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La división de lo sensible: un problema actual?

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Academic year: 2021

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1 Ensayos No. 1 Revista de Estudiantes de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional Autónoma de México México, Ciudad Universitaria Semestre 2011-2

La división de lo sensible: ¿un problema actual?

Alumno: Paula Verónica García Anaya Colegio de Filosofía

Materia: Problemas de estética Profesor: Dra. Helena Chávez Mac Gregor

Resumen

Paula Verónica García Anaya, quien cursó la materia de Problemas de estética, nos ofrece un buen acercamiento al pensamiento del filósofo francés Jacques Rancière para, a través de sus categorías, pensar los movimientos sociales y estudiantiles que se suscitaron en España durante 2011. Inicialmente, la autora nos introduce a la conceptualización utilizada por Rancière para dar cuenta de los que se entiende por actividad política y de esa forma trata de articular la comprensión del disenso social como una experiencia estética. Finalmente, abre vetas para una posible comprensión de las movilizaciones españolas de principios de 2011 de la mano de los conceptos de Jacques Rancière.

Texto

El presente trabajo tiene como objetivo desarrollar los rasgos característicos o distintivos de la teoría estético-política de Jacques Rancière y a partir de ella se pretende dar una posible lectura de los movimientos sociales que ocurren actualmente en España.

Comenzaré desarrollando, brevemente, los tres modelos de eficacia del arte que el filósofo francés Jacques Rancière presenta en el texto “Las paradojas del arte político” de su libro El

espectador emancipado. Posteriormente, abordaré la idea de eficacia estética como eficacia de

un disenso, la cual, a su vez, requiere de la explicación de ciertos conceptos –como lo son el término “política” y el término “policía”– para establecer por qué es que las movilizaciones sociales, consideradas como actividad política, constituyen una experiencia estética. Para finalizar, de manera muy sucinta, mencionaré por qué considero que la teoría de Rancière nos permite un acercamiento e incluso nos brinda un buen planteamiento para entender las movilizaciones que suceden en España.

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Durante la historia del arte, Rancière menciona que se han establecido ciertos modelos de eficacia del arte, a saber: el mimético, el archi-ético y el modelo estético. Para Rancière, el tercer modelo es el que ilustra las relaciones entre arte y política, además de ser éste último el que cuestiona la eficacia de los dos primeros.

El primer modelo es el de la tradición mimética. El modelo mimético se caracteriza por hablar de una cierta relación de continuidad entre las formas sensibles de la producción artística y las formas sensibles según las cuales resultan afectados los sentimientos y pensamientos de quienes las reciben. A este modelo también se le conoce como el modelo pedagógico, pues sostiene una lógica causal donde, según ella, lo que vemos son los signos sensibles de un estado dispuesto por la voluntad del autor: “esta lectura engendra un sentimiento de proximidad o de distancia que nos empuja a intervenir en la situación así significada, de la manera anhelada por el autor”.1

El segundo modelo es conocido como archi-ético. Se le denomina así puesto que encontramos en él la dudosa pretensión de la representación, que consiste en corregir las costumbres y los hechos mediante este modelo. En este modelo los pensamientos ya no tienen la función de imágenes o cuerpos representados, sino que se convierten en modos de ser, es decir, en comportamientos de la realidad. Este modelo se presenta en la modernidad como “arte convertido en forma de vida”.

Pues bien, según Rancière, la polaridad entre los ya mencionados modelos oscurece la existencia de una tercera eficacia del arte. En oposición a estos dos modelos, Rancière encuentra un tercer tipo que tiene por nombre el modelo de la eficacia estética, pues abarca el régimen estético del arte. Este tipo de eficacia es una eficacia paradójica al tratarse de la eficacia de una distancia y una neutralización.

La paradoja define la configuración y la política de lo que Rancière denomina régimen

estético del arte. En oposición a este régimen, encontramos el régimen de la mediación representativa –el cual refiere al primer modelo de eficacia del arte-; y el régimen de la inmediatez ética – el cual, evidentemente, hace referencia al segundo modelo del arte.

Ahora bien, se mencionó que al tercer modelo del arte se le conoce el modelo de la eficacia estética, la pregunta pertinente es: ¿qué entiende el filósofo francés por el término “eficacia

1

Jacques Rancière, “Las paradojas del arte político” en El espectador emancipado, Castellón, Ellago Ediciones, 2010, p. 57.

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estética”? De acuerdo con sus propias palabras, la eficacia estética “significa propiamente la eficacia de la suspensión de toda relación directa entre la producción de las formas del arte y la producción de un efecto inmediato sobre un público determinado.”2

Este desprendimiento de toda intensión del artista con un modo de recepción por parte de un público, y una cierta configuración de la vida humana, dan lugar a una ruptura estética.

En este sentido, la ruptura estética es la que señala la eficacia de una forma, es decir, en la ruptura estética lo que se impone es la eficacia de una desconexión; dicho de otra manera, esta ruptura estética es lo que constituye la eficacia de un disenso.

Por eficacia de un disenso se entiende el conflicto de diversos regímenes de sensorialidad, pues justo cuando se dan este tipo de experiencias, es cuando el arte entra en el terreno de la política.

Recordemos que, durante los últimos años, la difusión de discursos y prácticas se ha caracterizado por tratar la relación entre arte y política, pero para plantear una posible relación entre ambas, debemos primero abordar ambos términos por separado.

Para tratar de esclarecer un poco más el concepto de disenso como el conflicto entre diversos regímenes de sensorialidad, deberíamos tomar en cuenta otros términos que Rancière introduce en su pensamiento. Comencemos por el concepto de “política”.

La política es entendida por Rancière como la actividad que reconfigura los marcos sensibles de la sociedad en el seno de los cuales se definen objetos comunes. Es decir, la política es siempre una actividad de reconfiguración donde se rompe con el orden al cual podría llamársele como natural; este orden es el que destina a los individuaos de una sociedad a la obediencia o a la vida pública. Por otro lado, tenemos lo que Rancière denomina como la “policía”, la cual se encuentra muy ligada con la actividad política.

Rancière menciona la existencia de una lógica de la distribución: ésta consiste en que cada cuerpo tiene su lugar y función correspondiente dentro de la distribución de lo común y lo privado; lo cual incluye también una distribución de lo visible y lo invisible, de la palabra y el ruido. A esta legitimización de la distribución se le conoce con el término de “policía”. Rancière lo expresa de la siguiente forma:

Generalmente se le denomina política al conjunto de los procesos mediante los cuales se efectúan la agregación y el consentimiento de las colectividades, la organización de los poderes, la distribución de

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4 los lugares y funciones y los sistemas de legitimización de esta distribución. Propongo dar otro nombre a esta distribución y al sistema de estas legitimización. Propongo llamarlo ‘policía’.3

Así pues, si consideramos la política como aquella práctica que rompe con el orden de legitimización de la distribución, la política constituye la actividad que rompe con el orden de la policía. En este sentido se afirma que:

Hay política porque quienes son tienen derecho a ser contados como seres parlantes se hace contar entre éstos e instituyen una comunidad por el hecho de poner en común la distorsión, que no es otra cosa que el enfrentamiento mismo, la contradicción de dos mundos alojados en uno solo: el mundo en que son y aquel en que no son, el mundo donde hay algo ‘entre’ ellos y quienes no los conocen como seres parlantes y contabilizables y el mundo donde no hay nada. 4

No obstante, para que se den las condiciones del acto político, debe haber la intervención de una instancia de enunciación colectiva, la cual nos otorga la posibilidad de abrir un espacio de las cosas comunes. Es decir, se deben de dar las condiciones para la actividad política, pues es importante tener en cuenta que no todo acto es político.

Para Rancière la actividad política se da o es siempre un modo de manifestarse contra la ley, es decir, contra la policía. La actividad política es un modo de manifestación o de desidentificación que deshace las divisiones sensibles del orden policial, mostrando así la pura contingencia en el orden.

Ahora bien, tomando en cuenta que la experiencia de disenso se da en la actividad política, y que a su vez la experiencia estética entra en el terreno de la política, podemos decir que, la experiencia estética –opuesta a la adaptación mimética o ética de las producciones artísticas con fines sociales– se define también como experiencia de disenso, pues la estética de la política es, en Rancière, la introducción de un conflicto en la división de los sensible.

La experiencia estética entra en el terreno de la política al haber una ruptura estética en el individuo que produce un momento de subjetivación; y esta apropiación de la estética se da al construirse otro cuerpo que ya no está adaptado al reparto policial de los lugares, funciones, cargos o competencias sociales. La experiencia estética se define como experiencia de un disenso

3

Jacques Rancière, El desacuerdo,Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1996, p. 43.

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al romper con el reparto, al experimentar el choque de dos regímenes de sensorialidad. “Ese choque [que] determina una conmoción en la economía «policial» de las competencias.”5

Las movilizaciones, consideradas como prácticas políticas, son una experiencia estética pues han puesto “en marcha un proyecto estético que ataca por la retaguardia al discurso dominante.”6

Ahora, ya conociendo un poco más de la teoría del filósofo francés, la cuestión que nos atañe es por qué La división de lo sensible podría considerarse un problema actual. Pensemos en los hechos que han ocurrido recientemente en España y aquello que los ha impulsado.

Como sabemos, recientemente se han llevado a cabo manifestaciones, marchas sociales y revueltas (entre otras prácticas) debido a ciertos modos de subjetivación que se han experimentado. Cabe aclarar que subjetivación constituye aquí una práctica política que tiene la capacidad de producir escenarios polémicos, los cuales, a su vez, son escenarios paradójicos que hacen ver la contradicción de las lógicas.

Los actos políticos que ocurren en España consisten, como menciona Rancière: “en construir la relación entre esas cosas que no tienen relación, en ver juntas como objeto de litigio la relación y la no relación.”7

Es decir, la construcción por parte de los ciudadanos –los cuales se des-identifican como ciudadanos ante el gobierno actual– de un lugar de conflicto, la existencia de un escenario común donde convergen los [antes] no existentes y los [siempre] existentes.

Este tipo de prácticas constituyen un proyecto estético donde se presenta lo “anónimo”, donde:

[…] bajo el título «Yo y Nosotros», el grupo se ha propuesto movilizar a una parte de la población para crear un espacio aparentemente paradójico. […] La paradoja aparente de esta lucha colectiva por un lugar […] [donde] la igual capacidad de los miembros de una colectividad de ser Yo cuyo juicio pueda atribuirse a cualquier otro.8

La división de lo sensible constituye el problema: el reparto de lugares, espacios y tiempos han despertado afectos que propician una existencia de subjetivación de los individuos, la cual se caracteriza por una deslegitimización de determinaciones identitarias, así como de las posesiones de palabra y desregulación de espacios y tiempos.

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Jacques Rancière, El desacuerdo,…, p. 65.

6 Ibíd., p. 66. 7 Ibíd., p. 58. 8 Ibíd., p. 67.

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6 Bibliografía

- Rancière, Jacques, El desacuerdo, Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 1996.

- ---, La división de lo sensible. Estética y política, Salamanca, Consorcio Salamanca, 2002.

- ---, “Las paradojas del arte político” en El espectador emancipado, Castellón, Ellago Ediciones, 2010.

- Vindel, Jaime y Longoni, Ana, “Fuera de categoría: la política del arte en los márgenes de su historia” en El Río Sin Orillas. Revista de filosofía, cultura y política, Buenos Aires, Año 4, No. 4, Octubre de 2010.

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