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LO QUE REALMENTE PENSAMOS LOS HOMBRES PERO JAMAS LE DIREMOS A LAS MUJERES.pdf

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pero jamás diremos a las mujeres

MANDELROT

Toda la información actualizada

sobre este y otros trabajos del autor,

así como diversos contenidos multimedia,

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Portada:

Fotografía, diseño y gestión digital: Alexis Álamo Estilo: Stephanie von Schönfeld

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5 Nota de Mandelrot

7 Un consejo para las lectoras

9 Primera parte: entre hombres

11 Los hombres no existen

12 Por qué los hombres somos como somos

16 Los hombres en la vida cotidiana Retos y obstáculos

El grupo

Los que presumen y lo que todos piensan de ellos

21 Segunda parte: hombres y mujeres

23 Las tres reglas de oro

Primera regla: a los hombres no nos gustan los PROBLEMAS La experiencia es un grado

"Los hombres las prefieren tontas" Segunda regla: el físico tiene su importancia Tercera regla: el sexo cuenta

Los hombres también amamos

29 La mentira

Por qué mentimos a las mujeres No eres tan buena amante como crees

(Incluye: por qué casi todos los hombres son malos en la cama) Lo que sea antes que destruirla

Las mentiras de ellas El universo paralelo

Las mentiras hacia los hombres La presión de la educación No mientas

38 Dos grandes errores de las mujeres El show

Los admiradores

47 El rechazo

Rechazando a un hombre que no te interesa

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Los hombres no pensamos siempre en sexo Qué es en realidad la impotencia

Cómo ser la mejor amante del mundo para tu hombre

59 Los hombres y la pareja "No te implicas"

Actividades juntos y actividades por separado

70 Él tiene una aventura

73 El abandono

Por qué un hombre deja a su mujer

77 Cómo evitar el fin

Cómo evitar que tenga una aventura Cómo evitar que te deje por otra Cómo evitar que te deje para estar solo

83 Tercera parte: algunos consejos

85 El éxito en tus relaciones

Atrayendo al hombre que te interesa ¿Es realmente el hombre para ti?

Cómo hacer que siga interesado en ti después de la primera cita Cómo llegar a ser pareja, y que dure

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"Como se te ocurra publicar esto nos vas a meter en más de un problema a todos; lo sabes, ¿no?". Antes de publicar este libro dejé leer el primer borrador a un grupo de hombres que conozco, de distintos círculos sociales cada uno, para escuchar sus opiniones y estar seguro de que lo que cuento aquí es la verdad. Comentarios como este fueron los que más recibí, lo que lejos de hacer que me arrepintiera me animaron a seguir adelante.

Lo cierto es que al decirme eso tenían razón: si hay muchas cosas que normalmente los hombres pensamos pero no decimos a las mujeres es por algo y yo me estoy saltando todas las reglas, lo cual sé que molestará a bastantes personas -también cercanas a mí- cuando descubran cosas que hasta ahora no sabían y quizá destruyan mitos "convenientes" que habían mantenido hasta ahora.

En este caso me ha pasado como en uno de mis anteriores libros, "Lo que nadie te dice cuando te han dejado". Todo empezó con una simple entrada en mi blog (mandelrot.com), que sorprendentemente desencadenó una enorme avalancha de reacciones: existen incluso varios foros para hablar no ya sobre el tema en general, sino sobre lo que yo escribí sobre el asunto. Muchos lectores me pidieron que desarrollara el tema más profundamente y así lo hice con el libro que hoy se puede encontrar en mi web.

Con "Lo que realmente pensamos los hombres" ha sucedido lo mismo. Escribí una entrada sobre un tema relacionado sin esperar seguir con ello, pero recibí muchas respuestas y de tres tipos muy concretos: hombres diciéndome "enhorabuena, lo has clavado", muje-res haciéndome algunas preguntas sobre casos concretos en los que no podían descifrar por qué un hombre que conocían actuaba como lo hacía, y de todos el comentario repetido de "alguien debería escribir un libro sobre el tema". Bien, aquí está.

Es necesario hacer una aclaración: muchas de las afirmaciones que leerás en este libro son igualmente aplicables a ambos sexos, o tendrían una respuesta equivalente desde el punto de vista femenino. Está claro, todos tenemos virtudes y defectos, aunque ya que el tema que trataremos es el de la manera en que piensa un hombre me centraré solo en esto porque creo que es lo que te interesa conocer.

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que alguna vez tanto yo como muchos hombres hemos ocultado a las mujeres con las que nos hemos relacionado, por diferentes razones que también explicaré, durante nuestras vidas. Es el tipo de información que, cuando alguien comenta en un grupo solo de hombres, suscita el asentimiento general y respuestas como "ya sabemos cómo son estas cosas"; te hablaré de ellas con la claridad y la sinceridad con las que me expreso con cualquiera de mis amigos y no me guardaré nada.

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Sorprendentemente, a pesar de que nos pasamos la vida juntos, la gran mayoría de mujeres no conoce a los hombres; incluso las que creen tener mucha experiencia y estar de vuelta de todo, descubrirán detalles aquí que les sorprenderán. Y claro, cuando uno tiene unas ideas en su cabeza que no son correctas y las aplica a la realidad, lógicamente el resultado que obtiene no es el que esperaba: por eso hay tantas mujeres desconcertadas o frustradas en sus relaciones con los hombres.

De ahí vienen después los comentarios despectivos hacia ellos, privadamente entre amigas o públicamente por ejemplo los que uno puede encontrar en las redes sociales; es evidente que lo que están haciendo es exteriorizar su frustración echándole la culpa a otros, en lugar de plantearse que a lo mejor las cosas no les han ido bien porque ellas tomaron decisiones basadas en supuestos equivocados y espe-raban de ellos respuestas que deberían haber sabido que nunca les darían. Como es imposible corregir un problema si antes no te has dado cuenta de que lo tienes, el ciclo se repite constantemente y todos los días hay mujeres llevándose disgustos que podrían haberse evitado.

Por otra parte este es un problema que también nos afecta a los hombres, y pondré un ejemplo personal elocuente: aunque en mi vida he tenido experiencias de convivencia en pareja durante años, hace ya mucho me di cuenta de que prefiero vivir solo y, sea estando soltero o teniendo a alguien, llevo muchos años así. Pues bien, casi todos los hombres que conozco -y que viven con sus compañeras- me han dicho alguna vez que me envidian; y sin embargo jamás ninguna de las mujeres de mi círculo social lo ha hecho. Está claro que aquí hay algo que no funciona, en mi opinión por ambas partes.

Con este libro voy a tratar de poner mi granito de arena para solucionar todo esto, hablando desde el lado que conozco bien y aclarando información que no tenías o que no habías valorado en la importancia que realmente tiene. Lo haré de manera descriptiva, sin entrar en quién tiene razón en cada situación (cada afirmación de este libro tiene su respuesta desde el punto de vista femenino, y bien fundada) ni pensar en términos de buenos y malos; es inútil quejarse de que la Tierra es redonda, las cosas son como son y lo mejor que podemos hacer es conocer la realidad para sacar el mejor partido posible de ella.

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actitud abierta y autocrítica sobre tus posibles errores pasados para no volver a cometerlos de ahora en adelante. Analiza esta información, utilízala para tener más éxito en tu vida, consigue más eficazmente lo que está a tu alcance administrando bien tus recursos, y no vuelvas a frustrarte por esperar cosas que al final no vas a tener. Como he dicho antes, todo esto es lo que yo querría saber si fuera una mujer; tú tienes esta oportunidad, aprovéchala.

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LOS HOMBRES NO EXISTEN

A cualquier hombre del mundo que lea este libro le pasará lo mismo: en unas cosas no se sentirá identificado con lo que va leyendo, en otras pensará "no es mi caso concreto pero comprendo perfectamente a qué se refiere el autor" y en otras dirá "lo ha clavado". De hecho lo mismo me pasa a mí al escribirlo, porque no he intentado explicar cómo soy yo o cómo puede ser una persona concreta sino hablar de un prototipo al que más o menos nos adecuamos todos cada uno con nuestras variantes. Está claro, no hay dos personas iguales y decir "los hombres" es una generalización que ya de por sí debe ser entendida en su contexto.

Pero en general la imagen que describo es correcta, y a partir de ella puede haber casos concretos en que un individuo o un grupo hayan tenido condicionantes específicos que les den rasgos concretos diferentes (educación, experiencias traumáticas, cualquier cosa). Así que no esperes un "manual de uso" específico para el hombre concreto que te interesa, sino un punto de partida bastante acertado desde el cual será trabajo de los dos conocerse mutuamente como realmente sois.

Eso sí, yo me refiero a hombres adultos y sanos del siglo XXI como pueden ser muchos de los que te cruzas por la calle en tu ciudad; sobre casos de enfermedades mentales, problemas psicológicos graves u otras situaciones, lo conveniente sería consultar con un especialista en la materia correspondiente.

Tampoco voy a detenerme a analizar el comportamiento de hombres con deficiencias sociales o atraso cultural evidente, y pondré un ejemplo: en mis años de universidad me sucedió una vez que encontré en los baños de la facultad una pintada que decía literalmente "la mujer, de la cocina a la cama y por el pasillo a hostias". Me impresionó tanto que veinte años después no lo he olvidado, no solo por lo desagradable de la frase en sí sino por el hecho de que no estábamos hablando de una guarrada que escribe el tío Ambrosio en la taberna del pueblo sino que lo había hecho ¡un universitario! Un hombre teóricamente joven y culto, parte de lo que debería ser la élite de nuestra sociedad. Hay hombres así -como también hay mujeres atrasadas- y se les reconoce muy fácilmente; a mí realmente me da igual lo que este tipo de persona marginal piense o deje de pensar, y francamente si tú estás interesada en alguien como Ambrosio quizá este libro no te sea de utilidad. Más adelante describiré algún caso de

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alguien un poco parecido a este individuo y verás lo que la mayoría de los hombres piensa de la gente como él.

Solo haré por el momento una mención a dos tipos masculinos muy concretos, porque creo que cualquier mujer en su sano juicio debería reconocerlos cuanto antes para escapar de ellos como sea: el dominante enfermizo, que anula la identidad de su compañera (normalmente una mujer de personalidad débil) para convertirla en la sombra de él; y el parásito, que hoy te da un poquito y mañana te lo quita, pasado te llama, luego desaparece dos semanas, regresa de la nada y te trata como a una diosa por un momento pero sabiendo que en cualquier momento te hará sufrir de nuevo... Vamos, el que te vuelve loca y hace que lo que sientas por él en realidad no sea amor sino adicción. Esto se puede reconocer muy fácilmente desde fuera, porque el amor es una sensación positiva que te hace sentir la persona más afortunada del mundo, y la adicción es saber que algo te destruye y ni siquiera te hace feliz; ese hombre te está matando pero aún así no lo puedes dejar. En fin, si en cualquier momento tienes la sospecha de que tu hombre puede ser de estos, habla con varias personas (sin relación con él) y confía en lo que te digan más que en ti misma porque probablemente ellas verán lo que tú desde donde estás no puedes ver.

POR QUÉ LOS HOMBRES SOMOS COMO SOMOS

El origen del problema de que cada sexo no conozca al otro está en que la educación y el proceso de socialización de cada uno es muy diferente; si no entiendes esto los otros siempre serán un misterio para ti. Nadie nos da un libro de "reglas para vivir", las vamos deduciendo a lo largo de nuestra vida a partir de nuestras experiencias, y como esas experiencias no son iguales y tú no has vivido las que vivieron ellos tienes que hacer un esfuerzo de imaginación para comprenderlas y a partir de ahí comprenderles.

Resumiendo el proceso a muy grandes rasgos (la experiencia de cada uno puede ser totalmente diferente, claro), cuando eres un niño tu padre te regala una camiseta de su equipo de fútbol, juega contigo a juegos en los que alguien gana, y te dice cosas como "venga, campeón", "muy bien, machote, sin llorar" o si haces algo y triunfas "este es mi hijo"; la tía Juana te ve en la cena de Navidad y te dice "pero cuánto has crecido, estás hecho todo un hombre" y en general te

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pasas la infancia recibiendo por esa parte estímulos a tu "hombría", a tu masculinidad. Con los amigos hay un matiz algo distinto: también juegas al fútbol y vas a tirarle piedras al gato del vecino, pero no tanto recibes premios por tus detalles "de hombre" como castigos si se te ocurre sacar un detalle "de poco hombre"; un ejemplo muy claro puede ser mostrar una debilidad. Ni que decir tiene que si un día se te ocurre echarte a llorar porque estás triste o enfadado te van a crucificar.

Y claro, como desde el día que viniste al mundo te has criado recibiendo constantemente mensajes en el mismo sentido, en tu cabeza has llegado a deducir reglas que relacionan competir con ser mejor (el mejor) y también que "fuerte es bueno, débil es malo". Pero es que hay más: no es que las muestras de debilidad -o de "no fortaleza"- sean negativas: es que lo que recibes no es solo un rechazo de los demás, sino que te pueden decir "¿eres marica o qué?" "vaya nena estás hecho" y cosas así. Atención al matiz: no se te dice "si haces esto eres malo", sino "si haces esto eres menos hombre". Es decir, no es que se te censure o se te critique, sino que se te niega una parte de tu propia identidad -en este caso la sexual-. Las niñas tienen otros problemas, claro, pero este en concreto no lo sufren así: si hacen algo no aceptado por su entorno se las reprime, se las reconduce o lo que sea, pero no se les niega una parte de quiénes son. Lo digo simplemente para que entiendas que el proceso de modelado de los hombres también tiene sus partes duras, y a veces cambiar de mayor es muy difícil porque es tu propia esencia, tu identidad, la que se ha moldeado así.

Este proceso se va reforzando detallito a detallito, día a día, hasta grabarse bien claro en la cabeza de cualquier joven. Por eso cuando estás en tu grupo fanfarroneas y exageras para dar una imagen a los otros más masculina de lo que realmente eres, por supuesto todos tus amigos hacen lo mismo, y el "listón de la masculinidad" del grupo se coloca a un nivel que en realidad ninguno alcanza.

Como nadie habla de esto, la consecuencia es que tanto tú como tus amigos tienen una referencia irreal y todos inconscientemente piensan "soy un fraude, aparento ser como los demás pero no lo soy" (sin saber que todos los otros sienten lo mismo, claro) lo que contribuye en un círculo vicioso a que más trates de obligarte a ser "lo que deberías ser", aunque sea artificialmente, para llegar a ser como esa imagen que entre todos han contribuido a formar. Si cuando eras un niño y fuísteis a tirarle piedras al gato del vecino a ti se te ocurrió por ejemplo decir "no me gusta hacerle daño al pobre animal, esto es cruel" y te cayó una buena, habrás aprendido la lección y cuando

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aparezca el siguiente gato -metafóricamente hablando- tú le tirarás la piedra más grande y te convencerás de que eso es lo que realmente quieres hacer. Y si uno en tu grupo se sale de la norma lo machacarás, claro, que no se diga que eres un nenaza.

Al hacerte hombre todo esto no desaparece por arte de magia y te conviertes en una persona libre del pasado: evidentemente tus reglas de vida siguen ahí, adaptadas al mundo de los adultos, y -lo que no es menos importante- los demás tienen también sus reglas que van aproximadamente en la misma dirección. Inconscientemente todo el mundo sabe lo que se espera de un hombre y el tipo de actitudes que se consideran muy masculinas, ese mensaje lo has ido interiorizando tanto que ya es el tuyo propio y esto se manifiesta en todas y cada una de las situaciones a las que te enfrentas.

Así que, si por ejemplo estás con tu familia y hay que cargar unas bolsas, tú llevas más de lo que normalmente podrías y cuando tu mujer te dice "pero eso es mucho peso" tú aguantas y dices "no pasa nada, puedo bien" a pesar de que te estés haciendo daño; si tienes problemas y te sientes mal tiendes a no exteriorizar tus sentimientos y debilidades y si ella te pregunta le quitas importancia y no quieres hablar de ello (ahora, querida lectora, sabes por qué lo hacemos); o por supuesto ni se te pasa por la cabeza decirle a tu compañera "mira, no tengo ganas" cuando surge una situación sexual. Tú siempre tienes ganas, ¡eres un hombre! Sobre esto último volveré más adelante, y de paso explicaré por qué muchos hombres sufren de impotencia.

La mayoría de los hombres conviven para siempre con alguna variante de este "síndrome de Supermán" en diferentes facetas de su vida. Nos las arreglamos para salir adelante más o menos bien, pero realmente es un problema porque es muy difícil para un hombre darse cuenta de que Supermán no existe; y vivir con un estándar irreal pensando en lo más profundo de tu alma que no eres suficiente, que no estás a la altura a la que para ti está el listón de la identidad masculina, es una carga pesada que en casos ya serios puede traer conflictos internos y crisis personales que te harán sufrir a ti y proba-blemente a los que te rodean.

Para terminar con este apartado voy a poner dos pequeños ejemplos personales. Uno es una anécdota que me pasó hace años, un día en el que un amigo y yo paseábamos con nuestras motos. Hacía buena temperatura e íbamos con los cascos abiertos, pero como llevábamos velocidad de carretera el viento me molestaba en los ojos y bajé el cristal de la visera; mi amigo lo vio, y cuando paramos me dijo

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con actitud de macho: "qué, ¿te bajaste el cristal por un poco de aire?". Yo respondí tranquilamente: "me molestaba en los ojos" y, como tengo una personalidad muy fuerte y no era lo que él esperaba de mí, noté que se quedó completamente descolocado y sin saber qué responder. Yo acababa de romper "la regla del hombre" y me daba igual.

El otro caso personal parte del hecho de que a mí me gustan las mujeres con muy poco pecho, cuanto menos mejor, y desde luego no me gustan nada las que tienen mucho. Ni se pueden imaginar la cantidad de veces en mi vida que me han llamado maricón, que han hecho alguna broma a costa de mi sexualidad o que en general he tenido que oír comentarios que de ser otro tipo de persona socavarían mi identidad sexual; vuelvo de nuevo al matiz, no estamos hablando de como le dirían a una mujer "pero qué gusto tienes, cómo te pueden atraer así", "qué rara eres" u otras cosas por el estilo, sino que los comentarios de mi entorno social -que es perfectamente normal- han ido casi siempre a negar automáticamente una parte de quien soy.

Añado a este segundo ejemplo un hecho curioso que me pasó hace tiempo. Una vez me topé en Internet con una página que me sorprendió mucho, porque resultó ser una especie de foro en el que los usuarios -anónimos- compartían fotos de modelos con poco o casi nada de pecho. Yo siempre defiendo que el porcentaje de hombres a los que les gustan estas mujeres es muchísimo mayor de lo que se dice en público -la mayoría jamás lo confesará, por lo que acabo de contar-, y de todo lo que leí en ese foro me llamó especialmente la atención un comentario que decía algo como: "me alegro muchísimo de haber encontrado esta web y a gente como yo, ya sabéis lo que es decir que te gustan las chicas así". Una de las respuestas fue "bienvenido al grupo, y ya sabes: tú por ahí dices lo que quieren oír y aquí comentas lo que quieras sin cortarte". En un primer momento me hizo gracia toda aquella clandestinidad, pero más tarde al pensarlo mejor me di cuenta de que de verdad hay muchas personas que no se atreven a mostrarse ante los demás como son y, aunque sea en un detalle como este, siempre es un atentado grave contra nuestra libertad y nuestra identidad.

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LOS HOMBRES EN LA VIDA COTIDIANA

Si todos los hombres hubiéramos tenido experiencias similares y estuviéramos hechos por el mismo patrón seríamos más o menos iguales, y esto evidentemente no es así. Como he dicho antes cada persona es un mundo y tú tendrás que descubrir por ti misma cómo es concretamente el hombre que te interesa.

Pero sí hay tendencias más o menos claras, y voy a poner un caso que además me sirve para reforzar la idea de que es fundamental entender cómo se educa y se socializa un niño para comprenderle cuando es hombre.

Yo me relaciono en mi vida diaria con personas de toda Europa, y el trato continuo me ha hecho percibir patrones clarísimos de conducta entre los hombres de cada zona o de cada país. Se nota mucho, por ejemplo, cómo cuanto más avanzada es una sociedad menos competitivos y agresivos se muestran ellos; en sus lugares de origen se ha trabajado mucho sobre esto, aunque también es verdad que de tanto insistir algunas líneas han quedado algo desdibujadas y yo he oído a menudo la "queja" de mujeres del norte de que sus hombres carecían de un toque más masculino (según su opinión) que sí encontraban en los hombres de países del sur. Esto podía ser más o menos atractivo para ellas, pero la cuestión es que identificaban determinados rasgos no ya con diferentes manifestaciones de la personalidad de los hombres, sino con tener más hombría.

Retos y obstáculos

Un rasgo más o menos general del sexo masculino es que inconscientemente hacemos una gran distinción entre los "problemas positivos", los obstáculos que uno tiene que vencer para conseguir una meta y que son parte del camino mismo que lleva hasta ella, y los "problemas negativos" que vienen a ser las cosas malas que nos pasan y que no hay más remedio que solucionar para que podamos seguir tranquilamente con nuestra vida feliz.

Luego hablaré de estos últimos, llamándolos en mayúsculas PROBLEMAS. Sobre el primer tipo, normalmente esos obstáculos en realidad nos gustan y de una forma indirecta satisfacen nuestra necesidad de agresividad y competitividad -aunque estemos compi-tiendo contra nosotros mismos-. Desde el jugador de videojuegos que

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sufre para llegar a acabarse el juego hasta el tipo tranquilo que tiene el hobby de construir castillos con palillos de dientes, pasando por el arquitecto que se plantea cómo construir un edificio que encaje con unos condicionantes muy específicos o el levantador de pesas que se mata por añadir un kilo más, todo lo que esté entre el hombre y lo que quiere conseguir y que a la vez sea un paso necesario para cumplir ese objetivo es percibido como algo positivo. Más adelante hablaré de cómo puede utilizar una mujer esta información para conseguir más fácilmente cosas de su hombre.

El grupo

Hay una diferencia de concepto entre hombres y mujeres a la hora de integrarse en la sociedad, partiendo de la idea de grupo. Una mujer se siente parte de su grupo y de alguna forma "fusiona" su identidad con el todo, mientras que los hombres tienden a ser más bien individuos que se unen a otros individuos para determinadas cosas. Esto no quita para que uno pueda estar plenamente identificado con el equipo deportivo de su ciudad -deportes: objetivo y obstáculos- o con cualquier otro colectivo suprapersonal como la patria o su partido político, pero en general cuando se entra en la vida adulta la tendencia es ser más independientes y en todo caso a pertenecer a grupos con los que se compartes cosas concretas pero no son "tu vida", tú eres algo más que un miembro de esos grupos.

Esta gran diferencia se nota especialmente en el grupo más absorbente de todos, el que por naturaleza tiende a anular la individualidad: la familia. Para las mujeres pertenecer a una familia con el rol que ello les supone es más natural, pero para un hombre esto va contra su "programación". El enfoque que yo he oído un millón de veces de casi todos los que tengo cerca es siempre el mismo: primero me dicen que qué suerte tengo de estar solo y llevar una vida independiente tomando mis decisiones pensando solo en mí mismo, yo les respondo algo como "tú tienes la vida que has elegido, ¿no?" y ahí comienza el argumento de "sí, tiene muchas cosas increíbles y es un paso en la evolución personal, no me arrepiento, no lo cambiaría por nada, blablablá... Pero vamos, que te envidio".

Si cualquier persona se quiere ir de un sitio se va y si no se va es porque no quiere; si el balance global entre lo que a todos ellos les supone seguir su vida en familia o romper con todo y vivir como yo fuera favorable a lo segundo no tengo ni la más mínima duda de que ya se habrían marchado, porque los hombres tomamos este tipo de

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decisiones haciendo cuentas casi matemáticas. En todas las veces que he tenido conversaciones como esta mis interlocutores no estaban pensando en dejar a sus parejas ni a sus familias, simplemente dejaban translucir que como te he contado antes su vida no es la que llevarían si la decisión hubiera sido tomada en frío pensando solo en sus preferencias personales. Una mujer es parte de su familia y en todo caso se desconecta ocasionalmente para ser ella misma durante una actividad o un tiempo concretos, un hombre piensa "por defecto" en sí mismo y los períodos de conexión al grupo familiar son la excepción. Si se ve forzado a estar constantemente conectado, o mentalmente buscará cualquier ocasión para evadirse o acabará sacando la presión con algo -o alguien- que le ayude a hacerlo fuera del grupo (muchos se vuelcan con el trabajo, porque al ser algo "obligatorio" no es tan fácil que sus mujeres se quejen de que se toman tiempo para ellos mientras ellas cargan con todo).

Los que presumen y lo que todos piensan de ellos

Mi intención con este libro es crear un texto breve, directo y fácil de leer; para eso no me puedo detener en cada detallito de cada faceta de la personalidad masculina, pero he escogido este aspecto en concreto porque creo que te ayudará mucho a formarte una correcta imagen mental sobre cómo somos realmente los hombres de paso acabando con tópicos muy extendidos pero casi siempre falsos.

Voy a recurrir a un ejemplo sucedido muy poco tiempo antes de escribir estas palabras. Es el de una mujer que está en la dirección de una empresa líder en su sector y muy prestigiosa; es una persona joven y de buena presencia, de carácter agradable y totalmente entregada a su trabajo hasta límites que incluso superan más de lo razonable. Es soltera y no tiene ningún tipo de ataduras.

Yo la conozco pero además tengo un amigo que trabaja con ella, y hablando con él me contó algo que había pasado recientemente: a partir de una fiesta de la empresa, y en medio del ambiente distendido y algunas copas de más, la chica tuvo un encuentro con uno de sus compañeros que acabó en que pasaron la noche juntos. Esto en sí no era ningún secreto porque en la fiesta había mucha gente y no se escondían de nadie; pero la cuestión es que a partir del día siguiente él empezó a contar intimidades de la vida y las costumbres sexuales de ella, cosas tan privadas que jamás a alguien con dos dedos de frente se le pasaría siquiera por la cabeza divulgar.

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La noticia que me contó mi amigo no fue "mira lo que le gusta a Fulanita", sino "mira lo que ha hecho uno de los que trabaja con nosotros". Según me iba enterando de lo que había pasado yo cada vez estaba más entre estupefacto e indignado, porque además resulta que esta mujer es el tipo de persona que no se mete con nadie y se dedica simplemente a matarse a trabajar lo mejor posible para que las cosas salgan bien. Por otra parte, aparte de automáticamente formarme la peor opinión posible del imbécil que había hablado de más, tampoco me sorprendió mucho enterarme posteriormente de que el chisme había corrido como la pólvora por toda la empresa... Básicamente por un grupo de mujeres que trabajan allí.

Comenté con tres hombres este suceso (me refiero a lo que hizo él, no a las intimidades de ella). Todos reaccionaron como yo, uno de ellos lo primero que dijo fue "a ese hijo de su madre habría que hacerle saltar los dientes para que aprendiera a cerrar la boca". Además otro me contó inmediatamente un hecho relacionado que le había sucedido a él, de un conocido suyo que hizo un comentario íntimo muy desagra-dable sobre su novia -justo cuando acababa de despedirse de ella con un beso, para unirse al grupo de hombres- y que a mi amigo le sentó tan mal como a cualquier persona normal.

Con todo esto quiero decirte dos cosas: que gentuza como el Ambrosio que hizo la pintada en los baños de mi universidad existe en todas partes y probablemente nunca nos libraremos del todo de ellos, y que la gran mayoría de los hombres desprecia profundamente las actitudes como esa. Al menos desde luego el tipo de hombre adulto, moderno y mínimamente inteligente que supongo que es el que a ti te interesa y por el que estás leyendo este libro.

El prototipo de hombre triunfador en la vida y específicamente con las mujeres es por supuesto admirado y hasta envididado, por eso quienes tienen personalidades algo débiles e inmaduras buscan el reconocimiento de los demás tratando de hacerse parecer como este tipo de ganador que está por encima de sus admiradoras (por cierto que esto último es exactamente lo que hacen también muchas mujeres y las demás no las censuran, luego me referiré a ello más exten-samente).

Pero en contra de lo que ellos creen no engañan a nadie, la gente no es idiota y sabe distinguir perfectamente a un líder de un gallito tratando de darse importancia. La mayoría al encontrarse con gente así prefiere no buscarse peleas innecesarias y deja correr el asunto sin poner al bocazas en su sitio, pero eso no significa que lo apruebe y

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desde luego la opinión masculina en general es que esta es una actitud

de poco hombre. ¿Cómo puede saber una chica si el que le interesa es

un gallito? No hace falta que nadie se lo diga, en realidad lo sabe perfectamente; pero es más fácil echarle la culpa a lo malo que es él que admitir que fue ella la que cometió un error por ignorar a propósito con quién se estaba enredando. Estamos demasiado acostumbrados a no querer asumir nuestras responsabilidades.

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LAS TRES REGLAS DE ORO

Si una mujer tuviera lo que voy a decir a continuación TAN claro como lo tenemos la mayoría de los hombres se ahorraría proba-blemente muchos disgustos y enfados, porque sabría exactamente cómo manejar su relación en general y muchas situaciones cotidianas en particular. Desgraciadamente la mayoría de ellas lo que hacen es intentar cambiarnos (y frustrarse cuando no lo consiguen, claro) o simplemente ignorar que esto es así para después sufrir con consecuencias no deseadas en el futuro.

Primera regla: a los hombres no nos gustan los PROBLEMAS De todo lo que hay en este libro probablemente esto es lo más importante con mucha diferencia. Los PROBLEMAS son una de las principales causas por las que un hombre deja a su mujer, y en muchos casos la única razón por la que no lo hace es porque la ruptura le traería más PROBLEMAS que los que le evitaría.

Antes te hablaba de los obstáculos para conseguir objetivos, que en la mente masculina se suelen considerar positivos. Ahora me estoy refiriendo a esas situaciones casi siempre imprevistas que para un hombre significan "el tipo de asunto desagradable que me saca de mi plácida vida". Evidentemente a nadie le gustan estas sorpresas negativas, pero en el caso de los hombres habría que sumar a esto su particular concepción del grupo como hemos visto antes. Inconscien-temente en la mente masculina hay una importante diferencia entre los problemas que a uno se le presentan como individuo (me ha llegado una multa porque un día aparqué en un lugar prohibido) y los PROBLEMAS que le vienen por culpa de estar en un grupo llamado "pareja". Hay que aclarar aquí que, si esta pareja tiene hijos pero la que le habla de los asuntos negativos referentes a ellos es su mujer instándole a implicarse para solucionarlos, en la cabeza del marido los PROBLEMAS vienen de ella.

Una vez más insisto en que no entro a juzgar quién tiene razón o cuál es la manera ideal de enfrentarse a las dificultades de la vida; me limito a describir la manera masculina de interpretar la realidad. Las mujeres se identifican mucho más con el grupo y tienden más a ver los problemas de su pareja/familia como los suyos propios, por eso están más motivadas y se implican más para resolverlos (y se quejan cuando a los hombres hay que decirnos las cosas para que las hagamos y ese

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impulso no nos sale por nosotros mismos); y como además ellas no tienen una concepción tan negativa del hecho de ponerse a resolver asuntos desagradables, se enfadan o se frustran cuando ven que sus hombres no participan de lo que debería ser una parte más de su relación.

Así que muchas veces los roces se producen porque cada uno ve las cosas a su manera. Cuando una mujer va a buscar a su hombre porque cree que hay algo de lo que hay que ocuparse, lo hace pensando "si solucionamos todo lo que está mal nuestra vida será mejor, así que vamos a ello"; cuando él está tranquilamente haciendo lo que sea y ve que ella entra en la habitación con cara de "tenemos que hablar", lo que piensa es: "PROBLEMAS".

La experiencia es un grado

Llegados a este punto quiero hacer un comentario sobre una vivencia personal que en su momento me pareció bastante sorprendente. Yo he tenido algunas relaciones con mujeres mayores que yo (me refiero no solo a un par de años, sino a que no eran de mi generación y además ya habían pasado por algún matrimonio), y con todas ellas siempre me llamó mucho la atención que parecían querer evitar los PROBLEMAS a toda costa a diferencia de lo que siempre habían hecho otras parejas más de mi edad. Al hablar del tema en todos los casos me encontré la misma respuesta: ellas no siempre habían sido así, pero con los años y la experiencia habían aprendido que lo importante era disfrutar del tiempo y las cosas positivas que tenían con su hombre, no complicarse la existencia con discusiones si podían evitarse y solo discutir PROBLEMAS si no había más remedio... Es decir, la vida les había llevado a pensar más como desde el principio pensamos nosotros.

"Los hombres las prefieren tontas"

Durante mi vida he conocido a bastantes mujeres problemáticas que por supuesto habían ido encadenando sucesivas malas experiencias amorosas, y que recurrían habitualmente al mantra de "los hombres no soportan que una mujer sea inteligente y tenga personalidad, las prefieren bobas y débiles".

Al oír este tipo de falacias yo nunca les he llevado la contraria porque no me voy a meter en un PROBLEMA discutiendo para nada (aunque aquí tenemos un buen ejemplo de los que voy a

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tener cuando publique este libro), pero es más que evidente que esto es echarle la culpa a los demás de lo que te pasa en lugar de tratar de comprender la situación y adaptarte para que las cosas te vayan mejor. Claro que hay hombres que efectivamente buscan mujeres menos brillantes que ellos, básicamente los que tienen complejos o dudas sobre su autoestima; pero si te ocurre repetidamente y esta es tu excusa general te estás engañando a ti misma.

Lo cierto es que la mayoría de los hombres puntuamos muy alto que nuestra mujer sea fuerte e inteligente; lo que pasa es que nuestro concepto de la fuerza y la inteligencia son distintos. "Fuerte" para nosotros quiere decir "me presento a te ti como realmente soy, no como la sociedad dice que debería ser" y también "soy un ser humano, tengo mis derechos y me hago respetar, y no admito que me pisen ni me humillen"; e "inteligente" quiere decir "en lugar de estrellarme tratando de conseguir imposibles, estudio la situación de manera realista y me adapto a ella para conseguir los mejores resultados dentro de las posibilidades ciertas". Desde luego ninguno de estos dos conceptos incluye los PROBLEMAS, como sabían mis parejas mayores que yo del ejemplo anterior (todas por cierto mujeres extremadamente fuertes y curtidas por la experiencia, además de intelectualmente muy brillantes).

En fin, por supuesto ningún hombre va a engañar a su mujer o a dejarla por otra porque un día tuvieron un PROBLEMA; pero inconscientemente todos los hombres tendrán este aspecto en la cabeza si un día se les plantea una circunstancia vital en la que tenga que tomar decisiones que les supongan un cambio en su vida sentimental. Recordemos que, a diferencia de las mujeres, a largo plazo los hombres no pensamos tanto en quién es nuestra pareja (cuál es su posición social, qué cualidades tiene) como en cómo es nuestra vida con ella: no es lo que tienes en general, es lo que me das a mí.

Segunda regla: el físico tiene su importancia

Decir "a todos los hombres solo les importa el físico" es una gene-ralización tan estúpida como decir "a todas las mujeres solo les importa el dinero", y seguro que nos entendemos. Es evidente que estas cosas tienen su influencia y sería estúpido negarlo: los hombres con dinero no triunfan con mujeres igual que los pobres, y las mujeres

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de cuerpos esculturales no atraen al mismo número de hombres que las poco agraciadas.

Centrándonos ahora en el caso de los hombres hay que puntualizar que, aunque un buen físico es un punto muy positivo, para cualquier relación más allá de un contacto sexual no solo no es nuestra prioridad número uno sino que está lejos de lo realmente importante. La prueba de que tiene su peso es que normalmente con una mujer muy atractiva pero que tenga otros PROBLEMAS puedes aguantar algo más que en las mismas condiciones si encima ya no te atrae; pero a su vez la prueba de que no lo es todo es que si al final los aspectos negativos se agrandan lo suficiente la acabas dejando, y por eso sucede constan-temente que mujeres preciosas son abandonadas.

Lógicamente la importancia de este aspecto está muy relacionada con la duración de la relación: para un contacto de una noche un hombre lo tendrá muchísimo más en cuenta que para elegir a la mujer de su vida. Lo que pasa es que uno no suele plantearse estas cosas desde el primer día que conoces a una chica; las cosas van evolucionando y cuando te das cuenta vas en serio, así que la regla del físico en realidad juega a favor de las mujeres. Una vez una amiga me hizo el comentario tópico de "los hombres ven unas curvas y ya no piensan en nada más"; yo le respondí "deberías estar agradecida por ese fallo nuestro, gracias a él hay muchas mujeres que no se mueren solas". Otra persona me dijo una vez que "los hombres dan cariño para conseguir sexo y las mujeres dan sexo para conseguir cariño"; estoy de acuerdo, en cualquier caso lo importante es que al final todos consigan las dos cosas.

Tercera regla: el sexo cuenta

Esto se refiere tanto a la cantidad como a la calidad ("yo eso no lo hago"). Realmente esto nunca llega a ser tan decisivo a la hora de mantener o romper una relación como los PROBLEMAS, pero a nadie le gusta estar a dieta perpetua y lógicamente cuanta más hambre tengas más te tentarán otras ofertas. No quiero decir ni mucho menos que todos los hombres cuyas vidas sexuales con sus parejas no son del todo satisfactorias tengan contactos fuera de la relación, pero sí que si en algún momento la oportunidad se presenta (y a lo largo de una vida se va a presentar más de una vez) esta será una de las cosas que inconscientemente tirarán de él o contribuirán a empujarle hacia la otra mujer. A partir de ahí es de suponer que habrá otras que influyan, así que cada persona actuará a su propia manera; pero vamos, que al

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menos la idea habrá estado más de una vez en su cabeza está clarísimo.

¿Y por qué esto es importante? No solo porque tu hombre pueda tener un contacto puntual en algún momento concreto de su relación pero que sea algo que nunca llegue a más ni se repita, sino porque la única manera de estar segura de que no haya un segundo paso (una relación paralela que pueda acabar con la tuya) es que no exista una primera vez. Nadie se levanta por la mañana pensando "hoy voy a iniciar una relación paralela a la de mi pareja": la aventura empieza con un momento en que pasa algo entre el/la infiel y su amante, y a partir de ahí la cosa puede crecer o quedarse ahí. Cuanto más caliente tengas la cabeza menos te lo pensarás en ese momento, esto es evidente y quien quiera ignorar la realidad probablemente un día se llevará una desagradable sorpresa.

El error de la mayoría de mujeres sobre esto es pensar que la cabeza de su hombre funciona igual que la suya. Ellas tienen amantes tanto como ellos, y desgraciadamente sobre esto prefiero no citar ejemplos pero tengo algunos demoledores; lo que pasa es que el aspecto sexual pesa menos, en ellas hay mucho más un componente de infelicidad y de estar frustradas con su relación en el terreno afectivo (porque ellas relacionan mucho más el sexo y el amor). Si una mujer es realmente feliz con su compañero y está enamorada es muy, pero muy difícil que tenga una aventura aunque él no sea un amante muy bueno; un hombre puede querer mucho a su pareja y a la vez tener sexo por fuera, siempre entenderá que son dos aspectos de su vida totalmente separados y (al menos al principio, ya sabemos cómo funcionan estas cosas) solo será sexo y tendrá clarísimo que su corazón está en otra parte.

Así que una mujer entiende que si su pareja tiene una familia en general feliz, una compañera que le quiere y le apoya y hay otros elementos que tocan al corazón, ese hombre tenderá a no "buscarse a otra" porque tiene todo lo que necesita; y sus esfuerzos por mantener a su hombre satisfecho irán principalmente por la parte del corazón. Todo eso está bien y siempre cuenta, pero para que comprendas a qué me refiero es como cuando un hombre cree que con trabajar mucho y traer dinero a casa ya sus responsabilidades están cumplidas; y su argumento ante las demandas de ella es decir "me paso todo el día deslomándome por esta familia, ¿qué más quieres?". No puedes dar por hecho que tu pareja piensa como tú y tiene única y exclusivamente las mismas necesidades que tendrías tú en su lugar: tienes que conocerla y preguntarte si quizá hay algo más que para la otra persona

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es también importante. Tienes primero que conocer esa necesidad para a partir de ahí ser capaz de llenarla.

Los hombres también amamos

Después de hablar de estas tres reglas de oro (PROBLEMAS, físico y sexo) podrías tender a pensar que los hombres somos seres superficiales y hedonistas. No es cierto en absoluto: para la inmensa mayoría de nosotros no hay nada más enriquecedor que compartir nuestras vidas con alguien que nos quiere, nos respeta y nos aprecia por lo que somos, y nos hace felices sentirnos útiles y valiosos para nuestra familia. Todos mis amigos que tienen hijos hablan de ellos con tremendo orgullo, los sienten como parte de sí mismos y darían cualquier cosa por ellos; y aunque puedan envidiar las comodidades y la libertad de la vida de soltero yo no conozco a ninguno que realmente fuera más feliz de haber vivido una vida en solitario.

La mayoría de las personas queremos ser felices y disfrutar de la vida con nuestras parejas, sin complicarnos la existencia. Queremos amar y ser amados, sentirnos satisfechos en nuestra vida en común (cada uno con sus propias cosas importantes, aquí está la clave) y estar siempre tan enamorados que nunca se nos ocurra siquiera que puedan existir otras personas.

Y cuando llegan los momentos malos los hombres sufrimos por amor, tanto como las mujeres. Desde que escribí Lo que nadie te dice

cuando te han dejado han sido innumerables los mensajes, emails,

comentarios y todo tipo de contactos que he recibido de lectores de ambos sexos; los de ellos igualmente desgarradores que los de ellas. En cuanto a lo personal en el libro cuento mi propia larga y difícil experiencia, y muchas otras veces he tenido cerca a hombres que lo han pasado realmente mal por una mujer. Los hombres también amamos.

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LA MENTIRA

Por qué mentimos a las mujeres

Empecemos por dejar una cosa clara: mentir es peor que decir la verdad. Me refiero a que ocultar la realidad o deformarla para convertirla en otra cosa es un trabajo, es una presión por tener que mantener la coherencia de la mentira, y es un riesgo porque si en algún momento se descubriera el efecto sería doble (por la realidad y por haber mentido).

Así que para que una persona -sana- mienta tiene que haber una razón que lo justifique, nadie se complica la vida ni se mete en riesgos gratis por gusto. Creo que hasta aquí no hay dudas.

Todos los seres humanos mentimos por lo mismo, es decir por dos razones básicas: para conseguir algo que queremos, y para evitar consecuencias negativas -de cualquier tipo- que tendría decir la verdad. En una entrada de mi blog analicé esto hace ya tiempo, comentando además una experiencia bastante reveladora: yo tengo una mentalidad muy abierta en el sentido de no juzgar a los demás personalmente (aunque no esté de acuerdo con sus opiniones o sus actos), y constantemente personas cercanas me confían secretos que ocultan a otros que en teoría deberían conocerlos antes que yo. La razón es que saben que no me voy a enfadar, ni voy a pensar mal de ellos, ni voy a censurarles por lo que me cuenten sea lo que sea, ni se va a montar un escándalo ni nada parecido; cosas que sí podrían suceder si en lugar de a mí les revelaran esa información a sus parejas, por ejemplo. ¿Por qué sí a mí y no a otros? Porque si necesitas aliviar esa presión de mentir y no quieres sufrir las consecuencias malas, recurres a la persona a la que sabes que se lo puedes contar.

En toda mentira hay tres elementos: la persona que tiene la infor-mación, la información en sí, y la persona que recibe esa información. Cuando uno le dice una verdad a alguien pero le miente a otro es evidente que los dos primeros elementos son iguales y lo único que cambia es el tercero (el receptor), así que ahí está la clave de contar los hechos como son o decidir falsearlos u ocultarlos. En mi entrada en mandelrot.com, que se llamaba "¿Por qué me has mentido?" la conclusión a la que llegaba era a que, ya que los hechos son los que son, cuanto más intolerante seas o peores sean las consecuencias de contarte algo más fácil es que los demás decidan mentirte sobre cosas que a lo mejor sí contarán a otras personas que las recibirán mejor; así

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que si a ti te mienten pero con otros se pueden sincerar quiere decir que la causa de que esa mentira exista eres tú.

¿Por qué mentimos los hombres a las mujeres? Después de todo lo que he venido contándote hasta ahora las respuestas son lógicas: para conseguir algo -en muchos casos sexo, pero puede haber cualquier otro objetivo- o para evitar PROBLEMAS.

Ya sabemos lo que para un hombre pueden ser PROBLEMAS: no solo que la información cierta traiga conflictos en la pareja o te meta en dificultades directamente a ti, sino también que afecte a tu compañera y la haga sufrir o sentir mal a ella (cosa que ningún hombre en circunstancias normales querría, por amor o egoístamente porque piensa que al final eso va a tener también consecuencias negativas para él).

Esto incluye desde el viejo chiste del hombre viendo tranquilamente la televisión con su cerveza en la mano que pone cara de alarma cuando escucha desde el dormitorio las palabras "cariño, ¿crees que he engordado?", hasta el gran error que cometen casi todas las mujeres y casi ningún hombre: hablar de otra persona potencial "admiradora" sabiendo que a su pareja le podría molestar. Luego hablaré de esto en concreto porque es más grave de lo que parece -incluyendo consecuencias para la relación- y todos los días hay gente que de esta forma se perjudica a sí misma sin saberlo.

Un amigo mío tenía una frase muy elocuente sobre el hecho de mentir a tu pareja: "más vale cenar dos veces que dar explicaciones". En muchos casos sabes que no habría nada malo en decir la verdad, pero estás tratando con alguien que tienes clarísimo que ya te va a convertir algo simple en una mala cara o en tenerte un rato de interrogatorio. ¿Solución? Recordemos la primera regla de oro.

Nunca podré insistir suficientemente en la enorme importancia que para un hombre tiene ahorrarse PROBLEMAS: hablando de un caso bastante típico, cuando estás agobiado por cualquier asunto que te preocupa y tu pareja se queja de que no quieres hablar de ello y te aíslas. En tu cabeza el razonamiento es: "como no tengo ya suficientes preocupaciones encima voy a añadir otra haciendo que ella también se sienta mal"; las mujeres se implican emocionalmente mucho más en todo lo que le pase a su grupo, y en la mente masculina uno sabe que no solo no va a arreglar nada hablando de sus propios problemas sino que encima va a crearse PROBLEMAS extra por las características particulares de la persona -mujer- con la que podría compartirlos. Para

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eso están los amigos (hombres, que ya sabemos cómo conciben el pertenecer a un grupo): puedes hablarles de lo que te preocupa y te darán su interés, apoyo y cariño sin el coste de la responsabilidad que te supone saber que donde antes había una persona agobiada ahora hay dos.

No eres tan buena amante como crees

De los bastantes hombres con los que he hablado de esto, no conozco a ninguno que no haya mentido a una, varias o todas sus parejas sexuales diciéndoles que eran mejores de lo que eran; yo mismo lo he hecho con casi todas, y me he encontrado con auténticos

lagartos que decían ser de lo mejor... Y la prueba era lo que sus

antiguos amantes les habían dicho. Ni que decir tiene que yo por supuesto no solo respondía que tenían toda la razón sino que añadía que se quedaban cortos, cada chica era la mejor del universo y yo no creía poder encontrar nada igual en el resto de mi vida.

Por lo que yo me he encontrado, he hablado y he conocido indirec-tamente a lo largo de mi experiencia, creo que la realidad se resume en dos claves fundamentales: primero, los gustos de cada persona pueden ser diametralmente opuestos y no hay realmente buenos o malos amantes, sino personas más o menos compatibles (tú puedes ser perfecta para lo que me gusta a mí pero pésima para lo que le gusta a otro); y dicho esto y aunque parezca una paradoja, la gran mayoría tanto de hombres como de mujeres son muy malos amantes.

Para que no parezca que hablo solo de defectos femeninos voy a hacer un inciso para explicar algo que cualquier mujer que lea esto sabe ya: por qué casi todos los hombres son malos en la cama. Hay tres razones fundamentales:

! Porque piensan que con la penetración sin más ya vale. Bien porque tengan el pene grande y den por hecho que eso ya es un regalo para cualquier mujer y no hay que trabajárselo más, o bien porque su educación sexual se ha basado en el porno y realmente no han tenido a una o varias compañeras que les hayan puesto las cosas en su sitio. Esto siempre ha sucedido y lamentablemente en la actualidad parece que las cosas apenas han mejorado.

! Porque creen que las mujeres son como robots que se encienden con apretar una serie de botones. Yo era de estos cuando joven:

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bienintencionado pero sin idea de cómo funciona la sexualidad femenina, pensaba que "haciendo esto, tocando aquí y besando allá" era como se conseguía que una mujer se excitara (afortunadamente tuve compañeras fuertes y experimentadas que me enseñaron muchas cosas, como por ejemplo que el principal órgano sexual de la mujer es la mente). En este grupo están también los que preguntan a su pareja o hablan de si es el momento de hacer el amor, como si el deseo fuera una cosa que se puede negociar.

Sobre esto tengo una anécdota divertida que contar. Yo me he dedicado muchos años al masaje profesional, y tuve durante una época a un cliente con cuya familia siempre mantuve una relación muy cordial. Una vez estaba preparando mis cosas cuando apareció uno de sus hijos, un chico de unos veintipocos años, que aprovechando el momento de soledad se me acercó y me dijo esto: "oye, quería hacerte una pregunta... Tú que eres masajista, he pensado que a lo mejor conoces algún punto especial de las mujeres que uno pueda tocarles para excitarlas. ¿Hay algo así?".

Aquí yo cometí un error, que fue pensar que debía hablar en broma porque no hay nadie tan estúpido como para creer de verdad que hay algún punto mágico que al apretarlo convierte a la mujer en una esclava sexual; le respondí que no podía hablar de ello porque era algo muy poderoso y guardar el secreto era parte del juramento legal que hacemos los profesionales, y para mi sorpresa (ahí me di cuenta de que lo decía en serio) se lo creyó y desde ese día me miró como a un dios. No tuve valor para dejarle por idiota sacándole de su error.

La anécdota ya es tremenda y más en una persona joven y teóricamente educada en un ambiente moderno y abierto, pero lo verdaderamente grave es que aunque no lleguen a este extremo hay infinidad de hombres que siguen pensando así e infinidad de mujeres que por las razones que sean no les ayudan correctamente a mejorar (porque sus indicaciones se basan en pensar que nosotros entendemos las cosas como ellas, no se adaptan a un lenguaje que podamos comprender).

! Y la tercera razón es la de que hay hombres que ni se plantean el posible placer de ellas. Y hay dos causas principales para esto: o tienen algún complejo, debilidad o frustración personal y en el fondo prefieren evitar la cuestión antes que enfrentarse a la

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posibilidad de realmente no ser capaces de dar placer a su pareja, así que ignoran el problema como si no existiera; o bien son hombres atrasados, incultos (en cuanto a su cultura sexual), poco o mal desarrollados en este aspecto, o inmaduros.

Pero hay que decir también que muchas mujeres contribuyen a que muchos hombres sigan así y no aprendan. Si tú concibes las relaciones con tópicos sociales como "a los hombres no hay que darles lo que quieren desde el principio", si "te haces valer", si actúas como si tú fueras una "señora" y las mujeres fueran una especie de ninfas virginales que están en su paraíso saltando y correteando entre florecillas y animalitos, y luego aparecieran unos seres sucios y bárbaros que solo piensan en una cosa desagradable llamada sexo... Si tú eres de las muchísimas mujeres que hacen ese show para quedar bien y dices cosas como "no sé cómo hemos podido llegar hasta aquí", "jamás lo hubiera pensado", "eres el segundo" y cosas así, luego no te quejes si tu amante solo se preocupa por sí mismo. Si a ti no te gusta el sexo y has llegado hasta ahí poco menos que a la fuerza o engañada, ¿por qué debería él pensar que tú también disfrutas y que entre los dos podrían buscar el máximo placer para ambos?

Así que, siguiendo con el tema de "no eres tan buena amante como crees", ¡sorpresa! Muchas mujeres fingen placer por sus razones específicas, y también muchos hombres fingimos y mentimos para que su pareja tenga mejor opinión de sí misma y así conseguir lo que queremos o evitar lo que no deseamos. Ellas caen en la mentira igual que nosotros, y el engaño es fácil cuando al otro le conviene y se deja.

Ahora bien, ¿cómo saber si eres una buena amante? La única respuesta cierta es que no puedes saberlo con absoluta seguridad, y que no vale la pena amargarse por esta incertidumbre. Sé tú misma, intenta aprender de él y ayúdale para que aprenda de ti, hablad lo que sea necesario (recordando que cada uno maneja un idioma mental distinto) e intentad mostraros abiertos y tolerantes para que el otro no piense que por decir lo que realmente cree va a tener PROBLEMAS ni grandes ni pequeños. Recuerda, los hechos serán los mismos los conozcas tú o no; si quieres ignorarlos es tu derecho, si quieres ser consciente de lo que realmente ocurre la diferencia está en ti.

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Lo que sea antes que destruirla

Yo jamás le he dicho a ninguna mujer otra cosa que no sea que "eres una amante increíble", fuera cierto o no; es más, en una ocasión me pasó que tuve que romper una relación con una compañera a la que amaba profundamente porque me vi en un problema relacionado con esto, y te voy a contar el caso para que comprendas mejor cómo funciona la mente de un hombre.

Ella solo podía tener orgasmos placenteros al máximo en una posición que a mí me hacía mucho daño, lo cual a mí en principio no me importaba porque podía aguantar fingiendo y me hacía enor-memente feliz verla disfrutar; después me quedaba siempre un pequeño hematoma en el mismo punto, pero por supuesto tras del sexo no te pones a examinar a tu pareja y no me era difícil ocultarlo.

Al principio no nos veíamos mucho, pero poco a poco la relación fue evolucionando y nos acercábamos más. Esto era genial... Excepto porque ya no me daba tiempo a que el pequeño hematoma que me quedaba después de cada encuentro se me curara del todo antes del siguiente, con lo cual el pequeño moretón empezó a no ser tan pequeño y el dolor fue aumentando hasta solo a duras penas poder soportarlo. Llegó un momento en que me di cuenta que tenía que elegir: o hablaba con ella y le explicaba lo que estaba pasando sabiendo que desde ese momento le estaba estropeando los momentos de clímax y ya nunca en su vida se lo quitaría de la cabeza cada vez que llegara al siguiente, o seguía hasta que tuviera ya un problema serio de salud y al final se descubriera el pastel de todas formas, o rompía con ella sin decirle la verdad para que, aunque sufriera lo que tuviera que sufrir a corto plazo, a largo plazo pudiera rehacer su vida con otra persona habiendo mantenido intacta su sexualidad. Ni que decir tiene que opté por esta última opción y le destrocé el corazón a ella y de paso a mí mismo también.

Cuando más adelante comenté esta historia con algunas amigas, su solución siempre fue la muy frecuente femenina del universo paralelo: hablar, "explorar otras posibilidades juntos" y demás; todo muy romántico y muy bonito, pero en la práctica la cosa era arruinarle los orgasmos como a ella le gustaban, conmigo y quizá con otros si en otras relaciones de su vida ya iba a estar con la misma preocupación. Cuando lo hablé con hombres su respuesta fue unánime: dejémonos de fantasías florales, hay que ser prácticos y en esa situación hay que elegir entre lo malo y lo peor. No había otra opción.

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En el proceso de conocerse en pareja y evolucionar juntos, aparte de críticas constructivas y guiarse mutuamente para crecer ambos, llegando al extremo a nadie con dos dedos de frente se le ocurriría decirle a la otra persona algo tan devastador como que sexualmente es una nulidad si no es por alguna de estas dos razones: o porque realmente no la ama y quiere hacerle un daño irreparable, o porque quiere bajarle su autoestima (o subirse la suya) por razones diversas como en casos de personas dominantes e inseguras que necesitan tener poder o temen que sus parejas les abandonen si descubren que podrían tener a otros. "¿Quién te va a querer a ti que no sea yo?".

En cualquier caso, todos los hombres saben que cualquier cosa que uno le pueda decir a su pareja que no sea "eres la mejor amante del universo" le va a traer más PROBLEMAS de los que le ahorra fingir, así que por unas razones o por otras tanto ellos como ellas mienten y así todo el mundo piensa que es mejor amante que la mayoría y todo el mundo sabe que la mayoría son muy malos... Los otros sí pero yo no, claro; a mí siempre me han dicho que soy de lo mejor.

Las mentiras de ellas

He escrito este libro para hablar de hombres y no me voy a extender en este apartado más que lo imprescindible; pero hay algunas cosas fundamentales que las mujeres deberían saber porque, como he apuntado antes, las pequeñas mentirijillas de hoy pueden contribuir a que mañana se produzcan consecuencias graves (también para ellas) sin saber que aquello que sucedió hace tiempo ha influido en el sufrimiento que tienen hoy.

Los hombres somos, en nuestras construcciones mentales, más prácticos y apegados a la realidad que las mujeres; asumimos cómo son las cosas de verdad, hacemos lo posible por conseguir nuestros objetivos y no nos construimos quimeras. Por eso nos frustramos menos que ellas y nos llevamos menos decepciones por esperar de la vida y de los demás cosas que deberíamos saber que no nos iban a dar.

El universo paralelo

Si a muchas mujeres montarse su propio cuento de hadas en la cabeza les hace más felices, en principio no debería tener nada de malo o al menos es problema solo suyo si luego las cosas no les salen

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como quieren; y si se mienten entre ellas para colaborar con los cuentos de hadas de las demás -y que ellas colaboren a su vez con el suyo cuando les toque- pues allá cada uno con su vida.

Ahora bien, cuando una mujer dice algo que es evidentemente falso y encima se niega a reconocerlo, desde decirle a su amiga horrible que es preciosa (algo que jamás haría un hombre, salvo que quisiera algo de ella) hasta por ejemplo participar del show que he mencionado antes, los ejemplos son infinitos, en la cabeza de un él instantá-neamente se forma la idea de que no se puede confiar del todo en una persona en cuya manera de ser entra la mentira habitual aunque lo justifique como quiera; y si ves que tu pareja es así ya sabes que su palabra vale un poquito menos, y que su valor personal ya baja aunque solo sea un escaloncito. Una persona fuerte, valiosa y confiable no hace eso.

Las mentiras hacia los hombres

Algunos hombres en realidad quieren que les mientan, consciente o inconscientemente; suelen ser personas débiles, acomplejadas o con otros conflictos internos, que no son capaces de enfrentarse a los hechos con madurez y entereza. Recuerdo el caso de una chica a la que su novio, un tipo dominante -igual a inseguro-, la estuvo presionando para que le contara sobre sus experiencias sentimentales de antes de haberse conocido. Una mujer con una mínima inteligencia y respeto por sí misma habría visto inmediatamente que el tipo tenía un problema, pero ella demostró tener poca personalidad y cedió... Le contó que había tenido algún novio antes que él y por supuesto le costó muy caro. Ese hombre prefería vivir en su universo, no solo no estaba preparado para conocer la verdad sino que estaba pidiendo a gritos que le mintieran para poder quedarse tranquilo. Aunque yo estoy más que convencido de que de todas formas nunca lo estaría del todo, claro: las personas como él están enfermas y si aceptas mantener una relación con alguien así estás firmando el certificado de que admites lo que te caiga después.

Pero la mayoría de los hombres maduros, inteligentes y con al menos una mínima cultura afectiva (que supongo que son los que te interesan a ti, si estás leyendo este libro) no solo no quieren que les mientan sino que en su valoración personal sobre una mujer esto cuenta para calibrar hasta dónde se puede confiar en ella. Lo óptimo sería pensar que tu pareja es alguien fuerte, segura y con los pies en el suelo, que no participa de shows ni flota con las demás en ese cuento

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de hadas, pero lo habitual es que cuando la vas conociendo le tengas que poner la etiqueta de que "al fin y al cabo es una mujer, ya sabe-mos cómo son". Lástima.

La presión de la educación

Voy a hacer un breve inciso para salirme del tema de este libro y hablar por un momento de un aspecto de la formación de la personalidad femenina. Antes he descrito algunos ejemplos de cómo al hombre desde su infancia se le va haciendo encajar en el modelo de masculinidad; las mujeres por supuesto tienen también sus propios problemas, uno de ellos es que -por razones que no vienen ahora al caso- se las educa desde siempre para valorarse a sí mismas en función de lo que los demás piensan de ellas.

Esto existe también en muchos hombres (la búsqueda de reconocimiento) pero en menor medida, y suele afectar algo menos a la autoestima; la gran mayoría de mujeres, por el contrario, no solo le dan más importancia a lo que los demás piensen -y sientan- hacia ellas, sino que su propio concepto personal llega a verse bastante influido por este reflejo en los demás.

Esta es la principal explicación a por una parte las mentiras piadosas a los demás ("pero mírate, estás preciosa", "vas a ser el más guapo de la fiesta", "te veo muy bien", "pero cómo has adelgazado, estás hecha una modelo" y demás barbaridades); y por otra actuar como una persona que no eres realmente (por ejemplo haciéndote la difícil o retrasando las cosas con un hombre que te gusta, simplemente por lo que pueda pensar).

Pero claro, igual que pasaba con el gallito haciéndose pasar por líder, los demás no son idiotas: las otras mujeres, como también están viviendo en ese universo paralelo personal en el que esperan también recibir el mismo trato que dan, participarán de la función y negarán jurando y perjurando lo que haga falta que todo eso no sea absolutamente real; y los hombres, sea porque quieren conseguir algo o para evitarse PROBLEMAS, fingirán que se lo tragan aunque entre nosotros el comentario será "otra como todas".

Antes he explicado que los hombres solemos puntuar la inteligencia y la fortaleza de personalidad en los demás (otros hombres o mujeres, da igual). Cuando una mujer está en estos juegos y miente como si nadie lo supiera, manteniendo además la mentira cuando se la

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