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Academic year: 2021

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A Y U N T A M I E N T O

DE MURCIA

A R C H I V O EST' . . . i t TAB* . . . . £ N.° t.C.

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-J a / t y \ j tA.<U'r, • /

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EL

AL CUERPO

I

Lugar sagrado es un bosque, infeliz quien no lo precia, maldita de Dios la mano que lo tala ó que lo incendia.

Antes que el hombre elevara las catedrales soberbias, los bosques fueron el templo do alzó su oración primera:

entretejidas las frondas dieron la cúpula excelsa, de los arcos de las ramas colgó festones la hiedra,

alfombra fué el blanco musgo, vapor de mirra la niebla, órgano solemne el céfiro bullendo en las hojas trémulas,

y hora de oración la noche entre lámparas de estrellas, cuando la nevada luna sube cual hostia incruenta.

Solaz del alma es un bosque. Nada en la naturaleza

mejor cierra un valle hermoso ni hay lontananza más bella.

Con su afelpado ropaje viste la montaña enhiesta, y orla de pliegues su falda, de bucles su cabellera.

Danclo á sus masas redondas tonalidades diversas,

con los más dulces matices la verde gama campea;

y como de fondo propio surgen entre la arboleda: severo, el pardo convento; la blanca quinta, risueña;

y hosco, som brío, entre escombros y enmarañadas malezas

hundiendo los pies caducos, muro feudal que flaquea,

y que, veterano inválido, con dos torres por muletas, mal sufre injurias del tiempo airado y torvo en la cresta.

Llegad, llegad á los montes donde se os abren las sendas seguras, si fatigosas,

que al hombre á su Dios acercan. Si afeminados os tienen aires de la baja tierra, 110 temáis del sano bosque la ruda caricia intensa.

Él, como serrano, franco y de condición ingènua, sin cortesano melindre pródigo da cuanto encierra:

esos vientos que os azotan y que os curten y os desgreñan, para vosotros le arrancan sus resinosas esencias;

BOSQU

DE INGENIEROS DE MO DE ESPAÑA

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2 EL B O S Q U E

de sus vigorosos troncos bajo la indócil corteza guarda lágrimas de incienso, guarda las finas maderas;

y si su aguijón os clava zumbando sorda la abeja, puras os brinda y sabrosas las mieles de sus colmenas. Subid, subid confiados. Fácil os harán la cuesta: con sus conciertos las aves, aguas que ríen y juegan,

el corderillo que trisca, la cabra que ramonea, la vaca que al contemplaros mueve la ronca cencerra;

y si al llegar á la cumbre notáis que el silencio os cerca, que la soledad os habla y que el misterio os penetra;

y acaso á turbar la calma y porque la turba tiembla, del monasterio escondido la aguda esquililla s u e n a . . .

sentiréis brotar del pecho que el bosque de Dios os llena, una oración sin palabras que hasta su trono se eleva.

Lugar sagrado es un bosque, ¡ay de quien no lo venera! Maldita de Dios la mano que lo tala ó que lo incendia.

Ved, por su imán atraídas, nieblas que en bandadas llegan, y en las copas mansamente su blanco vellón enredan.

Ya se abren en leves tules, ya sus flácidas madejas ante la voluble brisa se anudan ó se destrenzan;

y otras nieblas se amontonan sobre las nieblas primeras, y ya son potente nube plomiza, parduzca, negra;

ya el sol palidece y huye tras de sus gasas siniestras; ya el relámpago la enciende, ya Dios en su seno truena;

y como aquel imperioso fíat, de la noche eterna

brotó la luz, brota el agua en catarata benéfica.

¡El agua! El agua que llueve la vida sobre el planeta, y es mar, celajes y fuentes, fuentes de eterna belleza.

Seguid, seguid su camino; vedla, á través de las grietas, de los frescos manantiales dejar las ánforas llenas;

vedla, émulo del torrente, bajar las pinas laderas donde un dique es cada tronco que sus ímpetus enfrena;

y en hilos se desparrama, y junta otra vez sus hebras, y es chorro, regato, arroyo; y en su sinuosa carrera,

ya fatigada remansa de un pradezuelo en la hierba, ó es borbotones de espuma de algún molino en la rueda;

y así en mil cauces partida y en mil vaguadas dispersa, deja el monte, baja al llano, del río el caudal sustenta,

cantares y bendiciones oye en su triunfal carrera; y esparciendo por los campos el fértil limo que encierra,

lo que hoy son hermosas flores de halagadoras promesas, mañana en opimos frutos será paz, será riqueza.

Lugar sagrado es un bosque. ¡Ay de quien no lo venera! Maldita de Dios la mano que lo tala ó que lo incendia.

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7 EL B O S Q U E

[i

¡Qué triste un monte desnudo descuella en la lejanía

formando duro contraste con las feraces campiñas!

¡Qué árido yermo es el suyo! ¡Qué soledad tan esquiva! Nadie en su paz se recrea, nadie lo busca ni habita.

El que por fuerza lo cruza va pesaroso y de prisa; que ni contra el cierzo ampara ni es sombraje en la calina,

ni rémora del viandante y alivio de su fatiga son avecillas que trinen y aguas que jueguen y rían.

Ya las nubes no se aplacen ni hacen mansión en las cimas, que les desgarran sus velos las rudas breñas ariscas;

y si descargan acaso como maldición de arriba, mejor que lluvia de bienes azotes son que castigan.

Seguid al agua en su curso, si es que soporta la vista mirar cómo aturbonada sus masas arremolina,

y salta sobre las quiebras donde una gota no filtra, que la sed calme á las fuentes en sus urnas cristalinas,

vedla sin que freno el bosque ponga á su furia bravia, cómo disgrega y descarna, cómo deja en roca viva

del que fué poblado monte cúspides, flancos, aristas, como osamenta sin músculos, sin sangre, sin piel, sin fibras;

vedla, amenaza en los aires y arietes en sus caídas volcar árboles y puentes, barrer ajuares y hacinas;

y escupiendo entre tarquines, como espumarajos de ira, el sucio botín flotante de su infausta correría,

llevar al mar tanto estrago en imponente avenida, entre el terror que la anuncia y el anatema que excita.

Muchas veces, por mi daño, cruzo esas sierras baldías, atajos que el caminante por necesidad visita,

y su soledad penosa dejo apenado y deprisa; que ni del calor defienden ni contra el ábrego abrigan.

Tal cual pino solitario ó alguna olvidada encina - ..Aquí un bosque fué" -murmuran con voz de nostalgias íntimas;

y yo lo evoco, y se alza lozano en mi fantasía con sus resonantes bóvedas, con sus aromadas brisas;

luego, como fieros monstruos engendros de pesadilla, miro gentes que lo invaden de odio y furor poseídas,

blandiendo brillantes hachas que como mies lo derriban, á la luz de rojas teas

que al par que alumbran calcinan; y á la realidad tornando de nuestros aciagos días, en honor del bosque muerto lloro sobre sus ruinas,

y exclamo: - „¡No, una y mil veces!,, que nadie soberanía

sobre ellos pretenda osado (¡ni aun la egregia Nación misma!)

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8 EL B O S Q U E

si han de tornarse eriales sin un árbol ni una brizna, cual si pasado sobre ellos hubiera el corcel de Atila.

Dón de Diosson nuestros bosques; mas como es nuestra la vida: para aplicarla á los fines á que el Señor la destina.

Y es sobre necio malvado quien como propia la estima, y usurpador de lo ajeno quien la vende ó se la quita.

Podrán las leyes humanas, escarnio de la justicia, llamar al favor, derecho, posesión á la rapiña,

mas sobre tales argucias se eleva la ley divina que al detentador condena, que no perdona al suicida;

y para Dios, cuya mano sembró las viejas encinas, la que incendia ó tala un bosque ¡es una mano maldita!

III

A mi entrañable y fraternal amigo el ingeniero Codorniu.

Ricardo: Cuando en Espuña absortos mis ojos miran que sobre arrasados bosques nuevos bosques improvisas,

y pienso que los antiguos se hicieron leña y ceniza en tiempos de libertades y en tiempos de tiranía,

preguntóme, y mi razón desconcertada vacila, si son tus bosques veneros futuros de paz y dicha,

ó las venideras mieses, donde sus hoces malditas habrán de meter de nuevo el favor y la r a p i ñ a . . .

No, no será. Ser no debe: Mi espíritu necesita una esperanza á que asirse, no la duda en que se abisma;

y á una luz como de aurora que mis temores disipa, imagino abierto el libro ante el que todos se inclinan

(como que en sus grandes folios trazara imborrable tinta

de la Corona y del Pueblo los fueros y las franquicias);

y que en él la mano firme de la egregia Nación misma graba que el bosque sagrado tiene derecho á la vida.

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F.L R O S Q U E

» R I C A R D O S S M C H E Z M A D R I G A L

Leyendo 'EL BOSQUE»

En mi celda, carísimo tocayo, viendo azotar la nieve de soslayo la frontera pared de los Luises, y sin más horizonte

que un menguado listón de nubes grises, tu libro recibí.

Trasciende á monte. Al abrirlo, se ha abierto una ventana, y, oreando el ambiente,

mi calabozo inundan de repente rayos de sol y brisa pura y sana. Con ella vienen música lejana de cimbradores pinos,

de agua que surte, de vivaces trinos, y olores de tomillo y mejorana.

Con placer lo he leído y con tristeza. La musa universal Naturaleza

en tus versos palpita, y los destellos de su ingente belleza

con hábil pluma reflejaste en ellos. Mas ¡ay!, no sólo sus encantos copia, que también la movió cólera santa de bien nacidos y de artistas propia.

¿No escuchará esa voz que se levanta en defensa del árbol, nuestro amigo, quien bendice la mano que lo planta?

¡Oh!, sí, la escucha; y en verdad te digo que quien destruye codicioso y ciego á nuestro bienhechor, encuentra luego en su propio pecado su castigo.

Es ardua tu misión, pero no dudes, tocayo, canta con la humana ciencia las secretas virtudes

que en el árbol esconde la Divina: ese aroma vital, sutil esencia

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6 EL B O S Q U E

que deshace la fétida neblina

de la ciénaga y triunfa de la Muerte . . la misteriosa evocación que pára en su curso á la nube voladora, de su tesoro cristalino avara, dulcemente la obliga, la enamora y con las perlas que á sn influjo vierte en paraíso el arenal convierte... La previsión revela con que ampara los prados é indefenso caserío, desde los elevados peñascales, oponiendo á las aguas torrenciales potente muro que sus iras venza: y cómo, quebrantado ya su brío, la que fuera corriente embravecida en ténues hilos de cristal destrenza, que llevan; serpeando, en su caída, no ya la destrucción, sino la v i d a . . . Digan sabios Doctores

que de las plantas el lenguaje entienden, para cuántos dolores

hay ocultos remedios salvadores en esas verdes ramas, que se tienden brindando, á los que sufren, el tributo, de sus hojas, sus flores y su fruto.

Narra, cantor, su clara ejecutoria.

Desde que al hombre, en lucha con el bruto, dió la tosca ballesta primitiva

y al más débil, con ella, la victoria, sus timbres suma, si sumarlos p u e d e s . . .

No hiera, no, su tronco vil deseo de lucro vergonzoso,

sino quien sepa dar á sus mercedes con altos fines merecido empleo.

Busque sólo en el árbol generoso sus nobles armas el progreso humano, su báculo el anciano,

la infancia cuna que la madre vela, sus aperos el rústico sencillo, el genio de un Colón su carabela, sus gloriosas estatuas un Salzillo.

Di que su sangre en aromada gota bendice el preste, la evapora el fuego, y en blanca nube sobre el ara flota, llevando á Dios, en su espiral, el ruego del que en las sombras del destierro gime. Y di, para embotar el hacha aleve que la codicia sin piedad esgrime, que de un árbol también ¡árbol sublime! la misma diestra que los orbes mueve ha tallado la cruz que nos redime.

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7 EL B O S Q U E

¿Quién no amará del árbol la hermosura, su elegante contorno, su frescura,

el brillador esmalte, que varía

con la luz de matiz?... Al verle inquieto palpitar en lo azul, ¿quién no diría que tiene un alma, imagen de la mía, y á la tierra sujeto,

por el espacio remontarse ansia?... Es vario como el mar.

Es armonía. Cuan á brillar comienzan las estrellas y el Ángelas con lentas vibraciones aletea en las frondas, surge en ellas un pausado susurro de oraciones. Es en la tempestad arpa sonora que al seco crepitar de las centellas estalla en himno de cadencias graves; y en primavera, al despuntar la aurora, acompaña con voz airulladora

el despertar alegre de las aves. A la fe religiosa presta abrigo. El bosque es t e m p l o . . .

¿Pero á qué fatigo tu atención, si con frases más felices, si en estilo más alto, más ameno y más fáciles versos tú lo dices?

La humana ceguedad lloré contigo: eco fui de tu voz. Dios lo permita, y al brotar, indignada, de tu seno, el eco de otras almas la repita

como en las selvas el clamor del trueno. ¡Dichoso tú! Nacido para el Arte y ardiendo en el amor que nunca muere de la Naturaleza, Dios no quiso del maternal regazo separarte, y en él calmas tu sed inextinguible... Sé, pues, su campeón: El lo dispuso.

Yo también desde aquí, pobre recluso, pensando en ella, entristecido, siento de la ausencia el tormento

y el deseo tenaz de lo imposible... Dichoso tú que al espirar el día transcurrido en agreste serranía, encontrarás en apacibles lares calor de hogar y grata compañía; y traduciendo en rimas los cantares que á tu paso el pinar dejó en tu oído, el eterno coloquio interrumpido reanudarás entonces con la llama de la crujiente rama

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También hablan conmigo los despojos de la rama crujiente...

Al verme viejo, y solo, y de mi frente al contemplar el perdurable ceño, decirme suelen los carbones rojos con un rumor de sones apagados:

— "Ten paciencia; yá están labrando el leño donde habrás de dormir con aquel sueño tranquilo de los muertos olvidados..." (1)

Ricardo 5ii

Madrid, Febrero de 1907.

(i) El autor murió pocos meses después de escrita esta epístola.

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