Las historias jamás contadas por el panteonero de Palmares
- Su vida cambió rotundamente, se volvió vegetariano
- Las exhumaciones han evidenciado rastros de resurrección
Daniel Fernández tiene 16 años de ser el panteonero del Cementerio Municipal de Palmares, en donde los mitos y las historias abundan pero solo él ha palpado la realidad.
Según cuenta Daniel, obtuvo el puesto de trabajo por acceso directo porque nadie quiso concursar para la vacante.
¿La razón? “No hay tiempo libre, usted tiene que dejar todo por los difuntos y los
dolientes. Es muy estresante porque lo de aquí no puede esperar. Aquí hay que buscarle solución a las cosas de forma inmediata”.
Otra de las razones es porque el oficio requiere disponibilidad los 365 días del año y además, porque tiene que ver con algo que a pocos les gusta, la muerte.
“La palabra muerte es sinónimo de miedo, de asco, de terror, yo no lo veo así, yo lo veo como sinónimo de sacrificio, de trabajo, de responsabilidad porque el trabajo de uno es tan delicado que hasta el caminado tiene que cambiar ante un funeral”.
Uno de los ejercicios fundamentales para el panteonero, es tener el cuerpo en el momento de la labor pero la cabeza en otra parte; es una forma de protegerse para que su día a día no trascienda demasiado en su forma de ser.
Sin embargo, luego de más de una década conviviendo entre muertos, es casi imposible que alguna parte de su vida no haya cambiado; ahora Daniel es vegetariano.
“A mí la palabra muerte no me afecta, duermo como un oso, me alimento como un león pero sí me he vuelto un poco vegetariano, por lo mismo porque por más mentalizado que esté, la mente es muy poderosa”.
Aunque no lo parezca, para Daniel lo más difícil no es el difunto, ni el olor que puedan provocar los restos, lo más difícil es el manejo de las personas, sus emociones y el sufrimiento que están viviendo. Hay que ser cautelosos.
Más allá de los mitos
Por otra parte, para nadie es un secreto las historias fantasmagóricas con que se relaciona a los camposantos y los mitos circundantes sobre el tema, pero fuera de eso, para este vecino de Buenos Aires, “se hacen mitos que no son”.
De acuerdo con Daniel, se han exhumado (sacar el cadáver de una persona enterrada) personas a quienes que ni el esmalte de la cara se le ha borrado, está intacta, como si esperara algo o a alguien.
“Difuntos con 25, 30, 27 años de enterrados y han estado a como entró, el cuerpo nunca se ha reventado, se quedó quedito. Uno cuidadosamente lo mueve y se escucha el líquido”.
El hedor de esos líquidos es impresionante y peligroso, una sola gota puede desprender un olor a más de 10 metros de distancia.
En ese tipo de casos, el cuerpo se deja un año más esperando nueva revisión.
Sin embargo, no es lo mismo cuando se trata de un bebé, según Daniel el cuerpo se desintegra y solo queda agua.
Sobre las uñas y el cabello, siguen creciendo.
Hay personas que se entierran con cabello negro y cuando se exhuman tienen el cabello rojo;
incluso hay familias que creen que esa persona no es su familiar por ese tipo de cosas.
Todo esto ya es normal para el panteonero, “No hay por qué asustarse son mitos que venimos halando porque de historias, muchas”.
La resurrección
Uno de los mitos más comunes, es la posibilidad de morir y revivir en la tumba. Esto asusta a más de uno pero según Daniel, es posible.
“No tengo cómo demostrárselo, no tengo fotografías como demostrarle que alguna persona haya vuelto a vivir pero lo que hemos encontrado en la caja a la hora de exhumarlo, me doy cuenta de que sí la pulseó para tirarse afuera”.
Hasta la fecha se ha encontrado al menos siete cadáveres que evidencian algún forcejeo o movimiento dentro del ataúd, vidrios incrustados en los brazos, piernas, codos, el cuerpo desacomodado y las manos desordenadas.
En 16 años de trabajo ha escuchado golpes y sonidos de difuntos recién enterrados; a todos los ha intentado sacar aunque ninguno ha realmente sobrevivido.
“Yo hice un pacto con el de arriba (Dios), mientras yo esté aquí, aunque solo, si oigo a un ruido,
Una de las prácticas que Daniel ha identificado y que le causa indignación, es la brujería.
“No aplaudo al que practica brujería pero sí sé con conocimiento de causa y lo que la
experiencia me dice, que mucha gente viene al Cementerio a buscar cochinadas para hacer brujería y es doloroso, yo me he encontrado maleficios”.
Parece increíble pero sucede, es por eso que cuando se hacen exhumaciones, se aseguran de que no quede siquiera un pelo del difunto.
A pesar de las diferentes situaciones y de lo que significa ser panteonero, Daniel no quiere nunca acostumbrarse a su trabajo para poder seguir haciendo las cosas con la delicadeza y cuidado de la primera vez.
Además, porque considera que en el Cementerio no hay nada por qué asustarse, el bien y el mal se perciben como en cualquier otra parte.
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