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Yo doy la vida eterna

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Academic year: 2021

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Liturgia: IV Domingo de Pascua-Lecturas-Moniciones-Oración

de los Fieles-Aportes para la Homilía.

Mis ovejas escuchan mi voz y yo les doy vida eterna.

Yo doy la vida eterna

Los relatos evangélicos de estos domingos de Pascua están tomados del evangelio de San Juan. En ellos Jesús sigue presentándose como un pastor muy peculiar: no sólo cuida de las ovejas, les da la vida. Y una vida eterna. Para Juan los términos “vida” y “vida eterna” son prácticamente idénticos porque el creyente en el Resucitado ha entrado en una existencia nueva en la que nada ni nadie se pierde y todo cobra un nuevo sentido. Jesús vino al mundo para que los humanos tuviéramos vida y la tuviéramos en abundancia.

Esta vida que regala el Señor desarrolla su dinamismo desde la Palabra. Lucas, en el Libro de los Hechos, de donde está tomada la primera lectura, evoca esta fuerza vivificadora de la palabra de Dios. Puede ser rechazada, si cerramos los oídos y corazones como quienes se enfrentaron a la evangelización de Pablo y Bernabé. Pero es causa de alegría y acción de gracias para quienes la reciben.

La vida de los salvados se describe elocuentemente en el Apocalipsis, de donde se toma la segunda lectura. Es una vida sin dolores y sin lágrimas que discurre en el frescor de las fuentes de aguas vivas, un paraje renovado al que nos conduce el Señor Resucitado.

Fray Fernando Vela López Convento Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

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Hermanos y hermanas: Jesús, nuestro buen Pastor, nos reúne en torno al altar para celebrar la acción de Dios a favor de la humanidad. Él, que da la vida por sus ovejas, nos precede con el ejemplo de entrega y nos pide orar al dueño de la cosecha para que envíe más trabajadores a su viña. Por ello, junto a la alegría dominical, elevamos hoy nuestra oración por las vocaciones en la Iglesia. Alegres, cantamos…

2) Sacerdote:

Saludo de bienvenida

Las ovejas del Pastor escuchan su voz y la reconocen. Nosotros, dispongamos el corazón para escuchar la Palabra de Dios y recibirlo en el Pan eucarístico. Y que la gracia y la paz de Dios, de quien procede todo bien, permanezcan con ustedes.

3) Sacerdote:

Acto penitencial

El buen Pastor entrega sin medida la vida por sus ovejas y en su misericordia se compadece de nuestras deficiencias e infidelidades. Por eso, humildemente pidamos perdón.

Lector:

– Tú, el Pastor bueno que das tu vida por las ovejas: Señor, ten piedad.

– Tú, el médico de nuestras almas, que nos cuidas con admirable predilección: Cristo, ten piedad.

– Tú, que llamaste a tus discípulos y los enviaste a predicar el Evangelio a todas las naciones: Señor, ten piedad.

Sacerdote:

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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4) Liturgia de la palabra:

Monición Primera lectura (Hecho 13, 14. 43- 52):

Los que anuncian el Evangelio experimentan la oposición de los judíos y, a su vez, el gozo de los que por primera vez los escuchan.

Yo doy la vida eterna

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 13, 14. 43–52

En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquía de Pisidia; el sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento.

Muchos judíos y prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles al favor de Dios.

El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a oír la Palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y respondían con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin contemplaciones:

–Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: «Yo te haré luz de los gentiles, para que seas la salvación hasta el extremo de la tierra.»

Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron mucho y alababan la Palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna, creyeron.

La Palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron del territorio.

Ellos sacudieron el polvo de los pies, como protesta contra la ciudad y se fueron a Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo.

Palabra de Dios.

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Junto con el salmista reconocemos al Señor como nuestro Pastor, quien providentemente cuida de nosotros. Respondemos:

R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Salmo Responsorial 99, 2. 3. 5

R. Somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

Servid al Señor con alegría,

entrad en su presencia con vítores. R. Sabed que el Señor es Dios:

que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. R. El Señor es bueno,

su misericordia es eterna,

su fidelidad por todas las edades. R.

Monición Segunda lectura (Apoc 7, 9. 14-17):

Para fortalecernos en la esperanza, el libro del Apocalipsis nos invita a contemplar el cuidado providente de Dios para con los hombres.

Lectura del libro del Apocalipsis 7, 9. 14b-17

Yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y uno de los ancianos me dijo:

–Estos son los que vienen de la gran tribulación, han lavado y blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero.

Por eso están ante el trono de Dios dándole culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará entre ellos.

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que está delante del trono será su pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.

Palabra de Dios.

Monición Lectura del Evangelio (Jn 10, 27-30):

Jesús declara ser el buen Pastor que apacienta las ovejas que el Padre, con quien es uno, le ha confiado para que les dé vida eterna.

Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús:

–Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano.

Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre somos uno.

Palabra del Señor.

5) Oraciones de los fieles:

Sacerdote:

Orar es elevar mente, voluntad y corazón a Dios. Elevemos nuestra oración al Padre providente, que vela amorosamente por su creación.

Oremos diciendo: Escucha, Padre bueno, nuestras súplicas.

 Por el Papa, los obispos, presbíteros y diáconos; para que a ejemplo de Cristo den su vida por la Iglesia, proclamando el Evangelio a tiempo y a destiempo a sus hermanos. Oremos.

 Por los consagrados, consagradas y todos aquellos que cooperan en el cuidado del rebaño de Cristo; para que el Espíritu prometido les dé el coraje necesario para seguir anunciando el Reino con las misiones encomendadas y con la vida misma. Oremos.

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 Por los gobernantes, que tienen en sus manos la responsabilidad de cuidar por el bien común; para que prioricen siempre la atención hacia los más desfavorecidos y postergados de la sociedad. Oremos.

 Por los enfermos y los que sufren a causa de la violencia; para que nuestra ayuda les manifieste el cuidado permanente y preferente del buen Pastor. Oremos.

 Por las vocaciones en la Iglesia, por los que ya han asumido el llamado y por los que vendrán; para que el Señor despierte en hombres y mujeres el anhelo de seguirlo. Oremos.

 Por nosotros y nuestras familias; para que en nuestros hogares sea proclamado el Evangelio en lo cotidiano y así podamos propagarlo a la sociedad. Oremos.

Sacerdote:

Dios providente y misericordioso, tu pueblo acerca a ti sus súplicas, confiado en tu infinita bondad, que la manifestaste en la entrega en la cruz  de tu Hijo, el buen Pastor. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

6) Monición Presentación de las ofrendas:

Llevamos al altar las ofrendas de pan y vino y, junto a ellas, las alegrías, penas y el trabajo de cada día. Sabemos que Jesús Pastor nos conoce y nos acompaña, entreguémosle nuestros dones para poder dar fruto. Cantemos…

7) Monición antes de la Comunión:

El buen Pastor acude a nosotros, se hace Camino seguro, Verdad que ilumina y Vida que da vida. Que, al comulgar, reafirmemos el compromiso de cuidar de nuestros hermanos, de asemejarnos al que da la vida por los suyos. Cantemos…

8) Sacerdote:

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Que el Señor, dueño de la cosecha, envíe buenos trabajadores a su cosecha; que conceda la perseverancia a los que ya lo siguen y avive el llamado en quienes decaen. Que nuestras oraciones acompañen a las futuras vocaciones.

Bendición final Envío:

El Maestro y Pastor Jesucristo nos asegura su compañía a lo largo de nuestros días. Vayamos en paz.

Aportes para la homilía

Mis ovejas escuchan mi voz y yo les doy vida eterna Hecho 13,

14. 43-52; Sal 99,1-3. 5; Apoc 7, 9. 14-17; Jn 10, 27-30

El Hijo eterno del Padre vino a mostrarnos quién es Dios; cuánto nos ama; qué piensa y qué nos pide; cómo llegar hasta él; qué nos promete si lo escuchamos y lo seguimos fielmente a él que es su Palabra viviente; cómo crecer y madurar a su imagen y semejanza… Dios, que había hablado por los antiguos profetas, ahora vino por medio de la persona de su Verbo a enseñarnos a vivir como hijos suyos, y por eso el Padre nos repite: Este es mi Hijo del alma, ¡escúchenlo, sean como él!

En medio de aquel pueblo de pastores Jesús se presentó como el buen Pastor al que pertenecen las ovejas y por las que es capaz de darlo todo, ovejas que el Padre pone en sus manos. Además, Jesús nos convoca a ser como él, buenos pastores unos de otros, cuidándonos mutuamente.

El Creador nos hizo a su imagen y semejanza, y para que podamos concretar ese proyecto, nos da su Palabra de Verdad, su mensaje viviente hecho hombre a nuestro lado, para que, entre tantas mentiras y maldades, encontremos en Jesús el único camino seguro que conduce a su casa. Jesús es la voz del Padre, y ustedes son mis amigos, porque les enseño todo lo que aprendo de él. Así pues, quien me escucha, escucha al Padre que me envió.

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Escuchar es más que oír o leer, ¡es hacerse cargo, asumir, jugarse por esa palabra, traducirla en hechos, en forma de vida, construyendo con ella un mundo nuevo, empezando por casa. Es edificar sobre roca firme y no sobre arena movediza.

Hoy sufrimos la falta de verdaderos pastores y pastoras porque los que tenemos están apoyados por grandes intereses políticos y económicos, en los halagos de los medios de comunicación y la complicidad de algunos que atacan y desacreditan a los seguidores de Jesús, juzgando implacablemente errores y pecados ciertos, inventados o tergiversados, de sacerdotes o laicos activos, llegando a veces a la violencia contra las personas acusadas. Todo esto confunde, lleva a la desconfianza y hace sospechar sistemáticamente de todo y de todos.

Jesús se lamenta porque los hijos de las tinieblas son más creativos y astutos que los hijos de la luz. Nosotros, que hemos recibido tanta verdad y tanto bien, ¿nos quedaríamos lamentando tal situación? Como nunca, hoy Jesús nos convoca a ahondar en la fe estudiando a fondo el qué y el por qué, el cómo y el para qué del vivir cristiano. Hay muchos que necesitan de nuestro mejor buen ejemplo pero también de nuestra ciencia y sabiduría en materia de fe y doctrina cristiana, y el buen Pastor nos quiere pastores y maestros a su imagen y semejanza, llenos del Espíritu de ciencia, sabiduría y consejo, con conocimientos genuinos y convicciones firmes, muy seguros para dar la cara por Cristo.

Los cristianos somos beneficiarios de la gracia de Dios y también sus agentes en bien de los prójimos: gratis recibimos, gratis y generosamente debemos dar. En el bautismo recibimos la vela encendida en el Cirio Pascual, símbolo de nuestra fe, y se nos advirtió ponerla bien alto, para iluminar a todos, porque, como enseña Jesús, ¡ustedes son la luz del mundo!

¡Señor Jesucristo!, buen Pastor que el Padre pone al frente de su rebaño para reconducirnos al Paraíso de donde nos alejó el padre de la mentira y la maldad, ilusionándonos con ser dioses de nosotros mismos, capaces de establecer qué es lo bueno, lo verdadero, lo malo, lo falso, por eso, de hijos pasamos a ser extraños, y de hermanos entre nosotros, en lobos contra lobos.

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Pero, “donde abundó el pecado, ¡sobreabundó la gracia!”, y tu Padre nos dio lo más querido de su corazón, a ti, ¡su propio y único Hijo, su mayor alegría y complacencia!, para que escuchándote, te siguiéramos sobre las huellas de tu caminar, porque sólo tú eres el camino, la verdad y la vida de nuestras vidas.

Señor Jesús, que cargas con nuestra pobreza y debilidad, sobrellevando nuestras ingratitudes y desganos, sin tanto reprochar nuestras infidelidades, nos pides desandar callejones sin salida y te colocas delante nuestro llamándonos por el propio nombre, nos reúnes con la fuerza de tu resurrección, para renovar nuestra esperanza de llegar a las puertas del aprisco eterno de tu Padre que las abre a todo hombre de buena voluntad, y así descansar en las eternas praderas de su Cielo. Tú, que vives y reinas con él, por los siglos de los siglos. Amén.

LA FELICIDAD DE SEGUIR A JESÚS

En el contexto actual de crisis del compromiso y de los lazos comunitarios, son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado. Algunos participan en la vida de la Iglesia, integran grupos de servicio y diversas iniciativas misioneras en sus propias diócesis o en otros lugares. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!

En muchos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Frecuentemente esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas. Aun en parroquias donde los sacerdotes son poco entregados y alegres, es la vida fraterna y fervorosa de la comunidad la que despierta el deseo de consagrarse enteramente a Dios y a la evangelización, sobre todo si esa comunidad viva ora insistentemente por las vocaciones y se atreve a proponer a sus jóvenes un camino de especial consagración. Papa Francisco, Evangelii Gaudium nn. 106-107.

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Ciclo C

IV Domingo de Pascua 17/04/2016

Puedes ver las homilías de otros años: 2013 2010 Descargar todas las pestañas en un sólo archivo PDF Introducción Lecturas Comentario bíblico Pautas

Yo doy la vida eterna

Está viendo el comentario bíblico de: Fr. Gerardo Sánchez Mielgo También puede ver el de: Fray Miguel de Burgos Núñez

Primera lectura: (Hechos 13,14.43-52)

Marco: Hechos 13 recoge el único discurso kerigmático que el autor de Hechos coloca en labios de Pablo. El fragmento que proclamamos hoy recuerda el resultado final del discurso.

Reflexiones

1ª) ¡Primero los judíos, luego los gentiles!

Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis... sabed que nos dedicamos a los gentiles. El plan salvador de Dios debía seguir un itinerario: primero los judíos y después los gentiles (Gn 12,1ss). Este proyecto de futuro, abierto a todas las gentes y naciones, recorrerá un camino difícil desde el punto de vista de la historia. En la etapa posterior al exilio de Babilonia, para salvaguardar la pureza de la fe de Israel, se fue cerrando el círculo cada vez más, hasta

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el punto de considerar a los gentiles como unos impuros y malditos. El relato joánico nos ha conservado un encuentro entre Jesús y la samaritana de especial significación en este asunto (Jn 4,22). También en el relato mateano encontramos dos momentos en este sentido: antes de la resurrección (Mt 10,5-7); después de la resurrección (Mt 28,18s). Y en las últimas recomendaciones de Jesús antes de su Ascensión aparece la misma preocupación (Hecho 1,8). Todos estos testimonios reafirman la actitud de Pablo cuando observa que los judíos no aceptan el Evangelio. Dios ha querido llegar a las naciones a través de Israel, su pueblo elegido. Pero el destino final son todas las gentes. Se trata de un plan salvador universal. Es consolador contemplar este proyecto de Dios que trasciende todas las fronteras y no admite acepción de personas, nacionalidades o razas. Todos caben en la sala de bodas. Cristo resucitado ha roto todas las fronteras en todos los sentidos. La Iglesia tiene la misión y la tarea de ser sacramento de salvación para todo el mundo.

Segunda lectura: (Apocalipsis 7,9.14-17)

Marco: Sección de los siete sellos y revelación del sentido de la historia. El autor describe la multitud, que nadie puede contar, que celebran una fiesta sin fin ante el trono y el Cordero.

Reflexiones

1ª) ¡El inmenso número de los salvados!

Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y palmas en las manos. Los versículos que preceden al fragmento que proclamamos hoy se refieren a los 144.000 señalados de las 12 tribus de Israel. Sabemos que se trata de un número simbólico, resultado de la multiplicación de 12 por 12.000. En realidad significa que todo el pueblo de Israel es invitado a participar del triunfo y de la gloria de su Mesías. Pero el horizonte marcado por Dios era más universal y amplio. El vidente contempla en el cielo una inmensa muchedumbre. ¿Será verdad que Dios tiene un proyecto universal, para todos los hombres y para todas las naciones? El autor del Apocalipsis trata de responder, con esta visión, que en la meta de la salvación se

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reúnen hombres y mujeres de toda raza, pueblo y nación en un número incontable. En definitiva, la salvación depende de la respuesta libre del hombre y de la fidelidad mantenida en medio de las dificultades de este mundo.

Es verdad que la finalidad inmediata del vidente es alentar, consolar y animar a sus lectores inmersos en la persecución. No olvidéis, les dice, que en la meta final os espera una gran recompensa de la que todos podréis participar. No perdáis el ánimo en medio de las luchas y dificultades. Mantened el espíritu alerta y animado por la constancia, la perseverancia, el aguante y la longanimidad, porque la meta es la gloria compartida con el Cordero degollado. Pero a partir de esta experiencia inmediata, y apoyado en ella, se abre un abanico que se extiende a todos los tiempos y en todas las direcciones. Son muchos los que se salvan, repite la Escritura. Pero advierte ya el Maestro que es necesario vigilar y orar para no caer en la tentación de la apostasía, del abandono, de la renuncia a seguir adelante el camino marcado por el Evangelio y asumido por todos en el bautismo. Y para aquellos a los que no ha alcanzado todavía el Evangelio y, por tanto, todavía no participan de la fe en Jesús, el proyecto salvador de Dios se refleja en sus conciencias que empujan a un comportamiento conforme a la voluntad del Padre y del Creador.

Evangelio: (Juan 10,27-30)

Marco: El contexto presenta a Jesús como Luz de mundo: curación del ciego de nacimiento y presentación de Jesús como el Buen Pastor que conduce a los suyos a la vida.

Reflexiones

1ª) ¡Seguridad del destino de los seguidores de Jesús!

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen... En la Escritura es frecuente encontrar, como en el Oriente Antiguo, la imagen del pastor para referirse a Dios o a los que Él envía para cuidar de su pueblo. En el Antiguo Testamento hay algunas páginas significativas en las que se presenta tanto a Dios como a sus lugartenientes bajo la imagen del pastor (Sl 79; Ez 36). Podemos suponer que los

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redactores joánicos han tenido delante de sus ojos dos realidades importantes, a saber, esta profecía de Ezequiel y la experiencia de la misión de Cristo. Jesús ha realizado el proyecto ideal querido por el Padre al enviarlo al mundo. Y lo ha realizado como un Pastor fiel y auténtico. Jesús invita a los hombres a seguirle para conseguir la vida eterna. La imagen está tomada de la forma y estilo de realizar el pastoreo ya que las ovejas siguen detrás del pastor. Jesús conduce a su rebaño hasta la meta que culmina su obra, porque las ovejas siguen al pastor hasta el final. Con estas imágenes tan frecuentes y adecuadas en la cultura del antiguo Oriente y de Israel, el redactor joánico expresa una tarea, una misión, un talante y una meta: la gloria que Jesús posee y disfruta (Jn 17,24). Quizá esta imagen del pastor y las ovejas no tenga esa fuerza plástica y significativa en nuestro tiempo. Es necesario subrayar lo significado por la imagen. Jesús, el Pastor fiel y auténtico, ofrece a la humanidad un camino y unas posibilidades reales que la conducen a la meta final de la salvación que es la posesión de la vida feliz sin término. Y, dirigiendo la mirada a la Iglesia, se trata de una urgencia para presentar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo lo que significa la solicitud respetuosa con su libertad y la generosidad y solidaridad.

2ª) ¡La causa última de la seguridad: Yo y el Padre somos uno!

Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Sabemos que a la escuela joánica le gusta llegar al fondo de la realidad. La garantía que se ofrece a los seguidores de Jesús es, dice el evangelista, que el Lugarteniente y el que lo envía son una misma cosa. El Padre es quien sale garante de la misión del Hijo. Y del Padre nadie puede arrebatar las ovejas porque tiene poder para custodiarlas contra todas las dificultades y asaltos. Pero la escuela joánica no sólo contempla al Padre como quien tiene un poder soberano sino, sobre todo, como quien se revela en su amor a los hombres hasta enviarles a su propio Hijo para salvar a la humanidad y no para condenarla (Jn 3,16ss). La comunión plena del Hijo con el Padre es la garantía de éxito en la misión y fundamenta la seguridad y la esperanza de los que siguen a Jesús, cuya meta final es la vida eterna. Una vida que comienza ya aquí, porque los que aceptan la palabra del Buen Pastor pasan de la muerte a la vida y se asientan definitivamente en la vida. Y esta vida se consolida en la comunión del Pan que se le ofrece como la propia carne de Jesús (Jn 6,31-58). La escuela joánica, en la que no faltaban problemas de comunión, quiere expresar de esta manera que la tarea

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de Jesús está en plena sintonía con el proyecto del Padre que le ha enviado como Salvador del mundo. El Jesús resucitado sigue presente en su Iglesia actualizando su misión de Buen Pastor, pero ahora oculto en sus pastores. Es necesario que los pastores traten de asemejarse a Jesús en la misión y que los hombres y mujeres puedan encontrar creíble y fiable la oferta del propio Jesús.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo

Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)

Yo doy la vida eterna

Oyentes de su palabra

Es casi un tópico decir que los humanos vivimos actualmente envueltos en mensajes. Casi todos ellos prometen algo que mejora la vida, la hace más confortable, e incluso más compartida. No obstante, siempre logramos desprendernos de la sospecha de que tales mensajes esconden confusos intereses, no siempre confesables.

Y es que la palabra, ese instrumento tan propio de los humanos, es ambigua: trasmite la verdad o la oculta, nos acerca o nos distancia, nos conforta o nos debilita. Con la palabra nos ofertamos o nos vendemos, que no es lo mismo. Con ella construimos experiencias de humanización o las amenazamos. “Desarmar la palabra” fue una propuesta evangelizadora hace unos años en una campaña diocesana. Buen eslogan porque, como dice el canto, hay palabras que hieren.

Por eso hay en muchas personas un deseo de devolver a la palabra la sencillez, la sinceridad y la fuerza que tienen las palabras de Jesús. Su modo de hablar, con palabras, gestos y compromisos, conmovía a sus oyentes y dejaba intrigados a los más escépticos. Todo su ser y actuar era un lenguaje que revelaba una honda sabiduría. Esa que trasmite saber y da sabor a la vida.

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Porque de eso se trata, de una palabra que dé vida, que ayude a vivir. De una palabra que genere cercanía y seguimiento más allá de las circunstancias concretas. Una palabra que proyecta la vida hacia el hoy de Dios, que es también nuestro mañana.

Una palabra que hace nuevas las cosas

La Resurrección de Jesús ha introducido un nuevo elemento para comprender la vida y situarse en ella de una manera digna. No se trata de una mera continuidad, aunque mejorada, de lo que nos rodea y de nosotros mismos, Tampoco es un mero enriquecimiento de percepciones y matices, como el que nos ofrece una buena educación. Es algo más y algo nuevo: lo mortal revestido de inmortalidad (1 Co. 15, 53). De esa honda transformación de la condición humana se hace eco el Apocalipsis, libro del que se toma la segunda lectura. Sabemos que es una obra escrita en tiempos de persecución y conflictividad, para mantener la esperanza de aquellas comunidades. La esperanza, que no es un refugio ilusorio en bellos sueños de futuro, sino una apuesta por la vida de resucitados que ya ha comenzado.

Las imágenes de la abundancia, del frescor y de las fuentes de agua viva, del cesar de las lágrimas…, son imágenes de la novedad del mundo en que se enmarca el hombre nuevo. No podemos vaciarlas de su poesía, pero tampoco de su realidad. ¿Qué quedaría del cristianismo sin la fe en la resurrección?

Esas imágenes no pretenden movernos a un pasivo abandono, sino animarnos a vivir escuchando la voz, la palabra del Señor, y a seguirle. Decidirnos a hacer también nosotros las cosas nuevas, y las maneras nuevas. Vivir el día a día siguiendo a Jesús, incorporando sus valores y sus apuestas a nuestras experiencias y compromisos. Seguir a Jesús es compartir su vida y su causa. Es adentrarse con Él en el Reino que, ciertamente no es de este mundo, pero que tiene que ver con lo que nos alegra y entristece en este mundo.

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El evangelio de hoy termina con unas palabras de Jesús que merecen toda nuestra atención: Yo y el Padre somos uno.

Creer en el Resucitado es revisar críticamente las imágenes de Dios que hay en nuestro medio e incluso en nosotros mismos. Creemos en Dios, pero no en cualquier Dios. No creemos en el Dios que se distancia -un Dios altivo y perezoso- ni en el Dios que se inmiscuye -un Dios justiciero y metomentodo-. Creemos en el Dios de Jesús: el que se hizo hombre, el que pasó por el mundo como uno de tantos pero haciendo el bien, el que se conmovía ante la necesidad y el sufrimiento de las personas, el que comía con los pecadores y les perdonaba, el que sólo se indignaba ante la hipocresía y la dureza de corazón.

No hemos visto nunca a Dios, pero entrevemos su rostro en los gestos de Jesús. No hemos oído nunca a Dios, pero las palabras de Jesús reflejan su Palabra. Porque Jesús y el Padre son uno.

El Dios de Jesús supera a todas las experiencias e instancias en las que hombres y mujeres buscamos o ponemos la esperanza. No es que cuanto constituye nuestro mundo sea inconsistente y falso. Tiene su dignidad y capacidad para construirnos. Pero necesita un fundamento y un horizonte que le dé plenitud y así nuestra vida pueda ser en verdad una vida para siempre.

Fray Fernando Vela López Convento Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

Referencias

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