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El alimento de los dioses: mito, alteridad y caldos rituales huicholes

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Academic year: 2021

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El alimento de los dioses: mito, alteridad y caldos rituales huicholes

Héctor M. Medina Miranda Universidad Autónoma

de San Luis Potosí Entre las comidas rituales más importantes de los huicholes se encuentran los caldos que en toda celebración bullen en el fuego central de los patios ceremoniales. En torno a ellos se llevan a cabo procesiones, danzas y cantos orientados al intercambio con los ancestros deificados, de quienes se espera recibir la fertilidad que permitirá el crecimiento de los cultivos, la iniciación y la continuidad del orden imperante. La elaboración de los caldos es la culminación necesaria de todos los sacrificios de toros y de venados, cuyo propósito es – según la exégesis nativa– alimentar a los dioses con la sangre de los animales inmolados. De hecho, la oblación no será del todo concluida hasta que la carne de las víctimas haya sido transformada por el fuego, ofrecida a los dioses y distribuida entre los presentes en un auténtico acto de comunión.

Las diferencias en el sacrificio y elaboración de los caldos de venado y toro evidencian una oposición de enorme relevancia en el pensamiento huichol. Mientras el consumo del venado nos remite al autosacrificio del héroe cultural huichol, de quien según la mitología fue heredada la tradición, la inmolación del toro nos habla de la conquista de un personaje trasgresor identificado con la alteridad mestiza y de quien descienden todos los no indios. En este artículo partiremos de los mitos registrados entre los nativos acerca de ambos animales para, posteriormente, abordar los procesos rituales de elaboración y consumo de los caldos, así como en la relación de oposición y complementariedad que entre estos se establecen en relación a la definición de la alteridad.

El bovino y su origen mítico

Entre los wixaritari he podido registrar diferentes versiones de un mismo relato que da cuenta del origen del ganado bovino. En todos ellos se atribuye su creación a Tamatsi

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Kauyumari, ancestro mítico que en su nombre ostenta la denominación de “Nuestro Hermano Mayor”. Él fue quien guió a la familia primigenia en una larga peregrinación que concluyó con el nacimiento de sol y la creación del orden imperante. Como toda la familia original, emergió del poniente, específicamente del Océano Pacífico, e inició su recorrido en la costa de San Blas, Nayarit, con dirección al desierto potosino. No muy lejos de ahí, poco antes de llegar a Xeutari, La Cumbre –que divide la parte baja, occidental y obscura de la región alta, oriental y luminosa del territorio cosmogónico wixarika–, construyó el primer corral para el ganado, en un lugar que los huicholes conocen como Wawi Kuraru. Cuentan que Kauyumari hizo con zacate varias figuras de bovinos, caballos, burros y otros animales. Luego, con un silbido, el héroe cultural les dio vida. Enseguida, aparecieron los vaqueros y el payaso ritual tsikuaki haciendo con sus gritos que estos se movieran:

Él hizo la lucha, con zacate hizo animalitos, de todos los animales que hay. Les puso las orejas, el cuero, todo, todo. Ahí estaba, pero nomás zacate, así como animales, de todos los que hay. Kauyumari puso vaqueros, caporales y todo para que se movieran esos. El Kauyumari chifló y se movieron todos los animales. El burro hizo: ¡Ah, Ah, Ah!; el borrego: ¡me, me!; luego era la chiva: ¡me, me!; luego el caballo: ¡ih, ih, ih!; los machos: ¡ah, ah, ah! Así hacían esos animales que hizo de zacate. Entonces vaqueros, los caporales gritaron: ¡ea, ea, ea! Al ratito salió y gritó también uno que se llama Tsikuaki, traía su máscara: “¡órale!” –les pegó– “¡órale muévanse!” Al ratito corrieron los animales por a’i. Por eso nunca falta Tsikuaki en San Andrés, porque es de los que los movió.1

Así estuvo, ya que los hizo y los caminó hicieron cinco corrales […] Los corrales los llenaron con chivos, borregos, puercos, burros, remudas, caballos, yeguas. 2

Este relato está generalmente centrado en la figura del toro y del caballo. De hecho, sorprende la presencia de vaqueros arreando cerdos, chivos o borregos. Sin embargo, es la manera en la que se explica el origen mítico de casi todos los animales que los españoles                                                                                                                          

1  El tsikuaki es el payaso ritual que acompaña a los danzantes que aparecen en los rituales correspondientes a

la cabecera comunal y la iglesia de la misma.  

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trajeron de la Península Ibérica.3 Generalmente, la narración continúa precisando el motivo

por el cual los indígenas no conservaron la riqueza que el bovino y el caballo representan, aun cuando fue el ancestro de las wixaritari quien los creó.

Se dice que Kauyumari inventó el primer arado y la manera de uncirlo a las bestias de tiro, pero lo había construido con zacate y éste se rompió en el intento de abrir el primer surco. No obstante, al héroe lo acompañaba el vecino charro, en lengua wixarika conocido como Tamatsi Teiwari Yuawi (Nuestro Hermano Mayor el Vecino [Extranjero] Azul Oscuro). Este ancestro, del cual según la mitología descienden todos los no indios, construyó nuevamente el arado, pero en esta ocasión utilizó madera y consiguió labrar la tierra. Kauyumari al ver que el teiwari4 había conseguido aprovechar su invención decidió legársela y cederle el ganado bovino. De manera que a los huicholes sólo les quedo la opción de cultivar con bastón sembrador (coa). Algo similar sucedió con el caballo, el héroe construyó una silla de montar de zacate y el animal lo tiró al suelo. Entonces, el charro perfeccionó la silla y consiguió montar a la bestia sin que ésta lo derribara. Así, Kauyumari decidió legar también la montura a los no indios, dejando a los huicholes a pie. La desventura del héroe wixarika no terminó ahí ya que, a pesar de ser un estupendo chamán, creador del ganado y el líder de la peregrinación primigenia, su esposa desconocía sus atributos y creía que era perezoso. Ella había visto que otras personas tenían ganado y que con la leche de la ordeña hacían quesos, sintiendo pesar por el bien ajeno, por lo que decidió reclamarle a su marido la falta de iniciativa que mostraba en esas labores. Entonces, Kauyumari respondió obsequiándole el ganado, para que la mujer obtuviera el queso que tanto deseaba. Al día siguiente, todavía de madrugada, se levantó para indicarle que era hora de la ordeña. La esposa se fue a los corrales e inició la faena, pero las vacas se

                                                                                                                         

3 El gallo es una excepción que analizaremos en otro momento. También en este mismo sentido se llega a

explicar el origen de los aviones, los trenes o las camionetas. Por supuesto, creados por Kauyumari, pero legados a los no indios: “Kauyumari quería hacer todo: avionetas, camiones... quería hacer todo, pero no pudo, pero a’i andaba cerquita el otro, por eso pudo el mestizo. [Eso fue] Lo que le tocó a los mestizos por eso ahora tienen camioneta, carro, tren, aviones y Kauyumari se quedó así, sin nada. Pero hay unas personas de nosotros que sí tienen carro, pero batallando, pero avión nadie tiene. El más rico es el mestizo porque

Kauyumari les dio a ellos” (relato de José Cayetano y Julio Carrillo).  

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resistieron a ser ordeñadas, por lo que no consiguió ni gota de leche. La impericia de la mujer desembocó en una discusión. Catarino Carrillo de Uweni Muyewe lo narraba así:

Creo que como a las tres de la mañana se levantó Kauyumari a decirle a la señora: “Pos hay que ordeñar las vacas”. Se levantó la señora y llevó una olla, pero la vaca pataleó, le pegó con sus piernas y cayó la señora: “¡Hijo de la chin…, esos animales están cabrón!” Se asustó. No pos cuando amaneció no había ordeñado ni una. Un becerro estaba encerrado llorando, pues quería mamar. Entonces le dijo la señora: “No puedo, cómo le hago”. “Bueno, por qué me decía que yo soy pobre, tú que querías tomar leche, tú que querías comer queso. Entonces ahorita qué te pasa, ahorita es cuando. Tú pa’ nada sirves, yo creo que nomás me estás discriminando, que yo no tengo nada, soy pobre”. Pos ni modo, no pudo, nomás ya le abrió [el corral] a los becerros, pos salieron y pudieron mamar. No pudo ordeñar nada, ni hizo queso, nada. Como dijo: “Ya no te tocó a ti” –para siempre yo creo–. No pos, ya vez que la española se quedó con ellos [los animales]. Ahorita por eso están ricos. Creo que así pasó, la historia de nosotros. Quedó pa’ los teiwari nada más.

Como ya he mencionado, los huicholes explican el origen de casi todos los animales que fueron traídos a América por los españoles en diferentes variantes de los relatos que he citado. Algunos de ellos han sido elegidos como animales adecuados para sacrificar a los dioses, como la cabra, el borrego y el bovino. Sin embargo, es al toro al que le han asignado mayor relevancia ritual, convirtiéndolo en un elemento indispensable de toda celebración y uno de los alimentos predilectos de los ancestros. La importancia atribuida al bovino está relacionada a la su asociación que hacen de éste con las deidades teiwari, que en su mayoría son adaptaciones nativas de Cristo y los santos católicos.

De acuerdo con la mitología, todos los “santitos”5 emergieron del océano Pacífico, formando parte del mismo grupo que guiaba Kauyumari. Eran parte de la familia primigenia, pero se cree que de ellos descienden directamente todos los no indígenas,                                                                                                                          

5 Nombre que en castellano los huicholes dan a todas esas manifestaciones nativas de Cristo y los cantos

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particularmente de la virgen de Guadalupe. Precisamente, algunas narraciones explican que a ella se debe la importancia ritual asignada a los bovinos. En algún lugar del recorrido, dentro de la región occidental del territorio sagrado huichol, Guadalupe dio a luz a Cristo. Poco después, en una ocasión en la que se encontraba barriendo, encontró una flor de papel de China (xuturi), del tipo de las que suelen adherir a las velas que se ofrendan en las fiestas. Recogió la flor y la guardó bajo su faja, a la altura del ombligo. Casi al instante, se percató de que había quedado preñada, pero de ese embarazo no nacería un ser humano, sino un ternero, que fue objeto del primer sacrificio ritual:

[…] a los pocos momentos se sintió como que estaba panzona, al poco tiempo tuvo una becerrita. De ahí salieron unos novillos, que son toros, pero por a’i salieron, así nomás. La becerrita, cuando estaba recién nacida, la lamieron los novillos. Ya que vieron esto los otros santitos, los compañeros que andaban juntos, dijeron: “Esto va a ser para nosotros si se logra hacer el mundo, en eso vamos a descansar, va a ser nuestra comida la sangre”. Así como lo hacemos nosotros cuando hacemos la fiesta: lo sacrificamos, eso se hizo para que nosotros lo hiciéramos así.

En ese entonces no había mundo, apenas se estaba formando. Eso hicieron [los ancestros] para que nosotros cumpliéramos con nuestro costumbre, así como nosotros hacemos la fiesta y tenemos que matar becerro o una vaca para darles de comer a ellos.

Si bien, la sangre del toro es el alimento de todos los ancestros, independientemente de que sean teiwari o wixaritari, se dice que los bovinos son propiedad de las deidades teiwari. A ellos es necesario recurrir cuando se desea tener éxito en la ganadería, pero también en otro tipo de actividades en la que el fin último es el enriquecimiento personal. En realidad, la narración acerca de la apropiación del ganado es el punto en donde inicia la descripción de un proceso en el que los no indígenas toman para sí los últimos avances tecnológicos y el control de la política. De acuerdo con los mitos que he registrado, la virgen de Guadalupe es también el águila que ostenta la bandera nacional mexicana, quien decidiría dónde se edificaría la ciudad de México. En un principio se pensó que ésta debería fundarse en donde ahora se encuentra la comunidad huichola de San Andrés Cohamiata. Ahí quería

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Kauyumari que se ubicara, pero la virgen se negó. Intentó también que se construyera en el lago de Chapala, sin conseguir convencerla.

Finalmente, Guadalupe eligió el cerro de Tepeyac como su lugar de residencia. En la laguna cercana se posó sobre un nopal y el teiwari le hizo un retrato para colocarlo en la bandera mexicana. Por su parte, Kauyumari llevó consigo oro y plata que había encontrado en la tierra del peyote, Wirikuta, particularmente en Real de Catorce, uno de los grandes centros mineros de San Luis Potosí.6 Una vez en la ciudad capital, Kauyumari entregó los minerales a los teiwari e hicieron las monedas, sobre las que imprimieron la imagen del águila.7 En algunas versiones se dice que los ancestros flecharon al ave cuando se posó en el nopal y que con la sangre que brotó hicieron tinta y se creó la palabra escrita, así como los planos y los títulos de propiedad, que se repartieron entre todos los pueblos.8 En la mayoría de los casos, los relatos de éste tipo concluyen con explicaciones como la siguiente:

Kauyumari regresó a Wirikuta. Como ya en México había hecho todo, dejó el dinero pa’ que la gente de ahí se vivieran así, comprando algo […] Por eso en la ciudad de México hay todo, porque al compañero de él, que era mestizo [teiwari], le dijo cómo hiciera todo. Por eso nosotros cada año vamos a peregrinar a Wirikuta, porque nuestros dioses quedaron ahí, todos los que hay en San Andrés y Wirikuta. La comida de los kakauyari [ancestros] o corazón que quedó se convirtió en peyote, por eso hay peyote ahí.

Kauyumari quería hacer todo, pero no pudo, pero se lo dejó al mestizo. Por eso nosotros no tenemos nada, porque los antepasados fueron así. Si a Kauyumari le hubiera salido bien todo, nosotros tendríamos todo lo que hay en la ciudad. Pero Kauyumari a nosotros nos dejó para que cumpliéramos con el costumbre, pero mucha gente no lo cree. Los mestizos creen que nosotros lo hacemos porque queremos comer carne, venado, toro, pero no es así. Kauyumari así nos dejó, por eso nosotros                                                                                                                          

6 Fue una de las minas más ricas de la Nueva España, y antiguamente se le conocía como Real de Minas de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Guadalupe de los Álamos de Catorce.  

7 José Cayetano y Julio Carrillo, Bancos de Calítique (Uweni Muyewe), Durango.   8 Cristóbal de la Cruz, Brasiles, Durango.  

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año con año estamos cumpliendo con nuestra costumbre, para seguir adelante y no nos pase nada. Si no hubiera hecho eso Kauyumari, yo creo, no hubiera gente ni mestizos, nada. Pero Kauyumari pudo hacer lo que él pudo hacer, por eso tenemos el costumbre. Nosotros, la gente mayor, los que somos mara’akate, los que pueden con el dios platicar, le piden que llueva y sí llueve. Y si hay enfermedad le pide al dios también, y sí se hace. Por eso nosotros nunca dejamos de hacer nuestro costumbre, debemos de cumplir, porque hasta igual hizo todo para que nosotros sufriéramos, eso nos dejó a nosotros.9

Esta explicación subraya el papel creador de los primeros fieles de la tradición huichola, especialmente de Kauyumari, quien en un acto de nobleza concedió sus grandes ideas y su riqueza a los no indios. Así se manifiesta el motivo por el cual los huicholes son pobres. Todo esto comenzó con la creación del ganado, símbolo por excelencia de la riqueza económica entre los wixaritari, pero también identificado con una alteridad no indígena que se conduce al margen de los principios rituales establecidos por el líder de la peregrinación primigenia. Esa otredad será también caracterizada por el egoísmo mercantilista, la argucia política y la locura. Debo mencionar que Teiwari Yuawi, en un registro botánico, es el “árbol del viento” conocido como kieri, una especie de datura que induce la demencia. La contraparte de este ancestro –vinculado estrechamente con el ganado bovino– es Kauyumari, hombre venado que entrega su vida para alimentar con su sangre a los ancestros y con su carne elaborar otro caldo de enorme importancia ceremonial.

Los mitos del venado

A diferencia de los relatos que hablan de la creación de los bovinos, acerca del venado no existe un mito que dé cuenta de su origen. Pareciera que éste existiera previamente como el resto de los ancestros, que en un principio eran hombres y, simultáneamente, plantas y/o animales. Kauyumari es el maxa tewiyari por excelencia, es decir el “hombre venado”. Él ya existía antes del origen del universo y el amanecer de los tiempos. Como ya ha                                                                                                                          

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observado Neurath (2000: 72), la cosmogonía wixarika no supone una creación ex nihilo, es decir, no pretende explicar el origen de todas las cosas a partir de la nada, sino que presta especial atención a cuál es el origen de la existencia estructurada. En otras palabras, pretende detallar los acontecimientos a través de los cuales se fue estableciendo el orden habitual de las cosas y se consiguió superar el caos preexistente. Así, la mitología huichola se limita a explicarnos que los ancestros ya existían, aunque todavía no habitaban este mundo. Ellos vivían en Hai Mutiu, lugar de la Nube Parada, al otro lado del Océano Pacífico. De ese lugar partieron los ancestros y cruzaron el mar para iniciar la búsqueda del lugar donde nacería el sol en el oriente.

Como ya se ha dicho con anterioridad, el grupo era liderado por el hermano mayor venado, fundador de las tradiciones huicholas y el principal precursor de las transformaciones que dieron lugar al orden actual. En buena medida, el perfil de Kauyumari se define en contraste con el de Teiwari Yuawi, pero especialmente por ser el fundador de las tradiciones rituales huicholas y, de cierta manera, participar en la conformación de los principios tradicionales de otras sociedades vecinas, como lo hiciera con el teiwari. Esto se sostiene en la creencia de que los ancestros de toda la humanidad participaron en la peregrinación primigenia, la cual fue promovida por el héroe.

Un buen ejemplo de ello lo encontramos en la narración acerca de la música tradicional. Cuenta que poco después de que los ancestros emergieran del océano, la virgen de Guadalupe escuchaba música que provenía del tronco de un nogal (kariuxa). Al notar esto, Kauyumari y San José talaron el árbol para construir una xaweri y una kanari. Ambos son instrumentos tradicionales wixarika: el primero es una variante del rabel o el violín y el segundo es un cordófono similar a la vihuela. En aquella época no existían las cuerdas modernas, por lo que Kauyumari les puso hilos de lama para que al vibrar produjeran el sonido. San José tomó la xaweri y el hermano mayor la kanari. Éste último, frotó cada una de las cinco cuerdas del instrumento para asignar la música tradicional a cada uno de los grupos vecinos de los huicholes. Pero la mejor de todas ellas sería, por supuesto, la wixarika. Veamos un fragmento del relato registrado:

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De esa lama que hay en el agua las pusieron como cuerdas, porque en ese tiempo no había cuerdas todavía. Afinaron para empezar a tocar. Primero le jaló la primera cuerda [a la kanari, que tiene cinco cuerdas], se oyó como en castellano, en español, pero la tocada de los mestizos que tocan. Luego tocó la segunda, ésa se oyó en idioma de cora, y la tradición que ellos llevan lo tocan. La tercera es de los nahuas, nanawata, como nosotros les decimos, mexicaneros. La cuarta, los tepehuanes. Por último, la quinta, se oyó de los huicholes.

De ahí ya se sentaron a tocar y la virgen de Guadalupe por a’i estaba oyendo a ver qué canción le gustaba. Primero tocaron de ésos de mestizo, luego de cora, y al último tocaron la del huichol, que es una danza que tocan en San Andrés […] Y que sí, se levanta la virgen a bailar [con esta última canción]. Dijo: “Esta música sí me gusta, ¿por qué? Ésta va a ser especialmente para los huicholes y me da mucho gusto”. Kauyumari no legó ninguna riqueza económica a los wixaritari, pero sí les heredó su creación más valiosa: el costumbre. Bajo esta denominación los huicholes comprenden todos aquellos rasgos y modos de actuar que conforman el carácter de su sociedad, fundamentados en una tradición ritual y retórica que remiten inequívocamente a la peregrinación primigenia.

Los primeros peregrinos trazaron las rutas hacia los lugares sagrados de los cinco rumbos cardinales que los wixaritari deben visitar en sus prácticas rituales. El más importante de estos es Wirikuta, región en la que se encuentra Reu’unax+, el Cerro Quemado donde aparecería el sol por primera vez. Sólo los ancestros que siguieron con fidelidad el ethos huichol consiguieron llegar a dicho sitio, al que se acude en busca de la iniciación chamánica. Esa región del desierto potosino es en la que Kauyumari eligió como su residencia. Ahí el hermano mayor venado se transformó en el peyote, cactácea que también es considerada el corazón del sol.

Esto nos obliga a hacer una breve revisión del mito que explica el nacimiento del astro diurno, para poder explicar la lógica que opera en la cacería del cérvido, ya que la creación el sol fue el propósito primordial de la primera peregrinación. Este acontecimiento marcaría

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el principio de la alternancia entre el día y la noche, entre la época de lluvias y la temporada seca; de la diferencia entre el desierto de “arriba” (oriente) y la costa occidental de “abajo” (poniente); así como de la oposición entre iniciados y no iniciados (Neurath y Gutiérrez, 2003: 293). El relato dice que los ancestros vivían en un rancho llamado T+ameta, en la región central del territorio sagrado huichol.10 Ahí, los ancestros percibió que el sol nacería tras arrojar al fuego a un niño, quien habría sido el elegido para transformarse en el astro. Sacrificaron a varios chicos, pero sin obtener el resultado esperado. Incluso, algunos comenzaron a proponer que se quemara a aquellos que habían sugerido y apoyado el sacrificio de los infantes.

A punto de castigar a los responsables, apareció un tecolote que distrajo a los ancestros con sus cantos. Entonces, Tseriakame11 –acompañado por otros ancestros– se acercó para tratar de flechar al ave, pero ésta los hizo desistir con sus palabras. El hombre tecolote le explicó que habían estado quemando a las personas equivocadas y que el niño elegido era el hijo de Waxi Wimari.12 Tseriakame fue a casa de esta diosa madre y le contó lo sucedido. En un principio ella se negó a colaborar, ya habían sacrificado a su hija Tatei Uteanaka13 y no estaba dispuesta a perder otro miembro de su familia. Sin embargo, el niño estaba escuchando y convenció a su madre de que, efectivamente, él era el que se convertiría en el sol, el Tawewiekame o protector del mundo (kiekari). Le dijo a Waxi Wimari que no se preocupara, “él sabría encontrar su tradición y no se iría para siempre”.

La madre se resignó y dejó que se marcharan a Teupa,14donde lo ataviaron con huaraches,

sombrero, pulseras y le dieron un arco con flechas. Hicieron una fogata y, al tiempo que Tseriakame señalaba con sus plumas de chamán hacia los cuatro rumbos, el niño saltó hacia cada uno de los lugares sagrados de los extremos para después arrojarse al fuego y sumergirse en el inframundo. En el momento que el niño desapareció en la fogata, las                                                                                                                          

10 El resumen acerca del nacimiento del sol que a continuación presento está hecho a partir de las diferentes

versiones narradas por Catarino Carrillo, José Cayetano y Julio Carrillo, de Bancos de Calítique (Uweni Muyewe), Durango; así como otras de Cristóbal de la Cruz, residente de Brasiles, Durango.  

11 “El que está a la derecha”, deidad que habita la región meridional del universo huichol.  

12 “Milpa Nueva” deidad que se transformó en la piedra blanca de San Blas, madre de Nariwame, Ekateiwari

y el niño que se arrojó en Teupa para convertirse en el sol.  

13 Diosa madre genitora de las mujeres maíz.  

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enfermedades –que también eran personas– aparecieron por primera vez bajo la forma de una humareda y todos los ancestros las padecieron.

Kauyumari estaba con todos ellos y les indicó que para recuperar la salud debían confesarse, hacer un nudo en una cuerda por cada pecado, “limpiarse” con ella15 y quemarla en el fuego. Luego, deberían salir a la cacería del venado para que el sol renaciera en el oriente. Aquí es donde el relato nos conduce a una paradoja que ata los cabos en la retórica nativa: el hombre venado insta a los ancestros a emprender la cacería del mismo cérvido. Su actitud es muy análoga a la del niño que se auto sacrifica, en beneficio de todos, para convertirse en el sol. Ya Preuss, en una síntesis de los relatos que había registrado, ha explicado con claridad cómo se resuelve este episodio. El antropólogo prusiano señala que Kauyumari, también llamado Parikuta Muyeka o “el que camina antes del amanecer”, escapa en varias ocasiones de sus cazadores, pero finalmente “se dispara a sí mismo o se deja flechar por los cazadores; enseña a los dioses cómo deben corretear a los venados con perros para atraparlos en trampas, y se ahorca con los lazos de la trampa” (1998 [1908c]: 279). También pide a Hautsitamai, “el joven rocío de la mañana”, quien no es otro que el conejo de la luna, que meta la cabeza en la trampa. Sin embargo, no sabe cómo hacerlo y sólo se rompe las astas.

En la versión que Catarino Carrillo me relató encontramos algo similar que aclara ésta última parte. Dice que en un principio los cuernos habían sido destinados al hombre conejo, pero estos eran demasiado pesados para él y cayó de bruces. Entonces, la cornamenta se la cedió a Kauyumari, el venado que sí pudo portarla. Las astas son sus varas de mando (kuruxi) y sus muwierite, las plumas que todo chamán o mara’akame emplea en sus prácticas rituales. Éstas son también el instrumento que permite a los chamanes comunicarse con el universo mítico, a través de la intermediación del hermano mayor venado. Como ya lo ha notado López Austin al analizar nuestro relato: “Las astas que perdió el conejo y ganó el venado son la intensa luz solar”, es la insignia que sólo pueden portar los personajes solares y los héroes étnicos (2009: 24).

                                                                                                                         

15 Ésta es una operación ritual que los huicholes realizan durante la peregrinación a Wirikuta. Wati itenie o

limpiarse consiste en restregar por el cuerpo la cuerda anudada que representa los pecados, una moneda o alguna rama que se encontró en el camino.  

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En la mitología documentada por Zingg, la cacería del venado tiene un principio similar y se ubica en el relato acerca del nacimiento del sol, pero deja más clara la asociación entre el venado y el peyote que los wixaritari subrayan con frecuencia. Como en las otras narraciones, se dice que los ancestros tuvieron muchas dificultades para cazar el venado y no lo consiguieron hasta el quinto día. Los ancestros siguieron las huellas del cérvido que se iban transformando en peyotes y a las que disparaban flechas a su paso. Subieron a una pequeña mesa, donde lo divisaron y lentamente empezaron a rodearlo. En el centro brotó un chorro de espuma, era el venado que se había transformado en el cactus sagrado que los convertiría en chamánes: “[…] el venado era un enorme peyote. Un lado era verde, otro blanco, otro rojo, otro negro y otro amarillo. Usando esos colores del peyote cada uno de los cazadores se pintó la cara; estos colores son la vida […] encendieron muchas velas entre el peyote. El color que habían puesto en sus caras se fue a sus corazones y los hizo curanderos” (1998 [circa 1937]: 67).

En todos los casos que he citado, la narración conduce al amanecer de los tiempos. Una vez que el venado se hubiera entregado a los cazadores, el sol podría salir. Más aun, fue el éxito de la cacería el que permitió que el hijo de Waxi Wimari, emergiera del inframundo convertido en el astro diurno. Cuando el sol apareció en el horizonte, los animales compitieron para ponerle un nombre. El conejo lo llamó Tawexika, la codorniz apostó que se llamaría Tayau y, por último, el guajolote lo nombró Tau. Los tres nombres se utilizan actualmente para denominar al sol, pero el ganador de la competencia fue el guajolote, quien aportó el nombre más popular. En algunas versiones se dice que en el momento de la emergencia se realizaron todo tipo de sacrificios para alimentar al sol, también nos menciona de que hay otros seres que desean alimentarse del astro diurno:

Ahí mataron un becerro, un borrego, luego buscaron venado, un jabalí, chivo, por eso nosotros con el muwieri, nosotros le damos la sangre al Sol, para que coma, no sabemos si se la come o no, pero la flecha que le dieron, eso le dieron para que se cuidara, porque creo que había animales, víboras que se lo querían comer a él, al Sol […] las flechitas, se las dieron para que se cuidara, para que si alguien lo quiere

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comer le da un flechazo. Por eso hay estrellitas, ésas son las policías del Sol, lo están cuidando. Por eso en las ciudades hay policía del gobierno, porque el Sol tiene policía que lo defiende, al gobernador y al gobierno también.

Todas las estrellas son flechitas y policías, cuando ven a una víbora que quiere salir a comerlo entonces ya la estrella baja y lo mata en el mar, allá donde vivimos nosotros, en los peñascos, porque dicen que quiere salir una víbora y quiere tener alas y va a volar hasta llegar allá. Por eso tiene a la policía, para que mate a los animales que se lo quieren comer.16

En éste punto nuestro recorrido por la mitología wixarika nos obliga a retomar algunos aspectos de los relatos analizados. Por un lado, el toro es considerado el alimento de los ancestros, pero es propiedad de los ancestros teiwari y su caracterización nos remite a la parte obscura, baja y occidental del universo cosmogónico huichol. Por el otro, la sangre del venado también debe alimentar a las deidades, pero particularmente al sol. El nacimiento de éste, corresponde al éxito en la cacería, remitiéndonos a la parte luminosa, alta y oriental del cosmos wixarika. El primero está estrechamente vinculado a la alteridad no indígena, el segundo es ejemplo de vida y fundador del ethos wixarika; el toro evoca el egoísmo mercantilista que se considera una característica inherente de los teiwari, el venado la austeridad y el auto sacrificio en beneficio de la colectividad. Debo agregar que los bovinos son objetos de compra y venta, por lo que sobre ellos se impone un valor económico. En cambio, entre los huicholes, los venados no puede ser objeto de transacciones de este tipo, sino que deben obtenerse en la cacería y –según las creencias– estos sólo se entregarán al perseguidor cuando se hayan cumplido todas las exigencias rituales preliminares.

Un contraste más es necesario precisar, el toro está vinculado con los ancestros que no consiguieron residir en la tierra del peyote, con quienes quedaron fuera del lugar sagrado de iniciación chamánica. Por su parte, el venado es el iniciado e iniciador por excelencia, el mara’akame que durante las celebraciones rituales va trasmitiendo su conocimiento acerca de los pasajes míticos al cantador. Se dice que él sólo repite las palabras del ancestro                                                                                                                          

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venado y que sus plumas o muwierite operan a manera de “antenas” que le permiten recibir esos mensajes desde el universo de los dioses. La iniciación se obtiene participando en las peregrinaciones a los lugares sagrados y, especialmente, visitando Wirikuta, el lugar del amanecer. Estos recorridos rituales tienen como principal objetivo pedir la lluvia a los ancestros, la cual proviene –en diferentes formas y calidades– de toda la familia primigenia que conforman los ancestros. Además, los peregrinos asumen una posición que los identifica con las estrellas, con aquellos defensores del sol encargados de evitar que éste sea devorado por las serpientes que habitan el inframundo. Aunque, posteriormente, ellos mismo se convertirán en la serpiente que devorará al astro diurno, cuya muerte no representa el fin de su existencia, sino su transformación en otro personaje mitológico.

Juntar la sangre y traer las lluvias

Dentro de los animales de origen foráneo, los wixaritari han elegido algunos para sacrificar a los dioses, como la cabra, el borrego y el bovino. La primera se considera un sacrificio apropiado para Tamatsi Ekateiwari, “Nuestro Hermano Mayor, el Vecino (mestizo) Viento”, personaje constantemente identificado con Teiwari Yuawi. El borrego se inmola como un acto propiciatorio de lluvias, ya que la apariencia del animal lanudo permite que se le asocie con las nubes. De alguna manera, ambos sacrificios pretenden promover la presencia de las precipitaciones pluviales. Sin embargo, la asociación del bovino con la lluvia es todavía más estrecha. De acuerdo con la explicación proporcionada por Rafael Carrillo en la fiesta de Namawita Neixa de la ranchería de Keuruwit+a (Las Latas), momento en el que se suele sacrificar una cabra a Ekateiwari, éste ancestro deificado es un excelente charro al que se solicita su intervención para que lace las nubes y las “arrié” hacia la sierra huichola. Así, el bovino es también identificado con las nubes y, más aun, con las tormentas veraniegas. Al respecto Preuss, ya había observado que “[...] cuando caen los aguaceros más borrascosos, cuando retumban los oídos por los truenos y por el salvaje rugir de los ríos crecidos. Entonces se dice que se escucha el mugir del Hakuyáka, el toro gigante que impetuosamente revuelve la tierra con sus pezuñas.” (1998 [1908a]: 248).

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Aquí tenemos que el toro, al ser asociado con la lluvia, es también una de las formas que adquiere la serpiente acuática que habita el inframundo. Según la exégesis nativa, el mundo es una plataforma circular que flota sobre el mar, masa de agua que compone el cuerpo de una serpiente de dos cabezas, una por la que devora al sol cuando se oculta en el poniente y otra por la que éste emerge triunfante por el oriente. El enorme reptil es identificado con Takutsi Nakawe, abuela ancestral que en un relato registrado por Zingg, se transforma en el bovino para ser sacrificado en las fiestas: “Santo Cristo ordenó a los funcionarios dar la fiesta de carnaval. Dado que [...] la serpiente marina de Nakawe, había sido transformada en toro, se ordenó que se diera la danza del toro en esta ceremonia, durante nueve días” (1998 [circa 1937]: 249). La abuela Nakawe también se manifiesta en las cinco direcciones bajo la forma de las diferentes diosas madres de la lluvia (véase Lumholtz, 1986 [1900]: 39-40), constituyendo todo un género de ancestros acuáticos y telúricos. La más importante de ellas es Tatei Nariwame “Nuestra Madre la Mensajera”, la lluvia del oriente.

Los mitos que he recolectado narran que el origen de la lluvia tiene lugar cuando Waxi Wimari, cansada de escuchar los llantos de su hija Nariwame, la abandona detrás de su casa en T+ameta.17 Tatei Nariwame se marchó enfadada con dirección al oriente, donde se convirtió en las nubes mensajeras de los ancestros que habitan dicha región, la “mandadera de los dioses” como dicen los huicholes. En el trayecto pasó por cinco lugares sagrados, los cuales se consideran los cinco escalones que la diosa madre debe ascender hacia el cielo para alcanzar la madurez y precipitarse en forma de lluvia. Al notar su ausencia, la madre envió a su hijo mayor Ekateiwari (El Viento) a buscarla, pero ella se negó a volver con él, advirtiéndole que a los cinco días regresaría por sí misma. Para entonces deberían construirle un xiriki18 y prepararle sus ofrendas.

La separación de la madre y la hija marca el rompimiento de la comunicación habitual entre los ancestros de levante y los habitantes de la región media, donde viven los huicholes. Asimismo, establece una nueva forma de intercambio a través de las ofrendas. Sin                                                                                                                          

17 Waxi Wimari encuentra su residencia definitiva en el poniente, en la costa de San Blas, Nayarit. Sin

embargo, en los mitos del nacimiento de la lluvia y del sol, se dice que ella se encontraba en el centro, la región media donde habitan los huicholes.  

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embargo, los padres estaban enfadados y no atendieron a las peticiones de la hija, así que Nariwame decidió matarlos con sus rayos. El sonido de los relámpagos es para los huicholes el llanto de la diosa de la lluvia, que tiene hambre y pide las ofrendas para saciar su apetito. Aquí, al final de la narración, los acontecimientos toman caminos distintos. Una de las versiones registradas dice que tsauxirika19 le ofreció los árboles a la lluvia y sobre estos descargó los rayos. En otra, la lluvia quiso lanzar los relámpagos sobre su madre, pero su hermano el viento la convenció de no hacerlo y los lanzó a los árboles.20

La versión que fue registrada por Preuss (1998 [1907]: 163-164) muestra otra conclusión posible. Nariwame vuelve convertida en nube y habla a sus padres, pero ellos no entienden lo que dice, su lenguaje se había transformado. En este caso el diálogo con los personajes de la tierra media se rompe en un cambio de código, causando que la diosa de la lluvia finalmente mate a sus padres con los relámpagos. Como en las otras versiones de este mito, el cantador o tsauxirika, el hermano mayor, es el único que mantiene la interlocución con Nariwame, pero nada pudo hacer al respecto. Como resultado de dicho rompimiento, la diosa de la lluvia lanza los rayos a sus padres, que son el roble y el pino (ibídem: 164). La versión de este mito registrada por Zingg (1998 [circa 1937]: 181-185) arroja más datos al respecto. Se dice que, en un principio Nariwame era un varón que se llamaba Tsikuakame. Él se encontraba muy enfermo, por lo que no paraba de llorar y vomitar. La madre lo abandona desnudo bajo los rayos del sol. El hermano mayor lo encuentra, le regala un arco con flechas de juguete y lo lleva hacia el oriente para que eligiera el lugar donde viviría. En el trayecto, el niño sana y en una cueva encuentra la que sería su residencia. Ahí el hermano mayor le quita el arco y lo transforma en niña, Tsikuakame se convierte en Nariwame. Ella escupe en el centro de la cueva y al momento aparece un disco de piedra (tepari); escupe por segunda ocasión y aparece una serpiente sobre el tepari.

                                                                                                                         

19 El cantador ritual.  

20 Resumen de los relatos de José Cayetano Medina y José Aguilar Ramírez, Bancos de Calítique (Uweni

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Nariwame y el hermano mayor continúan su camino acercándose a donde los esperaba el Sol, quien sería su nuevo padre. Para alcanzar al astro diurno tuvieron que aprovechar una elevación en el terreno:

Hicieron cinco intentos de llegar con su nuevo padre, pero estaba demasiado lejos. Finalmente treparon una pequeña loma, donde estaba una jícara votiva que se había llenado mágicamente de agua, y que también tenía una gran vela. Le dijeron a la niña que la tomara, que bailara con ella y que no derramara agua, pues de lo contrario moriría. Así que bailó, y luego la bañaron en el mar, mientras el Sol la observaba (Zingg, 1998 [circa 1937]: 183).

Mientras tanto, el padre se percata de la ausencia de la hija y ordena a la madre que vaya a buscarla. Tras un largo rastreo, la encuentra en el fondo de un manantial. Los dioses se niegan a entregarla a los padres originales, pero le dicen que debe construir un xiriki, hacer las ofrendas y sembrar la milpa. Sólo así, Nariwame podría volver en forma de lluvia. La diosa de la lluvia se presenta en su rancho como una nube, pero “dentro de la nube había tomado la forma de una gran serpiente de agua pura” (Zingg, ibídem: 184). El relato dice que si los truenos no asustaban a sus padres, significaría que realmente estaban esperándola. Los rayos derrumbaron un pino en cada una de las direcciones alrededor de la casa de los padres. Ellos se asustaron y Nariwame regresó decepcionada a la cueva donde había definido su residencia.

La milpa creció con la lluvia. Entonces, Nariwame ordenó que le llevaran los primeros frutos, dinero, velas y jícaras votivas ungidas con sangre de venado, de borrego y de toro. También pidió cinco sillas uweni, de las que usan los mara’akate. Luego les indicó:

Cuando cosechen, vendan lo primero de la cosecha y déjenme un peso del dinero que ganen en la venta. Aquí pueden conseguir agua con la cual los cuidaré. Den fiestas en sus casas, matando animales comprados con el dinero de la venta de mi maíz. Hagan cinco pequeñas sillas […] de chamán, para que yo me pueda comunicar con los

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chamanes cuando se sienten cantando en las sillas grandes (Zingg, 1998 [circa 1937]: 184-185).

Como podemos ver, a partir del momento en que Nariwame se separa de su familia se pierde el diálogo entre las partes. Este proceso de rompimiento no concluye hasta el nacimiento del sol, acontecimiento que establece un nuevo orden. Los únicos medios que los huicholes conservan para comunicarse con los dioses son las ofrendas y los cantos del chamán o mara’akame. De manera que el mito también explica el inicio de los intercambios rituales entre los habitantes de la región media, es decir, los huicholes y los dioses del oriente, con Nariwame como su mensajera. A cambio de las ofrendas, los dioses liberarán las lluvias y obsequiarán el agua sagrada de los manantiales donde ellos residen: “lugares sagrados, cuyos dioses son seres maternales ó serpientes que suben al cielo con las nubes y descienden en forma de fecundante lluvia (Lumholtz, 1986 [1902], II: 57). Entre ellos Tatei Nariwame ocupa un lugar fundamental, ya que es considerada la manifestación más fértil y benéfica su género. Es por ello, así como por su importancia para la iniciación, que Wirikuta es el principal destino de los peregrinos.

En los rituales, los mara’akate ocupan el lugar del hermano mayor: con sus cantos piden que las precipitaciones pluviales vuelvan a la sierra y manifiestan los deseos de los dioses; dirigen las ceremonias para la entrega de las ofrendas y asperjan, sobre los que participan en la celebraciones, el agua que se ha traído de los lugares sagrados. El propósito de la aspersión es evitar que los dioses los castiguen enviando alguna enfermedad. Llevar a la comunidad el agua de las diosas madres de la lluvia en los cinco rumbos, es también una manera de restituir la completitud a la serpiente del inframundo, la abuela Nakawe cuya personalidad se fragmenta en las diferentes diosas madres de la lluvia, quienes deberán inundar el cielo durante el verano y devorar al sol.

Esa restitución de la completitud también la encontramos en las ofrendas, en las que se mezcla la sangre de bovinos y cérvidos, así como de otros animales sacrificados. Éstas se ungen con el rojo fluido de los animales asociados con la parte occidental y oriental del

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cosmos, con las víctimas que los dos tipos de deidades prefieren como su alimento.21

Pareciera que en esa reproducción de la totalidad radica, en buena medida, la eficacia comunicativa con los ancestros. Coincido con Neurath (2000: 76) en que el “don de ver”, que se obtiene con la iniciación y permite comunicarse con el universo mítico, consiste en conocer la estructura “verdadera” del mundo en forma de quincunce (tsikuri). Sin embargo, considero que éste va más allá de una actitud contemplativa. Implica también comprender todas las maneras en que se puede reproducir esa totalidad e, incluso, crear nuevas si es preciso. En el caso de la combinación de la sangre, esto se consigue uniendo las potencias acuáticas e ígneas del universo cosmogónico, las cuales son intrínsecas a cada individuo que habita el universo. Esto lo ilustra muy bien la creencia en que todos los ancestros eran serpientes cuando emergieron del océano, pero que algunos fueron modificando su perfil para adquirir otros atributos solares que finalmente prevalecen en su personalidad. No por ello, aquellos rasgos acuáticos han desaparecido. El mismo astro diurno se transforma en una serpiente cuando, al atardecer o al llegar la época de lluvias, se sumerge en el inframundo para ser devorado por el reptil bífido que ahí habita.

Las deidades huicholas pueden adoptar diferentes formas en función de las circunstancias. Un ancestro pude representar una planta en el registro botánico, un animal en el registro zoológico y un astro o un fenómeno celeste en el registro astronómico. Por ejemplo, Takutsi Nakawe se identifica con el chalate, el jabalí, la serpiente de inframundo y el cielo nocturno. La heterogeneidad de las deidades explica y sintetiza la compleja diversidad del cosmos. Cada elemento de éste se asocia con un personaje divino. La personalidad de los ancestros está dispersa en todo lo que ellos crearon y en lo que se transformaron después del origen mítico. Dicho de otra manera, los dioses se componen de un conjunto de elementos de la realidad. Así, diferentes elementos pueden compartir la misma personalidad divina porque se cree que en el origen mítico “todas las cosas, especies de plantas, animales y seres humanos, formaban una unidad indiferenciada, conviviendo en ausencia de reglas y sin problemas de comunicación” (Neurath, 2000: 57). Por diversas que puedan ser las apariencias sensibles, en el mito todos los elementos de la realidad que                                                                                                                          

21 Como ya habría observado Neurath, “la sangre de los animales sacrificados es un alimento para los dioses y

‘hace hablar’ a las ofrendas, es decir permite la efectividad de la oración. Así el sacrificio facilita el entendimiento entre los humanos y los dioses” (2002: 189).  

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portan el mismo signo “devienen mitológicamente ‘lo mismo’: son una misma esencia, sólo que ésta se envuelve y oculta bajo distintas formas de manifestación” (Cassirer, 1998 [1925]: 183).

En los mitos, plantas, animales y hombres también comparten un origen humano, que les otorga un lugar dentro de la sociedad como ancestros deificados. De alguna manera, las plantas y los animales perdieron las características que fueron retenidas por los hombres, algunos otros dioses se transformaron en astros, cerros o manantiales. Como Viveiros de Castro (1998: 472) observó en los casos que estudió en el Amazonas, la mitología wixarika no plantea la distinción entre naturaleza y cultura, se asegura que plantas y animales son seres sociales. Así, la cultura es la “naturaleza” de los sujetos y la humanidad es la forma general tomada por todos estos.

Esas mismas transformaciones que se atribuyen a los dioses son vividas por los huicholes que participan en el ciclo ritual. Así, la principal tarea de los peregrinos es caminar para crear el universo como lo hicieron los ancestros deificados. En sus peregrinajes visitan los cinco rumbos y entregan ofrendas a las deidades que ahí habitan. El viaje a Wirikuta, el lugar del amanecer, es el destino más importante de la peregrinación porque, según los huicholes, “sin el peyote no llegan las lluvias”, lo cual no resta importancia mítica y ritual a la peregrinación a otros rumbos del universo, lo importante es la totalidad. Si bien las precipitaciones pluviales se adjudican principalmente al astro diurno que surge del oriente, debemos recordar que a cada rumbo corresponde una deidad de la lluvia.

Durante el trayecto los xukurikate se transforman en los dioses y a través de los caminos que transitaron los ancestros deificados acceden a los extremos del universo y participan de la creación. En los cinco rumbos los huicholes depositan ofrendas ungidas con sangre, que sirven para atraer las lluvias, uno de los principales objetivos de la peregrinación. A cambio recolectarán el agua de los lugares sagrados que llevaran de vuelta a casa.

Para conseguir que las lluvias lleguen a la sierra, es necesario acudir al momento de su origen. El retorno al momento primigenio de húmeda fertilidad tiene lugar en el camino que

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conduce a Wirikuta. Los peregrinos deben confesar los nombres de todas las personas con quienes hayan tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio. Tras haberse confesado, nada es llamado por su verdadero nombre; a cada objeto y a cada persona se le asigna uno nuevo. Los peregrinos tienen la obligación de memorizar los nombres. En las peregrinaciones que participé entre los huicholes de Durango, el Sol era muwieri xauri (pluma maíz seco amarillo); la luna, muwieri yuawi (pluma azul); el fuego, uxa hekua (pintura nueva); el peyote, tutu piyari (la flor que es pizcada); el camión que nos transportaba y el chofer eran tutu nahautsine (la flor que va navegando). Se decía que iba navegando porque en ese momento la tierra era el mar y el mar era la tierra. El cambio de los nombres tiene como objetivo realizar una inversión simbólica de la realidad, regresar al caos original. Nos encontrábamos en el origen mítico, antes del nacimiento del Sol, cuando imperaba la húmeda oscuridad.

La visita a los lugares sagrados, las abstinencias, el consumo del peyote y los rituales que lo rodean, permiten a los peyoteros transformarse en los propios dioses. Los nombres que se asignan a los peregrinos constan de dos partes: una que es constante en todos los nombres y otra que los diferencia de los demás. En lo que se refiere a la primera, todos son llamados flores (tutu). A ésta se le acompaña de otra palabra pospuesta, que hace mención a algún rasgo particular de la persona. De manera que a una mujer se le puede nombrar Tutu Kukayari (Flor de Chaquira), para resaltar su belleza; a un joven peregrino le pueden llamar Tutu T+r+xi (Flor pequeña). Al identificarse como flores, los peregrinos adquieren la personalidad divina y se integran en la unidad indiferenciada que caracteriza al origen mítico.

Entre los grupos yutoaztecas la flor ha sido utilizada como símbolo de cantos y oratoria; de aspectos de la fuerza vital como la sangre, el corazón y los órganos de la percepción; se asocia con el fuego y el mundo de los dioses; ha representado la belleza y fecundidad femeninas pero, sobre todo, evoca con mayor frecuencia la fuerza y la espiritualidad masculinas. Esto es a lo que Jane H. Hill denominó flower world, un sistema de metáforas en el que la flor abre una multitud de significados uniendo los polos biológicos y culturales (1992, 1999).

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En el pensamiento huichol las flores se homologan con las estrellas y el peyote. A su vez, los cuerpos celestes y el cacto sagrado son dioses y venados. Por un lado, las estrellas son los ancestros deificados que se desplazan hacia el oriente en el cielo antes de la claridad del día; asimismo, el peyote es la forma que tomaron los corazones de los dioses que llegaron al lugar del amanecer. Por otra parte, las estrellas se consideran réplicas de los venados que el Sol manda matar al amanecer a través de su ayudante, la estrella de la mañana (Preuss, 1998 [1908b]: 262; 1998 [1908c]: 278; 1998 [1909]: 292); del mismo modo, el peyote es un venado, el ciervo Kauyumari, personaje trickster que se manifiesta como la estrella matutina, a la que los huicholes también llaman xewa, “la flor de la calabaza”.

Los peregrinos son flores que flotan sobre la humedad que impera en el origen, así como estrellas que se desplazan hacia el oriente en el cielo antes de la claridad del día. De hecho, los cuerpos celestes que brillan en la noche siguen una trayectoria aparente similar a la del Sol. Los astros que pueblan el firmamento forman la serpiente que inunda el cielo durante la noche y la época de lluvias. El firmamento nocturno que es la condición previa para la existencia del Sol. Por esto, durante la peregrinación los peyoteros se desplazan en fila para identificarse con la serpiente acuática. Esta deidad es la oposición complementaria de Wexika,22 el cielo diurno, águila que sostiene al mundo con sus garras y cuyo corazón es el Sol, el cual se representa con un peyote o una flor.

El camino de los peyoteros en dirección oriente los conduce a presenciar el nacimiento del Sol en Reu’unax+, el Cerro Quemado. Como ya he mencionado, cada mañana el astro diurno y su ayudante, el lucero del alba, tienen que matar y correr a las estrellas venado. En la recolección del cacto sagrado los peregrinos imitan la cacería del venado. Al encontrar el primer conjunto de peyotes, los huicholes de Durango entregan ofrendas y clavan numerosas flechas votivas en torno a los cactos, posteriormente se dispersan para recolectarlo individualmente.

                                                                                                                         

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La cacería de los peyotes asegura el triunfo del Sol sobre la oscuridad, en su lucha contra los cuerpos celestes. Los peregrinos son flores, estrellas y venados. Cazador y presa son una misma persona: dioses que salieron del inframundo, al servicio del Sol y en busca del amanecer. De la misma manera que lo hicieron los ancestros, emprenden la cacería del venado, pero no pueden cazarlo hasta que el venado, estrella de la mañana, entrega voluntariamente su cuerpo a los cazadores. Las flechas indican el inicio de la persecución, las ofrendas solicitan el autosacrificio de la deidad.

En el camino de los peyoteros en dirección poniente, de regreso a casa, los peregrinos conducen al Sol hacia su muerte y transformación. Ahora la fila de peyoteros se identifica con Tatei Nariwame, diosa madre de la lluvia del oriente y aspecto luminoso de la serpiente de inframundo. Como ya había señalado Negrín: “Las serpientes de nubes aparecidas en Huirikuta [sic.] seguirán el camino de regreso de los peregrinos, precipitándose sobre el centro de la tierra, nutriendo los arroyos de la Sierra, para volver al mar en los ríos que son serpientes también” (1977: 22-23). En el crepúsculo la serpiente del inframundo devora al Sol y al amanecer resurge victorioso de entre sus fauces. Al interior del cuerpo acuoso de la serpiente la personalidad del astro diurno se dispersa en las estrellas sin perder del todo los rasgos luminosos que lo caracterizan. De manera que distintos dioses astrales constituyen y sustituyen al Sol, deidad que representa a todo un género divino. Con el amanecer el Sol triunfa sobre la oscuridad, recupera su forma gracias a que se alimenta de las estrellas venados: la luz astral se convierte en luz solar. Posteriormente se transforma en Nariwame para reintegrarse a la serpiente de inframundo, el mar que rodea al universo huichol. Aun cuando las precipitaciones pluviales no se presenten, la llegada de la diosa de la lluvia de oriente será un acto real y efectivo.

Con el nacimiento del Sol el crecimiento desenfrenado de Takutsi Nakawe se transforma en la benéfica lluvia que provee el astro diurno en la forma de Tatei Nariwame. El triunfo solar tiene lugar en las entrañas de la serpiente, donde todo es uno y lo mismo, el origen indiferenciado. El propósito del ritual es subrayar el antagonismo en la victoria, la supremacía de lo masculino y la importancia de la iniciación. Gracias a la ingesta del cacto sagrado, el corazón de los ancestros, los peyoteros adquieren la personalidad divina y

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acceden al universo mítico. De manera que los peregrinos son flores tutu cortando el cacto sagrado, estrellas persiguiendo a los cuerpos celestes que brillan en la noche, venados cazando ciervos, ancestros deificados en busca de sus corazones, dioses creando el universo. En las palabras de los propios peregrinos: “son hombres en busca de sus propias vidas”, las cuales transitan cíclicamente entre la singularidad y la diversidad, otorgándole diferentes rostros a la totalidad del universo. Uniendo y fragmentando a cada paso la personalidad de los ancestros.

La preparación ritual de los caldos

La sangre del venado y el toro son las principales ofrendas para alimentar a los dioses, que a cambio otorgan a los hombres las lluvias, la germinación y el florecimiento. Sin embargo, el sacrificio de éstos animales no ésta del todo consumado hasta que estos han sido transformados en caldos rituales. Si bien hay otros animales que son adecuados para sacrificar a los ancestros, sólo estos han sido elegidos para ser cocinados de ésta guisa. Veamos el procedimiento por el cual son llevados del campo a la cazuela. Comencemos por el bovino.

Entre los wixaritari hay muy buenos criadores de bovinos, quienes emplean un método de ganadería extensiva. No obstante, la mayoría de ellos se ven obligados a comprar un toro cuando el mara’akame les exige hacer un sacrificio. Debo mencionar que éste tipo de ganado se mata, casi exclusivamente, en un contexto ritual. De hecho, en casi todas las celebraciones deberá hacerse. Según la tradición, los ancestros le comunicarán al chamán, a través de sus sueños, quien será el responsable de aportar la víctima. Cuando de pedir las lluvias se trate, generalmente se designará a alguna persona que ocupe un cargo ritual. Pero también puede señalase a alguna persona que padezca alguna enfermedad o tenga algún familiar en esa situación. En este caso se considera que algún ancestro ha producido el trastorno al individuo por no acatar sus obligaciones rituales. Si el animal es sacrificado y se obtiene la lluvia y la sanación esperada, se dice que efectivamente así lo estaban pidiendo los ancestros, que la inmolación satisfizo los deseos de las deidades. De lo

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contrario, se pensará que el cantador está errando en sus ensoñaciones o que no es un auténtico curandero. Incluso, se puede creer que los dioses no pedían esa inmolación y que el chamán estaba engañando a la gente para poder comer carne.

Idealmente, el sacrificio del toro se realiza con los primeros rayos del sol. En ese momento la víctima es tumbada en el suelo y el mara’akame apunta con sus plumas muwieri hacia el astro y las hace descender lentamente para pasarlas sobre la víctima. Las agita también sobre el cuchillo que hundirán en la carótida del animal y el plato con el que captarán la sangre que brotará. Los portadores de estos instrumentos son los hakerite o angelitos, niños que se encuentran en torno a los cinco años de edad y que habrán asumido dicho cargo por un quinquenio. Se puede decir que es el primer nivel de una larga trayectoria de cargos político-religiosos. Después de haber ocupado ese cargo, el pequeño es un excelente candidato para convertirse en jicarero o xukurikate, cargo de los centros ceremoniales xiriki y tukipa. Los hakerite, según la exegesis nativa, son los sacrificadores del animal, los responsables de darle muerte. Se dice que sólo una persona “limpia”, como el joven hakeri, pude sacrificar al bovino. De lo contrario esto traería consecuencias negativas, causando la enfermedad o la muerte del sacrificador “impuro”. Esto nos muestra el cuidado con el que deben ser tratados los personajes nocturnos del inframundo y el peligro que estos entrañan. ¿Pero por qué un infante no corre ningún peligro al realizar dicha inmolación? En principio, para los wixaritari, los niños son blandos y húmedos. Están asociados con los nuevos frutos, los elotes antes de convertirse en mazorcas, las calabazas tiernas, las nubes y la lluvia. Es decir, los niños no son todavía seres humanos del todo (véase Neurath, 2008: 46). En contraste con ellos, quienes están vinculados al poniente, el inframundo y mítica serpiente acuática del océano, están los adultos y los iniciados, asociados al oriente, el cielo y el desierto potosino. Como bien ha señalado Neurath (ibídem: 33), “la iniciación significa alejarse de todo lo relacionado con el mar y acercarse al sol naciente”. En otras palabras, los niños son como las diosas madres de la lluvia, pero con el paso de los años y su participación en las ceremonias van asemejándose más a los ancestros que habitan la árida tierra del peyote o al sol si se prefiere. Se van secando y endureciendo. De manera que un niño no experimenta un choque con alteridad alguna cuando se sacrifica a un bovino,

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ambos pertenecen al mismo género. Sin embargo, un crío no cuenta con la fuerza ni el valor necesario para asestar una puñalada a un bovino, por lo que es preciso que el mara’kame designe a un sacrificador que degüelle al toro en nombre de los angelitos. Éste será el matatseru, hombre que se identificará con el toro durante el resto de la fiesta.

El mara’akame pasa su muwieri por encima de la cabeza del matatseru, y le coloca un pañuelo sobre su cabeza, el cual deberá atar por debajo de su barbilla. Los hakerite le entregan el cuchillo y el plato.23 Luego, a la señal del chamán, el matatseru asesta la puñalada y capta la sangre que brota a borbotones de la carótida. Con ella se ungen las ofrendas y los objetos sagrados. Posteriormente, el animal es desollado y destazado. Una pierna se entrega al cantador, quien vela con sus cantos durante dos noches. Una paletilla o pata delantera será para el encargado de tocar la xaweri durante la fiesta. A quien toca la kanari se le entrega un trozo del costillar. El proveedor de la res también suele conservar alguna porción para su propio consumo. El resto de la carne se trocea y se coloca en ollas y cubetas metálicas con agua, las cuales permanecen en el fuego hasta el fin de la celebración.

La fiesta del toro o Mawarixa dura dos días y dos noches. La primera noche velan escuchando los cantos del mara’akame hasta el amanecer, momento en el que se sacrifica al toro. El día transcurre con tranquilidad después del sacrificio, preparando el caldo y escuchando la música de la xaweri y la kanari. En muchas ocasiones la fiesta del toro se combina con otras celebraciones rituales y la primera tarde se llena de actividades. En la segunda noche el mara’kame vuelve a entonar sus cantos y, a las doce de la madrugada, comienzan las procesiones y los bailes del toro y el wakero. El primero es encarnado por el mismo matatseru que portará los cuernos del animal sacrificado y llevará la cola del mismo atada a su cintura. El segundo es un hombre ataviado como una mujer e imita a un vaquero que, con unos listones atados a los cuernos del toro danzante, trata de conducirlo en las procesiones. Pareciera que la única manera de evitar las consecuencias negativas del contacto del sacrificador con la bestia de inframundo es homologarse con ella.

                                                                                                                         

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Las procesiones del toro y el wakero se realizan en cinco ocasiones hasta al amanecer, cada una de ellas corresponde a uno de los escalones que, según las creencias, el sol debe ascender para emerger del inframundo. Cada procesión concluye con un baile zapateado al ritmo de la música de los xaweleros.24 El toro obra con socarronería y locura en todo momento, reforzando su asociación con la noche y el inframundo, el viento y la locura. Según se me ha explicado, antiguamente, el toro de las danzas y procesiones era también llamado el “cantador del sueño”, se encargaba de cantar disparates y bromear con la gente para que no se quedara dormida. Actualmente, ya no se acostumbran los cantos, pero las bromas siguen siendo habituales.

El segundo día se distribuye el caldo de toro, de la misma manera en que se hace con el caldo de venado, los cuales se cocinan simultáneamente en el fuego del centro ceremonial. Antes de abordar la distribución, es preciso explicar la obtención y elaboración del cérvido. Como ya se ha mencionado, el venado no puede ser objeto de un intercambio económico, debe ser cazado. Mientras los hombres salen en busca de la presa, el mara’akame permanece en el centro ceremonial, negociando a través de sus cantos con el hermano mayor Kauyumari, pidiéndole que se entregue voluntariamente a los cazadores. Sólo se rendirá ante aquellas personas que hayan cumplido todas sus obligaciones rituales (abstinencias, sacrificios, ofrendas, etc.). La suerte en la cacería se interpreta como una señal de los ancestros y un acto de iniciación. De hecho son los mismos peregrinos los que deben matar al cérvido. Relataré a continuación como se desarrolló una de las cacerías a la que tuve la oportunidad de asistir con mis amigos de Uweni Muyewe, después de una peregrinación, y la preparación subsiguiente del animal.

Alrededor de las 11 de la mañana partimos en busca del venado, en dirección al poniente, al costado norte del poblado mestizo de Calítique. El grupo era de 25 personas, todos armados con rifles de calibre veintidós. A la sombra de un árbol de zapote, antes de entrar en una barranca, los cazadores distribuyeron peyote y conformaron tres grupos de cuatro personas cada uno. El plan era que los tres grupos esperaran distribuidos a la salida de la barranca, mientras el resto avanzaría lentamente en hilera, desde la entrada, para hacer correr al                                                                                                                          

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