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Por Juandy Gómez | Lunes, 1 de febrero de 2021, 08:24
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EUROPA PRESS, MADRID.- El cerebro es uno de los órganos
más importantes del organismo. Es el encargado de dirigir el
funcionamiento del resto de órganos y de sistemas que forman
parte de nuestro cuerpo. Siempre está en funcionamiento,
aunque no estemos haciendo nada, y así lo ha demostrado la
Ciencia.
Desde las funciones vitales más esenciales, como puede ser la
respiración o el latido del corazón, hasta aquellas que nos
hacen más humanos, como las emociones o nuestro
comportamiento; todas ellas dependen del cerebro, según
afirma en una entrevista con Infosalus el neurólogo del Hospital
La Paz de Madrid Ángel Martín Montes.
Aunque todavía desconocemos muchos aspectos sobre su
funcionamiento, según reconoce, sí sabemos que está formado
por millones de neuronas interconectadas entre sí,
formando redes y circuitos. "Estas redes son las encargadas
de recibir la información del exterior, procesarla, almacenar y
elaborar una respuesta si fuera necesario", agrega.
Con ello, resalta que el cuerpo humano está formado por
múltiples sistemas y aparatos con una organización y función
Con
5Las propiedades nutricionales y beneficios del guineo maduro
determinada (el aparato digestivo, el sistema endocrino, el
sistema excretor, entre otros), siendo el cerebro el órgano
coordinador de todos ellos, integrando la información que llega
del exterior y del interior de nuestro cuerpo para dar una
respuesta.
"Por ejemplo, cuando aumenta la secreción de saliva en
respuesta a la imagen o el olor de un alimento, el cerebro
interviene al integrar la información visual u olfativa que llega
del exterior, generando una reacción determinada que puede
ser positiva si el alimento nos gusta, generando a su vez una
respuesta en el aparato digestivo como es el aumento de la
secreción de saliva", agrega el también miembro de la
Asociación Madrileña de Neurología y de la Sociedad Española
de Neurología.
De hecho, remarca que muchas funciones vitales de las que
no somos plenamente conscientes durante todo el tiempo
dependen también del funcionamiento del cerebro: "Nuestra
frecuencia cardiaca, el ritmo de nuestra respiración, la
regulación de la tensión arterial", por ejemplo.
En este punto, pide desterrar ese mito de que sólo usamos
un pequeño porcentaje de nuestro cerebro (realmente
usamos todo nuestro cerebro siempre, aunque la posibilidad de
conexiones entre nuestras neuronas es enorme). También ve
importante señalar que las emociones y el comportamiento
también dependen de nuestro cerebro y son estímulos que
también van a modular su funcionamiento y nuestro rendimiento
cognitivo.
Con lo cual, sabemos que está constantemente funcionando:
"El cerebro nunca se desconecta o se apaga. Aunque no
estemos realizando ninguna tarea motora o cognitiva, nuestro
cerebro mantiene una actividad constante. Este hecho se ha
podido constatar mediante estudios de resonancia magnética
funcional que permiten valorar zonas del cerebro que presentan
actividad cuando estamos en reposo".
Es más, el doctor Martín Montes sostiene que estos estudios
han mostrado que determinadas regiones del cerebro se
activan cuando no hacemos nada, dando lugar a una red que
se conoce como 'red neuronal por defecto'.
"Aunque todavía desconocemos muchos aspectos del
funcionamiento de esta red, en la que intervienen estructuras
del lóbulo frontal, parietal y temporal, la mayor parte de los
trabajos sugieren que está relacionada con el procesamiento
de información cognitiva, particularmente con la memoria",
agrega.
Es más, el Facultativo Especialista Neurología, Unidad de
Trastornos Cognitivos y del Comportamiento del Hospital
Universitario La Paz señala que en algunas enfermedades
neurodegenerativas, como en la enfermedad de Alzheimer, se
han observado cambios en esta red neuronal por defecto, en
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fases muy precoces del proceso neurodegenerativo.
"También durante el sueño, la actividad cerebral se
mantiene de forma continua e incluso aumenta en algunas
fases. Por tanto, el sueño es muy importante en los procesos
cognitivos y en el mantenimiento del funcionamiento de todo
nuestro organismo", subraya.
En este punto, el neurólogo remarca que el descanso es
fundamental para el funcionamiento de nuestro cerebro y,
aparte del sueño (mantener una adecuada higiene de sueño,
intentando dormir entre 7-8 horas diarias y siendo regular en los
horarios), debemos procurar un tiempo de meditación o de
descanso ya que también puede ayudarnos en estos procesos.
"Algunas técnicas de meditación como el mindfulness han
demostrado efectos positivos en el control de los síntomas
de algunas enfermedades neurológicas y también pueden
ayudar en individuos sanos a mejorar el control de las
emociones y a reducir los niveles de estrés", sostiene el
miembro de la Sociedad Española de Neurología.
Asimismo, menciona que muchos estudios relacionan esta red
con la memoria, por lo que probablemente sí que esté
involucrada en el almacenamiento de información y la
generación de recuerdos.
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MADRID, 1 (EUROPA PRESS)
El 80 por ciento de los sanitarios españoles sufrieron insomnio durante los meses de marzo, abril y mayo de 2020 y que un 90 por ciento aseguraba haber padecido alguna afectación del sueño durante este periodo, según se desprende de dos estudios presentado por la Sociedad Española de Neurología (SEN) en su última Reunión Anual.
Además, la percepción de insomnio, pesadillas, sonambulismo, terrores nocturnos o pérdida de calidad de sueño en general fueron más frecuentes en el grupo de personal sanitario que entre los trabajadores no sanitarios que también participaron en estos estudios. El trabajo a turnos también se asoció con una mayor probabilidad para el desarrollo de estos síntomas.
«Es indudable que la sensación de miedo, ansiedad, incertidumbre generada por la pandemia ha hecho aumentar considerablemente estas cifras entre la población española. Pero si a esta situación añadimos la sobrecarga asistencial o la presión a la que se están viendo sometidas muchas personas en su ámbito laboral, los efectos que está teniendo la pandemia en la calidad
de sueño, aún son más llamativos», señala el doctor David Ezpeleta, secretario de la Juta Directiva de la Sociedad Española de Neurología.
«El sueño es una necesidad fisiológica y la evidencia científica sugiere que el sueño está implicado en procesos de recuperación homeostática, termorregulación, reparación de tejidos, control inmunitario, endocrinológico y consolidación de la memoria. Por tanto, la privación de sueño, tanto aguda como crónica, puede tener efectos muy negativos en la salud», explica. Desde la SEN recuerdan que multitud de estudios que se han publicado al respecto muestran que largas jornadas de trabajo, con frecuencia asociadas a un alto nivel de estrés físico y psicológico, junto con los efectos de la cronodisrupción que genera el trabajo por turnos provocan una privación de sueño aguda y crónica que repercute negativamente en la salud. Y la privación de sueño tiene efectos negativos tanto a nivel cognitivo como en el sistema cardiovascular, endocrino e inmunológico o como posible factor carcinogénico.
La prolongación de la vigilia y la privación de sueño afectan al funcionamiento de las redes neuronales, repercutiendo negativamente en tareas como atención, concentración y memoria. Además este efecto es acumulativo, es decir, a mayor número de horas despierto o a mayor número de días de privación de sueño, mayor repercusión sobre dichas tareas.
Además, advierten, «esto también implica un aumento del riesgo de sufrir accidentes laborales, domésticos y de tráfico y a que los sujetos privados de sueño tomen decisiones más
arriesgadas o tengan problemas para el control emocional, que se puede manifestar con irritabilidad y respuestas desmesuradas ante mínimos estímulos».
Por otra parte, grandes estudios epidemiológicos sugieren un aumento del riesgo
cardiovascular ligado a la privación de sueño. Así, la restricción de sueño crónica por debajo de 5 horas por noche, durante al menos 2 días en semana, ha mostrado multiplicar por 2 o 3 el riesgo cardiovascular. Restricciones más moderadas, por debajo de 7 horas por noche, también han mostrado un aumento del riesgo cardiovascular.
El sistema digestivo también se ve afectado por el trabajo a turnos, produciendo variaciones del ritmo intestinal y un aumento del riesgo de presentar úlcera duodenal, que llega a
duplicarse en los trabajadores nocturnos frente a los diurnos. La turnicidad laboral también disminuye la fertilidad, genera trastornos menstruales, dismenorrea, y aumenta el riesgo de aborto espontáneo, parto pretérmino y bajo peso al nacer. Y las alteraciones en la exposición a la luz solar también pueden ser responsables del aumento del riesgo de depresión y trastornos neuróticos, o a que empeoren ciertas enfermedades, como por ejemplo la migraña.
«Está claro que la pandemia está afectando enormemente a toda la población y en todos los ámbitos. Pero si no queremos que las consecuencias de la pandemia tengan aún más impacto en la salud, es necesario buscar fórmulas para mejorar el descanso de la población, sobre todo
entre las personas que se están viendo expuestas a un alto nivel de estrés físico, psicológico y laboral», concluye Ezpeleta.
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01/02/2021 16:40
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El 80 % del personal sanitario sufrió insomnio durante los primeros
meses de pandemia
EFE / MA - Lunes, 01 Febrero 2021 16:45
CORONAVIRUS EN MADRID COVID PANDEMIA POLICÍA VIVIENDA SANIDAD Lunes, 01 de febrero de 2021
Madrid, 1 feb.- Aunque aún es pronto para cuantificar el verdadero alcance que está teniendo la pandemia en el desarrollo de los trastornos del sueño, dos estudios establecen que el 80 % del personal sanitario sufrió insomnio entre marzo y mayo de 2020, y hasta un 90 % algún trastorno como pesadillas, sonambulismo o terrores nocturnos.
Esos dos estudios han sido presentados en la reunión anual de la Sociedad Española de Neurología (SEN), uno realizado por el Servicio de Neurología del Complejo Hospitalario La Mancha Centro (Alcázar de San Juan, Ciudad Real) y otro por el Servicio de Neurología del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid.
La percepción de insomnio, pesadillas, sonambulismo, terrores nocturnos o pérdida de calidad de sueño fueron más
frecuentes en el grupo de personal sanitario que entre los trabajadores no sanitarios que también participaron en estos estudios. El trabajo a turnos también se asoció con una mayor probabilidad para el desarrollo de los síntomas relacionados con el sueño.
A comienzos de 2020, la SEN estimaba que un 25-30 % de la población adulta presentaba insomnio transitorio, un 10-15 % sufría insomnio crónico y entre los sanitarios el insomnio ya afectaba a un 45 % de los mismos.
Pero la sensación de miedo, ansiedad e incertidumbre generada por la pandemia ha hecho aumentar esas cifras, ha señalado el secretario de la Junta Directiva de la SEN, David Ezpeleta.
El sueño es una necesidad fisiológica y está implicado "en procesos de recuperación homeostática, termorregulación, reparación de tejidos, control inmunitario, endocrinológico y consolidación de la memoria", ha recordado Ezpeleta.
Por contra, la privación de sueño tiene efectos negativos tanto a nivel cognitivo como en el sistema cardiovascular, endocrino, inmunológico o como posible factor cancerígeno.
Como norma general, la mayoría de la población necesita dormir entre 6 y 8 horas al día.
Mientras que la prolongación de la vigilia y la privación de sueño afectan al funcionamiento de las redes neuronales, repercutiendo negativamente en tareas como atención, concentración y memoria y, si el efecto es acumulativo, habrá mayor repercusión sobre dichas tareas.
Ello también implica un aumento del riesgo de sufrir accidentes laborales, domésticos y de tráfico o a que los sujetos privados de sueño tomen decisiones más arriesgadas o tengan problemas para el control emocional, que se puede manifestar con irritabilidad y respuestas desmesuradas ante mínimos estímulos, ha explicado la SEN.
Incluso la reducción crónica de las horas de sueño también tiene consecuencias negativas sobre la mortalidad y uno de los estudios llega a la conclusión de que por cada un 5 % de reducción de sueño, aumenta un 13 % la mortalidad a lo largo de un periodo de seguimiento de 12 años.
Se piensa que una buena calidad de sueño tiene efectos antioxidantes protectores, mientras que la privación de sueño causaría activación de la cascada oxidativa celular; además, la privación de sueño también afecta negativamente a la evolución de enfermedades inflamatorias, disminuye el umbral del dolor e incluso se ha observado una reducción en la producción de anticuerpos ante ciertas enfermedades, como por ejemplo la gripe.
"Si no queremos que las consecuencias de la pandemia tengan aún más impacto en la salud, es necesario buscar fórmulas para mejorar el descanso de la población, sobre todo entre las personas que se están viendo expuestas a un alto nivel de estrés físico, psicológico y laboral", ha concluido Ezpeleta.
Correo
El 80 por ciento de los sanitarios españoles sufrieron insomnio durante los meses de marzo, abril y mayo de 2020 y que un 90 por ciento aseguraba haber padecido alguna afectación del sueño durante este periodo, según se desprende de dos estudios presentado por la Sociedad Española de Neurología (SEN) en su última Reunión Anual. Además, la percepción de insomnio, pesadillas, sonambulismo, terrores nocturnos o pérdida de calidad de sueño en general fueron más frecuentes en el grupo de personal sanitario que entre los trabajadores no sanitarios que también participaron en estos estudios. El trabajo a turnos también se asoció con una mayor probabilidad para el desarrollo de estos síntomas.
“Es indudable que la sensación de miedo, ansiedad, incertidumbre generada por la pandemia ha hecho aumentar considerablemente estas cifras entre la población española. Pero si a esta situación añadimos la sobrecarga asistencial o la presión a la que se están viendo sometidas muchas personas en su ámbito laboral, los efectos que está teniendo la pandemia en la calidad de sueño, aún son más llamativos”, señala el doctor David Ezpeleta, secretario de la Juta Directiva de la Sociedad Española de Neurología.
“El sueño es una necesidad fisiológica y la evidencia científica sugiere que el sueño está implicado en procesos de recuperación homeostática, termorregulación, reparación de tejidos, control inmunitario, endocrinológico y consolidación de la memoria. Por tanto, la privación de sueño, tanto aguda como crónica, puede tener efectos muy negativos en la salud”, explica.
Desde la SEN recuerdan que multitud de estudios que se han publicado al respecto muestran que largas jornadas de trabajo, con frecuencia asociadas a un alto nivel de estrés físico y psicológico, junto con los efectos de la cronodisrupción que genera el trabajo por turnos provocan una privación de sueño aguda y crónica que repercute negativamente en la salud. Y la privación de sueño tiene efectos negativos tanto a nivel cognitivo como en el sistema cardiovascular, endocrino e inmunológico o como posible factor carcinogénico.
La prolongación de la vigilia y la privación de sueño afectan al funcionamiento de las redes neuronales, repercutiendo negativamente en tareas como atención,
concentración y memoria. Además este efecto es acumulativo, es decir, a mayor número de horas despierto o a mayor número de días de privación de sueño, mayor repercusión sobre dichas tareas.
Además, advierten, “esto también implica un aumento del riesgo de sufrir accidentes
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laborales, domésticos y de tráfico y a que los sujetos privados de sueño tomen decisiones más arriesgadas o tengan problemas para el control emocional, que se puede manifestar con irritabilidad y respuestas desmesuradas ante mínimos estímulos”.
Por otra parte, grandes estudios epidemiológicos sugieren un aumento del riesgo cardiovascular ligado a la privación de sueño. Así, la restricción de sueño crónica por debajo de 5 horas por noche, durante al menos 2 días en semana, ha mostrado
multiplicar por 2 o 3 el riesgo cardiovascular. Restricciones más moderadas, por debajo de 7 horas por noche, también han mostrado un aumento del riesgo cardiovascular. El sistema digestivo también se ve afectado por el trabajo a turnos,
produciendo variaciones del ritmo intestinal y un aumento del riesgo de presentar úlcera duodenal, que llega a duplicarse en los trabajadores
nocturnos frente a los diurnos. La turnicidad laboral también disminuye la fertilidad, genera trastornos menstruales, dismenorrea, y aumenta el riesgo de aborto
espontáneo, parto pretérmino y bajo peso al nacer. Y las alteraciones en la exposición a la luz solar también pueden ser responsables del aumento del riesgo de depresión y trastornos neuróticos, o a que empeoren ciertas enfermedades, como por ejemplo la migraña.
“Está claro que la pandemia está afectando enormemente a toda la población y en todos los ámbitos. Pero si no queremos que las consecuencias de la pandemia tengan aún más impacto en la salud, es necesario buscar fórmulas para mejorar el descanso de la población, sobre todo entre las personas que se están viendo expuestas a un alto nivel de estrés físico, psicológico y laboral”, concluye Ezpeleta.
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