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Los sueños en psicoterapia Gestalt, teoría y práctica

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PSICOTERAPIA GESTALT

Teoría y práctica

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LOS SUEÑOS EN

PSICOTERAPIA GESTALT

Teoría y práctica

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©

Ángeles Martín, 2009

©

EDITORIAL DESCLÉE DE BROUWER, S.A., 2009 Henao, 6 – 48009 BILBAO

Impreso en España – Printed in Spain

ISBN: 978-84-330-2362-9 Depósito Legal: BI-2815/09 Impresión: RGM, S.A. – Urduliz

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de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Re pro gráficos –www.cedro.org–), si nece-sita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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y aprende como si fueras a vivir siempre». Mahatma Gandhi

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Índice

Prólogo por Arnoldo Liberman . . . 13

Presentación . . . 17

Agradecimientos y un poco más . . . 21

1. Los sueños en psicoterapia gestalt: teoría y práctica . . . 25

Introducción . . . 25

Miedo, ansiedad y represión . . . 29

Las pesadillas . . . 31

Los sueños a lo largo de la historia de la Humanidad . . . 32

2. Fisiología del sueño . . . 37

Fases del sueño . . . 39

Cómo funciona nuestro cerebro . . . 41

Funciones del sueño . . . 44

Para qué sirven los sueños . . . 45

En qué momento soñamos . . . 49

Por qué necesitamos soñar . . . 50

Cuándo aparecen por primera vez los sueños . . . 56

Algunas características de los sueños . . . 57

3. Introducción al trabajo terapéutico con los sueños . . . 61

Pasos a seguir para trabajar los sueños . . . 62

Simbolismo de los elementos en los sueños . . . 66

El trabajo terapéutico con sueños . . . 71

Sueño de Marcos o «El camino hacia el corazón» . . . 72 Sueño de María o «Qué quieres de mí para que yo haga lo contrario» o «Buscando la diferenciación acaba indiferenciada, confusa y perdida» 79

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Sueño de Carmen o «Me siento abandonada, no quiero que vean lo que hay dentro, como consecuencia muestro y regalo lo más

valioso que tengo» . . . 82

Sueño de Ernesto o «El compartir espacios interiores aleja el sentimiento de soledad y vacío; el riesgo es perder el control y encontrarse con sentimientos que causan dolor e invasión» . . . 88

Sueño de Marisa . . . 94

Sueño de Beatriz . . . 100

Sueño de Laura . . . 105

Sueño de Cristina o «El miedo provoca la reacción ataque-fuga» . . . . 110

Sueño de Ana o «La energía que hay que redistribuir sabiamente» . . 115

Sueño de Escarlata . . . 120

Sueño de Candela o «Con mi miedo trato de evitar la separación de mi hija» . . . 122

Sueño de Ana o «Las madres que dificultan el proceso de individuación de sus hijos/as» . . . 125

Sueño de Consuelo o «Yo también puedo ser una buena madre» . . . . 131

4. Personas que no recuerdan sus sueños . . . 135

Sueño de Idoia . . . 135

Sueño de María . . . 141

Sueño de Marcela . . . 145

Los sueños y los procesos de cambio . . . 149

5. Cómo trabajamos los sueños desde el enfoque gestáltico . . . . 157

¿Cómo hacer, una vez que tenemos identificada la polaridad conflictiva en los sueños? . . . 161

6. Sueños en los que aparecen personas desaparecidas por muerte, separación, divorcios . . . 165

Sueño de Pedro . . . 166

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7. Cuando el soñante se ofrece a trabajar y las resistencias

no lo permiten . . . . 177

Sueño de Bárbara . . . 177

Sueño de Antonio o «Lo primero es mantener unida a la familia» . . . 179

8. Sueños recurrentes . . . 187

Sueño de Manuel o «Mis padres y el mundo son responsables de mi fracaso» . . . 191

Sueño de Jerónimo . . . 197

9. Los sueños y el grupo de terapia. . . 201

Sueños que se repiten al entrar en un grupo terapéutico . . . 201

Sueño I . . . 204

Sueño II . . . 208

Sueño III . . . 209

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Prólogo

Palabras sobre Ángeles Martín

«La condición humana no es un hecho sino un derecho, porque implica una demanda a los semejantes y la aceptación de un com-promiso esencial con ellos»

Fernando Savater «Cuidado con las palabras –dijo–,

tienen filo,

te cortarán la lengua»

Alejandra Pizarnik

Cuando acepté prologar este libro de Ángeles Martín lo hice con la absoluta conciencia de que un psicoanalista kleiniano iba a entrometerse en el mundo de una significativa figura del mundo gestáltico, pero que más allá de las disciplinas y encuadres específicos existían motivaciones afectivas que justificaban la trasgresión. Lo acepté alegremente. Por varias razones: quizá la más primitiva, porque en mi adolescencia transité el pen-samiento de Husserl, de Sartre y de Gabriel Marcel, por aquel entonces popes de un pensamiento que se vinculaba esencialmente con la gestalt a través de un contenido filosófico muy rico en matices; en segundo lugar, porque durante años seguí ese derrotero intelectual con pasión y viví sus vicisitudes y sus luchas internas como si fueran las mías propias; en tercer lugar, porque Ángeles Martín me recordaba aquel derrotero y aquellas



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búsquedas y me llevaba a través de sus reflexiones a un reconocimiento del valor de aquella filosofía y del sustancioso carácter clínico de su apues-ta psicológica; y en cuarto lugar, porque nos une una honda amisapues-tad y, como siempre he dicho, un amigo no ve más aquí sino más allá, es decir, con mayor lucidez, donde nacen las auténticas motivaciones.

Ángeles sabe que un ser humano es aquel que al decir dice otra cosa que lo que dice. Y de esa investigación –intentar saber lo que se esconde detrás de las palabras– vivimos los terapeutas. El lenguaje no es roca fija sino un tren en movimiento. Las palabras son flexibles, los significados cambian, el lenguaje es un organismo con vida y la gente que habla y escu-cha está siempre subida a ese tren en movimiento. Cuando alguien dice «no entiendo mi conducta» –y esto suele ser frecuente–, lo que no se advier-te o lo que no se quiere decir es que la disposición personal para la apre-hensión de un significado alternativo es nula. La necesidad de habitar un espacio de significados inamovibles, en el que «nada se mueve», nos hace negar la posibilidad del cambio, y para luchar con este estereotipo son necesarias las palabras. Establecer conexiones e involucrar a las palabras es oficio de investigador. Y, como sabemos bien, el sueño es uno de los caminos óptimos para dicha investigación. Dice el Talmud: un sueño no interpretado es como una carta no leída. Y Ángeles Martín ha escrito un significativo y valioso texto –emergente de sus clases y su docencia– sobre el sentido de esas cartas no leídas, sobre ese universo que se rige por sus propias leyes y se ordena según su propio código. Un texto que no trata de descifrar un problema de trigonometría ni un intríngulis arquitectónico, sino que busca en el sueño, es decir, en la aparente locura de la noche, un haz de luz que ilumine las entretelas del alma humana, la tierra de nadie del inconsciente y de nuestra imaginería noctámbula. Los interrogantes básicos de la vida han sido siempre quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos, cuál es el sentido último de todo, y la avidez de com-pletitud de estas preguntas, su carácter perentorio e insaciable, no cesa de tenernos ocupados, conscientes a su vez de lo imprescindible que son éstas y de lo provisorias que son las respuestas. Los sueños ayudan a ver en cada

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árbol un bosque, colaboran en hacer más transparente nuestro mundo interno, dibujan las estrategias de nuestra intravida y son colaboradores terapéuticos de primer orden. Y, respecto de la gestalt, senderos de clari-dad y veraciclari-dad intelectuales. Para Ángeles Martín el mundo no es una cosa ni una suma de cosas sino algo más allá de la suma de las cosas. Como decía un viejo profesor: no todo es igual ni da lo mismo ni es semejante. La obra de una psicóloga como Ángeles Martín no puede ser comparable a la de cualquier autor con ganas de triunfar en la maratoniana carrera del autobombo y la hipocresía social y colectiva que algunas veces caracteriza a nuestra profesión.

Ángeles Martín ha recorrido ya muchos, muchísimos años de docencia e investigación, y allí nace su equilibrio, su buen pensar, su buen hacer y su deseo de verdad y de verosimilitud. Y sobre todo nace su buena madera humana, su capacidad prójima y la sabia transparencia de su pensamien-to. Es decir, su capacidad de recepción de lo que nos neurotiza, nos aflige o nos daña y su intento de ponernos el hombro en esta búsqueda existencial que todos compartimos.

Este libro, nacido de su experiencia clínica, es muestra de ello. Ángeles Martín se arroja al psiquismo lúcido de sus pacientes y alumnos para ayu-darnos a pensar por nosotros mismos, a adquirir la mínima soberanía que nos hace singulares, a sentirnos miembros de una sociedad sin detrimento del desarrollo personal, a vincularnos con nuestro interior más conflictivo, para tratar de saber de nuestras trampas, de nuestros mecanismos incons-cientes, de nuestros interrogantes últimos, ese conocimiento que es la ver-tebración misma de nuestra búsqueda de salud psíquica. Sus ejemplos clí-nicos a través de pacientes que sueñan (que recuerdan o no lo soñado) son de una riqueza singular y muestran la esencia misma de su trabajo tera-péutico, su memoria de subsuelo. Ángeles Martín cita a Gandhi: «Vive como si fueras a morir mañana / aprende como si fueras a vivir siempre», y hace de esa cita un encuentro con la verdad de la vida, con la necesaria necesidad de ser auténticos. Su docencia –reitero– es sapiencia de años, experiencia reiterada de «silla caliente», lectura singular de símbolos

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gulares, lucha consecuente contra el «superyó» de Freud o «el perro de arriba» de Perls, cuando ellos son el freno a la vida plena, al fin de cuentas, humanidad que ayuda y que –y éste es un rasgo entrañable de Ángeles Martín– se siente ayudada por sus pacientes y alumnos.

En las páginas de este libro Ángeles Martín agradece a sus alumnos y pacientes aquello que a través de ellos ha conseguido enriquecerla huma-na y psicológicamente. Y a la vez da testimonio de cómo sus reflexiones ayudan a cada uno de ellos en su requerimiento de una respuesta válida y constructiva para mejorar su vida.

Arnoldo Liberman Madrid, julio 2009

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Presentación



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Quiero aclarar un aspecto sustancial de este libro. A lo largo de todo el texto he tratado de mantener los diálogos y testimonios con su mayor autenticidad, a menudo dejando de lado el rigor del estilo literario, para mantener la mayor fidelidad a las manifestaciones originales de los soñan-tes. Quizás se haya perdido calidad gramatical y literaria, pero considera-ba necesario conservar la forma, tanto en los diálogos como en la narración y descripción de los sueños, para así preservar lo más genuino del soñante cuando contaba su sueño o cuando lo trabajaba. En algún momento he corregido alguna frase que pudiera resultar incomprensible, pero esto no ha sido lo habitual sino la excepción.

En este libro, como también en buena parte de mi vida, el lugar más privilegiado lo han ocupado mis pacientes y alumnos con su palabra real y su presencia insuplantable.

Mi trabajo y el contacto con personas que sufren o que quieren apren-der a ayudar a otras ha orientado mi vida y le ha dado sentido. A ellos quiero agradecer ser tan plenamente partícipes de esta aventura que comenzó hace años. Y a ellos quiero agradecer su entrega y confianza para mostrarse y aprender de sí mismos y de sus compañeros. Ésta es la belleza de la terapia en grupo, del grupo de terapia y de los grupos de formación.

Puedo aseguraros, y hasta en cierto modo en nombre de los participan-tes de los grupos, que este viaje, hacia dentro y hacia afuera, acompañados de personas que están en el mismo barco y en el mismo trayecto otrora emprendido juntos, para el que se expusieron y se arriesgaron a mostrarse,

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a reír, a llorar, a enfadarse, a sentir, a amar y a estar junto a los otros, se ha hecho un viaje sin retorno, en el sentido de que uno ya no es el mismo, aun-que su esencia no haya cambiado, pero, al igual aun-que en el viaje a Ítaca, o el viaje del héroe, su trasformación lo llevará por caminos diferentes. Y a su vuelta ya no será el mismo, aunque él no sea totalmente consciente de ello. Es cierto que esa trasformación conlleva dolor y sufrimiento, pero también enormes alegrías y una mayor confianza en el mundo y en sí mismo, por-que hemos aprendido en el trayecto por-que muchas cosas son posibles y hemos descubierto desde lo profundo de nuestro ser que hay muy diver-sas maneras de ver y estar en el mundo. La óptica se ha ampliado, la mira-da se ha diversificado y hemos comprendido que el mundo es más variado y rico de lo que nunca nos imaginamos. No hay nada más empobrecedor que mirar siempre al mismo lugar y de la misma forma. Este modo de ver el mundo, esta visión reiterada una y otra vez, simplemente nos devuelve las mismas cosas. Nada cambia. Sólo una mirada abierta y sin prejuicios nos ofrece imágenes vivas, diferentes y enriquecedoras.

El que partió hacia nuevos horizontes, ya no será el mismo que regresa, y el que regresa, no estará en el mismo punto que en su momento de parti-da. Ésta es la gran aventura de arriesgarse a vivir buscando cada uno su camino con honestidad, dignidad y respeto hacia sí mismo y hacia los otros. Amor, deseo de búsqueda y de cambio y valentía son buenos com-pañeros para el viaje.

Vayan estas palabras para todos: «Cuando dejamos de pelear por los demás,

sobre todo por los desfavorecidos y debilitados, perdemos nuestra humanidad».

Es mi deseo que el viaje esté lleno de experiencias y que éstas se con-viertan en un estímulo para enriquecer nuestras vidas. Pero que estén a la vez guiadas por el amor y el deseo de crecimiento.

El viaje y la actitud de las personas que se lanzan a esta aventura van a ser muy distintos por la amplísima diversidad de caracteres.

Los psicópatas, al perder su humanidad, perdieron su capacidad de amar, de sentir dolor por el otro y con el otro. Recuperarlos no es fácil,

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por-

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que no quieren ser débiles, quieren seguir controlando y teniendo el poder sobre lo que les rodea. Los psicópatas utilizan el viaje para endurecerse y engrandecerse más y mejor, no para humanizarse más y hacerse más com-prensivos. Sólo viajarán para ser más psicópatas, para estar más alejados de su corazón y para aprender a engañar y a manipular más y mejor. En su caso, el viaje puede aportar más sufrimiento a los que les rodean, porque, cuando se podrían conectar con el corazón, se alejan dando patadas y menospreciando a los otros, con un mayor endurecimiento. No lloran por-que estén emocionados, sino porpor-que no se han salido con la suya. Y si en algún momento se les escapa una lágrima es para fingir, para quedar bien.

Frustrar a un psicópata es casi imposible, porque si él considera que le estás haciendo daño, rápidamente entra en retirada, y, si puede, te lo devuelve con creces. Su resentimiento lo acompañará casi de por vida, por-que jamás reconocerá el daño por-que él ha proporcionado a los otros.

A todos los demás que queráis recorrer los caminos de la autenticidad y del conocimiento, os conmino a emprender el viaje, que puede ser psicoló-gico (a través de la terapia) o físico, con mochila, saco de dormir y buen calzado para el camino. Pero, si lo hacéis, que sea con honradez, honesti-dad y abiertos a compartir el corazón con los hombres y mujeres que os encontréis en la ruta. Recordad que la mentira nos disocia y al final nos hace más frágiles y alejados de nosotros mismos.

Los terapeutas que os acercáis a esta profesión no tenéis que olvidar que las personas que acuden a vosotros buscando ayuda están sufriendo, atravesando crisis más o menos profundas, por eso se les llama pacientes. En este sentido, sois responsables de los servicios que les deis. Recordad que todos queremos ser comprendidos y cuidados por los profesionales a los que acudimos, sea para lo que sea. Nuestra tarea tiene que ser honesta y cuidadosa. Para mí la frase de Perls: «Una de las tareas primordiales del terapeuta es frustrar lo neurótico y apoyar los sano», define perfectamente el espíritu de la terapia gestalt. Luego están las técnicas, toda la filosofía y la teoría, para ser utilizadas según el momento y la adecuación.

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Agradecimientos y un poco más

Hay muchas personas a las que quiero agradecer que este libro haya sido posible. Como es evidente, a todos mis alumnos y pacientes que de for-ma generosa quisieron compartir conmigo y con sus compañeros la profun-didad de sus almas, sus flaquezas y sus fortalezas, sus amores y desamores y, en fin, todo eso que nos hace personas y que ya expuse más arriba.

También quiero agradecer a Sandra Isella su apoyo, su colaboración y su aliento, tanto para acabar este texto como para que saliera a la luz mi segundo libro, Psicoterapia gestalt: teoría y práctica. Ella ha sido como un ángel enviado por Francisco Huneeus en el momento más oportuno para darme el impulso necesario y terminar ambos proyectos. Me ayudó a ordenar el material y me dio sabios consejos acerca del contenido y la for-ma de este libro. Mi más sincero agradecimiento. Sus alumnos, sus pacien-tes y muchos de nosotros sabemos que es una persona entrañable. Gracias Sandra.

Gracias también a Arnoldo Liberman por ayudarme a cruzar desiertos intransitables, encontrando en mi interior la entereza necesaria para atra-vesar el vacío, la soledad y el dolor de la traición de algunos de aquellos que pensé que me amaban o simplemente me tenían cariño o afecto. Gra-cias Arnoldo por recordarme que se puede sobrevivir a tanto destrozo y que no se debe amar ciegamente porque la locura es el lazarillo que lo acompaña. Y, sobre todo, que se puede encontrar de nuevo la esperanza de que el amor, el cariño y todo tipo de afectos siempre son posibles.



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Y, junto a él, agradezco a mis padres la fortaleza y la energía que me trasmitieron para seguir adelante en los momentos más difíciles y compli-cados.

Y, desde luego, no quiero dejar de agradecer desde el corazón y desde la cabeza a mis grandes maestros en la terapia gestalt, Adriana Schnake, Claudio Naranjo, S. Stroke y Joseph, Sandra Zinder, Francisco Huneeus, Rosemary Feitis, Paolo Quatrini, Brigitte Streseman, por todo lo que me han dado, enseñado y respetado, y, principalmente por ser seres tan entra-ñables y tan generosos.

Y a otro puñado de profesionales que aunque no son puramente ges-tálticos han enriquecido mi vida y mi profesión: J. Pierrakos, C. Rogers, D. Cooper, S. Resnick, Tarnopolski y M. Marrone de la clínica tavistock de Londres que vinieron a enriquecernos con la psicopatología, la psicología evolutiva y con los estudios de M. Klein sobre el desarrollo del infante en los primeros años de vida.

Much@s y muy valiosos han sido, a lo largo de mi vida, los que me han enseñado y querido en este camino de la psicoterapia, del arte y de la crea-tividad. Enumerarlos a todos es imposible.

Y gracias a los que me han acompañado en este tránsito devastador, especialmente a Norma Mollot, Concheta Barja, Carmen Gascón, Pilar, Gerardo, Luis, Ángeles Las Heras, Eduardo Lallana. Y también a Inés Gajón y Borja Aula, que me han apoyado en este último año con sus pala-bras, sus acciones y su cercanía, y de quienes he sentido el calor en sus expresiones y sus miradas. Y gracias a mi equipo y colaboradores del IPG y de la Escuela del IPG.

No quiero olvidar a todos los alumnos que con sus cartas de ánimo y sus palabras cariñosas o su cuidadosa compañía han estado ahí mostrán-dome su afecto, su incondicionalidad y su apoyo. A todos ellos, gracias.

Y otros que, aunque fuera en la distancia, también se han hecho notar. Para todos ellos va mi agradecimiento, por su apoyo y por tener la

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pacien-

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cia de escucharme y sostenerme, aceptando y disculpando mis errores, mis silencios y mis retiradas.

Y a los muchos tutores que desde hace más de veinte años vienen reco-giendo los trabajos que realizo en los cursos de formación. Lo mismo que he hecho yo en las terapias individuales.

Este libro ha tenido una larga y generosa maduración, y muchas han sido las personas que han colaborado en su desarrollo, pues hace largos años que está en marcha.

Su elaboración ha estado plagada de placer y de tempestades, porque ha sufrido muchas interrupciones, que evidentemente tenían su justifica-ción en el desarrollo de mi propia vida en estos dieciséis últimos años, tan llena de avatares, de cosas buenas y menos buenas, pero que han configu-rado una parte de mi existencia. Al final, este periodo ha sido no sólo deso-lador y lleno de aflicciones para mi corazón, felizmente, también ha servi-do para limpiar mi casa interior y exterior y recuperar el deseo y la frescura para escribir, trabajar y reencontrarme de nuevo con mis alumnos de una manera gozosa y gratificante.

Ahora, pasados los sesenta, me enfrento a una nueva etapa. Los retos siempre han sido para mí un acicate, los cambios un buen augurio de cosas nuevas, diferentes y por tanto llenas de excitación y entusiasmo, con sus dosis de inquietud.

Todo esto me produce un tremendo deseo y unas enormes ganas de darme un nuevo chapuzón, aunque las aguas vengan frías y las corrientes sean fuertes. Siempre es algo refrescante y vivificador. Y he aprendido a caerme y a volverme a levantar con nuevos bríos. Porque a las personas que te empujan para usurpar un lugar que ni es suyo ni les corresponde, no merece la pena darles ningún valor, por mucho que te hayan expoliado. Sus propias enfermedades, la carencia, la envidia, la paranoia, les arrastra por historias desarrapadas, por la falta de amor y por un exceso de arbitra-riedad. Y el deseo, ante tanta carencia, invade sus vidas y les hace invadir las de los otros para apoderarse de lo que no es suyo.

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Dice el refrán, «lo que no mata engorda», y proclamaba Nietzsche: «Aquello que no nos destruye nos hace más fuertes». He dedicado la mayor parte de mi vida a la psicología. En realidad a la psicoterapia y a la formación de terapeutas. Ambas tareas han sido para mí motivo de gran-des satisfacciones y también en algún momento de sus correspondientes decepciones. Siempre busqué la honestidad en mis relaciones, en mi profe-sión y en todo lo que me he involucrado en mi vida. Tal vez no lo he conse-guido como me hubiera gustado y tal vez sea vista por otros llena de ausencias, pero siempre me he sentido comprometida con lo que he hecho, y lo que no hice o me salió mal fue porque no supe hacerlo de otra manera.

La vida me ha enseñado mucho, pero las más terribles experiencias y aprendizajes han estado relacionados con las personas más cercanas y más queridas, como es normal por otro lado, porque es con quienes tenemos cerca con quienes surgen las diferencias, los roces y a veces las batallas más encarnizadas. En realidad sólo pueden hacernos daño aquellas personas a las que amamos, en las que confiamos, y tienen la capacidad de traicionar-nos. La traición deja el corazón hecho jirones y el alma dolorida, una huella difícil de borrar, o, más que eso, una herida cuya cicatriz vuelve a recordar-nos, a través del dolor, su procedencia, así como los descalabros y los aprendizajes que todo proceso intenso conlleva, y que a la vez se convier-ten en los grandes trasformadores.

Sin embargo, de todo esto es de lo que más enseñanzas podemos obte-ner. Esos cambios inesperados, bruscos y brutales, desde luego y sin nin-gún género de dudas, se convierten en la gran escuela para las relaciones, en las que yo no siempre he sido una gran experta.

Pero aún quedan personas que tienen la paciencia de entender mis deficiencias y mis dificultades, porque también el amor es mi compañero de viaje. Y aún tengo tiempo de ampliarlas y compartir con ellas espacios de intimidad y libertad verdaderamente gratificantes.

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INTRODUCCIÓN

Los sueños, en cuya producción no interviene la consciencia, son qui-zás los elementos que más información aportan a los seres humanos sobre sí mismos. Esta información es actual y pertenece al presente.

Por otro lado, los sueños son la pantalla sobre la que podemos proyec-tar nuestros conflictos, nuestras alegrías, nuestra personalidad y nuestros asuntos pendientes, entre otros temas de nuestra existencia.

La comprensión de los mecanismos oníricos y de los mensajes que nos aportan los sueños nos permite conocernos mejor y, por lo tanto, cerrar situaciones inconclusas y ejercer las acciones pertinentes para resolver asuntos pendientes y determinar las conductas necesarias para su reso-lución.

Las últimas investigaciones acerca de los sueños señalan que la función primordial de los mismos es fijar la información que obtenemos a partir de nuestras experiencias durante el día. Esto permite que no pasen al olvido, sino que queden fijadas en la memoria y que en cualquier momento poda-mos acceder a esos aprendizajes así adquiridos y memorizados.



MAIOR

Los sueños en psicoterapia gestalt:

teoría y práctica

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Durante las etapas en que soñamos (fases MOR, de las que hablaré posteriormente), las neuronas especializadas en fijar los aprendizajes en nuestra memoria trabajan en este sentido. Por tanto, los sueños son damentales para la adquisición de conocimiento, porque, sin esta fun-ción, gran parte de la información y del aprendizaje que obtenemos durante el día podría reducirse significativamente.

Esta función aparece en el primer año de vida; incluso antes del naci-miento hay vestigios de que el feto, de forma rudimentaria, tendría periodos MOR o fases en las que se producen sueños. Sabemos por diversas inves-tigaciones que el ser humano sueña alrededor del 10 al 15 por ciento del tiempo que duerme, es decir, aproximadamente una hora y media al día.

El niño al nacer sueña alrededor del 70-80 por ciento del tiempo que duerme, que va reduciéndose hasta llegar al primer año de vida. Pues bien, durante ese primer año la madre sueña hasta un 60-70 por ciento del tiempo que duerme ella, y la explicación de algunos científicos1 es

que lo hace para acompañar a su hijo en esta función de aprendizaje y de construcción y terminación del sistema nervioso.

Este proceso de acompañamiento en el soñar se origina de forma natural; incluso las madres desconocen este hecho. Al año aproximada-mente, la madre ha ido recuperando sus porcentajes de sueños en la medida que su hijo disminuye progresivamente el tiempo que emplea también en soñar. Cuando el hijo comienza a necesitar menos tiempo de sueño para las funciones de maduración del sistema nervioso, también la madre disminuye su tiempo de producir sueños. Esto demuestra la intensa intercomunicación que existe entre las madres y sus hijos duran-te los primeros años de vida del niño, no sólo en las cuestiones relaciona-das con la satisfacción de las necesidades fisiológicas, sino también res-pecto a las psicológicas, sociales y emocionales en su más amplio senti-do. No conocemos ningún estudio sobre padres encargados de bebés durante sus primeros años de vida, por lo que no sabemos si se producen los mismos fenómenos que se dan en la relación de la madre con su bebé.

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Es curioso este acompañamiento que la madre, de forma inconsciente y, por tanto, relacionada con lo biológico y el proceso de maduración, hace con su bebé durante el primer año de la vida en lo referente a los sueños. Reaccionan y trabajan juntos, durante mucho tiempo, cerebro con cerebro. La pregunta que me hago es: ¿Se dará este proceso más allá de la infancia o de la adolescencia?

Progresivamente, en la medida en que el bebé se va acercando al año de vida, el tiempo de soñar de la madre y del hijo va disminuyendo hasta alcanzar el porcentaje medio que se da en todos los humanos, es decir, en torno al 15 por ciento.

Esto nos indica que madre e hijo continúan el proceso de maduración del segundo fuera del útero, donde a partir de ahora el niño tendrá que ir haciendo los aprendizajes necesarios para llegar a convertirse en un adulto, aunque evidentemente durante los primeros años estará vigilado y tutelado por los padres o sus sustitutos.

La importancia de los sueños durante toda la vida y especialmente durante el primer año de vida del infante hace necesario que el niño duerma el tiempo suficiente para que esa función primordial de desarro-llo de las terminaciones nerviosas y de las conexiones cerebrales se reali-ce sin interferencias, se produzca sin grandes traumas que interfieran en su maduración sana y completa.

Es imprescindible que el niño duerma y sueñe en estas etapas de maduración cerebral. También es importante que no sea despertado en sus periodos de soñar para no interrumpirle estos dos procesos: el madu-rativo, que tiene que ver con el sistema nervioso, y el de fijación del aprendizaje, que está relacionado con el conocimiento y la memoria.

A lo largo de la historia los sueños han llenado cientos de volúmenes, unas veces a partir de investigaciones científicas, otras basados en la observación y la comparación, como hicieron Freud, Jung y otros, y en muchos casos desde ideas más cercanas a lo mágico, al ocultismo y a las disciplinas adivinatorias. De cualquier forma, no cabe duda de que han

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gozado de un gran interés a lo largo de la historia de la humanidad. Cien-tíficos, adivinadores, brujos y terapeutas se han interesado por estas pro-ducciones de la mente.

Los sueños tienen la capacidad de invadir nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra conciencia con impresiones turbadoras. Hay sueños en que las escenas son tan vívidas que dejan en nosotros, a lo largo de la jor-nada, impresiones muy potentes y sus consecuentes secuelas emociona-les. Pueden dejarnos deprimidos, contentos, agobiados, ansiosos, etc. Su recuerdo durante el día nos vuelve a producir sensaciones de desasosie-go que nos impregnan y de las que nos cuesta mucho desprendernos. O, por el contrario, nos dejan una impronta agradable y gozosa.

El sueño expresa los pensamientos más profundos del soñante y, como consecuencia, su personalidad, su forma de ver el mundo y su manera de vivirlo y enfrentarse a él, desde las relaciones con el exterior hasta las refe-rentes a sí mismo. Y en el trabajo con los sueños lo vamos a poder ir vien-do en la medida que vayamos sumergiénvien-donos en él y representanvien-do los diversos papeles, elementos y situaciones que aparecen.

El lenguaje y las diversas formas en que se expresan los distintos ele-mentos reflejan gran parte de nuestra personalidad, su aceptación o rechazo, los intercambios que mantenemos con nuestro entorno y nues-tras dificultades con los demás e incluso con nosotros mismos.

Las peleas, los afectos y desafectos, así como las relaciones que man-tenemos en el mundo exterior, son los mismos que manman-tenemos dentro de nosotros mismos. Más tarde, durante la noche, quedarán reflejados en los sueños. Observamos que los enemigos externos son los mismos que tenemos dentro y que aquello que rechazamos afuera es lo mismo que no aceptamos dentro de nosotros. Que nuestro empeño en hacer desapare-cer aspectos de nuestra personalidad por ser considerados no aceptables es el mismo que mantenemos para luchar contra las personas que osten-tan esos mismos rasgos, desvalorizados, ridículos y vergonzosos. Y esto es así para poder ser queridos por nuestro entorno de acuerdo a nuestras

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creencias de lo que está bien y de lo que está mal. En definitiva, de nues-tros introyectos2 y de la idiosincrasia individual y personal.

Estas creencias tienen su origen en la más tierna infancia, cuando apren-dimos que la única forma de ser queridos y aceptados era siendo de una manera determinada. Creímos que papá o mamá nos querían así, y que si mostrábamos algunas características éramos rechazados o ignorados, mientras que si mostrábamos otras éramos aceptados y valorados. Así aprendimos a ser de una manera y no de otra, y esa forma de ser fue crean-do nuestro carácter y nuestra personalidad, que se fue consolidancrean-do a lo largo de los años, alimentada unas veces por el entorno y otras por noso-tros mismos. Así adquirimos nuesnoso-tros rasgos de personalidad, con sus defectos y sus cualidades, con los que nos moveremos en la vida. Éstos res-ponden a lo que denominamos el carácter y vienen definidos por el tipo de defensas o mecanismos neuróticos que fuimos adquiriendo para sobrevi-vir o para manejarnos mejor en nuestro entorno cuando éramos pequeños. Aprendimos a ser de determinada manera porque creímos que ésa era la mejor forma de ser vistos y aceptados por los adultos.

MIEDO, ANSIEDAD Y REPRESIÓN

El miedo es un potente inhibidor de conductas o, por el contrario, un acicate que empuja a la acción, pero, casi siempre, como las reacciones se producen de forma instintiva, se transforman en irreflexivas e impulsi-vas y su expresión se parece más a una descarga que a una acción con sentido. Cuando se realizan sin conciencia (acting out) pueden perjudi-carnos a nosotros y a los demás, convirtiéndose en actos dañinos o

2. Los introyectos son todos aquellos conceptos, patrones de conducta, valores morales, éticos, estéticos, políticos, religiosos, etc., que proceden del mundo exterior y no han podido ser asimilados o aceptados como propios por el sujeto. Cuando aceptamos sin crítica esas ideas, o conceptos de cualquier tipo, ya sea por educación o porque así lo dicen nuestros padres o personas importantes para nosotros, pero sin estar de acuerdo con ellas, se convier-ten en introyectos.

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rosos. No obstante, la acción siempre lleva a otra parte y nos sustrae del

impasse, de la situación paralizante en la que nos encontramos. La acción,

si se hace con conciencia, permite o fomenta una salida positiva de la paralización. Y esta nueva posición siempre ofrece una visión diferente –a no ser que sea repetitiva y por tanto carente de aprendizaje– y nos incita a ver y experimentar las situaciones desde otro lugar y otra pers-pectiva. Evidentemente, si las conductas producen actos negativos, hay que valorar los daños colaterales y reparar lo que sea preciso, porque, de otro modo, generamos conductas psicopáticas3.

Nuestro inconsciente tiene sus propios conocimientos y es capaz de reprimir y también de exteriorizar los conflictos.

Evidentemente la represión tiene una función supresora de angustia. Cuando el individuo no sabe cómo encarar una situación, o no se siente con fuerzas para hacerlo, recurre a este mecanismo, que, al menos momentáneamente, lo tranquiliza y, por supuesto, le permite ahorrar una energía que de otra manera se dispersaría y sería utilizada muy pro-bablemente en aumentar su miedo.

El sueño exterioriza estos contenidos, aunque de forma críptica y encubierta. Freud decía que los sueños se presentaban de esta manera críptica como consecuencia de la censura.

Los sueños son los grandes informadores de lo que está pasando den-tro de nosoden-tros. Descifrarlos y comprenderlos es tarea nuestra.

Su valor no estriba exclusivamente en su función primordial –fijar el aprendizaje en nuestro cerebro–, sino en toda la información que nos proporcionan acerca de nosotros mismos: preocupaciones, carácter, per-sonalidad, formas que tenemos de ser y actuar, de expresarnos y de

3. La psicopatía es un trastorno del carácter cuyas características principales son la caren-cia de emocionalidad, la incapacidad de ponerse en el lugar de los otros y la imposibilidad de sentir y experimentar empatía con los demás. Los sujetos que la sufren carecen de concien-cia y de sentimientos de culpa por sus actos dañinos y abusivos sobre los demás. Consultar el DSM-IV y a Millon y Bibliografía anexa

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cionarnos, y también nos enseñan cómo es el mundo exterior, cuáles son los valores sociales y cuáles son los nuestros, y un amplio etcétera.

A través de los sueños tenemos a nuestra disposición información y mensajes que podemos descifrar mediante diversas técnicas gestálticas. De todas formas, el mero hecho de soñar, aunque no recordemos los sue-ños ni podamos descubrir su sentido, ya es bueno, porque es una manera de exteriorizar nuestros sentimientos, preocupaciones, anhelos... Son considerados valiosos y sanadores en sí mismos porque permiten la sali-da de lo que nos preocupa en el aquí y ahora; son positivos porque impi-den que se quede atascado, como el humo de la chimenea si ésta se man-tiene cerrada, que acaba contaminando todo el interior de la casa. El sue-ño despeja.

LAS PESADILLAS

El sueño exterioriza contenidos más o menos inconscientes, aunque a menudo de forma críptica y encubierta. A lo sumo, aparecen en forma de pesadillas, pero, en general, a los pocos minutos de despertar, la ansie-dad que les acompaña y que destapan desaparece. Otras veces inundan nuestra mente y pueden interferir nuestra vida a lo largo del día.

Muchos de estos sueños en forma de pesadilla están expresando meros rasgos de nuestra personalidad y aspectos de la misma que no nos gustan. Eso aparece constantemente en ellos cada noche. Las pesadillas expresan situaciones, sentimientos y emociones más profundos, más decisivos, más coyunturales en la vida del soñante. Las pesadillas apare-cen en momentos de encrucijada existencial, en situaciones en que la vida reclama profundos cambios en nosotros y nos resistimos a hacerlos. Cuando hemos perdido algún ser querido o tenemos que abandonar a personas cuya ausencia nos parece insoportable. ¡Cuántas relaciones nefastas se mantienen no por amor sino por miedo a la soledad, por la incapacidad de hacer frente a la vida sin alguien al lado, aunque ese

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alguien sea un ser dañino! ¡Cuántas relaciones se mantienen sin ningún tipo de entrega y las personas se están simplemente utilizando para man-tener un estatus o para seguir en una relación de dependencia que lo úni-co que proporciona es frustración y soledad! ¡Cuántas relaciones se man-tienen con la creencia de que la otra persona es lo mejor que se puede conseguir, debido al sentimiento de inferioridad!

LOS SUEÑOS A LO LARGO DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

Desde la antigüedad se han otorgado a los sueños funciones impor-tantes. Fueron considerados inicialmente mensajes que los dioses envia-ban a los seres humanos para que éstos pudieran protegerse de los malos augurios o de las situaciones difíciles que pudieran surgir. Así, encontra-mos en la Biblia a José, que interpreta los sueños del faraón. Éste soñó una noche «con siete vacas gordas y siete vacas flacas». La siguiente vol-vió a soñar, pero esta vez con «siete espigas gordas y siete espigas paupé-rrimas». Todos conocemos el significado que José les atribuyó: «Egipto disfrutaría de siete años de gran abundancia donde las cosechas serían generosas. Siete años de opulencia en que los campos producirían gran-des cosechas que mantendría a Egipto alejado del hambre y la sequía. A estos siete años de abundancia les sucederían otros siete años de sequía, acompañada de escasez y de pobreza».

El faraón, siguiendo las instrucciones de José, ordenó el almacena-miento de los excedentes de los años de prosperidad para que pudieran ser utilizados durante los años de escasez. Los alimentos almacenados permitieron paliar la pobreza y la hambruna de los siete años de sequía.

La interpretación de los sueños del faraón realizada por José ahorró a Egipto mucho dolor, miseria y muertes.

Desde la evolución del pensamiento humano, observamos que todas las civilizaciones utilizaron los sueños como un elemento de

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discerni-

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miento y predicción. Antiguamente se trataba de descifrar los designios divinos en relación con los humanos: grandes decisiones tuvieron su ori-gen en la interpretación de los sueños. Gobernantes y personajes influ-yentes realizaron grandes gestas o detuvieron acciones decisivas porque sus sueños así lo indicaban, según las interpretaciones de los consejeros, religiosos, vates, chamanes y otros adivinos.

Los sueños se utilizaban como medios adivinatorios para actuar en un sentido o en otro.

La antigua civilización griega también dio un gran valor a los sueños y a su significado. Los griegos creían que los sueños eran enviados por los dioses a los hombres para que, en momentos de encrucijada o duda, dispusiesen de una visión clarificadora: los sueños ofrecían información y respuestas para ayudarles a superar situaciones que de otro modo ellos creían que no sabrían resolver.

Los griegos acudían al templo de Delfos para que el Oráculo les tras-mitiera el significado de sus sueños, ya fuera a través de una interpreta-ción o de un consejo. Cuando las personas que iban a consultar al Orácu-lo no recordaban ninguno, permanecían a las puertas del tempOrácu-lo dur-miendo durante días hasta tener un sueño susceptible de ser interpreta-do. De esta forma, las personas sólo tenían que soñar para que los dioses les diesen las instrucciones necesarias para actuar y solucionar el proble-ma que les acuciaba, ya se tratase de una enfermedad, una situación de

impasse, tomar una decisión comprometida, etcétera.

Podríamos decir que casi todas las culturas se han interesado por los sueños, por su significado y por el carácter tanto individual como social que se les han adjudicado. Desde los egipcios, pasando por Grecia y diversas tribus a lo largo y ancho del planeta, así como civilizaciones de todos los tiempos, han dado una importancia tan relevante a los sueños que incluso grandes decisiones tuvieron su origen en su interpretación.

Algunas tribus de África tenían por costumbre reunirse todas las mañanas en círculo y contar sus sueños ante la comunidad como una

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ma de compartir su vida, su inconsciente, sus dudas y temores. Esta tra-dición también conllevaba otras funciones, tales como trasmitir informa-ción y conocimientos, mantener la comunicainforma-ción (compartir estados de ánimo, sentimientos y preocupaciones, mejorar los intercambios entre los individuos y preservar la paz), propiciar actos rituales que fortalecían la cohesión de la tribu y participar en la transmisión de la cultura a través del inconsciente colectivo.

Sin duda, lo más destacable de esta actitud era la función de comuni-cación y de aprendizaje colectivo.

En el siglo pasado, Freud se sirvió de los sueños y de la información que éstos aportaban en los procesos terapéuticos para el abordaje de las neurosis, a través de lo que, en psicoanálisis, se denomina «asociación libre». El paciente narraba su sueño y Freud requería que éste asociara parte del mismo o el sueño completo con experiencias infantiles o sim-plemente que expresara lo primero que se le ocurriera en relación con el mismo.

Así pudo comprobar que muchas conductas actuales guardaban rela-ción con experiencias y modos de comportarse en el pasado y que los sueños vehiculaban información inconsciente y valiosa en la compren-sión de conductas neuróticas actuales.

También Jung dedicó parte de sus investigaciones a la comprensión de los mecanismos y de los contenidos y significados implícitos en los sueños, así como de los significados de los diferentes elementos.

Definió el animus y el ánima como la luz y la sombra de todo ser humano: dos aspectos que representan lo visible y lo no visible; también algo tan importante como lo que aceptamos o rechazamos de nosotros mismo. Por otro lado, descubrió lo que llamó el inconsciente colectivo, algo tan importante que gracias a su existencia permite que tanto el cono-cimiento como la cultura se transmitan de generación en generación, posibilitando que no desaparezcan y haya que empezar de nuevo con cada ser humano y con cada generación.

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El sueño es un producto de la mente humana –aunque también sue-ñan los mamíferos, las aves y los peces–. Soñar forma parte de la natura-leza humana, y los sueños conllevan numerosas funciones, muchas más de las descritas anteriormente, como han constatado numerosos estudios psicológicos con sus observaciones y trabajos de campo, así como los investigadores en los laboratorios.

Los sueños intervienen en el desarrollo del soñante, funcionan como equilibradores de la energía y también para la estabilidad cerebral.

La terapia gestalt trabaja los sueños con la intención de integrar de la mejor manera los elementos proyectados en ellos, dada la tendencia que tenemos los seres humanos a proyectar fuera de nosotros lo que no nos gusta.

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Fisiología del sueño



El término sueño deriva del latín somnus. El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua lo define como el «acto de dormir», y el dormir lo define como «ese estado en que los sentidos y los movimientos voluntarios quedan suspendidos». Pero, según se ha podido observar, esto no es totalmente cierto. Ocurre que algunas funciones quedan des-activadas, pero otras entran en actividad o aumentan la misma, como, por ejemplo, la función de la representación de imágenes, es decir, los sueños.

Conceptos más modernos incluyen la noción de vigilia para repre-sentar el sueño como un ciclo, como una polaridad, ya que el sueño no deja de ser un ritmo más, que marca el funcionamiento del ser humano. Ambos estados de vigilia y sueño se suceden alternativamente en fun-ción de la activafun-ción o inhibifun-ción de unas determinadas zonas del cere-bro o más bien de las necesidades del sistema nervioso.

Actualmente el sueño es concebido como un proceso vital cíclico tre-mendamente complejo y activo, que se compone de varias fases, con una estructura específica y con interrelaciones con otros sistemas, como el nervioso o el hormonal.

Cuando nuestro organismo duerme, todas las constantes vitales des-cienden, la conciencia desaparece y permanece a merced del mundo exterior. Cuando nuestro organismo necesita recuperarse, mediante un proceso previo de relajación, abandonamos el estado de alerta y atención



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y dormimos, y la principal función de esto es la reparación de todos sus sistemas. En un estado de alerta sería muy complicado caer en el sueño. De hecho, cuando estamos inquietos o ansiosos es más difícil conciliarlo. Muchos procesos de insomnio tienen que ver con la ansiedad y el estado de alerta permanente.

Para dormir tiene que darse un entorno y un estado en que lo principal sea la ausencia de estrés y donde la quietud y la tranquilidad predominen. Tenemos que abandonarnos para dormir y descansar y para que el sueño sea lo más reparador posible.

Lo sueños se producen fundamentalmente en la fase MOR, iniciales de «fase de los movimientos oculares rápidos» o, más bien, movimiento rápi-do de los ojos, llamada así porque en esta fase los ojos se mueven muy deprisa, de un lado a otro, como si estuviéramos contemplando un partido de tenis. Lo que ocurre es que estamos viendo las imágenes de nuestros sueños, y de ahí todos esos movimientos de los ojos.

Existen diversas teorías acerca del sueño. No todas son ciertas. Dormir siempre se ha creído que es la mejor manera de restaurar el cuerpo en lo físico y lo mental. Se pensaba que esto era así porque todas las funciones, incluidas las cerebrales, se detenían y entraban también en el proceso del sueño y se desconectaban; estudios recientes revelan que nada hay más alejado de la realidad. También se creía que dormir, al detenerse todas las funciones, servía para descansar y recuperarse del estrés, y que era como un ahorro y acumulación de las energías que se emplean durante el día en las diversas actividades en las que nos embarcamos los seres humanos. Esto en parte es verdad y en parte no lo es, como veremos más adelante.

Pues bien, se ha descubierto que durante el sueño hay una gran activi-dad a nivel cerebral y que se producen numerosos cambios y variaciones en el cerebro. Sabemos que los procesos de reparación fisiológica más importantes se reducen durante el sueño y aumentan durante la vigilia, contrariamente a lo que se pensaba.

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El sueño es un estado donde todas las funciones referidas a los sentidos quedan reducidas al mínimo, ya que el ser humano entra en un estado de ceguera, sordera e inmovilidad durante varias horas, lo que hace que esté a merced del entorno. Por tanto, el sueño tiene que tener funciones muy importantes para que la naturaleza nos haya sometido a ese estado, en el que somos totalmente susceptibles de caer en manos de los depredadores, especialmente en épocas pasadas, cuando los humanos estaban más des-protegidos y eran más dependientes y vulnerables al medio ambiente.

Entonces, ¿por qué se ha conservado? ¿Cómo es que se ha mantenido si no sirve para relajarnos y nos deja a merced de los peligros externos?

Más adelante veremos las funciones tan importantes que cumplen los sueños.

FASES DEL SUEÑO

El estado de vigilia se caracteriza por un ritmo cerebral llamado alfa y por una actividad de bajo voltaje y frecuencias mixtas. En algunas perso-nas el ritmo alfa es continuo y regular, en cambio, en otras, está casi ausen-te. Por otro lado, se da una alta actividad electromiográfica y oculográfica en el estado de vigilia, debido a que los sentidos están despiertos y abiertos a los estímulos.

Fase I: el paso del estado de vigilia al de sueño va precedido de movi-mientos oculares lentos (MOL). Según vamos entrando en la primera fase del sueño (fase 1) las ondas alfa disminuyen. Este estado se caracteriza por la somnolencia y `porque las imágenes visuales e impresiones corporales se hacen más difusas, apareciendo las llamadas ondas THETA. Este ciclo se repite 4 o 5 veces a lo largo de la noche.

Fase II: se entra en un estado de liviandad corporal que dura entre 10 y 40 minutos. Se producen giros lentos de los ojos y breves pausas respirato-rias. Se conoce a esta fase por Husos del sueño y complejos K.

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Fase III: aparece el sueño profundo, que dura entre 10 y 20 minutos, se reduce el pulso, la respiración y la presión arterial, y las ondas que apare-cen son las ondas DELTA.

Fase IV: el sueño se hace muy profundo durante 10 a 20 minutos y todas las funciones vitales se reducen al mínimo y aparece una relajación muscular importante. Las ondas que se dan en esta fase también son de tipo DELTA.

Fase V: en ella el sueño es paradójico, y dura entre 15 y 20 minutos. Las funciones corporales se hacen irregulares, hay una fuerte relajación mus-cular y rápidos movimientos omus-culares, y en esta fase, llamada de ondas rápidas o MOR, aparecen los sueños.

Este ciclo de 5 fases se repite alrededor de 4 a 5 veces por noche. El número de sueños que tenemos a lo largo de la noche está entre 3 y 5 y a veces más.

El número de horas de sueño que necesitan los seres humanos varía según la edad, las necesidades del sujeto y su capacidad de recuperación.

Durante la infancia predomina la fase IV y las ondas MOR. El tiempo que dedica el bebé a soñar ocupa gran parte del tiempo que pasa dormido, hasta un 80 por ciento. Lo cual es razonable, teniendo en cuenta que está en la tarea de concluir el proceso de maduración de su sistema nervioso y es en esta fase cuando se produce de forma más intensa y continuada.

Así pues, en la infancia el tiempo que se dedica a dormir está en torno a las 17-18 horas al día, que van disminuyendo hasta llegar al adulto joven, que necesita alrededor de 8 horas, y el anciano, que oscila alrededor de 6 horas y media, incluso menos.

Con la edad no sólo disminuye el número de horas de sueño sino tam-bién la eficiencia del mismo, pues se va haciendo más liviano, con inte-rrupciones y despertares durante la noche.

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CÓMO FUNCIONA NUESTRO CEREBRO

El cerebro está situado en la parte superior del cráneo, encima del tron-co cerebral y el cerebelo, y está recubierto por unas membranas que reci-ben el nombre de meninges.

Como sabemos, el cerebro está lateralizado, esto quiere decir que cada uno de sus dos hemisferios rige el lado opuesto del cuerpo, y ambos están conectados por fibras nerviosas y unidos por el cuerpo calloso. El cerebro recibe toda la información del cuerpo a través de miles de millones de células nerviosas que forman la materia gris. A través de éstas se recibe no sólo todo lo que nos llega del mundo exterior a través de los sentidos sino también cualquier estímulo interno. El cerebro procesa toda esta informa-ción y envía las respuestas oportunas y consecuentes a todo el organismo.

El hemisferio derecho coordina el lado izquierdo del cuerpo y el hemisferio izquierdo el lado derecho. Por eso, cuando una zona de uno de los hemisferios se lesiona por cualquier circunstancia, quien sufre las dificultades o la enfermedad es el lado contrario del cuerpo. En la mayo-ría de las personas el hemisferio izquierdo es el dominante. No así en los zurdos o ambidextros con predominio zurdo. El hemisferio izquierdo gobierna el lenguaje y tiene a su cargo el funcionamiento simbólico y lógico. En cambio el hemisferio derecho trabaja con imágenes y percibe el mundo tridimensional, y es el centro de los sentimientos y valores estéti-cos. Por eso, algo tan sencillo y cotidiano para el hemisferio derecho como reconocer un rostro, resulta para el izquierdo algo casi imposible de reali-zar. En este sentido los zurdos tienen más facilidad para recordar y reco-nocer los rostros y las imágenes y los diestros más facultades para utilizar el lenguaje.

De todas formas, aunque hay una distribución de funciones en los dos hemisferios, en general existe un intercambio de información a través del cuerpo calloso que se encuentra en la parte central e inferior del cerebro. Así pues, cada parte se encarga de aquellas funciones que cada una de

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ellas puede realizar mejor y para las que está específicamente mejor dota-da, sin menoscabo de actuar conjuntamente cuando es necesario.

Con respecto a los diestros, en sus EEG, al comienzo de la fase MOR, la actividad eléctrica del cerebro que hasta ese momento había sido superior en el hemisferio izquierdo, se desplaza hacia el derecho, y ocurre al contra-rio en los zurdos. Cuando una persona tiene lesionado el hemisfecontra-rio dere-cho, no puede soñar mediante imágenes, por tanto es posible que el hemis-ferio izquierdo asuma parte de esa función y, en lugar de soñar con imáge-nes, lo haga con ideas y abstraccioimáge-nes, que serían sus cualidades predomi-nantes.

Sabemos también que el hemisferio izquierdo sueña, aunque no lo haga mediante imágenes. En la etapa de sueño NOMOR (ausencia de movimientos rápidos de los ojos) la actividad se desplaza al lado derecho del cerebro. Este paso de un hemisferio al otro explicaría por qué los sue-ños producidos por el hemisferio derecho son tan semejantes al pensa-miento y en cambio en la fase MOR son tan coloristas, llenos de aventuras, de imágenes y de actividad.

En consecuencia, si un sueño se trasforma y pasa de tener estas caracte-rísticas coloristas, activas y llenas de imaginería, a una forma más mental o intelectual podríamos decir que ha dejado de ser producido por el lado izquierdo del cerebro y ha pasado a serlo por el derecho.

Esto también es un buen dato para averiguar si las personas que tienen sueños coloristas y llenos de imágenes son más emocionales que aquellas que tienen sueños donde predomina el mundo del pensamiento, de las ideas, del orden y la frialdad en el sentido de ausencia de emociones. Y si eso tiene alguna implicación a la hora de percibir la realidad y de actuar en la vida.

Mi experiencia a lo largo de muchos años es que los que tienen sueños muy coloristas son más emocionales e inclusohistriónicos y sus sue-ños son más impulsivos y despiertan fuertes sensaciones, sentimientos y emociones en los soñantes.

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El sueño MOR aparece cuando un grupo de neuronas, también llama-das «grandes neuronas», que se encuentran en la parte superior del tronco encefálico, producen un fenómeno parecido a un chisporroteo. Desde el punto de vista fisiológico, se produce un estado similar al de la vigilia, excepto porque sobreviene una paralización del movimiento del cuerpo, debido a lo cual aunque una persona se despertara en ese momento y trata-ra de levantarse no podría. Este mecanismo, que a veces sólo dutrata-ra unos segundos, tiene una función claramente defensiva para el individuo. Al mantenerlo paralizado, evita que se levante dormido (en los sonámbulos este mecanismo no funciona y no se sabe por qué) y cometa cualquier imprudencia, dado que su estado no es el de vigilia. Si alguna persona se despierta antes de que este mecanismo deje de funcionar, experimenta un estado de paralización aterrador, pues tiene sus sentidos funcionando pero su cuerpo no puede moverse. No obstante, va desapareciendo progresiva-mente.

Algunos investigadores, como Allan Hobson (2004)1, afirman que el

mismo sueño es un instinto. Y un elevado número de personas describen tres emociones básicas en sus sueños: la ansiedad, la alegría y la ira.

Las emociones no sólo nos permiten percibir el mundo, en el sentido de lo que es bueno o malo, de lo que es gratificante o frustrante, de lo que nos produce agresividad y desconfianza o relajación y confianza, también nos permiten ubicarnos y orientarnos él. Según este autor, a través de los sue-ños expresamos nuestra personalidad instintiva, y no hay modo de disi-mularla, porque la conciencia permanece dormida y no funciona como durante la vigilia.

Estos tres instintos básicos: la ansiedad o miedo, el impulso sexual o alegría y la ira o agresión fueron elegidos los tres primeros –de una lista de 7– por estudiantes que se sometieron a unas pruebas. La ansiedad es una respuesta de supervivencia, es decir, aparece cuando advertimos la

1. Los sueños como delirio. Cómo el cerebro pierde el juicio, Ed. Fondo de Cultura Económica, México.

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proximidad de un peligro. La ira o la agresión nos preparan para luchar contra un enemigo. En tanto que la sexualidad es esencial para la conser-vación de la especie, es el instinto que aparece cuando se despiertan los afectos y el deseo. Por tanto, las emociones que aparecen en los sueños no sólo reflejan nuestra personalidad –al dar un valor y una categoría emo-cional a los contenidos oníricos–, sino que ayudan a la memoria fijando mejor todo lo aprendido durante el día.

Las conductas o respuestas innatas o instintivas son aquellas que no han necesitado de un aprendizaje para adquirirlas, tienen una cualidad de todo o nada y una vez que aparecen suelen realizarse hasta su finali-zación. Tienen una energía y una fuerza que inundan al ser humano de forma total y absoluta y evidentemente han tenido y tienen un papel esencial para la supervivencia de la especie.

FUNCIONES DEL SUEÑO

Para A. Vela (1991), el sueño ejerce diversas funciones, entre las que destacan las siguientes:

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UÊ iÃ̈“Տ>Vˆ˜Ê`iʏ>ʓ>`ÕÀ>Vˆ˜Ê`iÊÈÃÌi“>ʘiÀۈœÃœÊ`ÕÀ>˜Ìiʏ>Ê fase MOR (REM en inglés, rapid eyes movement)

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UÊ Ài}Տ>Vˆ˜Ê`iʏ>ʓœÌˆÛ>Vˆ˜]Ê`ÕÀ>˜ÌiÊiœÃÊÃiÊ`iÃiV…>˜ÊÞÊiˆ}i˜Ê deseos, necesidades e instintos.

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Todas estas funciones del sueño y otras de las que se hablará poste-riormente no se dan aisladamente sino que son complementarias, coexis-tentes y esenciales para la adaptación y la homeostasis de los seres huma-nos y en general de todos los animales que duermen y sueñan, como los mamíferos, las aves y los peces.

PARA QUÉ SIRVEN LOS SUEÑOS

En casi treinta y cinco años de trabajar con los sueños desde el enfo-que gestáltico, hemos podido averiguar muchas cosas respecto a las fun-ciones de los sueños.

1. Hacen consciente lo que es inconsciente. Esto nos permite hacer cambios que nos faciliten llevar una vida más integrada. Cuando deja-mos de percibir características o aspectos de nuestra personalidad por considerarlos negativos o estar mal vistos socialmente, tendemos a repri-mirlos o negarlos en detrimento de los opuestos, que consideramos más aceptables tanto por nosotros como por nuestro entorno. La negación y la represión nos alienan, nos desposeen de esas características y van crean-do vacíos en nuestra personalidad. Cuancrean-do este proceso se va convir-tiendo en algo constante para adecuarnos a las necesidades y expectati-vas que los demás tienen sobre nosotros, toda nuestra personalidad que-da afectaque-da, incluique-da nuestra identique-dad. Perdemos el centro y ya no sabe-mos qué queresabe-mos o qué necesitasabe-mos. Nuestra capacidad de autorregu-lación emocional y psíquica se ve afectada, y ésta, a su vez, también afec-ta a la autorregulación orgánica y a la salud.

2. Cuando nos olvidamos de nuestras propias necesidades, los sueños vienen a recordárnoslas. Uno de los grandes enemigos de los seres huma-nos es la dependencia patológica. El apego excesivo a una persona pone en peligro nuestra independencia y nuestra capacidad de tomar conciencia de nuestras necesidades. En el caso de la dependencia patológica, hay mujeres que si pierden un hijo o son abandonadas por sus parejas, por fallecimiento

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o simple separación, sienten que pierden el sentido de su vida. Estas perso-nas están tan apegadas a alguien –a aquellos a los que aman o de los que dependen– que se olvidan de sus propias necesidades, lo que causa que pongan en peligro su salud y su equilibrio psico-emocional.

3. Nos informan acerca de cómo estamos en el momento actual. Si la manera de encarar nuestra vida nos hace sentir bien o, por el contrario, no estamos contentos con ella y necesitamos hacer cambios que la reestructu-ren para que sea más gratificante.

4. En situaciones en que se ha perdido el rumbo, cuando poco a poco se experimenta que la vida ha perdido sentido y que ya no hay nada que hacer con ella, como ocurre en las depresiones severas y en las melanco-lías, nos avisan de cómo estamos y cómo nos sentimos. En estas situacio-nes los sueños pueden tener un sentido estructurador y ofrecernos salidas a la desorganización, el desconcierto y el caos.

Los sueños son un auténtico libro de instrucciones para nuestro consciente en cualquier momento de nuestra vida.

5. En lo que en gestalt llamamos asuntos pendientes. Cuando, por las diversas razones que sean, no hemos podido expresar nuestros sentimien-tos negativos o resentimiensentimien-tos hacia una persona que ha desaparecido, nuestros sueños nos la traen en un intento de cerrar esa situación que nos quedó inconclusa y a través de ellos tratamos de sacar lo que se quedó dentro. Mediante la técnica de la silla caliente2, podemos cerrar estas

situa-ciones para no quedar atascados en ellas.

Los sueños siempre están íntimamente relacionados con el individuo que los sufre. Son los mensajes que nuestro inconsciente escribe a nuestra parte consciente con la intención de que sean leídas y comprendidas, para que el sujeto aprenda algo de sí mismo: en definitiva, de cómo actúa, de cómo se relaciona, de lo que hace o deja de hacer…

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Más veces de lo que creemos, los sueños nos están diciendo lo estúpi-dos que somos por no percatarnos de su mensaje, de lo que proyectamos en el mundo y de todos los rasgos de los que nos desposeemos porque no aceptamos algunos de ellos al considerarlos negativos o rechazables por nuestro entorno o por nosotros mismos.

A menudo las personas viven de acuerdo a un ideal y se olvidan de vivir de acuerdo a como son ellas mismas. El ideal al que imitan les hace sentirse más importantes o interesantes y se ven a sí mismas, en cambio, vulgares, poco atractivas y escasamente deseables. Este mecanismo de proyección es tremendamente peligroso, porque en la medida en que el otro posee unas formas deseables, y por tanto objeto de imitación e identi-ficación, el sujeto queda desposeído de esas características, que quedan depositadas en el objeto ideal. Esto a corto plazo es tranquilizador, pero a la larga es justamente todo lo contrario, ya que es un mecanismo de enaje-nación, de pérdida de identidad y de olvido de sí mismo, que no deja estructurarse debidamente a la persona porque la escinde en esos aspectos y la deja vacía.

Esta forma de desvalorización de lo propio y valoración de lo ajeno trae bastantes problemas a la hora de encontrar una identidad aceptable para vivir; los sentimientos negativos acerca de sí mismo pueden llevar aparejados a menudo rasgos de envidia hacia la o las personas idealizadas y un rechazo de las características y formas de ser y estar en el mundo pro-pias. El objeto idealizado se convierte en muchos casos en objeto envidia-do. Y todo objeto envidiado, a la larga, provoca tanto malestar y tantos sentimientos de inferioridad que el sujeto necesita destruirlo para evitar-los, ya que le resultan muy dolorosos y lo devalúan y lo empequeñecen.

Las personas que tienden a buscar a otras a las que idealizar, por ser poseedoras de características que ellas consideran valiosas, admirables y deseables, tratan de imitarlas e identificarse con ellas para sentir que tie-nen esas mismas cualidades. Sin embargo, por mucho que se imite a un personaje, jamás se será ese personaje. Somos quienes somos, y lo mejor

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que podemos hacer es aceptarnos y, en todo caso, mejorar aquellos aspec-tos que nos hacen infelices, sin olvidarnos de quiénes somos, cómo somos y qué podemos hacer con todo nuestro bagaje, no tanto desde lo genético (porque esa impronta es inamovible), como desde el aprendizaje a lo lar-go de nuestra existencia por imitación y por identificación. De todas for-mas conviene tener en cuenta que los mecanismos de identificación y de imitación son típicamente infantiles y que son necesarios para ir adqui-riendo nuestra personalidad, no obstante, en los adultos estos mecanis-mos tienen un carácter neurótico, cuando se realizan para negar nuestras características personales que no nos gustan, y afectan a nuestra identi-dad e incluso a nuestro esquema corporal.

Si se utilizan para aumentar nuestro bagaje y nuestras herramientas en la vida y para mejorar y enriquecer nuestra personalidad, no dejan de ser una nueva capacidad para desenvolvernos en lo cotidiano. Pero si se utilizan para rechazar o negar partes nuestras, se convertirán en meca-nismos neuróticos.

Para crecer y vivir de una manera sana, los niños tienen que sentir que son vistos, queridos y aceptados por los adultos tal como ellos son. Si sienten que no son amados por sus padres tal como son, tratarán de mos-trarse de otras formas diferentes, buscando su mirada y aceptación de maneras diversas hasta conseguirlo, aunque sea llamando la atención de los adultos de forma auto-agresiva o de cualquier otra.

Entre todos estos mecanismos y adquisiciones: por un lado la iden-tificación e imitación fundamentalmente y por otro lo genético, se va conformando el propio estilo personal, que nos hace sentir únicos y dife-rentes. Este viaje puede hacerse con mayor o menor éxito para nuestra personalidad y nuestra autenticidad. Y todo esto va a depender de todas nuestras experiencias y relaciones con los adultos en los primeros años de nuestra existencia. Por eso es tan importante en la infancia el apoyo y la frustración (como ocurre con los pacientes en el proceso terapéutico: apoyamos sus aspectos y conductas sanas y frustramos las

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ras o negativas para ellos), la contención, los límites firmes y claros, el amor y el contacto afectuoso y cálido.

En este sentido, podemos decir que gran parte del proceso terapéutico consiste en recorrer junto al paciente este camino, andando, desandando y volviendo a andar algunos tramos para que aprenda lo que no pudo aprender o no tuvo oportunidad de hacerlo, fomentando la apertura y la confianza en el mundo, pero ayudándoles a poner, ellos también, los lími-tes necesarios para no ser agredidos por aquél. La confianza la va adqui-riendo el paciente en la medida en que va tomando seguridad en sus pro-pios recursos, que se adquiere actuando de diferentes formas hasta conse-guir resultados distintos a los que antes obtenía, que le frustraban. Va a tener la oportunidad de ser acompañado en ese viaje por un terapeuta o una persona que lo va a apoyar, lo va a acoger y aceptar en sus éxitos y fracasos, pues sabe que puede intentarlo de nuevo y que no está solo.

Aprende que la confianza unida a su capacidad de poner límites le va a dar más posibilidades de llegar a lugares diferentes y a experiencias que no pudo tener por miedo o por falta de seguridad en sí mismo o en los otros.

EN QUÉ MOMENTO SOÑAMOS

Los estudios que se vienen realizando desde hace años muestran que los sueños se producen durante la fase MOR (es decir, durante la fase de movimientos oculares rápidos).

Durante esta fase los sueños son vívidos, llenos de movimiento y coloristas. A veces es posible tener sueños plenos de acción al poco tiem-po de quedarnos dormidos. Igualmente la actividad mental no sólo apa-rece durante esta fase, sino que se da en cualquier momento de la noche. Se ha observado que el cerebro no interrumpe su actividad durante el sueño y que, por el contrario, se muestra muy activo.

Referencias

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