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Salas de los Infantes.

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Salas de los Infantes.

Salas de los Infantes: foto área. (Fuente: SITCYL)

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Índice de Salas de los Infantes

Página

Índice general 2

1.- Situación 3

2.- Breves datos históricos 3

3.- Casco urbano, arquitectura popular y edificios auxiliares 8

4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa 14

5.- La cultura inmaterial: las tradiciones, celebraciones y trabajos 18

6.- Material gráfico y planimetría aportados 26

7.- Bibliografía 26

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1.- Situación.

La población de Salas de los Infantes es un núcleo esencial en las comunicaciones en la zona media el valle del Arlanza hacia diferentes áreas de la sierra, ribera, tierra soriana, la Rioja y hacia la capital de la provincia, Burgos. Ese cruce de caminos que han acabado por convertir a nuestra villa en un centro neurálgico de las vías contemporáneas en la comarca y hacia tierras más lejanas no es sólo un hecho de nuestros días sino que, como veremos, tiene una larga trayectoria histórica.

Si remontamos el curso del Arlanza hacia la población de Salas pronto salta a la vista que el río tiene una trayectoria bastante recta hasta la Revilla, paralelo al sinclinal de los montes de Carazo. Sin embargo aguas arriba se observa un profunda inflexión en la confluencia del Ciruelos en el Arlanza. Desde la ciudad el valle forma un arco hasta el despoblado de Hornillos, desde donde vuelve a tener la misma orientación anterior hasta la confluencia con el río Abejón.

Nos importa precisamente esta última zona pues es aquí donde se ubica la villa de Salas y las poblaciones que tuvieron una importante vinculación con ella a lo largo de la Edad Media y que en parte ha seguido con posterioridad hasta nuestros días.

Salas desde la etapa prerromana es un punto de llegada de vías de comunicación. Una venía del sur, desde la ciudad de Clunia; luego de superar la sierra meridional desde Mamolar se encaminaba hacia La Serna, Hacinas y por el camino viejo atravesaba la zona llana de Salas bordeando la margen izquierda del Arlanza encaminándose luego hacia Castrovido, Arroyo, Hoyuelos, valle de Valdelaguna y de aquí por Canales se dirigía hacia la población de Tricio, la Tritium Magallum de las fuentes romanas. Parece que desde aquí partía o hacia aquí confluía la conocida como vía de los Pelendones que por la zona sur de la sierra se encaminaba hacia Numancia pasando por Vinuesa. En sentido este-oeste llegaba la vía que desde Barbadillo partía al encuentro de la que venía del sur hacia el norte, llegaba a la “civitas Lara” y por Revilla del Campo acababa en la gran ruta de la zona norte del valle del Duero.

Hemos querido poner en relación las vías de comunicación actuales y la centralidad de la villa de Salas con el pasado histórico, para destacar el papel de su situación geográfico y las vías de comunicación.

2.- Breves datos históricos de la zona de la Demanda y de la población

de Salas de los Infantes.

El área de la Demanda, a ambas vertientes de la Sierra de la Demanda, los Montes Distércicos de las fuentes medievales, avena sus aguas a la cuenca del Duero y a la del Ebro. En la zona meridional nos movemos a caballo de los ríos Arlanza, Pedroso y otros de menor entidad mientras que en la norte la red hidrográfica la componen el Arlanzón y afluentes que avenan sus aguas hacia el Duero y el Oca y el Tirón que lo hacen hacia el Ebro. Las cumbres de la Demanda, con el San Millán, Mencilla, Trigaza o San Lorenzo marcan geográficamente la zona central divisoria de vertientes, mientras que las sierras de Neila y la Campiña, junto con la Demanda, individualizan el encajonado curso alto del Pedroso. Por el contrario montañas de menor porte como los Montes de Oca o las sierras de las Mamblas, Montes de Carazo o la Cervera significan el resto del territorio en el piedemonte de la gran sierra sin olvidar la atractiva sierra de Atapuerca.

La paleontología nos informa de la importante huella dejada por los dinosaurios y otras especies en zonas sedimentarias como los montes de Carazo, Cervera, Picón de

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Lara y en la cercana Cabezón de la Sierra. En todo caso el hito más importante de esta tierra, de compleja y quebrada orografía, es la evolución que científicamente hacemos arrancar en la sierra de Atapuerca, con el “homo antecesor”, y el largo proceso de la evolución humana hasta llegar al “homo sapiens sapiens” en el paleolítico superior. Los restos prehistóricos no sólo de la sierra de Atapuerca sino repartidos por todo el territorio nos informan de que los asentamientos humanos tienen una larga secuencia desde el paleolítico medio hasta nuestros días. Nos deberemos perder de vista, según nos indica la arqueología, que hay restos musterienses en la cueva de la ermita en San Pedro de Arlanza. Ya en el paleolítico superior encontramos algunos restos, de la etapa auriñaciense, en el abrigo de La Aceña de Lara, La Yecla, Arlanza, en el entorno de Atapuerca y en otras zonas. La etapa de mayor trascendencia por las transformaciones a que dio lugar fue el Neolítico del que conservamos diferentes manifestaciones que evidencian la tendencia a la sedentarización, al cultivo de algunos cereales y tal vez a la construcción y fabricación de cerámica. De este período prehistórico, en su etapa más antigua, conservamos diferentes testigos en Jaramillo de la Fuente, Barbadillo del Mercado, La Aceña, Pinilla de los Moros, Iglesiapinta y Tinieblas que son sobre todos lascas y hachas. Las muestras de una clara sedentarización las documentamos en Cubillejo, Jaramillo Quemado y Barbadillo del Mercado. Destacan ante todo el dolmen de Cubillejo, los de Atapuerca, Ibeas de Juarros y otros lugares.

La edad de los metales, bronce o hierro, la documentamos en la ermita de Hortigüela, La Aceña, ambas de la primera etapa. Ya a la segunda corresponden los restos de la peña de Lara, los torques de Jaramillo Quemado y diferentes restos de castros distribuidos por toda la zona del valle alto y medio del Arlanza. Pero restos de esta lejana etapa los encontramos en numerosos yacimientos de la zona. Sin olvidar la cultura de los castros de la Yecla, Talamanquilla, Muela, Picón de Lara, Carazo y Salas que señalan la gran importancia del dominio celta en esta tierras.

La llegada, asentamiento y difusión de la civilización romana tiene su expresión de mayor interés en la “civitas Lara” y numerosas villas alto y bajo imperiales que se reparten tanto en la zona de sur, valle del Arlanza y Pedroso, como en la norte en el entorno de Atapuerca, Arlanzón, Villafranca Montes de Oca y otros lugares como el valle de San Vicente. De esa etapa da fe los numerosos puentes romanos, algunos restos de calzada, algún miliario y la reconstrucción de algunas de esas vías que comunicaban las diferentes áreas con la ciudad de Clunia o daban acceso a las grandes vías de comunicación de la época. A lo anterior hay que sumar la existencia de numerosos núcleos de población que son el testimonio de las transformaciones habidas en este período Destacamos al respecto los de Hortigüela, Revilla del Campo, Mambrillas, Mazariegos, Villaespasa, Jaramillo Quemado, San Millán de Lara, Quintanilla de las Viñas y un largo etc. No se puede conocer el grado de romanización habido en esta tierra pero parece que fue bastante alto sin que ello signifique la desaparición de algunas de sus señas de identidad precedentes.

En la Alta Edad Media centros tan notables como Santa María de Lara nos indican que la transición hacia el mundo medieval en esta tierra se hizo desde planteamientos de la baja romanidad. La cesura en la evolución histórica impuesta por la desintegración del reino visigodo y la consiguiente desarticulación del territorio, hace que haya una vuelta a tiempos nunca olvidados del todo en lo que se refiere a la organización social, económica y tal vez también política. Que esta tierra mantuvo su actividad, organización y formas de vida lo prueban los numerosos poblados altomedievales y las numerosas necrópolis existentes en toda la zona, teniendo especial significación algunas de la zona más escabrosa de la sierra. La Alta Edad Media nos brinda un número bastante elevado de restos de núcleos de población, numerosos

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despoblados e importantes restos materiales como Santa María de Lara, San Millán de Lara, Rupelo, Piedrahita, Lara de los Infantes, San Pelayo de Arlanza, La Revilla, Barbadillo del Mercado, Vizcaínos, Barbadillo del Pez, Covarrubias y un elevado número de poblados repartidos por todo el territorio.

La población de Salas, situada una zona del río Arlanza que la convierte en un lugar estratégico en las comunicaciones, empezará a figura en la documentación a partir de la segunda mitad del siglo XI, año 1094, fecha en la que Juliana Fortúnez hace una amplia donación a San Millán de la Cogolla en la que figura un palacio en Salas, que procedía de la herencia paterna de la dama. A través de ese dato nos podemos remontar a la generación anterior en la cual Fortún Álvarez, una de las personas destacadas en el reinado de Fernando I , había poseído ya ese mismo palacio.

Un hecho reseñable en esta zona es el litigioso y largo proceso de la configuración de la frontera entre los obispados de Burgos y Osma. Luego de un largo proceso, el año 1135 y 1136 se establecen definitivamente los límites; la zona de la Sierra queda dividida entre ambos pero no afectó a la villa de Salas que estuvo integrada en su totalidad en la diócesis de Burgos. Que Salas no se viera afectada tal vez tenga que ver con su vinculación al alfoz de Lara que queda confirmada en 1156. También sabemos a que en 1187 el monasterio de Silos poseía en Salas la iglesia de San Pelayo.

A partir de aquí la mención de Salas empieza a ser frecuente en la documentación durante el siglo XIII y sobre todo en el XIV, cuando empieza a tener el valor de centralidad y punto neurálgico del poder de Pedro Fernández de Velasco. Esa centralidad se confirmará y será una realidad incluso jurídica a lo largo del siglo XV, sobre todo desde el momento en que los Velasco obtienen el señorío de la villa de Silos y de otras antes ligadas al monasterio, lo que sucede el año 1432. La documentación que se puede manejar con cierta fiabilidad indica que entre el siglo XI y XV Salas fue inicialmente una pequeña aldea que pertenecía al alfoz de Lara. A través de la misma documentación sabemos que a finales del siglo XIV se ha convertido en el centro del señorío laico de Pedro Fernández de Velasco. Parece que ese hecho consumado a finales de esa centuria presenta algunos hechos precedentes que ya apuntaban en esa dirección como son la Leyenda de los Infantes de Lara y la elaboración del fuero apócrifo de la villa.

Todo apunta a que la leyenda empieza a cobrar cuerpo y difusión en el momento en que Salas está ascendiendo en detrimento de otros lugares señalados como Lara y Silos. Tal vez en algún momento anterior Lara se impuso a Salas por algún hecho violento y la incorporó a su control, lo que pudo suceder a finales del siglo X o tal vez a comienzos de la siguiente centuria. La leyenda pudo ir tomando cuerpo a lo largo del siglo XII estando ya plenamente formada en el XIII cuando la decadencia de Lara ya es un hecho y Salas empieza a destacar. Seguramente esta leyenda estaba ya muy consolidada y confirmada cuando se escribió el Poema de Fernán González, en cuyo mundo está y ambas acabarán por ser recogidas íntegramente en la Primera Crónica General.

Por lo que se refiere al diploma apócrifo, se encontró en el archivo de Salas sirviendo de encuadernación de otro documento y ya Luciano Serrano, el primero que lo publicó, advirtió de que era un documento apócrifo. Tiene su base en el documento que otorgara Garçi Fernández, el año 974, que no se conserva pero sí la confirmación de ese fuero que hiciera Alfonso VII. El documento en cuestión, es una confirmación de Pedro I el Cruel, sobre otra que hiciera su padre Alfonso XI. Este documento adopta la forma de una carta de población y dotación de fueros, indicando que la villa de Salas fue poblada por Gonzalo Gustios bajo mandato del conde Garçi Fernández. El contenido es el siguiente:

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Primeramente establece que Salas tenga doce alcaldes y que se atengan a su fuero las diez villas que enumera, las que contarán con un número muy inferior de alcaldes.

Sigue un cláusula por la que establece el régimen señorial de behetría y exenciones para los señores de Salas y sus villas.

Luego hay una serie de disposiciones relativas a la prestación del fonsado y del apellido, al pago del homicidio y otras cláusulas de orden penal.

La parte final se refiere, de una forma muy desordenada, a los aprovechamientos ganaderos, teniendo los ganados de Salas libertad de pastar en todos los territorios y no al revés.

El fuero es un documento apócrifo en primer lugar porque no concuerdan las disposiciones con las habituales en el siglo X. Hay una intención clara de señalar los derechos de los vecinos de Salas respecto a las villas circundantes. No firma el documento Gonzalo Gustios pero en su lugar lo hace el conde Garçi Fernández a quien siguen los que confirman, algunos de los cuales coinciden con personas del momento pero muchas otras son claramente elementos anacrónicos. La falsificación parece una obra poco hábil, bastante tardía, ya propia del siglo XIV, aunque bien pudiera ser algo anterior. Es posible que hubiera una primera falsificación del siglo XIII o tal vez anterior y que más tarde sobre ella se completara el documento que conocemos. Ese texto sería el que en 1351 recibió la confirmación de Pedro I y va encaminado a fortalecer al concejo de Salas frente a los de las aldeas circundantes. Este documento no fue copiado en las colecciones documentales de los monasterios y no fue confirmado después de 1351. Tal vea los cambios habidos a partir de ese momento bajo el poder de los Velasco hicieron que dejara de tener utilidad y por ello acabó sirviendo como encuadernación de otros documentos.

El final de la Edad Media fue una etapa de profundos cambios para Salas de la mano de Pedro Fernández de Velasco. Una valiosa fuente de información para comprenderlo la encontramos en el Becerro de las Behetrías, del año 1352. En esa recopilación con carácter hacendístico Salas parece como behetría cuyos diviseros eran Pedro de Haro, Nuño de Lara y Pedro Fernández de Velasco, quien además era el señor singular de la villa. A través del Becerro se puede confirmar la existencia de un palacio de Salas cuya tenencia lleva aparejado el disfrute de ciertas rentas. Ese palacio parece que estaba unido al señorío singular de la villa que había pasado a manos de Pedro Fernández de Velasco hacía poco pues el año 1350 lo tenía Diego López de Haro. A partir de 1439 la villa de Salas pasa a ser solariego del linaje de los Velasco que convertirán a Salas en el centro territorial de la comarca y en el bastión de una rama del linaje en la zona.

En el censo de 1591-1594, la población de “Salas de los Ynfantes” aparece integrada, dentro la actual provincia de Burgos, pero en las Tierras del Condestable dentro de la Jurisdicción de Salas de los Ynfantes, como villa de señorío. Esta situación fiscal, organizativa y jurisdiccional perdurará prácticamente durante toda la modernidad. Ya a finales del siglo XVIII, sin que haya aún desaparecido la estructura del Antiguo Régimen, la organización provincial empieza a tener algún parecido a la que se imponiéndose a lo largo del siglo XIX. Las poblaciones de la Demanda, bien solas o formando parte de entidades que las engloban forman parte del “alfoz y jurisdicción de Burgos”, del “valle de San Vicente, dentro del partido de Burgos; del “partido de Can de Muñó” dentro de “la jurisdicción de Lara”, “Jurisdicción de Salas de los Infantes; del “partido de Castrogeriz”, “partido de Juarros”, “Jurisdicción de Juarros y de la Mata”, “”Hermandad de Montes de Oca”, “Jurisdicción de Villafranca Montes de Oca” y del “Partido de Aranda”. En todo los casos se expresa si la población

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es villa, lugar, aldea, granja o despoblado y sí son de realengo o solariego, en esta caso tanto de la jurisdicción laica como eclesiástica.

La modernidad nos aporta un notable caudal informativo a través de los libros parroquiales. En todos los lugares, bien desde finales del siglo XVI o desde las primeras décadas del XVII encontramos los libros de tazmías, matrícula o de fábrica, que nos aportan una importante documentación para poder reconstruir la evolución de la población, los oficios y actividades a que se dedican y las reformas y cambios habidos en los templos parroquiales y ermitas.

Es de la mayor significación para conocer la situación de Salas de los Infantes, sus fuentes económicas, las actividades y los oficios el catastro de la Ensenada elaborado el año 1752. El cuestionario y las respuestas abordan los elementos más señalados de cada población. Importa ante todo el “Libro Mayor de la Raíz” o el “libro de personal”. Por él sabemos el número de casas existentes, las habitadas o deshabitadas; las tenadas, los pajares o los corrales; la existencia o no de panadería; si había molinos, cuántos eran y las propiedad de los mismos; los telares; cómo funcionaban las tabernas; si había o no escuela, médico, boticario; a que partido pertenecían, en nuestro caso muchos al de Candemuñó. Tenemos noticias sobre la agricultura, la propiedad de la tierra y el tipo de cultivo. En suma para un mejor conocimiento de nuestra población será esta la fuente de mayor importancia juntamente con los libros de las parroquias. En todo caso a finales del siglo XVIII, el año 1785, el conde de Floridablanca solicitaba al intendente de Burgos, dentro de una propuesta general, un puntual información de las jurisdicciones de su provincia. Por esa pesquisa y a través del Diccionario o Nomenclator conocemos cuál era la situación de Salas de los Infantes: era una villa de señorío, en el Partido de Can de Muñó dentro de la Jurisdicción de Salas de los Infantes.

Entre las reformas que se plantean las Cortes de Cádiz está una nueva división provincial de España que, debido a los avatares políticos de los años siguientes, no se hace realidad hasta 1833. Ese trabajo se completa con la nueva organización municipal que se establece definitivamente el año 1843. Salas de los Infantes adquiere ahora la condición de municipio constitucional, contaba con 493 habitantes y se incardina, como cabeza, en el partido de Salas de los Infantes al que sigue vinculado en la actualidad. El liberal Pascual Madoz, en su obra “Diccionario Geográfico-estadístico-histórico de

España y sus posesiones de ultramar”, que publicara entre 1845 y 1850, describe así el

emplazamiento y otros aspectos significados de nuestra población: “Villa con ayuntamiento, cabeza del partido de su nombre, administración subalterna de rentas estancadas en la provincia, diócesis, audiencia territorial y civil gobierno de Burgos (9 leguas). Situada en un hermoso llano; su clima es templado y saludable. Tiene 190 casas bastante diseminadas, entre las cuales se cuentas unas 20 de buena fábrica; en la que vivieron los siete Infantes de Lara; la del ayuntamiento; escuela de instrucción primaria para niños y otra para niñas; 2 iglesias parroquiales (La Asunción y Santa Cecilia) servidas por 3 curas y 3 capellanes; una ermita y buenas aguas potables…Producción de granos, legumbres, lino y pastos; cría ganados, caza varios animales y pesca de truchas, barbos y anguilas. Industria: telares de lienzos del país y varios molinos harineros. Es pueblo susceptible de muchas mejoras, por la abundancia de agua y la fertilidad del terreno que disfruta. Población: 134 vecinos, 413 almas. Capacidad productiva: 1525,900 reales; impositiva 143.434; contribución 14.388 reales y 3 maravedies. Con la lectura de la obra titulada, El Moro Esposito, escrita por el duque de Rivas, se vino en conocimiento el año 1836, de que en el altar mayor de la iglesia principal de esta villa, debía haber un hueco que contuviese una arca con cenizas de los Infantes de Lara o Mudarra; y en efecto el juez de primera instancia, en compañía de los más principales

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del pueblo, se dirigió al sitio indicado, y hecha la excavación o derribo de la pared, se encontró el arca, y hasta el cráneo y cenizas de persona humana, con algunos restos de lienzo finísimo, en que sin duda se hallarían envueltas; todo lo cual se dejó en su lugar según estaba. Esta villa fue capital de la jurisdicción de su nombre, con alcalde mayor letrado a que estaban sujetos los pueblos del contorno que a continuación se espresan:

Nombres de los pueblos Clase de justicia de cada uno

Arroyo de Salas Alcalde pedáneo

Carazo Alcalde pedáneo

Cascajares Alcalde pedáneo

Castrovido Alcalde pedáneo

Contreras Alcalde pedáneo

Gete Alcalde pedáneo

Hoyuelos Alcalde pedáneo

Monasterio de la Sierra Alcalde pedáneo

Piedrahita Alcalde pedáneo

Pinilla de los Moros Alcalde pedáneo

Rupelo Alcalde pedáneo

Salas de los Infantes y despoblado

de las Veguillas Alcalde mayor nombrado por el Duque de Frías de quien es toda la jurisdicción.

Tañabueyes Alcalde pedáneo

Terrazas Alcalde pedáneo

Villaespasa Alcalde pedáneo

Vizcaínos Alcalde pedáneo”

3.- Casco urbano: arquitectura popular y edificios auxiliares.

La población de Salas de los Infantes presenta un casco urbano en el que debemos diferenciar una serie de zonas en función de su mayor o menor antigüedad. Tenemos por un lado el barrio de Santa María, articulado en torno al templo del mismo nombre que es el parroquial de la localidad, emplazado en una zona ligeramente alta alejada del río Arlanza, con una forma triangular ligeramente alargada hacia el nordeste; presenta un poblamiento concentrado con un entramado irregular de calles en ocasiones con diferencias de nivel entre ellas (arpop 11); en las construcciones predominan las manzanas compactas o de casas adosadas en hilera aunque nunca en mucha cantidad con lo que no se configuran calles de una cierta longitud. Dada su antigüedad es también uno de los barrios donde se conservan algunas de las casas más antiguas de una sola planta, en general en un penoso estado de abandono (plano 1 / pl.

Santamaría). Este barrio se ha salvado más que otros de las alteraciones bárbaras de su

fisonomía urbana pero tampoco se ha visto libre de ellas como se puede apreciar en algunas fotografías (calle mayor / Salas 2, 5).

Frente a él, al otro lado de la carretera que se dirige hacia Quintanar y otros pueblos serranos, está el barrio de San Isidro, donde aún podemos ver la ermita del mismo nombre y al que la gente de una cierta edad de la localidad y de toda la comarca asocia con las ferias de ganado que se celebraban en sus eras. Es similar al anterior, aunque tal vez se aprecian en él más manzanas de casas adosadas en hilera de lo que se

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deriva un mayor protagonismo de calles longitudinales (plano 1 / pl.Santamaría /

manzana 8).

Si desde estos barrios vamos descendiendo en dirección al río nos encontraremos con toda la zona del ensanche a partir del siglo XIX, con algunas construcciones interesantes de tipo modernista y de la primera mitad del siglo XX, de las que luego trataremos. Veremos también lo que podríamos denominar –con todas las disculpas por el anacronismo que ello puede suponer- “los adosados de los años cuarenta” (calle 1), como también los vemos todavía en algunas zonas de la ciudad de Burgos (Barriada de la Inmaculada, por ejemplo), cuya incorporación al casco urbano no alteró por lo menos las alturas medias. Vinieron luego las construcciones de varios pisos: hasta los años sesenta aproximadamente con volúmenes no muy grandes y sin incorporar materiales ni elementos excesivamente extraños (moderna 1, 2, 3, 4); más tarde todo lo demás que se ofrece a nuestra vista, con muros de falsa piedra, ventanas con falsos arcos, PVC, ladrillos esmaltados en fachadas, cristaleras…etc. en construcciones casi siempre demasiado altas para el entorno en que se emplazan y que en ocasiones de “comen” a las tradicionales (arpop 20), proceso que sigue imparable en nuestros días (plano 1 / pl.

ensanche / calle 2 / nuevas 1, 2).

Todavía en la misma orilla del río y muy próximo a éste encontraremos otro de los barrios tradicionales en torno a la ermita de San Roque, aunque de menor envergadura urbana que los de Santa María y San Isidro y más dañado aún que éstos por el crecimiento urbano. Finalmente, una vez cruzado el Arlanza, estaremos en otro de los barrios tradicionales que aún conserva buena parte de su personalidad: el de Costana. La carretera nacional Burgos-Soria lo ha “cortado” en dos zonas: la más baja y cercana al río, con pocas construcciones, y la que rodea y asciende ligeramente por las estribaciones de un pequeño cerro siguiendo su curvatura. También en éste hallaremos todavía arquitectura tradicional (plano 1 / pl. costana).

El tipo de casa tradicional es la de la subcomarca de Salas dentro de la comarca de la sierra de la Demanda, según la clasificación de García Grinda que estamos utilizando como base en nuestro estudio. Estamos, por tanto, en una zona con un claro predominio de la piedra como material de construcción, fundamentalmente piedra arenisca si bien con gamas cromáticas tal vez menos espectaculares que en otras zonas.

En el caso de la población que nos ocupa creemos que lo más adecuado es comenzar nuestro estudio por los tipos de casas que en ella vemos. Como en todas las localidades, las casas de mayor antigüedad son siempre las de una sola planta, desaparecidas muchas de ellas en esta localidad dada su transformación urbana, abandonadas otras o convertidas en edificaciones auxiliares con los más variados usos. La herida es aún más sangrante cuando vemos edificaciones de este tipo con muestras evidentes de un largo abandono, a las que se adosan volúmenes de “hace cuatro días”, desfigurando por completo la fisonomía urbana anterior (arpop 9, 18, 19, 22, 32, 38, 41,

52 / manzana 1, 5).

Las casas de planta y piso y en ocasiones doblado son muy numerosas, de momentos muy diferentes a partir del siglo XIX. Lo más habitual es verlas formando manzanas compactas o adosadas en hilera, con cubierta continua a la misma altura cuando ninguna de ellas ha sido excesivamente transformada. Cuando esto ocurre podemos por lo menos apreciar sus volúmenes originales porque lo normal es que muchos de sus elementos (ventanas sobre todo) hayan sido modificados (manzana 2, 3,

4, 6 / arpop 20, 26, 29, 34, 40, 45, 46). Hay algunas de ellas que tienen un porte especial

por su fachada de sillería a la que acompaña en ocasiones una articulación muraria con cenefas de separación entre la planta baja y el piso y éste y el doblado; las mismas se

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hacen con sillares en resalte y así también pueden ser los que encuadran los vanos y los sillares angulares (manzana 8 / arpop 30, 33). Son además casas en las que es muy frecuente que se abran balcones y el tipo de ventanas nos lleva a situarlas a partir de la década de los treinta del siglo XX.

Hay otro grupo de casas tradicionales que se nos presentan como volúmenes exentos, cúbicos o cercanos a ello, por lo general menos alteradas en su conjunto y en sus elementos concretos (portadas, ventanas, aleros…) que las que acabamos de ver. No llegan a ser casonas o palacetes –éstos también los hay- pero destacan por su elegante porte y a menudo por la articulación armónica de sus fachadas, además de por otros elementos concretos como pueden ser, por ejemplo, el elegante corte en curva de la parte inferior de los dinteles de los vanos (arpop 4, 10).

Hay otro grupo de construcciones que podríamos denominar casonas o palacetes, en unos casos exentos y en otros adosados a otras construcciones; dos de ellas (arpop 5,

6, 7 y 57) se encuentran en el barrio de Santa María, destacando tal vez la que vemos en

la fotografía número 5 por su fachada de sillería y los elegantes alzados que presenta

(alzado 1, 2). En este grupo vamos a incluir también la “Casa de la Farmacia”, que

denominamos así porque en el dintel de una portada más pequeña situada al lado de la portada principal se representan en relieve recipientes y redomas propios de la preparación de ungüentos y remedios curativos, como “cartel anunciador” del establecimiento; es un elemento curioso, no único en esta población, porque en otra casa vemos algo similar, en este caso relacionado con algún oficio artesano. Independientemente de esta peculiaridad, la casa ofrece otros elementos interesantes como su fachada de sillería, su alero de piedra, una disposición armónica de sus vanos en los que se incluye un mirador de madera –con mucha probabilidad bastante más reciente que todo lo demás pero que no desentona del conjunto- y su amplia portada configurada por un arco de medio punto. Es asimismo interesante la puerta que la cierra, de la que hablaremos más tarde (arpop 49 / farmacia). Finalmente tenemos el edificio hoy propiedad municipal que alberga la Casa de Cultura y en el que se celebran distintos tipos de actos y actividades. Su protagonismo es indudable por el volumen del edificio en sí y por los jardines que lo rodean (Cultura 1 – 6) aunque se trata de un edificio relativamente reciente (siglo XX) con unas formas clasicistas.

Todas estas serían las que podríamos considerar casas de arquitectura tradicional, anteriores a la incorporación al urbanismo de esta población de ese otro grupo, muy interesante también, de estética modernista. A ellas dedicaremos un apartado al final de este análisis. Ahora nos parece más adecuado analizar diferentes elementos de las de arquitectura tradicional, como tipos de muros, de vanos…etc.,en la medida en que su estado de conservación nos lo permita.

El tipo de muro más habitual es el de mampostería, con piedras de tamaño medio o grande, bastante regulares en tamaño, rejuntadas tradicionalmente con calicanto, casi siempre más claro que la piedra y que en ocasiones la cubre casi por completo a modo de un revoco encalado. Lo normal es encontrar este tipo de muros bastante deteriorados, faltos del necesario mantenimiento periódico que el calicanto necesita y también “limpiados” para que luzca la piedra cuando la casa es arreglada

(manzana 4 / alzado 5 / arpop 4, 9, 12, 20, 27…). Como hemos visto anteriormente el

muro de sillería también está presente en algunas fachadas de las que hemos denominado casonas y en otras casas que creemos son ya de la primera mitad del siglo XX (arpop 30, 49).

En las casas más antiguas de una planta y en algunas de las más populares de planta y piso, lo normal debieron ser las ventanas no muy grandes, de forma cuadrada y configuradas por cuatro sillares, pero resulta difícil encontrarlas hoy porque si la casa no

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ha dejado de utilizarse lo más habitual es que en algún momento se as hayan modificado para agrandarlas. Los balcones se incorporan preferentemente en los últimos años del siglo XIX o ya en el siglo XX, pueden tener vuelo o no y lo más interesante de algunos de ellos es el trabajo de forja de las barandillas de sus antepechos; destacamos ahora sólo las que nos han parecido más antiguas porque este es un elemento que no es raro que haya sido sustituído con posterioridad: alzado 5 / arpop 4, 13, 20, 37, 45.

Las portadas han sido en general muy alteradas excepto las de las casonas. Lo normal es que fueran adinteladas como es lo habitual en esta zona, con gruesos dinteles de arenisca, roca de fácil talla cuando sale de la cantera debido a su alto grado de humedad (algo muy necesario en una pieza de las dimensiones de un dintel) y que al secarse pierde peso (algo muy necesario también en un dintel). En las casonas lo más habitual son las portadas configuradas por un arco de medio punto generalmente de considerables dimensiones. Tampoco conservamos apenas –la excepción vuelven a ser algunas de las casonas y portalones de construcciones auxiliares- los cierres de madera originales. El modelo más habitual a buen seguro fue el de una puerta de una sola hoja compuesta por un sólido bastidor de madera sobre el que se clavaban tablones de perfil biselado o moldurado, con clavos de cabeza redonda (los más habituales) o con formas más caprichosas. Eran puertas dotadas de cuarterón más o menos grande, a veces un auténtico ventanuco (puerta 5). En las casonas el modelo es básicamente el mismo aunque, dada la anchura del vano, el batiente de una sola hoja con su cuarterón se integra en una estructura más amplia, que queda fija en el vano; en estos casos la puerta propiamente dicha puede ser del modelo antes descrito o acasetonada (alzado 1 y puerta

1 / arpop 49). Finalmente las grandes puertas –portones o portalones- de las

construcciones auxiliares suelen ser generalmente de dos hojas y pueden abrir también un cuarterón en una de ellas, como vemos en algún ejemplo de Salas que también nos ofrece unos interesantes clavos de cabeza cuadrada y un cerrojo de tipo pasador como muestra del habilidoso trabajo de los herreros (portalón 1, 2 / clavos / herraje / arpop

54).

Los tejados tradicionales pueden ser a dos o cuatro aguas. Los primeros los vemos en algunas construcciones exentas, en muchas auxiliares de planta rectangular y en las manzanas de casas adosadas en hilera (auxiliar 2 / arpop 30, 32, 41…). El segundo en construcciones exentas y en manzanas compactas (auxiliar 1 / arpop 10, 19,

54…). Cuando el volumen constructivo cubierto no tiene una forma geométrica

definida, la cubierta se adapta a ello tendiendo más al modelo de cuatro aguas pero con mucha irregularidad (arpop 14). También la cubierta a dos aguas se adapta muy bien a las construcciones emplazadas en un suelo en pendiente, con calles a distinta altura a uno y otro lado de ellas; en esos casos suele llamar mucho la atención el desigual tamaño de sus vertientes (arpop 11). Por lo que se refiere a los aleros, el predominio corresponde claramente a los de tipo tejaroz, formados por varias hileras de tejas superpuestas de las que la superior las lleva colocadas a canal y algo más salientes

(alzado 5 / arpop 13, 19…). Dada la transformación que las construcciones de esta

localidad han experimentado, apenas podemos ver el tipo de tejados y aleros más tradicionales; nos referimos a aquellos en los que vemos asomar las cabezas de la viga cumbrera y de las correas así como los extremos de los cabios sobre los que vuela el tejado formando el alero (arpop 36). De algunos de estos tejados todavía vemos sobresalir las chimeneas de campana de las que luego hablaremos.

La estructura interna de las casas tradicionales solía estar formada por una serie de pies derechos de madera sobre los que descansan las vigas; ellas son luego las que soportan trasversalmente las viguetas sobre las que se levanta el piso superior y en

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su caso el doblado Este esqueleto de madera se aprecia exteriormente en aquellas casas que han perdido el revoco de su mampostería o que posiblemente nunca lo tuvieron como ocurre a veces en las construcciones auxiliares. Se aprecia también interiormente puesto que los muros medianeros entre las casas adosadas y los tabiques de compartimentación interna de las viviendas solían ser de entramado de madera con relleno de adobe. El piso inferior normalmente tenía un pequeño zaguán desde el que se accedía a las estancias delanteras que muchas veces no solían ser vivideras sino tener funciones de pequeño taller de trabajo, almacén de productos agrícolas o para guardar aperos, leña…etc. Esta distribución de la zona delantera de la planta baja se adivina en ocasiones en la fachada como todavía se aprecia en algunas casas. A veces esta función en las viviendas serranas la cumplía una pequeña edificación que suele recibir el nombre de casito o casillo, adjunta a la vivienda como un volumen diferenciado de ella mucho más pequeño. Al fondo de la planta baja solían estar las cuadras del ganado vacuno o caballar que se empleaba en las tareas de labranza. En el centro la escalera con los primeros escalones de piedra, resguardada y defendida mediante una puerta. En la planta superior la estancia principal era la cocina que, como en todas las arquitecturas de montaña, jugaba aquí un papel trascendente. Es esta una estancia amplia de planta cuadrada o cuadrangular en la que se inscribe un octógono que sirve de apeo a la chimenea de campana de base circular. El hogar puede estar en el centro o adosado a uno de los muros, con un elemento de madera giratorio sobre el que coloca el “allar¨o “llar” del que cuelgan algunos recipientes. En los muros suele haber adosados bancos con alto respaldo y una mesa plegable. La chimenea tradicional es de encestado con palos verticales y un cuidado entramado de mimbres recubierto de arcilla. Por el exterior está recubierta de tejas imbricadas. Reproducimos por su interés las descripciones de Torres Balbás: “La cocina es siempre lo más esencial (….) a dos

metros y medio del suelo colocánse unos cargaderos que convierten la planta cuadrada en octogonal, levantándose sobre ellos la campana, cónica, que cubre totalmente la cocina, no tiene más luz que la que entra por la parte superior de la chimenea a través de su copete de tablas. El ingreso a estas cocinas queda siempre cortado por un tabique que hace de biombo y sirve al mismo tiempo que para evitar la entrada directa del aire, de apoyo al hogar. En ellas suele estar el horno; la perezosa, mesa plegable a la pared; el burro o soporte giratorio para tener la caldera; los escaños…etc. Para construir la chimenea se toman unas colondas (palos verticales) y se entrelazan con cestería de ramas flexibles (bardas y bardones) de enebro o de sabina; se recubre exteriormente de un escamado de trozos de teja, rematando con un copete calado de madera”.

En algunas de las casas más antiguas de una sola planta de esta localidad todavía vemos sobresalir algunas de estas chimeneas, varias recubiertas de cemento, pero la mayoría enteras y de un tamaño más bien grande lo que es una característica de las chimeneas de la arquitectura popular de la subcomarca de Salas (manzana 5 / arpop 14,

36, 41 / chimenea 1, 2).

El resto del espacio podía estar organizado en salas con las correspondientes alcobas o con otro tipo de compartimentaciones dando lugar a espacios de uso versátil. Sí era muy frecuente que en el fondo de la casa, sobre las cuadras, se reservara un espacio para almacenar hierba o paja, que se vertía directamente sobre la cuadra eliminando en una parte el suelo-techo que las separaba; desde el exterior solía introducirse a través de una puerta en altura que recibe el nombre de bocarón o butrón . Cuando había desván solía ser diáfano, sin ninguna compartimentación. Nada de esto podemos ver ya en la población que nos ocupa.

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Tal y como hemos indicado anteriormente, vamos a dedicar un apartado específico a las construcciones de estética modernista. Tal vez la más espectacular sea la que se halla en el barrio de Costana (modernista 6, 7): se articula en planta baja y dos pisos, rematándose en un alero moldurado hecho con piezas cerámicas de color rojo. Los paramentos combinan el ladrillo rojo de fondo y la piedra que encuadra los vistosos seis balcones (tres en casa piso) con caprichosas formas recortadas, destacando el corte sinuoso de las dovelas de sus dinteles. Con el mismo material que el alero se hacen tres vistosos mascarones –con aspecto monstruoso el central- que ocupan las claves de los dinteles adovelados de los balcones superiores. Muy interesante también es otra situada nada más cruzar el puente sobre el Arlanza en cuya fachada se combina la piedra -que también enmarca de forma muy destacada los vanos y forma pilastras que articulan ópticamente el muro- con enfoscados amarillos. Tres balcones se disponen simétricamente en el primer piso mientras el tercero es más bien un doblado con mayor altura en la zona central del caballete del tejado, donde se abre un doble vano de medio punto muy rasgado con antepecho de forja al igual que los balcones, aunque a diferencia de éstos sin vuelo (modernista 1, 2, 3). En el dintel del balcón central leemos la fecha 1897.

En la Plaza Mayor hay otras dos construcciones que también debemos incluir en este mundo. Ambas son construcciones de dos pisos adosadas a otras, sobre soportales; en ambas domina claramente el ladrillo rojo combinado por algunos toques de piedra de color claro sobre todo en los dinteles de los balcones. Parte de una de ellas alberga en la actualidad el Museo Paleontológico (modernista 4, 5).

Habida cuenta la transformación que ha experimentado este núcleo de población, es prácticamente imposible hallar, ni tan siquiera en sus zonas periféricas, construcciones auxiliares tradicionales, desaparecidas o reconvertidas para otros usos como garajes. Tampoco hallaremos hornos ni otro tipo de edificaciones ligadas a actividades agropecuarias tradicionales. Sí tenemos la suerte de conservar, en el barrio de Santa María, una fuente tradicional de tipo romano, es decir, las que llevan el manantial protegido por una estructura de piedra a modo de pequeña casas, abovedada por dentro y a dos aguas por fuera (fuente 1, 2).

Otro de los edificios habituales en la mayor parte de las poblaciones es el

molino. Los que conocemos son todos de tipo rodezno y han sido utilizados hasta la

década de los setenta del siglo pasado. Lo normal es que la construcción sea de pequeñas dimensiones, de planta cuadrado o rectangular, con muros de piedra, mampostería sillares en los ángulos. La cubierta es a dos aguas. En el piso se coloca la herramienta y las diferentes muelas, mientras que el mecanismo movido por el agua, con las aspas se coloca debajo. El molino va precedido de un caz, de mayor o menor longitud, con una embocadura y caída de agua sobre el rodezno. Los encontramos en los cauces de los ríos, casi siempre fuera del casco urbano y en ocasiones muy alejados de la población. Unos son comunales, del municipio y de uso alternativo de los vecinos pero también los hay privados. Algunos de ellos acabaron transformados en pequeñas centrales hidroeléctricas para abastecer de luz a las poblaciones cercanas. En el barrio de San Roque aún podemos ver el molino Aragonés.

Conservamos en Salas de los Infantes tres cruceros, ubicados en el barrio de San Roque y en las proximidades de las iglesias de Santa María y Santa Cecilia de Costana (crucero 1, 2, 3).

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4.- La arquitectura y arte mueble de función religiosa de Salas de los

Infantes.

4.1.- La Iglesia de San Cecilia.

El templo parroquial de uno de los barrios históricos de la ciudad de Salas (Costana), bajo la advocación de Santa Cecilia, es una iglesia de tres naves, planta de salón, dos tramos, muros de piedra sillería y cubierta de bóvedas de crucería, terceletes. Hay un tercer tramo, a los pies que no tiene cubierta abovedada y que parece fruto de una reforma tal como lo vemos en la actualidad. En el muro sur, primer tramo, se ubica la portada. Se trata de una estructura abocinada con jambas con baquetoncillos que se prolongan formando arquivoltas ojivales. Sirven de marco a un tímpano que apea sobe arco carpanel. Sobre el muro del hastial se levanta, en la nave central, la espadaña que se articula en dos cuerpos con remate en tres troneras de arco de medio punto. Al exterior vemos que hay varios contrafuertes prismáticos, correspondientes con los arcos fajones, algunos de ellos reformados. Los pilares sobre los que apean los arcos fajones y formeros, tienen base circular a la que se adosan haces de columnillas.

El templo se remata en cabecera cuadrangular con muros de piedra sillería, contrafuertes prismáticos en los ángulos, van os ojivales abiertos al mediodía y en el muro este, arco triunfal ojival y cubierta de crucería, octopartita. Al muro norte se adosa la sacristía con muros de piedra sillería y cubierta rasa.

Las ventanas son un punto de referencia que ponen de manifiestos los diferentes momentos estilísticos por los que atravesó la historia constructiva del templo. Los vanos de la cabecera son obras claramente góticas, mientras que las de muro meridional de la naves ponen de manifiesto el tiempo renacentista y barroco en que se completó este templo.

La historia constructiva de este templo, de una mirada a su arqueología muraria, pone manifiesto que en la historia particular ha habido algunos desastres que se han tratado de subsanar en sucesivas restauraciones. Se puede afirmar que la base esencial del templo se corresponde con la obra levantada a lo largo del siglo XV, por tanto es una obra de trazas y formas góticas, tal vez de la segunda mitad de la centuria. Se aprecia que a lo largo del siglo XVI se reconstruyó una parte del templo, como prueban los arcos de medio punto con intradós con casetones y los pilares circulares del templo. La reforma más importante es la que se debió hacer en torno al año 1783. De esa reforma datan las molduras del alero del tejado, el reforzamiento de algunos contrafuertes, la reforma de la fachada occidental y cierto replanteamiento del conjunto del templo.

El arte mueble.

El primero de los retablos, dedicado al Niño Jesús, es una estructura de madera policromada que consta de banco, un cuerpo, tres calles y remate. La forma de las columnas, el tipo de hornacinas, las características de la ornamentación vegetal y la composición general de la obra nos indican que estamos ante un retablo churrigueresco que se debió realizar en las primeras décadas del siglo XVIII.

El segundo se adosada al muro norte de la nave del evangelio, en el segundo tramo. Es una estructura de madera dorada que consta de banco, cuerpo, una calle y remate. Es una obra de formas y trazas clasicistas, postridentina en su formas y elementos ornamentales que parece pudo realizarse hacia la cuarta o quinta década del

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siglo XVII. En el banco leemos “A COSTA DE ANDRÉS CÁMARA Y DE SU MUGER ANGELA MERA AÑO DE 1650”.

El tercero y cuarto se adosan al muro este de la nave del evangelio, ambos son de madera dorada y constan de banco, un cuerpo y remate. En el primero vemos un lienzo del Ecce Homo y en el segundo a la Dolorosa. Son obra de la cuarta o quinta década del siglo XVII.

El quinto, el retablo mayor, ocupa la cabecera del templo. Se trata de una estructura de madera dorada que consta de banco, dos cuerpos, tres calles y remate. En la calle central vemos la talla de la sana titular, santa Cecilia, y en las laterales pinturas sobre tabla con escenas de la vida de la santa. En el remate un talla de Cristo crucificado. Es una obra de formas y trazas clasicistas, muy dentro de la estética postridentina que se pudo realizar en las primeras décadas del siglo XVII.

El sexto es una sencilla estructura de madera dorada que se adosa al muro este de la nave de la epístola. Consta de banco, un cuerpo, tres calles y remate. Es una sencilla estructura que presenta formas clasicistas y que podemos datar en la tercera o cuarta década del siglo XVII. La tres tallas formas el tradicional calvario con Cristo, María y San Juan.

Un de los objetos litúrgicos de mayor significación es la pila bautismal. Es una sencilla copa cuya embocadura va recorrida por la habitual zarcillo y el resto se ornamenta con arcadas de medio punto. El pie y la basa parecen posteriores. Las medidas son de 85 cms. de diámetro por 92 de altura.

4.2.- Iglesia parroquial de Santa María.

Es un templo que presenta planta de salón, tres naves, muros de piedra sillería de aparejo regular, cubiertas de bóveda de crucería y que se articula entres tramos. Los pilares son poligonales con columnas adosadas y los arcos fajones y formeros presentan trazas y formas ojivales como tónica general. Al muro meridional, primer tramo de la nave de la epístola se abre la portada. Se enmarca entre sendos contrafuertes muy desarrollados que sirve de apeo al arco de medio punto con intradós acasetonado y con grillas en las enjutas. La portada se presenta con un arco de triunfo que se apea sobre podio bastante desarrollado. Las jambas tienen sendas columnas. Con capitel corintio y fuste acanalado en su dos partes superiores y en la inferior liso pero con cortinaje que cuelga de la correspondientes argollas. El resto son sendos hornacinas con peana sobre que se colocan sendas tallas de piedra de San Pedro y San Pablo. Sobre ellas descarga un cuidado entablamento decorado con motivos florales pero que en el dintel central se repite la decoración de del cortinaje que cuelga de argollas que en el centro acaba en una ménsula con la inscripción 1549. Como remate vemos un arco de medio punto, abocinado y con intradós decorado con casetones. Es una cuidada obra de trazas y formas renacentistas que tiene no pocas relaciones formales con las que vimos en Cubillejo de Lara y Rupelo. Esta portada parece ser la primera de todas ellas.

Desde el contrafuerte izquierdo hasta el tímpano leemos: Contrafuerte: “LA MALDIZION DEL

MADRE ABRASA Y DES

TRUYE DE RAYZ

HIJOS Y CASA”

Tímpano: “EN LA CAS

DEL QUE JURA

NO FALTARA

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DE TODA PALA BRA OZIOSA DA

RAN LOS HOMBRES

CUENTA RIGUROSA”

Dintel: “O QUE MUCHO LO DE ALLÁ

Y QUE POCO LO DE ACA!

1549

MEMORIA PARA

SYEMPRE

O PENA PARA

SYEMPRE”

En el muro meridional vemos los lugares donde hubo con anterioridad varias portadas que ha sido cegadas.

En la nave central se adosa la torre. Se trata de una estructura de planta cuadrangular, con muros de piedra sillería que se articula exteriormente en tres cuerpos. El superior se remata en el habitual cuerpo de troneras, dos en cada cara y el correspondiente óculo sobre cada una de ellas. Se remata con una cuidada cornisa y pináculos de bolas en los ángulos. Al muro norte adosa el husillo de planta cuadrangular. El primer cuerpo del interior se convierte en el cuarto tramo de la nave central y alberga el coro con sotocoro con bóveda de crucería y balaustrada.

En la nave de la epístola, a los pies, se abre una capilla familiar a la que se accede mediante arco de medio punto con intradós acasetonado, tiene muros de piedra sillería y cubierta de bóveda de crucería de combados.

La cabecera, el ábside, presenta planta cuadrangular, tiene muros de piedra sillería, contrafuertes prismáticos en los ángulos, sendas ventanas ojivales y con cuidada tracería en el muro este y otro en el sur y cubierta de bóveda de crucería, terceletes. Al muro sur adosada la sacristía con muros de piedra sillería, contrafuertes cuadrangulares y cubierta abovedada.

La historia constructiva de la iglesia parroquial de Santa María da comienzos a finales del siglo XIV y se completa con la sacristía, obra ya de la segunda mitad del siglo XVII. Las formas de la cabecera, el tipo de pilares, la manera de realizar el calado de las ventanas ajimezadas de la cabecera y los elementos ornamentales indican que la iglesia corresponde al gótico parroquial de finales de la Edad Media. Nos parece que estamos ante una de las grandes construcciones de la zona, levantada en un momento en que Salas se convierte en el centro político de la comarca serrana en detrimento de Lara y Silos. El templo tiene un segunda etapa de obras en la primera mitad del siglo XVI a la que corresponden la portada, la capilla familiar de la nave de la epístola, la reformas de algunos tramos de las cubiertas, el reforzamiento de los contrafuertes y en gran medida una parte importante de la torre. Ésta parece que se debió completar ya en el siglo XVII. A esta última etapa de obras corresponde también la actual sacristía.

El arte mueble de Santa María.

El retablo mayor, se adosa al muro este de la cabecera y cubre todo el muro que está decorado con la correspondiente pintura mural que no se puede ver. Vamos a repetir en su literalidad la descripción que hicimos el año 1982 cuando realizamos el inventario. Nos expresábamos así:

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“Consta de banco; 3 cuerpos; una calle central muy ancha dividida en 2 cuerpos; 1 calle en cada lateral decorada con relieves y dos entrecalles con imágenes cobijadas entre columnas; Remate: calvario, decoración de medallones y bichas con floreros.

Banco:

- Relieves de entrecalles: los evangelistas (San Juan, S. Mateo, San Lucas y San marcos)

- Relieves de calles: Domingo de Ramos (Jesús en la burra entrando en Jerusalén). Oración del huerto. Juicio a Cristo ante Pilatos; Cristo con la cruz a cuestas. Decoración de medallones en los laterales de los machones de las entrecalles.

- Sagrario: no pertenece a la época del retablo, del siglo XVII de muy mala calidad. Primer cuerpo;

Calle central: Virgen con el Niño de gran corpulencia de estilo gótico-renacentista XV-XVI. En sus laterales dos relieves: La Anunciación y la Adoración de los pastores. Arco cobijando al conjunto decorado con casetones con cabezas de ángeles. Inscripción: “AVE REGINA COELORUM AVE MATER ANGELORUM AVE LILUM”. Enjutas decoradas con cabezas de ángeles y cintas con grutescos.

Calles laterales: relieves de la Presentación de la Virgen en el templo (izquierda) y Adoración de los pastores (con correspondencia con los de la calle central). Entrecalles con balaustres las dos centrales y columnas las laterales(4 apóstoles)

Segundo cuerpo:

Relieves : Presentación de Jesús en el templo y Jesús entre los doctores. Entrecalles con imágenes de 4 apóstoles excepto la derecha que está junto a la calle central con San Miguel.

Tercer cuerpo:

Calle central: La Asunción; laterales; relieves de obispos; entrecalles 4 apóstoles; la calle centra enmarcada por pilastras decorada con medallón y candelieri. Remate: Calvario

La estructura del retablo es plateresca; tiene carácter marcadamente escultórico; lleva balaustres y candelieri platerescos. Las imágenes (salvo la central de finales del siglo XV) están realizadas con características de la escuela de Berruguete. Las imágenes del calvario son más avanzadas (XVII)”.

El segundo retablo se adosa al muro este de la nave de la epístola. Es una estructura de madera dorada que consta de banco, dos cuerpos, tres calles y remate. En el banco vemos en los netos laterales vemos pintados los escudos de los donantes y en el central se lee: “ESTA OBRA HICIERON DON MIGUEL DE MORCATE MONTERO FAMILIAR DEL SANTO OFFICIO DE LA INQUISICION I DOÑA FABIANA MARTINEZ DE QUIZABAL SV MMUGER LOS QUALES LO ICIERON A SV COSTA POR SV DEBOCION AÑO DE 1654”. Destacamos el conjunto de seis tallas de San Benito, San Bernardo y San Antonio abad, las del segundo cuerpo de menor volumen y sobre todo la de Cristo Crucificado y la Inmaculada, de escuela de Gregorio Fernández.

En el testero de la nave del evangelio, enmarcado en un lucillo sepulcral, vemos una talla de madera policromada de Cristo crucificado de trazas y formas góticas, tal vez comienzos del siglo XV.

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También en ese mismo lugar hay una talla de Cristo yacente, procesional, que recuerda el mundo y las formas que implantara Gregorio Fernández.

También en este templo se conserva una pila bautismal de trazas y formas románicas. Es una copa que se remata en el habitual zarcillo que precede a los gallones que cubren el resto. Se apea sobre basa circular, con dos escocias y arranque cuadrangular con decoraciones en los ángulos, hojas lisas. Las medidas son de 84 cms. de diámetro por 53,5 de altura.

4.3.- Ermita de San Roque.

Es un templo de una sola nave, planta de salón, muros de piedra sillería de aparejo regular y cubierta de armazón de madera, parhilera. La portada se abre en el muro oeste. Es un sencillo arco de medio punto que significa la rosca y las jambas mediante el resalte de los bordes. El muro hastial se desarrolla en la correspondiente espadaña que una sencilla estructura con tronera y remate en frontón partido.

El templo se remata en cabecera cuadrangular con muros de piedra sillería, tiene arco triunfal de medio punto y la cubierta es de bóveda de crucería, terceletes. Al muro norte adosa una pequeñas sacristía de muros de piedra sillería y cubierta rasa.

Todo apunto que la cabecera es de trazas góticas, tal vez de finales del siglo XVI mientras que el resto del templo es ya una obra posterior, de las primeras décadas del siglo XVII como ponen de manifiesto la data de 164… que vemos en la espadaña.

En la cabecera vemos un pequeño retablo. Es una sencilla estructura de madera dorada que consta de banco, un cuerpo, una calle y remate. La obra presenta estípites en lugar de las habituales columnas. Por las formas que presenta es una obra de finales del siglo XVII o tal vez de las primeras décadas del XVIII.

4.4.- Ermita de San Isidro.

Es un templo de gran desarrollo con planta de salón, una sola nave, muros de sillarejo y cadenas de sillares en los ángulos, cabecera recta y arco triunfal de medio punto. La portada se abre a los pies y una segunda al mediodía. Nos parece una obra reconstruida recientemente.

5.- La cultura inmaterial: las tradiciones y celebraciones.

a) Algunos de los ritos del ciclo vital.

Uno de los elementos existentes en toda el área estudiada son las celebraciones y festejos que tienen relación con el ciclo vital, con frecuencia envueltas en tradiciones religiosas más o menos recientes que buscan darles un valor cristiano o católico.

El primero de los hechos que tiene un tratamiento especial es el nacimiento y

bautismo. Al muchacho recién nacido, y en tiempos modernos, se le inscribía en el

registro de la iglesia y cristianaba al día siguiente de haber nacido. El niño, vestido con una indumentaria propia de la ceremonia, era llevado a la iglesia por los padrinos. A la puerta salía a recibirlo el sacerdote, quien hacía los rezos y gestos adecuados, según el ritual católico-romano, para exorcizar al pequeño. Con posterioridad, con unos cirios encendidos portados por los padrinos, era introducido en la iglesia y en pequeña procesión se dirigían hasta el baptisterio. Una vez allí hacía el pertinente interrogatorio a los padrinos sobre sus intenciones y las obligaciones que contraían, para concluir

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preguntándoles sobre su deseo de bautizar al pequeño, con el “¿Vis baptizare…?”, a lo que los padrinos debían responder “Volo”. Hacía -lo sigue haciendo- el signo de la cruz con los óleos en el pecho, espalda y cabeza del infante, para luego derramar agua sobre su cabeza haciendo la señal de la cruz imponiéndole al mismo tiempo el nombre; finalmente tocaba la cabeza del recién bautizado con un gorro o paño blanco. Viene luego la recogida de los datos por escrito en el correspondiente libro en presencia de los padrinos.

La fiesta popular viene a continuación pues a la salida de la iglesia era frecuente que los padrinos lanzaran a los asistentes regalos, dulces era lo habitual, como expresión de alegría y celebración comunitaria. Dado que con frecuencia los bautismos solían ser los domingos o en algunas fiestas, la asistencia de los habitantes del pueblo era lo normal y por tanto esta fiestas popular, más bien de la gente menuda, tenía mucho arraigo.

La madre no asistía al bautizo pues lo normal era que la mujer, cuando daba a luz, guardara lo que se denomina “cuarentena”. Durante cuarenta días la mujer tenderá a desaparecer de la vida pública, bien para recuperarse o a la espera de ser nuevamente recibida por la comunidad en una ceremonia religiosa. El día señalado, la mujer con su retoño en brazos, acudirá a la iglesia con una vela y un pan o similar. A la puerta saldrá a recibirla el sacerdote que encenderá la vela, bendecirá a la madre y al niño y les introducirá en el templo. En el momento del ofertorio, la madre acudirá con su hijo, la ofrenda y la vela encendida, siendo recibidos en ese momento por la comunidad mediante unos rezos y ceremonia apropiada.

Por su parte la mujer, después del parto, permanecerá en cama unos ocho días, siendo alimentada con caldos de pollo y chocolate. Su incorporación al trabajo de la casa e incluso del campo no tardará mucho en producirse.

El noviazgo y la boda son otros momentos importantes en las comunidades

rurales de la Sierra de la Demanda. Hasta tiempos relativamente recientes los matrimonios se concertaban entre los familiares, padres u otros ascendientes. A partir de ese momento se veían los novios en determinadas circunstancias y festejos públicos. Había en todo caso una petición de mano y de recepción oficial del novio en la nueva familia, la de la novia.

Una vez que había transcurrido un tiempo prudencial, que se aproximaba al año o a veces más, se procedía a los acuerdos y transacciones entre las familias. La boda iba precedida de las amonestaciones, tres en total, que leía el sacerdote en la iglesia en la misa principal. Además de leer los nombres de los futuros esposos preguntaba a los presentes si había algún impedimento para que el matrimonio se pudiera celebrar. La última de las amonestaciones tenía lugar una semana antes del enlace matrimonial.

La boda propiamente dicha tenía dos partes diferentes: la ceremonia religiosa y los festejos del convite. El segundo lo preparaban ambas familias con todo cuidado. Había una comida que a veces se prolongaba durante tres o más días y casi siempre se acompañaba de música: tamboril, gaita, a veces rabel, acordeón o instrumentos de viento. La música acompañaba a los novios desde su casa a la iglesia, ante todo a la novia, y luego amenizaba la comida y el baile posterior. La ceremonia religiosa, habitualmente con misa, se ajustaba al ritual católico romano. Los invitados eran habitualmente los allegados de los novios, algunos familiares lejanos, a veces el cura, el secretario y el sacristán.

El otro componente del ciclo vital, que cerraba el ciclo de la vida, era la muerte y lo que le acompañaba. La muerte de un vecino se anunciaba mediante repiques de campana diferentes según se tratara de un hombre, una mujer o de un infante. Había un

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velatorio durante el que los familiares invitaban a comida, una concreta para la ocasión, a los que acudían a expresar sus condolenciass.

El sepelio era más bien una demostración de camaradería de cara a los vivos por lo que participaba toda la comunidad. De un lado los cofrades, compañeros de cofradía del finado, que tenían obligación de asistir y portar cirios, bajo pena de multa caso de ausentarse. De otro estaba la población en general que por solidaridad acompañaba a los familiares en ese terrible trance. En las poblaciones de menor entidad el cura, acompañado de los monaguillos y sacristán, acudía a la casa del velatorio a recoger el cadáver para conducirlo, entre rezos y cánticos a la iglesia. Una vez recibido en ella se oficiaba la misa de difuntos, con mayor o menor solemnidad según la riqueza o importancia social del finado. Una vez concluida, en procesión precedida por la cruz y los ciriales, se llevaban al muerto al cementerio. Antes de depositar el cadáver en la tierra se rezaba o cantaba un responso.

Hasta mediados del siglo pasado la costumbre era llevar el difundo con un simple sudario, colocado sobre unas parihuelas y así depositarlo directamente en la tumba.

En algunas localidades era frecuente una comida en casa del difunto a la que asistían ante todo los familiares que habían venido de lejos o de pueblos cercanos. Pero con frecuencia también participaban en ella otras personas de la localidad. Era un ágape de gran significación, de acogida y de recuerdo al finado.

Era frecuente que los familiares, además de las misas de entrada y salida, tuvieran una sepultura en el templo. Allí se colocaba un pequeño mantel blanco, con velas o velones y en ocasiones con ofrendas denominadas en algunos lugares “bodigos”. Al concluir la misa el sacerdote iba a rezar un responso, recibiendo a cambio una ofrenda, en tiempos más recientes en dinero pero con anterioridad en especie. Los familiares guardaban luto, muy riguroso, al menos un año. Era costumbre en algunas localidades que durante la misa dominical se colocaran en primera fila al lado de los velones.

b) Fiestas, tradiciones, costumbres…

La cultura inmaterial, para algunos el mundo del folklor, forma parte de la memoria colectiva. Las tradiciones, festejos, decires, usos, canciones y un largo etc. forman parte de un mundo ancestral que no resulta fácil recuperar. Todo ello tiene que ver con la vida misma, las creencias, la cultura y la manera de sentir y expresarse.

Por convicción, uso, costumbre o tradición, las gentes del lugar participaban en los distintos momentos del año litúrgico lo que siempre se ha interpretado como expresión de religiosidad. Sea cierto o no, la verdad es que muchas fiestas tienen un añadido o sobrepuesto religioso a tradiciones mucho más antiguas que acabaron por ser anuladas en parte por las supuesta creencias o celebraciones religiosas. Se puede afirmar que todas las fiestas y celebraciones presentaban casi siempre un contenido, al menos en lo formal, religioso. Incluso en esta tierra se celebraban las Navidades y Reyes. En muchas localidades tiene especial relieve los Inocentes y las inocentadas. A veces, como en Barbadillo Herreros, se hacía una representación del nacimiento ante el portal con personajes como el ganadero , los pastores, zagales, el mayoral, el rabadán y un coro. Para la ocasión existen los correspondientes textos.

Hasta fechas muy recientes -en algunas poblaciones aún subsiste- la vida de las gentes se regía y ordenaba por los toques de la campanas o campanas: los toques de oración – al comienzo y final del día-, el toque de mediodía, el redoble de los muertos u otros acontecimientos. Las gentes de cada población conocían el significado de los

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distintos toques por la forma de ejecutarlos. Es muy frecuente en casi todas las poblaciones el “Tente nublo, tente tú, que Dios puede más que tú” que se ejecutaba para ahuyentar la tormentas.

De las fiestas populares de esta tierra destacamos las marzas, cantadas con variantes en la puesta en escena, la noche última de febrero que es el paso a marzo, con todo el valor simbólico que hay detrás. También se celebra en muchos lugares Santa

Águeda, con cánticos, toque de campanas, petición de recompensa y con posterioridad

celebrando una merienda entre los mozos. Otra señalada es el pingar el mayo, hecho que tenía lugar el domingo primero del mes bien con el esbelto tronco de un árbol que concedía el ayuntamiento. Los sanjuanes tenían relación con la fiesta del solsticio.

En la mayor parte de los pueblos se celebraba de forma especial el ciclo de la

Pascua Mayor. Daba comienzo la Semana Santa con la procesión de Ramos. Los ramos

llevados a la procesión, bendecidos, se colocaban luego en los balcones, ventanas u otros lugares para protegerlos de cualquier mal. Tradicionalmente se celebraban la procesión del mandato (Jueves Santo), los oficios de tinieblas (Viernes Santo); este último día eran muy tradicionales las carracas u otros instrumentos de madera para anunciar los festejos. La celebración de las tinieblas, ya al atardecer, además de los rezos y las canciones populares, se hacía con fuertes golpes y produciendo un ruido notable con diferentes objetos, entre los que destacaban las susodichas carracas. El Domingo de Resurrección completaba la Semana Santa con la procesión del encuentro, común a muchas poblaciones.

En la mayor parte de las poblaciones de la zona de la Demanda se celebraban otras festividades de cierto sabor popular como las Candelas, el día de la Purificación en que se bendecía a las mujeres que habían dado a luz hasta esa fecha. Por Santa

Isabel en muchos lugares se engalanaba la portada de la parroquia y las casas de las

novias, las enramadas. También han tenido gran arraigo popular las celebraciones del

Corpus, la Ascensión y la Virgen del Carmen. En todo caso las más populares y

anheladas fueron y siguen siendo las fiestas mayores que se celebran en diferentes fechas predominando las de la Virgen y San Roque. También tiene mucho predicamento

la fiesta de acción de gracias, con la advocación de alguna Virgen o santa: Santa Lucía

en Hacinas, Virgen del Sol en Carazo, Costana en Barbadillo de Herreros… En la actualidad las fiestas mayores que no se celebraban en el verano se han cambiado para hacerlas coincidir con la presencia de mayor número de gente, los veraneantes, en su mayor parte originarios del pueblo. Tendremos ocasión de ir viendo en cada lugar lo que ha sucedido y cuáles fueron las fiestas patronales y las de mayor arraigo.

En las tradiciones populares también se celebraba de forma especial la memoria de los difuntos, sobre todo con una especial significación la noche de Todos los Santos, con el toque de campanas o de difuntos. Los mozos rezaban el rosario y luego se reunían a cenar. El día de difuntos se repartía el galacho a los asistentes o mozos animeros que eran unas ofrendas en la iglesia. En Navidades se pedía el aguinaldo.

Se celebraba San Blas, cuyo báculo se pasaba por las gargantas para sanar los problemas o evitarlos. Las romerías son muy frecuentes destacando entre todas la de Valpeñoso (Villaespasa y Jaramillo Quemado), Santa Lucía (Hacinas), Santa Julita, San Juan de Ortega, Las Navas, Nuestra Señora de Mamblas y las advocaciones locales de cada población. Por San Marcos, 25 de abril, se bendecían los campos y ya casi en junio tenían lugar las letanías.

Los niños celebraban sus fiestas de carnaval, las “carnestolendas”, el jueves de todos, que los niños y niñas pedían por las casas con unas canciones adecuadas a la situación, con pequeñas variantes según la población. En la mayor parte de los pueblos se celebraban estas fiestas, disfrazándose y con alguna frecuencia con la presencia de la

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