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Microtextualidades Revista Internacional de microrrelato y minificción

Directora

Ana Calvo Revilla

Editor adjunto

Ángel Arias Urrutia

Entrevista a V

IOLETA

R

OJO

Realizada por:

SANDRA ARÉVALO DOMINGO

Investigadora independiente

sandra.aredom@gmail.com

Número 6 pp. 197-202 ISSN: 2530-8297

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1. Doctora en Literatura Latinoamericana, investigadora en Kingston University, profesora en la Universidad Simón Bolívar, miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española… Sus ganas de formarse en el ámbito literario parecen no saciarse nunca. ¿Siempre tuvo claro que quería dedicarse a las letras?

Pues no, he tenido muchas variaciones verdaderamente extrañas. De adolescente quería ser ortodoncista. Después estudié Letras, pero me dediqué un tiempo a la crítica de cine y a la producción de TV, luego trabajé en editoriales.

En 1989 nació mi hija, mi vida cambió totalmente y comencé a dedicarme únicamente a la literatura. Unos meses después de ser mamá comencé la Maestría en literatura latinoamericana, un año después empecé a ser profesora universitaria y como los profesores no enseñamos sino que aprendemos, pues he seguido estudiando. Mientras viví en Inglaterra intenté aprender caligrafía japonesa. Después de jubilarme he seguido estudiando: italiano, francés e historia de la ópera. O sea, asuntos vinculados pero no exactamente literarios.

Lo que más me gusta en la vida es estudiar, pero eso lo supe a los 30 años. Lamento mucho haber perdido tanto tiempo y haber desperdiciado la época de las mejores conexiones neuronales. Ahora estudio mucho más y tengo disciplina, pero la edad no perdona.

2. Caracas, su ciudad natal y residencia habitual, es el lugar que le ha visto

formarse en la materia de hiperbrevedad literaria. ¿Qué valoración hace del estado actual del microrrelato en Venezuela?

Este es un muy mal momento para todo en Venezuela. La dictadura y sus consecuencias (la inflación más alta del planeta, la diáspora, el cierre de medios de comunicación, el desastre económico, la inseguridad, los ataques a los DDHH) han hecho que, por ejemplo, casi todas las editoriales estén cerradas o cerca de cesar actividades; que muchos de los escritores hayan dejado el país y que publicar un libro aquí cueste un 20% más caro que en Madrid. Es una situación muy complicada y todos hemos sido tocados. Si nuestros escritores viven fuera, obviamente publican en otros países. Veo muchas novelas y poesía de venezolanos editada afuera, pero no pasa lo mismo con la minificción, ya de por sí un género poco comercial.

Se sigue escribiendo minificción, pero en los últimos meses no he visto ningún libro nuevo del género. En suma, hasta la minificción ha sufrido los rigores de la dictadura venezolana. Esperemos que eso cambie pronto y nuestro género vuelva a florecer.

3. En Breve manual para reconocer minicuentos (Equinoccio, 1996) comentaba

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nacionales e internacionales de muy buen nivel. Hay muchas publicaciones en revistas literarias y académicas y en libros, además de mucha difusión en la red. Los cursos, talleres, tesis de pre y postgrado han hecho que ahora sea un género estudiado y analizado de manera muy interesante.

Mi texto, aunque publicado en 1996 fue escrito en 1992. Treinta años son muchos y creo que los hemos aprovechado bien.

4. La minificción ya no es lo que era: una aproximación a la literatura brevísima

(Cuadernos de Literatura, 2016) es su análisis donde ha indagado sobre el curso de la escritura breve a lo largo del tiempo. ¿Cuándo y dónde marcaría el inicio histórico del género?

No creo que haya manera de establecerlo y eso es un aspecto que me interesa mucho. Tal como lo veo ahora, es posible que la minificción haya comenzado en el momento en el que alguien escribió un texto breve, hace cientos de años. Por supuesto, hay hitos que se deben tomar en cuenta: los textos de Julio Torri a principios de siglo XX; El concepto de Varia Invención de Juan José Arreola en 1949; la publicación de Cuentos breves y extraordinarios, la antología que publicaron en 1957 Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares de un género que aún no existía; la tesis doctoral de Dolores Koch en 1981. Pero seguro que cada uno de nosotros tiene una propuesta de comienzo y de hito.

Obviamente, esto no es un asunto único de la literatura mínima. Para mí la novela

comienza con el Genji Monagatari de mi tocaya Murasaki Shikibu, pero otros no piensan

lo mismo. Y no sé si sabemos cuáles son los primeros poemas o cuentos escritos. Ni siquiera se podría decir que el ensayo comenzó exactamente con Montaigne.

A mí esas imprecisiones son las que me gustan del estudio de la literatura. Saber que no hay ni primeras manifestaciones ni últimas palabras me encanta.

5. Su última publicación, Las heridas de la literatura venezolana (El Estilete,

2018), expone las repercusiones que la inestabilidad venezolana ha supuesto para la literatura latina. ¿Qué se saca en clave sobre la realidad de este país tras leer este ejemplar?

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6. Ficción mínima es la bitácora web que ha empleado con objeto de difundir la escritura breve en versión online, formato en el que otros muchos autores también se han adentrado. ¿Está el entramado digital restando protagonismo al soporte impreso en lo referente a la microficción? ¿Cuál de los dos espacios prefiere para plasmar sus escritos?

Ficción Mínima fue un proyecto conjunto que se gestó en el Congreso de Neuquén de

2008. Lo manejábamos Lauro Zavala y Laura Elisa Vizcaíno de México; Paulina Bermúdez Valdebenito de Chile; Sandra Bianchi y Carla Raguseo de Argentina, nuestro querido Henry González, de Colombia -que lamentablemente ya no está entre nosotros y es muy recordado- y yo. Funcionó hasta 2015, cuando proyectos y trabajos nos dedicaron a otros asuntos. Subsiste, sin embargo, el archivo, en el que se publicaron cantidad de autores nuevos y antiguos y un grupo en Facebook muy activo.

No tengo ninguna duda de que el soporte digital ha contribuido mucho con el auge de la minificción, sin embargo yo prefiero el papel para este género. La minificción requiere tiempo de reflexión, no se puede consumir en grandes cantidades. Ana María Shua dice que es como comer bombones, deberían ser muy pocos cada vez, a riesgo de empacharse. Por eso prefiero los libros, leer no más de diez minificciones cada vez y -para mí muy importante- tener la espacialidad que brinda la página impresa. Soy gran lectora en digital de novelas y ensayos, pero poesías, minificción y clásicos solo los leo en papel.

7. Ha dedicado varias décadas a la investigación y difusión de la microficción

en América y Europa. ¿Qué diferencias y semejanzas divisa entre sendos continentes al respecto de este género?

Como Bartleby, preferiría no hacerlo. Creo que los latinoamericanos pensamos que el género nació en nuestros países y los europeos consideran que no. De resto, hay demasiados estudios diversos y muchas teorías.

8. De entre las múltiples designaciones empleadas para referirse a la escritura

breve (microrrelato, minicuento, cuento brevísimo, …) ¿cuál es la denominación que, a su juicio, se ajusta mejor a este formato?

Ninguna. A veces no es relato, ni cuento. La llamo minificción, pero hasta tengo dudas de eso. Sin embargo, me gusta que tenga varios nombres porque eso forma parte de lo inasible del género.

9. ¿Qué tiene el microrrelato que no tenga otra variedad literaria para que haya

empleado tanto esfuerzo y tiempo a su estudio? ¿Por qué no la novela o la poesía?

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prefiero que sea mi territorio personal. Lo mismo que me pasa con los museos, mis lugares preferidos del mundo, a los que no dedico ni una letra.

Los temas a los que nos dedicamos terminan siendo como una ola que nos lleva. Cuando comenzamos con la minificción éramos muy pocos: la pionera Lolita Koch y luego la hornada de Lagmanovich, Zavala, Epple, Noguerol y yo, entre otros. Supongo que fue muy emocionante comenzar con un tema tan nuevo y del que se habían dicho pocas cosas. Luego me gustó mucho desmontar yo misma mis propias teorías y resultó un ejercicio intelectual de soberbia y de humildad. Me di cuenta que hay disciplinas en las que todas las teorías pueden ser acertadas, con tal de que se argumenten adecuadamente. Dedicar tantas horas de estudio a la literatura brevísima ha tenido efectos colaterales terribles: ya no disfruto su lectura, es solo trabajo. Lamento eso porque me gustaba mucho. Todavía hay algún autor que me emociona, pero mi biblioteca de minificción permanece intocada a menos que tenga que escribir algo sobre el tema.

En todo caso, creo que mi gran tema es el de los géneros que no se han estudiado en el momento en que los comienzo. Comencé a trabajar sobre narrativa venezolana del siglo XXI en el 2001, sobre vampiros antes de que se pusieran de moda, y así.

10. La librería El Buscón propicia encuentros entre escritores y lectores para que

los bibliófilos caraqueños puedan reunirse y conversar sobre todo tipo de escritura venezolana. Usted ha participado en estas actividades culturales recientemente. ¿Qué le parecen estos espacios que acogen e impulsan la pasión por las letras?

En Venezuela, dada la espantosa situación que sufrimos en lo político, económico y social, esos encuentros son un acto de resistencia. El régimen quiere someternos y convertirnos en seres solo preocupados en huir o tratar de encontrar comida, pero no se lo vamos a permitir. Es por eso que con Carlos Sandoval (profesor de literatura venezolana de la Universidad Central de Venezuela) organizo estos encuentros, que no son solamente para pasar un rato agradable en medio de una realidad atosigante, sino para no olvidar que en medio del horror la cultura sigue, los escritores producen y el pensamiento y el arte no mueren. Para nosotros es un acto político y creo que eso lo comparten los invitados y el público.

El ciclo de encuentros de 2017 se llamó Narrativa de ocasión, porque solo invitábamos

narradores. Allí tuvimos a grandes escritores venezolanos: Eduardo Liendo, Ana Teresa Torres, José Balza, Fedosy Santaella, Héctor Torres, Victoria de Stefano, Francisco Suniaga. Este ciclo se llama Palabras de ocasión, porque decidimos abrirnos a otras formas artísticas: hasta ahora hemos tenido al poeta Igor Barreto, la artista plástica Isabel Cisneros, el historiador Elías Pino Iturrieta y los próximos invitados serán la narradora Krina Ber, el poeta Alfredo Chacón, el narrador Ednodio Quintero y el fotógrafo Vasco Szinetar.

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11. Como profesora titular del Departamento de Lengua y Literatura en la Universidad Simón Bolívar (Caracas) ¿qué grado de implicación literaria observa entre los jóvenes de hoy?

Creo que es como siempre, en todos los países y en todas las épocas. La gente interesada en leer, lee. La gente que quiere escribir, escribe. Y los que no quieren ni leer ni escribir no lo hacen ahora ni lo hicieron antes.

Es evidente que ahora las posibilidades de distracción son enormes. Yo de adolescente solo podía leer, ir al cine y escuchar música, mientras que ahora las posibilidades de películas, libros, música, series de tv están al alcance de la tecla de computadora que oprimas.

Sin embargo, a pesar de todas las revistas digitales, periódicos de otros países, óperas, series de televisión, películas, conciertos, tuits, publicaciones de Instagram, museos que se pueden visitar virtualmente y demás distracciones sigo leyendo muchísimo, así que supongo que hay tiempo para todo.

12. Toda sólida investigación requiere una preparación previa. ¿Dónde

encuentra las fuentes necesarias para una documentación fiable en sus investigaciones sobre microrrelato?

Creo que la universidad no te dice dónde están las fuentes, sino que te enseña a buscarlas adecuadamente. Antes de internet buscábamos mucha información por correo. Ni sé cómo encontrábamos las direcciones, pero escribiendo cartas encontré la tesis de Lolita Koch y me vinculé a ella, Lauro Zavala, Raúl Brasca y demás. Ahora, con internet, hay más bien que establecer cotos rígidos para no perderse en el mar de información. Afortunadamente hay buscadores específicos para literatura académica: ScholarGoogle o Academia.edu y eso facilita las cosas. Por otra parte, siempre me he dedicado a la literatura venezolana y la cercanía siempre ayuda.

13. Tras haber publicado múltiples libros, artículos de revistas especializadas y

ensayos en relación con el formato breve ¿qué es lo más gratificante de su dedicación a la escritura?

Para mí la escritura es un tormento. En algún momento lo tuve que hacer por el “publish or perish” a la que nos obliga la academia. Ahora, que ya estoy jubilada, no sé por qué lo hago. Sufro mucho escribiendo y mucho más aun leyendo lo que escribí una vez que está publicado. Por eso trato de no leerme nunca, porque solo veo comas mal puestas, palabras repetidas o conceptos a los que sobran o faltan palabras.

Referencias

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