• No se han encontrado resultados

Estudios de caso de menores de 12 años del municipio de Santa Clara con intento suicida

N/A
N/A
Protected

Academic year: 2023

Share "Estudios de caso de menores de 12 años del municipio de Santa Clara con intento suicida"

Copied!
111
0
0

Texto completo

(1)

Título: Estudios de caso de menores de 12 años del municipio de Santa Clara con intento suicida.

Autor: Amanda García Fernández

Tutores: MSc. Reinier Martín González Dra. C. Dunia M. Ferrer Lozano

Author: Amanda García Fernández

(2)

Title: Case studies of children under 12 years of age from the municipality of Santa Clara with a suicide attempt

Author: Amanda García Fernández

Thesis Director: MSc. Reinier Martín González Dra. C. Dunia M. Ferrer Lozano

(3)

Este documento es Propiedad Patrimonial de la Universidad Central “Marta Abreu”

de Las Villas, y se encuentra depositado en los fondos de la Biblioteca Universitaria

“Chiqui Gómez Lubian” subordinada a la Dirección de Información Científico Técnica de la mencionada casa de altos estudios.

Se autoriza su utilización bajo la licencia siguiente:

Atribución- No Comercial- Compartir Igual

Para cualquier información contacte con:

Dirección de Información Científico Técnica. Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Carretera a Camajuaní. Km 5½. Santa Clara. Villa Clara. Cuba. CP. 54 830 Teléfonos.: +53 01 42281503-1419

(4)

Exergo

“A menudo es preferible una falsa alegría a una tristeza cuya causa es verdadera”

Descartes

(5)

Dedicatoria

A mi mamá y mi papá por sus esfuerzos y sacrificios.

A mi chuchu bella (Sofía).

A mi familia por amor y apoyo incondicional.

(6)

A mi mamá (María) y mi papá (Alfredo) por su amor, todos sus esfuerzos y sacrificio a lo largo de mis años de vida.

A mi sobrina Sofía por traerme paz y luz en momentos oscuros de mi vida.

A mi familia por su amor y apoyo en todos los momentos de mi vida.

A mí mejor amiga y hermana Annara por creer y confiar en mí cuando yo no lo hacía.

A mi compañero, amigo y hermano por más de 5 años Lisbani por su apoyo, ayuda y aquellas terapias López-García con un café en mano.

A mi novio Roly por entenderme y aguantarme en estos duros meses de trabajo y estrés.

A mis ángeles de la gurda (Manolo, Regina, Isolina y Caridad) por protegerme y cuidar de todos en estos tiempos difíciles.

A Dunia y Reinier por confiar en mí para este proyecto.

A todos mis profesores a lo largo de mi vida por brindarme sus conocimientos, valores y principios, por formarme como profesional y mejor persona.

A todas las personas que me abrieron la puerta de su casa para realizar mi trabajo.

A la vida por ponerme delante una carrera tan bonita y humana.

A todos los que hubieran querido estar aquí y no pudieron.

(7)

El suicidio es un problema de salud a nivel mundial. Está compuesto por

multiplicidad de factores tanto sociales, psicopatológicos, emocionales, económicos y culturales. La conducta suicida no es exclusiva en jóvenes y adultos, sino que también se ve en niños menores de 12 años. Las cifras de intento suicida en la población infantil son alarmantes, sin embargo, son pocos los estudios que aborden esta problemática en el contexto cubano. Objetivo: describir la conducta suicida de niños santaclareños en edades de 6 a 12 años que han realizado un intento suicida y fueron atendidos en el Hospital Pediátrico José Luis Miranda en el año 2021. En el orden metodológico se realizó un estudio cualitativo, no experimental, transversal, con alcance descriptivo, de tipo estudio de casos. Se seleccionaron 2 participantes, de forma no probabilística y mediante muestreo de casos tipos. Se aplicaron como técnicas: revisión de historia clínica, entrevistas semiestructuradas, dibujo de tema sugerido “La vida y la muerte”, cfi-cs, hiscav, IDAREN, IDEREN, STAXI II, M-WCST, T.M.T., Stroop, FF-SIL y un Cuestionario sobre métodos educativos. El procesamiento de datos se realizó en el Atlas.ti versión 7.5. Los resultados arrojaron presencia de factores de riesgo biológicos (dificultades en desarrollo de funciones ejecutivas) y psicosociales (negligencia, fácil acceso a los métodos empleados, y dificultades en la formación de componentes de personalidad). Los intentos suicidas se realizaron con métodos de ingestión de tabletas y en circunstancias de baja gravedad.

Palabras claves: suicidio, intento suicida, niños, factores psicosociales.

(8)

Suicide is a global health problem. It is made up of a multiplicity of social,

psychopathological, emotional, economic and cultural factors. Suicidal behavior is not exclusive to youth and adults, but is also seen in children under 12 years of age. The figures for suicide attempts in the child population are alarming, however, there are few studies that address this problem in the Cuban context. Objective: to describe the

suicidal behavior of Santa Clara children between the ages of 6 and 12 who have made a suicide attempt and werw treated at the José Miranda Pediatric Hospital in 2021. In the mthodological orde a qualitative, non-experimental study was carried out, cross-

sectional, descriptive in scope, case study type. Two participants were selected, in a non-probabilistic way and by sampling of typical case. The following technique were applied: clinical history review, semi-structured interviews, suggested topic drawing

“Live and death”, cfi.cs, hiscav, IDAREN, IDEREN, STAXI II, M-WCST, TMT, Stroop, FF-SIL and Questionnaire on educational methods. Data processing was carried out in Atlas.ti version 7.5. The results showed the presence of biological risk factors (difficulties in the development of executive functions) and psychosocial (negligence, easy Access to the methods used, and difficulties in the formation of personality components). Suicidal attempts were made with made tablet ingestion methods and in low circumstances.

Keywords: suicide, suicide attempt, children, psychosocial factors.

(9)

Introducción ... 1

Capítulo 1 ... 7

Marco Teórico ... 7

1.1 Características y definiciones para comprender la conducta suicida ... 7

1.1.1 Descripción general de las teorías sobre conducta suicida ... 11

Teorías biológicas ... 11

Teorías sociales y culturales ... 12

Teorías psicológicas ... 13

1.1.2 Factores asociados a conducta suicida ... 17

1.2 Características de la conducta suicida infantil ... 20

1.2.1 Procesos psicosociales del desarrollo infantil asociados a conducta suicida ... 22

1.3 Evidencias investigativas sobre conducta suicida infantil en Cuba ... 26

Capítulo 2 ... 31

Metodológico ... 31

2.1 Enfoque de la investigación y tipo de estudio ... 31

2.2 Población y muestra ... 32

2.3 Definición de la categoría de estudio ... 33

2.4 Descripción de los instrumentos para la recogida de información ... 33

2.5 Procesamiento de la información ... 39

2.6 Consideraciones éticas ... 40

Capítulo 3 ... 41

Análisis de resultados ... 41

3.1 Particularidades de la conducta suicida según casos de estudio ... 41

3.2 Características de los factores sociales asociados a las conductas suicidas ... 43

3.3 Características de los factores biológicos y psicológicos asociados a las conductas suicidas ... 45

3.4 Relación de los factores biológicos, psicológicos y sociales con las características de los intentos suicidas realizados por cada caso ... 49

3.5 Generalidades entre los casos. Discusión de resultados ... 53

Conclusiones ... 56

Recomendaciones ... 57

Referencias ... 58

Anexos... i

(10)

Anexo C ... iv

Anexo D ... v

Anexo E ... vi

Anexo F ... vii

Anexo G ... viii

Anexo H ... ix

Anexo I ... x

Anexo J ... xi

Anexo K ... xiv

Anexo L ... xv

Anexo M ... xxi

Anexo N ... xxix

(11)

Introducción

El suicidio es un problema de salud a nivel mundial, es la tercera causa de muerte en personas entre 15 y 44 años de edad, siendo la segunda entre personas de 10 a 27 años.

En el 2015, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 800 000 personas se suicidaron y otro número más elevado trataron de quitarse la vida.

La muerte por suicidio es solo la punta del iceberg del problema que lo causa, porque está compuesto por multiplicidad de factores tanto sociales, psicopatológicos,

emocionales, económicos y culturales. Otra complejidad en el abordaje de este

problema de salud se debe a que una gran mayoría sobrevive a estos intentos de quitarse la vida de manera tan grave que necesitan de atención médica. En la mayoría de los casos estas personas no buscan ayuda debido al gran estigma que existe respecto al tema y en ocasiones a pesar de que la buscan no logran proporcionársela. Detrás de todos ellos están otras personas, como son la familia, amigos y la comunidad, la cuales se ven afectadas de igual forma desde lo emocional, social y económico (OMS, 2002, 2016).

A partir del 2014, la OMS declara que en el mundo son pocos los países que presentan datos verídicos sobre los intentos suicidas o las muertes por suicidio. Las razones son múltiples, ya sea por la dificultad en la recogida de información, por

cuestiones políticas o religiosas o el atraso en la obtención de datos en forma general. A pesar de esto, y con las cifras que se obtienen, se plantea como una tendencia que el intento suicida es de 2 a 3 veces más común en hombres que en mujeres en países en desarrollo y de 1 a 2 veces en países medios. Además, se reconoce que es más cada vez más frecuente en jóvenes que en personas mayores.

En 28 países existen estrategias y campañas de prevención de este problema de salud, pero a pesar de esto continúa existiendo una alta tasa de personas que mueren por suicidio y otra aún más elevada de personas con morbilidad de intentos suicidas. Entre los métodos más comunes se encuentran la ingestión de plaguicidas, el ahorcamiento y el uso de armas de fuegos, pero también recurren a otros métodos como son la ingestión de tabletas y las lesiones corporales (cortarse o mutilarse alguna parte del cuerpo) (OMS, 2014).

Las América no están exentas de este problema tan grave de salud siendo la tercera causa de muerte, aconteciendo de forma anual 65 000 muertes por suicidio y por cada una de estas muertes de 10 a 20 personas más tratan de quitarse la vida; en edades de 10

(12)

a 19 años constituye la cuarta causa y se reconoce, así como un problema de salud de alto riesgo. Específicamente, América del Sur y Central se ubican en los últimos lugares a nivel mundial, mientras que América de Norte y el Caribe se encuentran en puestos intermedios. En esta región la tasa de suicidio, de acuerdo al sexo, se comporta de igual forma que a nivel mundial, es mayor en hombres que en mujeres. Mientras que en los grupos etario se registran mayor cantidad de suicidios en edades comprendidas entre los 25 y 44 años, siguiéndole en tercer lugar los de 70 años o más. Los principales métodos empleados si se diferencian por regiones; en América Central y América del Sur como primordial aparece la asfixia, mientras en América del norte es el uso de las armas de fuego y en América Central el envenenamiento (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2016).

La conducta suicida no es exclusiva en jóvenes y adultos, sino que también se ve en niños menores de 14 años encontrándose entre las primeras 10 causas de muerte en estas edades (Fernández, 2020). La complejidad de estas conductas de riesgo en edades infantiles se debe a la formación del concepto de muerte que se estructura cerca de los 8 años, (Pantoja, Rodríguez, Urbano & Cabrera, 2018).

A muchos desconcierta que la conducta suicida ocurra a edades tan temprana de la vida, sobre todo por la falta de madurez o experiencia que en ocasiones se les atribuyen a los niños, y la creencia de que pasan la mayor parte del tiempo bajo la supervisión de personas adultas responsables. No obstante, debe tenerse en cuenta que ellos interactúan con una triada de contextos como la familia, la escuela y la sociedad donde convergen influencias que les brindan un sinnúmero de experiencias.

Muchos son las causas y los factores que se asocian a las conductas suicidas en población infanto-juvenil como son los trastornos mentales, los síntomas depresivos, las disfuncionalidades familiares, los problemas escolares y las vivencias traumáticas (Nel, 2016). También se reconoce que en los niños influyen las características personológicas en formación como son la baja tolerancia a la frustración, rasgos depresivos, la

impulsividad y las dificultades en la resolución de conflictos (Pfeffer, 2001).

Cuba a pesar de presentar un Programa Nacional de Prevención de la Conducta Suicida (PNPCS) desde 1988, y de poseer logros y resultados relevantes en la

prevención del mismo, también es un país donde se registran altos índices de conductas suicidas. Por ejemplo, en el 2005 se estimó que ocupa el séptimo lugar de las causas de muerte a nivel nacional con 12.2 por cada 100 000 habitantes, teniendo una tendencia al crecimiento con el aumento de la edad donde se ve con mayor frecuencia en personas

(13)

mayores de 60 años o más (Portal & Montano, 2008). Para el 2006 la tasa de suicidio se encuentra por debajo de 15 casos por 100 000 habitantes y de intentos suicidas con una tasa de 81 casos por cada 100 000 habitantes. La tasa de intentos suicidas en el 2007 se incrementa a 91,91 casos y en el 2008 a 96,94 por cada 100 000 habitantes (Cruz, Moreira, Orraca, Pérez, & Hernández, 2011). Ya para el 2016 el suicidio es la tercera causa de muerte en edades comprendidas de 10 a 19 años y la cuarta en edades de 15 a 59 años, observándose un aumento en las cifras (OMS/OPS, 2016).

Las estadísticas en Cuba, no varían de las ofrecidas por la OMS a nivel mundial. Por ejemplo, se confirma que el intento suicida es más común en mujeres de 15 a 24 años y en hombres de 35 a 70 años, ya después de los 70 años no se observan grandes

diferencias respecto al sexo. Con respecto a los métodos empleados y el sexo plantean que en las mujeres se utiliza con mayor frecuencia la ingestión de tabletas y la incisión en los antebrazos, denominados métodos más suaves; mientras que en los hombres emplean el ahorcamiento, quemaduras, precipitación ante vehículos y disparos con armas de fuego, como métodos más duros (Chacón, Galán, Guerra, Marín, & Núñez, 2013).

Algunos autores cubanos plantean que es un fenómeno que va en aumento no solo en la población adulta sino también en la infanto-juvenil, pero esta no se nota a simple vista como otros problemas de salud. Riverón, Velázquez, Borrero, & Fonseca (2016) consideran que existe un incremento de intentos suicidas en la población infantil durante las últimas décadas, y describen a la etapa de la preadolescencia como de alto riesgo.

Martín, Ferrer y Machado (2020) realizan una revisión sistemática, donde

demuestran que la producción científica cubana sobre el tema de la conducta suicida en población infantil es muy escasa. Por ejemplo, en los últimos 4 años (desde 1978 hasta 2018) se han publicado solo 16 artículos científicos que ofrecen datos sobre intentos suicidas en niños menores de 12 años. Entre los principales resultados de esta revisión, los autores demuestran que el método por excelencia en esta etapa es el de ingestión de tabletas y como factores desencadenantes está el maltrato infantil intrafamiliar; entre los principales factores de riesgos se encuentran los antecedentes de conductas suicidas tanto personal como familiar, la disfuncionalidad familiar y la presencia de alteraciones psicopatológicas en los propios menores.

A esta poca publicación científica sobre el tema se suma que los datos oficiales publicados por el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) en Cuba, a través de los

(14)

Anuarios Estadísticos de Salud, no ilustran la magnitud real que existe de la conducta suicida infantil porque solo reportan los casos de suicidio y no informan sobre la incidencia según otros tipos de conducta suicida como los intentos o las ideaciones.

Situación que contribuye a que exista una invisibilización del fenómeno para los profesionales dedicados a su atención y prevención.

Por ejemplo, los datos sobre niños menores de 10 años no quedan claros en los registros estadísticos por dos sesgos: primero, el rango de edad 10-14 años se repite de forma confusa en el grupo 5-14 años y 10-19 años; segundo, los suicidios infantiles se reportan dentro de la categoría «otras causas» de muerte, que se refiere a un grupo amplio que incluye también los accidentes y homicidios. Por tanto, estos sesgos

contribuyen a invisibilizar el fenómeno y, en consecuencia, que no se pueda atender con la urgencia que requiere (Ministerio de Salud Pública. Dirección de Registros Médicos y Estadística de Salud, 2016-2019).

No obstante, un análisis de los datos generales de suicidio por provincias confirma que Villa Clara se encuentra entre las de mayor incidencia en el país en los últimos 10 años. Por ejemplo, en el 2020 tuvo la tasa más alta de incidencia en el país con 19,4 por 100 000 habitantes. Una sumatoria de las tasas reportadas desde el 2016 hasta la fecha, por provincias, confirma que Villa Clara tiene la tasa más alta acumulada en esos cinco años con un total de 96 por 100 000 habitantes (Ministerio de Salud Pública. Dirección de Registros Médicos y Estadística de Salud, 2016-2021).

Investigaciones realizadas en la ciudad de Santa Clara por Martín, Martínez y Ferrer (2017) confirman las altas incidencias de la problemática en población infantil desde el 2013; específicamente en Policlínico Universitario “Marta Abreu”. Por ejemplo, reconocen que durante el 2015 se identificó un total de 56 escolares con riesgos de cometer actos suicidas debido al ambiente familiar donde se desenvuelven y un total de 9 pacientes menores de 12 años realizaron intento suicida. Los resultados de este estudio comprueban que los intentos realizados por los menores muestran relación directa con la disfuncionalidad familiar (más específico por incumplimiento de las funciones de crianza y socialización) con presencia de violencia intrafamiliar.

Según Fernández (2020), en revisión de los datos archivados en el Departamento de Estadística de la Dirección Provincial de Salud Pública en Villa Clara, del 2011 al 2017 se reportan más de 100 casos de intento suicida en menores de 14 años. Posteriormente, en el 2018, se percibe un pequeño descenso con un total de 95 casos. Cifras que siguen descendiendo en el 2019 con un total de 79 casos. Pero de forma general, se mantiene

(15)

constante el municipio de Santa Clara con el reporte de las mayores cifras de muerte por suicidio en población general y de incidencia de intentos suicidas en población infantil.

Según establece el PNPCS, el protocolo de atención a niños con conducta suicida y sus familias comienza por el ingreso de los menores en los servicios especializados de salud mental de un Hospital y su posterior seguimiento por la atención primaria de salud. Son protocolos que se cumplen en Santa Clara, aun cuando la problemática continúa ocurriendo con alta incidencia, según confirman Ferndández (2020) y González (2020).

Sin embargo, los datos estadísticos y las pocas referencias de investigaciones científicas sobre el tema, encontradas por la autora, confirman la necesidad de estudios que profundicen en la explicación de estas conductas. Estudios que faciliten a los especialistas encontrar nuevas miradas a las causas de los comportamientos suicidas en la infancia y, por tanto, diseñar nuevas alternativas de intervención y atención

psicoterapéutica con los menores y sus familias. Es a partir de estas consideraciones que se propone como problema de investigación: ¿Cómo describir la conducta suicida de niños santaclareños en edades de 6 a 12 años que han realizado un intento suicida y fueron atendidos en el Hospital Pediátrico José Luis Miranda en el año 2021?

Objetivo general: Describir la conducta suicida de niños santaclareños en edades de 6 a 12 años que han realizado un intento suicida y fueron atendidos en el Hospital Pediátrico José Luis Miranda en el año 2021.

Objetivos específicos:

1. Caracterizar los indicadores clínicos que describen los intentos suicidas realizados por los niños santaclareños menores de 12 años atendidos en el Hospital Pediátrico José Luis Miranda.

2. Describir los factores biológicos, psicológicos y sociales, desde la perspectiva de la personalidad en formación, asociados a los intentos suicidas realizados por los

menores santaclareños atendidos en dicho hospital.

3. Identificar relaciones entre los indicadores clínicos de los intentos suicidas realizados por estos niños y los factores biológicos, psicológicos y sociales asociados.

Esta investigación posee principalmente un aporte teórico, puesto que sus resultados ofrecen un enriquecimiento de las categorías teóricas relacionadas con la explicación de la conducta suicida en la edad infantil. Así como un aporte teórico-metodológico por la aplicación y validación de instrumentos de evaluación psicológica de la conducta suicida en niños, satisfaciendo esta necesidad en el contexto clínico nacional. Además,

(16)

los resultados teóricos tendrán un impacto práctico porque facilitarán el diseño de nuevos procedimientos de evaluación psicológica de niños con conducta suicida y de las alternativas de tratamiento e intervención con los menores y sus familias.

El informe se compone de tres capítulos. En el primer capítulo se brinda un

acercamiento al fenómeno del intento suicida tanto a nivel internacional como a nivel nacional. La problemática se trabaja principalmente desde la población infanto-juvenil donde se exponen las características, las teorías relacionadas con el suicidio, los factores de riesgos, los métodos empleados y sus consecuencias.

Con el segundo capítulo nos adentramos en los fundamentos metodológicos de la investigación, describiendo los procedimientos para la elección del enfoque cualitativo, el diseño del tipo de estudio, la selección de la muestra, las técnicas de recogida de información, la definición de las categorías empleadas, el procesamiento de la información, y las consideraciones éticas.

En el tercer capítulo se exponen los principales resultados obtenidos en el estudio, organizados en función de las categorías de estudio abordadas y los alcances propuestos en los objetivos específicos. Como acápites finales se presentan las conclusiones, las recomendaciones, las referencias bibliográficas y los anexos.

(17)

Capítulo 1 Marco Teórico

1.1 Características y definiciones para comprender la conducta suicida La palabra “suicidio” es de forma directa una referencia a la violencia y la

agresividad. La primera persona en utilizar el término fue sir Thomas Browne (1642), quien fue médico y filósofo, en su obra Religio medici (1642). Browne estableció la palabra apoyándose en los términos del latín sui (uno mismo) y caedere (matar). El término distingue entre los deseos que posee una persona de realizar un homicidio a sí mismo (OMS, 2002).

El Clasificatorio Internacional de Enfermedades 11na. revisión (CIE-11) posee una serie de códigos denominados: “lesiones autoinfligidas intencionalmente para causarse la muerte” que abarcan desde X60 hasta X84. Esta clasificación ofrece una definición de suicidio según el método empleado para causarse la muerte; por ejemplo,

envenenamiento, precipitación desde alturas, asfixia, etc. Reconoce además que, que existe la intencionalidad de morir mediante lesiones provocadas individualmente.

Pero al hablar de suicidio nos referimos a un fenómeno complejo donde coexisten diversos términos como son el suicidio consumado, el intento suicida, la ideación suicida, etc.

La Wecare-u. Healthcare Communication Group (2020) plantea que el suicidio es:

“la acción que uno mismo realiza con la intención de acabar con su vida y que conlleva a la muerte. Es un final abrupto a la vida y la forma más extrema en que la gente responde a una angustia insoportable” (p.74).

Específicamente, la ideación suicida “se refiere a pensamientos acerca de suicidarse, con diversos grados de intensidad y elaboración”, aunque también se puede definir como “al sentimiento de estar cansado de la vida, la creencia de que no vale la pena vivir y el deseo de no despertar del sueño”. Estos sentimientos y pensamientos se modifican según el grado y la intensidad con que se tengan y en muchas ocasiones no constituyen un criterio para decir que la persona puede cometer un intento suicida (OMS, 2002).

Por otro lado, tenemos la comunicación suicida que es “el acto interpersonal en el que se transmiten pensamientos, deseos o intencionalidad de acabar con la propia vida”

(p.75), siendo el intermedio entre la ideación de suicidio y el acto suicida en sí. Aquí se incluyen todas las comunicaciones verbales como no verbales que exprese el sujeto

(18)

respecto al suicidio o intento suicida, pero sin la existencia de lesiones. Dentro de esta coexisten 3 tipos (Wecare-u. Healthcare Communication Group, 2020):

• Amenaza suicida: acto interpersonal, verbal o no verbal, que podría predecir una posible conducta suicida en el futuro cercano.

• Conducta parasuicida: aquellas autoagresiones o automutilaciones que muchos pacientes llevan a cabo (por ejemplo, cortes en la piel) sin la finalidad de producir la muerte.

• Gesto suicida: conducta potencialmente lesiva autoinfligida para la que existe evidencia, implícita o explícita, de que la persona no tiene la intención de matarse. La persona desea utilizar la aparente intencionalidad de morir con alguna finalidad.

Mientras que el intento suicida se define como “la acción orientada a provocar la propia muerte que no logra su objetivo. Conducta potencialmente lesiva autoinfligida y sin resultado fatal, para la que existe evidencia, implícita o explícita, de intencionalidad de provocarse la muerte.” (p.75).

Como podemos apreciar algunos autores tratan de plantear un concepto de conducta suicida que abarque los otros fenómenos que lo componen, uno de estos es Roja (1984) (Citado en Echávarri, 2010, p.2) el cual plantea que: “Se entiende por suicidio aquella conducta o conjunto de conductas que, dirigidas por el propio sujeto, conducen a la muerte (suicidio consumado) o a una situación de gravedad mortal (suicidio frustrado), bien de forma activa o pasiva”.

Pero esta visión de Rojas a pesar de ser un gran aporte en su tiempo es un poco reduccionista. Por lo que, en el 2014 la OMS plantea que la conducta suicida es el espectro completo de comportamientos de suicidios que van desde ideaciones, pasa por amenazas y gestos y se concreta en intentos o suicidio.

Existen dos criterios o elementos esenciales para establecer la forma con la que se presenta la conducta suicida, uno es el criterio autoinflingido (la acción que realiza la persona) y el criterio de pronóstico (que tiene que ver con la finalidad de muerte que desea alcanzar, dígase la intencionalidad de morir).

Aguilar (2018) propone que para el estudio de la conducta suicida se hace necesario definir 3 categorías importantes para su adecuada comprensión, las cuales son: la letalidad del método empleado, la gravedad de la circunstancia y seriedad de la intención.

(19)

La letalidad del método se define como el modo o el procedimiento que se utiliza en la realización del acto suicida y su forma de conducir directa o indirectamente a la muerte. Este puede ser:

• Inocuo (usualmente no implica ningún peligro para la salud del sujeto).

• Riesgoso no letal (incluye métodos que sin ser capaces de producir la muerte pueden dar lugar a síntomas de intoxicación y alteraciones en el

funcionamiento del organismo).

• Riesgoso potencialmente letal (no necesariamente conduce a la muerte, pero son capaces de producirla en circunstancias agravantes como corte de la muñeca que interesan vasos sanguíneos y que requieren cirugía, ingestión de sustancias toxicas en cantidades limítrofes con la dosis letal).

• Letal (necesariamente conduce a la muerte si no media intervención terapéutica oportuna).

Por su parte, la gravedad de la circunstancia describe las situaciones y/o condiciones en que se realiza el intento suicida y su forma de conducir a la muerte; clasificándola en:

• Nula (el intento suicida ocurre en circunstancias en que de ningún modo pueden contribuir a la consumación del suicidio).

• Gravedad baja (el acto se realiza en circunstancias tales que solo excepcionalmente pueden llegar a la consumación del suicidio).

• Gravedad moderada (ocurre en circunstancias que usualmente contribuyen a la consumación del suicidio, aunque existe alguna posibilidad de evitarlo).

• Gravedad alta (las circunstancias favorecen siempre la consumación del suicidio).

Por último, a la seriedad de la intención expresa el grado de veracidad del deseo que conduce a cometer un intento suicida. Que incluye las características de la persona, el estado en que realiza el intento y cuan grave son las circunstancias. Puede ser:

• No serio (no existe intención alguna de suicidio, el individuo realiza el acto llevado por un impulso no premeditado y de poca intensidad o con la intención de obtener alguna ganancia).

• Poco serio (existe alguna intención de llevar a cabo el suicidio, motivado por un impulso no premeditado, pero de gran intensidad. Se busca más una ganancia que la muerte).

• Serio (existe verdadera intención de morir, pero se comprueban atenuantes).

(20)

• Muy serio (existe verdadera intención de morir, solamente por un hecho casual e inesperado no se llega a la consumación del mismo.

El método que emplean las personas para realizar el suicidio o intento suicida, en muchas ocasiones, está determinado por factores socioculturales del contexto donde se desarrolle, características de la personalidad, la disponibilidad que posee del mismo y en la situación en la que se encuentre; así como la intencionalidad del sujeto. Cabe destacar que el empleo de un método u otro no determina en su totalidad la seriedad de la

conducta suicida. Según Hernández y Villarreal (2015) los métodos que más se utilizan son los plaguicidas, el uso de las armas de fuego y la ingestión de medicamentos.

La OMS (2014) plantea que otro factor relacionado con los métodos empleados es la economía. En los países con mayores ingresos económicos el ahorcamiento y el uso de armas de fuego son los principales métodos empleados, mientras que en países con medianos y bajos ingresos son muy utilizados la intoxicación con plaguicidas y la ingestión de tabletas. El ambiente donde se vive, rural o urbano, incluye otro

determinante esencial a la hora de elección del método; en las zonas rurales en especial donde se emplea la agricultura como sustento fundamenta se emplea mucho la ingestión de plaguicidas y en las zonas urbanizadas donde existen la presencia de muchos

edificios se utiliza el arrojarse de los edificios más altos.

Algunas investigaciones realizadas sobre los métodos suicidas empleados por hombres y mujeres muestran resultados como el empleo de métodos más violentos e impulsivos en los hombres que en las mujeres, siendo los menos dispuestos a la búsqueda de ayuda, aunque las mujeres suelen realizarlo con mayor frecuencia no llegan a consumarse en su mayoría (Barroso, 2019). En las mujeres son más comunes la ingesta de medicamentos y el envenenamiento, mientras que en los hombres el uso de armas de fuego, el ahorcamiento o estrangulación (Blandón, Andrade, Quintero, García,

& Layne, 2015).

Echeburúa (2015) plantea que otra característica a tener en cuenta respecto a los métodos empleados son las edades de las personas. Los adolescentes suelen utilizar métodos como la ingestión de tabletas y cortes o lesiones superficiales, que más que los deseos de morir emiten una llamada de ayuda respecto a los problemas que presentan.

Por otro lado, las personas adultas suelen planificar el acto suicida lo que hace que sea más efectivos y rápidos, empleando métodos como la precipitación de edificios o vehículos, el ahorcamiento y el uso de armas de fuegos.

(21)

El primer elemento importante para abordar las conductas suicidas y lograr un adecuado tratamiento a las personas con este tipo de comportamiento es, precisamente, conocer sus definiciones y sus características como proceso. Sin embargo, el reto está en explicar su multicausalidad como conducta humana. Es en este elemento que se han centrado la mayor cantidad de investigaciones y teorías.

1.1.1 Descripción general de las teorías sobre conducta suicida

Son muchos los análisis teóricos y científicos que se han realizado sobre este problema de salud en el mundo en los últimos años. La mayoría de ellos proponen explicaciones sobre las causas y factores que conllevan a una conducta suicida. Sin embargo, han sido diversos en sus propuestas y por la multiplicidad de variables que incluyen en sus modelos.

A continuación, se describen brevemente aquellas teorías que a consideración de la autora han logrado mayor reconocimiento en las publicaciones científicas consultadas.

Teorías biológicas

En las Teoría Biológicas la causa de la conducta suicida se encuentra en el rol de la serotonina. Las alteraciones en el funcionamiento serotoninérgico en relación con la conducta suicida es uno de los hallazgos más comunes en la psiquiatría biológica.

Van Heeringer (2004) en uno de los intentos de integrar los hallazgos encontrados propone el modelo de predisposición o diátesis en el que los factores de riesgos, entendidos como una característica biológica o psicológica perseverante, provocan un aumento de la conducta suicida. Para dar una explicación al modelo se apoyan en el concepto de Deakin (1996) de “cerebro social” o circuito basolateral. Este cerebro está compuesto por las cortezas prefrontal y temporal, ejerciendo funciones de

retroalimentación, en unión con la amígdala y el hipocampo. El primer subsistema está compuesto por la corteza temporal en unión con el hipocampo (implicado en el proceso de información sensorial). Según la neurobiología la función de este subsistema esta intervenida por el sistema serotoninérgico, junto con el sistema naradrenérgico; su principal función es la adaptación y tolerancia al estrés. Por tanto, su alteración conlleva a la subordinación, la baja autoestima y las ideas depresivas. El segundo subsistema lo componen la corteza prefrontal (orbital) con la amígdala, la cual media la conducta de aproximación. La alteración de estas funciones pude llevar a la ansiedad social y la

(22)

desesperanza como causas de un intento suicida (Blandón, Andrade, Quintero, García &

Layne, 2015).

A partir de una serie de investigaciones realizadas por Van Heeringer (2004) y su grupo se proponen 2 clúster de características diferentes: la interacción social y la inhibición conductual. Entre los resultados obtenidos que poseen relación con la interacción social se tiene que la amenaza a la integración o estatus del individuo en el contexto donde se desenvuelve es un precipitante de la conducta suicida. Otro resultado plantea que los pacientes con conducta suicida poseen bajos niveles de dependencia del refuerzo, lo que se evidencia en el aislamiento o alejamiento social, presentando una mayor producción de cortisol (hormona del estrés), percibiéndose a sí mismo de manera negativa.

Respecto a la inhibición conductual se encontró una correlación entre el receptor prefrontal y los niveles de desesperanza y la evitación del daño, con una

temperamentalidad heredable, constituyendo un sesgo en la regulación de la ansiedad cunado se enfrentan a estímulos adversos. (Blandón, Andrade, Quintero, García &

Layne, 2015).

Teorías sociales y culturales

Con una visión sociológica de la conducta suicida tenemos la teoría de Durkheim (1987/1989) que plantea que el suicidio es un fenómeno que se da en sociedad y como tal tiene que entenderse en la propia sociedad. (Blandón, Andrade, Quintero, García, &

Layne, 2015).

Este autor plantea que la frecuencia de suicidio varía con la integración social. Lo que implica 2 dimensiones: las relaciones del individuo con la comunidad (sentido de comunidad) y la relación comunidad hacia el individuo (control que la comunidad ejerce sobre el individuo o control social). Sobre esta base plantea 4 condiciones que pudieran estar amenazando el balance o el equilibrio lo que contribuiría al aumento del suicidio: 1) Suicidio altruista: el individuo pierde la noción de la individualidad y asume que su muerte favorece al bienestar o intereses de su comunidad. 2) Suicidio fatalista: la comunidad anula a los individuos, exigiendo la muerte de ellos. 3) Suicidio egoísta: la individualidad busca beneficios o fines a expensas de la comunidad, lo que hace que el individuo se aleje de ella. 4) Suicidio anónimo: la comunidad tiene una inadecuada capacidad para crear y mantener normas y el poder para ejercer el control social es insuficiente (Rodríguez, González, García, & Montes, 1990).

(23)

Otra propuesta para explicar el suicidio es la de Mäkinen que plantea que es un fenómeno cultural. En sus estudios concluye que las leyes relacionadas con el suicidio, las actitudes culturales hacia él y la religión está entrelazadas a ideas que valoran sus conductas y actos. A su vez, encuentra patrones culturales relacionados con la estructura social, las actitudes correlacionadas con el significado cultural de suicidio y este con las propiedades estructurales de la sociedad. Por otro lado, las percepciones sociales sobre la vida y la muerte forman parte de este patrón cultural, el cual determina el sentido sociocultural del suicidio (Villalobos, 2009).

Agnew (1998), siguiendo la línea sicosocial de las actitudes, propone el modelo de aprobación del suicidio, en el que trata de explicar las razones para que las personas posean una actitud positiva al suicidio y tengan un mayor riesgo a cometerlo;

explicándolo a través de 3 elementos: 1) La teoría de la tensión-estrés, 2) la Teoría del aprendizaje social, y 3) la Teoría del control social (Villalobos, 2009).

Teorías psicológicas

El análisis realizado por Chopin, Kerkohof y Aresman (2004) (citado en Villalobos, 2009 p.38) permite identificar 4 grupos de teorías para tratar de explicar la conducta suicida desde enfoques psicológicos:

1- Teorías psicoanalíticas del intento suicida

No conciben al intento suicida y al suicidio como 2 fenómenos aislados, sino que toman al intento suicida como un acto fallido del suicidio, esta idea está relacionada con 2 momentos de la postura freudiana del intento de muerte. El primero es cuando

relaciona el suicidio con una condición melancólica, la persona se identifica con el objeto amado que se torna odiado y con el deseo de matar a ese objeto cometiendo el suicidio. Esto sucede ya que la melancolía transforma al Yo en un objeto y hace que se dirija a él toda la hostilidad que posee con este objeto, esto ocurre solo para los casos donde se consolide la melancolía. Postulando el suicidio como una especie de castigo que el individuo se autoimpone (Aranguren, 2009).

Luego Freud (1920) expone que el suicidio es motivado por tánatos (instintos de muerte), se da cuando ocurre un desbalance entre el tánatos y el eros (instintos de vida).

Considera que las personas son potencialmente suicidas producto de una fuerza interna (intrapsíquica) (citado en Aranguren, 2009).

(24)

Menninger, con una postura psicodinámica, plantea que en las personas existe una inclinación a la autodestrucción donde se observa una triada: el deseo de morir, el deseo de matar y el deseo de ser matado, y el acto es una manifestación externa de tánatos hacia el Yo. Y no solo de querer morir o matar su Yo sino también de agredir de alguna forma a las personas que lo rodean (Villalobos, 2009).

2- Teorías del intento suicida como forma de comunicación interpersonal

A mediados y finales del siglo XX se comienza a creer que el intento suicida es una forma de comunicarse, denominándolo como un grito de auxilio o ayuda. Estas teorías estuvieron centradas en la explicación de las motivaciones por el acto suicida.

Stengel concibe al intento suicida como un acto consciente o inconsciente de comunicarse enviado a los demás. Viéndolo como una señal de alarma, muestra de distress o búsqueda de ayuda, las que pueden estar motivadas por reacciones o cambios ambientales. La frecuencia depende de si el mensaje genera o no los cambios que buscaban. Mientras que Kreitman por su parte expuso que en los intentos suicidas predominan las funciones comunicativas y manipulativas, aunque también anota que la mayoría de estas personas poseen problemas de personalidad, dificultades sociales y problemas interpersonales graves y de mucha duración (citados en Villalobos, 2009).

3- Teorías del intento suicida como reacción al dolor psicológico

Schneidman habla del suicidio consumado, pero explica algunos elementos relevantes relacionados con el intento suicida. Formula que es una vía de escape al

“dolor psicológico insoportable” que posee la persona, el cual es producto de emociones negativas (culpa, miedo, vergüenza soledad, desesperanza, etc.). Formula su modelo a través de 3 componentes: la Hostilidad (percibida hacia sí mismo, y que se ve en aumento), La perturbación (es el grado que una persona se encuentre inquieta o

preocupada, el estado emocional negativo), y la constricción (características cognitivas de incapacidad para el razonamiento lógico de alternativas de solución a conflictos y predominio de pensamiento negativos) (Rocamora, 2013).

Luego postula las “10 comunalidades del suicidio”: 1) El propósito común es buscar la solución. 2) La meta principal es la cesación de la conciencia del contenido insufrible de la muerte. 3) El estímulo común es el dolor psicológico intolerable. 4) El estresor común son las necesidades psicológicas frustradas. 5) La emoción común es la indefensión-desesperanza. 6) El estado cognitivo común es la ambivalencia. 7) El

(25)

estado perceptivo común es la constricción. La persona percibe solamente una posibilidad ante los problemas. 8) La acción común es el escape. 9) El acto personal común es la comunicación del intento. 10) La consistencia común es con los patrones de afrontamiento de larga duración.

Williams y Pollock tomando como guía estas concepciones proponen el Modelo

“llanto de dolor”, donde conciben el suicidio como un intento de huir de la sensación de sentirse atrapado, donde las personas no ven otra alternativa de escape, ya sea de los problemas internos o externos. Los estresores son las causas por lo que las personas se sienten derrotadas en algún área de su vida, pero este sentimiento de derrota no es suficiente para cometer el acto pues tiene que estar combinado con la sensación de que no hay escape y la no existencia de rescate ya sea de forma real o imaginaria,

enfatizando su elemento reactivo. Este modelo reconoce una diferenciación entre el suicidio y el intento suicida por la presencia de las rutas de escape (citados en Villalobos, 2009).

4- Teorías cognitivas de la conducta suicida

Beck postula sus modelos del suicidio desde la perspectiva cognitiva. Reconoce que la intencionalidad suicida es un continuo, donde por un lado está la intención de morir y por otro la intención de seguir viviendo. Cuando el intento se realiza para continuar con la vida se busca la realización de cambios interpersonales o para la búsqueda de ayuda, pero cuando se realiza con intención de morir se busca escapar de la vida, liberarse; en algunas ocasiones esta intención es ambigua. La conducta suicida está estrechamente ligada con depresión y la desesperanza; y son consecuencia de distorsiones cognitivas como la visión negativa de sí mismo, del mundo y del futuro, a la cual denominó Triada Cognitiva. Según este modelo los suicidas son personas que magnifican sus problemas y creen que no tiene la habilidad para encontrarle una solución, son poco tolerables a la incertidumbre y piensan que la muerte es su única solución (citado en García, &

Bahamón, 2017).

Freeman y Reinecke abordan el suicido desde esquemas cognitivos que son producto de lo que ha vivido cada persona a lo largo de su vida, del autoconcepto que posee de sí mismo y del medio donde se relacione, permitiendo crear y entender todo lo que le rodea. Postulan que los primeros años de vida de las personas juegan un importante papel en la creación de estos esquemas, pues son la base para la construcción de toda la estructura cognitiva que va a poseer como individuo. Al ir a la formación del esquema

(26)

de las personas con conductas suicida podemos apreciar la pérdida y el abandono, los cuales pueden estar presentes durante muchos años y reaparecer al vivir situaciones similares. Aparecen las distorsiones cognitivas como problemas para la solución de conflictos, percepciones erróneas de la realidad y la rigidez cognitiva (citados en Rocamora, 2013).

El modelo cognitivo basado en la teoría de la inferenciación-desesperanza postulado por Abramson proponen la desesperanza como punto central de la conducta suicida.

Afirman que cuando una persona es negativista o carece de positivismo y no hace nada para cambiar surge la depresión-desesperanza. El componente cognitivo toma al suicidio como única solución o para sentirse con el control sobre la vida (citado en Villalobos, 2009).

Por otro lado, Seligman propone la teoría de la indefensión aprendida, donde el sujeto encuentra relación negativa entre los objetivos que persigue y las acciones que realiza para conseguirlos, provocando sentimientos de descontrol como la impotencia.

Esto trae consigo la desmotivación, dificultades en la búsqueda de soluciones y toma de decisiones, además de sentimientos como la depresión; reconocidos como patrón de indefensión ante los problemas (citado en Rocamora, 2013).

El análisis descriptivo de las principales teorías que han explicado la conducta suicida confirma que es un proceso psicológico multicausal y multiexpresivo, complejo en su abordaje por ser un proceso que se estudia después de haber ocurrido.

(García y Bahamón, 2017; Legido, 2012; Martínez, 2017; Morfín López y Ibarra López, 2015; Ortega González, 2018) refieren que las teorías son muchas veces

contradictoras en los enfoques que proponen y las variables que asumen; constituyendo un elemento que genera desorientación en los especialistas y mayor desconocimiento en la definición de procedimientos de prevención e intervención.

Es por ello importante el asumir un enfoque teórico que valore la determinación psicosocial de la conducta humana. Desde el enfoque histórico cultural de la psicología se puede realizar un análisis crítico e integracionista de estas teorías y construir una propuesta psicosocial que valore la relación interdependiente de las condiciones neurobiológicas de los sujetos con este tipo de comportamiento, la comprensión de los procesos psicológicos que se forman a partir de las vivencias suicidas, y los múltiples factores sociales que interactúan desde la situación social del desarrollo del sujeto con conducta suicida. Aunque la construcción de este enfoque psicosocial de la conducta suicida constituye un reto y una pertinencia en la actualidad, un primer acercamiento al

(27)

mismo es la identificación de todos los factores biológicos, psicológicos y sociales asociados a los comportamientos suicidas y explicar su relación.

1.1.2 Factores asociados a conducta suicida

Son muchas las cusas que llevan a las personas a cometer actos o conductas suicida.

La mayoría de las investigaciones dedicadas a la identificación de estos factores causales han asumido enfoques epidemiológicos, han clasificados los factores como de riesgo o protectores, y los han agrupado mayormente como los factores biológicos, psiquiátricos, sociales y ambientales, así como factores relacionados con la historia personal del individuo.

Lograr una descripción plena de las formas de asociación y relación de todos los factores estudiados en la literatura es complejo, por la diversidad de métodos y procedimiento asumidos para su estudio. Además de la amplia diversidad de posturas teóricas asumidas en dichas investigaciones. A partir de esta limitación, en el presente epígrafe se propone una identificación y agrupación de estos factores en biológicos, psicológicos y sociales; para facilitar su comprensión como determinantes de este comportamiento humano de riesgo.

Para el estudio de los factores biológicos y psicopatológicos asociados a conducta suicida, la mayoría de los estudios aplicados han asumido la autopsia psicológica como procedimiento metodológico. Estas investigaciones han demostrado que uno de los principales factores que se presentan es la depresión con un 65% del 90% de las

personas con patologías, sobre todo aquellas que no asimilan los tratamientos. Del 12%

al 15% poseen trastornos del estado de ánimo como es la bipolaridad con episodios depresivos, mientras que aquellos con trastornos psicóticos como la esquizofrenia tienen porcientos de 10 al 12 acrecentándose en el sexo masculinos, en episodios de crisis y en etapas avanzadas de la enfermedad (OMS, 2002).

Las adicciones al alcohol u otras drogas de igual manera aumentan el riesgo de intento suicida, puesto que llevan a la depresión, el aislamiento social, a poseer sentimientos negativos o ambiguos, así como pérdidas económicas y sociales

importantes. A pesar de no tener un porciento elevado en el número de víctimas, trae consigo un número elevado de síntomas como la ansiedad, la impulsividad,

sentimientos de desesperanza, culpa, soledad que repercuten en la persona (OMS, 2002).

(28)

Otras vertientes de estudios señalan rasgos genéticos de enfermedades psiquiátricas en primer grado de consanguinidad como un alto riego al suicidio debido a que en la mayoría de los casos estos trastornos son trasmitidos y por lo tanto los síntomas de los mismos (depresión, ansiedad) (Mayes, Calhoun, Baweja, & Mahr, 2015).

Las etapas evolutivas de la vida son tomadas como factores de riesgos, esto se

aprecia en la tercera edad donde se experimentan muchos cambios llevando a la persona a la discapacidad o a sentimientos como la soledad, desesperanza, el estancamiento y la depresión viendo como una opción el suicidio. Estadísticamente en muchos países del mundo existen altas tasas de suicidio en edades mayores a 60 años sin preferencia de sexo. De igual manera pasa con edades tempranas como en la adolescencia donde ocurren muchos cambios hormonales y biológicos además de sentimientos y dudas que en muchas ocasiones no son resueltos de la mejor manera (Hernández & Villarreal, 2015) (Bella, Fernández, & Willingtonc, 2010).

Padecer de alguna enfermedad sin cura o de alto riesgo para la vida (por ejemplo, cáncer o vih/sida), así como padecer de un dolor crónico también constituye un riesgo de suicido en un 25%. Esto en ocasiones ocurre debido al proceso que conlleva pasar por una serie de tratamientos y cambios en la vida de los sujetos y su familia. En la mayoría de los casos son noticias negativas que desestructuran o modifican las acciones y el modo de pensar y sentir de las personas, llevándola al aislamiento, la depresión, y a ideación suicida (Hernández & Villarreal, 2015).

Entre los factores psicológicos individuales que se han explorado están, como parte de la personalidad: la baja tolerancia a las frustraciones, la baja autoestima, rasgos depresivos y ansiosos, impulsividad, cambios bruscos del estado de ánimo,

irascibilidad, la introversión, problemas en las relaciones interpersonales, falta de asertividad, etc. (Chávez-Hernández, et at 2017) (Cabra, Infante, & Sossa, 2010).

Mientras que entre los factores cognitivos se ha identificado la rigidez cognitiva, creencias sobre el suicidio como una solución aceptable, una percepción de “no solución al problema” y alteraciones en las funciones ejecutivas relacionadas con la memoria de trabajo y la capacidad para solucionar problemas (Gómez, 2012).

En la vida de una persona ocurren acontecimientos o crisis que lo llevan a la desesperación y no ven la solución a los problemas entre los que más se aprecian en personas con intento suicidas son: la pérdida de un ser querido, una relación rota o perturbada, problemas jurídicos, problemas laborales, antecedentes de maltrato físico o

(29)

abuso sexual en la niñez, la orientación sexual, problemas en las relaciones

interpersonales (OMS, 2002) (Rosselló & Berríos, 2004) (Cañón Buitrago, 2011).

La OMS (2014) propone una serie de factores de riesgos sociales que aumentan vulnerabilidad a una conducta suicida. Por una parte, habla del poco acceso que se tiene los Sistemas de Salud y a una atención acorde a los problemas que presentan las

personas, a la falta de recursos en la Salud Pública y a los malos tratos que se les brinda a las personas de bajos recursos. Por otro lado, habla de los tabúes que existen en torno al tema por ser tan delicado y doloroso para las familias y amistades; además de la accesibilidad de los métodos para acometer los actos.

Pero solo no son estos los factores macrosociales de alto riesgos para las conductas suicidas, sino que en otras investigaciones han surgido otros como los desastres

naturales, las guerras, la emigración y los conflictos bélicos; y otros más comunes como los conflictos sociales, discriminación en todas sus caras, la violencia, la falta de apoyo y el aislamiento social (Gómez, 2012).

Dentro del contexto familiar se reconocen: los antecedentes familiares de suicidios, el mal funcionamiento familiar, la falta de comunicación, los métodos educativos incoherentes, rígidos o inexistentes, el abandono de uno o varios miembros de la familia, la violencia intrafamiliar, la falta de redes de apoyo (Hernández & Villarreal, 2015).

Por último, pero no menos importante, se aprecian factores socioeconómicos y demográficos como el bajo nivel cultural, la pobreza, la falta de recursos, la marginalidad, la comunidad donde viven, etc.

Las conductas o intentos suicidas no solo causan daños a la propia persona, sino que trae consigo el sufrimiento de los familiares y allegados causándole en ocasiones severos traumas. Suelen ser tan devastadoras que provocan sentimientos de tristeza o rabia, de culpabilidad, abandono, traición, fracaso, prolongando en muchos casos el proceso de duelo. A nivel de social, de igual manera, causan daños por las pérdidas económicas y sociales que traen consigo debido al uso de los servicios de salud pública tanto en la parte médica como psicológica, y el impacto emocional a nivel social (Piqueras, 2018).

Es importente aclarar como cierre teórico de este apartado que la conducta suicida es un proceso multicausal, multiexpresivo, complejo en su análisis después de ocurrido.

Para alcanzar una comprensión explicativa del mismo, es importante lograr una interpretación cualitativa de las vivencias suicidas del sujeto, comprendiendo la

(30)

interrelación entre todos los factores biológicos, psicológicos y sociales asociados al evento suicida; como situación social del desarrollo, donde la configuración de la personalidad dinamiza la regulación de la conducta suicida. Un elemento mucho más complejo de analizar cuando la conducta suicida se realiza en las primetas etapas del desarrollo humano, cuando la personalidad está en formación y el medio familiar y siociocomunitario juega un rol importante como determinante de la conducta y el desarrollo infantil.

1.2 Características de la conducta suicida infantil

La conducta suicida ocurre en población infantil de la misma forma que ocurre en población adulta, con estadística representativa de más suicidios consumados en varones que en niñas, mientras el aumento de intentos se da en las niñas. En esta edad aumenta la complejidad por los procesos psicológicos que se encuentran formación y algunos que surgen en esa etapa del desarrollo.

Según Nel (2016), el suicidio comprende la segunda causa de muerte en la población infanto-juvenil en edades comprendidas de 10 a 24 años de edad. En Latinoamérica se observan tasas inferiores a las de Europa y Norteamérica; sin embargo, no deja de ser un fenómeno preocupante puesto que existen países donde aún existen tasas de 1,73

suicidios infantiles por 100 000 habitantes como es el caso de Colombia.

Estudios epidemiológicos y reportes estadísticos confirman que los intentos suicidas y suicidios tienen menor frecuencia ante de los 12 años, que durante la adolescencia. Sin embargo, hay evidencias que confirman que, para la ocurrencia de actos suicidas

después de los 13 años, es porque desde edades más tempranas ya existe ideación de muerte o el antecedente de haber realizado algún gesto, amenaza o intento (Castellano, Carrillo, Cuervo, & Molinet, 2007)

Varios estudios relacionados con el suicidio en infantes han permitido identificar resultados que ayudan a una mejor comprensión del fenómeno. Por ejemplo, que la decisión tomada por el menor no es en muchas ocasiones una solución a un problema, no ocurre de forma aislada, sino que se da en contextos específicos como son: el contexto escolar y la familia (Blandón, Andrade, Quintero, García, & Layne, 2015).

Rodríguez (2018) confirmó que en los niños de 1 a 5 años las principales causas de conductas suicidas están relacionadas con la falta de apoyo emocional en la familia, con pautas de crianza negativa como falta de afecto, castigos físicos, control autoritario, no establecen límites ni hay normas claras, y separación de los padres o ausencia de

(31)

alguno. Mientras que en edades comprendidas entre los 6 a 13 años la ideación suicida se relaciona con problemas escolares y mal manejo de las expectativas de los padres respecto al rendimiento académico, además de negligencia en el cuidado y protección de los hijos.

Por su parte, Sánchez & Robles (2014) confirman la gravedad de las conductas suicidas en edades infantiles antes de la adolescencia, especialmente en niños menores de 12 años. En investigaciones realizadas demostraron que el 27% de las niñas y el 18,4% de los niños mantiene ideas suicidas después de tres años de seguimiento. Otro resultado de interés es que el sexo femenino es más propenso a cometen conductas suicidas que el masculino, y estos a su vez tienen 5 veces más posibilidades de causarse daños físicos graves o de muerte que ellas (Esto sucede puesto que los niños emplean métodos más letales como el ahorcamiento y las niñas menos letales como la ingestión de tabletas).

Estudios realizados por Garavito (2011) demuestran que entre las principales causas de conductas suicidas infanto-juveniles se evidencia la disfuncionalidad familiar; puesto que el clima donde conviven y se desarrollan desde los primeros años de vida resulta primordial para la salud mental y física de estos. Las características más comunes de estos hogares son: la separación de los padres, la incoherencia o el empleo de

inadecuados métodos educativos, la falta de comunicación entre los miembros, el maltrato físico y psicológico, la inexistencia o falta de claridad de reglas y límites, etc.

Todo esto trae consigo la reducción de opciones en la búsqueda de soluciones de problemas y disminución de redes de apoyo para el enfrentamiento de eventos vitales que se pudieran estar dando en la vida de estos niños

La OMS (2007) en investigaciones realizadas demuestra la relación que existe entre el suicidio infantil y la historia de abusos sexuales y/o físicos, la separación o divorcio de los padres, la pobreza o bajo niveles económicos, problemas de drogadicción de los padres, historia penitenciaria paternal y la crianza en hogares de acogido o instituciones.

Algunos estudios de autopsia psicológica muestran que el 90% de los suicidios en infanto-juveniles ocurre en aquellos menores que presentan síntomas o signos de trastorno psicológico específico, sobre todo en los que presentan depresión. Otros menos comunes son las drogadicciones o cuando son víctimas de abusos desde muy tempranas edades (Cabra, 2010).

Otros como los Trastornos de ansiedad también se han demostrado su relación con los intentos suicidas en niños; ya que con frecuencia aparecen sentimientos de culpa,

(32)

desesperación, se tiende a ocultar sucesos por vergüenza, aparecen conductas violentas y deseos de venganza en algunos casos, búsqueda de la aceptación social, la repetición de conductas y episodios de olvido (Vallejo & Ferrer, 2000).

El rendimiento escolar se ha demostrado que es un componente por el cual se valora al menor, tanto en la familia como en el círculo de amigos en que se relaciona; por lo que, el fracaso escolar está vinculado también con conductas suicidas. Este fracaso puede originar sentimientos de culpabilidad y surgen autovaloraciones negativas de las capacidades, llegando a dañar la autoestima. Con otras consecuencias para el menor como: se limitará a sí mismo en la búsqueda de intereses, aspiraciones y metas, dificultará las relaciones sociales llegando a la inhibición de su conducta perdiendo su espontaneidad (Blandón, Andrade, Quintero, García, & Layne, 2015).

En los centros educativos también ocurren procesos sociales adversos y negativos para algunos estudiantes que los llevan a conductas suicidas. Tal es el caso de observar otras conductas suicidas en los compañeros, experiencias de rechazo entre los

coetáneos, y vivencias de violencia escolar como el bullying. Estas son situaciones escolares que genera sentimientos de ira, miedo, vergüenza, pena, desamparo y hasta incapacidad; en la mayoría de los casos de violencia las víctimas no son capaces de denunciar los abusos a los cuales son sometidos y no ven soluciones a sus problemas, asumiendo la conducta suicida como una vía de escape y solución (Blandón, Andrade, Quintero, García, & Layne, 2015).

Pero el reto en la comprensión explicativa de las conductas suicidas infantiles, está en el análisis de los procesos de personalidad en formación durante esta etapa de la vida humana. A continuación, se propone un breve acercamiento teórico a estos elementos, principalmente desde la descripción de los procesos psicosociales determinantes del desarrollo de la personalidad infantil.

1.2.1 Procesos psicosociales del desarrollo infantil asociados a conducta suicida Algunas de las causas de la conducta suicida en edades entre 6 y 12 años encuentran explicación en las características de la personalidad en formación de los menores, y el surgimiento de nuevas concepciones y formaciones psicológicas propias de este tiempo.

El primero de los cambios neuropsicológicos importantes en esta etapa es el aumento de la velocidad, el almacenamiento y el procesamiento de la información. Esto es posible por la maduración neurológica que se produce con cambios en el córtex frontal y en el aumento del nivel atencional. Lo que hace posible que los niños en estas edades

(33)

se den cuenta de forma más rápida y real de lo que les rodea y de sus propios cambios.

Este cambio facilita que los menores sean más conscientes de sus capacidades y de los demás, les permite buscar mayor número de soluciones y las adecuadas a determinados problemas que se les presenten, evaluar su puesta en práctica y corregirla en el camino.

Suelen dar explicaciones más racionales, generalizables, con coherencia y más objetivas, por lo que se puede decir que son más razonables y justificadas además de tener mayor nivel de argumentación (Martí, 2014).

Los conocimientos que poseen se desarrollan de forma más amplia y organizados en diferentes dominios específicos (legua, matemáticas, ciencias, etc.), lo cual está

relacionado con la transferencia de informaciones generales y con el proceso de escolarización. La ampliación del vocabulario y de conceptos se ven en la vida diaria del niño, ejemplo de ellos es el aprendizaje del concepto de muerte. Hasta los 5 o 6 años aproximadamente consideran la muerte como una separación temporal, provisional y reversible; para los 7 y 8 años la reconocen como una posibilidad personal e inmediata.

Luego, entre los 9 y 11 años aparece el concepto de muerte como irreversible y capaz de afectar, primero a personas próximas y luego a sí mismo. Esta evolución está

estrechamente relacionada con la influencia sociocultural, que incidirá de manera directa en cada una de las actividades que ejecuten y en las respuestas que den a los estímulos sociales recibidos, en este caso particular por las experiencias familiares y personales de ideación suicida y el intento de suicidio (Garavito, 2011).

Con los avances cognitivos comienza la formación y desarrollo del autoconcepto del niño, el cual ya realiza comparaciones de sí mismo y de los que lo rodean; este se hace más estable, coherente y racional. También se desarrolla la autoestima, donde se evalúan a sí mismo dándose cuenta de sus capacidades y la de los demás; aquí juega un papel decisivo la familia con los modelos educativos que emplean, los límites, las normas, los niveles de exigencias, la comunicación, y en especial con la expresión de afecto. De igual manera la escuela influye ya sea para su afianzamiento o modificación de la autoestima, las relaciones sociales que establecen, en especial con profesores y coetáneos ayudándolos en la toma de conciencia, así como los logros alcanzados con el rendimiento académico (Campo, 2014). Es por ello tan importante, valorar las

alteraciones y frustraciones que ocurren en la formación de estos procesos, como determinantes de conductas suicidas.

En la etapa de 6 a 12 años comienza la ambivalencia en las emociones que es un proceso de evaluación, regulación y modificación emocional de manera más consciente.

(34)

Para llegar a su modificación, los menores se percatan que no solo deben cambiar la apariencia externa de las mismas, sino que deben emplear estrategias para regularlas y aplicar otras nuevas que se van a desarrollar a lo largo de la etapa. Faas (2018) refiere que en ocasiones los niños no son capaces de darle una salida adecuada a esta

ambivalencia emocional que le provocan ciertas situaciones, y bajo emociones negativas como la ira, soledad o culpa asumen estrategias de solución a conflictos de forma impulsiva. Esta es una característica encontrada en muchos de los intentos suicidas infantiles investigados por Pfeffer, (1997, 2001), Kõlves (2010), Vásquez- Rojasa y Quijano-Serrano (2013).

Otros de los avances que se alcanza en esta etapa es la persistencia del género, lo que involucra la toma de consciencia acerca del género y la identidad en relación con las diferencias anatomofisiológicos existentes entre el hombre y la mujer. Algo parecido ocurre con los roles y estereotipos de género los cuales son más maleables y tolerables, lo que elimina inflexibilidad y provoca actitudes menos rígidas con relación a lo que pueden hacer y cómo comportarse. (Palacios, Marchesi, & Coll, 2014). En ocasiones la identificación con un género u otro o el empleo de determinados roles de género son fuentes de conflictos dentro de la familia o en determinados contextos donde se relacionan, provocando conductas de introversión y el silencio de preferencias

homosexuales desde muy tempranas edades, así como vivencias de bullyign. Elementos identificados en algunos estudios, como un factor de riesgo para conductas suicidas desde los 10 años aproximadamente y en especial durante la pubertad (Palacios &

Hidalgo, 2014).

En estas edades existen progresos en la comprensión de las relaciones interpersonales y los sistemas sociales. Para la comprensión de las relaciones interpersonales en esta etapa del desarrollo se hace necesario verla dividida en 2 ámbitos: las relaciones horizontales o de amistad y las relaciones verticales o de autoridad. Las relaciones de amistad a su vez se dan en 2 momentos, el primero de 5 a 8 años en el cual está determinada por el concepto de amistad definido desde la ayuda y el apoyo del otro, siendo unidireccional; y la segunda a los 8 años donde comienza la reciprocidad y bidireccionalidad. En esta segunda etapa son elementos fundamentales la

compatibilidad psicológica, la confianza, el afecto y la consideración de cada parte hacia el otro. Mientras que las relaciones de autoridad también se dan en 2 momentos, el primero de 6 a 9 años la cual es ideada como resultado del que posea mayor poder físico y social, incorporando el intercambio y reciprocidad que se da en la amistad, y el

Referencias

Documento similar

Ciaurriz quien, durante su primer arlo de estancia en Loyola 40 , catalogó sus fondos siguiendo la división previa a la que nos hemos referido; y si esta labor fue de

En junio de 1980, el Departamento de Literatura Española de la Universi- dad de Sevilla, tras consultar con diversos estudiosos del poeta, decidió propo- ner al Claustro de la

Entre nosotros anda un escritor de cosas de filología, paisano de Costa, que no deja de tener ingenio y garbo; pero cuyas obras tienen de todo menos de ciencia, y aun

[r]

SVP, EXECUTIVE CREATIVE DIRECTOR JACK MORTON

Social Media, Email Marketing, Workflows, Smart CTA’s, Video Marketing. Blog, Social Media, SEO, SEM, Mobile Marketing,

Por lo tanto, en base a su perfil de eficacia y seguridad, ofatumumab debe considerarse una alternativa de tratamiento para pacientes con EMRR o EMSP con enfermedad activa

The part I assessment is coordinated involving all MSCs and led by the RMS who prepares a draft assessment report, sends the request for information (RFI) with considerations,