ANTES DE QUE SEA TARDE
1. Lo que nos autoriza a pedir la Unidad de la Izquierda
De la vocación unitaria del Partido Socialista da testimonio su propia fundación. Fruto de la fusión de cuatro organizaciones afines, fue un esfuerzo y un logro unificador en medio de la dispersión. Y, no obstante su juventud partidaria (sólo cien días transcurrieron entre su fundación y su proscripción), se constituyó en una de las bases de la unidad de toda la oposición de izquierda y progresista, civil y militar, integrada en el FRA, inmediatamente después del golpe proimperialista del 21 de agosto de 1971. Una vocación probada, además, por su convocatoria la "UNIDAD PARA AVANZAR", contenida en su análisis de coyuntura "MAÑANA EL PUEBLO" (de enero de este año). Y comprobada, finalmente, por su voluntaria exclusión de los dos frentes en que se ha escindido la izquierda boliviana, mientras no juzgue agotados todos los recursos de conciliación. Por eso se constituyó en el abanderado de la unidad, al postular, en su Segundo Congreso Nacional, la formación de un "FRENTE DE FRENTES" de la izquierda.
Pero la consecuencia revolucionaria importa tanto o más que la vocación unitaria. Y de ello el Partido Socialista ha dado pruebas igualmente irrefutables. Comenzó, en lo interno, rectificando una línea de claudicación socialdemócrata que, en su afán de integrarse al sistema cuya supresión es la razón de ser del Partido, llegó tan lejos que pactó con el enemigo. Expulsados los responsables, rectificamos la orientación capituladora de la política de alianzas y propusimos un Frente, sin límites hacia la izquierda, pero limitando, hacia la derecha, a la participación del MNRI. Y cuando este partido condicionó la constitución de una alianza a la intervención del MNR de Paz Estenssoro y del PRA, no obstante nuestra franca advertencia inicial de que no la aceptaríamos, rechazamos la exigencia y abandonamos el proyecto frentista, con una explicación pública (Carta Abierta al MNRI, del 10 de abril de 1978) que nunca fue rectificada.
Tales los antecedentes que nos habilitan para hablar, con autoridad, de la unidad. Esos los méritos de consecuencia, también, que nos facultan y obligan a discriminar, para orientación de los trabajadores, entre la UNIDAD y la "suma"; entre la alianza de la izquierda y un pacto de ésta con la derecha y para la derecha.
2. Restablezcamos el sentido de algunas palabras
Hay en marcha un proceso organizado de desvalorización de las palabras. Ello conviene al imperialismo y a la clase dominante. El saqueo del significado de ciertas palabras incluye el que corresponde a los
"derechos humanos", por la administración Carter; al "nacionalismo", por los desnacionalizadores; al
"patriotismo", por los mercaderes del patrimonio territorial; al de "revolución" por los restauradores de la oligarquía. Vivimos un tiempo de simulación en que la trágica realidad económica y social que nos incluye, es suplantada por una entidad artificial surgida de la impostura recíprocamente consentida. La orfandad política de la derecha es tal, que para sobrevivir se disfraza de "izquierda". Y la izquierda, por su parte, en algunas de sus expresiones, parece pensar que debe asistir al entierro de la derecha como un deudo dolorido o, peor aún, que debe contribuir a la postergación de su muerte… para heredarla.
Acabemos ya con este diálogo de máscaras. Precisemos, para no ser mal entendidos, el sentido de los términos "izquierda" y "derecha". Ambas son expresiones políticas de una de las dos clases en que se escinde la sociedad capitalista: la de los trabajadores, la primera; de sus explotadores, la segunda. Por cierto que en la derecha política es posible distinguir (porque la clase social cuyos intereses representa no es homogénea) sectores democráticos y antidemocráticos. No obstante la importancia de esta diferenciación, lo decisivo y, en último término, unificador de su acción política concreta, es el interés de clase al que sirven unos y otros. Los miembros de cada uno de estos dos sectores no siempre son los mismos. Cuando, quienes forman filas en el sector democrático, ven en peligro el sistema de que se nutren, abjuran de su vocación democrática y se alistan en la tendencia fascistoide. Esa es la lección de la historia. Y esa, también, nuestra experiencia nacional reciente.
3. ¿Por qué y para qué la Constitucionalización de los poderes del Estado?
La militarización del poder en América Latina se produce cuando el desarrollo político liberador de las masas inhabilita la legalidad democrática burguesa y la convierte en una traba para la defensa eficaz del orden económico inequitativo en que se sustenta la clase dominante. Es entonces que ésta se ve en la necesidad de subvertir su propia legalidad y reemplazar la institucionalidad democrática de clase, por nuevas formas de dominación dictatorial basadas en la intervención gubernamental de la institución que monopoliza la fuerza del Estado. La necesidad de esta hora, en cambio, es de signo contrario. Se trata de un intento, bajo la presión de factores internos e internacionales, de rehabilitación parcial de la
institucionalidad burguesa, en términos que haga irreproducible la experiencia revolucionaria que provocó la intervención militar y la cancelación de la legalidad democrática.
El nuevo alineamiento social, contrario al gobierno, resultante de la orientación antinacional y antiobrera de su política proimperialista, reproduce en el seno de las Fuerzas Armadas una contradicción que tiende a resolverse en favor de la gran corriente democratizadora nacional, aunque al precio de su unidad formal. Pero como esta institución fue y sigue siendo el sustituto de fuerza del instrumento político de masas que la derecha, históricamente agotada, ya no puede organizar, el imperialismo y la clase dominante creen llegada la hora de salvarla unitariamente, como fuerza de reserva, operando un repliegue táctico de las Fuerzas Armadas a sus cuarteles, aunque conservándolas como el factor de poder decisivo. En suma, que ellos piensan que ha llegado el momento de ceder el gobierno… para conservar el poder. 0, más propiamente, de ceder la administración pública a quien, bajo su control, asuma la responsabilidad de administrar la crisis económica que se avecina.
Dicho de otro modo, el gobierno norteamericano y el sector social que en Bolivia asume, con evidente provecho privado, la representación interna de sus intereses, encaran la constitucionalización como una manera inevitable de asegurar continuidad al sistema de poder instaurado el 21 de agosto de 1971.
Puesto que la renovación del gobierno es inevitable y la continuidad del sistema de poder es indispensable, hay que llamar a elecciones y cambiar… para que nada cambie.
4. ¿Es viable el proyecto banzerista de constitucionalización?
El gobierno se resigna a la constitucionalización restringida de los Poderes del Estado, pero está resuelto a evitar la democratización que le es inherente. Lo que realmente le interesa no es el restablecimiento de la institucionalidad democrática, sino la institucionalización de la dictadura. Por consolidarla esté dispuesto a pagar el precio de una constitucionalización formal. Pero como su proyecto tiene esos fines y limitaciones, no expresa el interés de toda la burguesía ni, consecuentemente, de todas la Fuerzas Armadas. Es un proyecto restringido a la conveniencia económica y política de la alianza empresarial- militar, en sus sectores minero y agroindustrial, por una parte, y los altos mandos castrenses, por otra, que monopolizaron el poder desde 1971. Por eso el elegido para la sucesión es el ex Ministro encargado de la represión; por eso su designación fue resuelta por Banzer; por eso la base de apoyo de su
"candidatura" no está constituida por partidos de alguna representación, sino por funcionarios públicos;
por eso es la nueva oligarquía quien financia, vacilando ante la idea de hacer una mala inversión, la cam-
paña electoral del oficialismo.
¿Tiene, este proyecto, alguna viabilidad, en la perspectiva táctica de un repliegue de las Fuerzas Armadas a sus cuarteles? Claro está que no. La irrepresentatividad política del frente oficialista es inocultable. Si triunfa en las elecciones, será gracias al escrutinio. Pero como el manipuleo de los votos puede servir a la modificación de los resultados electorales, pero no para sostener a un gobierno surgido del fraude, las Fuerzas Amadas que hoy se disponen a dejar la administración pública, para retener el poder, volverán más pronto que tarde, reemplazarán al inútil e insostenible gobierno manufacturado por ellas mismas y retomarán el gobierno, para salvar el poder. Y el final de todo ello será que el repliegue institucional se habrá frustrado; que las contradicciones internas en las Fuerzas Armadas se exacerbarán;
y que los que creyeron haber descubierto una "salida", se encontrarán girando, extraviados, en una laberinto asfixiante.
La inviabilidad del proyecto institucionalizados de la dictadura ha sido advertido por importantes sectores de la propia burguesía y, naturalmente, de sus expresiones políticas y militares. Todas ellas descubren, casi sobre el límite del plazo electoral, que Banzer, en el intento de asegurar continuidad al sistema de poder que lo tuvo por cabeza durante siete años, lo está poniendo en peligro. Y todos, naturalmente, buscan desesperadamente una rectificación que concilie la imposibilidad de suspender, sin riesgo, el proceso electoral, con la necesidad de reemplazar una candidatura oficialista que ya está derrotada, aunque las urnas negras digan lo contrario.
5. Los infructuosos ensayos de rectificación
La particularidad de Bolivia, como parte del Cono Sur fascistizado en el que la política pendular norteamericana busca la desmilitarización gradual del poder y la instauración de una "democracia" bajo su control, es que carece de una alternativa política viable. Es decir, de una fuerza de relevo táctico identificada con los fines substanciales del sistema de poder prevaleciente y con un apreciable grado de representatividad política que asegure un mínimo de estabilidad gubernamental. La tiene Chile, con la Democracia Cristiana de Frei; la tiene Argentina, con la alianza del peronismo "histórico" y el radicalismo de Balbin; la tiene Uruguay, con el entendimiento de Blancos y Colorados; y, desde luego, la tiene el Perú, con un pacto del APRA y de Belaunde. Y todas pueden reducirse a una sola: la alternativa norteamericana en América Latina. Es el "Club de Caracas" de esta hora. Es la hora de los Betancourt, los Figueres, los Frondizi, los Haya de la Torre. Y habría sido, sin duda, la hora de Paz
Estenssoro, en Bolivia, si su complicidad flagrante con el golpe proimperialista del 21 de agosto de 1971 y la dictadura de Banzer no lo hubieran desenmascarado del todo.
¿Que hacer? No hay fórmula que no se hubiese ensayado y todas, sin excepción, incluyen alguna modalidad de alianza con un MNR, parcial o totalmente reconstituido, al que se intenta añadir algún partido de izquierda que sirva para encubrir la operación de salvataje de la derecha nativa. Y todas, también, han sido inspiradas por el gobierno norteamericano y respaldadas por la socialdemocracia europea. Antes, mucho antes que la convocatoria electoral, fue la gestión unificadora del MNR surgida y fracasada en Caracas. Hoy la derecha pone una mirada casi mendicante en el MNR de Paz Estenssoro y su influencia reunificadora de la dispersa familia movimientista, como su última tabla de salvación. En 1971 la derecha pidió al MNR ayudarla a instalar a las Fuerzas Armadas en el poder. Hoy espera que ese partido ayude a las Fuerzas Armadas a dejar el gobierno.
En la periferia de estos afanes de última hora, están otros ensayos, casi artesanales, de rectificación del proyecto banzerista. Es el caso de las otras dos candidaturas militares, encabezadas por otros tantos ex ministros de Banzer, ninguna de las cuales se distancia del todo o abandona la esperanza de una relación electoral tonificante con el MNR.
6. La consigna de unir a todos es una divisa de la derecha
Un frente que incluyeran a la izquierda y a la derecha, sería un frente de clases. Y no hay alianza de clases en la que no predomine una de ellas. La hegemonía social y política de una clase, dentro de una alianza como la que propone la derecha, no depende de la voluntad ni de la debilidad de los negociadores. Ella se define por la correlación de fuerzas sociales en conflicto. Es verdad que el reflujo del movimiento obrero ha cesado. Pero la recuperación orgánica del mismo no ha concluido ni, mucho menos, se ha iniciado el aislamiento revolucionario de las masas. En estas condiciones, es claro que la hegemonía social y política en la alianza que se propone, estará en manos de la derecha. Por eso la propone, no la izquierda, sino la derecha. Si ésta se sintiese fuerte, sería democrática y toleraría a la izquierda que no se propusiera disputar su dominio político. Si se sintiese débil y en riesgo de ser desplazada, se haría antidemocrática e intentaría la liquidación de la izquierda (como ocurrió el 21 de agosto de 1971). Pero si su debilidad es extrema, si se ve, como ahora ocurre, compelida, desde dentro y fuera del país, a prescindir de la Fuerzas Armadas como factor de gobierno, sin encontrar una fuerza de relevo viable, entonces simula una actitud democrática e invita a una parte de la izquierda a formar un
solo Frente. Así, no sólo logró la división de la izquierda, sino que enmascara la índole consolidadora de su predominio.
Los límites de la unidad, tanto para la izquierda como para la derecha, se definen en función de los fines que se persiguen. Y como los fines de la derecha y la izquierda no son, no pueden ser los mismos, la composición partidaria de una alianza política no es la misma, vista desde el campo popular, que desde la derecha. Está en los objetivos de la izquierda la formación de un frente donde las masas trabajadoras encuentren no sólo la posibilidad de realizar sus aspiraciones democráticas inmediatas, sino, a partir de su concreción, la de ensanchar y profundizar la democratización del Estado y la vida nacional, en la perspectiva de un desarrollo social de signo liberador. Por ello, la constitucionalización que se aproxima interesa a la clase trabajadora, pero no como una finalidad en sí misma, sino como un medio de avanzar hacia formas superiores de organización económica y social. Por ello, los límites de la unidad que interesa a la izquierda excluyen todo entendimiento con la derecha, mucho más con aquella que se hizo cómplice de la dictadura proimperialista y antiobrera.
7. Si a un Frente Programático; No, a una Alianza Oportunista
El Frente que proponemos no es ideológico. Si así fuese, estaríamos postulando la organización de un instrumento exclusiva y excluyentemente obrerista. Semejante proyecto no serviría a otra cosa que al aislamiento de la clase obrera. Y lo que nosotros buscamos es precisamente lo contrario: vincular al movimiento obrero al destino político inmediato de las capas medias de la población, que han evolucionado, que han sido ganadas, en sus estratos de menores ingresos, para una opción democrática.
Pero un Frente así concebido, tienen que ser, cuando menos, programático. Sin esta exigencia mínima, el pacto electoral deja de ser Frente coherente, para convertirse en una alianza oportunista. Preguntemos:
¿Qué coincidencia programática puede darse, sin abdicar de nuestras convicciones, entre los que luchamos por la liberación nacional y social, y los que hasta no hace mucho contribuyeron, desde el gobierno, a intensificar la condición dependiente de Bolivia y explotada de nuestra clase trabajadora?
8. Definición de la política de alianzas del Partido Socialista
Por todo lo expuesto, frente a la conformación de la UDP y el FRI, el Partido Socialista, fiel a su práctica política de cara a las masas, define su política de alianzas en los siguientes términos:
1) Inscrita como está en el primer punto de su programa la preservación de la unidad del movimiento obrero, trabajará, hasta el último instante, en procura de una fórmula de unidad, siquiera electoral, entre los dos Frentes en que se ha escindido la izquierda.
2) Aunque no considera agotados todos los recursos de conciliación entre ambos Frentes, no se engaña sobre la enorme dificultad, casi insuperable, de encontrar un camino de avenimiento.
3) Descarta, resueltamente, toda forma de relación política con la UDP ampliada al pazestenssorismo y al PRA. Y, de realizarse ese convenio, la combatirá para esclarecimiento de la conciencia de las masas. Porque el adversario principal no es Banzer, sino el sistema de poder que tiene en él y en Paz Estenssoro a dos de sus auténticos representantes.
4) De ocurrir tal ampliación, habrá terminado para el Partido Socialista la obligación de preservarse independientemente de ambos Frentes, pues quedará uno solo de izquierda. Ello ocurrirá, sobre todo, si la UDP ampliada ganara el gobierno, pues, en esas condiciones, será la parte movimientista del acuerdo la que, con el respaldo de los factores de poder internos e internacionales ligados a ella, oriente la alianza en servicio de la derecha y el imperialismo.
5) En ese caso, el Partido Socialista deberá resolver entre concretar una alianza electoral con el FRI, posibilidad que considera con la mayor seriedad, o mantenerse independiente de todo acuerdo. La decisión final no puede postergarse por mucho tiempo. En último término, será, como lo dispuso nuestro Segundo Congreso Nacional, el interés de la clase trabajadora y el patrimonio revolucionario del Partido Socialista, los que orienten la decisión final.
La Paz, 19 de mayo de 1978
Marcelo Quiroga Santa Cruz Primer Secretario