloja a lo inefable que no pasa al saber. De allí la revalorización del término
"opacidad" en el final de la enseñanza de Lacan,
puesto que lo real es opaco.
Queda aún una pregunta: ¿cuál es esa satisfac-ción que marca el fin? Porque en el análisis hay satisfacciones de diverso tipo. Las he
desplega-do: hay satisfacciones ligadas al recorrido de la
verdad y también a la incredulidad ante lo real;
y también a ese balanceo que Lacan evoca en su último texto. ¿Es posible cualificarla? Ella tiene una función: ponerle término a las satisfacciones
del embrollo -son los términos de Lacan-, pero eso no dice cuál es. Lacan habló de la satisfacción
32
'
EL Fl:-> y IJ\S Fll\AI.IDAO€S DF:I. A.'IALISISobtenida del modo de balancear el embrollo: pero es propia de un particular.
¿Qué implica esa insistencia sobre lo particu-lar del modo de satisfacción?Y bien, creo que sig
-nifica que esta satisfacción no es predicable, no es cualificable. Porque cualificar la, atribuirle un sig
-nificante en una proposición atributiva, cualquie-ra sea, es elevarla a lo universal, hacer entrar lo particular en la extensión de un concepto con to-dos los otros objetos que allí se ordenan. Por eso Lacan decía que todo significante injuria al suje-to -entiéndase: en su singularidad existencial-.
Sabemos el efecto de esta satisfacción: detiene el espejismo de la verdad y las satisfacciones corre-lativas, y tenemos de eso un testimonio posible en el pase; pero decir de qué se trata es otro asun-to: ella solo se experimenta. Estamos aquí en la lógica del no-todo. Entonces, para quienes quie
-ren cualificada, volverla universal -y he podido
leer
diversas
tentativas en ese sentido: satisfac
-ción delgay saber o del bien decir-, el texto deLa-can les responde anticipadamente: es un
esfuer-zo vano. N o se trata de la satisfacción del gay sa-ber, porque este está ligado al desciframiento -lo
he desarrollado suficientemente-, ni tampoco de la satisfacción del bien decir. Las dos frases del texto que he comentado, ¿marcan los límites del
( ·, >1.1':'1'1'~: S• lLI::H
h11 ·n dc ·n r? Se u· ata entonces de una satisfacción
11/c·uulijimbLe -ustedes percibirán el equívoco de
l'Sle término, como si lo que no pudiera ser cuali
-ficado se convirtiera en algo defectuoso-.
La diferencia con los textos anteriores es
pa-tente. En El atolondradicho hablaba de "duelo"
para esta fase final, mientras que en el Prefacio
introdujo el término "satisfacción". Son muy dife
-rentes. En el duelo se trata de un afecto de
pérdi-da, uno se separa de las adherencias que
mante-nía con lo que se pierde. Contrariamente, la sa
-tisfacción nos captura, nos sostiene a pesar de las insatisfacciones ligadas a los dos escollos que
su-brayé. Este cambio de acento no es un detalle me-nor, evidentemente es la consecuencia de lo que Lacan introdujo como novedoso luego de El
ato-londradicho y a partir del seminario Aún,
concer-niente al inconsciente que no tiene solo efectos de
castración sino que es saber gozado, puesto que el
significante y la palabra misma se gozan. El
in-consciente fuera de sentido no está fuera del goce,
sus Unos son gozados, y la palabra de verdad está
saturada degocentido Uoui-sens], goce del
senti-do. Entonces, en la fase final donde el
analizan-te se balancea entre verdad y real, son esas dos
satisfacciones las que se conjugan en una
satis-facción específica, propia de cada uno. Hay
EL t'U'i v LAS riNALIDAOES o~:t ANALJSIS
rencia entre las dos nuevas formulaciones: el
in-consciente como goce del significante y los
afec-tos de fin. El fin es un cambio de goce.
¿URGENCIA DE SATISFACCióN?
Cambiar de goce no es renunciar al goce. Asu
-mir la pérdida del duelo y cambiar de goce son
dos cosas diferentes. Sería necesario dejar de
de-cir que el fin es una elisión, una negativización del goce. El analizado no es el héroe de la renun-cia al goce, a pesar del nuevo deseo del analista.
No es del todó la idea de Lacan del '76: un goce
cesa ciertamente, pero en provecho de otro.
La-can nos acostumbró a pensar el deseo en
oposi-ción al goce, y a funcionar con un esquema
men-tal un poco elemental que puede formularse así: a menos goce, más deseo. Pero lo que texto dice
con
todas
lasletras
es
lo siguiente:
ungoce, el
que marca el fin, pone fin a otro, el que sostenía el proceso. Y esto nos obliga, o debería obligar-nos, a pensar el deseo del analista no solo en
tér-mjnos de negativización de goce. Por otra parte,
La can pudo decir a propósito del analista -y
mu-cho antes del año 1976- que habría que pregun
Los afectos de separación
Viernes 30 de septiembre de 2011, por la tarde
En nuestra reunión precedente no hablé de la transferencia." Sin embargo, si bien el fin del
análi-sis no supone el fin de la transferencia, sí en cam-bio se trata del fin de la función del analista en la transferencia, puesto que el analizante se se-para de él. En su pragmatismo, Freud tenía ra
-zón en poner el acento allí.
Si hablamos de "afectos de separación", rápida-mente el discurso común invita a pensar en los do-lores de las separaciones en el sentido más
corrien-te del término. A saber: el fin de los amores o de
las amistades (ya sea por desacuerdo o por pérdi-da del otro). Se piensa en el final de un lazo social cualquiera y así nos encontramos del lado de los afectos de sufrimiento, de afectos -digamos-
ne-( ·,,., ¡·¡~; SOI.I::R
1·.: 11 ""'. ,.,,.".,ah: mico es amplio. Sin embargo hay
" ' ' n· lll:ttu·(·s afectivos que acompañan el fin de
··ll'rt n:-> l;~zos sociales. A modo de ejemplo tenemos
,.¡ l:1zo L'ntre el niño y sus padres, donde los
afec-tos de liberación pueden prevalecer por sobre los
afectos ligados a la pérdida: en tal caso la función positiva de la separación es relativamente inde-pendiente de los afectos eventualmente dolorosos que la señalan. Ningún lazo entre los seres huma-nos es indisoluble, ya se trate del lazo de pareja,
de los lazos generacionales o de los lazos de tra
-bajo, aunque no obstante se aspira a que lo sean.
Tal vez no sea siempre así para los lazos profe
-sionales, pero para el amor seguro que sí. Por el tiempo que dura el amor, este querría no finalizar. El amor aspira a lo necesario, es algo conocido ...
Pero además, tenemos un tipo de lazo que que-da por fuera de la serie de los lazos, y es el que nos interesa: me refiero al lazo analítico, el que tiene algo que ver con el amor. Ser analista es ofr ecer-se a ecer-ser amado, decía Lacan. Se percibe que este
lazo queda por fuera de la serie, al menos por-que pensamos por-que debería cesar. No debería du -rar demasiado. Incluso aparece la queja cuando no se puede salir de él.
Yo había destacado en la Cita de los Foros de 2004, aquí en Buenos Aires, una afirmación man-40
EJ. n:>: Y U\S FIXALIOAOt:S OF.I. M\ÁLlSIS
tenida a lo largo de toda la enseñanza de Lacan, independientemente de los cambios: la de un aná-lisis que producía lo que llamé una "identidad de separación". La expresión no es de Lacan sino mía, pero subsume todo lo que él pudo decir acer-ca de los efectos del punto de cierre del análisis. No obstante, el término "separación" abre una pregunta: ¿separación de qué? ¿De qué se
sepa-ra uno cuando se separa de un ser querido o de
una pareja en un discurso cualquiera? O más
es-pecíficamente: ¿de qué se separa uno cuando se
separa de su analista?
Lacan intr:odujo en el psicoanálisis el término "separación" dándole un sentido positivo, muy poco clásico. Ni el tema en cuestión, ni el térmi-no, estaban ausentes antes de él. El propio Freud valorizó la función de la renuncia al objeto pri-mordial (la madre), de una separación de ciertas adherencias de goce en la infancia ... En síntesis: de una pérdida original, estructurante, que es ne-cesaria para permitirle a la libido, al deseo, diri-girse hacia objetos distintos de los primitivos de la infancia. La idea es que uno se vuelve adulto a través de la renuncia a los objetos primordia
-les. En el lenguaje corriente se habla de "cortar el cordón umbilical". Todo eso va en el sentido de pensar a la separación respecto de un objeto
in-vestido por la libido, por el deseo, conforme a la idea común.
Entonces, al leer por primera vez el seminario
Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoaná-lisis, referencia obligada sobre este tema, nos
lle-vamos una sorpresa. Lo que es nombrado por La-can "separación" es otra cosa. Quisiera mostrarles cuánto difiere del sentido común del término -lo
que resulta evidente- y a la vez, también
difie-re de lo que es una separación de fin de análisis. UNA SEPARACIÓN ALIENANTE
En esta primera construcción no se trata en
modo alguno de una separación de pareja, sino de
una separación de la cadena significante; o
me-jor dicho: de eso a lo que la cadena me condena y se denomina "alienación". Esta alienación se jue-ga a nivel de la estructura mínima del lenguaje,
bajo la forma de una vacilación cuasi diabólica
-podríamos decir-entre los dos términos de la
es-tructura: 81 y 82• Concierne a lo que soy como
su-jeto, es decir como ser situado en una cadena sigM
nificante. Confrontado al discurso del Otro tengo la posibilidad de elegir: puedo asumir un
signifi-cante, identificarme con un 81 que resulta de un
EL FIN Y lAS FlNALIOADES OEL A.'liÁLISIS
"tú eres" venido del Otro. En tal caso ese
signifi-cante usurpa mi lugar -Lacan incluso dice que
me injuria, fijándome en un significante-. Pero en
vez de ese ser petrificado, puedo elegir el sentido,
o sea lo que ese significante quiere decir, el senti
-do que le otorga un S2 cualquiera. En esta opción,
lo que soy se desliza en la cadena de los
signifi-cantes. En ambos casos, en la petrificación y en la
fluidez, cualquiera sea la elección habrá pérdida:
o pérdida de sentido o pérdida del ser. El análisis
del menor sueño ilustra a la perfección esta
vaci-lación, tanto como el estatuto del analizan te en el
análisis. El sueño funciona como una unidad
sig-nificante enigmática que los representa y los fija.
Su análisis lo conecta con otros significantes que
dan sentido, sin que encuentre su punto final. Con
esta cadena asociativa, lo que el analizante "es
como sujeto del inconsciente" -la expresión es de
Lacan- es inatrapable; el sujeto es un "ente cuyo
ser está siempre allende"1• Paso de largo las
refe-rencias lógicas a las operaciones de reunión y de intersección, y la modificación que Lacan les
in-troduce. Esta alienación - pueden observarlo- no
es ninguna alienación a un amo cualquiera, sino
que más bien le arroja un irónico "¡hasta la
vis-l. Lacan, Jacques. El Seminario, Libro 20,Aún. Paidós,
1 ••1 1 1"11 Soot ~;K
1 •• •·· ·' ¡¡,., .•. ¡ , ·' :·11 dialéctica del amo y del
escla-,.11 :\., ··" ' r·::c·L"o de un amo sino del lenguaje y de· In'!"'" :.;tt ,·:-;Lructura implica, la que está en el
p rllll"
'1''"
d<· todo poder para el hablanteser.Evi-dr·lll (·ttwnte el lenguaje me viene de aquellos que
('llc:trnaron al Otro para mí, los que en cierto
sen-tido me introdujeron en la cadena del lenguaje,
aunque ellos no estén menos sometidos que yo.
La separación es entonces definida como
se-paración de esa vacilación, y apunta a lo que soy
fuera de la cadena significante. Una precisión:
ese "fuera de la cadena" que empleo es
equívo-co. Luego de haber introducido la estructura del
nudo borromeo, Lacan habló de lo real fuera de
lo simbólico. Yo lo empleo aquí, pero no para
de-signar el fuera de lo simbólico, sino para
desig-nar lo que se ubica en el intervalo entre los
sig-nificantes pero que no es del significante, o sea:
el objeto a causa de deseo. Es un poco forzado el
uso que hago del "fuera de la cadena" porque el
intervalo no está propiamente hablando fuera de
la cadena, pero diciéndolo así busco subrayar que
si bien está delimitado por la cadena significante,
no es de la naturaleza del significante.
Lacan no es prolijo cuando habla de la
separa-ción en el '64. Utiliza términos como ''hacerse
ad-venir", "parirse" y "engendrarse". ¿Por qué utiliza
EL Fl~ Y LAS FINALII)ADf;S DEl. ANA!.ISIS
estos términos? Porque en la vacilación entre el ser petrificado bajo el significante y el sentido, el sujeto no existe, está incluido en el Otro. Solo a
d-viene extrayéndose de la cadena del Otro, de sus oráculos, de sus veredictos. ¿Cómo lo hace? Pasan
-do por la falta del Otro. Es un cambio que consis-te en situarse no por referencia a un consis-texto (a los significantes del Otro), sino por referencia al Otro barrado del que no se sabe lo que quiere ni cuál es ,
el objeto que lo anima. Se trata de identificarse a ese objeto desconocido. Esto permite al sujeto ha-cerse representar por "un significante bajo el cual sucumbe"2• Di_cho de otro modo, paradójicamente,
esta separación es productora de un S1 del
suje-to. Es instituyente de una identificación estable, desconectada del 82, que detiene la vacilación pre-cedente. ¿De qué tipo de 81 se trata entonces? Es
un significante que no proviene del discurso arti-culado del Otro sino de su falta, de su deseo, emi-nentemente del significante fálico que condiciona lo que Lacan llama la identificación última. Esta identificación no lo ubica por fuera del lazo con el Otro. Lacan insiste en que se trata de lo contrario: condiciona la pertenencia y le permite ser, formar
2. Lacan, Jacques. "Posición del inconsciente" (1964), en Es
-critos 2, Siglo Veintiuno editores, Bs.As., 2008 (edición re
COI.i':Trt: SoLJ::R
"parte". Lacan lo formula de este modo: "darse un estado civil". El estado civil designa la forma con la que uno está identificado en el Otro. Aquí se trata de un estado civil para el cual no hay docu-mento, porque si lo hubiera habría que decir que en el análisis se establece el documento del suje-to que hasta ese momento faltaba.
Identificarse en la falta, en el deseo del Otro, nos extrae de la cadena del Otro. Es una elección, dice Lacan, no un efecto automático de la estruc-tura. Es darse un estado civil, es un querer, una opción y no un destino debido a la estructura que vale para todos como la alienación. Ese "querer", en cierto sentido realiza, torna efectiva nuestra relación de identificación con el deseo del Otro.
(Hago aquí un paréntesis: si ustedes leen la
Nota a los italianos de 1973, verán que Lacan
in-dica sucintamente que consagrarse a lo que lla-mo "las obras", o sea al trabajo y al amor, es tra-bajar para el árbol genealógico, el que es impen-sable sin los padres y su descendencia. No es esa la elección que hace un analista. De hecho, la fun-ción del padre condiciona a esta separación).
Que sea una elección es muy importante: sig-nifica que las coacciones de la estructura del
EL FL'< v I.AS FJNAI.IDAm:s nt:J. ANÁLISIS
lenguaje que se imponen a todos dejan lugar a
la dimensión ética. Siempre es necesario
distin-guir en nuestro dominio el efecto de la
estruc-tura -que no se transgrede- , de lo que es una'
opción subjetiva. Por ejemplo: que solo se
pue-da medio-decir la verdad es un efecto de la
es-tructura. No querer saber nada es una elección.
Identificarse en la falta del Otro, supone pasar
del Otro no barrado -sitio previo del
significan-te, del que se basta a sí mismo el psicótico (la
expresión "se basta" designa la elección
psicóti-ca)- al Otro barrado del deseo. Es el paso que no
franquean las _personalidades "como si", casos en
los que la psicosis, contrariamente a la paranoia,
se confunde con una hípcr-normalidad, en suje-tos que captan al Otro a través de su texto y no por sus silencios, quienes están entonces
iden-tificados al texto del Otro y no a su deseo. Los
que se han extraído de la cadena del Otro
me-diante la separación tal como Lacan la describe,
han pasado a otra alienación, es una paradoja:
a una alienación que ya no es al texto y a la
va-cilación que implica, sino al deseo que
vehiculi-za. Lo que Lacan confirma en La lógica del fan
-ta~ma al escribir "alienación" para el ser del su-jeto y no "separación" como en el seminario de
COI.F:'f'rE Sot.ER
En la relación con el deseo del Otro, el análisis opera a nivel de esa separación puesto que interroga en primer lugar al deseo. ¿Qué se espera de él? Que revele, Lacan llegó a decir que "denuncie", los
s
l
de la separación, que están escritos en el discurso analítico en el lugar de la producción. Esos 81 tienen su lugar en el fantasma,porque ... ¿cómo identificarse a un objeto que no tiene ni significante ni imagen? Entonces esto no es sin la ficción-que puede escribirse o no con la equis de "fijación" en francés [fixationP -, la
ficción del fantasma que le da nombre e imagen a ese objeto que no tiene ni nombre ni imagen.
Entonces, hablar del atravesamiento del fan-tasma o del atravesamiento de las identificaciones objetales fantasmáticas, designa otra separación. ÜTRA SEPARACIÓN
No se trata de aquella que me instituye en el deseo del Otro, sino de la que me libera de él. El analista soporta la función del deseo, la función
3. [Colette Soler hacer referencia al neologismo lacaniano fixión, construido en forma de sustantivo por condensa -ción de fiction (ficción) y (ixe (fijo), utilizado por Lacan en
El atolondradicho (NdT)J.
EL n:-; Y l ... s FINi\I.IDADES OFI. ANAUSIS
del objeto causa. Pero la soporta hasta que el ana
-lizante se separa de ella. Lacan lo afirma explíci-tamente desde Posición del inconsciente hasta El
atolondradicho, pasando por la Proposición sobre'
el psicoanalista de la Escuela.
Esta otra separación es destituyente del estado civil tal como lo definí hace un momento a través
de la identificación: por la inscripción bajo un
S1 correlacionado con el deseo del Otro. Produce
efectos de desanudamiento porque desviste al
sujeto de los significantes que lo inscribían en el
deseo del Otro. ¿Qué queda entonces de él?
Los afecto~ de esta separación son conocidos. Han sido captados antes de Lacan por Melanie Klein y Michel Bal in t. La can los evoca en la Pro-posición ... y en El atolondradicho. Son afectos de
duelo, o sea de pérdida, oscilando
maníaco-de-presivamente en la fase final. ¿Qué ha perdido
el sujeto sino lo que Lacan llamó "la seguridad
que obtenía de su fantasma"? El
atravesamien-to del fantasma consiste en hacer el duelo del
objeto que uno creía ser para el Otro. Allí reside
la seguridad del fantasma, la certidumbre para
el sujeto de que será golpeado, comido, eyectado,
etc. Seguridad dolorosa, pero seguridad al fin. Y
en el final del análisis es destituido de esa
sujeto al viraje que del lado del analista produce
el de-ser del sujeto supuesto saber. Esta destitu-ción ha sido mal comprendida, sin duda a causa del patetismo del término "destitución". Pero
La-can se explicó al respecto: el sujeto destituido es un sujeto liberado, se sabe objeto pero objeto
im-predicable, un objeto que falta al saber, que hace agujero en el saber del Otro. A la vez, es un
suje-to liberado de las preguntas acerca del deseo del Otro, de esas preguntas que generan todas las postergaciones interminables del neurótico. Tal vez aquellos de ustedes que hayan estudiado los textos de Lacan se estén preguntando por qué en 1967 hablaba de la "posición depresiva del fin", y en 1972 de ''posición maníaco-depresiva". Creo que el "maníaco" está allí para retomar algo que había subrayado entre ambos momentos: el efec
-to separador de la destitución que evocaba
cuan-do hablaba de liberación ...
Lacan dice que después el duelo se termina, sin explicar cómo eso es posible. Se abre así la
pregunta acerca de qué viene después para cada quien, pero acerca de eso no dice nada ... El ana-lizado sabrá darse una conducta, hay un montón posibles, afirma. Por el contrario, en la Nota a los italianos, declara que todas ellas convienen para quien desea ser analista.
Er. FrN v LAS FINAI.If>AOES m:r. ,\:".\LISIS
Lo
REAL SBPARADORPero Lacan no se detuvo aquí. Luego de esa
idea del pase al objeto -tal como lo
presenté-continuó hasta plantear en Aún que ese lA y sus
otros maternas <t> y a, extraídos de lo simbólico,
habían sido introducidos bajo un ángulo
despre-ciativo. Designaba así el fracaso en su intento
por situar la función de lo real fuera de lo simbó
-lico. Esto abre la conceptualización de una
sepa-ración por lo real más radical - una tercera for
-ma, podríamos decir, luego de la separación
ins-tituyente descripta en el seminario de Los cua
-tro conceptos ... , y la destituyen te del fin del aná
-lisis descripta en la Proposición del '67-, de una
separación que no va por el lado del objeto inde
-cible que le falta al Otro, sino por lo real propio
al hablante. ¿Cuál es este real?
Esta es la problemática a la que he dedica
-do mi libro Lacan, el inconsciente reinuentado
- lamento el retraso en la traducción española
del mismo-. Allí intenté desplegar lo que
plan-tea La can a partir del seminario Aún: que el in
-consciente (ICS) es lo real, que es inconsciente real (1 CSR) y las consecuencias clínicas y
En el nudo borromeo lo real se define como lo que está fuera de lo simbólico. Lo real no le debe nada a los significantes y tampoco está hecho para ser sabido. Como afirmaba Lacan, lo más real que hay en el hablante es el síntoma. Tal como es re-definido a partir de 197 4, se trata de una forma-ción del inconsciente real. En principio porque es
goce, pero sobre todo goce de un elemento del in-consciente. Ese elemento -cualquiera sea- en
tan-to tal, puede ser llamado real en la medida en que por definición, está fuera de la cadena. Por otra
parte, esa es la primera definición del
significan-te en lo real, el fuera de la cadena a propósito de
la psicosis en De una cuestión preliminar ... El in-consciente real no es una cadena significante y,
además, también está fuera de sentido. Se trata entonces de una ruptura con la tesis del incons-ciente-lenguaje, simbólico, estructurado como una cadena significante, productor de sentido que re-traducía a ese inconsciente lenguaje -que era el inconsciente freudiano a la luz de la lingüística- . Nos encontramos aquí con una pregunta acer-ca de cómo se constituye un inconsciente: ¿de dón-de vienen esos elementos que se descifran en un análisis? Freud respondió que vienen de las
hue-llas mnémicas del traumatismo y del
tratamien-to que la represión les aplica. Lacan lo siguió un
EL rtN v J.As FfNALJOAm:s m;1. A."iÁLJSIS
tiempo, un tiempo extenso, traduciendo "huella mnémica" como "rasgo unario". Rasgo unario de las primeras experiencias concernientes al goce y que surgen del trauma o del placer exquisito. Se
trata de dos referencias freudianas, pero lo que
subraya con insistencia es su efecto de pérdida
de goce, lo que inicia la repetición. El rasgo una-rio no es un significante, es un Uno, un elemen-to discreto no importa cuál, pero no representa al sujeto sino que marca su goce con un efecto de pérdida. Y luego destacó otra cosa: que proviene de lalengua -incluso afirma que viene de laten-gua "y no de otra parte"-. Creo que ese "y no de
otra parte" es una alusión a las huellas
mnémi-cas del trauma freudiano del que había admitido
la hipótesis inicialmente. Pero hay aquí una dife-rencia crucial: los rasgos unarios del trauma es-tán limitados en número, lo que permite un
ago-tamiento de los mismos, lo que no es el caso de
lalengua que resulta inconmensurable.
Ese real en tanto que fuera de lo simbólico, no
tiene ninguna relación con la verdad del sujeto
que se despliega por la cadena de los sib.rnifican-tes que inscriben su vinculación al Otro. Que no tenga relación con la verdad quiere decir que no proviene de ella y, por lo tanto, que no se resolve-rá a través de ella.
CoLI::'I1'E Soum
Concretamente esto quiere decir que, aunque se fije en el decurso de la vida en momentos de encuentros contingentes, el núcleo del goce sin
-tomático no depende de la verdad biográfica y de los avatares de los lazos familiares. Según Lacan,
este real es "antinómico a toda verosimilitud". El término es fuerte. Sin embargo, lo subrayo, este
real está necesariamente anudado a la verdad que le es antinómica, ambos se sostienen, puesto que ese real marca al cuerpo viviente que
sopor-ta al sujeto, a ese cuerpo que es el lugar del goce, justamente, opaco.
El inconsciente es un Uno de lalengua "encarnado"; dicho de otro modo, que marca al cuerpo y que es él mismo elevado al goce.
¿Dónde se hace presente sino eminentemente en
el síntoma? No en el síntoma-metáfora armado como un mensaje por la técnica freudiana, sino
en el síntoma en estado salvaje -si puedo decirlo así- , que es goce de una letra del inconsciente,
idéntica a sí misma. Ese Uno de la letra difiere del Uno de la identificación separadora de la que hablaba antes, porque no tiene relación con el
Otro: inscribe, o también podría decir que ancla, la singularidad absoluta, desprendida del Otro. De
ese real podemos decir que es "falta de la falta", tapón. Lacan retoma una expresión utilizada en
el seminario de La angustia,justo luego d1' lt:t!H'r· definido al objeto como lo que falta. El objt't.o que falta anima el movimiento libidinal de la búsqueda de la verdad, pero la verdad medio
-dicha está siempre agujereada, medio-no--dicha, y solo la fixión (aquí necesariamente escrita con una equis), del síntoma le hace de tapón.
Debemos considerar que ese Uno encarnado,
le-tra del síntoma, permanece incierto -según
plan-tea Lacan- y que entonces todo lo que se descifra de él no lo designa sino de modo hipotético. Esto
es presentado en el final de Aún y será retomado
en lo que seguirá. Según entiendo, la consecuen-cia concreta es que resulta posible ciertamente para el sujeto identificarse a su síntoma real-o sea: reconocerse en todo lo que hace sufrir y que se percibe día a día, y no solamente soportarlo, sino también asumirlo-. No obstante, eso no im-plica que ese síntoma haya sido identificado de un modo distinto al hipotético. Lo que se identi-fica fácilmente es lo que obstruye, incluso lo que
traba en el final del análisis, pero la letra que res-ponde a eso permanece incierta.
La diferencia con la separación del '64 es
evi-dente. Esta separación por el síntoma y por lo real,
hace de cada uno un caído del estado civil. No nos
Cou:TIE SoLER
un estado civil, no nos asienta en lo social. Tampo-co Tampo-constituye un Tampo-conjunto o una Tampo-contra-sociedad posible con los caídos del estado civil que el aná-lisis ha conducido hacia su soledad. Al contrario, esa separación los vuelve desecho, lo excluido de la tropa. "Dispersos dispares" o "dispersos mez-clados" lepars désassortis], según los traductores
al español, dice en el Prefacio. Sin embargo, esa
separación del Otro por lo real no nos deja flotan-do, nos brinda un anclaje que no fluctúa, asegura lo que Lacan llama la unidad de nuestra cohabi-tación con lalengua, nuestra unaridad, una ver -dadera identidad de separación.
Entonces, no hay que sorprenderse de que los afectos de la fase final y del fin mencionados des-pués de El atolondradicho, específicamente en la
Nota a los italianos y en el Prefacio, no sean los
afectos de duelo anunciados en la Proposición y
en El atolondradicho. No son afectos de pérdida sino de satisfacción, y la satisfacción del sujeto re-mite a su goce. ¿A qué se debe ese cambio y cuá-les son sus implicaciones?
No se trata de un misterio. Ese cambio es el resultado de otro, ya lo he dicho: el de la no
ve-dad introducida en la definición del inconsciente. A saber: la idea de que el saber del inconsciente, sus elementos lingüísticos -digamos-, se gozan. 56
EL Fl:'\ Y LAS fiNALIOADF.S Dr:l. 1\I':AI.ISIS
El ser goza hablando, lo que es distinto a afir
-mar que el ser ahonda la falta hablando,
aun-que ambas afirmaciones no resulten contradic-torias. La palabra no solamente está encantada por el objeto a que falta, sino que vehiculiza el
goce de los significantes del saber inconsciente. La palabra de verdad gozada no persigue nada, no busca la palabra del fin, es autosuficiente. No es teleológica. La transferencia la modifica y le
da aires de búsqueda. A partir de aquí es
cohe-rente subrayar que a pesar de las dos in
satisfac-ciones de la fase final (la resistencia de lo real a
la verdad, y la impotencia de la verdad para
de-cir lo real) hay un goce que repercute en el
suje-to bajo el modo de una satisfacción: esa otra sa-tisfacción de la que Lacan habla en Aún, según algo sea dicho y no dicho.
¿Cuál es la relación de esta satisfacción con el efecto didáctico del análisis? Lacan habló siem-pre, y en contraposición con Freud, de una
satis-facción de fin. ¿Pero cuál es la relación entre la
satisfacción de fin y la ganancia de saber que se adquiere en un análisis -su efecto didáctico-, del
que se espera que se deposite en una fórmula de
conclusión final? ¿Se trata del progreso epistémi-co, o sea del Eureha de la fórmula de conclusión
Cou:T'l'E SoLER
atoLondradicho. Pero respecto de este punto, en
el Prefacio asistimos a una completa inversión de la perspectiva. Allí plantea que la fórmula de conclusión que almohadillaría la búsqueda de la
verdad es ... un espejismo. El saber se aloja en la
palabra de verdad, pero el Uno encarnado
per-manece incierto. El inconsciente-verdad no
con-cluye, no puede concluir a causa de su estructura
lenguajera. Y no hay otro término -es su
expre-sión- a ese espejismo que la satisfacción del fin.
Que no haya otro término quiere decir que la sa-tisfacción no es el efecto de una conclusión, sino que ella misma vale como conclusión, puesto que
testimonia de ese cambio didáctico que supone
darse cuenta del espejismo.
Esta separación por lo real difiere de la que está ligada al deseo del Otro, la que se presenta como apuesta en las fortunas y desgracias del
amor, y que -en efecto- no tiene otro horizonte
más que el duelo. Aquella nos separa para bien,
es liberadora, y su afecto no es la pérdida sino
la satisfacción. Además, saberse desecho es un
efecto didáctico distinto al de saber lo
imposi-ble, porque saber lo imposible que sostiene a la
estructura del lenguaje y del discurso nos inser-ta en una comunidad de saber, en un "para
to-dos", que no compromete la opción subjetiva. Al
EL rl:-1 y U\5 fl!'\AI.II>AUJ,;..<; Ot:l. ;\J'\AtiSIS
contrario, los desechos no conforman un mundo
ni una sociedad civil -como se dice
actualmen-te-, y ellos son desechos por su deseo de saber
que no es un producto automático del análisis
sino que compromete la opción de un
particu-lar: aquel que manifiesta la satisfacción de fin. Esa satisfacción de fin no es más que posible, el
analista no puede estar seguro de satisfacerla.
Reconozco en estas elaboraciones de Lacan una tercera aparición de lo que llamé la prueba por el afecto, a saber: las ocasiones en que el afecto re-vela, manifiesta, lo que el lenguaje -simbólico-no puede revelar.
La angustia es única para revelar la pr
esen-cia en la experienesen-cia del objeto a que falta, a
fe-nomenológico que el significante falla o, dicho de
otro modo, la barra sobre el Otro.
Los afectos enigmáticos evocados en el final
de Aún revelan y manifiestan la presencia de los
efectos de lalen.gua que sobrepasan al sujeto, que
van más lejos de lo que se puede formular sobre
ellos, y que permanecen no-sabidos.
En cuanto a la satisfacción de fi..'l, esta revela
que la impotencia de la verdad para decir lo real ha sido rubricada por el analizante. Ante el saber,
es una prueba de que ningún enunciado puede
COLF:'T'TB SOLF:R
fórmula de esto sería: no puedo decir la verdad de
lo real. Dicha mentira no debe ser confundida con
el medio-decir, que sostiene la estructura del
len-guaje, ni con la recurrencia de un menos-uno en la serie de los significantes tan completa como se la imagine. Esa mentira no designa tampoco el he-cho de que haya un mentir verdadero -o sea: de que la verdad pueda adelantarse por la vía de la mentira-, sino que designa la heterogeneidad de
lo simbólico y lo real.
De golpe se plantea una pregunta: ¿qué prue-ba que sea posible ese fin producido mediante un
cambio de satisfacción? En efecto, una
satisfac-ción se experimenta, no se prueba ni tampoco se
deduce; se produce y eso implica como en todos
los afectos una dimensión ética que se sostiene en la respuesta contingente del sujeto respecto de lo real. La pregunta se plantea tanto más aún
porque esta satisfacción vale para un particular
-Lacan insiste con eso-, lo que quiere decir que no es forzosamente para todos, incluso para el
caso del entusiasmo del que hablaba en la Nota
a los italianos. Freud mismo captó esta dimen-sión cuando propuso la reacción terapéutica
ne-gativa, la que depende por entero de lo que de-nominamos "posición del sujeto", o de los afectos
singulares generados por la experiencia. Es por
EL FH\ Y LAS F'lNALIDAm:s DEL ,\.\IÁLISIS
eso que hablé de "reacción terapéutica positiva" a propósito del entusiasmo y de la satisfacción de fin. Pues bien, es ahí donde según creo el dispo-sitivo del pase se muestra muy necesario, y más que eso aún, se muestra solidario de la doctrina del fin, puesto que es el lugar donde se puede es -cuchar lo que llamaré "testimonios del fin posi-ble", a través de los pasantes que lo experimenta -ron y que quieren dar su testimonio. En este caso, sería necesario hablar de la "prueba por los testi-monios", incluso cuando son fallidos.