I
El matrimonio i el adulterto segun
LA BlBLIA.—BlGAMIA i P0LIGAM1A.—
Concubinato.
Para no abrog'arnos el diflcil i
deli-cado oflcio de comentadores de la
Bi-blia, superior a nuestras humildes fuerzas, nos contentaremos con
trans-cribir los testos que creamos mas
apropiados paranuestro objeto.
Helosaqui:
«I asi que oyo I.aban las nuevas de Jacob, hijo de su hermana, corrio a
recibirlo, i abrazolo, i besolo, i trajole
_ 4
—
I Laban le dijo: Ciertamente hueso niio. i carne
raif-eres.
I estuvo con eleptiempo de un raes.
Entonces dijo Laban a Jacob: ^Por sertumi hermano, me has de servir de b'alde? Declarame que sera tu sa-lario.
1 Laban tenia dos hijas: el nombre de la mayor emLea, i el nombre de
lamenor, Rachel.
I los ojos de Lea eran tiernos, pero Rachel era de lindo semblante, i de hermoso parecer.
I Jacob amo a Rachel, i dijo: To te
servire siete alios por Rachel tu hija
menor.
I Laban respondio mejor es que te la de a tj, que no la de a otro hombre;
estate conmigo.
Asi sirvio Jacob por Rachel siete
anos; i parecieronle como pocos dias,
porque laamaba.
I dijo Jacob a Laban: dame mi mu¬ ller, porque mi tiempo es cumplido, para que cohabitecon ella.
varones de aqael lugar, e hizo
ban-quete.
I sucedio que ala noche tomo a Lea
su liija, ise la trajo: i el. entro,a eila.
I dio Laban su siervaZilpa a su liija
Lea per criada.
I vepida la manana, he aqul que era
Lea; i el dijo a Laban: ^Que es esto
que me has hecho?(.No te he servido
p. r Rachel?^por que pues me has
en-gahado?
I Laban respondio; No se hace asi
en nuestro lugar, que se de la manor antes que la mayor.
Cumple la semana de esta, i se te
dara tambien la otra par el servicio que hicieres conmiga de otros siete
anas.
E hizo Jacob asi, i cumplio la sema¬
na de aquella: i el Je dio a Rachel su
liija por mujer.
I dio Laban a Rachel su liija por
criada a su siervaB.ilha.
I entro tambien a Rachel, i arhola
tambien masque aLea: i sirvio con el aun otros siete anos.
i abrio su matriz; pero Rachel era
es-teril.
Iconcibio Lea, i pario un hi,jo, i
11a-mo su nombreRuben; porque dijo: Ya que ha mirado Jehova mi afliccion aliora por tan to me amara mi marido. I concibio otra vez, i pario un hijo, i dijo: Por cuanto oyb Jehova que yo
era aborrecida me ha dado tambien
esle. I Ilamo su nombre Simeon. 1 concibio otra vez, i pario un hijo, i dijo: Ahora esta vez se unira mi mari¬
do conmigo, porque le he parido tres
hijos: por tanto llamo su nombre Levi. I concibio otra vez, i pario un hijo, i
dijo: Esta vez alabare a Jehova. Por
esto ilamo su nombre Juda: i dejo de
parir.3
Moises pronuncio pena de muerte contra los adulteros; pero en cuanto
ala vioiencia, solamente lade una no-via era castigada de muerte, castigo
que comprendio tambien a la violada,
a menps que el crimen no se hubiera
cometido en despoblado: de otro
mo-do se suponia que la mujer Labia sido
grit,o poco.Si la novia habia. recibido
el anillo de esponsales, se obligaba a
su violador a deposarse con ella i a
pagar al padre de so victima
cincuen-ta ciclos de plata, lo que se liaraaba
en la lei la compra de unavirjen.
Mas induljente con los hotnbres que con las mujeres, Moises prescri¬
be a estas una castidad tan rigurosa, que la mujer casada que vela a su marido en rina con otro bombre, no
podia acudir en su ayuda so pena de esponerse a perder
ia
m.ano, porque estaba establecido el castigo de cor-tarsela a la mujer que por descuido o por cualquiera otra causa, tocaba albombre en las pudendas, i era
cos-turabre entre los I'ebreos recurrir a este temible ataque que tendia a rau-tilar la raza de Israel.
Heaqui uno de los numerosos ejera-plos de bigamia i poligamiaque
halla-mos en la Bibila, referente tarnbien a Jacob:
«I viendo Rachelque no daba hijos
i decia aJacob: Dame hijos o si no me
rouero.
I Jacob se enojaba contra Rachel, i
decia: i,Soi vo en el lugar de Dios, que te impidio el fruto de tu vientre?
I el la cl ijo: He aqui mi sierva Billia; entra a ella i parirasobre mis nodiIIas,
i yo tambien tendre hijos de ella. Asi le did a Billia su sierva por
mu-jer, i Jacob entro a ella.
I concibidBilha, i pario a Jacob un
hijo.
I dijo Rachel: Juzgome Dios, itam¬ bien oyo mi voz, i didme'un hijo. Por tanto liamo su riombre Dan.
I concibid otra. vez Bilha, la sierva
de Rachel i pario el hijo segundo a Jacob.
I dijo Rachel: Con luchas de Dios ha conlendido con mi hermana, i he
vencido. I llamo su nombre Nephtali.
I viendo Lea que habia dejado de
parir, tomb a Zilpa su sierva, i didla
a Jacob un hijo.»
di-- 9
-ficil senalar unos sin mentar la otra. Uno de los ejemplos mas escanda-losos es sin dnda el que nos presenta
el sabio Salomon, cuyos excesos de increible incontinencia liegaron al punto de hacerle tomar setecientas mujeres i trescientas concubinas.
II
El matrimqnio ex Grecia—Las con¬ cubinas atexienses.—penalidades contra el ADULTERIO.—El divor-CIO.
En Grecia seprofesaba un profundo
respeto ala familia, a la fe conyugal i
a la lejitimidad de los hijos; pero.este
respeto revestia caracteres bastante
paros i dificiles de comprender en nuestros dias.
La mujer casada, las doncellasi las
matronas honradas permanecian o-cultas en el jineceo domestico i eran alii unas x'einas, digamoslo asi, hasta
el umbral de la puerta.
juegos-— -10 —
publicos ni. en las- representaciones
teatra-les, ni salian a la calle sino rara vez, iaura asi vestidas i veladas hones-tamente, si no querian hacerse acree-doras de una multa crecida.
No tenia instruction algunai, segun
algunos historiadores hasta hablaban
mal su lengua.
Sus ocapaciones consistian en el
a-rreglo de la casa, en laboresdeaguja,
en las funciones de esposa, de
nodri-za i rnadre.
. «El nombre de una mujer honrada,
dice Plutarco,debe estar como su per¬ sona, epcerrado en su casa.i)
«La mejor mujer, habia dicho
Tuci-dides, es aquella de quien no se dice
mal ni bien.
El imperio de la mujer easada aca-babaa la puerta de una casa, alii don-de comen/.aba el del marido; no tenia
el derecho deseguirle ni de turbarlo en
su vidaesterior, entendiendoseque ig-norabaio queocurria fuera desuvista. Era una especie de esclava rodeada
de respeto i de atenciones i protejida
—11 —
El dominio del mundp i del amor,si
asi nos es permitido espresarnos,
es-taba reservado a las hetarias.
Las hetarias tenian inmensas
venta-jas sobre las mnjeres casadas: verdad
que no aparecian sino a distancia en las ceremonias relijiosas, no toraaban
parte en los sacrifieios ni podian
salu-dar publicamente a los ciudadanos;
pero en canrbio eran el adorno indis¬ pensable de ios jnegos solernnes, de
los simulacros guerreros,
delasrepre-sentaeiones escenicas; ellas solas se
paseabanen carros,engalanadascomo
reinas, brillantes de sedaioro, con la
cabeza descubierta i el seno desnudo;
ellascomponian el selecto auditorioen las sesiones de los tribunales, en los certamenes poeticos, enlos palenques
literiarios, en las reuniones academi-cas; ellas aplaudiana Fidias, a Apeles,
aPraxiteles i aZeuxis, despues de su-rninistrarles en si raismas modelos i-nimitables de belleza; ellas inspiraban
a Euripides, aSofocles, a Menandro,a
Arisfosfanes, a Eupolis, animandoles,
- 12
-Oianse i. se seguian sus consejosea
]as ocasione.s dificUes, repetianse por
todas.partes conelojio susbuenas ocu-rrencias i se terma su critica mordaz i se apetecian sus elojios. Eran causa
de imichosdesordeneside muchos esr
candalos; pero tumbled de muchos ac-tos de patriotismo i de valor, de bri-]lantes obras dejenio i de ricas inveh-ciones de poesias i arte.
Ivstasmujeres, queformaban la aris-tocracia de la prostitucion,
subvuga-ron a casi todos los iildsofos de su
tieprpo, a los poetas, a los artistas i
hasLa a muchos reyes.
Algunas, como Tais, amanle de Ale-jando IMagno, que se unioa su muerte
con To'omeo, llegaron a casarse lron-rosaniente. Muchos ho mlires ceiebres fueron hijo's de estas cortesanas, co¬
mo el gran Temlstocles, Filetario, rey
de Pcrgarao, el filosofo Blon i el jene-ra! ateniense Timoteo.
«Un hombre que se hubiera perini-tido amar a su mujer, dice el
historia-dor de quientomamos estos datos, con
- 13
-habria sido criticado por todos segun el axioma formulado por Plutarco.
«No se puede vivir con una mujer
honrada como con una esposa iuna
hetariaa la vezov
Tal era la condition poco envidiable
por cierto de la mujer casada en Gre-cia.
Tenemos, dice Demostenes,
corte-sanas para el placer, concubinas para
el servicio ordinario; pero esposas pa¬
ra que nos den hijos lejilimos i veleri
lielmente en el interior de la casa.?
Las concubinas eran esclavas que se
compraban o sirvientas que se toma-ban a sueldo i que debian satisfacer
los sentidos de sus amos: en esto no.
habia amor ni libertinaje era un sim¬
ple servicio.
La mujer lejitima no seestrailaba ni
se dignaba ofenderse, de ver a sus es¬
clavas o sirvientas, entregarse en su
propia casa, en brazos de su marido,
iniiiis-— 14
—
cuirse en un asnnto que no se
consi-deraba desu incumbencia. Los
hijos
quenacian de estas relaciones secun-darias no eran considerados comole-jitimos i con esto quedaba satisfecha
SU dignidad,
Las concubinas, puesformaban par¬
te del hogar domestico. Su existencia corria ignorada i envejecian en medio de sus trabajos domes ticos, humildes
iolvidadas, aunque hubieran dado hi¬
jos a sus amos, hijos que ningun
de-reeho tenian a la familia i que no po-dian usar el nombre de ciudadanos.
Las cortesanas i las concubinas
es-taban, pu.es, toleradas alapuerta
mis-ma i enelseno del santuarioconyugal.
Pero no siempre la vida de las con¬
cubinas era tan hurnilde como quizas se imajina.
Como con frecuenciaeran mas ins-truidas i amables que la esposa lejiti-ma, i en sus relaciones podian
permi-tirsetransportesi sensualidadesdeque
unamujercasta se hubiera
avergonza-do, solian conquistarse la preferencia
— 15
-No obstante su condicion era
siem-pre o casi siempre la de una esclava.
Heaqui loquecuentaunhistoriador, de Danae, filosofa hija de la celebre Leontiun i deEpicuro, segun se cree: «Ensusvicisitudes vino a serla
con-cubinade Sofronio,gobernador de Efe-so, quien node impidio que siguiera
cultivando la filosofiaepicurea.
Sofronio la amaba con delirio, sin
que Laodicea, su mujer legal, tuviera
celos de ella, antes bien la hizo su
a-miga i confidenta.
Un dia bubo de confiarle el secreto de haber pagado asesinos para que li-braran a las dos a la vez del esposo i
del amante. Danae corrio a
avljar
el
peligro a Sofronio, quien apenastuvo tiempo de huira Corinto.
Furiosa Laodicea al ver en salvo su
victima, convirtio toda su ira contra
Danae i ordeno que fuera precipitada desde lo alto de unaroca, iDanae,
mi-diendo conla vista el precipicio a que
se la iba a empuiar, esclarao
amaraa-mente.
seniegavues--16
-traexistencia. jYo muerotan
desastro-samente por haber querido salvar la
vida del honibre aquien amaba, i
Lao-dicea, la infarae Laodicia que queria
asesinar a su esposo,vivira rodeada de gloria i de honoresb
Este pasaje da ideabastante clara de las costumbresdomesticas deaquellos
tiempos i delcaracteri condicion de
las concubinas.
La condicion de la mujer, asi
escla-va corao libre, asi concubina
comoes-posa
lejitinS,eraciertament:ehumillan-tei miserable.Quizaspor esto llego la prostitucion
a invadirlo i a mancharlo todo.
Greciai Roma, aquellospueblos po-derososqueatal progresollegaron por otra parte, no pudieron conservar su
graudeza quizasporque nohonraron a la mujercomo es debido.
Este gran triunfo, que tantoba inllu-idoen la civilizacion moderna, le esta-bareservado, como vereinos al cris-tianismo.
- 17 —
la mujer con la pena de muerte;pero
esta lei no tenia aplicacion casi nun-ca.
El culpable era entregado
solamen-te al marido ultrajado, quien se con-tentaba a veces con hacerle' dar una carrera debaquetas.
Comunmente la muerte se
conmu-taba eon una cantidad de dinero que,
a tltulo de indemnizacion pagaba el
adultero.
De este modo se sustraia a un
cas-tigo ridiculo i doloroso, pues segun
Ateneo, si no aceptaba la
conmuta-cion, el esposo ofendido lo entregaba
a merced de sus esclalvos, que
des-pues de azotarlo con la mayor cruel-dad, le introducianpor elano un
enor-merdbano negro.
Los orientales han conservado algo de eso en el supliciodelpalo.
La prostitucion solia esplotar el te-mordelrabano negro, haciendo creer
aciertos imbeciles que habian come-tido adulterio sin saberlo.
— 18
—
En Atenas eran injuriadas i
maltra-tadaslas adulteras publicamente. Si el rnarido sorprendia a los
delin-cuentes, i los asesinaba era
perdona-do.
Segun Aristofanes, se arrancaba a las adulteras el cabello i sobreel
cra-neo, ensangrentado. se les arrojaba
ceniza cahente a fin de hacer mas
in-tenso el dolor.
Pero parece que a despecho de las
leyes draconianas, habia mujeres ca-sadas queejerclan la prostitucion.
«Megara en una carta a su compa-fiera liaechis, carta que el retorico Aleifroute notuvo elpudor deromper, diceespresamente queFilomena, aun-que reciencasada,sehallabaenun
lu-gar de placer donde se 'cometian los
excesos mas vergonzosos.
La astuta, dice Megara, ha encon-trado el medio de asistir, abismando
a su marido en un profundosueno.»
Los flltros soporlferos como los fil-tros amorosos estaban mui en boga
— 19
—
alos majistrados que continuamente tenian que estar vertiendo sangre, i
ultimamente ya no las aplicaban, pre-firiendo en muchos casos la inipuni-dad del delincuente a la odiosidad de
un snplicio que reprobaban larazon i
la humanidad. Fueron pues, dejando-seide observar estas leyes i la impuni-dad volvio asumira Atenasen el caos.
Los adulteros se aprovecharon
na-turalmente, de esta situacion.
Solon revoco todas las leyes draco-nianas menos la que castigaba el
ase-sinato.
En esta nueva lejislacion el adultero
cojido infraganti podia ser muerto im-punemente: la esposa adultera no po¬ dia ya ponerse adornos so pena de verselos quitarpublieamente, i aun de
ser castigada con azotes; el marido
que habiendo convencido a su mujer
de adultera, volvia a vivir con ella, in-curria en la infamia.
Laviolencia hecha a una mujer de
condicion libre era castigada con una
— 20
—
Segun una antigua lei, caida en de-suso, la esposa lejitima, en algunas circunstancias, podia qnerellarsea los majistrados i aim demandar el divor-cio, si los excesos del marido le eran
insoportables.
Asi Hiparete, casta esposa de Alci¬ biades. ciiya inconslancia la desolaba
en su lidelidad i carino, viendo que
aquel esposo iibertinq la dejaba por frecuentarestranjeras de mala vida, se retire a casa de su herrnano i
deman-do el divorcio.
Alcibiades no tomb !a cosa en serio
i declare que su inujer debia llevar al
arconte,.iriajistrado de aquellos
tiein-pos, las piezas del divorcio.
Hiparete fue i Alcibiades tambien;
sit10 que en vez de justiI'icarse, tomo
tiernarnente en susbrazos ala
detnan-dante, i asi. la condujo al domicilio conyugal.
Por lo comun las matronas dejaban de querellarse por no rebajar su
dig-
ce-— 21
-losas era la leji timidad de los hijos ha-bidos en el matrimonio legal.
Los hijos de las concubinas, lo
mis-mo que los de las cortesanas,
partici-paban de la ignominia de susmadres; ig'norainia de que no se purificaban
hasta haber servido gloriosamente a lapatria.
La condicion personal de las con-cubinas diferia esencialmenle de la de las cortesanas, i, sin embargo, la con¬ dicion de los hijos de unas i de otras
era igual.
Los bastardos, queIran
innumera-bles, porqueinumerableseran las cor¬ tesanas deAtenas, estaban como
se-gregados de la pablacion libre: no
te-nian traje especial ni ning'una otra
marcadistinliva; pero desde su
infan-cia jugaban aparte i aparte se ejercita-ban en tin terreno dependiente del
temptd de Hercules, a quiense miraba
como el dios de la bastardia.
Guando tenian la edad del hombre estaban incapacilados de heredar, de bablar ante el pueblo, de ser
ciudada-nos en una palabra.
- 22
-III
La antigua Roma —Castiuo a las
, adulteras.—muerte de lucrecia.
Desde el reinado de Romulo, si nos oontentamos en estudiarlo en Tito
Li-vio, el matrimonio fue instituido en condiciones de alejar todo pretesto al divorcio i al adultepo;porque el ma¬ trimonio considerado bajo elpunto de vista politico en la nueva colonial, te¬ nia principalmente por objeto apegar los ciudadanos al hogar domestico i
crear lafamiliaal rededorde los
espo-sos. Al principio liubo carencia casi
absoluta de mujeres, puesto que para
procurarselas, el jefe de aquella
colo-nia
tuv|
que
apelar
ala astucia i
ala
violencia. Cuando llego el ardid a rea-lizarse ilas sabinas se sometieron, de
grado o por fuerza a los maridos que el azar les habia dado, no todos los
hombres aptos de Roma se hallaron
provistos de mujeres, i
prime-— 23 —
ros siglos, el sexo femenino esLuvo en
minoria en aquella reunion de
hom-bres, venidos de todos los puntos de Italia, divididos arbitrariamente en pa-tricios i plebeyos, que vivian separa-dos los unos de los otros.
El matrirnonio era, pues, necesario para ligar i retener'en un cent.ro
co-munestaspasiones,estas costuinbres, estos intereses esencialraente distin-tos e inconexos: el matrirnonio debia ser fijo i durable afin de formar la ba¬ se social del Estado; el matrirnonio, en fin, repelia i condenaba toda
espe-cie de prostitution, la cual no se hu-biera alzado cerca de el sino en su
perjuicio. Los hechos mismos estan
alii para hacer verlas mas solidas ga-rantias del matrirnonio, tal como Ro-mulo lo habia prescrito a su pueblo. Las cuatro leyes que dio a la vez en favor de las sabinas i que fueron gra-badas sobre una tabla de bronce en el
Capitolio, prueban ampliamente que
no habia quetemer aun la plaga de la
prostitution.
_ 24 —
que las mujeres serian las
compane-ras desus luaridos i que entrarian en
participaeion de sus bienes, de sus honores i de todas sus prerogativas;
la segunda ordenaba a los liombres ceder el paso a las mujeres en publi¬ co, para darles liomenaje; la tercera
les prescribia respetar
ei
pudoren sus acciones i palabr'as delante de las mu¬jeres,de tal rnodo, que no podian pre-sentarsealpublico s.ino con traje] talar, que cubriera todo el cuerpo basta los
talones, i el que se presentara
desnu-do avista de unamujer podia ser
con-denado a muerte; finalmente la cuarta
lei esp.ecifi.caba tress casos de repudio
contra la mujer: el adullerio, ei enve-nenamiento de sus hijos, i la
sustrac-cion delas Haves de la casa. Fuera de
estos tres casos el esposo no podia
re-pudiar asu mujer lejitima so pena de
perdersus bienes,que sereparian por
mitad, entre la mujer i el templo de
Geres.
Una antigua lei citada por Ciceron,
— 25
-Cuando supatricio compareciaante el
tribunal de los censores, estos le diri-jian ante todo esta pregunta: «En tu
alma i conciencia ^tienes un caballo, tienes una mujer'?» Lbsque no
contes-taban de una manera satisfactoria te-nlan que pagar una multa i suspender
su demanda liasta haber hecho la
ad-quisicion del caballo i la mujer. Los
censores que exijian estadoble
condi-cion civil al patricio, le permitian a
veces contentarsecon una u otra cosa; porque el caballo indicaba habitos gue-rreros, i la mujer habitos pacllicos.
Rbmulo que fue un iejislador tan sa-bio como austero, a pesar del raptode
las sabinas, quiso hacer del matrimo-nio una institucion, por decirlo asl,
patricia, porque lo consideraba indis¬ pensable a la conservation de las
fa-milias de la aristocracia hereditaria. Este matrimonio, el linico en que se ocupara al principio, se llamaba
co?^-farreatio, porque los dos esposos, du¬
rante las ceremonias relijiosas, se di-vidian un pan de tngo (panis farreus) i se lo cotnian simultaneamente en
— 26
—
no de union. Este matrimonio parecia el unico lejitimo o respetable al me-nos, pues ponia a la mujer, en cierto modo sobreun pie deigualdad con su
marido, haciendola participar de todos
los derechos civiles.
Otra condicion esperaba a la esposa
plebeya en el estado de matrimonio
por coemcion i por usucapion, las dos
formas legales que revestia la union
de estaclase.
La mujer, para casarse asl, llegaba al altar con tres monedas en la mano;
daba una al esposo i se reservaba las otras dos, combdando a entender,
se-gun unos, que rescataba solo un
ter-cio de su esclavitud, i segun otros,
que compraba loscuidados i atencio-nel del marido.
Lausucapion, como indica esta
pa-labra.,' que quiere decir modo de ad-quirirla posesion de una cosa por
ha-ber pasado el tiempo prescrito por las
leyes; era una especie de concubina-todegalizado. Para contraer este ma¬ trimonio era menester que, conel
— 27
—
viviera la mujer maritalmente por
es-pacio de un aho, sin faltar tresnoches seguidas, con el liombre con quien se
desposaba as! en ensayo. Este
matri-monio concubinario, que no se
esta-blecio en Roma sino a fuerza de uso,
foe consagrado por la lei de las Doce tablas i vino a ser una institucion civil corao las otras dos especies de raa-trimonio.
La leyi la cosfcumbre daban poder absoluto al hombre sobre lamujer: es-ta aunquele sorprendiera en adulterio no osaba, como dice Galon, loearle ni con el dedo, mientras que el marido
podia hastamalariasjrprendiendolaen igualcaso.
La mujer casada, madre defamiliao esposa notenia derechoademandar el
divorcio, aun por causa de adulterio;
el maridoalcontrario,podia hacerloen los tres casos queRomulohabiatenido
el cuidado deprecisar. La mujer tam-poco ejercia mas imperio sobre sushi-jos que su marido, quien tenia sobre
- 28
—
venderlos hasta tres veces.
La nota de irifamia quellevaba
con-sigo la prostitucion no impidio, sobre
todo en tiernpo de los emperadores,
que las mujeres de condicion libre i
aun de noble nacimiento
seabandona-ran a ella con la autorizacion de los ediles que se llamaban UcenUa stupri,
o penalise de libertinaje.
Lasleyes de los emperadores
tuvie-ron por objeto. impedir quela prosti¬
tutionse estendiera a lasfamilias pa-tricias i arraigara en ellas. Agusto,
Ti-berio, Dominiciano mismo se
mostra-ron igualrnente celosos de conservar
intacto, el honorde la sangre romana,
protejiendo con njidas prescripciones
laintegridad, la santidad del matrimo-nio que era mir'ada como ley funda¬
mental de la republica. Por lo demas, ellos no se cuidaron mucho de
obser-var las reglas legales que imponia a
sus subditos.
Muchaspatriciasiplebeyas, por sus-traerse a las terribles consecuencias de laley contra el adulterio, buscaban
- 29
—
vergtienza de laprostitucion;porqueen tiempos de la republica, bastabaa
u-namatrona declararse cortesana
(me-retrix)icomo tal inscribirse en los
re-jistros de los ediles para ponerse ella
misma fuera de laley de las adulteras. Para atajar este escandalo i anular
sus perniciosos efectos, lmbieron de
tomarsenueyasprecauciones iel
sena-do decreto que toda matrona quepara eludir el castigq del- adulterio, tomara
un oficio in fame en calidad de come¬
dianta; de cortesana o tercera, podria
ser, sin embargo, perseguida en virtud
de un senado-consulto. Invitabase, pues, al marido aperseguir a sumujer liasta en el seno rnismo de la prostitu-cion i de la infamia: todos aquellos que
a sabiendas bubieran dado la mano a
esta
prostilucion,
el propietario de la casa enque hubiere tenidolugar, el,Ie-non quehubiera intervenido, el maridomismo que se hubiere aprovechado del precio de su deshonra, debianser
per-seguidos i castigados como adulteros.
Del mismo modo era acusado de
— 30
—
o campo en que el crimen se hubiere
cometido; podia perseguirse tambien,
con el mismorigor, alas personas
sos-pechosas de haber dispuesto o facili-tado el adulterio, surninistrando a los
cutpables medios de encontrarse en entrevista ilicita.
Los majistrados llevaron tan lejos
coino les fue posible la aplicacion de la lei como para hacer contraste con
el desbordamiento de adulterios i
cri-menes que arrastrabaa la ruina al
im-perio,
ronfp.no.
Vieronse mujeres,adul-teras en el tiempo de su primer
matri-monio, ser perseguidas despues de
sus segundas nupcias por un
acusa-dor que venia en nombre del primer marido muerto, a casligarlas en
bra-zos del segundo.
Unicamente la viuda, aunque fuera madre defamilia, podia abandonarse
impunementea laprostitucion,
sinte-merpersecuciones ni aun de parte de sus hijos.
ma-— 31
—
trimonio. La prostitution de las
mu-jeres casadas i el odioso lenocinio de
los maridosera lo que
particularmen-te procuraban atacar el senado i los
emperadores.
La institution del matrimonio que tanto interes:se tenia en protejer, ha-biase prostituido de un modo casi
in-veroslmil: aqui una mujer partia con
su marido el preciovil desu adulterio;
alia el marido cerraba los ojos ante las faltas de su esposa po.' un precio
es-tipulado de antemano; esta salia
dis-frazada demeretrizo de esclava a
bus-car averitura en los arrabales o a
ori-llas del Tiber, aquella iba a
prostituir-se, casi publicamente a los lupanares
mas inlimos.
Pero el lujo de leyes i pen as que amenazaba continuamente al adulte¬ rio no lo hacia menosfrecuente ni
se-creto. Lo unico que sucedio fue que el matrimonio, asi rodeado de
peli-gros i sospechas, se ofrecio mas
temi-blei repulsivo i se vio disminuir con-siderablemente el numero de uniones
que-— 32
-nan esponerse a semejantes enojos,
aplicaron a su conveniencia el
matri-monio usucapio que no habia teniclo efecto basta entohces, sino en elpue¬
blo infitnq; pero los patricios
cambia-ron aI guna cosa para haper de el el
concubinato, que una lei, tan vaga
co-mo el concubinato mismo, bubo de
admitir i reconocer como institucion. El concubinato dejenero bienpronto
en una de las mas descaradas i abu-sivas prostituciones i pronto a causa de la corrupcion de costumbres fue
preciso que la lei le pusiera llmites i reglas.
Hai numerosos testimonios del ho¬
rror i desprecio que inspiraba el cri¬
men del adulterio en los pueblos pri¬ mitives de Italia, que habia
inficio-nado, sin embargo, la corrupcion
grie-ga ifenicia.
En Cumas, en Campania, por
ejem-plo, una mujersorprendida en adulte¬ rio, era despojada de sus vestidos,
conducida inmediatamente al foso, i
so-— 33
—
bre una piedra, a las injurias, bur;as
i salivas del populacho porespacio de muchas boras: despues se la monta-ba en un asno i se la paseaba por la ciudad entre gritos i sarcasmos.
No se la imponia otrocastigo, pero
quedabava con estoinfamada i elmo¬ te alusivo que sela daba, venia a ser el sello de esa ignominia, durante el
resto de su existencia, abyecta ya i
miserable.
Segun ciertos comentadores, la
pe-na del adulterio en el Lacio i las co-marcas limitrofes, habia sido mas
es-candalosa que el adulterio mismo.
El asno de Cumas figuraba tambien
en aquella estrana jurisprudencia; pe--ro el oficio que se le hacia ejercer, no
se limitaba a servir de cabalgadura a la paciente; esta venia a ser,
publica-mente, vlctima del libidinoso cuadru-pedo.
Erauna diversion monstruosa dig-na de 1a. barbarie de los faunos i
abo-rijenes que, segun la tabula, habian poblado aquellas salvajes soledades.
- 34
—
Easinfelices que sufrian tan
barba-ro castigo no formaban yaparte de la
socieclad sino para servir de escarnio
ipara.satisfacer otrasbrutalidades,
to-da vez que estas pobres mujeres
per-tenecian yaal publico. ElJas fueron ve-rosimilmente, las primeras prostitutas que se destinaron al usojeneral de los habitantes del pais.
Aqui por decencia, se liizo
desapa-recer laobcena intervencion del asno;
alia, por el contrario, se conservo
co-mo un erablema la presencia de este
animal, a quien no estaban ya reser-vadas las funciones de verdugo.
Parece remontarse a este antiguo
orijen el paseo sobrd un. asno que se
ve tan repetido en la Edad Media, no solo en Italia sino en todos los pue¬
blos de Europa, en donde la lei
roma-na liabiapenetrado.
El asno representaba evidentemente
la lujuria en su mas brutal acepcion i
sele abandonaban, por decirlo asi, las
mujeres que habian perdido su digni-dad cometiendo adulterio o entregan
Ciiando el asno fue sucesivamente
privado de sus viejas prerogativasen el castigo de las adulteras, no se hizo
mas quedarle un suplente bipedo i a voces mas de uno al nvismo tiempo.
La costumbre, mas bien que la lei,
debio estabiecer esta otra forma de
castigopara lasculpablesdebaja
con-dicion; porque es dificil suponer que los patricios, aun por vengar sus inju-rias personales, sepusieran a la mer-ced de la insolencia ibrutalidad del
populacho.
Habia en varios distritos de Ptoma, los mas exceniricos de la ciudad, i
probable'mente cerca de los ediculos
de Priapo, ciertos lugares destinados
a recibir a las rnujenis adulteras i a
esponerlas al ultra]e del primero que
llegara.
En est'asespecies deprisiones, acla-radas por estrechas ventanas i cerra-das por solidas puertas, un lecho de piedra cubierto apenas de paja,
esta-ba siempre dispuesto arecibir las
vic-timas que entraban andando al reves
— 36
—
Ahorabien; la mujer sorprendidaen
adulterio, pertenecia ya al pueblo, ya
se la abandonara el marido ultrajado,
ya
la
condenara eljueza la
prostitu-cicn publica; i en medio de las risas, de lasburlas iprovocaciones mas ob-cenas, era arrastrada a su ominoso
destino: ningun rescatepodia
redimir-la, ninguna suplica, ningun esfuerzo
sustraerla atanterrible tratamiento. Cuando medio desnuda, ultrajada,
escupida, entraba en el lugar
dei
su-plicio, se cerraba la puerta denuevo, i se jugaba a los dados el turno que
le correspondia a cada ejecutor de
acjuella abominable forma de justicia
criminal. Cada cual entraba a su tur¬
no en la prision i al mismo tiempo
una multitud de sordidos curiosos se
precipitaban a las rejas de la ventana para presenciar el odiosisimo
espec-taculo, que el son de la campana anunciaba a los dislantes entre la
gri-teria de la vil i desvergonzada
chus-raa. La campana i los gritos volvian a
oirse siempre que un nuevo atleta
-31 —
debil mujer, en la mas cobarde e in-fame de las luchas.
Segun la autoridad de Socrates, el Escolastico, esta prostitucion asom-brosa estuvo en vigor en todo el
irn-perio romano hasta el siglo qninto de
la Era cristiana.
El asno primltivo noexistia ya; pe-ro el pueblo conservaba el recuerdo
rebuznando como el, durante la eje-cucion, que terminaba las mas de
ias
veces con la muerte de la mujer.
El ejercito romanoestaba acampado
bajo los muros de Ardea, capital de
los Rutulos, distante unas quince mi-lias de Roma, i durante el intervalo de los asaltos, los hijos del rei entre-tenian con juegos i festines los ocios
del campamento. Un dia que se lia-bian entregado a estas diversionescon
Golatino, noble romano i de sangre real como ellos, habiendo recaido la
conversacion sobre el merito de sus
esposas i dado cada cual en este pun-to la prefereneia a la suya, Golatino propuso decidir en
aquefmismo
tante la cuestion, yendo a conocer cual de todas- ellas sehallaba en aque¬
llas boras mas honestamente
ocupa-da. Gusto la propuesta a los convida-dos i monf.ando Inegoa caballo, pasan
en un momento a Roma, donde en-cuentran a las nueras deTarquino
en-tregadas a los bulliciosos. placeres de
la corte; i enseguida a Colatia, donde Lucrecia esp.osa de Colatino, se
ocu-paba
||.tre
suscriadas
en losqueha-ceres domesticos. Todos la
proclama-ron digna de la palma.
Lucrecia hizo a los companeros de su esposo un recibimiento lleno de
grdlia.
sin fansto, pero correspondien-te al lustrede sufamilia. Esta cortesia le fue fatal: su hermosura, acuyos en-cantos daba mayor realce su modestasencillez, encendio en el corazon de Sesto, hijo del rei Tarquino, una pa-sioh que pronto no conocio freno, i la que no reparo este en satisfacer por
un crimen. Algunos dias despues
de-saparece secretamentedel
campamen-to, ipasa a Colatia. a ver a Lucrecia,
hi-- 39
-zo conducir a an aposento in mediato
al suyo.
Pero a media noche Sesto penetra
en el cuarto donde deseansa su victi-ma, acercase a su lecho, la despierta cauteloso ila amenaza con la muerte si rehusa ceder a su pasion, i aun si
da un sologrito que pneda desvanecer sus culpables esperanzas.
Bien que asustada i despavorida re-s'iste Lucrecia con toda la dignidad de la virtud; pero el monstruo lo babia
previsto todo para veneer su resislen-cia. Amenaza no solamente inmolarla
a ella sino degollar tambien al esclavo
que babia traido consigo, poner los
dos cadaveres en la cama, i publicar
luego que les babia sorprendido i
innerto en adulterio. Entonces la
es-posa de Colatino, sintiendo mas la
in-famia que mancbaria su memoriaque la misma muerte i el horror de violar el tillamo nupcial, se rinde, cediendo a Sesto una deplorable victoria.
Pero al dia siguiente, pesandole de-masiado suvida i determinada a no
mar-- 40
-cho a Roma, i envio mensajeros a
Co-latino su esposo, i a Espurio Lucrecio su padre, participandoles que la
fami-lia acababa de sufriruna gran
desgra-eia. Lucrecio iColatino dejaron al
mo-mento sus tiendas i se trasladaron a
Roma, acompanado de Valerio, pa-riente de Lucrecio i de Junio hijo de
aquel Marco Junio a quien Tarquino habia hecbo perecer, i aun el misnio
no habia podido desarmar la
descon-fianza de aquel sino afectando una
es-tupida demencia laque le habia
gran-jeado ei epiteto de Bruto.
Lucrecia con tono tranquilo
iresig-nadcr, les refirio su deshonra, les
de-tallo las circunstancias del hecho i su
autor, i les hizo jurar que no dejarian
sin venganzatamanaafrenta. En cuan-to a mi, prosiguio ella,
Sura
siempre a vuestros ojos pero a los miosman-chada con el adulterio, sirva
deejem-plo a las romanas que pudieran
des-pues de mi, eseudarse sobre la nece-sidad de la perdida de su honor. Di-cho esto, saca un punal que lleva
— 41
—
muerta alos pies de sus parientes.
Colatino, Lucrecio i Yalerio,
aban-donados al mas profundo dolor,
pro-rrumpenen lagrimas: pero Bruto, que hacia veinticuatro anos acechaba el momento de vengar a supadre,
arran-ca el punal del seno de la vlctima, i levantandolo ensangrentado hacia el
cielo; icjjustos dioses, esclama, con
una voz a la cual daba su indignacion un aire de tetrica enerjia, recibid ml
juramento! Por esta sangre cuya
pu-reza ha manchado Sesto, juro ser el
vengador de Lucrecia. Yo me declaro enemigo de Tarquino i de su
impudi-cafamilia, ala que hago voto de
per-seguir con el hierro, el fuego i todos
los medios quepuedan esterminarla.)) Esta subita vuelta aluso de sus fa-cultadesen un hombre que creian
im-becil, admiro i confundio a los pa¬ rientesde Lucrecia; i siguiendo la ins
piracion de aqueljenio, que les
pare-ce haber vuelto en si por un milagro,
juran como dl castigar a los Tarquinos
Lucre-- 42
-cia. Este
espectacqfp
amotina laindignada muchedumbre,
enardecien-dola Bruto con la relacion del crimen, de Sesto. El pueblo se anna asu voz, i reunido tumultuoriamente, pronun-cia la caida de Tarquino i laespulsion de su familia. Ya Tarquino, alprimer
rumor de esta sublevacion habia deja-do presuroso el campamento para ir
en persona a reprimir el tumulto; pe-ro Bruto habia dado laorden de tener las puertas cerradas i los muros co-ronados de valerosos defensores. En vista de tales disposiciones, retroce-dio Tarquino, resuelto a presentarse
contodo su ejercito delante de Roma i a tomarportuerza esta ciudad
rebel-de. Pero Bruto durante este tiempo, le habia cerrado ya laentrada en sus
reales, lo mismo que en la ciudad. En ei'ecto, este habia pasado a toda prisa al campamento de Ardea por otro ca-mino del que habia tornado Tarquino, i alii habia comunicado al ejercito la
trajica mnertede Lucrecia, como
tam-bieh la revolucion que la habia
cun-- 43
-did luHgo en los sold ados el
r.esenii-miento de los ciudadanos; i cuando
Tarquino volvio a presentarse en los
reales,
inclinaffmse
todas las lanzaspara impedirle la entrada. Bruto, a
quien con unanime voz defmeron el mando, concluvo una tregua con los Rutulos, i volvio con el ejercito a Ro-ma, que le recibio como a su
liberta-dor.
Asi concluvo el poder con que Tar¬
quino oprimiera durante veinte i cua-tro anos a los romanos i con el
termi-no elgobierno monarquico.
IV
El matri.moxio entre los celtas i
los galos.—pruebas del adulte-rio.—cliiomara.
Los celtas tenian para con las mu;
jeres unrespeto que escluia toda idea
de prostitucion.
- 44 —
segun Ateneo, las jovenes elejian
li-bremente sas marid'os.
Los padres de la joven nubil la pre-sentaban en unfestln, a los jovenes en
edad de casarse para que hiciera su
eleccion entre los pretendientes, que contaban sus hazafias de guerra o de caza i cantaban viejos romances na-cio-nales bebierido cidra i aguamiel.
Al concluir la comida la nubil pro-clamaba al esposo que Labia elejido por mas bello o mas bravo, acercan-dose a uno de losconvidados conagua
de lavarse, por adopter la espresion que la caballeria adoptara luego con estaantigua usanza.
Es probable que esta ablucion ma¬ nual figurara en el lenguaje emblema-tico de los celtas, el olvido de lo pa-sado i la pure/a de la vida conyugal. La mujer casada ejercia una espe-cie de sacerdocio en la tribu, tan to mas, cuanto se atribuiael jenio
profe-tico ala naturalezafemenina, esperan-do siempre ver una diosa en la mujer
mas vulgar: ella se interponia para
— 45
—
calor de las orjlas; ella era, en fin, el oraculo aquien todos consultaban.
Hasta lmbo en este pueblo un sena-do de mujeres, compuesto de sesenta miembros del sexo, que representa-ban las sesenta principales tribus de las galias; i este senado, parece re-montarse al siglo duodecimo antes de
Jesucristo, gobernaba soberanamente
las confederaciones galicas.
Los galos no tenian jeneralmente
mas que una mujer; sin embargo, los
jefes i los notables de la tribu
toma-ban muchas, no por libertinaje':, sino por decoro, como en senal de supre-macia. En efecto el clima de la galia, cubierto entonces debosques i panta-nos, era humedo i frio, i
naturalmen-te el temperamento de sus habit-antes seresentia de aquella atmosfera
bru-mosa i no se calentaba sino con las
intemperancias de la comida. Las mu¬
jeres, ademas, vivian retiradas i ocul-tas, lejos de la vista de los bombres,
— 46
Estas mujeres ocupadas en los que-baceres domesticos no entreveian ho-rizontes mas alia de su familia, i asi
permanecian fielmente encadenados a
la obediencia desusseveros esposos.
Abrigaban sobre todo una alma inde-pendiente i noble i luibieran preferido
la muerte a la verguenza.
Comprendese bien que fueran
bue-nas guardadoras, las unas de su
virji-nidad, las otras de su fe conyugal, re-coixlando este principio que servia de
base a sumoralidad: «.La mujer que
se entrega a un hombre no puede pa-sar a los brazos de otro.»
En virtud de esta maxima
regulado-ra de su condiicta, ni aim se creian
autorizadas a contraer segundas nup-cias.
Lalei, sin embargo, nose lo
prohi-bia, especialmente en ciertas tribus en queel uso estaba autorizado por este
otroproberbio: «.La mujer que ha co-nocido a dos hombre es culpable, si
viven los dos.»
- 47
—
aba ala mujer el marido tenia dere-cho de vida i muertesobreella !o
mis-mo que sobre sus hijos, i debe supo-nerse que en ciertas circunstancias
delicadas, hacia una cruel aplicacion
de este derecho supremo.
Asi, cuando concebia dodas acerca de su paternidad, recibia al recien
na-cido i lo esponia desnudo sobre un gran escudo de mimbres i lo abando-nabaala corriente del rioinmediato.
Si la corriente llevaba el escudo con
el nino a la orilia en que le tendia. los
brazos la desolada madre, esta note¬ nia que temer nada de los celos de su esposo, porque el jenio del rio hab'ia probado asi lalejitimidad del hijo i la
inocencia de la madre; pero al
con-trario, cuando el nino se sumerjia,
co-mo si el rio no bubiera querido llevar
el fruto del adulterio, la madre debia morir a su vez, convicta de haber
faltado a la fe conyugal, i en efecto el marido ultrajado la mataba por su
propia mano i la sumerjia tambien
en'
el fondo de las aguas.
paterni
-48
-clad sospechosa hace creer que
las-mujeres galas no estaban exentas de
los erroresdel corazon ni de los
arre-batos ni estravios de los sentidos. Entre todos los rios el Rhin fue el
mas famoso por su aversion a los bas-tardos: ningun mariclo hubiera osado dudar de su mujer, despues de un de~
creto absolutorio de este rio sagrado. El emperador Juliano refiere en una desus cartas estaantigua superticion,
afecta al rio del Rhin, rio que los eel-tas habian divinizado.
«E1Rhin, dice el epigrama de la
An-tolojia, ese rio de curso impetuoso, prueba entre los galos la sanidad del
leclio conyugal. Apenas el nino sale del seno materno, el marido se apode-ra de el, lo acuesta sobre un escudo i va a esponerlo al capricho de las
aguas, porque nosentiria en su pecho
latirun corazon depadre, antesdeque el rio, juezi vengador del matrimonio,
haya pronunciado su fatal sentencia.»
El maridonotenianecesidaddepedir
justicia al tribunal, porque el era a la
— 49
—
La virtuosa Chiomara, citada por Plutarco en su Trataclo de mujeres
ilustres, prefirio faltar ala santidad del
derecho de jentes, antes que dejar vi-vir al autor i testigo de su deshonra.
Chiomara era la mujer de
Ortiagon-te, jefede los galatas o galos deAsia,
quefueronderrotados osometidos por los romanos el ano 565
Plutarco no nos dice si Chiomara
era bella, sino solamente que fue
vio-lada por el centurion romano que la habia hecho prisionera.
Ella hubo de aparentar resignation
en tal afrenta, i cuando los enviados de sumaridollevaron surescate, Chio-mai'a les dijo en lengua gala, queella tenia que exijir tambien otro rescate. Con este proposito tuvo la habilidad
de atraerel centurion que la ultrajara,
a unpunto de cita i alii le hizocortarla
cabeza por los galatas, que la condu-jeron cerca de Ortiagonte.
Este a quien Chiomara presento la
— 50
-(cSoi, en efecto, perjura, esclamo Chiomara, pero no debia haber sobre la tierra un solo hombre en pie, que
pudierajactarse de haberme poseido.»
Y
Castigos a las adulteras tiempos i
paises.—curiosidades acerca del
matrimonio.—el matrimonio
cristia-no.
Los indioscastigaban el adulterio de varios modos, segun la casta a que
pertenecieran los culpables i segun la mezcla de castas que tendiese a
pro-ducir. El adulterio de un paria con u-na mujer de casta superior era
consi-derado tan infame i abominable como
el mismo pecado de bestialidad. En el celebre codigo conocido con el. nom-bre de Leyes de Manu, se lee esta te¬ rrible sentencia: «Si unamujerqne
pu-diendoenorgullecerse desufamilia, Ue-rga ser infiel a su esposo, hagala el
— 51
—
publics.; i condeneasu complice a ser tostado vivo en un lecho de hierro
ca-'
lentadoal rojo,i que los ejecutores ali-menten sin cesar el fuego hasta que el
perverse deje de existir.s
En(re los chinos el.marido vende a su rnujer infiel como esclava, i esto
mismo hacen los negros del Senegal. En Espaiia, antes de Carlos I que or-deno la pena de muerte, se castigaba casi siempre el adulterio con la cas-tracion.
En Sagoniasequemabaviva a la rnu¬
jer i sobre sus liumeantes cenizas se ievantaba una horca donde perecia su
complice o seductor.
En las islas de Sandwich, arrancan los ojos a los adulteros; en Benin, los abandoran atados a un arbol, al pasto
de laslleras; los beduinos los arrojan al mar, i los mejicanos los apedrean i
los brasilenos losaplastan.
Los isipicas se contentancon la
am-putacion de las orejas, en Misouri esta amputacion'se hace estensiva a las
o-rejas, i entre ciertos indioscle la
Ame-|
rica
meridional este
mismo
castigo lo
— 52
-verifica el propio marido con los
dien-tes, lo que equivaie entre ellos el
di-vorcio mas formal. Leemos en un alitor:
«Entiempode laRevolucionfrancesa, encerrabase a las adulteras pobres en el hospital de la Salpetricre, i las ricas
en un convento designado por el mari¬ do.
«Retrayendonos aepocasanteriores,
veremos que en 1314 Felipe i Gualtero
de Launoi hermanos, ijentil hombres deNormandia, acusados iconvictos de adulterio con las mujeres de los hijos de Felipeel Hermoso, fueron, por sen-tencia del Parlamento presidido porel rey,condenados a serdesoiladosvivos, i l'uego arrastrados por la pradera de
Maubuisson,recientementesegada.'Yti-nalmente, despues de una atroz
muti-lacion parcial fueron decapitados, i
sus cuerpos colgados por los sobacos en la horca.))
pre-— 53
—
testodeparentesco, i Juana, esposade Felipe elLargo fue sacada de la carcel pasado un aiio iadmitida de nuevo por
su marido. «Con lo cual, dice Mezerai,
dio este muestras de ser mas cuerdo
que sushermanos.s
«En 1329, Renato de Mortimer, con-victo de adulterio con Isabel de
Fran-cia, reina de Inglaterra, fue
condena-do a ser arrastrado por las calles de Londres dentro de un cofre, cumplido
lo cual, colocaronle sobre un tablado
en medio delaplaza, donde lo
descuar-tizaron, enviando despues sus
mietn-bros a las cuatro principales ciudades de Inglaterra.))
Seria interminable citar, siquera
fue-ra de pasada, los crimenes, los absur-dos i las infamias que a nombre de la
justiciasehancometidoen esteasunto,
asi como las medidasicastigos ridicu-que se han adoptadoen diferentes
epo-\
casi paises.
Bastan los citados, al azar, para dar
una idea de lo que ha preocupado
siempre a los hombres la cuestion del adulterio.