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Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (Steven Spielberg)

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Academic year: 2020

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Sáez González, Jesús Miguel (2008): Reseñas de cine. Vivat Academia. nº 97. http://www.ucm.es/info/vivataca/anteriores/n97/inicio_va97/n97-Cine.pdf

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7 incontinencia verbal, imperfección, manipulación, miserabilidad. Así son las criaturas-personajes. En definitiva, rezuman autenticidad en su desnudez por todos sus poros, como la vida misma –iniquidad, nunca empatía- hasta sentirlos odiosos en su mundanidad. Intrínsecos a estos sentimientos de extrañeza verité, se encierran unas imágenes igualmente áridas hasta ser incomodas, cuestionadoras, de cruenta digestión.

Ficha técnica:

Dirección y guión: Noah Baumbach

Fotografía: Harris Savides

Montaje: Carol Littleton

Intérpretes: Nicole Kidman, Jennifer Jason Leigh, Zane Pais, Jack Black, John Tuturro, Ciarán Hinds, Flora Coss

EEUU, 2007.

INDIANA JONES Y EL REINO DE LA CALAVERA DE CRISTAL

DE

STEVEN SPIELBERG

La imaginería del viejo Hollywood quiso, en parte, sustituir la novela de aventuras decimonónica -dícese planteamiento, nudo y también desenlace- del XIX y principios del XX, buscando mil fórmulas propias de reinvención, hasta casi anularla en esencia, Sáez González, Jesús Miguel (2008): Reseñas de cine. Vivat Academia. nº 97.

http://www.ucm.es/info/vivataca/anteriores/n97/inicio_va97/n97-Cine.pdf

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8 dotando (no en su estructura argumental), sí, es cierto, de otra vida suficiente y autónoma, como para que el espectador medio alucinara con las nuevas historias, cuyo recorrido lógico descansaba sutilmente en la plena acción continuada, mediante su romanticismo épico arrebatado, ceñido a una capacidad imaginativa visual, que no sólo descansaba en sutiles y ágiles movimientos de cámara, sino la capacidad de integrar a los personajes en espacios construidos verazmente por donde moverse con total libertad, acompasados por una partitura musical tan atractiva, pues no sólo los definía, sino multiplicaba los efectos de la evasión aventurera de lo que acontecía (caso de las partituras compuestas por el músico alemán Korngold para el film de Curtiz, El capitán Blood), bajo una estética posible en lo imposible, que por lógica pasó del blanco y negro al Truco Color, sometida por un montaje no menos embriagador y atrevido.

Ese espíritu acrecentó la infancia y la juventud de generaciones que admiraban su sentido libertario, a la vez ensoñador pleno, siempre paralelo al texto. Los más inteligentes fuimos capaces de devorar los viejos textos de Salgari o Verne hasta paladearlos con nuestro vuelo imaginativo, al tiempo emocionarnos, sin necesidad de acudir al glamour valiente, pero impostado, del cine americano, tan seductor como sensual, como en ocasiones necesario, pues éste estaba cargado de otras habilidades bien distintas a las raíces narrativas, geográficas, históricas o científicas, porque el efecto especial añadido cubría "alguna necesidad de pensamiento", y que ya en la pantalla -que por generación propia fue la televisión- acrecentaba tal vitalidad, aunque supiéramos que ambos mundos no se entendieron nunca, pese a coexistir pacíficamente (debemos añadir también los efectos -no nocivos- que proporcionaban las imágenes fijas contenidas en aquellos álbumes de cromos y por supuesto el dibujo coloreado de las novelas gráficas, que hoy -desde hace décadas- llamamos cómic, como género complementario a nuestro conocimiento, elevado a condición de arte).

Sáez González, Jesús Miguel (2008): Reseñas de cine. Vivat Academia. nº 97. http://www.ucm.es/info/vivataca/anteriores/n97/inicio_va97/n97-Cine.pdf

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RESEÑAS DE CINE / FILM REVIEWS

Jesús Miguel Sáez González: Crítico de Cine. Universidad de Alcalá de Henares. Madrid (España)

miguelescine@hotmail.com

WONDERFUL TOWN

DE ADITYA ASSARAT

Entre los restos, el naufragio, la inmanente deconstrucción yace hacia alguna parte. Las almas perdidas como fantasmas son intuiciones para estos lugares físicos, aún comunicándose, donde cohabita el dolor y, hasta que punto, la soledad, una morada interior -el tsunami devastó la vida, con sus semillas de incertidumbre de futuro, un presente que se aproxima, sin querer, a la inquietud-. El intrínseco amor de este rescoldo renace la fragilidad que siempre dicta el misterio; al tanto el agotamiento mira de reojo el soslayo de la culpabilidad, que tan bien habita el devenir cotidiano, con su vista horrorizada, mostrando sus minimalistas enseñas hostiles que crecen, y las olas imperecederas, dispuestas a la intranquilidad, rasgan los sentimientos encendidos de estos besos cálidos del hoy y la tempestad arremete con su cuchillo afilado, sin esperanza, como metáfora de una premonición que conduce a la muerte de los amantes en su presumible felicidad, para de nuevo volver a empezar, cerrando puertas al mar forastero del amor, a esa felicidad neutralizada que nuevamente marchitó el miedo con su venganza.

Ficha técnica:

Dirección y guión: Aditya Assarat

Revista de Comunicación Vivat Academia ISSN: 1575-2844 Diciembre 2011 Año XIV Nº117 pp 131-163

   

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RESEÑA/REPORT

CRÍTICAS DE CINE / FILM REVIEWS

Octubre-Diciembre, 2011

Jesús Miguel Sáez-González1: Crítico de cine. Alcalá de Henares. España miguelescine@hotmail.com

Octubre 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA DE TERRENCE MALICK

Como desentrañar tamaña complejidad, el misterio de lo inabarcable, la génesis del mundo, lo absoluto, el puro y zigzagueante recorrido abstracto de la vida, sometido quizás a una cosmogonía en imágenes –intensamente visual gracias al trabajo fotográfico de Lubezki-, entendiendo como cosmogonía un relato mítico relativo a los orígenes del mundo, una teoría científica que trata del origen y evolución del universo – Malick sostiene un espíritu creacionista, alejándose del evolucionismo de Darwin-.

El realizador necesita la vida, no tanto la ficción, tomando modelos experimentales, deshaciéndose de todo decorado, situando a los actores en la escena por espacios libres que puedan recorrer libremente, incluso durante el montaje, aunque es este en un último término quien escoge y almacena, por otro lado nunca nada es homogéneo, contrariamente a lo que el flujo de imágenes nos pueda hacer pensar, existe un espacio rasgado, más bien una grieta, una fisura que se establece entre la naturaleza y la

      

1Autor correspondiente:

Jesús Miguel Sáez-González: Crítico de cine. Alcalá de Henares. Madrid

Correo: miguelescine@hotmail.com

Revista de Comunicación Vivat Academia

ISSN: 1575-2844 · DOI: http://dx.doi.org/10.15178/va.2008.97.16-21 Julio/agosto 2008 · Año XI · nº 97 · pp. 16-21

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8 dotando (no en su estructura argumental), sí, es cierto, de otra vida suficiente y autónoma, como para que el espectador medio alucinara con las nuevas historias, cuyo recorrido lógico descansaba sutilmente en la plena acción continuada, mediante su romanticismo épico arrebatado, ceñido a una capacidad imaginativa visual, que no sólo descansaba en sutiles y ágiles movimientos de cámara, sino la capacidad de integrar a los personajes en espacios construidos verazmente por donde moverse con total libertad, acompasados por una partitura musical tan atractiva, pues no sólo los definía, sino multiplicaba los efectos de la evasión aventurera de lo que acontecía (caso de las partituras compuestas por el músico alemán Korngold para el film de Curtiz, El capitán Blood), bajo una estética posible en lo imposible, que por lógica pasó del blanco y negro al Truco Color, sometida por un montaje no menos embriagador y atrevido.

Ese espíritu acrecentó la infancia y la juventud de generaciones que admiraban su sentido libertario, a la vez ensoñador pleno, siempre paralelo al texto. Los más inteligentes fuimos capaces de devorar los viejos textos de Salgari o Verne hasta paladearlos con nuestro vuelo imaginativo, al tiempo emocionarnos, sin necesidad de acudir al glamour valiente, pero impostado, del cine americano, tan seductor como sensual, como en ocasiones necesario, pues éste estaba cargado de otras habilidades bien distintas a las raíces narrativas, geográficas, históricas o científicas, porque el efecto especial añadido cubría "alguna necesidad de pensamiento", y que ya en la pantalla -que por generación propia fue la televisión- acrecentaba tal vitalidad, aunque supiéramos que ambos mundos no se entendieron nunca, pese a coexistir pacíficamente (debemos añadir también los efectos -no nocivos- que proporcionaban las imágenes fijas contenidas en aquellos álbumes de cromos y por supuesto el dibujo coloreado de las novelas gráficas, que hoy -desde hace décadas- llamamos cómic, como género complementario a nuestro conocimiento, elevado a condición de arte).

Sáez González, Jesús Miguel (2008): Reseñas de cine. Vivat Academia. nº 97. http://www.ucm.es/info/vivataca/anteriores/n97/inicio_va97/n97-Cine.pdf

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RESEÑAS DE CINE / FILM REVIEWS

Jesús Miguel Sáez González: Crítico de Cine. Universidad de Alcalá de Henares. Madrid (España)

miguelescine@hotmail.com

WONDERFUL TOWN

DE ADITYA ASSARAT

Entre los restos, el naufragio, la inmanente deconstrucción yace hacia alguna parte. Las almas perdidas como fantasmas son intuiciones para estos lugares físicos, aún comunicándose, donde cohabita el dolor y, hasta que punto, la soledad, una morada interior -el tsunami devastó la vida, con sus semillas de incertidumbre de futuro, un presente que se aproxima, sin querer, a la inquietud-. El intrínseco amor de este rescoldo renace la fragilidad que siempre dicta el misterio; al tanto el agotamiento mira de reojo el soslayo de la culpabilidad, que tan bien habita el devenir cotidiano, con su vista horrorizada, mostrando sus minimalistas enseñas hostiles que crecen, y las olas imperecederas, dispuestas a la intranquilidad, rasgan los sentimientos encendidos de estos besos cálidos del hoy y la tempestad arremete con su cuchillo afilado, sin esperanza, como metáfora de una premonición que conduce a la muerte de los amantes en su presumible felicidad, para de nuevo volver a empezar, cerrando puertas al mar forastero del amor, a esa felicidad neutralizada que nuevamente marchitó el miedo con su venganza.

Ficha técnica:

Dirección y guión: Aditya Assarat

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CRÍTICAS DE CINE / FILM REVIEWS

Octubre-Diciembre, 2011

Jesús Miguel Sáez-González1: Crítico de cine. Alcalá de Henares. España miguelescine@hotmail.com

Octubre 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA DE TERRENCE MALICK

Como desentrañar tamaña complejidad, el misterio de lo inabarcable, la génesis del mundo, lo absoluto, el puro y zigzagueante recorrido abstracto de la vida, sometido quizás a una cosmogonía en imágenes –intensamente visual gracias al trabajo fotográfico de Lubezki-, entendiendo como cosmogonía un relato mítico relativo a los orígenes del mundo, una teoría científica que trata del origen y evolución del universo – Malick sostiene un espíritu creacionista, alejándose del evolucionismo de Darwin-.

El realizador necesita la vida, no tanto la ficción, tomando modelos experimentales, deshaciéndose de todo decorado, situando a los actores en la escena por espacios libres que puedan recorrer libremente, incluso durante el montaje, aunque es este en un último término quien escoge y almacena, por otro lado nunca nada es homogéneo, contrariamente a lo que el flujo de imágenes nos pueda hacer pensar, existe un espacio rasgado, más bien una grieta, una fisura que se establece entre la naturaleza y la

      

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Jesús Miguel Sáez-González: Crítico de cine. Alcalá de Henares. Madrid

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Sáez González, Jesús Miguel (2008): Reseñas de cine. Vivat Academia. nº 97. http://www.ucm.es/info/vivataca/anteriores/n97/inicio_va97/n97-Cine.pdf

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9 Con estas enseñas nace seguramente Indiana Jones, otra vuelta de tuerca más de los mitos de antaño, donde es verdad que la historia prevalece, y el efecto especial está al servicio narrativo, pero la acción, en su lógica, subía un peldaño más hasta adquirir un ritmo endiablado que acentuaba la adrenalina, por esto contribuía tanto un ágil montaje como su banda sonora apabullante -en este caso compuesta por John Williams-, hasta precipitarnos al vacío más siniestro, cual montaña rusa, donde al final volvíamos a recuperarnos para volver a caer por un torrente y así sucesivamente hasta el infinito y más allá, de una recién redescubierta emoción primaria, que operaba como reacción en cadena.

Casi veinte años después, el héroe ha vuelto dignamente, ya en el crepúsculo del género -pues el efecto digital ha sustituido definitivamente a la historia hasta asesinarla, y la dinámica del videojuego se ha impuesto hasta la despersonalización de la fantasía-. Y aunque se repitan algunas modelos ya transitados, aquí surgidos como variaciones, la acción se equilibra perfectamente con la no acción –el trayecto con sus incontinencias nos permite solucionar el enigma- y su sentido del humor vitriólico hasta desmitificador se adereza como guiños constantes al pasado más reciente y al cine llamado de palomitas; y al cómic del que siempre ha bebido -pero nunca de las andanzas y honores parejos de las grandes empresas arqueológicas, versus Carter-, y a la serie B, campando por sus anchas espaldas hasta nunca perder al espectador –contribuye en esta entrega el guión de David Koepp-. Aunque algunas concesiones a la galería se entrometan (un tramo final puede que incongruente, algunas soluciones dramáticas estiradas que pecan por las mismas razones), no impide que la trama, a modo de un sombrero de ala ancha, sobrevuele -de nuevo- como un boomerang: Lucas–Spielberg han devuelto con sus personajes individualistas como fuerza común, incluyendo a Harrison Ford -Indy-, el sentido más que lúdico por el viaje y sus recónditos laberintos, la Guerra Fría -esta vez-, la paternidad recién adquirida del protagonista...

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Octubre-Diciembre, 2011

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EL ÁRBOL DE LA VIDA DE TERRENCE MALICK

Como desentrañar tamaña complejidad, el misterio de lo inabarcable, la génesis del mundo, lo absoluto, el puro y zigzagueante recorrido abstracto de la vida, sometido quizás a una cosmogonía en imágenes –intensamente visual gracias al trabajo fotográfico de Lubezki-, entendiendo como cosmogonía un relato mítico relativo a los orígenes del mundo, una teoría científica que trata del origen y evolución del universo – Malick sostiene un espíritu creacionista, alejándose del evolucionismo de Darwin-.

El realizador necesita la vida, no tanto la ficción, tomando modelos experimentales, deshaciéndose de todo decorado, situando a los actores en la escena por espacios libres que puedan recorrer libremente, incluso durante el montaje, aunque es este en un último término quien escoge y almacena, por otro lado nunca nada es homogéneo, contrariamente a lo que el flujo de imágenes nos pueda hacer pensar, existe un espacio rasgado, más bien una grieta, una fisura que se establece entre la naturaleza y la

      

1Autor correspondiente:

Jesús Miguel Sáez-González: Crítico de cine. Alcalá de Henares. Madrid

Correo: miguelescine@hotmail.com

Revista de Comunicación Vivat Academia

ISSN: 1575-2844 · DOI: http://dx.doi.org/10.15178/va.2008.97.16-21 Julio/agosto 2008 · Año XI · nº 97 · pp. 16-21

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Ficha técnica:

Dirección: Steven Spielberg

Guión: David Koepp

Fotografía: Janusz Kaminsky

Montaje: Michael Khan

Música: John Williams

Intérpretes: Harrison Ford, Cate Blanchett, Karen Allen, John Hurt

EEUU, 2008.

Viento a babor, velas desplegadas, al abordaje, el pirata Flynn sonríe, su personaje cuando quiso ser Blood el libertario -nunca el alcohólico quien lo interpreta, que denunció a sus benefactores ante el Santo Oficio Norteamericano por el simbólico precio de una botella de ron- alecciona a sus hombres, fornidos grumetes como clichés que atemperan el tiempo bajo la tutela del húngaro Curtiz, nunca arponeros al servicio de Ajab contra el Tótem apocalíptico.

La historia en su trayecto un supuesto directorio, hasta que un fogonazo nos sorprende por la proa con voz femenina, la lección de ataque con sus enseñas y estandartes tiene por nombre Jean Peters; mientras, en el horizonte, ondea la bandera del tesoro, que cubre en sus entrañas la isla, aquella en que un pérfido John Silver dicta la vida de un joven muchacho -no el almirante con su submarino ni el pescador con sus consejos-, para luego este último también traicionarlo y finalmente liberarlo, esta vez, en beneficio de la colonia -no hay romanticismo menos perfecto que el de la traición cuando se defiende en un duelo justo en los Mares del Sur-, aunque, de vez  

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Octubre-Diciembre, 2011

Jesús Miguel Sáez-González1: Crítico de cine. Alcalá de Henares. España miguelescine@hotmail.com

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EL ÁRBOL DE LA VIDA DE TERRENCE MALICK

Como desentrañar tamaña complejidad, el misterio de lo inabarcable, la génesis del mundo, lo absoluto, el puro y zigzagueante recorrido abstracto de la vida, sometido quizás a una cosmogonía en imágenes –intensamente visual gracias al trabajo fotográfico de Lubezki-, entendiendo como cosmogonía un relato mítico relativo a los orígenes del mundo, una teoría científica que trata del origen y evolución del universo – Malick sostiene un espíritu creacionista, alejándose del evolucionismo de Darwin-.

El realizador necesita la vida, no tanto la ficción, tomando modelos experimentales, deshaciéndose de todo decorado, situando a los actores en la escena por espacios libres que puedan recorrer libremente, incluso durante el montaje, aunque es este en un último término quien escoge y almacena, por otro lado nunca nada es homogéneo, contrariamente a lo que el flujo de imágenes nos pueda hacer pensar, existe un espacio rasgado, más bien una grieta, una fisura que se establece entre la naturaleza y la

      

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11 en cuando, dos buques de distinto pelaje traten de robarse protagonismo surcando los mares a toda velocidad-eólica dicen-, pero sin máscara, pues la defensa del más débil depende del antifaz, y en su hipocresía la lucha por los pobres, no del mundo, sino de aquel pueblo mejicano sin ser Fuenteovejuna al que se debe arremeter con su espada en nombre de la Z contra el poder, como honra -es cierto-, pero individual y de doble juego moral, no desde la colectividad, porque derrumbar muros de una fortaleza más bien depende del caballero Curtis y sus hombres frente al tuerto vikingo Douglas -a cualquier precio-; no del todo cierto, sino a la cantinela del amor de Ivanhoe por su rey patria o alguna dama que salvar, y, claro, no era la Kerr con la que se casaba sino la Taylor por "parentesco", pues el infante se llamaba Robert.

Y ya dispuestos los códices del Santo Grial: Arturo y Ginebra bajo el sol de la cobardía en Cuatro plumas que devolver al pasado patriótico, y fue el mimético Korda quien firmó el manifiesto de Kipling, para luego doctorarse en literatura Powell -el Inglés- con su caballero Blimp, quien hacedor de mundo, integró la colonia que repartirse -exacto la India o Sudamérica, con su Tesoro de Sierra Madre, o África, con su cuchillo desgarrado, al compás del alarido de un Tarzán llamado Weissmuller el loco contra el miedo del reptil dando mil vueltas -y en el trayecto de la conquista-, fuera ya de la selva con su jungla en armas -la sabana de Quatermain, antes no sé si de Hemingway-, según la novela -con su zigzagueante alcoholismo pertinaz-.

Llegados al interior, tras el viaje por el desierto del Gobi, la tienda de campaña donde duermevela un retrato de cabecera, cuyas imágenes son estos dos hombres que creyeron ser Reyes y pudieron reinar como hombres, el más importante Lawrence luchando contra las arenas movedizas del desierto en su disculpa, y lo llamaron el Santo de Los Siete Pilares, como una Biblia colonial que se dicta como especulación o aventura en Cinemascope, para abrir el Jordan a la nostalgia de un pueblo elegido – los productores de la vieja Meca-, que camina hacia el paraíso, y otro bien distinto que exige en Babilonia, cuando todo se ha perdido y Cooper muere, no como el señor de Balantry-y las espadas no se cruzan- porque los muertos torturados a navaja

Revista de Comunicación Vivat Academia ISSN: 1575-2844 Diciembre 2011 Año XIV Nº117 pp 131-163

   

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EL ÁRBOL DE LA VIDA DE TERRENCE MALICK

Como desentrañar tamaña complejidad, el misterio de lo inabarcable, la génesis del mundo, lo absoluto, el puro y zigzagueante recorrido abstracto de la vida, sometido quizás a una cosmogonía en imágenes –intensamente visual gracias al trabajo fotográfico de Lubezki-, entendiendo como cosmogonía un relato mítico relativo a los orígenes del mundo, una teoría científica que trata del origen y evolución del universo – Malick sostiene un espíritu creacionista, alejándose del evolucionismo de Darwin-.

El realizador necesita la vida, no tanto la ficción, tomando modelos experimentales, deshaciéndose de todo decorado, situando a los actores en la escena por espacios libres que puedan recorrer libremente, incluso durante el montaje, aunque es este en un último término quien escoge y almacena, por otro lado nunca nada es homogéneo, contrariamente a lo que el flujo de imágenes nos pueda hacer pensar, existe un espacio rasgado, más bien una grieta, una fisura que se establece entre la naturaleza y la

      

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Jesús Miguel Sáez-González: Crítico de cine. Alcalá de Henares. Madrid

Correo: miguelescine@hotmail.com

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ISSN: 1575-2844 · DOI: http://dx.doi.org/10.15178/va.2008.97.16-21 Julio/agosto 2008 · Año XI · nº 97 · pp. 16-21

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yacen en el fuerte de Beau Geste o serán finalmente redimidos por Gunga Din, pero nunca en aquellos Horizontes Perdidos de Capra -lo saben Stevens y Gary Grant-, no Lancaster quién vigila la bahía con su barco de nueva majestad, sin oír los gritos de Indiana, ni los láseres de Lucas, pero sí los dulces besos de las danzarinas en su sueño real, y no aquel muchacho que los robó, al tiempo que escapaba en su alfombra mágica acompasada por un genio de la lámpara, allá por las mil y una noches de historias.

 

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Octubre 2011

EL ÁRBOL DE LA VIDA DE TERRENCE MALICK

Como desentrañar tamaña complejidad, el misterio de lo inabarcable, la génesis del mundo, lo absoluto, el puro y zigzagueante recorrido abstracto de la vida, sometido quizás a una cosmogonía en imágenes –intensamente visual gracias al trabajo fotográfico de Lubezki-, entendiendo como cosmogonía un relato mítico relativo a los orígenes del mundo, una teoría científica que trata del origen y evolución del universo – Malick sostiene un espíritu creacionista, alejándose del evolucionismo de Darwin-.

El realizador necesita la vida, no tanto la ficción, tomando modelos experimentales, deshaciéndose de todo decorado, situando a los actores en la escena por espacios libres que puedan recorrer libremente, incluso durante el montaje, aunque es este en un último término quien escoge y almacena, por otro lado nunca nada es homogéneo, contrariamente a lo que el flujo de imágenes nos pueda hacer pensar, existe un espacio rasgado, más bien una grieta, una fisura que se establece entre la naturaleza y la

      

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Jesús Miguel Sáez-González: Crítico de cine. Alcalá de Henares. Madrid

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