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TEMA 16-BIO Y GEO

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TEMA 16.

EL MODELADO FLUVIAL, COSTERO Y GLACIAR. LAS AGUAS

SUBTERRÁNEAS. LOS IMPACTOS EN LAS COSTAS

1. INTRODUCCIÓN

Ciclo del agua

Importancia del agua en el modelado y Resumen 2. AMBIENTE FLUVIAL

Introducción: redes fluviales y perfil de un río Procesos y formas de modelado fluvial

- Tramo alto y erosión - Tramo medio y transporte - Tramo bajo y sedimentación 3. AMBIENTE COSTERO

Introducción Modelado litoral

- Acción de las olas

- Acción química y biológica

Impactos en el litoral: introducción: construcciones y contaminación 4. AMBIENTE GLACIAR

Introducción: tipos de glaciares y flujo glaciar

Modelado glaciar: accionamiento y transporte y sedimentación Medio periglaciar

5. AGUAS SUBTERRÁNEAS Introducción

Tipos de acuíferos

Acción geomorfológica de las aguas subterráneas 6. CONCLUSIÓN

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1. INTRODUCCIÓN

El tema que voy a desarrollar corresponde al tema 16 del apartado específico y lleva por título “El modelado fluvial, costero y glaciar. Las aguas subterráneas. Los impactos en las costas”.

Los movimientos y cambios de fase del agua en la hidrosfera constituyen un circuito prácticamente cerrado que se suele llamar ciclo del agua o ciclo hidrológico. En dicho ciclo, la energía solar evapora el agua de los océanos y continentes (ríos y lagos); el vapor de agua se condensa en la atmósfera formando nubes que, al enfriarse más o menos, liberan el agua en forma de nieve o lluvia. Los ríos o glaciares así formados terminan desembocando en el océano por escorrentía, aunque parcialmente el agua continental puede infiltrarse en el subsuelo, originando el agua subterránea, que también retornará en último término al océano.

El agua, lo largo de este circuito, constituye sin duda el principal agente externo de modelado del relieve. En su estado líquido modela los cauces fluviales y genera estructuras tales como valles en V, meandros, o terrazas. La primera parte de esta presentación la dedicaré a describir los procesos y formas característicos del modelado fluvial.

Por otra parte, el agua de los océanos y mares en su contacto con las tierras emergidas es responsable de gran parte de las estructuras y formas del relieve costero. En una segunda parte de la exposición hablaré del modelado costero y me detendré a indicar, según establece el enunciado de este tema, los principales impactos ambientales que pueden producirse en estas regiones.

En forma de hielo el agua está presente en los ambientes glaciares y periglaciares, dando lugar a estructuras y formas tan características como los valles en U, las morrenas o el permafrost; como veremos en un tercer apartado.

Por último, finalizaré el tema hablando de las aguas subterráneas, del modelado del paisaje que estas ejercen y de su importancia en la formación de acuíferos.

2. AMBIENTE FLUVIAL

Exceptuando los grandes desiertos o las zonas glaciares, el resto de la superficie terrestre aparece modelada por las aguas corrientes o escorrentía fluvial, que probablemente son el agente geomorfológico más importante sobre tierra firme.

Existen aguas corrientes que circulan de forma permanente, los ríos, mientras que otras, como los arroyos o uadis y las arrolladas lo hacen de forma periódica o puntual. Aunque voy a hacer referencia principalmente a los ríos, los procesos de modelado en arroyos y otros cursos de agua temporales puede considerarse muy similar.

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Redes fluviales

Los ríos fluyen por sus cauces que son las líneas formadas por los puntos más bajos del campo geomorfológico, por efecto de la gravedad, de tal forma que tanto las aguas recibidas como las partículas producidas en la totalidad del territorio tienden a desplazarse hacia ellos y a canalizarse conforme a su trazado.

En el perfil transversal de un cauce podemos distinguir varios elementos: el canal, o fondo del cauce; el lecho menor, por el que corren las aguas en épocas de estiaje; el lecho mayor, o cauce del río cubierto por el agua en época de máximo caudal anual; y el lecho mayor esporádico que sólo es inundado por el río en épocas de grandes crecidas.

Los cauces se organizan jerárquicamente dando lugar a las redes de drenaje. En ellas los ríos, arroyos y torrentes confluyen entre sí formando cursos cada vez más caudalosos que terminan por unirse en un río principal.

Las redes hidrográficas se clasifican, en función de su morfología en: arborescente o dendrítica, con una disposición irregular; digitalizada, cuando los afluentes convergen hacia un mismo punto (si el ángulo que forman es muy agudo se denomina pinnada); o paralela, cuando las ramas están poco jerarquizadas.

Toda la superficie cuyas aguas van a aparar a un mismo río se denomina cuenca hidrográfica, pudiendo éstas agruparse en vertientes (según drenen a un océano o a otro).

Perfil de un río

Un concepto importante para la comprensión de los fenómenos de modelado en el medio fluvial es el de perfil longitudinal de un río. Se trata de la representación de la topografía de su cauce o talweg, desde su cabecera, hasta el lugar donde se incorpora a una masa de agua o a otra corriente, denominado nivel de base. Este perfil es dinámico, pues

varía de forma continua, estando todos sus puntos interrelacionados. [1]

PROCESOS DE MODELADO

Formas de drenaje: 1. dendrítico, 2. Rectangular o angular, 3. Enrejado o trellis, 4. radial divergente, 5. radial convergente, 6. anular, 7. Arborescente o dendrítico intenso.

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La acción modeladora de un río va a estar determinada por su energía cinética, la cual depende a su vez de dos factores: la velocidad y la masa. El clima influirá sobre la cantidad de agua que el río transporta, y por su parte la velocidad vendrá establecida por su perfil longitudinal, que determina la pendiente.

Es preciso aquí destacar que en un área transversal dada del cauce, existen diferencias en la velocidad y la turbulencia. El río es más rápido en las partes centrales y cercanas a la superficie y más lento y turbulento en las proximidades de márgenes y lecho.

Podemos distinguir 3 zonas o tramos definidos en el recorrido de un río: curso alto, curso medio y curso bajo. En los 3 se producen los procesos básicos modeladores del relieve -erosión, transporte y sedimentación-, sin embargo, en cada zona predominará uno de ellos.

Existen gráficas, como el diagrama de Hjulström, que relacionan estos tres procesos con la velocidad del río y el tamaño de las partículas. 1

Curso alto y erosión

En el curso alto los desniveles y la velocidad del agua suelen ser elevados y, en muchas ocasiones la vegetación no demasiado densa. En estas circunstancias predominan la erosión y el transporte lo que da lugar a característicos valles con perfiles en forma de V excavados por el agua en el terreno, tales como hondos y estrechos desfiladeros, hoces y gargantas. Las cascadas o cataratas se forman cuando estos cauces rompen abruptamente el nivel de su curso.

1 Posibles preguntas y cuestiones relacionadas con este diagrama: ¿Cuáles son los procesos que se dan en la

dinámica de un río respecto a cada tipo de partícula si la corriente de agua circula a una velocidad de 0,5 cm/s? Si la velocidad media de la corriente fuese de 50 cm/s, ¿qué partículas serían siempre erosionables?, ¿por qué las partículas más gruesas no contribuirían a la erosión del medio? Señala algunos problemas ambientales producidos a causa de la existencia de un torrente, tratando de explicar, a partir del gráfico, las razones de tales problemas

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Parte de la energía cinética que el río lleva en su curso alto, es utilizada en accionar y poner en movimiento los materiales que transportará a lo largo del curso. El término competencia de un río se emplea para definir su capacidad de movilizar y desplazar partículas. Ésta depende de la velocidad del flujo y la rugosidad, de tal forma que a mayor velocidad y rugosidad más turbulencia y a más turbulencia más competencia. Si la velocidad del flujo disminuye lo hace también la competencia, hasta llegar a ser negativa y depositar la carga. La erosión o el accionamiento de las partículas que constituirán la carga o caudal sólido del río puede llevarse a cabo de varias formas.

Si un remolino de agua es suficientemente poderoso, puede por sí mismo levantar las partículas dentro de su cauce. Los materiales que mejor se movilizan son los de tamaño intermedio, ya que los más grandes son más pesados y los más pequeños tienden a compactarse más firmemente.

Además las partículas sólidas transportadas por una corriente pueden actuar por sí mismas como agentes erosivos (corrasión), desgastando el lecho o los fragmentos más grandes situados en su fondo de incorporando materiales a la corriente. Los desgastes se expresan en forma de superficies pulidas, estrías o acanaladuras.

Por último, el agua también puede ir disolviendo poco a poco los materiales de su cauce, incorporándolos en su flujo. [2]

Curso medio y transporte

El curso medio manifiesta suaves pendientes y un perfil transversal con formas más abiertas y fondo plano. En esta zona del río predomina el transporte de materiales.

El transporte del material es la función fundamental de las

aguas corrientes. La capacidad de un río se mide por la masa total de la carga sólida que la corriente puede transportar, por unidad de tiempo. Depende de la velocidad, del caudal y del calibre de las partículas.

Principalmente existen cuatro formas diferentes de transportar las partículas en el agua. Los fragmentos más gruesos son arrastrados sobre el fondo del lecho por deslizamiento y rodamiento; las partículas coloidales y los limos se mantienen dentro del flujo por suspensión (son las que vuelven el agua turbia); los materiales de tamaño intermedio, las gravas, avanzan por saltación, siendo elevadas por movimientos helicoidales pero no manteniéndose en el flujo del agua; y en disolución, lo que afecta a los iones, que no se depositan salvo que exista un cambio brusco de presión y temperatura, como ocurre con la formación de costras, travertinos y tobas.

En determinados episodios torrenciales o de grandes crecidas es posible también un transporte en masa de un volumen importante de materiales heterogéneos.

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La actividad de todos estos procesos está controlada por la competencia del flujo, que en un mismo río depende del caudal de cada momento. Es en las crecidas cuando la labor erosiva es mayor, mientras que el resto del tiempo sólo transportan las partículas más pequeñas. Tienen, pues, un comportamiento espasmódico.

Parte de la energía desarrollada por el flujo de agua no se emplea en el transporte de la carga, sino en su modelado, es decir, se consumen en los golpes entre los fragmentos y en la disolución de la roca. Esta es la causa de que los fragmentos de los ríos presenten formas redondeadas y brillantes; y de que aguas abajo el calibre de los fragmentos sea cada vez menor.

Curso bajo y sedimentación

Finalmente, en el curso bajo, las pendientes son mucho menos acusadas y la masa de agua mayor. En esta zona predomina la sedimentación de los materiales en forma de depósitos aluviales (foto) cuando la carga se hace mayor que la competencia del flujo para transportarla. En estas zonas el río circula sobre una llanura de acumulación que se va elevando, incrementando el nivel de base del río.

Un río puede, a lo largo del tiempo, invertir la tendencia y comenzar a erosionar donde antes acumulaba derrubios, bien por un aumento del caudal o de la carga, lo que hace aumentar el poder erosivo. Precisamente la incisión de los aluviones va formando las terrazas aluviales, una de las formas más típicas de los ambientes fluviales.

Estas terrazas, formadas por sucesivos ciclos de erosión y sedimentación, pueden ser escalonadas, cuando no hay conexión entre cada uno de los niveles de terraza porque se ha erosionado totalmente el material subyacente; o encajadas, cuando la terraza inferior descansa sobre depósitos aluviales, que afloran en la terraza superior

Existen tres explicaciones básicas para la formación de terrazas fluviales: el control eustático, por el cambio de nivel de base, sobre todo marino (transgresiones y regresiones); el cambio en las condiciones tectónicas, por la subsidencia de la cubeta bajo el peso de los materiales, por movimientos epirogénicos; y los cambios hidrodinámicos y climáticos, que hacen variar la competencia del flujo de agua. Los dos primeros son demasiado lentos para explicar las terrazas jóvenes, pero el último es demasiado reciente para explicar las terrazas de los cursos altos y medios de los ríos, sin embargo es la explicación más probable para la mayoría de las terrazas

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En el tramo bajo es frecuente la formación de cursos sinuosos o divagantes, materializados en forma de meandros. Éstos son fruto del proceso de erosión en la orilla cóncava y de sedimentación en la orilla convexa, y se manifiestan en las vastas llanuras aluviales de los cursos bajos.

Cada meandro presenta un lóbulo más o menos estrangulado en su base. La curvatura máxima se encuentra en el vértice, punto de inflexión en la dirección del río. Fruto de su geometría, el meandro se caracteriza por presentar un escarpe en el lado externo de la curva y una suave pendiente en la parte interna o espolón. De esta forma, concavidades y convexidades se suceden a lo largo de una misma orilla. La concavidad aparece por la zapa producida por la corriente al golpear de frente la curva, por la inercia del movimiento. La convexidad aparece en la orilla opuesta, donde la velocidad del agua es menor y por lo tanto es donde tienden a acumularse los fragmentos.

Los meandros tienden a presentarse en series separadas por tramos rectilíneos. Las series de meandros se caracterizan por la longitud de onda (distancia entre dos vértices). Es muy normal encontrar estas series de meandros, también llamadas trenes.

Los meandros son formas dinámicas que evolucionan con el tiempo, van alargando la longitud del río y disminuyendo su pendiente. Si la curvatura es muy pronunciada puede producirse un contacto tangencial, estrangulamiento, que rectifica el curso del río, quedando un meandro abandonado con forma de media luna.

Podemos distinguir dos tipos de meandros: los libres (foto1), característicos de las llanuras aluviales y producto de la trayectoria errática del agua; y los encajados o de valle (foto2), característicos

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Además de estos ríos meandriformes en los que los materiales se van depositando de forma perpendicular a la dirección del cauce, existe otro modelo de sedimentación en el curso bajo también frecuente, son los denominados ríos braided o anastomosados. Se caracterizan por un cauce bastante ancho en el que se van formando

depósitos de materiales en forma de lentejones que van creciendo en la dirección de la corriente. [3]

Los sedimentos de un medio fluvial presentan características diversas según la zona en que se hayan depositado: unos representan la acumulación en el canal o parte profunda del cauce; otros, la que tuvo lugar en sus márgenes; y finalmente, existen sedimentos correspondientes a zonas alejadas del cauce.

Entre los depósitos del canal se encuentran los “channel lag” que se sitúan en forma de lentejones de material grueso en el fondo del canal; los depósitos de islas o barras del canal, típicas de los ríos anastomosados y cuya granulometría es variable; y los depósitos de “point bar”, típicos de la parte interna de los meandros y en los que se observa una granoselección con disminución del tamaño del grano hacia la parte superior.

Respecto a los depósitos fuera del cauce comprenden los depósitos de relleno de las depresiones que se forman en los point bar; los depósitos de diques que forman bandas depositadas fuera del cauce con una granoselección que disminuye de tamaño hacia la llanura de inundación; los depósitos enraizados en grietas, que se forman en las fisuras de los diques que se producen en épocas de avenida; y los depósitos de la llanura de inundación que se encuentran en las zonas más alejadas del cauce y normalmente están formados por materiales de grano fino transportados hasta allí en suspensión.

En esta zona del río también son frecuentes otras estructuras como lecho de crecidas y otros fenómenos que se dan en la desembocadura, como los deltas, que consisten en la acumulación de sedimentos de una corriente fluvial al llegar a las zonas marinas o, con menor frecuencia, a los lagos. Aunque existen diferentes tipos todos tienen forma convexa hacia el mar. [3]

En los cursos de agua violentos y estacionales, como los torrentes también se pueden distinguir 3 zonas en las que predominan los diferentes procesos de modelado del relieve: la cuenca de recepción, que presenta forma de embudo y donde predomina la erosión; el canal de desagüe o curso medio donde predominan procesos de transporte y erosión y que suele corresponder con un cauce encajado en la montaña; y el cono de deyección, también llamado abanico aluvial, donde la pendiente se allana bruscamente y el agua deja de estar encauzada. Esta disminución de la fuerza de las aguas provoca el depósito los materiales arrastrados, dividiéndose el torrente en varios brazos. Originan una selección de tamaño más finos en la zona distal.

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3. AMBIENTE COSTERO

Alrededor de los mares y océanos se desarrolla un sistema morfogenético peculiar que tiene sus propias características diferenciadas y que en buena medida son independientes de las condiciones bioclimáticas. Hablamos de una franja de amplitud variable en el límite entre la tierra y el mar, y que denominamos costa o litoral. En cierto modo los grandes lagos pueden llegar a asemejarse a pequeños mares y en sus bordes de contacto con la tierra firme pueden sufrir una dinámica parecida a la de los litorales marinos. Es por ello que muchos autores los tratan de forma conjunta.

Su amplitud depende de las mareas (no más de 20 metros) y de la pendiente de la costa, habiéndose calculado un total de 150.000 kilómetros cuadrados en todo el mundo.

Además la influencia del mar se hace sentir más allá de la zona litoral, en lo que se llama línea costera. Esta es una zona en la que el relieve cambia con mucha rapidez, incluso en el intervalo de una pocas décadas.

En el modelado del litoral tienen una gran influencia los agentes geológicos propiamente marinos. A ellos hay que unir las características bioclimáticas de la zona y la influencia del medio continental, especialmente del medio fluvial que, en su desembocadura en el mar forma estructuras tan características como los deltas, ya mencionados anteriormente o los estuarios, formados en la desembocadura fluvial en cuya acumulación sedimentaria se dibujan intrincados canales cuyo modelado depende de las mareas que empujan hacia arriba el flujo de agua.

MODELADO LITORAL

Los procesos morfogenéticos marinos asocian de forma compleja acciones mecánicas, que son sin duda las más importantes, con acciones químicas y biológicas.

Desde el punto de vista mecánico el mar realiza una gran actividad erosiva debido a la actuación las corrientes marinas litorales, producidas principalmente por las olas y en menor medida por las mareas.

Las corrientes de oleaje se deben al flujo y reflujo de las olas, con unos efectos erosivos, de transporte y de sedimentación muy intensos. Además en las costas abiertas, cuando hay fuertes vientos, las olas se van desviando de forma paralela a la costa, formando las corrientes de deriva.

Las corrientes de marea, son corrientes periódicas asociadas a la elevación y descenso continuo del nivel del mar, por los efectos gravitatorios que ejercen la Luna, y en menor medida el Sol, sobre la Tierra.

Acción de las olas

Las olas se forman por el viento que barre la superficie del agua, formando cilindros, que se desplazan ligeramente en la dirección del viento. Cuando se acercan a la costa, el cilindro roza en la parte baja con el fondo y la parte alta o cresta de la ola se adelanta, produciéndose la rotura de la ola.

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En una ola, como onda que es, podemos distinguir una cresta y un valle y se organizan longitudinalmente formando series de surcos y crestas. Las olas se mueven por la superficie del agua en trenes de ondas. Como en cualquier onda podemos distinguir: la amplitud de onda, o distancia horizontal entre dos crestas sucesivas; y la altura, o desnivel vertical entre las crestas y los valles. La relación entre amplitud y altura se denomina arqueo. Al ser ondas que se mueven también podemos determinar su período, es decir, el tiempo que transcurre entre el paso de dos crestas consecutivas, por un mismo punto. Esto nos da la celeridad o velocidad de propagación.

En los acantilados o zonas rocosas, las olas actúan como un gran martillo que genera un efecto de presión neumática sobre la roca provocado por el agua y el aire que queda atrapado en sus irregularidades y poros. Se trata de un mecanismo de compresión y descompresión continuo que, junto con el proceso de abrasión que generan las partículas que el agua transporta, provoca un poderoso efecto capaz de producir derrumbamientos. Si los materiales son blandos, el acantilado se destruirá rápidamente, formando ensenadas o bahías, como en playas de la Costa Brava. Si los materiales son duros, la destrucción del acantilado será más lenta, dando origen a promontorios o cabos, como el Cabo de Estaca de Bares, en Lugo o islas cercanas a la costa, como las Islas Cíes, en Pontevedra. Mediante este proceso el frente del acantilado irá retrocediendo formando las plataformas de abrasión (foto 1), que cuando quedan sobreelevadas se denominan rasas (foto2).

Por la erosión de la roca el agua se carga con materiales sólidos que responsables de la abrasión del litoral (foto 3).

En las zonas llanas la acción de las olas es diferente. En su movimiento swash u ola constructiva deposita

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materiales finos formando la playa, mientras que en su movimiento de resaca o backwash arrastra y transporta material grueso hacia el interior.

De este modo las playas pueden definirse, en sentido genérico, como acumulaciones de materiales sueltos. Se trata de sistemas muy dinámicos cuyos límites espaciales abarcan desde la superficie afectada por las olas hasta el espacio sumergido donde incide el oleaje.

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Existen diferentes tipos de playas: los cordones litorales, barras o restingas, que son depósitos de arena paralelos a la costa que pueden sobresalir del agua en marea baja; las flechas litorales, que se forman cuando un cordón litoral está unido a la costa por un extremo; (si está unido por los dos se forman las albuferas o lagunas saladas comunicadas con el mar); o los tómbolos (foto 1), que son depósitos de arena que unen un islote con la costa; entre otros.

En la superficie de sedimentos del tamaño de las arenas bajo la acción de un agente de transporte fluido (agua, viento) pueden aparecer rizaduras denominadas ripples (foto2).

Los sistemas dunares son formaciones vinculadas a las playas resultado de acumulaciones de materiales finos y sueltos transportados por los vientos dominantes, ubicados en una ancha zona que bordea la línea de máxima marea y puede extenderse al interior hasta 10 kilómetros. Son también sistemas muy dinámicos y frágiles, ya que en su ciclo de avance hacia el interior van degradándose en su morfología ondulada hasta dar lugar a la formación de arenales costeros. Según su grado de estabilidad y evolución se puede hablar de dunas móviles o vivas, dunas rampantes (que aprovechan un relieve para ascender), dunas fijas, cuando han sido colonizadas por la vegetación que ha frenado su movimiento, y dunas fósiles, cuando quedan sólo como formaciones superficiales del relieve.

Los sistemas dunares desempeñan una función clave en el litoral. Por una parte, absorben las fuerzas del mar, protegiendo las zonas interiores y además preservan las playas a las que sirven de reserva de arena en épocas de temporales.

Por otro lado, aunque son muy localizadas y esporádicas, las grandes olas (tsunamis) provocadas por movimientos símicos en el fondo marino, tienen efectos morfogenéticos de carácter catastrófico, como grandes deslizamientos de tierra.

También merecen ser destacadas como estructuras típicas del medio costero las marismas y las áreas pantanosas del litoral.2 Se trata de formas originadas por la sedimentación de

materiales finos aportados por ríos, viento o la propia ablación marina, en rincones del litoral al abrigo de la agitación y el oleaje. Surgen, así, regiones mal drenadas de carácter pantanoso y marismas que encierran una gran diversidad ecológica.

2 Las zonas pantanosas y las marismas se diferencian en que las segundas tienen una pendiente contraria a la

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Acción química y biológica

Aunque las acciones mecánicas son las más importantes en el modelado del relieve, también se pueden identificar una acción química y otra biológica responsables de algunas formas litorales características. En el agua marina se encuentran disueltas diversas sales, particularmente cloruro de sodio, lo que proporciona al agua una notable actividad química. Sus consecuencias morfológicas se concretan en elementos de detalle. Los más relevantes están relacionados con la disolución de la caliza, formando lapiaces o dolinas, entre otras formas; y con la hidrólisis de las rocas silíceas formando oquedades.

Respecto a la acción de los seres vivos lo más significativo es la construcción de arrecifes creados por los corales y las algas calcáreas que atrapan el carbonato cálcico en suspensión.

Además de esta estructura tan característica los seres vivos pueden ejercer acciones mecánicas realizando perforaciones en las rocas o contribuyendo a su ruptura y, en ocasiones, pueden ejercer un papel de protección de los materiales.

Tipos de costas

En base a todos los procesos y formas descritas se pueden distinguir básicamente dos tipos de costas evolucionadas: las costas de ablación, donde predominan los acantilados y las plataformas de abrasión y que se encuentran bordeando los mares con mucho oleaje, sobre todo en zonas montañosas; y las costas de acumulación, que se presentan en regiones llanas y en las que predominan los procesos de sedimentación.

LOS IMPACTOS EN LAS COSTAS

Las costas son sistemas vulnerables sometidos simultáneamente a la influencia de los ríos, el viento y el propio mar. Se trata de regiones donde además la actividad humana suele ser bastante intensa, pues se concentran importantes vías de comunicación y transporte, ricas zonas pesqueras y de extracción de recursos, importantes centros industriales y gran cantidad de ciudades y núcleos turísticos. [5]

Por este motivo gran parte del ambiente costero se ha visto claramente afectado por la mano del hombre, cuyos impactos principales se deben a la destrucción de hábitats y zonas de dunas, a la contaminación y a la sobreexplotación de recursos pesqueros, entre otros.

Impactos de la construcción

La primera y más directa consecuencia ambiental de las urbanizaciones e infraestructuras turísticas sobre los recursos de estos espacios naturales litorales es la inmediata y a veces irrecuperable transformación de hábitats por su ocupación directa. Además de éste la urbanización de las zonas costeras tienen otros efectos cuyas consecuencias se detectan más a largo plazo.

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Entre ellos destaca sobre los demás la pérdida de las playas que se produce como consecuencia de la alteración de la dinámica natural de aportes y pérdidas de material. La construcción de enormes espigones o barreras para proteger puertos deportivos o zonas en primera línea de playa, interrumpen las corrientes litorales que arrastran consigo la arena y los sedimentos que forman las playas y que las mantienen.

Este problema es especialmente importante en países turísticos, como el nuestro, ya que obliga a invertir enormes cantidades de dinero para poder regenerar las playas que poco a poco se van perdiendo, lo que requiere la construcción de diques o muros, espigones o rompeolas, entre otros.

Contaminación

El segundo problema del que me gustaría hablar brevemente es de la contaminación y es que abusando de la gran capacidad depuradora de estos sistemas, los océanos se han convertido con frecuencia en el destino final de muchos de nuestros vertidos.

El vertido incontrolado de aguas residuales urbanas (10-20%), industriales (10%) y dragados (70%), transforma este medio poco favorable en un medio muy favorable para el desarrollo y supervivencia de organismos patógenos. Estos microorganismos representan un peligro en las zonas de baño y pueden contaminar criaderos de moluscos (mejillones, almejas, etc) y pesquerías.

La contaminación química es de mayor importancia que la bacteriana, pues además de los vertidos de las industrias, el arrastre por las aguas continentales de detergentes y pesticidas tienen efectos muy nocivos sobre ecosistemas con una gran productividad (deltas, estuarios, ecosistemas costeros). Las descargas de petróleo a los mares son otra importante causa de contaminación siendo los accidentes de los grandes superpetroleros como el reciente Prestige y las mareas negras que provocan los casos más espectaculares. Sin embargo, estos vertidos sólo suponen alrededor del 10% de la cantidad de hidrocarburos que anualmente se vierten al mar procedentes en su mayor parte de labores de limpieza de barcos y refinerías, trasvase de barcos y limpieza de motores.

4.- AMBIENTE GLACIAR Y PERIGLACIAR

Una vez vistos estos dos importantes impactos que pueden afectar al sistema litoral o costero, es momento ya de entrar en el tercer bloque de esta exposición, dedicado a los glaciares.

En las regiones de alta latitud o de elevada altura, donde existe un balance de radiación fuertemente deficitario el agua en forma de nieve aportada por la atmósfera es evacuada

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por corrientes de hielo más o menos canalizadas denominadas glaciares. Estas estructuras tienen una gran capacidad morfogenética donde, además de su prioritario trabajo de transporte, también realizar importantes labores de erosión y acumulación, de las que se derivan unas formas de relieve y estructuras bien diferenciadas. [6]

Tipos de glaciares

Básicamente podemos distinguir dos tipos de glaciares, los regionales o inlandis, situados en las áreas continentales de alta latitud de ambos hemisferios originados por un glaciarismo de origen térmico; y los glaciares locales o de montaña, que aparecen en las altas cumbres de todas las zonas de la superficie terrestre originados por fenómenos de nivación.

Los primeros están relacionados con las condiciones de extremo frío y sequía de los territorios polares y se caracterizan por sus enormes dimensiones y su forma externa en casquete. En la actualidad sólo existen 2 (el de la Antártida y el de Groenlandia) que incluyen el 99% del hielo del planeta, pero en épocas pasadas, durante los procesos de glaciación, cubrieron superficies mucho más extensas, dejando sus huellas en muy diferentes regiones.

Los glaciares locales, por el contrario son muy numerosos, de extensión limitada y mucho menos espesos, adaptando su forma a la configuración del relieve que los acoge, motivo por el que pueden presentar muy diferentes morfologías. Se distinguen así diferentes tipos: alpino (con todas sus partes: circo, lengua y zona de ablación), pirenaico (poco desarrollado), pie de monte (sin circo glaciar),..etc.

Flujo glaciar

Sean cual sean sus dimensiones y el tipo al que pertenezcan los glaciares son masas de hielo en movimiento y es precisamente éste movimiento el responsable de su acción de modelado. A diferencia de los ríos, que fluyen con rapidez y adquieren carácter turbulento, la masa congelada se desplaza lentamente y sin turbulencia, tanto que, salvo excepciones, su movimiento resulta imperceptible a simple vista.

MODELADO GLACIAR

Como consecuencia de este desplazamiento sobre la superficie rocosa los glaciares desarrollan una peculiar actividad geomorfológica, que incluye procesos de accionamiento de las partículas, de transporte y de acumulación.

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El accionamiento de las partículas se lleva a cabo por la combinación de dos procesos: la abrasión y la sobreexcavación. La primera es una acción de desgaste y pulido superficial de las rocas que sólo alcanza verdadera trascendencia cuando la masa de hielo va cargada en su fondo de partículas sólidas previamente accionadas o recibidas desde el exterior. Como consecuencia tanto el fondo como los márgenes resultan pulidos presentando una superficie externa lisa y limpia con perfiles suavemente convexos a lo que se denomina rocas aborregadas. Sobre ellas, el paso de fragmentos o bloquees duros pueden haber marcado estrías y acanaladuras.

Por su parte, mediante la sobreexcavación el glaciar moviliza fragmentos de mediano o gran tamaño de su lecho, por lo que va profundizándolo. A diferencia de la acción erosiva fluvial no tiende a atenuar las irregularidades del perfil longitudinal de los lechos ni a reducir las pendientes, sino que, por el contrario, incrementa el vigor de los accidentes previamente existentes.

En la mayoría de los glaciares de montaña, no así en los inlandis, los lechos son verdaderos canales en los que se pueden diferenciar dos partes: el circo y la artesa. El primero es la región colectora del glaciar y suele estar formado por una depresión más o menos semicircular enmarcada por vertientes vigorosas situada en cabecera y ocupada, en la actualidad o en el pasado, por importantes volúmenes de nieve y de neviza y por hielo ya consolidado. Existen muy diferentes tipos de circo: de pared, en embudo, en cubeta, de cabecera y los de tramo alto, todos ellos diferenciados por su tamaño y la configuración de su fondo. Por su parte la artesa es un canal con forma de U, cuyas paredes presentan una pendiente muy marcada y un enlace corto y brusco con el fondo cóncavo, y es el lugar por donde fluye la masa de hielo denominada lengua glaciar. [7]

Transporte y acumulación

Como decíamos al principio la función básica de los glaciares es el transporte de materiales y su posterior acumulación. Al conjunto de till o materiales transportados y depositados se les denomina morrena y tillita cuando ya han comenzado los procesos de diagénesis.

Normalmente se habla de tres fracciones de morrena, la externa, procedente normalmente de aportes externos y que quedan por encima de la masa de hielo o en su lateral (morrenas laterales); la interna, formada por materiales transportados en el interior de la capa de hielo; y la de fondo que circulan en contacto con el fondo o lecho del glaciar.

En cualquier caso el material que compone la morrena glaciar se caracteriza por estar poco seleccionado, por presentar una importante cantidad de bloques y porque sus bordes no han sido prácticamente desgastados, por lo que son frecuentemente angulosos.

La sedimentación de los materiales se produce al reducirse o cesar la competencia transportadora de los glaciares por su deshielo. En esta circunstancia primero se depositan los materiales que habían sido empujados hasta el borde de la lengua glaciar, posteriormente los de sus márgenes laterales y, en último lugar, los que transportaba en su

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interior. Este proceso sucesivo de deposición forma respectivamente los arcos morrénicos frontales, los cordones morrénicos laterales y los relieves morrénicos de ablación.

Es preciso mencionar también las varvas glaciares, que son unas formas de deposición típicas de lagos glaciares, originadas como consecuencia de la alternancia de deposición de materiales finos y gruesos en respuesta a las condiciones climáticas que provocan la congelación o descongelación de la capa de hielo superficial.

ZONAS PERIGLACIARES

Para terminar con el análisis de la acción morfogenética de los hielos me gustaría hablar brevemente del dominio morfoclimático periglaciar, que comprende todas las áreas de clima frío en las que el régimen térmico se caracteriza por pasos reiterados por la teperatura crítica de 0º y en la que el régimen pluviométrico asegura un aporte hídrico suficiente para que se puedan dar procesos de hielo-deshielo. Se caracteriza por un suelo congelado excepto en su parte superior (mollisol) denominado permafrost.

Bajo estas circunstancias predomina la metorización mecánica de las rocas, principalmente por gelifracción. Además también existe una importante dinámica de vertientes con presencia de algunas modalidades específicas de movimiento de partículas como los pipkrake, proceso específico de reptación, o la crioturbación que favorece la formación de suelos poligonales. Pag 326 libro pequeño

Es la zona donde se producen los aludes de nieve y son frecuentes los derrubios de ladera que pueden ser ordenados o no ordenados.

5.- LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS

Tal como comenté en la introducción, el último apartado de esta exposición lo voy a dedicar a hablar de las aguas subterráneas cuyo origen está en la infiltración en el suelo de las aguas procedentes de la lluvia, los ríos e incluso el mar.

Los factores que condicionan la infiltración del agua en el subsuelo son el clima, ya que cuanto mayor sea la precipitación, mayor será la cantidad de agua que se pueda infiltrar; la

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pendiente, porque si la inclinación del terreno es pronunciada, el agua discurrirá rápidamente sin tiempo a infiltrarse; la vegetación, que dificulta el movimiento del agua y favorece, por ello, la infiltración; y por supuesto la permeabilidad de los materiales.

La infiltración depende de las características físicas de las rocas. Así, por ejemplo la existencia de grietas y fracturas y la porosidad facilita la penetración del agua y, en muchas ocasiones también su circulación. Sin embargo porosidad, término relativo a la cantidad de poros, no es sinónimo de permeabilidad, que se refiere más bien a la capacidad de una roca para permitir el paso de un fluido, en este caso agua, a su través. De este modo por ejemplo existen rocas como las arcillosas que, aunque poseen una gran porosidad, son prácticamente impermeables ya que no disponen de conductos que comuniquen estos poros. Ente las rocas permeables destacan los conglomerados, las areniscas, calizas diaclásticas y rocas fisuradas, como pueden aparecer los granitos. Por su parte, las rocas impermeables son las del tipo de las arcillas, pizarras y margas.[8]

Generalmente el agua se infiltra en el subsuelo hasta alcanzar una capa impermeable donde, entonces comienza a acumularse rellenando los poros del material. De este modo en el subsuelo se distinguen dos zonas diferenciadas: la más profunda o zona saturada cuyos poros están llenos de agua y que constituye un acuífero, y la superior o zona de aireación, también llamada vadosa, con los poros llenos de aire. A la superficie que separa ambas zonas se le llama nivel freático o hidrostático. Este nivel no es constante, y puede variar en función de los volúmenes de precipitación y de drenaje del agua.

Cuando el nivel freático se encuentra próximo a la superficie se forman zonas pantanosas o encharcadas, mientras que si afloran a través de un corte en el terreno da lugar a los manantiales. La altura del nivel freático varía según la región de que se trate; mientras que en las zonas lluviosas puede permanecer a pocos centímetros de la superficie, en los desiertos se encuentran generalmente a gran profundidad, y sólo cuando existe un desnivel muy acusado del terreno puede llegar a asomar a la superficie formando los oasis.

La infiltración del agua de lluvia en el sustrato se realiza por gravedad, y en el interior se introduce por los huecos y canales de comunicación buscando la zona más profunda. Cuando la alcanza, el agua no puede continuar porque los poros de las rocas están saturados; parte de esta agua puede ascender de nuevo a la superficie por capilaridad.

Tipos de acuíferos

Los acuíferos pueden clasificarse de diversas formas. Así, por su capacidad de almacenamiento y de trasmisión o circulación del agua, se distinguen los acuíferos propiamente dichos, que transportan y almacenan, los acuitardos formados por material semipermeable que almacenan agua en sus poros pero ésta prácticamente no circula; y los acuífugos, cuya permeabilidad es tan alta que el agua sólo circula y no se almacena, es muy típico de calizas muy karstificadas.

Sin embargo, la forma más frecuente de clasificar a los acuíferos es distinguir entre confinados y libres. En los primeros la capa permeable, saturada de agua, está dispuesta

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entre dos capas impermeables (constitución de pliegues anticlinales y sinclinales). Generalmente en estas condiciones el agua está sujeta a una presión considerable y si por cualquier circunstancia se crea una fisura en la capa impermeable, el agua asciende rápidamente hasta el nivel freático para equilibrar las diferencias de presión (principio de los vasos comunicantes). Los pozos artesianos (en que el agua brota superficialmente como un surtidor) son el resultado de perforar un acuífero confinado cuyo nivel freático es superior al nivel del suelo. En los segundos, los libres, la capa permeable no encuentra límite más que en profundidad llegando la zona saturada hasta el nivel freático.

El aprovechamiento del agua contenida en estos acuíferos constituye una porción no despreciable del agua consumida en las diferentes actividades humanas. Su extracción suele realizarse mediante pozos que alcanzan la zona de saturación o acuífero. En los pozos artesianos construidos sobre acuíferos confinados el agua sale a presión hasta la superficie, mientras que, para otro tipo de acuíferos necesita ser bombeada.

Las aguas subterráneas pueden dar lugar también a fuentes o manantiales. Éstos se originan cuando la superficie del terreno corta el nivel freático, por ejemplo, en una ladera y en muchas ocasiones se les atribuye propiedades curativas.

En ocasiones la sobreexplotación de los acuíferos provoca la desecación de los humedales. Este problema está ocurriendo en el Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, el mayor humedal de España.

Acción geomorfológica de las aguas subterráneas

Además de su importancia como fuente de abastecimiento de agua para nosotros las aguas subterráneas también tienen un papel importante en el modelado de estructuras y formas de relieve.

Esta acción puede ser de dos tipos: mecánica y química. Respecto a la primera el agua, al infiltrarse, rellena los poros de la roca, aumentando el peso de ésta. Si los materiales se encuentran situados en una pendiente de gran inclinación pueden producirse fenómenos de solifluxión o deslizamiento. Por su parte la acción química se produce por la suma de la acción de los gases del aire, el agua y las sales que lleva disueltas el agua. Puede producir oxidación de materiales ricos en hierro, disolución de materiales solubles , como el yeso, sustitución de materiales solubles por otros que van disueltos en el agua, etc.

Uno de los fenómenos más llamativos por acción de las aguas subterráneas es la formación de las estructuras endokársticas por el proceso de carbonatación. Cuando el agua penetra en los terrenos calizos a través de fisuras o grietas, y por acción del CO2 que en ella aparece

disuelto, los carbonatos de las rocas se van transformando en bicarbonatos, especie altamente soluble que es arrastrada por el agua. Este proceso es reversible, y en determinadas circunstancias puede actuar precipitando el material disuelto y construyendo con él elementos morfológicos muy característicos.

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Las cavernas, cuevas o galerías originadas por la circulación de estos ríos subterráneos son la forma endokárstica destructiva más característica. Mientras que los espeleotemas son la forma constructiva por excelencia. Éstos son depósitos debidos a la precipitación de calcita y aragonito, yeso, halita, silvina, etc, aunque aisladamente pueden aparecer otras muchas sustancias (malaquita, ópalo, etc). Según su morfología y origen se clasifican en: cenitales o del techo, sobre todo estalactitas; parietales o de pared; pavimentales o de suelo, como estalagmitas, y mixtas, como las columnas.

A veces la evolución de la erosión endokárstica pueden dar lugar a la aparición de formas de relieve exokársticas en superficie como las dolinas, por el hundimiento de la capa de roca superior.

Generalmente se suele hablar de un proceso kárstico por la acción del agua subterránea sobre las calizas. En primer lugar la disolución de la roca comienza en superficie, con la formación de gran cantidad de canalillos y cavidades, separadas por crestas, formas denominadas lapiaces o lenares.

Posteriormente, el agua se infiltra, originando simas, cuevas o grutas. En los techos de estas cuevas pueden precipitar de nuevo sales de roca caliza, formando estalactitas, que son estructuras que cuelgan del techo y terminan en forma puntiaguda, estalagmitas, que salen del suelo de la cueva y terminan en forma redondeada, y columnas o pilares, que se forman cuando una estalactita y una estalagmita se unen.

Los techos de las cuevas pueden derrumbarse, de forma que, a nivel de la superficie del suelo aparecen hoyos circulares llamados torcas o dolinas. También pueden formarse por desmoronamiento de las simas. Si la depresión es muy grande la estructura formada recibe el nombre de polje.

La última fase consiste en el desmoronamiento y desaparición de toda la estructura caliza.

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6.- CONCLUSIÓN

Para terminar mi exposición sobre este tema dedicado básicamente al modelado del relieve por la acción de las aguas, me gustaría resaltar a modo de conclusión el hecho de que una gran parte de las catástrofes naturales que han originado numerosas pérdidas humanas y materiales están relacionadas con el agua y su fluir por la superficie del planeta.

El agua tiene una gran fuerza y una tendencia natural a discurrir por donde las leyes de la física, la hidrología y especialmente las de la naturaleza, dicen que ha de hacerlo. Frecuente el hombre confía demasiado en sus posibilidades y en las de su tecnología, modificando los cursos naturales de las aguas, de tal forma que ubica infraestructuras en lugares tan peligrosos como conos de deyección, cauces de ríos o zonas con riesgo de aludes, entre otros muchos.

Conocer el funcionamiento de los sistemas acuáticos, y lo que es más importante aplicar estos conocimiento, puede contribuir en gran medida a evitar que vuelvan a suceder catástrofes similares a la que ya sucedió en Bisecas.

7.- BIBLIOGRAFÍA

Ahora si, ya con esta última idea doy por finalizada mi exposición del tema y sólo me queda mencionar brevemente algunas de las principales fuentes bibliográficas utilizadas.

- Julio Muñoz Jiménez (1993). Geomorfología General. Ed. Síntesis. - Max Derrau (1991). Geomorfología. Ed. Ariel

- Apuntes de la asignatura Geología 2 del 2º curso de la Licenciatura en Ciencias Ambientales. Año 1997.

Referencias

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