A más empresa estatal, más mercado negro
Ernesto Pérez Chang | viernes, 4 de noviembre, 2016 8:30 am
Indisciplinas, incumplimientos, inestabilidad de las fuerzas laborales y, al final, la eternización de la crisis (foto del autor)
LA HABANA, Cuba.- Lizbeth es administradora de una tienda estatal de las que aún venden productos en moneda nacional. Ella debe trabajar de lunes a sábado, desde las 8 de la mañana hasta las 5 de la tarde por un salario mensual que no rebasa los 400 pesos, es decir, poco menos de 16 dólares que a duras penas le rendirán para cubrir las necesidades básicas de uno o dos días. El resto del mes, Lizbeth debe subsistir con otros ingresos que no provienen de su trabajo estatal sino de actividades ilícitas, vinculadas al mercado negro.
Lizbeth, como miles de hombres y mujeres en Cuba, dice trabajar para el Estado no por confianza en la eficiencia o en la superioridad de la llamada “Empresa Estatal Socialista” ni porque espera de esta una mejoría económica ni a corto ni largo plazo, sino porque un empleo estatal le proporciona una buena fachada para ocultar sus ilegalidades y le facilita el acceso a los proveedores (estatales) de los productos que ella desvía hacia ese mercado subterráneo que domina casi toda la estructura económica de la isla y que, por ende, constituye el principal sustento de su hogar, integrado por sus dos hijos de edad escolar y su madre que padece una enfermedad degenerativa.
Alexander ha sido durante más de 15 años mecánico en una base de taxis estatal.
Su salario jamás ha rebasado los 500 pesos en moneda nacional, es decir, unos 20 dólares mensuales que, según admite, resulta tan poco que a veces ni siquiera se toma el trabajo de extraerlo de la cuenta donde se lo depositan mes tras mes. Casi nunca toca ese dinero porque, aunque constituye su salario, lo considera una cifra muy insignificante cuando lo compara con las ganancias que le reportan sus actividades “por la izquierda”, que es la manera como se le llama en Cuba a las operaciones ilegales, ya sean comerciales, financieras, burocráticas o de mera influencia.
Alexander, como muchos otros mecánicos automotrices vinculados a empresas estatales, trafica partes, recambios de automóviles y hasta combustible proveniente de las reservas de la compañía estatal y bajo el amparo de toda una estructura de dirección cuyo plus de ganancias, individuales y empresariales, depende, en buena parte, de las gestiones de Alexander en el mercado negro.
Las realidades de Lizbeth y de Alexander no son excepcionales. Por el contrario, son ilustrativas de un fenómeno que pudiera erigirse en paradigma de lo que actualmente sucede en Cuba, respecto a los empleos estatales y su importancia a nivel individual. ¿Representan estos la principal fuente de ingreso en los hogares
cubanos? ¿Existe una confianza real en su eficiencia o constituyen estos una simple maniobra de posicionamiento dentro del mercado negro?
Habiéndose desempeñado durante años como gerente de varias TRD (tiendas recaudadoras de divisas) de La Habana, Pedro Luis Hernández nos describe el panorama de muchos de estos comercios desde su experiencia personal, y señala:
“Se tiende a ver lo estatal desvinculado del mercado negro, que debiera ser el antagonista del problema, pero por mi experiencia, lo estatal está al inicio y domina toda la cadena (de lo ilegal). (…) Eres dependiente de una tienda, gerente o almacenero no por el salario que recibirás de la empresa (estatal) sino por las ganancias que extraerás del mercado negro. (…) En un contexto normal, la administración de una tienda se enfocaría hacia el incremento de las ventas y la atracción de clientes, sin embargo, en nuestro sistema (estatal) hipotéticamente debiera ser así pero la realidad es otra, y el cliente y las ventas pasan a un plano menos que secundario; el cliente y las ventas son una pantalla detrás de la cual se oculta lo que realmente importa, y todo lo importante sucede del otro lado del mostrador donde no está el cliente y donde no ocurren las ventas más significativas”.
Orlando, director económico de una empresa de comercio, ofrece una perspectiva similar sobre la empresa estatal. Para él, una parte significativa del grueso de los trabajadores estatales usan la empresa estatal como “base de operaciones” para establecer sus verdaderas fuentes de ingresos casi siempre vinculadas al mercado negro.
“Sobre todo en las cadenas de dirección de las empresas, donde se tiene acceso a los productos, a los almacenes, donde se tiene el control de los inventarios, de las producciones, de la contabilidad, al sistema de inversiones. ¿En una empresa cuáles son las plazas más codiciadas? (…) casi nunca coincidirá con las más remuneradas. Almaceneros, dependientes de almacén, compradores, están en lo más alto. Después les siguen los directores y subdirectores, aunque parezca contradictorio. Quien ha trabajado en una empresa estatal ha podido constatar que un simple chofer tiene mejor nivel de vida que posiblemente un especialista, un ingeniero, un licenciado y todo debido a los recursos que manejan de manera directa y con los cuales puede participar en el mercado negro. Es chofer porque lo necesita no por el salario que le pagan sino por las cosas que resuelve y que incrementan su salario hasta en trescientas o cuatrocientas veces”.
“El mercado negro ha existido y existirá siempre, con empresa estatal o sin ella.
No es que la desaparición de la empresa estatal sea una condición para que desaparezca el mercado negro, es que los modelos de gestión de la empresa estatal no son realistas y lo favorecen”, afirma Fidel García, licenciado en economía y ex subdirector comercial de una empresa estatal. Y agrega: “el contexto económico actual no es favorable a un modelo de gestión que se desentiende de cientos de problemas que nos afectan y que obligan a concentrar los esfuerzos de las personas en buscar soluciones a sus graves problemas individuales. (…) El concepto de trabajo remunerado que manejamos todos en la calle es un concepto muy vinculado a los instintos básicos de supervivencia (…).
En cambio, en el ámbito de lo estatal no se estimula el sacrificio individual, el esfuerzo individual, que termina diluyéndose en la colectividad, y no se remunera como debiera, de acuerdo a la realidad económica, por tanto, el trabajador se concentra en eso que todos conocemos en Cuba como “la lucha”, la “búsqueda”, que no es más que el robo, el desvío de recursos, y otros fenómenos similares”.
El desarrollo de la empresa privada ayudaría al Estado a librarse de una carga que durante décadas lo ha afectado negativamente (foto del autor)
“Se han hecho cambios en las formas de pago, tratando de estimular la producción pero no han dado buenos resultados y, cuando los hay, muchas veces no se corresponden con la realidad”, asegura el director de una empresa estatal vinculada al Ministerio de la Agricultura: “Eso advierte sobre muchas cosas que no han sido tenidas en cuenta. (…) Algunas son factores que tienen que ver con la gestión pero los más importantes tienen que ver con el divorcio con la realidad económica. Por muy altos que lleguen a ser los salarios jamás estarán acorde con los precios que el Estado impone a los productos de primera necesidad que se venden en las tiendas, de modo que el trabajador buscará otras vías para incrementar sus ingresos y muchas estarán dirigidas al saqueo de la empresa estatal. (…) Eso provoca indisciplinas, incumplimientos, inestabilidad de las fuerzas laborales y, al final, la eternización de la crisis”.
A pesar de que la ineficiencia, el descontrol y el desvío de recursos han estado entre los “denominadores comunes” de las empresas estatales durante décadas, los planes económicos trazados en la actualidad las contemplan como el centro de un posible desarrollo a largo plazo, por encima de las empresas privadas que ayudarían al Estado a librarse de una carga que durante décadas ha afectado negativamente el incremento de la productividad y los salarios y, por tanto, ha profundizado el mercado negro hasta convertirlo en elemento esencial para miles de familias cubanas cuyas vidas dependen de participar o no en él de manera activa. Habría que preguntarse, de manera suspicaz, si la inteligencia y la burocracia que han elaborado tal estrategia económica son realmente “idealistas”
o si ocultan una voluntad por aportar solidez a ese esquema de dependencia entre mercado negro y empresa estatal.