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La organización del santuario en las iqlesias hispánicas

de 1 iglos VI-VI1 ( :I pro

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Rafael Barroso Cabrera Jorge Morín de Pablos

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rición de algicnos ejemplares in situ. permiten defender la idea -adelantada ya por Íñiguez Almech- de su ubi- cación en el fondo de las iglesias visigóticas, presi- diendo el santuario y en relación directa con las mesas de altar:

El análisis interno de los ejemplares revela, además, la influencia del arquetipo simbólico del Templo de Jeru- salén, cuyos elementos ideolbgicos se han visto reela- borados desde una bptica eminentemente cristolbgica, y en la que se puede visllrmbrar ztna creciente presencia de la lectura del Apocalipsis pareja a la influencia que este libro sagrado tuvo en el desarrollo de la liturgia de la época.

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consrderations. added to the appearance qf some e.rar ples in situ. allo~y us to stipport the t h e o y -advanc by Íñiguez Almech- regarding their location at the ha of the apse in Wsigothic chnrches. Frnm such positic niches would not only (

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panovisigodol. La razón de este interés tal vez radiq De entre la l a ~ a lista de esculturas que han llegado en que se trata de un p p o homogéneo con una tipo1 hasta nuestros días, los nichos y placas-nicho son, jun- gía muy definida de claras reminiscencias clásicai. 1 to a los canceles y altares, las piezas que mayor aten- efecto, su utilización como punto focal de una arqi

(2)

tectura religiosa se remonta a las fórmulas artísticas del periodo helenístico que estaban íntimamente ligadas a los conceptos de poder y majestad. A través de estruc- turas abovedadas, muchas veces en forma de venera, la arquitectura subrayaba la dignidad de un determinado personaje, resaltándole sobre el resto de sus súbditos o, en el caso de las divinidades y altas jerarquías religio- sas. sobre los fieles-. Dentro de la arquitectura civil, estas fórmulas, originariamente reservadas a lo más alto de la escala social. acabaron siendo imitadas por los dignata- nos de cada una de las pequeñas cortes que se levanta- ron en las diferentes provincias del Imperio, de manera que contribuyeron a su difusión por todo el orbe roma- no. De manera casi paralela al triunfo del cristianismo y a su aceptación como religión del Estado, estos mode- los arquitectónicos fueron trasvasados a las grandes construcciones religiosas, donde han pervivido hasta

~rácticamente nuestros días. Desde su primitivo origen irquiteciónico, el nicho avenerado pasó a ser un ele- nento común en todo tipo de manifestaciones artísticas escultura, pintura. eboraria, orfebrería etcétera), man- eniendo siempre el sentido jerarquizante que tuvo en )rigen (figs. 1 y 2.a-b). En realidad. los ejemplos en los Jue el arte cristiano oriental siguió fielmente el esque- n a básico creado para las construcciones áulicas o reli-

~ i o s a s paganas son innumerables. y. al igual que la Igle- sia bizantina. también las arquitecturas hebrea, copta o nusulmana de época omeya, deudores todas ellas en p n medida de la tradición artística bizantina, acabarí-

in por aceptar esta fórmula, si bien lógicamente hubo ie adaptarse a sus propias creencias y necesidades litúr- Rcai. Nacieron así o sufrieron una influencia decisiva :n su evolución elementos tan característicos como el zron o nicho de la Torah. el mihrab islámico y, sobre odo, el haykcll copto, elemento paralelo a los nichos

~isigodos.

La transmisión de estas concepciones arquitectónicas il arte religioso se vio favorecida por el carácter de zlica- iris Dei asumido por los emperadores romanos desde Zonstantino. Como es sabido, en Bizancio el emperador nistiano fue considerado isapostolos, esto es, semejan- e a los apóstoles y, por tanto, con un rango equipara- )le al colegio episcopal. Tenemos así dos tendencias que Tan a evolucionar en favor de la homogeneización de os usos protocolarios en el mundo del Bajo Imperio:

mr un lado. la creciente cristianización de la corte per- nitía la admisión de los modelos civiles dentro de la iturgia y organización eclesiástica, lo que en el arte se raduce en la copia de fórmulas muy características del )rotocolo imperial (es bien conocida la impronta que los isos cortesanos han dejado en las representaciones del :olegio apostólico de algunos sarcófagos o en las este-

las de traditio legis. etcétera): por otra parte, la nueva :oncepción de la figura del emperador hizo que pronto

Fig. 1. Díprico de Atinst<rsio. Ln~zdres. I7croria oi~cl Albert Mirseum.

se viera rodeado de un complejo ceremonial que incor- poraba y hacía suyas tradiciones orientales -como la proskinesis- que resaltaban de manera patente el carác- ter semisa,pdo (consagrado si se prefiere) del basileus.

Con estos antecedentes no es extraño que el nicho, como elemento propio de la arquitectura religiosa. hicie- ra su aparición en la pujante Emerita de finales de la sexta centuria: la Mérida de la ,pn colonia de comer- ciantes sinos, la de los obispos ,g-iegos Paulo y Fidel3.

Lógicamente. los ejemplares emeritenses delatan este origen oriental, caracterizándose sobre todo por una talla marcadamente clasicista que pone de relieve su inspi- ración directa en los prototipos bizantinos. No es impro- bable que los prelados orientales que alcanzaron el gobierno de la sede emeritense entre finales del siglo VI y los inicios del VI1 hubieran tenido una influencia deci- siva en la aceptación de este tipo de piezas dentro del mobiliario religioso, ya que es de sobra conocido su interés en la remodelación de la arquitectura sacra de la capital lusitana4. En unos pocos decenios el nicho se

(3)

Fig. ).a. DCprico <le/ portcr y Itr niir.<cl. 1 Duomo. Fotografía: Museo del Duomn.

difundiría hacia el resto de la Península, pero para com- prender bien este proceso es necesario recordar algunos acontecimientos de especial relevancia en la historia del reino hispanovisigodo. A comienzos del siglo VIi el poder visigodo vive un período de cierto esplendor gra- cias a la política de fortalecimiento de la institución monárquica y expansión temtorial emprendida por Leo- vigildo. Con todo, el hecho capital vino de la mano de su hijo y sucesor Recaredo y su política de pacificación del país. Tras la celebración del Ki Concilio de Toledo en el año 589 el nuevo monarca emprendió la ansiada unificación religiosa bajo el dogma católico, continua- da en el siguiente sínodo toledano (a. 633) con la regu- lación de los usos litúrgicos en toda España. Junto a ello, otro singular acontecimiento vino a marcar el pos- terior desarrollo del arte de este período: desde finales del siglo VI, Toledo se erigió en capital indiscutible del reino. Ambas medidas inauguran una nueva etapa en la configuración del Estado hispanovisigodo, basada en el deseo de unidad temtorial y de credo, que influirá deci- sivamente en la posterior evolución histórica de la Penín- sula Ibérica. En lo que se refiere concretamente al arte, será la nueva regia sedes y no Mérida, la antigua capi- tal de la diocesis Hispaniarum, la principal responsable en la difusión al resto de la Península de estas nuevas fórmulas artísticas importadas del Oriente bizantino.

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tes de mesas de altar por ia analogía que presentan cl algunos ejemplares ravenáticos. La teoría más acepta ha sido, sin embargo, la propuesta por Íñiguez Almec para quien los nichos se encontraban empotrados en muro del ábside de las iglesias, a semejanza de los al1 res paganos dedicados a los lares domésticos. Pijoán Buendía, por su parte. los relacionaban con la custoc de libros o especies samadas. co.

o armario destinado a la guarda las sinagogas de la diáspora5.

En principio parece difícil aceptar que estas piez hubieran servido como tenantes de altar, dadas las di1 rencia. morfológicas que presentan con respecto a l dos tipos conocidos en época visigoda. Pudiera pens;

se, no obstante. que nos encontráramos realmente ar una nueva clase de soporte de mesa eucarística del es lo a los altares-cipo de la Septimania o los soportes altar de Rávena. Sin en le los nich y placas-nicho visigodo to element que resultan caractensti iltares. COI

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A nuestro juicio. habría que distinguir dos líneas q u - nentales para explicar la aparición del nicho en la arqui- ectura religiosa hispanovisigoda. Por un lado, se :ncuentran los elementos propiamente arquitectónicos leredados de la tradición clásica helenística como es la educción de una arquitectura absidada a un modelo

~Iástico (puesto que no hay que descartar que en algu- tos casos fueran simplemente pintados sobre la pared), :n donde se conjugan además dos factores: la dificultad écnica de construir y cubrir ábsides curvados -que aho- a se abandonan- y la traslación a la plástica de un ele- nento esencial en el modelo arquetípico de la llamada 'cirqiritecriira de poder". Por otra parte. es muy posible de esta fórmula dentro de la arqui- tuvieran en cuenta también otros el propio carácter de este elemen-

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Este carácter se verá fielmente reflejado en el plano ico- nográfico, que presenta un estudiado repertorio temáti- co cuidadosamente elegido por sus implicaciones signi- ficativas. La importancia de la iconografía de estas singulares piezas del mobiliario litúrgico queda puesta de manifiesto de forma muy explícita en la simplifica- ción del nicho y su transformación en placa; es decir, en su conversión en un elemento carente por completo de funcionalidad nica real.

Como expresic ica del recinto más sagrado del templo, el nic desempeñar un papel prota-

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del nicho en apariencia secundarias (mfolias, pequeñas veneras, rosetas, etcétera) mostraran su verdadera impor- tancia significativa6. En el ritual mozárabe de la consa- gración de altares. la liturgia identificaba deliberada- mente la iglesia material con el modelo arquetípico del templo salomónico. En el caso concreto del altar, la unción tenía lugar en sus cuatro esquinas, como suce- día en el ceremonial de la Antigua Ley, razón que expli- ca por qué el primitivo altar de Quintanilla llevara tri- folias en sus esquinas'. No es aventurado suponer, por tanto, que las trifolias y veneras -así como el resto de los motivos derivados de ellas por simplificación- que ocu~aban las esauinas y el centro de los nichos y pla- n una func ir dentro de la pri- igoda, do1 &S es posible inclu- adoptara S nente el papel del altar para el ceremonial de la consagración. Hay que tener en cuenta que en ocasiones estos altares debieron estar adosados al nicho debido a la reducción del espa- cio del presbiterio, de manera que ambos conformaran un mismo elemento litúrgico dentro de un ritual que obli- gaba al sacerdote a oficiar de espaldas al pueblo.

Quizá la mejor prueba de la concepción del nicho como reducción simbólica del área más sagrada del tem- plo es la conienración in sir11 de dos ejemplares: el de la iglesia de la de la Vera Cruz de Marmelar y el de San Pedro de la Nave en Zamora (fig. 3). Este último supo- ne un caso muy significativo. porque la compleja deco- ración de la iglesia -que se conserva prácticamente ínte- gra- viene a culminar en ese punto concreto del

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Campillo,

santuario, algo que se observa no sólo en la gradación ascendente de la iconografía (desde los temas figurativo- narrativos del crucero a la decoración simbólica y esque- mática del presbiterio), sino en la misma decoración que acompañaba a la placa y que, con seguridad, por los res- tos de decoración conservados, debió tratarse del tema del árbol de la vidas. Por otro lado, no es imposible que en buena parte de las iglesias del foco lusitano los nichos formaran parte de un mismo programa iconográfico jun- to con los canceles de tema avenerado. Ya Schlunk y Hauschild insinuaron que algunos de estos canceles, jus- tamente aquéllos decorados con tres cruces o crismones.

deberían ponerse en relación con el triunfo de las tesis trinitarias en la Iglesia hispanogoda después de 5899. Este tipo de canceles de tres crismones. a los que nosotros añadiríamos los que presentan un crismón flanqueado por sendos árboles, compondrían no sólo una imagen trini- taria, sino que. juntamente con el nicho decorado con el motivo del crismón-árbol. pretenderían constituirse en expresión misma del dogma trinitario.

En general. los investigadores que se han ocupado del tema se han centrado en el estudio de los nichos deco-

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s de Alcántara de Toledo (fig. 14). Si se tie- ta, no obstante, la temática desplegada y su :ntro del espacio templario, es posible intuir el punto de vista simbólico, los nichos pare- a la idea de triunfo y comunión mística con 'nsto. Los ejemplares decorados con cruces o crismo- es con alfa y omega indican, además, que debieron .ner una lectura en clave eminentemente apocalíptica.

a liturgia bautismal de Pascua, en la que los catecú- ienos se desprendían de sus blancas vestiduras para 2rvir- o del data- a hacia comienzos del siglo V, presenta de manera xplícita esta iconografía: dos cervatillos se acercan a n trono dispuesto bajo una venera de la que desciende ,na palomalz. El trono (hetoimasia) acoge las insignias imperiales, la clámide y la diadema, símbolos del triun- fo de Cristo en su resurrección. Como vemos reflejado gráficamente en la pizarra de Huerta (Salamanca)l3, los

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como invitaba San Pablo (Kom. VI, 1-11) y como se interpretaba en la Iglesia desde época muy temprana.

San Cirilo de Jerusalén (Cnt. myst. 2, 4-7) lo expone así:

"Después $iisteis llevados a la santa piscina del bau- tismo, del mismo modo que Cristo lo &{e desde la cmz al sepulcro. Y se os preguntó a cada uno de vosotros si creía en el nombre del Padre y del Hijo y del Espírih~

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La misma morfología de los nichos, con su venera levantada sobre columnas, demuestra la subordinación del esquema a los modelos arquitectónicos. La serie desarrolla de forma simplificada una arquitectura abo- vedada que conforma un edículo. Esta disposición recuerda las imágenes de templos típicas del numerario romano de época clásica, con la novedad de la sustitu-

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No obstante, más

que un modelo real hay que insistir en que estas repre- sentaciones estereotipadas son una ilustración simbóli- ca del tema, cuyo arquetipo parece haber sido las cons- trucciones constantinianas en Tierra Santa y que pudieron ser conocidas en España a través de los más variados objetos del comercio de importación (ampollas, cartones musivos, miniaturas, marfiles, etcétera). Esta identificación con el gran conjunto del Gólgota es de suma importancia, porque señala a los nichos -como reducción del sancta sanctorurn de las iglesias visigo- das- como imagen patente de la presencia divina en el templo material, siendo hasta cierto punto un preceden- te de las custodias góticas y de los ostensorios o reta- blos tabemáculos del Barroco, aun cuando, desde el pun- to de vista simbólico, se hallaran más cerca de las cajas de reliquias altomedievales que se depositaban bajo el altar. En resumen, el sentido último del nicho es testi- moniar la presencia material del Verbo en su Iglesia, que se realiza no sólo en la realidad del misterio eucarísti- co, sino también como cuerpo místico -la Jerusalén celestial, la Iglesia espiritual- que engloba a la totalidad de los creyentes. En otras palabras, el nicho parece haber sido la expresión plástica del nuevo templo instaurado por el reinado mesiánico de Cristo.

En el caso concreto de los nichos visigodos, la ico- nografía revela nítidamente la vinculación con especu- laciones de tipo apocalíptico. Es precisamente en los escritos de San Juan donde se muestra la ligazón que existe entre la muerte y resurrección de Cristo con el templo salomónico. El obispo hispanogodo Apringio de Beja, en su Comentario al Apocalipsis, interpretaba la

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...

El templo abierto es la presencia de nuestro Señor Pues el Templo es el Hijo de Dios, como Él mismo dice: 'Destntid ese templo y yo lo levantaré en tres días.' Y a los judíos que decían: 'en cuarenta y seis años fue construido este templo', dice el Evange- lista: 'que Él lo decía del templo de su crrerpo"'l7. Si.

por un lado, Cristo es el nuevo Templo espiritual pro- fetizado por Ezequiel, por otro. la Iglesia, esto es, el conjunto de los creyentes, constituye la verdadera Jeru- salén (Egm. Vln, 1,5-6; De itin. des. 50). Esta última idea. simbolizada por el colegio apostólico, presidía el ábside de la basílica de la Anastasis rotunda de Jemsa- lén según la describe Eusebio de Cesarea y se aprecia en ciertas ampollas del tesoro de Monza, modelo sim- plificado que debió influir en el trasvase del simbolis- mo a la escultura y cuyo eco tal vez pueda verse refle- jado en la decoración lateral de la placa de Las Tamujas (fig. 19). De esta forma se explicaría también, a nues- tro juicio, la denominación Santa Ilzenisalen empleada para designar a algunas catedrales hispanogodas (Méri- da, Sevilla), así como el simbolismo constmctivo de cier-

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En el mismo sentido cabría interpretar asimism-

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Aunque de t o m a general esta interpretacion icono- gráfica sirve para todo el conjunto, es necesario. no obs- tante, explicar cada uno de los diferentes modelos que encontramos desarrollados en la serie, que podría divi- dirse en cuatro p p o s diferentes según la temdtica deco- rativa: nichos de tema cristológico, nichos decorados con el tema del fírbol de la vida, nichos derivados del esque- ma de

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gemado (símbolo que en los ejemplares toledanos es sus- tituido a veces por la cruz) del que penden las letras apocalípticas A y o. La iconografía de este grupo mues- tra numerosos puntos de contacto con otros testimonios arqueológicos, como los ladrillos de la sene MZXAL (fip. S). decorados con una menorah o candelabro que en el cristianismo simboliza el espíritu septiforme que

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En el caso del gran nicho de Mér decora- ción e5 la más explícita de la sene, interesa resatar ade- más algunos aspectos de su iconografía porque resultan sumamente esclarecedores para la comprensión del con- junto. En primer lugar la aparición de dos candelabros

S extremo zza y dos tallos vegetales a del crismc :mos en cuenta que el cris- a plasmac iisterio divino, los dos can- aeiaoros no pueden ser sino [os dos testigos que la visión de Juan recoge de la profecía de restauración del tem- plo de Zacarías, y que remiten a los dos serafines que custodiaban el Arca de la Alianza en el templo salomó- nico (Zac. IV, 3-1 1). Según esta lectura, los dos moti- vos arborescentes que flanquean al crismón y parecen rendirle homenaje serían en realidad los dos olivos de

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jante; es decir, siguiendo una paráfrasis habitualmente utilizada en la época, se trataría de "Elías y el que ha de venir con él". Un texto de Apnngio de Beja (In Apoc.

XI, 4 ) sirve para fijar esta escena en el marco paradisí- aco que le corresponde: "'Ellos son los dos candeleros (y los dos olivos) que están ante la presencia del Señor de la tierra.' Dice que ellos son los dos candeleros, los dos olivos: lo hizo notar para que, si al leerlo en otro texto no lo entendiste, lo entiendas aquí; pues está escn- to en Zacarías, uno de los doce profetas: ellos son los dos olivos y los dos candeleros que están ante la pre- sencia del Señor de la tierra, es decir; están en el Para- íso." Esta lectura ilustra cómo el nicho ementense sir- vió tanto como expresión simbólica del nuevo templo, siguiendo la concepción del templo de Jerusalén a tra- vés de las más variadas descripciones literarias (Eze- quiel, Zacarías, San Juan) o de la amplia gama de mode- los formales que los escultores hispanovisigodos tenían a mano, como de imagen del Paraíso descrito en el Apo- calipsis de San Juan, simbolizado en el nuevo árbol de la vida que es la cruz. Un paralelo de esta iconografía lo encontramos en un mosaico de Santa Sofía de Cons- tantinopla con la representación de un edículo con cor- tinaje~ desplegados que dejan ver una cruz de Calvario (¿con alfa y omega?)l9. Aquí el mensaje aparece explí- cito: las cortinas muestran el sancta sanctorum del tem- plo, el cumplimiento de las profecías del Antiguo Tes- tamento (Mt. X X W , 51; Mc. XV, 38; XXIII, 45).

En cuanto a su funcionalidad, el gran nicho de Mén- da ha sido repetidamente interpretado como cátedra epis- copal, y no hay duda de que realmente muestra un cier- to parecido con ciertas cátedras italianas (Parenzo y Torcello)2o ; sin embargo, su especial morfología y la iconografía apocalíptica permiten identificarlo mejor con el trono vacío (hetoimasia) que espera la pamsía o segunda venida del Señor, tema frecuentemente utiliza- do en el arte bizantino. De hecho, en la ermeneia bizan- tina, la hetoimasia ocupaba uno de los lugares centrales de la decoración del templo, como coronación del arco triunfal. Es precisamente el carácter de trono simbólico que desplegaba todos los elementos apocalípticos que resumen los misterios del Verbo lo que debió convertir a esta pieza en el modelo a desarrollar en otras iglesias, prototipo que en manos de los artesanos hispánicos se ifia simplificando paulatinamente, y si bien el resto de los nichos y placas-nicho visigodas no parecen haber tenido una funcionalidad semejante a la del gran nicho de Ménda, al menos sí han sabido recoger el sentido simbólico de su decoración. La pieza de Mérida (más dudoso, aunque no es imposible, un ejemplar como el de la Vega Baja del Museo de San Román -fig. 9-, que no presenta los motivos vegetales que flanquean la ima- gen central) debió servir de prototipo a los ejemplares toledanos, caracterizados por una tendencia a la esque-

(9)

Fig. 7 . Evangelario de Myra. Duniharton Oaks (según Schlunk y Hairscl~ild).

matización y a la sustitución del crismón por la cruz.

En todos los ejemplares toledanos, sin embargo, late siempre el sentido triunfante de la decoración, puesto de relieve en los intentos, a veces torpes. por imitar las pie- zas de orfebrería áulica.

La tendencia hacia una progresiva geometrización del diseño se aprecia bien en la secuencia que establecen el nicho de Santo Tomé (fig. 10) y el de San Andrés (fig. 1 l), aunque todavía se dan algunos ejemplares cla- sicistas como el de la Vega Baja (fig. 9) antes aludido y la placa cordobesa, que parecen ser piezas originales de artesanos orientales o ravenáticos, o que al menos siguen muy de cerca un modelo de este tipo?'. Un caso particular lo constituye un fragmento de nicho encon- trado en las cercanías del convento de San Pedro Már- tir, en Toledo, que presenta el crismón invertido, y cuya iconografía probablemente haya que poner en relación con un conjunto bautismal vinculado a la sede tole- dana??.

Es importante señalar, asimismo, la estrecha relación que este primer ,ppo mantiene con una serie de can- celes característicos del foco emeritense de reconocido valor simbólico (cancel del M.A.N. núm. 7.763; cancel del depósito de la Alcazaba, núm. 8.271; cancel de Val- detorres). Se trata de piezas decoradas con tres veneras que cobijan sendos crismones o bien dos árboles que flanquean un crismón central. Estilísticamente existe una indudable correspondencia entre ambos y. a nuestro jui- cio, resulta lógico pensar que formaran parte de un mis-

Fig. 8. Prntions t?~lrrales (le Suti Jirlróri de los Prirrlos (Oi,ie- do) (detalle).

mo conjunto decorativo que haría alusión al misterio tri- nitario23. Los canceles decorados con figuraciones de árboles y crismón central sirven, además, de eslabón intermedio entre el primer , p p o de nichos y un segun- do caracterizado por el papel preponderante que adquie- re la imagen del árbol, de los que seguidamente pasa- remos a tratar.

2. Nichos decorados con el tema del Brbol de la vida El tema del hom o árbol de la vida iranio aparece representado con cierta frecuencia en el arte cristiano de esta época, bien como alegona de la vid eucarística o bien como palmera, que es identificada con el árbol de la vida paradisíaco (Apoc. XXII, 2). En general. en los nichos hispanos el sentido de las representaciones de palmeras, más o menos esquematizadas, debe ponerse en relación con este último sentido, probablemente liga- do a la creciente influencia del Apocalipsis en la litur- gia hispanogoda, que sin duda debió tener su reflejo en las programaciones iconográficas de las iglesias de la séptima centuria. No es raro, por tanto, encontrar en la

(10)

escultura de la época las figuras del crismón y el árbol de la vida íntimamente relacionados como hemos teni- do ocasión de ver en el cancel de Olivenza o tal como aparece en una barrotera de cancel procedente de Vale de Vargo (Serpa, Portugal), antecedente claro de un tenante de altar mozárabe recientemente descubierto en Bamba (Valladolid)?4, relación ayudada por el contexto paradisiaco en el que cabe in del pn- mer grupo. La idea se hace te a las

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chadas por su deficiente ejecución, sino, como entien- den la mayoría de los autores, parte de los roleos de un motivo vegetal que ocupaba el frente de la placa y al que habna que asociar los dos racimos que la flanque- an por ambos lado@. Es muy posible, dado el carácter

"neutral" de la temática que caracteriza a este segundo grupo, que este tipo de nichos decorados con tema vege- tal tuvieran cierta influencia en la aceptación del mode- lo para su empleo en los mihrabs islámicos (Qayrawan, nicho de al-Mansur en Bagdad y en el de Djami al-Kha- saki c ad). Que el modelo fue utilizado por los artesa tinos que trabajaron en las construccio- nes di arte islámico es incontestable: lo pmeba un pa dera de la mezquita de al-Aqsa de Jem- salén:

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Ex 5n otro grupo de nichos cuya decoración parect iiauciac inspirado en las construcciones constan- tinianas del Gólgota. El t nca con otras repre- sentaciones artísticas de 1; úpula de Santa Sofía de Constantinopla, panel c rección de San Apo- linar el Nuevo, la cúpula de San Jorge de Salónica) entre las que se incluyen algunos ejemplares de arte mueble que debieron servir como vehículo de transmisión del modelo ierosolimitano hacia tierras occidentales, y que, a pesar de que hoy en día puedan parecer relativamen- te escasos, en su tiempo debieron constituir un grupo mucho más numeroso, consecuencia directa del creci- miento de la demanda de reliquias procedentes de los Santos Lugares. Entre ellos habría que mencionar, en concreto, al martyrium relicario del Museo Lapidario de Narbona, las ampollas del Tesoro de la catedral de Mon- za, el mosaico de la basílica de Junca, en Túnez (fig. 13), una hebilla de marfii de San Cesáreo del Museo de Arlés, etcétera.

Dentro de este tercer grupo merece destacarse, en pri- mer lugar, la placa-nicho de la Puerta de Alcántara de Toledo (fig. 14), actualmente en el Museo de San Román de esta ciudad, decorada con cinco columnas que sos- tienen una venera. Existen muchos paralelos para este tipo de composición, no sólo en el arte cristiano (capi- lla Theotokos de Monte Nebo, mosaicos de San Jorge de Salónica y altares ravenáticos), sino también en algu- nos modelos hebreos (Dura Europos -fig. 1 5 , Horvat Susiya, Cafarnaum). El tema lo habíamos visto ante- riormente en representaciones de templos de la numis- mática romana, aunque con transformación del tipo de frontón (triangular/semicircular). Teniendo en cuenta estos paralelos, no es aventurado suponer que la idea que guió al iconógrafo fuera precisamente la de plasmar el nuevo templo instituido por Cristo, para lo cual se sir- vió tanto del arquetipo que ofrecían las constmcciones

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Conc. Tol. c. 1).

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Y I U U U scrla~l una placa-nicno encontrada en el Bano ae e Toledo (fig. 12), custodiada hoy en el M.A.N., :sentación de una palmera esquematizada con rdcimus de dátiles coronada por una trifolia, y la placa- San Pedro de la Nave (fig. 3), de la que toda- niervan los restos de una decoración semejan- ste último caso no es posible que las tallas

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Fig. 9. Placa-nic11o (1.57 ío I'qcr Bí~ci. Toleclo, M14seo de los Concilios. Fotogrnfia: Instituto Arqueológico Alemdn, nega- tivo PLF-1982.

Fi?. 10. ~Viclzo ti<, Itr iglt*sicl (le Sntito Tonir' (K~leclo).

Fig. 1 l . il'iclio de la ;<?lesin de San Alirir-(,s. Toicllo. ,M[~.s<vI (/ e Fig. 1 7. Plcrctr-ni<-1ic1 </c./ BtrNo rlí, l r i C(ri.<z. il/lci~/ri(l. hlilsen los Concilios. Fotogrnfía: Insfititto Arcjueolrí~ico Aleindil, Arcirieoló~ico Nncional. Fotrtprofín iWitseo Arqiieolrj,pico A'cr-

negativo R-7-70-5. cionnl de Maclrid.

(12)

L

Eis. 15. Sina~nqn de Dura Europos (Siria).

Fig. 14. Placa-nicho de la Puerta de Alcántara. Toledo, Museo de los Concilios. Fotografía: Instituto Arqueológico Alemán, negativo PLF-1982.

I * I - m .

Fig. 16. Placa-r~rc lio de Salamanca. Madrid. Museo Arqiteo- lógico Nncionol. Foro~qrafín: Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Referencias

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