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Schilder Paul - Imagen Y Apariencia Del Cuerpo Humano

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(1)

Paul Schilder

Imagen y apariencia

del

cuerpo

humano

Estudios sobre

las energías constructivas

de la psique

Presentación de la edición castellana

de E. Eduardo Krapf

^ Ediciones Paidós

(2)

Titulo original: The image and appearance o f the human body. Studies in the- constructive energies of the psy che

Publicado en inglés por International Uníversities Press, Inc., Nueva York

Traducción de Eduardo Loedel'

Supervisión de Rubén Corsico (Jefe de Clinica.de la Cátedra de Psiquiatría dé la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de la Plata, Repú­ blica Argentina)

Cubierta de V. Viano

L a reimpresión

en España, 1983

© de todas las ediciones en castellano, Editorial Paidós, SAICF;

Defensa, 599; Buenos Aires. © de esta edición,

Ediciones Paidós Ibérica, S. A.; . Mariano Cubí, 92; Barcelona-21. ISBN: 84-7509-231-4

Depósito legal: B-30.843/1983 Impreso en Huropesa;

Recaredo, 2; Barcelona

(3)

PRESENTACION DE LA EDICION CASTELLANA

Me alegro muy particularmente de que se me ha ja ofrecido

la opor­ tunidad de presentar esta obra de

Paul

Schilder a los médicos

y

psicólogos de habla española. Nadie ejerció mayor influencia en mi propio desarrollo

científico

que este

gran

psiquiatra, y

aunque

nunca fui su discípulo en

el

sentido estricto de la palabra,

me sentí

siempre

— y

continúo

sintién­

dome-^-un

miembro de su escuela.

Paul

Schilder

fue una de las figuras más brillantes de la neuropsi- quiatría mundial. Verdadero “polihístor” de la especialidad, realizó contri­ buciones fundamentales en los campos más diversos

de

la neurología y

psiquiatría

. La

anatomía

patológica del

sistema nervioso

le debe la clásica descripción del proceso desmielinizante que se conoce por 66enfermedad de Schüder’9; la

neurofisiologm

9un

briUante estudio

sobre los reflejos pos­ turales; la fenomenología psiquiátrica, varias monografías básicas, como “Delirio y Conocimiento”, “Conciencia

del

yo y conciencia de sí mismo79, y otras; el psicoanálisis, la

famosa

“Psiquiatría de base psicoanalítica”. Si a esta lista ya imponente agregamos todavía su conocida. monografía “Teoría y práctica del hipnotismo” y el ya clásico “Manual de psicología médica99, si recordamos sus

numerosos

trabajos clínicos sobre los más di­ versos aspectos de la esquizofrenia, de la parálisis general, de la epilepsia, de la encefalitis epidémica, de las neurosis, etc., publicados en revistas aus­ tríacas,

alemanas

y norteamericanas, y,

finalmente

, si destacamos,

que esta

obra variada, lejos de mostrarse dispersa e inconexa es, bien al contrario, de una densidad y cohesión impresionantes, será preciso admitir que — con la posible

excepción

de

Hmghliugs Jdcksom

la

figura

de Paul Schilder no tiene par en la historia de la neuropsiquiatría.

De otra parte, esa comparación con. Hutghlings Jackson se impone, en vista del. abolengo científico y de la orientación investigadora propia de Schilder. A nadie le debió mayor estímulo que a Amold Pick, de Praga — el apóstol de las concepciones jacksonianas en la neuropsiquiatría de habla alemana. En cuanto a los principios que gobemabm su propio trar

bajo

, citemos aquí un párrafo

de

David Rapaport: “Schilder veía en los trastornos neurológicos los fenómenos acompañantes psicológicos y sus secuelasv

y en

los trastornos

psicológicos

los

fenómenos acompañantes

or­ gánicos y las secuelas de éstos. La brecha entre el proceso y trastorno neurológicos de un lado^

y el

proceso y trastorno psicológicos

del

otro, no le parecía ni tan' ancha como a

la

mayoría de los investigadores,

ni

tan

(4)

estrecha como a aquellos que quieren derivar los trastornos mentales in­ mediatamente de los cambios fisiológicos groseros y viceversa. Esta preo­ cupación básica suscitó en él un interés mayor que en ningún otro, por los acontecimientos de la brechaV; en la base neurológica de los fenómenos psicológicos y en la utilización de los mecanismos neurológicos por los fambios psicológicos”. (Organization and Pathology of Thought, New York, 1951). Es evidente que exactamente lo mismo podría decirse también a propósito de la obra de Jackson.

-¿Es de extrañar, entonces, que el genio investigador de Schilder al­ cance sus más brillantes triunfos precisamente en la neuropsiquiatría fina de la corteza, en lo que desde Wernicke y Meynert los autores alemanes llamaban la “Hirnpathologie”,. en el análisis psicológico y neurológica de- las afasias, agnosias y apraxias? ¿ Y puede sorprendemos que haya hecho una contribución particularmente significativa al tema del libro que estoy presentando, al conocimiento de la cc imagen y apariencia del cuerpo hu­ mano”? Lo que Henry Head describió primero desde un punto de vista puramente neurológico como “esquema postura?9, fué comprendido por Schilder como algo mucho más fundamental. En. efecto, Schilder consideró la imagen del cuerpo humano como una estructura antropológica, es decir fisiológica y psicológica total, y la concibió así no - sólo como un factor decisivo en toda acción humana, sino como una parte constitutiva de la persona humana misma.

Frente a una obra de tanta magnitud como la de Schilder, es muy difícil conferir a una de sus realizaciones mayor importancia que a las otras. Su Imagen y apariencia del cuerpo humano podría aspirar a que se la reconozca como su obra maestra, pero prefiero limitarme a decir que • ningún otro libro de Schilder muestra mejor que éste la magnitud y el carácter singular de su genio. Y terminaré reiterando cuánto me halaga que se me permita fijar la modesta plaqueta de una breve introducción al monumento que constituye esta monografía.

(5)

Pág.

PRESEN TA CIO N ... 7

P R E F A C IO ... . . . -- 11

INTRODUCCION... ... ... 15

PARTE PRIMERA

LA BASE FISIOLOGICA DE LA IMAGEN CORPORAL (1) Relación de las impresiones posturales y táctiles con la imagen cor­ poral . . ... . . o ® o » - o» . O . O <» O O o ®«> • • . o . » ...23

(2) La localización sobre la piel y la parte óptica de la imagen corporal 24 (3) Otras observaciones sobre el aparato que sirve para la^ localización . . . 26

(4) Impercepción de las afecciones de las fnneiones somáticas y de partes de la imagen corporal (impercepción de la imagen c o r p o r a l)... 31

(5) Aloestesia, no percepción — derecha e izquierda— y sinestesia del es­ quema corporal . . . . . . . . . . . . . . . . . . ...- ... - 37

(6) Algunas observaciones sobre la relación del esquema corporal con Jos movimientos tacto-kinestésicos... . . . . o ... ...« . . 39

(7) Agnosia H de la imagen corporal (autotopoagnosia); agnosia digital . . 40

(8) Interrelaciones de la imagen corporal . . . . . . ... . . ... 43

(9) La apraxia y la agnosia en su relación con el esquema del cuerpo . . . . 44

Í10) Observaciones sobre la acción humana . . . ... 49

(11) Resumen y recapitulación sobre la apraxia, la agnosia y las representacio­ nes del movimiento...® . . * * 55 (12) Movimientos expresivos y reflejos . . . J . ; ... ... 59

(13) El fantasm a... . . . . . * ... . . . . . , . ... 60

(14) Impercepción psicógena de la imagen corporal y aloquiria. Su relación con los cambios orgánicos . . • • . . «. . . e0 . . . . ... . 66

(15) Tono muscular e imagen corporal. Lá persistencia del t o n o ... 69

(16) La influencia de la postura habitual sobre el modelo postural . . . . . . . . 75

(17) La imagen del rostro. Experimentos autoscópicos . . ... 76

(18) Cómo percibimos la superficie externa de nuestro cuerpo . . . ... 78

(19) Los orificios del cu erp o... ' . ... .. . . ... . , . . . 0 80 (20) La masa pesada del cuerpo . . . . . . . . . . . . ... ... 82

(21) La influencia vestibular en la percepción deJ peso del cuerpo ... 85

(22) El dolor ... . . . . . . . . . ... 89

(23) Desarrollo de la imagen corporal . . ... . . ... 94

(24) Dos ilusiones. La influencia de la esfera óptica sobre la imagen corporal 96 (25) La imagen coíporal* en la conciencia embotada y la influencia vestibular sobre el modelo postural del cuerpo ... .. ... 102

(6)

PA STE SEGUNDA

LA ESTRUCTURA LIBIDINAL DE LA IMAGEN CORPORAL

(1) El narcisismo y el amor al propio cuerpo . . . . . . . * . . . . . . ... 107 (2) Zonas erógenas de la imagen corporal . . o» * „ . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111 (3 ) Neurastenia »» *« «o -- . . . . . . . . o. o. . . . . . . o. .114 (4 ) Despersonalización •. * - -o . . . . . . . . so . . . . . . . . . . . . . . o. - . 123 (5 ) Hipocondría . 0 . . ■.. . . . . . . «o . , „ „ *. . . . . „ a 9 „ e. . . . . . . . - * * 126 (6 ) Dolor y lib id o... - - - •- -- -• •• • • • • • • ** •• -• •• 129 (7) Un caso de pérdida de unidad de la imagen- corporal . . -o.. . . «o -- 140 (8) Histeria ** ... .... . . ... . . . . . . . . . . . . . • • . . 143 (9 ) Algunos principios concernientes a la estructura libidinal do la Imagen

corporal...* * . . . . . . . . . . . . * * . . . . «o * o * ® . . a a . . . . 149 (10) Conversión ... ** *o . . . . . . . . . . *. «,« . . . . . . .1 . . . . 153 (11) Enfermedad orgánica . . . . . . . . ... . . s» ae es 0O . . »* . . . . . 153 (12) Más observaciones sobre la expansión y destrucción de la imagen corporal 163 (13) Desarrollo libidinal de la Imagen corporal . . . . . s * „ . . . . . . . . . . * * 168 (14) La modificación de la imagen corporal mediante las ropas, y la psicología

del vestido . . . . . . . *. . . . . . . . . ...se . . . . . . . . .o . . 174 (15) La gimnasia, la danza y los naovimientos expresivos . . o* . . . . - - . . . - 178

PARTE TERCERA

SOCIOLOGIA

BE LA IMAGEN CORPORAL

(1 ) El espacio y la imagen corporal . . . . . „ . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185. (2) La curiosidad y la expresión de las emociones . . . . . . . . •• . • ... . . •. 188 (3) Observaciones preliminares sobre la relación entre las imágenes corporales 193 (4) La eritrofobia como ejemplo de mm neurosis social . . * * • • . . 196

(5) Relaciones sociales de las Imágenes corporales,» La distancia social . . • - - . 203 (6 ) La imitación y la imagen corporal . . . . ... . . . . . . •- 210

(7) La identificación ** . . . . . . . . . e . . . . . . . . . . .« 215 (8 ) La belleza y la imagen corporal . . . . . . . . . . . . . . oo o» . . •. . . - - 221 (9) Variabilidad de la imagen corporal . . a. . . . . . . . . . . . . 234 Conclusión . . . . . . . . . . ... . . •. 2 ^

APENDICE 1

Historias de casos cúu lesiones cerebrales orgánicas

(a ) Poliestesia' y transferencia de las sensaciones del lado Izquierdo del cuerpo al dereclio? en un caso de leswa parietal y de la cápsula •*. ^ e ^ ^ @ . • 261 (b) Impercepción de una hemiplejía derecha ^o . . . . . . . . . . . . 264 (c) Impercepción del lado izquierdo del cmerpo y alteraciones de la actitud pos­

tural en un caso de tumor ea el <eerdbi» •. . . . . .• «... • • . . 267

APENDICE II

Algunas imcion.es sobre la anatomía y fisiología del sistemu nervioso . . . . ... . . 275

(7)

PREFACIO

Los

problemas de que nos ocupamos en este libro nos llamaron la atención

hace ya muchos años. Lo que primero despertó nuestro interés fueron las observaciones clínicas de las lesiones cerebrales que dificultaban la dife­

renciación entre la izquierda y la derecha. Después de estas investigaciones

llegamos a una conclusión preliminar que se materializó en un pequeño

estudio sobre el

Korperschemw

(Esquema corporal), publicado en 1923,

Tratábamos allí de estudiar aquellos mecanismos del sistema nervioso cen­

tral que tienen importancia para la construcción de la imagen espacial que todos tenemos de nosotros mismos. Ya entonces comprendíamos cla­ ramente que un estudio de ■ esta naturaleza _ debía basarse, no sólo en la

fisiología y la neuropatología, sino también en la psicología. Decíamos allí: “Sería erróneo suponer que la fenomenología y el psicoanálisis deben o pueden separarse de la patología cerebral. A nuestro juicio, la teoría del organismo puede y debe ser incorporada a una teoría psicológica que

vea la vida y la personal.dad como una unidad”. No hemos desechado*

pues, el conocimiento proporcionado por el psicoanálisis, con sus meca­ nismos psíquicos, para dilucidar los problemas de la patología cerebral» El estudio de los mecanismos cerebrales de la percepción y la acció®

contribuyó a procurarnos una comprensión más profunda de las actitudes

psicológicas; Siempre hemos sido de opinión de que no existe ningún abismo entre lo orgánico y lo funcional. La mente y la personalidad son

entidades ■ tan eficaces como el organismo. Los procesos psíquicos poseen raíces comunes con otros procesos que tienen lugar en el organismo. Pos­ teriormente, descubrimos que esta actitud guardaba una estrecha corres­ pondencia con las mejores "tradiciones de la psiquiatría norteamericana, tal como aparece representada en la obra de Adolph Meyer, William A. White y Smith • Ely Jelliffe. Esta misma actitud también es inherente a

la teoría psicoanalítica. Vista desde este ángulo, la psicología es necesa­

riamente psicobiología (según la expresión de Adolph Meyer), por lo cual podría denominarse, asimismo, “Naturwissenschaftliche Psychologie”. Con­ sideramos, por último, que también la posición de los psicólogos de la

gestalt es similar. Para estos psicólogos, la gestalt se halla en el mundo

exterior y también en los procesos fisicoquímicas correlacionados con los

procesos psíquicos donde aparecen los principios de la gestalt. •• . Una psicología de este' tipo debe hacer recaer el acento, necesaria­ mente, sobre la acción, sin considerar 'que el organismo sea en sus aspectos

(8)

psíquico y somático, un ente teórico con cualidades meramente perceptivas

(percepciones, imaginaciones y pensamientos). Percepción y acción, im­ presión y expresión forman, de este modo, algo unitario, y el conoci­ miento y la acción adquieren una estrecha relación • recíproca. La acción humana, erróneamente juzgada en la filosofía de Bergson y artificialmente dividida por Kant en razonamiento práctico y puro, recobra, así, toda su dignidad. Fácil es ver que el pragmatismo de James y el instrumenta-lismo de John Dewey expresan el mismo principio, pero de manera filo­ sófica. Por nuestra parte, también en este aspecto nos aproximamos más de lo que creíamos por entonces, en trabajos anteriores (por ejemplo en nuestra obra Ideen zur Naturphilosophie), a la corriente de la filosofía americana. Esta filosofía y psicología biológicas, organicistas, tienen su punto de partida en una actitud realista e ingenua y no les preocupan las dudas acerca de la realidad del mundo externo. Sus representantes se sienten con pleno derecho a adoptar este punto de vista, no sólo por la especulación y el razonamiento filosóficos, sino también por el enfoque .concreto de los problemas más recónditos de la conducta humana.

En Alemania, el pensamiento filosófico siguió otra dirección. Muchos filósofos y psicólogos alemanes sintieron que existía una psicología que no era “Naturwíssenschaftlích”, sino mucho más importante, esto es, “Gei-steswissenschaftliche”, cuyo objeto de estudio lo constituían los problemas centrales de la historia, la ética y la personalidad humana en general. Sin embargo, no logramos ver ninguna difereñcia fundamental entre.la inda­ gación de los problemas de la personalidad y la conducta humana por una parte, y la indagación de la estructura de la naturaleza, por la otra. En ambos terrenos deben encontrarse los entes y sucesiones típicos, y tam­ bién en ambos la ciencia procura hallar los entes esenciales, su estructura, su génesis y sus relaciones más o menos típicas. En la naturaleza emergen de continuo nuevas cualidades, nuevos entes, nuevas configuraciones. Todo compuesto químico nuevo, presenta cualidades que no podían preverse por completo, formando una nueva unidad o gestalt. En el mundo organicista, C. Lloyd Morgan llamó la atención sobre la evolución emergente, seña­ lando la permanente creación de entes orgánicos no previstos. Una crea­ ción es, en este sentido, una cualidad general de la existencia, y esta creación tiene lugar constantemente, tanto en el mundo inanimado como en el de los seres vivos.

En este libro hemos tratado de alcanzar un conocimiento más pro­ fundo de la naturaleza del proceso creador, haciendo resaltar el esfuerzo psíquico constructivo mediante el cual se crean nuevos entes. La evo­ lución y las gestalten emergentes dentro de la esfera psíquica no son meros datos que se nos dan como un regalo; lejos de ello, debemos luchar para obtenerlos. No son “instancias dadas” sino “instancias adquiridas”. En concordancia con este punto de vista, deberá considerarse la filosofía y la psicología como ramas del saber esencialmente idénticas, salvo la misión ulterior de la filosofía de correlacionar los demás datos de la ex­

(9)

De esta actitud general se desprende que hemos procurado resolver los distintos problemas presentados mediante el cuidadoso estudio de los hechos, de la patología cerebral y de la psicología. Nuestro método es completamente empírico, o, para usar una palabra eaída en el descrédito, psicologístico. Pero la psicología, de acuerdo con nuestra posición, significa la observación fiel de los datos empíricos de la vida psíquica, sin permitir que intuición o razonamiento alguno traspongan ese límite. La psicología también correlaciona las experiencias relativas al mundo exterior y al cuerpo con las experiencias internas. Todo sistema' psicológico que des-; deñe el enorme ensanchamiento del horizonte proporcionado por Freud y el psicoanálisis, pasará por alto infinidad de importantes experiencias. Pero esta afirmación no supone, por supuesto, ’ la aceptación total de la teoría psicoanalítica. No creemos que la idea freudiana básica de que nuestros deseos tienden a arrastrarnos a etapas anteriores, conduciéndonos hacia un estado de reposo, sea una descripción correcta de las experiencias internas y externas. Nosotros insistimos en el carácter constructivo de las fuerzas psíquicas y nos negamos a tomar por centro de la teoría de la conducta humana la idea de la regresión. Pensamos, asimismo, que Freud tendió a hacer caso omiso de los principios de la evolución emergente o «—para utilizar una expresión más apropiada— de la evolución construc­ tiva, que conduce a la creación de nuevas unidades y configuraciones.

Es evidente que las observaciones anteriores no constituyen más que un programa para ulteriores búsquedas. No creemos que el alcance limitado de este libro *nos permita mucho más que el mostrar el' camino a lo largo del cual debe buscarse, a -nuestro juicio, la solución del problema. Nuestro libro es tan sólo una investigación empírica sobre la “imagen’* del cuerpo humano. Y es ésta, por cierto, una de las cuestiones capitales de la psicología. Wemicke lo entendió así, cuando habló de “somatopsi-que”, pero distinguió otras dos esferas de orientación, a saber: la orien­ tación en el mundo exterior (alopsique) y la orientación en nuestra inte­ rioridad (autopsique). La autopsique y alopsique no son los objetos de esta investigación. En efecto, no es posible siquiera realizar una tentativa preliminar _de resolver el problema general, si no se han'‘investigado pre­ viamente, con todo cuidado, las otras dos esferas de la experiencia humana. Nos apresuramos a declarar, pues, que nuestro libro representa una ten­ tativa incompleta. Sólo enfoca, efectivamente, una parte del vasto reino de la psicología y la filosofía empíricas.

En razón de las tendencias generales de este volumen, fue necesario estüdiar un considerable material empírico dentro de la esfera de la pa­ tología cerebral y de la psicología. Sin .embargo, hemos tratado de ponerlo al alcance aun de aquellos lectores poco familiarizados con los hechos de la neuropatología y del psicoanálisis, agregando una breve interpretación de los hechos básicos utilizados en esta obra. Aunque lo hemos dedicado fundamentalmente a los neurólogos, psicólogos y filósofos, esperamos, pues, que nuestro libro también resulte de provecho- al círculo más vasto de los lectores no especializados.

(10)

INTRODUCCION

P o r imagen del cuerpo humano entendemos aquella representación que nos formamos mentalmente de nuestro propio cuerpo, es decir,* la forma en que éste se nos aparece. ¿Cómo se integra esta imagen? Disponemos

de ciertas sensaciones; vemos algunas partes de la superficie corporal; te­

nemos impresiones táctiles, térmicas, de dolor, etc.; recibimos sensaciones

que provienen de los músculos y sus aponeurosis, indicando la deforma­ ción del músculo; sensaciones provenientes de la inervación de los músculos (sentido energético, von Frey) ; y sensaciones provenientes de las visceras. Fuera de ello, está la experiencia inmediata de que existe una unidad . corporal. Y si bien percibimos esta unidad, trátase de algo más que una percepción. Para designarla, usaremos la expresión: esquema de nuestro cuerpo o esquema corporal, o bien, siguiendo a Head — quien hace hinca­

pié en la importancia del conocimiento de la posición del cuerpo—- modelo postural del cuerpo. El esquema corporal es la imagen- tridimensional que

todo el. mundo tiene de sí mismo. Y podemos llamar esta imagen, “ima­ gen corporal”. El término nos indica que el objeto de nuestro estudio no es una mera sensación o imaginación, sino una apariencia propia del cuerpo. Indica también que, aunque proviene de los sentidos, no es una' mera

percepción. • Hay en ella, sí, cuadros y representaciones mentales, pero

tampoco es una simple representación. Dice Head: “Además de su fun­

ción como órgano de atención local, la corteza sensorial es, asimismo, la alacena de las impresiones pasadas. Estas pueden surgir en la conciencia como imágenes, pero con mayor frecuencia — como en el.caso de las im­

presiones ’ especiales— permanecen fuera de la conciencia central. Allí, forman modelos organizados de nosotros mismos que podríamos llamar ‘esquemas’. Estos esquemas modifican las impresiones provocadas por

los impulsos sensoriales aferentes, en forma tal que la sensación defini­

tiva de posición o de localización surge en la conciencia cargada de la relación con algo ocurrido anteriormente. Las destrucción de estos ‘es­

quemas1, por una lesión de la corteza, toma imposible todo reconoci­

miento de la postura o de la localización de un punto estimulado en }a

parte afectada del cuerpo”. . . . .

Con anterioridad había expresado: “En ambos casos, sin embargo, la imagen —ya sea visual o motriz— no es el patrón fundamental sobre

cuya base han de medirse todos los cambios posturales. Todo cambio

(11)

con algo ocurrido anteriormente, así comqt en el contador de un taxí­ metro la distancia aparece transformada directamente en pesos y centavos. De modo, pues, que el producto final de los tests de apreciación de la postura o de los movimientos pasivos surge en la conciencia como un

cambio postural medido.

“Proponemos para designar este patrón combinado, sobre cuya base se miden todos los cambios subsiguientes de la postura antes de ingresar en la conciencia, la palabra ‘esquema5. Mediante perpetuas alteraciones de la posición, construimos constantemente un modelo postural de nos­ otros mismos, sujeto a continuos cambios. Cada postura o movimiento nuevo queda, registrado sobre este esquema plástico, y la actividad de la corteza pone a cada nuevo grupo de sensaciones provocadas por la-alteración de la postura, en relación con aquél. Tan pronto como - se completa esta relación, sigue el reconocimiento postural inmediato.

,JUno de nuestros pacientes babía psrdido la pierna izquierda cierto. tiempo antes de la aparición de la lesión cerebral que lo privó de la facultad de reconocer la postura. Después de la amputación — tal como suele ocurrir en casos semejantes— experimentó movimientos en el pie y la pierna fantasmas. Pero estas experiencias cesaron de inmediato al producirse la lesión cerebral mencionada; el trauma que privó al sujeto .de todo reconocimiento de la postura destruyó, al mismo tiempo, el

miembro fantasma.

”Del mismo modo, el reconocimiento de la localización del punto estimulado, exige la referencia a otro ‘esquema9, pues puede suceder que un paciente sea capaz de nombrar correctamente e indicar en un diagrama o en la mano de otra persona la posición exacta del punto tocado o pinchado, e ignorar, no obstante, la posición que ocupa en el espacio el miembro donde se encuentra dicho punto. Esto se observa perfecta­ mente en Hn. (caso 14) que siempre pudo localizar correctamente el punto estimulado, pero sin lograr establecer jamás la posición de la mano. Esta facultad de localización se halla asociada, indudablemente, con la existencia de otro esquema o modelo de la superficie de nuestro ' cuerpo, susceptible también de ser destruido por una lesión cortical. El paciente sé queja, entonces, de que no tiene la menor idea de dónde lo han to­ cado. Sabe que lo han tocado, pero no puede decir dónde se ha producido el contacto ni cuál es la superficie de la parte afectada.

”Gracias a la existencia de estos ‘esquemas’ podemos proyectar nues­ tro reconocimiento de la postura, movimiento y localización más allá de los límites de nuestros propios cuerpos, hasta el extremo de cualquier instrumento que tengamos en la mano. Sin ellos, no podríamos hurgar en el fuego con un atizador ni usar cubierto alguno, a menos que fijá­ ramos nuestros ojos en el hogar o en el plato, según el caso. Todo aquello que participa del movimiento consciente de nuestros* ^cuerpos, se suma al modelo de nosotros mismos y pasa a formar parte, de dichos esquemas: lá facultad de localización de una mujer puede extenderse, nsí, a la pluma del sombrero”.

(12)

Cuando se amputa una pierna, aparece un fantasma: el sujeto siente’ todavía su pierna y experimenta la vivida impresión de que aún la tiene ñh\. Hasta puede llegar a olvidarse de que ya no la tiene, y caer al suelo. Este fantasma, esta imagen animada de la pierna, es la expresión del esquema corporal.

¿Qué aparato del cerebro es la base de estos fenómenos? ¿Cuál es la base fisiológica del conocimiento de nuestro cuerpo ? Nuestro análisis nos mostrará que tenemos que vérnosla con un complicado mecanismo. Se planteará, asimismo, el problema general de la forma en que la ima­ gen corporal refleja la estructura del cuerpo. ¿Cuál es la relación entre la anatomía, por un lado, y el modelo postural y el conocimiento de nuestro cuerpo, por el oLro? Quizá baya en nuestra imagen corporal más de lo que sabemos conscientemente acerca del cuerpo.

Pero el cuerpo no sólo tiene un exterior. También tiene su interior. ¿Qué sabemos del interior de nuestro cuerpo?

¿Cuál es la estructura psicológica de nuestro conocimiento del cuer­ po? Trátase aquí de una unidad y, por cierto, altamente natural. ¿Qué. nos da la experiencia en esta unidad? ¿ Y qué es una gestalt, una forma que se nos da desde el principio mismo? El modelo postural, ¿se com­ pone de sensaciones y recuerdos o hay algo más, fuera de las sensaciones? ¿Hay alguna sensación que tenga un significado interno, sin necesidad de relacionarse con el modelo postural del cuerpo ? La psicología moderna enuncia este problema contraponiendo el todo, que es más que la suma de las partes, al vínculo “y” de las partes sumadas. Una melodía es algo más que la suma de sonidos separados que la componen. O, para-decirlo con las palabras de Kohler: “La impresión definida de una fi­ gura óptica, el carácter específico de un tema musical y la totalidad de una oración dotada de sentido, contienen algo más que la mera suma de puntos coloreados, sensaciones auditivas y connotaciones lexicológicas. La misma gestalt (forma, configuración) espacial puede aparecer con otros colores y en otro lugar; el mismo tema musical puede ejecutarse una octava más arriba o más abajo. En consecuencia, los elementos absolutos no .constituyen la naturaleza específica de la estructura total. *. Son estas estructuras dotadas de cualidades específicas, en su carácter de totalidades y, por consiguiente, susceptibles de ser consideradas verda­ deras unidades, lo que entendemos con el término gestalt” (página 1 1 ). “A esta altura, se torna inevitable el postulado de la participación de las funciones orgánicas — que se correlacionan con las funciones psí­ quicas superiores— en las cualidades funcionales características de la experiencia psíquica, y por consiguiente, la consideración de los procesos orgánicos, como ‘gestalten’. . . .Koffka puso recientemente de relieve esta idea, insistiendo, junto con Wertheimer, en que no deben considerarse los procesos psíquicos centrales como la suma de irritaciones aisladas, es decir, como rélaciones aditivas, sino como procesos totales configurados” La gestalt es, de este modo, una experiencia inmediata y, según Wertheimer, Kohler y Koffka, es perfecta y completa en su necesidad interna, que se

(13)

Lasa en la mera percepción y nace, al igual que Atenea, de la cabeza -de Zeus. Kohler llega incluso a suponer la existencia de gestalten físicas,

tratando de demostrar que existen cualidades características de sistemas totales, también en el reino de la física. “Cuando las presiones parciales

de dos soluciones de cierta clase de iónes son diferentes, las dos soluciones

forman (cuando hay comunicación osmótica) un todo con la cualidad característica de un sistema eléctrico, que no es posible atribuir a . las

cualidades de las partes, sino que, inversamente, es el todo el que determina

las cualidades eléctricas de las partes (exceptuando una constante aditiva)

Cabe esperar que nos sea posible aprender algo acerca de este problema fundamental de la psicología, mediante el estudio .de la gestalt humana,

Vale decir, la imagen corporal en el sentido definido más arriba. Éste es

un problema central de la psicología.

Cuando se encara el estudio del problema del modelo postural, se

plantes inmediatamente la antigua cuestión psicológica: “ ¿En qué forma determinamos la localización de nuestras sensaciones?” ¿Cómo relaciona­ mos la impresión aislada con este todo, con esta unidad que es nuestro

cuerpo ? .

Ante todo, nuestro estudio se ciñe a la imagen corporal y se ubica

en el lado de nuestra vida psíquica correspondiente a las impresiones- Pero

no hay ninguna impresión desprovista de dirección y que no encuentre,

al mismo tiempo, una expresión. No hay percepciones sin acciones. Todá impresión lleva consigo impulsos eferentes. Más aún: la impresión y la

expresión forman una unidad definida cuyas partes sólo pueden separarse mediante un análisis artificial. ¿Cuál es la relación entre el modelo postural y la acción ?

También hemos rebatido la idea de que existen impresiones indepen­ dientes de las acciones. Ver con los ojos inmóviles, cuando los músculos oculares internos y externos no funcionan, no sería ver realmente; ni tampoco podría hablarse siquiera de ver, si el cuerpo estuviera, al mismo tiempo, completamente inmovilizado. Si el ojo no se mueve, entonces la que se mueve es la cabe2a; y si ambos se hallan paralizados, el que se

mueve es el cuerpo. Aun en el caso de una parálisis total, mientras hu­

biera vida se observarían todavía ciertos impulsos hacia el movimiento. Las percepciones sólo se forman sobre la base de la motilidad y sus im­

pulsos. Cabe esperar, por lo tanto, que los cambios operados en la motilidad — en el sentido más amplio de la palabra—- ejerzan una influencia deter­

minante sobre la estructura del modelo postural.

Al estudiar la imagen corporal, debemos encarar el problema psico­ lógico central de la relación que guardan las impresiones de -nuestros sen­

tidos con nuestros movimientos y la motilidad en general. Cuando perci­ bimos o imaginamos un objeto, o cuando ' construimos la percepción de un objeto, no actuamos como un mero aparato perceptor. Siempre existe

ttna personalidad que experimenta la percepción* La percepción es siempre nuestro modo de percibir. Así, nos sentimos inclinados a responder con

(14)

emo-dónales, personalidades. Y la personalidad es un sistema de acciones y

tendencias a la acción. Debemos esperar, entonces, intensas emociones con

respecto a nuestro propio cuerpo. Nosotros amamos nuestro cuerpo; somos narcisistas. La topografía del modelo postural del cuerpo será base de

actitudes emocionales hacia el cuerpo. Nuestro conocimiento dependerá de

las corrientes eróticas que atraviesen nuestro cuerpo y dejará sentir, a su vez, su influencia sobre ellas. Las zonas eróticas habrán de desempeñar un papel particular en el modelo postural del cuerpo.

¿Es el modelo postural del cuerpo un ente estático, fijo, o trátase,

por el contrario, de algo variable, creciente y en continuo desarrollo? Es­

peramos poder demostrar que el modelo postural del cuerpo se halla en

perpetua autoconstrucción ' y autodestrucción internas» Es una cosa viva,

en - su incesante diferenciación e integración. Al estudiarlo, no haremos sino explorar lo que significa la idea de desarrollo para las ertructuras

psíquicas.

Las experiencias en el terreno patológico nos muestran claramente

que cuando se pierde la orientación de izquierda y derecha con respecto al propio cuerpo, también se produce una pérdida de la orientación con respecto a los cuerpos de los demás. El modelo postural de nuestro propio

cuerpo se halla relacionado con el modelo postural de los demás. Existen

ciertas relaciones, pues, entre los modelos postur ales de los distintos seres humanos. Así, experimentamos las imágenes corporales de los otros; ex­ perimentamos nuestra imagen corporal y la de los cuerpos de los otros

en un íntimo entrelazamiento. Así como nuestras emociones y acciones son

inseparables de la imagen corporal, del mismo modo, las emociones y acciones de los demás son inseparables de sus cuerpos. Por lo tanto, si queremos adquirir una visión más profunda de la psicología social, debe­ remos estudiar la imagen postural del cuerpo.

No es pequeña, por cierto, la esfera de problemas que abarca nuestro estudio- La solución de estos problemas es una‘ tarea que sobrepasa las fuerzas de un solo investigador. No creemos que sea posible resolver los

problemas psicológicos y filosóficos mediante métodos a priori. Lejos de ello, consideramos indispensable el permanente contacto con el inagotable mundo de la realidad. Podemos encarar esta realidad con teorías y pen­

samientos, cuyo valor consistirá en su mayor o menor aptitud para con­ ducirlos a nuevos aspectos y a nuevos hechos. Cuando un supuesto psico­ lógico dado nos lleve a ‘ tales resultados, se habrá demostrado su valor

relativo. Pero toda vez que nos conduzca a la realidad, volverá de ella transformado y enriquecido, llevándonos otra vez a nuevos ensayos. Las teorías y pensamientos sólo pueden constituir, por lo tanto3 fases transi­ torias en nuestra aproximación asintótíca a la realidad.

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PARTE PRIMERA

LA BASE FISIOLOGICA DE LA IMAGEN CORPORAL

(1) Relación de ¡as impresiones posturales y táctiles con la imagen

corporal. .

Tal como vimos anteriormente, Head destaca el hecho de que aun cuan­ do se conserve la imagen visual y esté afectado el sentido de la postura, el individuo podrá mostrar — siempre que retenga la localización táctil— los puntos en que haya sido estimulado, si bien en el lugar correspondiente a la postura previa del brazo y no en el brazo mismo, cuando éste cambie de lugar, puesto que el individuo ignora haber hecho movimiento alguno. Por lo tanto, Head ve, en la impresión postural, lachase del modelo pos­ tural del cuerpo. Hay, entonces, un patrón de las posturas sobre cuya base se miden todas las percepciones nuevas. Head relaciona directamente la hipotonía, la flaccidez observada en las lesiones corticales — que con­ ducen a una perturbación de la sensibilidad— con una perturbación del modelo postural del cuerpo.

Nosotros hemos podido verificar por nuestra propia experiencia las observaciones de Head, en el sentido de que existen casos en que el pa­ ciente puede localizar el contacto y precisar qué punto particular del brazo le han tocado, pero sin lograr determinar la posición ocupada por el brazo en el espacio. Sin embargo, no ..podemos aceptar su conclusión de% que ello demuestra que el modelo postural se basa en la postura. Por el contrario, nos inclinamos a pensar que todo cuanto demuestra es que. ahora hay una imagen óptica del cuerpo que guarda relación con la per* cepción. Estas mismas observaciones refirman la importancia de la parte óptica del modelo postural del cuerpo.

No estará de más llamar la atención aquí sobre una observación que' publicamos hace ya algunos años1. . Tratábase de una paciente con una apoplejía de origen luético. Presentaba una seria hemiplejía derecha del tipo corriente. Padecía espasmos sin importancia y perturbaciones pecu­ liares de la sensibilidad, del lado derecho. En la cara, había parestesias. La sensibilidad a los estímulos térmicos, a las cosquillas y a las corrientes' farádicas, como así también el sentido de la postura se hallaban

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En contraste con esta deficiencia, estimaba ios pesos perfectamente. Pre­ sentaba una tendencia marcada a las experiencias alucinatorias; por

ejem-■ pío, podía sentir que le movían la mano, sin ninguna base objetiva. Tam­ bién en la esfera táctil se observaba esta tendencia a la alucinación. La

paciente mostraba poliestesia (multiplicación de las sensaciones), en esta parte del cuerpo, para las sensaciones táctiles, térmicas y dolorosas. Un

estímulo en esa zona era experimentado varias veces y nunca menos de

dos. Localizaba las diversas sensaciones provocadas por un solo estímulo

en puntos más próximos al extremo del cuerpo (más distales) que los sitios irritados. El intervalo duraba de cuatro a diez segundos. Las sensa­ ciones subsiguientes eran, con suma frecuencia, sensaciones indefinidas de contacto. La sensibilidad profunda también presentaba esta tendencia a la

poliestesia. Las sensaciones de la parte sana del cuerpo, eran transferidas, tras un intervalo de cuatro a diez segundos, al lado afectado. La cualidad de las sensaciones no variaba durante la transferencia. En esta forma, podían registrarse sensaciones térmicas, en el lado derecho, que la paciente era

incapaz de obtener de otro modo. A esta sensación en el lado derecho del cuerpo, que había sido transferida del lado izquierdo, seguían una o va­ rias postsensaciones. La discriminación (diferenciación de dos contactos simultáneos) en el lado derecho era buena, en tanto que la localización mostraba serias perturbaciones, aunque no perfectamente constantes y de* pendientes, sobre todo, de la fatiga.

La paciente era incapaz de reconocer los objetos colocados en su rcaño derecha. Probablemente tenía una lesión extendida desde la cápsula inter­ na hasta la corteza de la circunvolución postcentral y del lóbulo parietal. Probablemente el tálamo se hallaba sólo ligeramente afectado.

Como ya • dijimos, la sensación térmica del lado izquierdo sano era transferida tal cual al lado derecho, que no era capaz, por sí mismo, de

experimentar ninguna sensación térmica. De modo, pues, tpie la paciente transfería las sensaciones a las partes simétricas de su cuerpo, bajo la guía

de las partes ópticas no ' afectadas del modelo postural del cuerpo. Nos

encontramos aquí, por primera vez, con el interesante fenómeno de la “alo-quiria” o “aloestesia”, descrito originalmente por Obersteinen Las sensa­

ciones del lado izquierdo eran transferidas al derecho y viceversa. Nuestra

paciente sentía correctamente los contactos sobre el lado izquierdo, pero a esta sensación seguía otra en el lado derecho. Había, pues, una transfe­ rencia concreta de las sensaciones, desde el lado izquierdo (sano) hací^

el lado derecho (afectado). Verdad es que algunas veces se producían sen­ saciones tacto-kinestésicas espontáneas del lado derecho (alucinaciones), pero éstas eran irregulares y nunca se había presentado una alucinación térmica del lado derecho. La sensación del lado izquierdo provocaba una sensación en el lado derecho. Sólo en otros dos casos (Brown-Séquard y

Hammond) se observó transferencia de la sensación — al igual que en nuestro caso— del lado sano al enfermo. En la mayoría de los casos la transferencia sigue un curso inverso, vale decir, del lado enfermo al sano.

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Hay buenas razones, sin embargo, para explicar la transferencia de la

sensación del lado izquierdo al punto simétrico del lado derecho del cuerpo-. Según Brown y Stewart, cuando se toca un punto especial, la sensación

es diferente de la experimentada en otras partes del “carácter” corporaL Según ellos, todos los contactos de un punto deben tener una individua­ lidad particular, compartida por las sensaciones térmicas y de dolor del

mismo punto. Pero aun cuando el contacto de un punto' provocara una sensación diferente de todas las demás sensaciones y semejante a todos los contactos previos del mismo punto, no podría garantizarse la localización

correcta de este punto en la superficie del cuerpo. Cada contacto debe te­ ner, asimismo, una posición local especial sobre la superficie del cuerpo,

que podríamos llamar factor de posición. Es posible que se considere in­ necesaria la diferenciación entre la individualidad y el carácter; pera no

cabe ninguna duda de que el factor de posición es absolutamente distinto de los factores individualidad y carácter. La individualidad y carácter de los puntos simétricos de la superficie corporal son, por cierto, muy se­ mejantes. Cabe suponer, así, que los puntos simétricos se hallan éntre sí, en muy íntima relación fisiológica- Más adelante nos referiremos a la» prueba experimental proporcionada por los interesantes descubrimientos de Dusser de Barenne. Pero existe, en todo caso, una estrecha relación psicológica entre los punto^ simétricos del cuerpo. Volkmann demostró que

cuando uno ejercita un lado del cuerpo, las partes contralaterales del mismo

mejoran su facultad de localización. Sabemos que todo contacto provoca una imagen mental del punto tocado. Estas imágenes ópticas son, por cier­ to, de extrema importancia para la localización.

En los experimentos de Klein y Schilder, la imagen óptica era un pe­ queño círculo en torno del punto tocado. Pero esta impresión limitada y

aparentemente inconexa dentro de la conciencia, era una importante guía

para la localización.. En efecto, contribuía a determinar la posición —por lo demás desconocida*— de un dedo en el espacio. Por lo tanto, debía con­ tribuir también a la “representación óptica” del espacio en tomo del punto

tocado. Pero no había ningún cuadro óptico consciente del dedo y de su posición en el espacio. Arribamos, así, a la conclusión de que las imágenes

ópticas que se hallan en nuestra conciencia sólo son una pequeña parte de

lo que realmente ocurre en la esfera psíquica. Pero aún no podemos deci­

dir si hay imágenes en el plano inconsciente o si sólo se trata de vestigios

somáticos. Más adelante volveremos a encontrar este problema. Pero ya sabemos que siempre que se produce un contacto, se inicia una cantidad de procesos mentales que ponen a dicho contacto en relación con nuestras otras experiencias. Todo apunta a la conclusión de que el “Localzeichen9*

(signo de localización) no se da junto con la sensación misma, sino que se agrega a ésta. .

En nuestro caso, la paciente era incapaz de localizar, pese al hecho de que podía distinguir dos puntos vecinos. Vale la pena hacer notar que la paciente generalmente localizaba con corrección los contactos en el pezón. Existen, por cierto, algunos puntos, tan netamente diferenciados en su

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in-dividualidad y carácter, que resulta fácil ponerlos en relación con la parte óptica del modelo postural del cuerpo. La ausencia de esta facultad de lo­ calización no se debe a la falta de sentido de la postura. La paciente también era incapaz de efectuar localizaciónes en el tronco y de mostrar la posición relativa de un puilto estimulado en el brazo y la pierna. Head ya señaló que existen esqtiernas que nos enseñan la relación existente entre las distintas partes del cuerpo. Llegamos, entonces, al siguiente planteo preliminar.

1) El sentido de la postura desempeña cierto papel eñ la contracción del conocimiento que tenemos de nuestro cuerpo.

2) En lo concerniente a la facultad de localización, existe la posibili­ dad de elaborar un conocimiento de la relación que guardan entre sí las distintas partes de la superficie.

3) Existe una imagen óptica del cueipo, independiente de las imá­ genes táctiles mencionadas basta abora.

4) Las partes simétricas del cuerpo se bailan «relacionadas entre sí, fisiológica y psicológicamente.

5) La percepción óptica y la imaginación tacen resaltar la similitud táctil de los puntos simétricos.

6) Las imágenes ópticas conscientes y las percepciones sólo consti­ tuyen una pequeña parte de lo que ocurre dentro de la esfera óptica.

7) La localización de las imágenes e impresiones táctiles es un pro­ ceso independiente de la simple percepción del contacto.

(2) La localización sobre la piel y la parte óptica de la imagen corporáL Es necesario realizar algunas observaciones sobre el último punto. No cabe ninguna duda de que Lotze está en lo cierto cuando afirma que la localización no se da con la percepción como tal. También acierta cuando pone de relieve la diferencia cualitativa entre las sensaciones, sosteniendo que toda sensación cualitativamente bien caracterizada lleva consigo la re­ presentación visual de sus relaciones espaciales. Este autor se siente incli­ nado a relacionar estas diferencias cualitativas con las sensaciones asocia­ das. Sin embargo, de acuerdo con lo observado anteriormente, nosotros creemos en la existencia de diferencias -cualitativas primarias. Yerra, asi­ mismo, al creer que las diferentes sensaciones bacen que el alma produzca representaciones del espacio. No bay ninguna percepción primaria del es­ pacio. Lotze sigue, en este aspecto, la errónea teoría de Kant. La localiza­ ción se alcanza mediante impresiones ópticas y kinestésicas, poniendo en relación a la impresión aislada con el modelo postural del. cfuerpo. Pero éste es un producto de las facultades creadoras gestálticas de nuestra psique. Para comprenderlo plenamente, deberemos saber antes qué es la parte óp­ tica del modelo postural del cuerpo.

Goldstein y Gelb describen un caso de lo que se lia dado en llamar ceguera mental perceptiva. Hasta las percepciones ópticas mas simples eran

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casi imposibles. El paciente no lograba reconocer una línea recta; era in­

capaz, asimismo, de percibir 'un movimiento óptico» No sólo había pertur­ baciones en las sensaciones ópticas, sino que Goldstein y Gelb mencionan, incluso, la pérdida de imágenes ópticas, señalando, en un segundo caso de carácter similar (caso S .), un serio deterioro de las imágenes ópticas. Por nuestra parte, abrigamos serias dudas con respecto a la corrección de este planteo. En los casos de agnosia óptica (ceguera mental), generalmente se observa la presencia de representaciones ópticas, aunque ya no se las puede utilizar en la misma forma qué antes. Claro está que8 se presentan de ma­ nera distinta; una representación óptica que no puede utilizarse, difiere, indudablemente, de aquellas que sí se hallan al servicio del individuo. Y aun fuera de estos límites, la representación óptica puede mostrar, en estos casos, ciertas diferencias en su estructura con respecto a la representación óptica normal. Sería difícil hablar, en tal caso, de representación agnóstica •óptica, puesto que las representaciones de los sujetos normales también muestran características muy semejantes a la percepción perturbada de la agnosia óptica. Aparentemente, no necesitamos más que las partes. — que hasta pueden hallarse distorsionadas— para significar -un' objeto mediante la representación. Además, no cabe ninguna duda de que la mayoría de las imágenes ópticas de las personas normales nunca llegan a hacerse ple­ namente conscientes. Es cosa no resuelta todavía si se trata de imágenes “inconscientes”, en el sentido psíquico o el orgánico, el cual, según se verá

más adelante, sólo encuentra un vago reflejo en la vida psíquica. Pero

sea cual fuere id. decisión que se adopte, no podemos creer en la posibili­

dad de una pérdida completa de las imágenes ópticas.

En todo caso, los pacientes de Goldstein y Gelb se desempeñaban me­ jor cuando tenían los ojos abiertos y podían mirar el miembro que se suponía que debía actuar. Uno de ellos se mostraba incapaz de iniciar todo movimiento, a menos que hubiera percepción óptica o una contracción mus­ cular. En el caso S., donde no había contracciones musculares, era absolu­ tamente necesario que el sujeto mirase el miembro para iniciar el movi­ miento. En ninguno de los dos casos había ataxia. Cabe inferir de esto que, en un sentido estrecho, no había perturbaciones de la sensibilidad táctil y postura!. Ello no obstante, el paciente Sch. evidenció sobre todo una seria perturbación en la localización táctil y en la percepción de las configura­ ciones táctiles. No podía distinguir, en efecto, si tenía sólo el dedo o todo el brazo dentro del agua. Su discriminación se hallaba, asimismo, conside­ rablemente disminuida, y cometía graves errores en la localización. En efecto, sólo podía llegar a una localización adecuada por medio de con­ tracciones musculares (Tastzuckungen). Rápidamente movía gran número de músculos hasta aproximarse al punto tocado.

Goldstein y Gelb consideran que el contacto no provoca una respuesta primaria en la esfera óptica, como había sostenido Wundt Señalan estos autores el hecho de que los ciegos también pueden localizar en su cuerpo con ..métodos semejantes,- aunque las contracciones desaparezcan, en los últimos años, para ser sustituidas por Imaginaciones kinestésicas. No

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cree-moa que haya ‘razones suficientes para justificar una conclusión tan general

como la de Goldstein y Gelb, extraída .de una - observación que hasta el presente ha resultado única. Es por lo menos probable que en la mayoría

de los sujetos normales, las imágenes ópticas sigan a la percepción táctil

en forma inmediata, de conformidad con lo descrito por Wundt (página

279 1. c :). Pero es posible que el organismo disponga, de varios métodos para llegar a la localización de las impresiones táctiles. La impresión táctil

puede provocar la imagen óptica en forma directa o a través de impresio­ nes kinestésicas. Es posible que estas últimas, en algún caso, sigan a la

imagen óptica. Cualquiera de ellas' puede bastar para la tarea finaL Pero, de todos modos, Goldstein y Gelb dan un gran paso hacia adelante cuando

señalan la importancia de las impresiones ópticas para la localización.

Y no es menos importante el hecho de que hasta la elección de un miem­ bro para iniciar un movimiento sólo sea posible cuando la esfera óptica no se halla seriamente dañada y la* imagen corporal de la esfera óptica no presenta una deficiencia demasiado grande. Vemos, además que los Localzeichen (signos locales) dependen, en realidad, de un proceso que corre­ laciona la impresión aislada con el total de impresiones de la imagen corporal.

También hemos aprendido, gracias a la obra de Goldstein y Gelibs el hecho adicional de que la imagen corporal, y especialmente sus partas ópticas, es necesaria para la iniciación de un movimiento. Existe en todo

caso, entonces, un factor óptico en el modelo- postural del cuerpo. Sin él, la localización táctil es imposible. Pero los factores ópticos pueden ser ^reem­ plazados por las experiencias kinestésicas. El paciente Sch. logra una locali­ zación satisfactoria del pontacto, experimentando, ensayando si el carácter de las contracciones musculares es lo bastante semejante ¿1 carácter del contac­ to- Las sucesivas contracciones sirven. para la construcción de la imagen corporal y son más o menos voluntarias. Los estímulos ópticos, como así también ios de orden kinestésieo, se hallan vinculados con el alto nivel

de la actividad corticaL Cuando manos y dedos se hallan doblemente cru­ zados y entrelazados como en la llamada ilusión japonesa, la impresión

óptica se torna tan complicada que la gnosia óptica resulta insuficiente

para desentrañar la figura. Trátase, entonces, de una agnosia óptica rela­

tiva, concerniente al propio cuerpo. En este caso, se hace necesaria la

ayuda táctil y kinestésica para iniciar el movimiento de un dedo específico.

Las impresiones táctiles y kinestésicas son utilizadas, por lo tanto, para la orientación relativa al propio cuerpo, toda vez que las impresiones ópti­

cas resultan insuficientes. Vemos así, cuánta actividad hace falta para llegar a orientarse con respecto al propio cuerpo, cosa fundamental para toda

localización. /

(3) Otras observaciones sobre

el

aparato que sirve

para

la localización. Tras practicar un corte transverso en sus propios nervios periféricos, Head experimentó serias dificultades en la localización, cuando recobró

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la sensibilidad protopática primitiva. "Pero este trastorno de la. localización no llegó en ningún momento a afectar el conocimiento de ese lado del

cuerpo. Sólo el perfecto funcionamiento de los nervios periféricos garanti­

za la localización exacta de los estímulos. Esta garantía se halla

estrecha-■ mente ligada a la estructura anatómica. Fuchs ha descrito parestesias contra-laterales y dolores observados tras la lesión de los nervios periféricos, y llamó aloparalgia a esta perturbación. Sin embargo, múltiples observacio­

nes de Oppenheim, Weygandt, Mann y Forster demostraron que la trans­

ferencia al lado contralateral no era lo más importante. Straüssler puso de relieve el hecho de que cualquier irritación, en una parte cualquiera del cuerpo, provoca sensaciones de dolor en la región de la lesión nerviosa. También nosotros hemos podido realizar observaciones análogas.

No sabemos, sin embargo, a qué se debe la hiperexcitabilidad de las regiones del nervio lesionado. Al parecer, cada nervio en actividad atrae otras irritaciones. Nos vemos aquí frente a principios similares a los indi­ cados por Uchtomski, en el sentido de que una irritación puede hacerse dominante y atraer todas las irritaciones de grado menor. Uchtomski es­ tudió este fenómeno en relación con procesos más centrales, como el re­ flejo térmico espinal de la rana. Pero es probable que en todo el sistema

nervioso se cumpla este principio, de modo que su vigencia nada nos dirá sobre la localización. Sin embargo, sigue siendo un hecho notable que las parestesias puedan tornarse contralaterales con tanta facilidad. Puesto que los casos estudiados por Fuchs pertenecían probablemente al campo de

la cansalgia (sensaciones de dolor persistentes tras lesiones periféricas) que

actualmente se considera relacionada con una perturbación del sistema sim­ pático, cabe admitir la teoría de que la relación entre dos partes simétricas se basa parcialmente en vinculaciones simpáticas. Lo que no es posible decidir aún es si esta conexión llega o no a la médula espinal. Sin embargo, debemos recordar - que los fenómenos vasomotores frecuentemente son si­ métricos, de modo que no hay ninguna razón para considerar único el caso del sistema nervioso. Después de todo, ahí están los vasos sanguíneos, y la relación del sistema nervioso con estructuras de otras clases es por cierto sumamente estrecha.

Pisamos un terreno más firme' cuando examinamos los mecanismos espinales capaces de provocar una aloestesia 2. Hace algún tiempo Mott ob­

servó la aparición de una aloestesia tras la hemisección de la médula espi­ nal de los monos. Dusser de Barenne provocó una hiperexcitabilidad local

de un lado de un segmento espinal aplicando estricnina y cortando las vías

2 Utilizamos el término aloestesia cuando un estímulo aplicado en un lado del cuerpo provoca una sensación del otro lado. Las sensaciones aloestésicas pueden ser o no simétricas. Jones utiliza el término aloestesia sólo en relación con las perturba­ ciones orgánicas, reservando el término aloquiria — que fue utilizado en forma indiscri­ minada por Obersteiner— sólo para los casos psicogénicos. Pero los errores orgánicos y psicogénicos relativos a la derecha e izquierda tienen — como veremos más adelante— muchas cosas en común, de modo que no vale la pena insistir en la diferencia entre la aloquiria (que, según se supone, es estrictamente simétrica) y la aloestesia. kene- ralmente seguimos, aquí, la nomenclatura de Jones.

Referencias

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