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EE UU: Las primarias demócratas a la sombra del neoliberalismo

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EE UU: Las primarias demócratas a

la sombra del neoliberalismo

La batalla de las primarias demócratas entre Hillary Clinton y Bernie Sanders se está librando a la sombre del “neoliberalismo”, es decir, a la sombra de las políticas económicas y de la filosofía económica general abrazada con éxito por Ronald Reagan en los Estados Unidos y por Margaret Thatcher en el Reino Unido. El neoliberalismo es esa economía política que prefiere los mercados a los gobiernos como agentes de asignación de recursos, y prefiere las soluciones individuales y privadas – antes que las colectivas y públicas – a los problemas sociales. Durante las últimas tres décadas, ha sido la ortodoxia dominante en ambos lados del Atlántico, pero cuando se abogó por vez primera por el neoliberalismo – en la segunda mitad de los años 70 –, no lo era. Señaló entonces una ruptura revolucionaria con una ortodoxia anterior, aquella ligada a John Maynard Keynes y a la política del New Deal, en la que los mercados los gestionaban los gobiernos y los problemas sociales se resolvían mediante gasto y políticas públicas.

La revolución neoliberal de Reagan y Thatcher mantuvo a los demócratas fuera de la Casa Blanca, y

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a los laboristas alejados del poder en Londres, durante tres ciclos electorales completos, y para finales del tercero, destacados políticos de ambos partidos habían llegado a la misma conclusión. Decidieron que la única manera de volver al poder era llegar hasta los electorados configurados por Reagan y Thatcher en términos neoliberales. Bajo la dirección de Bill Clinton en los EE.UU. y de Tony Blair en el Reino Unido, cada uno de los partidos de centroizquierda abandonó un conjunto anterior y más progresista de medidas políticas por una aceptación explícita y un acomodo a los principales dogmas de la nueva ortodoxia conservadora. Cejaron en su papel de progresistas de “impuestos y gasto” en favor de “nuevas” posturas. Se retrajeron de políticas industriales activas que regularan las empresas. “Acabaron con el Bienestar social tal como lo conocemos”; e incluso

empezaron a denominarse a sí mismos como “nuevos/centristas demócratas” y “nuevo laborismo” para dejar claro ese acomodo a los principios neoliberales a los ojos de quienes votaran por ellos.

Para Bill Clinton y Tony Blair, ser progresista en la década de 1990 quería decir ser un

reaganiano/thatcheriano más civilizado y amable. Quería decir dar por hecho y no poner nunca en tela de juicio principios neoliberales y prácticas que incluían:

(Lista A)

- Fiscalidad empresarial y personal más baja para alentar la innovación, la creación de empresas y de empleos

- Estrechamiento de la red de Bienestar social para evitar la dependencia de servicios sociales e incrementar los incentivos para trabajar

- Desregulación del Mercado laboral debilitando a los sindicatos

- Desregulación paralela del sector empresarial y alabanza de la desigualdad de ingresos

- Privatización de sectores y empresas de propiedad pública y exposición de los organismos públicos a las fuerzas del mercado.

La aceptación por parte de la ‘Tercera Vía’ de las medidas políticas reaganianas/thatcherianas funcionó durante algún tiempo. Hubo un gran crecimiento del empleo en los EE.UU. en la década de los 90 y el Nuevo Laborismo hizo en realidad que creciera la economía británica sin recesión entre 1997 y2007. Pero después las ruedas se salieron de verdad del autobús neoliberal. Las instituciones financieras levemente reguladas desataron primero una crisis crediticia de envergadura y luego la recesión más profunda experimentada por las dos economías desde la década de 1930. A finales de 2008 y principios de 2009, ya nadie era neoliberal apasionado. La gestión de la demanda

keynesiana, grandes inyecciones de gasto público y una estrecha dirección del sistema bancario, las tres cosas volvieron a estar brevemente de moda. Pero sólo brevemente. Pues muy rápidamente los conservadores de ambos países le encontraron otras explicaciones a la crisis y le dijeron a su electorado que había sido el gasto del Estado el que había causado la crisis (y no, como en realidad era el caso, al revés). Hasta demócratas moderados como Barack Obama se vieron incapaces de gobernar abarcando todo el espectro, porque el ala republicana de la clase política estaba de nuevo en plena retirada a posiciones neoliberales aún más extremas.

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Sucedieron entonces dos cosas que encuadran las opciones que hoy tenemos ante nosotros. En el lado demócrata del espectro politico aquí, en los EE.UU., comenzó a cristalizar tanto un desafío moderado como otro radical a la anterior ortodoxia neoliberal. Hillary Clinton y Bernie Sanders pueden hoy personificar esos diferentes desafíos, pero no son sus únicos arquitectos. Por el contrario, en la coalición demócrata en su conjunto, los últimos siete años han sido testigos de la progresiva presencia en el debate de política progresista de dos listas de preferencias políticas ligadas pero en competencia. La lista moderada incluye:

(Lista B)

- Mantenimiento de la demanda mediante gasto público y tolerancia de la deuda pública - Prevención de nuevas crisis financieras mediante supervision financiera más estricta

- Por las infraestructuras al crecimiento (gasto público para modernizar carreteras, puentes, trenes e Internet)

- Fiscalidad progresiva para reducir la excesiva desigualdad y extender el coste de las disposiciones de Bienestar social a quienes mejor puedan soportarlas

- Más derechos en el trabajo para mujeres y minorías, más permisos de paternidad y cuidado infantil - Pasos hacia una política energética libre de carbono

Una lista más radical incluye la agenda moderada, pero añade una parte o la totalidad de lo siguiente:

(Lista C)

- Más derechos sindicales y aumentos substanciales tanto en el mínimo salarial y Seguridad Social - Ataque sistemático a las raíces de la pobreza, con acción afirmativa mientras persista la pobreza - Deconstrucción del sistema de encarcelamiento masivo y conclusión de la guerra contra las drogas - Nueva política comercial para revertir la deslocalización de empleos bien pagados

- Fragmentación de aquellos bancos demasiado grandes para caer

- Reducción del gasto militar y en guerras en el exterior: más cohesión nacional en el país, menos en el extranjero

Estas listas contienen dimensiones muy norteamericanas (y no es la menor el final del

encarcelamiento masivo y la mengua de las contiendas en el exterior). Pero no son, en todo lo esencial, listas solamente norteamericanas. Se debaten y disputan cambios paralelos de

comprensión y medidas políticas en muchos partidos de centro de izquierda de Europa occidental. Así sucede, desde luego, en el Partido Laborista británico, donde el liderazgo ha pasado

recientemente a Jeremy Corbyn, que es de múltiples maneras el equivalente de Bernie Sanders en el Reino Unido. De manera semejante, Emmanuel Macron, el ministro de Economía francés, está impulsando una estrategia de ‘tercera vía’ para el Parti Socialiste contra rivales del centro o de la izquierda como Arnaud Montebourg, y se encuentra con una feroz resistencia. Sigmar Gabriel, líder del SPD socialdemócrata alemán, es objeto de ataques de modo sostenido por parte de la izquierda desde dentro y fuera de su partido, debido a su acomodo como vicecanciller a las políticas

conservadoras de Angela Merkel. Pese a la lucha posterior a 2008, en todas las economías capitalistas avanzadas, volver a la prosperidad generalizada y a la seguridad en el empleo está sin

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duda obligando al centro izquierda a volver a analizar por doquier la sensatez de su anterior acomodo al neoliberalismo. Este nuevo análisis es el que se encuentra en el centro del actual choque, en la incesante serie de primarias presidenciales del Partido Demócrata, entre Clinton y Sanders.

Cambios previsibles

Las tres listas de medidas políticas no son lo mismo. Sus centros de gravedad son distintos porque los análisis que las sostienen también son diferentes. Y puesto que son diferentes, y debido a la historia sobre la que se asientan, Clinton en particular tiene un doble problema con su potencial base electoral.

Su primer problema es éste: cuando era una Primera Dama políticamente activa durante la presidencia de su marido, la política económica operaba de acuerdo con la Lista A. De modo que una pregunta que tiene hoy que contestar Hillary Clinton es si la política económica en una segunda presidencia Clinton (a saber, la suya) ¿será semejante o será diferente? Su oponente republicano tratará de meterla en el mismo saco que a Bill Clinton, apuntando a las infidelidades sexuales y posiblemente a la corrupción financiera o algo peor. Sus críticos progresistas deberían preocuparse más del grado en que las actuales actividades globales de la Fundación Clinton apuntan a un compromiso continuado de su marido con los principios neoliberales. Puesto que si él no ha llevado a cabo esa rupture y sigue siendo uno de sus consejeros, ¿qué rompimiento es el que ha llevado a cabo ella, y cuánta ruptura podrá soportar?

Tenemos luego un segundo problema, el que es verdaderamente grande: si la respuesta a la primera pregunta es que sí, que las medidas políticas de la próxima vez serán muy diferentes, ¿serán diferentes por llevar a la práctica la Lista B (que consiste básicamente en la política

económica bloqueada de la presidencia de Obama), o irá más allá para abarcar ciertas dimensiones (o la totalidad, desde luego) de la Lista C, como creen hoy tantos partidarios radicales de Bernie Sanders que es necesario? ¿Cuánto se ha radicalizado Clinton? ¿Cuánto hay de teatro y cuánto de real?

El gran temor de la izquierda de la coalición demócrata es que la ruptura con la primitiva lista de Clinton (Lista A) es todavía muy fina y que Clinton diga cosas radicales (de las otras dos listas, incluyendo la Lista C) simplemente para llegar al poder. Y luego, una vez haya tomado posesión, vuelva a la Lista A, triangulando con los republicanos neoliberales al modo de la primera presidencia de Clinton. Dar seguridades a sus partidarios progresistas de que no va a hacer nada de esto resulta, por tanto, una tarea vital en su caso entre ahora y noviembre, porque sólo si están

disponibles esas seguridades – sólo si la amplitud de su ruptura con su propio pasado queda clara sin ambigüedades – actuará la inmensa mayoría de los movilizados por Sanders como soldados de infantería en la batalla electoral para salvar a Norteamérica de una presidencia con Trump. Y a ella le van a hacer falta estos soldados de a pie.

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profesor de la Cátedra Worrell de Estudios Anglo-Norteamericanos de la Universidad Wake Forest, es autor de Answering Back: Liberal Responses to Conservative Arguments (Continuum Books, Nueva York, 2010).

David Coates

Traducción Lucas Antón Fuente: Social Europe Journal, 20 de mayo de 2016

URL de origen (Obtenido en 30/01/2019 - 14:16):

http://www.sinpermiso.info/textos/ee-uu-las-primarias-democratas-a-la-sombra-del-neoliberalismo

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