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Tiempos de reconstrucción

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Academic year: 2020

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TIEMPOS DE RECONSTRUCCIÓN José Antonio Martínez Lapeña

Hoy podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que los encargos más fre-cuentes en los estudios de arquitectos son los proyectos de intervención en edificios, tengan o no la calificación de monumentos histórico-artísticos, pero con posibilidad de ser rescatados de un proceso de degradación producido, bien por el transcurso del tiempo, bien por el inadecuado uso que se ha hecho de él, recuperando así, para el patrimonio público o privado, edificios, a veces de estimable valor.

Este fenómeno no sólo se da en relación a los edificios si no también en lo que podríamos llamar proyectos urbanos, u obras públicas si se prefiere, consisten-tes, la mayor parte de las veces, en pequeñas operaciones que intentan restañar heridas producidas en un pasado reciente, más empeñado en la producción y desarrollo que en el crecimiento armónico de la ciudad en cuanto al equilibrio que entre techo construido, equipamiento y servicios ha de existir.

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La relativa importancia de la oferta de este tipo de trabajos ha hecho que aumen-te el número de arquiaumen-tectos que desarrollan, en estos momentos, proyectos de restauración, pero al mismo tiempo ello también es debido a que desde algunos órganos de la Administración se ha apostado por profesionales de los que, por el conocimiento de la obra realizada, se confía puedan resolver de forma satis-factoria la tarea encomendada, poniendo en duda, de esta manera, la necesaria especialización que hasta estos momentos era casi obligado acreditar por los arquitectos que realizaban las obras de restauración.

Es muy posible que en la idea de la especialización del arquitecto pueda estar buena parte del problema de las obras de restauración. Para afrontar una inter-vención en un edificio, dañado en sus fábricas o con problemas patológicos de otro tipo, es necesaria la intervención de técnicos cualificados, de la misma ma-nera que, a veces, es imprescindible un estudio arqueológico, que pueda datar y relacionar distintas partes de una construcción, o ser muy importante la infor-mación que pueda facilitar un historiador bien documentado. Nada de todo esto debería negarse y es importante que especialistas de estas materias intervengan en los trabajos de restauración, si el edificio lo requiere, de la misma manera que hoy otros técnicos colaboran con el arquitecto redactor de otro proyecto com-plejo y que confía en personas cualificadas materias muy específicas. Pero toda intervención, que no sea una mera cuestión técnica, necesitará de una respuesta arquitectónica que ofrezca la solución adecuada al problema que se plantea en el edificio, respuesta que, naturalmente, vendrá apoyada en el conocimiento más profundo del edificio que, si los hubiere, proporcionan las aportaciones de los especialistas. Pero en la imagen que se pudiera tener del arquitecto restau-rador subyacía la idea de que, entre otros conocimientos, debería tener uno en especial: el de los estilos históricos, que garantizaría así la perfección y ajuste de los cánones estilísticos con los que el edificio en cuestión fue construido. Nada se debería objetar a una restauración o restitución que, hecha con rigor y basada en datos fidedignos e inequívocos, pueda proporcionarnos una mejora en la apreciación visual del objeto o edificio restaurado, pero lamentablemente no ha sido siempre éste el criterio con el que se ha actuado, sino que a veces, al amparo del cuerpo teórico que las tesis de Viollet-le-Duc, en cuanto a la inter-vención en edificios históricos, pudieran haber proporcionado, o a causa de las ambiciones locales por recuperar un glorioso pasado que ya no existe, o debido a parciales preferencias estilísticas de grupos o personas, etc., se han llegado a emprender dudosas reconstrucciones que aparecen, unas veces como fantasmas esclerotizados del pasado, por su deficiente y esquemática construcción, y otras como reinterpretaciones edilicias que pueden crear una imagen bien distinta de la que se pretende, la original, al carecer la documentación fiable que avale la operación que se propone.

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La decidida postura que la sociedad en general ha tomado en relación al patri-monio cultural, tratando de conservarlo y mejorarlo si era posible, ha hecho que se buscase un necesario equilibrio entre la difícil reconstrucción que algunos podían ambicionar y la inalterabilidad del mismo que otros propugnaban. Así se llegaron a redactar normas generales en congresos internacionales (carta de Atenas, carta de Venecia) en las que se definían los criterios que las adminis-traciones responsables del patrimonio histórico-artístico deberían seguir para mejor conservar y restaurar sus monumentos, proporcionando programas que contenían ordenamientos jurídicos, administrativos y técnicos, que configu-raban una política global de protección de patrimonio histórico-artístico. Aún reconociendo lo positivo que la aplicación de estas normas ha supuesto, y que de haberlas llevado con constancia y rigor hubieran significado una menor degra-dación del patrimonio, hemos de convenir que, fundamentalmente las normas técnicas, han sido esgrimidas en ocasiones de forma indiscriminada y ofrecidas como garantía de una actuación de acuerdo con lo reglamentado, es decir lo reconocido como conveniente, ratificado incluso por las cartas anteriormente ci-tadas. Estas recomendaciones técnicas, que sugieren diferenciar estilos entre lo viejo y lo nuevo, utilizar materiales distintos a los originales para la sustitución y reparación de las fábricas dañadas, para hacer evidente la actuación, utilizar juntas visibles que deslinden con claridad lo antiguo de lo moderno y otras intenciones parecidas, constituyen argumentos más próximos a la ética que a la arquitectura, se justifican desde su pretendida neutralidad con lo existente y tranquilizan al autor por haber actuado honestamente, sin ánimo de engaño, con los instrumentos materiales y elementos que proporciona la arquitectura moderna, que significará un sedimento más sobre el monumento, como tantas veces ha sucedido en su dilatada vida, de lo cual la historia de la arquitectura ofrece tantos ejemplos.

Existen magníficas restauraciones realizadas en un reciente pasado, funda-mentalmente en Italia, en las que es reconocible la influencia que las normas mencionadas anteriormente han ejercido, y que se ofrecen, por algunos, como paradigma de una restauración moderna, pero también hay que advertir que estos criterios han sido muchas veces guía común y han dificultado la necesaria reflexión, con el peligro que esto conlleva de dar respuestas desajustadas a la dimensión del problema, cayendo en el error de confiar en algo que, por experi-mentado y reconocido, se da por bueno y es generalizable a todos los casos. De ahí que se reclame para cada intervención una respuesta específica para solu-cionar el problema concreto que se plantea, y que el criterio y buen juicio deban prevalecer sobre las actitudes éticas impuestas; llegar a entender la verdadera naturaleza del problema significará hallar su dimensión y los medios que vamos a necesitar para que la respuesta tenga su justa medida.

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Alguien puede ver actitudes opuestas y contradictorias en los ejemplos mencio-nados y habrá que aceptarlo así y admitir que pueda existir, pues aunque no lo sean, así se podría entender la exquisita restitución del Tesoro de lo Atenienses en Delfos, con la incorporación de fustes para sus columnas y sillares para sus antas, tallados en el extraordinario mármol de Paros, el mismo con el que fue construido el pequeño edificio, y la transfiguración que Jujol realiza a una casa rural en Sant Joan Despí, negando toda relación con la anterior construcción para convertirla en una espléndida residencia para la familia Negre.

Documentos de arquitectura, nº 3, Elías Torres - José Antonio Martínez Lapeña, Colegio Oficial de Arquitectos de Almería, 1987.

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DESTROZADA LA VIDRIERA DE LA CAPILLA DE LE CORBUSIER EN RONCHAMP. Ana Teruel.

Le Corbusier aceptó reconstruir la Capilla de Ronchamp, en el este de Francia, destrui-da por los bombardeos durante la guerra, y la finalizó en 1955. El arquitecto franco-suizo recreó así, en la cima del monte de Bourlémont, «un lugar de silencio, de rezo, de paz, de alegría interior», según su propia definición. Este remanso de paz sufrió sin embargo el ataque de unos vándalos el pasado viernes, que dejaron en mil pedazos la gran vidriera principal de la capilla. Dibujada y firmada por el artista, de medio metro de alto por medio de ancho, era la mayor del sitio. La Fundación Le Corbusier ha pedido medidas urgentes para preservar la capilla, una petición que extiende al conjunto de la obra del arquitecto.

Sobre las siete y media de la tarde del viernes, una monja del vecino monasterio edi-ficado en 2011 y obra del arquitecto Renzo Piano descubrió la degradación y dio la alerta a la gendarmería. El o los autores del ataque forzaron la entrada al interior del edificio, inscrito en la lista de monumentos históricos franceses en 1967 como parte del Patrimonio del siglo XX. Dejaron destrozada la principal vidriera, en la que Le Corbusier había dibujado una luna con rostro humano y la única de la capilla que ha-bía firmado. Los vándalos también trataron sin éxito entrar en la librería-tienda de la iglesia y arrancaron un buzón de colecta de hormigón, que estaba vacío y que apareció fuera del edificio.

Los miles de pedazos de la vidriera se encuentran ahora en manos de un vidriero envia-do por la Dirección regional de Asuntos Culturales, encargaenvia-do de elaborar una copia de la original. De momento, la capilla, que recibe cada año la visita de unos 80.000 turistas y fieles, se mantiene abierta al público. Se ha colocado una tabla de madera para cubrir el vacío dejado por la vidriera, a la espera de la nueva copia. La gendarmería por su par-te ha pedido la colaboración ciudadana para dar con los autores del acto de vandalismo, sobre el que parece disponer de momento de poca información.

«Es terrible ver un elemento original de la obra de Le Corbusier destruido», reacciona por teléfono Michel Richard, director de la Fundación Le Corbusier, encargada del le-gado del arquitecto franco-suizo. «En una obra como la de Ronchamp, lo que él aporta personalmente, además de la arquitectura, es su toque de artista plástico. Era un artista en el sentido completo de la palabra. Sus dibujos son algo muy íntimamente ligados a Le Corbusier», añade.

La Fundación ha pedido medidas urgentes para garantizar la seguridad y lamenta en un comunicado que «ninguna medida específica haya podido permitido garantizar la seguridad de las instalaciones y preservar uno de los elementos más emblemáticos y más frágiles de la Capilla». Reclama también mayores esfuerzos por el mantenimiento y la restauración del edificio, que sufre también problemas de infiltraciones.

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