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La muerte huele a acetona con frambuesa la fragmentación del cuerpo por la enfermedad terminal

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La muerte huele a acetona

con frambuesas

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Trabajo de grado

Énfasis en expresión gráica

Pontiicia Universidad Javeriana

Facultad de Artes

Carrera de Artes Visuales

Bogotá D.C. 2012

Bibiana Iregui Barrera

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(5)

Ín

dice

Metáforas del imaginario generalizado

Al otro lado de la cortina

El lazo familiar

La enfermedad sobre el cuerpo

Las pequeñas muertes

El ambiente

Cuerpo como campo de acción de la enfermedad

Sobre la separación

Antecedentes

Desarrollo del proyecto

Referentes

Conclusiones

Bibliografía

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Parte 4

(6)
(7)

P

ronto sus cansados pasos no volvieron avanzar más allá de la cama al baño, sus dolores eran cada vez más fuertes y menos mudos. Sus gritos de dolor, estremecían las risas nerviosas que intentaban ocultar los pensamientos más lúgubres, de los que permanecíamos allí. Fue en ese momento donde la vi, mientras la cambiaban de posición. Su cuerpo deformado, su piel sangraba, su interior era como un terreno árido donde el agua, que era su única petición, se desvanecía entre sus pliegues. Su tez decolorada, sus huesos cada vez más evi-dentes, su zona abdominal, lugar en que dio vida tantas veces, hoy, sólo residía muerte, creciendo, expandiéndose por todo su cuerpo, dejando marchito todo a su paso.

Poco a poco los medicamento fueron durmiéndola, eran pocos los momentos en que podía ver sus ojos, llenos de cataratas que brindaban ese color tan único, sin dejar de pensar que fuera la ultima vez que los vería. Ya no tenían chispa, solo miraban al horizonte, como si uno fuera transparente, como la mirada perdida y nublada de quien anhela que todo acabe. Ya no era mi abuela, la que siempre estuvo ahí, entre tardes de café. Cada vez sería menos ella, en sus pocos momentos de lucidez aplacados por la morina. ¿Cual es el precio que hay que pagar por la muerte?, como si el sufrimiento no bastara. El tiempo transcurría, sin que el mundo diera cuenta de nuestra ausencia, que solo pasábamos frente a la espera. Su cuerpo, pronto dejó de responder, en una secuencia sucesiva y lenta de muertes.

Llegue a su cuarto, donde permanecía casi inmóvil desde hacía ya días. Un olor despertó mi sentido del olfato, era fuerte, pesado y ácido, era como acetona que iba invadiendo el ambiente. Supe de donde provenía el olor, y mis ojos se dirigieron a su cuerpo, era la muerte a quien olía entre mezclándose con las suaves frambuesas que provenían de la crema que se aplicaba a su piel seca; piel que recubría los huesos sin carne, piel tan seca como si la mayor parte de ella hubiera sido de tierra y no de agua. Aquel olor permaneció hasta que la intoxicó por completo y la muerte se la fue llevándo a cuestas.

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Gran parte de este proyecto de grado se basa en una experiencia personal; ver el cuerpo de mi abuela, alterado, deformado, transformado. Esa imagen todavía sigue en mi cabeza, y posiblemente sea la imagen más impactante que haya visto hasta el momento.

Las relexiones y conexiones que generé a través de presenciar el proceso de muerte de un ser querido, como espectador y como partícipe de su agonía, se entremezclaron en un proceso artístico. Aunque ya venía realizando algo con relación a la temática médica, esta recoge mucho de lo que exploré en obras anteriores; temáticas como mi experiencia, la enfermedad, el cuerpo y sus límites, sus mutaciones y pérdidas, la anatomía y la metamorfosis.

La primer parte, muestra una serie de relexiones alrededor del individuo enfermo, de su relación con el entorno familiar y sus seres queridos, el lazo familiar y la fuerza que le proyectan en este proceso; así como lo externo, la parte social y sus implicaciones. El enfermo sufre un rechazo por parte de la sociedad, que trasciende a un discurso entre lo privado y lo público, sobre lo que se muestra y lo que no se debe ocultar.

La segunda parte nace desde la experiencia personal, trata del cuerpo enfermo. Muestra como el cuerpo es transgredido por la enfermedad, cómo ésta lo ataca, y lo transforma, hasta ser un cuerpo fraccionado, describiendo un proceso de pérdidas, de muerte donde el tiempo es lo único que queda y lo que más rápido se desvanece.

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El cáncer y el sida, son metáforas de muerte. El imaginario generalizado lleno de tabús y mitos sobre la enfermedad, puede generar una especie de falsa información e imagen sobre ésta, como una gran bola de nieve que aumenta, cada vez más su tamaño, alimentándose del miedo y las creencias. Es común, que el pánico se apodere del sujeto a quien el médico acaba de dar la noticia de que padece cáncer, y probablemente lo que pase por su mente sea su muerte irremediable. La desesperación lo embarga, mientras el médico, podría estar explicando, ya sea que en efecto no haya ya nada que hacer, o por el contrario se encuentre hablando de una posible recuperación total.

En la historia, como lo explica Susan Sontag en su libro, “La enfermedad y sus metáforas”, narra las metáforas de las enfermedades como tuberculosis, cáncer, cólera,

Metáforas

“Cualquier enfermedad importante cuyos orígenes sean oscuros y su tratamiento ineicaz tiende a hundirse en signiicados.”

Susan Sontag, La enfermedad y sus metáforas.

d

el

imaginario

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sida, etc., a través de la historia, y como muchas de éstas no eran construcciones de muerte deshonrosas, como fue la tuberculosis para la aristocracia, donde tener tisis

1 estaba de moda e incluso dada a su poseedor un aspecto elegante y romántico

propio de inales del siglo XVIII y principios del XIX 2. Era una forma de estetizar la

enfermedad, omitiendo los aspectos degradantes, como el aliento a carne putrefacta, síntoma común de esta enfermedad.

Hoy en día, no pasa lo mismo con enfermedades altamente contagiosa como el sida. Donde la persona afectada por ella, sufre de una muerte social radical si esta es de conocimiento público. Muchas otras enfermedades, también son guardadas en secreto, por miedo a reacción social que podrían ocasionar, o como lo expondría S. Sontang el contacto con la persona que lo padece es casi “una violación del tabú”3.

El sujeto no quiere estar expuesto, se siente vulnerado al ver la cara de enfermedad en su propia piel, por lo tanto huye y haya la manera de no ser atacado, buscando una forma de protección en los guantes, tapabocas, bata, desinfectantes, lo que muchas lo hace más evidente. Como sucedió en un Transmilenio, en el que se subió un señor que dijo tener sida con tapabocas, guantes de látex, una maleta que colgaba a la espalda de la que salía un tubo; y pidió una colaboración monetaria a los pasajeros. La palabra sida y la utilización de estos implementos, generaba a los espectadores cierta distancia, la duda sobre su enfermedad era irrelevante. Era evidente que el tubo no era necesario, posiblemente no estaba conectado a nada, supongo que el 1. Así se le llamaba a la tuberculosis antiguamente.

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sujeto en cuestión debía pensar que al utilizar todo esto se haría maniiesto que padecía de una enfermedad.

Podría tener o no sida pero la utilización de estos implementos de manera consiente o inconsciente generaba un choque al espectador que tiende a creer que posiblemente podría tener aquella enfermedad, muchos darán dinero, otros, así estuviera tapado completamente no hubiera evitado alejarse con solo pronunciar la palabra sida. Incluso el señor que dijo tener aquella enfermedad, probablemente era consiente de lo que generaba a la sociedad, recalco la indumentaria que tenía, ingiendo llevar una bala de oxigeno en su maleta.

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Al otro lado

de la cortina

En el siglo XVIII, los hospitales fueron creados como centros de reclusión de pobres y enfermos. Se trataba de una institución, donde no había que curar al enfermo sino que había que alejar al pobre moribundo de la sociedad, donde este individuo lo único que recibía, era asistencia espiritual y los mínimos cuidados que se podían dar en ese momento y en ese estado. “Se decía entonces- y con razón- que el hospital era un lugar al que se iba a morir”1. Era donde se mezclaban todo tipo de individuos: prostitutas, pobres, enfermos, enfermos metales sin que se cumpliera una función médica.

La razón de la exclusión social del enfermo es el miedo, es esta sensación que invade al otro o a la sociedad, es la idea de que éste sea el portador de una enfermedad y posible propagador. El miedo es un arma muy poderosa, tal vez de las más poderosas que en varias ocasiones ha sido utilizado por la religión y el estado, como lo muestra la historia. El

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mantener alejado, a cuanto sector que se sale de la línea establecida, aprovechando el miedo frente al riesgo de contagio y propagación, se presenta casi como un deber por parte del gobierno y las instituciones de poder.

Estas ideas de contagio, son propias de siglos pasados donde la ignorancia en la medicina prevalecía, ya fuera por precaución o por superstición se rechazaba. Hoy en día, las creencias populares y supersticiones sobre la enfermedad siguen existiendo a pesar de los avances, tanto en la medicina como en la educación; no obstante, puede no ser accesible a todo el mundo. Atrapado por los estigmas y las creencias populares es donde aparece el miedo, el enfermo debe estar donde no sea un peligro para el resto, en el hospital o en su casa, donde igualmente puede tener los cuidados necesarios. Esta reclusión forzada genera una muerte social, reduciéndose su entorno al ámbito familiar o al cuidado de sus seres cercanos en la mayoría de los casos.

El mismo enfermo puede decidir excluirse, por cultura o por preferencia, escogiendo una muerte social, como los animales cuando heridos se refugian. Así mismo, el sujeto que padece una enfermedad, al verse frágil y vulnerable se distancia a un lugar donde pueda recuperarse como su casa, lejos de las presiones sociales, caminando hacía un ámbito más privado.

El aislamiento voluntario debido a su condición, sólo demuestra el miedo que tenemos al vernos débiles, porque la enfermedad no es más que sinónimo de eso, de fragilidad, de debilidad, de ser inservible según el imaginario de la gente, como lo expone Mercedes de la Sen Rubiños a continuación:

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a instituciones donde la muerte esta prevista y normalizada. […] Como consecuencia las relaciones con el moribundo son, en muchos casos, despersonalizadas y vividas por éste con un gran sentimiento de soledad. Los procedimientos técnicos, cientíicos y burocráticos colocan a los procesos afectivos en un lugar secundario y convierten a la muerte en un hecho privado y oculto.”2

Al entrar a un hospital, la mentalidad cambia, surgen ideas, sobre muerte, enfermedad terminal, miedo, malestar, dolor, pero de cierta manera la enfermedad y todos estos hechos son normalizados dentro de este ambiente, entre rutinas como la comida, los medicamentos y los turnos de las enfermeras. Todo es en orden, todo es mecanizado, y preparado para que esa persona tenga la mejor calidad de vida posible, sin dolor, ya que es lo único que se puede hacer con un paciente terminal.

Muchas de estas rutinas cobijadas bajo la comodidad y el bienestar generan una mayor exclusión como son los horarios de visitas. El enfermo debe ser mantenido aislado, con visitas restringidas, se debe ser precavido en cuanto al contagio de un agente proveniente del exterior, que pueda agravar el estado del paciente. A pesar de que esto sea correcto o necesario, conforma un obstáculo más grande con el paciente. Hay casos de casos, donde el contacto con otro sujeto no representa peligro alguno para los involucrados, manteniendo por supuesto las precauciones básicas apropiadas. Sin embargo, la barrera psicológica del no pertenecer a los sanos se hace presente. Se divide el espacio, donde la cama y las cortinas lo separan del resto; es la división entre lo privado y lo público, donde detrás de éstas se sigue escuchando todo, sintiendo todo. Es lo que se muestra y lo que no, es un forma fútil de privacidad.

No es solamente las formas de exclusión masiva como lo mencioné anteriormente,

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sino estos objetos, que separan al individuo de los demás, al igual que los guantes y los tapabocas, sin discriminar su extrema necesidad en muchos casos. Es el contacto con el otro individuo, por ejemplo cuando hubo la famosa pandemia del virus H1N1, donde el boom de la higiene era la prioridad del gobierno y los medios; aquellas normas sobre la utilización de tapabocas, guantes, gel desinfectante o antibacterial, la no exposición social si se presentaba algún síntoma, relacionado con la gripa o resfriado común, generaban un conciencia no solo de higiene sino de pánico, de persecución, donde tocar al otro era un potencial peligro.

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¿Como introducirse, a una madeja tan compleja y privada como es el lazo familiar, que posiblemente es la última gota de realidad que tiene el enfermo dentro de un hospital? Ya no existe una vida, solo cuatro paredes, aparatos que generan ruidos monótonos sin in, la entrada y salida de las enfermeras y los médicos cuya despersonalización no hace más fácil la estadía. Se nota el constante esfuerzo por hacerlo humano pero muchas veces resulta inútil.

Es raro, no encontrar a alguien ahí, siempre sentado, incluso durmiendo en la misma silla incómoda, esperando, una conversación que se entrecorta por el sueño inducido por los medicamentos. La familia normalmente es la que se encuentra allí. Muchos aspectos varían de acuerdo a cada una de ellas. Recuerdo como mi mamá y sus hermanas permanecían constantemente dentro de ese apartamento días y muchas veces noches; permanecían allí, porque sabían que era el inal, sabían que no había nada que hacer

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y el tiempo se agotaba entre conversaciones, risas nerviosas, y pensamientos turbios. Sin embargo la unión de las familias puede ser compleja en la medida que no todas reaccionan igual, una vez presencié a una familia, que era tan estricta en cuanto a los sentimientos, que al morir la persona enferma sólo se derramó una lágrima, se la secaron y comenzaron hablar sobre los preparativos del entierro, pero todos estaban ahí, esperando con impaciencia el momento. Creo, que no es que no sintieran el dolor y la perdida, era que no se permitían expresar.

La pérdida, tiene diferentes maneras de asumirse de acuerdo a cada persona, pero la familia como unión, la fuerza que proyecta es muy grande, porque el dolor se divide entre todos y se hace menos pesada la carga.

La enfermedad no solo afecta al individuo, sino al mundo cercano, es un enfermedad (muchas veces) familiar, se adquiere los mismo sobre todo si hay restricción de alimentos, o hábitos que por solidaridad se adquieren los demás miembros. Así mismo, cuando existe una perdida de movilidad, de autonomía, privacidad, como ocurre frecuentemente en las enfermedades terminales, es la familia y el grupo médico quienes ayudan al paciente, para brindarle la mejor calidad de vida posible en aquel estado, como el cambio de posición para que no se generen escaras.

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Un cuerpo sano no existe, siempre, todos estamos enfermos, siempre existe una dolencia, una enfermedad, un padecimiento, que muchas veces se interpone en nuestra vida cotidiana. La salud es deinida por la OMS como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”1 es el equilibrio entre

la salud y la enfermedad, más un equilibrio no implica una linealidad, una constante, un punto medio, es la variación de puntos que constituyen un balance “ondular” por decirlo de alguna forma, para generar una relación visual como si fuera una onda musical, a la que la interacción de los silencios, sonidos y tiempos generan el ritmo. Es una homeostasis, una tendencia a mantener el equilibrio.

Todos hemos padecido de alguna enfermedad o dolencia alguna vez en al vida, de esto es que se huye, se teme, porque invalida, incapacita, genera dolor o molestia; porque muchas veces no podemos controlarla y se torna insoportable. Tan sólo, el hecho de ir al médico

1. La cita procede del Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, que fue adoptada por la Conferencia Sanitaria Internacional, celebrada en Nueva York del 19 de junio al 22 de julio de 1946, irmada el 22 de julio de 1946 por los representantes de 61 Estados (Oicial Records of the World Health Organization, Nº 2, p. 100), y entró en vigor el 7 de abril de 1948. La deinición no ha sido modii-cada desde 1948.

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para muchos -y más con este sistema de salud- es muy complicado. Pero implica más que eso, implica desconocimiento e ignorancia puesto que no somos médicos. Nos aterra un diagnostico crítico, es mejor huir como piensan algunos, pues el desconocimiento no evita el avance ni la sanación de la afección. La enfermedad se muestra como un agente externo y temido, sin embargo es un lenguaje del cuerpo, es un grito de auxilio; se es consiente del cuerpo cuando éste duele, el cuerpo es consiente en muchos casos de su muerte, de la transgresión invasiva de la enfermedad e intenta escapar, huir del dolor, sanar, generando respuestas que muchas veces se quedan en ecos. No necesariamente conlleva a la muerte, pero cuando lo hace, es aquí donde el individuo más teme, más duele, dependiendo de la enfermedad.

“La aparición del SIDA, el conocimiento del cáncer y otras nuevas enfermedades, han evidenciado de nuevo el cuerpo y su fragilidad. El cuerpo es receptor de todos estos males.” 2

Somos posiblemente uno de los seres más frágiles de la tierra, y entre más jugamos a ser inmortales menos lo somos. Nuestro cuerpo se ve afectado diariamente, por alguna causa y por más que intentemos cuidarnos, inevitablemente algo moriremos.

La fragilidad del cuerpo se evidencia a partir de la enfermedad; se borra la idea inconsciente de la indestructibilidad y aparece ante nosotros revistiéndonos de ella. Un cuerpo que va

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La perdida del oxígeno en el tejido, como la peste negra, va contaminando cada célula, asixiando rápidamente, como una gran ola de mar negro, en secuencias sucesivas de agonía. El tejido, se tiñe de negro progresivamente, como una mancha de tinta negra sobre un papel mojado, que poco a poco pero sin perder el tiempo, ni dejando cavidad al aire, desfallece observando como a su lado los demás adquieren el mismo tono purpura de la muerte. Y así, avanza a zancas hasta que el órgano se exprime como una fruta putrefacta, secándose hacia sus adentros donde ya no habita ni la muerte.

El dolor solo es señal del paso de la destrucción, caen y caen cada vez más células tejido, órganos, sistemas, el fallo es simultáneo, no sabes donde se haya, ni qué muere dentro de ti especíicamente, pero sabes que muere una parte de ti; pronto

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se pierde la guerra, solo es un campo de batalla lleno de muertos, se pierde, solo se pierde, el tiempo no es piadoso, y solo avanza, llevando de la mano la enfermedad. La ayuda externa no es más que una máquina fría, e indoloras que remplazan tus órganos, para al inal te remplazan totalmente, te invaden, por todas partes, entre medicamentos, máquinas, agujas, catéteres, trasplantes, solo te invaden, dejando solo un poco de lo que eras, terminas siendo lo que te invade.

La privacidad, es un privilegio del cual ya no se goza, la frustración que causa la inmovilidad, la estática, la impotencia, se ve cubierta por la resignación y ayuda del personal médico o familiar. La autonomía pasa a ser muy restringida y penosa, cada cosa es un batalla, hasta las cosas simples como el caminar, ir al baño, hasta hablar, se diiculta. El inal de la vida se parece más al principio, sólo que doloroso, es desaprender, es dejar de lado, desprenderse lentamente de las cosas que adquiriste durante la vida, como ir del inal al principio.

Se quiebra la voluntad, y la vida es solo un frasco de recuerdos que ves pasar por la ventana. Se destruye, se desintegra el cuerpo, como si la enfermedad fueran las polillas que roen la piel misma. Las heridas no son medallas de guerra como en otros tiempos, éstas al igual que uno mismo, ya no sanan; se pierden partes, órganos, tejidos, piel, pelo, agua, aire, y sólo puedes quedarte ahí, con algo de conciencia al pasar el efecto de opiáceo, coincidencia que cambias por no sentir dolor. Y el cuerpo en medio de tanto sufrimiento, sufrimiento sin un aire de respiro, se ve relegado, y sólo queda el dolor y la anestesia, es decir el limbo.

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Se puede respirar al entrar a la sala de espera, incluso desde la puerta se percibe el olor, una mezcla de alcohol, cloro, desinfectantes, mentol y enfermedad, ese olor que hace denso el aire. Las habitaciones, incluso, todo el hospital tiene el mismo olor; aquel olor que es nombrado en las conversaciones de pasillo, de espera - “tan solo el olor, enferma”-. Tal vez es cierta la airmación, uno sale más enfermo de lo que entra.

La sala de espera, su nombre lo dice, es esperar, perder el tiempo, ver como el reloj mata los minutos mientras tu angustia consume el resto. Esas salas siempre están llenas, hay más enfermos que camas donde ponerlos, y siguen llegando, pasando por una supuesta categorización de gravedad y sólo esperas. Sentado entre dolores, olores, virus, tos, repudio, y sólo… esperas.

El médico sale, es breve en su descripción y no hay más que volver a esperar. El

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en vasos de icopor llenos de café, sin noches, ni días.

Sale el médico, se repite la misma escena, ahora es un cuarto privado, sí tienes el dinero para pagarlo. Es un cuarto no muy grande, donde cabe un televisor, una cama, una silla reclinable y un baño. El olor sigue siendo el mismo, sólo cambian los sonidos, ya no se escucha el llorar del bebe, el lamento del herido, ni el sonido del reloj, ahora son la melodía de las máquinas, de suero, de ritmo cardiaco, de todo lo que es posible monitorear. Los pasillos son largos, concurridos y a veces desérticos, donde el afán y las historias de cada paciente desaparecen al cruzar la puerta. Es un sitio al que nadie quiere volver, del que muchos no salen vivos. Es un lugar donde el tiempo se torna extraño, a veces no existe y otras veces es lo único que importa para salvar una vida.

Con pasividad, pasan los días frente a una cama, frente a la ventana y poco a poco notas que el tiempo se agota, es como si pasaran tan despacio que hasta puede sentirse el correr de cada segundo, mientras para la persona tendida en la cama, parece con menos vida. El aire es contaminado por el hedor del agonizante, de su lucha interna, de su derrota, las paredes con su color pálido e higiénico solo resaltan el tono lánguido del enfermo.

Y sólo esperas, y esperas, el miedo y la tristeza te desagarran los pensamientos felices que intentan cruzar por tu cabeza. Te detienes a mirar y descubres que lo único perceptible que lo diferencia entre la vida y la muerte es su respiración entrecortada. No podría haber una sensación más insoportable, desesperante, agobiante, entre cada diez segundos de respiración existe un silencio, una inmovilidad de los pulmones, una sensación de pánico, de sudor frio, cada vez que se detiene su respiración y vuelve a surgir.

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Silenciosa, pero mortal, la enfermedad ataca al cuerpo haciéndolo preso de ella, lo cautiva, lo invade, y lo trasforma; es su medio, su materia prima, del cual se nutre y lo arrastra a su muerte, lo amolda a su antojo haciéndose enemiga del tiempo, cada día que pasa es uno menos, pero uno más para ella, como una conquista una colonización; de las colonizaciones, que son pocas las que puedo recordar, todas conllevan a lo mismo, prima el más poderoso y se queda con todo.

Siendo el cuerpo un medio físico, en muchos aspectos podría hablarse de un material moldeable, escultural en muchos sentidos, que no sólo puede deformarse o formarse con el ejercicio, también puede ser víctima de una transformación drástica por obra del bisturí o de una enfermedad, al ser esta última, su rechazo es inmediato, no es bienvenida y muchas veces lleva implícito el nombre de muerte.

Cuerpo

como

campo

de

Acción

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El yo físico, el cuerpo como autoimagen, no reconoce cambios, esos cambios imperceptibles a los ojos que se miran al espejo todos los días. Mirar, tener un cuerpo identiicable, un cuerpo usual podría decirse, uno que se reconoce, que se concibe como propio que no es ajeno al “yo” y que forma parte de éste, de una imagen única y propia, un yo como representación física de mí ante el mundo. Uno que no se puede escoger, pero sí transformar en pequeñas cantidades o por el contrario. Un cuerpo cuya apariencia forma parte de la identidad propia, que se forma a partir de la comida, la genética, la sociedad, el movimiento, la apariencia es decir se forma por nuestros hábitos y nuestra condición humana; somos blanco de enfermedades, microrganismos, diferentes tipos de virus, bacterias, que solo nos recuerdan lo vulnerables que somos.

La enfermedad irrumpe en nosotros, en nuestro cuerpo a zancadas, puede ese cuerpo, ese “yo” cambiante, que se deteriora, porque ya no cambia a elección, sino se consume por una enfermedad, que los médicos airman ninguno de los dos puede salir vivo. Por lo tanto, no solo llega la muerte con su capa negra y su hoz como es representada, se siente el silencio, el frío que hiela el aliento, la soledad, y la agonía. Llega como una pesadilla de la cual no se puede huir, no hay vuelta atrás, y el dolor ya no respeta ni noches, ni días, el tiempo se mide en eternidades, en horarios de medicamentos.

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estanque de agua turbia, un retrato de Francis Bacon; ese cuerpo deja de existir y pasa a ser otro. Cada día, se trans-forma: es decir detrás de la forma, detrás del cuerpo. Es insoportable, se desliga de la identidad, se contradice, se repele y se padece. Es un cuerpo que no se reconoce, pero se une en el dolor, dolor infringido por la enfermedad. Es esta metamorfosis de la que no habló Kaka. Es vulnerable, frágil, doliente, disfuncional, palabras que quizás antes solo eran atribuidas a la porcelana, las cortadas y las máquinas. Es un cuerpo de cristal, quebradizo, casi inmóvil, requiere un cuidado especial, un tratamiento, para evitar el mayor daño posible, sabiendo que es irremediable. Irremediable, no hay remedio, es una de esas palabras que saben amargo, como desahuciado, que llevan consigo un inal dentro de ellas, llevan ese algo que nadie quiere decir.

En el siglo XIX antes morir podía ser inhumano, no existían cuidado paliativo, los anestésicos eran apenas experimentales, se podía morir del dolor más que de la enfermedad. Ahora se adormece hasta que llegue la muerte. Es un proceso largo, desesperado y melancólico.

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Es transformado, transgredido, implantado en máquinas, medicamentos, hospitales, camas, sillas de ruedas, entre manos ajenas, entre la vergüenza y la dependencia. Ya no se está solo, se pierde dentro de un cuarto desconocido, frio y vacío, el único sonido que rompe el silencio es el aparto incrustado por un conducto a ti. Las venas tienen tantos agujeros que la sangre se derrama, ya el espejo deja de existir, y solo se tiene un imaginario de las partes corporales que el campo visual no te permite ver. Todo se desliga, se pierde, se funde y se mezcla entre la pasividad caótica de la agonía, es la imagen de un cuerpo distorsionado, una imagen que puede producir repudio, abyección, es un lienzo contaminado por la enfermedad, ya no es un cuerpo basado en los cánones griegos, más seria uno cubista, uno abstraído. Aquellos objetos de placer como la cama pasan a ser parte de tí, ya sin movimiento todo transcurre ahí, todo se pierde y duerme ahí. Es una extensión más del cuerpo, una prótesis al igual que un bastón te ayuda a caminar, al igual que unas manos que ayudan a cambiar de ropa, a bañar. Cada vez más se pierde lo que nos conforma y nos mantiene en una sola pieza.

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¿Que pasa cuando un espejo se rompe? Puedes unir las piezas de nuevo, pues éstas tienen la propiedad de encajar una con la otra; fueron parte de esta pieza y al romperse conservan la forma de lo faltante, del negativo, así al unirse pueden formar de nuevo esa totalidad perdida, es decir, un fragmento es parte de lo que fue un todo, pero por más que se unan de nuevo, por más que intente reparar el espejo, reconstruirlo, siempre se puede ver la grieta en su relejo, siempre conservará un espacio mínimo imperceptible al ojo, pero que distorsiona la imagen del mismo, un vacío que separa aquellas partes y sin embargo de cierta manera conforman un todo de nuevo, no el mismo, pero se acerca. Reconstruir es un intento por volver a lo que antes era, es unir los fragmentos para llegar ser lo de antes.

Al fragmentarse algo (lo que sea) implica su desprendimiento de la totalidad, sin perder una pertenencia, una separación mediante piezas precisas, un desprendimiento que forma otra totalidad nueva, que no olvida su memoria, que sabe que corresponde

obre la

eparación

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a otra pieza, podría llamarse “macho”, “hembra” como juego de palabras utilizadas para describir la parte faltante, la parte que encaja en la otra. Aunque existe por lo menos una unión visual; las nubes se separan constantemente y vuelve a unirse, como una mezcla de ingredientes para un ponqué donde todos son muchas partes, algunas totalidades, otros fragmentos y se entrelazan los unos con los otros para formar una masa homogénea. Así mismo sucede con la arena, la vemos como un todo pero realmente son pequeñas totalidades individuales que forma una gran totalidad, que no tienen una unión, solo encajan a menos que se fundan y formen un vidrio.

Los fragmentos construyen diferentes y nuevas totalidades; nuevas piezas que sin tener la forma precisa encajan junto con más fragmentos, sin uniones estables, conformando, como una mezcla imprecisa, un nuevo contenido.

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la pertenencia que no es más que un sentimiento melancólico, es la añoranza a lo que se cree que fue parte de uno y ya no existe, es una separación, una ruptura, una pérdida.

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Las siguientes piezas consisten en insertos de páginas dentro

del libro original de medicina Manual Merck, dando una

descripción de la enfermedad, los síntomas, y su respectivo

tratamiento desde una perspectiva del saber popular, junto

con ilustraciones que hacen alusión al tratamiento o patología,

asemejándose a la ilustraciones propias de los libros de

medicina. El contenido tanto en terminología como en

diagramación imita el contenido original del libro para así

poder insertar estas páginas en el interior.

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Entrega inal Dibujo V

Es una serie que consta de cuatro cuadrados sobre

los cuales se representa la imagen de una señora

de edad, patrones de costura y etapas de una

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Es un díptico para la entrega de Dibujo III, donde se

muestra la anatomía de la cara, cuyo modelo fue una

cabeza que se encontraba en el museo anatómico de

la Universidad Javeriana, se complementa con un

estudio anatómico basado en altas de anatomía, en

especial del médico Chihiro Yokochi.

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“La tensión y la articulación entre arte y medicina no debate meramente los signiicados de la enfermedad sino las condiciones de percepción de los cuerpos; funciona no sólo como ‘contenido’ sino como código”.

José Asunción Silva, Gabriel Giorgi

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¿Cómo representar la fragilidad, la decadencia de un cuerpo agobiado por la enfermedad, sus rupturas sus perdidas, y así mismo representar la parte social que lo abyecta y recluye? Dio la casualidad que en ese momento, por mi ventana justo en el ediicio del frente, vivía una señora mayor, enferma al parecer. La veía todos los días, con sus equipos, y máquinas, respirador artiicial etc. Fue la ventana la que me sugirió el material, el vidrio un material frágil, quebradizo, y con el que se podría jugar con su transparencia.

También estando en la biblioteca de la universidad me di cuenta que desde la terraza ubicada en el último piso podían verse habitaciones del Hospital San Ignacio y desde allí tome algunas fotografías que serían el comienzo de la obra. La imagen de la personas en aquellas habitaciones, eran como incisiones en el relejo del vidrio de aquellas ventanas grandes, donde se podía ver casi todo lo que ocurría dentro.

Experimenté con grabado y ácido sobre el vidrio pero el segundo no dio el resultado esperado. En cuanto al grabado, me pareció que era acertado, se podían lograr grandes cosas, así que ensayé con vidrios de diferente grosor y con diferentes herramientas.

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A continuación muestro algunas de las pruebas realizadas en vidrio con diferentes herramientas basada en estas fotografías.

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escultural, explorando con grabados, fui entendiendo qué este sería el modo de representación, este le daría el toque de sutileza a la pieza, dibujando entre tramas y líneas el cuerpo; nunca antes había grabado sobre vidrio, pero su esencia era la misma, investigué sobre las herramientas y como éstas podrían implementarse en el material para dar el efecto que quería obtener.

Después de estas pruebas decidí desarrollar una imagen a escala real, que relejará la enfermedad y la fragilidad, surgió entonces la idea desde una perspectiva instalativa y con esto la necesidad de un soporte que entrara a ser parte de la misma. Esto conllevó a disponer de un espacio, en cuyos inicios sería solo una pieza en un cuarto, donde habría que jugar con la iluminación dando paso a una luz directa cenital en un cuatro oscurecido.

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Llegando a determinado punto del proceso, me surgen preguntas. ¿Cómo se podría representar la muerte y la enfermedad? ¿Cómo hacer ver que el enfermo durante todo el proceso sufre de pérdidas, sobre todo en le estado más crítico, la etapa?, ¿qué era lo que lo mantenía con vida?, ¿Qué es lo mínimo con que se puede mantener con vida?

¿Qué hace la diferencia entre una persona agonizante en etapa inal critica de una persona muerta a nivel visual? Basado en mi experiencia, es la respiración, tristemente, la diferencia no es mucha a nivel visual, pero es bastante cuando te diferencia de estar en un ataúd. Muchos de estos enfermos terminales tienen fallas respiratorias como apnea, ese momento en que se entrecorta la respiración del enfermo y la de uno pensando que no volverá a respirar y después, de unos minutos de tensión, vuelve a inhalar, a mi modo de ver es el momento más tensionante, porque cada intermitencia prolongada de respiración, puede ser la última.

La obra como lo mencioné anteriormente tiene dos componentes centrales, el cuerpo y lo social, la idea de la división entre lo privado y lo púbico, la ventana me sugirió la transparencia, la separación.

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L

os referentes que hacen parte de mi obra, de cierta manera, entienden el sentido de la vida, la muerte, la enfermedad, ya sea porque estos artistas han estado junto a ella o en sus zapatos. Entender la fragilidad, el dolor y todo lo que conlleva una enfermedad terminal, degenerativa, desgastante, es muy fuerte. Por medio del arte, algunos artistas han transmitido al espectador estos aspectos, generando relexiones y conexiones, ya que todos en algún momento, tenemos que enfrentar alguna situación similar, es simplemente humano. Muchos de los referentes que menciono a continuación no tienen una relación directamente conceptual con mi trabajo pero a nivel técnico fueron muy beneicios, a este respecto cabe citar a Xia Xiaowan, con sus pinturas tridimensionales sobre vidrio sobrepuesto, también el trabajo de David Spriggs quien sobrepone acrílico trabajados con manchas de tinta. Otro referente, un poco mas alejado técnicamente,

es David Hockney con su fragmentación como medio plástico de representación a partir de planos de tiempo y luz.

La búsqueda de referentes que provengan de diversas ramas del arte, fue enriquecedor para mi trabajo. Por ejemplo el artista audiovisual Bill Viola, con sus videoinstalaciones constituye un referente desde la instalación que también toca la parte conceptual; a raíz de la muerte de su madre y el nacimiento de su hijo, realiza la videoinstalación, Nantes Triptych (1991), que consiste en un tríptico, de pantallas en las que se releja el nacimiento de su hijo y la muerte de su madre y un hombre suspendido en agua en la pantalla central y como lo menciona Rodrigo Alonso, crea una “Metáfora de la existencia como estado suspendido entre la vida y la muerte” . Mientras que en Heaven and Earth, crea una video instalación a partir de dos pantallas puestas, una sobre otra, de forma vertical donde se reproduce el nacimiento de su hijo y la muerte de su madre de tal manera que la una se releja en la otra, mostrando como la vida y la muerte son relejos mutuos..1

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En cuanto a fotografía, Nicholas Nixon, realiza una serie de fotografías en blanco y negro sobre enfermos de SIDA, relexionando principalmente sobre el tiempo y el sufrimiento, mostrando de manera melancólica el estado de enfermedad. Nam Goldin en su serie de camas, genera una especie de homenaje a sus amigos fallecidos por el SIDA, como lo último que queda de esa persona, una cama vacía. Esta representación del individuo enfermo -y más si es alguien tan cercano- es realmente fuerte porque es hablar de la enfermedad y de muerte, como sucesos inevitables en cierta medida, o más bien irreversibles.

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Muchos representan la enfermedad y como es que ésta aqueja a sus seres queridos, sin embargo la artista Hannah Wilke, no solo la ha visto desde esta perspectiva debido al cáncer que padeció su madre, sino que en ella misma sufre esta enfermedad. En la serie de fotografías a color Intra-Venus (1992-1993), Hannah relata su proceso degenerativo del cáncer, su

degradación es el aspecto que más se resaltó en su obra.

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Conclusiones

U

na enfermedad terminal

,

invade

,

conquista,

es

poderosa

,

fuerte

,

se extiende,

se esparce, viaja,

germina

,

contamina

,

crece,

mata

, mitiga,

debilita

,

corrompe

,

transforma

,

cambia

,

muta

,

quita

,

asfixia

,

destruye

,

reduce,

corroe,

germina,

cultiva

,

come

,

reseca,

trasgrede

,

exprime

,

rechaza

,

abyecta

,

difunde

,

consume

,

intoxica

,

desintegra

,

fragmenta

,

hace fallar

,

hace impotente,

crea

desilusión,

mutilación,

torpeza

,

tristeza

,

inmovilidad

,

se pierde

,

se

sufre,

se padece

,

HUELE

,

duele

,

carcome

,

te

encierra

, te

detiene

,

desconecta

,

extermina

,

rodea

,

inflama

,

chupa,

deshidrata,

seca

,

disuelve

,

extirpa

,

es fría

,

rígida,

AMARGA

,

latente

,

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Al terminar de escribir el texto surgieron una serie de interrogantes. Mi intensión no es agredir al lector, de ninguna manera, tan solo llevarlo a reconsiderar a partir de lo planteamientos expuestos en el texto y la obra. Los planteamientos que desde la mirada sensible y desde la obra misma quiero generar, como, lograr un impacto, para hacer evidencia ciertos constructos que se tienen y que posiblemente no se quieren ver pero están ahí.

¿Como podría la sociedad, ser una sociedad más consiente de las limitaciones y la fragilidad humana, si algo tan natural como el envejecer y la enfermedad son cuestiones estigmatizadas y rechazadas? Hoy en día, existen instituciones de reclusión, de exclusión, porque la degradación y la muerte deben ser algo oculto, un tabú, un hecho penoso que se depone a lo privado. Sin que pueda ser una falta a la cultura, los credos y el respeto hacia la privacidad, su abyección solo genera más miedo y falsas ideas sobre la enfermedad, donde los individuos acongojados por ellas se ven

relegados a esconderse para no sufrir los estigmas sociales. ¿Puede la palabra cáncer dejar de ser un sinónimo de muerte, del que no existe cura posible y que se ve ligado a las más fuertes creencias sobre la enfermedad, creencias que se convierten en una carga, sobretodo aun más para el que la padece? La decadencia humana se cobija bajo la cara hipócrita de lo privado, dejándolo en el cuarto trasero, donde no se muestra; es vergonzoso, como si la vida mortal fuera para unos y no para otros.

¿Puede, el imaginario generalizado de la enfermedad, alimentarse de la falta de educación adecuada, los mitos arraigados sobre creencias para que el enfermo sea un ser fuera de la sociedad, a quien hay que recluir, alejar y de quien hay que tener compasión, en vez de crear una conciencia frente a la vulnerabilidad y fragilidad humana?, ¿es que acaso una persona enferma no puede logar ninguna otra actividad, si hay que matarla antes de que muera?, ¿Hasta qué punto la distancia representa protección o miedo? ¿Hasta dónde se puede genera conciencia frente a la enfermedad, las normas higiénicas y el propio enfermo?, ¿Acaso no crea mayor estigmatización y rechazo?, ¿O es qué la lástima y el miedo alguna vez pudieron hacer algo por aquel que padece de SIDA?

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personal médico quienes realmente ayudan a morir, los que hacen que ese paso sea lo mejor posible. Es lo único de lo social que queda.

La fragmentación se da no solo en el cuerpo sino en la sociedad como ente que separa al individuo, la sociedad, el estado, lo sano y lo enfermo. Son divisiones a gran escala, en las cuales siempre existe el factor de rechazo. Al gobierno no le sirve un individuo enfermo, porque no es activo socialmente, ni productivo. Los sanos se alejan de los enfermos, ya sea por miedo al contagio, por estigma o simplemente esa parte cultural que hace que se sienta cierta lástima y al mismo tiempo distancia frente al más despavorido, como el miedo a involucrarse. Por último, el individuo mismo se aísla del resto para resguardarse, para dejar una imagen completa de lo que era, para no ser blanco de los comentarios frívolos de los demás y poder tener un sitio cómodo donde poder morir. ¿Por qué la muerte y la enfermedad siendo hechos tan naturales no son tratados como tales, si es algo por lo que debemos pasar todos? afecciones o enfermedades”, por lo tanto, ¿ningún individuo

sería sano y la salud vendría a ser una utopía, un ideal al que podríamos aspirar?, y según lo anterior, ¿no seríamos todos enfermos?, Nadie está exentó de algún padecimiento.

¿Podría ser la enfermedad y el miedo que ésta engendra, parte de un organismo de control hacia la población? y, ¿las instituciones, tales como hospitales, prestarse para tal in, donde la enfermedad es normalizada brindando la sensación de proteger tanto a los enfermos como a la los sanos? o ¿Es la inalidad de los hospitales, -tal como fue en el siglo XVIII-, un centro para morir mas que para la recuperación del individuo? o ¿cuyo actual in es generar ingresos a costa del enfermo a un mínimo gasto? Para nadie es secreto que la medicina es un negocio y más en la realidad en que vivimos los colombianos, estar enfermo es casi un lujo.

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Referencias

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