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A modo de presentación: Historia económica mexicana de los noventa, una apreciación general

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A MODO DE PRESENTACIÓN:

LA HISTORIA ECONÓMICA MEXICANA

DE LOS NOVENTA,

UNA APRECIACIÓN GENERAL

Antonio IBARRA1

Universidad Nacional Autónoma de México

ACERCAMIENTO AL TEMA

Y A HACE MÁS DE UNA DÉCADA QUE Enrique Florescano ofreció una

versión sistemática de los cambios ocurridos en la historio-grafía mexicana de la segunda mitad del siglo X X , advirtió entre los procesos más relevantes: la institucionalización de la disciplina, así como la consecuente profesionalización en su ejercicio, el protagonismo epistemológico de las ciencias sociales en el conocimiento histórico y la influencia signi-ficativa de la historiografía extranjera en la construcción de un "nuevo pasado mexicano". En su balance, derivado del análisis cuidadoso de esta evolución del conocimiento his-tórico mexicanista, advirtió con perspicacia lo siguiente:

La incógnita de la presente generación reside en el misterio de saber si tendrá la capacidad para leer con objetividad la

his-1 Agradezco a Solange A l b e r r o su interés y confianza para secundar

la iniciativa de este balance. A Ó s c a r M a z í n y Beatriz M o r á n su pacien-cia y c o m p r e n s i ó n . La hospitalidad a c a d é m i c a del Center for U.S.-Mexi-can Studies, de la Universidad de California, en San Diego. Por su parte, las frecuentes y estimulantes conversaciones con Eric V a n Young, e s t á n e n el o r i g e n de este proyecto. Gustavo del Á n g e l leyó c o n su sentido crí-tico este texto y lo m e j o r ó . F i n a l m e n t e , agradezco a los colaboradores

de este dossier que, con entusiasmo y objetividad, nos ayudaron a m i r a r

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614 ANTONIO IBARRA

toria de rupturas, inconsistencias, distorsiones y fracasos de la investigación reciente, y si dispondrá del ánimo para levantar, sobre los buenos cimientos de una tradición historiográfica so-bresaliente, un proyecto de reconstrucción histórica que actualice las conquistas del pasado, se vincule a las corrientes que hoy transforman el pensamiento histórico, y promueva el desarrollo de generaciones creativas y productivas.2

En cierto modo, la historiografía económica de la década de los noventa es un testimonio de esta lúcida prospectiva hecha en los primeros años de la misma ya que, justamen-te, a lo largo de ese periodo llegó a un punto de madurez significativo: fuentes mejor sistematizadas, mayor capaci-dad analítica y un giro historiográfico hacia una economía aplicada al análisis histórico, entre otras evidencias de esa evolución. En efecto, la revisión de viejos temas con nuevos enfoques, instrumentos analíticos y evidencia cuantitativa ha signado el desarrollo de la historiografía económica me-xicana reciente. Adicionalmente, una nueva historia insti-tucional y de la conducta económica han contribuido a superar viejos esquemas interpretativos sobre el Estado, las instituciones y las organizaciones, el mercado y los actores económicos, sociales e individuales.3

Así, las viejas orientaciones y temáticas se han retomado y dirigido, al parecer, en una nueva estrategia de investigación. Una renovada combinación de influencias historiográfi-cas, señaladamente estadounidenses y españolas, asociada a una evolución temática en los intereses de investigación de la comunidad de historiadores de economía mexicanos, ha producido resultados visibles que ponen a la historiogra-fía económica sobre México en un notable grado de desa-rrollo, medido por parámetros de la actual producción internacional.4

2 FLORESCANO, 1991, p p . 168-169.

3 CERUTTI, 1995; COATSWORTH, 1990; FLORESCANO, 1992; MARICHAL, 1992

y 1996, y M I Ñ O , 1992.

4 Ello puede advertirse en la diversidad y calidad de la investigación

histórica sobre M é x i c o y su i m p a c t o en la historiografía internacional, si consideramos la p a r t i c i p a c i ó n de historiadores mexicanos en el

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re-HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 615

El giro historiográfico de la década, más visible en la investigación concreta que en declaraciones de ruptura epistemológica, como solían adornar la existencia de "no-vedosas" corrientes revisionistas, ha dado como resultado

un

corpus de

conocimientos significativamente mayor en su

cantidad y calidad, marcado por una pluralidad metodoló-gica y una ostensible base empírica de reflexión.

Sin embargo, dos rasgos llaman la atención en esta madu-ración historiográfica: primero, el abandono de la "cultura polémica" que la caracterizó en las décadas precedentes, se-ñaladamente con el marxismo y el estructuralismo depen-dentista; segundo, una consecuente desacreditación de la teoría como recurso metodológico para emprender la inves-tigación histórica que desembocó en un movimiento general a las fuentes, en muchos casos prescindió de la teoría y adop-tó un empirismo aerifico, y en otros elaboró modelos de interpretación con auxilio exclusivo de la teórica económica. Estos elementos, probablemente concurrentes, produjeron otro viraje significativo: la mudanza de tradiciones historio-gráficas en un medio cada vez más profesionalizado y per-meado por la influencia de teorías modernas. Me refiero, concretamente, al eclipse de la historiografía francesa ante la estadounidense, mejor estructurada en relación con una teo-ría útil al trabajo empírico del historiador, en términos de una estadística aplicada a la historia.5 Probablemente,

des-de los primeros años des-de la década pasada, el programa des-de in-vestigación en historia económica para México aparece muy ligado a la fuerza monográfica e interpretativa de la historio-grafía estadounidense, más que a viejas tradiciones de histo-ria sehisto-rial y cuantitativa de corte francés.6 La

nouvelle histoire,

posiblemente contribuyó a ello al anunciar la obsolescencia

cíente Congreso de la Sociedad I n t e r n a c i o n a l de H i s t o r i a E c o n ó m i c a , e n Buenos Aires.

5 Esta a p r e c i a c i ó n , o r i g i n a l m e n t e d e f e n d i d a p o r Cario Cipolla,

re-c i e n t e m e n t e ha sido m u y d i f u n d i d a e n la h i s t o r i o g r a f í a e s p a ñ o l a , y re- co-b r ó relevancia e n la investigación mexicanista. CIPOLLA, 1991; COLL, 2000, y B u s t e l l o , 1998.

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616 ANTONIO IBARRA

de la historia estructural, en particular la económica;7 pero

fue el declive del marxismo y del pensamiento estructuralis-ta latinoamericano lo que tuvo mayor efecto convergente.

Asimismo, la acreditación del análisis cuantitativo en la investigación histórica y las exigencias impuestas por fuen-tes numéricas, junto a la creciente influencia de la teoría económica neoclásica, hicieron posible que buena parte de la historia económica recurriera al análisis económico apli-cado al pasado, como una estrategia historiográfica válida.8

La suma de todo ello, muy probablemente significa una mudanza profunda de la manera de entender, investigar y enseñar la historia económica.

Si bien se discute menos, en términos de los otrora de-bates que marcaron épocas en la historiografía económica, como el relativo a la hacienda, el trabajo libre y forzado, el siglo de depresión demográfica, la crisis del siglo X V I I o la

llamada prosperidad borbónica,9 por no hablar de la

em-blemática discusión sobre los "modos de producción",1 0 el

conocimiento del pasado económico mexicano ha avanza-do significativamente y sin tropiezos retóricos en la última década. Ahora bien, de manera elocuente ha sido la época colonial tardía la que más progresos ha registrado, gracias a un revisionismo historiográfico que orientó sus esfuerzos a recuperar los vacíos de conocimiento dejados por una historiografía esencialmente jurídica y política. Este último aspecto es significativo, porque la historiografía económi-ca probablemente se haya separado del análisis político, in-dividualizándose en un territorio disciplinario propio de variadas corrientes, para volver de nuevo a la explicación

7 DOSSÉ, 1 9 8 8 . V é a s e l a crítica de R o m a n o a la nouvelle histoire.

ROMA-NO, 1 9 9 9 .

8 CRESPO, 1 9 9 2 ; YUSTE, 1 9 9 5 , e IBARRA, 1 9 9 8 . U n a v i s i ó n d i f e r e n t e e n R O

-MANO, 1 9 9 9 .

9 PÉREZ HERRERO, 1 9 9 1 y 1 9 9 6 ; ROMANO, 1 9 9 3 , y V A N YOUNG, 1 9 9 2 , p p .

1 2 5 - 1 9 6 .

1 0 U n a reciente r e c u p e r a c i ó n de esta perspectiva, e n SÁNCHEZ

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HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 6 1 7

política desde el análisis económico, como nos lo sugiere la historiografía neoinstitucionalista.11

La historiografía económica actual es, también, una cons-telación de enfoques y paradigmas que convergen en mayor profesionalización, especialmente aquella de corte acadé-mico, que ha consolidado su presencia institucional y su espacio epistemológico en el ejercicio de economistas e his-toriadores. Se han dejado a un lado debates sobre las fron-teras entre estas disciplinas para hacer de la investigación un mejor lenguaje de entendimiento: frente al declive de las ortodoxias, la historia económica ha enriquecido sus en-foques en el eclecticismo, la investigación empírica y en una más permeable influencia de modelos de explicación de otras disciplinas.12

Desde luego que las corrientes historiográficas interna-cionales han tenido réplicas en la investigación mexicanis-ta, pero ya no se definen como ortodoxias y en general, se aprecia una actitud de cooperación. Vale decir, la historia económica se ha consolidado como un mercado de ofertas intelectuales que se miden frente al conocimiento, con la consistencia de sus argumentos y la solidez de la evidencia, antes que por su ideología explícita. Y si bien ahora

pode-mos advertir el nacimiento de una cliometría mexicana,1 3

también es posible reconocer la continuidad creativa de las líneas emblemáticas de una historiografía estructuralista, del análisis serial e incluso de un marxismo mejor cultivado en la investigación que en la retórica.1 4 El resultado de todo

se resume en que cada vez importa menos la adscripción a corrientes cerradas de pensamiento y más un eclecticismo metodológico que viene impuesto por la investigación misma.

1 1 El prestigio de Douglass N o r t h entre los historiadores,

probablem e n t e resuprobablema esta nueva tendencia p o r i n c o r p o r a r el análisis e c o n ó probablem i -co a la e x p l i c a c i ó n histórica.

1 2 C O L L , 2 0 0 0 . 1 3 MAURER, 2 0 0 0 .

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618 ANTONIO IBARRA

TEORÍA Y EVIDENCIA HISTÓRICA: LA VIRTUD RENOVADORA DE LAS FUENTES

En ocasión de su homenaje en México, en noviembre de 1998, Ruggiero Romano hizo ante nosotros una reflexión valiosa sobre su pasión por la historia que se centró en un viejo programa para una nueva situación:

adfontes, adfontes!

La vuelta a las fuentes, con los ojos críticos posados sobre el pasado, pero con los pies en el presente.15 Sin embargo,

entre sus recomendaciones estaba la de evitar el vértigo de lo que llamó "anacronismo" y el recurso del "anatropis-mo",1 6 y acaso sea en ello que se mantienen divergencias

en-tre los historiadores de la economía hoy. Por otra parte, la historia viene a cuento ya que la historiografía económica sobre México, en la década de los noventa, probablemente experimentó una transformación profunda en su calidad, ampliando notablemente su campo de conocimiento, su sofisticación metodológica y su universo de conocimientos que han hecho de la vuelta a las fuentes, cualitativas y cuan-titativas, un ejercicio de mayor creatividad.

Si la investigación de los años ochenta se abrió paso len-tamente entre el follaje de las generalizaciones sociológicas, mediante un empirismo determinado por la explotación sistemática de enormes acervos de fuentes contables, en los noventa la historiografía económica volvió sobre algunos temas de debate que habían llegado a callejones sin salida por la ausencia de mejor evidencia empírica y elementos de medición y conocimiento, como el "atraso económico".1 7

La estadística económica, que se edifica lentamente en la investigación histórica, proveyó de nuevos elementos de

1 3 ROMANO, 1998a.

1 6 R o m a n o era u n t i p o de historiador que confiaba en el debate

co-m o h e r r a co-m i e n t a de c o n o c i co-m i e n t o y a d e co-m á s de que p r o c u r a b a n o cerrar-lo de m a n e r a concluyente, p r o b a b l e m e n t e p o r q u e era mayor su gusto p o r la d i s c u s i ó n que p o r hacer prevalecer sus opiniones; fue u n persis-tente crítico que gustaba del uso de fuentes cuantitativas para arribar conclusiones de c a r á c t e r cualitativo. Sin embargo, sus advertencias me-t o d o l ó g i c a s al m a n e j o de los dame-tos f u e r o n u n e s me-t í m u l o p e r m a n e n me-t e a la reflexión que e x t r a ñ a m o s . ROMANO, 1998.

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HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 6 1 9

reflexión frente a hipótesis persuasivas, pero poco formaliza-das. De manera señalada, el enorme esfuerzo de recopilación y sistematización de la contabilidad de la Real Hacienda, hecha por TePaske y Klein,1 8 así como las estimaciones

de-cimales a partir de la contabilidad eclesiástica,1 9 o bien las

series de impuestos a la circulación interior, como las alca-balas, realizadas por Garavaglia y Grosso,20 han constituido

una plataforma para la investigación ulterior.2 1 El

resulta-do puede advertirse, entre otros desarrollos, en un nuevo programa de investigación, siguiendo las hipótesis de Assa-dourian,2 2 sobre el funcionamiento de los mercados

regio-nales, las dimensiones de la demanda urbana, las redes internas de circulación de mercancías y la integración es-pacial de la economía colonial.2 3

Pero, paradójicamente, la herencia de una rica historio-grafía de los precios, iniciada con los estudios de Floresca-no, no se vio continuada, como lo merecía la relevancia de contar con series continuas, sistemáticas y confiables sobre la evolución de estos indicadores cruciales para contrastar otras series económicas y lograr explicar la formación del sistema de precios.2 4 El debate sobre la inflación del

perio-1 8 C o m o b i e n r e s u m i ó K l e i n r e f i r i é n d o s e a su esfuerzo para cimentar

la investigación en las fuentes fiscales: "Se trata de p o n e r u n a estructu-ra — c o n la sistematización de fuentes—, u n p a t r ó n sobre la e c o n o m í a colonial allí d o n d e carecemos de estadísticas importantes. Ésta es u n a fuente difícil de analizar, difícil de utilizar, p e r o que p r o p o r c i o n a u n a r i -queza i n f o r m a t i v a extraordinaria para tener u n a idea clara de las eco-n o m í a s regioeco-nales y las coloeco-nias del i m p e r i o " . KLEIN, 1 9 9 6 , p. 9 5 .

1 9 SILVA RIQUER y LÓPEZ MARTÍNEZ, 1 9 9 8 .

2 0 GARAVAGLIA y GROSSO, 1 9 8 7 y GROSSO y GARAVAGLIA, 1 9 9 6 . 2 1 Ai.VARAD o, 1 9 9 5 ; IBARRA, 1 9 9 5 y 1 9 9 7 , y SILVA RIQUER, 1 9 9 3 .

2 2 Si hay u n e j e m p l o de c o n t i n u i d a d creativa en el pensamiento mar¬

xista en la historia e c o n ó m i c a , p u e d e ser el trabajo de Assadourian y las líneas de investigación que abriera hace m á s de dos d é c a d a s . ASSADOU-RIAN, 1 9 8 3 . Para u n a a p r e c i a c i ó n sobre su impacto en la historiografía

m e x i c a n a , v é a n s e MARTÍNEZ BARACS, 1 9 9 5 y MENEGUS, 1 9 9 9 .

2 3 GROSSO, SILVA y YUSTE, 1 9 9 5 ; IBARRA, 2 0 0 0 ; K U N T Z , 1 9 9 5 ; MENEGUS,

2 0 0 0 ; QUIROZ, 2 0 0 0 , y SILVA RIQUER, 1 9 9 7 .

2 4 U n ú l t i m o esfuerzo notable en GARCÍA ACOSTA, 1 9 9 5 . E l texto de Gar¬

ner sobre precios y salarios sigue siendo u n e l e m e n t o capital para cual-quier d i s c u s i ó n . TANDETER y JOHNSON, 1 9 9 2 .

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620 ANTONIO IBARRA

do colonial tardío quedó en suspenso, en tanto que el co-nocimiento sobre la dinámica efectiva de los precios de mercado carecía de evidencias seriadas, homogéneas y sis-temáticas, frente a los registros de precios institucional-mente regulados.25

El interés por una historia monetaria, resultado de los avances alcanzados en el estudio de la producción minera en el periodo colonial tardío, tal vez sea un elemento que se deba considerar en la investigación futura sobre precios, inflación y niveles de vida. El libro de Ruggiero Romano, orientado a explicar el funcionamiento de una economía productora de metales y sedienta de monedas, puede su-poner un giro en la discusión sobre el impacto de la masa monetaria en el índice de precios.26 Si bien, Romano

enfa-tizó el carácter deficiente de la circulación monetaria, su interés por demostrar la existencia de formas seudomone-tarias de circulación puede mover a la reflexión sobre el nexo entre el sistema monetario y la escala de precios: con una masa decreciente y una velocidad multiplicada por su-cedáneos monetarios. Es posible pensar, incluso, en causas estructurales más que en trastornos cíclicos que nos expli-quen la inflación, así como entender los mecanismos defla-cionarios de un mercado sujeto a procesos de aceleración

en la demanda y prolongadas contracciones.27

En cualquier caso, ahora contamos con una estadística fiscal y económica más diversificada, espacial y temporal-mente, que ha redundado en esfuerzos de síntesis que nos permiten discutir sobre conceptos económicos que requie-ren de elementos de medición. Un producto maduro, sin duda debatible, es el libro de Garner sobre la economía

2 6 V é a s e las dimensiones de este p r o b l e m a en el debate entre J o h n

-son y R o m a n o , para el Buenos Aires c o l o n i a l . ROMANO, 1992.

2 é Sobre la h i s t o r i o g r a f í a m i n e r a , v é a s e HERRERA CANALES et al, 1999.

El l i b r o de R o m a n o , creemos, t e n d r á u n efecto significativo en la futu-ra i n v e s t i g a c i ó n sobre el sistema m o n e t a r i o c o l o n i a l . ROMANO, 1999.

2 7 V e r debate sobre la masa m o n e t a r i a y el c r e c i m i e n t o e c o n ó m i c o

novohispano e n Historia Mexicana, XLLX:2(194) ( o c t . - d i c ) , IBARRA, 1999 y

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HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 621

mexicana del siglo x v m ,2 8 así como las sucesivas revisiones

a la tradicional visión del siglo de prosperidad borbónica a la luz de evidencias empíricas contrastantes, como se apre-cia en los trabajos de Van Young y Pérez Herrero,2 9 aunque

haya disminuido el interés por la estimación de los están-dares de vida en la medida en que las investigaciones se orientaron hacia aspectos más estructurales.

El debate sobre el atraso relativo mexicano tal como fue formulado por Coatsworth en 1980, estimuló notablemente la investigación empírica tanto en su dimensión cuantitati-va como en los criterios interpretativos que la sustentaron. Las réplicas y los ulteriores esfuerzos de medición hechos por Cárdenas3 0 y Salvucci31 constatan la relevancia de esta

perspectiva, pero aún aguardamos a que esta maduración sea traducida en argumentos más sólidos. Por ello, es nota-ble que no se haya despertado un interés mayor por cons-truir estadísticas sistemáticas sobre el producto interno bruto mexicano antes de 1890, asimismo, que no contemos con un verdadero índice de precios para la época colonial tardía y el siglo X I X temprano, que nos permita obtener es-timaciones sobre el producto, en términos reales, tanto pa-ra fortalecer la hipótesis de referencia como papa-ra someterla

crítica en sus argumentos empíricos.3 2

2 8 C o m o es sabido, el trabajo de Garner d e s p e r t ó suspicacias p o r el

m a n e j o " m o d e r n o " de u n a contabilidad " p r e m o d e r n a " , sin e m b a r g o , su a r g u m e n t o goza de u n a g r a n solidez e m p í r i c a . GARNER y STEFANOU, 1993. U n esfuerzo c o n t i n u a d o del autor p o r d i f u n d i r sus estadísticas, que

me-rece ser seguido, p u e d e verse en su p á g i n a web Latín American Colonial

Economic History Data Bank ( h t t p : / / m a n s e l l . s t u c e n . g a t e c h . e d u / r l g 7 / l a -t a m d a -t a / ) .

2 9 La crítica a la i m a g e n de u n siglo X V I I I p r ó s p e r o , fue planteada i n i

-cialmente p o r V a n Y o u n g y secundada p o r P é r e z H e r r e r o , c o n fuentes

fiscales. V A N YOUNG, 1992 y PÉREZ HERRERO, 1991.

3 0 CÁRDENAS, 1984, 1995 y 1997.

3 1 SALVUCCI, 1984 y 1997 y SALVUCCI y SALVUCCI, 1994.

3 2 Dos casos notables, e m p e r o , son la crítica historiográfica que h i

-c i e r o n E n r i q u e Flores-cano: "Atraso y m o d e r n i d a d e n el desarrollo de

M é x i c o , 1750-1910", p o n e n c i a al c o l o q u i o México: The Challenge

ofModer-nity, 1821-1991. L a j o l l a : C e n t e r f o r I b e r i a n a n d L a t í n A m e r i c a n Studies, University o f California, San Diego, 1991 y M I Ñ O , 1992, así c o m o el

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con-622 ANTONIO IBARRA

Con menor suerte, la investigación económica sobre el si-glo X I X ha buscado atajos frente a una heredada desorgani-zación institucional y una consecuente irregularidad de la

información económica.3 3 Ha sido particularmente

impor-tante el desarrollo de la historiografía regional, en algunos casos creando modelos de análisis,3 4 así como también la

in-vestigación sistemática en la historia fiscal.35 Si bien existe

una pobreza relativa de información cuantitativa para el siglo X I X , comparada con el periodo colonial tardío, las investiga-ciones regionales y el estudio sistemático de la información aportada por las memorias de Hacienda han creado una ba-se previa de información que ha estimulado discusiones de mayor aliento, como la relativa al modelo de fiscalización confederal mexicano antes de 1880 y las transformaciones que permitieron la "revolución" liberal en las finanzas

públi-cas.36 Corresponde a Carmagnani el mérito de haber dado

este giro a la investigación en la historia fiscal y de trazar las líneas de una agenda de trabajo que se ha diversificado ex-cepcionalmente, pasando de aspectos tributarios y administra-tivos a explicaciones generales sobre los modelos históricos de la fiscalidad mexicana.37

De manera paradójica, la información disponible para el siglo X X no es sustancialmente mejor que la compilada para fines del X I X , entre otras razones porque su sistematización no ha sido puesta bajo la crítica del historiador y, claramen-te, su elaboración ha respondido a criterios institucionales de argumentación política.3 8 Sin embargo, en la década de

traste e m p í r i c o d e l a r g u m e n t o de Coatsworth que hiciera e n su crítica PONZIO DE LEÓN, 1 9 9 8 . P o r otra parte se antoja f u n d a m e n t a l justificar la pertinencia de aplicar u n "deflactor" de p r o d u c t o s alimentarios

regula-dos para m e d i r la p r o d u c c i ó n de d i n e r o , esto es plata amonedada, y

es-timar la d i n á m i c a sectorial de la e c o n o m í a .

3 3P E Ñ A y W l L K I E , 1 9 9 4 .

3 4 CHOWNING, 1 9 9 7 ; IBARRA, 2000a, e IBARRA B E L L Ó N , 1 9 9 8 . 3 5J Á U R E G U I y SERRANO, 1 9 9 8 .

3 6 SERRANO y JÁUREGUI, 1 9 9 8 . 3 7 CARMAGNANNI, 1 9 8 3 , 1 9 8 9 y 1 9 9 4 .

3 8 L a crítica que hiciera Coatsworth a las estadísticas del p o r f i r i a t o

to-davía n o h a sido replicada c o n u n acervo de i n f o r m a c i ó n equivalente a los retos d e investigación planteados. U n caso excepcional, es e l

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traba-HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 6 2 3

los noventa los avances han sido notables en campos espe-cíficos de investigación, como la historia fiscal y financiera, pero también industrial y empresarial, fincada en archivos privados y de empresa.

Sin duda la mejor mirada al impacto de las nuevas fuen-tes en la historiografía de los noventa, se puede advertir por medio del boletín de fuentes

América Latina en la historia

eco-nómica®

que, desde 1994, viene publicando el Instituto de

Investigaciones Dr. José María Luis Mora. En él, pueden reconocerse las simetrías y divergencias que la nueva his-toriografía mexicanista ha trazado con el conjunto de la investigación latinoamericana y su diálogo con la estado-unidense y la española. Asimismo, la publicación de una

serie de

Lecturas sobre la historia económica mexicana

revelan

la consistencia y diversidad de la producción historiográfi-ca reciente y sus líneas de continuidad temátihistoriográfi-ca.4 0

Si esta suma de evidencias nos sugiere que se ha pro-ducido un giro decisivo en la investigación, tanto por sus fuentes como por sus recursos interpretativos y metodológi-cos, probablemente convengamos en que la historiografía económica de los noventa supone un punto de inflexión en la trayectoria del conocimiento de nuestro pasado eco-nómico.

j o de J. Bortz, q u i e n ha h e c h o u n a estadística histórica a partir de fuen-tes oficiales sometidas a u n escrupuloso escrutinio. BORTZ, 1 9 8 8 . U n es-fuerzo a n á l o g o , p e r o c o n otros p r o p ó s i t o s analíticos, es el hecho p o r E n r i q u e C á r d e n a s para la e c o n o m í a m e x i c a n a entre 1 9 2 9 y 1 9 4 0 , conti-n u a d o m á s tarde, coconti-n ese econti-nfoque m e t o d o l ó g i c o , hasta llegar a 1 9 5 8 .

CÁRDENAS, 1 9 8 7 , pp. 1 9 0 - 2 7 6 y CÁRDENAS, 1 9 9 4 .

3 9 Entre los n ú m e r o s temáticos del boletín, merecen señalarse los de

mercados (jul.-dic. 1 9 9 4 ) , manufactura e industria (jul.-dic. 1 9 9 5 ) , precios (ene.ju!. 1 9 9 6 ) , casas comerciales (ene.-jun. 1 9 9 8 ) , entre otros.

4 0 Las compilaciones t e m á t i c a s , c o n trabajos reeditados y otros

originales, f u e r o n sobre c r é d i t o p r e b a n c a r i o (Valle P a v ó n y Martínez L ó p e z -Cano); industria textil (Gómez-Galvarriato); finanzas públicas ( J á u r e g u i y S e r r a n o O r t e g a ) ; D e u d a p ú b l i c a ( L u d l o w y M a r i c h a l ) ; f e r r o c a r r i l e s y obras p ú b l i c a s (Kuntz y C o n n o l l y ) ; m o n e d a (Bátiz y Covarrubias), y m e r c a d o i n t e r n o (Silva R i q u e r y L ó p e z ) .

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6 2 4 ANTONIO IBARRA

LOS ARGUMENTOS DE UNA NUEVA HISTORIOGRAFÍA ECONÓMICA

En este contexto de renovación y abandonos, el contenido de la historiografía económica ha mudado de manera pro-funda. Entre los nuevos campos de conocimiento, con mayor relevancia teórica y metodológica, quizá deban mencionar-se cuatro: la "nueva historia financiera", tanto prebancaria como moderna, que ha generado una nueva interpretación sobre los obstáculos financieros al crecimiento económico, la conducta de los agentes financieros en un contexto de incertidumbre y los conflictos con el Estado por la renta dis-ponible;4 1 "la nueva historia fiscal", que ha promovido una

reciente interpretación de la construcción del Estado en el siglo X I X , tanto en su dimensión institucional como en su soporte financiero, alentando la incorporación del análisis económico de las rentas y políticas impositivas con la expli-cación de un peculiar régimen fiscal liberal.4 2 De manera

semejante, una "nueva historia industrial" ha renovado el interés tanto por el modelo histórico de industrialización, explicando las razones económicas de su rezago, disconti-nuidad y patrón organizacional altamente concentrado, así como las características de los agentes económicos y so-ciales que lo protagonizaron.4 3 Cada vez con mayores

ele-mentos de conocimiento y mejores análisis, sabemos de las alternativas y opciones económicas de los empresarios, los estándares de vida de los trabajadores y estimaciones sobre la productividad de empresas y del sector mismo. Por últi-mo, un nuevo horizonte se ha abierto con la "nueva histo-ria empresahisto-rial", que soslaya viejos prejuicios ideológicos y ataduras teóricas, y reconoce la diversificada suerte de agentes económicos que, a su vez, han sido relevantes acto-res sociales e interlocutoacto-res políticos del gobierno.4 4 En

todas ellas, quizá aparece un elemento común: la

importan-4 1 V é a n s e los trabajos de Valle P a v ó n y de M a r i c h a l y Del Á n g e l sobre

el tema e n este n ú m e r o .

4 2 V é a s e el trabajo de J á u r e g u i en este n ú m e r o .

4 3 V é a s e el trabajo de G ó m e z - G a l v a r r i a t o e n este n ú m e r o .

(13)

HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 625

cia de la ausencia o astringencia de un marco institucional apropiado al cambio económico, acusado por la persisten-cia de prácticas discrecionales, arreglos informales y una constante en la conducta de los agentes económicos y del propio gobierno, de privilegiar la búsqueda de rentas an-tes que transformar el orden institucional.4 5

La importancia del marco institucional en la explicación económica ha sido acentuada porque ha resultado pertinen-te para explicar la dinámica de los mercados, la organización industrial o los límites impuestos a la actividad empresarial, así como por constituir un punto de preocupación común entre estas nuevas corrientes historiográficas; por tanto, el en-foque institucional de la economía aparece como un instru-mento útil en la explicación histórica.

En otra dirección, la llamada "historia cultural" constituye una estrategia historiográfica alterna, orientada a explicar esos componentes "extraeconómicos" que influyen en la conducta idividual y colectiva ante el mercado, el ahorro y el consumo, y la política y las instituciones.46 Sin

embar-go, para algunos historiadores identificados con el enfoque neoinstitucional, la "historia cultural" no constituye una alternativa de conocimiento, debido a su subjetivismo episte-mológico, inconsistencia metodológica y ausencia de catego-rías y modelos de causalidad capaces de explicar la relación entre cultura, economía y política.4 7 Sin embargo, también

aquí es relevante advertir que el énfasis en aspectos cultura-les ha ido de la mano de la historiografía económica mexi-canista y quizá este antagonismo no sea tan extremo como en la historiografía estadounidense.48

4 3 V é a s e el ensayo de Riguzzi, para u n a evaluación analítica de la

impor-tancia d e l m a r c o institucional en u n a e c o n o m í a atrasada. RIGUZZI, 1 9 9 9 .

4 6 V A N YOUNG, 1 9 9 9 . V é a s e t a m b i é n su trabajo en este v o l u m e n , d o n

-de se e x p l o r a n las fuentes historiográficas -de u n a historia cultural larga-m e n t e c o n s t r u i d a en los c o n t o r n o s de la historia e c o n ó larga-m i c a . U n a crítica al debate estadounidense en KNIGTH, 2002.

4 7 HABER, 1 9 9 9 .

4 8 V é a s e el trabajo de V a n Y o u n g , en este v o l u m e n , d o n d e se

explo-r a n las fuentes histoexplo-riogexplo-ráficas de u n a histoexplo-ria c u l t u explo-r a l laexplo-rgamente cons-t r u i d a e n los c o n cons-t o r n o s de la hiscons-toria e c o n ó m i c a .

(14)

626 ANTONIO IBARRA

U N EJEMPLO ELOCUENTE:

LAS NUEVAS HISTORIOGRAFÍAS FISCAL Y FINANCIERA

Hasta la década de los noventa nuestro conocimiento sobre las finanzas, imperiales y privadas, estuvo limitado a los momentos de crisis, señaladamente a la Consolidación de Vales Reales, pero poco se sabía sobre los mecanismos es-pecíficos en que instituciones, corporaciones y particulares participaban de un mercado de dinero en un marco de ne-gociación aparentemente organizado que se precipitaba al caos.49 La historiografía de los noventa nos ha revelado la

complejidad institucional de dicho mercado, el peso gra-vitacional de los comerciantes y sus corporaciones en la competencia por el crédito y el carácter regulatorio de las instituciones religiosas.50 Por momentos, la dinámica

finan-ciera nos da señales sobre la existencia de un mercado de di-nero en el cual las tasas de interés compiten con las fuerzas institucionales del oligopolio financiero que las contienen, en un arreglo beneficioso para los dueños del dinero.5 1 El

estudio del financiamiento de la producción interna, par-ticularmente la minería, así como los movimientos especu-lativos frente a la demanda insaciable de capitales por la corona, han marcado una nueva perspectiva en el entendi-miento de las relaciones entre la esfera privada, corporativa, y la "pública", o las finanzas reales, en el arreglo y dinámi-ca del merdinámi-cado de crédito lo cual ha arrojado una serie de

conclusiones interpretativas completamente nuevas.52

Gracias a este avance historiográfico, se ha podido eva-luar el carácter depredador del Estado colonial a partir de las exacciones financieras, pactadas o forzadas, que

repre-sentaron un estructurado proceso de descapitalización.5 3

Mejor aún, la quiebra financiera del Estado colonial, según nos lo ha mostrado Marichal,5 4 tuvo una de sus

explicacio-4 9 MARICHAL, 1996.

5 0 WOBESER, 1989, 1989a y 1994. 5 1 V A L L E PAVÓN, en este n ú m e r o .

3 2 MARTÍNEZ LÓPEZ-CANO y V A L L E PAVÓN, 1998. 3 3 MARICHAL, 1997.

(15)

HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 627

nes en la relación perversa entre lealtad y privilegios con que se construyó un vínculo de dependencia.5 5 La idea de

la existencia de unos costos crecientes del colonialismo, mi-rando sólo la dimensión fiscal, se complementó con el es-cenario financiero que nos muestra cómo se rompieron las ligas de autoridad y el nexo de legitimidad con la quiebra financiera imperial. Dos nuevas historiografías, social y po-lítica se desprenden de este análisis del colapso colonial.

En esta trama de arreglos corporativos con el Estado colonial, el estudio de los Consulados de comercio ha sig-nificado un avance sustancial para explicar la acción colec-tiva de los grupos de interés en el reino, en especial de los comerciantes de la capital, quienes pese a perder el control oligopólico del mercado novohispano, como resultado de las políticas de liberación del comercio interior de impor-taciones, intentaron recuperar sus privilegios mediante el financiamiento de la deuda pública del monarca.5 6 Por su

parte, el nexo entre favores financieros y el quebrantamiento de la política comercial durante el comercio libre, ha ma-nifestado la importancia de los arreglos informales, de privi-legio, entre grupos de comerciantes y la corona, en notoria contradicción con las reglas establecidas.57

Por su parte, la historiografía fiscal ha hecho notables progresos al pasar del análisis contable de registros fiscales a una nueva interpretación, centrada en aspectos institucio-nales y políticos, sobre las características de la fiscalidad de antiguo régimen y sus continuidades en la nueva repúbli-ca. La brecha de conocimiento entre la época colonial y la hacienda liberal moderna se ha ido cerrando lentamente, gracias a la convergencia de dos ciclos de investigación relativamente independientes: por una parte, gracias al es-tímulo que produjo a la historiografía colonial la

publica-5 publica-5 JÁUREGUI, 1997.

5 6 E l trabajo f u n d a m e n t a l de esta corriente es, sin d u d a , la tesis de

d o c t o r a d o d e Valle Pavón. VALLE PAVÓN, 1997.

5 7 L a i n v e s t i g a c i ó n de Souto, es u n a notable e x p l i c a c i ó n de estos

as-pectos. SOUTO, 2001. Obras colectivas, p o r aparecer, v e n d r á n a suplir al-gunos huecos historiográficos de la investigación. HAUSBERGER e IBARRA,

(16)

628 ANTONIO IBARRA

ción de los datos de recaudación en las cartas-cuenta, co-mo ya heco-mos mencionado, y gracias a un mejor análisis de la organización y funcionamiento del aparato financiero colonial, ahora podemos estimar su eficiencia y compleji-dad;5 8 segundo, por un estímulo a la investigación de la

fis-calidad liberal, nacida de los trabajos de Carmagnani, especialmente entre la primera república federal y el régi-men porfiriano.5 9 El resultado evidente es que ahora la

his-toriografía económica, en particular la fiscal, tiene nuevos argumentos para interpretar el siglo X I X , esclarecer la pug-na entre proyectos tributarios y explicar la continuidad de figuras fiscales de antiguo régimen y prácticas tributarias tradicionales, en un contexto de cambio político liberal.

Tanto por el lado de la recaudación como por el del gas-to, nuestro conocimiento es mayor y cada vez se tienen mayores elementos para explicar la política fiscal. Por ejem-plo, la importancia del análisis del presupuesto, tanto como instrumento de política y negociación como de economía pública, ha abierto un horizonte de reflexión sobre la im-portancia de los arreglos institucionales en la definición de la política de gasto e inversión del régimen porfiriano.6 0 El

conocimiento sobre el tránsito de un régimen fiscal confe-deral a un modelo centralista es, probablemente, el mejor balance que pueda hacerse sobre este desarrollo historio-gráfico. Sin embargo, aunque conocemos mejor el desem-peño de las finanzas del gobierno central, así como algunos casos paradigmáticos y divergentes de fiscalidades estatales,

5 8 E l e m p u j e de la investigación se debe a las ulteriores iniciativas de

Klein, p e r o t a m b i é n a trabajos c o m o el de J á u r e g u i que c o m p l e m e n t a la imagen de r e c a u d a c i ó n c o n u n análisis administrativo e institucional de la Real Hacienda. E n o t r o sentido, la investigación sobre movimientos financieros internos al sistema colonial, c o m o los situados, ha sido

pues-ta de relieve p o r MARICHAL V SOUTO. 1 9 9 4 : TAUREGUI, 1 9 9 9 , y K L E I N , 1 9 9 2 .

3 9 El ciclo cíe esta historiografía puede marcarse, m u y claramente, c o n

la p u b l i c a c i ó n de "Finanzas y Estado en M é x i c o " , hasta la a p a r i c i ó n de

su l i b r o Estado y mercado. Para u n a e v a l u a c i ó n de su e v o l u c i ó n v é a n s e

JÁUREGUI y SERRANO ORTEGA, 1 9 9 8 ; SERRANO ORTEGA y JÁUREGUI, 1 9 9 8 , y SÁN-CHEZ SANTIRÓ, JÁUREGUI e IBARRA, 2 0 0 1 .

(17)

HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 6 2 9

todavía desconocemos la organización y dinámica de las fi-nanzas municipales que nos permita integrar nuestra visión de la trama institucional de un régimen fiscal en permanen-te transición hacia una fiscalidad moderna, económica y equi-tativa, que no termina por producirse hasta el presente.61

Si las historias fiscal y financiera coloniales han hecho notables progresos, su continuidad ha tropezado con una desigualdad de análisis y vacíos historiográficos en el siglo X I X . En efecto, las explicaciones sobre el tardío desarrollo de un mercado de crédito y un sistema financiero moder-no, bancario, están en camino de despejarse con la muy adelantada investigación reciente. Las continuidades entre un sistema de crédito dominado por la demanda pública de recursos y las prácticas especulativas privadas, ya libera-das de corporaciones de interés y límites institucionales al precio del dinero, destacan la persistencia de vínculos in-terpersonales que cobraron dimensiones de complicidad política, distorsionando el mercado de crédito y dando cur-so a un? vieja práctica depredadora de los recurcur-sos

estata-les.62 Empero, la complejidad del desarrollo prebancario

del crédito no se limita a la deuda pública y el agio, como bien lo llamó Tenenbaum,6 3 sino a la institucionalizado!!

de prácticas bancadas en las cuales el manejo financiero de las cuentas públicas corrió de la mano de instituciones

pri-vadas, como lo ha mostrado Ludlow6 4 para Banamex, al

abrir un horizonte de análisis que ha motivado investigacio-nes ulteriores. Si la aparición de la banca central públi-ca fue tardía, pese a la importancia del crédito público y la emisión monetaria, es posible que ello obedezca a esta larga tradición de manejo privado de cuentas públicas: el Con-sulado de mercaderes en la época colonial, las casas

comer-6 1 Estudios recientes c o m o los de Aboites, para el siglo X X , nos

arro-j a r á n nueva luz sobre los o b s t á c u l o s a la i m p l a n t a c i ó n de u n r é g i m e n fis-cal directo, progresivo y eficaz en la d i s t r i b u c i ó n de la carga y la a s i g n a c i ó n de cuotas de r e c a u d a c i ó n a u t é n t i c a m e n t e federales. ABOITES,

2 0 0 1 y 2 0 0 3 .

6 2 L U D L O W y SILVA RIQUER, 1 9 9 3 . 6 3 TENENBAUM, 1 9 8 8 .

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630 ANTONIO IBARRA

ciales en el primer medio siglo de vida independiente y un banco privado controlado por intereses franco-españoles hasta principios del siglo X X .6 5

Las estrictas funciones de una banca privada, la interme-diación financiera y el financiamiento productivo, ahora sabemos que mostraron una cadencia semejante: la inves-tigación regional y los estudios sobre la oferta de crédito al campo y a la industria, muestran un patrón ineficiente, cos-toso y atrasado, que reproduce una simetría de concentra-ción industrial y una endogamia empresarial que prevalece hasta hoy, con las consecuencias conocidas. La importancia de un rezago institucional, prácticas de privilegio, informa-ción incompleta y distorsiones en la asignainforma-ción de créditos nos señalan la importancia de un marco institucional am-biguo, frágil e ineficiente para promover la eficiencia de los mercados financieros. La nueva historiografía financiera, que pasó del análisis de las relaciones entre élite y crédito público, ahora vuelve sus ojos a un análisis cada vez más centrado en la explicación de los "costos de transacción" en mercados financieros deficientemente organizados, por falta de un marco institucional eficiente.6 6

La pertinencia del enfoque neoinstitucional, en particu-lar para este campo de investigación histórica, ha hecho que la historiografía bancaria esté cada vez más cerca del análi-sis económico formalizado, al seguir de manera explícita, modelos econométricos y sustentado en la teoría económi-ca moderna.6 7 De esta manera, la historiografía financiera

es testigo de una nueva cooperación entre economistas e historiadores y, en un sentido positivo, se abre un sendero de reflexión metodológica que podría extenderse a otras áreas de conocimiento de la historia económica, con inde-pendencia de las épocas de análisis. Probablemente, una de las consecuencias más relevantes de la historiografía finan-ciera, premoderna y bancaria, sea el hecho de que se ha consolidado como un campo de conocimiento común que

6 5 U n a visión m á s estilizada d e l m a r c o institucional e n MAURER, 1999.

6 6 MAURER, 1999.

(19)

HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 6 3 1

ha avanzado en una larga trayectoria de investigación, des-de la colonia hasta el siglo X X , con explicaciones globales y análisis específicos. Así, la trayectoria de una línea histo-riográfica une el interés de economistas e historiadores en favor de una nueva historia económica.

UNA NUEVA AGENDA PARA UNA VIEJA RELACIÓN:

LAS INSTITUCIONES Y LA NUEVA UNIFICACIÓN

DE LA HISTORIA ECONÓMICA

Por una explicable coincidencia, el premio Nobel de eco-nomía en 1993, vino a caer al campo de la historia al otor-gárseles a Douglass North y Robert Fogel, pero ello no supuso que informalmente se hubiera concedido un Nobel de historia, sino la constatación de que la historia económi-ca es una herramienta útil y necesaria a la moderna teoría económica, tanto como un reconocimiento a la trayectoria de la escuela de pensamiento que los autores representa-ban. Con independencia de otras consideraciones, la evi-dencia de un nuevo acercamiento disciplinario parece estar en el trasfondo de este episodio: la historia económica actual tiende a mayor integración disciplinaria, rigor me-todológico y amplitud en su horizonte interpretativo. Y efectivamente, como lo señalara North, la investigación ac-tual está produciendo "un nuevo marco analítico que nos permite comprender el cambio económico en el transcur-so del tiempo", pero también un importante enriquecimien-to de la teoría económica.6 8

El renovado interés de los economistas por la historia, así como la utilidad de ciertos instrumentos analíticos de la teo-ría económica en la investigación histórica, constituyen los elementos de este nuevo encuentro disciplinario, aunque no desprovisto de suspicacias y conflictos.69 Por motivos

distin-tos, el análisis neoinstitucional ha supuesto un nuevo territo-rio de encuentro entre economía, ciencia política e historia

6 8 N O R T H , 1 9 9 4 , p p . 5 6 7 - 5 8 3 .

(20)

632 ANTONIO IBARRA

y, específicamente en nuestro desarrollo historiográfico, con diferencias de formalización y análisis. Las explicaciones so-bre el influjo de las reglas formales y las prácticas informales son cruciales, en esta perspectiva, para trascender la descrip-ción puramente empírica del desempeño económico.

Si bien es difícil que haya acuerdo para suponer que esto constituya un "cambio de paradigma" en la historia econó-mica, que obligue a un reelevamiento de nuestros supuestos de conocimiento, es evidente en cambio, que sí constituye una herramienta teórica valiosa para tasar las divergentes trayectorias de economías en el pasado, gracias a que provee un sistemático modelo de análisis de los factores determi-nantes de ese desempeño —derechos de propiedad, costos de transacción y una teoría cognoscitiva de la conducta de los agentes económicos. Por otra parte, también es cierto que su adopción supone problemas relevantes para el his-toriador: la retórica de la teoría económica, la estilización de los hechos y el optimismo epistemológico puesto en el análisis de evidencias cuantitativas altamente formaliza-das.70 Los peligros marcados por Romano, el

"anacronis-mo" y el "anatropis"anacronis-mo", quizá sean restricciones reales a la generalización del enfoque a la diversidad de temas y pe-riodos de la historia económica mexicana.

En cualquier caso, nos parece esencial advertir que esta trayectoria historiográfica constituyó uno de los desarrollos significativos de la década de los noventa, tanto en su acep-tación por parte de algunos historiadores, como en su adopción por cuenta de los economistas interesados en el pasado, conformándose como un componente importan-te de la nueva manera de hacer historia económica.7 1

Probablemente sea Coatsworth, en una serie de ensayos ya clásicos, quien primero haya llamado la atención sobre este aspecto en el contexto de su explicación sobre el atraso

eco-7 0 Me CLOSKEY, 1 9 9 4 .

7 1 COATSWORTH y TAYLOR, 1 9 9 9 , i n t r o d u c c i ó n . U n a e v a l u a c i ó n de

pers-pectivas e n N O R T H y WIENGAST, 1 9 9 7 . M e n c i ó n aparte merece J o s é Ayala, c o m o u n economista que c o n t r i b u y ó significativamente a la sistematiza-ción del e n f o q u e y su a p l i c a c i ó n a otras disciplinas. AYAI.A, 1 9 9 8 y 2002.

(21)

HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 633

nómico mexicano.7 2 Sin embargo, solamente en la última

década ha sido emplazado el análisis institucional como un instrumento teórico relevante para la explicación del funcio-namiento de los mercados, las restricciones a los actores eco-nómicos y la persistencia de un bajo desempeño económico y un patrón distributivo ineficiente, no equitativo, acusado por baja inversión en capital humano y sistemas políticos discri-minatorios.7 3 La publicación reciente de dos textos

colec-tivos, permeados por este enfoque, tanto por Coatsworth74

como por Haber,7 5 nos permiten advertir que se ha

sistemati-zado el programa de investigación en esta dirección. De esta manera, con diferencias de matiz, la aceptación del modelo se ha extendido entre un amplio espectro de historiadores interesados en campos temáticos más acotados, como la his-toria fiscal,76 las corporaciones mercantiles de antiguo

régi-men,7 7 la industria,7 8 el sistema de derechos de propiedad7 9

y los ferrocarriles,80 entre otros.

La convergencia de intereses así como los acertijos que resultan de la investigación, han hecho evidente la necesi-dad de una nueva estrategia de cooperación, respetando la pluralidad de tradiciones historiográficas, recursos meto-dológicos y énfasis en el uso de fuentes cuantitativas y acep-tación explícita de teorías económicas, a efecto de sumar conocimientos y no restarles valor por el sesgo de la inter-pretación.

7 2 Las primeras referencias a la teoría de N o r t h , aparecen ligadas a la

hipótesis del deficiente grado de o r g a n i z a c i ó n e c o n ó m i c a c o m o elemen-to decisivo del atraso, m á s tarde h a r í a énfasis en las restricciones impues-tas a la e c o n o m í a p o r el centralismo y el intervencionismo estatal, hasta considerar la r e f o r m a liberal c o m o u n proceso de cambio institucional. COATSWORTH, 1990 y N O R T H , 1990, especialmente la cita de Coastworth en p. 151.

7 3 MARISCAL y SOKOLOFF, 2000. 7 1 COATSWORTH y TAYLOR, 1999.

7 3 HABER, 1997, especialmente la i n t r o d u c c i ó n , pp. 1-20 y HABER, 2000.

7 6 JÁUREGUI, 1997. 7 7 IBARRA, 2000b.

7 8 GÓMEZ GALVARRIATO, 1999. 7 9 RIGUZZÍ, 1999.

(22)

634 ANTONIO IBARRA

Se antoja que la continuidad de esta trayectoria historio-gráfica, así como su deseable diálogo con otras tradiciones intelectuales, supone una renovación de la cultura polé-mica que hemos perdido. Es posible que si se produce ma-yor coherencia programática en la investigación en historia económica, los esfuerzos no caigan en vacíos de indiferen-cia. La existencia de agrupaciones profesionales de historia-dores de la economía,8 1 la celebración del primer congreso

especializado, en octubre de 2001, así como la creciente participación de la historiografía mexicanista en congresos internacionales de historia económica, parecen ser bue-nas señales. A su vez, la consolidación de la disciplina en las principales instituciones académicas del país,8 2

aun-que paradójicamente no contemos aún con un programa institucionalizado de formación de nuevos historiadores de economía, con un sólido aparato de conocimientos eco-nómicos y fuerte dosis de investigación empírica, confirma este desarrollo. De la misma manera, pese a la ausencia de publicaciones especializadas en historia económica, la pro-ducción bibliográfica, documental y ensayística sigue tenien-do regular presencia en las revistas académicas de nuestro medio, cada vez con mayor regularidad, tanto en aquellas de historiadores como de economistas.83

Si esta suma de elementos demuestra que la historiografía de los noventa ha tenido ánimo de levantar un "proyecto de reconstrucción histórica", como anticipó Florescano,

des-8 1 S e ñ a l a d a m e n t e la A s o c i a c i ó n Mexicana de H i s t o r i a E c o n ó m i c a y

la A s o c i a c i ó n de Historiadores del N o r t e de M é x i c o , debidas a la inicia-tiva de Carlos M a r i c h a l y M a r i o C e r u t t i , n o p o r azar protagonistas rele-vantes de esta r e n o v a c i ó n historiográfica.

8 2 L a Universidad N a c i o n a l A u t ó n o m a de M é x i c o , El Colegio de

Mé-xico, el Instituto de Investigaciones D r . J o s é M a r í a Luis M o r a " el Centro de Investigación y Docencia E c o n ó m i c a s , el Instituto T e c n o l ó g i c o Autó-n o m o de M é x i c o , la UAutó-niversidad A u t ó Autó-n o m a M e t r o p o l i t a Autó-n a y otras uAutó-ni- uni-versidades d e l p a í s , c o m o la de Puebla, c o n u n a larga t r a d i c i ó n e d i t o r i a l en historia e c o n ó m i c a .

8 3 M e r e c e n s e ñ a l a r s e , c o m o se desprende del análisis historiográfico

hecho p o r otros colegas, desde luego Historia Mexicana, p e r o t a m b i é n

Es-tudiosde Historia Novohispana, Relaciones, Secuencia, Siglo XIX, Argumentos, El Trimestre Económico e Investigación Económica, entre otras.

(23)

HISTORIA ECONÓMICA DE LOS NOVENTA 635

de los buenos cimientos del saber acumulado, vinculado a corrientes que transforman el pensamiento histórico y pro-mueven el desarrollo de "generaciones creativas y producti-vas", entonces el pasado reciente ha macerado para bien a nuestra historiografía.

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