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LA FILOSOFÍA DE HEGEL ( )

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Tema 9 (Apéndice) – G.F.W. Hegel

LA FILOSOFÍA DE HEGEL (1770-1831)

En el SISTEMA DE HEGEL, expuesto en su totalidad en su Enciclopedia de las Ciencias Filosóficas, el núcleo de la realidad es la Idea. Ésta es estudiada en 3 los tres momentos o partes del sistema, que son los momentos mismos en los que se halla en-sí como puro pensamiento en la Lógica (tesis o identidad abstracta), sale de sí o se extraña o autoescinde en la Naturaleza (lo otro de sí o su ser-otro: antítesis o negación) para finalmente retornar cabe-sí (en-y-para-sí) alcanzando su pleno conocimiento de sí o autoconsciencia como Espíritu (síntesis, negación de la negación o identidad real-concreta).

a) Ciencia de la Lógica: la Idea en sí, en el “reino del puro pensamiento”. Constituye la metafísica del sistema. Es un sistema de categorías o determinaciones puras como las kantianas, pero desarrolladas dialécticamente. Esto significa que cada una (tesis) engendra a la siguiente, que es su opuesta (antítesis) por su propia contradicción implícita, contradicción que se resuelve, cancela, supera (Aufhebung) en una tercera que las incluye o sostiene (síntesis), pero dando lugar a una nueva contradicción. Esta estructura triádica de tesis-antítesis-síntesis es la propia estructura del sistema.

Hegel relativiza el principio de no-contradicción al enfatizar el carácter dinámico, contradictorio de la realidad. Por ello, dirá que «no hay una sola línea de Heráclito que no haya pasado a formar parte

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de mi sistema».

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Tema 9 (Apéndice) – G.F.W. Hegel

La Ciencia de la Lógica tiene 2 partes principales:

1) Lógica objetiva, dividida a su vez en

– doctrina del ser: determinaciones inmediatas, tales como las encontramos en los Presocráticos y en las matemáticas y en la lógica formal;

– doctrina de la esencia: determinaciones de la metafísica clásica o de la reflexión, es decir, de la razón formal o analítica –lo que Kant denominaba Entendimiento–

. Las categorías máximas son las de substancia y las determinaciones causales. El modelo de lo real para la tradición filosófica –de Platón a Kant– ha sido, para Hegel, la substancia, es decir, aquello que inmutablemente subyace al cambio permaneciendo idéntico a sí mismo – principio de identidad, también relativizado por Hegel como propio de la razón analítica–.

La pretensión de Hegel es, pues, dar cuenta del carácter orgánico, procesual, dinámico de la realidad, lo que implica contradicción superada (aufhebt), es decir, ser idéntico a sí mismo, devenir sí mismo en la posición y superación (Aufhebung) de su diferencia, de su otro (otredad o alteridad). O lo que es lo mismo, un proceso de identidad abstracta (tesis: la semilla), alienación (antítesis: el brotar) y la superación de dicha alienación (síntesis: la flor), momento en el cual se llega a ser, se deviene, lo que ya se era en sí, en potencia.

Por ello, Hegel afirma que la misión de la razón dialéctica o especulativa es la de concebir lo Absoluto (el Todo) no ya sólo como substancia (abstracción), sino como sujeto. A esto es a lo que Hegel llama Sujeto-Objeto, es decir, aquello que se caracteriza por ser una estructura orgánica o teleológicas, que sería el verdadero concepto de Idea o concepto (conservarse a sí en su otro, en su diferencia, al modo como, a nivel metafórico, el concepto “mesa” expresa, en su unidad, todas las determinaciones particulares posibles de lo que es una mesa, conservándolas/superándolas).

La parte propiamente especulativa comienza, pues, ahora:

2) Lógica subjetiva: doctrina del concepto, donde quedan concebidas formalmente las estructuras orgánicas o teleológicas, siendo sus determinaciones más importantes la Vida y el Conocimiento, además de la propia Idea. El Sujeto-Objeto es autopoiesis, autoproducción. Estaría representado por el idealismo alemán (Fichte, Schelling y el propio Hegel, quien considera haber dado consumación o cumplimiento al programa de la Filosofía, es decir, haber convertido la Filo-sofía (amor o tendencia al saber) en Sofía, es decir, en Saber propiamente dicho. Es más, en Saber absoluto –en la medida en que ahora sabemos que lo Absoluto tiene esta forma racional-especulativa o dialéctica de Sujeto-objeto y, además, sabiéndolo nosotros (los filósofos), se sabe a sí mismo como Espíritu absoluto.

Con Sujeto-objeto se hace mención, como ya hemos dicho, al hecho de que el objeto de conocimiento es un sujeto a su vez, es un sujeto (y no sólo de substancia, como algo inerte), tiene una estructura subjetiva, es decir, dinámica, orgánica, de autoproducción. Así, por ejemplo, yo (tesis, identidad abstracta) siento algo ajeno, una negación en mí (frío o hambre, por ejemplo: antítesis) y vuelvo a mí, restituyo mi identidad al negar esa negación (buscando una fuente de calor o de alimento, en este caso) (síntesis: negación de la negación o identidad cumplida, realizada): sólo en ese retorno a mí mismo después de haber pasado por lo otro soy verdaderamente yo mismo. En otras palabras, yo (el sujeto) sólo sé de mí en y por mi (auto-)negación y mi identidad restituida. Para ser sí mismo, pues, para devenir o llegar a ser lo que se era (en sí), se debe pasar por lo otro.

Veamos cómo sucede esto en el Sistema de la Ciencia de Hegel. Continuemos, pues, con la segunda parte.

b) Filosofía de la Naturaleza: la Idea extrañada o alienada en su otro. Ser-otro de la Idea:

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salida de sí o auto-escisión. Lo que significa que ha perdido su estructura orgánica en determinaciones abstractas, es decir, aisladas. Los seres naturales tienen su estatuto ontológico en la medida en que ostentan ese carácter orgánico. De esta forma, las determinaciones van aquí desde las más abstractas, en el Espacio y el Tiempo en la Mecánica (1) hasta las estructuras orgánicas de la

“Física orgánica” (3) (teleología o naturaleza orgánica, pues no existía el concepto biología como tal en la época de Hegel, sino que se hablaba de “Historia Natural”), pasando por la Química (2). Las abstracciones son sólo eso, momentos, aspectos separados que tienen su realidad en las determinaciones superiores.

c) Filosofía del Espíritu: la Idea retornada a sí misma desde su extrañamiento, es decir, la superación/cancelación/levantamiento (Aufhebung) de su alienación. Ser cabe sí o ser-en-y-para-sí (Sujeto-objeto autoconsciente).

Nos encontramos, por fin, en el ámbito o elemento de las estructuras orgánicas autoconscientes, es decir, racionales. Es el concepto consciente de sí. En palabras más simples, en el ámbito de lo humano, donde la Idea se alcanza y aprehende por fin a sí misma tras su despliegue histórico.

Aquí contamos de nuevo con tres partes:

1) Espíritu subjetivo o finito. Es decir, el individuo humano, que puede ser estudiado desde tres perspectivas en orden ascendente, a saber:

A) Antropología: el hombre como especie natural. Se subdivide, a su vez, en alma natural, alma sensitiva y alma real;

B) Fenomenología del espíritu: ciencia de la experiencia de la conciencia (no confundir con la obra del mismo nombre). Aquí encontramos otros tres momentos: la conciencia, la autoconciencia (donde vuelve sobre la célebre dialéctica del amo y el esclavo) y la razón;

C) Psicología, donde se toma al individuo como totalidad individual, incluyendo: el espíritu teorético, práctico y el espíritu libre.

En las lecciones impartidas sobre esta parte del sistema, Hegel da la versión más precursora (y posiblemente desconocida) del inconsciente freudiano como aquella realidad psíquica que ha quedado lingüísticamente simbolizada de forma deficiente.

2) Espíritu objetivo, es decir, las instituciones humanas y las costumbres (mores y ethos), toda la esfera de la vida social, moral y ético-política. Tenemos aquí:

A) El derecho abstracto (algo así como la esfera del Derecho privado –aunque no solo–, es decir, el que regula las relaciones contractuales entre individuos tomados aisladamente). Estudia la propiedad, el contrato y el castigo;

B) La moralidad: la ética a nivel individual, en los tres momentos del propósito, la intención y el bienestar (como fin subjetivo) y el bien y el mal. Habla del sujeto moderno como el “mal radical”, en la medida en que se sabe como lo absoluto, es decir, como estando por encima de todo Derecho positivo de toda costumbre o tradición. Sin embargo, esto sólo sería válido para los momentos de crisis, en los que ha perdido vigencia el ethos, es decir, las instituciones vigentes, que no son ya más que algo inerte, muerto, carente de vida y en las que los individuos ya no se reconocen, ya no contemplan como su hogar; por ello, este momento deber ser igualmente superado:

C) La eticidad: el aspecto ético-político del sistema hegeliano. Está presente la noción de Volksgeist (“espíritu del pueblo”) típica del Romanticismo alemán, que él trata de conciliar con la Ilustración, matizando el individualismo liberal de ésta. Adopta una visión

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organicista del Estado como la realización de la Idea en la realidad histórico-práctica. Es la realidad más alta, pues es en ella donde los individuos deben encontrar su verdadera esencia, su ser, en la vida en común. Tiene tres esferas subordinadas unas a las otras:

a) la familia: eticidad natural o inmediata, es decir, determinada por la individualidad del sentimiento y las relaciones naturales entre las generaciones;

b) la sociedad civil: la vida económica capitalista, regida por la particularidad de los intereses egoístas de cada individuo, es decir, por la competencia y el cálculo racional egoísta, por lo que cada cual se comporta frente a los demás como un individuo aislado;

c) el Estado como totalidad, es decir, como población, territorio y los propios aparatos de Estado, culminando en la figura del Soberano (monarquía constitucional) como encarnación del Estado, es decir, de la Idea en la sociedad política y en la cúspide del Estado1.

Para Hegel, el Estado es la esfera del interés general, del bien común: tendría la misión de reconciliar los intereses de los ciudadanos y armonizarlos en aras de la universalidad, de la comunidad.

El Estado es para Hegel el verdadero Universal, es decir, el Concepto (estructura orgánica) realmente efectivo o existente.

 Filosofía de la Historia: el sentido de la Historia en Hegel o la Razón en la Historia En este punto –y especialmente en las Lecciones sobre la Historia universal dictadas en sus cursos en Berlín– sabremos que la Historia Universal no es, en su fondo, sino el despliegue de la Idea en busca de mayores cotas de libertad e igualdad social e individual (idea que podremos reconocer en Marx y su visión de la sociedad comunista como final de la Prehistoria y entrada en la Historia propiamente dicha). De esta manera, establece un corte entre cuatro grandes periodos históricos:

– Los despotismos o teocracias asiáticos (aún vigentes en su época), en los que sólo uno era libre;

– Las democracias restringidas de la Grecia clásica,en las que sólo unos pocos eran libres;

– El sistema romano, en el que la comunidad política queda disgregada en los individuos atomizados, que son tomados como el fundamento de toda relación jurídica. Es por ello que resultó lógico el caótico dominio de los Césares como Nerón, que concebían el Estado como su propiedad privado y no contemplaban otro Derecho que su capricho subjetivo;

– Las democracias universales de lo que él llamaba el mundo cristiano- germánico, en las que todos son libres. Es el principio de la sociedad Moderna e ilustrada. Sin embargo, hemos de recordar que Hegel apuesta por una Monarquía constitucional como la forma más adecuada a su tiempo. Por otro lado, no concibe la existencia de Partidos propiamente dichos, aunque sí de representación parlamentaria por aquello que podríamos llamar gremios profesionales. Tampoco acepta la concepción contractualista del Estado, por considerarlo una abstracción, una ficción que desconoce la esencia social y política del ser

1 Un poco a la manera en que en Platón el filósofo-rey encarnaba la Idea de Bien o funcionaba como una especie de Demiurgo en el plano político.

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humano. Tampoco acepta una separación de poderes propiamente dicha, pero porque enfatiza el hecho de que el Estado es una totalidad y no puede haber una separación de esferas en el sentido literal de la palabra. En contra de la tradición de la separación de poderes de Locke –a saber, poder legislativo, ejecutivo y judicial– (que Montesquieu introduce en la Europa continental), Hegel establece una división algo distinta:

– poder del Príncipe (que en realidad él reduce al acto simbólico de rubricar las leyes, pues el pueblo necesita ver representada la voluntad estatal en una persona);

– poder del Gobierno (ejecutivo);

– poder legislativo.

Por último, relativiza el Derecho Internacional, pues los Estados no reconocen, en el fondo, ninguna instancia ni poder por encima de sí mismos, por lo que en este ámbito, su relación queda reducida al bellum omnium contra omnes hobbesiano (guerra de todos contra todos) en el momento en que se desatan los conflictos. Diríase que no hay otra instancia que decida por encima de la fuerza efectiva de cada Estado o Alianza. No hay, pues, otro juez aquí que la propia Historia.

Sin embargo, confía en que la Razón se impone siempre en la Historia, de tal forma que termina dominando el principio más racional y con mayores cotas de libertad. Así, por ejemplo, aun cuando algunos pueblos ilustrados caigan objetos de la dominación de pueblos bárbaros, “contaminarán” a éstos, que terminarán haciendo suyo los principios racionales de la Ilustración, irónicamente.

Dada esta concepción del Estado como lo máximamente real y racional en lo histórico (en sentido de que la razón se realiza en su estructura orgánica autoconsciente, es decir, como Espíritu), Hegel puede afirmar

«todo lo racional es real, Todo lo real es racional».

Y ello, en la medida en que, como hemos dicho, la Historia humana no es sino el retorno a sí de la Idea, su realización efectiva y autoconsciente, es decir, su devenir Sujeto-objeto en lo real.

El sistema de Hegel tiene forma circular, pero también lo es el modo en que concibe su relación con la Historia real:

Hay tres formas, a su vez, de saber de este proceso. Hegel lo denomina

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3) Espíritu absoluto, y tiene tres modos de aparición, dependiendo de su forma:

A) El arte, es decir, el Espíritu intuido en la forma de la representación sensible externa, el cual atraviesa tres etapas:

a) simbólico (en las religiones primitivas, donde prima la experiencia sublime de la totalidad natural y el Espíritu aún mal presentido, dado el bajo grado de desarrollo de la cultura),

b) clásico (donde predomina el concepto de belleza en la bella figura de las estatuas de dioses, reflejos de la bella vida ética de la Grecia clásica) y

c) romántico (donde ahora lo sublime retorna como experiencia sobrecogedora del espíritu de la individualidad del artista, que se toma a sí mismo por lo absoluto como creador);

B) La religión, o el Espíritu contemplado como un ser ideal –pensado–

separado y trascendente. Es aún una forma deficiente, pues no concilia lo pensado o ideal con lo sensible o material, por lo que aún introduce una escisión en el sujeto, entre su vida temporal y su vida eterna. Atraviesa también tres estadios:

a) la religión natural: las de los pueblos primitivos y las teocracias, donde aparecen divinizadas las fuerzas naturales primero en seres animales y vegetales y, más tarde, en entidades antropomórficas,

b) la religión de la sublimidad y la belleza: Grecia, donde alcanza su unión más perfecta el culto a la forma humana y a la belleza en general; tiene su momento crítico en la tragedia, donde en la ironía trágica vemos desaparecer como efímeras las convenciones y los valores más sacrosantos y se intuye lo sublime del Destino (fatum),

c) la religión del Entendimiento: la religión de los romanos, principalmente. Tras la tragedia, adviene el momento de la comedia, con la que el hombre se consuela de la pérdida de la comunidad orgánica clásica, es decir, de no poder reconocerse ya inmediatamente en su polis. El individuo queda, como vimos en la esfera del Derecho, abandonado a sí mismo, atomizado, e igual suerte corren también los propios pueblos con sus deidades bajo el yugo romano, es decir, reunidos abstractamente y puestos en un mismo espacio sin una ligazón político-social real, por lo que el Panteón sería el símbolo clave para descifrar la esencia del mundo romano). Por último, tenemos un cuarto momento2 que aparece como bisagra entre la Religión y el momento superior y culminante del sistema:

d) la religión revelada o absoluta, donde Dios aparece también como un individuo, como un hombre. De aquí tomó seguramente Feuerbach la idea de que el “secreto” de la Religión ha de ser buscado en la antropología (a lo que Marx responderá que no en la concepción del individuo aislado, sino en la Historia y, especialmente, en lo económico, en la (auto)producción de sus medios de vida.

Para Marx, Hegel es, paradójicamente, más materialista –pese a su jerga idealista– que los materialistas de la izquierda hegeliana quienes, no

2 A veces, especialmente en la Filosofía de la Naturaleza, veremos que se da una división en cuatro momentos. Esto se debería, según Hegel, a que la Naturaleza no es capaz de “sostener” la estructura triádica en su pureza, por lo que a veces el momento de síntesis aparece desdoblado en otros dos. De todos modos, en la Enciclopedia se centra en la Religión revelada, esto es, en el Cristianismo, como veremos a continuación.

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obstante su jerga, toman como fundamento al individuo ideal, abstracto…

ideología burguesa, en definitiva, por lo que su crítica no puede ser sino insuficiente).

Para Hegel, lo que el Cristianismo ha ofrecido a la representación como una relación natural en la Sagrada Familia no es sino una primera intuición, aún inmadura, del propio proceso dialéctico o estructura racional- especulativa de la realidad tal como se despliega en la Historia Universal, es decir, como un proceso que parte de una identidad abstracta o en-sí (el Padre), se aliena o extraña en su ser-otro (el Hijo) para finalmente reconciliarse o reunirse y alcanzar su ser-cabe-sí (el Espíritu, en el que el Hijo sabe del Padre como de sí mismo y viceversa).

Por ello, la culminación del sistema filosófico de Hegel no podrá ser otro que la propia concepción de la Filosofía sobre sí misma en el punto mismo de su cumplimiento.

C) La Filosofía aparece, entonces, como el retorno y el saber de sí de la Idea en el elemento que le es propio, es decir, en el del concepto, esto es, el lenguaje. El problema de la Religión es que el momento lógico-conceptual se había perdido en esa separación natural de tres personas. En la Filosofía hemos visto aparecer la reconciliación de los individuos con su existencia socio-política en el Estado moderno. El filósofo, en la medida en que lo sea, puede estar ahora seguro de que la Historia es el avance progresivo de la Razón en su autorrealización, que toma –y esto es lo trágico– a los individuos y a los pueblos mismos como medios para sus propósitos. A esto es a lo que Hegel llama «astucia de la Razón».

Como veíamos en el diagrama anterior, Hegel entiende que su sistema de Filosofía es el sistema del Saber absoluto sólo porque la Historia real misma ha llegado, en lo esencial, a su culminación, esto es, porque lo Absoluto (la Idea) se ha realizado en esta época histórica como Espíritu absoluto en el Estado moderno. La Filosofía, entonces, no podría haber llegado ni antes ni después a su culminación. Hegel es un instrumento, un medio más de la Razón. Hegel entiende que él representa en el plano teórico o científico lo que Napoleón en el plano práctico o político: no más que un instrumento al servicio de la Razón.

En el plano de la relación con la Religión, Hegel entiende haber culminado asimismo la racionalización del mito absoluto, el cristianismo, entiende haber culminado el destino de la Filosofía, por lo que se referirá a su sistema como el «Viernes Santo especulativo», apostillando su Enciclopedia con el pasaje sobre el motor inmóvil, el Theós del libro XII de la Metafísica de Aristóteles como pensamiento que se piensa a sí mismo como fin al que todos los seres tienden como a su perfección última.

Así, pues, traduce Hegel –vertiendo noús por “pensamiento”, “pensar” y “razón pensante” (concipiente) indistintamente–:

«Pero el pensar que es puro para sí mismo, es un pensar de lo que es más excelente en sí y para sí mismo; y cuanto más el pensar es puro para sí mismo, tanto más es pensar de lo más excelente.

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»Pero el pensamiento se piensa a sí mismo por recepción de lo pensado. Y él es pensado en tanto contacta y piensa, de modo que el pensamiento y lo pensado es lo mismo. Pues el recipiente de lo pensado y de la esencia es el pensamiento. Él actúa en tanto tiene, de modo que aquello [el obrar, la actividad] es más divino que aquello que la razón pensante cree tener. La especulación es así lo más satisfactorio y mejor.

Si pues Dios se encuentra siempre en ello, como nosotros a veces, él es admirable; y si más, más admirable. Y así está él en ello.

»Y también hay en él vida. Pues la actividad del pensamiento es vida. Y él es la actividad. La actividad que se dirige a sí misma es su vida más excelente y eterna. Y nosotros decimos que Dios es la vida eterna y mejor. A Dios por tanto le conviene vida y existencia continua y eterna.

Pues esto es Dios.»

Finalmente, aunque Hegel propuso en un escrito temprano una representación de su sistema tomando una línea, lo cierto es que podemos aproximarlo a la intuición de manera más adecuada, precisamente, mediante una superficie topológica, a saber, no materializable en tres dimensiones, a saber, una banda de Moebius:

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Así, pues, tomamos una las dos caras:

– Una de ellas, será la naturaleza;

– la otra, el espíritu;

Si recorres la banda, verás que la naturaleza se continúa (progresa, avanza) hacia el Espíritu, es decir, hacia su humanización, hacia su autoconciencia y libertad.

Pero, ¿y la Lógica?

La Lógica es el borde mismo, puesto que es la “grámatica”, las categorías puras con las que opera el sistema en todo momento, avanzando como metafísica (u ontología fundamental) a medida que avanzamos desde los grados inferiores de lo natural hasta las fases superiores del Espíritu.

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¿Y el saber absoluto?

La falsedad se identifica en Hegel con la unilateralidad. La falsedad es tomar separadamente, abstractamente, ser y pensar, oponiendo naturaleza y espíritu como en una banda cilíndrica, de forma tal que difícilmente los veremos reunirse, conciliarse.

La verdad, y especialmente el Saber Absoluto, consiste en saber esta unilateralidad como unilateralidad. De esta forma el Saber Absoluto consiste en aquello que en la banda de Moebius se nos muestra inmediatamente de forma invertida: Cuando vemos por primera vez la banda de Moebius, la vemos como totalidad. Sólo al analizarla nos percatamos de que consiste en una única cara y en un único borde. En la Historia del ser humano habría pasado al contrario: empezamos por la separación para sólo más tarde tratar de articular la totalidad.

De esta manera, Arte, Religión y Filosofía –como las tres formas del Espíritu absoluto– son atisbos de esta totalidad. Sólo a la Filosofía (especulativa) le está concedido contemplar la totalidad como tal, como partes de un mismo proceso, en la medida en que se mueve en el elemento conceptual, en el plano del lenguaje. Así, pues, el proceso dialéctico no es sino el propio sistema trinitario del propio Hegel, capaz de ver cada parte del sistema en sí mismo y como articulado en la totalidad –y a ésta misma.

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