m
BIBLIOTECA
MIGNON
OBRAS PUBLICADASI.
\
.}<ledina.—j7iresnjurciaqosII. A.PalacioValdés.—/^o/o/
III. Clarín.
—
Xasdoscajas.
IV. RicardoWagner.—^/5/or/o de un músico enparís.
V. GonzálezSerrano.
—
Siluetas.VI. ].
y
alera.—-61pájaroverde. VII. Luis Bonafoux.—frisas ylágrimas.
VIIL J.O.Picón.—(?ü¿/?feí.
IX. R. Becerrode Bengoa.
—
€1reciérjr¡acido.
X. J.O. y Munilla.— rrem/e/^a.
XL
JoséM. dePereda— /araser bueqarriero...
XII. AlfonsoDauáeí.-Uqa anéc-dotadelseguido Jmperio.
XIII. V. Blasco Ibáñez.
—
üc
cencerrada.
XIV. G.Martínez Sierra.—
Jal-mas
ausentes.XV. Enrique Menéndezy Pe-ayo.—JÍ"lasombra deur¡roble.
XVL
G.NuñezdeArce.— 5an-cho Gil(novela fantástica).XVII. Blanca delosRíos.—
^e-¡itapalma.
XVIII. ArturoReyes.—Cue/7/oj
andaluces
XIX. Pedro A. de Alarcón.-cf/
clavo (causa célebre).
XX.
M.TolosaLatour.— ^om-bradas.XXI. J.Bcnavente.—(?ar/críde
njujeres.
XXIINarcisoOller.-.Xffóo/etocJ'a. XXIIIE.Marquina
—
-Églogas.13
XXV BibliotecaMig*uyn.FRANCISCO
ACEBAL
De
buena
cepa
MADKI»DE BUEflACEPA
Ji X^arzelo Cervino.
ElsolardelosLeiredos déla
Cam-pa DO radicaba en término de
Rañe-ees y, sinembargo,D. Nazario
Lei-redoallívivía,engolosinado c:nla
estrechezde aquellavilla,portener
enellapara espaciar sumirada las
anchurasdelmar.Rañeceseraun montónde viviendas agarradascomo lalapaálaspeñas;costras
líneasonduladas quemalamente for-mabancalles estrechasytortuosas,
pero dejandover ácadarevueltaun
pedazo de mar,ycolándosepor los
boquetesun vientosalado,
fresca-chón, esparcidocomosoplodesa
lud porlavillamugrienta. Seerapi
naban unascasasporencimade!
te-jadodelasotraspara gozartodas
delregalo delmar,de aquelaliento
salitrosoquerefrescaba lasparedes
sucias,ymetiéndose por veotanucas
óportales conseguíaorearlas
en-trañasdelavilla.
Laintrincada trazadeésta
pres-tábalaaparienciasengañosas,detal
manera,quetrescalles,unos
cuan-toscallejones, dosplazasymuchos
esquinazosyrinconadasdaban á Rañeces fachenda devillacostera. Lacasonaenque habitabadon Nazariopertenecíapor herencia á
=umujer,doñaClemeDiina Orrea,y
estabacdlomásbajo dela villa,con
laraigambre desuscimientos meti-daenlasmismas rocasdel
Cantá-brico;erauna cómodavivienda,de
las de ancho portóny blasonado
dintel,murosdesillar negreadosy
roídosporeltiempo, con ventanajes \erdesy balcónvoladizoquecaía
sobreiaplaza delaiglesia. Sucaprichosoasiento enlalinde delmarfuétan delgustodel
se-ñorde Leiredo,queabandonósu
te-rruño nativo, eldela Caorpa,
re-suelto áconsumirelrestodesusdías
tnelsolarcostanerode Rañeces.
Eran losLeiredos raza de
mari-nos;haciaya dossiglosque de
pa-dres áhijosseheredaba laafición
marinera; iban de generación en
ge-neraciónandandolamar, metiendo
sacan-J2 DE BUENACEPA
dolosátiempo deles temporales.
Solamentelosañospudieron hacer que D. Nazario bajasedtipuentede
su fragata,delaSag?iftta;notran
verdadlas hablillasdeRañeces que suponían incompatibilidad de
hu-morentreel de Leiiedo ylosde:
garbados naviossinvelamenniapa
rejo,porque antes dequelos
demosacorazados invadiesenlos
ma
res,yaestabaélenseco.Learrum
barónlaedadylosachaque»;desde
entonces,perno internarse,marchó
conClemeiitinaálacasona
solarie-gadeéslayescogió para propia
es-tancialamásabiertaalmaryá su
vientoazot.idi.r.
Una
vezalaño,loscuartagosdeuna carretela cascabeleaban á la
puertadel zaguán llamandoal
ma-trimoniopara conducirloalsolarde
14 DEBL'ENACEPA
SUhijoZario, muchachónrobusto,
demiradaviva,de genioabieito,
con dejos dehombreyacurtido, se-rióte,reposado.
En
losprimerosdíasderetiroru-moroso, D. Nazario gozabacomoel
quemásen aquelvivircampesino; fornulabael buenseñorpromesas
delargapermanencia enel
destarta-ladosolardesusmayores.
—
¡NomásOcéano! Bastaba ya de mareantes y marinos,hombrescorajudo?,esosí,
peropuntillososyfanfarrones;harto
estabaéldetantoolerá parrochay
a salmueraysus fauces sedilataban para recoger ávidaslasondas
balsá-micasdel monte ydel bosque,el
aliento vivíficodelanaturaleza
tie-rraadentro.
Consombrerón de paja ybáculo,
manejado con torpezapor lafalta
de costumbre,recorrí.-» elmarinosu
haciendaempapándoseenlailusión,
enelgoce profundodel
terratenien-te,repitiendo entrelabios como si
paladeaselasabrosa idea dela
pro-piedad:
—
Estebosqueesmío, estahuertaesmía, esosprados paraarriba,míos,
míos también.
Pero de repenteleasaltabael
re-cuerdodelCantábrico,delmar
in-menso, queesde todosyde nadie, que nosereparteenparcelas
mise-rables,endondenohaytuyonimío.
iAh! grande cosaiamar,más
gran-de ylibrequelatierra miserable,
esclavizadaporelhombrequela
cas-tigaconlaespueladelarado para
forzarlaátrabajar,á producir,
sier-vadesus gustos,esclava desus
ve-leidades ycaprichos.Parábasedon
Nazario, extendía enelsueloel pa-ñuelo de hierbasysentábaseá la
l6 UE ELENACEPA
sombra de un castañocopudopara dejar que pasase por^uceiebro aquel remolinodíideasqueniélmismo
sabíadedóndeveni'jnnien dói.de
lashabíaadquirido.
Pasaban,ydesdelasolanaleveía
Clementinallegar lentamente,
re-creándose enelverdordelahuerta,
parándose anteelarboluchotierno,
oliscandoflores,pisoteando
caraco-lesylimazas.
—
De
estavezseacostumbra—sedecíaásímismalade Orrea
—
,co-braafíciónjseva avezandoal
abri-godelterruño,alarrimo dela
pro-piedad;sí, sí, de estavezsenos acostumbra.
LasilusionesdedoñaClementina
arraigabanenelsolarmontanode
losLeiredos,comolasde D.
Naza-rioenelcosterodelosOrreas.
vezse acostumbróél.Sufervorde
rusticidadpasabapronto,el
aromá-ticoambientedeljardín llegabaá empalagarlecono sifueseolerde perfumería, elmurmuriodelos
ár-boles¡esonabaácanción
melindro-sayeradamería feaparahombre
endurecido porlamarelpasarlas
horascortandoflorecillas ó
cogien-dorepollosenlahuerta.La
nostal-giadelmarleinvidíi,poníase
mus-tio,desabrido,y doñaClementina,
quese hallabataná su.«aborenla
Campa
de Leiredo, transigíaconvolver álacasonadelosÜrreas
des-puésde haber cogidolajugosa
pe-raylosolorososmembrillos conlos
que hacíatarrosde compotas y
mer-meladas para que ealosdías del
in-vierno dulcificasenelgenioáspero
y regalasen el pico de su
l8 DEBUENACEPA
Y
en cuanto ladesgonceadaca-rreteladaba conélenRañeces,sin
sacudirseelpolvonireponersedel
molimientodelcamino, marchaba a! mueleparaver lo que
duran-tesu ausencia tuvo entrada en
bahía.
A
supaso por lascallejuelaslesalíanalencuentre, parasaludarle,
elregentedelabotica,ladel
esta-blecimientodejarcia,losdela
fá-bricadesalazón, lasmujeres desde
losportales,eljuezmunicipal
des-deelbalcóndelJuzgado,el
coad-jutorde SantaMaría desdela
ven-tanabaja,endondetodaslastardes
rezaba,consu brtviaiiosobreel
po-yo; todos lerepetían una misma
cantilena, monótonaexpresióndel
afectolugareño.
—
¿Ustedpor aquí, D. Nazario.^tierra adentro!¿Yelrapaz?¿Ydoña
Clementina?
D. Nazario,sinbáculoya,sin som-breróndepaja,con gorra de visera
calada sobrelos ojos,alto,seco,
ras-cándoselabarbacortaydura,
zan-cajeaba con parbo porlascuestas
pedregosas,caminodelpuerto.
Y
aldesembocar enél,ibadere-cho álacasilladeloscarabinero»,
segurodehallaralcabode mar, que
lesaludabamilitarmente, cuadrán-doseelhombrede chaquetónazul,
con galonesamarillos, tez rojay
go-rrade piquécon visera dehule. Aquelloeracomosielpuertode Ra-ñecesdiese labienvenidaalseííorde Leiredo;eralaplazaquesaludaba
alveterano; si hubiese un cañón
viejoporallí,quizá hidesesalvas;
pero,noseñor, allínohabía
20 DE BUKNACKPA
mo
D. Xazario intrigabaporqrcelGobiernocolocaseunoenlapunta
delSerrón.
Dábaleel Cíbonoticiasdel mo-vimiento de barcosymetíase luego
D.Nazario espigón ajelante. Con
elprimerpilotoqueveíasobrela
cubiertade una embarcación,
co-menzabaun palique y un
interroga-torio,sometiéndoseá¿Iel
interro-gado, por conocer,de oídascuando
menos,alfamosocaballero.
—
;Dedóndevenimí».'— acostum-braba aenrolarseásímismo—
¿Queno teníamosvientos?hombre, porno
buscarlos,porquelejosno andarían,
yfrescos...¿Aquelpatache,sabe us-tedpor casualidadloqueesperaallí?
¿Unsudesteque1>arrastre?
Podri-dolohemos dever sitales cfsas aguardamosporestas aguas...
Hom-bre,;•>•aquelbergantín,sabeusted?.22 DE BÜBNACEPA
noes ése ¡controleldelcasco
blan-codigo... ¿noruego,chí Matrícula deBergeny con tablazón;ajajá,
mtiy guapamente;esoya
presupo-nealgo.¿Y sabráusted, siquiera,si
tropezó enelcanal conlamiaja de
temporalazo.^.. ¿Aqué fondeó tan
adentro.-mareaviva paraentrarsí
hubo, peroalsalirseráella; conta
mosquelasaguas aquí sontanpro fundascomoenaquellosmares
em
pecatados y nos metemos, nos
me-temos...
Y
asícontinuaba sucharlahastarevistartodaslasembarcaciones
re-ciénancladasenelpuerto.
Y
desdeallí,yaalcaerdelatar-de,ala tertu'iadelmalecón;tenía
éstaporasientoun banco de piedra
enlapuntadelmuelle,enelque
to-daslastardesreposaban,llenándole
villa:elcapitándelpuerto,el
con-signatario inglés,elgerentede la
fábricadesalazón,el coadjutor,el
cónsul, eladuanero, algunos
tras-humantes,y comopresidiéndolosá
todos, elinvictoD. Nazario,
recibi-doallíconefusióneldíade su
tor-nadadelaCampa.
Aquellos señoresde cabezas gra-ves,reposadosalhablar,siempre
cal-mososyserenos, destacandoen
hi-lerasusrostrossaludablessobrela
piedradelparedón en quese
respal-daban, reunidosallíálatardecita
enel verano, á plenosolenel
in-vierno,respirando ambientesalobre
y discurriendo sobrelasgrandes
co-sas delmar, traíanalpensamiento,
porelvigordel contraste, las
tertu-liasenfermizasde ¡os casinos, en que solamentese discuten
24 DK.BUtiNACEPA
Laf iroladelSerrónera señ^lfija
paraaquelloshnmHres;asíq-ie el
lorrtroencendíalalinterna roja,
cu-yaluzc:íaenrielesde sangre sobri
elmar,los delbancodesfilabanuno
áuno, metiéndosecon pachorra en
loscallejonesyaentenebrecidospor
Tambk'n doñaClementinaveía la
farola delSerróndesdelagaleríade
cristalesabiertasobreelCantábrico:
aquella luzparecíadecirletodaslas
tardes:«AhívaD. Nazario en busca
delacena.»
Y
enefecto, lade Orreaselevantaba, dirigíaseá lacocina,
abríael aparador, daba órdenes.
Aqueltristefarodecuarta cla5eque no parecíatenermásmisiónquela
deorientar navios,entrometíase
tam-bién, con sufoco rojo, enciertos
20 DE BUENACEPA
Perollegóun tiempo enquedon
Nazarionoparecía porlatertulia delmalecón;leencerraronen casa
los doloresdereuma yotrosdolores
hondos,queescocíanmás,másque
elreuma.¡Contro!Todavía conlos
reumatismostransigíaél,porqueera hombreparaeso,parasufrir;pero
conlootro,conelreumadelalma,
no podía¡recontro!Asíandaba de-rrumbado el espíritu,y
enflaque-cidomásdelo queerapor
natu-ralezasucuerpo nervudo,vigoroso.
Supenarera profundo: Zario,
aquelmocetón, último retoñodel
li-najedelos Leiredos,estabaenli
guerraypasaban mesesymeses
ig-norandolospadressielrapazvivía ó sehabía muerto.Zario eramarino, ¡quéotracosa podíaserunLeiredo delaCampa!Sinélsehubiera abier-tobrecha enelescalafóndel
cuer-po.Mandabatihombre un
cañone-ro,porlosmares remotos en que
an-daba trabadalacontienda; habíaallí
trances duros,jornadas amargas.
Ca-da vez que D.Nazariorecibía por
periódicos ncticiasdelaguerra,fue
radesíelveterano,centelleandolos
ojos,temblorosala barba,radiantede
alegríasana, juvenil,llamabaá
gri-tos. ¡Clementina, Clementina!¡Ah,
señora, señora!...todovuelve...
aque-llostiempos míos,aquellos tiempos delaSagnuto,dela Levanto... <te
acuerdas,mujer? ¡Pues vuelven,
con-trolHasta ahora todos sonreveses,
peroten calma, mujer,calma,
Cle-mentina;revesestambién yolos tu-ve,peroelvientocambia y verástú cómovienen bien dadas...;6ueno!
déjameámí derapaces,no
me
ha-blesmásde niñerías ¡controlaquí
lomatan queloentierrcn... digo,á losque morimos enlamarno nos
entieiran.
Sosteníaseasíel veterano, con
a'ientosdemocedad quele
brota-bandelalma arrogantesybravíosí casiolvidaba alúltimovastago de
losLeiredos, sin que ensu cuerpo
vibrasenmáscuerdas quelasdel
pa-triotacurtido y lacerado en el
ser-viciodela patria.
Peroundía llfgóáRañecesla
no-ticiadeun combate navaltan
for-midable,que todosseestremecieron enlavillacostera.Sobrelacasona de Orreareinóunsilenciopavoroso;
oí siquieraD. Nazarioseatrevióá
gritar:¡Clementína, Clementina,
to-dovuelve,todovuelve!
En
lagaleríadecristales,azotadaporviento duro, sedio ápasearel
ba-30 DE bUENAC'I'A
lanceo,comopilotode guardia sobre
el puente.
De
cuando encuandodaba fondo,registrabala extensión
del mar con la manoporvisera,
con mirada indiferente,por mo\¡-mientoautomático,yotravez
arri-ba,abajo,sonandoeltaconeosobre
elsueloconmonotonía de péndulo.
DoñaClementina,sentada enel co-medorquecomunicaba conla
gale-ríaporuna puerta devidtieras,
re-pasabalaropaqueteníadelanteen blancoscopos, yporencima delas
gafasclavabalamirada enlafigura
errante delmarino,cada vez quela
sombra deésteseproyectaba fugaz sobrelos cristalesdelapuerta.
Aque-llasmiradasibanllenas de
inquie-tudes,deinterrogaciones lastimeras.
El pasearsilenciosodelmarino
pre-sagiaba algo sombrío,marde fondo
unapalabra sobre el caso; paseos,
miradas húmedas,suspirillos
furti-vos y poco más, eranlossignos
visi-blesdeldolorpaternaleaelcaduco matrimonio.
Cayólatarde, encendieron enel
>-rrón, lade Orreafuéádar
órde-nesyentre ellosnosecruzóni una
palabra.Lacenafué parca,
silencio-sa, triste.Sorbidoelúltimotragode
téconleche,exclamólaseñora:
—
Dime,Názario, ¿sabrán algo enlacasa dearriba":Mandaréá pre-guntar.
—
¿Pordóndehan de saberlosde arribaloque no sepanlosdeabajo.-Un
campanillazoresonó enelsi-lenciodeaquella moradalúgubre;
bajaron áabrirydesdeelportalá
gritosprorrumpieron:
—
¡Esdelacasona de arribaque32 DEBUENACEPA
En cstid;arriba morabanlos
Acuñas,losmáspoderosos átla
co-marca, consu hija Rcsarito,queera
precisamentelamejorinfrmadaen Rañeces de las ¡dasy venidas de
Zario.
Enelinsomniodeaquellanoche
sepenetrólade Orreadelpapelque
áelalecorrespondía en aquel
dra-ma
largo,sombrío, acasoinacabable;conforta'ezadeespíritubien
tem-plado porunaviladezozolras,
for-jóresolución firmeyva'ercsaque
desdeque amaneciese había de
lle-var adelantesinqueasomasela
fati-ga,sindescubrirunminuto de
des-mayo.
Y
entre cavilacionesyrezos,elevandoelalma á reg'one*serenas,
encalmadas, calmadaellatambién,
enelsilenciodelacasona,sin oírni
elrumordelmar,también serenoy mansoenaquellas horas,
murmura-34 DE BUENACEPA.
bacon silabeofervoroso:<"<;Señor,
Señor,quenolopienseél,que nolo
tema!¡Si lemataron,quelosepayo, yoque soy su madre! Para mi
Na-zario ¡piedad,piedad!
A
lamañanasiguiente,fuélade Orreaámisadealbaparavolver an-tesdeque Nazaríodespertase.Alcruzarlaplazuelavio que también
llegabalaniñadeAcuñaconel ros-trosonrosadoporla frescuradela
matinada.La madredeZaríodioá Rosaritounpardebesoslargosy
sonoros,y antesdemeterseenla
iglesiaenterópuntualmente ála
ni-ña delaresolución que había for-mado,exhortándola conimperioso ahinco paraquelasecundase ensu
empeño.
Desdeaquel día,D. Nazarío
pa-saba las horassumido en un
arrancasedel cuerpouna palabra.
A
latarde solíanrecalarporallílosdelatertuliadel malecón;con
sucharlaaleteabaelmarinoyalgo
despejabanydivertíansu
pensamien-totorvo.— Porque laverdad—decía
la deOrrea despuésde
despedir-los
—
áestos discretosvarones noles falta razón;tú,congojasmás
gor-dasqueésta
me
hiciite pasaryahíestáscon tugeniazo.Vamos,
hom-bre,acuérdaledel 43;sisaliste con
vida, fuépor milagro delaVirgen á
laqu2ofrecíhábitopor cincoaños;
acuérdatedel58yápocodel 60;si
noespormivisitaá pieal
santua-riode Toraño, segura estoy de que no vuelvo áverte;puesel64
esca-pastesin másque elbalazoenla
pierna,porlapromesa, que cumplí,
desubiralcamaríndel Cristode
esca-30 DE BUENACEPA
lón;y noperecisteel70porlas
cin-cuentamisas que encarguéádon Maximino, con máslasqueaplicó mihermano; y el... duérmete, sí,
duérmete,queundíaaldespertarte
doyla noticia...¡Ah,lanoticia!
Za-rio vive, Zariofuéun héroe, otro
másdelaraza;naturalmente,detal
palo,talastilla.
El marino,comoarrulladoporlas
palabrasanimosas,e»^tornabalos
pár-pados, parecía adormeccise blanda-mente, con languidez deconfianza,
esperanzado; pero nosedormía;allá
dentro,barajabacoujeturas,
suposi-ciones, casosmil, hastaque enel
vértigodesuspensamientos
atrope-llados, fatigosos, setr¿ufade
repen-teyconalborotoy otrépito
excla-mabaantesu mujer:
—
;Dicesqueunhéroe;Esomis-mo
piensoyo.¡Unhéroe, unhéroe!lav.dadedoña
C
ementinasedeslizabascrepamente,.'¡n levantar
bullí n¡alarde,enmediode!tráfago
de cuidados ysobresaltos; su
espí-riti:,fuitaltcidopor unaentereza
in-domable, paiecíahallarelementos
prop'cics ásutesón, enaquel
am-biente siniesfoy congojoso.Consu
preseicii,Ithcnibraaustera
domi-naba11ca«a desdeelportalón ála
cocina, imponiéndse ato ios sin
q>ieapenas seoyese suvozsuave,
enfaenadasinruido,comocon
sor-dina, rígidaymansa, severa y
38 v:íblenacepa
rodeaban, calma, sosiego, atenta sóloáque s»ihéroesesumieseen atmósfera de pazydesalud.
Las zozobras delaseñorase
acre-centaroneldía enqueya corrieron
porRañecesrumorcilloscon
porme-nores del combate. Seesparcieron
sinque nadiesupiesededónde
pro-cedían:unoshablaban decartas
re-cibidasporelcónsul,otros se
refe-ríaná noticiascomunicadas por
te-légrafoálacasadelconsignatario
inglés.Ni enlacasonade arriba
nienlade abajo sabían nada;pero
losrumoresdela callepenetraban
alládentroconsutilezade miasmas,
ye!trabajodedoñaClementina
al-canzaba proporcionesheroicaspara manteneralmarino ensuambiente plácidoysaludable.
A
todo atendíalaesposadelhéroe:álosque
coasig-na de nohablarle delcaso;censura
muy
estrechadela prensa,especial-mente dela cortesana,ysi
conte-DÍanotic as sospechosas,
confisca-ciónycargode culpasalpicaro
ser-viciode correos; registro
escrupu-losode!acorrespondenciaque
man-teníaD. Nazario conotros
vetera-nos,suscomparerosdeproezas;
fis-goneo entodaslas conversaciones, apartándolasconcauteladelas sir-tesdelmar.La
dama
azacanada nosedabareposo;ha«taRosaritohabía
deentrarallíconrostrorisueiío,en
tonodefiesta.Después,á solascon
ella,quegimiese,bueno,quellorase
ámares,en suderechoestaba,
por-qnelaboda eraya cosa decidida paracuando terminasela guerra; peroenelpuente, enlagialería, na-da,nada.Allípárrafosmansos,
40 DE BUENACEPA
—
¿Sabe, señor, quehoyentrólaRosario, m¡tocaya?Pues segúnoí
alcurade Santa María,esteañola
costera del bonitosepresenta
bue-na. ('Sabeácómo vala sardina en
laplaza?á di^z, ¡un escándalo! á
diez,yesoque ayerlalanchadel
Melin tmbarcó dosmil ares.
Deestascosashablabaallíla
pro-metida deZario,conlosojos
tnju-t)s \labocafiescaysonrientecomo
^.puiicseelalma enlanarraciónde
<<q.iell.istrivialidadesmariuercscas.
Kl viejolosoía, sinplaticarcon
nadie.Pero todofuéinútil;los
ru-moresimpa'pables, ¡nviiibliS,le
con-tagiaron.
U
latarde,ápoco átverencendidoelSerrón,quese esfuma-ba enunanicbl•espesaypegajosa, plandse Leiredo antesumujer con graveda1y engreimiento,losbrazos
42 DE BUSNACEPA
—
¡Clemen:¡na,Clementina,supon-goque, tan pronto como lleguela
noticia,teservirás cmunicarmtsi
nuestro hijo está entre losrendidos
óentrelosmuertos!...<oyes, mujer?
¡Entrelosrendidosó entre los
muer-tos!
Laesposaquisoreplicar,peroél
lecortóelaliento,bramandocon
fu-riaestaspalabrasdesentonadas y
se-cas,resonantesenlagalería,que
re-tumbabaálavozdelmarino,
acos-tumbrado ádesencadenarsus iras
sobreel puente, en la mar
in-mensa:
—
;EaIyame
canséyodearteríasmujeriles, ya estoy abarrotado de
melindres, hartodetrampantojos...
¡Quierosaberlo!jcontro!¡quiero sa berlol
Y
vueltohaciaelmar,repetíacouso-bre laSaguntodispusieseuna ma-niobra:
—
¡Quierosaber siesta éntrelos rendidos ó entre losmuertos!Tú,¿quédices,mujer?
—
Yo
nosénada; perotedigoqueZirio\ive,que nuestro Zario
\'uel-ve, vuelve.
—
Bueno, pues que vuelva; pero en cuantoyo vea queda laviradaparaentrarenelputrto... mira,mira
aquíabajo, ;ves túquéguapamente
?e rebullela marentrelaspeñas?
Y
aldecir esto con voz zahareñayademánairado, había asido ála
damaporunbrazo, obligándolaá
ii.irará lohondo, endondelasolas
borboiitaban enremolinoshirvicn
tes,espumosos,entrepeñascalesal
tosquerecibíanelduroazotedela
olaconresistencia secular,con
coiidia-44 DE BfENACEPA
no, segurescomo estaban dever
aquellabravura convertida álas
po-cashoras enmansedumbre, en
ser-vilismo, viniendolasolaslargasy
rastrerasálamerelcimiento rocoso
delacasona.
Alverdoña Clementinaá su
ma-ridoenlan aira la actitud, se
estre-meciósu cuerpeciüoyásus ojos
saltaronligrimassilenciosas.
—
Vamos, mujer, noquierollori-queos;cuandoeste cuerpoera
ga-llardoyrozagante,yo!on.etíasn
miramientos paracurtirlo,entre
hu-mos yfuegos,ysientonces,queal
recordarteguapadeveras
me
en-candilaba,no juguéalesconditecon
lamuerte, ;esrazonable que hoy, remontadoslos setenta,trjtecon
re-milgo deella:...Repito,Clementina, que urgesabersiZario está entre los
40 DE BUENACEPA
calcula,quetalcomoahora
me
en-cuentro,roídoporlosachaques,sin
(arenaposible,con unpie eneste
mundo
yotroenel otro,es razónqueimpadre sepa porcuáldeestos mundosnavegasu hijo,
—
Nitu hijoha perecido nitútampocoestásde muerte.
—
Porloqueámi personarespec-ta,sé
muy
bienlaquemeaguarda;
porloquerespecta ár.uestrohijo,
ya veremossitu s:posición tiene
igualfundamento.
—
¡Clementina, Clementina!—
ex-clamóelhéroeconfazradiantey
vozaltanera-nunca,ni enlos
ma-yores temporales, sentíyocosade corazonadas, peroestavezlasiento
icontrol lasiento deverdad:átu
Tiijolehan matado, murió como
muerenlos desuraza,nocomosu
padre,sobreplumas,entreholandas.
Algo más quiso añadir,peroel
arranqueoratorio ledejó
dcsmiza-lado,con asfixiantejadeo y
hun-diéadose enelsilión como desmo-ronándose enél;su respirar trabajo-sohacía coroalhervordelasolas
enlaspeñas. Clementinaapoyólos
codos enelventanal delagalería
y
ensilencio miraba haciaelSerrón,
que ya cerradalanoche taladraba
la niebla,ioñamándola con suluz
roja,revéberandoelfocoenla
ne-gruradelespaciocomodiscodeun solmortecino,que declina
Pora luellos días, los moiadores de Rañeces olvidaronlos desastres
delapatria, atentosáladesgracia
quesecerníasobrelavillacostera,
amagándolesalií,en su mundo
pe-queño. D. Nazario había caídoen
camacunlosachaques exacerbados por las zozobras ylosdesasosiegos
delaguerra;sunaturalezaderoble
sedoblegabayacomoeljunco
pró-ximoá troncharse,yalverle
enca-madopor primera vez ensu vida, dabanpor supuestoqueelveterano
50 DE BUENACEPA
Así nadie preguntabayaporlo delcombate;parecíalescosade una edad remota,episodiomenudoenla
historia,cuandoellosestaban
vien-dodesarrollarseante sus ojosun
ca-pítulotriste, unapágina obscura,
peroimpregnada depalpitante
emo-ción.
Latertuliadel muelle arrastraba
sushorascon languidezydesmaj'^o;
eneltendederoderedespedíanlos
unosálosotros noticiasdel
enfer-mo; lasmujerucas comentabanel
casodeportaláportal;alentrar las
lanchaspreguntabanlas
tripulacio-nesporD. Nazario, y enlataberna,
yenelcafetíndelaMarina, yen
lasacristíade\a.parroquial,era
te-ma
de conversaciónla salud delde Leiredo.—
Estodelrapazleacaba;silanoticia viene, trasdel hijoseva
elpadre; aúneramucho hombre,
52 DE BUENACEPA
perocon maretazosasínilaspeñas aguantan,yqueelmuchachónera
paramirado despacio,ylosdela
casonada arriba también dicen que renquean;sólodoña Clementinase
sostienecomosinavegase con
m
rbella;esun gozoelmirarla, firme,
proaaltemporal.
Estaban enlo cierto;lade Orreí hacíafrenteáladesgraciacon
im-pavidezvaronil,repitiendoante su
maridoel estribilloconsolador:
(¡Vi-ve, vivel»aloqueélrespondía
bra-vioenmediodel abatimiento,hosco
yhuraño:<';No,mujer, qué ha de
vivir,ha muerto, ha muerto!
Rosaritobajabatresveces aldía,
porentre loscallejones p-.-dreg)S'>s,
á lacasonadelos Orreas.Pero no hablaba conelenfermo; ensu cuar-tosó'o entrabaelcabj demar.Era
te-níapasofianco,yelveteranole
ha-cía sentarseálacabecera, parecía
sorber elaire salitrosode queel
chaquetónazulestabaimpregnado:
le interrogaba, irquiríaanhelante,
yelcabo con su charla pachorruda,
entrecortada, hablándoledelmov
mientodel puerto,delpatache que
ibaásalir,delcachamarín que
esta-ba para entrar, le encalmaba, le
adormecía, dejándolelaalcobasatu
radadeolora barco, perfumefres
code camarote.
Una
mañanaviodoñaClementnaentrarporlacasonaásuherma
no D. Fulgencio, párroco de unavilla
cercana áRañeces. Elcasono era
paraalarmará nadie,porqueel clé-rigosepresentaba porallíde cuaa-do en cuando,como si bu'caseal
calorcillodelafamiliareparo á su
54 DEBUENACEPA
oirlesuhermanacorredoradelante
cayó desvanecida.Alrecobrarsela
señora,estaba pálida,perotan sere-na,queenvano acudióel sacerdo-teá remediarlosestragosde su
re-pentinaaparición.Lade Orreadaba órdenesá loscriados, sin cuidarse
de la charla delrecién venido,y
cuando todo estuvodispuesto,
qui-tándoledeloshombroselbalandrán
deviaje,ledijo:
—Desayúnate. Fulgencio, después
me contaráscómofuéeso...á mí,
todo, todo;con Xazariochiten,
ges-tamos.'..conél,chítónhedicho.
Todavíaintentóelsacerdote
des-viar lospensamientos de su
herma-na, para conducirloscon lamaña
del oficioá regionesserenas;pero
laabnegada señorahusmeóel
me-sajequeelclérigo traíay no
de D. Fulgencio con elapetitoso
desayuno.Al acabaréste, después demucholimpiarse los labios, entre
chupetonesdeun habanoque
en-volvía su fazgrandota yrojaen
le-veshumaredas,se dioelpárroco á
ensalzar la fortalezade la madre
cristiana,rocaque rechazaeldolor
—
asídecíaél—, inmoble comoloscantilesdelacosta;y miratú,
her-manamía,nosólo deese batallar
cruento salen loshéroes, no,no por
cierto; estasbatallas sordas dela
vida
—
aquílachupadafuépodero-saylahumaredadensa
—
,tedigoqueestas batallas necesitan
arran-quesviriles,esfuerzo gigantesco,y
enmiespinosacarrera de cura de almas,hevisco¡poderde Dios!he
vistomuchasvecesejercer de
he-roínas álasmásapocaditasde entre
56 DE BUENACEPA
pansaelelocuenteOrrea,miró ha-ciala esposnytanenterala halló,
tansevero el rostro,tan rígidoel
cu':rpo,quesinmásoratoria nimás
chupadura», pareciéndoleinútil ma-yor preparación con mujerfan
resig-nada, sacódelafaltriquera lacarta
deun amigo, que deallá,delas tie-rr.íslejanas,lecomunicabala
muer-tedesu sobrino,elvaleroso Z-rio.
f'G'orioso morir
—
leescribían—
,enarremetidaquijotesca contralas
na-ves delenemigo, que por unos
ins-tantespararon elfuego, para dar
tngiias á la barquilla valiente.
Fue-ronsegundos de pavor paralosque desdetieira lovimos; pencábamos
quelam*sana arriaríabandero
¡Ban-deritas á Zario!Loqueelmozo
dis-currió pararespue'tafuéizarpor
laarboladuradelacañonera toda
bor-58 DEBUENA. CEPA
doyasícomodegala,empavesada,
borracha de fuego, semetiópara
dentro...paradentro.]Cosa grande!
—
terminabalacarta— sensaciónex-trañaque noshizo lloraryreír al
mismotiempo.»
A
la lectura siguióun largosilen-cio;eldeOrreavolvió lacartaála
faltriquera, mascujóelhabanoque
noteníalumbre,lo estrujó entre los
dedos,restallóunacarilla,lacerilla seconsumiósinencenderelcigarro,
yelsilencio enelcomedor nose
rompía. Levantóseelcura,pusouna
manosobreelhombrodesu herma-na y sacudiéndola suavemente, ex clamó:
—
¿Quédices, Clementina.'—
Ya
te lodije Fulgencio...conNazario,chitón,;'est111.05?chitónhe
dicho.
Sonó enelcomedorun
campani-I
llazo;eraelhéroeque llamaba;
Cle-mentina acudiópresurosa,pero
des-delapuertase volvióhaciasu
her-mano, encarándolearrogantey ce-ñudapara exclamar:
Vioelmarinoalsacerdoteplao
la-do enelrecuadrodelapuerta,
lle-nándola consucorpacho easotanado
ylerecibió sioalarma,conla
habi-tualexpansión deregocijo,algo apa-gadaporeldesmedro desu naturale-za.Elde Leiredoyelde Orrea eran
hombresbienavenidos,que amiga-ban cordialmente;ladiversa profe-siónyaunelopuestohumorde
en-tramSossefundíanenlasregiones
aliasdeunidealsereno: clérigoy
nnarinoerandosnavegadores de
es-02 »E BUENACEPA
paciosfrancos,que avizoraban con miradasagaz, registradorade
remo-toshorizontes,adiestradoLeiredo en
mirar á lolargoyOrreaá loalto,
asemejándolosunamismacondición:
sufallade apego álatierrafirme.
Instalóseelpárrocoálacabecera
desucuñado, enlaespaciosaalcoba sobriamente alhajadacon muebles
señorilesyrancios;elsuelode
cao-ba picosadepolillayen «1techo
viguetasaldescubiertoderoble tan
renegrido,que ensombrecíanla
es-tancia,matizándola deuntono
gra-ve,conventualyaustero.Laluzque
semetía áoleadasporelventanón
frontero allecho, borraba aquella
patina de vetustez;perodemedia
tardeenadelante,elaposento
seen-capuzabade nuevo, sumiéndose en
unaatmósfera melancólica y
Esfumados losdos hombres en
esteambiente denso que entrevelaba
elrostrocetrino de D. Nazario,
re-forzando con medias sombrasel bus-tonobleybien cuadrado, comenza-roná chancear, disparándose bromas
tan forzadas,tanfueradepropósito,
lágri-64 DE BUENACEPA
reasenlosojos,mientrassostuvieron
eltiroteo.
De
lasbromas uo sacórajaelve-terano,yemprendiótrabajosde
son-da para ver dellegará laverdad,que
sindudaposeíaelsacerdoie.
Tam-pocoeste registroledioelresultado
apttecido;eldeOrrea,cauteloso,
re-huíarespuestasfrancas, escurríase
arteroysutil, como hombre ducho
enelbrujuleoporlosescollosdela
chachabainsidiosa.Elmarino juzgó llegadoelcasodeatacar frenteá
frente,áladescubierta:
—
Mira, Fulgencio,tuestasaveza-doá ver lahumanidadpordentro,
sin trampantojos,yáloshombres
talcualSCO,de ungolpe...¡Bueno!
Tú
visteyoíste lomásextraordina-rioylomás... ¡Bueno! Perocasos
como el mío... tú nolos cataste,
sillayahoraquenituhermananos
oye,aquílos dos,yo
me
confiesocontigo¡recontro!y
me
acuso,padre Fulgencio,de no querer conelque-rerdeunpadre ám¡hijo;
me
acu-sodepedir,deansiar sumuerte,por
lafanfarriadeverlemártir... esoes,
mártirdela patria,héroedesu raza.
El curade almas, algo
conmovi-do,murmurabaentre dientes:
—
Conozcotus zorrerías;note va-lenesastretas.Y
elde Leiredo continuaba,in-corporándose enellecho:
—
No
tepongoeneltrance infer-nalde que mientas; yaséque eressacerdote deladivinaverdad,que
tedesposasteconeliay que jamás, jamásserásinfieláesadeidad purí-sima.
Y
elde Orrea:66 DE BUENACEPA
creerenfermodeveras, sibarrun
-to tumal por el delirio que te
ataca.
Y
Nazariootra vez, implacable, respaldadoelbustoflacoenlasal-mohadas, con vozacrimoniosa,
ma-niobrandocon lospuños,que
lan-zadosalaire,caíanámazazos sobre
lassábanas,proseguía:
—
De
tipuedo yoarrancarlaver-dad decuajo;siahoramismote
pre-gunto enseco,no puedes engañarme.
¡Pobrecitopárroco, túno puedes
mentir!Perono, tranquilízate,
con-fesory hermanomío,tranquilízate,
quetodavía,conlosdoloresque
me
atenazanelcuerpoylas dudas que
me
roenelalma,soybastantenobleyharto caballero,auntratándosede
unhijo,pararespetar loquerespetar
se debe.
mo-nosílabosvagos, condébiles
excita-cionesalsosiego,álacalma.
Elmarino, con voz tonanteque
re-sonabaentre lavigueríadel techo,
redoblósus briosasarremetidas
con-traelde Orrea:
—
¡No quieromelindres,guárda-losparacuando confiesesmonjas;
no
me
empalagues ahora conalmí-bardeconfesonario,queelcaramelo
queyopidoes otro; sóloquiero
sa-bersiZarioestáentrelos rendidos
ó entre losmuertos.
D.Fulgencio callaba;metióla
manoenelseno,sacódeallá
den-trounapetaca, extrajodeellaun
ci-garrilloyentre losdedos carnosos
loanoUaba ylovolvía á desarrollar
con pachorra, mientraselotro
bra-maba:
—
Yaveotustrasudores,ya veo68 DE BUENACEI'A
anteelremusguillodeque endilgue
en5ecolapre^untilla,
Y
Fulgencio,ligandoydesligan-doelcigarro,cada vezmás sumido
enlapenumbradelaalcoba,conla
cabezabaja,murmuraba:
—
No me
enredarásen tusarti-mañas, lobo delmar,zorro dela
tierra.
Hubo
unsilencio más congojosoquela violentacharla delveterano;
elclérigonoresollaba;el marino
echóatráslacabezaabrumada, para
prorrumpir con dejo deamarguray
no sin cierta expresióncaballeril,
calderoniana:
—
Todoscallan,vuestro silenciome
anunciadeshonra)'vergüenza.—
Esto—
decíapara su sotanaelpárroco—ó es delirioóesuna
tram-pa; pero calenturaó zorrería, este
encuantosequiebreestamala
ama-rradel disimulo,pornodecirdela
mentira.¡Ay,ay hermanamía!
viu-datequedas,seacabaron Leiredos,
'
seextinguiólaraza, laheroicaraza.
—
¿Quérefunfuñas, hombre? ;Es queyamascullaslatines?Sinome
muerotodavía,sino he de morirmehastasaberque Zariosefué
bonita-mente pordelante,que
me
aguarda álaotrabandaparacontarmequeaquello fuéasíyasá...
Me
iré;perohe desaberque conmigose acaba-ronLeiredos enlatierracochina
y
enlamarsalada;vayasi
me
iréjrs-contro!,ytanarregostado, tan
gxia-pamente,asíque
me
digáis:cVava, Nazario,seacabóelfílón; a)rapaznoslebirlaron,demaneraque
ente-rrarteátiescomo enterrarlallave
delaraza.
•JO OEBUENA CFPA
severasinflexionesde lavoz,
ex-clamó:
—
Siusted no se apacigua,estecuramarcha hoy mismo ásu pa-rroquia.
El enfermo,sinacoquinarse por
laamenaza,másbienaguijoneado, impelidoporella, irguiéndose
ira-cundoenellecho,desbordantede
cólera,conespumeoenleslabiosy
chispasenlos ojos, lanzóásu
cuña-doestaspalabras,que parecían
des-garrarleelgaznate,alsalir
enronque-cidas,revueltasyatropelladas:
—
¡Vete, veledeaquí!...Valientecaso hagoyodetusroncas..Allá
va-yastiícontodastuszalamerías de damisela*ytusarrumacos debeatas.
¡AhOrrea, Orrea!todavía note
en-teraste delo que es un Leiredo.
¡Orrea,Orrea,vete,vete!...Aunque
72 DE BUENACEPA
locual dudo ¡control,peroes
me-liCsterqueunhombresepongaen todaslascontingencias;bueno,sies
casoquela entregóyporeso
ca-líaistodos,entonces,puedes
quedar-tepararecibirleen nombremíoy
decirle cómosupadreseha dado
elgusto soberanodemorirse,porno darseelatragantodeverle entrar
rendidopor el honrado puerto de Rañeces.
Elinfelizsederrumbóenellecho,
rugiente, convulso, vueltos los
aira-dosojoshaciaelmar,barbullando palabrasinconexas,entrecuyo
bal-buceosedestacabanbroncas, pero
claras,vibrantes, con sonoridades
varonilesy timbrepoderoso,estas
dossolas:
—
¡Unhéroe...unhéroelDoñaClementioa,queestabaen
lasoyórepercutirdesabridas porel
tonotozudoybravioquelesdaba,
elretumbo hueco bajolostechosde
la casona solariega,estremecida á
lairacundavozdel
amo
yrepitién-dose amedrentada,de rincón á rin-cón,de aposento en aposento,con
austeraresonanciayecos teme-osos:
En
pocas horas 'anoticiasees-parció por Kañecesytambién
cun-dióálamar,comosila arrastrasen
lasráfagasdelaventolera.Laslan
chasquesalieronalmediarla
ma-ñana,llevaron el cuento álas
ma
drugadorasyasí, alatracar éstas,
sa-bíanyalas tripulacionesque había
perecidoelrapazde Leiredo.Loque nadiesabía eranlospormenoresdel
suceso.Primerohuboreferencias
va-gasdeuna hazaña descomunal; des
pues,yaenlacasona de arriba
con-cretaronrumoresydetallaron
calleabajoálaseñoritadeAcuña, que cruzólaplaza,metiéndose enel
portalde Orrea;yalmediodíaun
rebulliciodesusado alborotabalas
callejuela»,con hervor de
humani-dadinquieta: eralanoticia cabal
delaheroicidaddelde Leiredo. Aquellos mareantes,tanronceros
paraestreoaecerse antelas
desgra-cias,porelhábitodeverlasdelante
deellosmismos,chorreosasde
san-gre,impregnadas dehorror,
palpi-taronconaquélla,enlaque
presen-tíanalgomásgrandey másinsólito
queunatraineraestrelladaá puros
maretazos, contra los bajíos del Se-rrón.
A
cada lanchaquevolvíasele-vantaba unclamoreo,yalcaer la
tarde,elmurmurio, contenidohasta
entonces,pugnóporreventaren
impre-cacionesiracundas contralos mata-doresdeZario, elguapo rapaz;ya
elvocifere© rebasabaimponenteel
rebullicio,como espumaquesalta
entreeloleajepesado; perola
cam-panadelaiglesiarompió en un
to-quemonótono, aplacador delos
ru-morescallejeros,yunaexclamación
susurrante,temblorosa,seabrió
pa-so entre laalgaradaybajóhastael
puerto pararepetirdeoído enoído:
<E1viáticoáD. Nazario.>
Y
lomásperegrinodelcaso eraqueelhéroe,elinvictoLeiredo,
ig-norabaloque no había mortal en
Rañeceiqueignorase: lamuerte de
suhijo.Reunidos enelcomedorde
lacasona: lade Orrea,suhermano
L». Fulgencio,elmédico,el señor deAcuña yel consignatario inglés,
seimpuso á todoslavoluntadterca
—
Chitón,señores,chítónhe dicho.Yo
leconozco;esun padrazo;na-turalmente... hijoúnico,venidoal
mundo
cuandoya nileesperába-mos....¿quieren rematarle?puesno
haysinodecirle:Zarioha muerto.
íKsesto lohumano,doctor.-... -'Es estoloque Diosmanda,Fulgencioi*...
Puesbasta.Usted,doctor,ádecirle
alenfermo: oseñorcristiano,yasate
quesenecesita prácticoparaentrar
en puerto;tú,Fulgencio, ála
igle-siaporelviático;usted,señorAcu
ña,
me
traeá Rosario,necesitoquienme
ajnide, yusted, Fe, avísemeálos delmalecón;antesde que
obs-curezcaseleadministraydespués...
hágase lavoluntaddel Señor.Pero
acelerarleá sabiendasconlanoticia,
eso,jamás;decirleal infeliz:tele
ma-taron...lehicierontrizas, el
8o DE BUENACEPA
mira...doquedó ni polvo,¡niesto,
ni esto! vamos, señores,seríadarle
una puñalada.
Y
entre sus dienteschasqueabalauñadel pulgar, al repetir con
ahinco: «¡Niesto,niesto!» Todos los varonesdesfilaron á cumplir cadaunolamisión confiada porlaanimosa Orrea, mientrasque
éstadisponíalacasapara
recibirdig-namenteá laMajestadqueibaá
en-trarporlaspuertas adentro.Enla
al-cobadelenfermosearmóun
altarci-11o,que Rosaritomismaseencargó de aparejarconlazos azules,con gran-desramos dehortensiasydaliasque
ensujardín abundaban;
completa-ronelatavíoconunparde
cande-labros,que ensusbrazosretorcidos
ycubiertosdehojarasca,como
ra-mazón deolmogigante, sostenían
luzy
humo
sobre un crucifijodemarfil. Laestanciaseimpregnaba
deunolorpegajoso,comode
cáma-ramortuoria.La señoritadeAcuña ibayvenía ádondelasórdenes se-casdedoña Clementina disponían
iryvenir; parecía moverse la
mu-chachaymaniobrar,impelida por
resortessobrehumanos.
Y
en verdadqueelimpulso arroUadordela
es-posadelhéroe á todossubyugaba
conlaatracción dela fuerzayla
magiadelejemplo.
—
Mira,hijamía—
habíadichosinremilgosni suavidadesde acento á
lanoviade Zario
—
,yaloves;comosospechalo ocurrido, sólode sospe charlosenosva,sí,senos va porla
posts; puesentretanto jvalor!no
hagaeldiabloqueleaennuestros
ojos lo quelecallan los labios.
llorare-82 DE Buenacepa
moslasdos porlosdosáun tiempo.
En
lacasonaretumbóelcampa-neo; lamarineríaacudió ála iglesia,
yde puertaá puerta,átravésdela
plaza, setendieronen doblefila,con
hachas enlamanoylascabezassin
boinas;elvientoapagólaslucesy
aborrascólaspela-ubreras de
aque-lloshombres, que bajoladuray
co-rreosacaparazóndesus corpachos
algodebíansentirvibrantey
alboro-tado,cuandosemantuvierontiesos,
silenciosos,conelendeblecirio
en-trelasmanos.
Ya
anochecíaal cru-zarD.Fulgencioentreladoblehi-lera,revestidoconhábitos
blanco-yrodeado por loscontertuliosdel
malecón, que se mttieron zaguán adentroy eic.tleraarriba,con
ras-treodepiesporlospeldañosde gra-nitoconelanchahuelladesbastada,
taconeodesigual,y siempresilabeos
ceceosos derezo susurrante,cortado
áintervalospor los toquesde la
campanilla que hendían los aires
con repiqueteargentino.
Una
hora después, cerradayalanoche, enelsilenciode aquella
mo-rada entenebrecidaporla espera
ansiosaquedominaba átodos, en
esos instantessupremos en queal
dolor espolealazozobrapunzadora,
doñaClementinaabandonabaá
cor-tosintervalos laalcobadelmarino,y
enlagalería,recostadoelbusto
so-breuna ventana, dejaba quela
fres-curadel mar refrigerasesu frente
ardorosa ydolorida.Lade Orrea no quería mirar,perocon fascinación
tenaz,provocativa,mirabaenfrente,
alfocodelSerrón,elfaro rojo,fijo
ypersistenteenlainmensidad negra;
84 DE BUENACEPA
clavábase enlasuja,yClemenlina
larecibía conun deleitefrío,
sere-no,comosifuesegoceintenso
desa-ñ^trlaysostenerla.Metíaseotravez
enlaalcoba,volvíaásaliryá
aco-darseenlaventana; cerrabalosojos,
tapábaselacaraconlasmanos, pero insensiblementelosresortesse
aflo-jaban,caídos los brazos, seabrían
losojosyéstos sorbíanconar.sia el
destello del faro,queparecía
difun-dirseportodoelcuerpo deladama,
prendiendo en su corazónotraluz,
otro faro también dedestellorojo,
sangriento, fijo,perenne, enmedio
de otra noche
muy
larga y tene-brosa.En
unadeestasalucinacioneses-taba sumida,cuandoderepente,
es-tremecieronla casagritos desento-nados,voces discordes que
repercu-tíanhuecasysonoras enlas conca-vidadesdegalerías, estanciasy es-caleras.
Clementina aguzóeloído;eraél,
eraelviejo,que vocifeiaba con
po-tenciadetrueno,con arranque
inve-rosímilen sunaturaleza
derrumba-da,moribunda.
Ladama, recogiéndose presurosa
lasfaldas, corrióála alcoba.La
gri-teríadelde Leiredo continuaba
atro-nadora,conborbotón de palabras que resonaban atrjpelladaí,
indis-88 DE BUENACEPA
tintas.Enel recuadrodelapuerta
estabaelcabode mar, conelrostro
íscarlatado,que destellabauna
sa-tisfacción honda;los ojuelos
res-plandecíanbajolasmatas blancas
delas cejas, los carrilloslustrosos,
plegadosporunarisasordaque
es-tampadaenlatoscafíz,más
expre-saba asombro,espanto,queregocijo
sincero,ylabocaabierta,comouna
grancicatrizentre larevueltabarba
quela encubría.
Lade Orreaseparóanteély con
losojosmásque conlaslabios,
pre-guntó imponente,airada:
—
¿Qué?...¿qué.*...Lacabezotadeerizodelcabo de
marseirguiósoberana, conaire de
triunfo,con marcialidadyaltanería;
pero no profirió sinoun gruñido
apagado,seco. Ladamaenderezó
yacon vozentera,durayalgo
ren-queosa, preguntóalcabo:
—
¿Quéhiciste, bruto?...—
¿Quéquiereusted quehiciese?...¡Siaúnnolo sabíaelseñor!
Losojosdelade Orrease nubla-ron detal modo,quese borróde
ellos laásperafiguraqueantesí
te-nían,álavez que llegaban hastasus
entrañas maternales, desgarrándolas despiadadamente,las palabras del
veteranocomosifuesen lava
ardien-teyarrolladura:
—
¡Clemeniina, Clementina!.. .¡todo vuelve,lodovuelve!
Y
elviejoponía ensuvozalientotriunfal,vigorjuvenil,inflexionesy
trémolosde unregocijodesbordado, enloquecedor.
Todosseestremecieronaloir
cla-ro,penetrante,aqutl rugido que
90 DE BUENA CEPA
queparecíabamboleailaconelül
-timoresoplodeunaraza heroica.
Lacriíisdelenfermofué terrible
Jadeaba y aunrepetíacon eco
apa-gado,sordo, la frase triunfal.
Al verásucuñado,letendió la
manoseca y con balbuceotorpe.
Con palabras que salíansílabaá sí-l..ba,condesbarro,comoagua que
(orre entre guijas,prorrumpió:
—
¿Losves,hombre? mequitarontidogalque
me
asfixiabayahorasi qii2
me
mucre...ji-.,ju, ju, ¡memuero degusto; contro! Vete,
Ful-gencio, vete á tuparroquia y entona
allíun TeDeíantnconmemoración detanheroicosuceso.
La noblecabezade D. Nazario'
cayósobrelasalmohadas, rendida
El doctor presagiólamuertedel
veterano paralamarea delamaña na;perolamañana transcurrió sin
que muriese. Aldía siguiente
coriie-ron porRañeces rumores
muy
acen-tuadosde queD. Nazariorevivía;
alotroaseguraron queelhéroe
re-cobrabasu saluddebronce,y una
semanadespués estabanlos de la
tertuliaenelbancodelmuelle,
go-zándose enelrecalmóndela
tarde-cita,viendoentrar laslanchasdela
sardina,y unodeellosvio venirpor
elmalecón adelante,acercándoseá
grandestrancos, la figura altayseca
de Leiredo delaCampa.
Llegó sudoroso, anhelante;pero
su faz enjuta radiabaplacer, sus
ojos rebrillabancon lumbradavivaz,
sucuerpo enderezadoseestremecía
palpitante y los brazossacudidos
acentuaban,enérgicos, suspalabras
sonoras:
—
¡Ya ustedeslosabrán!—
decíael deLeiredo—
¡Unhéroe,unhéroe!.„
Y
nadamaslesdigo.Vine solopordarles la noticia, siesque la
igno-raban todavía.
Y
ahora...otravezá lacasona,que Clementinaestá...estáqueno
me
gusta¡controlDesumal barrunto yo pocobueno,peroZa-rio...nolo olvidenustedes...¡Zario
Lia
lectura
Revista
ilustrada de c'encicsy
de artes.- Tomo
me7i-sual de
120
á140
págí-ñas.
Papel couché.
Fo-tograbados
Lopor'a.
Artículospublicados delos
seño-res Altamira, Benavente, Beruete,
Borrell, Bretón, Buylla,Carretero,
Cervino,Clarín, Cubillo, Delgado, Dorado,Farinelli,FernándezPrida,
I.ampérez,Lázaro,M.MartínHume,
Marquina,Maura y Gamazo,
M
eli-da,Moret NavarroLedesma,
No-gales, PardoBazán, Peré?, Picón,
Posada,Sánchez de'loca.
Serrano-Fatigati, 'lolosaLatour,Un;.muño,
Valera,Vera.
SecciónBibliográfica,Crónica pc»-lílicainternacional.Clónica históri-ca,Crónicasociológica Crónica
pe-dagógica, Crónica científica,
Ció-nica agrícola. Teatro en España,
Teatro enelextranjero,Esposiciones
artísticas.
RevixTADE REVISTAS.
Españo-las, Francesas, Ingleías,
America-nas..lemanas,Italianasy Rusas en todoslosnúmeros.
PRECIOS
Un
año 24Seismeses 12