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Los jóvenes y la droga Qué puede hacer la escuela? Abraham Leonardo Gak 1

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Academic year: 2021

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Los jóvenes y “la droga” ¿Qué puede hacer la escuela?

Abraham Leonardo Gak1

En junio de 2001 en la revista Encrucijadas de la Universidad de Buenos

Aires2, decíamos: “Si estudiamos las estadísticas de las últimas décadas vemos que las drogas ilegales suman mercados en forma incesante, aumentan su diversificación, bajan su calidad y precio, y crece su consumo por persona y en cantidad de personas. Las legislaciones más severas y punitorias han obtenido como respuesta un índice delictivo en constante aumento, comprometiendo a estratos societarios –fundamentalmente a través del lavado de dinero del narcotráfico– cada vez más cercanos a los centros de poder político y económico”.

“En otra escala el convidado de piedra es el ámbito familiar, donde los padres intentan de múltiples maneras alejar el “fantasma de la droga” de la cotidianeidad de sus hijos y se dan cuenta de su ingenuidad cuando verifican que la droga, su comercialización y consumo, será una presencia continua a la que sus hijos asistirán como observadores no participantes, en el mejor de los casos...”

La opinión pública está muy sensibilizada respecto del avance de las adicciones en los jóvenes: alcohol, tabaco, drogas legales e ilegales. Este tema cobra relevancia ante la iniciativa del ministro del Interior respecto de la necesidad de instalar el debate acerca de la modificación de la legislación vigente que penaliza la tenencia de droga para consumo personal. Nos preguntamos cómo impacta esto en los adolescentes y particularmente en el ámbito escolar.

Conversamos sobre estas cuestiones con Ana Escandel, profesora de Biología, egresada de la Carrera Interdisciplinaria de Especialización en Uso Indebido de

1

Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires

2

Encrucijadas Nº 8, Drogas ilegales. Hipocresía y consumo. Publicación de la Universidad de Buenos Aires bajo mi dirección desde abril de 1995 a mayo de 2003

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Drogas/UBA y del Posgrado en Gestión Educativa de FLACSO, que hace años estudia el tema de las adicciones.

Ana comienza hablándonos de la percepción social –ideas y creencias de la sociedad– que hacen que la droga –en singular y con mayúscula– sea vista como sinónimo del mal. Esta percepción social no está puesta sobre todos los consumos, que según datos estadísticos del SEDRONAR (Secretaría de programación para la prevención de la drogadicción y la lucha contra el narcotráfico) se han incrementado en los últimos 10/15 años, sino fundamentalmente sobre las drogas ilícitas.

“La relación del hombre con las sustancias que alteran la conciencia data de miles de años; sin embargo, cada época y cada cultura le han dado un contenido particular en las representaciones que la enmarcan”, nos dicen Alberto Bialakowsky y Horacio Cattani3, y más adelante, sobre ideas de Pierre Salama: “En la cultura occidental este objeto fetichizado (la droga) ha ido perdiendo sus relaciones cosmogónicas y se ha acercado a la cultura dominante, donde los objetos cobran aparentemente valor por sí mismos, carecen de trascendencia humana y ligazón con la vida del planeta. La droga se mimetiza, como mercancía, y asume las reglas de circulación del mercado, legal e ilegal, legal y paralelo”.

Como menciona Antonio Escohotado en su Historia de las Drogas, Pharmacon es una palabra que para los antiguos griegos significaba a la vez remedio y veneno. Es decir que todas las sustancias pueden llegar a producir adicción, lo que no significa que todos los que las consumen sean adictos. Lo que puede ser beneficioso en dosis y situaciones adecuadas, puede ser perjudicial en otras circunstancias. Esta concepción se relaciona con “el fetichismo de la sustancia”, a la que se atribuye mágico poder, relegando en esta consideración al sujeto que establece relación con ella.

3

Bialakowsky A. Y Catan, H, “Conflicto de paradigmas” en Encrucijadas 8, Drogas ilegales. Hipocresía y

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Vivimos en sociedades en las que se prioriza el consumo. El ser se opone al tener, ya que somos en relación con lo que tenemos y poseemos modernas catedrales en las que se rinde culto al consumo: los shoppings.

Muchas veces los jóvenes recurren a sustancias ilícitas por curiosidad o por lograr aceptación grupal. Otras, sin embargo, se inscriben en la cultura consumista que los rodea. Los más vulnerables en ocasiones a lo único que pueden acceder es a una sustancia, que es una mercancía más.

Es necesario distinguir la progresión uso-abuso-dependencia. Pero ¿cómo puede la escuela hacer esta diferenciación? Llegamos a la conclusión de la escuela sabe poco, en realidad no sabe del tema.

Ana se pregunta y nos pregunta: ¿la escuela debería saber? En su concepción se requiere modificar la percepción de la droga como sinónimo del mal para no estigmatizar a los jóvenes.

¿Qué tipo de problemas son los que se presentan habitualmente en la escuela?:

- Chicos y adultos fumando y/o bebiendo alcohol en la puerta del establecimiento o en su interior.

- Adultos y alumnos alcoholizados dentro de la escuela.

- Relatos de venta de droga dentro de la institución

- Consumo de sustancias legales e ilegales en actividades curriculares externas.

- Narraciones de situaciones descontrol y/o violencia protagonizadas por alumnos en salidas de fines de semana que luego repercuten de diferente manera en el ámbito escolar.

- Alumnos que resultan detenidos en relación con el escenario anterior.

El primer paso es reconocer la existencia de estas situaciones; hay que poner en palabras lo que es “secreto”, lo que se oculta, lo que se calla, de lo que no se habla, o de lo que se habla en voz baja o a espaldas de los demás, lo

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misterioso y escondido, lo que no se puede revelar. Una vez exteriorizado el tema, resulta más sencillo y claro poder encararlo.

La escuela puede y debe:

1) Promover la participación de los distintos sectores que integran la comunidad educativa en la tarea de promoción de la salud y prevención del consumo de sustancias desde un concepto integral de salud.

2) Analizar la problemática de los consumos de sustancias desde su complejidad, incluyendo los distintos aspectos del fenómeno y sus diferentes perspectivas.

3) Implementar estrategias de educación y comunicación social que posibiliten a los participantes la construcción de conocimientos, actitudes y conductas tendientes a la prevención del consumo de sustancias que permitan, asimismo, multiplicar sus alcances a toda la comunidad educativa.

Es necesario trabajar fundamentalmente en el plano de la prevención, con alumnos, docentes y padres, a los efectos de eliminar o reducir los consumos de todo tipo, y no sólo los de las drogas ilícitas; en este sentido, la tarea debe ser inespecífica y no dirigida a casos puntuales. Las modalidades pueden ser variadas, tanto en forma de talleres como charlas, publicaciones, videos, jornadas completas de abordaje del tema que debe incluir también las formas de prevención de la salud, incluyendo enfermedades de origen sexual y el SIDA.

Pero la tarea más importante de la escuela es una concepción de los procesos de enseñanza-aprendizaje orientados a habilitar otros mundos para los jóvenes, de modo ampliar sus horizontes en cuanto sus intereses, posibilidades y autoestima.

Es importante señalar que no todos los que consumen llegan a ser adictos. ¿Cuáles podrían ser los factores que llevaran a esta situación? Existen antecedentes de origen familiar y social, condicionantes y desencadenantes.

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Sin embargo, hay situaciones de alta complejidad cuando nos encontramos con jóvenes en la etapa de la dependencia; es cuando toda su vida gira alrededor del consumo de determinada sustancia. ¿Qué puede hacer la escuela en estos casos? Es importante que la institución educativa no actúe en soledad ni con omnipotencia.

La construcción social alrededor de la droga tiende a ver al consumidor como un enfermo desde el punto de vista de la salud y como un delincuente desde el punto de vista de la justicia.

Hay consecuencias diferentes según el lugar social en que se encuentran quienes se ven inmersos en ellas. Desde ya que son mucho más vulnerables quienes se encuentran en situación de pobreza y marginalidad, ya que no cuentan con redes de contención ni posibilidades de apertura a otros ámbitos que les permitan superar su relación de abuso o dependencia.

El modelo de la prohibición, la criminalización y la penalización mostró su fracaso. Permite que se construya un “gran negocio” con el encarecimiento de las sustancias, sin control sanitario ni regulación alguna.

Es necesario ensayar otro modelo. En este sentido, muchos países adhieren a la política de la “reducción de daños” para acotar el consumo. Este enfoque tiene su aparición en los ’80, vinculado con la llegada del SIDA e intenta evitar los efectos no deseados del uso de drogas más que su uso en sí mismo, reconociendo que los mensajes basados sólo sobre la abstinencia y la prohibición resultan ineficaces.

Es posible desarrollar estrategias preventivas tales como reconocer que los jóvenes se ven atraídos por las drogas y van a experimentar con ellas a pesar de la prohibición; brindar información sobre los posibles efectos deseados y no deseados derivados de su utilización; fomentar el conocimiento de diferentes aspectos relacionados con las drogas, el individuo y el entorno; y brindar a los jóvenes pautas para saber qué es posible hacer si algo “sale mal”, es decir si se descontrola la situación.

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El desafío es encontrar un camino intermedio entre la prohibición –con sus aspectos inhumanos y de corrupción- y la despenalización –con el posible riesgo de incremento del consumo-, señalaba Aquiles Roncoroni4

Para quienes intentamos abordar este tema desde la escuela, el desafío es, en primer lugar, reconocer que el problema existe y luego trabajar sobre paradigmas educativos orientados a la formación integral de los alumnos en tanto ciudadanos críticos y reflexivos, abiertos a concepciones abarcativas en las que las subjetividades se enmarquen en las realidades que los contienen y su posibilidad de transformación, y con criterios preventivos de promoción integral de la salud.

4

Roncoroni, Aquiles, “Prohibición y despenalización del consumo. ¿guerra a la droga o a los consumidores?”, Encrucijadas Nº 8 Drogas ilegales. Hipocresía y consumo

Referencias

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