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El coronel no tiene quien le escriba

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Academic year: 2022

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El coronel no tiene quien le escriba

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

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• El coronel no tiene quien le escriba es una obra puntual, concisa, sugerente e inocente en lo expresivo.

Todo en ella fluye con naturalidad. La calidez verbal contrasta notoriamente con lo angustioso y opaco del escenario. Su protagonista, el coronel sin nombre, está inmerso en un círculo agobiante, vestigio del olvido y amparado en la soledad. La soledad será entonces el punto de inicio y de ruptura. Y la esperanza se

convierte en el único medio (y modo) de supervivir y mantenerse íntegro en esa situación. El coronel…

constituye, en suma, una obra significativa, rítmica, con belleza y personalidad propia.

• La trama de la obra se resume, prácticamente, en su título. Un veterano de la ‘última guerra civil’, lleva esperando la carta de su pensión de jubilación, cada viernes, desde hace quince años. Entregado

forzosamente a la miseria, víctima del desdén y el olvido, el coronel se enfrenta cada día a una pobreza junto con su mujer, enferma de asma. El relato constituye los encuentros y desencuentros del

protagonista, su vida cotidiana. Lo frustrante y triste de esta situación es que el anciano aún continúa creyendo que no importa cuanto falte, esa carta, por la que ha luchado ya mucho tiempo al fin será realidad. Y lo lamentable es que no importa cuánto espere, el término “no” del título indica que es algo que ya no sucederá, que nunca llegará. El coronel no tiene quien le escriba, su título mismo, representa el silencio del Estado, que se queda mudo ante las expectativas insufribles del coronel, representa el silencio de sus esperanzas y más que nada, representará el silencio de su propia y solitaria razón de ser y de seguir esperando.

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• La solitaria espera del coronel no es sólo eso. Su entereza, aún cuando esté al borde de la crisis, su terquedad, su pasividad ante lo agobiante, son más que su “yo” individual. Representan un “nosotros”, un “yo” colectivo. “el equilibrio, la seguridad y la perfección de que hace gala la historia del viejo combatiente…. Recoge mucho de la esperanza y de la ilusión de que está hecho cada ser humano…” Así es ese sentimiento de abandono en el que se construirán las múltiples directrices en que se ve envuelto el relato.

• La obra literaria de García Márquez ha condensado su obra literaria teniendo a “la soledad como el eje de su

producción” . Así, el pueblo en que se localizan las desdichas del personaje, es una comunidad costera a la que sólo se puede llegar en barca. No sólo eso, el coronel y su esposa “vivían en el extremo del pueblo, en una casa de

techo de palma con paredes de cal desconchada” , lo cual acentúa el carácter dramático de su situación. No se dan referencias exactas sobre el lugar en el que vive el coronel, pero se puede llegar a intuir que es una región

ribereña, en los trópicos. Calor intenso en determinada estación y en la contraria, lluvias imparables. El paisaje agreste, luego, juega el rol de englobar y aislar a toda esa comunidad y de configurar las personalidades de sus habitantes, para lograr el estado de abandono que sugiere García Márquez.

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• El relato traslada la sensación solitaria del entorno a la enfermedad que únicamente aqueja al coronel. Así es como vemos que el coronel padece ciertos malestares en la temporada de lluvias: “… [El coronel] ‘experimentó una

sensación de que salían hongos y lirios venenosos en sus tripas.’ Qué pasa allí. Era octubre’” . El organismo del anciano reacciona de ese modo ante la llegada de ese mes, y la lluvia solo externaliza el sentimiento de

impotencia. Todo pasa, pero únicamente la lluvia y la tristeza siguen. Además, el haber sido parte anteriormente de un lugar fabuloso, Macondo, es el germen de su dolencia. Los seres que habitan en el imaginario de García Márquez presentan similares síntomas.

• La Paz de Neerlandia, que se convertiría en el inicio de la agonía del pobre coronel . Esto se observa cuando le dice a su mujer “…estaba pensando que en la reunión de Macondo tuvimos razón cuando le dijimos al coronel… que no se rindiera. Eso fue lo que echó a perder el mundo.” Echó a perder su mundo. Ese mundo que ahora lo alberga no es ya el mismo. Ese mundo es trazado ahora por medio de ciertos guiños que el coronel le da al pasado en un intento de sobrellevar mejor la larga espera. Vemos así que hay por lo menos dos instantes en que el viejo militar duerme sí, pero realmente “vive” al rememorar conversaciones o pasajes de su antigua vida. No puede desligarse de lo que él era antes y paradójicamente, es a razón de esto que aún no le llega la carta, aún no le llega el

reconocimiento del estado, y aún no le llega la reconciliación con su realidad.

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• Desde el mismo momento en que es presentado en el relato tan sólo como “el coronel”, sin más, su anonimato se convierte en el punto de quiebre necesario para lograr el abandono en el que se ve envuelto. Tiene una

esposa con quien comparte las penurias, claro, pero su soledad es constante, no cambia ni da visos de ello: “El coronel se dirigió a la sastrería a llevar la carta clandestina a los compañeros de Agustín. Era su único refugio desde cuando sus copartidarios fueron muertos o expulsados del pueblo y él quedó convertido en un hombre solo sin otra ocupación que esperar el correo todos los viernes”. Su mujer acrecienta ese sentimiento con la siguiente oración: “nosotros somos huérfanos de nuestro hijo” . El mismo coronel en un momento de negación de su

realidad, cuando no recibe una vez más el correo dice “no esperaba nada…yo no tengo quien me escriba” Y, luego, una posterior respuesta del encargado del correo dará título a la obra: “El coronel no tiene quien le escriba” . El escucharlo de otra boca, acrecentará el dolor del coronel.

• En García Márquez los caracteres masculinos son caprichosos, quiméricos, soñadores pero al final, débiles y descarriados; en cambio, los caracteres femeninos son sólidos, sensatos, representan un modelo de orden y de estabilidad. Por ello, la soledad en que se ve envuelto el coronel se observa, también, desde la relación con su esposa. Se aman sí, pero eso no disfraza su aislamiento. El coronel se ve enfrentado con la realidad día a día figurada en su esposa.

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Para ella ya no habrá carta. Para ella, el coronel no debe seguir esperando en vano. Escuetas expresiones como“…Y tú te estás muriendo de hambre -dijo la mujer-. Para que te convenzas que la dignidad no se come” , “Veinte años

esperando los pajaritos de colores que te prometieron después de cada elección y de todo eso nos queda un hijo -prosiguió ella-. Nada más que un hijo muerto” ; representan la gran carga que supone el seguir manteniendo falsos deseos. Así, van sobreviviendo a sobresaltos, en crédito, vendiendo lo poco que les queda y al final, la mujer estalla

“Estoy dispuesta a acabar con los remilgos y las contemplaciones en esta casa”, dijo. “Su voz empezó a oscurecerse de cólera. ‘Estoy hasta la coronilla de resignación y dignidad’.” “El idealismo quijotesco del coronel debe convencer al materialismo de su esposa” .

• En la trama de la obra hay un elemento que circunda en boca de su mujer mayormente: la muerte. Es uno de los temas centrales. Aquí, la muerte juega un rol de darle a la narración la atmósfera de incertidumbre, de oscuridad. El entierro del músico es descrito a lo largo de las primeras páginas. La mujer del coronel continúa pensando en él a cada momento: “Ya debe haberse encontrado con Agustín” -dijo-. “Puede ser que no le cuente la situación en que quedamos después de su muerte”. “A esta hora estarán discutiendo de gallos -dijo el coronel.” Pareciera que la muerte es lo único que le espera a esta olvidada comunidad y, sobre todo, a este esperanzado coronel.

• En los tres meses que dura la narración (octubre-diciembre), el autor va insinuando e invitando a distintas

percepciones, por medio de metáforas, de expresiones o de representaciones. La lluvia imparable, la localidad

misma, significan el encapsulamiento de sus individuos. La esposa, sinónimo de la realidad que se estrella en la cara del coronel. La muerte, variable constante.

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• De igual manera, se sugiere el tenso clima en que vive el pueblo. Así la dejadez, esa indiferencia del gobierno hacia el anciano, su soledad tiene razones políticas. Es un sobreviviente al que no le reconocen. Todo esto que lo ha

abocado a su estresante realidad, es una forma de representar la violencia silenciosa que se vive. La violencia social y burocrática. Su hijo, Agustín, fue asesinado por dar información clandestina. El músico muerto, el primero de

causa natural, contribuye a ese clima de violencia contenida. La censura imperante, visible por el toque de queda de las once de la noche, por las campanadas de la iglesia del padre Ángel prohibiendo las películas, por el letrero en la sastrería “prohibido hablar de política”, todo ello demuestra que el gobierno (una dictadura) está para cumplir

“orden”, para detener las voces de protesta, pero no para poder hacer resurgir al pueblo de su estado calamitoso. El mismo alcalde no va al entierro del mencionado músico (mientras que el resto de gente sí) acrecienta la idea de que el gobierno no tiene la motivación ni para mostrar respeto. Sobre la censura eclesiástica, se observa que la iglesia no está en relación cordial con el pueblo, sólo actúa como otro medio de contención.

• En El coronel… el pueblo actúa pasivo ante las represiones y, más que nada, eso refleja el olvido social de parte de la política y de las instituciones. El único modo de “liberación” que pueden presentar se da, irónicamente, por medio de uno de sus miembros, por medio de la verdadera y única posesión del coronel. Su gallo de pelea. Este gallo, propiedad de su hijo muerto, es “un símbolo de la resistencia popular” , es “esa semilla de salvación. Esa

encarnación de vida nueva- el Cristo resucitado- que dará finalmente sentido a la vida del personaje .

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• Cierto o no, la narración da visos para que sea así. Debemos ver lo significativo que es para el propio coronel. En este gallo y en la angustiante carta radica su optimismo. Su doble esperanza: “Quince años de espera habían agudizado su intuición. El gallo había agudizado su intuición”. A partir de ellos se construyen las perspectivas del ex militar. Allí su esposa, su compañera, queda fuera ya de él. Ellos no tienen qué comer, pero deben seguir

alimentando al gallo, quien puede o no tener una victoria en la lucha de enero próximo. Su mujer, harta ya, llega a compararse con él, diciendo que “toda una vida comiendo tierra para que ahora resulte que merezco menos

consideración que un gallo”. Este animal es ya no sólo un animal. Es el símbolo de la resistencia en forma pasiva del coronel. La libertad, la autonomía esperada por él y por todo el pueblo, además. El hambre por el que pasa el coronel y su esposa y en el que se inscribe el gallo (recordemos que hay un pasaje en que los ancianos comen mazamorra de maíz, hecha de la comida del gallo), las precarias condiciones a las que se adscribe también la mayoría del pueblo va a adquirir mayores connotaciones con la posterior (y aún no realizada) victoria del animal en un encuentro de peleas. Todo cambiaría. Así que cuando el coronel, asfixiado por su situación debe vender el gallo, decide finalmente no hacerlo. Cuando lo trae de su entrenamiento en las galleras, el pueblo lo vitorea. Es este el momento en que la soledad del coronel se aboca en una solidaridad popular. La victoria del gallo es la

victoria del pueblo en conjunto, figurativamente hablando. Aún cuando aún esa pelea sea todavía una espera más, el pueblo ya está encumbrándose hacia algo distinto.

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Y así, el pobre coronel en definitiva se enfrenta real y explícitamente a su esposa. Ante la desesperada pregunta de sus esposa, al ver que el gallo se queda con él y con el pueblo, (“Dime, qué comemos”), el coronel se yergue, invencible, victorioso. Escupe, por fin, el malestar que guardaba casi toda su vida de espera con una sola palabra: “mierda”. Es el fin del relato. Y el inicio de la nueva resistencia del coronel.

Como vemos, El coronel no tiene quien le escriba engloba una historia sobre la injusticia, la violencia contenida y sobretodo, constituye un relato sobre la soledad, (tanto individual como colectiva). A esta direcciones se va llegando sutilmente por medio del manejo lingüístico empleado, por medio de las composiciones visuales de las que hace uso el autor y, además, por los manejos de los caracteres contrapuestos expuestos en los personajes, que se simplifican entre el iluso y quijotesco coronel anónimo y su sufrida y realista esposa, en medio de los cuales vaga el simbolismo de

ciertas figuras para poder componer un relato espléndido que alcanza cualquier dimensión humana posible. Su historia es universal, totalizadora. El coronel se convierte así, en signo y consecuencia de los males de las épocas de terror,

mientras que la realidad circundante (manifestada por medio de los otros personajes) lo va a aplastando y minando, quedando en él la única posibilidad de salvación el conservar la esperanza dentro de sí, su integridad se asienta en ello, y en seguir esperando. Renunciar a ello supone el renunciar a sus principios, a su ser. A ser él. Por ello sólo le queda esperar el que finalmente le llegue la pensión. Quizá también esperar que finalmente, le venzan las fuerzas y se entregue a la razón agobiante. O en definitiva, esperar a la muerte, que al fin y al cabo es compañera ya de él, junto con su inseparable y eterna soledad.

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