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Páramo salvaje

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Academic year: 2020

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(3) P A R A M O . SALVATE.

(4) b 3. *:. E. ’.

(5) &. PARAMO SALVATE' ~. x. G.

(6) ,. Estrechos sm .iosbajeles, estrechr, nuestro lecho. más vastó nuestro imperio en las cenadas estancias.del dese?..

(7) LIBRO. PRIMERO.

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(9) ,. pequeño de estitur teligente y expresivo. -6-rú loviste?-Un hombre grande. -De eso me di cuenta, por su voz. Quiero de& ;cómo es de-facha? -Alto. . ., moreno. , ¡qué,sé yo! Ven eta m&ma 4 verlo.. n puntiuas y, oculta -en el relia . dablina 8e d hacia el primer piw, asomando , no de la'escalera, stre8 de la barandilla. la cara por entre . Y,repentinamente, ella t w o I. ndose en traer a de aire batiendo. hasta el re I. de M avasalla,.

(10) n .. 2.

(11) I. ' I. aplastando súavemente el teda De'pronto sonó la camp. .. se hacia la mesita,. cbando por coger el auricular. . -Cortaron -dijo Ignacio-. Era otro de los Uam&os misteriosos. La pr6xima gez atenderá usted. ,. $tiica la suya? Si alsin necesidad de. . . .*dah? -Era,. 61 quien song a - ~* *, tientiria'cdos,. ita; y su pasado. .. ba que Frzbciiscc, "o.. matrimonio.. o. .. ería tener más. .'. He hhbitado mu-.

(12) que él enviudara. . En ese instante, la campanilla del teléfono repicó nuevamente, e Ignacio no hizo el mknor ademán. Dejó que Olga avanzara, rígida, a contestar el llamado: -No.. . Se ha-equivocado.. . De nada. Aprotnmándm, 61 la sujetó por los hombros: era sabes mentir! -excla, +Mujer hMcil9 ni esta mmedia? Nadiese va mó-. ¿Por qué no evitas 1 a un hombre viejo y en. a extrafíarde que le'seas fermo. /E Catalina e~capócorrienüo, sin querer explicarse na Andose a m a anr stia incontenible da. Y limó, abciega. '. --. 15. ..

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(14) I. qué hóra llegaremos a ~ h i ~ ámamita n, mila? -nRáS o menas a laai seis,%itqntincito. ¿NO se, acuer. da del año pasado.. ., cuando n e agarró la lhvia al ba farnos del tren?.Todavía estaba harto.averiado Chilli& pues, por culpa del maldito terremoto. For suerte a lar -GA. er continbaba pergrand0 poi. anterimes, dormir. 4. I. montes, y .el viento, , tierra roja, en medio.

(15) 1. .. Por esa época 11,egabn. .. Único que no participaba de esa atmósfera era I@ Daba órdenes escuetas y precisas; ñablaba poco. Ante 10s hombres bajaban la cabeza, y las mujeres conversab en un murmullo apagaao. Solamente la Zoila’se atreyía 4%a romper aquel silencio: -Oiga, don hito.. . I l p que ~ no se b e e una escapada. a Chilltin, a visitar a aigunw niñas? NO es vida la que está, Uevwdo.. ., encerrado junto a puras huasas es mi patroncito! tanterím, vieja. -mcwféndoae de hom-. H. I. a.. durante cuatro veranos, sin qüe entre ambos se c m ~ a r ajam ma,palabra. Teminadas las vacaicionea, aliexistencia recobraba su SaivaJe”desapwech tras un hotídianas, e Ignacio ‘se hundía en te corno la antigua casa’y. 1fin, dentro de un rn. se trm$£omaba.. 5. _ I.

(16) A é r q vieja, si es iin simple resfria -¿Y si por ng cuidarse le viene m a puJmmfa y s vez de alegar. Zaila fue i preparar el tilo, y Catalina se -sent6 en-la cama. Abrió el Cajón..dela mes8 de noche y sacó un esp&$~. 5. Estudió uno a uno sus,rasgos. “Yo también pqdría ser bonita.. ., casbrnás bonita que mi mamá -meditó-. jY de qué me serviría!” Las otras muchachas iban a fiestas, conocfan los bailes de moda, ee enamoraban. A ella no le interesaba eso. NO se enamoraba nunca; ni siquiera de los actores de cine. Trobablemente me quedaré mEerona -reflexion&. eré una señorita muy empolvaáa,,mmamente - &sting@da; &Y si me metiera de monja? Valentín dice que ¿% va a meterse de cura. ..” Eaisayó diferentes muecas frente al espejo. Constantemente, su rostro, su ctierpo, sus .ade- . manes, la sorprendían. Ai lado afuera del dormitorio, Teresa acunaba una mufieca y entonaba una cancioncilla entre dieqtes. E3 re-, loj del comedor dio las nueve. En ese momento, Valentín raría en la capiila di1 colegio y asistiría a la misa, de r“odillas, bxdivil, amando %i Dias pur sobre todas las cosas y anhelando ser santo. Entre el viento y la nieveae ‘CIraC ramo Salvaje”, Ignacio galoparía, envueito en su manta negra. Un grifa cortó aquella sucesión de imágenes. En se-’ guida Catalina escuchó las voces que crecían’en la habitación de su madre.p SU padn’astro: -¡Lo quiero! iaí, lo quiero, y me iré con él! e x clamó Olga. ’. -.

(17) 0. -. oy6 el goipe de una pQerta c m a. . _. patrón.. . se nos muere. Llamemos a la Asist ca.. . ilevántese, m’hijita, por Dios santo! llegar la ambulancia, don Francisco habiá sufrido n segundo infarto y el médico se limitó a verifÍcar sb. Vaientín al colegio, y. . ._ . - -Esperemos aque vuelva ía senora, C+ti%a-aeons& , mamá no volverá. Su propfa seguridad la pasmiba. Aquello era un melodrama igual. a los que se veían en el cine. “Sin embargó, es verdad’”,pensó,e inopinadamente se puso a reir.. -Mi. t. 6 ’ *. ’. ~. .. -Mi padre te había adoptado -anunció Ignacio. Y a Catalina le extraiíó que ia’tuteara en esa primera con-. versación-.. Quiero decir que te hallas, prácticmnte, 29.

(18) -El juez me ha concedido la tutela de mis hehanos menores -continuó él, y se hizo un silencio. Luego &adi&:, Creo que tu madre tenía una tía.. .; no sé si prefieras vivir con eiia. -NO. Ignacio se paseó por -lasala.. -La posición ecanómica de’mi padre no era tan b deudas, y yo deberé hacer yante.. . Dejb ante y manberlos a todos . malabarismas ustedes. Naturahqente, me veré obligado a rematar esta casa. Vdentín quedar& en un internado, y a Teresita me I. di+.. Eres me.

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(21) \-. --¿A quién le escribiste? -preguntó Jaim semando el cuidado con'que el muchaiho doblaba la es.quda. _. I. +. ,. -A mi hemana mayor*. muy bien educa. \. i.

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(23) .. 10s banderines de diversos clubes deprtivos formaban un tapiz de-'abigarrados colores. Jahe.Ura arriscó la nariz, y encendió un cigarrillo 'rubiu can gesto de ostentacih w. I. "'3' -&Q.r£Enez volvió a. debe ser feo, peludo y.

(24) ~. Sobre el fondo ;de un cielo azul de Prusia, las figurks del arcángel-San Miguel y& Lucifer, en pleno combate, roMe pían :la iJ.moWidad de un muro blanqueado a la.a l . Al pie del wadro, el autur de había escrito con camcteres góticos:eArcdngeE e& defihdenoa q Ea az contra I- usechaw. ns6 en lo insípido ü e .. -reflexionó-.. ilusión. de estar. ’ ’.

(25) parte de esta tierra, que es tuya!” Resultaba fácil convencerse de ese carid grande, en el-quése envolvía a los hambres y a la naturaleza, si su madre io impulsaba.,Por iiltho, bastaba imitarla a ella 6on. er que alzaba la vista desde el reclina,. fa, hija de Olga, parte. .. la mu&acha, la me-. maasas y humilladas.”. eon esa m. i. Sólo contaba i j ~ gloria , al Espíritu.

(26) ’. Aqueila noche, bendid6 en su lecho, Ignacio reca. disparate! Es una chiquilla, y si lo llega9 saber la mtada del fundo, se armará un lío.” Parecía risible que esos campesinos, casi siempre resignados a los amoríos del patrón con sus hijas o sus hermanas, tuviesen . tan estricta idea del honor en cuanto se trataba de una . clase social distinta a la de ellos. No obstante, era así. L% propia Zoila decía, refiriéndose al comentado caw de h a joven chillaneja: -Si\las ricas se ponen a echar guachos al mundb..., . ¿qué les dejan a las pobres? Bien está que les pasen, sus chascos a las ignorantes. A una señorita, no hay derecho. -Ypara’ los habitantes de “Páramo Salvaje”, Catalina era una señorita. El escándalo provocaüo por la desapae rición de Olga se había olvidado, no alcanzan& mayores repercusiones ea el fundo, y nadie se atrevía a dirigirse - . 8 la muchacha sin el respeto que merecía su rango de patrona. Pero Ignacio, odiado y temido por los inquilinos y trabaladores.de la hacienda, conocía fórmulas para ac% llar cualquier comentario. Abrió la ojos en la obscuridad y percibió las Últimos .! resplandores del fuego & la chimenea. “Su dormitorio. queda al final de la galería;”, se dijo, como si en ese instante le hubieran revelado que Catalina dormía a escásos metros de su puerta. Incorporándose, buscó un cigarrillo, a tientas.“jNO,qué. 33-.

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(29) ntín. -¿Y Jaime Lira y Valentin Rozas, viejos, hici&un lo rxe se les pedia a Jaime Lira y Valenun Rozas, jóvenes? .. - -. Jaime lanz6 el cigarrillo al lavatorio adosado a la pared. +Bien J mal!. . ¿Hasta cuándo? -dijo-. Envidio al “Guat6rP. . . y a todos los guatones Martinez d.el muni problema de la verdad do, que no se es Carlos. El‘ g4Guat6n’y y la mentira ‘ t gordo ~ qhe juega al fútbol, tsanquiiameñte, y va a misa nseríado que asi tiene que e morirse, recién. . taJ a. .. -Eso es 10 mala r&cincuenta años. equivgca.. . bus imb6ci:il es no aceptar equivocarse. Por banicándome cx~n. empezaron a rodsx plo. . -musit&-,. -$Te has. ... @a ge dejará iletrar por. vuelto IOCO?.¿Qué tengo yo que ver con. tu hermana? U a campanas dieron I& medbnoche. Jaime estirb ‘34.

(30) I-.

(31) no Rueden quebrarse. -iqdicó hacia el patio-: 331103 n e cesitaa imitar t u ejemplo -agregó-, y tú no tienes derechoa defzaudarlos, --¿Y qué ocurre contigo? ES gracioso que sea p - l a W c a llamada a prolongar las tradiciones de tu fámilia, -Al hombre no se le exige lo que a la mujer. Nadie -espera qui! el patrón sea u n modelo de virtudes. .. -Claro. A ti se te perdona cualquiera cosa, *contal de que yo rece el rosario, encienda velas en el altar de la ‘Virgeny comulgue los 8 de diciembre. Siento no poder ayudarte esta vez, Ignacio. No me confesaré, ni cornu1 manana. -¿Hay, realmente.. ., un motivo que te impida’ cerlo? -Si no lo hubiera, mi actitud sería absurda. , -Me cuesta entenderte. Crees en Dios, eres católica; fuiste educada en un colegio de monjas.. ¿No habrás perdido la fe? ‘-No. Sigo creyendo en Dioa Desgraciadamente. , también creo en el demonio. -¿Y?.. . -El cruzó la habitación y fue a sentarse en ~ r l de o las viejos sillones Morris, frente a ella. . -Elegí al demonio. . \ -¿Así? ¿Tan tranquilamente? -1gnaci6 lanzó una carcajada-: Mira, hijita, terminemos con las jugarretas. Ya se me está acabando la paciencia, y la discusión -me . parece más bien estúpida. Anda inmediatamente a Ba & pilla y. .. -No a a t a l i n a se aproximó a él, clavándole la miL-. .. *. 3B. ~.

(32) esto es ridícu3o -murmuró. lpacic%, m a . pletamente ridíc$lo;’ -Sonreía a b . Sin embaTgo le era . i.mpo&bleescap& .lie la atmósfera que sentís Wmándose en tornb a eiios. . “¿De qué si&e mentirse?”,’pensÓ. la puerta se abrió, y Teresa apareció en Bruscamente - . el umbzal: . -La m a d t a Zoiia me manda a preguntar si 121 Cata va a confesarsé’: .; -D.ile a tu mamita Zoila que Catalina está enferma, . / y que yo ordeno que no la molesten, Lme~oyes? . -Sí, Nacho. . Entonces él pudo levantarse, y abandonó la habitacion rápidamente. I. .. 6 Valentín llegó al campo en vísperas de Año Nuevo. Se le veía más pálido que de costumbre, muy delgado, g había crecido hasta alcanzar la estatura”de Catalina. En su primera charlaxon Ignacio se refirió a los pormenores del viaje y al proyecto &e ingresar en marzo al Seminario. -Cada cual es dueño:de su propia vocación -ac&niti6 éste, observanilo al hermano menor sentado a su izquierI. e. 37 t. c. --.

(33) ra cws que t m p s~ ’ Tere& interrumpió la conversación, tironeanao u manga de Catalina: . . -¿Me permitirás que espére las docessi pie? , -. ’. ~. ’. la Zoila. -Es ,agradable estar de nuevo en la casa -afirmó Valentín. Y habría deseado que esa sensación fuese rea1. Pero un malestar io embargaba; un @explicable presentimiento de algo oculto tras la ingenuidad de Teresa, tras la solidez de Ignacio; la serenidad de -Cataliha o el buhumos de la anciana Zoila. De pronto percibieron el galope de un caballo y, u n k ‘segund~smás tarde, los pasos del jinete q u a desmontaba y avanzaba por e1,corredor. -Alguien viene - d i j o Valentín, advirtiendo que Teresa aproximaba su cuerpo al de Catalina,.buscando am-. -Quédate tranquila -susurró ésta, y ambas muchachas bajaron la cabeza. La vieja Zoila colocó un azafate encima de la mesa, y escondió sus manos temblorosas en los bolsülos del de-. -Alguien.. . -insistió Valentín. -No; nadie -aseguró Ignacio. Su mirada dura los recorrió uno por uno, y repitió-: Nadie. Luego continuó hablando del Seminario, igual que si nada hubiese sucedido. Y Valentín ,habría dado cualquiera casa por encontrarse ep Santiago, por escuchar la voz --. ~.

(34) r. ela, de las tías vestidas d. cierto, mamita Zoila? mejor, pues, m’hijita; .. Aunque .ya no sirW . -A para esos trotes. -La anciana reía despreocupada. a tañer üe laxampans en la capilla anunció la$ dace. Se escucho un griterío a lo lejos; después, wi sile m, espesa, apagó las voces y los ruidos que saludaban ai ~ ñ - 0Nuevo. -Hay que pedir tres deseos 4 i j o Cataiina, y fue a . abrazar a Valentín; en seguida a la Zoila, a Teresa, y fid naimente.a Ignacio. T r e s deseos -repitió él, con acento cansadck,J$es deseos. . . ¡Qué tonterías. se te ocurren, Catalina! -E& tonces, sin mirarla, la abrazó a su vez. . . ‘. ... ’<. 7 Ya ac-ostado, Valentín encendió la lamparilla a pars fina,-y guiado por la luz amarillenta escudriñó ios‘rin00nes de 1a, habitación: sombras indecisas se agazapaban. ,.. .. *. -.. .. -. ”.

(35) la Cama y cqdn6 hasta el @a el campo y penetraba por los v de la galería. Eiii el r'esto de la easa ia obsl *'. . MirÚ hacia afuera, y dejó de respirar, sintiendo que'su. san@e interrumpía el ritmo habitual en sus arterias: en el sendero blanco, la figura de Catalina se tiistin . .nitida; el viento le despeinaba la larga cabellera y batía \. su ancha falda de colores descubriénüole los muslos. ccSeñor,. ., Cristo. . ., ¡protégela! -pensó Valentin, atracan& la frente sudorosa a los vidrios-. jPMégel Entonces ella se detuvo, tambdeando, semejante _una marioneia aprisionada por hilos invisibles. Se llevb una mano a 10s ojos, reshregándoselos' con un ademán desesperado, y luego.pareció recobrar energfas;' lmztndose en ma carrera veloz. Pronto' su .silueta no fue más que u11 punt0 l a i n o s o que escapaba.,. *. Cuando Ignacio la vio entrar en las cabal1erkwi;S;permaheció inmóvil, sosteniendo la montura de su caballo. -¿En qué andas? -averiguó. Ella se aproximó, dando la impresión de no pisar suelo, respirando fatigosamente. -Sabía que tú estabas aquí. -6Y qué?_ . -Sabía-que vendrias a ensillar tu caballo. -¿Y qué? &bía que irías donde la Charo Rojas. . -¿Y.. .? -¡No puedo soportarlo! - Se;hallaba pegada a él, q Ignacio percibía 1.a tibiez *, 40 '. .. '. '. -.

(36) ,. I. 8 _. ,. %. %. \ I 1. ~. -Yen A j o Ignacio, tendiendo la manta encima un montón de heno-seco. Y agregó algo más que ell@ cuchb sin comprender; oía solamente el tono de’esa que tanto amaba, y su boca perseguía los labios; los tes, la lengua del hombre. Despues experimentó aquel dolor que crecía, y tuvo la sensación de una brasa ardiendo que penetraba enélla, cavando una herida prófunda; una brecha de alegría y sufrimiento.Y cerró los ojos, sometiéndose ai dolor agu30 aferrada a ese abrazo firme. -<. *. <. Ahora la luna se hundía tras‘unos nubarrones den.sOS, y la galeria quedaba en penumbras. “señor. , Senor. , ¿por qué?”, se preguntti v&--. .. \. 41. c. -..

(37) de su propiabangustia, regresó al lecho y rezó p r Catalina.. .. Una tarde de febrero, Valenth encontró a Cataliba en la biblioteca; trabajaba en la corrección de algunas labores escolares de Teresa, ya que ella se encargaba de la educación de la hermana pequeña. . Era la primera vez que Valentín lograba verla a solas. Sentándose a su lado, la observó, y entonces-.tuvola evidencia de que algo había transformado-a Catalina. Era ‘una metamorfosis más profunda y sutil que un cambio físico; no obstante, se traslucía en sus ademanes, en su risa. .- -Estás muy linda--asegurÓ. ‘ . -¡Qué tonterías se te ocurren! Catalina usaba las frases de Ignacio, copiaba sus g e 6 tios, consiguiendo, mediante un extraño mimetismo, parecerse a su hermanastro. Y,nuevamente, Valentín se sintió arrastrado por esa especie de corriente secreta que flotaba en medio.de la casa y sus habitantes. -&Puedo haxerte una pregunta? -suplicó. -Claro que sí. -¿Recuerdas la noche en que yo llegué? Mientras CQmíamos se oyó el galope de un caballo, y alguien entró. Tú sabes quién era, ¿verdad? .~ -No era nadie. -La mirada de ella adquirió la expresión de la mirada de Ignacio, y la inflexión .de su voz fue la, misma con que 61 había dicho: “No;nadie”. -Tú lo oíste, Cata. -Yo no oí nada. Estaráas muy cansadomn el viaje, \ y creíste. h,. ’. .. :. 42 - .. .. I.

(38) y se puso a reir.. -La explicación que me pides se reüuce a una vulgar historia de aparekidos. Completamente ridículo, ¿no .es_. nmte mí su muerte. -. e que no le dirás ni una pafabra!. ’ ..

(39) I. renarse. d h d e iríamos a parar! Y para Teresita esto es muy pernicioso. . Por esa la prohibición de Ignacio .es,,razonable,. .. -B acuerda.. alrl. embargo, no entiendo por 'qué te. ? * E Wson& ~ -con. n h después, Cariiencias del ala-.

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(41) -Dios es la peox de las mentiras que han inventado hombres,’ “GuatonciW. ~Tilihas leido a M&Mhe? No. Ya sé que no. Tii eres pura fuerza bruta. Hay que.des asnarte. -Incapaz de contener aquel impulso histrióniw que se apoderaba. de 61, Jaime recorrió el cuarto, accio nand-: jMafiana comenzar&tu aprendizaje! &bergs t Nietzsche, y la luz del Renacimiento iluminará tu cere%rib! el, tal Nietzsehe no pertenece a 10s. ‘. \. j. s Cachiprra? -ob. es.. . de ánimo. Mov .... garrillos -*vi. p sus minosos muros: Jaime-*. jQue-. _.. diems que existe un puente que t e une a hi. , . i.

(42) El bono del padre Carlas fue fdisnfico a3 que us Valentí< cada tarde, para - convencerlo. Y tambi6n ahoradejó arrastrar. Ya no experimentabi odio ni rencor; IÓ una pena desgarradora, una'pequefia e irremediable. '.

(43) '. '. !. 'JACOMETTO.. -¿Quién tre escribió.esa carta?---interrogb el sacer-dot$, observando 1a.mnriG triste con que Valenth ter. minaba de leerla. /. . Nuestra $eríor ha. múy lea, padre. Y de ser knefi48.

(44) I . -@e pide que no le escriba más? -Ni escribirle, ni recibir sus cartas. -YQ no puedo hacer,@, padre. Jaime me neeesita;..., so$-sumejorainigo. . . . . - S e r á una prueba para ambos, Afortunadamehe misericordia.del Sefior es grakde y lograrán wbreUemrh. -¿E's una orden? -Si es preciso que lo sea, si. ,. El muchacho permaneció un rato en silehdo, c bajo; el cura alz64a vista hacia los nubarrones que ennegrecían el ciela . r i o m d z a a ifover. ES mejor gue entremos. -¿Podré rezar p o r éi? -preguntó Valentín. -sí,'y yo te acompaiiaré en esas oraciones. ~derriás, le hablaré al padre.Carl&, y le pediré que se pr especialmente de su dirigido. Formarenios una especig -üe circulo alrededor de Jaime,, jmmprendes?, prote@&&io - -y am%rldolocon verdadero amor; m o r en Dios. . ccPeroestar& solo en ese círcuio de m o r y de oracianes -pensó VaIentinC. Completamente solo.9*. ,. P. '. *. -. -*.: *. 11. ~. c. -¡Cata! ¡Cata, abret jTengo miedo! -sollozó,Teresa. Y al no obtener respuesta, insistió+ Andan pum& en el pioltrero frenté a la casa.. .,los of rugir.. I. -mbmo.--a. ''.

(45) úma luz BriiiS -enla gaería, y la mmeita en su manto: '. hace aquí, m'fija.. a que 5e pescad un resfriado? ¡Miren la chiquilla de ?noledera. . ., si merece unas buenas palmadas! Iila nuiita eorrli, a su enqentro: -Andan pur~raSmanita Zoiia, g'ia Cata no quiere abrir. -6Qué. krnbitk., ., dejarla sin esperar mAs hizo. c3bscum cuarto .se.

(46) I. I. la giqa de echarte, P de lo que has Tisto.. ., ni aim @bis bra a nadie, ¿me oyes? -Si su madre, que era m a santa, resucitara, se ria muerta aqui mismo -sentenció la vieja sixvie Luego salió dando un portazo, . -¿For qué 10 h i a t e ? -averiguó Catalina. T a r d e Q tempmo iba a saberlo. -&Y si,io comenta coa las otras empiead&; o ~ b la. n mujar de algún inquilino? -iAy de ella si se atreve! -Pero te entretuvo mortiificaria, ¿no es cierto? El hundió las deck@ en .el’Iargo cabeih de ma, es truj ándolo : -No‘;hagas preguntas. To& se entiende entre tú y yo, sin neeesEd.ad de preguntas. --De pronto, el rugido de los pumas se escucha mny prbxhu-. ¡Malditas bestias! -gritó Ignacio-. Andan run los corrales;. -Diri&ió una mirada a las carabinas- en.una de las paH!d€!S.. -Quiz4 sea mejor’usar arshim -dijo Catalina. -Quiz&s. Estiis tfnnblando. ¿Tienes miedo? - . ~ e &urre, a v p s . . ,eUa;3ltio te siento muy cerca. -Tranquilbate. -Ven.. . jTe quiero! -¿Me quieres wi, perireguido‘porlas Furias? -El rib, y 18 cama crrijió bajo el peso de su cuerpo-. Hay que aprovechar.i.as noches, Catalina; las ncrches en que el sexo todavía un6 fuerza pant defendernos de la muerte.. .. ’*. i. -. -. I. * ’. &..

(47)

(48) I.

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(50) 9?&r tempórtitia en su hacienda, r cada tarde a jn’gar aquellas partidas de I. ajedrez., ’Las visitas de don Ernesto coincidieron con un pequefio probiema que Ignacio venia postergando desde /hat algún t!empo: la eaucacibxr de Teresa, Y fue &’quien E. ofreció una wluci6n. , -. Para CC.ati@n&,J para ea de que llevaran a su reg&bna o era dum, pero es@. Ignacio no vela. et. ue no eaneeljía la internado, el ame- . secuencia, se decidid-. esde antes de partir a ña Laura entre. 1. uerte de su mad recordaba. Rabian. scrutálndda,’du-. 55. ..

(51) -. Al ponerse el sol y luego üe h&er acordado que dim . h2rnestb vendria-a buscar a Teresa en el plazo de’. mana, Ignaciv etxrompairló a la familia Ibzura hmt yeeinu. En seguiCEa emprendió . der0 que conducb al fu - el regreso. Lss pirraeh. ’ I. .. I’.

(52) /..

(53) 0. '. e '. se casó, por segunda vea,,. la* a . . ., la.Catita'deb6 .habér andado por los cinco 'o los seis años. A Valentimito y 8 la Teresita: los recibí al nacer. -Pero hoy yo tengo treinta y cinco años,,y Catalina veintid6s: Comprende que-sOm& personas mayoRs, m t e yameate libres.. . yY n e metas 'en,lo que IIQ te incubbe! . -Es que yo. ., bueno.. el atsunk) se arreglaria si ustedes. . . -6Si nosotros 4u63 -avefi'igwó Ignacio, se casaran. se' Slantiguó-,. '.. .S. ad ne te ocurrió, na mujer se quieos z q e s y no 4ue 4 h m U coma un. 6. con alguien muy has adivinado?. Catalina. -Encle e, te irAs cuanto. s'.. a la furls del viento.. 58. Yo s&o te a.

(54) ... .- .. I. I. ,. - .. /. -Porque se-parece a tu\madre; tú mismo me lo dijiste.'Y, en el fondo, tu suenas w n el orden de un mundo e se te rompió. -Rus& los ojos de Ignacio-: @nw. en cambia, he .Ik. .. .. er que es digna de. me gusta que la. cibrr. Prostituirse consta si 421 hornófreeia algo? sim-. '. ..

(55) .. -¿Tú? Tú. ., ¿mequieres? a i , ' ctitaiiaa; t e qdero.- contri mi uóimt * . quiero.. 4'. 60;. t@.

(56) -¿Era muy distinta de mi madre? -&La pátrona? jComo la luna del sol, pues! . * -¿Y tú crees que mi mamá se casó con-don Francis. . qo prque se enamoró.. . o por interés? ba anciana formó una cruz can el pulgar y el índice derechos, y la bese:' -Interés no. Lo juro p r Diosito. No. sé si por amor... p&lo haber sido por capricho. Es que usted se acuerda del patrón ya viejo y enfermo, pero antes del primer ataque al mrazón, sin EEF un joven, nada tenía que envidiarle 8 don Nacho. -mila, cuéntame mhs -apremió Cataha-. Avenía mama al fundo?. -Rara vez. Cla es que no me olvidaré de un vera. no; ella .estaba recih 6%sa.da entonces. Figúrese que salía cada mafíana, en traje de km y a caballo, a bañarse en la iaguná. US huams, que n a habían visto a una mujer montafido con traje de bafio, creiaa que era el propic diablo.. . -La anciana emitió m a r i a i h picaresca, evo do la escena-. Por las tarkes b a b a el piano; ese pia no de medie, cola que g;&m%m en el &ano -añadió-. y, si todavia me parece air esas riaiksicas tan preciosas! Catalina caminó B lo largo de Pat habitación. -Podríamos traer el piano a la biblioteca. ... Es una pena que esté tirado su& abajo -manifest&. Zoila, co siguete algunos trabajadores, y diles que me suban el '. ---. -&Sin consultarle 8 don Nacho? i. Ella agitó la Cabeza,desechando una duda. -Ignacio no se opndrá. Terminado el aimuermdrajeron el piano g io colo Caxm ei extremo de.&%ala. Catalina le sacudió el pol, N. .. I. i. -.

(57) rr&nos, el recuerdo de otras palabras p.otros gestios. >Pi. Después, sentab junto’ al escritorio de Ignacio, men& una carta para VaEentin. h i b i & : .. CQ. ant%Ea presada de. tantea p cay6 al s. r.

(58) Por $u cuenta, Teresa enviaba una esquela en la que festaba sentirse contenta en el mlegio y en el hogar. , detenida en media.

(59) s610 a Catalina, sos@niéndole-reSueltamentelas bri .--Usteü es mujer, . f€iene que ayudame! -¿De qué manera? -Pídale que me rec e. c&iíó.Sigtliió perorando. a. Y súbitamente odió a la odió la figura del nifi to miserable al que, i.

(60) 10s grandes ojos. fulgufantes, aadib-: Bien 'dice e%.r e frán que puta es la rnadi;e y puta la hija, y puta la ma&a. ,. '. !.. que iai cobija. , Catalina 'permaneció unos segundos estática, samente. pálida. Luego alzÓ.la fusta y la descargb, una y otra vez, sobre el rostro crispado, sobre los brazcjs y 1hombrbs de la muchacha, acorralándola igual que a una bestia. _Logró volver en sí cuando Ignacio le arrancó +la fusta de las manos. fimpíbdose con el di_-_mtalla sangre que le manchaba la ma,.la Charo Rojas.lanzó entonces su maldicion : -Algún día la he de-ver k usté también pqriendo guacho, y he de ver que también le hacen la desc cida. L e v a n t ó al niño, y protegiéndolo contra su se alejó con andar vacilante, con sus grhdes ojos y fijos.. -. ,. .. 17. .. '-Es indispensable que aceptes la invitación de Jime. na Ibarra y te vayas cuanto antes a ~ h i ~ á -dijo n Ignacia ' ~ b o stomaban , el cafd'en 1aI biblioteca, frente a la Chimqnea, La Zbila se había retirado a dormir. ~1. ,. I. 6. .. *. .. .::. .'-.

(61) Catalina se'armdiIJ6 j zz1 en SUS rodillas.; -No quiero irme. D e b e s hacerlo, La Chao ha ido de rancho en ram cho m8stranido Éas marcas de IQS latigazos, y ha creada. nwerle el chiquillo sign . En el plazo de 2u1 a h ndo órdenes en mi propia c (*.

(62)

(63) venta0 que ei ntño es mfo a por *o; dedo; seque tii le c a m las cuentas a~ auténtico padre. Traspasán@ke a mi carga, el aswto cambia de aspecto. Per? yo no. %. voy-a prestarme a jugarretas. Rojas agachó la cabeza: -¿Piensa negar que usted se la ha aprovechado cuanto ha querido? -ln&~ulI6. Ignacio subió el tono: -B ctúquiiio no es d o , P si Ím me crees, peor p a. aJ verla allf, eon 8 nas embarradas,. par; t e pagué I o . I -gritó Ignacio.. arriero lo amena-. Espérese a que le suelte cómo usted me .. ,. I. *.

(64) w,dW@Bda. Am.’ Gat-; ést& &. a g a a y~ r w g i b uno‘ de 10s a d t e s ~inerzro..~e%puks, m~cetitócun vertie o s a prisa: fuerza, ellzi descrg6 qn golpe en -la &em del-rnaymdomo,que pertlib el equiUbrh, e Ignacb se le precipitó encima, hxhdiéndole el euchiUo en el VIen-. tre. Lo que aconteció m6s tardease asemejó 8 un sudo borroso, en. el que Catawa SE encontró áctuancio sin VÍF . iuntad, o+@edeclendoa Ignacio. Lo acompañó a ensilk un caballo, y entre ambos acomodson el cad$ver del hombre sobre la montura. -Conviene limpiar inmediatamaíte las manchas de . sangre -recomendi) Ignacio, y tiesaparmi6 guiando a la’ cabalgadura y S u Carga bajo la nkve que caía. Ella no supo caJcu.lar c u h b tiexn6 permaned6 ahf, de rodillas, lavando el pisa de madera. Finalmente, 61 regres6 callado, aparentemente tranquilo. -St io descubren.. ., juraré que fue en {defensa . propia.. . ’-LO qye es cierto -murmur6 a t m a . -E1 precipicio es demasiado hondo. Nadie descubrirá nada. Sólo nosotros s a b ~ la~ verdad. s -&o tiraste a1 precipicio? -No la trastornaba tanto la muerte üé Rujas oomo ta imagen suscitada por las palabras de Ignacio: la imagen de aquel cuerpo inerte y dwmgrado, rodando-par el Interminable boquerón del a b b que partier en dos la montaña. la Iwmtó y la arrastró ai dormitmio. a m a t e . . ., no llores -dijo-. Yo te haré olvidarO. C O ~. . . @. lo todo... ., todo.. ‘.

(65) I. ..

(66) -jPadre! -1lam5. Valentin-. -¡Padre! Adelantándose hasta el confesonario, comprobó entonces que éste se.hallaba vacio, g, sintiendo que .el piso se ablandaba bajo sus pies, se desplomd, azotando 1s c& Bescontra las baldosas. *. ,'. .. ai,.. * En aquel momento, Jaime'Ura deseendi6 a s d e la -plazuela Miguel Angel, admar e1 atardker del ver& no florentino.. .. '-. .-. taza de saberse. wgió la sensación. ente joven, entera-' 6vocamh a Va-.. me%ohosco,-$ las'aguas del. -. A '. ..

(67) LIBRO. '. .. TERCERO.

(68)

(69) -¿Y no lo es? --NO.Soy.. bUeQO, d ,. na solterana.--De pronto 'melancólica--. No @e-. verme a habla 1 nb me he ca de nadie y.. ., j O. 6 dai brazo y caminaron esqui-. vando el vien.

(70) a ! qerh que no; ’hubiésemos casado hace &cho tiempo. Habríamos vendido ‘‘Plirarno Salvaje’’ y tenajarnos un fundo’más pequeao, y un&cass, aqui, en‘ i l l h A menitdo iríamos at &&lago y, de tarde en. ’.

(71) *. Otros ’hombres se.conformarían.” Percibió la humedad de la atmósfera. AÚn vivfa. p experimentó rencor hacia aquel amor constreñido entre los‘ límites del orden o el desnotden. Sintió que el deses o .& ternura e a únicamente una f6mula de e v W n ante la incapa e aceptar el ser f sin, rebeMia sin @io..

(72) ’. exWorcitnarúzrn&te, aunque. nos &fSrt?nqan algunos kilos de aceso. Se llama pin&oo, y fue el f a v d t o del emperador Adriano. Cpntempldndob eZpe?rrnenh el placer defNa@so al extasiarse cón el r é H 2 fEejo de su beíleza en Ea fuente. Regrksaré a esa sórdida y ungosta faja üe’terreno eli . agosto. Escribeme-antesa la Embajada: 2, Av. De la Motc. *. r. -. 4. .. k .. ccPtiramaSaLva~ey,junio de 1950. I. .. _.. -. JaimeLira,. AmbassadeduChili, I PARIS‘FRANCIA. M e he informado: Narciso se cayó en la fuqte, y AnOQ se ahogó en 1m.agu.as del Nilo. Es el peligro de ser demasiado bello, Jaime. Ojalá alguna De2 te dejes amar. ‘. los.otros, y logres amarlos tú tambiin. No quiero verte estéril, reseco, en la contemplaciíjn de tu belleza. Te twa. .y. b. C A T ~ A .. !. Una mañana, entre el ruido de 10s vehículos que crua b a n la,Alameda Bernardo O’Kiggh~,’ylas voces y ,ifas‘ risas caiiejeras, Valenth. ‘. I. 7’. -.

(73) 80.

(74) t.an&os. de‘calamina. Una mujer lavaba .enuna. .. ’*. todo. . 4 S t b Gut, Jacometto -4albució Vaientin-, y me o muy contenta. imuy ‘contento! -Yo también. rl. .. .,. ’. .). es ver. tti de 18 misma manera que yo?. , y lo más cuerdo genio, criminal, o smb, incorprándase a la i o c m ctim, Lno te parece? ech. -Sacudiendo. un esfweam para desprenderse. ’. -. antmiento-. jApbrate! exclamó-. Vuelve a d i.$pido , Q me expulsarán &I S6minario. Hailasemus ~ g iwsi6n de vernosotra vez. e, b prometo! Jaime viró y oprhi6 el . -En diez minutos es Facultad de Tea@ .@a; te inquietes 4 s . ‘PQr unos instantes Ia grandeza del misterio habh ._ rascado en la contemplación del magnifico juego del ~ 6 1 . . ’. - . $1. ... *. ’. i-. . u.

(75) encima de Ia sotana brillosa, 'en respirar; y palpar, y con esos oídos nuevos; en sentirse devorados por el C& vasto y clam de septiembre.. -'. 1. -.. y POCO natural, Teresa. b. c. 1.

(76) _-. tzemse detuvo, y aguardó en el umbra&. Viene do -mmllI”6--.. Yo. “Decididamerik ha cambiado -reflexionó Catalina, estudiando ’la risa de Mercedes, sus gestos animado+. Antes era una mujer apagada, timid-. ¿Es & quien ha‘ provocado el cambio? gBast6 ese encuentro ’del otafio? &Qué 9ucedió en esos. dlas? Nada, nada especial. ,., por supuesto. Pero Merceditass Ibarra se enamoró de Igbacio’ Rozas. Yo intuía que iba a ocurrir.” -iHasta cuándo te quedar& en el campo, Mercedes? .I -indagó. .\ -Hasta marzo. Quiero acompaar a mi papá. El Po- . breeito sufrió varios achaques en el invierno, y ng me . parece conveniente abandonarlo durante las vacaciones. -Se paseó por el enoriné comedor-: iOñ, han arreglado un pesebre! -Cogió una de las-toscas figuritas de r ~ a dera-. @u_é lindo! -wm.entd. -¿Podemos per nuestros regalos? -preguntb ignaci6, -Claro que sf. -EUa b volvió, sonribhhle.’ -. “jPOb&! Sufrir&mucho si logra casarse COR 61 -me- ‘ dit6 Catalina-. Sufrir& ,estreUáiridose contra Una perla maileqte inctignita, sin saber que en él hay 6M 83 ~. I. ’. ’. ,.

(77) os- demh .rela& charlaban. Ignacio, que Mercedes' le había traído. Ambos. un destello esperanzado en aquel modo de mira Cataliría se acodó en la ventana, enfrenbndo la n ... IC. ¡Pobre Mereeditas! Yo -podría enseñarle cimtas con menas dolor, YO, gue"es.by. s para quererlo. egarems a ser gran. .. .. modernizado y se dis ades. Allí, Ignacio corn baba esa propia de don Erne doña Laura y de sus dos hijas. Y observando los cuadrm, -. 1. ". 84.

(78)

(79)

(80) s: corcbios. d m 81. ~u~~ &son de las guitarras.. vbo,en abwidancia .. .. \. dando a atender. '. pt&a ios acontecimientos, si^ l&rirn*m,sin reproches. indStit5 en que fuese a fa pP0posldbn con fir-. rmir tranquila sabi. da mucho. Por favor,'no se pr. er,'Mercedes e Ignacio partieron a continuarían hacia Santiago, y lue con rumbo a Eu roseguía en el-campo. Los zas llegaban a la hacie carr&as los de mejor a caballo, y los más pobres a ,pi trón, el festejo del matrimonio en abundancia, bailar y emborr. l. E-. \.

(81)

(82)

(83) 8. r. Una mafiaria lleg6 una carta. de Jimena Ibarra: . . I. ,. -. --. .. . l '. -. .. .. ChiWdn, 3 &e septiemtwe de 2951.-. . <QueridaCatalina.' Te -escribo para c&nunicarte .qwe €gnatcio y Merced& .estan en'Chile. M i papá fue a-Vdpczrafso a buscarlos ager' y suponemos que &ajarán a ChiJlánmafizana..Mercedes se quedará con nosotros, porque segtin ¡as Mimas n o t i d ru3 ha estado mug $biende salud; no 86 si t'Ei sabes- que pobre va a tener familia y, @unquee8 rtmmal que no r encuentre d e b mejor, mi n h a d considera que p ~ ningdn motivo le comiens irse al campo. Seria una m n s t m & dad, jno'te parece? El papá le esc a Ignacio p r o p niéndole qae se haga eargo de los im de él en Santiago. Si acepta, zaen&rdn mo Salvaje" o segui dejándolo a ewgo.&i adminfstraitor, p t~ que mi m 'desea pedirte es que cuando ZaC h s con Ignacio; sladarse a Santi yas. en él para que se decida a 'Mercedes tendrá e2 ni60 a fines de ano y t.Zi comprend que'no puede irse al fundo. Si se radican en Santiago -drds vivir con ellos allá, io que es estupe.ndo e n vez pasarte enterrada en - el campo. Calculo. que esta carta te iiegará antes de que Ignacio vaya ET ccpáramoSalvajen y que tú le insistirás en que acepte la proposikión'de mi '(. Y. 90. -. '*. I +.. '. i.

(84) .,. . ... , . ’,. ,I. _..I. _3’.’. . .. “ ~ ~ í imeditó ’ ’ , Catalina. Entonces tuvo gana% de a gritos.‘Abrió la puerta que daba + uno i de los patios interiores, 9 observó las brimas de hierba creciendo. ta9 i h quiero por so-sa otxtante, una. separárse de ella?’’ vaMa a aparecer.... .. ..

(85) I.

(86)

(87) I. 1. ofrecer? -¡Oh padre! Mi deber es decid& algo. E¡ sacerdote observó el gráfico que señalaba la cur$ ascendente de la temperatura, y esbozó una sonrisa: -Quédate tranquilo, Valenth N<e$tro Señor dirá por ti. -. 10 Estaba obscuro cwanda I de. crPhramoSalvaje”. HabJa damente, y de$pu& de chos camhss que separaban CM . cercano al fundo, deb% conseguir Carabinero6 y ammde.rla Se sentía cansado, cubierto de ’. I. .. ánimo vasi.6 bru cabalgaüura, La voz 110; aunque no le em. alumbrando la galeria, pro. .. b. Inclinada sobre u n libro que no lee.. Ahora se levan@ y mira hacia e1 camino. ” 94.

(88) tm veces. Ahí. agobiabar, mien-. el cerco hostil de.

(89) *.-. -,. .. das, &das, inundaban el patio. La .luz cruda d e una ma. ñana de diciembre se filtraba por las junturas de 10s.gostigos entornados. De pronto Catalina record6 que nuevamente era la vispera de la Inrnaeulab. Concepción, repitiéndose invariable bada a h . Otra ve% surgirh. e1 cura, un poco m b 8 gibado, sobre el loma de una mula milla; .y renacería aquella atm6ifera de histeria cokctiva, antece;LEiendoa la confesibn de 10s pecadcs. o$ pdpando un luendo captar una resgar junta a sí, en el pkacibpr6xkm. Er pido, de Siempre. Sabía que se encontraba, sa& y pscibia la saledad dentro de su propio c , lgrtal que si Ee hubiesen vaciado e€ inútil entre las piernas, y aq~~trois movimientus esitérjles,. cerca del eskm, porvenir, rediza mientras 6 - h le. molino. Adivinaba el las daba de bruja y . w.

(90) suerte le m e r a la visita a la bruja. Dicén. -Mala. e ella necesitaba; poco' de un naipe o de.las. Después, cua& torció las'bridas del cabal@en dire& ción al estero, escuchó un canto desabrido emer@& desde el interior de la capik:. -. .. I,. .r. 7,.. *. Venid g vamos fodos c m flores a Marfa. "_. .. -. Por el camino avanzaba un grupo de &os, descal: ms,travendo raidad azucenas de papel entre las manos.. .. IC. -. Oyó el ruido amortiguado de sus pasos en el suelo de tierra apisonada. Algo semejante-a un ser humano-se mo-' vi6 dentro del cuarto: -Adelante. ,aáelante. . Catalina descubrlá entonces a la anciana. Se hallaba encuclillatta ante un brasero semiapagado: -Acérquese... .. .. .. \. -. -¿Me conoixs? -6Cárno no la he de conocer, patrona?. -&Es cierto que eres capaz de adivinar el futuro? . -Si lo dioen. ,así ser&:Pero no se quede _sSri, parada. No me Qng@ , miedo, que yo no le hago mal a neie: .. pai.am0.4 c.. 97. '<j.

(91) .. ,. -. Túdirás. La otra mordis'que6 la punta del ciguro y esdup!6 en *. '. .. I. -. '. -@It? harh arreglar el ranchb? -preguht6-; &h d invierno se me iiovió enterito, y YQ n o consigo ya fuerzas con qué trabajar. De. las dos vaquillas qqe tenfa,. se desriscó.. , Y las'gallinas.. ., bueno, ponen harto poco;. o Ventura, que se ocupó de .. la tía. e a ver la suerte?. -Muchos secreb -La vieja entrecerró der de adivinar es d. gallo le cantaria. Es.. que.. . -&Qué? -Antes pas,ará agua bajo E puentes, y-. . . -tramformó la voz casi en un s~mm-&ros hombres se 1 acercarán. ,---~Ol;rosshombres? &Enesta soldad? -Un joven rubio y uno trigucfio muestra la cenia 98.

(92) . . .. , , . o. .I ‘. . .,. 8. .. p &IO c ~ a n d oe a p r e c i a se cumpla, el que t~. mere. -Que el Sefior me la conserve, patrona. . Caklina. sonrió. Wna nueva manera de matar d tiempo -se di@-. Pobre, vi’eja; mienie eon iolturot; hace bien su trabaJo.” -Te haré arreglar el rancho -gritó, mientras se+le jaba orillando el estero. Miró en rededor. Existía una quietud, una inmovilidad sobrecogedora; únicamente el eco de las pisadas del cabhllo marcaba un comp&s’monÓtono.Por la mente de Catalina cruzó una idea áspera, inasible: Dios.. ,. i. 12 __. -¿Qué tienes,‘Valentín? ’ ~l reparó en la Uuvia goteando por los vidrios, y en esas qarm de mujer,.independientes del restó del cuerpo, manejando- eon agilidad los paliilos de acero y el ovill~~de laga. ’ -Nada. .,nada,Merceüitas. En la cuna, el ni50 ibriqueó. Sin abandonar el tejido, Mercedes obser+ó a la criatura. I -Hoy es el dia libre de la niñera -explicó. Eb seguida contempló a Valentin con ternura-: M e pareció que estabas un poco €&te. ¿Por qué no confías en mí? - ,. ’ 4 hago, Merceüitas. Q9 \. 4.. ra. .. \.

(93) L. .'. de',bum &nirno, y después.. ., pÓco a pow, émp&pas a 'mguidecer. . \ -@s probable. . . Pero mi punto de vistá debe ser demasiado 'su'bjetivo. :Todo anda perfectamente, &no.es ' cierto? -perfectamente. Ígnacici - es un buen marida, un buen padre, económicmente ha prosperado,.y . . ni siqWera creo que me engafic. -Ella emitió una breve car. cajada en la que el m acño percibió un*matiz histérica que desconocía.. -jEntonce -Ñri es un. a precisar 'a través de h-hÚs cqncretos, y ya ves.. ., tú la has Caphdo, Valen. tin. Y y&. ., yo que me siento frente a él, en la mesa, a las horas. de-comida!. Ya que Po oigo respirar en las _ _ noches. -&Qué descubres? -Muerte* riidíctllo? Tenemos art bija, g pronto es una prueba de vida, d r á a decirme. Pero no basta: Unic s est& la vida.. Tú eres cat&. .. L. I. %. /. e. de luchar por Ignacio. . . e quedo .aferrpda ante la canmrme a di también, ea hais intentada. hablarle abiertamente?. se a eso, soy fnca.. -&@é . -. -. mano... onaria Tu deber.. : quieres? Toda batalla est6 perdida de ante -.

(94) I. ‘ser. un .sacram&--.AWnque- -. ~uch-as ve&$, pmprendefl’ de dudaEío; @y dgbii, c i fie, pero mi4e’es apehas tibia. .-ratoque habh dejado el tejido inmÓvii Yió a cogerlo;- desesperadamente, tmndo,él feSto de sus energias en el ovillo d e lana. ,-No, pb permitiré que la muerte me atrape -mur-. muro. -Lo Único que puedes hacer es dirigirte a r$i sa cerdote’ypedi~lie,que te guíe. -&De qué servirla? Si Cristo bajara @ la tierra, lgnacio se las amleglaria para exigirle que lo &jara en paz. -Ahora ella sanreía nuevamente, con la sonrisa habitual, serena‘y dulce-. Perdónme,’Vdenth -Log&, soy una tonta egoísta. Emp-4 buscando m a confidencia, y he terminado desc&rgmdomis problemas en ti. Erh la hora.’EE consultó el reloj. -Des$i.aciadamenk, tenga que irme dijo-. Mu-ce ditas, si tú me aubri.zaras,.yot e pondría en kontacto con.. . -0lvíddo. -Mercedes Is ztcompafió Plasta la puerta de calle-. Olvidalo -repit.ib-. QuizBa no sean más que murrencias tontas. Honradmente; es rib buen marido, UTr hombre correctísimo, y M o anda perfectamen€e. Adiós, 9. Valentín: -se estrecharon la mano-. si lb escribes+ a Catalina, dale mil cariibs de mi parte --ahdi6. ‘ -La puerta se car6 tras,& y Vatentín pensó: . ‘“Catalina..‘. Si ella quisiera. ayudarlo. .. Agitb la cabeza desechando esa iaea y, arremanghdo? la sotana, sstftó las pozas que inundaban el jardín. Otro invierno ,*. ‘y. ~. mmenzaba.. -. 101. ..

(95)

(96) -1.

(97) bia cambiaao; al .menos no de un’mado notori0. Sin em- I bargo, ahí’ estaba-esa sensación del tiempo que, transcurría, lanzándole encima 19s dias, los meses, los años. - inexorablemente. Pensó: ICYcuando despertó del sueño, la estúpida “bella durmiente” era joven porl fuera, pero por dentro una vieja, una vieja inutil que se pasó la vida durmiendo’. Durmien‘. do y esperando”. Catalina abrió la puerta que daba a la galería. -¡Teresa! -llamó-. ¡Teresa! Esta se incorporó a me s en la &la mecedora. -¿Qué qu$eres? -pr nt6, mirándola a través’ di los lentes - obscuros. Tenía .la nariz brillante de crema ; se tostaba al sol. -¿Te gustaría que convidara a alguien a $asar las vacaciones con nosotras? . . --¿Alguien? e Valentín. TÚ -Sí. Fue CQ oído hablar de 61.. . -¿Jaime Lira? O . . . ¿No sFrá un eu supongo?-j@& ocurrencia! Es poeta, y escribió esbe libro. -¡Debe ser un latero! -Terre& se ‘acomodó en la Convídalo de todas maneras -dijo-; aun a aguantar el aburrimie .. d. 4. ‘. quería ir a la pl pero Nacho me obligó a venir a pañarte. Y ahora . vivo con ellos en San &I, no me queda m b que ob@ cerles. óximo ano le esc iré di Ignacio pidién de esta obligaci La muchacha se paSeÓ por la galeria, consciente haber alcanzado la misma estatura de Catalina; .cons& te del cabello largo y rubio, atado en una trenza, baila graciosamente sobre palda. 106.

(98) -'i% has vivido siempre. aquí.. .; para ti es d i s t i r i t ~. -mwullb.. Agradeceria discutir libro y ver a Narciso reflejado en la fuente. Avisa dia y hora llegada. CATALINA.. Después ató las riendas del caballo a una de ¡as varuinosa en que mncionaba el "bar-hotel del pueblo. Varias cabezas se levantaron desde las botellas d6 vino tinto y 10s naipes sucios. Catalina golpeó. con fuerza en @1 mostrador : -¡Una cerveza! Encendió un cigarrillo y bebió lentamente, sóstenimdo esas miradas que relumbraban bajo las anchas alas de los sombreros. "Lurmullos apagados zumbaban, resbalando pbr las dombrias paredes. De pronto, algunas voces se alzaron: -No es lugar pa' una dama. . -Y si anda sola. . . -,Ella sabrá lo que busca. Escucháronse risas,pro-. ic. '. I. caces.. -Mejor es que se vaya, señorita.-cuclíicheÓ el mesonero. Alguien desafió: .-Animate vos,Memo, que sos tan aniiiao. . -Ofrécele agW. 107 ~. *. _-.

(99) .. *. vi-. que. fe .. El Memo,empinando su desgarbada figura en l& altos-tacones de sus zapatos de huaso, se acercó.. -iApártate, roto cobarde! -Catalin,a. ~. hizo chasquear la f u s t s : ¿A quien crees que le estáls faltando el-res. peh? iApártate o los mando presos a todas! ¿Me oístc desgraciado? Sin comprender, urgido sólo. por el tono de violencia con que lo amenazaban, el muchachb retrocedió. Catalina 6 el consumo. Eh seguida . - bebió e ! resto de su cerveza y les dio vuelta Ea espalda, 16.e1 viejo-. Ella y el carajo -¡Perra cabrona! -c del Nacho &ataron ti don’Mjas. U si VQS no te apartas, Memo, fijo e i que saca la p$tah p IEhace cragat fuegc -Segundo Rojas se perdió en la nieve -refutó el me sonem, intentando calmar los ánimos. -¿En la dwc? 1 rdeFmati& per@! Pe.bajo del pisa de la casa c u e v l h que io en hay es que si vos n~ t e pmís del el boliche. Te que a los pacos. -A rnf io me compr -¡Igual que -a 10s peos! -repiti6 un hombrón-. u don Rojas . . ya. +vande .esta, Cuando desapareció e pa’ los tres &os y m a pedirnos que la mmpñ&amo$ Imtia. Jueron también los In tamante, que son nací08 en “Páramo Salvaje”s y t d b s concordaron en que a un hombre qué ha di^ en sus ea no se lo cornen lo& perras en el trecho que va Cae su rancho a la casa del patrón. -¿Y qué cansiguieron que no juera perder el tiem . ,PO? -silbó el viejecilla, insidioso. -¿Qué consiguen los pobres si no es que les hagan tarnañas? ¿Ah? -exprei(zó el grandote, con un simficati108 a.

(100) ganas con pitiar,'porque el borracho de SU padre se la.desbarrmcao,y ya que naide iba a bajar doscientos -inter9ins el can-. I. 109.

(101) tads a cumplir la lecciórn aprendida de, ignacio: era. _- lope a. través de la.tarde.. - J i. -_. L-. <,D,esdela galeria la vieron avanzar: -Catalina, i.pr qué no me dijiste que era tan es pendo? -gritó Teresa-. iES maraviiloso! Parece actor . ’ cine.. -$‘e gusta? a’arnpo~c~ yo me io imaginatja así. 36 lo conocía por carta y creia que Narciso eqa un mi Descendió’las gradas que la separaban del camino fue a sujetarle las riendas -¿cIónio est& ~afme? -iPerfeCto! . .. Nadie logra-ria nunca Fee lazar a Ignacio; Cat .na lo sabía. NQ obstante, le agradaba que Jaime Lira encontrara allí, con sus veinte años y su luminosa belle Aquella n~che,terminada la sobremesa, a la hora retirarse a los gormitorios, ella regreso a la biblioteca abrió de par en par las ventanas. Escuchó rUidcw dista I. #. .,I. 110.

(102) vió a acodarse en la ventana-.. Mlanana habra luna. -¿Luna? ¿Has visto nada más repugnante que la luna?.Es un elemento decadente y .de.mal gusto. - -De todas maneras servirá. Mira: iremos por el camino d* las piedras de pizarra hasta la laguna.. . -Narciso prefiere el sol. &Porqué me mandaste llamar? Contéstame. -¿Te arrepientes de haber venid& -No; al contrai.io.. Existe algo que -me atrae enom&I mente .en este lugar. -Se sentó en uno de los-viejos sillenes Morris y apoyó la cabeza en el respaldo. Un momento permaneció en esa actitud, quieto-. También e n ' ti existe algo que me atrae -añadió luego, con-un tono ,adormilado, de niño-, algo noble y valiente. ¿Ellas se. .. .. :-.. e. '. .. sther, Judith.. . - c r e o que eran muy antipitic&; lo menos femeni-. . Pero eso me da confiagza, p m p r e n -. las mujeres como tu hermana Tere-. -Teresa es una niña. ... -Una nEa que rie igual que si le hicieran cosqui]las, y que debe oler a calzqnes.. . - J a i m e hizo un gesto de asco, 3 repentinamente. se incorporó, animándose-: ¿Hay fantasmas-aquí? -No hay otra cosa que fantamas.. -iEspléndido! Cubntame historias de fantasmas .111. .. -.

(103) Caminó pop la sala, adueñándo rbnh,comanes teatrales y elegantes y mo si le hubiese faltado el aire, pegado a una de las pa.) redes, con los brazos caídos-: Catalina. . tÚ ¿tú no. .. eres virgen?. -. y. C'. -NO.. T a n t o mejor. -Cerró los ojos, respiró horzdo, y su voz tuvo el tono de una stíplika-: Me enseñarás a hacer el amor, Catalina, ¿no es cierto? jDime! Necesito entrar en ti.. . Creo que estás hecha de otra hateria. . . y que eres distinta a las demás mujeres.. -¿De qué estoy hecha? -preguntó ella, sonriente. -De tierra.. . Una tierra limpia y generosa, en la que yo podría hundirme sin miedo. . . ¿Será así? iPromékmelo! o. -Catalina se empinó y besó a Jai-Te io pr me en 1a.frente-. Buenas noches. Es hora de ir a dormir. -Buenas noches. -E1 muchacho abandonó el cuarto en silencio. \. -3 Senora. I. SANTIAGO.-.. Querida Melrceditas, te ewn%o para' que me dejes verme lo antes posible. La Ca con un tipo c a m p ñ e m de o" de V a h t i n que se libma Jaime ~ & aLo . convidó a pasar el verano aqui @ yo $ti que ni a ti ni a Nacho lea gustaria el ejemplo que me e&% darido besándose todo el tiempo delante de toüo el mu* do ei2 todas partes. N o es que yo quiera arpmr bqche pero no me aarada tocar el violin n2 menos a mi h 112. -.

(104) I. TERESA.. Mercedes alar@ la carta a Valentin. ¿Qué te parece? -preguntQ al c a b de un rab-. Lbgicamente exagera. Los habrá sorprendido una o- dos arecés con lbs manos tomaxias, y. .7. -No, no’exagera. Yo he viyido durante muchos a6os separado de Catalina, y se podria decir que no laxonozco; sin emllargo.. ., J cosas que intuyo, qu9 he wtnidcr siempre. -tTÚ piensas que ella y.Jaime Lira. . .? . -Desde el tiempo en que eilos aún no se conocían, 19s he sentido ligados y sin voluntad para de€enderse. . -Es raro. El tiene más o menas tu edad.., . ¿Crees que puede existir amor.. . entre un ’muchacho tan joven y.. ..? -Amor no. Una necesidad, Mercedes. ‘La necesidad de afirmarse el uno en el otro. -Ser& , mejor traer a Teresa .a Sai “ago o enviar1a.a caw d p mis padres. Por otra parte, me imagino que los celos no están ajenos al asunto. . -Si yo pudiera ir a “Páramo Sdvaje” y habiarles.. . -No te preocupes. Confía el problema en mis manos, Valentín.-Mercedes se llevó un dedo a 1s boca, ordenando slienic@. Habja escuchado +el ruido^ de una II. .. I. ~. ’113. ..

(105) ¿O por. na herirlo a él? ¿Qué presiente eUa, y qué presim -to yo, que necesitamos callar? ¿Y Teresa? TanrSibn contaremos con su cohplici.dad.' Primero se intentará convencerla, con dulzura y, finalmente, si se niega a gi2aRhr. la impasibilidad de Ignacio, fuerza es la que empuja bdio esto, Dios mío?' -Me encantaria ir unos dias a la cata -inventaba est& de acuerdo, Nacho, le e a ahora Mercedes-. Si 6-é. $una playa que no por ejemplo, ' El asentia. B i d. te ié importaba poco. in6 por la Avenida Proviea4o por d'mlde ver. conformidad de 10s germ de hombros: Pero exitretenfdo en coimar t simple capricho. Dos muchachas pasaron a su hdo: -jMka, qué curita Ian jovencito!.

(106) 1. rw. !. Y o estoy irremisiblemente condenada -dijo Catalina, y sabomndo aquella palabra, repitió-: Irremisiblemente. -¿Y &so qué significa? -preguntó Jaime con soma^ Sé -encontraban tendidos el uno junto al otro, desnu- ‘ dos, encima del párapetm de piedras azulencas, al borde de la laguna. -Bueno, es. igual que correr y correr sin dar’nunca con el punta al cual te diriges, abrir todas las puertas y no hallai: lo que buscas, no tener plenitud jamás. , -Pero sin llamas. .., ¿y ni siquiera,con un demonio que te entierre un tridente en el traste? -Eso sería lo de menos. -No, así no vale. El verdadero infierno es con azufre y fuego y- alaridos de dolor; tal como lo describía mi abueMa. El tuyo es asquerosamente intelectual, Catina: puertas, carreras, plenitud.. . Huele a esos manuales de ,psi. colegia pasados: de moda que tienes en tu biblioteca. -También hay rechinar de dientes, y tfi lo sabes, JaC o D ~ k h .“Transcribo:mi ser aproblemado o mi no-ser en rebeldia. ” No ser es el infierno.. I. : 115, \.

(107) desliz6 su brazo derecho bajo la nuca de.ella. ~ Q Sde. !. Jaime,. . .Luego el crierp de kl:. manos, piernas, sexob Pero no había pasión en esa ent3ega9era algo similar a un juegb, W&rtoplacer estético solamente”, pensó despaés, librbdbse del abrazo. Y recordó la sensación de darse & Ignacio: .sensación dolorosa de estar desollada viva# y a , la vez envueltá en la piel de él, compartiendo las mismas arterias, ia misma sangre. 1 +Ven, Catina! ¡Vamos a bañarnos! -El muchacho ; caminaba por la estrecha terraza, .haciendo equilibrios. A Ella mirb hacia arriba, hacia la enorme claridad que . la circundaba. Entonces los distinguió, descendiendo fúnebremente. “Algún animal muerto -se dijo-, por eso bajan los buitres. Algún animal, o. . . un hombre ¡No! Imposible.. ., hace tanto tiempo. ¡Tanto tiempo!” Tapándose los ojos, . borró aquel revolotear de plumas negras. “Ignacio -sollozó-, ya ves, aunque consiguiera li- ’ brarme del amor y del deseo.. ., y no oyera más tu voz, siempre continuaria unida a ti por el recuerdo de la muer- ; te; corriendo sin destino, abriendo puertas inútiles, bus, cándote, perdida en el infierno.” y. +a. ~. 8. \. *. .. ,. .. .. %. Teresa lanzó el,telegrama sobre la falcla de CaWina: -Ordena que me hhsillen un caballo para bajar al puebla Me voy. G,I La hermana mayor dobló cuidadosamente el papel, y lo dejó sobre la repisa de la chimenea. - 116 U . % -. \. -. / *. -.

(108) t. i.

(109) D. lb $. -. zqja. ka?. me... Por faror. -DQaaos selas XXII m. mq.ilicó CataIina.. I-. -. .. c.. -con el mayor gusto. V o i v i ó -a iienai suAva-, encendió un cigarrillo y. salió. -No nos separemos asf, Teresita. -Catalina rozó con sus dedos los cabellos 'de la chiquilla, y ésta saltó hach. '. atrás, escabuliéndose. . -¡No me toques! Te odio! ¡Te o&iol -Lo malo es que no me odias porque mi conducta te resulte censurable. Si en 'ese tiempo sabÍa;S que yo era amgnte de Ignacio. ., ¿por qué no 'me a d i a b entoqces? -Era m u y inocente. -No tanto, puesto que ;descubristela verdad. Pepo no te provocó ni repeikibn ni d o . Y EX? 10 ocultaste a Mexcedes, no por lealtad a ella, sino por lealtad $' mí, -iMentira! -Hoy;én cambio, est& cel Jaime te gust6 deside el -primer dia, y te sientes deis &da, herida.. ., cada palabra de 61 te. humilla. jPObP& 'r"eresat Te voy a decir algo que cunvime"quesepas: 61 no %eha enamorado de mi. Quizás en unos afios miis se case con otra, mujer y te apxpmiento. Pero rea era, prsteccián, confianza, hos no se interesará jamás una mddre que urn amante, a1 rev& de lw hombres mmo Ignacio, que vivea recordando a la fmdo, necesitan exlav U~ZQ una la tomó alieato, y en sp i d a grit6, furia-: iY ahora sal de aqui! -p~spués, Tiendo cerrarse la puerta tras 1s silueta de Teresa, la'xubia tr "Desgraciadamente, ni ella ni yo hemos teminado tie hacernos daos'. \. -. e. I. '. va$. 11%.

(110) .. -. noemas. Por las noches hacia el -amor. Á veces tocaba el r piano; el desafinado piano en que Olga solía ejecutar vie- jas melodías. Catalina encendia el fuego de las chimeneas; iba, con el administrador y otros'hombres, en busca de ganado perdido en la montaña; daba&rdenes, y se aventuraba hasta el pueblo, donde, según contaban, bebía apoyada en el m e són &elbar. La Zoila se resecaba como* F a momia y no hacía n& da, salvo quejarse y arrastrar las chancletas por los corre- . dores.,La beileza de Jaime se le ocurría algo sobrenatural, . y no cesaba de compararlo con la imagen del Niña Jesús de Praga que tenía en su dbrmitorio: --Harto más precioso Jaimecito -concluía g&mL mente. La .bente del fundo aceptaba lo que viniera. La.patroi na y el &nini&ra&or estaban salierrdo adelante -con la ,_ _ hacienda, y además -la primera había hecho arreglar varios ranchos. Que tuviera a un hombre instalado en la casa' ya m les importaba.. -Peores cosas hemos visto -decían, encogiéndose de hombros. Una de esas tardes, Catalina entró en la - Woteca, se :-. quitó la manta, la sacudió, y se arrimó ai fuego. Jaime . no levantá la vista de sus cuadernos. -Voy a-tener un hijo. Fui a consultar a la matrona del pueblo -anunció ella, muy tranquila. El quiso encontrar algo ingenioso que'decir, pero no @O con las palabras. Y hubo un mhuto en que ambas '. \. -%. -h..

(111) .-. .. .. . .. .. . .. .. ,. granizo arañando las techumbre&, 10s ruidos que’siempreles asaltaban cuando el puente que. daba cortado, y se descubrían El)jenOS el uno al otro, soli-. tarios. Despub, 61 preguntó: -&Piensas tenerlo, Catina? -Naturamente.. -rei. ’,. .. \. -Por favor, Jacometto, 110 te compliques con esto. No soportaría grre te sidtieras comprometido a representar el papel de padre; me darie demasiada risa. Tii, mi lhdo, puedes seguir con tu vida de siempre. “Jugamos a la generosidad frivola- -pens6 Jaime-; Preferiría tanto más el liante, el típico chantaje femenino, los !‘qué harema” y ‘“qué;va a comentar la gente” de las mujeres comunes. Mis prtmas, p r ejemplo, se tomarían la cabeza a dos manos, y uno llegaría a creer que s m débiles mujercitas. Ella, en cambio, pretende reduoirme al papel del &gano: ‘‘Note aproblemes: my yo la reina fecundada”. ¡Que se vaya al diablo! Es mi hijo, mío.” Y lo soñó identia a si, má% bello quizás; su propia imagen desdoblada. frente a mí para ase“En treinta anos m b 61 e gurarme que la juventud pe y luego vendrán sus hijos y sus nietos, . .’’ -¡Es mi hijo -emlam&-. Tia eres el v a s a . .,’la tierra en que go Io planté, pxnprendes? ¡No hagas la abeja reina, mujer riekíeuhl -Apmximánd+e, tendió una mano hacia elia y la apy6 encima de1,vientre todavía liso. A través de las ropas, Catalina percibía el calor de esa mano; el calor-yla ternura. -Te quiero por este gesto, Jaime -dijo-, y pase lo que pase, nunca 10 olvidaré. ’. ’. &--. -. 120. ‘.

(112) I. ,. a’*. ,. am. mismq, Jaime detestó, &así de i n d a t o , el nto empalagoso que -desde ya lo unía a Catalina. , necte&dad de contemplarla curno 8 un objeta ió, precisamente, la ternura que- se .le desbórn modo invoiuntario; odió la respnsabilldad dL saberse p a r e . Y la agradable existencia en “P%ramQ$ai.vaje” se le convirti6.en un martirio. ‘Sentada junto a ia chimenea de la biblioteca,‘fratab inút@nen.te de continuar con la serie de poemas que fop marían su nuevÓ libro. Pero bruscamente se interrumpía: .. >atina, no pensarás salir con esta nieve. Y no creo que estés en condiciones de montar a,caballo: Quédate” aquí, a mi iado. Ella obedecia,- y él sentía sus ojos claros pespndo endma del papel y de la lapicera que se inmoviiizaba en- -. tre sus dedos, volviéndole rígidas todas ias ideas. -¿No podrias hacer algo que no sea mirarme? ¡Di$ cúlpame, linda! No logro concentrarme, Genti-ndes? Es cansador ver caer nieve el día entero. Después besaba a Catalina en su boca curvada en una sonrisa plácida, y se descubría prisionero, asfixiadG con sus propios sentimientos. Una, noche lo asaltó la idea de que el &o que ella . esperaba quizás no fuese hijo suyo. “ES de loco imaginar una cosa así -reflexionó-. Pero Catina tuvo otro am-an- te, y.,. .;-&quiénme asegura que fue uno solo? Y esos viajes al pueblo,. las idas a la tabegqa. . ¡Qué sé yo! No es que suponga que pretende engañarme deliberadamente. Claro es m e si el niño no es’ hijo mío ....” Ya-&-deseaba el cuerpo de Catalina. Ya lio expedmentaba la sensación de seguridad, lograda -enlos co@e?b ZOS, qi “aferrarse.a su cintura igua,i que a. un madero”+ ’. ir. \. .. ~. I. >‘.

(113) . .. observó los copos blancos desmigajándose tra’s. t í . . . ¿Seremos amigos algún dia? -Llévate mi manta; -Descolgó. el poncho de vicaa.. a arreglar mi maleta. ‘3nsoIent e act. ~. la mano, y él pensó: de abeja reina. Quieo recordarla. de -la 18mpwa- de Umesita rosados se esparció c$lidaafrebujó en el chal de eny r. .. .,. --.

(114) viembre. T e extrañará que haya dejado pas&. tanta tiempo g no habldra antes. Quizás necesitaba encontrar un momento de verdadera'calma, un momento en que putfie- - ' ' r a encarar los hechos con objetividad y r-'?rirmeTr dios sin ningún ofuscamiento. Ante todo conviene que sepas que no he actuaaa a immxlsos de una .gran pasión, y lo que Teresa pueda h i . berte informado con respecto a Jaime nq caka con la . _ . realidad. Podria definirlo, si mis palabras m te suenan . demasiado chicas, como una eswrtie de Paréntesis e71 medio de muchos dius amaraos. Fuimos dos buenos camaradas, fios dimos un poco de alearia, u nos auuflamqs mutuamente. Creo que no tenernos nada que rmroc%ar.nos el uno al otro, 21 ohlfcrarlo a recron.gcer deberes pa- - .- ternales me pareceria sumamente ridicule. La única responsable, por Eo tanto, sw yo. P e ~ op r b . . cipitzré por aclarar que no es' el 'anhelo de ser madre Eo . que .me obliga a conservar a este niño. El sentimiento del amor mafernal es, para mi,una forma mQs de amor hacia . un hombre; en consecuencia, sólo pod?kz expeHmentarlo, verdaderamente, si eSperara un hijo del hombre de qiiien estuviese enamorada, y éste no es el casa. Sin embargo,_ . . no habrz'a aceptado .ulprinzir una vida, pese a las muchas complicaciows que pueda acarrearin.e. No considero 4E ' Ce Únicamente el amor maternal lastifique esta decisi&n; también pesan el terror y el 0dio.a la muerte. I g n a ~ ome compre@erá,, . Finalmente, u con resnecfo al fufwo del n%6, Creo que- tu infervencidn swá fundam.enta1. .Aunme vo no . cuenta con much.0~medios de subsistencia, hetratado de aue "Pdrumo &&aje" produzca y n: resulte una cama I. >. I. I. I. Y 2. .. . .. -. 123.

(115) furmafa un ser humano.Por eso te p es, y cuento contigo. más que w n c a necesito ~ j l ea Ignacio que saberlo cerca de mi. Te abraxa, -=. Cuando terrninó de leer, Merceiies escuchó el ru-idc que su marido hacía'al encender un cigarrillo. -¿Apago la luz? -preguntó. -Mejor. Se quedaron un rato mudos. Afuera llovía. me haré cargo del niño; diremos que es hijo nuestro. Por suerte ella es muy joven aiin.. . Su vida no está arruinada, puede.. . -Su vida está arruinada desde hace mucho tiempo. --¿Qué harás? -La próxima %semanairé al campo. Me necesita. . . ¿no dice eso? En la penumbra, Mercedes estiró una mano buscan do el cuerpo de Ignacio, pero la recogió en seguida. Presentía el dolor de 61, allí, en el silencio, y no obstantc 'permanecía cada uno en su rincón, aislado. -Sí -afirmó-, debes ir. Es lo justo. r. I. d i el patr6n no la mata esta vez, ya no la m a b nunca e x c l a m ó la Zoila-. Miren que mandarle a decir. uue está esperando un chiquillo. . . ¡Ay que ver! ¡Ave a. 124.

(116) a-,continuó,tejiendo, sentada junto al fogón de. .. -¿Así es ,que tU crees que -1legará'hechoana fiera? . -indagó, -soltando la risa. ' -¿Que no conoce el genio que se gasta don Nacho3 . LO peor es que también cargará canmigo. -¿Contigo? ¿Por que? -jPOF qué ha de ser, pues! Por hher la vista gorda... ¡Que a eso la Ueva a m a el cariño! Y si el patrón me lo echa-en cara, bien merecido me lo tengo por cbnsentkle susguterívs. . N o digas eso, Zoifa. Y no llores, no seas tonta. Toma, 'iímgiate los mocos con este pafiueio. -con cierta di-. ficultad, Catalina se agachó a recoger algunos leños. -Traiga para ac8 y no haga fuerzas, alma bendita -protestó la vieja, enjugándose las lágrimas al-mismo tiempo .que l e arrebataba los trozos de m a d e r e . Yo le avivaré el fueFo. -Y sigui6perorando, a media voz, con el rostro inclinado sobre las llamas, r-riejánte a un demonio pequeño y encorvado. Eran los .días en-que el sol se OCI; aba temprano. En-vuelto en las sombras, Igihacio dejó que el caballo siguiera -el acostumbrado camino que conducía a la casa. Un muchacho había ido a esperarle, y rnwchaba a su lado, tra- . tando de mantener -supropia cabalgadura al paso lento que llevaba la del: patrán. -¡Ahí Uegan! -avisó la mila, y persignandose se dirigió a la puerta-. Yo ,me voy a, mi pieza rn&smejor. . .-Catalina se.irguió sin prisa, y salió a la galería. -No teagas miedo -dijo-. El no viene en son de a. .. ,'. '. ._. r'.

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