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María de Nazareth, Madre de Dios

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Santiago Vilas Torruella

MARÍA DE NAZARETH,

MADRE DE DIOS

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NOTA PRELIMINAR Hago expresamente profesión de fe católica, retractándome de todas aquellas afirmaciones que contradigan al Magisterio de la Iglesia.

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ÍNDICE

PRÓLOGO DEL AUTOR...6

CAPÍTULO I... 10

MARÍA, MUJER Y MADRE...10

CAPÍTULO II... 16

INMACULADA CONCEPCIÓN E INFANCIA...16

CAPÍTULO III... 21

MARÍA CONCIBE A JESÚS...21

CAPÍTULO IV...36

JOSÉ, HIJO DE JACOB...36

CAPÍTULO V...42

JOSÉ, HIJO DE DAVID...42

CAPÍTULO VI...48

EL NACIMIENTO DE JESÚS...48

CAPÍTULO VII...55

MARÍA Y LOS GENTILES...55

CAPÍTULO VIII...64

EL EXILIO EN EGIPTO...64

CAPÍTULO IX...70

LA VUELTA DEL EXILIO...70

CAPÍTULO X...76

EL BAUTISMO DE JESÚS...76

CAPÍTULO XI...81

LA VIDA SOCIAL...81

CAPÍTULO XII...88

EN LA VIDA PÚBLICA DE JESÚS...88

CAPÍTULO XIII...94

SE APROXIMA EL CUMPLIMIENTO DE LA REDENCIÓN...94

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EN LA PASIÓN DEL SEÑOR...100

CAPÍTULO XV...111

TRAS LA MUERTE DE JESÚS...111

CAPÍTULO XVI...116 LA RESURRECCIÓN DE JESÚS...116 CAPÍTULO XVII...121 MARÍA EN LA IGLESIA...121 EPÍLOGO...128 APÉNDICE BIBLIOGRÁFICO...130

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PRÓLOGO DEL AUTOR

Tanto nos ama Dios, que además de redimirnos de nuestros pecados, quiso hacerse mucho más accesible. Y para ello, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad asumió una naturaleza humana. Leemos cómo Jesús le dijo a Nicodemo, un importante fariseo que fue fiel discípulo suyo, llegando a acompañar a José de Arimatea para pedir a Pilatos el cuerpo del Señor: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca sino que tenga la vida eterna”. (San Juan 3, 16)1.

Hasta la venida de Jesucristo, Dios prohibió ser representado en imagen (Confrontar Éxodo 20, 4-6): Él nos daría su única Imagen. Su Imagen viva, consustancial, el Verbo Encarnado, el Perfecto Mediador, con Naturaleza Divina y Naturaleza Humana, naturalezas ni mezcladas ni confundidas. El Símbolo Atanasiano es taxativo, afirmando de Jesús que es “Perfecto Dios, perfecto hombre subsistente por un alma racional y carne humana”.

Y este Mediador nace de una Mujer, perfecta mujer, que es la Santísima Virgen. Jesús perfecto Dios y perfecto hombre y vivo tras su Resurrección. María perfecta mujer y Mujer perfecta y también viva sin paliativos.

Y a aproximarnos a esta Mujer perfecta pretendo dedicar este trabajo dentro de mis limitaciones.

Al igual que en mi primer libro sobre la Santísima Virgen, voy a seguir el principio según el cual, habitualmente, las personas nos conocemos y entablamos lazos de amistad a partir de nuestras notas más externas, para profundizar después en este conocimiento. Además existe un antiguo aforismo según el cual “la Gracia no destruye la Naturaleza, sino que la perfecciona”. He

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considerado pues, el interés que puede tener el estudio de los aspectos más externos y naturales de la Virgen María, para luego profundizar.

Creo que es muy importante el ser conscientes de que la Santísima Virgen es una mujer en el pleno sentido de la palabra. Por esto quise titular mi primer trabajo con el nombre civil de Nuestra Señora, con el que sería conocida en su transcurrir por la tierra, unido al nombre de su padre. Que por cierto no tuvo necesariamente que ser Joaquín (2), nombre sacado sólo de los

Evangelios Apócrifos, de historicidad más que dudosa.

El título de la nueva versión pretende también hacer referencia a este nombre civil; pero referido a su localidad de nacimiento o vecindad, como asimismo era uso corriente en los tiempos en que sucedieron la mayor parte de los hechos que trato de comentar.

No intento escribir una novela histórica. Trato de componer un ensayo fundamentado en las bases válidas para ello: Las Sagradas Escrituras y la Tradición (3) y el Magisterio de la Santa Iglesia

2 Como San Joaquín se venera al padre de la Santísima Virgen María,

independientemente de que éste fuera su verdadero nombre. Similarmente se venera a los santos Magos que visitaron a Jesús Niño, bajo los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, aún no conociéndose ni tan siquiera su verdadero número. Nosotros desconocemos estos nombres; pero Dios sí los conoce.

3 Copio del Catecismo de la Iglesia Católica, punto 83:

“La Tradición de la que hablamos aquí es la que viene de los apósteles y transmite lo que éstos recibieron de las enseñanzas y del ejemplo de Jesús y lo que aprendieron por el Espíritu Santo. En efecto, la primera generación de cristianos no tenía aún un Nuevo Testamento escrito, y el Nuevo Testamento mismo atestigua el proceso de la Tradición viva.

Es preciso distinguir de ella las “tradiciones” teológicas, disciplinares, litúrgicas o devocionales nacidas en el transcurso del tiempo en las Iglesias locales. Éstas constituyen formas particulares en las que la gran Tradición recibe expresiones adaptadas a los diversos lugares y a las diversas épocas. Sólo a la luz de la gran Tradición aquéllas pueden ser mantenidas, modificadas o también abandonadas bajo la guía del Magisterio de la Iglesia”.

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Católica.

Se puede aducir que en las Sagradas Escrituras, incluso en los Santos Evangelios, se encuentran muy pocas referencias sobre la Santísima Virgen. Pero esto no es exacto, debemos tener en cuenta que, no sólo encontramos directamente en esta Sagrada Revelación testimonios fundamentales sobre María, sino que podemos aplicar a Ella casi todo lo que nos cuenta de Jesús y que no sea propio de su Naturaleza Divina o de su misión específica.

Tenemos para ello dos razones. La primera mística: Dado el grado eminente de santidad de María, se la debe considerar íntimamente identificada con Jesucristo, pues en esto consiste la santidad.

La segunda de orden natural: Es lógico suponer las semejanzas entre Madre e Hijo.

Aunque parezca obvia, una observación más. A veces se habla de las distintas advocaciones de la Virgen —Virgen del Pilar, Virgen de los Desamparados, Virgen de la Merced...—, como si se tratara de distintas personas. Naturalmente, se trata siempre de María de Nazareth, la virgen fuerte —como rezamos en las Letanías Lauretanas, al final del Santo Rosario— pilar de la Iglesia, que atiende especialmente a los desamparados, y nos dispensa mercedes, beneficios, a todos los humanos.

Recuerdo una jota muy popular, que empieza con estos versos:

“La Virgen del Pilar dice

que no quiere ser francesa…”

Evidentemente, no es que no quiera ser francesa, es que María tiene una nacionalidad determinada: es israelita nacida en Israel, empadronada en Israel, un número en el censo del territorio israelita ordenado por el emperador Octavio Augusto, hija de padres israelitas, de ascendencia israelita; aunque su personalidad

que cumplen unas condiciones de santidad, sabiduría y proximidad en el tiempo de los apóstoles. San Agustín se considera el último.

Es de fe todo lo que se encuentra en las Sagradas Escrituras, y aquello en lo que los Padres de la Iglesia son unánimes en sus escritos.

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CAPÍTULO I

MARÍA, MUJER Y MADRE

Nos enseña la Sagrada Teología, que el fundamento de todos los privilegios (4) recibidos por la Santísima Virgen está en su

Maternidad Divina, conocida por Dios antes de la Creación del Universo.

Consecuencias de esta Maternidad Divina son la Inmaculada Concepción, como preparación para dicha Maternidad, la Virginidad perfecta y perpetua, la Asunción al Cielo en cuerpo y alma, etc.

La Maternidad Divina fue ya definida en el Concilio de Éfeso (5), en el año 430, al rebatir San Cirilo de Alejandría a Nestorio,

Patriarca de Constantinopla —actualmente Estambul—. Es a consecuencia de Nestorio, depuesto de su patriarcado y excomulgado, por quien a los que niegan que la Virgen es Madre de Dios se les llama “nestorianos” o “neonestorianos” (6).

La afirmación de la Maternidad Divina de la Virgen es consecuencia de reconocer la Divinidad de Jesucristo: Si la Persona de Jesús es la Segunda de la Santísima Trinidad, Dios, la Madre de Jesús es Madre de Dios, pues las madres lo son de las

4 Hablamos de Privilegios que redundan en mayor Gloria de Dios y en

beneficio de toda la Humanidad. Nada tienen que ver con los privilegios injustos, que redundan en perjuicio de terceros.

5 Ciudad en la actual Turquía.

6 Es muy conocida el Avemaría neonestoriana de Gounod, del siglo XIX.

En esta composición musical, el autor sustituyó “Sancta Maria Mater Dei” por “Sancta Maria, Sancta Maria”. Por esta razón se desaconseja su interpretación en actos de culto católico.

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personas, no de las naturalezas. Fue el razonamiento de San Cirilo en el citado concilio. Dios ha querido tener una Madre y la ha creado. Una pura criatura Madre del Creador, algo sólo asequible a su Omnipotencia y a su Infinito Amor.

Aunque nos vamos a mover en un nivel más bajo, lo expuesto es muy importante.

Que la Santísima Virgen es una mujer parece evidente; pero conviene insistir en ello dado que, a veces, hay una cierta tendencia a deshumanizarla.

Con frecuencia existe la posibilidad de identificar inconscientemente a María con sus imágenes, no sé si llegando a pensar que sea de madera, de pasta o de oro.

Se da la circunstancia que, incluso personas de alto rango eclesiástico, utilizan frases tales como “Vamos a trasladar la Virgen a la ermita....”, “Vamos a traer la Virgen a la parroquia....”. Evidentemente, se quiere decir “Vamos a trasladar tal imagen de la Virgen a la ermita....”, “Vamos a traer tal imagen de la Virgen a la parroquia....”; pero creo que las primeras expresiones son poco afortunadas. O al menos me causan una sensación desagradable.

Y la Santísima Virgen, además de ser mujer es una mujer viva, con la plenitud de vida que se adquiere en la resurrección final (7), tal como la posee Jesús.

Si ya se ha expuesto que mucho de lo que sabemos sobre Jesús es aplicable a su Madre, esto es especialmente cierto para tratar de concienciarnos que María es total y auténticamente mujer, tanto ahora como cuando disfrutaba de vida mortal.

Los Evangelios nos muestran detalles de Jesucristo, incluso resucitado, tan íntimamente humanos como el narrado por San Juan después de la segunda pesca milagrosa: “Cuando descendieron a tierra —los discípulos— vieron unas brasas

7 Hablo de resurrección final, resurrección de la que todos nos tenemos

que beneficiar, distinguiéndola de resurrecciones excepcionales como la de Lázaro, el hijo de la viuda de Naim, etc, que podemos leer en los Santos Evangelios, y que no parecen definitivas, pues se vuelve a animar un cuerpo mortal.

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preparadas, un pez puesto encima y pan”. (San Juan 21, 9).

Jesús, que con su poder de Dios acaba de realizar un milagro para nuestra enseñanza —sobre la fidelidad en el apostolado—, sabe que los discípulos están cansados y les prepara comida con su trabajo humanamente natural, consiguiendo un pez y pan, y encendiendo unas brasas para asar el pez.

En otro pasaje, Jesús dice a sus asombrados discípulos, que lo ven después de resucitado: “Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo. Palpadme y comprended que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo. Y dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como no acabasen de creer por la alegría y estando llenos de admiración, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Entonces ellos le ofrecieron parte de un pez asado y un panal de miel. Y después de comer en su presencia, tomando lo que sobraba, se lo dio”. (San Lucas 24, 39-43).

Es más, los Evangelios nos hacen ver cómo Jesús adquirió — al haber tomado una humanidad perfecta— las consecuencias de la condición natural del hombre: el hambre, la sed, la angustia, el cansancio, etc.

Nos citan tentaciones que sufrió durante su vida mortal. Y estas tentaciones consistían, en el fondo, en que Jesús hiciera un milagro en provecho propio, “rompiendo la naturaleza en vez de perfeccionarla”

El catolicismo no es materialista (8); pero tampoco

“espiritualista”. Una de las particularidades del catolicismo es la de ser una “religión total”.

Todo ha sido creado por Dios. “Y vio Dios que todo era bueno”, repite el Génesis cuando narra la Creación. Y todo debe ser dirigido a la Gloria de Dios.

Los llamados “tres jóvenes”, Ananías, Misael y Azarías, cantan en el horno encendido de Babilonia —dentro del cual se sienten en un ambiente templado, con una suave brisa que los

8 Aunque la dignidad que asigna a la materia es muy superior a la que le

asignan los materialismos ateos, dado que incluso espera su glorificación al fin de los tiempos.

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acaricia—: “Bendecid al Señor todas las obras del Señor”. (Daniel 3, 57), desde los Ángeles del Señor (Daniel 3, 58), hasta las bestias y ganados (Daniel 3, 81).

Es malo utilizar las cosas con un fin diferente de la Gloria de Dios; por lo cual, en primer lugar, deben ser usadas dentro de los cauces que el mismo Dios nos especifica por los medios ordinarios y bien conocidos: Mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, que son como los “Manuales del Fabricante” tan importantes, por ejemplo, en el mantenimiento y operación de aviones.

Insisto una vez más en la perfecta Humanidad de Jesucristo y, por supuesto, de María.

“Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, nos declara San Juan, (San Juan 1, 13-14), el cual añade, en su segunda epístola: “Porque han aparecido en el mundo muchos seductores, que no confiesan a Jesucristo venido en carne. Ese es el seductor y el Anticristo”. (II San Juan 1, 7).

A consecuencia del daño producido por el pecado original en la naturaleza humana, ésta sufrió una descoordinación dentro de la unión sustancial entre el cuerpo y el alma, con una tendencia al mal llamada concupiscencia. Esto ha llevado a hablar de una lucha entre el alma y el cuerpo, el espíritu y la carne. Pero esto no significa que la carne sea algo malo en sí. En este caso, el Verbo no hubiera podido encarnarse, “tomar carne”.

En las Sagradas Escrituras, leemos cómo Dios se dirige al profeta Ezequiel por dos veces, anunciando que va a regenerar a Israel —y a toda la Humanidad en espera de su Redención— de la siguiente manera: “Les daré un solo corazón, e infundiré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su pecho el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, a fin de que caminen conforme a mis leyes, guarden mis preceptos y los pongan en práctica”. (Ezequiel 11, 19 y 36, 26).

La carne no es mala; pero debe estar bajo el dominio de la razón, como lo estaba antes del pecado original.

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Medios para ello son la ascética (9), el entrenamiento deportivo

y la medicina, tres medios de orden diverso, y que sin embargo pueden y deben ser relacionados: Un entrenamiento deportivo puede estar ligado con un tratamiento médico, y ser ejercido con espíritu de expiación propia y ajena.

Y los tres medios necesitan terceras personas: la ascética exige un director espiritual, un entrenamiento deportivo serio un entrenador, y una enfermedad grave —que es también el cuerpo descontrolándose de la razón— un médico.

Jesús se denomina a sí mismo “El Hijo del Hombre”. Parece como si la Revelación se esforzara en mostrarnos la Encarnación en su plena crudeza.

Y en los primeros siglos fueron excomulgados los que reconocían la Naturaleza Divina de Jesús; pero postulaban que su Naturaleza Humana era pura apariencia (Apolinaristas, monofisistas, etc.).

Y así como Jesús, siendo Dios, es Hombre con todas sus consecuencias, antes y después de su Resurrección, la Santísima Virgen, que sólo tiene naturaleza humana —aunque Madre de Dios, aquí la maravilla—, fue auténtica mujer y lo sigue siendo.

A ella se refiere especialmente el Antiguo Testamento, cuando declara: “Donde no hay mujer, gime en su pobreza el corazón del

9 La ascética cristiana consiste en el ejercicio de prácticas religiosas — oración, mortificación y frecuencia de sacramentos—, para ponerse en camino de alcanzar un mayor nivel moral.

La ascética no tiene valor, si no va acompañada de un crecimiento en el amor a Dios y al prójimo, que debe ser su objetivo. Confrontar la primera carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 13, versículos 1 a 3:

“Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tuviera caridad, sería como bronce que resuena o címbalo que retiñe.

Y si tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, y si tuviera tanta fe como para trasladar montañas, pero no tuviera caridad, no sería nada.

Y si repartiera todos los bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, pero no tuviera caridad, de nada me aprovecharía”.

Este último versículo se refiere, por ejemplo, a quien hiciera tales cosas para considerarse mejor que los demás, por vanagloria.

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hombre” (Eclesiástico 36, 27).

Y no sólo auténtica mujer, sino arquetipo de mujer, la Mujer por excelencia, por lo que podemos leer cómo Jesús se dirige a ella con esta apelación: “Mujer, ¿qué nos va a mí y a ti?”. (San Juan 2, 4); “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. (San Juan 19, 26).

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CAPÍTULO II

INMACULADA CONCEPCIÓN E INFANCIA

El dogma de la Inmaculada Concepción fue definido por el Papa beato Pío IX en 1854. Nos enseña que la Santísima Virgen no fue manchada por el pecado original, sino que fue preservada de él por la anticipación de los méritos de su Hijo, en el momento de ser concebida, por su padre y por su madre.

Puede sorprender lo tardío de esta definición, la razón fue la siguiente:

Desde los primeros tiempos del cristianismo, se reconocieron dos textos de la Sagrada Escritura que, aparentemente, abogaban a favor de esta verdad.

El primero, ya en Génesis 3,15, al principio del Antiguo Testamento, tras la narración del pecado original, en que Dios anuncia la futura Redención dirigiéndose al diablo en forma de serpiente, en los siguientes términos: “Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; él te aplastará la cabeza mientras tú acechas su calcañal”.

El segundo, en San Lucas 1, 28, narrando la Anunciación a la Virgen de la Encarnación del Hijo de Dios: “Y habiendo entrado el ángel donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres”.

Respecto a la primera cita, se identifica a María con “la mujer” cuya enemistad con el diablo se anuncia ininterrumpida. Respecto a la segunda cita, se supone que María no podría ser llamada (10)

llena de gracia, si hubiera tenido pecado en algún momento.

Pero se consideraba un obstáculo la doctrina de San Pablo

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afirmando la universalidad de la Redención efectuada por Cristo. Si la Virgen también había sido redimida por Jesús, ¿no suponía esto que debía haber estado en pecado, al menos por un instante?

Esta aparente paradoja mantuvo perplejo incluso al gran Santo Tomás de Aquino, cuya doctrina sobre la Inmaculada Concepción es variable a lo largo de su vida. Llegó a conceder un plazo entre la concepción de un ser humano y su animación, o recepción de alma racional, que supuso de unos quince días, como uno de los medios para resolver este problema.

Fue el teólogo escocés Juan Duns Scoto, franciscano muerto en 1308, quien consiguió conciliar todos los textos, introduciendo el concepto de “Redención Preventiva”.

Según Scoto, es mejor evitar una herida o una enfermedad que curarla, algo que hoy tenemos muy asumido con el desarrollo de la Medicina Preventiva. Así pues, Cristo redimió a su Madre de una forma eminente, no borrándole el pecado original o cualquier otro, sino evitando que lo contrajera, a pesar de corresponderle por su descendencia de Adán.

La doctrina de este escocés fue fundamental para la citada definición solemne del beato Pío IX (11).

Una vez concebida María, se afirma que desde el primer instante de su vida gozó de una santidad excelsa, superior a la de los ángeles y a la de los demás santos.

La liturgia católica celebra la Inmaculada Concepción de María el día 8 de diciembre, y su Nacimiento nueve meses después, el día 8 de setiembre; tal como celebra la Concepción de Jesús o Encarnación del Verbo —o Segunda Persona de la Santísima Trinidad— el día 25 de marzo, también nueve meses antes del 25 de diciembre, en que celebra su Nacimiento, como indicando la

11 Un dogma es una verdad definida por el Sumo Pontífice “ex chatedra”,

es decir, haciendo uso de su infalibilidad. Pero para que pueda hacerlo, hay que comprobar que esta verdad está contenida, al menos implícitamente, en las Sagradas Escrituras o en la Tradición de los Padres de la Iglesia. Realmente, el Papa certifica que las investigaciones efectuadas sobre el asunto son correctas y ciertas.

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sujección de ambas gestaciones a las leyes naturales. Desde luego estas fechas son arbitrarias, pues las fechas de celebración no tienen por qué coincidir con las fechas en que ocurrieron los hechos.

Sabemos, por el Evangelio de San Lucas, que María vivía en Nazaret cuando le fue anunciada la Encarnación del Verbo, contando seguramente unos quince años de edad; pero no sabemos a ciencia cierta si había nacido ni si había pasado su infancia en esta localidad.

Existe una tradición —no segura— de que María nació en Nazaret, donde estaban afincados sus padres; pero fue enviada a Jerusalén, aún niña, para servir un tiempo en el Templo y adquirir unos buenos conocimientos de las Sagradas Escrituras.

Su servicio en el Templo no resulta verosímil, dado que este servicio se reservaba a los varones. En cambio, sí pudo adquirir estos conocimientos junto a su parienta Santa Isabel y al marido de ésta Zacarías, sacerdote, con los que al parecer había mantenido trato personal, antes de concebir a Jesús.

¿Tuvo la Santísima Virgen hermanos y / o hermanas?

Probablemente sí, nada hace suponer que fuera hija única, aunque nada conocemos en este aspecto.

Algunos autores piensan que María tuvo al menos un hermano, llamado Cleofás, basándose en el texto de la Pasión del Señor: “Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena”. (San Juan 19, 25). Interpretan que la esposa de Cleofás, llamándose igual que la Virgen, no sería hermana como entendemos nosotros, sino cuñada por parte de su marido, que en este caso sería hermano de la Madre de Dios. La debilidad del argumento estriba en la ambigüedad de la palabra “hermano” en el Israel de aquella época, por lo que María de Cleofás, o el propio Cleofás, podían ser simplemente primos hermanos de la Madre de Jesús.

Más importante parece la pregunta: Estando María exenta del pecado original, ¿tuvo en vida mortal los privilegios que tuvo Eva en estado de inocencia, incluso los preternaturales?

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Pienso que, en todo caso, no todos. Eva, en estado de inocencia, por ejemplo no podía padecer dolor ni cansancio. Sin embargo, nos consta que Jesús padeció ambos como hombre, y además tenía que poderlos padecer para redimirnos como quiso hacerlo. Del mismo modo, María debió también padecer dolor, cansancio, etc., lo cual no supone imperfección respecto a Eva, como es patente.

En cambio, por la exención del pecado original, sí pudo gozar de que su inteligencia no pudiera errar partiendo de datos verdaderos y suficientes para una inteligencia humana ideal. También de estar libre de la concupiscencia o tendencia al mal, aunque mantendría sus tendencias a los bienes parciales, que debía controlar con su inteligencia y voluntad.

María debía estar exenta de enfermedades psíquicas y de enfermedades de mal funcionamiento somático, como manifestaciones materiales de la concupiscencia. Pienso, sin embargo, que podría padecer enfermedades debidas a agentes externos, aún funcionando perfectamente sus defensas naturales, así como ser sensible a la evolución de la edad.

Como podremos concluir en capítulos sucesivos, la Virgen tuvo que ser una niña preciosa, simpática y alegre, inteligente y con excelentes dotes deportivas; pero sin manifestaciones extrañas o milagreras, que llamaran la atención a sus vecinos o parientes.

Durante la infancia de la Santísima Virgen, Israel era una provincia del Imperio Romano, aunque gozando de una cierta independencia, lo cual permitía el reinado de Herodes el Grande, que aunque no era israelita tampoco era romano, sino natural de Idumea, país vecino de Israel.

La religión hebrea era observada con toda su pureza, una pureza que llegaba a degenerar en purismo, en Judea, la región del sur.

Nazaret pertenecía a Galilea, la región del norte de Israel, que había recibido grandes influencias paganas, como ya había declarado el profeta Isaías:

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“Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí en el camino hacia el mar,

al otro lado del Jordán, la Galilea de los gentiles,

el pueblo que yace en tinieblas ha visto una gran luz;

para los que yacen en región y sombra de muerte una luz ha amanecido”. (Isaías 8, 23-9, 1).

Estas influencias paganas se tuvieron que acentuar con la ocupación romana.

María pues, de niña, vivió en un ambiente piadoso en su casa (12), de una piedad depurada, distinguiendo muy bien lo esencial de

lo accesorio, educada para una convivencia con un ambiente muy paganizado, que no debía ni contaminarla ni asustarla.

Sobre la actitud de la Santísima Virgen, nos puede dar una pista el Libro de los Proverbios, en que Salomón nos habla de la Sabiduría; pero tradicionalmente se identifica lo que nos dice de ella con una profecía sobre Nuestra Señora:

“Con el Señor estaba yo disponiendo todas las cosas; y eran mis diarios placeres el holgarme continuamente en su presencia; el holgarme en la creación del universo; siendo todas mis delicias el estar con los hijos de los hombres”. (Proverbios 8, 30-31)

Ya de niña la Virgen era una persona en íntima unión con Dios, expresada en el versículo 30. Esto no estorbaba para que se sintiera a gusto con todos, y para que se interesara por toda la creación, así como por las obras y trabajos humanos, que afectan a la creación en alguna forma, tal como expresa el versículo 31.

12 La Iglesia reconoce la santidad de los padres de la Santísima Virgen, y

los venera bajo los nombres de San Joaquín y Santa Ana aun cuando, como ya he comentado en el prólogo, no está muy claro que se llamaran así, lo cual carece de importancia.

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CAPÍTULO III

MARÍA CONCIBE A JESÚS

Las primeras noticias directas que tenemos de la Santísima Virgen, se encuentran en el Evangelio de San Lucas, a continuación del relato del anuncio de la concepción de Juan el Bautista, el Precursor de Jesús, hecho a su padre, Zacarías, por el Arcángel San Gabriel.

San Lucas inicia así su relato: “En el sexto mes —del embarazo de Santa Isabel, esposa de Zacarías— fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de nombre José, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María”. (San Lucas 1, 26-27).

Nada han escrito ni San Lucas, ni los demás evangelistas, sobre la infancia de la Virgen, en contraposición con el tratamiento de la concepción y nacimiento del Precursor, que cubre buena parte de este primer capítulo. Respetando opiniones contrarias, deduzco de esto que la infancia de la Virgen estaría desprovista de maravillas externas. El Precursor debía dar testimonio desde el principio, y a ello contribuyó su concepción milagrosa. La concepción y nacimiento de Jesús fueron los que correspondían a su doble naturaleza y a su misión, y además también sirvieron de testimonio al cumplir la profecía de Isaías:

“Por tanto el mismo Señor os dará la señal: Sabed que una virgen concebirá y parirá un hijo, y su nombre será Emmanuel (13)”. 13 El profeta Isaías comunicó esta señal a Acaz, rey de Israel, después de negarse éste a elegir una, a requerimientos del propio profeta, para

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(Isaías 7, 14).

No aparecen ni justificación ni referencia de milagros materiales en los primeros años de la vida de la Virgen. La gran maravilla fue la de ser preservada de todo pecado, incluso del original, de toda falta e imperfección, en todo instante de su vida, y su crecimiento sin igual en Gracia Santificante.

Es más, al iniciarse su vida como la nuestra la sentimos más próxima, y además nos muestra la separación entre mancha de pecado original y el propio acto de la procreación, acto santo en sí, al haber sido ordenado por Dios desde un principio. El pecado original es el que cometimos en la persona de Adán al desobedecer al Señor.

En el versículo 27 se habla de una virgen que tiene propósito de permanecer virgen durante toda su vida, (confrontar San Lucas 1, 34), y sin embargo está desposada (14).

mostrar que Dios libraría rápidamente a su pueblo. La palabra hebrea traducida por “virgen”, también se podría traducir simplemente por “mujer joven”, y tal vez éste podía ser el sentido de la palabra en los sucesos contemporáneos a Isaías y Acaz. Pero no es válido en el aspecto de profecía mesiánica, tal como veremos que le será indicado a San José por un ángel.

“Emmanuel” significa “Dios-con-nosotros”, nombre que le conviene perfectamente a Jesús, “Dios salva”. El nombre de Jesús viene a ser una explicación del nombre Emmanuel: Dios con nosotros para salvarnos.

14 En aquella época, en Israel, el matrimonio se celebraba en dos fases. La primera fase era la de los desposorios, que se celebraba ante un mínimo de dos testigos, y ya otorgaba todos los derechos y deberes del matrimonio, exigiéndose para su disolución un documento de repudio, el “libelo de repudio”, aunque los cónyuges seguían viviendo cada uno en su casa.

La segunda fase eran las denominadas nupcias, en que la esposa era acompañada festivamente a la casa que el esposo había preparado para ser su hogar común. La Virgen y San José, se encontraban entre estas dos fases.

Recuérdese que Jesucristo derogó explícitamente la posibilidad de que un matrimonio pudiera disolverse, advirtiendo además que ello iba contra su naturaleza, y que había sido una concesión temporal, a través de Moisés, por unas circunstancias muy peculiares y nada loables. (Confrontar San Marcos

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Hemos de situarnos en el lugar y entorno de la Virgen. María fue dotada, de manera especial, de uso de razón e inteligencia desde edad muy temprana, aun desestimando exageraciones, para que sirvieran de soporte a los raudales de Gracia Santificante que iba recibiendo. Pronto conocería el origen de la vida, seguramente porque se lo explicara su madre cuando la Virgen, al intuir su propia contingencia (15), y darse cuenta que debía haber tenido un

principio, preguntara cómo había sido éste.

Su reacción inmediata sería la captación del sublime don de Dios de asociar a sus criaturas a la Creación, de donde surgiría una profunda acción de gracias, y un deseo de corresponder al Señor de algún modo. E iluminada por la Gracia, decidió entregar a Dios su facultad de engendrar, consagrándose virgen para siempre.

Pero María se encontraba con una dificultad añadida: Esta entrega era entonces desconocida en Israel (16), y la Virgen niña

pensaría cómo podría cumplir mejor su consagración. El celibato no le parecería lo más adecuado. No todas las personas que la conocieran entenderían su entrega; pero quizás la entendería algún varón elegido. Podría casarse con éste, previo acuerdo de mantener una “doble consagración”, tal como nos la expone Santo Tomás de Aquino: Al casarse la Virgen realmente quedaba sujeta, con responsabilidad de conciencia grave, al débito matrimonial, al igual que su esposo. Ahora bien, un voto sólo es válido y lícito cuando se promete algo mejor que su contrario; por lo que no se puede cometer un pecado grave, como es la negación del débito

10, 3-12; San Mateo 5, 31-32 y 19, 1-9, y San Lucas 16, 18).

15 Ser consciente de la propia contingencia significa percatarse de no

existir por uno mismo, de que la propia existencia no era imprescindible para el Universo.

16 En Israel, la castidad total llevaba implícita la renuncia a contar al

Mesías dentro de la propia sucesión, razón por la que no gozaba de aprecio. Por lo mismo, la esterilidad era considerada un oprobio, incluso una maldición de Dios. Al disponerse la Virgen a contraer matrimonio sin hacer uso de él, lo hace humildemente, a conciencia de que va a ser señalada con el dedo como si, a consecuencia de algún pecado oculto, según juicio de su sociedad, Dios no le hubiera concedido capacidad para tener hijos.

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matrimonial sin motivo adecuado, para mantenerlo.

Por esta razón, la virginidad material de María fue guardada por la consagración de San José, como la virginidad de san José fue guardada por la consagración de María.

Nazaret era un pueblo pequeño —hoy sigue sin ser muy grande— y probablemente se conocerían todos los niños, y casi todos los adolescentes. María y José tendrían muchas características comunes. Ya antes de descubrir cada uno en el otro su bondad, su nobleza, su lealtad, tenía que existir una corriente de simpatía entre ellos y, o bien José inició un noviazgo infantil puro, en el que María lo prepararía para que la ayudara en sus planes, o bien María pensó que José podía ser idóneo para este fin y ella misma se lo propuso. No debemos extrañarnos por comportamientos de María poco conformes, cuando era necesario, con convencionalismos o con “lo establecido”, en el sentido actual, comportamientos que podremos encontrar siguiendo la lectura de los Santos Evangelios. María humilde, María dócil a la Voluntad de Dios, no tenía nada de conformista. María seguía el santo principio: “Si algo hay que hacer, se hace”.

San Agustín escribió: “Eso indican las palabras con las que María respondió al ángel que le anunciaban un hijo: ¿Cómo —dijo

— será eso, puesto que no conozco varón? Esto no lo habría dicho

ciertamente si antes no hubiese hecho el propósito de entregarse como virgen a Dios. Pero como las costumbres de los israelitas aún no admitían esto, se desposó con un hombre justo, quien no le arrebataría con violencia, antes bien le defendería contra los violentos, aquello de lo que ella había hecho voto” (Tratado sobre la virginidad, 4).

Como al parecer, ambos eran de la casa de David, las familias verían el noviazgo con buenos ojos (17), y a edad apropiada

llegaron los desposorios. Poco después acontecerían los hechos

17 Los israelitas debían procurar contraer matrimonio entre miembros de

su misma tribu, entre las procedentes de los 12 hijos de Jacob. Dentro de la tribu de Judá, siendo la descendencia de David de estirpe real, era especialmente bien visto el compromiso entre descendientes de este rey.

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que nos narra San Lucas, que continúa:

“Y habiendo entrado el ángel donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres”. (San Lucas 1, 28).

Son palabras clave al tratar de María.

Entra en escena un ser superior a los humanos, nada menos que uno de los arcángeles del Señor de los Ejércitos, y saluda a la Virgen con veneración, diciéndola que está llena de gracia, no como los occidentales podemos entender, sino llamándola “Llena de Gracia” como nombre propio, que en el modo de hablar oriental significa que ES ESENCIALMENTE LLENA DE GRACIA.

No voy a tratar esta verdad con profundidad, pues ello escapa al propósito de este libro, y mucho y bien se ha escrito sobre ello.

Quiero hacer notar que, si la Virgen tenía, ya entonces, una plenitud de Gracia Sobrenatural, no podía faltarle también una plenitud de gracias naturales.

En el Evangelio aparece una jerarquía de valores; en general, lo espiritual está por encima de lo material; pero de ahí a despreciar lo material va un abismo.

Si, como decía Platón, la materia hubiera sido la cárcel del espíritu, algo malo o despreciable, no hubiera sido posible la Encarnación, como ya se ha escrito.

Jesús, por el contrario, veremos que cuida los detalles materiales. En la boda de Caná, cuando convierte el agua en vino, el maestresala le dice al novio: “tú has guardado hasta ahora el vino mejor”. (San Juan 2, 10).

Y a pesar de poseer y enseñar un auténtico espíritu de pobreza, cuidaba su aspecto exterior, incluso en el vestir. Así ocurrió que “los soldados, después de crucificar a Jesús, tomaron su ropa e hicieron cuatro partes, una para cada soldado, y aparte la túnica; pues la túnica no tenía costuras, estaba toda ella tejida de arriba abajo”. (San Juan 19, 23). Una túnica así era dificilísima de confeccionar y las que existían tenían un gran valor, prácticamente sólo eran usadas por los reyes.

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Por tanto considero inaceptables las teorías de que María fuera excelsa espiritualmente, pero no físicamente. Se ha llegado a afirmar que “la Virgen no tendría una gran belleza física, sería un caso típico de la raza judía”. Se ignora así, además, que la raza judía es extraordinariamente perfecta, con una media de belleza muy elevada, y en la que abundan las beldades excepcionales, desde las bíblicas Judith y Ester, hasta ejemplos más recientes. Y entre ellas se puede aplicar a la Virgen la afirmación profética de Salomón “Como lirio entre los cardos es mi amada entre las doncellas” (Cantar de los Cantares 2, 2).

Dice también la Sagrada Escritura:

“Vanos son por naturaleza todos los hombres que ignoran a Dios y no alcanzan a conocer por los bienes visibles a Aquel-que-es (18),

ni atendiendo a las obras, reconocieron al Artífice;

sino que al fuego, al viento, al aire ligero, a la bóveda estrellada, al agua impetuosa o a las lumbreras del cielo

las consideraron como dioses, rectores del universo. Si, seducidos por su belleza, los tuvieron como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de todos ellos

pues es el autor mismo de la belleza quien los creó. Y si se admiraron de su poder y de su fuerza,

debieron deducir de aquí cuánto más poderoso es su Creador: pues, de la grandeza y de la belleza de las criaturas,

se llega por razonamiento al claro conocimiento de su Autor”.

(Sabiduría 13, 1-5). Es decir, si Dios nos revela que ha creado la belleza física y la ha puesto incluso en las criaturas inanimadas —el fuego, el viento....— como un bien objetivo, para que podamos llegar al conocimiento de Él Mismo, cuánto más se la debió proporcionar a su Madre, la llena de Gracia, en modo totalmente eminente.

18 Es el nombre que el mismo Dios se asignó ante Moisés, la traducción

al español de la frase hebrea “Yahwéh”. La traducción literal al árabe es “Al – láh”. (Por la diferencia de escrituras, he transcrito la palabra hebrea y la árabe lo mejor que he sabido, con una ortografía española bastante habitual).

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Estoy convencido de que, aún en vida mortal, María ha sido la mujer más guapa de cuantas han existido y existirán en todos los tiempos.

La Virgen no prodigaría los adornos y complicaciones en su atavío; pero esto, en vez de ocultar su belleza la resaltaría. Vestiría con sencillez y buen gusto y usaría algún adorno discreto, muestra de su feminidad, como sigue siendo su costumbre si aceptamos los testimonios de algunas de sus apariciones más fidedignas — Fátima, Lourdes—: Un fino hilo dorado en los bordes de su túnica, una rosa roja sobre cada pie, un rosario con cuentas de luz, etc.

La Virgen cuidaría su aspecto exterior, al menos por las tres razones siguientes:

Primero, haría en ello como Jesús, según ya se ha expuesto. Segundo, por honrar su cuerpo, no sólo como templo del

Espíritu Santo como es el caso de toda persona en Gracia, sino además por su especialísima condición de Madre de Dios.

La honra del cuerpo no excluye su sometimiento, la mortificación; es más, insisto en que puede servir como mortificación un entrenamiento deportivo, el aseo personal, el cuidado de la ropa, el sonreír y tratar de presentar una actitud agradable siempre, aún en los momentos en que menos ganas tengamos de ello.

Realmente, la honra fundamental del cuerpo es la templanza, una de las virtudes cardinales. Y así como no es posible una auténtica honra del cuerpo sin templanza, lo contrario es también casi inimaginable.

Tercero, por no dejar mal a su Hijo con un aspecto exterior

descuidado.

Sin embargo, de su aspecto mortal concreto poco podemos saber. Creo recordar alguna referencia de algún Padre de la Iglesia a un retrato pintado por San Lucas, perdido hace ya varios siglos, según el cual María era pelirroja, con rostro ovalado y talla mediana.

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su apariencia mediante maquillaje, la Virgen, en estado glorificado, puede hacerlo con más facilidad, y lo ha hecho en algunas ocasiones, como en el caso de Guadalupe, en que se apareció con el pelo negro y rasgos indios, seguramente para resultar más familiar al indio beato (19) Juan Diego, y obtener más fruto de este

hecho extraordinario.

Existe una virtud, frecuentemente olvidada como tal, que evidentemente debía poseer María al igual que las demás virtudes. Me refiero a la que Santo Tomás de Aquino denomina “jucunditas”, y que teniendo difícil traducción al español, viene a corresponder a una alegría manifiesta y comunicativa, con sentido del humor.

La alegría es lo opuesto a la “angustia vital” del ateo, viene de la felicidad del fiel sabiéndose amado por su Padre Dios, y conociendo el sentido de la vida. Esta alegría, como consecuencia del amor al prójimo, al que sabe también amado por nuestro Padre Común, se hace comunicativa y es causa de una profunda simpatía.

Santo Tomás llegó a escribir que “Todo el que quiera progresar en la vida espiritual necesita tener alegría”.

Sigue su relato San Lucas, indicando la reacción de la Virgen: “Ella se turbó al oír estas palabras y DISCURRÍA QUÉ PODRÍA

SIGNIFICAR AQUELLA SALUTACIÓN”. (San Lucas 1,29).

Se ha hecho mucho hincapié en la primera parte del versículo “Ella se turbó...”; pero he querido subrayar la segunda parte, porque me parece más significativa.

Y es que la visión de un ser angélico debe ser impresionante, según podemos deducir por el comportamiento de otras personas en casos semejantes, siempre con esta turbación.

Comparemos el versículo citado con otro bien próximo, el de la reacción de Zacarías ante la visión del mismo San Gabriel: “Al

19 Prescindiendo de su sentido peyorativo, “beato” procede del adjetivo

latino beatus, beata, beatum y coincide con la palabra italiana beato, que tiene el mismo significado: Feliz, dichoso, bienaventurado...La Iglesia Católica proporciona el título de beato, para certificar que una persona goza ya de la Bienaventuranza Eterna.

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verlo se turbó Zacarías y SE APODERÓ DE ÉL EL TEMOR”. (San Lucas 1, 12).

Obsérvese la igualdad de la primera parte, que únicamente muestra la captación de un suceso extraordinario.

Pero fijémonos también en la diferencia de la segunda: Zacarías pierde el dominio de sí mismo, pues se apodera de él el temor. En cambio, la Virgen reacciona con fortaleza, con valor. No es una inconsciente, se percata de lo extraordinario del hecho; pero mantiene el total dominio de sí misma, lo cual le permite discurrir.

Mayor es el contraste si atendemos al comportamiento del centurión Cornelio:

“Un hombre de Cesarea llamado Cornelio, centurión de la cohorte (20) denominada Itálica, piadoso y temeroso de Dios, con

toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios continuamente, vio claramente en una visión, hacia la hora nona del día, al ángel de Dios que llegaba hasta él y le decía: ¡Cornelio!. Él le miró fijamente y, SOBRECOGIDO DE TEMOR, dijo: ¿Qué ocurre Señor?”. (Hechos de los Apóstoles 10, 1-4). Y creo poco defendible pensar en pusilanimidad de Cornelio, oficial de las fuerzas romanas de ocupación en el belicoso Israel.

Pienso que, además, San Gabriel sólo se debió presentar con todo su poder y esplendor ante su Reina. Él mismo ante Zacarías, como el ángel que se presentó ante Cornelio, se debieron aparecer de un modo, diríamos, “matizado”, a fin de que los videntes pudieran soportar el acontecimiento. Más adelante, veremos otras

20 Una cohorte era una unidad militar romana que estaba formada por varias centurias y estaba mandada por un tribuno. Correspondía a un batallón actual, que en España lo manda habitualmente un comandante o un teniente coronel, y está compuesto por varias compañías — aproximadamente centurias— mandadas por capitanes. Cada centuria era mandada por un centurión.

Debido a lo reducido de los ejércitos de la época con respecto a los de hoy —por problemas de logística y de comunicaciones, entre otras causas— las cohortes podían tener nombre propio, tal como hoy pueden tenerlo algunas divisiones. Tener en cuenta que un batallón tiene alrededor de 1.000 hombres y una división entre 12.000 y 16.000 hombres.

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situaciones en que se pondrá de manifiesto la excepcional fortaleza moral de María.

San Gabriel no quiere dejar sombra de intranquilidad en su mensaje: “Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su reino no tendrá fin”. (San Lucas 1, 30-33).

“Has hallado gracia delante de Dios”, que es tanto como decir “Dios se complace en ti”. María está llena de Gracia, y su capacidad para recibirla es enorme. Es la criatura suprema, capaz de complacer por sí sola al Creador. En ella se complace el Infinito, la Suma Belleza, la Suma Bondad. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, como nos revela el Génesis, en cuanto el ser humano es capaz de reflexionar y de amar; pero en ninguna persona humana se manifiestan las Perfecciones Divinas como en María.

María recibe el mensaje de que va a ser madre del Mesías prometido (21); pero, además, recibe una revelación sobre la

naturaleza de Éste, que ningún mortal había podido sospechar: “Será llamado Hijo del Altísimo”, es decir, lo será. Será el “Dios-con-nosotros” de la profecía de Isaías en el sentido más estricto.

Habida cuenta la consagración de su virginidad, que María piensa que Dios le ha aceptado, hace una pregunta al ángel, con ánimo de actuar correctamente. “Dijo María al ángel: ¿Cómo podrá ser esto, pues yo no conozco varón?”. (San Lucas 1, 34). Que es equivalente a decir: ¿Cómo va a ocurrir esto, habiendo renunciado ante Dios a realizar el acto conyugal? (22).

21 Mesías o Redentor de la especie humana, esperado sin embargo, por

amplios sectores de Israel, como simple salvador político del Pueblo Elegido.

22 Era aceptado entre los judíos, que un varón y una mujer no se

“conocían” —verbo con un sentido mucho más profundo que el castellano más aproximado— hasta que tenían relaciones sexuales, por lo que, habitualmente, éstas se llegaban a identificar con “conocer varón” o “conocer mujer”. María usa el presente verbal en sentido continuado, es decir, sin

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Desde luego no cabe interpretar esta pregunta como un movimiento de rebeldía. Un propósito de desobediencia a Dios hubiera anulado toda virtud.

En cambio sí resulta patente, en la sorpresa que trasluce esta pregunta, una impresionante confianza de María en San José. En efecto, al contraer matrimonio con él, un matrimonio real sin pretender engañar a las autoridades religiosas que lo certifican, se sujeta al débito matrimonial (23). Su compromiso de virginidad

queda pendiente, tal como se ha expuesto, sólo de la palabra dada por su esposo de respetarlo. Pero María considera la palabra de José inconmovible. Si ella va a tener un hijo, piensa que no puede ser porque José falte a su palabra y la requiera. María considera la palabra de José más firme que los cielos y la tierra. Por esto consulta cuál debe ser su propia actuación.

A considerar también que no puede existir rechazo de María al acto conyugal por sí mismo. La criatura sublime es mujer perfecta. No puede tener impedimentos físicos ni psíquicos, estando además libre de las secuelas sobre cualidades no preternaturales de un pecado original que nunca contrajo. No puede tener impedimentos morales ante un acto que sabe dispuesto por Dios, y querido genéricamente por Dios. No ha podido ser traumatizada por experiencias anteriores, si no propias, ajenas, pues este trauma hubiera constituido una imperfección en su mente.

No hay rechazo del acto querido por Dios en las condiciones adecuadas, ordenadas explícitamente, sino una renuncia por puro amor, por un Amor con mayúscula.

Esta renuncia por Amor, será imitada por aquéllas y aquéllos

tener previsto un cambio en el futuro. Es comparable a la frase “No vendo mi casa”, significando “No tengo la casa en venta, ni pienso en venderla”.

23 “El marido dé el débito conyugal a la mujer; y lo mismo la mujer al

marido. La mujer no es dueña de su propio cuerpo, sino el marido; del mismo modo, el marido no es dueño de su propio cuerpo, sino la mujer”. Este párrafo, tomado de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, (capítulo 7, versículos 3 y 4), es evidentemente posterior a la Anunciación de San Gabriel a la Santísima Virgen; pero expone unas obligaciones implícitas al matrimonio de las que María, indudablemente, era consciente.

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que siguen con recta intención la llamada que Dios les hace personalmente, a través de las causas segundas oportunas (24), al

celibato apostólico.

El ángel contesta cumplidamente la prudente consulta de la Santísima Virgen: “Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que nacerá de ti, será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a tu prima Isabel, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay nada imposible”. (San Lucas 1, 35-37).

El ángel ha declarado más explícitamente el atributo del Mesías “Hijo del Altísimo”. Será llamado así porque será, realmente, hijo de ella y de DIOS. No va a haber intervención de varón. María hizo muy bien en consagrar su virginidad, pues su Hijo va a ser fruto de esta consagración, de su plena entrega al Señor.

Se está cumpliendo la profecía de Isaías, de una forma plena. Es una gran señal puesta por el propio Dios (25) el que una virgen,

manteniéndose virgen, conciba y dé a luz un hijo, cumpliéndose el ser Dios-con-nosotros, pues este hijo va a ser el mismo Dios Omnipotente con una naturaleza humana asumida. María, hija de Dios Padre, va a ser madre de Dios Hijo y esposa de Dios Espíritu Santo, tal como la aclamamos.

Y el ángel confirma que no está hablando en sentido figurado. La concepción del Hijo de María va a constituir una excepción de las leyes naturales, como lo ha sido la concepción del hijo de su prima Isabel.

24 Los teólogos llaman a Dios Causa Primera de todo que, en lo que lo admite, actúa habitualmente a través de otras causas subordinadas, llamadas “causas segundas”, en el orden más natural posible en cada caso.

En el citado, las causas segundas oportunas pueden ser un amigo, el director espiritual, una lectura.... Para las vocaciones ordinarias, Dios acostumbra a emplear causas ordinarias, aunque llegue a utilizar ángeles para alguna vocación extraordinaria, como la de Nuestra Señora, e incluso como la de Santa Juana de Arco.

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La Virgen podía haber hecho muchas preguntas: “¿Qué le digo a José? ¿Cómo le justifico mi estado?....”. Pero pensó que eran problemas suyos y no quiso aprovecharse de una intervención sobrenatural. Podemos comparar este comportamiento de María con el de su Hijo cuando sea tentado en el desierto, antes de empezar su vida pública.

Y así María se limitó a contestar: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia”. (San Lucas 1, 38).

Cristo se ha encarnado por obra del Espíritu Santo, se ha hecho hombre como nosotros en una mujer. El Infinito, El que no cabe en todo el Universo, ha puesto su morada en las entrañas cerradas de una virgen. El Eterno, el Creador del tiempo, ha entrado en el tiempo y va a ser regido por él, va a esperar —como todo hombre— nueve meses para nacer, y aún entonces seguirá el transcurrir normal del tiempo para desenvolverse.

Y Dios ha elegido una criatura humana como Madre, con un Amor filial absolutamente superior al que podamos imaginar, y a partir de entonces Dios tiene también Madre, como cada uno de nosotros. Dios, que cuando todo lo creó vio que todo era bueno, observó que eran tan especialmente buenas la maternidad y la virginidad, que quiso tener Madre y Madre Virgen.

Transcribo las palabras de San Josemaría Escrivá de Balaguer en su homilía “Madre de Dios, madre nuestra”, del 11 de octubre de 1964, que se pueden leer en el libro “Amigos de Dios”, nº 274: “Cuando la Virgen respondió que sí, libremente, a aquellos designios que el Creador la revelaba, el Verbo divino asumió la naturaleza humana: el alma racional y el cuerpo formado en el seno purísimo de María. La naturaleza divina y la humana se unían en una única Persona. Jesucristo, verdadero Dios y, desde entonces verdadero Hombre, Unigénito eterno del Padre y, a partir de aquel momento, como Hombre, hijo verdadero de María: por eso Nuestra Señora es Madre del Verbo encarnado, de la segunda Persona de la Santísima Trinidad que ha unido a sí para siempre —sin confusión— la naturaleza humana. Podemos decir bien alto a

(34)

la Virgen Santa, como la mejor alabanza, esas palabras que expresan su más alta dignidad: “Madre de Dios”“.

¡Cuántas gracias tenemos que dar al Señor por todo ello!, porque no sólo nos ha entregado toda la Naturaleza, con todos sus animales, todas sus plantas, todos sus poderes....sino que ¡se ha entregado también a Sí mismo!

¡Cómo debemos respetar a la mujer y la mujer a sí misma! Una de ellas y como ellas es Madre del Creador, tiene sometido a Aquél al que todo está sometido. No ha podido haber mayor reconciliación de la mujer con Dios, después del pecado original, que Dios se hiciera Hijo de una de ellas.

También podemos considerar cómo la Virgen adoraría al Fruto de sus entrañas a partir del momento de la Encarnación. Su Hijo y su Dios, siendo ella la mujer más santa, y la madre más cariñosa. A partir de entonces seguirá haciendo lo mismo, ir por agua a la fuente, coser, cocinar...; pero con una nueva riqueza de sentido. Concentrada en su interior, sin olvidar a los demás, al contrario, siendo causa su concentración interior de estar más pendiente de los demás.

Este acontecimiento transcendental para la Humanidad se celebra el 25 de marzo, y es evocado en el rezo del Ángelus (26) y

26 El Ángelus se reza, habitualmente, “—El ángel del Señor anunció a María. —Y concibió por obra del Espíritu Santo. Avemaría

—Eh aquí la esclava del Señor. —Hágase en mí según tu palabra. Avemaría

—Y el Verbo se hizo carne. —Y habitó entre nosotros. Avemaría

—Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.

—Para que seamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo

—Oremos: Infunde, Señor, tu Gracia en nuestras almas para que, los que por el anuncio del ángel conocimos la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y su Cruz alcancemos la gloria de su Resurrección”.

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en el Primer Misterio del Santo Rosario.

Muchas personas rezamos esta oración habitualmente a las 12:00 horas, al mediodía, y muchas la rezan también, habitualmente, en otras horas y en otras ocasiones.

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CAPÍTULO IV

JOSÉ, HIJO DE JACOB

Con frecuencia hemos visto a San José representado como un anciano caduco, con una vara con flores de azahar en la mano.

Pero esta imaginería está rechazada, incluso explícitamente, por personas de la grandeza de Santa Teresa de Jesús, la cual, por ejemplo, lo hace con palabras de bastante dureza, impulsada, además, por su conocimiento de la importancia de la devoción al esposo de María.

Recuerdo la alegría que me produjo ver, en una ocasión, en un convento de las Hermanas de la Caridad y Santa Ana, una bonita talla de San José joven, fuerte, y con una herramienta de carpintero en la mano. Vi en ella al San José de los Evangelios Auténticos, “purificado” incluso de la dichosa vara florecida de los Evangelios Apócrifos (27).

De por sí parece absurdo que María joven, preciosa, alegre, se casara con un viejo, pues esto, más que mostrar una relación estable ante sus ciudadanos, como ella pretendería, hubiera dado la sensación de lo contrario, pudiendo llegar a ser motivo de escándalo.

Además, si anticipando acontecimientos, consideramos la huida a Egipto perseguidos por el ejército y la policía de Herodes, en cualquier caso en condiciones durísimas, seguramente

27 Los “Evangelios Apócrifos” son unos pretendidos evangelios, escritos

con la firma falsa de diversos Apóstoles, circunstancia que proporciona su nombre. Contienen una serie de leyendas, algunas de las cuales han llegado a gozar de bastante popularidad, escritas con más piedad que responsabilidad, y tratando de “llenar” los supuestos vacíos en los Evangelios auténticos.

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cruzando el desierto, algo que exigiría unas facultades y una preparación al límite de la resistencia humana, máxime llevando con ellos un niño de aproximadamente un año, necesariamente María y José debían ser dos auténticos jóvenes atletas de una categoría extraordinaria. Contra lo que escribieron los Evangelios Apócrifos, y a diferencia del Pueblo de Israel durante su Éxodo desde Egipto, la Sagrada Familia no se benefició de milagro alguno que ayudara su proeza, pues el Evangelio de San Juan nos dice claramente que, la primera vez que Jesús hizo una excepción en las reglas naturales, fue al convertir agua en vino al principio de su vida pública, treinta y tantos años más tarde.

Para más abundamiento, el varón joven es de por sí más generoso y de temperamento más lírico que cuando envejece, normalmente puede vivir la castidad —incluida la del corazón— con más naturalidad que cuando crece en años.

La castidad es una virtud positiva —como todas las demás— que, como un deporte, requiere una violencia (28) sobre uno mismo

que, si no se vive de joven, es más difícil vivirla de viejo, aunque la Gracia de Dios lo puede todo.

De viejo hay una mayor tendencia a la cobardía de buscarse compensaciones, que pueden ser poco acordes con la virtud de la templanza, de la que la santa pureza forma parte, al notar la pérdida de facultades para llevar a cabo actividades profesionales, deportivas, etc., que resultaban gratificantes.

En el primer capítulo del Evangelio de San Mateo se dice que

28 La violencia tiene mala prensa porque, con demasiada frecuencia, se la confunde con el sadismo o complacencia en hacer daño. Una operación quirúrgica es eminentemente violenta, y nadie la considera mala —o muy pocos— cuando es necesaria. Desde luego no tiene sentido la violencia por la violencia, como no tendría sentido operar quirúrgicamente sin motivo proporcionado; pero sí cuando es necesaria y en la medida que sea necesaria y justificable.

No olvidar San Mateo 11, 12: “Desde los días de Juan hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados (“violenti” en la Neovulgata o versión latina más utilizada de las Sagradas Escrituras) lo conquistan”.

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el padre de José se llamó Jacob, y en el tercer capítulo del Evangelio de San Lucas se le llama hijo de Helí.

Sin entrar en más profundidades, y siguiendo una de las interpretaciones admitidas, voy a suponer que, en el sentido occidental, José era efectivamente hijo de Jacob y no de Helí, con el que guardaría otro parentesco próximo, sobre el cual hay diversas conjeturas.

En cualquier caso era descendiente directo del rey David, y por tanto ostentaba un posible derecho al trono de Israel, lo cual podía proporcionarle no pocos sobresaltos durante el reinado de Herodes el Grande, que no tenía inconvenientes en deshacerse de quienes consideraba posibles rivales.

Quizás ésta fue una razón poderosa para afincarse en Galilea y no en Judea, de donde su familia era originaria, con el fin de no permanecer demasiado cerca del palacio de Herodes, en Jerusalén.

Atendiendo a las costumbres entre los judíos de la época, y no habiendo argumento válido en contra, podemos suponer que, al anunciar el arcángel Gabriel a la Santísima Virgen que ella iba a ser Madre de Dios, María tendría unos 15 ó 16 años y José algunos más, probablemente entre 18 y 20, sin exceder de esta última edad, en ningún caso, más de 2 ó 3 años.

Era ya entonces un profesional, un artesano dicen los Santos Evangelios, que no pretendía vivir de sus posibles derechos al trono.

Algunos Santos Padres de la Iglesia concretaron que era carpintero. Otros Santos Padres, que era herrero. Pienso que, siendo Nazaret un pueblo relativamente pequeño, José podría ejercer ambos oficios, dedicándose los demás vecinos al pastoreo y a la agricultura fundamentalmente, y quizás algunos a la cerámica y al comercio, sin olvidar a los funcionarios de la administración.

Su dedicación a la carpintería y/o a la herrería, nos indica también que José era un hombre fuerte, pues, con los medios de la época, sólo personas de gran fortaleza física podían ejercer estos

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oficios.

Acostumbrado a trabajar la madera y el acero (29),

dominándolos y ajustándolos a medidas determinadas, José debía tener los pies muy en el suelo; pero la cabeza en Yahwéh.

Cuando vio a María por primera vez, pudo quedar arrebatado por la que comprendería como “Maravilla salida de las Manos del Señor”.

Cuando María le comunicara, con su admirable voz, sus planes de virginidad total y permanente, José, el muchachote fuerte, leal y enamorado, no dudaría en ponerse a su disposición, y en consagrar también su renuncia a engendrar.

Adán y Eva, al cometer el pecado original, pretendieron “ser como dioses” engañados por el demonio. María y José no se daban entonces cuenta de que, renunciando a su facultad “en cierto modo Divina”, (por suponer la participación en crear vida inteligente), como expresa Santo Tomás de Aquino siguiendo en esto a Aristóteles, formaban contrapunto al orgullo de nuestros primeros padres. Sin pretenderlo, es más, creyendo renunciar a contar al Mesías entre su descendencia, estaban dando paso a la inminente Redención.

A partir de entonces, José “vería por los ojos de María”. Siendo Jesús Persona Divina, no ha habido ni habrá mayor amor entre personas humanas, que el que nació entre las dos con más capacidad de amar y de ser amadas. La renuncia a toda compensación carnal nunca amortiguó este amor. En todo caso lo sublimó.

José, acostumbrado a trabajar y a actuar en la presencia de Dios, como el niño pequeño en presencia de su padre, hablaría de

29 Dado que la obtención de hierro de gran pureza exige una tecnología

muy avanzada, y además éste tiene unas propiedades bastante peculiares, hoy utilizamos el término “acero” de modo más general que hace poco tiempo. Se considera acero a todo hierro que, no siendo prácticamente puro, tenga un porcentaje de carbono inferior a un valor determinado, como sería el material usado por los herreros de la época de San José. Si el porcentaje de carbono es mayor, se denomina fundición.

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