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Piropo, texto sin contexto - las palabras dicen más de lo que nombran

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Academic year: 2020

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Proyecto de grado para optar al

título de diseñadora

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67 49 48 43 40 32 28

Jóvenes universitarios en Bogotá

Referentes

Stop telling women to smile

10 hours of walking in New York City as a woman Majorité Opprimée

Desarrollo

Prototipo 1: Ponte en mis zapatos

Prototipo 2: Piropo, lo que econden las palabras Prototipo 3: iteración del prototipo 2

Propuesta

Conclusiones

Bibliografía

Anexos

Anexo 1: clasificación de piropos

Anexo 2: encuesta jóvenes universitarias en Bogotá Anexo 3: encuesta jóvenes universitarios en Bogotá Abstract

Introducción

Marco Teórico

Definición piropo El pícaro y el majo Chichisbeo y cortejo

Década de los 70: un cambio en los valores Del teatro a los medios de comunicación vigentes El piropo como acoso callejero

Ley1236 de 2008 Injuria por vías de hecho Breve historia del cartel

Conceptos

Poder y violencia simbólica Contexto del piropo: la calle

Análisis: Clasificación de piropos Cumplidos

Saludos Diminutivos

Cosificación explícita

Exaltación de ciertas partes del cuerpo (piernas, cola, senos) Expresión de gusto por la comida

Explícitamente sexuales

Construcciones elaboradas graciosas

Encuestas

Jóvenes universitarias en Bogotá

Trabajadores de obras de la localidad de Chapinero

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El proyecto Piropo, texto sin contexto, materializado en una serie de afiches, asume una postura crítica frente a la naturalización de la práctica del piropo callejero en Bogotá. De este modo, evidencia que aún cuando los piropos constituyen frases cortas y aparentemente inocentes, estos se construyen a partir de palabras que adquieren una connotación negativa al ser utilizadas para referirse a nosotras, las mujeres. Evidenciar dicha naturalización se hace necesario debido a que actualmente el piropo es una práctica que no se ve como un problema real, aun cuando resulta molesto para gran cantidad de mujeres, específicamente jóvenes universuarias que son las que se tendrán en cuenta en este proyecto.

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Mi proyecto parte de la molestia que me generan dos aspectos que giran en torno a la práctica del piropo. En primera medida, el hecho de que por ser mujer pareciera que debo aceptar el hecho de recibir a diario piropos por parte de desconocidos en la calle. En segunda medida, la indiferencia generalizadaque existe frente a esta rpáctica, pues se ha naturalizado y por lo tanto no se considera un problema real.

A partir de esto, me pregunto por qué sólo se consideran verdaderos problemas aquellos hechos relacionados a temas de sexo, género y violencia callejera que involucran daños corporales, visibles. Me pregunto por qué no entendemos que precisamente para llegar a solucionar estos problemas debemos empezar solucionando los “invisibles”, aquellos que día a día invaden los espacios más pequeños de nuestra vida cotidiana. Me cuestiono la razón por la cual no comprendemos que nuestra falta de atención frente a estos problemas, es en muchos casos el origen de los problemas visibles que tanto nos esforzamos inútilmente por solucionar.

Así pues, mi proyecto surge de la necesidad de hacer evidente una problemática invisibilizada. En este snetido, parte de la premisa de que la actividad del piropo no es trivial por el simple hecho de que no constituya un acto carnal violento. Sino que por el contrario, constituye un ámbito importante de acción al ser precisamente una forma de acoso callejero cuya banalización y falta de reconocimiento como tal, permite la creación de hábitos y costumbres que legitiman la existencia de otro tipo de violencias más visibles en el espacio público hacia la mujer.

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Para hablar sobre el piropo es indispensable revisar tres aspectos esenciales: entender de dónde proviene, cómo su función ha cambiado a lo largo del tiempo, y en qué contexto se da. De igual forma, es necesario examinar cómo la práctica del piropo es legislada en nuestro país, para lo cual resulta pertinente hacer una revisión de las leyes vigentes en Colombia sobre temas de violación de los derechos de la mujer. Por último, resulta necesario realizar una breve revisión de la historia del cartel, para de este modo evidenciar su importancia como medio gráfico popular y de protesta con una función política y social, para de esta manera, justificar su utilización como soporte gráfico que materializa mi propuesta.

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Así mismo, en el siglo XVIII existieron dos prácticas cercanas a lo que hoy en día constituye el piropo. En primer lugar se encuentra el chichisbeo, que siendo de origne italiano, constituyó una práctica aristocrática que llegó a España junto a la dinastía de los Borbones. Esta palabram según explica Carmen Gaite (1987), es una deformación del verbo italiano bisbigliare, que significa hablar al oído, susurrar. De este modo, el chichisbeo constituyó una especie de conversación íntima, pues en palabras de Roncaglia Constantino (1736), este tipo de conversaciones se daban en la soledad de un aposento. De aquí es posible concluir que se trataba de una conversación de tono íntimo que se daba entre dos personas. En esta medida, el chichisbeo puede considerarse un antecedente de la práctica del piropo en términos de tono, pues vale recordar que muchos piropos de los que escuchamos las mujeres hoy en día nos son dichos al oído a modo de susurro.

Según la RAE, la definición coloquial de la palabra piropo es “lisonja, requiebro”. Según la misma fuente, lisonja es una “alabanza afectada, para ganar la voluntad de alguien” y requebrar es “lisonjear a una mujer alabando sus atractivos”. A partir de esto, puede afirmarse que un piropo es una expresión verbal adornada cuyo objetivo es destacar la belleza física de una mujer para agradarla. Sin embargo, si bien antiguamente los piropos sí respondían a esta definición porque constituían frases elaboradas, que manejaban un lenguaje ingenioso y que eran aceptadas positivamente, es decir como un halago, por la gran mayoría de mujeres; hoy en día los piropos que circulan por las calles distan mucho de esta definición en la medida en que el lenguaje ha perdido riqueza e ingenio, pues se han convertido en frases breves, repetitivas y poco elaboradas, y de igual forma, han perdido aceptación entre la población femenina debido al cambio de valores morales, pues la emancipación sexual de las mujeres generó un cambio en la manera de relacionarse con los hombres. En este sentido, es importante entender el piropo según el contexto dentro del cual está enmarcado, pues su función en el siglo XVIII no es la misma que actualmente. Para entender y profundizar sobre estos aspectos, es importante conocer la historia y los orígenes de la práctica del piropo, los cuales serán abordados a continuación.

En el siglo XVI hubo dos figuras representativas de la época en que se encontraba España. Por un lado, se encontraba el caballero, y por el otro, el pícaro. La diferencia entre estos dos era abismal, pues eran figuras representativas de la polarización existente de las clases sociales. De este modo, el pícaro era un personaje representativo de la clase popular, el cual no tenía privilegios, pero que sobrevivía gracias al engaño y su astucia. Ahora bien, el pícaro constituyó un personaje muy importante. En palabras de Lion Feuchtwanger (2006), “El pueblo y sus poetas respetaban y cantaban alabanzas de los héroes y caballeros, pero no celebraban menos - y lo apreciaban más - al pícaro y a la pícara, a la chusma astuta de las clases más bajas, que nunca se acordaba, siempre dispuesta a la broma, que siempre se las arreglaba para salir adelante” (p.265). De este modo, se hace evidente la

importancia del pícaro en la Edad de Oro, pues al ser opuesto a la figura del caballero, resultaba un complemento para el mismo.

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En este sentido, la emancipación de la mujer y su liberación sexual constituyó un cambio a nivel moral y social que generó un cambio en las interacciones entre hombres y mujeres. Esto en la medida en que tal como lo dice Gabriela Preisig (1998), “la mayoría de los textos coinciden en que el piropo es expresión del machismo, del narcisismo y de la sexualidad reprimida del hombre” (p.47) y en esta medida el piropo es “una especia de válvula de escape para sus deseos sexuales” (p.47). Sin embargo, tras la liberación sexual de la mujer, el piropo perdió su función de válvula de escape, pues la interacciones sexuales empezaron a darse de forma más libre. De igual forma, Preisig (1998) afirma que muchas mujeres empezaron a molestarse frente al hecho de recibir piropos al sentirse desplazadas a su antiguo rol de mujeres pasivas, pues en ese punto ya habían conseguido posicionarse activamente en todos los sectores de la vida pública y privada con los mismos derechos que los hombres.

En el siglo XVIII fue el teatro el que ejerció una fuerte inlfuencia sobre las formas de hablar, y en esta medida, influenció directamente el lenguaje utilizado en los piropos. De allí deriva la existencia actual de gran cantidad de piropos que utilizan un lenguaje muy elaborado y jocoso, los cuales no circulan hoy en día en las calles, pues tal como lo menciona Elizabeth Vallejo Rivera, profesora de sociología en la Universidad Católica del Perú, en una entrevista realizada por Mariana Castaño para rfi español (2014) “la mayor parte de las veces cuando alguien te dice algo en la calle lo más común es que el comentario sea muy agresivo sexualmente. [...] lo común es que te digan cosas fuertes, chocantes y que te dan miedo”. No obstante, ese tipo de piropos que no circulan generalmente por las calles, sí lo hacen por otros medios como redes sociales y páginas web, y en su mayoría, manejan un tono jocoso aun cuando tienen una clara connotación sexual, pues “para mitigar el efecto grosero de un piropo, hay que recurrir a la frase humorística” (Preisig, 1998, p.16).

Ahora, en términos de Gabriela Preisig (1998), si bien en el siglo XVIII fue el teatro el que ejerció una fuerte influencia sobre las formas de hablar, hoy en día éste fue reemplazado por otros medios de comunicación como la televisión, la radio, la prensa, internet, etc.

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En esta medida, “mientras que el piropo tradicional aludía de manera indirecta a ciertas partes del cuerpo femenino, muchos de los comentarios actuales son una invitación directa al acto sexual [...] la vulgaridad predomina y han quedado atrás los tiempos de los piropos galantes” (p. 109). La misma idea es expresada por el sociólogo Rodrigo Larraín en un artículo publicado por Carola Inostroza para Emol (2010) “Hoy en día los piropos son expresiones mucho menos artísticas y estéticas, donde hay una actitud de agresión y una alta connotación sexual [...] El fin del piropo estético es simplemente un reemplazo por una expresión soez que tiene que ver con nuestra pérdida de expresividad verbal. La reducción del vocabulario significa el fin del piropo”.

En este sentido, es posible decir que antiguamente podía hablarse del piropo como una forma lingüística galante, elaborada y estilizada, características que podría sugerirse que provenían de la riqueza que le proporcionaba a los piropos el lenguaje teatral. Sin embargo, hoy en día es preciso hablar de una decadencia del lenguaje derivada de la pobreza lingüística, sin gracia ni ingenio, aparentemente inocente en ciertos casos, y explícitamente sexual en muchos otros, transmitida por los medios de comunicación vigentes. Un ejemplo de esto son la cantidad de canciones de reggaetón que diariamente transmiten las emisoras juveniles y que generan una objetivación sexual o infantilización de la mujer. Recordemos canciones como Travesuras y Voy a beber de Nicky Jam, en las cuales se escuchan frases como “hola bebé” (que constituye también un piropo) y “te quiero comer, te quiero comer”. Así pues, en principio la primera frase podría tomarse como una frase inocente, mientras que la segunda sí podría entenderse como una frase con una clara connotación sexual. Sin embargo, las dos comparten el hecho de enajenar a la mujer de sí misma para atribuirle características propias de otros sujetos o cosas. En este sentido, en el primer caso se le atribuyen a la mujer las características de un bebé (indefenso), mientras que en el segundo caso se le atribuyen las características de la comida (comestible, valga la redundancia). A partir de esto, es posible observar que estas palabras están lejos de ser inocentes, pues tienen una connotación negativa al utilizarse para referirse a la mujer.

Hollaback es un movimiento internacional cuyo objetivo es eliminar el acoso callejero hacia mujeres y personas de la comunicad LGBTI mediante una red de activistas locales alrededor del mundo. Dentro de esta red se encuentra

Atrévete Bogotá, que es la representación de este movimiento en nuestra ciudad desde el 2011, y el cual define el acoso callejero como “las palabras o acciones producidas en la vía pública por parte de un desconocido hacia otro en virtud de su apariencia física. Por ejemplo: [...] frases como los políticamente denominados piropos; acciones como manoseos en el transporte u otros espacios públicos; miradas lascivas, intimidantes e insistentes; expresiones corporales y verbales ofensivas; persecución; amenazas de violación; etc.

A partir de esta definición, y valiéndome también de la definición que proporciona la RAE de acosar: “perseguir, apremiar, importunar a alguien con molestias o requerimientos”, destaco el hecho de que los piropos se consideran acoso porque son una opinión que viene por parte de un desconocido en el espacio público, pues éste será un aspecto que más adelante será evidenciado en la encuesta realizada a 40 jóvenes universitarias de Bogotá, cuyas respuestas más recurrentes confirman que uno de los aspectos molestos del hecho de recibir piropos es precisamente que viene por parte de un desconocido. Sin embargo, también cosidero importante remarcar que tal como lo dice Elizabeth Vallejo (2012), los piropos constituyen “prácticas repetitivas y no casuales”. Esto en la medida en que el hecho de recibir piropos es una situación que vivimos casi a diario y a lo largo de nuestra vida, pues son una gran catidad de hombres diferentes los que día a día nos están piropeando en las calles, y es precisamente al tratarse de una práctica reiterativa que puede considerarse acoso.

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Injuria por vías de hecho

Según la Constitución vigente en Colombia, por medio de la ley 1236 de 2008 (julio 23) se modifican algunos artículos del Código Penal relativos a delitos de abuso sexual. Así pues, el Congreso de Colombia decreta: delitos contra la libertad , integridad y formación sexuales. En este sentido, esta ley consta de cuatro capítulos: de la violación, de los actos sexuales abusivos, disposiciones comunes a los capítulos anteriores, y del Proxenetismo. No obstante, aquí se tomará en cuenta únicamente el capítulo I: de la violación, puesto que es el único que se aproxima al tema que nos concierne, ya que los otros hablan de actos punibles por prostitución y por actos sexuales abusivos con menores.

Según el Código Penal vigente en Colombia, el acoso callejero está penalizado en el artículo 226. Sin embargo, para entender de qué se trata éste, es necesario conocer el artículo 220.

Artículo 220. Injuria. El que haga a otra persona imputaciones deshonrosas, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años y multa de diez (10) a mil (1000) salarios mínimos legales mensuajes vigentes.

Artículo 226. Injuria por vías de hecho. En la misma pena prevista en el artículo 220, incurrirá el que por vías de hecho agravie a otra persona.

Sin embargo, el delito de injuria por vías de hecho, al contemplar penas entre uno y tres años, es excarcelable, razón por la cual en la mayoría de los casos los acosadores quedan en libertad.

Frente a esto, es posible concluir que la invisibilización y banalización de la problemática del piropeo no sólo existe entre la población civil masculina, sino que también se da dentro del marco jurídico, que supone un marco importante en términos de regulación de leyes ciudadanas y protección de los derechos de las personas. Así pues, tal parece que únicamente en los casos de violación carnal el tema de machismo y violencia contra la mujer adquiere importancia, pues es la única acción sancionable por las leyes vigentes en nuestro país al ser la única reconocida como una violación de los derechos de las mujeres. Tal como lo dice Elizabeth Vallejo (2012), “la calle permanece como el ámbito “no conquistado”: el acoso sexual callejero es tal vez la forma de violencia más común que padecen las mujeres todos los días y, pese a ello, es la menos legislada”.

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este modo las bases de lo que tiempo después sería la publicidad. En este sentido, desde sus inicios el cartel se caracterizó por su carácter persuasivo, teniendo en principio una función comercial y artística principalmente, la cual se impuso gracias a grandes exponentes como Henri de Toulouse Lautrec y Alphonse Marie Mucha.

En sus primeros años, tal como lo dice Oscar Correa en su tesis de maestria en Diseño de la Universidad de Palermo (2008), la producción de los carteles se limitó únicamente a dos técnicas: la xilografía (grabado en madera) y el grabado en metal, de tal modo que el uso de color era limitado. Así pues, fue sólo hasta la invención de la litografía que se ampliaron las posibilidades en la creación de carteles mucho más coloridos, artísticos y decorativos. Ahora bien, gracias a dicha ampliación de posibilidades cromáticas y a la interacción entre palabra e imagen, el cartel comenzó a ser explotado en el mundo comercial como medio gráfico para promocionar productos y servicios, sentando de

Moulin Rouge, La Goulue.

Henri de Toulouse Lautrec. Francia. 1981 Job. Alphonse Marie Mucha. Francia. 1896.

En la medida en que mi propuesta se materializa en afiches debido a la necesidad de generar una incomodidad visual en los espectadores, con el objetivo de lograr captar su atención en la medida en que generan disonancia con sus ideas preconcebidas, es necesario hacer una breve revisión de la historia del cartel para entender su pertinencia como medio gráfico y comunicacional que soporta mi proyecto.

Ahora bien, con el estallido de la Primera Guerra Mundial y posteriormente la Revolución Rusa y la Segunda Guerra Mundial, el cartel adquirió una nueva función política y propagandísitca. Así pues, los temas principales abordados por los carteles de estos periodos de guerra fueron el reclutamiento de soldados para las tropas del ejército, el desprestigio del enemigo, la politización de las masas para lograr su enfilamiento de acuerdo a una ideología, y el rechazo y denuncia de la barbarie que caracterizó a este periodo bélico. En este sentido, tal como lo dice Pilar Lara Ruíz-Granados (1997), los carteles adquirieron un carácter masivo frente a la naciente necesidad de movilizar y manipular a las masas, además de un carácter mucho más realista al tratar los problemas políticos y sociales de la época.

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Además, es importante destacar que para entonces la mayoría de la población continuaba siendo analfabeta, y en la medida en que los carteles tenías fines propagandísticos que buscaban persuadir al pueblo, estos debieron emplear un lenguaje gráfico claro y preciso, en el cual la imagen se caracterizó por su

gran capacidad comunicacional. Así pues, específicamente en la Revolución Rusa, los carteles fueron el medio por excelencia para educar a la clase obrera y campesina en términos políticos. De este modo, el cartel se convirtió en un elemento fundamental de agitación social, política y cultural.

Finalmente, es hasta la década de los 60 que el cartel retoma su importante función política y social al ser empleado como medio gráfico de protesta en las revoluciones sociales, políticas y culturales que generaron revueltos y protestas a nivel internacional. Tal como lo menciona Liz McQuiston (2004), la revolución cultural de Mao Tse Tung movilizó el proletariado en la República Popular de China, las colonias africanas de los imperios europeos luchaban por su independencia, las huelgas nacionales organizadas por trabajadores y estudiantes en Francia pusieron a temblar el gobierno del General Charles de Gaulle y generaron disturbios en las calles durante la época de mayo del 68.

Así pues, los movimientos juveniles reaccionaron contra la autoridad y el orden establecido desde Estados Unidos hasta Gran Bretaña y Europa. En este sentido, los derechos civiles, el black power, el revolucionario concepto del feminismo según el cual lo personal es político que generó que los asuntos de la vida cotidiana empezaran a formar parte de un contexto político más amplio, el movimiento pacífico y ecológico, fueron acontecimientos que convergieron y dieron lugar a una necesidad de cambio que se extendió por todo el mundo.

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Según lo menciona Liz McQuiston (2004), las reacciones más fuertes tuvieron origen en las protestas contra la guerra de Vietnam. Fue así como aquellas generadas desde el interior de América utilizaron como medio expresivo los afiches, los cuales implementaban un lenguaje gráfico de protesta, tal y como lo hicieron algunos afiches de oposición a la guerra durante el periodo bélico comprendido entre 1914 y 1948. En estos afiches. se utilizaban símbolos como el “Tío Sam”, publicidades a las que generalmente se les otorgaba otro sentido, imágenes dramáticas de las noticias, bocetos y dibujos animados. Los lenguajes que manejaban estos afiches variaban desde el cinismo crudo hasta la ira expresada de manera violenta. De igual forma, los afiches mostraban imágenes chocantes de masacres y niños en la guerra vistos no sólo como víctimas indefensas sino también como combatientes. Así pues, esta gráfica respondía a la necesidad de protesta y la ira pública d elos movimientos al interior de América cuya lucha fue decisiva para forzar el retiro de Vietnam en 1973. De este modo, la utilización de imágenes fuertes características de esta época y que poseen sus orígenes en las imágenes utilizadas en los carteles realizados

durante las guerras mundiales, alimentan mi proyecto en términos de la propuesta de generar imágenes que visualmente generen incomodidad.

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Frente a la persistencia de la práctica del piropo en una época en la que deja de ser totalmente aceptado y comienza a resultar un hecho molesto para cierta cantidad de mujeres, es importante entender el por qué continúa subsistiendo. Para lograrlo, se hace necesario explicar dos ejes fundamentales que atraviesan mi proyecto de comienzo a fin. En primera medida, el concepto de poder según Michel Foucault, y en segunda medida, el concepto de violencia simbólica que aborda Pierre Bourdieu. Así pues, estos dos conceptos constituyen las bases teóricas que me permiten argumentar la razón por la cual la práctica del piropo constituye un ejercicio de poder y una forma de violencia simbólica que ejerce el hombre sobre la mujer. De este modo, es posible reconocer la práctica del piropo como un problema real, que si bien no es evidente al estar invisibilizado en nuestra sociedad, existe bajo una especie de acuerdo común silencioso que lo cobija y legitima.

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El concepto de poder, en términos de Foucault (1988), constituye un ejercicio relacional que consiste en actuar sobre las acciones de otro. En esta medida, el poder, enmarcado en el contexto del piropo, se trata de una relación vertical que se da entre el hombre y la mujer; y de este modo, es un ejercicio que le permite al hombre influenciar la manera de actuar de las mujeres. Así pues, Foucault afirma que el poder no existe sino que se ejerce; no obstante, tal como lo dice Sebastián Gonzáles (2009), “Si el poder existe, lo hace solamente cuando una acción/pasión hace derivar otra como efecto no-físico (aunque perceptible)” (p.82). En este sentido, el poder es un modo de acción que no actúa de manera directa e inmediata sobre los otros, sino que actúa sobre sus acciones y de este modo sus efectos son incorporales. Así pues, citando a Foucault (1988), “el poder es un conjunto de acciones sobre acciones posibles; opera sobre el campo de posibilidad o se inscribe en el comportamiento de los sujetos actuantes: incita, induce, seduce, facilita o dificulta; amplía o limita, vuelve más o menos probable; de manera extrema, constriñe o prohíbe de modo absoluto; con todo, siempre es una manera de actuar sobre un sujeto actuante o sobre sujetos actuantes, en tanto que actúan o son susceptibles de actuar. Un conjunto de acciones sobre otras acciones” (p.15).

Con base en lo anterior, resulta más adecuado hablar de un ejercicio de poder más que del poder en sí mismo. Así pues, según Focuault (1988), el ejercicio de éste consiste en conducir conductas; y en esta medida, no es una confrontación entre dos adversarios (hombre y mujer en el caso de la práctica del piropo) sino más bien una cuestión de gobierno. Ahora, es importante entender el concepto de gobierno no referido a una estructura política o gestión de un Estado, sino en un sentido más amplio que era el que poseía en el siglo XVI, refiriéndose así a un modo de dirigir la conducta de individuos o grupos para así estructurar su posible campo de acción. En este sentido, al hablar del ejercicio de poder como una forma de gobierno, es importante hablar del concepto de libertad. Esto en la medida en que el poder se ejerce únicamente sobre “sujetos libres” y sólo en la medida en que son “libres”. De ahí el hecho de que el acto de gobernar implique la existencia de sujetos individuales o colectivos enfrentados con un campo de posibilidades, donde pueden tener lugar diversas conductas, reacciones y comportamientos.

Ahora bien, el ejercicio del poder no es una estructura que se mantiene o se rompe, sino que se elabora, transforma, organiza y provee de procedimientos que se ajustan más o menos a la situación. Así pues, el ejercicio del poder y su institucionalización depende en gran medida del contexto en el cual se encuentre inscrito. En esta medida, se hace pertinente traer a colación el segundo concepto que se trata de la violencia simbólica, que en palabras de Bourdieu, según la conferencia traducida en 1994 (2012), se trata de la inculcación de estructuras mentales arbitrarias e históricas. En este sentido, la violencia simbólica consiste en la interiorización y naturalización de ciertas prácticas y disposiciones que no se cuestionan al asumirse como correctas o verdaderas, y por lo tanto, se vuelven parte del sentido común. Es por esto que el ejercicio del poder se institucionaliza sobre la estructura de una violencia invisible, es decir, que no vemos ni reconocemos como violencia aun cuando lo es. En esta medida, la violencia simbólica tiene lugar bajo un código común, de tal manera que se podria decir que es una violencia que se ejerce con la complicidad de la estructura cognitiva que no es conocida, que son las estructuras profundamente incorporadas. Ahora bien, tal como lo dice Bourdieu en la conferencia (2012), “constatamos que practicamente en todas las sociedades las mujeres están en la posición de dominadas, y que la dominación que ellas sufren es típicamente ilustrativa de aquello que llamamos violencia simbólica”.

En conclusión, este contexto de invisibilización de un tipo de violencia que al no tener efectos corporales no se asume como tal, constituye el escenario perfecto, o el habitus, como lo llama Bourdieu (1985), para que se dé la institucionalización del poder. En esta medida, la práctica del piropo constituye un ejercicio de poder que se hace posible debido a que se enmarca dentro del concepto de violencia simbólica, pues es una práctica asumida como natural, y que por lo tanto, no se entiende como un problema real.

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En palabras de Gabriela Preisig (1998), la calle, la plaza, y los parques son espacios libres, no jerarquizados; y por ende, son lugares a los que tiene acceso todo el mundo, de tal manera que hacen posible que el piropeador no tenga que reparar en posibles barreras sociales. En este sentido, la calle constituye el espacio idóneo para la práctica del piropo en la medida en que es un lugar en el que las jerarquías sociales se desarman, y por ende, el piropeador, que la mayoría de las veces es un hombre, puede ejercer fácilmente el poder que en otros ámbitos sociales, donde las jerarquías sociales están marcadas, le resulta mucho más complicado.

En este mismo sentido, la calle es el lugar de intervención del colectivo feminista Mujeres Públicas de Argentina, cuyo trabajo se centra en generar reflexión sobre problemáticas que afectan principalmente a mujeres y a personas de la comunidad LGBTI. Esto mediante intervenciones callejeras a modo de activismo gráfico, el cual consiste en la utilización de la gráfica como medio visual y comunicacional de denuncia social y/o política. En esta medida, tal como ellas lo dicen en una entrevisa para Página 12 realizada por Laura Rosso (2014), “El arte feminista que parte del activismo visual debe tener en cuenta que la crítica y la subversión del sistema patriarcal implica necesariamente un lenguaje que también subvierta lo que se espera del arte”. Ahora bien, ellas reconocen la calle como el lugar idóneo para llevar a cabo el activismo gráfico en la medida en que mencionan que “el espacio público es el espacio común [...] Es donde convive todo para ser intervenido: los discursos sexistas, la homofobia, los mandatos estereotipados, los roles predestinados, la

violencia machista”. De este modo, se hace evidente la necesidad de generar intervenciones callejeras, pues precisamente la calle es el contexto en el cual subsisten vestigios del machismo, como lo es la práctica del piropo. De aquí proviene entonces la necesidad de contextualizar mi proyecto en el espacio mismo en que se da esta práctica cuya banalización pretendo evidenciar.

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Dentro del proyecto es necesario conocer qué piropos existen actualmente ya sea circulando en las calles de Bogotá o simplemente en páginas de humor sobre piropos. Esto para posteriormente llevar a cabo una clasificación que permitiera su análisis. Así pues, para realizar la recopilación de piropos se recurrió a tres fuentes primarias: en primer lugar, la tesis realizada por Nataly Correa Jiménez y Jennifer Mancera Rodríguez (2009) llevada a cabo en la Universidad Javeriana, de la cual extraje ciertos piropos que ellas recopilaron a través de su trabajo de observación en 20 obras de la localidad de Chapinero; en segundo lugar, la página de facebook Piropos de albañil

y El piropo albañil, que recopilan diferentes piropos; y en tercer lugar, mi recopilación personal gracias a mi experiencia personal, la de mis amigas y compañeras cercana, y los recolectados mediante las encuestas realizadas. A partir de estas tres fuentes se llevó a cabo la recopilación, y posteriormente, su clasificación (Anexo 1). De aquí surgieron 12 categorías, algunas de las cuales comparten algunos piropos.

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Saludos

Se trata de aquellas frases aparentemente formales e inocentes. Sin embargo, algunos de ellos como “Hola bebé”, “Chao reinita”, “Hola princesa”, “Adiós muñeca”, “Hola mi bomboncito”, “Hola mi cielito”, enajenan a la mujer de sí misma y le proporcionan características de otros sujetos y cosas; es decir, las características de bebé (indefensa), reina (poderosa), princesa (sumisa/ tonta), muñeca (manipulable), bomboncito (comestible), cielo (infinito). A partir de esto, es posible observar que al utilizar estas palabras para aludir a la mujer, la mayoría adquieren una connotación negativa. Sin embargo, “Chao reinita” y “Hola mi cielito” en principio parecieran tener una connotación positiva en la medida en que evocan grandeza. No obstante, al ser dichos en diminutivo, generan una contradicción en su intención, pues en realida están reduciendo dicha grandeza.

Cumplidos

Son aquellos piropos como “Estás muy linda”, los cuales cumplen la función que tenían antiguamente los piropos, llamados entonces requiebros. Es decir, se tratan de aquellos piropos que resaltan la belleza de la mujer, de tal manera que aluden a su sonrisa, sus ojos y su belleza en general. En este sentido, son piropos que tienen una connotación positiva en la medida en que su objetivo es halagar.

Posesivos

Al igual que la categoría anterior, se trata de piropos que también se encuentran en otras categorías como por ejemplo “Hola mi cielito” pues son todos aquellos que van acompañados de adjetivos posesivos. En este sentido, se trata de aquellas expresiones que manifiestan una clara intención de quien lo dice por poseer a la mujer, asumiéndola como una propiedad.

Diminutivos

En esta categoría se encuentran gran cantidad de piropos de otras categorías como por ejemplo “Hola reinita”, pues se trata de todos aquellos que son dichos en diminutivo; y que por ende, minimizan o reducen, de tal modo que revelan la posición de superioridad que asume quien lo dice sobre la mujer a quien se los dice.

Cosificación explícita

Son los ejemplos más claros de objetivación de la mujer, pues literalmente se refieren a ésta como una cosa, y el efecto negativo se refuerza al añadirle el diminutivo refiriéndose a ésta como “cosita”. Es decir, no basta con atribuirle la condición de objeto, sino que además se le atribuye la caracterísitica de pequeño, es decir, se le reconoce como un objeto pequeño.

Exaltación de ciertas partes del cuerpo: piernas, cola, senos

Esta categoría enmarca los piropos que aluden explícitamente a diferentes partes del cuerpo que tienen una connotación sexual, como por ejemplo “Qué tetas mi amor”. De este modo, se da una visión pornográfica del piropo en la medida en que es fragmentaria.

Expresión de gusto por la comida

Se trata de todos aquellos piropos que otorgan a la mujer las características de la comida, entendiendo la connotación sexual que tiene el acto de comer. En este sentido, piropos como “Qué rica esa arepa” o “Quién fuera mango para chuparte hasta la pepa”, demuestran cómo se asocia a la mujer con algo comestible. Sin embargo, la diferencia entre estos dos piropos es que el primero corresponde a piropos breves que circulan por las calles, mientras que el segundo corresponde a piropos de mayor longitud que circulan principalmente en páginas de humor en internet.

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Explícitamente sexuales

Constituyen los piropos más violentos en la medida en que tienen una connotación claramente sexual, como por ejemplo “Como para darle bien rico” o “Quién fuera baldosa para mirarte la cosa”. De esta manera, se trata de piropos que invaden de forma directa nuestra intimidad al convertirnos en objetos sexuales en el espacio público.

Construcciones elaboradas graciosas

Se caracterizan por ser frases construidas con humor e ingenio como por ejemplo “Me gustaría ser mesa de ajedrez para tener una reina como tú”, de tal manera que recuerdan la teatralidad de los piropos de antaño y son vistos en su mayoría de forma positiva. Así pues, en la medida en que este tipo de piropos fue encontrado principalmente en las páginas de piropos de facebook en internet y no en las encuestas realizadas a las jóvenes, es posible concluir que este tipo de frases largas y elaboradas casi no circulan en la calle como piropos.

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Hasta el momento se ha argumentado que la práctica del piropo constituye un problema únicamente basándome en información netamente teórica. Ahora, para evidenciar la existencia de esta práctica como una problemática real, que resulta molesta para muchas mujeres, me remonto a los resultados de tres encuestas que fueron realizadas con el objetivo de corroborar y retroalimentar la investigació teórica. La primera encuesta (Anexo 2) fue realizada en el segundo semestre del 2014 a 40 jóvenes entre los 20 y 24 años que estudian diferentes carreras en la Universidad de los Andes, Universidad del Rosario, Universidad Externado de Colombia y Universidad Nacional. La segunda encuesta fue realizada por Nataly Correa Jiménez y Jennifer Mancera Rodríguez para su tesis (2009) llevada a cabo enla Universidad Javeriana. Esta encuesta se realizó a 6 trabajadores de 20 obras de la localidad de Chapinero, los cuales oscilan entre los 20 y los 40 años. Por último, la tercera encuesta (Anexo 3) fue realizada en el segundo semestre del 2014 a 30 jóvenes entre los 20 y 24 años que estudian diferentes carreras en las mismas universidades tenidas en cuenta en la primera encuesta.

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Esta encuesta se realizó con el objetivo de conocer lo que las jóvenes

universitarias pensaban y sentían frente al hecho de recibir piropos en la calle. Como resultado, se obtuvo un aspecto importante que hace evidente la práctica del piropo como una problemática, pues frente a la pregunta sobre cómo se sentían o qué sentían las jóvenes al recibir piropos en la calle, las respuestas más recurrentes fueron asco, rabia, miedo, impotencia, humillación, inseguridad, vulnerabilidad, falta de apoyo, y condicionamiento en su forma de vestir y sus recorridos. Ante estas respuestas de carácter claramente negativo, es posible concluir que existe una molestia manifiesta por parte de cierto sector de la población femenina juvenil en Bogotá frente a esta práctica, y que por ende, no es un problema menor o trivial.

Esta encuesta fue tenida en cuenta en este proyecto debido a que suministró información relevante en mi investigación. Esto en la medida en que me permitió conocer la opinión que tienen los obreros de construcción frente a una práctica que les es muy propia a la gran mayoría en la medida en que la ejercen cotidianamente. Frente a la pregunta sobre qué piensan ellos del hecho de decir piropos a las mujeres, la mayoría contestaron que consideran que los piropos son palabras bonitas que se les dicen a las mujeres y que son una forma de coquetearles. Teniendo en cuenta estas respuestas que, contrario a las obtenidas por las jóvenes, poseen claramente un carácter positivo, se hace evidente que los obreros de construcción no consideran que decir piropos a las mujeres en la calle sea una práctica negativa. De este modo, es posible darse cuenta de que dentro de esta población la práctica del piropo tiene una connotación positiva, y por ende, el problema evidenciado dentro de la población juvenil femenina, es un problema totalmente invisibilizado dentro de la población obrera.

Ahora bien, es cierto que la población obrera es un grupo que practica la actividad del piropo diariamente. Sin embargo, basándome en mi propia experiencia y en la de las jóvenes que fueron encuestadas para el presente proyecto, las cuales manifestaron que los piropos que recibían en la calle no

eran únicamente de personas de un bajo nivel social, sino también de hombres de estratos más altos, y que lo molesto de recibir piropos se encontraba en el hecho de que fuera un desconocido el que se los dijera, más allá de su estrato, me atrevo a decir que no es una práctica exclusiva de la población obrera. En lugar de esto, considero que al ser un grupo social de fácil reconocimiento en las calles, se le ha estigmatizado como el único nicho de piropeadores. Bajo esta premisa, tomé la decisión de tener en cuenta la opinión de la otra cara de la población masculina; es decir, aquellos hombres que no están estigmatizados como piropeadores por excelencia, pero que pueden o no ejercer esta práctica. Por esta razón, realicé la tercera encuesta.

Esta tercera encuesta se realizó con el objetivo de conocer el punto de vista de jóvenes universitarios frente al hecho de que las mujeres reciban piropos en la calle. Las respuestas más destacadas pueden clasificarse en tres tipos de reacciones: burla, antipatía, desinterés. De este modo, esta encuesta reveló que la problemática del piropo no está invisibilizada únicamente dentro de la población masculina obrera, sino también dentro de la población masculina de estratos más altos. Es decir que la naturalización e invisibilización de esta práctica se da entre gran parte de la población masculina en general. A partir de esto, entender que dicha invisibilización no es trivial es sumamente importante para comprender la magnitud del problema. En otras palabras, el problema no radica únicamente en que las jóvenes unversitarias consideren molesto, violento y/o agresivo el hecho de recibir piropos en las calles, también se encuentra en el hecho mismo de que para la población masculina es un hecho trivial que carece de importancia, es decir, que no es un problema real. Es en este punto en el que el problema adquiere una dimensión más amplia, pues para combatir un problema primero es necesario que se reconozca como tal para así generar un verdadero rechazo social frente al mismo. Es por esta razón que mi proyecto pretende hacer evidente dicha invisibilización, con miras a constituir un pequeño aporte dentro del largo proceso de desnaturalización de la práctica del piropo.

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Este proyecto constituye una forma de arte callejero que pretende visibilizar el problema del piropeo del cual son víctimas las mujeres en Estados Unidos. En este sentido, se trata de una serie de afiches con ilustraciones de mujeres, acompañadas de frases que muestran su opinión de molestia e inconformidad frente al hecho de recibir piropos en la calle.

Ahora bien, las reacciones no tardaron en llegar, pues sobre algunas ilustraciones comenzaron a aparecer rayones que respondían de una u otra manera a las frases de las ilustraciones. Algunos rayones no iban más allá de una burla hacia la campaña; sin embargo, muchos otros manifestaban claramente una reacción violenta, que una vez más, dejaba en evidencia la existencia de una problemática real. Basta con ver lo ofensivos que resultan estos rayones invasivos, para entender que cierta parte de la población no se siente a gusto con este tipo de iniciativas feministas cuyo único objetivo es expresar una inconformidad que comparte gran parte de la población femenina. Sin embargo, este tipo de reacciones no sólo ponen en evidencia la violencia simbólica ejercida sobre las mujeres y la permanencia sutil del

machismo, sino que también confirman algunas de las reacciones destacadas en las encuestas realizadas a los jóvenes universitarios, como por ejemplo la burla y la antipatía.

En conclusión, la visibilización en el espacio público constituye el aspecto más importante que tomaré de este proyecto, pues la calle es el escenario en el cual se contextualiza el problema del piropo. Por otro lado, al conocer las reacciones agresivas frente a las ilustraciones, puedo concluir que plasmar a la mujer desde una posición de vícitma no es la mejor forma de visibilizar el problema, pues no se logra generar una verdadera reflexión frente al mismo.

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10 hours of walking in NYC as a woman

Hollaback, 2014, New York

Este proyecto, si bien constituye al igual que el referente anterior una forma de visibilizar el problema en el contexto mismo en que se da, dicha visibilización se realiza de modo diferente, pues ya no se lleva a cabo haciendo manifiesta la voz de la mujer molesta e inconforme frente al hecho de recibir piropos; sino que por el contrario, ésta camina 10 horas en silencio como sujeto pasivo y recibe más de 100 piropos por parte de desconocidos sin responder a ninguno de ellos. No obstante, se dejará en evidencia que en los dos casos se obtienen el mismo tipo de reacciones, pues no importa si la mujer asume una posición activa o pasiva, el hecho es que en un intento de visibilización, y que por esta razón, genera disgusto entre los anacrónicos defensores del machismo.

En este sentido, las reacciones que se dieron después de que este video se hiciera viral, ponen de manifiesto la naturalización de la práctica del piropo. Tal como ocurrió en el caso del referente anterior, las reacciones frente a este intento de visibilización fueron negativas. Por una parte, la actriz recibió por internet amenazas de violación; por otra parte, surgieron cantidad de videos virales que ridiculizaban o parodiaban el video original. Nuevamente, estas reacciones reafirman la naturalización de una práctica banalizada y pone de relieve los problemas de una sociedad que aún no supera del todo el machismo.

En conclusión, en este referente fue posible observar que aun cuando la actriz del video asumió un rol pasivo al no responder a los piropos, contrario al primer referente en el que las mujeres sí asumían un rol activo al manifestar su molestia, en los dos casos se generaron reacciones violentas. En este sentido, puedo concluir que esto se debe a que en ambos casos la mujer se muestra, aunque de formas diferentes, como una víctima; y de este modo, más que visibilizar y generar consciencia, se logran generar únicamente burlas y antipatía. Es por esto que para mi propuesta debo evitar presentar de cualquier forma una imagen victimizada de la mujer.

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Captura del video tomado de https://www.youtube.com/watch?v=V4UWxlVvT1A

Este proyecto propone una reflexión sobre lo que sería un mundo imaginario en el que los roles estuvieran invertidos. Es decir, plantea un mundo feminista en el que los hombres fueran las víctimas de diferentes formas de violencia por parte de las mujeres. Así pues, este video visibiliza el problema del machismo como un problema estructural. Sin embargo, esta visibilización la hace invirtiendo los roles, es decir, suponiendo una sociedad hipotéticamente feminista. En este sentido, este referente, si bien plantea al igual que los dos anteriores una forma de visibilizar un problema que afecta directamente a las mujeres, no lo hace desde la posición de éstas como víctimas, sino desde la de un hombre que podría verse afectado por este mismo de situaciones.

En conclusión, el hecho de dejar de mostrar a la mujer como vícitma y de invertir los roles para que los hombres puedan ver más cercano a ellos el problema, como algo que los podría afectar directamente siendo ellos las víctimas, es lo más importante que tomo de este referente para el desarrollo de mi proyecto. Esto en la medida en que constituye un modo efectivo que realmente hace reflexionar a la problación masculina y visibiliza el problema del machismo. A partir de esto, surge la idea de realizar un primer prototipo que pretende hacer que los hombres se pongan en nuestros zapatos.

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Esta fase consiste en el proceso de prototipado que fue guiando el proyecto hacia lo que sería la propuesta final. En este sentido, se abordarán tres prototipos: el primero que surge como una idea a partir del último referente buscando que los hombres se pongan en nuestros zapatos al ser piropeados por mujeres; el segundo que surge de las conclusiones obtenidas del primer prototipo según las cuales generar incomodidad es una forma efectiva de hacer reflexionar a las personas sobre un problema, en esta medida se comienza una exploración gráfica en búsqueda de imágenes visualmente incómodas; y el tercero que es una iteración del segundo con el fin de mejorarlo en términos de imagen y unidad gráfica.

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El objetivo de este prototipo era invertir los roles a manera de visibilización, de tal manera que literalmente pusiera a los hombres en los zapatos de una mujer cuando recibe piropos. Para llevarlo a cabo, un grupo de jóvenes estudiantes se dispuso a piropear a diferentes estudiantes hombres que transitaban por el puente que conecta el edificio ML con el W. La decisión de realizarlo dentro de las instalaciones de la universidad se debió a que constituía un espacio wue proporcionaba seguridad a las jóvenes que iban a lanzar los piropos, lo cual les daba mayor libertad para decirlos sin sentir miedo de que los hombres pudieran tener una reacción violenta hacia ellas. En este sentido, se trataba de un espacio dentro del cual se podía mantener la situación bajo control, cosa que no podía asegurarse en el espacio público, Esto en la medida en que al ser un espacio de todos, en éste circulan todo tipo de hombres y no existe un cuerpo de seguridad que pueda garantizar el bienestar de la jóvenes piropeadoras en caso de que se presentara alguna reacción violenta. De cualquier forma, como se mencionó anteriormente, el intento de visibilización es necesario no únicamente dentro de la población obrera, sino dentro de la población masculina en general. Bajo estas condiciones, el prototipo quedó registrado y se evidenciaron diferentes reacciones:

En colaboración con estudiantes de la Universidad de los Andes de Antropología y Diseño: Diana Zerda, Cristina Salas, Marcia Díaz, Carolina Gonzáles, Juliette Girdle, Alejandra Romero y Jessica Cardona.

-Otros jóvenes reaccionaban caminando más rápido o con ciertos movimientos corporales como agachar y cogerse la cabeza, acomodarse el pantalón o la maleta, entre otros movimientos que interrumpían la manera natural en que venían caminando.

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-Por último, otros miraban hacia otro lado o miraban su celular, aparentando que no escuchaban los piropos que les decían.

Todas estas acciones si bien fueron diferentes, fueron interpretadas como diferentes formas de manifestar la incomodidad que les generaba el hecho de encontrarse envueltos en una situación a la que no están acostumbrados. A partir de esto, este prototipo me permitió observar que en la medida en que se sitúa a las personas ante una situación que rompe con la rutina de su cotidianidad, se logra captar su atención. En este sentido, este prototipo me llevó a concluir que generar incomodidad en cualquier sentido es una buena forma de visibilizar problemas naturalizados, porque se desarman las estructuras mentales establecidas y se logra alterar el sentido común. Por tal razón, generar imágenes visualmente incómodas fue el principal objetivo en el segundo prototipo.

En primera medida, al tomar los piropos aparentemente más inocentes de la categoría de “Saludos”, el objetivo de este prototipo era generar incomodidad a través de la imagen para así hacer evidente la no inocencia de palabras que en nuestro imaginario colectivo sí son inocentes. Esto con el objetivo de provocar una disonancia que genera un choque en el espectador entre lo que piensa y lo que ve, y de esa manera le resulta visualmente incómodo al verse obligado a enfrentarse a una imagen que lo aleja de sus ideas preconcebidas.

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-En segunda medida, al tomar los piropos pertenecientes a la categoría de “Saludos” que enaltecen hipócritamente, el objetivo era generar incomodidad a través de la imagen revelando a través de ésta la hipocresía que esconden las palabras de estos piropos. Así, al evidenciar la falsedad de los valores positivios que supuestamente tienen estas palabras que enaltecen, se genera un choque con las concepciones preconcebidas del espectador.

Por último, al tomar los piropos de la categoría “Exaltación de gusto por la comida”, el objetivo era generar incomodidad a través de una imagen que mostrara de forma grotesca el acto de comer, aludiendo de este modo al hecho mismo de “comerse” a la mujer.

En conclusión, como resultado de este primer prototipo se evidenció que principalmente las imágenes de los piropos aparentemente inocentes estaban siendo netamente representativas y no estaban aludiendo a la connotación negativa que quería mostrarse de la palabra, de tal modo que no resultaban incómodas sino que precisamente parecían imágenes inocentes. Es decir, estaban generando el efecto no deseado. Ahora, si bien las otras categorías lograban incomodar un poco a nivel de imagen, al no existir aún una propuesta gráfica que generara unidad en las diferentes piezas, no se estaba aprovechando la gráfica para reforzar la incomodidad que se quería generar.

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Prototipo 3: iteración del prototipo 2

En esta iteración del prototipo 2 fue posible observar que al intervenir los personajes de la foto, por ejemplo, la princesa o la muñeca, estos dejaban de ser inocentes porque se lograba evidenciar la connotación negativa de la palabra. Por otro lado, se evidenciaban unos primeros intentos de

una propuesta gráfica que resultaba mucho más efectiva para generar

incomodidad visual y que daba cuenta de un lenguaje propio y contundente, más cercano al arte callejero.

Ahora bien, hasta el momento el camino de posibilidades para desarrollar aún estaba muy abierto, por lo cual decidió cerrarse únicamente a los piropos aparentemente inocentes: “Hola bebé”, “Adiós muñeca” y “Chao princesa”, pues suponían un reto mayor al tener que lograr hacer evidente que estos piropos no son inocentes, sino que en realidad tienen connotaciones negativas.

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La propuesta se trata de tres afiches elaborados a partir de imagen retórica en la medida en que se pretende desarmar la connotación positiva que aparentemente tienen los piropos “Hola bebé”, “Adiós muñeca” y “Chao princesa” para evidenciar la connotación negativa que es la que realmente tienen cuando son utilizados para referirse a las mujeres.

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Al hacer uso de la imagen retórica el principal objetivo es utilizar la imagen para contradecir lo que la palabra connota según nuestro imaginario colectivo. En este sentido, el objetivo es que la idea de que las palabras utilizadas en los piropos son inocentes, se vea trastocada por una imagen que desmiente dicha creencia. Así pues, los afiches se presentan como una pieza gráfica visualmente

incómoda en la medida en que generan un choque entre lo que connota la palabra y lo que sugiere la imagen, desestabilizando de esta manera las estructuras mentales preconcebidas. En esta medida, la pieza gráfica constituye un elemento llamativo y persuasivo que logra captar la atención del espectador al ver en ésta un mensaje chocante; y de esta manera, lo lleva a quitarse el sesgo del sentido común para así poder ver lo que en la cotidianidad no vemos y reflexionar sobre esto. De este modo, los afiches logran visibilizar la práctica del piropo como un problema real que no se asume como tal al estar naturalizado.

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