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CUÁL INDEPENDENCIA, CUÁL REVOLUCIÓN?

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REVISTA DE LA ROAMERICANA

Gonzalo CelorioEl tequila: Una bebida que se fuma María Teresa de la Garza Camino Bioética y biopolíticaCarlota Peón Rodríguez

Vietnam: ¿Guerra o seducción?Luis Tovar Las otras 10 mejores películas mexicanas

REVIST A DE LA UNIVERSID AD IBER O AMERIC ANA ›¿CUÁL INDEPENDENCIA, CUÁL REV OLUCIÓN? O II f EB RE RO -M A Rz O DE 2010 6 Año II Númer o 6 F ebr er o-m arzo de 2010

Perla

Chinchilla

Pawling

Jesús Gómez

Fregoso, S. J.

Teresa

Matabuena

Peláez

Enrique Semo

¿Hay algo qué rescatar? ¿Hay algo qué celebrar?

Opinan: René Avilés Fabila, Emmanuel Carballo, Bruno Estañol, Hugo Gutiérrez Vega, Víctor Jiménez, Hernán Lara Zavala, Mauricio de Maria y Campos, Carlos Montemayor, Alberto Montoya

Martín del Campo, Humberto Musacchio, Rius, Rodolfo Stavenhagen

Líder Ibero

Gustavo Loza,

cineasta

Eraclio Zepeda

Los trenes de Chile

Rogelio Naranjo

La historia está

poniendo a cada

quien en su lugar

Beatriz Espejo

Sorpresas te

da la vida

Hugo

Gutiérrez

Vega

Dos poemas

inéditos

Prepa Ibero, una nueva oferta educativa

aniv

ersar

io

primer

¿CUÁL INDEPENDENCIA,

CUÁL REVOLUCIÓN?

(2)

Director Carlos Deveaux Homs

Director editorial Juan Domingo Argüelles

Asistente de edición Beatriz Palacios

Administración Áurea Maristany

Información Angélica Cortés, Francelia Vargas

Redacción Carlos Mario Castro, Ana Langner revistaibero@uia.mx

(55) 5950-4197

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Dr. José Morales Orozco, S. J. Rector

Dr. Javier Prado Galán, S. J. Vicerrector Académico

IBERO, REVISTA DE LA UNIVERSIDAD

IBEROAMERICANA

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Gonzalo Olivares Velázquez, Eugenio Páramo Ortega, S. J., Javier Prado Galán, S. J.

Comité de asesores Carlos Alvarado Santoyo, José Carreño Carlón, Carlos Lugo Galera, Ignacio Padilla, Carlota Peón, Gilberto Prado Galán, Alberto Ruiz Treviño, Ilán Semo, Helena Varela, Gabriela Warkentin

, Revista de la Universidad Iberoamericana es una publicación bimestral de la Universidad Iberoame-ricana Ciudad de México y de Grupo Mexicano de Me-dios, S. A. de C. V., bajo la responsabilidad de la Di-rección de Comunicación Institucional de la UIA. Editor responsable: Carlos Deveaux Homs, carlos.deveaux@ uia.mx. Número de Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor: 04-2009-082412294600-102. Número de Certificado de Licitud de Título (en trámite). Número de Certificado de Licitud de Contenido (en trámite). Domicilio de la publicación: Prolongación Paseo de la Reforma 880, Lomas de San-ta Fe, México, D.F., C.P. 01219. Teléfono 5950-4197 y 5950-4198. Fax: 5950-4316. Imprenta: Compañía Impresora El Universal, S.A. de C.V. Allende No. 176, Col. Guerrero, México 06300, D.F. Teléfono 5117-0190. Distribución: Prestadora de Servicios Cipro, S. A. de C.V. Fresas 9 Col. del Valle. Deleg. Benito Juárez. C. P. 03100 México, D.F. La responsabilidad de los artículos publi-cados refleja, de manera exclusiva, la opinión de sus autores y no necesariamente el criterio de la institución. No se devuelven originales no solicitados ni se entablará correspondencia al respecto. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio o procedimiento, del contenido de la revista, sin autorización previa y expresa, por escrito, de la Universidad Iberoamericana. Año II, nú-mero 6, febrero-marzo de 2010. Fotografías de portada: Corbis. ISSN en trámite.

Índice

5Carta del Rector,Dr. José Morales Orozco, S. J.

6¿Cuál Independencia, cuál Revolu-ción?/examen. A la sombra de los cente-narios, Enrique Semo

8¿Cuál Independencia, cuál Revo-lución?/examen. Jesuitas mexicanos precursores de la Independencia, J. Jesús Gómez Fregoso, S. J.

12¿Cuál Independencia, cuál Revo-lución?/valoraciones. ¿Hay algo qué rescatar? ¿Hay algo qué celebrar?, René Avilés Fabila/Emmanuel Carballo/Bruno Estañol/Hugo Gutiérrez Vega/Víctor Jiménez/Hernán Lara Zavala/Mauricio de Maria y Campos/Carlos Montemayor / Alberto Montoya Martín del Campo/ Humberto Musacchio/Rius/Rodolfo Stavenhagen

18 ¿Cuál Independencia, cuál Revolu-ción?/examen. Revolución y vida cotidi-ana, Perla Chinchilla Pawling

20¿Cuál Independencia, cuál Revolu-ción?/investigación. ¿Revolucionarios?, ¿revoltosos?: Primeras noticias de la Revo-lución, Teresa Matabuena Peláez

24Mirador. La historia está poniendo a cada quien en su lugar. Entrevista con Rogelio Naranjo, Juan Domingo Argüelles

30Divulgación científica. Bioética y biopolítica, María Teresa de la Garza Camino

32Líder Ibero. Entrevista con el cineasta Gustavo Loza. Poder generar y contar mis propias historias es una de mis mayores satisfacciones, Carlos Deveaux Homs

36La llama inextinguible. Hugo Gutiérrez Vega: Cantar lo que a todos pertenece

36La llama inextinguible. Dos poemas inéditos, Hugo Gutiérrez Vega

38Trivium/cuento. Los trenes de Chile,

Eraclio Zepeda

40 Trivium/crónica. Sorpresas te da la vida, Beatriz Espejo

42Cine. Las otras 10 mejores películas mexicanas, Luis Tovar

44Actualidad Ibero. Prepa Ibero, una nueva oferta educativa, Raquel Druker

46 El viajero ilustrado. Vietnam: ¿Guerra o seducción?, Carlota Peón Guerrero

50Saberes/Sabores. El tequila: Una be-bida que se fuma, Gonzalo Celorio

52La voz del libro/el eco de la lectura.

Qué leer y por qué, Arturo Ahmed Rome-ro/Armando González Torres/Angélica de Icaza/Félix Suárez

54Música para camaleones. Qué es-cuchar y por qué, Beatriz Palacios

56Innovación tecnológica. Dispositivos e instrumentos que facilitan la vida

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carta del rector

D

e entre las fechas posibles, la historiografía eligió la del 16 de septiembre de 1810 para señalar el inicio de la vida independiente de México: la separación definitiva de la corona española. Cien años más tarde, nuestra joven patria vería establecidas las pautas de su convivencia nacional mediante el violento proceso de la Revolución.

Al pensar en ambos hechos, tan distantes en el tiempo, pero fusionados entre sí por el carácter simbólico de otra cifra, 2010, lo primero que salta a la vista es que México no se hizo de un momento a otro. Como toda realidad humana, nuestro país —gracias al valor, al talento y al esfuerzo (y a veces a pesar de la mezquindad y la ineptitud) de quienes nos precedieron—, ha sido edificado poco a poco sin llegar a tener, por decirlo de algún modo, una forma acabada.

Esa perspectiva que invita a atravesar dos siglos, y más, para ver cómo nos hemos ido haciendo y lo que hemos llegado a ser, es la misma que nos permite percatarnos de que estamos siendo autores de lo que será nuestra patria en el futuro y, en consecuencia, a preguntarnos por lo que queremos que ésta sea.

El sexto número de IBERO, con el que esta publicación de la UIA inicia su segundo año, aparece en el marco de la gran discusión que la celebración de los centenarios ha suscitado en el país, y es una de las aportaciones de la Universidad Iberoamericana a este debate. Es también una invitación al discernimiento y a la voluntad de esta generación para identificar y superar los dolorosos pendientes que arrastra la construcción de México. Recientemente, por ejemplo, la sagaz mirada de don Miguel León-Portilla puso el dedo en la lacerante llaga de la situación de los pueblos indígenas.

Considero que la mejor manera de celebrar la Independencia y la Revolución es contribuyendo a hacer cada vez plenos el derecho, la justicia, la igualdad y la libertad, que nuestra patria sigue reclamando hoy.

La verdad nos hará Libres Dr. José Morales Orozco, S. J.

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¿Cuál IndependenCIa, Cuál RevoluCIón?

/examen

El intervalo entre la decadencia de lo viejo y la

formación y establecimiento de lo nuevo,…debe ser

siempre, necesariamente un período de incertidumbre,

confusión, y un fanatismo fiero y salvaje.

John Calhoun

¿

Acaso hay algo qué celebrar en 2010? Flotan en el aire las respuestas más disímiles y contradictorias. Para algu-nos las revoluciones mexicanas son sucesos del pasado lejano que no tienen ningún mensaje claro para el pre-sente y el futuro previsible. Forman parte de una historia de la cual podemos enorgullecernos o avergonzarnos pero que carece de voz o mensaje directo para la vida presente: como la cultura maya o la arquitectura colonial.

Vivimos una época en que las élites dominantes están ocupa-das en la deconstrucción de la obra de las revoluciones mexica-nas: ¿soberanía e independencia, nacionalismo, reforma agraria,

estado social? Categorías esenciales, ligadas indisolublemente a las dos revoluciones que son combatidas abierta u ocultamente. Las llaves al México contemporáneo y futuro serían, según esto: el libre mercado, el individuo emprendedor, la competitividad, el equilibrio macroeconómico y el compromiso del TLCAN, que nos subordina históricamente a los Estados Unidos.

Los voceros de esta oligarquía deconstruyen también la histo-riografía, y la ideología que se desprende de esas revoluciones: “No hubo revolución de independencia sino una serie de re-beliones inconexas. El impulso más loable fue criollo, hacia una autonomía dentro del imperio español, cuyo inicio fue 1808.

enrique Semo

Historiador. Fue secretario de Cultura del Gobierno del Distrito Federal. En su amplia bibliografía destacan las obras Historia del capitalismo en México, Viaje alrededor

de la izquierda, Entre crisis te veas, Historia económica de México y Crónica de un derrumbe: las revoluciones inconclusas del Este

A la sombra

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Las revoluciones de hoy no tienen

porqué ser como las de ayer.

El concepto mismo deber ser

repensado. Males de las dos

revoluciones pueden evitarse.Hay

sufrimientos causados por la guerra

civil que no tienen que repetirse.

Hay quien piensa que la posibilidad de una revolución como las pasadas, se está volviendo inevitable, y que la fecha mí-tica de 2010 puede ser la señal para otra, diferente, más eficaz, pero no menos re-volucionaria. Algunos ven la perspectiva con temor y otros con una sensación de liberación. No creemos en la repetición de la historia, pero hay quien sí, y puede tomar la fecha como un llamado irresisti-ble. Las revoluciones de 1810 y 1910 tienen para éstos, mensajes muy actuales. El primero, que en México se puede humillar y ofender repetidamente al pueblo sin que suceda nada, aun cuando las vejaciones sean brutales. Pero hay un proceso acumulativo invisible. Y después, en el momento más inesperado, por la causa más nimia, en el lugar menos previsto se produce la explosión. En 1810, nadie esperaba que los 600 vecinos que inicialmente siguieron al padre Hidalgo, cuya edad no era idónea para dirigir revoluciones, se transformaran en una multitud de 80 mil hombres y mujeres venidos de quién sabe dónde y quién sabe cómo. En septiembre de 1910, Porfirio Díaz, en la plenitud del poder y en la majestuosidad de su aureola pa-triarcal, festejaba el centenario con el propósito de establecer el paralelismo y la continuidad secular entre el “padre de la patria” y el “excelso benefactor de la patria”: de Hidalgo a Díaz, ese era el mensaje. Las misiones extranjeras con embajadores especiales y contingentes militares simbólicos, las fiestas y desfiles en todo el país proclamaban la durabilidad y solidez del régimen. Algu-nos meses después, el país estaba envuelto en la primera gran revolución latinoamericana del siglo XX.

La segunda lección es crítica. Los tiempos, decididamente, han cambiado. Las revoluciones de hoy no tienen porqué ser como las de ayer. El concepto mismo deber ser repensado. Males de las dos revoluciones pueden evitarse. Hay sufrimientos causados por la guerra civil que no tienen que repetirse. El cambio no tiene que ser traumático para uno de los actores. Los efectos catastróficos de la oposición al cambio a ultranza y de la búsqueda del cambio inmediato, es una lección ya aprendida. Muchas cosas pueden ser negociadas incluso en una revolución. Los ejemplos, esta vez, no vienen de las revoluciones mexicanas, sino de las que tienen lugar en América Latina actualmente. México no es una isla, y aún si lo fuera, sería parte del subcontinente. La tentación natural es repetir el pasado, el impulso reflexivo es corregirlo y superarlo.

El verdadero consumador de la Independencia fue Agustín de Iturbide. No hubo a partir de 1910 una revolución. En el mejor de los casos, una ‘gran rebelión’ y en el peor, una serie de movi-mientos armados locales trabados en la lucha por el poder con ideología, motivos y objetivos quizás indescifrables. Los hacen-dados sobrevivieron a la revolución mejor que los revoluciona-rios. La dictablanda priísta fue una versión sofisticada y sexenal de la de Porfirio Díaz.” Para ese sector la respuesta es diáfana y clara, pese al reconocimiento resignado político de que las revo-luciones como memoria colectiva popular tienen cierta vida, y por lo tanto deben ser festejadas, el medio siglo que siguió a la revolución de independencia fue un caos lamentable y costoso, y el siglo XX —que siguió en 1910—, un siglo de errores sin fin… Un “siglo perdido”.

Para otros, inmersos en la decadencia que vivimos, los cente-narios tienen un sentido muy diferente. Repentinamente somos conscientes de la persistencia acumulada de viejos problemas cuyo peso se vuelve insoportable porque los gobernantes, concen-trados en la lucha obtusa por espacios de poder temporales han dejado de abordarlos. La desigualdad económica, social, educati-va. La corrupción a todos los niveles. La economía que ha dejado de crecer en el último cuarto de siglo. La descomposición social. Y luego están los nuevos problemas que nos asaltan desde todos los ángulos. Crisis económica. Inseguridad y violencia creciente. Extravío de la nueva clase política. Y sin embargo no vemos quién pueda ser el sujeto de cambio, quién logre llevarnos a la otra orilla del turbulento río. Se generaliza la convicción de que no podemos seguir así, y la sensación fatalista de que no sabemos cómo salir del cul de sac. Ante el reto de un futuro público som-brío, la mayoría de la gente se refugia en la húmeda oscuridad de una vida individual sin perspectivas. Pero no todos. Muchos se preparan para la acción.

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¿Cuál IndependenCIa, Cuál RevoluCIón?

/examen

Fotografía: Museo Nacional del

V irr eina to , CONA CUL TA-INAH.

Es muy interesante

que esos jesuitas, con raíces

en el mundo universitario

europeo, sobre todo de

París y Salamanca, se

aficionaran muy pronto

a estudiar las lenguas

del Nuevo Mundo.

J. Jesús Gómez Fregoso, S. J.

Universidad de Guadalajara

Jesuitas

mexicanos

precursores de la

Independencia

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L

a Compañía de Jesús, la orden religiosa de los jesuitas, se fundó en Roma en 1542. Sólo treinta años después, en 1572, llegaron a México, conocido entonces como la Nueva España: se trataba de quince religiosos espa-ñoles que llegaban a la ciudad de México, capital del virreinato español más próspero y querido de la Corona Española. Muy pronto, en 1573, los primeros tres nacidos en México pidieron hacerse jesuitas, entre ellos estaba Juan de Tovar, que además del castellano, que hablaba su padre, tenía como lengua materna el náhuatl o mexicano, que aprendió de su madre, una princesa de la nobleza texcocana. Tovar es el autor del códice que lle-va su nombre y que sigue siendo documento muy importante para conocer el pasado de “los antiguos mexicanos”, como diría Clavigero. Luego, ese mismo año de 1573, llegaron otros ocho “nativos”, entre ellos Antonio del Rincón, descendiente tam-bién de la nobleza de Texcoco y que luego escribiría su Arte de la

lengua mexicana. Así pues, los jesuitas llegados a México desde el

principio tuvieron fuerte relación con la lengua indígena y con jóvenes nacidos ya en estas tierras. Al organizarse, los jesuitas tu-vieron la preocupación de que los jóvenes que se incorporaban a la Compañía aprendieran el náhuatl, el otomí y diversas lenguas indígenas. Junto con el castellano, el latín y el griego bíblico, los jóvenes jesuitas de México debían ser expertos por lo menos en una lengua indígena. Es muy interesante que esos jesuitas, con raíces en el mundo universitario europeo, sobre todo de París y Salamanca, se aficionaran muy pronto a estudiar las lenguas del Nuevo Mundo. Apareció un tipo nuevo de sacerdotes católicos, los “padres lengua”, capaces de convivir con las diversas nacio-nes de lo que ahora es México, y tomando distancia de España. Un ejemplo paradigmático de su afición y su inmersión en las culturas indígenas se puede ver en la actitud del padre Francisco María Piccolo, siciliano y misionero de la Baja California, quien hacia 1705 viajó a la ciudad de México y con un grupo de cali-fornios, visitó al arzobispo, que era al mismo tiempo el virrey de la Nueva España, quien escuchó complacido que la gente de Piccolo sabía de memoria todo el catecismo, pero en lengua de la California. El arzobispo virrey “con mucha instancia” urgió al misionero para que en adelante catequizara a los californios en castellano y no en californio. Piccolo escribió una carta al padre General de Roma, dando cuenta de su entrevista, con el siguiente co-mentario: “Pobre Compañía de Jesús si obedeciera tales órdenes y mandamientos”. Es decir que manifestaba absoluto rechazo al arzobispo virrey que ordenaba castellanizar la enseñanza de la doctrina cristiana en lugar de preservar y conservar la lengua indígena.

La actitud de Piccolo no era una excepción: los jesuitas en to-das sus misiones defendieron las culturas indígenas: en Etiopía y Abisinia, en China y en las tierras del Malabar, y entre los huro-nes del Canadá tuvieron la preocupación de cristianizar y no de europeizar. En las misiones del Paraguay fue notable su esfuerzo,

como lo ilustra la novela histórica, llevada al cine, La Misión, por defender los valores indígenas, de suerte que a la fecha, en esa nación, casi todo el mundo es bilingüe: hablan castellano o español como lengua oficial, pero hablan también guaraní como lengua nacional.

En el siglo XVIII en México fue notable su esfuerzo por exal-tar los valores autóctonos. Dice Luis González: “Hacia 1760 los jesuitas jóvenes de la Nueva España le perdieron el cariño y el respeto a la vieja España y le cobraron amor e interés a México. Dejan de sentirse vástagos de una raza y comienzan a consi-derarse hijos de una tierra… Les niegan el título de padres y hermanos a los descoloridos españoles y se lo dan a los oscuros nahuas. Se dicen descendientes del imperio azteca y proclaman con orgullo su parentesco con los indios. Éstos, hasta entonces despreciados, empiezan a ser vistos como iguales”. El jesuita criollo Pedro José Márquez defiende la tesis de que “la verdadera filosofía no reconoce incapacidad en hombre alguno, o porque haya nacido blanco o negro, o porque haya sido educado en los polos o en la zona tórrida. El padre Francisco Xavier Clavigero asegura que los indios son tan capaces como los europeos.

Además de indigenistas, el incipiente patriotismo de aquellos hombres fue telúrico. Les brotó un amor desmesurado por la geografía de México” (“El periodo formativo”, en Historia

míni-ma de México, El Colegio de México). Ese “amor desmesurado”

no fue solamente por la geografía de México, sino por todo lo que existía en esa tierra, incluyendo lo que luego sería el sím-bolo y la bandera de México: la Virgen de Guadalupe. De ser una devoción popular, los jesuitas de los siglos XVII y XVIII la convirtieron en devoción que arraigó también en las clases cul-tas y pensantes de la Nueva España. El incipiente nacionalismo se reforzaba con el liberalismo intelectual de los jóvenes jesuitas de mediados del siglo XVIII, que se preocupaban por buscar la verdad y que fomentaban las ideas sociales de dos jesuitas anteriores: Juan de Mariana y Francisco Suárez, cuyas teorías desembocaban en aquello de que la soberanía radicaba en el pueblo, que los monarcas recibían su autoridad no directamente de Dios, sino a través del pueblo; que si un tirano se aferraba al poder, el pueblo podía derrocarlo. Esas teorías, y otras variadas circunstancias, propiciaron que Carlos III los expulsara no sólo de la Nueva España, de México, sino de todos los dominios de la Corona española: de la península y todas las colonias, incluidas las Filipinas.

Para esas fechas, 1767, los jesuitas habían incluido una palabra en el diccionario: el adjetivo mexicano, porque debe recordar-se que en los registros de nacimiento, es decir en los libros de bautizos de las parroquias, junto al nombre del recién nacido, se añadía su “nacionalidad”: español, criollo, mestizo, mulato, negro, indio… En adelante eso debería suprimirse y todos los nacidos en el territorio de la Nueva España serían mexicanos sin distin-ción. Esos jesuitas de 1767 en su enorme mayoría eran criollos,

(8)

¿Cuál IndependenCIa, Cuál RevoluCIón?

/examen

pero ellos mismos insistían en autonom-brarse “mexicanos”, y los aztecas serían los “antiguos mexicanos”.

Expulsados de su patria, los jesuitas fueron confinados a los territorios del Papa, al norte de Italia a los rumbos de Módena, Ferrara, Bolonia. La lejanía y nostalgia de su patria lejana a la que nunca volverían, se vio agravada por el hecho de que se encontraron con la desagradable sorpresa de que varios autores de moda, como Raynal, de Paw, Bufón, Robertson, esparcían en el mun-do culto europeo una visión tremenda-mente negativa del Nuevo Mundo y en especial de México. Su legítimo orgullo y su enojo los hizo dedicarse a escribir en defensa de su tierra bienamada. Fran-cisco Xavier Clavigero, el más brillante y famoso del grupo, al comenzar su es-pléndida Historia antigua de México, de-claró: “la historia antigua de México que he emprendido para… servir del mejor modo posible a mi patria y nación y para

restituir a su esplendor la verdad ofuscada por una turba increíble de modernos escritores”. Y ahí mismo declara que aquélla es: “una historia de México escrita por un mexicano”.

No es este el lugar para analizar la obra de Clavigero, sobre la calidad de su historia y sólo hacemos resaltar que nunca antes alguien se había autonombrado mexicano, y que, si bien Sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora, que murió como jesuita, en el siglo XVII ocasionalmente habían empleado la palabra patria, al referirse a la Nueva España, Clavigero y su grupo emplean repetidamente esa palabra e insisten en auto-nombrarse mexicanos.

Pedro José Márquez, desterrado en Roma, y a quien Napo-león Bonaparte, en 1808, lo nombra con algo equivalente a Se-cretario de Cultura, no tiene empacho en decir que así como se admira a Grecia no por los griegos del siglo XVIII, vencidos y empobrecidos, sino por los del Siglo de Pericles, así debería hablarse de “los mexicanos” en su siglo de oro, cuando “eran los amos” y no de los de 1750, cuando era un pueblo sojuzgado y empobrecido. Y para dar una muy clara prueba de la cultura

mexicana, en aquella Italia que admiraba a los autores clásicos grecolatinos, los jesui-tas mexicanos escriben maravillas en latín: Francisco Javier Alegre traduce en ver-sos latinos, en hexámetros virgilianos, la

Ilíada de Homero, y Rafael Landívar, en

hexámetros también, escribe su

Rustica-tio mexicana (Por los campos de México,

o Paseo por México), en que trata temas exóticos como los voladores de Papantla, las corridas de toros, las cacerías en los lagos, las bellezas del paisaje mexicano. Juan Luis Maneiro escribe su De vitis

aliquot mexicanorum, sobre la vida de

al-gunos mexicanos, en un latín digno de Cicerón, César o Tácito.

Ese grupo de exiliados mexicanos, muy lejos de su amada patria, en un des-tierro injusto, sobreviviendo casi mila-grosamente en condiciones de extrema pobreza, hizo lo que estaba en sus manos para poner en alto el nombre de Méxi-co, insistiendo en que sus habitantes ya no eran ni hispanos ni novohispanos, ni mestizos o criollos o indios, sino mexicanos sin distinción. Cla-vigero fue tal vez el primero que tuvo la audacia de preguntar “hasta qué grado ha de llegar la dependencia que ha de tener la Nueva España de la antigua” (Proyectos útiles para adelan-tar el comercio de la Nueva España). No fue decisión arbitraria el homenaje que el gobierno de la República, el 6 de agosto de 1970, dedicara a Clavigero y a sus compañeros, al depositar los restos mortales del historiador en la Rotonda de los Hombres Ilustres; y el Secretario de Educación Pública, Agustín Yánez, en nombre del presidente de la República, terminó así su discurso: “Sean estos actos de homenaje a la grandeza de México, en la persona de uno de sus hijos ilustres, poderoso estímulo, fecunda cátedra y decisivo ejemplo para la formación cívica de las nuevas generaciones llamadas al relevo de fuerzas en servicio —crecien-temente fervoroso— de la República, o sea: la conscripción de conocimientos, emociones y resoluciones inspiradas por veraz patriotismo, a imagen y semejanza de la vida y la obra de Fran-cisco Xavier Clavigero, gran mexicano, constructor eminente de nuestra nacionalidad”.

Los jesuitas habían incluido una palabra en el

diccionario: el adjetivo mexicano, porque debe

recordarse que en los registros de nacimiento, es decir

en los libros de bautizos de las parroquias, junto al

nombre del recién nacido, se añadía su “nacionalidad”:

español, criollo, mestizo, mulato, negro, indio…

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¿CUÁL INDEPENDENCIA, CUÁL REVOLUCIÓN?

/valoraciones

¿Hay algo

qué rescatar?

¿Hay algo qué

celebrar?

IBERO ha buscado a algunas destacadas personalidades del medio

intelectual, académico y literario a fin de saber sus opiniones sobre lo

más rescatable de los movimientos independentista y revolucionario de

México; los saldos de ambas guerras, lo que aún permanece en la historia

patria, más allá de discursos y celebraciones. ¿Hay algo qué rescatar?

¿Hay algo qué celebrar? Éstas son las respuestas de quienes atendieron,

verbalmente o por escrito, nuestra solicitud, y a quienes les expresamos

nuestro agradecimiento y el de los lectores. (Juan Domingo Argüelles)

morar el Bicentenario creando un sistema político racional, más acabado, quizá un nuevo congreso constituyente, pensar en el famoso Estado de bienestar y cómo podríamos tener uno?

Para la revolución me gustaría ver actos concretos que nos permitan salir del atraso económico, político y social en que, igual que en 1910, padecemos. Para esta pregunta (¿Qué hay de rescatable de la Independencia y la Revolución?) sólo tengo más preguntas. Puras interrogaciones. Cuando en Francia celebraron la Revolución que por fortuna casi acabó con la nobleza, todo era algarabía y hasta parecía un país gobernado por el PRD: allí estaban cenas “revolucionarias”, vino “revolucionario”, re-corridos “revolucionarios”, filmes “revolucionarios”... Era una curiosa caricatura de un movimiento intenso y trágico. Eso sí, a la menor provocación los franceses cantaban La Marsellesa, como nosotros lo hacemos con el Himno Nacional. Estoy segu-ro que en México no faltarán, ya lo estamos viendo, calles que cambian de nombre y en lugar de un héroe o un país, reciben el de Bicentenario, la que hace esquina con Centenario, no faltarán puentes o presas que lleven esa misma denominación. ¿Todo en México necesita ser parodia o ridiculez? ¿En tiempos de crisis es indispensable hacer pistas de hielo, disfrazar al DF de ciudad alpina o crear el árbol más grande del mundo? Se me ocurre hacer un teletón y reunir dinero para llevar a cabo al menos una nueva revolución más justa y razonable, con resultados óptimos. Ah y no permitir más que la famosa columna de la

Independen-Hemos pasado el tiempo en

festejos y lamentaciones

René Avilés Fabila

Escritor y periodista. Sus Obras completas (a la fecha once volúmenes) han aparecido en la editorial Nueva Imagen. Director de la revista cultural Universo de El Búho

P

regunta inocua en apariencia, muy compleja en realidad. ¿Qué rescatar de la Independencia y la Revolución so pena de no quedar como un apátrida o un mal mexi-cano? ¿Conmemoraciones? Razones las hay, figuras también. Respecto a estas últimas ninguna es impoluta, a veces son mez-clas confusas de sentimientos y pasiones, pero hay algunas que hasta heroicas resultan al menos para la versión oficial hecha por los liberales y más adelante por los vencedores o sobrevivientes de la Revolución. Ideas son las que faltan.

Tanto un movimiento como el otro carecen de un soporte ideológico que impresione. Estados Unidos solicita su indepen-dencia pidiendo libertad, democracia y una república. Noso-tros casi forzados por hechos ajenos al país. Madero es el más acabado caso de ingenuidad. Fue afortunado, pudo recibir pro-yectos y planes del más allá, su espiritismo fue, pues, benéfico: su actuación pudo haber sido determinada por seres malignos como Atila. Sus sucesores son poco románticos y sí brutales, especialmente los que convierten al movimiento armado en sistema político burocrático. Yo no entraría en la competencia nacional para hacer recuerdos de ensoñación, lo que haría es ver hacia el futuro: ¿Cómo vamos a ser los mexicanos dentro de algunos años? ¿Seguiremos siendo parte de una lamentable partidocracia carente de ideología real (de derecha o izquierda) o simplemente la historia nos seguirá llevando como dicen las canciones mexicanas cual hoja al viento? ¿Por qué no

(10)

conme-Foto: Corbis

.

—¿Qué rescataría, si hay acaso algo

qué rescatar, de la Independencia y la

Revolución mexicanas?

—A su pregunta, le comento lo siguiente:

1. Rescataría el proyecto de hacer de

México un país independiente.

2. Rescataría el proyecto de hacer de

México un país más justo.

Carlos Montemayor. Escritor, académico y periodista. Premio Nacional de Literatura y Lingüística 2009. Autor del libro Guerra en el Paraíso.

cia, donde están los restos de los héroes nacionales, siga siendo un punto clave para festejar el triunfo de la selección mexicana. Para eso hay estadios.

Más que festejos o conmemoraciones, hay que ver el futuro. Hemos pasado el tiempo en festejos y lamentaciones y así el país se ha ido deteriorando más y más. ¿O es el mismo que recibimos de manos de los forzados autores de la Independencia? Al menos hemos logrado conservar la mitad del territorio original, escasa democracia, mucha corrupción, una religión fatal y eso sí, una larga cadena de caudillos de toda índole a ritmo de la música de Michael Jackson en lugar de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz.

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¿CUÁL INDEPENDENCIA, CUÁL REVOLUCIÓN?/valoraciones

Dos de los más grandes

engaños de nuestra historia

Emmanuel Carballo

Escritor y editor. Medalla de Oro del Instituto Nacional de Bellas Artes en 2009, en reconocimiento a su trayectoria literaria. Autor del libro Protagonistas de la literatura mexicana

D

e niño no entendía por qué cada año, en septiembre, se celebraba el 16 como aniversario de la Independencia y no el 27 del mismo mes. Ese día, del año 1821, México dejó de ser colonia de España. El 16 únicamente se conmemora el grito de Dolores, el inicio de la guerra. Al llegar a la primera juventud me di cuenta del por qué de esa operación quirúrgica. Como pueblo amamos a los héroes diáfanos como Hidalgo y sentimos desprecio por políticos pragmáticos como Iturbide. Se fue España como nación y se quedaron como dueños del país los criollos y sus aliados desde el siglo XVI, la Iglesia, el ejército y los terratenientes.

Con la Revolución de 1910 el combate se dio entre mexica-nos desposeídos y poseedores. Los primeros contribuyeron con la entrega a la patria del único bien que era suyo, su vida. Los poseedores sufrieron únicamente cambios casi imperceptibles, pasaron de porfiristas a ser revolucionarios: unos desde el primer momento, los más comprometidos con el dictador tardaron va-rias décadas en aproximarse al erario.

El bicentenario y el centenario conmemoran dos “momentos gloriosos” de la historia nacional. Yo los miro desde otro punto de vista: constituyen dos de los más grandes engaños de nuestra historia. Los caudillos de ambas gestas murieron (o los mataron) pronto; ocuparon su lugar gente menor complaciente y corrupta.

El país perdió el camino

Hugo Gutiérrez Vega

Poeta, ensayista y periodista. Medalla de Oro del Instituto Nacional de Bellas Artes en 2009. Director de La Jornada Semanal, suplemento cultural del diario La Jornada

E

n México hubo Independencia a partir de un movimiento popular encabezado por uno de nuestros principales cau-dillos, Miguel Hidalgo, y por el más inteligente de los in-dependentistas, José María Morelos, que de inmediato hizo una Constitución, la de Apatzingán. Pero la Independencia nos duró poco. Muy pronto dejamos de ser soberanos y ya estábamos dependiendo de alguna manera, como seguimos dependiendo ahora, de la política y la economía de los Estados Unidos. En este episodio el nombre fatal es el de Antonio López de Santa Anna, con sus derrotas, sus tonterías y sus entregas.

La Independencia vuelve de alguna manera a establecerse con la Reforma, que es el mejor momento de México en el siglo XIX. El mejor grupo intelectual de este periodo es el de la Re-forma, con Ocampo, Juárez, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez,

El Nigromante, etcétera. Juárez es nuestro primer estadista.

Des-pués, la Independencia fue menoscabada y sigue menoscabada. En cuanto a la Revolución, ésta significó la caída del régimen de Porfirio Díaz. El intenso movimiento campesino hizo que se movilizara la sociedad, y produjo una clase media que aho-ra, desgraciadamente, está desapareciendo por la depauperación. Fue una revolución burguesa en el sentido clásico, con la va-riante de la participación campesina. La Revolución nos dio un estadista, Lázaro Cárdenas, que tenía una idea de Estado y que, al igual que Juárez, sabía lo que quería para la República.

Pero después el país perdió el camino. Nos hundimos en el caos, la indefinición y la falta de ideas claras sobre lo que que-ríamos para la República. En estos momentos, la Revolución es sólo un recuerdo que hay que leer en los libros de Martín Luis Guzmán y Rafael F. Muñoz; la clase media es una memoria per-dida, y la depauperación del país es cada vez mayor.

(12)

Existe un elemento

atávico que urge superar

Hernán Lara Zavala

Escritor, académico y editor. Autor del libro Península, Península (Alfaguara, 2008), Premio Iberoamericano de Novela “Elena Poniatowska” 2009

T

anto la Independencia como la Revolución fueron dos mo-mentos históricos importantes y significativos para afianzar la identidad nacional y para fomentar una mejor distribu-ción de la riqueza y de la justicia social en el país durante los siglos XIX y XX. Sin embargo, me parece que en ambos casos, Independencia y Revolución mexicanas, existe un elemento atávico que urge superar.

Logrados la independencia y el concepto de nación debemos pugnar ahora por aceptar tanto nuestro pasado hispánico como el indígena. Debe erradicarse del sentir popular el rencor histó-rico en contra de la conquista porque además de ser un hecho irreversible nuestra cultura, nuestra lengua y nuestra concepción del mundo son fundamentalmente occidentales y en tanto no aceptemos nuestra herencia hispánica como parte de nuestra identidad, como mexicanos estaremos condenados a ser y a vivir como un pueblo resentido.

Lo mismo sucede con la Revolución que incluso logró insti-tucionalizarse como parte de la visión del mundo del país du-rante un largo siglo. Sin embargo, ha llegado el momento de que en lugar de rendirle pleitesía a la violencia y a la sacrosanta palabra “revolución”, en cuyo nombre se han cometido tantí-simas injusticias y crímenes en todo el orbe, pugnemos ahora por nuevos derroteros más institucionales, más democráticos y jurídicamente más rigurosos para superar las diferencias de clase, para tener una legislación más justa y para permitir que todo mexicano tenga derecho a una vida digna. No olvidemos que el rencor y la violencia generan mayor rencor y mayor violencia.

Nos está faltando

un proyecto nacional

Mauricio de Maria y Campos

Director del Instituto de Investigaciones sobre Desarrollo Sustentable y Equidad Social (IIDSES) de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Ha sido Embajador de México en Sudáfrica, Embajador para Proyectos Especiales y Asesor de la ONU en África y Medio Oriente. Coeditor del libro ¿Estamos Unidos Mexicanos?: Los

límites de la cohesión social en México, Informe de la Sección Mexicana del Club de Roma

M

éxico está viviendo una gran crisis multidimensional: en lo político, lo económico, lo social, la educación, la salud y la seguridad. Por ello, creo que, si queremos mi-rar hacia adelante, la mejor manera de celebmi-rar estos dos cente-narios es reflexionando sobre lo que pretendimos ser con ambos movimientos. Éste es el momento clave y la oportunidad para reflexionar, justamente cuando estamos viviendo la más grande crisis nacional que yo recuerde, porque ésta es una crisis de iden-tidad como nación. Por ello, en estos momentos, vale la pena asomarse al pasado para ver cómo éramos antes y cómo somos hoy y qué entendemos por independencia no nada más en lo político, sino también en lo económico, en lo cultural, etcétera.

Mantener nuestra identidad como nación es algo muy comple-jo en esta época globalizadora y de interdependencia internacio-nal. Creo que no hemos logrado cabalmente nuestros propósitos de independencia nacional, pues en muchos aspectos seguimos demasiado ligados a visiones externas y faltos de una verdadera reflexión de lo que hoy somos. Los países exitosos son los que tie-nen su propio proyecto nacional, que es lo que nos está faltando. En el caso de la Revolución es necesario examinar qué preten-dimos con ella y qué conseguimos verdaderamente cuando nos propusimos reducir los privilegios sociales y tener un México más grande y justo para todos los mexicanos y no nada más para una élite. En este sentido, creo que lamentablemente muchos de los problemas del pasado (inequidad, mala distribución del ingreso y de la riqueza, etcétera) siguen vigentes, y la tarea pendiente es enorme. Lo que tendríamos que hacer es aprovechar el momen-to actual para pensar cómo podemos construir y reconstruir un México independiente y un México más justo y más próspero.

Hace muy poco viajé a Morelia y a Guanajuato. A partir de lo

que observé, deploro decir que no sé si ganamos algo con la

Independencia y con la Revolución, pues a mi parecer seguimos

igual que antes de la Independencia y antes de la Revolución, y el

copete de Peña Nieto se yergue ominoso sobre todos nosotros. Ya

ni la literatura nos puede salvar.

Bruno Estañol. Narrador y ensayista. Premio Nacional de Cuento. Entre sus libros más recientes está la novela

La conjetura de Euler (Cal y Arena, 2005).

(13)

Somos el hazmerreír en el

concierto internacional

Humberto Musacchio

Escritor y periodista. Autor del diccionario enciclopédico Milenios

de México. Su más reciente libro es El Taller de Gráfica Popular

(México, Fondo de Cultura Económica, 2007)

L

o más valioso de la Independencia es que permitió que ce-sara la transferencia de riqueza mexicana a España (ahora se transfiere a Estados Unidos). Lo más valioso de la Revolu-ción es que después de la fase armada se desplegó un prolongado proceso que nos dio educación primaria obligatoria, laica y gra-tuita y una buena educación media y superior igualmente laica y gratuita; un respetable sistema de salud (vacunación masiva, IMSS, ISSSTE, etc.); que hubo una intensa movilidad social con la que se abrieron oportunidades de mejoramiento para el grueso de la población; que el mundo del trabajo tuvo derechos laborales y un crecimiento de varias décadas; que México, gracias a su digna política exterior y pese a los inevitables zarpazos del vecino del norte, se ganó un respetable lugar en el mundo... En fin, supongo que hubo más, pero eso me parece lo más importante.

Lamentablemente, el sistema de educación pública está en pro-ceso de extinción, la salud se privatiza a paso acelerado, hace varias décadas cesó la movilidad social ascendente, desde hace más de un cuarto de siglo la economía crece menos de uno por ciento anual y la distribución de la riqueza es cada vez más lesiva a los de abajo, que de ser los abanderados de la no intervención y la autodeter-minación hoy somos el hazmerreír en el concierto internacional. La Independencia y la Revolución nos dieron el legítimo or-gullo de ser mexicanos, lo que también se está perdiendo, pues millones de paisanos quieren ser gringos y muchos ya lo están consiguiendo: uno de cada nueve nacidos en México radica per-manentemente en el país vecino, lo que no incluye a hijos y nie-tos nacidos de aquel lado ni a los migrantes que van y vienen.

Un gigantesco fracaso histórico

Alberto Montoya Martín del Campo

Académico de tiempo completo de la Dirección de Investigación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México y miembro del Centro de Estudios Estratégicos Nacionales. Autor del libro Neoliberalismo

y sociedad

M

e parece muy grave que, en esta oportunidad, ni el Po-der Ejecutivo ni el Legislativo hayan convocado a una verdadera reflexión nacional sobre nuestra identidad e intereses. Más allá de los discursos de celebración, no se ve en absoluto un esfuerzo real de reflexión sobre lo que signifi-can los movimientos de Independencia y Revolución mexica-nas. México ha cedido poder como Estado-Nación frente a los procesos de acumulación de las empresas globales, lo cual nos está llevando a una involución histórica con consecuencias que, seguramente, serán cada vez más graves, no sólo por la mayor desigualdad social, el aumento de la pobreza y la pérdida de cohesión nacional, sino también por los claros procesos de des-composición que se traducen en una violencia descontrolada del crimen organizado, que ha vulnerado a toda la sociedad.

En este contexto histórico globalizador, padecemos una pér-dida creciente de identidad y de reconocimiento de nuestros intereses nacionales. La Independencia refleja la voluntad de au-tonomía, de libertad, y ese espíritu que animó este movimiento hace doscientos años hoy está francamente en un proceso de di-solución. Nuestro país se ha rendido de manera pasiva a poderes externos y ha abandonado ese proyecto histórico de construc-ción de una soberanía, la que no solamente es política, sino que también requiere una base económica, social, cultural, educativa, jurídica, resultado del trabajo de muchas generaciones.

Por otra parte, es evidente que México dejó de guiarse y go-bernarse por la Constitución de 1917, y en cambio adoptó de facto la mayor prelación y jerarquía de los tratados de libre co-mercio sobre nuestro proceso de desarrollo, y ahí están clara-mente los resultados de este gigantesco fracaso histórico en el cual estamos instalados.

¿CUÁL INDEPENDENCIA, CUÁL REVOLUCIÓN?/valoraciones

La pregunta me parece muy pertinente, y creo, para empezar,

que los dos movimientos, Independencia y Revolución, son

absolutamente rescatables. En cuanto a la primera, porque no

somos aún, ni remotamente, una nación independiente (cada vez

menos, y no está de más recordarlo); la segunda, porque no somos

aún, ni remotamente, un país en el que exista el sufragio efectivo

(cada vez menos, y no está de más recordarlo).

Víctor Jiménez. Arquitecto e investigador. Director de la Fundación Juan Rulfo. Coautor del libro Inquisición y arquitectura (México, Editorial RM, 2009).

(14)

Sólo se salvan las ideas de

libertad y justicia

Eduardo del Río, Rius

Caricaturista, historietista y escritor. Pronto aparecerá su libro Ni

independencia ni revolución, en Editorial Planeta

P

ienso que lo único rescatable de la Independencia son las ideas de libertad (sobre todo para los pobres y los indios) que manejaron Hidalgo y Morelos, y que finalmente no se pusieron en práctica por el fracaso de la guerra. Igualmente en el caso de la supuesta Revolución, sólo se salvan las ideas de libertad y justicia que manejaron Flores Magón, Pancho Villa y Zapata a favor de los pobres. Fracasados los tres, el único que trató de llevarlas a cabo fue Lázaro Cárdenas y ya sabemos lo que pasó después de su sexenio. Parece que los pobres y los indios tendrán todavía que esperar un rato para que se les haga justicia.

Los pueblos indígenas no tienen

nada que celebrar

Rodolfo Stavenhagen

Ex Relator Especial sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Premio Nacional de Ciencias y Artes. Autor del libro Conflictos étnicos y Estado

nacional (ONU/Siglo XXI, 2000)

P

ara los pueblos indígenas, la Independencia y la Revolu-ción tienen muy poco significado. ¿Qué pueden celebrar ellos? Para empezar, en los primeros cien años fueron víc-timas de explotación, despojos y discriminación por parte del Estado Nacional, Independiente, Soberano y Republicano. Por lo que toca a la Revolución de 1910, ésta les prometió sobre todo reparto de tierras y educación, pero los gobiernos surgidos de esa revolución les han cumplido muy poco o casi nada. A cien años de esa guerra, la situación de los pueblos indígenas sigue siendo, en general, realmente desastrosa. Lo único que podemos desear es que para el tricentenario las cosas hayan cambiado.

(15)

¿Cuál IndependenCIa, Cuál RevoluCIón?

/examen

Foto:Corbis

.

C

omo historiadora, aunque no como especialista del tema, y al tener la encomienda por parte de la UIA de coordinar la conmemoración de lo que hemos llamado “los Centenarios”, me per-mito hacer algunas reflexiones que relacionan estas celebraciones con la producción de conocimiento históri-co hoy. En históri-concreto, el peso cada vez mayor que ha adquirido la recuperación histórica de la vida cotidiana.

Si bien la narración de costumbres de pueblos, regiones y gru-pos, así como la de anécdotas de la vida de los grandes personajes ha sido una práctica recurrente en la “historia de la cultura” o en el género biográfico, es hasta hace sólo algunas décadas que el estudio de lo cotidiano ha adquirido carta de naturaleza en la disciplina de la historia.

En este ámbito sitúo la reflexión sobre el vínculo entre “vida cotidiana y revolución”, ya que el curso de una revolución es un espacio privilegiado para apreciar el problema de la casi incon-mensurabilidad entre el punto de vista del actor social como

ha-cedor del día a día de la historia y el historiador como haha-cedor de “acontecimientos históricos”, pues el tiempo vivido y la perspec-tiva presentista del primero se enfrentan al tiempo histórico y la visión de conjunto que requiere el historiador para trabajar con un fenómeno social como el de las revoluciones, las cuales en especial fracturan las rutinas y costumbres diarias y colocan a los actores en un peculiar estado de falta de perspectiva y continuidad, a la vez que algunos perciben que están en un momento excepcional.

Las revoluciones

En un texto ya clásico, Theda Skocpol, al referirse a “las cau-sas” de las “revoluciones sociales de Francia, Rusia y China”, afirmaba que éstas “fueron lanzadas por crisis centradas en las estructuras y situaciones de los Estados de los antiguos regíme-nes”.1 Controvertidas o superadas, descripciones de este tipo son

las que se han ocupado de presentar una revolución como un proceso social complejo, datable y en el que el tiempo histórico se condensa y acelera. Este tipo de concepción de una revolu-ción es el que hemos elaborado los historiadores y científicos sociales, pero los contemporáneos de esos movimientos sociales no pueden percibir en su momento esto es, el proceso completo y logrado, incluso cuando ya le es posible tener en mente la or-ganización de un movimiento social revolucionario.2

Revolución

y vida cotidiana

perla Chinchilla pawling

Coordinadora de la Conmemoración de los Centenarios, de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

(16)

El curso de una revolución es un espacio

privilegiado para apreciar el problema de

la casi inconmensurabilidad entre el punto

de vista del actor social como hacedor del

día a día de la historia y el historiador como

hacedor de “acontecimientos históricos”.

Las revoluciones y lo cotidiano

Al referirse a la visión del “hombre ordinario” el que todos so-mos en nuestra vida cotidiana, De Certeau describe a éste como caminante “cuyo cuerpo obedece a los trazos gruesos y a los más finos [de la caligrafía] de un “texto” urbano [él se refiere al habitante de la ciudad] que escriben sin poder leerlo. Estos practicantes manejan espacios que no se ven; […] Las redes de estas escrituras que avanzan y se cruzan componen una historia múltiple, sin autor ni espectador, formada de fragmentos de tra-yectorias y alteraciones de espacios: en relación con las represen-taciones, esta historia sigue siendo diferente, cada día, sin fin.”3

Así ha surgido otra perspectiva historiográfica, que trabaja a partir de ese presente fragmentado, unidimensional y sufriente del que experimentó y al mismo tiempo llevó a cabo una revo-lución ya “fraguada” como la francesa, rusa, china o mexicana, o fracasada como las Revoluciones de 1948.

Ver desde ahí a los habitantes de la Nueva España de 1810 y de 1910, incluso a sus líderes e ideólogos, es comprender es-tos movimienes-tos sociales desde otro ángulo, y nos permite ver cómo se movían en el espacio de lo

co-tidiano, en el que percibían en forma fragmentada, confusa y dubitativa lo que les rodeaba, al tiempo que por pertenecer a grupos sociales muy diversos, tanto los canales de información a los que tenían acceso como sus intereses, descontentos y agravios eran distintos aunque no nece-sariamente antagónicos, al mismo tiem-po que locales, o en todo caso regionales en el mejor de los casos. Pero incluso en muchos casos la violencia y las luchas ni siquiera fueron experimentadas en carne propia, como fue el caso de la ciudad de

México, en la que escasamente se sufrió la guerra como tal. Ellos ciertamente participaron de un modo u otro en esas “revolucio-nes”, pero fue hasta muchas décadas después cuando los histo-riadores las convertimos en gestas heroicas, con finalidades claras y metas unívocas: conseguir la independencia de México en el primer caso, y liberar al pueblo oprimido en el segundo.

No quisiera concluir sin presentar un par de ejemplos de estas vivencias, en el tono y límites que he tratado de explicitar en este breve espacio:

Durante la guerra de Independencia, el comandante realista de Ometepec escribió en 1811: “Poca confianza [en] unos y otros [compañía patriota y voluntarios] por ser gente sin instrucción, burda e ignorante, que no conciben ni saben formar ideas de [las] ventajas que les resultaran defendiendo sus patrias y familias; y así

los pocos que se alisten jamás tomarán empeño en una acción o ataque en que se necesite de sus brazos; yo los conozco”.4

Entre 1914 y 1916 en la zona zapatista, durante la Revolu-ción, “la tragedia rondaba cotidianamente y la mortalidad infan-til, elevada de por sí en la época y en la región posiblemente se incrementó como consecuencia de la guerra. A Gregorio García sus niños se le murieron. Por lo tanto susto… como entraron los carrancistas salimos y nos correteaban, un llano pasamos y nos seguían los carrancistas y ya nos tiraban… para matar… y como llegamos a un pueblito y como tanto ciruela y guayaba comió el niño, comió harto guayaba y luego tomó el agua en ayunas… luego otro día ya se murieron”.5

Por último mencionaré el trágico ejemplo del revolucionario ruso Fedoséyev, quien antes de suicidarse, víctima de la presión nerviosa y su incapacidad para trabajar dejó a Lenin un mensaje en el que escribía que no cometía este acto “por estar desilusionado”, y que continuaba con una “fe en la vida, inquebrantable y total”.6

Cada uno de estos ejemplos nos muestra los presentes de los “caminantes” de tres revoluciones.

1 Theda Skocpol, “Causas de las revoluciones sociales en Francia, Rusia y China”, en

Perla Chinchilla, Historia e interdisciplinariedad, México, Departamento de Historia UIA, 1994 (Antologías Universitarias, 3), p. 167.

2 Esto sólo fue posible con posterioridad a la Revolución Francesa, ya que a partir

de allí empezó a surgir el propio “concepto de revolución” como un momento de cambio inaugural que se proyecta hacia el futuro, en tanto que antes significaba incluso lo contario: el regreso a los orígenes. En este sentido, Francisco Rivero Rubio comenta que incluso “en 1789 pocos hablaban de abolir todo para emprender una reconstrucción total” sobre terrenos eternamente nuevos […]. De esta forma, el espiral que retorna a lo antiguo, pero abriéndose en círculos concéntricos cada vez más distantes fue adquiriendo una dimensión del tiempo irrepetible […] Podríamos decir que aproximadamente dura de 1780 a 1820”. Texto manuscrito, 2009.

3 Michel de Certeau, La invención de lo cotidiano. 1. Artes de Hacer, México, UIA,

1996, p. 105.

4 Citado en Eric van Young, La otra rebelión. La lucha por la independencia de

Méxi-co, 1810-1821, MéxiMéxi-co, Fondo de Cultura Económica, 2006, p. 596.

5 Citado en Felipe Arturo Ávila Espinosa, “La vida campesina durante la Revolución: el

caso zapatista”, en Pilar Gonzalbo Aizpuru (dir.), Historia de la vida cotidiana en

Méxi-co, MéxiMéxi-co, El Colegio de México/Fondo de Cultura Económica, 2006, tomo V, p. 78.

(17)

¿Cuál IndependenCIa, Cuál RevoluCIón?

/investigación

Fotos: Corbis

.

D

ía a día, a lo largo de todo su mandato, el presiden-te Porfirio Díaz recibió un gran número de cartas enviadas por todos los grupos sociales, provenientes de todas partes de la República y del extranjero. Por medio de estas misivas, gobernadores, jefes po-líticos, presidentes municipales, autoridades locales, jefes milita-res y ciudadanos le enviaban informes, lo enteraban de eventos importantes en sus estados y comunidades, le comunicaban sus opiniones sobre diversos asuntos y le pedían instrucciones y consejos. Le llegaban felicitaciones por diversas celebraciones, como su cumpleaños, el triunfo en las elecciones, tomas de po-sesión, la conmemoración de la batalla del 2 de abril, la del 5 de mayo o las Fiestas del Centenario.

Los ciudadanos utilizaban este medio para comunicarse con el Presidente y hacerle llegar sus inquietudes, saludos, peticio-nes, solicitud de favores y audiencias, le enviaban muestras de admiración y respeto y en algunas ocasiones estas misivas

acom-pañaban a algún regalo o fotografía. Una parte importante de esta correspondencia, un poco más del 40% de las cartas, está formada por peticiones. A lo largo de sus años como presidente de México, Díaz recibió infinidad de solicitudes enviadas por personas de diversos grupos sociales, de diferentes sexos y eda-des. Becas, audiencias, ascensos, ayudas económicas, préstamos, solicitudes de indulto, pensiones e incluso empleos le fueron pedidos por los mexicanos que veían al Presidente como el To-dopoderoso que, si quería, podía otorgar cualquier cosa.1

Varios acontecimientos importantes marcan la temática par-ticular de la correspondencia recibida por Porfirio Díaz desde mediados y hasta finales de 1910, como lo fueron las elecciones presidenciales, llevadas a cabo en julio, la última reelección de Porfirio Díaz, las Fiestas del Centenario, la toma de posesión como presidente en diciembre y los inicios del movimiento ma-derista. La temática de la correspondencia de estos meses, en ras-gos generales es la misma que en años y meses anteriores, pero

Teresa Matabuena peláez

Coordinadora de Acervos Históricos de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

¿Revolucionarios?, ¿revoltosos?:

(18)

algo, se encuentra preparado y la zona militar a su mando siem-pre le será incondicional.

El gobernador de Yucatán, en una carta fechada el 7 de di-ciembre, informa al presidente Díaz: “Rumórase aquí que los maderistas tratan de verificar en Yucatán un movimiento revo-lucionario a mediados o fines del mes en curso. [A] Todos los enemigos del orden los tengo bien vigilados”.7

Los informes quizá más interesantes de estos meses relacio-nados con el movimiento maderista son aquellos enviados por los gobernadores de Chihuahua y de Coahuila, los triunfos o derrotas en las batallas, el número de prisioneros, las actividades de la familia Madero, la participación de Venustiano Carranza en el movimiento o las actividades de Madero en San Antonio8 son

algunos de los eventos que marcan la correspondencia prove-niente de estos estados.

Desde Chihuahua donde, al parecer, por la correspondencia revisada el movimiento y la lucha armada son más serios, Díaz es informado de los combates y refriegas en el Cañón de Malpaso y en Guerrero, así como en otros puntos del estado. Se le hace saber los problemas que se tuvieron para mover las tropas por tren, ya que los ferrocarrileros se negaron a transportarlas por estar amenazados ellos y sus familias.9

En general, los gobernadores informan que sus estados están en paz y sin novedad, pero se encuentran preparados para afrontar a los “revoltosos” y tienen bien vigiladas a personas sospechosas.10

Ya fuera por informes de su embajador en los Estados Unidos o por diferentes agentes contratados para tal fin, las actividades de los revolucionarios en general, y de Madero y los Flores Magón en particular, en ciudades estadounidenses como San Antonio, Laredo o Houston, fueron conocidas por Díaz por medio de car-tas y telegramas que le llegaban con frecuencia. Planes políticos, movimientos, reuniones y publicaciones de los revolucionarios en el extranjero fueron conocidos por Díaz. En una carta fechada en Washington, el 1 de diciembre de 1910, Francisco León de la Barra después de felicitarlo por su toma de posesión e informar-le sobre cómo se encuentran las relaciones de ambos países informar-le comenta: “Uno de los asuntos que más me han preocupado en estos últimos tiempos, ha sido el de la aprehensión de Madero, así como la de Flores Magón y sus socios”.11 El presidente conoce

los actividades realizadas por su embajador ante las autoridades norteamericanas para hacer valer las leyes de neutralidad; le in-forma también de las actividades de Madero, y de los esfuer-zos realizados para desmentir las noticias aparecidas en Estados los primeros pasos de los movimientos revolucionarios, cartas

y telegramas de México, así como del extranjero, le llegaron al presidente Díaz informándole del avance del maderismo en los diferentes estados de la República. Menos del 10% de los documentos de estos meses mencionan de alguna manera el le-vantamiento armado, dentro de éstos se pueden encontrar varias vertientes de información.3

Existe correspondencia de aquellos que ofrecen su voto de confianza y apoyo contra los “revoltosos” y lo felicitan por la manera como ha ido acabando con el movimiento. Algunas de estas cartas vienen firmadas por particulares, mientras que otras fueron enviadas por ayuntamientos y presidencias municipales. Así, por ejemplo, el 9 de diciembre de 1910 Juan de la Torre, a nombre del ayuntamiento de Mezoquite, en Jalisco, le informa que en la sesión extraordinaria del ayuntamiento del 8 de di-ciembre se acordó darle el “más sincero voto de gracias por la energía y patriotismo sin límites que ha desplegado V. E. en sofo-car los conatos de revolución que se iniciaron o registraron últi-mamente en la República, asimismo que se protesta por parte de esta corporación, contra los intentos revolucionarios dichos”.4

El Ayuntamiento Constitucional de Tarimoro en Guanajuato en su sesión extraordinaria del 7 de diciembre aprobó por unanimidad la invitación del Ayuntamiento de Irapuato para “protestar contra las perturbaciones que desgraciadamente han tenido lugar en algu-nas poblaciones del norte de la República, promovidas por grupos de criminales antipatrióticos y también dar un voto de confianza, adhesión y agradecimiento al invicto General Porfirio Díaz”.5

Otro grupo de cartas son aquéllas en las cuales los gobernado-res, jefes políticos o militares e inclusive particulares le informan de la situación en sus estados, la mayoría de ellas son en tono po-sitivo: no hay novedad en el estado, los maderistas no se han le-vantado en armas, o si es el caso contrario: hubo levantamientos, pero éstos se encuentran controlados. También le informan que tienen noticias sobre posibles alzamientos. Así, por ejemplo, el 14 de noviembre de 1910 Clemente Villaseñor jefe de la cuarta zona militar le escribe desde Guadalajara: “Un amigo mío bajo toda reserva me ha comunicado que tiene conocimiento por otra persona que vio un plan revolucionario firmado por Made-ro y otMade-ros para que el día 20 del actual, se levantarán en armas en varios estados de la República, entre ellos Jalisco […] También se dice que el citado día 20 [de noviembre] estará Madero en una de las poblaciones fronterizas y que tiene 8,000 carabinas”.6 Le

agrega que no cree que el rumor sea cierto pero, si acaso sucede

Los mexicanos veían al

Presidente Porfirio Díaz como

el Todopoderoso que, si quería,

podía otorgar cualquier cosa.

entre las cartas de los dos últimos meses de este año destacan dos temas especiales: la toma de posesión del presidente, por la cual recibe felicitaciones y votos de con-fianza, y los informes que le enviaban so-bre las actividades de los “revoltosos”.

La revisión de la correspondencia re-cibida por Díaz en noviembre y diciem-bre de 19102 nos permite acercarnos al

(19)

¿Cuál IndependenCIa, Cuál RevoluCIón?

/investigación

1 Cerca de 800,000 documentos de la

corresponden-cia de Porfirio Díaz han llegado hasta nosotros. Estos documentos integran la Colección Porfirio Díaz (CPD) formada por la correspondencia recibida por el pre-sidente de México entre 1876 y 1916. Este importante fondo documental está en custodia de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero de la Universidad Ibero-americana Ciudad de México.

2 Para este artículo se revisaron los últimos de 4,000

documentos de los 21,000 que integran el año de 1910.

3 En estos documentos revisados se encontró un

número limitado que hablan francamente en contra de Porfirio Díaz. Destaca el documento 19816 titulado:

Al Tirano de México.

4 CPD Legajo 35 Documento 21083.

Unidos en donde presentan la revuelta como generalizada y no como es en realidad: una serie de levantamientos aislados.12

Desde Europa, Díaz recibe cartas de apoyo e información de cómo se veía el movimiento en aquellas latitudes. Según Limantour, que se encontraba en París, las noticias sobre los levantamientos eran exageradas y se notaba una campaña contra México difundida por la agencia Reuter de la que hicieron eco las agencias europeas.13

Enrique de Angeli desde Roma le informa que está enterado de los acontecimientos, mismos que lo tienen muy disgustado.14

Otro grupo de cartas son aquellas en donde personas infor-madas del levantamiento le ofrecen sus servicios, como soldados, informantes, médicos, espías, ferrocarrileros, etcétera. También se ofrecen para capturar a Madero ya que conocen sus movimien-tos y propiedades. Personas sin empleo, militares en retiro, ade-más de oportunistas, encuentran en el movimiento una fuente para obtener ingresos.15

Llaman la atención las misivas de Evaristo Madero el cual trata de convencer a Díaz a través de sus cartas y de una audiencia que le solicitó su hijo Ernesto para comprobarle: nuestra abso-luta abstención en los desgraciados movimientos políticos que últimamente han sacudido al país.16 Evaristo Madero insiste en

su correspondencia en hacer notar la adhesión que él y sus hi-jos tienen a Díaz y afirman no haber simpatizado ni financiado nunca los trabajos políticos de su nieto Francisco. En una familia numerosa, afirmaba: “es cosa común que alguno se sus miem-bros tengan ideas extravagantes o alguna otra lacra de las que no faltan en la humana naturaleza […] como ha sucedido con mi nieto Francisco que se le ha metido en la cabeza meterse en la alta política, aconsejado por los espíritus, pues es espiritista”.17

Desde el inicio del movimiento las víctimas del mismo le pi-den ayuda a Díaz y así, personas encarceladas por maderistas, que aseguran no serlo, como por ejemplo Francisco Herrera, le escriben desde la Penitenciaría de San Luis Potosí solicitando su ayuda para salir de la cárcel: “Nunca había sido preso; y hoy, por equívoco o no sé por qué, se me confunde con los infames y traidores maderistas, siendo yo con toda forma contrarios a ellos”.18 O ciudadanos que fueron asaltados por los “revoltosos”,

piden su ayuda. Así por ejemplo Vicente Granados le informa desde Chihuahua que es un cura y que le fueron robados qui-nientos pesos y dos caballos que tenía destinados para la

cons-trucción de la iglesia.19 En otras ocasiones los familiares de los

encarcelados piden su ayuda e intervención; éste es el caso de B. M. Alatriste, hermana y tía de la esposa e hija de Aquiles Ser-dán, las cuales fueron apresadas el día 18 de noviembre después del tiroteo en su casa. “Mi hermana y sobrina están para ser trasladadas a esta capital con el objeto que siga el proceso el Sr. Juez de Distrito. Sin ningunos méritos ante usted le ruego con encarecimiento que teniendo en cuenta la inocencia y enfer-medad de ellas y demás circunstancias que las favorecen, tenga la bondad de hacerme la gracia de señalarles para su detención un local que no sea la cárcel pública ni la penitenciaría sino mi casa u otra, comprometiéndome, empeñando hasta mi vida, a mantenerlas incomunicadas y a responder por su seguridad”.20

Acompaña la solicitud con un memorándum con los principales puntos de proceso. Afirma no tomaron parte en el tiroteo ni en el movimiento, sino que sólo fueron testigos y víctimas ya que la refriega fue en su casa, las tienen incomunicadas, se encuentran en mal estado de salud y una de ellas está embarazada.

A través de la correspondencia revisada vemos que el pre-sidente Díaz estuvo informado del desarrollo del movimiento revolucionario desde sus primeros días. Gobernadores, militares, autoridades locales, amigos y ciudadanos le informan del avance del movimiento en los estados, le ofrecen sus servicios, le piden ayuda y le dan consejos para terminar con los “revoltosos”. Esta información está mezclada con la correspondencia cotidiana de estos meses en donde empleos, ayudas, audiencias, becas, ascen-sos, entre otros, le son solicitadas, las felicitaciones las muestras de admiración y respeto incluso los últimos comentarios de las Fiestas del Centenario le fueron enviados como si la situación del país fuera la misma que en años anteriores.

Pocos indicios podemos encontrar en las cartas recibidas por Porfirio Díaz entre noviembre y diciembre de 1910, que su re-cién tomada presidencia tan solo duraría unos meses más. Ami-gos, gobernadores, embajadores y ciudadanos lo felicitan por su nuevo periodo de gobierno: las riendas de la patria, le dicen, se encuentran en buenas manos y la paz y progreso conseguidos a lo largo de sus 30 años de gobierno continuarían. La Revolu-ción no se ve como un movimiento importante, se percibe en las cartas recibidas por Díaz en estos primeros días del movimiento, que el fracaso del mismo es inminente.

5 CPD Legajo 35 Documento 21099. 6 CPD Legajo 35 Documento 17631.

7 CPD Legajo 35 Documento 20834. Fechado en

Méri-da el 7 de diciembre 1910.

8 CPD Legajo 35 Documento 18862.

9 Se encuentran en los documentos revisados algunas

sugerencias para solucionar estos problemas entre ellos militarizar al personal de ferrocarriles o contratar gente que le sea fiel en puestos claves de ferrocarriles para lo cual algunos ciudadanos ofrecen sus servicios. Documentos: 19574 y 19903.

10 CPD Legajo 35 Documentos: 18812, 19040,

19239,19623, 19760, 19816, entre otros.

11 CPD Legajo 35 Documento 19401-19402. 12 CPD Legajo 35 Documento 19401-19402.

13 CPD Legajo 35 Documento 19888. Fechada el 23

de noviembre de 1910.

14 CPD Legajo 35 Documento 19512. Fechado el 26

de noviembre de 1910.

15 CPD Legajo 35 Documentos: 19508, 19512, 19574,

19739, 20547, 20572, 20621, 20658.

16 CPD Legajo 35 Documento 20711. Carta de Ernesto

Madero a Porfirio Díaz. Fechado en México D.F. , el 26 de diciembre de 1910.

17 CPD Legajo 35 Documento 20770. 18 CPD Legajo 35 Documento 20668.

19 CPD Legajo 35 Documento 19034. Fechado el 22

de diciembre.

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