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LA POBLACIÓN ESPAÑOLA

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LA POBLACIÓN ESPAÑOLA

La población es el objeto de estudio de la demografía, ciencia que describe, cuantifica y analiza las poblaciones humanas, elabora modelos que las expliquen y plantea previsiones. Esta ciencia utiliza las fuentes demográficas como escritos, documentos o estadísticas que aporten un dato o un conocimiento sobre el tema de estudio. La demografía se sirve de diferentes ciencias. Las matemáticas y la estadística le proporcionan resultados numéricos que demuestran los cambios que han sufrido los nacimientos, muertes y migraciones. La historia, la economía, el derecho, la socio-logía explican las causas y las consecuencias de la dinámica de la población.

Es difícil conocer con precisión el número de habitantes en épocas pasadas pues los siste-mas que se utilizaban eran poco fiables. Los primeros datos demográficos tenían en cuenta familias enteras, sin que se especificara el número de personas que la integraban, además su carácter fiscal favorecía la ocultación de datos.

Estas fuentes, como los registros parroquiales, nos han proporcionado datos con grandes márgenes de error y sólo nos permiten hacer estimaciones. Así, por ejemplo, las muertes de recién nacidos o de niños muy pequeños no constaban en los registros parroquiales. Un interés especial en el conocimiento de la población del Siglo de las Luces tienen los censos de Campoflorido, Ense-nada, Aranda, Floridablanca. Éste último, tal vez el mejor, recoge una población española de 10.409.879 habitantes.

Las fuentes actuales, sin llegar a ser exactas, son mucho más precisas: los censos, los

padrones municipales y las estadísticas de nacimiento y defunción y de movimientos migratorios. Los primeros datos estadísticos fiables datan de 1857, cuando se elaboró el primer censo oficial. Actualmente el Instituto Nacional de Estadística (INE) se ocupa de elaborar los censos, encuestas de población activa y estadísticas de los movimientos migratorios.

x El censo es el recuento individualizado de la población de un país en un momento

de-terminado. Desde 1.900 se realizaba cada 10 años, siempre en años terminados en 0. Pero en 1.981, el momento censal pasó a ser el 1 de Abril de los años terminados en 1. Esta fuente se distingue entre población de hecho : residentes presentes y los transeúntes en un municipio, es decir, el total de personas presentes en el momento de realizar el censo, y población de derecho : residentes presentes y ausentes en un municipio, es decir, las personas con domicilio legal en ese territorio. Se actualiza cada cinco años con los datos de los padrones municipales. El censo recoge datos demográficos, económicos y sociales de la población: población total, sexo, edad, es-tado civil, lugar de nacimiento, nacionalidad, lengua hablada, nivel de instrucción, ca-racterísticas económicas, fecundidad de las mujeres y vivienda. Actualmente el censo es una fuente demográfica fiable y un instrumento para la planificación demográfica, social, sanitaria, educativa...del país y, aunque sus datos individuales son secreto, pueden publicarse de forma global

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x Además, se dispone de estadísticas realizadas por los municipios, (e l p a d r ó n ), El padrón municipal es la relación de vecinos de un término municipal. Se realiza cada cinco años (desde 1981, los acabados en 1 y en 6), Desde 1996, la puesta al día y debido a las nuevas tecnologías, se hace automáticamente (Padrón continuo).

x En cada municipio existe además un registro civil, donde se anotan los nacimientos,

defunciones, matrimonios... Esta fuente es otro instrumento útil para los demógrafos, pues presenta una información actualizada.

x Las encuestas, estadísticas y sondeos también son utilizadas como fuentes

de-mográficas. Se diferencian de las anteriores por tener objetivos muy concretos y abar-car a un reducido grupo de habitantes.

2. EL MOVIMIENTO NATURAL DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA

La población española cada año experimenta alteraciones tanto del número de personas como en su estructura, por lo que conviene analizar los factores que intervienen en su evolución.

Uno de estos factores es el crecimiento natural o vegetativo. Por crecimiento natural o vege-tativo se entiende todo aumento o disminución de la población teniendo en cuenta la natalidad y la mortalidad

2.1. La natalidad.

Natalidad es el número de nacimientos que hay en una población en un año. Cuando hablamos de natalidad nos estamos refiriendo a cifras absolutas, ya sea de todo el territorio nacio-nal, o de Comunidades Autónomas, etc; pero difícilmente podremos comparar unos datos de unas zonas con otras, por ello hay que usar conceptos relativos, como las tasas de natalidad (número de niños nacidos en un año en relación con la población total expresado en tantos por mil). La tasa de natalidad suele considerarse alta si supera el 30 ‰, moderada si va del 15 al 30‰ y baja si está por debajo del 15 ‰.

La natalidad en España actualmente se caracteriza por poseer unos valores muy bajos a pesar de que se está recuperando en la última década gracias a la aportación de los inmigrantes. De esta forma se ha pasado de un 9,1 ‰ en 1998 (año en que esta tasa fue la más baja de la po-blación española) a un 11 ‰. en la actualidad. Pero lo que diferencia a España del resto de países de nuestro entorno, es que la tasa de fecundidad es una de las más baja del mundo con 1,3 (2004) hijos por mujer, muy lejana de los 2,1 hijos por mujer necesarios para la renovación de las genera-ciones. Este comportamiento maltusiano de la población española se debe:

x Factores demográficos: Se ha producido un descenso en la mortalidad infantil

de-bido a los avances médicos y sanitarios. Este hecho ha provocado un cambio en las familias pues ya deseen tener un número elevado de hijos que asegurara la super-vivencia de alguno por la alta tasa de mortalidad infantil que se registraba.

La tasa de nupcialidad también influye en la fecundidad, pues el retraso en la edad de casarse o formar pareja estable reduce el período fecundo de la mujer, de esta manera, la edad media en que la mujer contraía matrimonio, a principios de siglo,

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era de 24 años, se retrasa en la década de los treinta y la posguerra y llega a los 31,2 años para los varones y 29,2 para las mujeres (2004)

x Factores socio-económicos: Existe una clara relación entre el proceso de

concen-tración y urbanización de la población española y el descenso de la fecundidad, de-bido a la interrelación de varios factores: la ciudad dificulta la supervivencia de fami-lias numerosas por la falta de espacio y los mayores gastos de consumo; la incorpo-ración de la mujer al mundo del trabajo y limitación de su tiempo para el cuidado de los hijos, se da en un mayor porcentaje en las zonas urbanas que en las rurales; por último, en las ciudades existe una mayor información y difusión de los anticoncepti-vos más eficaces (fueron legalizados en 1977). Los períodos de incertidumbre económica y política también influyen en el descenso de la fecundidad. Además, hay que añadir el cambio de mentalidad de una sociedad eminentemente rural, en la que los hijos eran mano de obra, a una sociedad urbana, donde mantener una familia numerosa requiere un esfuerzo económico en formación y alimentación.

x Factores culturales e ideológicos: Este aspecto sí está en relación con el

desarro-llo económico y la mejora del nivel de instrucción, de tal manera que, a mayor for-mación recibida corresponde una menor intención de tener más hijos, retraso en la edad de contraer matrimonio o formar pareja estable, más probabilidades de incor-poración de la mujer al trabajo fuera del hogar, y mayores posibilidades de utilizar métodos de anticoncepción. Todo ello repercute en un descenso de la fecundidad. Las creencias también influyen sobre la fecundidad, así las grandes religiones fo-mentan la natalidad mientras que el movimiento feminista tiene un comportamiento opuesto.

Evolución de la natalidad.

La natalidad es una variable demográfica que, desde comienzos del siglo XX, ha ido des-cendiendo progresivamente. A principios de este siglo se observaba un descenso de la natalidad por las consecuencias económicas derivadas de la I Guerra Mundial; también la Guerra Civil y la larga posguerra afectaron negativamente a la natalidad, tanto por los «no nacidos» en el periodo de 1936-39, como por el empeoramiento de las condiciones de vida..

Desde 1955 y coincidiendo con el despegue de la economía, del empleo y de una la política natalista impulsada por el régimen de Franco se produjo una etapa de mantenimiento de tasas me-dias de natalidad y de nupcialidad que, unidas a la caída de la mortalidad, dio lugar a la etapa de mayor crecimiento vegetativo español.

La crisis de la segunda mitad de los años setenta supuso el final del anterior y largo periodo demográfico expansivo. Actualmente, la natalidad en España se caracteriza por poseer unos valo-res muy bajos a pesar de que se está recuperando en la última década gracias a la aportación de los inmigrantes. De esta forma se ha pasado de un 9,1 ‰ en 1998 (año en que esta tasa fue más baja de la población española) a un 11 ‰ en la actualidad.

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Distribución de la natalidad.

Por Comunidades, la natalidad se

distri-b u y e d e f o r m a d e s i g u a l . Hay varios factores

que explican la diferencia existente entre las re-giones del norte, con una tasa más baja, y las del sur, que suelen tener tasas más altas. Sin duda un hecho muy importante es el

envejeci-miento de la población, que es el responsable

directo de una escasa natalidad. Por el contrario, las Comunidades meridionales poseen una po-blación más joven, lo que fomenta a su vez los nacimientos.

También es preciso tener en cuenta la

inmigración. Ésta se centra principalmente en

la costa mediterránea y en Madrid, lo que hace que en estos lugares la tasa de natalidad sea más elevada. Finalmente hay que considerar a su vez el nivel cultural de la población, en

espe-cial de las mujeres, ya que éste incide directamente en el *control de la natalidad mediante la utili-zación o infrautiliutili-zación de los medios anticonceptivos. Así, éstos suelen utilizarse más en zonas donde el nivel cultural es más elevado, lo que reduce, por tanto, los nacimientos.

2.2. Mortalidad

Número de defunciones que hay en una población durante un año. La tasa de mortalidad re-laciona los fallecimientos con la población expresados en tantos por mil. La tasa de mortalidad in-fantil es el número de niños menores de un año muertos a lo largo de un año expresados en tantos por mil, mientras que la esperanza de vida es número medio de años de vida que pueda espera vi-vir una persona en el momento de su nacimiento. En España hubo 371.934 fallecimientos en 2004, con una tasa de mortalidad de 8,71 ‰,

La evolución de la mortalidad

Si se compara la mortalidad en España con la observada en la mayor parte de los países europeos, hay que concluir que aquélla inició su descenso en nuestro país con un cierto retraso respecto de Europa.

x Como ya se ha adelantado, las tasas de mortalidad han caído en España durante

muchos decenios, desde la segunda mitad del XIX, hasta alcanzar en torno al 8 por mil al final de los años setenta y parte de los ochenta (el mínimo se registró en 1982: 7,52 por mil).

x A partir de esos años, y aunque el sistema sanitario español ha continuado un

pro-ceso de mejora (y esto es uno de los factores que más inciden en las tasas de mor-talidad), se ha producido un repunte, provocado por el envejecimiento de la pobla-ción. Así, al final de los noventa se alcanzó una tasa de 9,29 por mil.

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x A partir de entonces, y motivado sobre todo por el relativo rejuvenecimiento que ex-perimenta la sociedad española por la llegada de inmigrantes, las tasas han vuelto a caer levemente, y se han situado en torno al 8,5 por mil.

x La esperanza de vida es en la actualidad una de las mayores del mundo, y se sitúa

en torno a los 81 años de vida media, pero hay grandes diferencias entre las muje-res, con unos 84 años de esperanza de vida por término medio, y los hombmuje-res, con sólo 78 años. No es fácil encontrar una explicación a este fenómeno, pero la mayor parte de los autores coinciden en señalar que la dieta mediterránea, rica en aceite y escasa en grasas, es una de las claves que explican por qué en España se alcanzan unas de las edades más avanzadas del planeta.

x La tasa de mortalidad infantil es también una de las más bajas del mundo, en

tor-no a poco más del 3,7 por mil. Esto se explica gracias al elevado nivel sanitario al-canzado durante las últimas décadas, que ha permitido el descenso considerable de la mortalidad en los niños antes de cumplir el primer año de edad, ya que, hasta me-diados del siglo XX, España era uno de los países europeos con una tasa de morta-lidad infantil de las más altas del continente.

Algunos factores causantes de esta evolución son:

x Un mayor nivel de vida, que ha permitido una mejor alimentación, mayores

condicio-nes higiénicas, depuraciocondicio-nes de las aguas…y de educación

x Mayor seguridad en el trabajo.

x Sanitarias: Generalización de las vacunas y otras medidas preventivas y los avances

científicos y médicos para combatir las enfermedades, sida, etc.

x Disponibilidad de más y mejores servicios sanitarios: médicos, hospitales, atención

primaria…y su socialización

x Hoy apenas tiene relevancia en España la tradicional mortalidad exógena, es decir,

la producida por las enfermedades infecto-contagiosas, habiendo tomado el relevo la endógena o degenerativa, centrada en la mortalidad por cáncer, sistema circulatorio (corazón) y accidentes de circulación.

Las diferencias territoriales son notables, de forma que las provincias que perdieron más habitantes por causa de la emigración y las provincias más envejecidas poseen tasas de mortalidad relativamente elevadas sobre la media nacional: Lugo y Orense, Asturias, Ávila, A Coruña, Huesca, Teruel, Guadalajara, Soria, etc. Son los espacios más envejecidos de España los que, en general, cuentan con menos efectivos demográficos, lo que en estos momentos constituye un importante problema. Los valores más bajos se dan en Canarias, País Vasco, Andalucía, Murcia y Madrid además de Ceuta y Melilla con valores efectivos de población joven.

2.3. Crecimiento natural

Si ponemos en relación natalidad y mortalidad, obtenemos lo que se denomina crecimiento vegetativo o natural. La tasa de crecimiento natural para el conjunto de España actualmente es muy

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(municipios, provincias o comunidades autónomas) y en el tiempo como consecuencia del desigual comportamiento de la natalidad y de la mortalidad.

2.4. Regímenes demográficos

Cuando el crecimiento natural se analiza durante un cierto periodo de tiempo, y tiene unos rasgos semejantes, estamos ante lo que se llama un régimen demográfico. A lo largo de la Historia de la Humanidad el comportamiento demográfico ha sido diferente, de tal manera que se constata que ha habido un ciclo demográfico antiguo y un ciclo demográfico moderno con escaso crecimiento de la población en ambos ciclos, y unas fases de transición demográfica con fuertes crecimientos. España ha conocido estos ciclos aunque con cierto retraso respecto del resto de los países euro-peos occidentales

Fase demográfica tradicional.

Las tasas de natalidad y mortalidad eran muy altas (entre el 30 y 50 por mil). En relación a la natalidad, se calcula que cada mujer tenía una media de cinco hijos, pero como la mortalidad infantil era muy alta y la mayoría moría antes del año, pocos sobreviv-ían. La mortalidad era muy elevada por:

x La dieta alimenticia era escasa por

la baja productividad agraria, y des-equilibrada por falta de proteínas (el

pan era el alimento básico, y escaseaban la carne, la leche y los huevos). Como consecuencia, la mayoría de la población estaba malnutrida, debilitada y propensa a la enfermedad.

x Las enfermedades infecciosas -tuberculosis y del aparato respiratorio- tenían alta

incidencia, favorecida también por el atraso de la medicina, el desconocimiento de las vías de transmisión de las enfermedades y el tardío establecimiento de servicios públicos de higiene (agua potable, alcantarillado, recogida de basuras).

x Había, además, momentos de mortalidad catastrófica causada por epidemias,

guerras y malas cosechas de cereales, que provocaban la subida del precio del grano y, en consecuencia, el hambre y la muerte de quienes no podían pagarlo.

x Esta fase corresponde a una sociedad agrícola o preindustrial en la que el

creci-miento de la población era lento y presentaba oscilaciones debidas a las crisis de sobremortalidad.

Fase de descenso gradual de la mortalidad: (Parte del XVIII y XIX)

Desciende la mortalidad pero se mantiene alta la natalidad, con lo que la población experi-menta un crecimiento progresivo. Esta fase empieza cuando se introducen avances sanitarios e higiénicos que permiten el descenso de la mortalidad, es decir, que las personas alarguen su espe-ranza de vida. Entre estos avances sanitarios se cuentan las vacunas, que empiezan a introducirse en nuestro país en los últimos años del siglo XVIII o la utilización del jabón, y las mejoras en la

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ali-mentación, con la introducción de productos americanos que se extienden entre la población (toma-te, patata, maíz). Además, las pestes endémicas de los siglos anteriores dejan de azotar periódica-mente nuestro país. La peste, la viruela, el cólera y la fiebre amarilla fueron enfermedades temidas y mortales.

Por eso a finales del siglo XVIII la población española empezó a aumentar rápidamente. Las parejas se casaban antes, según se ha podido comprobar en los registros parroquiales, y tenían hijos más pronto. Regiones como Cataluña, el País Vasco y Galicia, donde la prosperidad económi-ca era más evidente, económi-casi doblaron sus habitantes, mientras que en otras regiones españolas el crecimiento poblacional fue menos palpable. Pero, en cualquier caso, fue suficiente para que Espa-ña pasara de tener unos diez millones de habitantes a finales del siglo XVIII a más de quince en 1860, a pesar de algunas crisis como brotes de cólera,

tuberculosis, guerra de Independencia, Cuba, Carlis-tas...

Esta fase de reducción de la mortalidad ca-tastrófica, comenzada en el siglo XVIII, duró hasta 1900, cuando la vacuna contra la viruela se genera-lizó y las enfermedades catastróficas y pandémicas parecían vencidas.

Fase de reajuste de la natalidad: 1.900-1.975:

La mortalidad es cada vez más baja como consecuencia de los avances de la medicina y el au-mento del nivel de vida, pero también desciende la natalidad. El ritmo de crecimiento de la población,

aunque sigue siendo alto, tiende a disminuir. La natalidad descendió de forma suave y discontinua, alternando periodos de mayor decrecimiento con otros de recuperación, siempre en relación con los acontecimientos históricos. Así, los principales descensos de la natalidad coinciden con tres mo-mentos clave:

x La crisis económica de 1929 y la inestabilidad politice de la II República

(1931-1935).

x La Guerra Civil y la posguerra. La guerra ocasionó subnatalidad (1936-1939). Esta

situación continuó con la posguerra (1940-1955) debido al exilio de miles de perso-nas y a las dificultades económicas agravadas por el bloqueo internacional. Ello im-pidió la recuperación de la natalidad que suele seguir a las guerras (salvo en el bre-ve periodo de 1940-1941). La política pronatalista de Franco, que instituyó premios de natalidad y prohibió los anticonceptivos, no fue suficiente para compensar esta tendencia.

x Los años finales del desarrollismo (1965-1975), con las migraciones del campo a

la ciudad, trajeron consigo una reducción del tamaño de la familia.

Las principales recuperaciones de la natalidad se produjeron durante el periodo de prosperi-dad económica de los años veinte (1920-1930) y, sobre todo, en el periodo 1956-1965, cuando tuvo

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lugar lo que algunos autores interpretan como el “baby boom” posbélico retrasado, debido al cambio de política económica y a la ruptura del bloqueo internacional.

La mortalidad descendió notablemente y de forma constante durante la transición demográ-fica aunque se registran dos momentos de mortalidad catastródemográ-fica: la gripe de 1918 y la Guerra Civil (1936-1939).

x Los avances médicos y sanitarios (vacunas de la viruela y de la difteria,

comer-cialización de los antibióticos) supusieron la desaparición de la mortalidad ca-tastrófica por epidemias a partir de la gripe de 1918, así como la reducción de las enfermedades infecciosas. Los progresos de la pediatría hicieron descender la mortalidad infantil. A este descenso contribuyo también la mejora de la higiene.

x El aumento del nivel de vida se manifestó en la mejora de la dieta; en la década

de 1960 se superaron la malnutrición y la escasez de la posguerra.

x La mejora del nivel educativo y cultural llevó a mejorar el cuidado materno,

in-tensificar la prevención, etc.

Fase demográfica moderna:

Se caracteriza por tener unas tasas de natalidad y mortalidad bajas, gran esperanza de vida, mortalidad infantil mínima y un crecimiento vegetativo cercano al cero, todo ello como consecuencia del elevado nivel de vida y del control de la natalidad. Este es el régimen en el que se encuentra España hoy y por tanto la mayor parte de sus Comunidades Autónomas, aunque hay algunas (Gali-cia, Asturias, Castilla León, Aragón) que tienen un crecimiento negativo, pues la mortalidad supera a la natalidad, ya que el envejecimiento de la población hace que las tasas de mortalidad y natali-dad se inviertan.

3.- DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN. DESEQUILIBRIOS ESPACIALES

Los 46 millones de habitantes , que tiene España a 1 de Enero de 2008, se distribuyen irre-gularmente en el espacio. Para expresar esta dis-tribución se utiliza el concepto de densidad de po-blación, que relaciona la población de una zona con su superficie en kilómetros cuadrados.

La densidad de población española ha ido aumentando a lo largo del tiempo, hasta situarse

actualmente en 92 hab/km2(2007). Este valor

me-dio esconde claros desequilibrios espaciales entre áreas de concentración, que superan claramente la media nacional, y áreas de despoblamiento,

donde no se alcanzan los 20 hab/km2. Las

gran-des áreas poblacionales , con densidad superior

a la media, tienen una disposición periférica (Rías

Bajas gallegas, Asturias, Cantabria, País Vasco costero, Cataluña, Valencia y Andalucía occidental); a ellas se añade el foco de población madrileño en el centro. Las grandes áreas de vacío, con

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den-sidad inferior a la media, se localizan en el interior (ambas Castillas, Extremadura, Aragón, Galicia interior, y alto Guadalquivir. Las densidades más bajas están en algunas áreas montañosas (menos

de 10 hab/km2).

Este desequilibrio en la distribución de la población tiene su origen en la Edad Moderna y se ha acrecentado hasta fechas recientes. En el siglo XVI, las densidades más altas estaban en el centro-norte peninsular. La crisis económica y demográfica del siglo XVII, de la que Castilla tardó más en recuperarse, dio lugar a movimientos de población hacia la periferia de modo que, en el si-glo XVIII, la situación se había invertido, y eran las regiones interiores las menos densamente po-bladas mientras que las costeras e insulares presentaban densidades más altas.

En el siglo XIX se consolidó el desequilibrio: las regiones del interior siguieron perdiendo peso demográfico, y las de la periferia y Madrid aumentándolo, en unos casos, debido a su alto cre-cimiento natural (periferia andaluza y gallega) y en otros, por la instalación de industrias, que atraje-ron a población del interior (Asturias, País Vasco y Cataluña). Estos desequilibrios se agudizaatraje-ron en el siglo XX, especialmente en la década de 1960, durante la cual crecieron las regiones industriales (Cataluña, País Vasco, Madrid y Valencia). En otros casos, el atractivo del territorio tiene signo dis-tinto como ocurre con los ricos regadíos de las huertas de Valencia y Murcia o las fértiles campiñas de Sevilla y Cádiz; además hay que mencionar la pesca (Galicia) y sobre todo el turismo, que en la segunda mitad del siglo XX ha representado el principal factor de atracción de población en muchas zonas del litoral gallego, Comunidad Valenciana, Costa del Sol y archipiélago balear y canario.

Sin embargo, desde 1975 se redujeron las diferencias a causa de la desindustrialización y el paro provocados por la crisis económica. Las áreas industrializadas receptoras de inmigración perdieron su capacidad de atracción y crecieron por debajo de la media o ligeramente por encima, mientras que las zonas tradicionales de emigración disminuyeron las salidas porque ponen en práctica políticas que frenen las emigraciones y los desequilibrios: desconcentración industrial, de-sarrollo industrial endógeno, dede-sarrollo de los servicios, etc. e incluso recibieron emigrantes retor-nados.

Las tendencias actuales apuntan a la consolidación demográfica de Madrid y del eje medi-terráneo, que se prolonga hasta Andalucía occidental. Por otra parte, la crisis industrial y minera ha provocado fuertes descensos en la cornisa cantábrica (Asturias, Vizcaya, Guipúzcoa).

4.- MOVIMIENTOS MIGRATORIOS

Se llaman migraciones los movimientos de la población en el espacio. Distinguimos entre emigración, o salida de población de su lugar de origen, e inmigración o llegada de población a un lugar de destino. El saldo migratorio es el balance entre la inmigración y la emigración. El saldo puede ser positivo o negativo; si es positivo significa inmigración, si es negativo, emigración. Las migraciones interiores y exteriores han sido uno de los factores que más han influido en la evolución reciente y en la situación actual de la población española.

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4.1. Las migraciones interiores

Son aquellas que se realizan dentro de las fronteras del país. Podemos distinguir cuatro modalidades: migraciones estacionales y temporales, éxodo rural, migraciones interurbanas e i n-traurbanas y movimientos habituales de la población.

Las migraciones estacionales y temporales

Tienen su auge entre el último tercio del siglo XIX y la década de 1960, y afectan a la pobl a-ción campesina. Pueden ser desplazamientos estacionales a otras áreas rurales para realizar tare-as agraritare-as (siega, vendimia, recolección de aceituntare-as), o bien desplazamientos temporales a la ciudad en las épocas del año en las que el campo no da tanto tra bajo, para realizar tareas no agra-rias (por ejemplo, en la construcción).

Éxodo rural

Es una migración desde las áreas rurales a las urbanas con carácter definitivo o de larga du-ración. Los emigrantes son campesinos que proceden de zonas atrasadas de Galicia, el interior pe-ninsular y Andalucía oriental, donde predominaban las actividades primarias y con crecimiento ve-getativo alto. Se dirigieron primero a las zonas industriales de Cataluña, País Vasco y Madrid, y más tarde a las zonas turísticas de Levante y Baleares, buscando trabajo, ingresos más altos, mejor ni-vel sanitario, cultural y de ocio y mayor libertad en las ciudades.

Dentro del éxodo rural se pueden distinguir cuatro etapas:

x Los inicios, en el primer tercio del siglo XX (1900-1930), están en relación con el

exceso de brazos en el campo provocado por la crisis de la filoxera en las zonas vi-tivinícolas y con el inicio de la mecanización del trabajo agrícola en las zonas cere-alísticas. Se vio favorecido por la oferta de puestos de trabajo en las zonas indus-triales (País Vasco, Cataluña y Madrid) y por el auge de las obras públicas promovi-das por la dictadura de Primo de Rivera, que demandaban gran cantidad de mano de obra.

x En la época de la Guerra Civil y la posguerra (1930-1959) el éxodo rural se

es-tancó. Durante la guerra hubo graves problemas de abastecimiento en las ciudades y la industria sufrió importantes destrucciones. En la posguerra, el franquismo em-pezó favoreciendo la permanencia de la población rural en el campo (política de co-lonizacione s ) , y e l e

s-tancamiento económico provocado por el aisla-miento hizo que la oferta de puestos de trabajo en la industria fuese reduci-da.

x E n t r e l o s a ñ o s 1 9 5 9 y 1975, el éxodo rural

al-canzó su mayor volumen debido al crecimiento demográfico y a la crisis

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de la agricultura tradicional por la mecanización, que produjo excedentes de mano de obra en el campo. Además, el auge industrial impulsado por los planes de desa-rrollo generó puestos de trabajo en las ciudades industriales, y el boom del turismo en el litoral mediterráneo e insular creó también una oferta laboral en los servicios turísticos y en la construcción. En 1.964 se registra la cifra más alta de emigrantes, casi medio millón. Fue un movimiento hacia ciudades que presentaban gran varie-dad de activivarie-dades económicas y hacia sus zonas de influencia (Barcelona, Madrid, provincias vascas, Valencia, Zaragoza), algo más tarde, el turismo favoreció la atracción de manos de obra hacia el litoral catalán, valenciano, malagueño y balear. x Desde la crisis económica de 1975, el éxodo rural decayó. La crisis en las áreas

industriales redujo las salidas de las zonas tradicionalmente emigracionales, que in-cluso se convirtieron en inmigracionales por los retornos. Éstos afectaron al principio más a los jubilados y luego a todos los sectores de población, porque el campo es un medio más barato para subsistir con el seguro de desempleo. Las áreas tradicio-nalmente inmigracionales (Madrid, País Vasco, Cataluña) dejaron de recibir inmi-grantes o incluso se volvieron emigracionales. Los mayores saldos migratorios co-rresponden a Baleares, Canarias y regiones del litoral mediterráneo, gracias al tu-rismo, a la agricultura de exportación y a la pequeña industria.

Las migraciones interurbanas e intraurbanas.

A partir de la crisis económica de 1975 han cobrado importancia creciente las migraciones interurbanas, bien intraprovinciales (sobre todo entre ciudades de la propia provincia y la capital provincial), bien interprovinciales (principalmente entre ciudades de diferentes provincias dentro de la propia comunidad autónoma). También han crecido las migraciones intraurbanas entre las gran-des metrópolis, afectadas por la crisis, y las ciudagran-des medias de su área metropolitana.

Este tipo de migración afecta sobre todo a trabajadores cualificados del sector terciario (pro-fesionales, técnicos, personal administrativo) y está en relación con el incremento de la importancia de los servicios en las ciudades.

Los movimientos habituales de la población

Son aquellos que se realizan de forma periódica en relación con el trabajo y el ocio. El traba-jo da lugar a los movimientos pendulares entre la periferia y el centro de las ciudades como resulta-do del proceso suburbanización o traslaresulta-do de los habitantes de ciudad a las afueras o a espacios rurales cercanos, donde buscan vivienda más barata y contacto con la naturaleza; esto se ha visto favorecido por el desarrollo de los transportes. Por otra parte, el ocio provoca movimientos de fin de semana y turismo relacionados con la mejora general del nivel de vida.

Consecuencias de las migraciones

Las migraciones interiores han creado importantes consecuencias.

En el plano demográfico son las responsables de los desequilibrios en la distribución de la población: vaciamiento del interior y grandes densidades en la periferia (salvo excepciones como Madrid, Valladolid o Zaragoza). También influyen en la estructura por sexo y por edad de la pobla-ción: elevan el índice de masculinidad de las áreas emigracionales (especialmente las montañosas),

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dificultando la formación de nuevas familias; causan el envejecimiento de la población que queda en el campo y el rejuvenecimiento de la población urbana, ya que son jóvenes los que suelen emigrar.

x En el plano económico permitieron aumentar, en un primer momento, los ingresos

de la población de las áreas rurales; pero con el tiempo se generó una deseconom-ía de subpoblación, puesto que al marchar la gente más joven y más capacitada, descienden la productividad y el rendimiento. En las ciudades, la inmigración masi-va provocó deseconomías de congestión: problemas de suelo urbano, de vivienda, de circulación, de puestos escolares, etc.

x En el plano social se produjeron problemas de asimilación, al pasar los

emigran-tes de una comunidad rural con valores tradicionales a una gran sociedad urbana y competitiva. La integración no se produce, en general, hasta la generación siguien-te.

x En el aspecto medioambiental , algunos ecosistemas tradicionales de las áreas

rurales de procedencia quedaron abandonados, lo que ha supuesto su deterioro medioambiental, especialmente de las áreas de montaña. En las grandes ciudades, el crecimiento acelerado debido a la inmigración creó problemas de contaminación atmosférica, ruido, etc.

4.2. Las migraciones exteriores

Son las que se realizan fuera de las fronteras del propio país, pudiendo ser temporales, es-tacionales y definitivas. Desde mediados del siglo XIX hasta la crisis económica de 1975, España ha sido un país de emigrantes cuyo destino tradicional se encontraba en Ultramar y Europa occi-dental, aunque después de 1975 aparecen nuevos destinos.

La emigración transoceánica o a ultramar

América ha recibido a una gran cantidad de españoles a lo largo de la Historia, aunque los ritmos y las circunstancias en que se produjeron estos movimientos fueron variando en el tiempo. Así, en esta emigración transoceánica se pueden diferenciar las siguientes fases:

x La emigración en la época de las colonias. Tras el descubrimiento de América,

se inició un proceso de conquista y ocupación de territorios que supuso un flujo constante de población desde la Península hasta las colonias americanas. Los es-pañoles se encargaban de la administración y defensa de estos territorios así como de la explotación de sus recursos naturales. Este flujo continuo tuvo como contra-partida la ralentización del crecimiento demográfico en la España peninsular, ya que eran numerosos los jóvenes que abandonaban su territorio para emigrar a América

x El auge migratorio des-de mediados des-del siglo XIX hasta la Primera G u e r r a M u n d i a l . p u é s d e l a

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parte de las colonias americanas a principios del siglo XIX, la emigración trans-atlántica española descendió notablemente. Solo Cuba y Puerto Rico, así como Fi-lipinas en el sudeste asiático continuaron recibiendo inmigrantes, ya que estos te-rritorios aún pertenecían a la Corona española. Sin embargo, a mediados del siglo XIX se abrió de nuevo un período de intensa emigración española a América, una vez que habían mejorado las relaciones con las antiguas colonias, y los nuevos países reclamaban inmigración europea para poblar sus territorios.

Los emigrantes españoles procedían sobre todo de Galicia, Asturias, Cantubria Canarias. Eran, en su mayoría, varones dedicados a la agricultura, que acudían a trabajar a países como Argentina, Cuba, Brasil, México o Venezuela. Muchos de ellos retornaron a España con una mejor situación económica tras una estancia er América; a su regreso, eran conocidos como los indianos. Entre 1880 y 1930, se calcula que 3,5 millones de españoles emigraron hacia América, de los que volvie-ron aproximadamente la mitad.

x Con la Primera Guerra Mundial se interrumpe este período, y las corrientes

mi-gratorias no vuelven a ser intensas hasta después de la Segunda Guerra Mundial: primero, por la propia inseguridad del conflicto bélico; después, por la crisis del 1929, que afectó considerablemente a los países americanos; y finalmente, debido a la Guerra Civil española. Sin embargo, el fin de este último conflicto también sig-nificó el exilio de muchos republicanos, que se dirigieron en su mayoría a México. x La emigración transoceánica entre 1945 y 1960 . Acabada la Segunda Guerra

Mundial, se produjo una reactivación de la emigración transoceánica, pero sin al-canzar ya la intensidad de las primeras décadas del siglo XX. Se dio la circunstan-cia de que varios países iberoamericanos se encontraban en una situación econó-mica favorable, mientras que España padecía una dura posguerra, y se hallaba aislada política y económicamente del resto del mundo.

El destino principal en esta época fue Venezuela, que vivía un auge con sus explo-taciones petroleras, junto con Argentina, que continuaba ofreciendo oportunidades por su relativamente elevado nivel de renta. Las principales regiones emisoras en este período fueron Canarias y Galicia; los canarios se dirigieron sobre todo a Ve-nezuela, mientras que los gallegos se distribuyeron por un mayor número de paí-ses, aunque se concentraron especialmente en Argentina. La numerosa colonia de gallegos repartidos por distintos países iberoamericanos, asentados en la anterior oleada migratoria, facilitó la llegada y la integración de parientes y amigos de sus lugares de origen.

A finales de los años cincuenta del siglo XX fue cambiando el destino de la emigración exte-rior española desde América a Europa. Los países iberoamericanos entraron en una fase de crisis políticas y deterioro económico. Además, aparecieron nuevas oportunidades para los españoles en los países del centro y el oeste de Europa, que en los años siguientes se convirtieron en los princi-pales receptores de emigración española.

(14)

A finales de los años cincuenta del siglo XX, los países de Europa Occidental y Central ex-perimentaron un período de rápido

creci-miento económico y necesitaban mano de obra. Así, durante la década de 1960 y la primera mitad de los setenta, casi dos mi-llones de españoles emigraron a varios paí-ses europeos, sobre todo a Alemania (36%), Suiza (36%), Francia (21%) y Países Bajos (4%), a un ritmo próximo a los 100000 emi-grantes al año.

L a s c a u s a s , p o r p a r t e e u r o p e a q u e e x p l i c a n e s t a s m i g r a c iones, son la

rápida reconstrucción económica tras la Segunda Guerra Mundial que, gracias al apoyo americano, favoreció una amplia oferta de empleo que no podía cubrirse con los trabajadores propios, pues eran escasos por el débil crecimiento de la población eu-ropea durante los años treinta y cuarenta, y por la alta mortalidad causada por la propia

guerra. Por parte española las causas fueron: la emigración se vio favorecida por el fuerte creci-miento de la población, el excedente de población agraria a causa de la mecanización del campo, la insuficiencia de la industrialización para absorberla, el aumento del paro provocado por el Plan de Estabilización y la desaparición de las ventajas anteriores para la emigración ultramarina.

Esta emigración estaba integrada sobre todo por adultos varones poco cualificados

(agri-cultores, peones de la construcción y de la industria), que desempeñaron los trabajos más duros, peligrosos y peor pagados, generalmente rechazados por los trabajadores autóctonos (peones in-dustriales, mineros, construcción, servicio doméstico). Procedían de todas las regiones, aunque las más afectadas fueron Andalucía y Galicia, provincias excedentarias en población rural y con menor desarrollo económico.. .

El proceso se interrumpe a mediados de la década de 1970, por la crisis del petróleo. Esta emigración europea tuvo las siguientes etapas:

x Los años comprendidos entre 1950 y 1973 constituyen la época de auge de la

emi-gración a Europa, que alcanzó sus mayores cuotas entre 1950 y 1964

x Entre 1964 y 1968 descendió la emigración a Europa, coincidiendo con el inicio del

primer Plan de Desarrollo español, que aumentó la oferta de puestos de trabajo en España, y con la crisis económica europea de 1965 a 1968, que incrementó los re-tornos. Desde entonces, la corriente migratoria se recuperó gracias a la salida euro-pea de la crisis.

x A partir de 1973, la emigración a Europa decayó. La crisis energética provocó paro

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Muchos emigrantes regresaron, y desde entonces, la emigración española a Europa se mantiene en cifras bajas.

Las migraciones exteriores tuvieron importantes consecuencias :

x Las consecuencias demográficas se manifestaron en la disminución de los

efecti-vos de población y en la distribución de esos efectiefecti-vos. La distinta participación de las regiones en las corrientes migratorias ha contribuido a los desequilibrios actuales en el reparto espacial de la población.

x Las consecuencias económicas fueron, por una parte, positivas, pues aliviaron el

fuerte crecimiento natural y el paro; además, las divisas enviadas por los emigrantes contribuyeron a financiar el desarrollo económico español y a reducir el déficit co-mercial. Pero hubo también consecuencias negativas, porque muchos ahorros no se invirtieron en bienes productivos o no favorecieron a las áreas de partida de los emi-grantes, ya que algunos de ellos volvieron a zonas distintas, donde esperaban en-contrar trabajo más fácilmente o invertir en un pequeño negocio (las ciudades más importantes o con alto grado de industrialización o turismo).

x Las consecuencias sociales fueron el desarraigo (al incorporarse a sociedades

cuya lengua y costumbres desconocían) y las penosas condiciones de vida (alejados de la familia, en viviendas de poca calidad) y de trabajo (salarios frecuentemente más bajos que los de los trabajadores autóctonos). Además, los emigrantes fueron los primeros afectados por los despidos causados por las crisis, y en general, regre-saron sin haber mejorado su cualificación profesional. El retorno a España crea nue-vos problemas, como encontrar trabajo, conseguir vivienda y readaptarse a las con-diciones de vida del país.

4.3. La movilidad actual.

Desde los inicios de los años ochenta el saldo migratorio español ha dejado de ser negativo para convertirse en positivo, de modo que España ya no es una sociedad de emigrantes, sino un país que recibe emigración.

Por supuesto que en un mundo cada vez más globalizado, sigue habiendo españoles que efectúan desplazamientos de larga duración y permanentes al exterior, pero sus características son muy distintas y más selectivas que en etapas anteriores. Normalmente, se trata de profesionales cualificados que se integran perfectamente en las sociedades de destino en virtud de la creciente movilidad de las personas dentro de la UE y del mundo considerado desarrollado. Otras veces, sin embargo, el destino de estos nuevos emigrantes son países en vías de desarrollo, a donde van pa-ra realizar tpa-rabajos de dirección, formación o ejecución de proyectos españoles e internacionales, como los países árabes productores de petróleo (Argelia, Arabia Saudita, Irak y Libia), que necesi-tan trabajadores de cierta cualificación. Predominan, por necesi-tanto, los varones adultos con cierto nivel de preparación (trabajadores industriales

En cuanto a la inmigración, aunque el número de extranjeros registrados ha aumentado desde los 180.000 de 1980 hasta los casi 3.730.000 de 2005, se considera que es moderada.

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Estos inmigrantes se dividen en dos grupos: uno, el de quienes, procedentes normalmente de países europeos de mayor renta que el nuestro, ejercen tareas cualificadas o disfrutan de su ju-bilación en áreas de clima suave; otro, el de aquellos que trabajan en servicios poco cualificados, en la construcción y en la agricultura, que suelen ser originarios del Magreb, de Portugal o de países latinoamericanos. De todos ellos, un 40% son mujeres, de las que una gran parte se dedica al ser-vicio doméstico (hasta el 89% en el caso de las dominicanas). Por último, habría que añadir los in-migrantes procedentes de la Europa del Este a raíz de los cambios políticos y la inestabilidad de muchos países.

El número de inmigrantes no registrados (ilegales) es, obviamente, muy difícil de calcular, barajándose unas cifras muy dispares: se estima que son entre 100.000 y 400.000 personas las que han tenido que abandonar sus países de origen en África, América Latina, Asia y Europa del Este en busca de mejores condiciones de vida o huyendo de la persecución política.

Hay que insistir en que la población inmigrante en España, registrada o no, es mínima y no sólo no hace peligrar puestos de trabajo, sino que, además, muchas veces se ve obligada a aceptar empleos que rechazan los españoles. Por otro lado, aún es más difícil de comprender cualquier asomo de xenofobia cuando España ha sido un país tradicionalmente emigrante; tan sólo hace 25 años generaciones de españoles eran inmigrantes en otros países europeos, por lo que no se en-tienden algunos comportamientos actuales de ciertos grupos, afortunadamente minoritarios. Todo lo relativo a los extranjeros en España se regula por la Ley de Extranjería (1985), que se refiere sólo a los extranjeros legales:

x Precisa los derechos y libertades de los extranjeros: libertad de circulación por todo

el territorio español, de residencia, de reunión y de asociación; así como derecho a la educación y a la afiliación sindical y profesional.

x Regula la entrada y las modalidades de presencia en España, que son dos: estancia

(por un máximo de 90 días) y residencia (requiere un permiso que exige disponer de medios suficientes para subsistir durante el tiempo que se solicita).

x Regula el trabajo del extranjero, al que se exige un permiso de trabajo además del

de residencia. Para la concesión del primero se tiene en cuenta el nivel de paro o la escasez de mano de obra española en el sector en el que el inmigrante quiere traba-jar.

x Regula las salidas de España y determina las sanciones por incumplimiento de la ley,

que pueden dar lugar a la expulsión del país.

x La ley estableció un periodo para que los extranjeros indocumentados pudieran

ac-ceder a la legalidad y poner en regla su documentación, pero poco más del 10% lo hicieron, por lo que el número de ilegales es muy alto.

(17)

LA ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN

La estructura de la población refleja las características de su composición por sexo, edad, actividad profesional y nivel de instrucción.

1.- LA ESTRUCTURA DE LA POBLACIÓN POR SEXO Y EDAD

1.1. La estructura por sexo.

La relación entre el número de hombres y de mujeres que componen la población. Se ex-presa a través de la tasa de masculinidad que se obtiene multiplicando el número total de hombres por 100 y dividiéndolos por el número total de mujeres, es la sex ratio. Cuando más se aleje el índi-ce 100, mayor será el desequilibrio entre ambos sexos.

Tasa de masculinidad = (nº de varones / nº de mujeres)° 100

Siempre nacen más varones que mujeres (unos 105 varones por cada 100 mujeres); pero al cabo de unos años y debido a una mortalidad infantil mayor en los niños que en las niñas, los efec-tivos de ambos sexos se igualan en los grupos de edad adultos, para después (a partir de los 60-65 años) volver a desequilibrarse a favor de las mujeres, de modo que al final, por la mayor esperanza de vida al nacer, hay más ancianas que ancianos. Ello se debe a la mayor mortalidad masculina (los hombres suelen hacer trabajos físicamente más duros y están más expuestos a la mortalidad en las guerras) y a la mayor migración de los varones al exterior y a factores biológicos. La excepción está en las zonas rurales, donde la emigración afecta más a las mujeres y hay mayor número de hombres en las edades adultas y ancianas.

En año 2002 la relación era de 100 mujeres por cada 96 hombres, es decir, un 4% mas de mujeres, La provincia con menor porcentaje de varones era Pontevedra (debido a la fuerte emigra-ción masculina) 92,4. La de mayor sería Las Palmas (100,6) que ha recibido muchos inmigrantes masculinos.

1.2. La estructura por edad.

Desde el punto de vista demográfico, la población se divide en tres grupos de edades: o Jóvenes de 0 a 15 años.

o Adultos de 15 a 64 años. o Ancianos más de 65 años.

Uno de los indicadores más utilizados para medir la composición de la población por edades es el índice de envejecimiento, que se obtiene multiplicando el número total de personas mayores de 65 años por 100 y dividiéndolo por el total de la población. Cuando el índice supera el 12%, se considera que la población está envejecida.

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Igual que ha ocurrido en los países desarrollados de Europa Occidental, pero de una forma más tardía y lenta, España ha sufrido un progresivo envejecimiento de la población. Hoy tiene una estructura por edades envejecida.

x Los jóvenes (0-14 años) han reducido su porcentaje desde principios de siglo

debi-do al descenso de la natalidad. En 2006 eran un 14,99%, encontrándebi-dose la mayor proporción en las zonas con natalidad más alta del sur de España y esperanza de vida más alta de la mitad sur peninsular y de ambos archipiélagos, o en zonas reju-venecidas por la inmigración (Comunidad Valenciana).

x Los adultos (15-64) han crecido. En 2006 suponían un 68,61 %, y su porcentaje

varía poco de unas provincias a otras.

x L o s a n c i a n o s (más de 65) han aumentado. El índice de envejecimiento era del

16,71% en 2006, encontrándose la mayor proporción en la mitad norte (provincias de fecundidad más baja), y la menor en las provincias con tasas de natalidad más al-tas (Andalucía y Canarias) o rejuvenecidas por la inmigración (Madrid, Barcelona y País Vasco).

Las causas del envejecimiento de la población son, por una parte, el descenso de la natali-dad, que reduce el número de jóvenes, y, por otra, la disminución de la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida, que hacen que cada vez llegue más gente a edades avanzadas. Las conse-cuencias afectan al futuro de las pensiones, a la salud y a la integración social.

x La financiación de las pensiones no depende de las cotizaciones efectuadas por

los jubilados durante su época de actividad, sino de las que realizan los trabajadores en activo en cada momento. El incremento del número de ancianos y la reducción de los activos implica modificaciones importantes en el sistema de pensiones.

x En relación con la salud , los ancianos consumen un elevado número de estancias

hospitalarias, recetas y visitas médicas. Ello exige recursos crecientes, distribuidos en relación con la localización geográfica de los ancianos, con mayor atención a los municipios rurales, donde el envejecimiento es fuerte y los equipos sanitarios esca-sos.

x En lo social, el envejecimiento plantea problemas de residencia, pues cada vez son

más los ancianos que no desean ser acogidos por la familia y buscan instalarse en residencias privadas o públicas, que actualmente son insuficientes. Por otro lado, está la necesidad de planear para ellos actividades que les permitan distraerse y sentirse útiles.

La estructura de la población por edad y sexo se expresa gráficamente en las pirámides de población.

(19)

2.- ESTRUCTURA ECONÓMICA DE LA POBLACIÓN.

2.1. La actividad.

El término población activa hace referencia al número de personas, entre los 16 y los 65 años, que están trabajando o buscando un trabajo.

Incluye a la población ocupada, formada por aquellos que actualmente tienen un empleo, y a la población desempleada, que no

tiene trabajo y lo busca. El resto de los habitantes de un territorio (meno-res no escolarizados, estudiantes amas de casa, jubilados, etc.) com-ponen la denominada población no activa.

La tasa de actividad mide el porcentaje de población activa con relación la población total. También puede calcularse por sexos (tasas de actividad de hombres mujeres) e in-cluso por grupos de edad.

En la evolución de la tasa de actividad pueden distinguirse dos momentos

x Un descenso hasta fechas recientes, causado por la emigración y el aumento de

la tasa de dependencia. La emigración exterior afectó principalmente a la población activa masculina, y la interior supuso además la pérdida inicial de población activa femenina en el campo, puesto que esta no se incorporó al sector secundario o ter-ciario en los nuevos destinos. Por su parte, el aumento de la tasa de dependencia se debe a la prolongación de la escolaridad obligatoria (que retrasa la entrada de los jóvenes en el mundo laboral), a la generalización de la jubilación pagada y a la anti-cipación de la edad de la jubilación en algunos casos (que adelanta la salida del mundo laboral).

x Desde 1987 se aprecia un aumento de la población activa, que se debe en parte al

nuevo sistema de elaboración de la Encuesta de Población Activa (EPA), que dismi-nuye la población inactiva. Sin embargo, el factor definitivo es la creciente incorpora-ción de la mujer al mundo laboral, aunque ésta todavía es menor que en otros paí-ses desarrollados. En 2005, los activos eran 20,9 millones (57,4% tasa de actividad)

La evolución histórica de la tasa de actividad entre hombres y mujeres en las últimas

décadas es muy des igual

x Entre los hombres, el descenso fue continuo hasta mediados de la década de 1991

lo que se explica por la ampliación de la edad de escolarización obligatoria hasta los 16 años, por el crecimiento del número de jóvenes que cursan estudios superiores y por la anticipación de la edad de jubilación. Desde esa fecha, la tasa ha ido aumen-tando ligeramente como consecuencia de la inmigración.

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x En cuanto a las mujeres, su progresiva incorporación al mercado laboral ha hecho que la tasa de actividad femenina haya aumentado considerablemente a lo largo del tiempo, pasando del 23,8% en 1965 a una cifra cercana al 60% en la actualidad. En cualquier caso, esta tasa sigue estando más de veinte puntos por debe de la mascu-lina.

Con respecto a la distribución espacial de las tasas de actividad, estas son más elevadas en las zonas que concentran mayor cantidad de empleo y población joven, mientras que disminuyen en las áreas rurales donde las mujeres no se han incorporado masivamente al mercado laboral, y es-pecialmente si a lo anterior se suma la presencia de un alto porcentaje de población anciana.

La tasa de actividad también es reducida en aquellos territorios que se han visto afee tallos por diferentes crisis, que han precipitado la jubilación anticipada de muchos trabajadores.

La evolución y distribución del desempleo en España

Los desempleados o parados son aquellos que no tienen trabajo y lo están buscando. Se subdividen entre los que tuvieron trabajo alguna vez y ahora se encuentran en paro y aquellos que buscan su primer empleo: En nuestro país la tasa de desempleo de las mujeres es superiores a la de los hombres, y la de los jóvenes se sitúa por encima de la tasa de paro general. Por ello, mujeres y jóvenes son algunos de los colectivos en los que hay que centrar las políticas de inserción laboral.

x La tasa de paro no fue un problema grave hasta la crisis de 1973 (no superaba el

3% de la población activa), pues la presión demográfica sobre el mercado de trabajo se resolvía mediante la emigración al exterior y la escasa incorporación de la mujer trabajo.

x E n t r e 1 9 7 3 y 1 9 8 5 el paro experimentó un gran aumento en relación con la crisis

económica, la reconversión industrial, el retorno de los emigrantes españoles en el extranjero, la incorporación de la mujer al mundo laboral y la demanda de empleo de una población joven numerosa, la del baby boom.

x E n t r e 1 9 8 5 y 1 9 9 0 , el paro retrocedió ligeramente por la mejora de la situación

económica, para volver a crecer desde 1990 con la crisis de principios de la década, que frenó la oferta de empleo e incluso provocó la destrucción de puestos de traba-do. Aunque la recuperación económica se inició a finales de 1993, sus efectos sobre el empleo no se aprecian hasta finales del año siguiente.

x Desde 1995 -2009

pa-rece que el paro em-pieza a descender, y actualmente se sitúa en torno al 9,2 % de la población activa en 2005.

Las todavía elevadas cifras actuales se de-ben al desequilibrio

Activos y parados por grupos de edad

> 70 6 5- 69 6 0- 64 5 5- 59 5 0- 54 4 5- 49 4 0- 44 3 5- 39 3 0- 34 2 5- 29 2 0- 24 1 6- 19 0 500 1000 1500 2000 2500

(21)

entre la demanda y la oferta de trabajo. La demanda se ha incrementado continua-mente, aunque, a partir de 1997, la entrada en el mundo laboral de generaciones menos numerosas empezará a producir una inflexión a la baja de esta tendencia. La dificultad para crear empleo se debe en parte al aumento de la productividad, que reduce la necesidad de mano de obra, y en parte a la rigidez excesiva del mercado de trabajo. Desde 1994 se emprendieron reformas legislativas para flexibilizarlo que pretenden compatibilizar la competitividad de las empresas y los derechos de los trabajadores. Así, se han creado nuevos tipos de contrato que facilitan el trabajo de los jóvenes y el trabajo a tiempo parcial.

x Actualmente, con la nueva crisis económica de 2009, las tasas de desempleo

vuel-ve a crecer.

Es posible que la tasa de paro no sea en realidad tan alta, porque algunos de los desempleados trabajan en la economía sumergida (no regulada legalmente, por lo que el trabajador no tiene reconocidas sus prestaciones sociales).

El paro experimenta variaciones en función de diversos aspectos, como la edad (fuerte des-empleo juvenil), el sexo (mayor paro femenino), el nivel de instrucción (más paro cuanto menor cua-lificación, pues es mayor la competencia por los puestos de trabajo), la época del año (paro esta-cional, que aumenta cuando se han recogido las cosechas y en invierno, con la menor demanda del sector hotelero) o la comunidad autónoma (Andalucía, Extremadura, Asturias y Canarias tienen ta-sas más altas; Baleares, La Rioja y Navarra, más bajas).

2.2. Los sectores económicos.

La población activa se distribuye en tres sectores económicos. El sector primario abarca aquellas actividades orientadas a la obtención de materias primas (agricultura, ganadería, explota-ción forestal, pesca y minería); el sector secundario comprende las destinadas a la transformaexplota-ción de esas materias primas (industria y construcción), y el sector terciario las que proporcionan servi-cios (transporte, comercio, turismo, sanidad, educación, finanzas).

a ) E l s e c t o r p r i m a r i o abarca aquellas actividades orientadas a la obtención de materias

primas (agricultura, ganadería, explotación forestal, pesca y minería). Predominaba a principios del siglo XX, cuando ocupaba al 63,6% de los activos. Desde entonces se ha ido reduciendo, salvo en momentos determinados:

x En el primer tercio del siglo su descenso estuvo relacionado con la fase inicial del

éxodo rural.

x Durante la guerra y la posguerra se recuperó porque, ante las dificultades

econó-micas, de empleo y de alimentación, la gente permaneció en el campo, e incluso se produjeron algunos retornos al mismo. La política franquista de colonización favore-ció la permanencia en el campo (extensión del regadío y creafavore-ción de nuevos núcleos de hábitat rural).

x Entre 1950 y 1975 prosiguió la reducción del sector primario al acelerarse el éxodo

rural con la mecanización del campo: los excedentes de mano de obra agraria bus-caron trabajo y mejores condiciones de vida en la ciudad.

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x Desde 1975, el descenso se desacelera por la detención del éxodo rural a raíz de la

crisis y porque ya se encuentra en niveles bajos. En el año 2000, el sector ocupaba al 6,8% de la población activa, cifra todavía alta en comparación con otros países desarrollados del entorno, por lo que es previsible que continúe su descenso, sobre todo a medida que la modernización agraria obligue al abandono de las explotacio-nes tradicionales poco rentables.

b) El sector secundario comprende las actividades destinadas a la transformación de las

materias primas (industria y construcción). Ocupaba a un escaso porcentaje de la población activa española a principios del siglo XX (16%), debido al insuficiente desarrollo industrial.

x Durante el primer tercio del siglo XX creció con el impulso dado a la industria y a

las obras públicas de Primo de Rivera.

x La Guerra Civil y la posguerra abrieron un paréntesis en ese crecimiento debido a

las destrucciones de industrias, al mantenimiento o retorno de la población al campo y a los problemas que la política autárquica acarreó a la industria (escasez de mate-rias primas y fuentes de energía).

x En la década de 1960, superada la anterior situación, se produjo un auge del sector

secundario basado en el impulso de la industria promovido por los planes de desa-rrollo y en el aumento de la construcción en las ciudades industriales y en las áreas turísticas del litoral mediterráneo e insular.

x Desde 1975, la población activa de este sector disminuyó porque la crisis económica,

que fue sobre todo industrial, produjo un trasvase de población al sector terciario. Además, la industria moderna utiliza nuevas tecnologías que requieren cada vez menos manos de obra, y demanda ocupaciones relacionadas con tareas anteriores y posteriores a la producción (gestión, diseño, investigación, comercialización, servi-cios posventa), lo que ha dado lugar al fenómeno conocido como "terciarización de la industria". En el año 2000, el sector secundario ocupaba a un 30,77% de la pobla-ción activa, cifra en consonancia con la de otros países industrializados europeos.

c) El sector terciario incluye las actividades que proporcionan servicios (transporte,

comer-cio, turismo, sanidad, educación, finanzas). Partía también de porcentajes bajos en 1900 (17 ,8% población activa) y creció a lo largo de todo el siglo, salvo el paréntesis de la Guerra Civil, por las siguientes causas:

x El aumento del nivel económico y del nivel de vida permiten un mayor con-sumo

de servicios, que son cada vez más numerosos y especializados.

x Los cambios operados en la industria favorecen la terciarización (trasvase de

po-blación por la crisis, uso de nuevas tecnologías y demanda de servicios a la pro-ducción).

x El incremento de los servicios públicos por la creación de la administración

auto-nómica y el desarrollo del estado del bienestar exige el crecimiento de sectores co-mo la sanidad, la educación, etc.

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En el año 2000, el sector terciario ocupaba al 63,13% de la población activa y, es previsible que continúe incrementándose, lo mismo que sucede en los países de la Unión Europea.

La distribución espacial de los sectores económicos muestra un peso del sector primario

superior a la media en el interior peninsular, Galicia y Andalucía; el predominio del sector secunda-rio en el País Vasco y Cataluña, y la terciarización de Madrid y de las zonas turísticas de la costa mediterránea y de las islas.

3. EL FUTURO DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA

España está experimentando profundas transformaciones demográficos desde 1975: de ser un país natalista, joven y emigratorio, ha pasado a convertirse en un país envejecido, con la tasa de natalidad más baja del mundo e inmigratorio.Estos cambios conllevan otros de orden económico, social y cultural. Así, los expertos realizan diversas proyecciones de futuro para poder planificar as-pectos como la necesidad de plazas escolares o de residencias para la tercera edad, la cuantía del gasto sanitario, etc.

x En la estructura por sexo seguirá habiendo más ancianas, por la mayor esperanza

de vida de las mujeres, pero se acortará la diferencia con los hombres porque, al adoptar las mujeres hábitos hasta hace poco típicamente masculinos, disminuirá el ritmo de aumento de su esperanza de vida.

x En la estructura por edad, hacia el 2050 España será uno de los países más

enve-jecidos del mundo (30,19% de ancianos) por el descenso de jóvenes y el aumento de ancianos.

x En la estructura económica, la tasa de actividad crecerá hasta el 2015, sobre todo

la femenina, y desde entonces disminuirá al incorporarse menos activos al mercado laboral. Al disminuir los activos y aumentar los ancianos, será necesario recurrir a población inmigrante para poder mantener las pensiones y el actual nivel de bienes-tar. Por otra parte, el incremento de la terciarización de la actividad económica hará aumentar el porcentaje de población empleada en el sector terciario, a casta de los otros dos.

(24)

EL SECTOR AGRARIO

1. INTRODUCCIÓN.

La actividad agraria es la realizada por el hombre para obtener productos de la tierra. Inclu-ye tres subsectores: la agricultura, la ganadería y la explotación forestal. En esta actividad se han producido últimamente cambios profundos. Hasta hace pocos decenios, la actividad agrícola era la más importante de nuestro país, pero era una agricultura de subsistencia Sin embargo, a mitad de siglo, se producen una serie de cambios que provocan su evolución hacia una agricultura de mer-cado, pero de ser la actividad económica más importante del país, ha pasado a situarse por detrás del sector servicios e industrial.

2. LA AGRICULTURA

La agricultura y la ganadería son las bases de nuestro sector primario, se desarrollan en el espacio agrario, siendo éste es el territorio explotado por las personas dedicadas a estás activida-des. Este espacio es el resultado de la interacción de factores físicos o naturales, (clima, relieve y suelo, etc.), y de factores socioeconómicos (presión demográfica, políticas agrarias, etc.). En la ac-tualidad, los progresos técnicos permiten modificar el medio natural para obtener un aprovecha-miento agrario más favorable (mejora de los suelos, regadío, ingeniería genética, etc.). Sin embargo, los factores físicos siguen ejerciendo su influencia en la actividad agraria que, en el caso de España, no son favorables. La distribución del espacio agrario español en cuanto a usos del suelo (1996) es la siguiente:

x Tierras de cultivo: 39,7%, incluyendo barbecho y otras tierras no cultivadas.

x Prados naturales y pastizales : 14,8%. Comprenden los terrenos con cubierta

herbácea natural, que en el caso de los prados permiten el aprovechamiento por siega y en el caso de los pastizales no.

x Terreno forestal: 35,01 %. Incluye el monte maderable (aprovechable para la

pro-ducción de madera); el monte abierto (menos denso y utilizable principalmente pa-ra el pastoreo), y el monte leñoso, con árboles achaparpa-rados papa-ra leña o pasto-reo. x Otras superficies: 18,01 % (erial a pastos, espartizal, terreno improductivo,

su-perficie no agrícola, ríos y lagos).

La relativamente baja proporción del suelo labrado en España se debe a varios factores en-tre los que destacan la altitud, la erosión, la calidad del suelo y la aridez.

(25)

3. FACTORES FÍSICOS QUE INFLUYEN EN LA AGRICULTURA

En la actualidad los progresos técnicos permiten modificar el medio natural para obtener un aprovechamiento agrario más favorable (mejora de los suelos, regadíos, ingeniería genética, etc.). Sin embargo, los factores físicos siguen ejerciendo su influencia en la actividad agraria, que en el caso de España, no es favorable:

x La altitud. Uno de los principales problemas de la agricultura española es la

ele-vada altitud de la mayor parte del territorio. Debido a la temperatura, las mejores condiciones se dan por debajo de los 200 m de altitud, condiciones en las que sólo se halla el 11,4 % del territorio.

x La orografía. Es decisiva ya que la pendiente implica que, a mayor inclinación,

mayor dificultad para labrar las tierras y elevar agua para el riego. Además, a ma-yor pendiente el agua de la lluvia provoca mama-yor arrastre y menos penetración en la tierra. Por este motivo es necesario construir bancales y terrazas que disminu-yan la inclinación del suelo. En nuestra península abundan las tierras en relieve montañoso aunque en ocasiones también encontramos tierras llanas, como el valle del Ebro, Guadalquivir, o la Meseta.

x Los suelos influyen de forma distinta en los distintos tipos de agricultura. En la

península existen una gran variedad pero, salvo excepciones, son de calidad me-diocre. Los tipos, características y distribución lo puedes estudiar en el tema dedi-cado a los suelos. En el apartado de los suelos hay que reseñar la degradación que están sufriendo los suelos españoles: erosión. En efecto, en España 13 millo-nes de Ha sufren graves fenómenos de erosión, cifra a la que hay que sumar otros 14 millones de tierras que están afectadas por procesos moderados de erosión. Por consiguiente, la superficie afectada, en diverso grado, por la erosión supera en mucho al total de superficie cultivada, lo que indica la gravedad del problema, una gravedad que en algunas provincias es ya alarmante, como sucede en Almería y Granada, en donde más del 50 % de la superficie provincial sufre graves fenóme-nos de erosión.

x El clima. El factor climático es, para el territorio español, el condicionante de mayor

trascendencia, en especial la distribución de precipitaciones y temperaturas. Estos elementos determinan la existencia de tres paisajes agrarios: Atlántico, Mediterrá-neo cálido y MediterráMediterrá-neo fresco que estudiaremos al final del tema.

x La disponibilidad de agua . La agricultura obtiene el agua que precisa de las

llu-vias o a través de la red de aguas que recorre el territorio, tanto de los ríos como de los acuíferos. Nuestra agricultura consume aproximadamente el 80 % del agua disponible. Es precisamente esta disponibilidad la que determina el tipo de cultivo, ya sea de secano o de regadío.

Los cultivos de secano se practican en zonas secas y en las cuales no se hace aportación de agua. La vegetación característica son los árboles y arbustos leño-sos, que resisten mejor la sequía que las especies herbáceas. Los cultivos más típicos son el trigo, que se recoge justo antes del verano, la vid y el olivo. Estas

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