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(1)

P R E

SE N T A

e

ION

~Nos tenemos la firme confianza de que durante este año jubilar Nuestra Señora qu~rrá responder aun con generosidad a las esperanzas de SUB hijos; pero N os

te-nemos, sobre todo, la convicci6n de que nos avremia para que recojamos las lecciones espirituales de las apariciones y para que nos encaminemos por la vía que tan clara-mente nos ha trazado» (S. S. Pío XII en la Encíclica Le pelerinage de Lourdes).

Lourdes es uno de los fenómenos espirituales más puros y finos d@

los últimos siglos. Con todas las características simples y netas de una

espiritualidad que podíamos llamar

típicamente evangélica.

De efectos

fecundísimos y carismáticos. De fuerza irresistible y emociones

inolv~­

dables. Cenáculo al aire libre, donde María con

la

humanidad dolilente

persevera. en m'ación y arranca fuego del cielo. Piscina probática donde

acuden los hombres a que el Angel del Señor les toque y purifique.

Mon-te Tabor donde los almas se transfiguran y los hombres han vuelto a

entrar en contacto con lo div'iJno. Lourdes es sólo Cristo en su Evangelio:

sus milagros, la conversión del hombre que predica, su Eucaristía y su

Sacrificio en que todo se consuma. Evangelio puro. Contacto desnudo

y

descubie1'to con la gracia.

¿A quién se le ocurrirá decir que, hijos de San Juan de la Cruz, no

debiera habernos p?'eocupado el tema de Lourdes, basado en «visiones»

y «revelaciones», hasta el punto de consagrarle este volumen?, ¿o que el

hecho de Lourdes no tiene la suficiJente substancia doctrinal y dogmática.

como para merecer esta atención de una publicaCión de tipo científico?

¿N o significan nada para quienes así piensan los milagros, las

con-versiones, los fervares impresionantes de Lourdes, en cadena millonaria

imposible de calculm'? ¿N o significa nada su pura cuño evangélico de

oración, sacrificio y sacramentos? ¿No significa nada la voz unánime de

Roma

y

de la

J

emTquía prestándale su continua apoyo y aplauso y

capi-taneandO' multitudes en marcha hacia su Gruta? ¿No significa nada que

Su Santidad Pío XII haya escogido

1m

día de la Virgen de L01urdes para

poner en mavimi'enta las fuerzas de la Iglesia hacia un «mundo

me-jCYf'»?

(2)

148 PRESENTACIÓN ')

Decía e~ Santo Padre en su famosa alocución Dal nostro cuore del 10 de febrero de 1952: «Pam confiaros estas nuesfras inquietudes,

hemos escogido la festividad, que marñana se celebm, de la Virgen de

Lourdes, por conmemorar las prodigiosas apariciones que, hace cerca de cien años, fueron, en un siglo de desbordamiento racionalístico y de depresión religiosa, la respuesta mi'sericordiosa de Dios y de su Madre celestial a la rebelión de los hombres, el irresistible reclamo a lo

sobre.-natural, el primer paso para unfa progresiva renovación religiosa». Esto es Lourdes en nuestra hom: un eslabón sobrenatural de importancia extraordinaria,

El mundo mejor no significa sino una re-divinización del mismo, un ;mundo sin pecado. A la vuelta de siglos y siglos de la aparición del pe-cado en el mundo, este discurso pontificio en una festividad de la Virgen de Lourdes tiene resonancias proto-evangélicas al aparecer de nuevo la

Mujer y su Descendencia, María y Cristo, en la Persona de su Vicario, asociado de nuevo de un modo manifiesto y como legacional en la luc1w 'contra la Serpiente que estrangula al mundo. Con él, Lourdes ahonda definitivamente sus raíces, si es que no las tenía sobradamente afincadas, en la historia sobrenatural de los hombres, en un contacto puro, directo

:ti simple con lo simple, directo y puro, con lo que es constante primaria de salvación: el Evangelio.

Esa sencillez de la espiritualidad de Lourdes es una prueba de su 'divinidad. Si la voz de Lourdes, voz indudable del cielo para el mun,do moderno, sancionada por la Iglesia de Cristo, no fuese divina, sería f6:: rrago, v/"cinglería, complicación, discurso interminable. Al estilo de nues-tras instituciones humanas ineficaces y quiméricas: códigos infinitos, proyectos que nunca se realizan, actas de paginación millonaria, trárni-tú de solución siempre diferida, archipapeleo. Pero es divina. Porque Cultiva lo inmediato y sencillo: apenas unas .frases. Dios nunca se anda por las ramas y va siempre a la

míz

de las cosas y sus situaciones.

Para algunos, el hecho de Lourdes podrá ser un hecho de carácter meramente «piadoso». Para nosotros, porque lo di'ce la Iglesia, es

un

hecho de honda raigambre evangélica y de simplicísima, pero profundá, trascendencia dogmática y espiritual. Si es así, como lo es, ¿por qué

rw

Jui de merecer nuestra atención y nuestro estudio?

. 'Lourdes es, además, un altavoz de las grandezas y prerrogativas de

María. Y el Carmelo por fueJ"za registm inmediatamente la mínima onda mariana que cruce los cielos. El16 de julio de 1858, festividad de Nuestra Señora y Reina del Carmelo, María, «hermosa¡ como nunca», se aparecía 'pOr última vez a Bernardita Soubirous. La vtdente llevaba su Santo

Es-capulario. Y si no entró en el Carmelo, amándolo como confesó amarlo, fué por un deseo de cumplir una observancia asequible a sus fuerzas y

de la que no quería dispensas. Carmelitas Descalzos fueron los primeros . religiosos peregrinos a Lourdes y en su Gruta el piísimo P. Agustín del Santísimo Sacmmento (Hermann Cohen), peregrino a Lourdes el mismo año de las Apariciones, se veía favorecido con la curación milagrosa de sus males. Desde 1876, frente a la Gruta, a la otm orilla del Gave, desde ,donde Bernardita vió a la Inmaculada el día del Carmen, se levanta comó

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3 PRESENTACIÓN 149

homenaje de la Orden y como acto de pTesencia a su estilo, lourdenés le-gítimo y pUTO, un Cm'melo donde almas caTmelitanas consumen su vida en la omción y en la penitencia que a pocos metTOs pedía ahoTa hace un siglo la Virgen Inmaculada a Zas hombres,

El mensaje de Lourdes guarda una sintonía admirable con el ideal del Carmelo. Hasta el punto de apaTecéTsenos como un refrendo de sus valores cara al mundo. En la Carta Pastoral con ocasión del Primer Cen-,

tenario de las Apariciones de la Inmaculada en Lourdes, que el M. R. P. Prepósito General del Carmen Descalzo dirigía este a'ño a toda la Orden, lo exponía bien claTamente: «Los elementos principales del mensaje se, pueden fijar como sigue: promesa de la felicidad no en la tierTa, sino en el cielo; invitación a la oración y a Za penitencia; petición de un culto mariano especial que encuentra en eZ rosario y en la peregrinación sus. expresiones típicas, en la fuente prodigiosa su señal de gracia y en el pri~

vilegio de la Inmaculada Concepción el título de su atractiva y de su, gloria ... Ningún medio más conveniente para celebTar las fiestas cente-narias que la renovada fidelidad a esta llamada maternal, que, por otra parte, ha de ser tan dulce a nuestro corazón de Carmelitas por su sin., gular afinidad con las exigencias de nuestTa vocación. El sentido de lo. sobrenatural y las perspectivas esencialmente celestiales de la vida te.., Trena, tan dominantes en el mensaje de Lourdes, ¿no son quizá particu-larmente afines a los ideales contemplativos de nuestra Orden? La ex~,

hortación a la oración y a la penitencia ¿no subraya admirablemente la ascesis de oración y de renuncia que ha de presidir toda nuestra vida. carmelitana como intimidad con Dios y como vocación apostólica? El culto especial de la Virgen Inmaculada ¿no es por ventura la bandera de nuestTa historia,la predilección de nuestra piedad y un mensaje. de nuestro apostolado?».

*

:1;

*

Las breves razones espirituales y carmelitanas dichas (tenemos otras' muchas) fueron suficientes para que pensásemos en la preparación de' estas páginas. Que ha sida larga y no fácil, llena de contra1'iedades 11 costosa,

Al fin, todo se ha superado 11 aquí las t11enes, lector, en tus manos.\

Van encabezadas, como era de rigor, por la dOGumentación pontificia más:'

importante del Centenario.

Dos gTandes apartados centrales forman el tronco de su contenido:

Espiritualidad de Lourdes 11 Apologética y Medicina en Lourdes. Al pri-'. mero, menos estudiado que el segundo, hemos dedicado, como era lógico;, nuestras preferencias. Lourdes ha necesitado un silglo de luchas en el; campo apologético y médico para lograr impone1'se en el mundo. Hoy, más serenos los ánimos, impuesta su verdad a todo hombre de buena voluntad, más tranquilo el ambiente y en pleno rendimiento espiritual su misterio, es posible que estemos ante un florecimiento de la literatura espiritual en torno suyo y que los libros de tema apologético de sus

(4)

pro-15D PRESENTACIÓN

digios y de su historia mermen de su antigua abundancia,. Tras de

la l~t­

cha, el tTiunfo y la contemplación.

Dos cosas estudiamos ante todo en el apaTtado primeTo: el ambiente

circundante de los hechos de Lourdes y Za figura espiritual de su

prota-gonista. Constituyen a,mbos temas un enmarque necesario. Examinamos

a continuación los c1'iteTios que han de servirnos en la valoración de

di-chos hedi-chos: generales y paTticulares de Lourdes. Analizados ambiente

y criterios, no nos queda ya sino enfrentarnos con el hecho mismo: de él

estudiamos, ante todo, su Tealidad histórica y su contenido dogmático, y

a continuación, su contenido y significado espirituales. Ello de un modo

genérilco y amplio. Profundizando más en el estudio de sus aspectos

espi-rituales, exponemos la valoración pontificia deI mensaje espiritual de

Lourdes, las formas características en que ha ouajado su piedad típica,

las coincidencias y diferencias que guaTda con el de Fátima, la

irradia-ción espiritual que

ha

tenido en el mundo moderno, dando a

continua-ción una síntesis de una de las inteTpretaciones espirituales más

origi-nales que de él se han dado. Hay dos manifestaciones externas del

espí-ritu de Lourdes. Una, pTodigiosa: sus milagTos. atTa, impresionante: sus

peregrinaciones. En dos trabajos más se anali'Za, a

Ia

paT que su historia>

el sentido espiritual que tienen los primeros, y el espíritu característico

que han de teneT las segundas. Como apéndice del primero de ellos, un

médico explica la lección espiritual que Lourdes constituye para los

mé-dicos, y algunas cartas y textos son a su vez la breve lección espiritual,

la permitida por el espacio, que enfermos idos a Lourdes dan a toda alma

q'ue sufre.

Del tema

Apologética y Medicina en Lourdes

no hemos querido da1'

sino una muestra, brevísima para las posibilidades que en este campo se

ab1"en a la pluma. Pero no eran nuestra finalidad primera. Un artículo

nos da una idea general de los ataques q1ue Lourdes ha sufrido en los

distintos campos y Ot1'OS dos, de carácter médico, nos intTOducen en el

tema fecundísimo que es la Medicina en Lourdes: el primero de ellos

es-tudia un aspecto médico genérico;. el segundo eses-tudia un caso concreto

y

panicular de curación milagrosa.

Una nutrida

Orientación Bibliográfica

y una presentación de los

Li-bros del Centenario

son el remate indispensable y acostumbrado de este

tipo de publicaciones.

La substancia del mensaje de Lou1"des es discutida. Sin tener

inten-C'Íones ni presunciones de zanjar el asunto, hemos dejado a cada autor

libertad de movimientos y opiniones al respecto. Otra es la, conducta que

hemos adoptado en el establecimiento de fechas y palabras del mensaje

para las que usamos un patrón común, como convenía a una obra de

conjunto, que ha de guardar en detalles como ésos una indispensable

unidad. La norma ha tenido, naturalmente, sus excepciones cuando

cir-cunstancias especiales no permitieron otra solución.

(5)

5 PRESENTACIÓN 151

Este volumen, como todas

las

cosas, tiene

Stt

historia. Nació

rudi-mentario, sencillo.

El tiempo y los contactos amplia?'on su cometido y su

alcance.

Si de algo estamos orgullosos, es de la selección de firmas conseguida.

Es probable que pocas publicaciones hayan podido lpgrar en la

circ,uns-tancia del Centenario un conjunto de colaboradores semejante. ¿Quién

no ,conoce a la mayo?' pa?te de ellos como especwlistas en cuestiones

ma-rianas o en las materias de que escriben? Algunos de ellos son autores

de obras recientes sobre Lourdes, que el autor podrá encontrar reseñadas

en nuestra sección de

Libros del Centenario.

¿Q1úén un poco al corriente

del tema no ha oído hablar del éxito obtenido por libros como los de los

Padres Lochet, Deroo, Tauriac ... ?

Queremos decirlo bien alto en el umbral de estas páginas: de todos

ellos, sin except'uQ1' ni uno, a pesar de los mil quehaceres que llenan su

vida, recibimos desde el primer momento el apoyo más fiel y entero,

por tratarse de Ella ...

Conociendo la historia íntima de estas páginas como

la conocemos, sentimos la necesidad de proclamar esa ejemplaridad,

¡CL

delicadeza de ciertos rasgos y la amabilidad demostrada en un sin fin

de detalles. Valdría la pena de reproducir algunos párrafos de sus cartas,

si

el espacio lo permitiera.. MMía, que por mediación nuestra los ha

~¿nido

en torno suyo, los mantenga unidos para siempre.

Un agradecimiento muy particular queremos dedicar al P. Émile

Ga-bel, Secretario de la Asociación Internacional de Prensa Católica y

Pre-sidente de la Sección de Información y Propaganda del Comité

Interna-cional de Nuestra Señora de Lourdes, que en todo momento nos orientó

y estruvo a nuestro lado y nos dió informaciones básicas para la

exis-tencia de esta pubUcación. Idéntico agradecimiento merecen el P.

Phi-lippe de la Trin;ité y el P. Urbano del Niño JesúS, Carmelitas Descalzos,

Presidente y Profesor, respectivamente, de la Facultad de Teología de

la Orden en RO?na, que en multitud de detalles y circunstancias fueron

nuestros consejeros

y

mediadores. El primero de ellos, aparte su

cola-boración personal, tiene en su favor el mérito de haber sido' el inspirador

de estas páginas en honor de María.

Hacemos extensiva nuestra gratitud a un grupo vario de personas

que de una u otra! manera, siempre eficazmente, nos tendieron su mano

y valimiento en ocasiones más o menos difíciles

y

comprometí.das. La

Virgen conoce sus nombres.

Nosotros estamos seguros de interpretar el sentiT' de todos cuantos

nos ayudaron e intervinieron en

la

preparación de estas páginas, al hacer

de ellas un homenaje que la Orden de la Virgen,

e~

Carmelo, dedica en

este Año Centenario' a su Reina y Madre;

y

al ofrecerlas en espíritu, con

los sacrificios e ilnquietudes que costaron, ante la Gruta de Lourdes, a

los pies de la Virgen que ahom hace un siglo pidió, para salvación del

mundo, expiación

y

sacrificiO'.

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DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEL CENTENARIO

CARTA ENCíCLICA DE SU SANTIDAD PíO XII

POR DIVINA PROVIDENCIA PAPA

A T,o.S CARDENALES, ARZo.BISPOS y OBISPo.S DE FRANCIA

EN PAZ Y Co.MUNIÓN Co.N LA SEDE APo.STÓLICA

Co.N Mo.TIVo. DEL PRIMER CENTENARIO DE LAS APARICIONES DE LA SANTíSIMA VIRGEN

EN LeURDES (*)

A nuestro.s muy amado.s hijo.s el Cardenal· Aquiles Lienart, Obispo. de Lille; el C:1rdenal Pierre Gerlier, Arzo.bispo. de Lyo.n; el Cardenal Clément Ro.ques, Arzo.bispo. de Rennes; el C<lrdenal Maurice Feltin, Arzo.bispo. de París;

el Cardenal Geo.rges Grente, Arzo.bispo.-Obispo. de Le Mans,.

y a to.do.s nuestro.s venerables hermano.S lo.s Arzo.bispo.s y Obispo.s de Fran-cia, en paz y co.munión co.n la Sede Apo.stólica_

PlUS PP. XII

Amado.s hijo.s y venerables hermano.s, salud y bendición apo.stólica

INTRODUCCIóN

La peregrinación a Lo.urdes que No.s tuvimo.S la alegría de hacer cuando. fUÍill0S a presidir, en no.mbre de nuestro. predeceso.r Pío. XI, las fiestas eu-carísticas y marianas de la clausura del Jubileo. de la Redención dejó en nuestra alma pro.fundo.s y dulces recuerdo.s. Po.r ello., no.s es también par-ticularmente grato. el saber que, po.r iniciativa del Obispo. de Tarbes y Lo.ur-des, la ciudad mariana se dispo.ne a celebrar co.n ·esplendo.r el centenaria de lal': aparicio.nes de la Virgen Inmaculada en la gruta de Massabielle, y

(0) AAS 49 (1957) 605-619. Todos los subtítulos·y subrayados en negrita introd\l' cldos ('n el texto de la Encíclica son nuestros (N. de la R.).

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DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEL CENTENARIO

que un Comité internacional se ha creado con ese fin bajo la presidencia del eminentísimo Cardenal Eugenio Tisserant, decano del Sacro Colegio. Con vosotros, amados hijos y venerables hermanos, Nos queremos agradecer a Oios el insigne favor concedido a vuestra patria y las muchas gracias des-parramadas desde hace un siglo sobre la multitud de peregrinos. Nos

que-l.·~mos, además, invitar a todos nuestros hijos a renovar en este año jubi-lar su pier'l.ad confiada y generosa en quien, según la frase de San Pío X, se dignó establecer en Lourdes «la sede de su inmensa bondad». (Carta del 12 de julio de 1914: AAS 6 (1914) 376.)

1 PARTE: HISTORIA DE LOURDES

1" FRANCIA, PAís MARIANO.

Toda tierra cristiana es tierra mariana, y no existe pueblo rescatado por ta sangre de Cristo que no se ufane de proclamar a María como su Madre

y Patrona. Esta verdad adquiere, sin embargo, un relieve asombroso cuan-do se evoca la historia de Francia.

[Desde sus orígenes.] El culto de la Madre de Dios se remonta a los orígenes de su evangelizació:l; y, entre los santuarios marianos más anti-guos, el de Chartres atrae aún a los peregrinos en gran número y a mi-llares de jóvenes. La Edad Media, que, con San Bernardo principalmente, cantó la gloria de María y celebró sus misterios, vió el admirable floreci-miento de vuestras catedrales dedicadas a Nuestra Señora: Le Puy, Reims, Amiens, París y otras muchas ... Esta gloria de la Inmaculada la anuncian desde lejos con sus esbeltas agujas, la hacen resplandecer en la luz pura de sm: vidrieras y en la armoniosa belleza de sus estatuas; testimoniap ;!lobre todo la fe de un pueblo que se eleva sobre sí mismo en magnifico impulso para rendir en el cielo de Francia el homenaje permanente de BU

piedad mariana. .

[Por doquiera.] En las ciudades y en el campo, en la cima de las coli· nas o dominando el mar, los santuarios consagrados a María -humildes ('apillas o basflicas espléndidas- cubrieron poco a poco el país con su somhra tutelar. Príncipes y pastores, fieles innumerables han acudido a ellas hacia la Virgen Santa, a la que invocaron con los títulos más expre· 'i1ivos de su confianza o de su gratitud. Invócaselg aquí como Nuestra Se· ñora de la Miser1cordia, de Toda Ayuda o del Buen Socorro; allá, el pere· grino se refugia junto a Nuestra Señora de la Guardia, de la Piedad o del Consuelo; en otras partes, su oración se eleva hacia Nuestra Señora de la Luz, de la Paz, del Gozo o de la Esperanza; o implora a Nuestra Se-ñora de las Virtudes, de los Milagros o de las Victorias. i Admirable letanía de vocablo'J, cuya enumeración, jamás agotada, narra de provincia en pro-vincia los beneficios que la Madre de Dios prodigó a través de los tiempos sobre la tierra de Francia!

[El siglo XIX.] El siglo XIX, sin embargo, tras. la tormenta revolucio-naria, había de ser por muchos títulos el siglo de las predilecciones ma-l'lanas. Para no citar más que un hecho, ¿quién no conoCe hoy la «medalla milagrosa»? Revelada, en el corazón mismo de la capital francesa, a una

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3 DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEL CENTENARIO 15fi

humilde hija de San Vicente de Paúl, que Nos tuvimos la dicha de incluir en el catálogo de los Santos, esta medalla, adornada con la efigie de «María concebida sin pecado», ha prodigado en todas partes sus prodigios espiri-tuales y materiales.

2 o LAS APARICIONES DE LOURDES.

y algunos años más tarde, del 11 de febrero al 16 de julio de 1858, plugo a la Bienaventurada Virgen Maria, con un nuevo favor, manifestarse en tierra pirenaica a una niña piadosa y pura, hija de una familia cristiana, trabajadora en su pobreza. «Ella acude a Bernardita -dijimos Nos en otra oC'aslón-; le hace su confidente, su colaboradora, instrumento de su ma-ternaj ternura y de la misteriosa omnipotencia de su Hijo para restaurar el mundo en Cristo mediante una nueva e incomparable efusión de la Re-dención.» (Discurso del 28 de abril de 1935 en Lourdes: EUG. Cardo PACEL-LI, Discorsi e Panegirici, 2.'" ed., Vaticano, 1956, p. 435.)

Los acontecimientos que por. entonces se desarrollaron en Lourdes, y

('uya~' proporciones espirituales se miden hoy mejor, os son perfectamente conocidos. Sabéis, amados hijos y venerables hermanos, en qué condiciones asombrosas. a pesar de las burlas, las dudas y las oposiciones, la voz de esta ;liña, mensajera de la Inmaculada, se ha impuesto al mundo. Conocéis la firmeza y la pureza del testimonio, controlado con prudencia por la auto-ridad episcopal y por ella sancionado ya en 1862.

Ya las multitudes habían acudido, y no han dejado de ir a la gmta de laf' apariciones, a la fuente milagrosa, en el santuario erigido a petición de MaríD. Se trata del conmovedor cortejo de los humildes, de los enfermos

y de los afligidas; de la peregrinación imponente de miles de fieles de una diócesis o de una nación; del discreto paso de un alma inquieta que busca la verdad ...

«l'iunca -dijimos Nos- se vió en ningún lugar de la tierra semejante efusión de paz, de serenidad y de alegría.» (Ibid:, p. 347.) Jamás, podríamos añadir, llegará a conocerse la suma de beneficios que el mundo debe a la Virgen socorredora. «O specus felix, decorate divae Matris aspectu! Vene-randa rupes, unde vitales scatuere pleno gurgite lymphae!» (Oficio de la fiesta de las Apariciones, himno de las segundas vísperas.)

3 .• Los SUMOS PONTíFICES y LOURDES.

Estos cien años de culto mariano, por otra parte, han tejido en cierto modo entre la Sede de Pedro y el santuario pirenaico estrechos lazos, que Nos tenemos la satisfacción de reconocer. ¿No ha sido la misma Virgen María la que ha deseado estas aproximaciones? «Lo que en Roma, con su infalible magisterio, definía el Soberano Pontífice, la Virgen Inmaculada, Madl'e de Dios, bendita entre todas las mujeres, quiso, al parecer, confir-marlo con sus propios labios cuando poco después se manifestó con una célebre aparición en la gruta de Massabielle ... » (Decreto De tuto, para la canonización de Santa Bernardita, 2 de julio de 1933: AAS 25 (1933) 377.) Ciertamente que la palabra infalible del Pontífice romano, intérprete auténtico de la verdad revelada, no tenía necesidad de ninguna confirma-dón celestial para imponerse a la fe de los fieles. Pero j con qué emoción

y con qué gratitud el pueblo cristiano y sus pastores recogieron de labios de Bernardita esta respuesta venida del cielo; «Yo soy la Inmaculada Con·

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156 DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEL CEN'rENARlO 4

[Pío IX.] Por tanto, no sorprende que nuestros predecesores se hayan

dignndo multiplicar sus favores hacia este santuario. Desde 1869, Pío IX, de santa memoria, se felicitaba de que los obstáculos suscitados contra Lourdes por la malicia de los hombres hubiesen permitida «manifestar con más fuerza y evidencia la claridad del hecho». (Carta del 4 de septiembre de 1869 a Henri Lasserre: Archivo Secreto Vaticano, Ep. lato ano 1869, nú-mero CCCLXXXVIII, f. 695.) Y contando con esa garantía, colma de bene-ficios espirituales a la iglesia recién construída y hace coronar la imagen de Nuestra Señora de Lourdes.

(León XIII.] León XIII, en 1892, concede oficio propio y la misa de la

festividad <dn apparitione Beatae Mariae Virginis Inmaculatae», que su sucesor extenderá muy pronto a la Iglesia universal; el antiguo llama-miento de la Escritura encontrará en ella una nueva aplicación: «Surge, amica mea, speciosa mea, et veni: columba mea in foraminibus petrae, in caverna maceriae!» (Cant 2, 13-14. Gradual de la misa de la festividad de las Apariciones.)

A: final de su vida, el gran Pontffice quiso inaugurar y bendecir persa· nalmente la reproducción de la gruta de Massabielle construí da en los jar-;lines del Vaticano, y en la misma época, su voz se elevó hacia la Virgen de Lourdes en una oración fervorosa y ejemplar: «Que, gracias a su pode-río 18 Virgen Madre, que cooperó en otro tiempo con su amor en el nací-mier:to de los fieles dentro de la Iglesia, sea de nuevo ahora instrumento

y gW'lrdiana. de nuestra salvación ... ; que devuelva la tranquilidad de la paz a los espíritus angustiados; que apresure, en fin, en la vida privada lo mismo que en la vida pública, el retorno a Jesucristo». (Breve del 8 de septiembre de 1901: Acta Leonís XIII, vol. 21, p. 159-160.)

[Pío X.] El cincuentenario de la definición dogmática de la Inmaculada

Concepción de la Santísima Virgen ofreció a San Pío X la ocasión para testimoniar en un documento solemne el lazo histórico entre este acto del Magisterio y la aparición de Lourdes: «Apenas había definido Pío IX ser de fe católica que María estuvo desde su origen exenta de pecado, cuando la misma Virgen comenzó a obrar maravillas en Lourdes». (Carta En-cíclica Ad diem illum, del 2 de febrero de 1904: Acta Pii X, vol. 1, p. 149.)

Poco después crea el titulo episcopal de Lourdes, ligado al de Tarbes, y firma la introducción de la causa de beatificación de Bernardita.

A este gran Papa de la Eucaristía estaba, sobre todo, reservado el subra-val' y facilitar la admirable conjunción que existe en Lourdes entre el culto 0ucarístico y la oración mariana: «La piedad hacia la Madre de Dios -ob-serva- hizo florecer una notable y fervorosa piedad hacia Cristo Nuestro Señor». (Carta del 12 de julio de 1914: AAS 6 (1914) 377.)

Por otra parte, ¿podía ser de otro modo? Todo en María nos lleva hacia su Hijo, único Salvador, en previsión de cuyos méritos fué inmaculada y Hena de gracia; todo en María nos eleva a la alabanza de la adorable Tri-nidad, y bienaventurada fué Bernardita desgranando su rosario ante la gruta, que aprendió de los labios y dé la mirada de la santa Virgen a tri-butar gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Por tanto, Nos tenemos la satisfacción, en este centenario, de asociar-nos a este homenaje tributado por San Pío X: «La gloria única del san-tuario de Lourdes consiste en el hecho de que los pueblos se sientan atraí-dOG &llí pOl' María a la adoraciól'J. de Jesucristo en el Augusto Sacramento, rJe tal modo que este santuario, a la vez centro de culto mariano y trono

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5 DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEL CENTENARIO 157

del misterio eucarístico, sobrepasa, al parecer, en gloria a todos los demás en el mundo católico». (Breve del 25 de abril de 1911: Arch. Brev. Ap.,

Pius X, ano 1911, Div. Lib. IX, pars. I, f. 337.)

[Benedicto XV.] Este santuario, ya lleno de favores, quiso enriquecerlo

Benedicto XV con nuevas y preciosas indulgencias, y si las trágicas cir-cunstancias de su pontificado no le permitieron multiplicar los actos pú-blicos de su devoción, quiso, sin embargo, honrar a la ciudad mariana con-cediendo a su Obispo el privilegio del palio en el lugar de las apariciones.

, [Pío XI.] Pío XI, que había ido personalmente ~omo peregrino a Lour-des continuó su obra, y tuvo la dicha de elevar a los altares a la privi-legiada de la Virgen, que al tomar los velos fué sor María Bernarda, de

la Congregación de la Caridad y de la Instrucción Cristiana. ¿No auten-ticano a su vez, por decirlo así, la promesa de la Inmaculada a la joven Bernardita «de ser bienaventurada no en este mundo, sino en el otro»?

y ya Nevers, que se honra conservando el relicario precioso, atrae en gran número a los peregrinos de Lourdes, deseosos de aprender junto a la Santa a captar como conviene el mensaje de Nuestra Señora.

Pronto el ilustre Pontífice, que seguía el ejemplo de sus predecesores honrando con una legación las fiestas aniversarias de las apariciones, de-cidió clausurar el Jubileo de la 'Redención en la gruta de Massabielle, allí donde. según sus propias palabras, «la Virgen María Inmaculada se apa-reció varia:;; veces a la bienaventurada Bernardita Soubirous, donde con bondad exhortó a todos los hombres a la penitencia, en el lugar mismo de la asombrosa aparición que ella colmó de gracias y de prodigios». (Breve del 11 de enero de 1933: Arch. Brev. Ap. Pius XI, Ind. Perpet., f. 128.) En verdad, terminaba diciendo Pío XI, este santuario «es considerado ahora con justo título como uno de los principales santuarios marianos del mun-do» (Ibíd.)

[Pío XII.] A· este unánime concierto de alabanzas ¿cómo no habríamos

de unir No!:; nuestra voz? Nos lo hicimos principalmente en nuestra encí-clica Fulgens corona, al recordar, como lo hicieron nuestros predecesores, que «la Bienaventurada Virgen María quiso confirmar ella misma, al pa-recer, mediante un prodigio, la sentencia que el Vicario de su divino Hijo en la tierr::! acababa de proclamar con aplauso de la Iglesia entera». (Carta Encíclica Fulgens corona, del 8 de septiembre de 1953: AAS 45 (1953) 578.) Y Nos recordamos en aquella ocasión cómo los Romanos Pontífices, cons-C'ÍentfR de la importancia de esta peregrinación, no habían dejado de «en-riquecerla con faVOres espirituales y con los beneficios de su benevolen-cia». (Ibid.)

Lo historia de estos cien años, que Nos acabamos de evocar a grandes rasgcs, ¿no es, en efecto, una constante demostración de esta benevolencia pontifical, cuyo último acto fué la clausura de Lourdes del año centenario del dogma de la Inmaculada Concepción?

Mas a vosotros, amados hijos y venerables hermanos, Nos deseamos recordar especialmente un reciente documento, en virtud del cual Nos fa-vorecíamos el movimiento de un apostolado misionero en vuestra querida patria Nos quisimos evocar en él «los singulares méritos que Francia se ha cJnquistado a lo largo de los siglos en el progreso de la fe católica», y, en ese orden de ideas, «Nos dirigimos nuestro espíritu y nuestro corazón hacia Lourdes, donde, cuatro años después de la definición del dogma, la

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158 DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEI, CENTENARIO 6

~P---Virgf'n Inmaculada en persona confirmó sobrenaturalmente, mediante apa-riciones, conversaciones y milagros, la declaración del Doctor Supremo».

(Constitución Apost. Omnium Ecclesiarum, del 15 -de agosto de 1954: AAS 46 {1954) 567.)

Hoy, otra vez, Nos nos dirigimos hacia el célebre santuario, que se dispone a recibir a orillas del Gave a la muchedumbre de peregrinos del centenario. Si desde hace un siglo fervorosas súplicas, públicas y priva-das, han obtenido allí, por intercesión de María, tantas gracias de cura-ción y de conversión, Nos tenemos la firme confianza de que durante ese año jubilar Nuestra Señora querrá responder aún con generosidad a las esperanzas de sus hijos; pero Nos tenemos, sobre todo, la convicción de que nos apremia para que recojamos las lecciones espirituales de las apa-rÍC'iones y para que nos encaminemos por la vía que tan claramente nos ha trazado

II PARTE: LECCIONES ESPIRITUALES DE LOURDES

1.~ CONVERSIÓN INDIVIDUAL.

Estas lecciones, eco fiel del mensaje evangélico, hacen resaltar de ma-nera sorprendente el contraste que opone los juicios de Dios a la vana Sé!biduría de este mundo.

[El pecado.] En una sociedad que apenas si tiene conciencia de los

males que la minan, que vela sus miserias y sus injusticias bajo aparien-cias prósperas, brillantes y despreocupadas, la Virgen Inmaculada, que nunca llegó a tocar el pecado, se manifiesta a una niña inocente. Con com-pasión maternal recorre con la mirada este mundo rescatado por la sangre dEo su Hijo en el que, desgraciadamente, el pecado hace a diario tantos rlesastres, y. por tres veces, lanza su apremiante llamamiento: « i Peniten-cia, penitenPeniten-cia, penitencia!» E incluso pide gestos expresivos: «Id a besar

)a tif~rra en señal de penitencia por los pecadores». Y al gesto hay que unir la súplica: «Rezaréis a Dios por los pecadores». Y así, como en los tiem-pos de Juan Bautista, como -en los comienzos del ministerio de Jesús, la misma exhortación, fuerte y rigurosa, dicta a los hombres el camino del retorno a Dios: «j Arrepentíos!» (Mt 3, 2; 4, 17.) ¿Y quién se atrevería a de('ir qUe esta incitación a la conversión del corazón ha perdido actua-lidad en nuestros días?

[El perdón.] Mas ¿podría la Madre de Dios venir junto a sus hijos en

0tra forma diversa de mensajera de perdón y de esperanza? Ya el agua corre a sus pies: «Omnes sitientes, venite ad aquas, et haurietis salutem a Domino» (Oficio de la fiesta de las Apariciones, primer responso del

nI

Noct.) A esa fuente, a la que Bernardita dócilmente fué la primera a beber y a lavarse, acudirán todas las miserias del alma y del cuerpo. «He ido ,me he lavado y he bebido» (Jo 9, 11), podrá contestar, con el ciego del 'BJvangelio, el peregrino agradecido. Pero lo mismo que en el caso de las muchedumbres que se apretaban junto a Jesús, la curación de las llagas físicas sigue siendo, al mismo tiempo que un gesto de misericordia, una señal del poder que el Hijo del Hombre tiene de perdonar los pecados. (Mar· cos. 2. 10.) Junto a la gruta bendita de la Virgen, nos invita, en nombre

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7 DOCUMENTOS PONTa'ICIOS DEL CENTENARIO 159

de su divtnoHijo, a la conversión del corazón y a la esperanza del perdón. ¿La escucharemos?

[La obra de la santificación.] En esta humilde respuesta del hombre que se reconoce pecador está la verdadera grandeza de este año jubilar,

I Cuántos beneficios habría derecho a esperar para la Iglesia si cada uno de los peregrinos de Lourdes -e incluso todo cristiano unido de corazón a las celebraciones del centenario- llevara a cabo en él mismo, en primer lugar, esta obra de santificación, «no de palabra y con la lengua, sino con actos y de verdad», (1 Jo 3, 18.)

Todo le invita, por otra parte, pues 'en ningún lugar tal vez como en tourdes se siente uno llevado al mismo tiempo a la oración, al olvido de sí mismo y a la caridad. Viendo la abnegación de los camilleros y la paz serena de los enfermos, observando la fraternidad que une en una misma invocilción a fieles de todos los orígenes, comprobando la espontaneidad de la ayuda recíproca y el fervor sin afectación de los peregrinos arrodillados ante la gruta, los mejores se sienten cautivados por la atracción de una vida más totalmente dedicada al servicio de Dios y de sus hermanos; los menof': fervorosos tienen conciencia de su tibieza y vuelven a encontrar el camino de la oración; los pecadores más endurecidos y hasta los incré· dulos se sienten a menudo tocados por la gracia, o, por lo menos, si son leales, no se mantienen insensibles ante el testimonio de esta «muche.-dumbre de creyentes que no tienen más que un corazón y un alma».

(Act 4, 32.)

Por sí sola, por tanto, esta experiencia de algunos breves días de pere· grinadón no basta, por lo general, para grabar ('on caracteres indelebles ¡;-l llamamiento de María a una auténtica conversión espiritual. Por tanto, Nos exhortamos a los pastores de las diócesis y a todos los sacerdotes a

~'ivalizar en celo, con el fin de que las peregrinaciones del centenario se beneficien de una preparación, de una realización y, sobre todo, de con·

secue~cias lo más propkias posible para una acción profunda y duradera de la gracia. El retorno a una práctica asidua de los sacramentos, el respeto d{' la moral cristiana en toda la vida, el alistamiento, en fin, en las filas de la Acción Católica y de las diversas obras recomendadas por la Iglesia, tan &610 bajo esas condiciones, el importante movimiento de multitudes pre· visto en Lourdes para el año 1958 dará, conforme a la misma esperanza de la Virgen Inmaculada, los frutos de salvación tan necesarios a la pre-• sente humanidad.

2.° RENOVACIÓN CRISTIANA DE LA SOCIEDAD.

[Un esfuerzo colectivo.] Pero, por primordial que sea, la conversión uldividual del peregrino no podría bastar. En este año jubilar, Nos os ahortamos, amados hijos y venerables hermanos, a suscitar entre los fie-'[es er.comendados a vuestros cuidados un esfuerzo colectivo de renovación eristiana de la sociedad, en contestación al llamamiento de María: «Que los espíritu~ ciegos ... se sientan iluminados por la luz de la verdad y de la justicia -pedía ya Pío XI con ocasión de las fiestas marianas del Jubileo dE." la Redención-; que los que se pierden en el error sean conducidos de nuevo al camino recto; que una libertad justa sea concedida en todas parte::; a la Iglesia, y que una era de concordia y de verdadera prospe-ridarl surja para todos los pueblos». (Carta del 10 de enero de 1935: AAS 27 (1935) 7.)

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160 DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEL CENTENARIO 8

Pues bien; el mundo, que en nuestros días ofrece tantos justos motivos de orgullo y de esperanza, conoce también una temible tentación de ma-terialismo, denunciada a menudo por nuestros predecesores y por ~QS

mismo.

[Formas actuales de materialismo.] Este materialismo no está sola-mente en la filosofía condenada que preside la política y la economía de una fracción. de la humanidad; se manifiesta también en el amor al dinero, cuyos daños se amplifican en proporción con las empresas modernas, in-fluyendo, por desgracia, en muchas determinaciones que pesan en la vida de loo pueblos; se traduce en el culto del cuerpo, en la búsqueda excesiva

del confort y en el alejamiento de toda austeridad de vida; lleva al des-precio de la vida humana, de la misma que se destruye antes de que haya visto la luz del día; se encuentra en la desenfrenada persecución del pla-cer, que se presenta sin pudor e incluso intenta seducir, con lecturas y espectáculos, almas aún puras; está en el desinterés por el hermano, en

el egoísmo que le oprime, en la injusticia que le priva de sus derechos; en una palabra, en esta concepción de la vida que regula todo únicamente mirando a la prosperidad material y a las satisfacciones terrenales. «Alma mía -decia un rico-, dispones de abundantes bienes de reserva para mucho tiempo: descansa, come, bebe y festeja. Pero Dios le dijo: Insen-sato, esta misma noche te pedirán el alma.» (Lc 12, 19-20.)

[Labor de los sacerdotes.] .A una sociedad que en sú vida pública a '·rtenudo discute los supremos derechos de Dios, que quisiera conquistar el universo al precio de su alma (cfr. Mc 8, 36), y de este modo caminaria haciél su ruina, la Virgen ha lanzado maternalmente como un grito de alarma.

Atentos a su llamamiento~ los sacerdotes deben atreverse. a predicar a

todos sin temor, las grandes verdades de la salvación. En efecto, no hay renovación duradera si no se basa en los principios inmutables de la fe,

y toca a los sacerdotes formar la conciencia del pueblo cristiano.

Del mismo modo que la Inmaculada, compadeciéndose de nuestras mi-serias pero clarividente de riuestras verdaderas necesidades, viene a los hombres para recordarles los pasos esenciales y austeros de la conversión religiosa, los ministros de la palabra de Dios, con seguridad sobrenatural, deben trazar a las almas el camino recto que conduce a la vida. (Cfr. Ma·" tea, 7, 14.)

Lo harán sin olvidar el espíritu de paciencia y de dulzura que les ins· pira ~cfr. Lc 9, 55), pero sin velar nada de las necesidades evangélicas. En la escuela de María aprenderán a no vivir más que para dar C:r.isto al mundo; pero, si es preciso, también a esperar con fé la hora de Jesús

y a mantenerse al pie de la cruz.

[Labor de las almas consagradas.] Junto a sus sacerdotes, los fieles de-ben colaborar en este esfuerzo de renovación. En cU8.1quier lugar en que

la Providencia lo ha colocado, ¿quién no puede hacer aún más por la causa de Dios,;

Nuestro pensamiento se dirige, en primer lugar,· hacia la multitud de é¡]mac: consagradas que en la Iglesia se hallan dedicadas a innumerables

()bra~ de bien. Sus votos de religión los aplican, más que los demás, a lu-char victoriosamente, bajo la égida de María, al ataque contra el mundo

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DO,CU~'lENTOS PONT1FIClOS DEI_ CENl'EN'ARIO 1Gl

de' 10R apetitos desordenados de independencia, de riqueza y de placer; por t':1l1to, siguiendo el llamamiento de la Inmaculada, habrán de oponerse al asalto del mal con las armas de la oración y de la penitencia y con las victorias de la caridad.

[Labor de las familias cristianas,] Nuestro pensamiento va igualmente

hacia las familias cristianas, para exhortarlas encarecidamente a que se mantengan fieles a su insustituíble misión en la sociedad. Que se consa-gren en este año jubilar al Inmaculado Corazón de María. Este acto de pledad será para los esposos una ayuda espiritual preciosa en la práctica de los deberes de castidad y de la fidelidad conyugales; conservará en su Dureza la atmósfera del hogar en el que crecen los hijos; más aún, hará <te la familia, ,rivificada por su devoción mariana, una célula viva de la regeneración social y de la penetración apostólica.

[Labor del cristiano en todos los cam!ws.] Y, ciertamente, más allá del eírculo familiar, las relaciones profesionales y cívicas ofrecen a los cris-tianos deseosos de trabajar en la renovación ele la sociedad un campo de ;wción considerable. Reunidos a los pies de la Virgen, dóciles a sus exhor-tacimles, echarán en primer lugar sobre sí mismos una mirada exigente y se entregarán a extirpar de su conciencia los juicios falsos y las reacciones egoístas, rechazando la mentira de un amor de Dios que no se traduzca en efectivo amor de sus hermanos. (Cfr. 1 Jo 4, 20.) Procurarán, .cristianos ele todas las clases y de todas las naciones, encontrarse en la verdad y en Ja caridad, desterrando las incomprensiones y las sospechas.

l:,dudar,lemente, es enorille el peso de las estructuras sociales y de las presiones económicas que pesa sobre la buena voluntad de los hombres, varaJizánclolos a menudo. Pero si es verdad, como nuestros predecesores y Nos mismo hemos puesto de relieve con insistencia, que la cuestión de la paz social y política es, ante todo, en el hombre una cuestión moral, nin-suna reforma es fecunda, ningún acuerdo es duradero sin un cambio y una purificación de los corazones. La Virgen de Lourdes lo recuerda a

todos en este aúo jubilar.

[Labor de los lJobr,es y los enfermos.] Y si, en su solicitud, María se in-clina con alguna predilección hacia algunos de sus hijos, ¿no es, amados hijos y venerables hermanos, hacia los pequeñuelos, los pobres y los en-fermos, a los que Jesús tanto amó? «Venid a Mí todos los que estáis

fati-~8dos y cargados, que yo os alivi:wél), parece decir con su divino Hijo. (Mt 11, 28.)

Acudid a ella vosotros, a los que os at1ruma la miseria material, sin defensa frente a los l~igores de la vida y la indiferencia de los hombres; 'lcudid a ella vosotros, a los que azotan duelos y pruebas morales; acudid

~ ellCl queridos enfermos y achacosos, que sois verdaderamente recibidos y honrados en Lourdes como miembros vivos de Nuestro Señor; acudid a (lla y recibid la paz del corazón, la fuerza del deber cotidiano, la alegría .lel s'lcrificio ofrecido. La Virgen Inmaculada,· que COllOce los vericuetol': secretos de la gracia en las almas y el silencioso trabajo de esta levadura sobl'E:natural del mundo, sabe qué precio tienen, a los ojos de Dios, vuestros sufrimientos unidos a los del Salvador. Ello:;; pueden contribuir, Nos no lo dudamos, a esa renovación cristiana de la sociedad que Nos imploramos de Dios po!' la poderosa intercesión de su n'lac1re.

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162 DOCUMENT{)S roNl'IFlCIOS DEL CENTENARIO 10

-'

[POi' los que no pertenecen a la Iglesia.] Que ante la oración de los en~

fermos, de los humildes, de todos los peregrinos de Lourdes, María vuelva igualmente su mirada maternal hacia los que aun se encuentran fuera del úllic,l redil de la Iglesia, para juntarlos en la unidad. Que ella dirija su mirada hacia los que buscan y tienen sed de verdad, para conducirlos a la fuente de las aguas vivas. Que recorra, en fin, con su mirada estos inmen sos continentes y estas vastas zonas humanas en las que Cristo es, desgra· ciadamente. tan poco conocido, tan poco amado, y que consiga para la Iglesla la libertad y la alegría de responder en todos los lugares, siempre joven, santa y apostólica, a la, esperanza de los hombres.

[Nos invita María.] «¿Queréis tener la bondad de venir?», decía la santa

Virgc'n a Bernardita. Esta discreta invitación, que no obliga, que se dirige al corazón y solicita con delicadeza una respuesta libre y generosa, la Madre de Dios la propone de nuevo a sus hijos de Francia y de todo el mundo. Sin imponerse, les incita a reformarse a sí mismos y a trabajar con todas sus fuerzas por la salvación del mundo. Los cristianos no se mantendrán sordos ·ante este llamamiento: irán a María. Y a cada uno de t11os. por medio de esta carta, Nos qUisiéramos decir con San Bernardo: «In lH:'riculis, in angustiis, in rebus dubiis, Mariam cogita, Mariam invoca ... Ipsam sequens, non devias; ipsam rogans, non desperas; ipsam cogitans, non erras; ipsa tenente, non corruis; ipsa protegente, mm' metuis;

ip-sa duce, non fatigaris; ipip-sa propitia, pervenis ... ll (Hom. JI super Missus

est: PL, 183, 70-71.)

BENDICI6N FINAL

Nos tenemos la esperanza, amados hijos y venerables hermanos, de que .María acogerá vuestra oración y la nuestra. Nos así se lo pedimos en esta fiesta de la Visitación, muy apropiada para celebrar a la que, hace un sIglo, se dignó visitar la tierra de Francia. Y al invitaros a cantar a Dios con 12. Virgen Inmaculada, el «Magnificat» de vuestra gratitud, Nos invocamos sobre vosotros y sobre vuestros fieles, sobre el santuario de Lourdes y sus peregrinos, sobre todos los que tienen la responsabilidad de las fiestas del centenario, la más amplia efusión de gracias, en prenda de las cuales Nos os concedemos de todo corazón, en nuestra constante y !laternal benevolencia, la bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen, el 2 de julio del año ).957, décimono de nuestro pon·

tifiCRdo.

PlUS PP. XII CONSTITUCIóN APOSTóLICA «PRIMO EXACTO SAECULO», DE SU SANTIDAD PíO XII, CON OCASIóN DEL CENTENARIO

DE LAS APARICIONES DE LOURDES (*)

Damos sólo un breve resumen del contenido de este documento pontificio, en el que se señalan a los fieles las conrMciones en que podrán gana.r

el Jubileo concedido para el año del Centenario:

Cnmienza el Sumo Pontífice la Constitución manifestando su deseo de

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11 DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEL CENTENARIO 163

Que por doquier en el mundo cristiano, y sobre todo donde hay templos dedicados a María, se celebre con solemnidades dignas el Centenario. Pero la imitación de sus virtudes será, sin duda, el medio de solemnizarlo más agradable a los ojos de la Virgen.

Entre las prácticas con que actuar esta solemnidad, Su Santidad reco· mier.da vivamente, sobre todas, la asistencia a la Santa Misa y la fre-cuencia de los Sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía, centro ésta de toda la vida cristiana y medio poderosísimo capaz de lograr los mayores frutos espirituales.

El Santo Padre recuerda a continuación los deseos manifestados por la Virgf>n en sus Apariciones en Lourdes: de que los hombres todos ende-recen sus pasos por caminos de penitencia, y anima a los fieles a aceptar los +rabajos, los dolores y las penas de la vida como mortificación expia-. foria y en holocausto de oblación por los pecados de la humanidad.

Seguidamente, el Sumo Pontífice enumera los privilegios concedidos para este año jubilar:'

- En primer lugar, se concede indulgencia plenaria jubilar (una vez; sólo) a cuantos peregrinos vayan a Lourdes desde el 11 de febrero de 1958 nI mj¡.;mo día, inclusive, del año siguiente, con tal de que confiesen y co-mulguen y ruegen por las intenciones del Romano Pontífice, que se enu-meran expresamente, y son:

el retorno de los errantes a las verdades de la fe;

la conversión de los pecadores;

el progreso de los buenos en la perfección cristiana;

el restablecimiento de la concordia y de la paz entre los individuos y los pueblos;

la libertad de la Iglesia en todo el mundo.

- Para facilitar la adquisición de esta indulgencia, concede, además, al Obispo de Tarbes y Lourdes el poder designar confesores seculares o religiosos con facultad de absolver a los fieles debidamente dispuestos, de las censura:; y pecados reservados a la Santa Sede, sólo en el fuero interno

y en la confesión sacramental, impuesta la debida penitencia. Esta abso-lución de las censuras no tendrá valor en el fuero externo. Se exceptúan de esta fa('ultad de absolución las censuraR reservadas nominalmente al

Rom~no Pontífice y las reservadas de especlalísimo modo a la Santa Sede. Acerca de éstas, la Constitución recuerda l.IS normas con que podrían ser

absueltas, lo mismo que la censura contenida en el canon 2254 y lo propio que la de los fieles con censura pública o nominal.

La Constitución está dada en Roma a 1 de noviembre de 1957, año dé-<'imonono del Pontificado de Su Santidad Pío XII.

MENSAJE DE SU SANTIDAD PíO XII AL INICIARSE EL CENTENARIO DE LAS APARICIONES DE LOURDES (*)

A vosotros, queridos peregrinos de Lourdes, que tendréis el privilegio de arrodillaros ante la gruta de Massabielle a la hora misma del Centenario de la primera aparición de la Virgen Inmaculada a Bernardita; también a todos vosotros, queridos hijos, que desde vuestras patrias, próximas o le-janas, os uniréis por la oración a las fiestas inaugurales de este año

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164 DOCUMENTOS PONTIFICIOS DEL CENTENARIO 12

lar, dIrigimos este mensaje con el corazón lleno de alegría y de sobrenatural esperanza.

En efecto, no sin emoción evocamos el día memorable del 11 de febrero de 1858, cantado por la liturgia de la Iglesia: «Hoy, la gloriosa Reina del cielo se ha aparecido sobre la tierra; hoy ha llevado a su pueblo palabras de salvación y de paz». (Oficio de la fiesta de la Virgen de Lourdes, Ant. ad M agnificat.)

Por tantos favores derramados desde hace un siglo sobre esta tierra bendi.ta, elevad con Nos hacia el trono de la divina Misericordia el himno dE vuestras acciones de gracias. Contestad al llamamiento de María con las obras de penitencia y de caridad, con las reformas personales y co-lectivas qUé os hemos recomendado. Eleven una resolución unánime los corazones y los lleve a la fiel observancia de los preceptos del Salvador; élévese de todas partes hacia Dios una súplica por la Iglesia, por su

li-bertad allí donde impera la opreSión, por su extensión a todo¡.; los pueblos, por la paz del mundo. Unan los enfermos a la oración la ofrenda generosa de sus sufrimientos, y las almas religiosas, la inmolación voluntaria de su vida consagrada.

A todos impartimos de todo corazón, en prenda de las numerosas gra-riasque esperamos de este jubileo mariano, nuestra muy paternal

bendi-ción apostólica. .

ORACI6N PARA LOS PEREGRINOS DE LOURDES COMPUESTA POR SU SANTIDAD PíO XII (>-')

Dóciles a la invitación de vuestra ,voz maternal; oh Virgen. Inlllaculada de Lourdes, acudimos a vuestras plantas junto a la humilde gruta donde' os dignasteis aparecer para indicar a los extraviados el camino de la ora-ción y de la penitencia y dispensar a los que sufren las gracias y

prodi-gios de vuestra soberana bondad. .

Recibid, oh Reina piadosa, las alabanzas y las súplicas que los' pueblos y naciones, oprimidos por las amarguras y la: angustia, elevan, confiados, hacia Vos.

¡Oh blanca Visión del Paraíso, arrojad de los espíritus las tinieblas del error con la luz de la fe! ¡Oh mística Rosaleda, aliviad a las almas aba-tidas con el celestial perfume de la esperanza! ¡Oh Fuente inagotable del agua de salvación, reanimad los corazones áridos con raudales de divina

Caridad! . .

Haced que todos nosotros, hijos vuestros, confortados por Vos en nues-tras penas, protegidos en los peligros, sostenidos en las luchas, amemos y sirvamos tan fielmente a vuestro dulce Hijo Jesús, que merezcamos las alegrías eternas junto a vuestro. trono en el cielo. Así sea. .

Referencias

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