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Política exterior argentina (2015-2018) : entre la ideología y el pragmatismo

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FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS

LICENCIATURA EN RELACIONES INTERNACIONALES

POLÍTICA EXTERIOR ARGENTINA (2015-2018):

Entre la ideología y el pragmatismo

Tesista: Mocciola, Bruno Rafael

Director: Mg. Mastropierro, Oscar

TESIS PARA ALCANZAR EL GRADO DE LICENCIADO EN

RE-LACIONES INTERNACIONALES

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“El deber no se cumple sino haciendo algo

más de lo que el deber manda”

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Agradecimientos

Primeramente, llegar a este punto no hubiera sido posible sin el esfuerzo de mi familia, el aporte de ellos es enorme. Todo lo que hemos construido juntos, es producto de su esfuerzo desinteresado en brindarnos un futuro mejor. Gracias Suyay, Lino e Ileana. También quiero agradecer a un carpintero que vino con poco de Italia y se fue con mucho amor. ¡Te extraño demasiado! ¡Gracias Abuelos!

A Lu, compañera de camino, por su cálido amor, cariño y paciencia, por acompa-ñarme en todo el trayecto universitario y en especial en la elaboración del presente trabajo. Como así también a su familia (y ya mía) por su contención durante estos años.

¡A mis amigos!

Al Estado Nacional, a la Universidad Nacional del Centro y la Facultad de Ciencias Hu-manas. Sin educación pública no existe el desarrollo. Sin educación publica estamos con-denados al fracaso.

Al pueblo de la Nación, debemos dimensionar el aporte que todos los argentinos realizan para que podamos transitar por los pasillos universitarios. ¡Construir una Argentina justa es posible!

A Oscar Mastropierro y su grupo de trabajo, sin la guía y la orientación de ellos esta tesis no existiría.

A la agrupación Franja Morada y mis correligionarios de militancia, muchas horas de mi tránsito universitario fueron depositadas en la causa reformista. ¡De ellos aprendí que transformar la realidad es un deber y una obligación de todos!

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Glosario

ALCA: Área de Libre Comercio de las Américas

BRICS: Sigla empleada para mencionar conjuntamente a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica

CELAC:Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños EE. UU.: Estados Unidos de Norteamérica

FAA: Fuerza Aérea Argentina

FADeA: Fábrica Argentina de Aviones FMI: Fondo Monetario Internacional MERCOSUR: Mercado Común del Sur

NAFTA:Tratado de Libre Comercio de América del Norte ONU: Organización de Naciones Unidas

PEA: Política Exterior Argentina TLC: Tratado de libre comercio

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Índice

Introducción ... 7

Estado del arte ... 7

Planteo del problema ... 10

Hipótesis ... 11

Objetivos ... 11

Objetivo principal ... 11

Objetivos específicos ... 11

Marco Teórico ... 12

¿Por qué realizar una tesis sobre política exterior argentina? ... 12

El estudio de la política exterior ... 13

Política exterior pragmática e ideológica ... 15

Procedimientos y fuentes de conocimiento utilizados ... 19

Organización del texto ... 19

Contribución ... 20

Segunda Parte: política exterior argentina bajo el gobierno de Mauricio Macri ... 21

Principales objetivos de la política exterior ... 24

Lineamientos generales sobre las relaciones con América Latina y los Estados Unidos 27 Conclusiones parciales ... 30

Tercera parte: las relaciones con los Estados Unidos ... 31

Descripción de la relación entre Estados Unidos y América Latina ... 31

Racconto de la relación entre la Argentina y los Estados Unidos ... 35

Los Estados Unidos hoy ... 38

Administración Barack Obama ... 38

Administración Donald Trump ... 41

Las relaciones con Estados Unidos durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2018) ... 45

Hechos que demuestran el pragmatismo en las relaciones con los Estados Unidos ... 51

El pago a los holdouts ... 51

Ajustes de la política exterior ante la victoria de Donald Trump ... 53

Nombramiento de Jerusalén como capital de Israel ... 55

Conclusiones parciales ... 58

Cuarta parte: las relaciones con América Latina ... 60

Abordaje de la historia de la integración latinoamericana ... 60

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6 Hechos que demuestran que la política exterior argentina hacia la región ha sido

ideológica ... 76

La postura argentina respecto a la crisis política en Brasil ... 76

La relación bilateral con Venezuela ... 79

La decisión del gobierno argentino de suspender su participación en la UNASUR ... 81

Conclusiones parciales ... 85

Conclusiones finales ... 87

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Introducción

El estudio de la política exterior es un pilar fundamental de las Relaciones Inter-nacionales debido a que, mediante ella, los estados proyectan y ejecutan sus intereses en el escenario internacional. En Argentina, en el año 2015se da el fin del ciclo conocido popularmente como “kirchnerista” para dar inicio al gobierno de Mauricio Macri. Pasados tres años de aquel momento ya se observa cuáles son los principales lineamientos y el estilo de política exterior que la nueva administración nacional implemento e implementa para consagrar sus objetivos.

Esencialmente, lo que plantea la administración de Mauricio Macri es un “giro de 180 grados” en política exterior respecto al gobierno anterior con el firme propósito de “volver” al mundo. Esto se corresponde con el carácter cambiante que caracteriza al sis-tema internacional;el triunfo inesperado de Donald Trump, la emergencia de Asia-Paci-fico, el conflicto permanente en medio oriente, el Brexit, la inestabilidad en Brasil y la crisis de Venezuela son algunos de los casos que se pueden identificar en el escenario mundial de hoy.

Estado del arte

Teniendo en cuenta que el presente trabajo de investigación analiza el período 2015-2018 y que la presidencia de Mauricio Macri se desenvuelve en simultáneo con la escritura de esta tesis, la cantidad de material bibliográfico respecto a la temática elegida es escueta. Sin embargo, esta situación no impide la elaboración del mismo, ya que uti-lizaremos información periodística, notas y memorias de congresos que nos permitirá ve-rificar la hipótesis que será planteada en el corpus de esta tesis.

Por otra parte, es menester realizar un análisis de los principales lineamientos de la política exterior durante la última presidencia de Cristina Fernández (2011-2015). Re-saltaremos, especialmente, la vinculación de la Argentina con los Estados Unidos, por un lado, y la región latinoamericana, por el otro durante dichos años. De esta manera, conta-remos con un punto de partida para posteriormente analizar la elaboración de dicha polí-tica bajo la administración de Mauricio Macri (2015-presente).

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de alto perfil en diversos foros internacionales; y la insistencia en el reclamo por la sobe-ranía de las islas Malvinas (Míguez, 2016: 90).

A su vez, Simonoff (2016b: 1) resalta que durante dicho período el accionar de la política exterior se orientó a diversificar relaciones hacia los nuevos polos de poder que se estaban despuntando en torno a los BRICS, con una atención especial en Brasil, Rusia y China.

Por su parte, Tomás (2016: 1) señala que Cristina Fernández diseñó la estrategia de inserción y posicionamiento internacional de la Argentina desde Latinoamérica, ha-ciendo hincapié en el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC. Estos foros se erigieron como espacios de integración definidos en el marco del regionalismo autónomo poslibe-ral. Dentro de los ejemplos de esta estrategia se pueden mencionar: la creación del Con-sejo Suramericano de Defensa, el aporte a la resolución de conflictos regionales con pres-cindencia de la OEA y la conformación de un espacio continental de cooperación política sin Estados Unidos y Canadá (la CELAC).

Siguiendo esta línea, Pauselli (2015) detalla que la política exterior de Fernández se encaminó en la búsqueda de una mayor autonomía en un mundo que se perfilaba hacia el multipolarismo con el surgimiento de potencias emergentes como China y Rusia. A su vez, tuvo un fuerte elemento discursivo con EE. UU. y los órganos financieros interna-cionales.

Por otro lado, Cecilia Nahón1, señala que:

“La Argentina, a partir del año 2003 puso en marcha una política exte-rior independiente y soberana, centrada sobre todas las cosas en la promoción de los intereses nacionales. Sin alineamientos automáticos con nadie, priori-zando la integración con la región y desarrollando nuevas relaciones estraté-gicas con otros países emergentes con agendas confluyentes con la nuestra” (Nahón, 2016: 850).

Al ser consultado sobre la posición argentina en el mundo, Roberto Russell, en una entrevista dada al diario La Nación en el año 2014, plantea que:

“Está de moda hablar del aislamiento del país y no estoy de acuerdo, porque en definitiva el país está en el Consejo de Seguridad, en Unasur, y en

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el G-20. No está aislado. En realidad, lo que la Argentina tiene es una cre-ciente irrelevancia. Hace varios años que vive un proceso de irrelevancia: no se nos consulta, no tiene peso en decisiones importantes en el plano interna-cional, salvo en algunos temas como en derechos humanos. Y mantiene un peso relativo en América del Sur” (La Nación, 30/03/2014).

Por otro lado, Llenderrozas (2011: 261) afirma que:

“La agenda externa demostró diferentes ejes de tensión, sin embargo, hacia el final del mandato de Cristina Kirchner se consolidó una inserción subregional de alto perfil. La orientación latinoamericanista se profundizó, aumentando sus contenidos ideológicos, a la vez que se redujo la presencia global, perdiendo influencia internacional”.

Centrándonos en las relaciones entre el gobierno de Cristina Kirchner y el go-bierno estadounidense, éstas estuvieron caracterizadas, como define Anabella Busso, por una dinámica permanente de “crisis-intento de recomposición”.

“Cuando hacemos referencia al patrón crisis-intento de recomposición, sin llegar a una ruptura, pretendemos señalar que, en el marco de las diferen-cias existentes entre Argentina y EEUU bajo los gobiernos de Cristina Fer-nández, los vínculos bilaterales tuvieron la siguiente dinámica: a) se produ-cían situaciones de tensión (crisis) ligadas a diferencias de índole política, económica y estratégico militar; b) cada una de ellas fue seguida por contactos y/o negociaciones a nivel ministerial o presidencial que pretendían acercar las partes (intento de recomposición), sin que ello implicase por parte de la Ar-gentina optar nuevamente por políticas de alineamiento; c) esta dinámica no conducía a la ruptura total por que ambas partes siempre eligieron restablecer, al menos, un nivel de cordialidad mínima y, además, porque en el ámbito multilateral nuestro país no optó por un perfil de voto anti-estadounidense” (Busso, 2014: 137).

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exterior autónoma de los centros de poder mundiales. En consecuencia, América Latina se erigió como un pilar fundamental para lograr dicho objetivo.

Como señala Busso (2016:146), “las acciones de política exterior que mostraron una mayor intensidad se hacen visibles en el lugar central y dinámico otorgado por Cris-tina a América LaCris-tina. La defensa de la democracia, la resolución de conflictos intrarre-gionales, el fomento de la integración y la defensa de políticas activas aplicadas por al-gunos gobiernos sudamericanos ante la crisis desatada en 2008, fueron alal-gunos de los ejes de acción”.

Por otra parte, si bien el MERCOSUR siguió siendo una prioridad para la argen-tina, la administración de Fernández otorgó un fuerte respaldo a la creación de un nuevo foro regional: la UNASUR. “Estas acciones reforzaron una identificación latinoamerica-nista y una pertenencia más subregional que global” (Llenderozas 2011:260).

Con respecto a la resolución de conflictos dentro de la región, el gobierno de Cris-tina Fernández jugó un rol protagónico frente a diversas situaciones, como, por ejemplo: convocó a una cumbre de emergencia en Santiago de Chile en septiembre de 2008 con motivo de la situación que se estaba gestando en contra de Evo Morales. Asimismo, fue a través de la UNASUR que el gobierno de Fernández convocó a sus pares para tratar la situación de las bases militares estadounidenses en Colombia en 2008. En el caso de quiebres democráticos, como la destitución del presidente Zelaya en Honduras en 2009 y del presidente Lugo en 2012, el gobierno argentino apoyó a la UNASUR y acompañó las medidas de repudio. Otra amenaza desestabilizadora contenida desde la UNASUR fue el intento de golpe de estado por parte de las fuerzas de seguridad internas al presidente Rafael Correa en 2010 (Morasso, 2016: 12-13).

Finalmente, Argentina también se comprometió en la reunión de Grupo de Rio en Santo Domingo para tratar de encarar el conflicto entre Ecuador y Colombia por la inva-sión que este último país realizó sobre territorio ecuatoriano a los efectos de atacar un campamento de las FARC (Busso, 2016: 146).

Planteo del problema

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A partir de lo expuesto, surgen los siguientes interrogantes que guiarán el proceso de investigación:

• ¿Qué se entiende por política exterior?

• ¿Qué significa que una política exterior sea pragmática?

• ¿Y que sea ideológica?

• ¿Cuáles son los principales lineamientos de política exterior argentina bajo

la presidencia de Mauricio Macri?

• ¿La política exterior bajo la administración Macri es ideológica o

pragmá-tica? ¿Por qué?

• En su vinculación con Estados Unidos, la política exterior ¿es ideológica

o pragmática?

• ¿Y en su vinculación con Latinoamérica?

Hipótesis

La hipótesis central del presente trabajo de investigación es:

“La política exterior argentina bajo la administración de Mauricio Macri es

alta-mente ideológica hacia la región latinoamericana y sumaalta-mente pragmática hacia los

Es-tados Unidos”.

Objetivos

Objetivo principal

El objetivo principal del presente trabajo de investigación es abordar la política exterior argentina durante el período 2015-2018 identificando si ha sido pragmática o ideológica en relación con los Estados Unidos y a la región latinoamericana.

Objetivos específicos

• Explicar que significa que una política exterior sea pragmática. • Dilucidar que se entiende por política exterior ideológica.

• Identificar los principales lineamientos de la política exterior del gobierno de Mauricio Macri.

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• Examinar si la política exterior argentina durante el periodo señalado hacia la re-gión Latinoamérica ha sido pragmática o ideológica.

Marco Teórico

¿Por qué realizar una tesis sobre política exterior argentina?

Para poder analizar la política exterior argentina durante el periodo 2015-2018 es necesario hacer una aproximación al término y cuáles son las precisiones conceptuales que nos permitirán hacer un correcto abordaje de ella.

Luciano Tomassini (1987: 129) interpreta que: “bajo el término de “políticas” se entiende un conjunto de áreas más o menos relacionadas entre sí. Tal vez su sentido más usual se refiere a los distintos campos de la actividad del estado, pudiendo hablarse así de una política exterior, económica, industrial, monetaria o cambiaria. En otros casos se le da la connotación de expresar un propósito general, un estado deseable de cosas o un conjunto de proposiciones específicas destinadas a hacerlo realidad”.

Con respecto a la política exterior, el mencionado autor explaya que “el análisis de la política exterior también es un proceso a través del cual se define el curso de acción más apropiado para enfrentar una situación suficientemente general o recurrente como para requerir una pauta de conducta, y no una decisión aislada con el objeto de lograr determinados valores, intereses u objetivos” (Tomassini, 1987: 130).

Bruno Lasagna (1995: 389-390) señala que:

“La política exterior es aquella área de actividad gubernamental que es concebida como las relaciones entre el Estado y otros actores, particularmente otros estados (pero no exclusivamente), en el sistema intencional. De ello se podría conducir que el ámbito más próximo a la política exterior es el inter-nacional. Sin embargo, por el mismo hecho de ser una actividad gubernamen-tal es necesario conocer no solo el escenario de la política exterior recibida, sino también el proceso político interno donde es generado”.

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A este fin se deben analizar, por un lado, los objetivos a alcanzar y por medio de qué estrategias e instrumentos lograr su eficacia y su éxito; por otro lado, se debe conocer la estructura y el proceso de formulación y ejecución de política exterior, es decir, inves-tigar donde transcurre la misma, quienes participan en su formulación y coordinación, cuáles son los conflictos y los consensos a que se llegan y cómo se resuelven.

Por otra parte, Manfred Wilhelmy (1988: 148) interpreta por política exterior al “conjunto de actividades políticas mediante las cuales cada estado promueve sus intereses frente a otros estados”. En esta línea, Oscar Mastropierro (1995: 20) entiende que “la necesidad de conocimiento de los cambios internacionales radica en que constituyen una manera de defender y promover los intereses nacionales. La importancia, rol o influencia de un país en el sistema internacional depende en gran medida de su capacidad de com-prender y manejar con efectividad sus relaciones internacionales. Esto implica que la po-sibilidad de un país para reducir su vulnerabilidad, aumentar su autonomía y obtener re-cursos del sistema internacional está determinada, a su vez, por la formulación, adminis-tración y seguimiento de la política exterior”.

En base a lo expuesto anteriormente, podemos afirmar que la definición de política exterior no es unívoca. Sin embargo, en este trabajo de investigación se entenderá por política exterior al accionar que tiene un estado frente a otros estados y/o actores del sis-tema internacional con la finalidad de promover sus intereses y objetivos. De esta manera, resulta indispensable conocer cómo se compone, se modifica y se actúa dentro del sistema internacional.

El estudio de la política exterior

Dentro del estudio de la política exterior existen diversos paradigmas que permi-ten explicar la acción del estado. La académica María Regina Soares de Lima explica que las perspectivas de política exterior pueden reducirse a tres enfoques básicos: el clásico, el político social y el interactivo.

La autora señala que:

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constituyen temas más o menos permanentes en el acervo histórico de la po-lítica internacional de un país. El político social, por otro lado, presta atención a los elementos constitutivos del orden político institucional de un país, así como al papel de las fuerzas políticas y sociales en el proceso de hacer la política y a los respectivos estilos de diferentes gobiernos en una perspectiva diacrónica. Finalmente, el enfoque interactivo pone el acento en las eleccio-nes de decisores y sus estrategias de negociación, alcanzando su mayor valor analítico para el estudio de procesos de negociación, bilateral y multilateral” (Soares de Lima, 1994: 30).

Alberto Van Klaveren (1984: 20-46) identifica que existen determinantes internas y externas que hacen a la política exterior. Dentro de las variables exógenas menciona las sistémicas, las de política de poder y la dependencia. Las variables internas que identifica son la orientación del tipo de régimen, el proceso de toma de decisiones, la política buro-crática y el liderazgo.

En esta misma línea, Heraldo Muñoz (1986: 11) señala que: “las políticas exterio-res de los países no son meramente el producto de las decisiones de los gobiernos que las implementan, sino que derivan de la compleja interrelación de factores internos y exter-nos, en que los primeros generalmente aparecen como fundamentales”.

A su vez, plantea que: “la relación entre la posición externa real de un país y la comunidad internacional se encuentra marcada por la “imagen” que el estado está pro-yectando en el sistema internacional. La imagen de un estado-nación es importante pues los decisores gubernamentales no solo responden o actúan acorde a las características objetivas de una situación, es decir, a lo que comúnmente se percibe como realidad, sino también acorde al significado que los individuos le atribuyen a esa situación” (Muñoz, 1986: 13).

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Con respecto a la política exterior de los estados latinoamericanos, Tomassini (1987) identifica tres grandes cuestiones que hacen a la misma. Dentro de ellas se enu-mera: la agenda, los objetivos y el estilo. La agenda como los intereses que sigue cada estado en el medio internacional; los objetivos como lo que el estado pretende lograr; y el estilo como lo que caracteriza la formulación y la aplicación de esas políticas. Muñoz (1987: 408), por su parte, ahonda en los temas recurrentes de la política exterior latinoa-mericana, llegando a la conclusión que existen tres temas recurrentes: la autonomía, el desarrollo y la presencia gravitante de los Estados Unidos.

Por lo tanto, en base a lo expuesto anteriormente, la elaboración de la política exterior de un estado depende de múltiples variables tanto endógenas como exógenas que van a limitar su capacidad de perseguir sus objetivos en el sistema internacional. Las variables descriptas no son unívocas, sino que van a rondar en elementos sociales, histó-ricos, económicos, entre otros. Y es en base a estos elementos que la agenda de política exterior se construye y desarrolla.

Política exterior pragmática e ideológica

Debemos preguntarnos qué significa que una política exterior sea pragmática o ideológica, cuestión que analizaremos en este apartado.

Estos conceptos abundan y son utilizados de manera constante en la literatura so-bre política exterior. Para el estudio de esta tesis de grado, es necesario realizar una des-cripción de ambas ya que nos va a permitir realizar un abordaje con mayor precisión sobre la política exterior argentina.

Heraldo Muñoz (1986: 223) define al sistema civil-pragmático como “el estilo que se caracteriza por tener énfasis en el derecho internacional, el reconocimiento práctico de las realidades del poder mundial y la preponderancia de los diplomáticos de carrera en el manejo de la política exterior”.

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Para la definición de pragmatismo e ideología en política exterior es de suma im-portancia el trabajo elaborado por Gianluca Gardini y Peter Lambert titulado: “Latin ame-rican foregin policies”, la cual es retomada por Federico Merke y Diego Reynoso. En ella

los autores explayan que:

“Uno de los debates centrales que aparecen en la literatura especia-lizada es aquel que plantea una tensión entre ideología y pragmatismo en la conducción de los asuntos internacionales. Una política exterior pragmática evalúa la utilidad práctica que brindan determinadas ideas y acciones; la ac-ción vale más que la doctrina y la experiencia vale más que los principios. Una política exterior ideológica, por el contrario, enfatiza la necesidad de ajustar la conducta a principios e ideas preconcebidas” (Merke y Reynoso, 2016: 110).

Gardini y Lambert escriben que una política exterior pragmática está asociada con y caracterizada por un planeamiento de mediano plazo del estado. En cambio, una política exterior ideológica puede estar asociada con y caracterizada por un planeamiento de corto plazo y una visión personalizada de un líder especifico y una administración, en vez de estar supeditada a un interés nacional consistente.

A su vez Francisco Corigliano (2018: 71)resalta que “mientras que las políticas exteriores llamadas pragmáticas colocan la prioridad en las consecuencias prácticas de las acciones emprendidas antes que los ideales, las llamadas ideológicas la colocan en la persecución de ideales sin tomar en cuenta (o minimizando) las consecuencias de las ac-ciones practicas adoptadas”. Añade que la política exterior pragmática e ideológica pura no existe, que los casos “son escasos, sino inexistentes”.

Sumado a esto, Corigliano escribe que, en toda política, sea interna o externa, existe una tensión entre pragmatismo e ideología. En ocasiones los gobiernos tratan de mantener un equilibrio (inestable) entre los dos elementos, mientras que, en otras, los componentes ideológicos de la política exterior prevalecen sobre los pragmáticos y/o son estos últimos los que predominan.

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“Definir una política exterior como pragmática o desideologizada puede servir para marcar en el discurso diferencias de tono y de lineamientos con la administración anterior, pero no implica la negación o existencia de componentes ideológicos en el mismo gobierno al cual se le adjudica el rotulo de pragmático” (Corigliano, 2018: 71).

De la misma manera Merke y Reynoso (2016: 111) señalan que:

“La evidencia en América Latina sugiere que los gobiernos que buscan incrementar su reputación típicamente internacional adoptan políticas exte-riores pragmáticas, como fue el caso de Carlos Menem en Argentina o Collor de Merlo en Brasil. Por el contrario, aquellos interesados en alterar el status quo o en activar confrontaciones, descansarán en políticas exteriores más ideológicas, como fue el caso de Hugo Chávez en Venezuela o de Evo Mora-les en Bolivia. La ideología, sin embargo, también puede ser un recurso en sí mismo, como lo demuestra la trayectoria internacional de Cuba, suficiente-mente consistente para hacer del país un punto focal de la región”.

Por su parte, Jorge Domínguez aborda la situación de pragmatismo/ideología entre Estados Unidos y América Latina durante el siglo XXI. Para ello se propone definir que interpreta por ambos términos. Por pragmatismo entiende:

“Una política de estado que identifica propósitos claros y metas bien definidas, que se construye con instrumentos que buscan deliberadamente lo-grar esos objetivos, con la conciencia de que se persiguen beneficios alcanza-bles a costos razonaalcanza-bles. Cualquier reflexión sobre el pragmatismo en política exterior debe hacer hincapié en la generación y el análisis profesional de la información, de su actualización, de no aferrarse a lo que en algún momento pudo ser cierto, pero ya no lo es, y de no ignorar los análisis responsables que, con base de otra fuente de datos, lleguen a conclusiones divergentes. Todo esto debe recurrir en el diseño, la planificación y la ejecución de una política exterior pragmática” (Domínguez, 2008: 180-181).

Pero también Domínguez (2008: 184) realiza una aclaración sobre el pragma-tismo:

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ciudadanos de los respectivos países. Tampoco debe ser el único principio que guie la conducta de los gobiernos. No debemos arrodillarnos frente al altar del pragmatismo”.

Por otro lado, Domínguez entiende por ideología a una forma de acumular, cata-logar y valorar la información que se recopila. El autor escribe:

“La ideología no es sinónimo de dogmatismo, sino que es una forma de acumular, catalogar y valorar la información que se recopila. Concebida de esa manera, metáforas útiles para reflexionar sobre la ideología pueden ser lentes para saber cómo percibir al mundo, o una balanza que nos permita so-pesar los datos que se incorporan. La ideología así entendida constituye un instrumento útil, no enfrentado con el pragmatismo, para comprender el mundo en que se vive, la importancia del pasado y su legado hacia el presente, así como los valores que importan a los individuos” (Domínguez, 2008: 187).

Dentro de los hechos que se forman en base a valores ideológicos, Domínguez remarca dos que hacen a la vida diaria de los estados. Estos son: el respeto y la defensa de la democracia y los derechos humanos. “En los diversos países del continente, y tam-bién en relaciones internacionales entre gobiernos, algunos hechos clave se conforman como valores ideológicos, en particular el respeto y la defensa de los derechos humanos y la democracia” (Domínguez, 2008: 187).

Por lo tanto, en base a lo expuesto anteriormente se puede concluir que las políti-cas exteriores de los estados no pueden ser catalogadas como puramente ideológipolíti-cas o pragmáticas, sino que ambos elementos inciden en la elaboración de estas. Ambas dejan un espacio para la ideología o el pragmatismo para aumentar su margen de maniobra. Tener una política exterior pragmática, no significa no tener ideas y tener una política exterior ideológica no significa prescindir de un cierto pragmatismo cuando la situación así lo requiera.

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Procedimientos y fuentes de conocimiento utilizados

Es preciso señalar que, en términos meramente metodológicos, la elaboración de este trabajo ha contado con la revisión y análisis de una serie de fuentes tanto primarias como secundarias. En relación con las primeras, se destacan discursos de presidentes, embajadores y ministros tanto de Argentina, como de otros países del mundo; y diferentes

documentos resultantes de las distintas conferencias y convenciones de organismos

mul-tilaterales, como la ONU, la OEA y MERCOSUR, y de reuniones de altos funcionarios.

En lo referente a las fuentes secundarias utilizadas, se encuentra la bibliografía especializada en la temática tales como libros, artículos y papers publicados en revistas científicas. Para conformar el marco teórico trabajé con autores de nuestra casa de Altos Estudios como Raúl Bernal Meza y Oscar Mastropierro. A su vez, ha sido de suma im-portancia el aporte de académicos tales como Heraldo Muñoz, Alberto Van Karaven,

Lu-ciano Tomassini, Federico Merke, Francisco Corigliano y Gian Luca Gardini. Sus aportes

serán fundamentales para aportar categorías conceptuales que servirán a nuestro análisis.

A su vez, trabajaré con noticias y artículos periodísticos de diferentes portales tanto

na-cionales como internana-cionales.

Organización del texto

Con la finalidad de llegar a la hipótesis planteada dividiré el trabajo de investiga-ción en cinco partes. En la primera realizaré una introducinvestiga-ción al objeto de estudio, el estado del arte de este, la presentación de la hipótesis, una aproximación teórica sobre el estudio de la política exterior argentina y sobre qué significado tiene el pragmatismo y la ideología en las Relaciones internacionales, y la organización del texto.

En la segunda parte analizaré cuáles han sido los principales lineamientos de la política exterior argentina bajo la presidencia de Mauricio Macri.

En la tercera parte realizaré un análisis de las relaciones entre Argentina y los Estados Unidos durante el gobierno de Mauricio Macri con el fin de verificar si éstas fueron pragmáticas o no.

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Finalmente, confeccionaré una conclusión, donde luego de haber realizado el tra-bajo de investigación correspondiente, con las fuentes principales y secundarias trabaja-das, podré afirmar, o no, que durante la administración de Macri las relaciones exteriores de la Argentina han sido pragmáticas con los EE. UU. e ideológicas con la región latinoa-mericana.

Contribución

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Segunda Parte: política exterior argentina bajo el gobierno de

Mauricio Macri

En este apartado procederemos a analizar los principales lineamientos que orien-tan la política exterior argentina del periodo 2015-2018. Ello nos permitirá dilucidar cua-les son los objetivos por perseguir y las estrategias utilizadas para concretarlos.

Mauricio Macri se hace de la presidencia de la nación en diciembre de 2015 luego de triunfar en ballotage sobre el candidato propuesto por el oficialismo: Daniel Scioli. De esta manera, Macri se convierte en el primer presidente en más de una década en no estar afiliado directamente al partido Justicialista, poniendo de esta manera fin al ciclo popu-larmente conocido como “kirchnerista”.

Al momento de tomar el bastón presidencial, Macri anuncia cuáles serán sus gran-des objetivos de gestión, es decir: reducir la pobreza, combatir el narcotráfico y unir a todos los argentinos.

“La mayoría de los argentinos que votó por nuestra propuesta fue ba-sada en tres ideas centrales: ellas son pobreza cero, derrotar al narcotráfico y unir a los argentinos…pero para que en realidad haya pobreza cero necesita-mos generar trabajo, ampliar la economía, aprovechar los enormes recursos naturales y humanos que tiene la argentina (…) el desarrollo de la argentina llegara a través de una inversión inteligente y expansiva, que mejore la infra-estructura. Ponga las bases para el crecimiento de la producción, traiga opor-tunidades y genere la prosperidad que merecemos. Otro de los grandes desa-fíos que va a tener nuestro gobierno es el de combatir el narcotráfico como ningún otro hizo antes” (La Nación, 10/12/2015).

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que, bajo esta mirada, habían sido descuidados en los años precedentes.” (Listrani Blanco y Zaccato, 2018: 168).

Para el gobierno de Cambiemos, la “vuelta al mundo” significaba más que nada recomponer las relaciones con Occidente -específicamente, EE. UU., Europa y los orga-nismos multilaterales de crédito- y, con base en ello renegociar la profundidad del vínculo con Rusia y China (Frenkel y Azzi, 2018: 188).

En esta misma línea, Leonardo Hekimian (2016: 46) plantea que los principales lineamientos de la administración actual pueden sintetizarse en “la reinserción en el mundo” y “establecer un modelo de inserción que permita obtener beneficios económicos traducibles en una mayor afluencia de inversiones, negocios y créditos”. En cuanto a al primer punto, el autor se expone de la siguiente manera:

“A partir de un diagnóstico negativo según el cual la gestión kirch-nerista llevó al país al aislamiento, en realidad lo que cuestiona es el aleja-miento de potencias occidentales (Estados Unidos, Unión Europea) sobre todo en el último lustro. Citan como ejemplos destacados la relación estrecha con el gobierno chavista de Venezuela, o el memorando con Irán para que una “comisión de la verdad” analice las acusaciones contra funcionarios ira-níes por el atentado de 1994. Las relaciones con grandes potencias como Ru-sia y China o la cooperación horizontal con países africanos no son objetadas en sí, aunque se cuestiona que tal acercamiento se haya efectuado en desme-dro de la relación con Washington, el balance costo-beneficio y la falta de transparencia en algunos contratos” (Hekimian, 2016: 46).

Por política de (re)inserción internacional de Macri entendemos: “el esquema cen-tral de un conjunto de orientaciones y lineamientos de la política exterior que un estado decide poner en práctica para vincularse con otros actores en el sistema internacional tanto en la dimensión política de seguridad como económica” (Busso, 2017: 3).

Con respecto al modelo de inserción que permita obtener beneficios económicos traducibles en una mayor afluencia de inversiones, negocios y créditos, Hekimian (2016: 47) redacta:

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principales socios europeos, como Alemania, Reino unido, Francia, Italia y España, sin descuidar potencias intermedias como Holanda (aprovechando la vinculación con la Reina Máxima). Fuera de Europa y la propia región, una mejora en las relaciones con Japón, Israel y los países ricos del Golfo Pérsico forma parte de una misma estrategia”.

Un aporte muy interesante es el desarrollado por Francisco Corigliano (2018) el cual señala que la política exterior de Macri se desarrolla bajo un concepto teórico que él denomina “híbrido alberdista-frondizista” ya que combina los supuestos del liberalismo alberdianos con los del nacionalismo desarrollista de Frondizi.

¿A qué se refiere Corigliano con este hibrido alberdista-frondizista? El autor se refiere a que la política exterior de Macri comparte elementos de Alberdi, como, por ejemplo: la concepción de la política exterior como política económica y comercial por excelencia; la paz como presupuesto para el desarrollo económico; y la multiplicación de acuerdos comerciales con todas las grandes naciones.

Asimismo, del desarrollismo Frondizista la gestión de Macri comparte los siguien-tes elementos: la inversión (del sector público y privado, nacional o extranjero) como condición del desarrollo económico y del mejoramiento de la calidad de vida de la pobla-ción; la política exterior como instrumento de atracción de capitales foráneos; y un activo rol del estado argentino en la orientación de las inversiones públicas y privadas, naciona-les y extranjeras hacia tres áreas prioritarias internas: generación de oportunidades de empleo, obras de infraestructura y auto abastecimiento energético (Corigliano, 2016: 68). Esta creencia filosófica o hibrido teórico liberal desarrollista en Macri y su entorno expresa una visión optimista a largo plazo respecto del proceso de globalización y de sus bondades para el desarrollo económico de la Argentina, aun cuando el ritmo de llegada de inversiones extranjeras al país haya sido, hasta el momento, mucho más lento que el esperado por el gobierno (Tokatlián y Russell 2017: 218-219).

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En resumen, la nueva administración nacional que toma el poder en 2015 se plan-tea como objetivo principal el diseño de una nueva política exterior para el país, diame-tralmente opuesta a la planteada por el gobierno predecesor. Las directrices esenciales de la nueva política externa son: reinsertar a la Argentina en el mundo y atraer inversiones y capitales extranjeros para reactivar la economía nacional.

Principales objetivos de la política exterior

Como mencionamos anteriormente, las directrices esenciales de la política exterior de la administración Macri son: la búsqueda de capitales y la reinserción argentina en el Mundo. Para ello, una de las primeras medidas anunciadas por el presidente fue la desig-nación de Susana Malcorra como Canciller. Semanas antes de la toma de poder, en una entrevista dada al diario La Nación, la flamante ministra de Relaciones Exteriores men-cionaba que “pragmatismo y desideologización son dos palabras que incorporaremos al nuevo diccionario de la diplomacia argentina”, es decir, “todo aquello que sirva a los intereses de los argentinos va a ser usado de manera madura. No va a haber antinomias” (La Nación, 07/12/2015).

Al ser consultada sobre cuáles van a ser los lineamientos que trae a la política exterior de Macri, la funcionaria responde que:

“Susana Malcorra no trae lineamientos, sino que Susana Malcorra se ajusta a los lineamientos que lleva adelante el presidente Macri. En tal caso, él pensó que yo podía ser un buen instrumento para esa visión. Dicho esto, la primera cosa es trabajar en cosas basadas en principios. Aquellos principios a los que adhirió la Argentina a lo largo del tiempo se respetan porque clara-mente los mecanismos internacionales funcionan si aquello que se firma se respeta (…) Todo aquello que sirva a los intereses argentinos va a ser usado de una manera madura. No va a haber antinomias. Eso es madurez. Así fun-ciona el mundo. Otro elemento fundamental es que la diplomacia debe ser un camino para que los factores económicos se maximicen” (La Nación, 07/12/2015).

A su vez, en otra noticia publicada por La Nación, Malcorra nombra los diez ejes de la nueva política exterior. Estos son:

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solución de problemas, con un diálogo maduro y sin dejar a nadie afuera de nues-tro tablero.

• Tener una medida exacta de cuáles son nuestras capacidades y determinar dónde podemos efectivamente jugar un rol muy activo y positivo desde lo bilateral, salvo aquellos lugares en los que haya alguna ruptura de democracia y [con los] que queramos tener distancia.

• Tratar de plasmar nuestra presencia en la ONU, la OEA, el Mercosur, la UNASUR la CELAC, estableciendo una política de integración y apertura.

• La prioridad es la eliminación de la pobreza, porque el área de comercio e inver-sión es sobre la cual podemos conseguir oportunidades de empleos sustentables: producción, agroindustria.

• Narcotráfico: plasmar acuerdos con países limítrofes y aquellos que nos puedan ayudar con tecnología, información y capacitación, y [también con] organismos multilaterales como Naciones Unidas.

• Maximizar las oportunidades del deporte, la cultura y el turismo.

• Construir una relación inteligente y madura con EE. UU. Pensarse como país no teniendo una relación con la primera potencia del mundo es una oportunidad per-dida. Pero de ahí a entregarse incondicionalmente es algo que no debemos ni po-demos hacer. Tenemos que encontrar una serie de temas de agenda común, acor-dando que hay temas en los cuales no nos vamos a entender.

• Avanzar en la agenda [con Gran Bretaña] sobre el tema Malvinas. Hay que en-contrar esquemas mutuamente avanzables para las partes.

• Atraer flujos de inversión. Argentina se presenta como una opción que puede atraer inversión en medio de un prólogo de crisis.

• [Impulsar] la gestión de un Estado inteligente para la gente, pero no necesaria-mente hacedor de todo” (La Nación, 18/02/2016).

De la misma manera, en una nota publicada por el diario Clarín, Fulvio Pompeo, secretario de asuntos estratégicos del gobierno, deja entrever la visión del mundo de la nueva gestión y cómo piensa desarrollar su política exterior.

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política exterior de su gobierno será poder capitalizar las oportunidades que ofrece el mundo para avanzar en el logro y la concreción de estas metas na-cionales. Promover la inserción internacional de Argentina sobre la base de estos ejes, a su vez, nos permitirá estar en estrecha sintonía con los objetivos y prioridades que marca la agenda del futuro (…) Debemos construir una es-trategia de vinculación con el mundo que parta de una definición clara del lugar que queremos ocupar en el concierto internacional, junto con una activa política de inserción económica que nos permita aprovechar las oportunida-des comerciales y de inversión que nos ofrece el actual contexto mundial. Para ello es necesario diversificar y equilibrar las vinculaciones externas. Esto supone construir agendas comunes y dinámicas con países con los que nos une una historia de valores y tradición compartida” (Clarín, 02/10/2015).

Por su parte, el académico argentino Luis Schenoni (2016: 2) realiza un análisis de la política exterior argentina post kirchnerismo. En uno de sus apartados propone analizar el perfil ideológico y las propuestas de Mauricio Macri para evaluar los posi-bles escenarios que se presentarían. Dentro de las propuestas en política exterior men-ciona:

• Revigorizar las relaciones con EE. UU. y Europa a costa de la relación con Rusia y China cultivados por Cristina Fernández Kirchner.

• Revisar el MERCOSUR, evaluando (junto con Brasil) alternativas que impliquen más libre comercio y mayor democracia en la región (un claro distanciamiento de Bolivia y Venezuela)

• Unificar el tipo de cambio argentino de manera de permitir mayor ren-tabilidad al sector agroexportador, atraer inversión extranjera, recuperar reservas y reconciliar a la Argentina con el mercado financiero interna-cional.

• Cicatrizar heridas con algunos vecinos con los cuales argentina man-tuvo disputas recientes (Uruguay y Paraguay) y mejorar la fría relación con los países de la Alianza del Pacífico2.

2 La Alianza del Pacífico es una iniciativa de integración regional conformada por Chile,

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Lineamientos generales sobre las relaciones con América Latina y los

Estados Unidos

A lo que a América Latina respecta, en su primer discurso ante la asamblea legis-lativa Macri manifestó lo siguiente:

“Aprovecho para darles un mensaje a nuestros hermanos de América y el mundo, tenemos una visión nueva de la política, somos hijos de este tiempo y tratamos de comprenderlo sin prejuicios ni rencores. Creemos en la unidad y la cooperación de América Latina y del mundo, en el fortale-cimiento de la democracia como única posibilidad de resolver los proble-mas en sociedades diversas. Es necesario superar el tiempo de la confron-tación. Por supuesto que sostendremos todos nuestros reclamos soberanos y nuestros valores, sin que eso impida un normal relacionamiento con to-dos los países del mundo” (Macri, 2015).

Paralelamente, en el primer discurso brindado por el presidente ante la Asamblea de las Naciones Unidas en el año 2016, se menciona que:

“Los argentinos estamos listos para entrar al siglo XXI y asumir nuestro rol en la sociedad internacional, pero ninguno de estos objetivos los vamos a conseguir solos. Tenemos que trabajar juntos, empezando por los vecinos; soy de una región que se piensa a sí misma como un vecindario común con desafíos compartidos y en los últimos años Latinoamérica hizo grandes es-fuerzos para reducir la pobreza, gracias a políticas sociales robustas y a las condiciones económicas internacionales muy favorables” (Macri, 2016).

Por su parte, Fulvio Pompeo planteaba que:

“Latinoamérica, en general, y el MERCOSUR, en particular, será el ámbito natural desde donde nos proyectaremos. Para ello es necesario avanzar en una agenda concreta que incluya a la integración física, la lucha contra el narcotráfico, la explotación y protección de nuestros recursos naturales, entre otros aspectos” (Clarín, 02/10/2015).

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Unión Europea y es que para ello debían disponer de todos los medios que se tenían al alcance.

“Hay un claro objetivo del presidente de empezar a trabajar arduamente en una alianza real con los países del pacifico y unir esas voluntades con las del Mer-cosur” afirmaba la canciller al Diario La Nación en mayo del 2016. Macri planea acercar la Argentina a los países del Pacífico para arrastrar luego al MERCOSUR en una estrategia conjunta de acuerdos comerciales (La Nación, 31/05/2016).

En definitiva, las relaciones con la región constituyen un eje central de la política exterior argentina de Mauricio Macri. Sin embargo, durante su mandato hubo una redefi-nición de las relaciones regionales. En materia de integración sudamericana, la “vuelta al mundo requería torcer el rumbo hacia un modelo más orientado a los mercados globales, como lo planteaba la Alianza del Pacífico” (Frenkel y Azzi, 2018: 188).

De esta manera, el gobierno de Macri ha “revaluado” el rol de la UNASUR y de la CELAC como ámbitos de dialogo político más que proyectos de integración efectiva. Para el proceso de integración, la intención es revitalizar un MERCOSUR renovado, más proclive al libre comercio interregional, comenzando por el acceso de argentina como observador a la Alianza del Pacifico” (Hekimian, 2016: 47).

Con respecto a la vinculación con Estados Unidos, esta sufrió un cambio importante respecto a la establecida durante la administración anterior. Como explican Mazzina y González Cambel (2018: 198) “una de las prioridades de Mauricio Macri reconstruir el vínculo con los Estados Unidos, ya que en los últimos años de la gestión cristinista su discurso se había vuelto más antiestadounidense”.

La recomposición del vínculo con Estados Unidos se debió, como mencionábamos anteriormente, al objetivo perseguido por el gobierno de Macri de “reinsertar” a la Ar-gentina en el mundo lo que se tradujo, esencialmente, en “recomponer” la relación bila-teral con Estados Unidos. “Al igual que en la década de 1990, el diagnostico partía de la idea de que lograr el beneplácito de la primera potencia facilitaría una mejor obtención de los dividendos de la globalización, atraería capitales internacionales y coadyuvaría a una inserción competitiva en las cadenas globales de valor” (Frenkel y Azzi, 2018: 190).

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traduce en encumbrar los vínculos con los Estados Unidos y países de la UE; aceitar las relaciones con los organismos multilaterales de crédito (FMI, Banco Mundial) y otros espacios multilaterales como la OMC y G20, la re-composición de los contactos con el sector financiero internacional y las em-presas multinacionales” (Busso, 2017: 3).

A pesar de que todo lo expuesto hasta el momento pareciera arribar a la conclusión de que lo que busca el nuevo gobierno argentino es establecer un alineamiento automático detrás de la potencia americana, “según los asesores de política exterior de Macri, la re-lación con Estados Unidos será pensada en términos de equilibrio y madurez, no de so-metimiento” (Pauselli, 2015).

En definitiva, lo que busca la nueva administración es “una política exterior no dogmática, flexible, que evite alineamientos o “relaciones especiales” como los adop-tados en la década de 1990 (…) que no han contribuido ni a incrementar el margen de maniobra externo de la Argentina ni al bienestar de la mayor parte de la sociedad” (Corigliano, 2016).

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Conclusiones parciales

A modo de conclusión de este apartado, por todo lo expuesto anteriormente, se puede señalar que la administración nacional ha partido de una percepción negativa del estado de la política exterior. Se ha apreciado a la Argentina aislada del mundo, esencial-mente de los centros de poder tradicionales, por lo cual los vínculos han tenido que ser recompuestos.

A su vez, el gobierno de Mauricio Macri ha interpretado que no se puede ir en contra de la globalización. Por lo tanto, debe inscribir a la Argentina dentro de ella, pues los beneficios económicos que se buscan residen allí dentro. De esta manera, se ha bus-cado lograr los objetivos planteados ante la Asamblea Nacional, los cuales son: reducir la pobreza, combatir el narcotráfico y unir a los argentinos, principalmente.

Para ello, con respecto a América Latina, el gobierno nacional se ha propuesto como objetivo acercar a la Argentina hacia la cuenca del Pacífico. Para ello, es necesario redefinir los roles de organismos multilaterales regionales como el MERCOSUR, la UNASUR y la CELAC. Así, la Argentina puede obtener los beneficios económicos bus-cados.

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Tercera parte: las relaciones con los Estados Unidos

A lo largo de este apartado analizaremos las relaciones entre la Argentina y los Estados Unidos durante la presidencia de Mauricio Macri. El objetivo es determinar si éstas se han caracterizado por ser pragmáticas -tal como lo planteamos en la hipótesis del presente trabajo de investigación- o no.

Asimismo, a modo de introducción haremos una breve caracterización de las re-laciones históricas entre Estados Unidos y América Latina para luego analizar la vincu-lación entre la potencia del norte y Argentina, esencialmente desde el fin de la Guerra Fría.

Seguidamente, abordaremos la situación actual de los Estados Unidos, explicando cuáles han sido las principales directrices de la política exterior durante el gobierno de Barack Obama y la actual administración de Donald Trump.

Para finalizar, analizaremos una serie de hechos de política exterior argentina que nos serán de gran utilidad para dilucidar como han sido las relaciones con la potencia del norte y verificar o no la hipótesis planteada.

Descripción de la relación entre Estados Unidos y América Latina

El análisis del relacionamiento entre los EE. UU. y Latinoamérica nos permitirá comprender de mejor manera el vínculo entre Argentina y Washington durante la presi-dencia de Mauricio Macri, y dilucidar si las relaciones establecidas fueron pragmáticas o no.

Históricamente, los EE. UU han jugado un rol preponderante en el diseño de la política exterior de los países latinoamericanos. Constantemente, la potencia del norte ha considerado a la región como su “patrio trasero”, es decir, como el espacio natural para ejercer su hegemonía, poder e influencia.

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Monroe3 de 1823 se considera el “anuncio de la hegemonía de Estados Unidos en el he-misferio occidental”, apuntó primero a limitar la presencia europea y, posteriormente, buscó asegurar la primacía estadounidense. La denominación de “patio trasero” ilustra esa estrategia de sujeción” (Cobarrubia, 2015: 97).

Debido a esto, Van Klaraven señala que es común que en todos los análisis de las políticas exteriores de la región se haga referencia al papel de los Estados Unidos y al rol económico y político que este posee sobre la región.

“Estados Unidos es, sin duda, un socio comercial para América Latina, un proveedor esencial de inversiones extranjeras, una fuente decisiva de financia-miento externo, un abastecedor de armas, un actor que nunca hay que descontar en la propia política interna de los países de la región y una referencia obligada en muchos temas de las propias políticas exteriores latinoamericanas” (Van Kla-raven, 1990: 85).

A pesar de ello, los gobiernos de la región no siempre han aceptado con beneplá-cito la influencia norteamericana y han intentado oponerse a las políticas y acciones de Washington. En este sentido, Van Klaraven (1990: 92)añade que es un tema preponde-rante el esfuerzo de varios países latinoamericanos para redefinir sus vínculos con la “gran potencia” y basarlos en “principios más simétricos y realistas”.

Durante la Guerra Fría, la influencia norteamericana en la región se incrementó considerablemente con el objetivo de eliminar cualquier vestigio relacionado con el co-munismo que pudiera desestabilizar a América Latina y, a su vez, vulnerar la seguridad nacional de la potencia del norte. “Desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970, la relación entre Estados Unidos y Latinoamérica estuvo determinada por la «pre-sunción hegemónica» de EE. UU.: es decir, la idea de que este país tenía el derecho de insistir en la solidaridad –por no decir la sumisión– política, ideológica, diplomática y económica de todo el hemisferio occidental” (Lowenthal, 2006).

En líneas generales, “la estrategia estadounidense durante ese periodo se basó en tres objetivos: un imperativo de seguridad que apuntaba a bloquear a las potencias extra

3 La Doctrina Monroe, sintetizada en la frase “América para los americanos”, fue elaborada por

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hemisféricas la posibilidad de establecer puntos de apoyo o influencia en América; obje-tivos ideológicos para contrarrestar el atractivo internacional de la Unión Soviética y el comunismo y fomentar, en cambio, el desarrollo capitalista; y, como rutina, la promoción de los intereses particulares de las corporaciones estadounidenses” (Lowenthal, 2006).

Sin embargo, Estados Unidos no pudo evitar el establecimiento de un régimen socialista-comunista en Cuba en 1959, a pocos kilómetros de su propio territorio. Como consecuencia, las intervenciones militares estadounidenses aumentaron, especialmente en Centroamérica y el Caribe, instalando gobierno “títeres” de los intereses norteamericanos. “Durante esos años, para asegurarse que partidos y líderes favorables controlaran los go-biernos de la región, Washington utilizó el poderío militar, la intervención clandestina de la CIA, el consejo y la tutela de sus agregados militares, la ayuda para el desarrollo y, a veces, las imposiciones de la Agencia para el Desarrollo Internacional (AID)” (Lowent-hal, 2006).

Con el fin de la Guerra Fría en la década de 1990, las relaciones entre Estados Unidos y América Latina se modificaron. El fin de la amenaza comunista condujo a que la preocupación norteamericana sobre su seguridad nacional en la región se volviera ob-soleta.

En esa década proliferaron acuerdos comerciales y económicos entre los diferen-tes gobiernos de la región y la potencia del norte. “Durante estos años, Washington desa-rrolló hacia la región una política de alcance hemisférico y favoreció las prácticas multi-laterales. En materia política y económica, esta política se ordenó en torno a la promoción y defensa de la democracia y los derechos humanos y la liberalización económica por medio de la creación de un área de libre comercio continental” (Russell, 2009: 214-215).

Con respecto a la agenda de seguridad de Estados Unidos en la región, “sus prin-cipales temas fueron la transparencia y la construcción de confianza, la cooperación en materia de defensa, la preservación de la democracia como base de la seguridad mutua, la integración de los militares a las sociedades democráticas, la ausencia de armas de destrucción masiva y la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado” (Russell, 2009: 215).

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durante esos años (protección extra hemisférica, unidad colectiva, revolución social y tercermundismo). Algunos países como el México de Salinas de Gortari y la Argentina de Menem se dispusieron sin vueltas a “unirse al norte” (Russell, 2009: 215).

La situación volvió a modificarse a principios del nuevo siglo, fundamentalmente tras el ataque terrorista del 11/9 a las Torres del World Trade Center en Nueva York. Como consecuencia del impulso por parte de EE. UU de la lucha contra el terrorismo internacional, las políticas unilaterales de Washington se hicieron más evidentes. Este hecho reavivó sentimientos antiestadounidenses que hacía tiempo no se percibían en la región.

Asimismo, “después del 11 de septiembre de 2001, entre los latinoamericanos predominó la sensación de haber desaparecido de la agenda estadounidense en materia de política exterior y de que la región había sido abandonada por la administración Bush” (Cobarrubia, 2015: 102). Y es que EE. UU se abocó a la tarea de combatir el terrorismo internacional en la zona donde se creía que el movimiento había surgido, es decir, en Medio Oriente, principalmente en países como Irak y Afganistán.

Por otro lado, la aplicación de medidas neoliberales en la década de 1990 por parte de los gobiernos latinoamericanos -cuyas consecuencias, entre otras, fueron el aumento de la pobreza y las desigualdades sociales- trajeron grandes descontentos. Así lo expone Míguez (2016: 86):

“La primera década del siglo se inició con una América Latina convulsio-nada y fuertemente afectada por las consecuencias de las políticas neoliberales: la disminución del PBI per cápita, el déficit comercial y la transferencia neta negativa de recursos financieros. La respuesta social se reflejó en un auge de heterogéneas luchas que cuestionaban las políticas de ajuste fiscal, de privatiza-ciones, de entrega de recursos naturales al capital extranjero y el regresivo im-pacto social de la aplicación del modelo económico”.

Esto allanó el camino para la llegada al poder de movimientos políticos con corte más “progresista” y un discurso con una fuerte retórica antinorteamericana.

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(Cobarrubia, 2015: 103). Este proyecto no prosperó debido a la oposición por parte de un grupo de gobiernos latinoamericanos en la Cumbre de Mar del Plata en el año 2005. De esta manera, América Latina imponía un freno a la iniciativa norteamericana de libre co-mercio en todo el continente.

Esto trajo aparejado una nueva forma de relacionamiento con la región por parte de EE. UU; lo que buscaba ahora la potencia del norte era firmar acuerdos económico-comerciales de manera bilateral con diferentes países o bloques regionales, y no lograr establecer un solo acuerdo para todo el continente.

Como analiza Mónica Hirst (2011: 37):

“A partir de entonces comenzó a observarse un variado patrón de vínculos bilaterales entre los países sudamericanos y Estados Unidos. Parecían surgir tres modelos: a) el alineamiento con tutela, como se daba en Colombia; b) la con-frontación con «villanización», como ocurría en Venezuela; y c) la afirmación con sentido de oportunidad, como se observó en el caso de Brasil. En los tres casos, es posible notar un modelo de relación construido mediante una agenda positiva, negativa o neutra y con un sentido funcional a los intereses regionales o internacionales de cada país”.

Por lo tanto, podemos concluir que EE. UU siempre ha sido un actor de suma importancia para la elaboración de las políticas exteriores latinoamericanas. Desde 1823, ha tenido una presencia gravitante en la región, aunque esta se ha manifestado de diversas maneras de acuerdo con cada momento histórico. Por ello, para analizar la política exte-rior de un país latinoamericano no podemos ignorar la vinculación histórica de la región y de cada país con la potencia del norte.

Racconto de la relación entre la Argentina y los Estados Unidos

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podremos entender la posición argentina actual y llegar a la verificación de la hipótesis planteada, que las relaciones argentinas-estadounidenses durante el periodo 2015-2018 han sido guiadas por el pragmatismo más que por la ideología.

Para alcanzar los objetivos planteados en el párrafo anterior, consideramos impor-tante mencionar el estudio que Heraldo Muñoz (1987: 303) realiza sobre la política exte-rior latinoamericana con respecto a los EE. UU. El autor destaca tres cuestiones de rele-vancia; en primer lugar, concluye que Estados Unidos es una variable fundamental para comprender las relaciones internacionales de América Latina. A su vez, que existe una discrepancia entre los autores respecto al grado de control o hegemonía que los Estados Unidos ejercen sobre la región. Finalmente, señala que también se advierten divergencias entre los enfoques teóricos sobre cómo interpretar esas relaciones.

Por otro lado, Mario Rapoport (2017a: 212) señala que:

“En el caso de las relaciones entre Argentina y los EE. UU., estas siem-pre fueron dificultosas. Una mirada de largo plazo ayuda a comsiem-prenderlas mejor: están determinadas desde hace más de 150 años por razones estructu-rales, más que por controversias coyuntuestructu-rales, ideológicas o políticas… El factor principal es la escasa complementariedad de las dos economías. El pro-teccionismo de Estados Unidos agravó en distintos momentos estas relacio-nes, así como los vínculos predominantemente europeos del gobierno argen-tino”.

Siguiendo esta línea, el historiador de política exterior latinoamericana Joseph Tulchin (1990: 9) escribe:

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establecer una base firme sobre las cual construir relaciones amistosas para el beneficio mutuo”.

Finalizada la Guerra Fría, las posiciones con respecto a los Estados Unidos han fluctuado entre dos posiciones antagónicas. Por un lado, se encuentran las llamadas “re-laciones Carnales”, propuestas bajo la presidencia de Carlos Menem y basadas en el Con-senso de Washington4 y el realismo periférico5.

Carlos Menem estableció excelentes vínculos personales con George Bush y Bill Clinton. El canciller Guido Di Tella denominó “Carnales” a las relaciones bilaterales. Argentina abandonó el movimiento de los NOAL, se clausuró el proyecto Cóndor II de construcción de misiles, se respaldaron todas las posiciones internacionales de Estados Unidos y se lo acompañó en sus empresas militares, enviando tropas al Golfo Pérsico y a la ex Yugoslavia.

A su vez, Roberto Miranda (2012: 90) señala, respecto a la política exterior de Menem con los Estados Unidos, lo siguiente:

“Para Menem, el tener una diplomacia de bajo perfil no implicaba debili-dad internacional, pues especulaba que poniendo los objetivos políticos del país en línea con los de la potencia dominante iba a poder contar con la protección benefactora de Estados Unidos, considerado en ese entonces líder de la alianza occidental, vencedor de la Guerra Fría e impulsor de un nuevo orden mundial. El alineamiento con Washington no fue definido como un objetivo de política exterior, coyuntural y limitado, sino como la orientación internacional que debía tener el Estado bajo la idea de que trascendiera al propio menemismo”.

4Se conoce como Consenso de Washington a un conjunto de diez recomendaciones de política

económica formuladas en 1989 por el economista inglés John Williamson, que tenían como ob-jetivo orientar a los países en desarrollo inmersos en la crisis económica para que lograsen salir de la misma. El Consenso de Washington estaba formado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), por el Banco Mundial y por el Tesoro de Estados Unidos, las tres instituciones con sede en Washington. Las recomendaciones pretendían conseguir aspectos como liberalizar el comercio exterior y el sistema financiero, reformar la intervención del Estado o atraer capital extranjero a los países.

5 Teoría desarrollada por Carlos Escudé en la década de 1980. Los principios del realismo

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Por otro lado, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández propusieron una relación más lejana con respecto a los Estados Unidos y una diversificación de las relaciones exteriores argentinas, priorizando la vinculación con otros actores como Rusia, China y, especialmente, América Latina.

Por lo tanto, se puede afirmar que las relaciones entre Argentina y los Estados Unidos nunca han sido homogéneas, sino que han sido ambivalentes, pendulando entre posiciones antagónicas, desde un acercamiento instantáneo a un alejamiento persistente. Así lo demuestra la vinculación que nuestro país ha tenido con Washington durante los últimos 30 años, pasando de unas “relaciones carnales” en la década de los 90 a un dis-tanciamiento durante el kirchnerismo.

Los Estados Unidos hoy

Para poder comprender las relaciones bilaterales entre la Argentina y los Estados Unidos es necesario abordar la coyuntura actual de este último. Fundamentalmente ana-lizaremos cuáles han sido las principales directrices de la política exterior durante el go-bierno de Barack Obama y cuáles los cambios o continuidades que Donald Trump ha propuesto, ya que a Mauricio Macri como presidente de la Nación le ha tocado convivir con ambos mandatarios.

Administración Barack Obama

Barack Obama llega al Salón Oval de la Casa Blanca en 2008 y se retira en el año 2015, tras finalizar su segundo mandato consecutivo. El contexto internacional que debió enfrentar la política exterior de Obama se caracterizó por un cambio profundo de la es-tructura del sistema mundial; a las consecuencias devenidas de los atentados del 11/S se sumó la incipiente multipolaridad del concierto de naciones y el surgimiento de actores no estatales.

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“En este sentido, la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS sig-nificaron no solo el fin de una era, también hicieron evolucionar rápidamente el sistema internacional respecto al advenimiento de un “nuevo orden mundial”, el cual conllevó amplios cambios. Una vez superada la bipolaridad, el mundo ha tendido cada vez más a la integración por medio del desarrollo de la democracia, las libertades políticas, el co-mercio mundial y, sobre todo, denotando la composición de un nuevo mundo multipolar, pero con Estados Unidos como la potencia principal de dicho orden” (Gutiérrez Pizarro, 2015: 4).

En este contexto, la política exterior de Obama se determinó por el “Smart Power” como estrategia principal dentro del nuevo orden internacional. El Smart Power es “la combinación de la estrategia de poder duro de coerción y del suave de persuasión y atrac-ción, en donde se propone una relación dialógica entre poder militar, el civil y la búsqueda de la paz” (Gutiérrez Pizarro, 2015: 6). Es decir que lo que persiguió Obama fue desmi-litarizar la política exterior norteamericana, combinando el “poder duro”, es decir, el po-der militar, con el “popo-der blando”, es decir, la diplomacia y la negociación.

“Se podrían utilizar otros medios para el desarrollo de la política exterior que se-guirán incluyendo el poder militar, pero también la diplomacia, la competitividad econó-mica, la comunicación estratégica y las capacidades de inteligencia (…) Hay una clara intención de desmilitarizar en lo posible la política exterior, pero no un abandono del uso de la fuerza militar en temas como el terrorismo” (García, 2012: 5).

A su vez, esto se condice con las nuevas características del orden mundial de mitad de la primera década del siglo XXI donde “se prioriza lo político, lo económico, no lo militar. Se plantea una perspectiva político-diplomática como elemento fundamental para propender la seguridad y estabilidad política en materia internacional” (Gutiérrez Pizarro, 2015: 18).

Referencias

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E Clamades andaua sienpre sobre el caua- 11o de madera, y en poco tienpo fue tan lexos, que el no sabia en donde estaña; pero el tomo muy gran esfuergo en si, y pensó yendo assi