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VISITA DEL SANTO PADRE A SANTIAGO Y BARCELONA. BENEDICTO XVI PEREGRINO DE LA FE Testigo de Cristo Resucitado

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VISITA DEL SANTO PADRE A SANTIAGO Y BARCELONA

Con gozo e ilusión nuestra Fraternidad “Nuestra Señora de la Palabra” se une a vosotros queridos hermanos de la Fraternidad “Mare de Dèu de la Guía” en este momento de gracia por la visita del Santo Padre a la amada ciudad de Barcelona, después de haber pasado como peregrino de la fe por Santiago de Compostela.

Queremos prepararnos con vosotros y unirnos en oración y escucha del Santo Padre sea en Santiago de Compostela en este Año Compostelano, como en la Sagrada Familia, Catedral de los gentiles.

BENEDICTO XVI PEREGRINO DE LA FE Testigo de Cristo Resucitado

Se acercan ya las fechas en las que el Papa Benedicto XVI volverá a visitar España. En la mañana del 6 de noviembre llegará a Santiago de Compostela, para salir ese mismo día por la tarde hacia Barcelona, desde donde regresará a Roma al atardecer del día 7. Será una visita, con motivos bien precisos, a dos Iglesias diocesanas, cuyos obispos ya se han dirigido a sus fieles explicándoles la importancia de este acontecimiento providencial y exhortándolos a acoger al Sucesor de Pedro, de modo que su presencia y su palabra puedan dar frutos abundantes de vida cristiana.

Es la primera vez que un Papa en la historia de los Años Santos Compostelanos ha querido venir expresamente para hacerse peregrino con los numerosos peregrinos que están llegando para participar en las gracias

jubilares. Sin duda es un acontecimiento de gracia y una oportunidad histórica en el peregrinar de nuestra Archidiócesis para manifestar personalmente nuestra comunión con el Sucesor de Pedro y nuestra adhesión a él.

La peregrinación del Papa es un gesto que hemos de agradecerle vivamente acompañándole con nuestra oración y con nuestra presencia. Esto nos exige ser fieles a nuestro compromiso cristiano, asumiendo nuestra responsabilidad evangelizadora y dando testimonio de nuestra fe con una integridad de vida en la que tiene que brillar el amor a Dios y a los demás.

Santiago

Oración al Apóstol Santiago

Santo Apóstol Santiago, amigo y testigo del Señor, a quien el Maestro distinguió con su predilección,

invitándote a presenciar junto a Pedro y Juan los grandes acontecimientos de su vida,

y encontrando en ti

disponibilidad para "beber tu cáliz", pedimos tu patrocinio para el Papa Benedicto XVI,

sucesor de Pedro,y

"sencillo y humilde trabajador en la Viña del Señor"

que peregrina a venerar tu Tumba en este Año Santo Compostelano.

Te encomendamos el fruto esperitual y pastoral de su peregrinación, rogando que su presencia entre nosotros

anime nuestra fe, aliente nuestra esperanza

y motive nuestra caridad

para que vivamos como peregrinos de la fey testigos de Cristo resucitado. Amén.

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CON EL PAPA EN LA SAGRADA FAMILIA

Empezamos con el Papa un nuevo curso

"El Santo Padre dejará el Vaticano para venir a visitarnos. Nosotros tenemos que acogerlo saliendo de nuestra casa, dejando nuestros pueblos y nuestras ciudades de Cataluña, participando personalmente en la dedicación del templo de la Sagrada Familia y saludando por las calles y las plazas por donde pasará desde su llegada hasta que deje Barcelona”. Esta es la petición que hace el cardenal arzobispo de Barcelona, Dr. Lluís Martínez Sistach, en la exhortación pastoral titulada Empezamos con el Papa un nuevo curso.

La Diócesis de Barcelona ha preparado siete maravillosas catequesis para avivar la fe y acoger con alegría e ilusión al Santo Padre.

Las tres primeras catequesis, son de Benedicto XVI; se centran en la persona de S. Pedro, como Pescador y como Apóstol. Queremos leer juntos y reflexionar sobre la tercera catequesis

1. PEDRO, LA ROCA SOBRE LA QUE CRISTOFUNDÓ SU IGLESIA

Reanudamos las catequesis semanales que comenzamos esta primavera. En la última, hace quince días, hablé de Pedro como del primero de los Apóstoles. Hoy queremos volver una vez más sobre esta grande e importante figura de la Iglesia. El evangelista san Juan, al relatar el primer encuentro de Jesús con Simón, hermano de Andrés, atestigua un hecho singular: Jesús, “fijando su mirada en él, le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que quiere decir

‘Piedra’” (Jn 1,42).

Jesús no solía cambiar el nombre a sus discípulos. Si se exceptúa el sobrenombre de

“hijos del trueno”, que dirigió en una circunstancia precisa a los hijos de Zebedeo (cf. Mc 3,17) y que ya no volvió a usar, nunca atribuyó un nuevo nombre a uno de sus discípulos. En cambio, sí lo hizo con Simón, llamándolo “Cefas”, nombre que luego fue traducido en griego por Petros, en latín Petrus.

Y fue traducido precisamente porque no era sólo un nombre; era un “mandato” que Petrus recibía así del Señor. El nuevo nombre, Petrus, se repetirá muchas veces en los evangelios y acabará sustituyendo a su nombre originario, Simón.

1. La misión de Pedro

El dato cobra especial relieve si se tiene en cuenta que, en el Antiguo Testamento, el cambio del nombre por lo general implicaba la encomienda de una misión (cf. Gn 17,5;

32,28ss, etc.). De hecho, la voluntad de Cristo de atribuir a Pedro una importancia particular dentro del Colegio apostólico se manifiesta a través de numerosos indicios: en Cafarnaúm, el Maestro se hospeda en la casa de Pedro (cf. Mc 1,29); cuando la muchedumbre se agolpaba a su alrededor a la orilla del lago de Genesaret, entre las dos barcas allí amarradas Jesús escoge la de Simón (cf. Lc 5,3); cuando en circunstancias particulares Jesús se llevaba sólo a tres

discípulos, a Pedro siempre se le nombra como primero del grupo: así sucede en la resurrección de la hija de Jairo (cf. Mc 5,37;

Lc 8,51), en la Transfiguración (cf. Mc 9,2; Mt 17,1; Lc 9,28) y, por último, durante la agonía en el huerto de Getsemaní (cf. Mc 14,33; Mt 26,37).

Además, a Pedro se dirigen los recaudadores del impuesto para el templo y el Maestro paga sólo por sí y por Pedro (cf. Mt 17,24-27);

Pedro es el primero a quien lava los pies en la última Cena (cf. Jn 13,6) y ora sólo por él para que no desfallezca en la fe y pueda confirmar luego en ella a los demás discípulos (cf. Lc 22,30-31).

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2. San Pedro, fundamento de la Iglesia Por lo demás, Pedro mismo es consciente de su situación peculiar: es él quien a menudo toma la palabra en nombre de los demás; habla para pedir la explicación de una parábola (cf. Mt 15,15) o el sentido exacto de un precepto (cf.

Mt 18,21) o la promesa formal de una recompensa (Mt 19,27). En particular, es él quien resuelve algunas situaciones embarazosas interviniendo en nombre de todos. Por ejemplo, cuando Jesús, entristecido por la incomprensión de la multitud después del discurso sobre el “pan de vida”, pregunta:

“¿También vosotros queréis iros?”, Pedro da una respuesta perentoria: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna”

(Jn 6,67-69). Igualmente decidida es la profesión de fe que, también en nombre de los Doce, hace en Cesarea de Filipo. A Jesús, que le pregunta “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”, Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 15-16). Acto seguido, Jesús pronuncia la declaración

solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (...). A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 18-19).

Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia;

tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: “primado de jurisdicción”.

3. Pedro, testigo de la resurrección

Esta posición de preeminencia que Jesús quiso conferir a Pedro se constata también después de la resurrección: Jesús encarga a las mujeres que lleven el anuncio a Pedro, distinguiéndolo entre los demás Apóstoles (cf. Mc 16, 7); la Magdalena acude corriendo a él y a Juan para informar que la piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro (cf. Jn 20, 2) y Juan le cede el paso cuando los dos llegan ante la tumba vacía (cf. Jn 20, 4-6); después, entre los Apóstoles, Pedro es el primer testigo de la aparición del Resucitado (cf. Lc 24,34; 1 Co 15,5). Este papel, subrayado con decisión (cf.

Jn 20,3-10), marca la continuidad entre su preeminencia en el grupo de los Apóstoles y la preeminencia que seguirá teniendo en la comunidad nacida con los acontecimientos pascuales, como atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 1,15-26; 2,14-

40; 3,12-26; 4,8-12; 5,1-11. 29; 8,14-17; 10;

etc.). Su comportamiento es considerado tan decisivo que es objeto de observaciones y también de críticas (cf. Hch 11,1-18; Ga 2,11- 14). En el así llamado Concilio de Jerusalén, Pedro desempeña una función directiva (cf.

Hch 15 y Ga 2,1-10) y, precisamente por el hecho de ser el testigo de la fe auténtica, Pablo mismo reconoce en él su papel de

“primero” (cf. 1Co 15,5; Ga 1,18; 2,7s; etc.).

Además, el hecho de que varios de los textos clave referidos a Pedro puedan enmarcarse en el contexto de la última Cena, en la que Cristo le confiere el ministerio de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22,31s), muestra cómo el ministerio confiado a Pedro es uno de los elementos constitutivos de la Iglesia que nace del memorial pascual celebrado en la Eucaristía.

4. Pedro, custodio de la comunión con Cristo El hecho de insertar el primado de Pedro en el contexto de la última Cena, en el momento de la institución de la Eucaristía, Pascua del Señor, indica también el sentido último de este primado: Pedro, para todos los tiempos, debe ser el custodio de la comunión con Cristo; debe guiar a la comunión con Cristo; debe cuidar de que la red no se rompa, a fin de que así perdure la comunión universal. Sólo juntos podemos estar con Cristo, que es el Señor de

todos. La responsabilidad de Pedro consiste en garantizar así la comunión con Cristo con la caridad de Cristo, guiando a la realización de esta caridad en la vida diaria. Oremos para que el primado de Pedro, encomendado a pobres personas humanas, sea siempre ejercido en este sentido originario que quiso el Señor, y para que lo reconozcan cada vez más en su verdadero significado los hermanos que todavía no están en comunión con nosotros.

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2. EL LAICO COMPROMETIDO CON SU MUNDO Y EL ARTISTA COMO COMUNICADOR DE LA BELLEZA DE DIOS

Si vamos más allá de las informaciones habituales sobre Gaudí, que resaltan tanto su genialidad como su carácter un tanto pintoresco, descubrimos a otro Gaudí bastante desconocido. Lo cierto es que la trascendencia de su obra nos ha llevado a preguntarnos por los resortes íntimos de su persona y, como ocurre frecuentemente, al enfrentarnos a los motivos profundos de su vida descubrimos que la in terpretación de sus realizaciones cobra otra perspectiva mucho más significativa. Más allá de los detalles y de las novedades técnicas hay una rica experiencia que se despliega en su misión de artista que quiere mostrar en su obra la huella del Creador.

GAUDÍ

EL LAICO COMPROMETIDO CON SU MUNDO

Gaudí es un modelo sugerente para el creyente actual. El estudio y el contraste con los testigos que más íntimamente le trataron, tanto humana como espiritualmente, es esclarecedor. Todos son concordes en señalar la admiración que suscitaba más allá de su trabajo. La asistencia masiva a su funeral y los muchos testimonios de valoración entre los sectores más diversos, indican hasta qué punto se había convertido para sus conciudadanos en un referente de integridad y de convicción. Y esto resulta más sorprendente cuando sabemos que fue recogido como un mendigo, tras ser atropellado, y moría como un pobre en el hospital de los pobres. Como un creyente sencillo y coherente que desplegó una misión que aún continúa. Desde esta perspectiva merece la pena rastrear en algunos rasgos de su vida laical de la que podemos afirmar que llegó a “contribuir desde dentro, igual que la levadura, a la santificación del mundo” (Lumen gentium, n. 31).

El arquitecto de Dios

“Para hacer bien las cosas, es necesario: primero, el amor a ellas; segundo, la técnica”

Este es el rasgo de su personalidad que más le identificaba, en la medida en que comprendió su profesión como una misión. A esta

conciencia fue llegando progresivamente, y a ello estuvo especialmente ligado el proyecto de la Sagrada Familia.

El sentido de Iglesia que tenía Gaudí

“La Iglesia no para de construir y por eso su cabeza es el Pontífice –que quiere decir que hace puentes–;

los templos son puentes para llevar a la Gloria”

Gaudí, durante toda su vida, estuvo rodeado de creyentes que marcaron y acompañaron su camino. Primero sus padres de religiosidad sencilla, más adelante su maestro y mentor Joan Martorell, después mantuvo relación de amistad con intelectuales creyentes como el sacerdote-poeta Jacint Verdaguer o escritor Joan Maragall, o los obispos Grau de Astorga y Campins de Mallorca, pero sobre todo su amigo e inspirador Torras i Bages, obispo de Vic. Además, distintos sacerdotes fueron guías, consejeros y colaboradores como el futuro santo el P. Enric de Ossó, los oratorianos P. Lluís Maria de Valls y P.

Agustí Mas, el jesuita P. Casanovas o el sacerdote diocesano responsable de la Sagrada Familia mosén Gil Parés. Esta trama de relaciones hace de Gaudí un hombre vinculado cordialmente a la Iglesia de su época. Lo que no quita que tuvo que afrontar algunas dificultades, como cuando el obispo Morgades le exigió tempranamente los planos globales del edificio o cuando el obispo Laguarda tuvo la “sensata” ocurrencia de ir terminando el templo partiendo de la fachada del Nacimiento y así tener ya una parroquia, al menos.

“Cada uno debe hacer servir el don que Dios le ha dado”

Este vínculo existencial de Gaudí con la Iglesia tenía raíces espirituales. Se sentía miembro de la Iglesia por gracia, por

convicción de fe, pero además por su sentido de la misión evangelizadora. Aquel arquitecto, que terminó con vertido en constructor de un

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templo, siente la urgencia de llevar el Evangelio y la presencia de Dios a través de su obra al pueblo y a todas las gentes. Deseaba que sus obras invitaran a la fe, acercaran a Dios y sirvieran a los creyentes para confirmar y expresar su condición. Así su mayor satisfacción era organizar y participar en las celebraciones de las que era asistente y en ocasiones promotor. Hemos de señalar también la formación cristiana de Gaudí, que se centraba especialmente en la liturgia, y desde ella se extendía en la compresión

simbólica del arte cristiano y la música, especialmente el gregoriano. La síntesis teológica, fruto de su experiencia orante y celebrativa así como de sus diálogos y contrastes, tiene una coherencia y extensión muy notable como queda claro en la complejidad, armonía y riqueza de elementos de su obra. Era un laico, pero con una sólida formación que se forjó de forma bastante autodidacta, siempre ligada a su experiencia como constructor.

La atención a los pobres

“Los pobres venían a pedir: ¿Dónde podrán acogerse mejor que al amparo del templo, que es la caridad cristina?”

Cuando el pintor Joaquim Mir pinta un cuadro sobre la Sagrada Familia en el que destacan en primer plano un grupo de personas pidiendo, entre los que se encuentran algunos discapacitados y una madre sobre la que duermen dos pequeños, no se imaginaba que su pintura iba a añadir un adjetivo al templo. Así, Torras iBages tuvo la ocurrencia de titular el cuadro “La catedral de los pobres”.

Esta denominación agradaba a Antoni Gaudí, ya que veía en ella la posibilidad de significar el objetivo de atención a los pobres que también significaba la construcción de la

iglesia. Cuando coloca en el pórtico de la Gloria las obras de misericordia hace algo más que introducir un adorno al decorado. Trata de resaltar una opción por la solidaridad que se hacía patente en su propia vida. Así, visitaba frecuentemente enfermos, y no únicamente entre sus amigos, sino también en muchas ocasiones acompañaba a obreros del templo enfermos y otras personas sin temer el contagio. Realizaba habitualmente aportaciones solidarias a personas en dificultades desde sus propios ingresos, frecuentemente sacrificados también en las obras del propio templo.

Es una obra que está en las manos de Dios y en la voluntad del pueblo. El arquitecto viviendo en el pueblo y dirigiéndose a Dios, va haciendo su trabajo. La Providencia, según sus designios, es la que lleva la obra a término”

3 LA SAGRADA FAMILIA.

La Sagrada Familia no sólo forma parte del perfil urbano de Barcelona, sino que en mano de Gaudí se convierte en una obra emblemática que atrae diariamente a miles de personas de todos los pueblos del mundo. El templo expiatorio es casa, altar y testimonio para muchos que vienen o vendrán a él.

Como dice Benedicto XVI, “cuando la fe, especialmente celebrada en la liturgia, se encuentra con el arte, se crea una sintonía profunda porque ambas pueden y quieren hablar de Dios, haciendo visible al Invisible”. El templo de la Sagrada Familia, en la estela de las antiguas catedrales románicas y góticas, es un templo elocuente de esta síntesis

La Iglesia como casa y familia de Dios

“La Iglesia se sirve de todas las artes, tanto del espacio (arquitectura, escultura, pintura, orfebrería,…) como del tiempo (poesía, cantos, música,…). La liturgia nos da lecciones de la más depurada estética”

En medio de las divisiones y los encuentros, los retos y las amenazas de nuestro mundo, la

Iglesia se ofrece como casa para la familia de Dios convocada por su amor para toda la

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humanidad. El templo es la casa donde la Iglesia celebra la liturgia. Así la arquitectura y todas las artes se ponen al servicio de la celebración. El interior del templo se orientará principalmente a ella.

La nave central estará constituida como un bosque plantado frente al trono de Dios. Las columnas, representando las diócesis del mundo, recordarán la arboleda del Apocalipsis y la visión del profeta: “Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio” (Ez 47,12).

El altar mayor, donde se consuma la presencia de Cristo, será visible ante todo el Pueblo de Dios y allí convergerá espontáneamente la atención de la asamblea de fieles. Por ello, Gaudí cuando explicaba la Sagrada Familia a los visitantes les contaba imaginativamente cómo se celebraría el culto a Dios en ella. Las ceremonias solemnes convocarían a toda la Iglesia diocesana que vendría desde los distintos lugares de oración y celebración a este gran espacio donde, con el obispo en la cátedra, los sacerdotes rodeándole, el pueblo

reunido celebraría la liturgia entre el cielo y la tierra.

La luz, generosa e intensa, encima del altar proviene de los grandes ventanales del cimborrio, iluminando el gran crucero, desde el que se contemplaría como visión principal la Santísima Trinidad. A la vez desde los ventanales del ábside, del crucero y las naves, se ofrece una luz armoniosa y moderada hacia el bosque de columnas. Desde allí las vidrieras muestran sus colores y sus representaciones a la asamblea reunida. Mientras, la schola cantorum ubicada en las gradas escalonadas en lo alto, desde los triforios, canta la alabanza que es armonizada por los órganos y alegrada por el sonido de las doce torres con sus campanas. Así, la voz de la liturgia se hará oír desde toda Barcelona, con los variados sones del carillón gigante que forman los distintos tipos de campanas tubulares, con tubería de órgano o normales. La Iglesia convertida en fiesta celebra, como en la Jerusalén celeste, la unidad de la familia de hermanos en torno a su Dios. Desde ella se ofrece como signo y sacramento de unidad a la ciudad de todos los pueblos.

4. LA FAMILIA DE NAZARET COMO REFERENCIA ESPIRITUAL

“Hacer del mundo una familia, de cada familia un Nazaret” (Sant Josep Manyanet)

En el origen del proyecto del templo de la Sagrada Familia hemos de señalar la intuición de san Josep Manyanet que, con su testimonio, sus fundaciones y sus escritos, proponía volver a Nazaret.

Este apostolado intentaba abordar la situación social y espiritual devolviendo a la familia su dignidad según el modelo de la familia de Nazaret.

La familia como iglesia doméstica y como impulso de compromiso social

“La familia y la Iglesia, en concreto las parroquias y las demás formas de comunidad eclesial, están llamadas a la más íntima colaboración en esa tarea fundamental que está constituida, inseparablemente, por la formación de la persona y la transmisión de la fe” (Benedicto XVI) La familia cristiana se vive en un dinamismo

de comunión que le abre a ser iglesia más allá del territorio de sus relaciones de proximidad.

Al saberse fundados en un amor que les trasciende, como la casa de los primeros cristianos, la familia acoge y sale de sí para participar de la comunidad cristiana, de la parroquia. Si el núcleo familiar se aísla, corre el peligro de no garantizar la transmisión de la fe y no ofrecer a sus miembros la fuente, que en la Palabra y la Eucaristía, sostiene su unidad. Las familias cristianas necesitan comunidades acogedoras que puedan

acompañarlas en las peculiaridades de cada situación. Pero a la vez, las parroquias necesitan familias que creen una trama de comunión que pueda ser ámbito de crecimiento para las generaciones que vienen detrás. Esta sintonía mutua exige la disponibilidad de todos y esfuerzos renovados y creativos para atender las necesidades cambiantes y las dificultades siempre nuevas, especialmente para los más jóvenes. La vida familiar lejos de encerrar, potencia el crecimiento de la conciencia social de los miembros, que comprenden que los problemas

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sociales les afectan y que las situaciones y personas más desfavorecidas suponen una invitación a dar lo que han recibido. Un hogar acogedor y comunicativo, capaz de relaciones sanas en crecimiento, es el mejor formador del

compromiso social. La caridad cristiana como desbordamiento en el amor de Dios siempre encuentra caminos de generosidad desde las peculiaridades de cada uno de los miembros de la familia.

“La comunidad social, para vivir en paz, está llamada a inspirarse también en los valores sobre los que se rige la comunidad familiar” (Benedicto XVI)

Una sociedad que no cuida la protección de la familia acabará por encontrarse con graves problemas de cohesión social. Sus ciudadanos, sin la experiencia de las relaciones de crecimiento en el amor, se verán desmotivados para el compromiso ético y para la construcción social. Por eso, la mejor apuesta de una sociedad, más que las estructuras, son las personas; y el desarrollo de estas pasa por la instancia familiar. Cuando han pasado casi 130 años del inicio de las obras del templo

expiatorio, sigue teniendo actualidad la intuición que movió a aquellos creyentes: “

¿Qué hacer para devolver a la familia su dignidad, la paz y la tranquilidad? No hay más que aficionarla a imitar el perfectísimo modelo de la Sagrada Familia, y de seguro se reformará, y reformada ella, quedará saneada la sociedad”. Hoy tenemos, cada vez más terminado, un símbolo elocuente que nos recuerda este empeño.

Volver a Nazaret

“Todos necesitamos volver a Nazaret para contemplar siempre de nuevo el silencio y el amor de la Sagrada Familia, modelo de toda vida familiar cristiana” (Benedicto XVI)

En aquel tiempo convulso, la Sagrada Familia de Nazaret se presentaba como modelo de unas nuevas relaciones que tiene en el amor de Dios su fundamento. El hecho de que ya en la cripta tengamos el relieve del escultor Josep Llimona como retablo del altar central y los siete altares absidales dedicados a la Sagrada Familia de Jesús resalta hasta que punto en la base del templo contamos con esta inspiración. Como decía José Manyanet, el apóstol de la Sagrada Familia: “Figurémonos estar en la Casa de Nazaret en compañía de Jesús, María y José, oyendo sus palabras y observando sus acciones, y que con paternal cariño dicen a cada uno de nosotros: “Si quieres agradarnos, no dejes de copiar en ti lo que nosotros decimos y hacemos”. El sentido de volver a Nazaret nos lo explican estas palabras de Benedicto XVI: “La Sagrada Familia de Nazaret es verdaderamente el

“prototipo” de cada familia cristiana que, unida en el Sacramento del matrimonio y alimentada de la Palabra y de la Eucaristía, está llamada a llevar a cabo la estupenda vocación y misión de ser célula viva no sólo de la sociedad, sino de la Iglesia, signo e instrumento de unidad para todo el género humano”. Gaudí comprende que el templo y

su proceso de edificación están al servicio de este empeño que supone un programa de vida y de construcción social basado en el amor familiar, concreto e histórico de Jesús, María y José. O dicho en palabras del padre Manyanet: “Por medio de la contemplación del misterio de Nazaret, Jesús desea instruirnos y consolidarnos en la verdadera virtud y perfecto amor de Dios, ya que para eso vino al mundo y se ha dignado formar parte de esta Familia, la cual debe ser el modelo de todas las demás”.

Así pues, el templo será, en definitiva, un monumento al Amor. Su carácter expiatorio mostrará el sentido de la gratuidad que se manifiesta en una fidelidad sin límites. El sí de María a la voluntad de Dios y la tutela fiel de José permitirán que el Niño, engendrado y de la misma naturaleza del amor del Padre, crezca en esta historia rodeado de un amor sano, fuerte y libre forjado en las decisiones de disponibilidad y entrega.

Nazaret se presenta así como un hogar y una escuela para aprender el amor esponsal, la maternidad y la paternidad y el sentido profundo de ser hijos y ser hermanos. La casa de Nazaret se nos muestra como el primer templo y la primera iglesia.

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LEGARIA PARA PREPARAR LA VISITA APOSTÓLICA DEL

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ADRE A

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ARCELONA EL PRÓXIMO DÍA

7

DE NOVIEMBRE DE

2010

Dios y Padre nuestro, dirige tu bondadosa mirada sobre la Iglesia de Barcelona:

bendícela con el rocío de tu gracia

para que se prepare espiritualmente para acoger la visita apostólica del Papa Benedicto XVI.

Esto nos mueve a rezar por él con afecto filial.

Permanece siempre con él, Señor.

Así como María, la Madre de tu Hijo.

Guarda siempre su vida y su salud.

Concédele la firmeza que diste al apóstol Pedro para que confirme en todos nosotros la fe que nos salva.

Con nuestro Santo Padre, concédenos saborear la novedad constante del Evangelio.

Con él, amar a la santa Madre Iglesia, hogar de comunión, misericordia y perdón.

Como él, también nosotros reconozcamos la voz de Cristo por encima de cualquier otra voz,

ya que sólo tu Hijo tiene palabras de vida eterna.

Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

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