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FEDERICO GARCÍA LORCA. CANCIÓN DEL JINETE En la luna negra de los bandoleros, cantan las espuelas. Caballito negro. Dónde llevas tu jinete muerto?

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Academic year: 2021

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(1)

FEDERICO GARCÍA LORCA

CANCIÓN DEL JINETE En la luna negra

de los bandoleros, cantan las espuelas.

Caballito negro,

¿Dónde llevas tu jinete muerto?

...Las duras espuelas del bandido inmóvil que perdió las riendas.

Caballito frío.

¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra sangraba el costado de Sierra Morena.

Caballito negro.

¿Dónde llevas tu jinete muerto?

La noche espolea sus negros ijares clavándose estrellas.

Caballito frío.

¡Qué perfume de flor de cuchillo!

En la luna negra, ¡un grito! y el cuerno largo de la hoguera. Caballito negro.

¿Dónde llevas tu jinete muerto?

(Canciones)

SORPRESA

Muerto se quedó en la calle con un puñal en el pecho. No lo conocía nadie. ¡Cómo temblaba el farol! Madre.

¡Cómo temblaba el farolito de la calle!

Era madrugada. Nadie pudo asomarse a sus ojos abiertos al duro aire.

Que muerto se quedó en la calle que con un puñal en el pecho y que no lo conocía nadie.

(Poema del cante jondo)

ROMANCE DE LA LUNA La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira, mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos

y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos. Niño, déjame que baile.

(2)

Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados.

Huye luna, luna, luna, que ya siento los caballos. Niño, déjame, no pises mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño, tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,

bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya, ay cómo canta en el árbol! Por el cielo va la luna con un niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. El aire la está velando.

(Romancero gitano)

NIÑA AHOGADA EN EL POZO

Las estatuas sufren por los ojos con la oscuridad de los ataúdes, pero sufren mucho más por el agua que no desemboca.

Que no desemboca.

El pueblo corría por las almenas rompiendo las cañas de los pescadores. ¡Pronto! ¡Los bordes! ¡De prisa! Y croaban las estrellas tiernas.

…que no desemboca.

¡Tranquila en mi recuerdo, astro, círculo, meta, lloras por las orillas de un ojo de caballo. …que no desemboca.

Pero nadie en lo oscuro podrá darte distancias, sino afilado límite, porvenir de diamante. …que no desemboca.

Mientras la gente busca silencios de almohada tú lates para siempre definida en tu anillo. ...que no desemboca.

(3)

combate de raíces y soledad prevista. ...que no desemboca.

¡Ya vienen por las rampas! ¡Levántate del agua! ¡Cada punto de luz te dará una cadena!

. . . que no desemboca.

Pero el pozo te alarga manecitas de musgo, insospechada ondina de su casta ignorancia. . . que no desemboca.

No, que no desemboca. Agua fija en un punto, respirando con todos sus violines sin cuerdas

en la escala de las heridas y los edificios deshabitados.

¡Agua que no desemboca! (Poeta en Nueva York)

SONETO DE LA DULCE QUEJA Tengo miedo a perder la maravilla de tus ojos de estatua y el acento que de noche me pone en la mejilla la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla tronco sin ramas; y lo que más siento es no tener la flor, pulpa o arcilla, para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío, si eres mi cruz y mi dolor mojado, si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado y decora las aguas de tu río

con hojas de mi otoño enajenado.

(Sonetos del amor oscuro)

VICENTE ALEIXANDRE

SE QUERÍAN Se querían.

Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada, labios saliendo de la noche dura,

labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?

(4)

Se querían como las flores a las espinas hondas, a esa amorosa gema del amarillo nuevo,

cuando los rostros giran melancólicamente, giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos laten bajo la tierra y los valles se estiran

como lomos arcaicos que se sienten repasados: caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada, entre las duras piedras cerradas de la noche, duras como los cuerpos helados por las horas, duras como los besos de diente a diente solo.

Se querían de día, playa que va creciendo, ondas que por los pies acarician los muslos, cuerpos que se levantan de la tierra y flotando... Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos, mar altísimo y joven, intimidad extensa, soledad de lo vivo, horizontes remotos ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,

como ese mar redondo que se aplica a ese rostro, dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,

donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios, ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas, mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal, metal, música, labio, silencio, vegetal,

mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

(5)

EL SUEÑO

Hay momentos de soledad

en que el corazón reconoce, atónito, que no ama. Acabamos de incorporarnos, cansados: el día oscuro. Alguien duerme, inocente, todavía sobre ese lecho. Pero quizá nosotros dormimos… Ah, no: nos movemos. Y estamos tristes, callados. La lluvia, allí insiste.

Mañana de bruma lenta, impiadosa. ¡Cuán solos! Miramos por los cristales. Las ropas, caídas: el aire, pesado; el agua, sonando. Y el cuarto, helado en este duro invierno que, fuera, es distinto.

Así te quedas callado, tu rostro en tu palma. Tu codo sobre la mesa. La silla, en silencio, y solo suena el pausado respiro de alguien, de aquella que allí, serena, bellísima, duerme y sueña que no la quieres, y tú eres su sueño…

(Historia del corazón) LUIS CERNUDA

SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR Si el hombre pudiera decir lo que ama,

si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo como una nube en la luz;

si como muros que se derrumban, para saludar la verdad erguida en medio,

pudiera derrumbar su cuerpo, dejando solo la verdad de su amor, la verdad de sí mismo,

que no se llama gloria, fortuna o ambición, sino amor o deseo,

yo sería aquel que imaginaba;

aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos proclama ante los hombres la verdad ignorada, la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;

(6)

por quien el día y la noche son para mí lo que quiera, y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu como leños perdidos que el mar anega o levanta libremente, con la libertad del amor,

la única libertad que me exalta, la única libertad porque muero. Tú justificas mi existencia: si no te conozco, no he vivido;

si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

(Los placeres prohibidos) DONDE HABITE EL OLVIDO

Donde habite el olvido,

en los vastos jardines sin aurora; donde yo solo sea

memoria de una piedra sepultada entre ortigas sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje

al cuerpo que designa en brazos de los siglos, donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible, no esconda como acero

en mi pecho su ala,

sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, sometiendo a otra vida su vida,

sin más horizontes que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres, cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, disuelto en niebla, ausencia,

ausencia leve como carne de niño.

(7)

donde habite el olvido.

(Donde habite el olvido) PEDRO SALINAS

NAVACERRADA, ABRIL Los dos solos. ¡Qué bien aquí, en el puerto, altos! Vencido verde, triunfo de los dos, al venir queda un paisaje atrás: otro frente, esperándonos. Parar aquí un minuto. Sus tres banderas blancas -soledad, nieve, altura- agita la mañana. Se rinde, se me rinde. Ya su silencio es mío: posesión de un minuto.

Y de pronto mi mano que te oprime, y tú, yo, -aventura de arranque eléctrico-, rompemos el cristal de las doce, al correr por un mundo de asfalto y selva virgen. Alma mía en la tuya mecánica; mi fuerza, bien medida, la tuya, justa: doce caballos.

(Seguro azar)

PERDÓNAME POR IR ASÍ BUSCÁNDOTE… Perdóname por ir así buscándote

tan torpemente, dentro de ti.

Perdóname el dolor, alguna vez. Es que quiero sacar

de ti tu mejor tú.

Ese que no te viste y que yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo. Y cogerlo

y tenerlo yo en alto como tiene el árbol la luz última

que le ha encontrado al sol.

Y entonces tú

en su busca vendrías, a lo alto. Para llegar a él

subida sobre ti, como te quiero, tocando ya tan solo a tu pasado con las puntas rosadas de tu pies,

en tensión todo el cuerpo, ya ascendiendo de ti a ti misma.

Y que mi amor entonces le conteste la nueva criatura que tú eras.

(La voz a ti debida)

CUANDO TE DIGO “ALTA”… Cuando te digo: “alta”,

no pienso en proporciones, en medidas: incomparablemente te lo digo.

Alta la luz, el aire, el ave; alta, tú, de otro modo.

(8)

En el nombre de “hermosa” no descubro, al decírtelo,

una palabra extraña entre los labios. Resplandeciente visión nueva que estalla, explosión súbita, haciendo mil pedazos

-de cristal, humo, mármol-

la palabra “hermosura” de los hombres.

Al decirte a ti: “única”,

no es porque haya otras rosas junto a las rosas, olivas muchas en el árbol, no. Es porque te vi solo

al verte a ti. Porque te veo ahora mientras no te me quites del amor. Porque no te veré ya nunca más el día que te vayas,

tú.

(Razón de amor)

RAFAEL ALBERTI

EL MAR. LA MAR El mar. La mar. El mar. ¡Solo la mar!

¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad?

¿Por qué me desenterraste del mar?

En sueños, la marejada me tira el corazón. Se lo quisiera llevar.

Padre, ¿por qué me trajiste acá?

(Marinero en tierra)

LOS DOS ÁNGELES Ángel de luz, ardiendo, ¡oh, ven!, y con tu espada incendia los abismos donde yace mi subterráneo ángel de las tinieblas.

¡Oh espadazo en las sombras! Chispas múltiples,

clavándose en mi cuerpo, en mis alas sin plumas, en lo que nadie ve, vida.

Me estás quemando vivo. Vuela ya de mí, oscuro

Luzbel de las canteras sin auroras,

de los pozos sin agua, de las simas sin sueño, ya carbón del espíritu, sol, luna.

Me duelen los cabellos y las ansias. ¡Oh, quémame! ¡Más, más, sí, sí, más! ¡Quémame!

¡Quémalo, ángel de luz, custodio mío, tú que andabas llorando por las nubes, tú, sin mí, tú, por mí,

ángel frío de polvo, ya sin gloria, volcado en las tinieblas!

(9)

¡Quémalo, ángel de luz,

quémame y huye! (Sobre los ángeles)

SE EQUIVOCÓ LA PALOMA… Se equivocó la paloma.

Se equivocaba.

Por ir al Norte, fue al Sur. Creyó que el trigo era agua. Se equivocaba.

Creyó que el mar era el cielo; que la noche, la mañana. Se equivocaba.

Que las estrellas, rocío; que el calor, la nevada. Se equivocaba.

Que tu falda era tu blusa; que tu corazón, su casa. Se equivocaba.

(Ella se durmió en la orilla. Tú, en la cumbre de una rama).

(Entre el clavel y la espada) JORGE GUILLÉN

CIMA DE LA DELICIA ¡Cima de la delicia! Todo el aire es pájaro. Se cierne lo inmediato resuelto en lejanía.

¡Hueste de esbeltas fuerzas! ¡Qué alacridad de mozo en el espacio airoso, henchido de presencia! El mundo tiene cándida profundidad de espejo. Las más claras distancias

sueñan lo verdadero. ¡Dulzura de los años irreparables! ¡Bodas tardías con la historia que desarmé a diario! Más, todavía más. Hacia el sol, en volandas la plenitud se escapa. ¡Ya solo sé cantar!

(Cántico)

LOS INTRANQUILOS

Somos los hombres intranquilos en sociedad.

Ganamos, gozamos, volamos. ¡Qué malestar!

El malestar asoma entre las nubes

de un cielo turbio

con alas de arcángeles-átomos como un anuncio.

Estamos siempre a la merced de una cruzada.

(10)

Por nuestras venas corre sed de catarata.

Así vivimos sin saber si el aire es nuestro.

Quizá muramos en la calle, quizá en el lecho.

Somos entre tanto felices. Seven o´clock.

Todo es bar y delicia oscura. ¡Televisión!

(Clamor)

GERARDO DIEGO

NOCTURNO Están todas.

También las que se encienden en las noches de moda.

Nace del cielo tanto humo que ha oxidado mis ojos.

Son sensibles al tacto de las estrellas, no sé escribir a máquina sin ellas. Ellas lo saben todo,

graduar el mar febril

y refrescar mi sangre con nieve infantil.

La noche ha abierto el piano

y yo las digo adiós con la mano. (Manual de espumas)

SUCESIVA

Déjame acariciarte lentamente, déjame lentamente comprobarte, ver que eres de verdad, un continuarte de ti misma a ti misma extensamente.

Onda tras onda irradian de tu frente y mansamente, apenas sin rizarte, rompen sus diez espumas al besarte tus pies en la playa adolescente.

Así te quiero, fluida y sucesiva, manantial tú de ti, agua furtiva, música para el tacto perezosa.

Así te quiero, en límites pequeños, aquí y allá, fragmentos, lirio, rosa, y tu unidad después, luz de mis sueños.

(11)

DÁMASO ALONSO

INSOMNIO

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas).

A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en que hace 45 años que me pudro,

y paso largas horas oyendo gemir el huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.

Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla.

Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma,

por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre?

¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

(Hijos de la ira) MIGUEL HERNÁNDEZ

TENGO ESTOS HUESOS HECHOS A LAS PENAS… Tengo estos huesos hechos a las penas

y a las cavilaciones estas sienes: pena que vas, cavilación que vienes como el mar de la playa a las arenas.

Como el mar de la playa a las arenas, voy en este naufragio de vaivenes, por una noche oscura de sartenes redondas, pobres, tristes y morenas.

Nadie me salvará de este naufragio si no es tu amor, la tabla que procuro, si no es tu voz, el norte que pretendo.

Eludiendo por eso el mal presagio de que ni en ti siquiera habré seguro, voy entre pena y pena sonriendo.

(El rayo que no cesa)

EL HERIDO

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. Para la libertad, mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo, doy a los cirujanos.

(12)

que arenas en mi pecho: dan espuma mis venas, y entro en los hospitales, y entro en los algodones como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos

de los que han revolcado su estatua por el lodo, y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, ella pondrá dos piedras de futura mirada

y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño

reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. Porque soy como el árbol talado, que retoño:

porque aún tengo la vida. (El hombre acecha)

NANAS DE LA CEBOLLA La cebolla es escarcha cerrada y pobre. Escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla, hielo negro y escarcha grande y redonda.

En la cuna del hambre mi niño estaba.

Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre,

escarchada de azúcar, cebolla y hambre.

Una mujer morena

resuelta en luna se derrama hilo a hilo sobre la cuna.

Ríete, niño,

que te tragas la luna cuando es preciso.

Alondra de mi casa, ríete mucho.

Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto

que en el alma, al oírte, bata el espacio.

Tu risa me hace libre, me pone alas.

(13)

Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela,

corazón que en tus labios relampaguea.

Es tu risa la espada más victoriosa,

vencedor de las flores y las alondras.

Rival del sol.

Porvenir de mis huesos y de mi amor.

La carne aleteante, súbito el párpado, y el niño como nunca coloreado.

¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño; nunca despiertes. Triste llevo la boca: ríete siempre. Siempre en la cuna defendiendo la risa pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto, tan extendido,

que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera

remontarme al origen de tu carrera!

Al octavo mes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades.

Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes.

Frontera de los besos serán mañana,

cuando en la dentadura sientas un arma.

Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro.

Vuela niño en la doble luna del pecho.

Él, triste de cebolla, tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.

Referencias

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