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Autorización por costumbre.

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Academic year: 2021

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Nombre y apellido: Melanie Amato. Afiliación institucional: UBA Correo electrónico: melanie.amato@yahoo.com.ar

Autorización por costumbre.

Thomas Hobbes concluye en que el hombre es naturalmente libre, y que la libertad natural es la única plena. La define como ausencia de oposición, pues son los obstáculos aquello que limita el despliegue del poder que cada hombre lleva en sí.

La otredad es el principal impedimento que se encuentra al disfrute de la libertad. Esta situación de pleno poder en cada uno y el deseo de su utilización -en términos hobbesianos- es leído como un “estado de guerra”. El otro que es un semejante será el principal obstáculo al goce de la libertad; el uso del poder por cada hombre acaba en una guerra de todos contra todos donde la vida se torna imposible.

La toma de conciencia de esta alteridad, que es peligrosa para el individuo, conlleva a tomar la decisión racional de delegar aquella cuota de poder personal para conformar una “persona artificial” con suficiente capacidad de ordenar aquella anarquía, someter y así velar por la paz de la comunidad. Este es el origen del contrato social. Los hombres autorizan al soberano, el cual actuará en nombre de aquellos garantizando la paz y la seguridad, es decir, haciendo posible la vida en sociedad.

La Boétie, en su “Discurso de la Servidumbre Voluntaria” parte de la misma definición de Hobbes en este sentido: el poder no recae en el soberano naturalmente ni por medio de una entidad trascendental, es conferido por el pueblo, por los mismísimos súbditos.

Ambas visiones pueden haber parecido antagónicas sin embargo sus puntos de contacto enriquecen un análisis de la ciudadanía. La renuncia a la libertad natural es la constante que atraviesa la tesis de cada autor. Lo que en Hobbes motiva la sumisión es el miedo, lo que la sostiene, para La Boétie, es la costumbre.

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Hasta aquí se entiende que el orden social, el contrato, monarca, Estado, o cualquier tipo de autoridad son ajenos a la misma naturaleza, es decir son productos humanos. Sin intenciones de realizar un estudio genealógico, el análisis parte desde el esquema analítico del contrato social hobbesiano. Ahora bien ¿qué ocurre con las generaciones posteriores a la realización de este pacto? Aquellos que nacen con un estado de cosas determinado, difícilmente cuestionen o añoren lo que nunca poseyeron. Sin embargo, aquella naturalización no es excusa para creer que los súbditos no comulgan con el orden en el que se insertan. En la vida cotidiana cada acción se inscribe en un contexto regulado por relaciones de poder. Toda normalidad, toda acción que se desarrolla en el como debe ser es ni más ni menos que la confirmación constante de sumisión. La Boétie lo plantea en el modo inverso; bastaría con dejar de obedecer. Esto significa la no- realización del pacto en la cotidianidad. La oposición, la crítica, el cuestionamiento. Mientras exista el asentimiento, existe la autorización.

La libertad como ausencia de impedimento aparece por fuera del pacto, en el estado de guerra y en el silencio de la ley. Esta misma encuentra en la figura de la autoridad el principal obstáculo al despliegue de su esplendor. En la costumbre, en la naturalización, la interpelación y el cuestionamiento son manifestaciones de la libertad. No obstante, ésta muestra cómo en el devenir cotidiano, la libertad natural como potencialidad es cancelada; el poder retorna a las manos del súbdito para mansamente ser devuelto, autorizando a otro ente fundado como superior en cada asentimiento. El reconfirmar diario desperdicia la oportunidad de emancipación y reconfirma el orden dado.

Es así que se evidencia que las abstracciones teóricas explicativas del orden son argumentos en pos de justificar la aporía. La idea de libertad en la sumisión es un absurdo, por mejor que se lo disfrace.

“Pero el tiempo jamás otorga el derecho de hacer el mal, aumenta por el contrario la ofensa. Siempre aparecen algunos, más orgullosos y más inspirados que otros, quienes sienten el peso del yugo y no pueden evitar sacudírselo, quienes jamás se dejan domesticar ante la sumisión.” (La Boétie, 2009: 59)

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La “desobediencia” laboetiana puede pensarse como una “desautorización” hobbesiana, esto es, como se mencionaba anteriormente; una reflexión, una crítica e interpelación a la cotidianeidad. Una pregunta hacia lo dado que encierra en sí la posibilidad de dudar sobre lo incuestionable. Esta puesta en tela de juicio desestabiliza, ya que irrumpe en la funcionalidad del asentimiento dando el potencial de acción a cada hombre.

Ambas visiones pueden acordar –aunque con distintas valoraciones- en que la desobediencia o desautorización acaba con el status quo. Queda al desnudo así la aporía de la libertad en la condición de ciudadano o súbdito. Los hombres son libres en la acción, porque la libertad no está presente bajo ningún sojuzgamiento. Cuando actúan por sí mismos son hombres, cuando autorizan son siervos.

“Si en cualquier género de Estado, suprimís la obediencia (y, por consiguiente, la concordia del pueblo), no solamente dejará de florecer, sino que en poco tiempo quedará deshecho. Y quienes apelando a la desobediencia, no se proponen otra cosa que reformar el Estado, se encontrarán con que, de este modo, no hacen otra cosa que destruirlo.”

(Hobbes, 2009: 278)

El orden social y el lenguaje encierran en sí el poder de silenciar. Si bien Hobbes alude a que es el lenguaje lo que permite el pensamiento, es decir la razón, es también lo que crea la limitación. Las palabras son en sí configuraciones violentas que cancelan posibilidades. La ocasión de poner en cuestión todo aquello que aparece se presenta desestabilizadora. Este término, que muchas veces adquiere un carácter negativo, no es ni más ni menos que una característica humana por excelencia. Subsumir las pasiones en el contrato junto con la libertad no permite un despliegue de la vida humana como tal. Un hombre sujeto no es hombre, porque la naturaleza de ninguna criatura es servil. El hombre es libre naturalmente y solo existe sojuzgado ante una apariencia.

“No puede negarse que la naturaleza es la que nos orienta ante todo según las buenas o malas inclinaciones que nos ha otorgado; pero hay que confesar que ejerce sobre nosotros menos poder que la costumbre, ya que por bueno que sea lo natural, si no se

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fomenta, se pierde, mientras que la costumbre nos conforma siempre a su manera, pese a nuestras inclinaciones naturales.” (La Boétie, 2009:55)

Es preciso bregar por la instalación de una costumbre antagónica: la de la interpelación. La creación del miedo reafirma la legitimidad del poder en manos ajenas. La crítica permanente esgrime al hombre como autor y lo traslada al plano de la verdadera vida: aquella en libertad.

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Referencias.

• De la Boétie, E. (2009). Discurso de la servidumbre voluntaria. Buenos Aires: Terramar.

• García F. y Pérez Jaime B. (2009) Las caras de Jano del Estado moderno. Un debate entre las pasiones y la razón. Ponencia no publicada, Jornadas de Filosofía Política, Universidad Nacional General Sarmiento. Buenos Aires, Argentina.

• Hobbes, T. (2009). Leviatán: o la materia, forma y poder de una republica eclesiástica y civil. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

• Pérez Jaime, B. (2009, agosto 19-22): Sujeto ciudadano ¿Dialéctica o aporía? Repensando en líneas derridianas. En Centros y periferias: equilibrios y asimetrías en las relaciones de poder. 9° Congreso Nacional de Ciencia Política. ISBN 978-987 -21316-3-0. Santa Fe, Argentina: Sociedad Argentina de Análisis Político. Universidad Católica de Santa Fe. Universidad Nacional del Litoral.

• Pérez Jaime, B. (2010) El Estado Moderno: La Institucionalización de la Razón (Vía el Derecho). En Assalone, E. y Misseri, L. (comp.). El giro subjetivista de la Filosofía Moderna: perspectivas históricas y debates contemporáneos. (556 pp.) ISBN: 978-987-26163-0-4. Mar del Plata, Argentina: Ediciones Cátedra de Filosofía Moderna.

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