MARTÍN NO
TIENE MIEDO.
Una noche cualquiera en una casa cualquiera como
la tuya, estaba Martín en su habitación intentando
dormir. Una vuelta para allá, otra para acá, se
ponía bocabajo, miraba hacia el techo, hacia la
puerta, hacia la luz que entraba por las rendijas de
la persiana, contó una ovejita, dos ovejitas,
cincuenta ovejitas...A las tres mil quinientas
veintiuna ovejitas, Martín lo dio por imposible, esta
Comenzó a desesperarse cuando escuchó un ruido, “ñññiiiiiiiiii”, la puerta se estaba abriendo y dejaba entrar un humo blanco
- ¿Qué haces despierto? ¡Tendrías que estar dormido! –exclamó sorprendido el fantasma.
- ¿Por qué? – preguntó el curioso Martín.
- Porque tendrías que estar dormido para yo despertarte y asustarte – le explicó el fantasma.
- ¡Pero si ya estoy despierto! – respondió el niño. - Pues no vale. Duérmete–le ordenó el amiguito de humo. - Es que no puedo – argumentó Martín. Pues hazte el dormido,
que tengo que asustarte – volvió a insistir el fantasma. Martín, que era muy astuto, decidió engañar al fantasma, y se
hizo el dormido pero dejó un ojo abierto.
-Uhh, soy el fantasmito Fito. Mientras estás en la cama calentito,
yo vengo a darte un sustito. – canturreaba el fantasma. Pero Martín, que era muy valiente, no se asustó, sino que
fingió hacerlo. El fantasmito Fito, que era muy listo, se dio cuenta de esto, y muy indignado le dijo:
- No te rías de mí, hace poco tiempo que salí de la escuela de sustos. Ayúdame, ¿dónde crees que he fallado?
Esperaba el fantasmito Fito la respuesta cuando la cama empezó a temblar. El fantasmito Fito, asustado, se metió
en la cama con Martín y se tapó con las sábanas. Ambos, no dieron crédito a lo que vieron cuando...una
pelusa gigante salió de debajo de la cama.
- ¡Pues sí que hace tiempo que no paso la escoba por debajo de la cama! – se sorprendió el niño.
Y la pelusa, que se hacía cada vez más grande, se fue
transformando en un horrible monstruito con tres ojos y lleno de pelos, mocos, uñas y polvo. Cuando vio a Martín y al
fantasmito Fito sobre la cama, salió corriendo a esconderse en el armario, porque le daban miedo los fantasmas. Martín, que era muy curioso, fue a abrir la puerta del armario para verlo mejor. ¡Oh! Das más repelús de lo que pensaba. ¿Qué haces aquí dentro?
¿Por qué te has escondido? – le preguntó Martín.
¡Corre, entra, entra, que te va a coger el fantasma! – le pidió el monstruito asustado.
¿Fito? ¡Pero si es un encanto! ¡Ven, que te lo presento! – le sugirió Martín.
¡Que no, que no! ¡Que los fantasmas son muy malos y dan mucho miedo! – le respondió el monstruito de las
pelusas.
Bueno... Él intenta asustar, pero es que no le sale muy bien. Tenemos que ayudarle – le explicó el niño.
Martín y el monstruito de las pelusas, cogidos de la mano, se acercaron al fantasmito Fito.
Fito, este es...Por cierto, ¿cómo te llamas? – le preguntó el niño.
Soy el monstruito Peluso,
No seré muy robusto,
Pero sí especialista en sustos – declaró el nuevo
amiguito.
No había acabado de decir esto cuando... ¡Toc, toc!
Llamaron a la ventana.
Permiso, ¿se puede? Vengo a asustar – anunció una
bruja.
¡Uy! ¡Cuánta gente! Un niño despierto, un fantasma, un monstruito asustado- dijo la bruja sorprendida.
¿Tú quién eres?- preguntó el niño. La bruja Maruja soy,
Volando en mi escoba voy, Y en cuanto te descuides...
¡Un susto te doy! – recitó la nueva amiga.
¿Pero a vosotros quién os ha enseñado a asustar? Así no se dan sustos. Vamos a pensar cómo podríamos hacerlo – sugirió Martín.
Entonces, todos se sentaron en la cama a discutir
cuál era la mejor forma de asustar.
¡Catapún, chimpún! Algo cayó desde la lámpara
que colgaba del techo y el fantasmito Fito, el
monstruito Peluso y la Bruja Maruja salieron
corriendo, mientras que Martín, viendo la cara de
quien había caído, se partía de risa.
¿Pero quién eres tú y qué hacías ahí arriba? –
preguntó Martín divertido.
Soy el coco Quico, En la sombra te espero, Porque asustarte quiero Seas chica o chico. – se presentó el coco. ¿Y qué hacías ahí arriba? – le preguntó el niño. Pues venía asustarte, porque ese es mi trabajo, y me subí a la lámpara para asustarte cuando te durmieras, pero como no te dormías, fui yo el que se quedó dormido esperando. Pero, al dar media vuelta, me caí. ¿Y quiénes son todos estos? – pidió explicación coco.
Pues una panda de miedicas que a la mínima de cambio salen corriendo. ¡Míralos! Tienen miedo unos de otros. – le
respondió el niño.
A Martín, después de haber dicho esto, se le ocurrió una gran idea, pero se la guardó. Y seguidamente dijo: Calmaros, calmaros y estaros aquí quietecitos, que voy un
momento al baño.
Martín salió de su cuarto, cerró la puerta, y en lugar de ir al baño, se dirigió al despacho de su padre, donde había
una gran cabeza de león disecada. Se la puso como si fuera una careta, y sigilosamente regresó a su habitación.
Abrió cuidadosamente la puerta y vio que todos
estaban despistados y que podría pillarlos
desprevenidos. Entonces, de un golpe entró
rugiendo ¡Arrrrrggggg!
¡Madre mía, cómo empezaron a gritar todos!
Martín, viendo la reacción de sus visitantes, no
pudo evitar reírse, y les dijo divertido:
¡Así es como se da un buen susto!
Abrió cuidadosamente la puerta y vio que todos estaban despistados y que podría pillarlos desprevenidos.
Entonces, de un golpe entró rugiendo ¡Arrrrrggggg! ¡Madre mía, cómo empezaron a gritar todos! Martín,
viendo la reacción de sus visitantes, no pudo evitar reírse, y les dijo divertido:¡Así es como se da un buen susto!