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CRUZANDO EL PACÍFICO (I) LA ODISEA DE LA ESCUADRA ALEMANA DE EXTREMO ORIENTE EN LA GRAN GUERRA

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“CRUZANDO EL PACÍFICO” (I)

LA ODISEA DE LA ESCUADRA ALEMANA

DE EXTREMO ORIENTE EN LA GRAN GUERRA

ROBERTO MUÑOZ BOLAÑOS

Mientras Francisco Fernando y su esposa Sofía Chotek caían abatido por las balas de Gavrilo Princep en Sarajevo (Bosnia), el 28 de junio de 1914; seis buques alemanes, dormían placidamente, totalmente ajenos a lo que ocurría: En Tsing Tao (China), los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau y dos cruceros ligeros: Nürnberg y el Endem; en aguas mejicanas, el también crucero ligero Leipzig y en el mar Caribe, el crucero ligero Dresden, todos ellos pertenecientes a la Flota de Extremo Oriente, a las órdenes del vicealmirante Maximilian, conde Von Spee (Mille, 1982: 251). Estos buques habrían de protagonizar una de las aventuras navales más espectaculares de la Primera Guerra Naval.

Y este hecho habría de tener lugar en un medio hostil, donde los buques alemanes tuvieron que combatir en condiciones de inferioridad, tanto numérica como técnica. ¿Por qué? Porque se trataba de naves más débiles que las de sus enemigos. Así, los cruceros acorazado Scharnhorst y Gneisenau, de 11.616 toneladas de desplazamiento, 23 nudos velocidad, y armados con ocho cañones de 210 mm –proyectiles de 108 kilogramos de peso- y seis de 150 mm –proyectiles de 40 kilogramos de peso-, estaban ya anticuados cuando se botaron en 1907-1908, y totalmente superados por los nuevos cruceros de batalla, mejor armados y protegidos y más veloces, de los que los británicos contaban nueve –Tres de la clase Invencible (de 17.250 toneladas de desplazamiento, 25 nudos de velocidad y ocho cañones de 305 mm –proyectiles de 386 kilogramos- como armamento principal), tres de la clase Indefatigable (de 18.750 toneladas de desplazamiento, 25 nudos de velocidad y con el mismo armamento principal que la anterior) dos de la clase Lion (de 26.350 toneladas de desplazamiento, 27 nudos de velocidad y ocho cañones de 343 mm – proyectiles de 635 kilogramos- como armamento principal)y el Queen Mary (de 26.780 toneladas de desplazamiento, 27,5 de velocidad y el mismo armamento que la anterior)-, y sus aliados japoneses, uno, el poderoso Kongo, de 26.232 toneladas de desplazamiento, 30,5 nudos de velocidad y armado con ocho cañones de 356 mm –protectiles de 695 kilogramos-. Así lo reconoce el capitán de Fragata Hans Pochhammer, segundo comandante del Gneiseneau: “No habían sufrido, durante la construcción, la influencia del desarrollo de los navíos acorazados que habían comenzado a sentirse en Inglaterra y cuyos primeros ejemplares fueron el acorazado Dreadnought y en crucero de combate Invencible” (Pochhammer, 1931: 9) Mientras que los cuatro cruceros ligeros citados, cuyo desplazamiento oscilaba entre las 3.278 y las 3.660 toneladas de desplazamiento, de 22 a 24 nudos de velocidad, y un armamento de diez cañones de 105 mm – proyectiles de 16 kilogramos- en todos ellos, además de una escasa autonomía. En este sentido, escribe el capitán de Fragata Luis de La Sierra: “… por un grave error de concepto en su construcción y empleo posterior, todos los cruceros ligeros alemanes citados no habían sido proyectados ni eran aptos para la guerra al comercio puesto que, resultando demasiado pequeños y estando concebidos para combatir en el Báltico o en el mar del Norte, su autonomía era desesperadamente limitada en los grandes océanos; su velocidad, inferior a la que alcanzaban la inmensa mayoría de sus contrapartes británicos, incluidos los potentes cruceros acorazados de Albión, y su artillería, aunque de excelente precisión, prácticamente de juguete e invariablemente compuesta por piezas de 105 mm y 40 calibres, que disparaban proyectiles de 16 kilos de peso y tenían un alcance máximo de 12.200 metros, cuando en las marinas de las demás potencias apenas existían crucero ligero alguno que no montase cañones de 152 mm, con proyectil de 46 kilos de peso y 15.000 metros de alcance” (De La Sierra, 1985: 15).

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Sin embargo, si la posible guerra se desarrollaba únicamente contra Rusia y Francia, los buques alemanes tendría una superioridad manifiesta porque ambas naciones sólo podían disponer de las siguientes unidades: los cruceros ligeros rusos Askold (Características: 5.905 toneladas de desplazamiento, 24 nudos de velocidad y armado con doce cañones de 152 mm y doce de 102 mm) y Jemtschug (Características: 3103 toneladas de desplazamiento, 24 nudos de velocidad, y armado con ocho cañones de 145 mm) y los cruceros acorazados franceses Dupleix (Características: 7,600 toneladas de desplazamiento, 20 nudos de velocidad, y armado con ocho cañones de 160 mm y cuatro de 100 mm) y Montcalm (Características: 9.400 toneladas de desplazamiento, 21 nudos de velocidad y armado con dos cañones de 190 mm y ocho de 140 mm) (Churchill, 1944: 177). Pero, las opciones de la flota del Kaiser se ensombrecían si el Imperio Británico entraba en el conflicto, apoyando a los enemigos de Alemania. Este era el pensamiento general de la escuadra alemana, como expone el segundo comandante del Gneisenau: “Contra Francia y Rusia hubiese sido una guerra fácil, para la cual estábamos preparados aún en estos mares lejanos, pero frente a la potencia abrumadora que advertíamos dondequiera que mirásemos en los océanos inmensos, nos sentíamos poseídos de un sentimiento, mezcla de rabia y de orgullo; éste, considerando todo lo que era necesario poner en juego para derribar a Alemania y aquella doblez y la perfidia que contra nosotros se empleara” (Pochhammer, 1931: 21). Planteamiento lógico si se tiene en cuenta que en junio de 1914, los británicos situaban las siguientes fuerzas en los océanos Pacífico e Índico (Churchill, 1944: 176-177):

a) Acorazados pre-dreadnought Triumph y Swiftsure (Características: 11.740 toneladas de desplazamiento, una velocidad máxima de 18 nudos, una protección máxima lateral de 185 mm, horizontal, de 80 mm, y de 254 mm en torres y barbetas, y un armamento de cuatro cañones de 305 mm –proyectiles de 382 kilogramos- y catorce de 190 mm-).

b) Cruceros-acorazados Minotaur (Características: 14.600 toneladas de desplazamiento, una velocidad de 23 nudos, una protección lateral de 160 mm; horizontal, de 40 mm; en las barbetas, de 185 mm, y en las torres, de 203 mm, y un armamento de cuatro cañones de 234 mm y diez de 190 mm) y Hampshire (Características: 10.850 toneladas de desplazamiento, 22 nudos de velocidad máxima, una protección lateral de 158 mm; horizontal, de 52 mm; en las barbetas, de 152 mm, y en las torres, de 127 mm, y un armamento de cuatro cañones de 190 mm y seis de 152 mm).

c) Cruceros ligeros Dartmouth y Yarmouth (Características: 5.250 toneladas de desplazamiento, 25 nudos de velocidad y un armamento principal de ocho cañones de 152 mm), Newcastle (Características: 4.800 toneladas de desplazamiento; 26,4 nudos de velocidad, y armado con dos cañones de 152 mm y diez de 102 mm), Raimbow (Características: 3,400 toneladas de desplazamiento; 18,5 nudos de velocidad y armado con dos cañones de 152 mm y seis de 120 mm), Fox (Características: 4,360 toneladas de desplazamiento; 18 nudos de velocidad y armado con dos cañones de 152 mm y ocho de 120 mm), y Pyramus, Psyche, Philomel y Pelorus (Características: 2.135 toneladas de desplazamiento; de 20 a 21 nudos de velocidad, y armados con ocho cañones de 102 mm). En aguas de Australia, se encontraban patrullando las unidades de la Royal Australian Navy, integrada por las siguientes unidades:

a) Crucero de batalla Australia (Características: 18.800 toneladas de desplazamiento, 25 nudos de velocidad, ocho cañones de 305 mm y una protección máxima vertical de 164 mm, horizontal, de 65 mm, y 178 mm en torres y barbetas).

b) Cruceros ligeros Sydney y Melbourne (Características: 5.400 toneladas de desplazamiento, 25,5 nudos de velocidad y un armamento de ocho cañones de 152 mm) y Pioneer

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(Características: 2.135 toneladas de desplazamiento; de 20 nudos de velocidad, y armados con ocho cañones de 102 mm) y Encounter (Características: 5.880 toneladas de desplazamiento, 21 nudos de velocidad y un armamento de once cañones de 152 mm). Es decir, un conjunto de buques capaz de batir, sin grandes problemas a sus contrapartes alemanes, si la guerra estallaba entre ambos países. Y esta estallaría el 5 de agosto de 1914, sorprendiendo a los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau en Ponape (Islas Carolinas) – compradas a España por el gobierno alemán en 1899-, donde el 28 de julio, habían recibidos la noticia de la declaración de guerra de Austria-Hungría a Serbia. El 6, apareció el Numberg. Ante la situación creada, Von Spee preparó sus buques para un largo crucero, ordenando que se desembarcase todo el material inútil. Dicha escuadra fondeaba en Pagán, en las Marianas -también vendidas por España-, el 11 de agosto. Al día siguiente, llegó el Emden, con el crucero auxiliar Prinz Friedrich y el carbonero Markomannia, procedentes de Tsing-Tao, que traían bastimentos de todas clases. Dos días después, la flota se hacía de nuevo a la mar. El objetivo era claro: la guerra al comercio aliado y no el combate contra los buques enemigos. Así lo explica Pochhammer: “… nuestra [misión era llevar a cabo la guerra al comercio y perturbar su vida económica, respetando siempre lo estatuído en las reglas del Derecho Internacional. Un combate con fuerzas navales enemigas no estaba, pues, justificando, sino en el caso de que tratasen de estobarnos el desempeño de esta misión, lo cual procurarían evidentemente lograr por todos los medios. Debían buscarnos y atacarnos, mientras nosotros habíamos de procurar evitarlos y llegar a las grandes derrotas comerciales con los menos entorpecimientos posibles y debiendo contar con el número, la distribución y la potencia de los buques de guerra enemigos” (Pochhammer, 1931: 24). El desarrollo de los acontecimientos que veremos a lo largo de estas líneas se ajustán perfectamente a este planteamiento. Sin embargo, este plan no iba a desarrollarse con los planes iniciales de Von Spee porque al saber el almirante alemán la amenazante actitud adoptada por el gobierno japonés -el 15 de agosto, el gobierno del Mikado enviaría un ultimátum al de Berlín exigiéndole, en el plazo de siete días, la rendición incondicional de la base naval de Tsing-Tao, “redactando su demanda con las mismas frases con que diecinueve años antes, había sido advertido, a sugerencias alemanas, para abandonar Port Arthur” (Churchill, 1944: 177)-, renunció a su plan inicial de atacar el tráfico marítimo aliado en el Pacífico occidental y, el 13 de agosto, ordenó levar anclas y arrumbar hacia levante. Su intención era atravesar el océano Pacífico y caer sobre el tráfico aliado que traía carbón y embarcaba cobre y guano en los puertos de Chile.

No obstante, no todos los buques de la flota alemana iban a estar a las órdenes directas de Von Spee en esta misión porque a las ocho de la mañana del 14, en el buque insignia, el Scharnhorst, se izó al viento una señal que decía: “Deseo a usted los mayores éxitos” (Pochhammer, 1931: 25), dirigida al Emden. El citado crucero ligero, al mando del capitán de fragata Karl von Müller, seguido por el carbonero Markomannia, pronto desapareció, rumbo al océano Índico para iniciar una de las carreras de corsario más brillantes de la Historia. Carrera que le llevaría a hundir 16 buques aliados, con un desplazamiento de más de setenta mil toneladas y que finalizaría el 9 de noviembre de 1914, al ser destruido por el crucero ligero australiano Sydney, en las islas Cocos (Indonesia).

El 22 de agosto, tras rellenar de carbón en Eniwetok, en las Marshall, la escuadra alemana se hizo de nuevo a la mar, y Von Spee envió al Nürnberg a Honolulú en busca de información y para enviar mensajes, mientras aquélla fondeaba, cinco días después, en el atolón de Majuro, donde pronto llegaron el Cormoran y dos barcos germanos de aprovisionamiento. Dicho crucero auxiliar y el Eitel Priedrich se destacaron, el 30, para hacer la guerra de corso por su cuenta. A continuación salió la escuadra, que arrumbó hacia el este, con objeto de atravesar el Pacífico. Tenían 16.000 millas por delante, en aguas totalmente enemigas.

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Los buques alemanes volvieron a carbonear el 8 de dicho mes en la isla Christmas, británica pero desguarnecida, donde se incorporó el Nümberg, que acababa de cortar, en la isla de Fanning, el cable telegráfico submarino que enlazaba Australia con Canadá. El citado crucero informó a Von Spee de que las tropas aliadas habían desembarcado el 30 de agosto en el puerto de Apia, en Samoa-Nueva Guinea –antigua colonia alemana-, lo que le llevó a decidir el ataque por sorpresa a los buques de guerra enemigos que pudieran quedar en la antigua colonia alemana.

BUQUES BRITÁNICOS Y ALEMANES PARTICIPANTES EN LAS BATALLAS DE CORONEL Y DE LAS MALVINAS Nombre Botadura Desplazam.(t) Lat.Máx,Protec.

(mm)

Velocidad

(Nudos) Armamento (mm) Comandante Peso andanada(kg) BRITANICOS Inflexible 1907 17250 178 25 16x1028x305 R.F. Phillimore 3080 Invincible 1907 17250 178 25 16x1028x305 T.P.H. Beamish 3080 Good Hope + 1901 14100 152 23 12x1522x234 Ph. Francklin 707 Carnarvon 1903 10850 152 22 12x1524x190 H.L. Skipwith 544 Cornwall 1902 9800 102 23 14x152 W.M. Ellerton 408 Kent 1901 9800 102 23 14x152 J.D. Allen 408 Monmouth + 1901 9800 102 23 14x152 F. Brandt 408 Glasgow 1909 4800 - 25 10x1022x152 J. Luce 147 Canopus 1900 12.950 294 18.5 12x1524x305 H. S. Grant 1814 Defence 1908 14600 171 23 10x1904x234 F. Wray 1143 Bristol 1911 4.800 26 10x1022x152 B.H. Fanshawe 96 ALEMANES Scharnhorst + 1907 11600 150 22.5 12x1508x210 F. Schultz 888 Gneisenau + 1907 11600 150 22.5 12x1508x210 J. Maerker 888 Leipzig + 1906 3278 - 22 10x105 L. Haun 80 Dresden + 1909 3660 - 24.5 10x105 F. Lüdecke 80 Nürnberg + 1908 3550 - 23.5 10x105 K. Von Schönberg 80

En efecto, en dicha fecha, una numerosa escuadra anglo-francesa, en la que figuraban el crucero de combate Australia y el crucero acorazado francés Montcalm (Características: 9.637 toneladas de desplazamiento, 21 nudos de velocidad, y un armamento compuesto por dos cañones de 192 mm y ocho de 163 mm) había puesto en Apia a mil quinientos soldados neozelandeses. Von Spee reconoció dicho puerto en la mañana del 14 de septiembre, pero al estar totalmente vacio, renunció a su plan. Sin embargo, ocho días más tarde, bombardeo las baterías de Papeete (Tahití) – colonia francesa-, hundiendo al cañonero de esta nacionalidad Zelee.

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El 26 de septiembre, carboneó sus buques en las islas Marquesas, poniendo a continuación rumbo a la isla de Pascua, donde efectuaría un rendez vous con los cruceros Dresden y Leipzig, y dos carboneros, adonde llegaron el 12 de octubre. El comandante de Dresden, capitán de Navío Felix Lüdecke le informó entonces que varios buques británicos, entre ellos los cruceros acorazados Good Hope y Monmouth, y el ligero Glasgow, habían seguido sus pasos (Pochhammer, 1931 35). El 19 de octubre, la escuadra de Von Spee abandonó la citada isla, y puso rumbo al este. Diez días más tarde a la de Mar Afuera, en el Archipiélago de Juan Fernández. Tras carbonear del vapor germano Amasis, las unidades de Von Spee zarparon y pusieron rumbo a las costas chilenas, avistándolas el 30 de dicho mes, culminando así el cruce del océano Pacífico, “lo que por sí solo era ya un valioso éxito logístico y estratégico” (De La Sierra, 1986: 55). Fue en ese momento, cuando navega junto a la costa occidental del país andino, cuando supo Von Spee, por el capitán de un barco alemán, que el crucero ligero inglés Glasgow acababa de entrar en el puerto chileno de Coronel para tomar carbón. Como dicho buque tendría que salir veinticuatro horas después, según las normas del Derecho Internacional en tiempos de guerra, el almirante de la Kriegsmarine arrumbó hacia el golfo de Arauco, a 14 nudos, para tratar de hundir al buque británico. Mientras el almirante germano tomaba esta decisión, la Royal Navy ya había tomado una serie de disposiciones para acabar con los buques alemanes, que habrían de recaer sobre el contralmirante Sir Christopher Cradock, al mando de la escuadra inglesa del Atlántico Occidental y que arbolaba su insignia en el crucero acorazado Suffolk (De la clase Monmouth, cuyas características eran: 9.800 toneladas de desplazamiento, 23 nudos de velocidad y armado con catorce cañones de 152 mm), a la que pocas horas después se incorporaría el ligero Bristol. El Almirantazgo británico y especialmente su Primer Lord, Winston Churchill seguían con alarma la aproximación a las costas sudamericanas de la escuadra de Von Spee. Por eso, decidieron mandar el siguiente telegrama, fechado el 14 de septiembre, a su nuevo buque insignia, el crucero acorazado Good Hope (Churchill, 1944: 223):

Almirantazgo al contralmirante Cradock, H.M.S. Good Hope

17.50 del 14 de septiembre Los alemanes están reanudando su comercio en la costa occidental de América del Sur; el Scharnhorst y el Gneisenau llegarán probablemente al estrecho de Magallanes.

Concentre una escuadra suficientemente fuerte para enfrentarse con el Scharnhorst y el Gneisenau, haciendo de las islas Falkland su base de carboneo y dejando fuerzas suficientes para combatir con el Desden y el Karlruhe.

El Defence va a reunirse con usted procedente del Mediterráneo y el Canopus está en ruta a Abrolhos. Debe retener usted como mínimo una unidad de la clase County y al Canopus con el barco almirante hasta que se haya incorporado el Defence.

Cuando tenga usted fuerzas superiores, debe explorar seguidamente el estrecho de Magallanes, manteniéndose en condiciones de retornar y cubrir la costa de Plata o, según información, buscar hacia el Norte, incluso hasta Valparaíso, para destrozar los cruceros alemanes e interrumpir el comercio alemán.

De modo que en Port Stanley (Islas Malvinas o Falklands) se reunieron los siguientes buques: el acorazado Canopus, de 13.000 toneladas y 18 nudos -teóricos-, los cruceros acorazados Defence, Good Hope y Monmouth, el ligero Glasgow y el auxiliar Otranto. Pero el Canopus no daba entonces más de 15 nudos efectivos (Churchill, 1944: 225), y el Defence, que en conjunto era el mejor de aquel grupo de buques de guerra fue destacado por el Almirantazgo, el 14 de octubre, a Montevideo (Uruguay) para formar una división junto al Carnarvon (Churchill, 1944: 225). Cradock envió al Pacífico al Monmouth, al Glasgow y al Otranto, para proteger el tráfico mercante aliado, y el 22 de octubre les siguió, con el Canopus y el Good Hope. Desde el archipiélago chileno de los Chonos, donde los ingleses tenían una base secreta de aprovisionamiento, puso un radio al Almirantazgo, el 26 de octubre, reclamando al Defence y haciéndole saber que tendría que prescindir, por su escasa velocidad, del Canopus, que se emplearía en labores de “convoyar a los carboneros” (Churchill, 1944: 228). Pero el Almirantazgo no aceptó la propuesta de Crardock, y el

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Defence quedó en Montevideo. No obstante, Churchill y sus almirantes no tenían ningún temor a que la escuadra de Cradock pudiese sufrir algún percance grave, ya que la sola presencia del Canopus disuadiría a los alemanes. Por eso, repetidas veces habían insistido a dicho almirante de que no prescindiese del veterano acorazado (Churchill, 1944: 227-229). Al mismo tiempo, temiendo que la escuadra alemana pudiese doblar inadvertidamente el cabo de Hornos y caer sobre el intenso tráfico inglés del Río de la Plata, no quería que el Defence se moviera de Montevideo, donde montaba guardia la agrupación del contralmirante Archibald P. Stoddart -cruceros acorazados Carnarvon y Cornwall, crucero ligero Bristol y cruceros auxiliares Macedonia y Drama-, que sólo contando con dicho buque podría derrotar a la germana.

Pero Cradock descubrió que el Canopus no podía navegar en formación a más de 12 nudos (Churchill, 1944: 225), y sabía que la agrupación alemana daba, teóricamente al menos, los 22,5 nudos. Por tanto, podía intentar enfrentarse con ella, apoyándose en el Canopus, sabiendo que los alemanes evitarían el combate y huirían gracias a su mayor velocidad, u optar por hacerlo, sin estar acompañado del veterano acorazado. Cradock decidió inclinarse por la segunda opción, sabiendo de antemano que no tenía ninguna posibilidad de vencer. Y esta decisión la tomó incluso sin saber que se le había negado el Defence: “Sin esperar al Defence, aun en el caso que se lo hubiéramos podido enviar, y dejando detrás al Canopus, para proteger a los barcos carboneros, estaba ya remontando la costa chilena. Pero aún cuando dejo al inexpugnable Canopus detrás porque era muy lento, tomó sin embargo con él al mercante armado en crucero Otranto, que apenas era un poco más rápido. Estaba, pues, mal preparado tanto para navegar como para luchar” (Churchill, 1944: 228-229). Las razones de porque lo hizo se las llevó a la tumba, pero es obvio que pudo pensar que se ponía en duda su capacidad combativa, y eso en una armada articulada entorno a la mística nelsoniana de la ofensiva a ultranza, era algo imperdonable.

El 1 de noviembre de 1914, la escuadra alemana de Von Spee navegaba hacia el sudeste. El vapor Titania, al que previamente se había transbordado un pequeño cañón de desembarco, apresó aquella mañana al velero noruego Helicon, fletado por el gobierno de Londres y con dos mil toneladas de carbón inglés a bordo, y como cerca de su posición, se movían varios barcos mercantes, Von Spee ordenó a sus tres cruceros ligeros que se destacasen para reconocerlos. El Leipzig tuvo que emplear la radio, y sus señales fueron captadas por el Glasgow. Parecía que el buque de guerra alemán se encontraba cerca de la flota británica; de manera que Cradock decidió arrumbar hacia él, formando una barrera de exploración en línea de frente y con una distancia de quince millas entre buques, con el Glasgow, incorporado a las 14:30 horas, en cabeza, seguido por el Otranto, el Monmouth y el Good Hope.

A primera hora de la tarde, el Nürnberg detuvo y registró a un vapor chileno, unas cinco millas a la altura del cabo Carranza (Chile). La visita duró cuarenta y cinco minutos, y los marinos chilenos vieron a otros dos cruceros alemanes, cinco y diez millas, respectivamente, mar afuera (Pochhammer, 1931: 50). Dicho vapor quedó en libertad y entró en Valparaíso (Chile), donde, el 2 de noviembre, el cónsul general británico en Valparaíso, Alan MacLean pondría un mensaje al Almirantazgo dándole cuenta de la presencia y situación de la escuadra alemana. Sólo entonces, el 3 de noviembre, cuando la escuadra enemiga estaba perfectamente localizada, decidió el Almirantazgo enviar a Cradock el Defence (Churchill, 1944: 230) Pero ya era tarde. Desde dos días antes, el contralmirante inglés, con su buque insignia y la totalidad de su gente, yacía en el océano Pacífico. ¿Qué había sucedido?

A las 16: 50 horas del 1 de noviembre, cornetas y tambores tocaron zafarrancho de combate en todas las unidades de Von Spee. “Salía del camarote en aquel momento y, creyendo que se trataba de un error, subí al puente. Todos los que tenían prismáticos miraban por la amura de estribor hacia el claro horizonte, justamente por barlovento. Con los ojos brillantes, el oficial de derrota me mostró cuatro palos finos entre penachos de humo, y pronto surgieron dos mástiles

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más” (Pochhammer, 1931: 51). Pertenecían al Glasgow, al Otranto y al Monmouth, pues, habiendo advertido el primero de ellos, a las 16:54 horas, a los buques alemanes, se replegaban a toda máquina sobre el Good Hope. En aquel momento, el acorazado Canopus se encontraba a unas 300 millas por el sur de las unidades de Cradock, de manera que su intervención quedaba descartada. Sin embargo, los cruceros acorazados germanos llevaban dos calderas apagadas, que hubo que encender a toda prisa y comunicar más tarde. De manera que estos buques tardarían hora y media en poder desarrollar toda su velocidad (Pochhammer, 1931: 51).

Pero esto lo ignoraba Cradock. Sólo sabía que el enemigo, al que suponía capaz de dar inmediatamente los 22 nudos y que entonces se hallaba a 17 millas del Otranto, que no andaba más de 17 nudos, podría cazar a este crucero auxiliar durante el crepúsculo vespertino, puesto que el sol no se pondría hasta las 1900 y aquél duraría casi una hora. De abandonar a su suerte al Otranto, era indudable que los restantes buques ingleses, que andaban prácticamente lo mismo que los alemanes, podrían escapar sin necesidad de disparar un cañonazo. Incluso, dado que la escuadra alemana se hallaba muy desperdigada, tardaría en concentrarse y, sobre todo, en poder desarrollar toda su velocidad, sólo con que Cradock hubiera arrumbado hacia el sur a 17 nudos, habría, muy probablemente, conseguido evitar la batalla. Churchill considera que la decisión de Cradock fue errática porque la velocidad de los alemanes con mar gruesa no podía superar los 22 nudos y la del Otranto, 17, y teniendo en cuenta que no quedaban más de dos horas de luz; los alemanes nunca hubieran podido siquiera dar caza a este crucero auxiliar antes de que cayese la noche, haciendo imposible el combate (Churchill, 1944: 231). Pero, Cradock, como ya hemos indicado, ignoraba la situación a bordo del Scharnhorst y del Gneisenau, y, por otra parte, no era hombre capaz de abandonar a la que creía segura destrucción a uno de sus buques. Así que se dispuso a librar batalla cuanto antes y en las mejores condiciones tácticas posibles (De La Sierra, 1986: 60), con objeto de dañar a los buques alemanes; pero sabiendo que sus posibilidades eran escasas (Véase Cuadro I). En este sentido, Pochhammer escribe: “No obstante, el almirante Cradock debía esperar que sus <<blues jackets>> [<<chaquetas azules>>, sobrenombre de los marineros de la Royal Navy] nos causarían averías tales que no podríamos mantenernos en la mar durante mucho tiempo. Aun cuando no nos aniquilase, su misión quedaba cumplida infligiéndonos grandes averías que no impidiesen causar mayores daños; el encuentro lo consideraba un deber, sin duda, pero era una fortuna para nosotros, pues difícilmente se nos presentaría condiciones tan favorables” (Pochhammer, 1931: 52).

A las 17:10 horas, Cradock ordenó a sus unidades que concentraran sobre el Glasgow, que era el más próximo a los cruceros acorazados alemanes, y arrumbaran al sur. Por su parte, Von Spee, deseando interponerse entre la escuadra inglesa y las aguas territoriales chi1enas, no dudó en aceptar la desventaja táctica que para el combate suponía la posición del Sol, que entonces deslumbraba a sus apuntadores, pues lo tenían de cara. A las 17:30 horas, el almirante británico envió un mensaje al Canopus: “Voy a atacar a enemigo” (Churchill, 1944: 232), y seguidamente ordeno a sus buques que cerrasen distancias sobre los cruceros acorazados alemanes para forzar el combate antes de la puesta del sol. Pero Von Spee hizo lo propio y mantuvo una distancia balística de aproximadamente 17.000 metros. De manera que ambas agrupaciones pronto volvieron a dirigirse al sur y quedaron navegando en rumbos ligeramente convergentes. No haber insistido en acortar la distancia lo más rápidamente posible, aun dejando atrás al Otranto, fue un grave error de Cradock (De La Sierra, 1986: 62), ya que hubiera podido utilizar todas sus piezas de artillería, incluidas las de 102 mm.

Mientras la distancia disminuía, los buques de Cradock proseguían hacia el sur, a 15 nudos efectivos, en línea de fila y por este orden: Good Hope, Monmouth, Glasgow y Otranto. Hacia las 18:07 horas, ambas formaciones quedaban a unos 13.000 metros de distancia. Von Spee había aleccionado a los comandantes de sus buques para que, en caso de mala mar, los cruceros acorazados no disparasen contra el enemigo hasta llegar a unos ocho mil metros, a fin de asegurar la

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puntería vertical (Pochhammer, 1931: 53), y lograr así el máximo daño sobre los navíos ingleses. A las 18:20 horas, cuando ya anochecía, Von Spee colocó a sus unidades en línea de marcación a babor de tal forma que quedaron difuminadas para los telemetristas británicos, a la vez que las británicas se recortaban perfectamente en el horizonte, por tanto, en condiciones muy ventajosas para sus enemigos. Poco después, y de acuerdo con las órdenes de Von Spee de “Repartirse los blancos, a partir de la izquierda” (Pochhammer, 1931: 52), Scharnhorst rompió el fuego con alzas de 10.400 metros, sobre el Good Hope, siendo inmediatamente secundado por el Gneisenau, contra el Monmouth, y por el Dresden y el Leipzig sobre el Glasgow y el Otranto. Los buques británicos respondieron sin pérdida de tiempo, pero no con el acierto de los alemanes a los que favorecía su mejor visibilidad, como ya hemos indicado, de tal forma que hicieron blanco a la tercera salva. Pochhammer, por el contrario, achacó este éxito al magnífico adiestramiento y al gran material de la que disponían los alemanes (Pochhammer, 1931: 53). De la misma opinión era el oficial británico Dixon, quien reconocía que los alemanes disparaban magníficamente (Dixon, 1983: 24). El combate de las Malvinas demostrará lo acertado de estos planteamientos.

Con dicha tercera salva, parece ser que el Scharnhorst inutilizó la dirección de tiro principal del Good Hope, y que el Gneisenau logró algunos impactos directos en el Monmouth. Entonces, Von Spee ordenó caer a babor y moderar la velocidad a 12 nudos. A partir de ese momento, los blancos se sucederían sin interrupción sobre los buques de Cradock, de tal forma que los incendios comenzaron a iluminar al Good Hope y al Monmouth, especialmente en el segundo, donde un proyectil de 210 mm había perforado la torre de proa y producido un incendio de cordita. Una violenta explosión en los pañoles de pólvoras proeles, que al parecer abrió a dicho buque una considerable vía de agua, deshizo la torre A y lanzó por los aires el carapacho (Pochhammer, 1931: 54). También el Glasgow había sido alcanzado por varias granadas, pero eran de 105 mm., lo que no produjo grandes daños. Pese a todo, los buques de la Royal Navy seguían combatiendo, y precisamente entonces resultó alcanzado el Gneisenau por dos granadas de 152 mm. Una de ellas atravesó al buque de parte a parte, por encima de la coraza vertical, a la altura de la cuaderna 89, bajo 1a cubierta acorazada, pero sobre la línea de flotación. Las grandes olas penetraron por los abiertos agujeros, que a duras penas pudieron ser estancados. La otra alcanzó la barbeta de la torre popera Bruno, sin perforarla, pero atoró momentáneamente dicha torre de 210 mm y provocó un incendio (Pochhammer, 1931: 54).

Los buques ingleses habían ido cayendo a babor, probablemente pensando Cradock en utilizar sus torpedos, logrando que la distancia llegase a ser de 4.900 metros. Entonces, Von Spee ordenó meter decididamente hacia fuera. El Monmauth, con una gran vía de agua y muy escorado a babor, tuvo que salirse de la formación y arrumbar hacia el norte, para tratar de dominar las crecientes inundaciones, desapareciendo pronto en la oscuridad. Los dos cruceros acorazados germanos concentraron entonces su artillería sobre el Good Hope, que pronto ardía de proa a popa, aunque sin dejar espasmódicamente de disparar. Hacia las 19:23 horas volaron los pañoles de municiones centrales de dicho infortunado buque: “Una columna de fuego más alta que los palos que se reflejó un instante en las nubes, salieron del centro del crucero enemigo, que parecía estar al rojo blanco, restos inflamados de toda especie, que volaron como meteoros, y luces rojas y verdes, que parecían cohetes de señales, se elevaron al propio tiempo. Después, una formidable explosión, como de un pañol de municiones, hizo callar el fuego del Good Hope, y el nuestro cesó también inmediatamente” (Pochhammer, 1931: 55). Según Pochhammer, a las 1926, tras aquella catástrofe, el Otranto escapó hacia el oeste, mientras el Glasgow hacía lo propio por el noroeste, para tratar de salvarse. A las 19:30 horas, Von Spee ordenó a sus cruceros ligeros que buscaran y torpedeasen al enemigo. Entonces intervino en la batalla el Nürnberg. Tras perseguir infructuosamente al Glasgow, más veloz -26 nudos- y que arrojaba un gran penacho de humo por sus tres chimeneas, se topó con el Monmouth, al que inicialmente confundió con el Dresden, también de tres chimeneas y sin montaje a proa. El destrozado buque inglés no contestó la señal alemana de reconocimiento, y, a continuación, los proyectores de arco del Nürnberg aclararon el

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equívoco cuando la distancia entre ambos buques era ya tan exigua que, al meter el inglés todo el timón a una banda, seguidamente para presentar a su enemigo el costado de estribor, donde iban las únicas piezas de artillería aún capaces de disparar -los alemanes oyeron las pitadas de los condestables ingleses ordenando a los artilleros, que trataban de sofocar los incendios, cubrir dichas piezas-, el Nürnberg creyó que intentaba abordarle y abrió el fuego. “El Nürnberg terminó rápidamente con él, porque no podía errar un solo disparo de a esta distancia; el crucero enemigo se tumbó lentamente a una banda; la cubierta, destrozada, fue mostrándose poco a poco; los palos, con señales izadas todavía, se fueron inclinando y aparecieron los fondos de buque, pintados de rojo; fue un cuadro altamente emocionante según los testigos oculares. <<¡Pobre gente!>> hubieron de pensar igualmente, porque el alemán es valiente, pero no duro de corazón” (Pochhammer, 1931: 56). Los náufragos del crucero británico iban a correr una triste suerte porque el capitán del Nürnberg, desconociendo la realidad de la situación, no quiso arriesgarse y los abandonó a su suerte. Tampoco el Glasgow y el Otranto intentaron recoger después a los náufragos de los dos cruceros acorazados ingleses, cuyo final debió de ser breve dada la bajísima temperatura del agua. A las 21:20 horas, la victoriosa escuadra alemana invirtió el rumbo y se alejó hacia el norte; ya que a Von Spee no le interesaba en lo más mínimo intentar hundir al Canopus, pues ese no era su objetivo. La batalla de Coronel había terminado, pues. Los británicos habían perdido dos cruceros acorazados de escaso valor militar, y lo que era más duro, la totalidad de las tripulaciones de ambos buques -920 marinos británicos en el Good Hope y 735 en el Monmouth, incluyendo al contralmirante Cradock y su Estado Mayor-, que sumaban 1.635 fallecidos. Los germanos, por su parte, sólo tuvieron dos heridos leves, en el Gneisenau.

En el Reino Unido, aquella aplastante derrota cayó como una bomba, y causó también gran impresión en los países neutrales, pues había acabado con el mito de la invencibilidad de la Royal Navy. En el Almirantazgo, el recién nombrado Primer Lord del Mar, el mítico almirante sir John Fisher, que ya contaba con setenta y cuatro años de edad, lo primero que hizo al tomar el mando fue relevar al vicealmirante Sir Frederick Charles Doveton Sturdee, Jefe del Estado Mayor, al que consideraba responsable indirecto de la derrota de Coronel, por el de su mismo empleo Sir Henry Francis Oliver. Pero, para paliar el desprestigio que significaba este cese, Fisher le entregaría el mando de la agrupación que habría de vengar la derrota que acababa de sufrir la Royal Navy. Mientras en Alemania, la noticia de la victoria de Von Spee era recibida con alborozo: “La joven Marina alemana había hincado ya sus garras en este enemigo que quitaba el pan a los nuestros para reducir por hambre al pueblo alemán, haciéndole dócil para que se plegase a sus designios, tratándole duramente” (Pochhammer, 1931: 57).

El 3 de noviembre de 1914, la escuadra alemana entraba en Valparaíso. Estaba formada por el Scharnhorst, el Gneisenau y el Nümberg, mientras el Dresden y el Leipzig lo harían días después. Los tres mil alemanes residentes en dicha ciudad chilena -de los que varios centenares quisieron enrolarse (Pochhammer, 1931: 60-1)- festejaron de manera entusiasta a sus compatriotas de la Kriegsmarine, celebrándose una recepción donde el cónsul alemán en dicha ciudad propuso un brindis “Por la ruina de la Marina británica”, que no fue respondido por los marinos alemanes, que por boca de su jefe, el propio Von Spee respondieron con otro de muy distinto tipo: “Yo brindo por la memoria de un glorioso y honroso enemigo” (Bennett, 1962: 110). El almirante alemán tal vez recordó la gran amistad que, antes de la guerra, había tenido con Cradock, hecho muy común entre los marinos de ambas naciones. Churchill rendiría tributo al almirante alemán en sus memorias por esta frase, reconociendo su carácter caballeroso (Churchill, 1944: 237).

Tras avituallar sus buques en dicha ciudad chilena, y sin esperar a que transcurriese las veinticuatro horas a que tenía derecho, Von Spee abandonó Valparaíso, dirigiéndose a la isla de Más Afuera, junto a la que ancló el 6 de noviembre, para carbonear del velero francés Valentine,

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abarrotado con carbón y recién apresado por el Leipzig, y del noruego Helicón (Pochhammer, 1931: 67). Tras realizar esta faena, la escuadra alemana se hizo a la mar el 15 de noviembre y arrumbaron al sur, para pasar al Atlántico. Tres días después se le incorporaron el Dresden y el Leipzig, procedentes de Valparaíso. En el golfo de Peñas, las unidades alemanas volvieron a carbonear, transbordándose, del Gneisenau al Scharnhorst, municiones de 210 mm. Allí llegaron otros vapores alemanes que, además de bastimentos, traían importantes noticias: “Una escuadra japonesa de cruceros acorazados descendía por el norte” (Pochhammer, 1931: 64). Más que japonesa, se trataba de una agrupación operativa aliada formada por el crucero de combate Australia, procedente de Fidji, el ligero ingles Newcastle (Características: 4.800 toneladas de desplazamiento, 25 nudos de velocidad y armado con dos cañones de 152 mm y diez de 102 mm), el acorazado japonés pre-dreadnought Hizen (Ex ruso Retvizan. Características: 12.780 toneladas de desplazamiento; 18 nudos de velocidad; una protección máxima vertical de 229 mm, horizontal, de 76 mm, y de 229 mm en torres y barbetas; y un armamento de cuatro cañones de 305 mm y doce de 152 mm), y los cruceros acorazados de la misma nacionalidad Idzumu y Asama.(Características: 9.700 toneladas de desplazamiento, 21 nudos -20 en el Idzumu- de velocidad, y un armamento de cuatro cañones 203 mm y catorce de 152 mm). Es decir, un conjunto de buques que podría batir sin ninguna dificultad a la escuadra alemana.

Von Spee ordenó zarpar el 26 de noviembre, con el objetivo de doblar el Cabo de Hornos, y caer sobre el trafico inglés de Río de la Plata: su gran objetivo. El 2 de diciembre, el Leipzig apresó al velero inglés, el Drummuir, que llevaba cerca de tres mil toneladas de carbón. Poco después, la escuadra alemana fondeaba en el canal de Beagle, donde permanecería del 3 al 6 de diciembre, mientras tomaban combustible. Von Spee celebró algunas conferencias con los comandantes de sus buques de guerra, y, según el relato de Pochhammer, fue el comandante del Gneisenau, el capitán de navío Maerker, quien preparó el bombardeo de Port Stanley, en las Malvinas, que Von Spee había decidido, sabiendo que carecía de baterías de costa y pensando que al destruir los depósitos de carbón y víveres de aquella base naval británica, así como la gran estación radiotelegráfica, la situación mejoraría para su escuadra en el Atlántico Sur, además de que sería un hecho de resonancia mundial (Pochhammer, 1931: 71).

La idea era buena, pero Von Spee tenía que haberla rechazado porque el momento de ponerla en práctica había pasado ya. La batalla de Coronel, aquel humillante revés para la Royal Navy, databa de hacía un mes y medio, y era de prever que el Almirantazgo británico ya hubiera tomado medidas en el Atlántico Sur, suponiendo que la escuadra alemana, desaparecida tras su salida de Valparaíso (Chile), intentaría depredar el importantísimo tráfico inglés del Río de la Plata, como indica Pochhammer (Pochhammer, 1931: 71). Por otra parte, los alemanes sabían que los cruceros de combate de la serie lndefatigable, construidos precisamente para ser utilizados en el océano Indico y el mar de la China meridional, no estaban allí, y que la Escuadra de Alta Mar -la Hochsee Flotte- había sido y seguía siendo absolutamente pasiva desde que comenzó el conflicto, máxime tras el combate de Heligoland, y la negativa del Kaiser a empeñar sus buques (Churchill, 1944: 173). Entonces, ¿por qué el Almirantazgo no iba a trasladar alguno de sus poderosos cruceros de batalla al Atlántico Sur para acabar con los buques alemanes? Además, el gasto de municiones de los buques germanos en Coronel había sido considerable -637 proyectiles el Scharnhorst, 442 el Gneisenau y 407 el Leipzig-, de modo que a bordo de los cruceros acorazados sólo quedaban ahora 445 granadas de 210 mm por buque, y si, como era de suponer, había unidades enemigas en las Malvinas y se tenía que librar un nuevo combate, los cruceros germanos quedarían con sus pañoles de municiones prácticamente vacíos. ¿Y cómo intentar así el regreso a Alemania, o siquiera la guerra al tráfico? Porque el almirante germano ya había recibido instrucciones de “abrirse camino hacia la patria, con todos sus buques”, para lo cual el Estado Mayor General había previsto “salidas enérgicas de la Escuadra de Alta Mar” (Pochhammer, 1931: 70); tomado medidas a fin de que dichas unidades pudieran hacer carbón para llegar a las Canarias, o al menos a Cabo Verde, y

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dispuesto la salida de un vapor con municiones para el Scharnhorst. Por todo ello, no hay duda que el ataque a las Malvinas fue sin duda, el gran error de Von Spee (De La Sierra, 1986: 71).

Mientras los alemanes tomaban la decisión que acabamos de comentar, en Londres, el almirante Fisher, secundado en todo por Winston Churchill, había enviado, el 4 de noviembre, el siguiente mensaje al almirante Jellicoe: “Ordene Invincible e Inflexible que carboneen inmediatamente al completo y salgan con toda urgencia a Berehaven. Se necesitan urgentemente para un servicio en el exterior. El almirante y capitán del Invencible deben pasar al New Zealand; el capitán del New Zealand al Invincible. Se ha dado la orden al Tiger de incorporarse a usted con toda urgencia; déle usted las órdenes necesarias” (Churchill, 1944: 234). Dos días después, es decir, el 6 de noviembre, entraba el Tiger (28.500 toneladas estándar, 28 nudos, ocho piezas de 343 mm.) en Scapa Flow. Además, el Princess Royal sería enviado a Jamaica, vía Halifax, por si la escuadra de Von Spee decidía cruzar el canal de Panamá y entrar en Nueva York, mientras que el Invincible y el Inflexible, al mando del vicealmirante Sturdee, se trasladarían lo antes posible a las Malvinas.

En los astilleros del arsenal de Devonport (Plymouth), ambos cruceros de batalla tendrían que someterse a un rápido recorrido de servicios antes de iniciar su largo viaje al Atlántico Sur. El 9 de noviembre, el almirante de dicho arsenal informó al Almirantazgo que la fecha más temprana posible para dejar listos a dichos buques de línea sería la medianoche del 13 de noviembre. Y entonces se produjo uno de esos hechos que hacen, a veces ininteligible la Historia. Ante esta noticia, Churchill exclamo: “¿Le meto mano?”, mientras que Fisher dijo: “¡Viernes y trece! ¡Vaya un día para salir!”, y aquel comentario llevó al Primer Lord del Almirantazgo a ordenar al almirante de Devonport que los cruceros saliesen a la mar el miércoles día 11, si hacía falta, con los operarios del arsenal a bordo (Churchill, 1944: 237). Esta diferencia de tan sólo cuarenta y ocho horas en el momento de zarpar iba a significar el fin de los buques de Von Spee.

Pero Fisher y Churchill decidieron que aunque los cruceros de batalla eran suficientes para aniquilar a la escuadra alemana en el Atlántico Sur había que evitar por todos los medios que los buques de Von Spee pudiesen escapar cambiando de rumbo. En Suva (Fidji), por si los alemanes intentaban depredar las derrotas marítimas de Australia y Nueva Zelanda, había quedado basada una escuadra japonesa compuesta por el acorazado Kurama (Características: 14.600 toneladas de desplazamiento, 20,5 nudos de velocidad, y armado con cuatro cañones de 305 mm y ocho de 203 mm), dos cruceros de combate y dos ligeros, además de un crucero acorazado francés y del ligero británico, Encounter. Otra agrupación operativa nipona se situó en las Carolinas. En Montevideo se encontraba el acorazado Albion, de la misma clase que el Canopus, los cruceros acorazados Defence y Minotaur y cuatro cruceros ligeros, todos ellos ingleses, a los que pronto se incorporarían el Invincible y el Inflexible. Junto a las islas de Cabo Verde montaba guardia el acorazado pre-dreadnought Vengance, de igual clase que el Canopus, los cruceros acorazados Black Prince (Características: 13.500 toneladas de desplazamiento, 23 nudos de velocidad y armados con seis cañones de 234 mm y diez de 152mm) y Warrior (Características: 13.500 toneladas de desplazamiento, 23 nudos de velocidad y armados con seis cañones de 234 mm y cuatro de 190 mm) y tres cruceros ligeros. En Jamaica, se situaron dos cruceros ligeros ingleses y uno francés, a los que se uniría el de batalla Princess Royal, como ya sabemos. A Ciudad del Cabo había llegado el Minotaur, y a Port Stanley, el Canopus (Churchill, 1944: 235). Es decir, para tratar de aniquilar a las cinco unidades de Von Spee, y sin contar los citados buques de guerra japoneses y franceses ni los numerosos cruceros auxiliares británicos que vigilaban por doquier, el Almirantazgo había movilizado treinta unidades de la Royal Navy, veintiuna de las cuales estaban acorazadas (De La Sierra, 1986: 72-73).

El 26 de noviembre, el Invincible y el Inflexible carbonearon en el archipiélago de los Abrolhos, próximo a las costas del Brasil, donde se incorporaron a la agrupación de Sturdee seis

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cruceros, dos de ellos acorazados, procedentes de Montevideo -aunque el Defence pronto marcharía a El Cabo-. Los dos cruceros de batalla no habían utilizado la radio desde que dejaron Gran Bretaña y no lo hicieron hasta que llegaron a Port Stanley, donde la escuadra británica dio fondo en la mañana del 7 de diciembre e inmediatamente inició la faena del carboneo. El vicealmirante Sturdee, que creía a la agrupación de Von Spee aún estaba en las proximidades de Valparaíso, proyectaba hacerse a la mar dos días después -el 9-, para doblar el cabo de Hornos con el fin de buscarla en el Pacífico Sur. Sin embargo, la escuadra alemana se aproximaba a las Malvinas donde recalaron a las tres de la madrugada del 8 de diciembre. Es decir, ambas agrupaciones habían coincidido en dichas islas con una diferencia de poco más de doce horas. Y sería ahí, donde terminaría la odisea de la escuadra de Von Spee.

A las 05:00 horas del 8 de diciembre, el Gneisenau y el Nürnberg abandonaron la formación germana, y arrumbaron al norte para llevar a la práctica el proyectado bombardeo de Port Stanley. Al llegar por el sur, las colinas de la isla Soledad impedían ver a los buques alemanes el interior del citado puerto hasta llegar cerca de la bocana. Así que los marinos alemanes, cuyas dos unidades ya habían sido descubiertas por los ingleses, al principio sólo pudieron percibir la gran humareda que desprendían las chimeneas las unidades de Sturdee y al Canopus, al levantar precipitadamente presión en calderas. El acorazado inglés, que tenía averiadas las máquinas, desde hacía varios días se hallaba fondeado, por orden del Almirantazgo, en las aguas de poco brazaje del puerto interior, para defender la estación radiotelegráfica con sus baterías de 305 mm., puesto que no había cañones de costa como ya sabemos.

A las 8:00 horas, los marinos alemanes descubrieron por fin a los buques ingleses, y su reacción fue, inicialmente, de gran frialdad: “Primero creímos ver dos buques, cuatro más tarde, y seis finalmente, y así se lo comunicamos por radio al almirante Von Spee. El enemigo parecía ser inferior a nosotros, lo mismo en potencia que en velocidad, y, en el caso de que nos persiguiese, era de esperar que pudiéramos romper el contacto con él antes de la noche” (Pochhammer, 1931: 72). No obstante, los marinos de Von Spee se disponían a llevar a la práctica el previsto bombardeo, cuando llegó la primera salva de 305 mm disparada por el invisible Canopus, y poco después la orden de Von Spee de suspender la operación y de incorporársele. ¿Pudo la escuadra alemana haber aprovechado la ocasión para inutilizar en sus fondeaderos al Inflexible y al Invincible? De haber conocido su presencia en Port Stanley, y como medida desesperada, es probable que Von Spee hubiera tratado de hacerlo (De La Sierra, 1986: 74). Pero lo único que sabía en ese momento es que en el puerto británico es que en el puerto figuraba algún lento acorazado inglés y de la que sin duda creyó poder librarse fácilmente a base de velocidad. Por eso, el Gneisenau y el Nürnberg arrumbaron inmediatamente hacia el este y una hora después se incorporaban a la escuadra, que había puesto la proa al sudeste, es decir, hacia los barcos de aprovisionamiento que se le enviaban -Baden, Santa Isabel y Seydlitz-, mientras levantaba presión de calderas y se preparaba para un posible combate (Pochhammer, 1931: 75).

Mientras tanto, en Port Stanley, la actividad era ya más que febril, ya que se hacía preciso terminar el carboneo de los buques británicos que había comenzado a las 07:50 horas del día 8, cuando la estación de señales de Sapper Hill comunicó que “dos buques sospechosos se aproximaban por el sur” (Churchill, 1944: 238), el Invincible, el Inflexible y el Bristol se hallaban aún en plena faena. Esto explica porque la agrupación de Sturdee no pudiese hacerse a la mar hasta poco después de las diez de la mañana. Cuando fueron visualizados desde los buques alemanes, los marinos del Reich no tardaron en percatarse de que su situación era irreversible: “Dos buques se destacaron de los restantes perseguidores y parecían mucho más rápidos, potentes y grandes que los otros. Todos nuestros prismáticos estaban fijos en sus cascos, medio envueltos en humo -prosigue el segundo comandante del Gneisenau-, a fin de tratar de distinguir cualquier detalle que sirviera para identificarlos. ¿Serían japoneses? La única posibilidad verosímil era que se tratase de cruceros de combate británicos, y esta suposición era amarga, muy amarga; porque significaba

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que íbamos a tener que combatir a vida o muerte, acaso tan sólo para encontrar un final honroso” (Pochhammer, 1931: 73). Y así era, dada la diferencia de fuerzas existente. Los cruceros de batalla ingleses eran más veloces, estaban mejor blindados y tenían una artillería muy superior y de mayor alcance que el Scharnhorst y el Gneisenau (Véase Cuadro I). Además, con el despejado día, de verano, prácticamente por delante y unas condiciones de mar y visibilidad ideales para el combate, la flota alemana estaba condenada de manera irreversible. Sturdee ordenó al Bristol y al crucero auxiliar Macedonia que diesen caza a los tres barcos mercantes alemanes, ya citados, señalados por la estación de Point Pleasant -situada al sur de la isla Soledad-, mientras él, con las restantes unidades, arrumbó hacia el Glasgow, que seguía a prudencial distancia a la escuadra de Von Spee.

El combate de las Malvinas se inició hasta las 12:55 horas, cuando Sturdee pudo, por fin, ordenar una velocidad de 25 nudos y la distancia entre el Leipzig, en cola de la formación alemana, y los cruceros de batalla británicos era de 16.000 metros, comenzando entonces el cañoneo británico. No obstante, Sturdee ordenó acortar distancias, de tal forma que los grandes proyectiles de 305 mm. comenzaron a ahorquillar al Scharnhorst y del Gneisenau. La situación se hizo pronto insostenible para los buques alemanes, y a las 13:20 horas, Von Spee dio a sus tres cruceros ligeros la orden de desperdigarse y escapar hacia el sur, aunque para ello tuviese que sacrificar al Scharnhorst y al Gneisenau (Pochhammer, 1931: 73). Desde el puente de los cruceros-acorazados alemanes se pudo ver alejarse al Leipzig, Dresden y Nürnberg, para que pudieran continuar la guerra al tráfico británico. Pero, los británicos no estaban dispuestos a perder esta presa. Así que el Glasgow -26 nudos- y los cruceros acorazados Kent y Cornwall -con una velocidad teórica de 23,5 nudos, pero que en esta ocasión lograrían rebasar los 24- se lanzaron inmediatamente en su persecución, de acuerdo con lo que previamente les había ordenado Sturdee (Bassett, 2006: 38). El Scharnhorst y el Gneisenau, por su parte, arrumbaron ahora hacia el norte y cuando la distancia era de 15.400 metros, el buque insignia alemán comenzó a disparar, con sus piezas de 210 mm, y a la tercera salva alcanzó al lnvincible. Sturdee con los dos cruceros de batalla –en el Inflexible arbolaba su insignia- y el Carnarvon, cayó a babor y adoptó un rumbo sensiblemente paralelo al de Von Spee. En estas condiciones, se inició un duelo artillero que duró tres cuartos de hora y que iba a resultar favorable a los alemanes, pues el almirante germano que era mejor táctico que Sturdee, cayó con estudiada lentitud hacia su enemigo, logrando que el alcance fuera disminuyendo paulatinamente hasta los 11.000 metros, lo que permitió a sus buques utilizar también las piezas de 150 mm. y alcanzar repetidamente al Invincible. Aceptar un combate en estas circunstancias, siendo superior en velocidad y alcance artillero que su enemigo fue un grave error del almirante británico, aunque no tuviese consecuencias irreversibles para sus buques –los proyectiles alemanes estaban en su límite de alcance con lo que llegaban sin la suficiente energía cinética para penetrar la coraza de los navíos británicos-, aunque la cubierta exterior del Invincible quedó hecha muy perforada -este buque recibiría un total de veintidós impactos directos, mientras que las granadas caídas en las proximidades ametrallaron profusamente su obra muerta- y el Inflexible recibió dos impactos directos (De La Sierra, 1986: 78; Mille, 1982: 270; Bennett, 1962: 148).

Los buques alemanes también fueron alcanzados. El Gneisenau recibió dos impactos de 305 mm: uno sobre la casamata de 210 mm. de popa, a estribor, cuyos cascotes atravesaron la cubierta protectora y llegaron hasta las carboneras, matando a un fogonero e hiriendo a varios hombres; el otro abrió un agujero en el costado de babor, a la altura de la cubierta principal, sin importantes consecuencias. Un cascote procedente de una granada que estalló cerca, en él agua, perforó el casco de dicho buque y llegó hasta un pañol de municiones de pequeño calibre, que tuvo que ser preventivamente inundado. Por su parte, el Scharnhorst recibió otros dos proyectiles, que, al parecer, tampoco le afectaron seriamente. Por tanto, los británicos habían logrado cuatro blancos en tres cuartos de hora de combate (Pochhammer, 1931: 74). Con razón escribió Mille que “el tiro inglés no fue muy brillante” (Mille, 1982: 270)

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Sturdee por fin se dio cuenta que el combate no trascurría por los derroteros que él quería, y a las 14:00 horas ordenó arrumbar al norte para romper temporalmente el contacto. Von Spee aprovechó el respiro que le concedía el enemigo, para poner la proa en dirección sudeste, con la vana esperanza de que la visibilidad empeorase por aquella parte del horizonte y le permitiera escabullirse. Pero el vicealmirante británico pronto le siguió a toda máquina, y a las 14:50 horas, desde 17.000 metros de distancia, las unidades británicas volvieron a disparar sobre los cruceros acorazados alemanes. Cuando el alcance, inexorablemente en disminución, llegó a los 15.000 metros, el almirante germano cayó a. babor y arrumbó al sudeste, para que pudieran entrar en fuego las piezas de 210 mm. de proa y de la banda de babor de sus buques, siendo imitado por Sturdee, que esta vez no permitió que la distancia disminuyera más. Era el final de los buques alemanes: “Comprendimos que la batalla de aniquilamiento comenzaba, que las travesías en pos de la guerra al comercio habían dado fin, y que el Sol lucía para nosotros por última vez; nadie se descorazonó por ello, no obstante”, escribió un testigo presencial, el capitán de Fragata Hans Pochhammer (Pochhammer, 1931: 75). Y así fue, porque los marinos alemanes combatieron en las Malvinas, hasta el mismo dramático final, que todos sabían inevitable, con un coraje que causó la admiración de sus adversarios, como veremos.

Pero la suerte estaba echada, y los impactos en los cruceros acorazados alemanes comenzaron a sucederse con efectos devastadores, como nos explica un testigo de excepción, el capitán de fragata Hans Pochhammer, a bordo del Gneisenau: “El cuadro era idéntico en todas las casamatas; hombres con la cara y los brazos ennegrecidos por el humo de la pólvora, cumpliendo calmosamente las órdenes que recibían, en un ambiente cada vez más enrarecido por el humo; tronaban las piezas, reculando y entrando nuevamente en batería, y en el intervalo entre dos disparos se escuchaban las voces animadoras de los oficiales; la voz rítmica, tranquila de los sirvientes de las transmisiones, y el sonido agudo de los timbres que daban la orden de fuego. Cadáveres imposibles de reconocer tumbados en cualquier parte, y, en algunos se les había podido cubrir con una bandera, y, en los mamparos, grandes manchas de sangre o pedazos de cerebro incrustados. Nadie ponía atención a tan triste cuadro; la batalla estaba en su apogeo, los nervios excitados y los blancos eran cada vez más frecuentes. A causa de la gran distancia a que estábamos combatiendo, los proyectiles enemigos caían con grandes ángulos y penetraban en las cubiertas menos protegidas, en vez de herir en la parte de la coraza vertical; por ello, penetraban fácilmente en el buque, yendo a producir grandes daños en los compartimientos inferiores. A decir verdad, el jefe de las casamatas de 15 centímetros y sus bravos artilleros no estaban menos expuestos que sus compañeros de arriba, devolvían al enemigo tiro por tiro. La estación radiotelegráfica, que estaba en cubierta, fue destruida, y un suboficial perdió la cabeza, que le fue arrancada por un proyectil; otro de éstos penetró en el puesto de socorro de popa, librando a los heridos de todos sus sufrimientos; el primer médico y el Pastor de la escuadra murieron allí, en el acto” (Pochhammer, 1931: 76). Estas circunstancias dantesca no impidieron a la tripulación de este buque alemán comportarse con un heroísmo que fue dignificado por los británicos, a través de su jefe, el vicealmirante Sturdee: “Lucharon de un modo magnífico, con una disciplina que debió de haber sido soberbia…” (Bennett, 1962: 151)

El otro crucero acorazado, el Scharnhorst, debió recibir también un castigo durísimo, sin embargo carecemos de un relato de lo ocurrido en el mismo, porque no hubo un solo superviviente entre no habría de salvarse ni un solo hombre para poder contarlo, sabemos que este buque sufrió también un castigo terrible. Hacia las 15:15 horas, cuando Sturdee invirtió el rumbo para librar a su buque insignia de la gran humareda que producía el matalote de proa, es decir, el Invincible, Von Spee hizo lo propio, y al cruzarse ambos cruceros acorazados germanos, los del Gneisenau observaron que el buque insignia germano navegaba ya muy hundido en el agua, tenía una pronunciada escora a babor y presentaba grandes agujeros a proa y a popa. Sus cuatro chimeneas y los dos mástiles habían desaparecido, y los incendios devastándole, “pero la insignia del almirante seguía flotando orgullosamente en el palo de proa, lo mismo que en el de popa y en el pico

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ondeaban las banderas nacionales” (Pochhammer, 1931: 76). Von Spee “debió presentir que el fin de su buque estaba cercano, y de la misma manera que primero sacrificara los cruceros acorazados para salvar los ligeros, ahora pretendía combatir con el buque insignia para salvar al Gneisenau. Con su tenaz voluntad de sacar el máximo partido de los medios combatiendo encarnizadamente mientras fuese capaz de mantenerse a flote, permitiendo que escapásemos nosotros, metio a estribor, yendo hacia el enemigo, sin duda con la intención de lanzarle sus torpedos, decisión tan bella como arrogante” (Pochhammer, 1931: 76).

A las 1604, el Scharnhorst, con la cubierta del castillo casi a la altura de la mar y grandes incendios que devastaban al buque de proa a popa, hizo su último disparo, con la torre Antón, cuando ya no estaba ni a dos metros por encima del agua (Pochhammer, 1931: 76) Luego las hélices, aún en movimiento, comenzaron a emerger, mientras el navío se acostaba sobre la banda de babor y se hundía de proa. Con un ángulo de inclinación muy pronunciado, siete minutos después, el maltrecho buque se sumergió de proa y desapareció en el abismo, en los 52º 30' sur y 56º 50' oeste, dejando en la superficie del mar a un puñado de náufragos que, aún en pleno combate, nadie pudo recoger y que perecieron en su totalidad. Desde el Gneisenau, “todos los testigos sintieron una angustiosa sensación de soledad, algo semejante a lo que se experimenta cuando se pierde al mejor enemigo” (Pochhammer, 1931: 76). Con este buque se marcho el vicealmirante Von Spee, un marino al que no olvidaron en su Patria. Así, en 1917, fue botado un poderoso crucero de batalla de 31.000 toneladas, con su nombre, que nunca llegaría a entrar en servicio. Durante el acto, el príncipe Enrique de Prusia, dijo: “El conde de Spee condujo su escuadra a la victoria en la lucha por la libertad de los mares; cayó en la brecha con sus barcos y sus dotaciones, combatiendo por el porvenir de Alemania” (Pochhammer, 1931: 91). Y en el periodo de entreguerras, la marina de la República de Weimar habría de dar su nombre a un “acorazado de bolsillo” que había de convertirse en uno de los buques más famosos de la Segunda Guerra Mundial.

Por otro lado, el hundimiento de Scharnhorst, dejó con el mando a flote al capitán de Navío Maerker, comandante del Gneisenau, quien, viéndose pérdido, ordenó entonces acortar distancias y tratar de causarle los máximos daños antes de que se produjera su hundimiento (Pochhammer, 1931: 77). Pero, cuando el navío alemán obedecía las órdenes de su comandante, se produjo un hecho trágico para los marinos de esta nacionalidad: el crucero acorazado Carnarvon, más lento que los de batalla, se unió con sus piezas de 190 mm., al cañoneo de sus compañeros de escuadra contra el ya solitario buque de la Kriegsmarine, “como si no tuviésemos bastante con los otros dos” (Pochhammer, 1931: 77). El final del buque alemán era entonces inminente, como escribe Pochhammer: “La capacidad de resistencia de nuestro crucero disminuía lentamente, como pude comprobar yo mismo durante una ronda por los compartimentos inferiores que pasé en aquellos momentos; los muertos y restos de todas clases se acumulaban por doquier; un agua heladora penetraba por las escotillas y los agujeros abiertos por los proyectiles; se intentaba disparar siempre, allí donde algún cañón se hallaba aún en estado de poder hacerlo; se llamó a las reservas para cubrir las bajas, y donde los ascensores estaban inutilizados, las municiones se servían a mano” (Pochhammer, 1931: 77). Por su parte, otro testigo presencial, en este caso británico, Spencer-Cooper narra que “A las 1615, el Invincible rompió el fuego sobre el Gneisenau, que cambió de blanco y, a las 1625, logró centrar a dicho crucero de combate. Durante el cuarto de hora siguiente, nuestro buque fue alcanzado tres veces, pero el alemán sufrió un castigo terrible. Los proyectiles se habían llevado repetidamente su bandera, pero una y otra vez habían vuelto a izar otra. La mortandad y destrucción causada por nuestros tres buques en el Gneisenau era impresionante, y resultaba asombroso lo que aguantaba. Sin embargo, hasta las 1715 no mostró el maltrecho buque signos de estar herido de muerte. Pero seguía disparando, y todavía consiguió un blanco efectivo –el último que disparó- en este período” (Spencer-Cooper, 1919: 96). A las 1725, el Gneisenau lanzó un torpedo que se perdió, y poco después dejo de disparar. La bandera alemana seguía ondeando en el buque alemán, aunque más de la mitad de su valerosa dotación había muerto. Los británicos cesaron entonces de disparar, pensando que el crucero acorazado se rendía. Pero

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entonces, la torre de proa del Gneisenau hizo un último disparo con uno de sus dos cañones, y aquel proyectil se incrustó en el costado del Invincible, por debajo de la flotación (Pochhammer, 1931: 77). Esto provocó que los británicos volvieran a reanudar el fuego. Ante esta situación, y poco antes de las 18:00 horas, el capitán de navío Maerker ordenó hundir y abandonar el buque; órdenes que se cumplimentaron disciplinadamente. En cubierta se entonó el “Deutschland, Deutschland Uber Alles” (Pochhammer, 1931: 78), y se corearon con todo entusiasmo los patrióticos gritos dados por el comandante: “Tres vivas por el Emperador y por el <<Bueno y valiente Gneisenau>>” (Pochhammer, 1931: 78). Los ingleses detuvieron nuevamente el fuego. El Gneisenau comenzó a escorar a estribor, despacio, y hacia las 18:00 horas, siempre con la bandera al viento, dio la voltereta y quedó con la quilla al cielo, para terminar por hundirse, casi verticalmente, de popa, en los 52º 42' sur y 56º 50' oeste. Se llevaba a su comandante, el capitán de Navío Maerker que no quiso abandonar su querido buque, y más de la mitad de su tripulación, que había caído durante el combate.

Unos cuatrocientos de sus hombres quedaron sobre las frías aguas -10 centígrado de temperatura-, de manera que fueron muchos los que sucumbieron debido a síncopes cardíacos, y los ingleses, que arriaron sus botes, sólo pudieron salvar a 187 náufragos -entre los que se encontraban 17 oficiales y 31 suboficiales-, pues todavía algunos marinos alemanes fallecieron después de ser recogidos, tal vez porque los buques británicos no arriaron con suficiente rapidez sus botes (Yates, 1995: 212).

Si el final de los cruceros acorazados alemanes era irreversible, el de los ligeros, a pesar del intento de Von Spee, también iba a ser trágico. El Nürnberg y el Leipzig, que inicialmente arrumbaron al sudeste, fueron perseguidos por los cruceros acorazados Kent y Cornwall, a los cuales se incorporó poco después el Glasgow. Eran unidades mejor blindadas, más veloces y mucho mejor armadas que los pequeños cruceros ligeros alemanes (Véase Cuadro I), a los que sólo la llegada de la noche o la mala visibilidad hubieran podido salvar del hundimiento. Pero eso no ocurrió. Hacia las 18:00 horas, el Glasgow abrió fuego sobre el Leipzig, que quince minutos más tarde recibía un impacto de 152 mm que echó abajo el mastelero del palo mayor. El buque germano se defendió valerosamente, pero fue perdiendo velocidad, y una hora después también disparaba contra él el Cornwall. Tras una lucha desesperada, en la que el crucero alemán consiguió alcanzar al Glasgow con dos proyectiles y al Cornwall con dieciocho –demostrando, como en los casos anteriores, la brillantez de los artilleros alemanes, a la que ya hizo referencia Pochhammer en la batalla de Coronel-, hacia las 19:00 horas, ya sin municiones, el comandante del Leipzig, que ardía de proa a popa, ordenó hundir y abandonar el buque. Como no había arriado bandera, los ingleses siguieron disparando contra él, de manera que, entre los muertos en combate y los ahogados en las glaciales aguas, pereció prácticamente toda la dotación del Leipzig, buque que terminó por dar la voltereta y hundirse a las ocho de la noche. Con él se fueron su comandante y unos 280 hombres, ya que los británicos sólo pudieron recoger a 18 náufragos -entre los que figuraban cuatro oficiales y dos suboficiales-. El Leipzig yace para siempre en los 53º 55' sur y 55º 12' oeste (De La Sierra, 1986: 84).

Por su parte, el Kent consiguió situarse a distancia balística del Nürnberg, poco después de las 17:00 horas, abriendo el fuego. Entonces el crucero germano, viéndose perdido, viró en redondo hacia su muy superior enemigo, sobre el que comenzó a disparar tan pronto pudo. En este desigual combate, librado a unos cinco mil metros de distancia, el Kent recibió treinta y ocho impactos de 105 mm. de calibre, pero, exceptuando el que le produjo un peligroso incendio de municiones en una de las casamatas, aquellos impactos sólo causaron, como era de esperar, menores averías, cuatro muertos y doce heridos al crucero acorazado británico, que, por su parte, destrozó a su adversario. El Nürnberg se hundió hacia las 19:30 horas, en los 53º 30' sur y 55º 00' oeste. Spencer-Cooper explica que “mientras el crucero se hundía, un puñado de alemanes se congregaron en la toldilla, donde permanecieron agitando de un lado para otro la bandera de su patria hasta

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