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Antonio Samudio. Informe de una cuarentena. Aguafuerte y aguatinta x22 cm.

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Academic year: 2021

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«HoRRoR E INDIFERENCIA»

© A nt on io S am ud io . i nf or m e d e u na c ua re nt en a. A gu af ue rt e y a gu at in ta . 2 00 2. 3 1x 22 c m .

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© A nt on io S am ud io . C an di dat a. X ilo gr af ía . 2 00 9. 4 0x 30 c m .

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m a r i ob e r n a r d o f i g u e r o a m u ñ o z [p r e s e n t a c i ó n]

13 Desde el Jardín de Freud [n.° 14, Enero - Diciembre 2014, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (enlínea) 2256-5477, pp. 13-15.

L

a indiferencia ha sido la respuesta de gran parte de la sociedad colombiana a

las atrocidades de la guerra que vivimos desde hace más de cincuenta años.

Esto, a pesar de la magnitud del conflicto que ha dejado 220.000 víctimas,

de las cuales la inmensa mayoría han sido hombres, mujeres y niños de la

población civil, tal como lo revela la reciente publicación del informe ¡BASTA YA!

Colombia: memorias de guerra y dignidad, del Grupo de Memoria Histórica. Si bien

algunas comunidades han generado fuertes lazos de solidaridad, las voces de las víctimas

manifiestan su dolor, no solo por los vejámenes sufridos en los hechos violentos, por

los seres queridos perdidos, las tierras y los bienes despojados, sino por la pasividad,

la indolencia y hasta la estigmatización recibidas como respuesta de una sociedad que

de manera obstinada parece dar la espalda a lo que sucede.

No obstante, la indiferencia ante el horror no se circunscribe únicamente al

caso de este conflicto: los campos de concentración germinaron y crecieron ante la

mirada de millones de europeos que no quisieron ver nada; tampoco fueron escuchadas

las voces de miles de víctimas del reciente conflicto en los Balcanes, y todo parece

indicar que lo mismo ocurre en Siria, Palestina y en muchos otros conflictos actuales.

Interrogados por esta realidad y por sus deleznables efectos sobre cualquier

proceso de paz, Desde el Jardín de Freud propuso la pregunta por las múltiples

relaciones posibles entre horror e indiferencia. Este volumen 14 recoge los ecos que

esta interpelación halló en los autores. Los artículos que lo componen asumen, desde

ópticas muy diversas, la pregunta por la indiferencia ante el horror. Abordan el problema

de las causas estructurales de esta, su función en el lazo social contemporáneo, los

mecanismos mediante los que opera, la manera como produce ese que es su objeto

tan particular, sus relaciones con la complicidad, con la verdad, con la diferencia, con

el poder y con el fenómeno de la obediencia incondicional. Otros textos se ocupan

de las formas de romper la indiferencia, de responder con otros recursos al horror,

apelando a los actos virtuosos o al sentimiento estético que mediante la letra —o incluso

mediante cierta expresión del silencio— intenta subvertir la pulsión; formas mediante

las cuales los sujetos y las comunidades encuentran otra postura ética, asumen su

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responsabilidad, logran resistir a los horrores de esta y de muchas guerras, negarse a

la oferta de sumarse al crimen, de hacerlo colectivo mediante la indiferencia.

Con el ánimo de compartir con el lector la pregunta a la que respondieron los

articulistas de este número, reproducimos a continuación lo esencial del texto de la

convocatoria:

La indiferencia parece ser indispensable para la segregación, signo del discurso do-minante de nuestra época. Corre pareja con la promoción del individualismo y la fragilidad del lazo social exigidos por el ascenso del mercado. Las dimensiones de socavamiento del lazo social que cobra esta situación ameritan la atención de los psicoanalistas en la vía de pensar, tanto las incidencias del discurso contemporáneo en este fenómeno, como las posibles salidas que pudieran inventar los sujetos y los grupos sociales.

Muchas son las vertientes a partir de las cuales podemos reflexionar desde el psicoa-nálisis sobre la indiferencia: ¿es posible concebirla como opuesta a la solidaridad? En tal caso, habría que explorar su relación con los elementos constitutivos del lazo social, con la identificación, bien dentro del grupo en aras de la obediencia ciega al ideal, bien cuando este se funda en el rechazo del diferente hacia el exterior. ¿Puede ese rechazo manifestarse en ocasiones como indiferencia, más allá del odio? En esta vía vale la pena tener en cuenta una pista aportada por Freud cuando en Pulsiones y

destinos de pulsión propone que al “amar” no se oponen solo el “ser amado” o el odio,

sino que, de manera más radical, “amar y odiar tomados en conjunto se contraponen al estado de indiferencia”.

Otra senda surge al reparar en la palabra indiferencia, cuyo prefijo in, negativo o privativo, señala que se trata de negar o suprimir la diferencia. ¿La indiferencia nos entregaría sus claves al pensarla como negación de la diferencia? Si así fuera, sería necesario precisar de qué tipo de negación se trata: ¿de una voluntad de “no querer saber”, de una defensa del orden de la represión, de la renegación o, incluso, de la forclusión? También habría que determinar la condición de la diferencia sobre la cual recaerían dichos procesos. Llegados a este punto, otro interrogante se encadena: ¿está el encuentro con la diferencia en el fundamento del horror? Entre las múltiples fuentes del horror ubicadas por Freud, desde el horror al incesto, estructuralmente ligado a su contracara, la prohibición del asesinato (por cuya vía encuentran explicación el horror al cadáver y a los muertos) hasta el horror a la sexualidad, a la mujer, a los genitales femeninos y, finalmente, a la castración ¿podemos encontrar nexos estructurales que giran en torno al horror a la diferencia, incluso —y más aún— si se trata del horror a la propia diferencia, aquella que aunque ajena se revela como la más íntima bajo la forma de lo unheimlich?

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m a r i ob e r n a r d o f i g u e r o a m u ñ o z [p r e s e n t a c i ó n]

15 Desde el Jardín de Freud [n.° 14, Enero - Diciembre 2014, Bogotá] issn: (impreso) 1657-3986 (enlínea) 2256-5477, pp. 13-15.

Por otro lado, la indiferencia parece dejar en suspenso al sujeto frente a la elección y al acto. Se distingue de la petrificación o la medusación ante el horror, y tampoco es embarazo, inhibición, emoción, impedimento o turbación. ¿Pero no se trata en muchos casos de mantenerse al margen del acto, asintiendo a las demandas del Otro, admitiendo su soborno para cohonestar en silencio con el ataque a un tercero, tal como Freud lo analizó a propósito de la pulla, en El chiste y su relación con el inconsciente? Queda interrogada así la responsabilidad del sujeto en la indiferencia, y su relación con la cobardía moral. De seguir esta vertiente, se impondría distinguirla de aquella con la cual el sujeto toma posición, para desmarcarse así de las demandas del Otro. Esta forma po-dría llevarse al extremo en la posición de algunas víctimas que no parecen dar muestras de sufrimiento, posición que sobrepasaría la clásica “bella indiferencia” de la histeria. Otro sentido cobrará la indiferencia en el victimario, aquel que somete con crueldad y sevicia en medio de la más absoluta indolencia, incluso sin signos de odio, menos de culpa y compasión. Y habría que incluir en este análisis al tercero, al testigo, quien de manera distinta puede verse afectado por ella: indiferente por complicidad, por un lado, apelando al cinismo o, indiferente para soportar el horror al que se ha acos-tumbrado tratando de sobrevivir.

En todos estos casos, vale la pena recordar las palabras de Lacan en el seminario Los

cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, a propósito del drama no superado

del nazismo:

“La ignorancia, la indiferencia, la mirada que se desvía, explican tras qué velo sigue to-davía oculto este misterio [el misterio de] una captura monstruosa, ante la ofrenda de un objeto de sacrificio a los dioses oscuros […] pero para quienquiera que sea capaz de mirar de frente y con coraje este fenómeno —y, repito, hay pocos que no sucumban a la fascinación del sacrificio en sí— el sacrificio significa que, en el objeto de nuestros deseos, intentamos encontrar el testimonio de la presencia del deseo de ese Otro que aquí llamo el Dios oscuro”.

Mario Bernardo Figueroa Muñoz

d i r e c to r y e d i to r

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